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Un llamado a la oración

1 Tesalonicenses 5:17  Orad sin cesar.

La Biblia, una y otra vez nos manda a orar y a interceder. Orar es hablar con Dios, interceder es
hablar en nombre de alguien más para conseguirle un bien.

La diferencia fundamental de la oración y la intercesión es el objetivo que se busca. Cuando


oro, usualmente pido por mis propias peticiones; cuando intercedo, lo hago por alguien más

Ahora, ya sea que estemos orando o intercediendo, lo que queremos es que nuestro clamor
llegue a los oídos de nuestro Dios.

Salmo 5:1-3 Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi
clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana
me presentaré delante de ti, y esperaré.

Dios siempre ha querido tener una relación con el hombre. Él hablaba con Adán en el jardín del
Edén, luego el pecado creó una separación entre Dios y los hombres.

Muchas veces queremos escuchar de Dios, pero, ¿será que estamos preparados para ello?
Esto no lo digo para desanimarnos, sino todo lo contrario.

Amós 5:4 Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis.

El anhelo del Señor es que su pueblo le busque, es que nos acerquemos a Él para tener una
relación. Para que podamos escuchar su voz y hacer su voluntad.

En el desierto, Dios le ordenó a Moisés que preparara al pueblo pues Dios se iba a manifestar
en medio de ellos, en el monte Sinaí. Veamos que sucedió.

Éxodo 20:18-21 Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la


bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y
dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros,
para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino
Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. Entonces el
pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.

El pueblo de Israel se llenó de miedo al ver la manifestación de Dios en aquel monte. Veamos
el pasaje paralelo en Deuteronomio para tener la imagen completa de lo que sucedió.

Deuteronomio 5:23-28    Y aconteció que cuando vosotros oísteis la voz de en medio de las
tinieblas, y visteis al monte que ardía en fuego, vinisteis a mí, todos los príncipes de vuestras
tribus, y vuestros ancianos, y dijisteis: He aquí Jehová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria
y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla
al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos
consumirá; si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. Porque ¿qué es el
hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como
nosotros la oímos, y aún viva? Acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová nuestro
Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y nosotros oiremos y haremos. Y
oyó Jehová la voz de vuestras palabras cuando me hablabais, y me dijo Jehová: He oído la voz
de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado; bien está todo lo que han dicho.

Los príncipes del pueblo deciden nombrar a Moisés (como un tipo de Cristo) como un
intercesor entre Dios y el pueblo. Aunque Dios quería hablarles, ellos no quisieron escucharlo
directamente, aunque se comprometieron a oír y hacer lo que Moisés les dijera. Al Señor le
pareció bien, y de hecho este pasaje cierra con una frase muy retadora para nosotros esta
noche.

(NTV) Deuteronomio 5:29 ¡Oh, si siempre tuvieran un corazón así, si estuvieran dispuestos a


temerme y a obedecer todos mis mandatos! Entonces siempre les iría bien a ellos y a sus
descendientes.

Vemos que Dios valora mucho a aquellos que le temen y le obedecen. El Señor honra a tales
personas. Nuestro máximo ejemplo los vemos en nuestro Señor Jesucristo.

Hebreos 5:7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y
lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.

Cristo mismo fue oído a causa de la profunda reverencia que tenía delante del Señor. Muchas
veces hemos malinterpretado la gracia. Es cierto que la Biblia nos dice en Hebreos 4:16
“Acerquémonos, pues, con adamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro”; sin embargo, esto no signi ca que nos debemos acercar sin
temor reverente.

Además de la reverencia existen otras actitudes que tenemos que tener al orar o interceder. La
primera de ellas es la humildad.

¿Qué pasa cuando llegamos con un corazón que no es humilde?

NTV Job 35:12,13  Cuando claman, Dios no les responde a causa de la soberbia de ellos, pero
es un error decir que Dios no escucha, que al Todopoderoso no le importa.

El resultado es completamente diferente si llegamos buscando a Dios de todo corazón.

NTV Psa 51:17    El sacri cio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un
corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.

Derramemos nuestro espíritu delante del Señor, tenemos ejemplos como el de Ana, la madre
de Samuel, quien oraba atribuladamente y derramando su alma para pedirle un hijo a nuestro
Dios. Y Jehová, se acordó de Ana, y ella concibió a Samuel. Necesitamos venir al altar con un
corazón arrepentido y quebrantado.

El segundo ingrediente que debemos añadir a nuestra oración es la fe.

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Santiago 1:6-7  Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la
onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues,
quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Cuando Jesucristo inició su ministerio público citó un pasaje que se encuentra en Isaías. Creo
rmemente que conforme nos acercamos al nal de los tiempos este pasaje nos a rmará cada
día más y nos animará para que le busquemos.

Isaías 61:1-3 El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la
buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los
enlutados;  a ordenar que a los a igidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de
gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados
árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.

Apropiémonos pues de estas promesas del Señor y acerquémonos a Él, buscándole con
humildad y con fe, con una gran expectativa de encontrarnos con Él, pues sabemos que hay
buenas nuevas para nosotros. Amén.
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