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Fragmento Crimen y Castigo

Fragmento de La Señorita Julia


Fiôdor Dostoyevski.
August Strindberg
“El calor era sofocante. El aire irrespirable, la
multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los “Cristina está junto a la cocina friendo algo en una
sartén. Lleva un vestido claro de algodón y un
ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor
delantal.
especial tan conocido por los petersburgueses que no Juan, entra llevando en la mano un par de botas de
disponen de medios para alquilar una casa en el montar, grandes y con espuelas, que deja en el suelo
en un lugar bien visible para el público.
campo, todo esto aumentaba la tensión de los
Juan: ¡Esta noche la señorita Julia vuelve a estar
nervios, ya bastante excitados, del joven. El loca! ¡Loca de atar!
insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en Cristina: ¿Qué? ¿Ya estás ahí?
Juan: Sí, vuelvo ahora de la estación, de acompañar
aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se
al señor conde. Al volver entré en el granero para
tropezaban a pesar de ser día de trabajo, echar un baile. Y allí vi a la señorita Julia bailando
completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una con el guardia. En cuanto me vio, vino corriendo
hacia mí y me sacó a bailar. ¡Y qué manera de bailar!
expresión de amargo disgusto pasó por las finas
¡Nunca he visto nada igual! ¡Está loca!
facciones del joven. Era, dicho sea de paso, Cristina: Sí... Está mal desde que la dejó el novio.
extraordinariamente bien parecido, de una talla que Juan: Es posible. De todos modos, era un buen
rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Yo
presencié la escena a escondidas.
cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto
Cristina: ¿Cómo? ¿Que tú lo viste?...
cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una Juan: Sí, lo vi. Estaban una noche solos en la cuadra
especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin y la señorita lo estaba “amaestrando”, como decía
ella. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la
ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo
fusta igual que a un perro. Él saltó dos veces y recibió
que le rodeaba”. dos latigazos, pero a la tercera, le arrancó la fusta de
la mano, la hizo mil pedazos y se marchó (…)” .

Fragmento Crimen y Castigo


Fragmento de La Señorita Julia
Fiôdor Dostoyevski. August Strindberg

“El calor era sofocante. El aire irrespirable, la “Cristina está junto a la cocina friendo algo en una
sartén. Lleva un vestido claro de algodón y un
multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los
delantal.
ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor Juan, entra llevando en la mano un par de botas de
especial tan conocido por los petersburgueses que no montar, grandes y con espuelas, que deja en el suelo
disponen de medios para alquilar una casa en el en un lugar bien visible para el público.
Juan: ¡Esta noche la señorita Julia vuelve a estar
campo, todo esto aumentaba la tensión de los loca! ¡Loca de atar!
nervios, ya bastante excitados, del joven. El Cristina: ¿Qué? ¿Ya estás ahí?
insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en Juan: Sí, vuelvo ahora de la estación, de acompañar
al señor conde. Al volver entré en el granero para
aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se
echar un baile. Y allí vi a la señorita Julia bailando
tropezaban a pesar de ser día de trabajo, con el guardia. En cuanto me vio, vino corriendo
completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una hacia mí y me sacó a bailar. ¡Y qué manera de bailar!
¡Nunca he visto nada igual! ¡Está loca!
expresión de amargo disgusto pasó por las finas
Cristina: Sí... Está mal desde que la dejó el novio.
facciones del joven. Era, dicho sea de paso, Juan: Es posible. De todos modos, era un buen
extraordinariamente bien parecido, de una talla que muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Yo
presencié la escena a escondidas.
rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el
Cristina: ¿Cómo? ¿Que tú lo viste?...
cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto Juan: Sí, lo vi. Estaban una noche solos en la cuadra
cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una y la señorita lo estaba “amaestrando”, como decía
especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ella. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la
fusta igual que a un perro. Él saltó dos veces y recibió
ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo dos latigazos, pero a la tercera, le arrancó la fusta de
que le rodeaba”. la mano, la hizo mil pedazos y se marchó (…)” .

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