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“El calor era sofocante. El aire irrespirable, la “Cristina está junto a la cocina friendo algo en una
sartén. Lleva un vestido claro de algodón y un
multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los
delantal.
ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor Juan, entra llevando en la mano un par de botas de
especial tan conocido por los petersburgueses que no montar, grandes y con espuelas, que deja en el suelo
disponen de medios para alquilar una casa en el en un lugar bien visible para el público.
Juan: ¡Esta noche la señorita Julia vuelve a estar
campo, todo esto aumentaba la tensión de los loca! ¡Loca de atar!
nervios, ya bastante excitados, del joven. El Cristina: ¿Qué? ¿Ya estás ahí?
insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en Juan: Sí, vuelvo ahora de la estación, de acompañar
al señor conde. Al volver entré en el granero para
aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se
echar un baile. Y allí vi a la señorita Julia bailando
tropezaban a pesar de ser día de trabajo, con el guardia. En cuanto me vio, vino corriendo
completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una hacia mí y me sacó a bailar. ¡Y qué manera de bailar!
¡Nunca he visto nada igual! ¡Está loca!
expresión de amargo disgusto pasó por las finas
Cristina: Sí... Está mal desde que la dejó el novio.
facciones del joven. Era, dicho sea de paso, Juan: Es posible. De todos modos, era un buen
extraordinariamente bien parecido, de una talla que muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Yo
presencié la escena a escondidas.
rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el
Cristina: ¿Cómo? ¿Que tú lo viste?...
cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto Juan: Sí, lo vi. Estaban una noche solos en la cuadra
cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una y la señorita lo estaba “amaestrando”, como decía
especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ella. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la
fusta igual que a un perro. Él saltó dos veces y recibió
ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo dos latigazos, pero a la tercera, le arrancó la fusta de
que le rodeaba”. la mano, la hizo mil pedazos y se marchó (…)” .