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TíTULOS PUBLICADOS DE MllO MANARA

LAS AVENTURAS ORIENTALES DE GIUSEPPE BERGMAN: TAL VEZ SOÑAR


Colección BN nQ6

AS AVENTURAS URBANAS DE GIUSEPPE BERGMAN: CAMINO OCULTO


Colección Manara Color nQll

CÁMARA INDISCRETA
Colección Manara Color n"l

EL PERFUMEDEL INVISIBLE
Colección Manara Color nf12

El PERFUME DEL INVISIBLE 2: DESNUDA POR lA CIUDAD


Colección Manara Color nQ6

EL CLlC 1
Colección Manara Color nQ]

EL CLlC 2
Colección Manara Color n"5

EL CLlC 3
Colección Manara Color n"4

EL CUCo OBRA COMPLETA


Fuera de colección

GULLlVERIANA
Colección Manara Color n"7

CITA FATAL
Colección .Manara Color nQB

KAMASUTRA
Colección Manara Color n"9

LAS MUJERES DE MANARA


Colección Manara Color nQl O

WWW
Colección Manara Color nQ12

VENUS y SALOMÉ
Fuera de colección

VERANO INDIO
(Guión de Hugo Pratt)
Colección Cimoc Extra Color nQ19

EL GAUCHO
(Guión de Hugo Pratt)
Colección Cimoc Extra Color nQ121
Era uno de esos hombres por los que Colocó su bolsa en la repisa del equipaje y
las mujeres se vuelven locas. y sé de qué se sentó justo delante de mí. Sus piernas
estoy hablando: me llamo Eva. Estoy segu- rozaron las mías. Se disculpó con una vaga
ra de que habréis visto fotos mías. Eva sonrisa... y yo le devoré con los ojos. Alto,
Lindt. La reina del cotilleo, la sultana del delgado, pelo cano en las sienes, con la
escándalo. Las revistas se pelean por mis cara lo bastante marcada para indicar que
crónicas sobre la vida sexual de las estre- había amado mucho y sufrido mucho más.
llas. Yo os informo de cuándo ha dejado Pantalones blancos, camisa negra como la
Steph de acostarse con Anthony, y de que noche, zapatos marrones. Suspiré para lla-
,al pequeño príncipe le gustan mucho los mar la atención sobre mi pecho. Me remo-
hombres de pelo moreno con bigote, prefe- ví en mi asiento. Dejé caer mi periódico...
riblemente con aspecto de militar. "La ipero no había manera! El hombre seguía
Lindt", me llaman en la televisión, donde mirando por la ventana. Sus ojos parecían
cada viernes, a las diez, os ofrezco la ima- fijos en las nalgas de las pasajeras que iban
gen de mi vertiginoso escote y una serie de subrendo al tren. Una chica bajó al andén
anécdotas picantes que escucháis de mis delante nuestro. Llevaba unos pantalones
sensuales labios. En este negocio, tienes cortísimos que se adaptaban a su silueta
que aprovechar al máximo cualquier virtud como una segunda piel. Caminaba con un
que tengas. contoneo, con sus carnosas medias lunas
Pero volviendo a aquel tipo... Entró en sobresaliendo justo por debajo de la fina
mi compartimento de primera clase del franja de tejido. Mi vecino tragó saliva.
tren París-Venecia. Odio los aviones, Comenzó a levantarse. Pensé que iba a dar
donde, al contrario de lo que os diría una un salto hacia el andén. Pero volvió a hun-
tal Emannuelle, nunca pasa nada. Los tre- dirse en su asiento. Sacó un pe~eño libro
nes se prestan a los encuentros. Especial- verde del bolsillo, giró algunas páginas y
mente en los largos recorridos. comenzó a escribir febrilmente. Justo en
Había cogido el tren de las 7:42. Una ese momento arrancó el tren.
cálida niebla azul de verano envolvía la Mientras nos dirigíamos hacia Dijon,
estación de Lyon. Llevaba una camiseta de .los ojos de mi compañero de comparti-
cuello alto y la minifalda de ante que siem- mento se fueron cerrando. Estaba dormi-
pre inspira a los hombres a confiar en mí. tando, con su libro de notas en el asiento
Tengo una forma de enseñar los muslos que que había junto a él. No pude contener mi
hace que me digan más cosas de las que curiosidad... gajes del oficio, supongo.
deberían. Estaba sola en el asiento de la Muy lentamente, alargué la mano y cogí el
ventana, mirando hacia delante. El hombre libro. Lo abrí por la primera página. Mis
miró hacia los asientos vacíos sin ni siquie- ojos se posaron sobre un título en letras
ra echar un vistazo en mi dirección. mayúsculas: EL ARTE DEL AZOTE.
-Está todo ahí-dijo-. Al menos, lo homenaje a la parte más digna, más refi-
mejor que me ha pasado en toda mi vida. nada y más generosa de la mujer: sus nal-
Por eso quería escribir un libro. "El arte gas. ¿Sabía, Eva, que el ser humano es el
del azote", por Donatien Casanova. único animal dotado de nalgas? jLos ani-
-¿Es ése su verdadero nombre? males tienen cuartos traseros! Nosotros
-jO lo es o debería serio! Al igual tenemos esa arrogante y adorable redon-
que el suyo debería ser Eva... dez que atrae, que sobresale, que provo-
Había tocado mi punto débil. Me ca. En las mujeres adopta la forma de
encanta que me reconozcan. Alargó el unas curvas deliciosas, un atractivo irre-
brazo para quitarme el libro de notas, ya sistible para la mano. Azotar no es golpe-
pesar mío me sorprendí mirándole las ar. Es acariciar y violar al mismo tiempo.
manos, grandes y toscas, con palmas diá- No conozco nada más magnífico que
fanas, casi frágiles. Manos que parecían unas nalgas que se sacuden bajo una
hechas para abofetear y golpear, para esti- mano, se endurecen y a continuación
rar, para masajear, para seducir, para aga- vuelven a suplicar por otro golpe. Se
rrar. Él se dio cuenta, y reprimió una son- entregan y se rebelan en el mismo movi-
risa. miento... Azotar el culo de una mujer es
-El azote ha pasado de moda mejor que follársela. Eshacer el amor con
-declaró-. jHoy en día está mucho más ella mientras se observan sus efectos...
de moda admitir un gusto por los látigos y Me arrancó el libro de notas de las
el cuero que por unos azotes inocentes! manos y lo hojeó rápidamente, revelando
Probablemente nunca la han azotado... una serie de notas escritas en tinta negra y
Mi primera reacción fue decir algo diversos bocetos tan magníficos como el
estúpido como «iOh, no, por favor!» Pero de la página del título.
aquel tal Donatien Casanova ya me gus- -Lo he puesto todo aquí. Todo lo
taba demasiado. Donatien como De que sé... porque uno no se dedica al
Sade, Casanova porque un extraño cono- azote de cualquier manera, ni con cual-
cido en un tren que iba cruzando Europa quier persona. Léalo, Eva. Estoy seguro de
de camino a Italia no podía llamarse de que es lo bastante mujer como para apre-
otra forma... ciarlo.
Al final acabé respondiendo, «jNo, De repente, sentí que mis nalgas ardí-
nunca lo han hecho! Al menos no como an sobre el asiento de cuero. Quería
usted supone.» levantarme, pero era como si un gran
-Ya nadie entiende lo que es el peso me mantuviera clavada al asiento,
azote. Algunos piensan que es un castigo que se había amoldado por debajo mío
para niños. Otros piensan que es una como si fuera una mano. Miré por la ven-
manía ridícula. Pero es la mayor forma de tana. Estábamos llegando a Dijon.
El tren se había detenido junto al -Demasiado plano, demasiado anó-
andén. Por megafonía se informó de que nimo. jCuando sepa algunas cosas más
habría una parada de dos minutos. Una sobre el azote, comprenderá que no todas
mujer de rasgos pálidos y unos treinta las mujeres se lo merecen!
años, pelirroja, con moño, apareció en la La gente que había en el andén, los
puerta de nuestro compartimento. carros con el equipaje, las chimeneas, los
Llevaba de la mano a un muchacho h<;>sco postes telefónicos, todo comenzó a desfi-
con la cara manchada de los restos de lar ante nuestros ojos. Mi compañero me
una piruleta de fresa. señaló con un dedo su libro de notas
-Siéntate, Julien -dijo. verde.
-Lo siento -respondió Casanova. -j Bueno, léalo! Antes yo era como
-¿Cómo dice? -replicó la mujer. usted. Vivía, amaba, follaba, y no sabía
-Quiero sentarme -se quejó Julien. nada sobre el azote. Ni tampoco sabía
que fuera un arte, un arte que, como cual-
dos -Todos
-replicó estos asientos
Donatien. están <;>cupa-
C
quier otro, requería de un talento que
-Pero si no hay... -tartamudeó la debía ser entrenado.
mujer.
-El resto todavía no han llegado. Les »Descubrí el azote por accidente. En
estamos esperando. Vamos a una confe- gran medida, como lo hicieran Arquí-
rencia en Roma. Representamos a la medes y Newton, lo hice en la bañera y
Confederación de Dionisíacos Eróticos... en el huerto, respectivamente. ¿Dónde
ConDE, seguro que ha oído hablar de podría haber tenido una revelación así
nosotros. sino en el calor de una cama, en compa-
La mujer echó una mirada aterroriza- ñía de alguien amado?
da en mi dirección. Yo me levanté la »Tenía dieciocho años y ya había
minifalda un poco más y confirmé sus escogido la persecución del placer como
palabras asintiendo con la cabeza. objetivo general de mi vida. Mis amigos
-j Pero si no puede encontrar otro eran capaces de hacer muchas cosas por
asiento, quédese! -añadí-. Ya nos apre- seducir a muchachasCjóvenes, por sacar-
taremos un poco. Además, su hijito es real- les algunos besos entrecortados y algunos
mente guapo. Podría enseñarle algunos sobeteos después de horas y horas de
jueguecitos que seguro que no conoce... películas, baile, restaurantes... Yo ya lo
La mujer huyó del compartimento, había averiguado, y me di cuenta de que
arrastrando al niño por el brazo. Mi com- salía más barato pagar a alguien que se
pañero parecía ensimismado en las nubes. dedicara a ello profesional mente. Como
-¿Le gustaba su trasero? -le pre- mi ancestro, como todos los verdaderos
gunté. libertinos, no veía nada reprobable en
pagar a las mujeres por el placer que me "chino", en el que la mujer dobla las pier-
proporcionaban. has hasta la cadera, de forma que toque
»Gina trabajaba en casa. Conseguí su .sus nalgas con los talones; o la "rana
dirección de mi abuelo, Giacomo, que nadandol/, en la que se pone boca abajo
había sido el responsable de gran parte de y envuelve con las piernas al hombre; la
mi educación. iAh, Gina! Veinté años, I/misteriosal/, en la que se hace el amor en
pechos como cilindros a los que me aga- una silla, con la mujer dándole la espalda
rraba para no deslizarme hacia abajo a su amante; la I/cubanal/, en la que el
mientras me hundía en su sexo profundo, hombre se corre entre los pechos de ella
de labios rojos, cremoso y suave, que olía mientras ella los aprieta contra su polla...
a albaricoque y coral. Gina tenía uno de Ningún capricho le era desconocido. Era
los derrieres más fantásticos que había una funcionaria del amor, que adoraba las
visto jamás. Ella lo sabía, y no lo oculta- novedades, y que incluso inventaba sus
bao Me encantaba mirarla con unos teja- propias variaciones y las sugería a sus
nos ajustados a su piel, moldeando los clientes, por una pequeña suma adicio-
dos generosos globos que sobresalían nal. Pero seguía el código de honor de las
desde su cadera, balanceándose mientras prostitutas, y Gina nunca se corría... Lo
se movía. La mayoría de las veces, para que me hacía sentir miserable. Sus suaves
no perder el tiempo entre cliente y clien- palabras, sus ánimos, sus respuestas chis-
te, Gina sólo se ponía unas bragas, una tosas... ni siquiera las obscenidades que
sencilla tira de nilón transparente que susurraba en el momento justo cpnseguí-
suavizaba a la perfección aquellas esferas an consolarme de su indiferencia.
lechosas, perfectamente formadas. »Por entonces yo era joven. No me
ilmagínesela! Por delante, un resplandor había dado cuenta de que una prostituta
de vello púbico en llamas adornaba sus que no se corre es más honesta que una
carnosos labios, su ansiosa raja, su volup- amante que finge hacerlo. Y, generalmen-
tu oso valle oceánico; por detrás, sus ape- te, damos demasiada importancia a este
tecibles medias lunas se contoneaban una aspecto. El placer nunca se encuentra
después de otra como dos bailarinas en donde los sexólogos afirman que debería
un tango embelesador. estar.
»En resumen, Gina me volvía loco, y »Aquella tarde, Gina estaba sentada a
yo no me arrepentía de los miles de liras horcajadas sobre mí. 'Yo estaba tirado en
que me gastaba en ella tres veces a la la cama; ella guió mi sexo con las manos.
semana. De hecho, sólo tenía un remor- hasta su gruta escarlata. Yo entré en ella
dimiento: Gina era una verdadera profe- con un movimiento de vaivén, mientras
sional. Mientras pagara el precio, cedía a me susurraba cosas, me atraía de nuevo
todos y cada uno de mis caprichos: el hacia aquel trance maravilloso.
¡¡Mi cuerpo estaba arqueado, mis habitación, los ruidos de la calle, la húme-
manos agarraban sus suaves curvas neu- da cama, dejaron de existir. Estaba pegado
máticas, cuando de repente levanté la a aquellas nalgas, enrojeciendo su esplen-
mirada hacia mi dulce amazona. Tenía la dor bajo mis manos. la eternidad, descu-
expresión vacua de alguien que está pen- brí, era aquel cu'¡o que bailaba bajo mis
sando en otra cosa. Quizás estaba deci- palmas. Gina se retorció, suspiró, jadeó. Se
diendo qué cenaría esa noche, o recordan- empaló en mi sexo; estaba tan abierta que
do por centésima vez la trágica relación hasta le podría haber metido los huevos.
entre Escarlata O'Hara y Rhett Butler: "lo Me cubrió con un flujo de lava, chillando
que el viento se llevó" era su película favo- como una loca hasta el límite de su voz. Yo
rita. Y si en ocasiones aceptaba mis peti- le respondí disparando mi leche en ráfagas
ciones sin que yo tuviera dinero, era por- que parecían durar eternamente.
que había un deje irónico en mi mirada ¡¡Cuando recuperé el sentido en la
que le recordaba a Clark Gable... calle, volví a examinar la escena. Mis rela-
¡¡Al ver que estaba en otro sitio (en la ciones normales con las mujeres parecían
cercana Atlanta, si mi intuición no me de repente carentes de sentido. Había des-
fallaba), me enfurecí. Cobrando vida pro- cubierto un raro placer en el azote; era
pia, mi mano se levantó y golpeó a la superior a mí. Sólo me arrepentía de una
prostituta en el trasero. Nunca había azo- cosa: había azotado el culo de Gina sin
tado antes a nadie. Nunca se me había que yo pudiera verlo, de forma que no
ocurrido. Cuando leía escenas semejantes pude contemplar qué aspecto tenía. Me
en las novelas eróticas, apenas me excita- imaginé cómo sería si volviera a hacerlo,
ban. pero esta vez observando el movimiento
¡¡El resultado fue asombroso. Gina se de sus nalgas desde detrás, dibujando mi
echó para adelante, y sus ojos se ilumina- gesto como una película a cámara lenta
ron. Inclinándose sobre mí, apretó sus para saborearlo mejor, excitado hasta el
labios contra los míos y metió su lengua en punto de que casi no podía andar...
mi boca, explorándome, electrificándome.
Repetí la acción, dándole un azote más levanté la cabeza. los ojos de
fuerte y centrado sobre sus dos nalgas. Mi Casanova seguían centrados en mí. Sin
amazona gimió de placer.' Tembló encima darme cuenta, yo me había metido la
mío, y su sexo se volvió denso como el tró- mano entre los muslos. Mi falda de cuero
pico... Ya no podía controlarme. Azoté ese se había leyantado por encima de mis bra-
culo, que cedía a mi goce ilimitado, gas de seda. No estaba exactamente acari-
ardiendo bajo mis palmas. Gina me acom- ciándome, pero tenía la palma de mi mano
pañó con feroces gemidos indistinguibles apretada con fuerza contra mi sexo, como
de sus gritos de placer. Estaba extasiado. la para calmar la palpitación que había ido
creciendo en mi interior a medida que leía respeto hacia la famosa Eva Lindt, ninguno
el libro. de mis amantes me había azotado nunca.
-¿Le gusta? -preguntó Donatien Me habían acariciado, chupado, fallado...
Casanova-. iPero no responda todavía! ipero no me habían azotado! Tenían
-añadió rápidamente-. Yo tampoco demasiado miedo de mi reacción.
comprendía del todo la terrible atracción Pobrecillos, si supieran cómo lo ansiaba...
del azote. Estaba dotado de un don, es La luz del sol entraba por la ventana.
verdad, pero había que saber utilizarlo... Casi sentía como si sus rayos hubieran lle-
A pesar mío, me bajé la falda de gado hasta mi sexo abrasador, como si
nuevo, cubriéndome todo lo que pude. estuviera desnuda. Casanova miró su reloj.
Por primera vez, me sentí incómoda lle- -Déjeme invitarla a una taza de café
vando una ropa provocativa. Aquel hom- -dijo-. A menos que prefiera seguir
bre, aquel extraño, me parecía tremen- leyendo...
damente peligroso. Me había alterado en Yo dudé, pero ya me había imaginado
todos los aspectos, comenzando por el en el lugar de Gina. Tenía que saber qué
dicho de que uno nunca debe golpear a ocurrió a continuación.
una mujer. «Ni siquiera con una rosa», -Un poco más tarde, gracias -dije.
decía mi abuelo, «porque arruinará la flor -Eso me parecía -repl icó Casanova.
y no mejorará a la mujer.» Pero yo habría Aquel hombre era definitivamente
ocupado alegremente el lugar de Gina. Me peligroso. iY condenadamente seductor!
sentía ofendida porque, por un exceso de
Gina me esperaba en la siguiente mismo efecto en todo el mundo, fuera
página. Era un dibujo hecho a su espalda, hombre o mujer. ¿Sabe?, incluso pensar
pero por la curva de sus caderas, el hueco en ella hace que mi mano no se pueda
de su espalda y el pelo que caía en cas- estar quieta.
cada sobre sus hombros, la reconocí al No mentía. Sus muñecas y dedos se
instante. Era ella, y Donatien había tenido agitaban com9 si fuera un enfermo de
mucho cuidado de capturar a la perfec- Parkinson. y sólo se trataba de su recuer-
ción la excitación oculta en sus nalgas. do de un clímax inigualable en el arte del
Yo tampoco soy manca en ese aparta- azote.
do. Mi culo ha tenido varios adoradores
que lo han alabado tanto con palabras »Sólo tenía un deseo: volver a casa de
como con actos. He visto fotos en las que Gina y darle más azotes, que estaba segu-
me estaba inclinando hacia abajo, con los ro que le causarían tanto placer como a
codos apoyados en un taburete, ofrecien- mí. Pero el placer aumentaba todavía más
do mi derriere al espectador. Y creedme, con la espera. Me prohibí a mí mismo
vale la pena: es pequeño, prieto, coqueto volver allí. Vagué por las calles toda la
y bastante mofletudo. noche, y acabé entrando en una librería
Pero el de Gina, según lo había dibu- que no cerraba hasta tarde. Allí descubrí
jado Casanova, rompía todos los récords. un fino volumen que al fin echó algo de
Si hubiera un concurso para encontrar el luz sobre mi recién descubierta afición:
culo más glorioso del mundo, ella se Ile- "El elogio del azote", de jacques
varía el premio de Culo Precioso. Las nal- Serguine.
gas de Gina eran dos hemisferios rellenos »EI mismo libretero tenía una buena
y flexibles; bóvedas soberbias, suaves; provisión de libros dedicados a la "edu-
bombones firmes, sabrosos; peras demo- cación inglesa". Cogí unos cuantos, pero
níacas que se fundían al tacto. El trasero las historias de colegialas castigadas con
de Gina era una provocación para azotar- una fusta eran demasiado monótonas
los, pellizcarlos, agarrarlos. Te entraban para mí. En mi mente, el azote no debía
ganas de abofetearlos, lamerlos, cuidar- ser un castigo. Nunca debería adoptar esa
los, besarlos, morderlos, fustigarlos. Las forma, ni siquiera la de un juego. El azote
nalgas de Gina eran deseos, caprichos, debería ser practicado únicamente por el
manías. Sueños que podías tocar, sopesar, placer de los dos participantes. Cualquier
coger entre tus manos. Un culo de fanta- racionalización le privaría de todo su
sía; pero "realmente real", como diría un secreto.
niño. »Cuando pagué por los libros, el ven-
Donatien Casanova asintió. dedor me miró y me comentó: «Como
-jAh! -dijo-. Siempre ha tenido el usted parece ser también un aficionado al
tema, le recomiendo que visite el número piel, imaginaba yo en mi mente, enfermi-
12 de la rue Cavour. No quedará decep- za y lechosa.
cionado.» »Ya no lo soportaba más. Entonces
»AI día siguiente, fiel a mi decisión, recordé la dirección que me había dado
decidí posponer de nuevo mi visita a el librero, y fui allí. Era una casa de tres
Gina. Quería saborear las horas que me pisos con los postigos cerrados. Cuando
separaban de mi nueva sesión. Había llamé al timbre, me respondió rápidamen-
visionado aquel trasero único dominado te una doncella con un vestido clásico,
bajo mis manos, temblando bajo mis gol- negro, con un delantal blanco.
pes... No podía pensar en nada más. Entré -¿Sí, señor? -preguntó.
en un cine. A pesar de la presencia de »Era tal su parecido con una criada
Marcello Mastroianni y Monica Vitti, salí a doméstica típica que llegué a pensar que
los quince minutos. Caminar por las calles me había equivocado. Casi me fui sin
er~ peor. No podía evitar mirar los traseros decir una sola palabra. Comprendió mis
de las mujeres que pasaban a mi lado. Los dudas y, con la más mínima de las sonri-
había de todo tipo. Descarados, aburridos, sas, dijo:
generosos, enfáticos, glotones, lúbricos, -Sígame.
arrogantes, desdeñosos, reales, intoleran- »Ella también sabía llamar la atención
tes, austeros, disfrazados, prometedores... sobre el rasgo que más me atrae de las
Me hubiera gustado tener una de esas mujeres. Caminaba lentamente, levantan-
máquinas mágicas con las que sueñan los do, como si fuera una copa sagrada, cada
niños, que te permiten ver la desnudez protuberancia carnal que crecía desde la
oculta de las personas. Imaginaba globos base de su pelvis. Era un movimiento grá-
de carne aprisionados en bragas de color cil, majestuoso, como una danza sagrada.
negro o rosa. La chica a la que llevaba Mientras la seguía por el pasillo alfombra-
mirando un rato, contoneando su trasero do de terciopelo e iluminado por rayos de
con una falda estrecha que le llegaba luz que entraban por cristaleras tintadas,
hasta las rodillas, tenía que llevar unas me vi incapaz de contener una tremenda
bragas de seda transparentes que le Ilega- erección. La doncella me llevó hasta un
ran hasta sus nalgas, cubriendo apenas su salón. Allí, sentada sobre una gran buta-
monte de Venus. Era como ver un espec- ca, había una mujer de unos sesenta años,
táculo erótico en el que la estrella era su con las mejillas algo ajadas, el pelo gris
mata de vello negro. Otra chica, estoy recogido en un moño y los brazos delga-
seguro, no llevaba nada de ropa debajo de dos cubiertos de brazaletes de oro y plata.
su falda a cuadros de colegiala. -Alguien desea verla, Madame
»A cada paso que daba, el áspero -dijo la doncella, que a continuación
material apenas se agarraba a. su frágil salió.
»Me encontré solo con aquella como para esperar que venga en busca de
matrona, que extendió una mano flácida mujeres mayores!
a modo de saludo. »Hizo un gesto hacia una puerta que
-Siéntase como si estuviera en su había justo enfrente de la butaca en la
casa, joven. Llámeme Cordelia. Todos me que estaba sentada y que se había abierto
llaman Cordelia aquí. sin que me diera cuenta.
-B-buenos días, Madame -tartamu- -Venga, nos encargaremos de usted.
»Yo la obedecí. Tras avanzar por otro
-Cordel ia -me corrigió. pasillo con alfombra de terciopelo, entré
»Me costó pronunciar las sílabas, en un pequeño dormitorio bien ilumina-
pero al final lo conseguí. do. Allí me esperaba una muchacha muy
-Cordelia. joven, sentada en el borde de la cama.
»Entonces se hizo un largo silencio Apenas tendría dieciocho años, y sólo lle-
entre nosotros, durante el cual maldije al vaba puesta una camisa fina de algodón
librero y a mi propia inconsciencia, y en la que se le marcaban los pezones. Me
comencé a pensar en maneras de sal ir de hizo un gesto y yo me senté junto a ella.
allí. Sin embargo, tras haberme observado -Aquí soy Sophie -me dijo-. No
durante un rato con los ojos medio cerra- tienes que decirme tu nombre.
dos, Cordelia dijo: »Tenía la voz aguda. Se inclinó hacia
-Sé perfectamente lo que anda bus- mí y me ofreció sus labios, que tenían un
cando. iA su edad, no soy tan ingenua gusto ácido, como bayas inglesas.

deé.
-¿Te gusto? le estaba comenzando a crecer. La donce-
»En realidad no me gustaba mucho, lla le dio la vuelta para enseñarme sus
pero no podía decírselo. Murmuré una nalgas. Eran más redondas y rellenas de lo
respuesta vaga y la acerqué hacia mí. En que me había imaginado. En realidad,
real idad era bastante delgada. La cogí por eran muy prometedoras...
las nalgas. Eran dos cáscaras de nuez, »La doncella se sentó en la cama
duras y llenas. Me cabían por completo junto a mí y me dijo:
dentro de la mano. Echaba de menos a la -Mire.
doncella, con su voluptuoso culo. En ese »La doncella acercó a Sophie hacia
momento, ella entró en la habitación. ella y la hizo estirarse sobre sus rodillas.
-Veo que ya se conocen -dijo. Cogió mi mano y la movió por encima del
»Alargué 1a mano hacia su tentador culo de la chica.
trasero. Ella se apartó rápidamente, son- -Tóquelo. Es suave, flexible, firme.
riendo. Todavía no ha sido usado. Es un regalo
-Ah, no, monsieur. Primero tenemos digno de un rey, monsieur, pero a partir
que encargarnos de Sophie. de ahora no podrá tocarlo.
»Cogió a la joven de la mano y la »Comenzó a pellizcar a Sophie en el
puso de pie. Entonces le quitó la camisa. culo, dejándole algunas marcas rosas y
La adolescente estaba de pie, desnuda, blancas. La adolescente se retorcía sobre
delante nuestro. Tenía el torso delgado y las rodillas de la doncella como si fuera un
el pelo del pubis rubio y muy corto, pues pez recién sacado de la red. Mi sexo se
endureció ante la imagen de su culo inde- doncella me animaba con una sonrisa,
fenso, sujeto a cualquier capricho que a la m~zcla de placer y gemido. La golpeé sin
doncella se le ocurriera. Ésta continuó misericordia, seguro de que podría sopor-
dándole unos golpecitos suaves, desde un tar muchas más cosas. Además, estaba tan
ángulo que apenas parecía que tocaran la excitado que no podría haberle hecho
piel, pero que acabaron haciendo aparecer daño. Sólo los sádicos con sangre fría
unas marcas en forma de franja. Mi polla hacen daño a sus víctimas. Esasprácticas
abultaba dentro de mis pantalones. Sophie no tienen nada que ver con el arte gentil
se dio cuenta, alargó la mano y me bajó la y divertido del azote...
cremallera. Mi órgano salió disparado »Continué azotando el relleno y tem-
hacia fuera. La joven lo acarició con una bloroso culo de la doncella. La vi meter la
serie de besos delicados, mientras sufría el mano entre sus muslos y comenzar a aca-
torrente de fuertes bofetones que le estaba riciarse, rogándome, «Sí, monsieur, más
propinando la doncella, y que acabaron fuerte, imás fuerte!»
por hacer aflorar lágrimas en sus ojos. La »Mientras, Sophie no estaba ociosa.
doncella volvió a cogerme la mano. Se deslizó debajo de su compañera para
-Tóquelo y verá cómo arde, mon- colocar su raja justo en la cara de la don-
sieur. cella. Ésta comenzó rápidamente a lamer-
»Era demasiado. El espectáculo del la, jugueteando con la lengua por la ácida
azote me había excitado más de lo que rendija mientras la chica me buscaba con
podía imaginarme. Aparté a Sophie a un la boca. Yo cooperé sin dudarlo y, sin
lado y tumbé a la doncella sobre la cama. parar un momento de azotar aquellas
Le levanté la falda. Llevaba unas finas bra- medias lunas, metí mi pene en la boca de
gas de algodón que le cubrían el culo por la adolescente.
completo. Se las arranqué con tanta vio- »Estaba fascinado por aquellas nalgas
lencia que se rompieron. Ella dejó esca- que se tensaban, se entregaban, se recogí-
par una sonrisa desdeñosa y susurró: an y se adaptaban al ritmo de mis azotes.
-A su servicio, señor. La doncella se puso a trabajar con su
»Se puso de rodillas sobre la cama, sexo, mientras sus gemidos se hacían más
con la cabeza bajada, como lo haría un rápidos y vehementes. Yo adapté mi ritmo
fiel que se arrodillara para rezar en direc- de azote al de sus jadeos. De repente, se
ción a La Meca. Sus nalgas llenaban toda puso rígida y chilló, «jNo!»
mi visión, dos enormes bolas que revela- »En mi ingenuidad de principiante,
ban la flor violeta de su ano. pensé por un momento que le había
»Rápidamente, extendí mi mano hecho daño. Pero rápidamente lo com-
sobre ellas, cubriendo tanta superficie prendí, mientras la veía retorcerse y gemir
como me era posible.. A cada golpe, la extasiada. En ese mismo instante, se intro-
~

f1), ~:'

"'\':'
(
~

dujo toda la vulva de Sophie en la boca, Sophie un chorro de licor que a punto
labios y clítoris juntos, succionando, estuvo de asfixiarla.
lamiendo. La chica se estremeció y se »Entonces saboreé todo mi tr\unfo,
abandonó al clímax, llenando toda la colocando cada una de mis manos sobre
habitación de un aroma de ámbar y un culo diferente, pero delicioso. Mi visi~
limón. En cuanto a mí, habría sido de ta a la rue Cavour me había enseñado una
mala educación prolongar mi placer por cosa: ien el arte del azote había que olvi-
más tiempo. Eyaculé en la garganta de dar cualquier idea preconcebida!

Y1
'\
~--IV-.-
-Billetes, por favor. Como si estuviera leyendo mis pensa-
Nos acercábamos a Vallorbe, en la mientos, Donatien Casanova interrumpió
frontera suiza. El revisor era un tipo rubio mi ensoñación:
y alto, (:on unos modales algo torpes pero -Un tipo atractivo. Buen culo...
encantadores. Sus ojos se posaron fugaz- -¿Le interesa?
mente sobre mi camiseta, ya que se podí- -No. No tengo gusto para los tíos.
an apreciar mis pezones oscuros por Pero podía leer su mirada como si fuera
debajo suyo. Obviamente, quedó prenda- un cartel de metro...
do de mí. Le entregué mi billete con una Me perturbó un poco el que leyera
sonrisa que generalmente reservo para los mis intenciones con tanta facilidad. Pero
políticos a los que voy a entrevistar. El continué:
tren comenzó a subir una pendiente, y él -iEs imposible esconderle nada!
estuvo a punto de perder el equilibrio. -Todos los aspectos de este tema me
-Va usted a Venecia -inquirió. interesan. Los hombres proclaman su
-¿Y usted? -repliqué. amor por el trasero de las mujeres. Pero
-Desgraciadamente, mi turno finali- raramente ocurre al contrario. Sin embar-
zaen Lausanne. go muchas de ustedes reconocen que es
-Qué lástima -dije, volviendo a una de las primeras partes en las que se
meter el billete en mi bolso. Aproveché la fijan en un hombre. Para un hombre es
oportunidad para moverme ligeramente, tan importante tener un buen culo como
abriendo algo más los muslos para permi- para una buena mujer.
tirle ver mis bragas y mi mata de vello Tenía razón, no valía la pena discutir.
oscuro. Sin apartar los ojos del espectácu- Reinicié mi lectura del libro verde, pre-
lo, cogió el billete de Casanova. Entonces guntándole:
se giró y, a regañadientes, pasó al siguien- -¿Volvió a ver a Gina?
te compartimento. Le seguí con la mirada. -iPor supuesto! No podía vivir sin
La parte baja de su espalda se movía ella. Pero mi experiencia en la casa de
seductoramente, con cierta elegancia Cordelia había tenido un efecto benefi-
torpe. Me pregunté si yo también disfruta- cioso. Había aprendido que el placer no
ría azotando su culo de funcionario ferro- depende de una sola persona, por muy
viario. bien dotada que esté.
Pensé en todos los hombres que había rosímiles, y yo me corría como una pose-
conocido hasta entonces. Especialmente sa. Evitab? los lugares tradicionales, como
en Patrick, un joven aristócrata con su pro- la cama, el sofá, el diván, el dormitorio o
pio programa de televisión. Nos habíamos la alfombra. A mí me parecía bien, hasta
conocido en el plató, delante de la cáma-ra. que un día me di cuenta de que siempre
Conocía mi reputación de devoradora lo preparaba todo para que pudiera ver su
de hombres, y se dedicó a seducirme contodo propio reflejo. Lo que le excitaba de todo
su empeño. Sonrisa perfecta, aspecto aquel asunto era que él, Patrick de
seductor, voz perfecta. Cedí ante su ata-que. Loquefuese, se estaba acostando con la
Me llevó a su casa. Saltó encima mío famosa Eva Lindt. Si nos hubiera sorpren-
inmediatamente después de entrar, todavía dido un fotógrafo, estoy segura de que por
con su gabardina Burberry puesta. La puer-ta primera vez hubiera conseguido mante-
del apartamento estaba abierta. Escuché ner una erección durante más de un
cómo llamaban al ascensor desde otros minuto. En aquel momento decidí que ya
pisos. había tenido suficiente sexo narcisista...
-No puedo esperar ni un momento Aquella misma noche elegí a un extraño y
más -murmuró Patrick, explorando mientrepierna.
juntos viajamos hasta el séptimo cielo,
quemando soles y lanzando estrellas que
Su pasión extrema me excitó. Enredé duraban mucho más que las de mi ídolo
mis piernas en torno a su cintura y meentregué de televisión.
a él. Él me levantó por el culo,enrojeciendo-Todos tenemos nuestros recuerdos
por el esfuerzo. Pero ni uno -dijo Casanova-. Algunos amargos,
solo de sus pelos engominados se movióde otros dulces. Pero al final, creo que siem-
su sitio. Algunos segundos despuéseyaculó pre siento agradecimiento por cualquiera
algunas gotas de esperma que, que me haya proporcionado placer.
por increíble que parezca, me provocaron Aunque sea por pocos instantes.
un orgasmo gigantesco. jAhora estaba convencida de que
Continuamos viéndonos así durantevariasaquel hombre era telépata! Tuve un impul-
semanas. Patrick me follaba entodasso de salir del compartimento para evitar
partes, en las posiciones más inve- Que se adentrara demasiado en mi mente.
'\'-,
~ ~ "'é

---1)'

Pero algo me retuvo... El libro verde... La -¿Tienes a alguien ahí dentro?


necesidad de saber más... O de hacer algo -No.
más... -¿Estás esperando a alguien?
¿Gina también? por -No.
-Entonces déjame entrar.
-Se lo debo todo. Ya verá... Pero no -No estoy segura de que deba
la volveré a interrumpir. hacerla.
Encendió un Monte Cristo número 3. Rompí a reír y le pregunté:
El compartimento se llenó de un humo -Gina, ¿cuál es el problema? ¿Estás
azul aromático que flotaba por entre los haciendo borrón y cuenta nueva? ¿Has
haces de luz solar. Me puse la mano entre decidido entrar en un convento?
las piernas de forma nada disimulada y -No... no se trata de eso -respon-
continué leyendo, suavemente acunada
por el tren. Con aquella enigmática respuesta,
decidió dejarme entrar. Pero en lugar de
»Después de tres enloquecedores y Ilevarme al dormitorio como era habitual,
deliciosos días de espera, aparecí en la me llevó hasta una pequeña sala de estar,
puerta de casa de Gina. Ella parecía per- muy bien iluminada, amueblada con un
turbada al verme allí. Me recibió con un sofá, dos butacas y una mesa de cristal de
mohín: poca altura. Era totalmente opuesto a su
-jAsí que eres tú! boudoir rococó. Me senté en el sofá y
»Yo sólo tenía ojos para su perfecto eché un vistazo a la austera sala, limpia,
cuerpo moreno, el triángulo flamígero de sencilla. Estaba asombrado. Gina se arro-
su pubis, la redondez de su cadera en el dilló delante mío y me cogió una mano,
punto en que se convertía en culo. Le di en un gesto emocional que no tenía nada
un beso en los labios al que respondió sin que ver con su trabajo.
entusiasmo. Todavía no había decidido si -iNo lo mires todo así! Estás en mi
iba a dejarme entrar o no. A pesar de mi casa. En mi verdadera casa. iNunca he
decepción, reaccioné rápidamente ante la recibido a un cliente aquí!
situación y susurré: »Estaba excitado. Al ver a Gina a mis

A
dió.
respondí
azar.
pies, con su voluptuosa boca a la altura -Te daré dinero. Todo el que quie-
de mi sexo, con los grandes pechos que ras. Sé que pido más que los otros. Sólo di
tantas veces me había llevado a los labios el precio.
para chuparlos, me volví loco de deseo. »Se dio la vuelta sobre su estómago y
Tuve una erección dolorosa. Los azotes levantó su culo hacia mí. Estaba más
que yo había imaginado me habían hecho firme y redondeado que nunca, rodeado
enloquecer de ansiedad. Apenas pude por unas bragas de seda blanca que no le
contenerme para no agarrar a Gina por un cubrían del todo, dejando todo el valle de
brazo, tumbarla sobre mis rodillas, de la parte superior de sus nalgas al descu-
culo para arriba, y azotarla como un bierto. Sin mirarme, Gina murmuró:
poseso. "jTonto!
»Pero tragué saliva y le dije, con voz »jAquello era demasiado! Me incliné
áspera: hacia ella, y con un gesto salvaje, le quité
-¿Por qué me has traído aquí? , las bragas que, se rompieron. Agarré los
-Estoy segura de que ya lo sabes... restos de seda y me los llevé a los labios.
»Se tumbó de espaldas sobre la Aspiré el enloquecedor perfume de Gina.
alfombra de lana blanca, estirada como La chica, tumbada de espaldas sobre laalfombra,
un gato, con la cabeza apoyada sobre una dejó escapar un pequeño grito
mano, ofreciéndome el irresistible perfil de asombro y placer. Ahora apuntaba su
de su trasero. Un escalofrío febril me culo hacia mí con toda la intensidad que
recorrió de arriba abajo, y en un tono podía. Estaba esperando mi próximo movi-miento,
apenas controlado, le dije: y yo no la decepcioné. Asombrado
-iGina, no juegues a las adivinanzasconmigo!por mi propia ferocidad, me metí el trozo
de seda debajo de la camisa, sobre mipiel...
Ella sonrió como una esfinge y echó Era como si el contacto hubiera
la cabeza hacia atrás. activado algún artefacto violento, incon-trolable,
-Los estudiantes siempre quierenjugar mientras contemplaba aquellas
a hacer de maestro. nalgas arrogantes, palpitantes, como situvieran
-Gina, vamos al dormitorio. un corazón propio.
-Aquí estamos bien. »Me levanté y le dije:
-Tienes que obedecerme, Gina. Sin otro contacto que las palmas de mis
»No me respondió, pero su cuerpo manos sobre sus nalgas, me invadió un
estaba vibrando de placer. repentino orgasmo; una ráfaga de esper-
-Arrodíllate y pon la cabeza ma cayó sobre la carpeta blanca. Agarré a
sobre el sofá -le ordené-. jNo quiero Gina por las caderas y le ordené:
ver nada más que tu culo! jDámelo! -jChúpalo!
»Adoptó la posición que le había »Ella se puso a cuatro patas y, con el
ordenado, con la cabeza y los hombros culo en pompa como un felino en celo, se
sobre el cuero negro del sofá, las manos dedicó a lamer mi simiente. Aquella ima-
en el suelo, de forma que pudiera exten- gen me hizo recuperar de nuevo todo mivigor.
der su trasero hacia mí. Yo me arrodillé Una fuerza primitiva me hizo sufrir
detrás suyo y manoseé los dos globos. Los una nueva erección; habría chillado si no
pellizqué, los masajeé, los separé para me hubiera dado miedo romper el hechizo.
revelar el orificio violeta de su ano. Los »Mis manos volvieron a caer sobre
lamí, los mordisqueé, los inhalé. las nalgas ardientes de Gina. Pero aquello
»Deslicé mi lengua entre su separa- ya no era suficiente. Lo quería todo a la
ción, y a continuación la dirigí hacia su vez, beber de su fuente, entrar dentro de
sexo, ansioso de deseo. A continuación su flor, penetrar su garganta y frotar todo
me retiré y, con cuidado, como acaricián- mi cuerpo contra sus pechos. Quería ser
dola, le golpeé suavemente repetidas uno de esos dioses de las películas, con
veces, provocando la aparición de unas incontables brazos. Pero necesitaría
manchitas rosadas en su delicada carne. incontables miembros para poseerla de
-iSí... me gusta así! -suspiró Gina. todas las maneras posibles a la vez... No
»No tuvo que decírmelo dos veces. estoy seguro de lo que hicimos a conti-
Aceleré el ritmo de los golpes, más firmes nuación, pero algún tiempo después me
ahora, primero en una nalga y luego en la descubrí en el suelo. Gina estaba tumba-
otra, usando ahora mi mano derecha, da encima mío, pero en sentido invertido.
ahora mi mano izquierda. Gina se enroje- Mi sexo palpitaba entre sus pechos mien-
ció, se removió, respiró entrecortadamen- tras ella se los apretaba con las manos.
te, pero no se quejó en ningún momento. Continué golpeándole el trasero, que se
había vuelto incandescente, salpicado de »Cogió mis ropas y me las tiró.
franjas de color blanco y malva. Al mismo -jLlegará pronto, así que date prisa!
tiempo, yo la iba masturbando con mi No quiero que mis clientes se conozcan
rodilla derecha. O, más bien, ella se iba viniendo aquí. Todos sabéis lo que soy yo,
frotando contra mí. Continuamos así, aga- pero uno por uno, debéis ser únicos...
rrados el uno al otro, hasta que ella se -¿Le traes aquí? -dije. No tenía
estremeció convulsivamente. Al mismo ninguna gana de moverme. Estaba lleno
tiempo, inundó mi pierna de un flujo de una gratitud lánguida. Haber consegui-
abrasador mientras yo eyaculaba entre do llevar a Gina hasta el clímax me llena-
sus pechos. Rodamos abrazándonos, ba de una especie de orgullo necio. Una
sumidos en el abismo del éxtasis. Gina vanidad normal a los veinte años de
fue la primera en separarse. Se arrastró edad...
hasta el espejo y se dio la vuelta para -Muévete, Donatien.
mirarse el culo, todavía con las marcas de -¿Puedo quedarme?
los azotes. -¿Pero quién te crees que eres? ¿Un
-Oh, Dios mío, ¿qué dirá Hugo? caballerete napolitano? jNo eres tan
-¿Tienes un amante? Creía que todos importante, caro!
eran clientes. »Se encogió de hombros y dijo, más
-¿Estás celoso? seriamente:
-iSi así fuera, no estaría aquí! -No me obligues a enfadarme. Sería
-Tienes razón, mi joven Casanova. terrible tener que despedirnos así.
Os soy infiel a todos con mis otros clien- »Me puse los pantalones y me anudé
tes, varias veces al día... la corbata. A pesar mío, sentí un endure-
-¿Pero este Hugo...? cimiento en el estómago al escuchar las
-Sí, Hugo. Es un caballero muy últimas palabras de Gina.
agradable, que probablemente te triplica -Nos despedimos... por el momen-
en edad. No me hace muchas cosas, pero to, ¿verdad?
él también adora mi trasero. No de la »Se acercó hasta mí y, con un movi-
misma forma que tú, sino que lo respeta, miento automático que indudablemente
lo honra, lo saborea. Le sorprenderá ver utilizaría con todos los buenos maridos
estas marcas. Es un buen cliente, odiaría que pasaban por su cama, me puso bien
perderle. el cuello de la camisa.
»Pensó durante un rato y a continua- -No -explicó-, no podemos vol-
ción, con una risita, decidió: ver a vernos jamás. jSe acabó! Tú me has
-Le diré que me caí en la ducha, que dado placer. Yo te lo he dado a ti. Estamos
me resbalé con una pastilla de jabón... en paz. Pero yo soy una puta. No puedo
Eso lo hará querer cuidarme. permitirme ese tipo de lujos.
»Me sentí desolado. Respondí, tarta- vía no se han visto conquistados por las
mudeando: delicias de esta práctica, y un perfeccio-
-¿No... no quieres volver a verme? namiento de las habilidades del resto. El
-Nunca más. Ni como cliente ni arte del azote es ligereza, ironía, juego...
como amante. No puedo tener amantes. La vida como una ópera cómica... Todo
Has averiguado cómo hacer que me es falso, pero al menos nada duele de ver-
corra. Es demasiado peligroso para mí. dad. iY me habla de qué fue de ella!
»Intenté convencerla de nuevo; tenía Prefiero el recuerdo de Gina a cualquier
que hacerlo. Pero sabía que era inútil. dato biográfico. iQué me importa si se
Gina respetaba la ética de su profesión. casó con uno de sus clientes que era juez,
No podría hacerla cambiar de opinión. o si todavía se dedica a hacer la calle!
»Antes de que me fuera por última No me gustan los fanáticos. He visto
vez, lancé una mirada de adiós a la sala a muchos en mi profesión, gente empeña-
geométrica, a aquella escasa anonimidad da en deshacer entuertos, nuevos filósofos
que había sido, quizás, una especie de defendiendo a Occidente sobre la mesa
permiso para nuestro excesos. de un café, reformistas de la humanidad
»Gina me apresuró para que me dispuestos a meternos a todos entre rejas
fuera, dándome un pequeño cachete en por nuestro propio bien, o profetas inspi-
las nalgas. Me dio un último beso en los rados directamente por Dios para llevar la
labios y entonces, mientras cerraba la muerte al infiel. En algunas ocasiones me
puerta, me dijo: asustaban, en otras me divertían, pero
-iAdiós! iTe quedan muchos otros siempre les detestaba, por sus malas
culos que azotar! intenciones, por su ceguera, por su estu-
»No quería dejarla por mentirosa. pidez elevada a la categoría de doctrina.
Devolví el libro verde a Casanova.
-¿Y bien? -preguntó Donatien -Aquí tiene. Me temo que no soy
Casanova. digna de leerlo.
-¿Nunca volvió a ver a Gina? Se negó a cogerlo con un movimien-
-Cumplí mi palabra. Nunca volví a to de la mano. Quería disculparse, pero
su casa. no tuvo la oportunidad. Una mano se
-Pero seguro que debió intentar ave- había apoderado del libro.
riguar qué había sido de ella -insistí. -¿Pasaporte?
Donatien sacudió la cabeza, con tris- Era el inspector de aduanas.
teza. Luego se explicó:
-jEn absoluto! El arte del azote no es
una novela. Es un drama de iniciación.
Una forma de transformar a quienes toda-
El inspector de aduanas abrió el libro varias veces, lo deletreó, me miró y final-
verde por la primera página, y sus ojos se mente explotó:
encontraron con las nalgas de Gina exten- -jQue me aspen! jDebería haberlareconocido!
dida sobre Donatien. Dejó escapar un sil- jNunca me pierdo su progra-ma!
bido de admiración, y a continuacrón me
examinó de arriba abajo con la mirada. Le di las gracias entrecerrando los
-Felicidades -dijo.-, pero me temo ojos, bastante perturbada. No le prestó
que este documento, pese a su detalle, no atención al gesto, e hizo un movimiento
bastará... con la cabeza en dirección al libro de
Me devolvió el libro, que yo lancé al notas verde:
asiento que tenía aliado. No sabía si reír- -Por favor, discúlpeme. La verdad es
me o gritar de furia. iDespués de todo, era que el libro me ha sorprendido un poco.
halagador que hubiera pensado que aquel Aunque he visto muchas cosas, en este
maravilloso culo era mío! Casanova negocio... -riendo satisfecho, añadió-:
entregó su pasaporte al inspector, que le ¿Bueno, tienen algo más que declarar?
echó un vistazo rutinario. El tipo no esta- Le eché una mirada asesina a
ba interesado en los hombres para nada. Casanova, que estaba contemplando la
Yo rebusqué en mi bolso, pero no conse- escena como si fuese un espectador entre-
guía encontrar mi documentación. Me tenido. El oficial de aduanas me devolvió
estaba comenzando a preocupar. El ins- el pasaporte, y a continuación salió,
pector dejó clara su impaciencia, repi- hablando para sí:
tiendo: -Vaya, Eva Lindt... iEsto no se me
-¿Su pasaporte, madame? olvidará!
Entonces recordé que lo había dejado Cuando hubo cerrado la puerta del
en la maleta. Me levanté y, dándoles la compartimento, me giré:
espalda a mis compañeros, me puse de -Podría haber mantenido la com-
puntillas para comenzar a buscar por miequipaje.
postura...
En ese momento sentí una -¿Qué quiere decir?- me interrum-
mano que me rozaba el trasero y que, acontinuación,
pió Donatien.
viendo que no reacciona- -jYa sabe de qué hablo!
ba, me palpaba las nalgas. Al fin conseguí -¿Al tocarle el culo?
sacar mi pasaporte. Me giré, esperando -j Exacto !
descubrir a quien había perpetrado aquel -No he sido yo. Ha sido el inspector..
acto. Casanova estaba sentado en su sitio, iUn empleado del gobierno! jCum-
como de costumbre. El inspector de adua- pliendo con su trabajo! Aquello era un
nas tenía la mano abierta, esperando a abuso de poder desmedido. A la gente la
que le diera los papeles. Leyó el nombre despiden por mucho menos que eso. Yo

~
sabía que Casanova no era de los que Como el suyo, mi querida
mienten. No en estos temas... Continué Eva... Pero lea el siguiente capítulo...
tartamudeando:
-iPor supuesto que no se le olvidará! »Algunos culos son irresistibles.
Casanova me ofreció un cigarrillo. Ejercen una atracción sobre I'a mano
Mientras lo encendía, dijo: semejante a la que ejerce una botella
-Tiene que comprenderle. Se lo dijo sobre un borracho o una zapatilla para un
él mismo, el dibujo le sorprendió un fetichista. Seguiría algunos de esos culos
poco. Y tiene usted un trasero realmente hasta el fin del mundo. En el momento en
magnífico. Y se lo dice un connoisseur. que los ves, la garganta se te seca de exci-
No quería ofenderla, sino más bien ren- tación. Observas su ritmo, su bamboleo,
dirle homenaje. Acéptelo como lo que es. su juego. Te preocupas: ¿y si te niegan el
-iPero ese hombre es un obseso! placer que están destinados a concederte?
Como usted. A menudo, no saben absolutamente nada
Casanova dejó escapar un suspiro. al respecto. Nadie se lo ha sugerido
-Ya veo que todavía no ha leído nunca. O se ha convertido en un recuer-
suficiente. Naturalmente, soy un obseso, do de la infancia... O quizás en un gra-
como cualquier amante del arte. ¿Conoce bado en una palmeta en una escuela
algo más obsesivo que los coleccionistas, inglesa de principios de siglo, que provo-
sea cual sea su objeto? jA mi manera, yo ca una sonrisa cómplice. Entonces te con-
soy un coleccionista de culos! viertes en Pigmalión. El placer del azote
-¿Y qué me dice del resto? las men- se ve doblado por el placer del adoctrina-
tes, los cuerpos, la imaginación, las fanta- miento. En tales terrenos se pueden crear
sías que tienen las mujeres, ¿no le impor- relaciones amorosas que duran mucho
ta nada todo eso? tiempo. El azote puede sacar al placer de
-Usted no sería Eva lindt si se cre- su escondrijo.
yera lo que acaba de decir... »Las nalgas no tienen que ser perfec-
Tenía razón, y en aquel momento, me tas. Al contrario. Un culo es como cual-
sentí como una idiota. Casanova, dándo- quier otra cosa. Demasiada belleza puede
se cuenta de que había logrado una llegar a estropearlo. Lo admiras sin desear
pequeña victoria, continuó: tocarlo. ¿Quién ha soñado en hacer el
-En primer lugar, no todos los trase- amor con la Gioconda? Ni siquiera el pro-
ros me interesan. Al igual que ciertas pio Leonardo. iEI mohín de la Mona Lisa
mujeres no resultan atractivas para ciertos estaría teñido de cierto gozo impío si
hombres. O viceversa, si usted lo prefiere. Leonardo le hubiera levantado la falda, la
Pero es verdad que existen culos admira- hubiera tumbado sobre sus rodillas y le
bles que se convierten en provocaciones hubiera azotado el culo!

andantes.
»Uno no se excita porque unas curvasalcancen más. Hay traseros redondeados -"mofle-
un nivel de eregancia, ni por tudos"-, que sobresalen desde unos teja-
una piel de mujer que sería la envidia de nos ajustados. Hay culos traviesos, sin ape-
las escuelas de belleza de todo el mundo. nas curvas, ligeramente angulares, su
Los fotógrafos de moda se especializan enesos forma encerrada en pantalones tan apreta-
culos inmóviles, rectilíneos, que entodosdos que se puede ver la línea de las bragas.
los aspectos parecen tan carentesde Culos anchos y fuertes, que llaman la aten-
sabor como de carne. Para vender bra-gas ción con autoridad, culos que te hacen
o medias, los anuncios ofrecen al sentir que no podrías conseguir ser su amo
público imágenes de culos más planosque jamás; culos falsamente planos que pare-
un discurso político. Es un triunfo delaburrimiento.
cen no tener forma pero que revelan su
Los culos reproducidos en suavidad secreta cuando entran en movi-
papel son probablemente perfectos parasentarse miento; culos arrogantes cuyos propieta-
sobre ellos o para vestirlos conropa. rios, conscientes de sus encantos, nunca
Pero carecen del gusto del placer,de desaprovechan una oportunidad de incli-
la diversión. narse; culos modestos ocultos bajo largas
»EI aficionado al azote ignora los dic-tados faldas, que salen a la superficie sólo cuan-
de la moda. Camina por las calles sinatenerse
do una ráfaga de aire que sale de una reja
a convenciones, abierto a cual-quier de metro los revela por un breve instante;
forma de encuentro. Hay culos estre- culos temperamentales, rígidos o relaja-
chos que parecen flaquear al final de pier- dos, según su humor, ahora animados yalegres,
nas que se sienten avergonzadas de ser vis-tas; luego amenazadores, tensos; culos
su timidez las hace sobresalir todavía lánguidos, que se contonean de forma hol-
gazana, que se retraen al ver acercarse la »Mis compañeros procedían del norte,
mano; culos inocentes con curvas impeca- aburridos soldados que bebían cerveza y
bles que se ocultan bajo bragas de algo- se pasaban un walkman con una sola
dón; culos inteligentes, con el más mínimo cinta: Sylvie Vartan, con su voz monótona
rasgo de asimetría, que se provocan entre y sus monótonas nalgas. Hablaban de que
sí mientras te hipnotizan; culos falsamente el ejército tiene sus ventajas, y de que así
delgados y realmente gordos; culos dor- al menos no estaban en el paro. Hablaban
midos que aguardan el beso que los haga de realistarse, preguntándose si llegarían
despertar; culos vibrantes, incitaciones a la algún día a ser oficiales, dada su escasa
depravación; culos amplios, cuya abun- educación. Así se encontraba Europa.
dancia ha sido comprobada tras años de »Estaba aburrido. Con mi cara arruga-
servicio leal; vírgenes sonrojadas que da y mi abrigo, era una especie de viejo
desean más y más, tentándote a ir cada vez para ellos. O peor, un profesor, o algo
más lejos, en un torbellino de placer que parecido. No era un enemigo, más bien
no tiene fin... era una molestia. Fue entonces cuando
»Es una riqueza incalculable. En oca- eché una mirada al pasillo y la vi. O más
siones requieren un acercamiento discre- bien, vi su culo, a la altura de mis ojos.
to. Otras veces se reconOGen al primer Una masa redonda lista para hacer reven-
contacto. Eso me pasó en un tren París- tar sus pantalones cortos amarillos, tan
Marsella, una larga noche en que los breves que revelaban el pliegue de la piel
coches cama estaban llenos y yo acabé en entre el muslo y la nalga, una intensa pro-
el rincón de un vagón de fumadores de mesa de intimidad. Durante largo rato
segunda clase. contemplé aquel trasero cubierto que
tenía ante mis Qjos, al que los soldados, mos dejando atrás diversos pueblos. No
paletos típicos de su condición, no le nos movimos, pero yo adivinaba, por la
prestaban la más mínima atención. Me lo tosca postura de su cuerpo, por la forma
imaginé ligeramente moreno por el sol, en que colocaba su mano cuando se ajus-
con manchas de color emergente en.,su taba los pantalones, que mi compañera
parte superior, una carne firme, suave, de viaje estaba tan excitada como yo. Los
bronceada. Cerré los ojos y tuve una soldados, sumidos en su Kanterbrau,
visión del impacto de mi mano sobre pronto se quedaron dormidos. Yo me des-
aquella piel. Cuando los abrí, vi que licé hasta el pasillo.
alguien me estaba mirando. La mujer pro- »La mujer y yo éramos los únicos que
bablemente habría sentido la tensión de estábamos despiertos. Era rubia, de ojos
mi mirada. Se había girado y se había oscuros, con unos pechos generosos que
visto delante de un voyeur. Supe en aquel asomaban por entre su camiseta rosa.
instante que había comprendido mis sue- Intercambiamos las banalidades necesa-
ños y mis deseos. rias para conocernos. Sí, era alemana.
»De hecho, se volvió a girar y recu- No, no se iba a quedar mucho en
peró su posición anterior, con una cierta Marsella. Iba de camino hacia Argelia.
osadía añadida. Como si, apoyando los ¿Su nombre? Inge. No, no era una estu-
codos sobre el marco de la ventana, estu- diante, era una profesora. ¿Azote? Se son-
viera exagerando su postura para ofrecer- rojó y fingió que no entendía el término.
me mejor su trasero. Así dispuestos, fui- Yo imité el gesto sobre las nalgas imagi-
narias de pequeños demonios alemanes. contra mi sexo, a través de la ropa. Ella
Ella explotó en carcajadas. ¿De qué esta- meneaba el culo, acentuando desespera-
ba hablando? jAquel tipo de castigo había damente la presión contra mi pene.
quedado desfasado después de Freud! Yo »Se quitó rápidamente los pantalo-
estaba indignado. nes. No llevaba bragas. Sus nalgas eran tal
-jNo me refiero a hacerla como cas- y como yo había soñado. Tostadas por el
sol, con textura de terciopelo, dotadas de
»Inge asintió, casi a pesar de sí una tensión suave, musculosa. Llevé mis
misma. Y fue también casi a pesar mío, labios hasta ellas. Entonces hice lo que
que mi mano se deslizó por debajo de había ansiado hacer. Comencé con un
aquellos apretados pantalones cortos y suave cachete en el centro de su cu lo.
acariciaron los dos montes que me habí- Inge gimió. Asintió con la cabeza, sí, ja,
an estado distrayendo desde que salimos mehr. Yo la golpeé más fuerte, hasta sen-
de la estación de Sens. Sentí cómo se tir cómo se estremecía la carne bajo mi
ponía rígida. Me agarró por el cuello y me mano. Inge se estiraba cada vez más, y yo
acercó hacia ella. Nos besamos, ansiosos. podía ver cómo su mano desaparecía en
A continuación se separó y me susurró: su entrepierna... La tercera vez golpeé un
-iAquí no! poco más abajo, casi junto a sus muslos.
»La seguí por el pasillo. Todos los Ella no había esperado aquello, y dejó
ocupantes de los vagones estaban dor- escapar un pequeño grito de dolor. Pero
midos. Los inspectores se habían retirado no mostré misericordia. La azoté con el
a sus compartimentos. No había posibili- dorso de mi mano, observando cada
dad de ser descubiertos, salvo por un impacto, sintiéndome explotar mientras
anciano que iba de camino al lavabo:'EI su piel se enrojecía y ella gemía de placer.
ligero peligro aumentó nuestro deseo... »Cuando las nalgas de Inge estuvie-
»Inge se apretó contra mí. Yo le bajé ron al rojo vivo, y todo su cuerpo a punto
la camiseta, dejando libres sus pechos, de llegar al clímax, saqué mi polla. La
que se bambolearon por un momento. Me metí en su interior y sentí como si hubie-
los introduje en la boca, chupándolos y ra sido absorbido por una máquina incan-
mordiéndolos. Ella me apretaba fuerte- descente. Ella se volvió loca, escupiendo
mente contra su cuerpo, mi sexo endure- vulgaridades incomprensibles. Yo me
cido contra su raja. De repente, se giró y corrí en su interior y ella soltó un grito
adoptó la misma postura que tenía la pri- que quedó disimulado por el silbato del
mera vez que me había fijado en ella: con tren. Llegábamos a Aviñón ya su famoso
la cabeza hacia la ventana, parcialmente puente.
inclinada, con el culo en pompa hacia mí.
Yo la agarré por la cintura y la empujé

tigo!
Donatien Casanova me examinó con mirándonos a todos como alguna virgen
su mirada tranquila y ligeramente acérbi- perversa, con la sugerente voz de una
ca. Yo me desperecé como si despertara mujer que ha visto mucho... de todo?
de un sueño erótico, un poco decepciona- -Pero es sólo un espectáculo...
da al volver a la realidad en las montañas -protesté.
suizas, junto al reflejo metálico de un -El azote también es un espectáculo.
lago. Es teatro callejero, u ópera lírica, según
-No hay un lugar específico para lle- las circunstancias.
var a cabo los azotes -dijo Casanova-. Se levantó de repente y dijo:
He azotado los culos más hermosos en los -y ahora, me debe un café.
escenarios más variados. Intenté darle el libro, pero protestó:
-Incluso en un tren -añadí, con la -Quédeselo. Tiene mucho que
garganta un poco seca. aprender.
-Un tren no es nada extraordinario. Se hizo a un lado para dejarme pasar,
Debería probar las cabinas telefónicas, por cortesía... pero no fue una muestra de
los cines, los garajes, los ascensores... galantería desinteresada. He notado a
-¿El deseo le invade allá donde esté? hombres mirándome el culo antes. Al
-Depende... ciertos azotes requie- subir las escaleras, incluso exageré el
ren tranquilidad, comodidad, paz. Otros movimiento de mis caderas, como una
requieren rapidez, intensidad. Con algu- chica fácil intentando acorralar a un
nos se teme ser descubierto, mientras que cliente. Me agradaba y me excitaba sentir
con otros se disfruta al ser contemplado. sus miradas y su excitación.
Ése fue el caso de Inge... Pero no me Pero Casanova tenía una manera
extenderé demasiado. Después de todo, única de fijarse en el trasero de una mujer.
usted sale en la televisión cada semana, y No dejaba de mirarlo ni por un momento,
se la podría considerar una exhibicionista ni siquiera para parpadear. Lo medía, lo
profesional. pesaba, estimaba el mundo de placer que
Le respondí diciendo que mostrar mi le prometía, simplemente con sus ojos.
cara (y, lo reconozco, algo de mi pecho) Sentías un calor que se extendía por tu
no se podía comparar con enseñar el pelvis. Contra tu voluntad, comenzabas a
culo. Yo hablo sobre las vidas y los amo- acentuar la cadencia de tus curvas, a
res de los demás, pero no me desnudo en sacar l,¡n poco más el culo como otras
mi programa... hacen con sus pechos. Bailabas, entrando
-¿Está usted segura? -preguntó en armonía con esas nalgas radiantes. Te
Casanova-. ¿Qué cree que hacen los reducía a nada más que dos montes de
espectadores cuando usted aparece en carne: firmes, flexibles, suaves. Tú y tus
sus casas con su vertiginoso escote, nalgas erais lo mismo...
El libro de notas, nuestros comenta- Le vi sonreír a una joven que había a
rios, las caricias del inspector de aduanas, unas mesas de distancia, comiendo en
todo rabía contribuido a excitarme. Al compañía de un niño pequeño y un hom-
pasar por el resto de coches hasta llegar al bre canoso. Llevaba un vestido negro
vagón restaurante, esa excitación alcanzó demasiado abrigado para la época. Ella le
el clímax. Si Donatien hubiera levantado sonrió, ligeramente sonrojada. Yo la exa-
las manos hacia mi culo, me habría apre- miné detenidamente. Tenía treinta años y
tado contra él y le habría llevado hasta un era muy pálida. Sus grandes ojos verdes
compartimento vacío para que pudiera parecían ocupar toda su cara, de rasgos
tomarme allí mismo. suaves pero con algunas arrugas. Tenía
Pero tenía más estilo. Follarme no era unos pechos pequeños y, por lo que yo
suficiente para él. Quería alcanzar su obje- podía distinguir desde mi sitio, unas cade-
tivo y sabía que yo todavía tenía reservas. ras poco llamativas. Mientras Donatien
Ni siquiera se rozó conmigo en todo el servía el café, le desafié:
camino hacia el vagón restaurante. Me -¿También azota esqueletos?
sostuvo la silla de la forma más respetuosa. Se rió tan alto que derramó su taza
Sin embargo, su mirada estaba fija en mis sobre la mesa. El camarero acudió rápida-
nalgas, una mirada como una marca al mente para arreglar el desaguisado.Casano
rojo, como si me hubiera arrancado la tuvo que levantarse, haciendovisible
ropa y me estuviera viendo desnuda. su excitación. Con algo de celos,
Pedimos café, bollos y mermelada, untentempié
me pregunté si era un homenaje hacia mí o
rústico muy adecuado para el hacia la desconocida de la mesa de aliado.
,
confort sencillo de un tren suizo. El se dio cuenta de mi mirada y, lejos de
.
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ocultar su estado, arqueó su cuerpo para par de nalgas que eran poco llamativas
hacerlo más evidente. Como yo no aparta- pero coquetas, secas pero con una forma
ba mis ojos, la erección creció hasta alcan- cónica que las hacía muy apetecibles y
zar proporciones realmente apetitosas. sabrosas.
-Ya puede sentarse de nuevo, señor -Es Clara, naturalmente. Verá, su
-dijo el camarero. Casanova le puso un historia le resultará interesante. Ahora,
billete en la mano y volvió a sentarse. Yo vaya presentarles mis respetos a ella y a
me di cuenta de que seguía mirando a la su marido.
desconocida. Ésta no se había perdido ni Me dejó y, como no quería quedarme
un detalle de la escena, especialmente la allí sentada como una idiota, me tragué
parte más atractiva. Sus mejillas estaban mi bollo en tres bocados y me sumí en la
ardiendo. lectura del libro verde.
-Discúlpeme -dijo Casanova-,
pero debo hablarle de Clara... sí, la joven »EI azote no es fuerza, ni obligación,
dama inglesa que viaja con su hijo y su ni violencia. Quien lo utilice para castigar
marido, un lord de no sé dónde, ya lo he o para obligar no entiende nada de este
olvidado. arte. Aún más, hay muchas posibilidades
-Una mujer inglesa, ¿por qué no me de que el acto degenere rápidamente en
sorprende? -recalqué, recordando varias una serie de golpes y heridas que no tie-
películas sobre las costumbres de las nen nada que ver con el azote.
escuelas inglesas. »No soy quién para condenar los gus-
-Mire. Está aquí, justo en esta pági- tos de nadie, pero puedo afirmar de forma
na... -abrió el libro por el dibujo de un inequívoca que el sadismo y el masoquis-

Q
~
mo me producen un horror absoluto. los ese culo... Así que me dispuse a trabajar
clavos, los látigos, los insultos y los abu- para ello.
sos son para los 'demás. Siempre preferiré »Seducir a Clara de W. no fue muy
a los Hardy Boys antes que cualquier libro difícil. Pretendientes mucho menos dignos
del Marqués de Sade. que yo lo habrían conseguido. ¿Esnecesa-
»Sin embargo, en ocasiones existe rio que lo diga? Mi apellido supone una
cierta confusión en algunas mentes. Tal ventaja con muchas mujeres. Las divierte,
era el caso de Clara, la joven mujer del las intriga, las atrae. Quieren ponerme a
Duque de W., a quien conocí durante mi prueba y ver si soy digno de mi ilustre
estancia en Londres. Clara es una delgada ancestro.. .
"
»Pronto nos encontramos a solas en
una habitación de una de las muchas
~~~ ~ posadas que salpican la campiña inglesa.
)~ Fuera había una verde pradera y un río
azul: dentro, sólo existía el papel de flores
amarillas de las paredes y una colcha de
color rojo oscuro sobre la cama. Clara me
ofreció sus labios y yo los acepté.
Entonces, como era una mujer joven y
moderna, comenzó a desabrocharse el
-<:11- vestido. Rápidamente la detuve. Ella me
preguntó, herida:
-¿No quieres?
-Sí-dije-, sí... -. y la atraje contra
mujer de miembros frágiles, con una
expresión de perpetuo asombro, que
parece que nunca abandonó del todo la
infancia. Resultaba evidente, incluso para ~
una persona extraña como yo, que la
había conocido hacía cinco minutos, que
".., 'o ,
estaba aburridísima de su vida con el J;,
Duque de W. Estaba buscando algo más: \ ';,~." :~;~;!,
Jt.., 'c , " 'i I
y de mí dependía hacerle descubrir qué
era.
¡¡Además, el culo de Clara tenía una ~
cierta aura, algo equívoco y provocativo,
que me inflamaba. Tenía que conseguir y.¡ p

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mí para acariciarle las nalgas, que se ¡¡Así que comencé a 1evantarle lafalda;
endurecían bajo mis manos. arrodillándome detrás suyo, recorrí
»Llevaba unas medias con unas con mi lengua ágil y amorosa sus piernas
amplias bragas debajo, del tipo que lleva- cubiertas de algodón. Llegué hasta lo alto
ría una buena esposa. Era un cambio agra- de sus muslos, jugueteé con sus nalgas,
dable, diferente a los emperifollajes de tocándolas, agarrándolas, dándoles forma,
satén de las ml,Jjeres de la clase media, ablandándolas. No dejé de lado su sexo,
que pensaban que tenían que vestirse que estaba deliciosamente pegajoso y
como profesionales. Generalmente "-llevan húmedo, y que cedía bajo mis dedos
bragas con rajas, sujetadores que dejan al como si quisiera enc;errarlos para siempre
descubierto los pezones y ligueros de iujo. en lo más profundo de su interior...
Al tocar sus discretas bragas y sus medias Mientras tanto, yo iba hablando. Hablaba
pasadas de moda, me invadió una repen- de aquellos libros absurdos de finales de
tina ansiedad por colocar a Clara sobre siglo que se especializaban en lo que por
mis rodillas y darle una azotaina fuerte y entonces se llamaba la "educación ingle-
meticulosa, que estoy seguro que no había sa", haciendo referencia a las jóvenes
recibido desde sus días de escuela. colegialas que eran azotadas delante de
»Pero habría violado mis principios el toda la clase, a muchachos golpeados con
haberle infligido tal trato. Quería que me bastones por sus compañeros, a los profe-
ofreciera su culo por iniciativa propia, y sores que elegían a sus colegialas más
que me pidiera que 10 azotara. atractivas para bajarles los pantalones y

~
~~
~,~',
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»No le respondí, ocupado intentando
encender las nalgas que cedían bajo miscaricias.
A Clara probablemente no le
habría importado si le hubiera quitado
entonces las medias y las bragas. Pero
aquello habría ido contra mis reglas. No
hay arte sin ciertas limitaciones...
-Yo tenía trece años, la edad de la
curiosidad sin límites. Había oído a mis
enrojecer su bonito culo virgen.
padres susurrar una noche que el vecino
-Eso también me pasó a mí -dijo
era un tipo extraño que coleccionaba

»A continuación cerró sus muslos


sobre mi puño, aprisionando la mano que
masajeaba su clítoris. Yo puse mi mejilla
contra su esbelto trasero, y, con una voz
ahogada por el deseo, le sugerí:
-Cuéntamelo, Clara.
-Era alto y delgado... Más o menos
como tú... Me molestaba, pero le admira-
ba... Vivía en el campo, en la casa que
había junto a la nuestra. Es gracioso... de
hecho, su granja se parecía mucho a esta
posada. No te habría sal ido mejor si lo libros eróticos. Para mí, aquella palabra
hubieses planeado. era sinónimo de "prohibido". El dicciona-
rio daba una definición más precisa. Ardía
en deseos de descubrir aquellos libros
sobre el sexo, del que, a pesar de las revis-
tas, yo no sabía casi nada.
»Recorrí con mi mano sus medias,
hasta llegar a su monte de Venus, que por
lo que palpaba, casi no debía tener pelo.
Clara estaba temblando y, con un movi-
miento de atrás para adelante casi incons-
ciente, se estimulaba frotándose contra mi

Clara.
mano mientras continuaba recordando: embargo, dijo que merecía un duro casti-
-Esperé hasta que mi vecino se hubo go, y yo asentí, aceptando cualquier cosa
marchado. Tenía unos hábitos muy regu- por asegurarme de su silencio.
lares, y salía cada tarde de dos a cinco a »La había puesto boca abajo sobre la
dar un paseo. Como nunca cerraba la cama, le había bajado las bragas y le
puerta, me resultó fácil entrar en su casa. había dado una azotaina infernal, mien-
Su colección de libros eróticos estaba en tras frotaba contra su abdomen un miem-
el primer piso, en su dormitorio. Y era una bro que a ella le pareció tan enorme
colección magnífica. Comencé a leer los como los que habían dado alas a su ima-
libros, girando las páginas con ansiedad. ginación. La golpeó con todas sus fuerzas,
Nunca había visto órganos tan gigantes- y le dolió mucho. Cuanto más se agitaba
cos ni tantos miembros de ambos sexos para intentar escapar de él, más se excita-
copulando en posiciones tan inverosími- ba su captor. Al final, él eyaculó sobre su
les. Y, a pesar de que aquellas imágenes vientre y la soltó.
parecían imposibles, comenzaron a exci-
tarme. Me levanté la falda, me bajé las
bragas y comencé a juguetear con mi tlí-
toris, tan erecto como los que aparecían
en aquellos libros.
»Yo adiviné lo que venía a continua-
ción, y la interrumpí:
-y entonces apareció tu vecino.
-Exacto... Había estado mirándome
desde el principio, sin que yo lo supiera.
Me levantó por brazos. Pensaba que me
moría del susto. Pero rápidamente me
dijo que no le diría nada a mis padres. Sin
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»Como yo no me movía, añadió: y frotó su culo contra mi polla erecta.


-¿Qué tengo que hacer? »Yo la coloqué entre mis piernas y le
-Esto -dije, quitándole las medias. comencé a dar una serie de cachetes fuer-
»Ella me separó un poco, dándose la tes. Ella gimió de placer y, sin interrumpir
vuelta, deslizando con elegancia sus la azotaina, consiguió empalarse en mi
medias a lo largo de sus caderas y sus miembro. Mis cachetes parecían seguir el
muslos. Fue un gesto sencillo, pero me ritmo de nuestra copulación.
desarmó tan completamente como si me »Aquella cabalgata no podía durar
hubiera sorprendido en un momento ínti- mucho. Yo alcancé el clímax mientras ella
mo; Mi deseo creció de forma desmedi- se dejaba caer hacia delante, sacudida
da; pensaba que no podría contenerlo. por espasmos. Yo acababa de descubrir a
Pero logré controlarme y esperé a que la más dotada de mis discípulas.
Clara se quitara las bragas. Se inclinó
para enseñarme su derriere. Sin que yo se Acababa de finalizar este capítulo
lo pidiera, separó sus nalgas y reveló su cuando Donatien me hizo señales para
ano. Se echó hacia atrás en mi dirección que me uniera a él en la mesa con el

,,'
Duque de W. y Clara. Me levanté a rega- -¿Sabías, querida Clara, que nuestra
ñadientes y fui hasta allí. amiga Eva también está interesada en el
-Seguro que reconocéis a Eva lindt arte?
-dijo Casanova. El duque y su mujer afir- ¿Le gusta recibir? -me preguntó
maron que me habían reconocido en el
acto. Su hijo, un piojo malcriado, aprove- -Aún no -replicó Casanova en mi
chó para pedirme un autógrafo. Yo gara- lugar-. Está descubriéndolo. Pero estoy
bateé algo ilegible en una servilleta de seguro de que se convertirá en toda unaespecialista.
papel.
-Nos acercamos a Milán -dijo elduque-. Clara me examinó de la cabeza a los
Deberíamos volver a nuestro pies ya continuación dijo, sonriendo:
comparti mento. -jSí, yo también estoy segura, espe-
-jMi marido está preocupado por sus cialmente si recibe las lecciones de ti!
maletas de piel de cerdo! -nos dijo Clara.
Mientras se levantaban, Casanova
cogió la mano de la joven y le dijo:

Clara.
VII
Regresamos a nuestro compartimen- páginas, me enseñó una serie de dibujos.
to. Yo intenté dormir un poco cuando salí- El primero mostraba la espalda de una
amos de Milán, pero estaba demasiado joven muchacha; se estaba quitando unos
caliente. y Casanova era perfectamente tejanos, y no llevaba nada debajo. Sus
consciente de mi estado. Me sentía como nalgas adolescentes, plagadas de curvas,
si fuese su presa, y como si estuviera sobresalían como si hubieran estado ocul-
esperando el momento idóneo para lan- tas durante mucho tiempo y estuvieran
zarse sobre mí y someterme a sus capri- ansiosas por liberarse.
chos. Pero así no es como yo hago las El segundo dibujo mostraba a una
cosas. Yo, Eva Lindt, elijo al hombre y mujer desnuda, tumbada boca abajo. Era
elijo el momento. rolliza como una modelo de Renoir, con
Como no podía dormir, decidí atacar la piel lechosa, según se podía adivinar.
al heredero del gran seductor. De repente Se estaba quitando lentamente una pren-
le solté: da de ropa interior. Casanova había repro-
-No debería confundirme con otra ducido con particular detalle su motivo
joven ama de casa inglesa, señor floral.
Casanova. Aunque tengo recuerdos de mi En el tercer dibujo aparecía una ado-
infancia, no los compartiría con usted. lescente con nalgas como avellanas.
-Ni yo se lo estoy pidiendo -res- Estaba realmente bien formada, y se
pondió-. De todas formas, la historia de encontraba de pie, con las piernas sepa-
Clara no tiene nada que ver con esas acti- radas. Otra chica, completamente desnu-
vidades juveniles. da, estaba acuclillada a sus pies, ayudán-
Golpeó levemente la tapa del libro de dola a quitarse las bragas. Me pareció
notas verde y, buscando por entre sus reconocer a Clara en sus rasgos.

~":C::::~
~
La modelo del cuarto dibujo podría provocar un roce con mi compañero,
haber aparecido en cualquier revista de que, sin realizar el menor gesto en mi
moda. Llevaba unas bragas delicadas y dirección, me aconsejó:
adornadas, un liguero de seda y unas ligas -Siéntese. No pretendo rogarle
que dejaban al descubierto, de forma nada. Sería proporcionarle demasiada
deliberada, una franja de carne desnuda a satisfacción.
la altura de la parte superior de los mus- Tenía razón, naturalmente. Pero
los. Un hombre, indudablemente el pro- cuanto más nos acercábamos, más infeliz
pio Donatien Casanova, estaba arrancán- me sentía. Nuestro encuentro tendría que
dole la ropa interior, tan frágil como la acabar irremediablemente cuando el tren
persona que la llevaba puesta. entrara en la estación de Venecia a las
-Todos los métodos son buenos, 5:50. Casanova me volvió a pasar el libro
siempre que provoquen placer -indicó de notas verde, diciendo:
Casanova-. La historia de Clara sólo pre- -Le queda por leer el último capítu-
tendía mostrar en qué circunstancias se lo. Verá, no es necesario que yo siempre
puede producir una azotaina. jPero hay cumpla el papel activo. He descubierto, a
tantas otras! No puedo repasarlas todas. estas alturas del juego, lo delicioso que es
La clave es que ambos participantes, y me ser azotado.
refiero a los dos, deben experimentar el Alejé el libro verde.
placer. -Sus historias me dan asco.
ha forzado a nadie? Pero él lo mantuvo abierto de tal
Nunca, salvo si formaba parte del manera que me vi obligada a mirar de
nuevo sus dibujos. Mostraba a dos mujeres
-¿Y cuando alguien se le resiste? con Casanova. Una, morena y con aspec-
-Nadie se me resiste -respondió
sencillamente.
Yo crucé las piernas, dejando al des-
cubierto las bragas que llevaba 'bajo la
falda. Me incliné hacia delante y le ofrecí
una inmejorable vista de mis pechos bajo ~
la camiseta. Como no reaccionaba, me
levante y fingí contemplar el paisaje ita-
liano que se deslizaba junto a nosotros, -"--1
con sus árboles llanos y sus casas con
techos de tejas rosas. Puso el culo en
pompa. Incluso me moví para intentar

""
juego.
-¿Nunca
to autoritario, se parecía a Virginia S., el No pude ocultar mi sorpresa, pero él
último descubrimiento de Hollywood. La fingió no entender bien los motivos que la
otra, rubia y más rolliza, se parecía a una habían provocado.
típica muchacha de las calles de París. -¿Se pregunta cómo conocí a
-Ésta es Franc;oise, su secretaria Virginia? Todo el mundo conoce a todo el
-expl icó Donatien-. Esto tuvo lugar en mundo por allí. De cualquier forma, tam-
Florida, el año pasado. Pero el escenario poco es tan difícil conocer a la gente
carece de relevancia. famosa. i La he conocido a usted, después
Donatien había dibujado algo de de todo!
vegetación tropical en el fondo, y también Yo estaba fascinada por la escena del
una piscina. ¿Y qué estaban haciendo los trío. Naturalmente, ya había tenido algu-
individuos representados? Pues azotarse, na experiencia con hombres y mujeres en
PQr supuesto. Casanova azotaba a la cama. Incluso había ido a alguno de
Virginia S. mientras Franc;oise le azotaba a esos clubs en los que las chicas se entre-
él. Virginia estaba sentada en una especie gan públicamente a los hombres que asis-
de taburete, y Donatien estaba situado de ten al espectáculo. Una vez, un amigo me
tal forma que mientras recibía los golpes, había llevado a un bosque y me había
la estrella pudiera contemplar el espectá- obligado a desnudarme mientras de entre
cu lo del azotador siendo azotado. los matorrales cercanos comenzaban a
-Nuestra pequeña Franc;oise no se aparecer hombres que se masturbaban,
andaba por las ramas, eso se lo aseguro. echando semen por todo el parabrisas.
De hecho, en mi opinión era la más enér- iPero todo aquello no me parecía nada
gica de los tres. comparado con aquel dibujo! Como si las
azotainas supusieran una revelación, des- gustos. Quizá ahora quería que la azota-
cubriendo la intimidad de cada persona ran a ella. Tenía un trasero mágico,
mejor que la desnudez o las caricias. pequeño, finamente formado, pero ende-
-Está comenzando a entender -dijo moniadamente sensual, situado al final de
Casanova. dos largos y esbeltos muslos. Yo ya lo
Yo giré la página. había probado, y ambos habíamos queda-
do muy satisfechos con la experiencia.
»Tenía a Franc;oise, la secretaria, ¡¡Cogí a la actriz por el brazo. La obli-
sobre mis rodillas, y la acababa de azotar gué a ponerse boca abajo. Le arranqué
hasta que su piel tensa se había vuelto
blanca y escarlata. . sus bragas de seda azul y descubrí su exu-
berante mata de vello. Incapaz de resistir-
-Es suficiente -dijo Virginia. me, puse mi boca sobre ella y dirigí mi
»Franc;oise estaba llorando, pero se lengua entre los labios íntimos que descu-
apretaba contra mí con lujuria, acarician- brí humedecidos con unas gotas de pla-
do mis muslos con su abdomen mientras cer. Me aden-tré en su gruta, olvidando
emitía gemidos de placer mezclados con por una vez mi principal interés.
las lágrimas. Yo quería continuar azotán- ¡¡Estaba perdido en este pequeño
dola. Pero Virginia detuvo mi mano: juego cuando Virginia se apartó de mí,
-jHe dicho que es suficiente! diciendo:
»Yo sabía que la actriz compartía mis -jEstás perdiendo la cabeza!
»Fran~oise n05' estaba mirando con de la actriz. Yo tenía mi nariz a la altura de
una media sonrisa, a la vez que juguetea- su culo. Mis manos no podían estarse quie-
ba con su sexo. Virginia se movió hacia tas: con gusto habría ocupado el lugar de
ella, echó hacia atrás la cabeza y la besó Fran<;oise. Pero por entonces ya se había
en los labios. vuelto loca. El esfuerzo hizo aparecer man-
-Azótame -le ordenó. chas rosas en sus mejillas, y también en su
»H izo que su secretaria se sentara en garganta. Yo me arrodillé entre sus muslos.
un taburete, y a continuación se estiró Así, tenía la cabeza a la altura del sexo de
sobre sus piernas. Le ofreció su culo y Virginia, y también del de Fran<;oise. Las
repitió: trabajé con la lengua, primero una, luego
-jAzótame! la otra. Virginia sabía a algas especiadas
»Yo me acerqué, excitado ante el con canela y pimienta roja. Fran<;oise me
inminente espectáculo. No había visto a ofreció un denso licor de vainilla, con un
mis amantes azotarse entre ellas desde el aroma a ostras de Marennes. De repente,
día de rue Cavour. Virginia me bañó con un chorro de líquido
»Franc;oise le dio un tímido cachete espeso que manchó toda mi garganta y mi
en el culo a su jefa. La estrella se estre- barbilla. Al mismo tiempo, dejó escapar un
meció sobre los muslos de su empleada y grito más estridente de los que había
repitió: empleado en sus películas de terror.
-jVamos, azótame! »En ese momento exacto, Fran<;oise
»Fran<;oise le dio una serie de sonoras también emitió su flujo sobre mí, cerran-
bofetadas que hicieron temblar el trasero do sus muslos en torno a mi cuello con
tanta fuerza que casi me estrangula. Yo lo que, evidentemente, era imposible.
me aparté de ella, de su sexo hinchado, »Entonces obligó a Fran\=oise a colo-
con las sienes palpitantes. Virginia agarró carse en una postura más adecuada, a
mi órgano y lo golpeó suavemente con el cuatro patas, con las piernas abiertas.
dedo. La caricia aumentó todavía más su Ella me colocó entre los muslos de su
tumescencia. La actriz hizo ademanes a secretaria, y yo la penetré hasta la empu-
Fran<;oise para que se acercara a ella. La ñadura/ encantado ante aquella vaina deterciopelo.
hizo arrodillarse, con la cabeza entre sus Pero Virginia no me dejó en
muslos, y comenzó golpear su trasero con paz. Me hizo sacar el miembro y a con-
mi aparato. A cada golpe, ella gemía de tinuación penetrar el ano, donde, con
placer, aunque la verdad es que no le más dificultades, me hundí en aquel ori-
estábamos haciendo demasiado daño. ficio rosado, que olía a musgo y ámbar, y
»Pero aquel bastón de carne era difícil que se cerró fuertemente en torno a mi
de gobernar. Virginia no podía empuñarlo miembro. Yo bombeaba con fuerza, lataladraba.
como deseaba sin separarlo de mi persona,
-¡Por delante otra vez! -ordenó Agarré a Franc;oise por las piernas y avan-
Virginia. cé hacia su interior. Ella comenzó a bailar
»Así que me fui follando a Fran<;oise bajo mí, transportada a algún tipo de mis-
alternativamente por el culo, por el coño, terioso trance ceremonial. Comencé a
entrando en uno después del otro, salien- sentir un escalofrío en mi nuca, que me
do del primero para entrar en el segundo, recorría toda la columna vertical y acabó
adentrándome en éste para desertar y extendiéndose por todo mi ser. ,sintiendo
explorar aquel. Cuando vio que ya había el líquido que salía de mi interior,
cogido el ritmo, Virginia se puso a horca- Franc;oise se abandonó al clímax de su
jadas encima mío y comenzó a azotarme placer. y aun así todavía no me había
sin cuartel. Yo me retorcía bajo sus gol- librado de Virginia, que continuaba senta-
pes, chillaba, protestaba. Pero al mismo da a horcajadas sobre mí, golpeándome
tiempo la animaba a continuar, más fuer- las nalgas. Cerró más sus muslos en torno
te, más rápido. y aun así, seguía follándo- a mi cadera y frotó su monte de Venus
la por el coño, por el culo, por el coño... contra mi espalda. Me abofeteaba, me
Fran<;oise se removía debajo mío, golpeaba, me azotaba, con un ardor que
moviéndose al ritmo de la copulación. me electrificaba. De repente, me apretó
Mis nalgas comenzaron a calentarse. aún más entre sus piernas y dejó escapar
Virginia me golpeaba con el dorso de la un fino chorro de líquido que recorrió mi
mano, y también con el borde. Mi culo espalda. A continuación se dejó caer,
estaba en llamas. Tenía que explotar. murmurando extasiada.
-Las escenas continúan... -dijoCasanova-.
No tengo aspiraciones de escritor. Se lo
Ilustraba un día y recordaba regalo. Publíquelo bajo su nombre, le
la historia al siguiente. proporcionará un éxito que jamás habría
No respondí. Sentía un nudo en la creído posible -luego añadió con una
garganta tras haber leído aquello. Mis bra- media sonrisa-: iUn escritor en la fami-
gas estaban empapadas, con el deseo lia ya es suficiente!
goteando descontrolado. Lo único que Yo quería empujarle sobre su asiento,
podía hacer era cerrar el libro y devolvér- mi atractivo Casanova, quería bajarle la
selo a su autor. Pero se negó a cogerlo: cremallera y solazarme sobre su polla
-Quédeselo. Estoy seguro de que le incandescente. Él metió el libro verde en
dará un mejor uso que yo. mi bolsa. A continuación dijo:
Quería levantarme, subirme la falda y -Confío en usted. jTodos hablarán
ofrecerle mi culo a Donatien para que lo de "El arte del azote" gracias a usted!
golpeara, lo azotara, lo pellizcara, lo jComo si ahora estuviera pensando
follara. Abrí los muslos y coloqué mi en libros y literatura! Quería que alguien
mano abierta sobre mi sexo. Me masturbé me perforara el culo, que estaba en lla-
sin apartar los ojos de Donatien, que me mas, que me transportara más allá de
devolvía la mirada sin parpadear. El tra- Italia, del Gran Canal y de la Plaza de San
queteo del tren, su ritmo regular, no hizo Marcos...
sino aumentar mi deseo. jlncluso habría Casanova me escrutó con una
dejado que el inspector de aduanas se me mirada implacable. Entonces dijo:
follara allí mismo! iSoñaba con que todo -Tiene usted razón. Tenemos
el tren me penetraba! mejores cosas que hacer. Ahora, quítese
-Quédeselo -repitió. Donatien-. la falda y...

'

o,.

~~

~
I~
Estaba completamente desnuda ante rápido movimiento. Me las bajó hasta las
Donatien Casanova en el compartimento rodillas. Yo comencé a inclinarme para
6 del vagón 14 del tren París-Venecia, con quitármelas del todo. Él me detuvo.
la excepción de mis bragas de seda. -Estás más desnuda así... -Enton-
-¿Lo quieres? -me preguntó. ces se inclinó sobre mí y subió con su
No le respondí. Mi excitación era tan lengua desde el hueco de detrás de mi
grande que no podía articular ni un senci- rodilla hasta el pliegue de mis labios. Una
llo "sí". Él tiró del elástico de mis bragas y pierna detrás de la otra. Ya no podía repri-
me preguntó: mirme más. Mi mano se hundió en mi
-¿Esto? caverna, comencé a masturbarme abierta-
-Tú hazlo -respondí. mente, ansiosa (y temerosa) por lo que
Quería que me quitara las bragas y estaba a punto de llegar.
me pusiera de rodillas y rindiera culto a Me pidió que me arrodillara delante
mi culo. Me hizo girarme. Me pasó la suyo, con la boca a la altura de su sexo. Yo
mano por mi mata de vello púbico rubio, quería que me follara, pero le hice caso.
con sus cabellos suaves. Me metió un Se debe aprender a esperar... Me
dedo en la raja y exploró mis partes más palpó el trasero una vez más, pellizcándo-
íntimas. Yo era un río. Me dio la vuelta y me y acariciándome. El primer cachete
me hizo inclinarme, con las manos en las llegó como una emboscada, desde un
rodillas. Su mano exploraba mi culo con lado, con un movimiento hacia atrás de la
la misma precisión y detalle que había mano. Me sorprendió tanto que me dolió
visto en su mirada. Cogió las bragas entre y di un salto. Le siguió otro cachete que
el pulgar y el índice y tiró de ellas con un me impactó en la parte baja de la espalda.
Entonces fue dándome series de bofeto- A petición suya, me estiré sobre sus
nes, alternando una nalga y otra, que rodillas. Mi sexo estaba junto al suyo. Me
hicieron que mi piel se enrojeciera como estremecí mientras Casanova comenzaba
si estuviera en llamas. a azotarme de nuevo. Cerré los ojos. Me
Me golpeó también con el puño, pro- abandoné, como si no pudiera evitarlo, a
vocando la aparición de cardenales. Pero su mano, que me flagelaba con regulari-
no protesté. Le pedí más, con una voz dad, a su espada ancha, que golpeaba mis
más sensual de lo normal, una voz que labios secretos, al traqueteo del tren que
salía de mi vientre, que oía por primera se acercaba a Venecia.
vez. Me azotaba por placer, saboreando Sentí que los golpes ya no eran igua-

t(' ,

los apenas perceptibles cachetes que les. Abrí los ojos. Clara había entrado en
caían aquí y allí. Pero también me acari- el compartimento. Con la falda levantada
ciaba con exquisita ternura, toqueteando por encima de la cintura, le ofrecía el tra-
mi culo y mi coño con la otra mano. sero a Casanova, que lo golpeaba con
Ya no podía soportarlo ni un momen- cachetes suaves y precisos. Ella ocupó el
to más. Enterré mi cara entre sus muslos. lugar de él junto a mí y me azotó con una
Froté mis pechos contra sus piernas. Me dedicación que me proporcionó todavía
hizo levantarme y besó los globos que más placer. Ver a otra mujer azotada, ser
acababa de golpear, uno tras otro. azotada por ella, me llevó hasta el límite.
-Magnífico -dijo-. Lo sabía, has Aullé de placer y/ levantándome, me des-
nacido para esto. plomé sobre el asiento. Clara se colocó

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.(
-,
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-.. 1I

inmediatamente sobre mí y me metió la Donatien. Pero no me di cuenta de eso


lengua en la boca. Frotó la lava caliente hasta que fue demasiado tarde. Hubo un
que era su sexo contra mi monte de fogonazo, unas risas, unos aplausos, unos
Venus. Se vio invadida por un repentino gritos y otro fogonazo. Clara se apartó
orgasmo, y explotó en una serie de grititos rodando de mis rodillas y se bajó la falda,
que me pusieron frenética. Me incorporé, ocultando sus rosadas nalgas marcadas
me giré y comencé a azotarla, asombrada con la silueta de mis cinco dedos.
ante aquel nuevo placer que me invadía. Estaba ocurriendo en realidad. El
El libro verde tenía razón. Era tan delicio- pasillo y la entrada al compartimento
so dar como recibir. estaban llenos de una multitud curiosa,
Extasiada ante el descubrimiento, y formada por un mozo de estación de uni-
completamente absorbida por su culo, forme, un par de pasajeros, el Duque de
que temblaba bajo mis golpes, no me di W. y dos fotógrafos que estaban haciendo
cuenta de que Casanova había desapare- fotos como locos a Eva lindt vestida de
cido. Tampoco me di cuenta de que el Eva, entregándose por completo a los lla-
tren se había detenido, ni de que una voz mados placeres prohibidos. Busqué mi
áspera anunciaba «Venecia, Venecia...» camiseta con la mirada y, como una estú-
Nada importaba aparte de aquel pida, me tapé los pechos.
nuevo orgasmo que invadía literalmente -¿Un autógrafo, señorita? -preguntó
desde las puntas de mis dedos hasta. el el mozo de estación, riendo a carcajadas.
hueco de mi entrepierna, y me transporta- -Ya tenía la fama... jahora tiene la
ba a otra realidad. Clara también me inci- gloria! -gritó un fotógrafo.
taba, pero levantó la cabeza hacia la puer- De repente, escuché la voz de
ta, como si percibiera el regreso de Casanova:

'\
-jVamos, vamos, apártense! jMues- los mozos de estación, el marido y todos
tren un poco de respeto, por favor! los demás habían sido llamados por
Entonces apareció él. Mi salvador, Casanova. ¿Pero con qué fin? ¿Quién
pensé por un momento... podría buscar vengarse de mí a través
Clara, recuperada la compostura, se suyo? Yo era responsable de revelar los
levantó y se reunió con su marido. Con un escándalos privados de mucha gente. Me
pequeño movimiento de su mano, me giré rápidamente hacia Donatien:
dijo: -¿Para quién trabajas?
Nos veremos pronto, supongo. -jTranquila!

~.
I \.

Donatien tenía razón. Tienes un don -Has arruinado mi carrera. jLa cade-
especial. jPocas veces me han azotado na para la que trabajo está arruinada!
con tanta elegancia y tanta fuerza! jGracias a ti, miles de personas perderán
Me di cuenta de que los fotógrafos, su empleo!
-iNo te pongas melodramática, Eva compartimento por pura casualidad. Lo
lindt! Nadie quiere vengarse de tus sesio- había previsto todo, con la complicidad
nes de cotilleo del viernes por la tarde. de Clara.
Tus víctimas son como tú. les gusta lo -Hoy en día, cada persona debe
notorio. No importa mucho que la gente vivir según sus propias virtudes únicas. Es
hable bien o mal de ti, lo que importa es la mejor forma de convertirse en una cele-
que sigan haciéndolo. bridad duradera. Serás Eva Lindt, "la reina
Naturalmente, yo ya lo sabía, era la del azote". Si no quieres verte salpicada
primera regla del negocio... Casanova por un pequeño escándalo sexual en una
señaló la bolsa donde había guardado el estación de tren de Venecia, es la única
libro, y se explicó: alternativa que tienes. Proclama tu amQr
-"El arte del azote" es mi vida. Nada por el azote y serás admirada, celebrada,
más me importa. A él le debo mis invitada a todos lados. En cuanto a mí, me
momentos más felices, bien fuera al expe- contentaré con permanecer en las som-
rimentarlos por primera vez o al recordar- bras, representado por la mujer de mis
los al escribirlos o dibujarlos. sueños.
-Apártate. Si no lo haces, acabará
en el retrete. Sabía lo que se hacía, aquel Donatien
-jNo me extrañaría! Casanova que me encontré en el tren
-¿No me crees? ¿Tengo que romper- París-Venecia de las 7:42. Era realmente
lo en pedazos delante de tus ojos? -me persuasivo, y yo no tenía elección.
levanté, abrí el bolso y blandí el famoso Por eso decidí publicar "El arte del
libro. azote" con mi propio nombre, y con mi
-Si yo fuera tú, no lo haría -dijo foto en la contraportada.
Casanova-. Te arrepentirás. Pero como todos sabéis, yo no soy
-¿Intentas asustarme? exactamente la autora. Pero si algún día
-En absoluto. Creo que Clara tiene me conocéis, y vuestros gustos coinciden
razón, que estás más dotada para nuestro con los míos, estaré encantada de escribir
arte que muchos otros. Te descubrí hace un nuevo capítulo para vosotros...
mucho tiempo, aunque en televisión
generalmente no se ve la parte más inte- Eva lindt (Jean-Pierre Enard)
resante de ti... 24 de enero de 1988
A continuación me explicó que no
había entrado en aquel tren y en aquel

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