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¿LA TRAJEDIA DEL PODER…?

(O la impunidad nunca muere…)


Adaptación de Ricardo III de William Shakespeare
De Gladis Gómez
Personajes:
RICARDO, Don de la familia / Roberto Albarenga
BUSTAMANTE, segundo de Ricardo / Alejandro Andreux
CLAUDIO, hermano de Ricardo / Ángel Rodríguez
ELEONORA, madre de Ricardo, Claudio y Don Eduardo /Gabriela Borgna
ANA, esposa de Ricardo / Roxana Castro
BETTY, sobrina de Ricardo / Roxana Castro
DON VICENTINO, Don de la familia enfrentada / Ángel Rodríguez

Década del 50. Rosario. Argentina.


PROLOGO
Escenario a oscuras, estará cruzado por ráfagas, llamaradas, relámpagos, No se verá
con claridad lo que sucede. Se escuchará claramente. Serán los sonidos y los reflejos
ambientando la escena. Suponemos que está Ricardo en un sector de su casa, podría
ser la caballeriza o similar, escondido, en franco tiroteo enfrentando a una fuerza
poderosa, más que la suya. Está solo, o suponemos que está solo. Algunas sombras se
cruzan y él les habla.
RICARDO: ¡A las armas! El enemigo se acerca. ¡A las armas o, no veremos el sol! Estos
nunca conocieron el oficio de las armas… ¡Vamos! ¡De prisa! ¡Preparen mi caballo! ¡Mi
pura sangre ingles! Traigan las armas. Suban al tejado, trepen los árboles, arrástrense
alrededor de la fuente. Que no entren a la finca. No nos vencerán. Si no vemos el sol
mañana será porque se niega a brillar… No porque hayamos sido derrotados. ¡Dicen
que Ricardo esta vencido! Es solo un ardid del enemigo. ¡Vamos, cada uno a su puesto!
Que nuestros sueños pueriles no turben nuestro corazón ¡Adelante! Agazapados entre
ellos, ataquemos con valor. Si no vamos al cielo, iremos todos juntos al infierno. Nos
enfrentamos a una sarta de vagabundos, bribones y forajidos…Esbirros. Nosotros
estábamos tranquilos y ellos nos traen inquietud… Tenemos nuestras armas y somos
felices con nuestras esposas. ¡Nos quieren quitar nuestro territorio y deshonrarlas!
¡Jamás! ¡No podrán! ¡Los guía un hombre despreciable! Una mariquita que nunca en
su vida supo del frio o el calor más que el viento fresco de la madrugada volviendo de
sus farras… A tiros echemos a estos ladrones. ¡No teman! ¡Si hemos de ser vencidos,
que sea por hombres! (Ricardo se mueve por la escena, buscando lugares desde donde
disparar) ¿Los dejaremos disfrutar de nuestras tierras? ¿Acostarse con nuestras
mujeres? ¿Violar a nuestras hijas? (Se oyen tiros, ráfagas de ametralladoras, ruido de
vidrios que se rompen, reflejos de llamas cercanas) ¡Oigan sus estruendos! ¡Luchemos
y cabalguemos en sangre! No aceptaré traidores… Rodaran las cabezas de aquellos que
me abandonen. ¡Nadie se mueve de mi lado! ¡Sigo siendo el Patriarca, El Don!
¡Ataquen al enemigo! ¡Que nuestro antiguo grito de contienda nos infunda el coraje de
dragones en llamas! ¡Fuego en la boca de las armas! ¡A ellos!... La victoria brilla en
nuestras pistolas. Yo hare más prodigios quecualquier hombre, enfrentándome a todos
los peligros. Cuidado. Miren. ¡Ahí está Capo Vicentino! ¡Atáquenlo! (Observa la
escena. Advierte que no lo pueden matar.) Que mala puntería tienen estos imbéciles
(Decide salir montado con su caballo) ¡Mi pura sangre! ¡Rápido! (Grita hacia afuera)
¡Preparen mi Pura Sangre “Silver”! ¡Saldré montado al jardín a destrozarlo a tiros!
(Ráfaga de ametralladora, hiere a Ricardo) ¡Miserable! He apostado mi vida a un golpe
de dados y afrontaré el azar de la tirada. (Dispara con su revolver) ¡Se multiplican los
de Vicentino! Son seis, seiscientos, ¡seis mil! (herido sigue disparando) Solo he matado
a cinco… pero no al que viene por mí… Herido estás, Ricardo mío, huye ¡sálvate
montando tu Silver! Soldado que huye sirve para otra guerra (Nueva ráfaga de
ametralladora termina de matarlo) ¡Mi caballo! ¡Un caballo! (Arrastrándose mal
herido) ¡Mi FAMILIA por un caballo! (Nueva Ráfaga lo acribilla y muere. Se escucha un
relincho largo desde afuera. Silencio total.)
FIN DEL PROLOGO.
Primer cuadro
Sonido suave de milonga o tango que va subiendo lentamente con la luz de escena,
como si fuera un amanecer. Ambiente denso, humo… Los actores y actrices de la obra
bailan un tango, entusiasmados, copas, bullicio. Ricardo baila con Eleonora, Claudio
con Ana intercambian parejas, Bustamante baila con un gran sillón con rueditas o
similar que gira y mueve de un lado a otro. Juega a sentar a algunos, a pasearlos, él
mismo se sienta y otro lo empuja… Están caracterizados con sus personajes, pero se
comportan de manera actual, con frases y comentarios propios de los actores y actrices
un momento previo a la función. La escena dura poco tiempo. El necesario para que se
advierta que son los actores y actrices y no los personajes. Ante una señal cualquiera
hacen algún ritual de cábala. Se retiran Eleonora, Ana y Claudio. Ricardo y Bustamante,
ya en personaje, bailan, borrachos, intercambian el lugar de la “dama” se toquetean,
ríen, cosquillean, beben.)
RICARDO: ¿Viste, Busty? El invierno de nuestra desventura, ¡se ha vuelto unverano
radiante! Las nubes que acechaban nuestra casa quedaron enterradas en las
profundidades del mar… (Ríe feliz) Ahora ciñen nuestra frente las guirnaldas de victoria
(Se saca el funyi y lo tira hacia arriba, Bustamante corre a buscarlo). Las pistolas se han
callado y aquellas balaceras son ahora música deliciosa. (Entona unos versos de algún
tango). Ya no infundimos terror al adversario… Ahora gesticulamos como dandis de
post guerra…
BUSTAMANTE: En la alcoba de una dama bailamos al ritmo de una milonga punteada.
RICARDO: No puedo darme a esos frívolos goces de seducir a una hermosa dama…
BUSTAMANTE: Pero primo… Tienes la inteligencia y picardía que exige el amor…
RICARDO: No te creas… Estoy privado de la hermosa proporción, traicionado en mi
aspecto por la vil Naturaleza. Mírame, deforme, incompleto, lanzado a este mundo
antes de…(Se mira al espejo)
BUSTAMANTE: Es ese espejo, que llevas en la mano todo el día, el que te dice cosas,
como a la bruja de Blancanieves.
RICARDO: Es que, en estas épocas afeminadas de paz, para matar el tiempo, espío mi
sombra bajo el sol o hago rimas con mi… (Se mira al espejo, ríe, rima) deformidad.
Soledad… ambigüedad…
BUSTAMANTE: Y dale con la deformidad… Yo no te veo deforme… y sabes bien cómo
te miro…
RICARDO: No lo sé… (Ríe) No quiero saberlo… (cambiando de tema) Así que, para
matar el tedio, he decidido actuar como un villano… y dejar de lado los placeres.
BUSTAMANTE: No tanto… bailar te produce placer… y estamos bailando…
RICARDO: No me refiero a esta tontería que es bailar… Te hablo de los placeres que
dan los huecos de los cuerpos. (Ríe estruendosamente) ¡Parece un trabalenguas!
Huecos cuerpos (repite varias veces) A ver si podes, repetí… (Bustamante intenta y se
equivoca, no puede, Ricardo le aventaja. Mientras dicen el trabalenguas se tocan, se
pellizcan, etc.)
BUSTAMANTE: ¡Me rindo! Me ganaste.
RICARDO: Siempre gano, no lo olvides. (Dejan de bailar. Se atenúa la música hasta
desaparecer. Se relajan, se sientan en el suelo, fuman) Por eso, primo querido, estoy
urdiendo una conspiración… Inventando una absurda profecía…
BUSTAMANTE: Esperá… ¿qué estás diciendo…?
RICARDO: Por esta inteligencia mía, se enfrentarán Claudio…
BUSTAMANTE: ¿Tu hermano?
RICARDO: Si, mi hermano, con mi otro hermano, Don Eduardo…
BUSTAMANTE: ¡Por Dios! Que sagaz ¡Cómo te admiro!
RICARDO: Y si Don Eduardo es tan leal y justo, como yo soy astuto, falso y traicionero,
dentro de un rato veras a Claudio denunciado a la policía por una …
BUSTAMANTE: ¿Y cómo será eso?
RICARDO: La Dueña de este cabaré, tiene una hija, hermosa, que, disfrazada de gitana,
leyó las manos de Eduardo hace unos días…
BUSTAMANTE: Siempre tan reservado… No comentó con nadie…
RICARDO: Y le profetizó que un familiar suyo, cuyo nombre empieza con “C” será el
que mate a sus hijos… y le hará perder su fortuna y su familia… (Pausa. Fuman en
silencio. Se miran. Ricardo ríe pícaro, como un niño, Bustamante lo mira con
admiración… Se arrodilla detrás y le hace masajes… Quedan un rato en silencio
mientras baja la luz tenuemente hasta la oscuridad y sube la música. En la oscuridad,
desde el lateral del escenario, aparece la Actriz que interpreta Ana, cruza apresurada la
escena, haciendo ruido con los zapatos, lleva dos muñecos que manipulará más
adelante. Se enciende la luz de repente, la sorprende y termina de cruzar el escenario
corriendo en puntas de pies. Ricardo aparece por el fondo, permanece en silencio. Se
detiene detrás de su sillón. En otro sector del escenario se ilumina a Ana, personaje,
quien se pasea nerviosa. Intenta irse, pero se detiene y vuelve sobre sus pasos. Es de
tarde. Estruja un periódico entre sus manos. Ahora lleva guantes de encaje y
sombrerito.)
ANA: (Abre y cierra el periódico. Lo dobla y desdobla. Mira, lee las noticias.) Pobre
imagen helada de un hombre, desangrado… (Se persigna, se arrodilla) Si pudiera
invocarte como a un santo para que escuches mis lamentos… (Mira el periódico, llora.
Se levanta) Asesinado, ¡muerto por la misma mano que hizo estas heridas! ¡Maldito el
corazón que tuvo el corazónparahacerlo!¡Maldita la sangre que dejó que estasangre
corriera! Ojalá letoque a ese miserable una suerte más negra que a las víboras, los
sapos, las arañas y todo bicho ponzoñoso que en el suelo camina... (Se detiene. Mira
hacia todos lados, como si esperara a alguien. Empieza a levantar la voz. Cada vez con
más intensidad como para ser escuchada. Aparece Ricardo, escucha, Ana no advierte
su presencia). Que su descendencia sea atroz, monstruosa y aberrante. Que lo
horrorice. Que sus hijos hereden la desdicha. Y su mujer, si es que la tiene algún día,
cuando él muera, ¡sufra el mismo dolor que yo sufrí! (Llora desconsoladamente, cae al
piso vencida. Se aproxima Ricardo desde atrás, Ana lo presiente. Sin mirarlo le habla)
¡Atrás, horrible ministro del infierno! ¡Sucio demonio, vete! Oh, Dios, hacedor de esta
sangre, ¡venga su muerte!
RICARDO: (Pacíficamente, endulzando la voz, casi como un obispo o sacerdote) Santa y
dulce mujer, no me maldigas… Acaso no conoces las leyes de la naturaleza… que
devuelven bien por mal… Dime bendiciones en lugarde palabras malditas.
ANA: ¡Cállese! Impío, no conoce la ley de Dios ni la del hombre ¡y mucho menos de la
naturaleza!
RICARDO: Yo no te he llamado… ¿a qué vienes, hermosa, a mi encuentro?
ANA: ¡No es un encuentro! Vengo a pedir explicaciones. A reclamar justicia por mi
muerto. Lo acusaré a la policía (Muestra el diario estrujado)¡Lo dice acá!
RICARDO: (Rodeándola mientras le habla) Permite, divina perfección en forma de
mujer, que explique las supuestas maldades cometidas.
ANA: (Imitando su voz y movimiento) Permítame, siniestra infección en forma de
hombre, que acuse a su maldito ser de estos crímenes cometidos.
RICARDO: Mujer bella, dame un instante para disculparme. Dejame explicarte…
ANA: Hombre vil, la única excusa sería colgarlo con sus propias manos.
RICARDO: ¿Y si no lo hubiera matado?
ANA: Entonces no estaría muerto. Pero muerto está y por su mano.
RICARDO: No maté a tu marido.
ANA: Entonces está vivo.
RICARDO: No. Muerto está.
ANA: ¿Intenta decir que no mató a mi hombre?
RICARDO: Te lo concedo…Sí, lo mate, pero no por mi causa… Fue…
ANA: ¿Me lo concede? ¡Asesino! Que Dios, entonces, me conceda su condena. Usted
fue la causa y el maldito ejecutor.
RICARDO: (Casi recitando como si fuera un poema que acaba de escribir) “Tu belleza
fue la causa de este efecto. Tu belleza que en sueños me incitaba… Matar al mundo
entero mi destino, con tal de tenerte enamorada”.
ANA: Si le creyera, asesino, estas uñas arrancarían la belleza de mi rostro.
RICARDO: Mis ojos no podrían soportar semejante atentado. No injuries tu hermosura
en mi presencia. “Como el mundo se ilumina con el sol, con tu belleza mi vida se
ilumina.” Esperaba este encuentro. Hoy es mi día.
ANA: Que la negra noche oculte su día y la muerte su vida.
RICARDO: No digas blasfemias, criatura bella, eres la vida y el día para mí.
ANA: ¡Ojalá lo fuera para vengarme de usted!
RICARDO: Es un gesto injusto vengarse de quien te ama.
ANA: Es un gesto justo vengarse de quien mató al propio marido.
RICARDO: Quien te privó de un esposo lo hizo para darte uno mejor.
ANA: Mejor hombre que él no habrá en la tierra.
RICARDO: Alguien te ama más que tu esposo.
ANA: ¡Qué dice, Ricardo! ¡No mienta!
RICARDO: No miento, la pura verdad es…
ANA: ¿Lo conozco?
RICARDO: Apenas…
ANA: Su nombre.
RICARDO: Ricardo. (Ana lo escupe. Ricardo toma un pañuelo y se limpia lentamente,
mirándola) ¿Por qué me ofendés así…?
ANA: ¡Ojalá fuera veneno!
RICARDO: Nunca salió veneno de un sitio tan dulce.
ANA: Nunca cayó veneno en sapo más inmundo. ¡Fuera de mi vista! Me infecta los
ojos.
RICARDO: Tus ojos han sacado de los míos lágrimas saladas… Estos ojos que nunca
derramaron lágrimas de piedad cegaron en llanto por tu belleza (ella lo mira con
desprecio). No enseñes el desprecio a tus labios, que fueron hechos para besar. Si tu
vengativo corazón no puede perdonar, tomá. (Ricardo se arrodilla, saca una pistola de
la sobaquera, baja la cabeza y se la extiende) De rodillas te suplico la muerte. (Ana se
aproxima con cautela. Lo estudia y toma la pistola. Levanta el arma para dispararle.
Queda con el arma en la mano, el brazo extendido. No se atreve.) No, no te detengas.
Sí. Yo maté a Don Enrique… Por culpa de tu belleza que me provocó. (Sigue con la
cabeza gacha) Vamos, acabá de una vez… (Ella vuelve a apuntar) Por culpa de tu rostro
celestial... (Ana intenta y no se anima, vencida deja caer su mano. Él la levanta) Tomá
la pistola, apuntá una vez más… o tomáme a mí.
ANA: (Ana le ofrece la pistola) De pie, simulador; aunque su muerte ansío no he de ser
su verdugo. (Ricardo se levanta. Se le aproxima casi hasta tocarla).
RICARDO: (Toma la pistola con ambas manos) Pedime que me mate y lo haré.
ANA: Ya lo he hecho.
RICARDO: (Ríe) Pero enfurecida. Pedímelo serena.
ANA: (Lo mira profundamente. Quedan muy próximos mirándose. Él le sostiene la
mirada hasta que ella baja la cabeza y se aleja unos pasos) Enfunde su pistola.
RICARDO: (Avanza hacia ella aun con el arma entre las manos) ¿Hemos hecho las
paces…? (Ella retrocede. Levanta la mirada. Se planta firme) Dulzura de mis sueños…
Por favor, decime… (Se arrodilla nuevamente mirándola fijamente).
ANA: Eso lo sabrá más adelante. (Gira dándole la espalda y sale. Ricardo ríe, festeja,
camina de rodillas como festejando el truco de arrodillarse, se levanta, enfunda la
pistola en la sobaquera. Se sienta en su sillón. Gira, juega con un palo de croquet, como
si estuviera en un partido. Se escuchan pasos y voces desde afuera. Ingresa Bustamante
muy acelerado. Claudio detrás, avergonzado, está esposado. Bustamante se adelanta y
saluda a Ricardo presuroso).
BUSTAMANTE: Ricardo, primo querido, traigo una noticia terrible… (Ricardo lo ignora,
blandiendo el palo se dirige a Claudio, asombrado).
RICARDO: Claudio ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas disfrutando de unos días de
descanso… ¡Esposado!… ¿Con quién venís? ¿Qué paso? ¿Qué te hicieron?
BUSTAMANTE: (Interrumpe queriendo dar explicaciones) Justo cuando llego a tu finca,
veo bajar de un coche policial a Claudio…
CLAUDIO: Con cuatro policías federales…
BUSTAMANTE: Me apuré a ingresar para saber qué estaba sucediendo. Esto no puede
ser, Ricardo…
RICARDO: (Ofuscado, mira a Claudio y hacia afuera donde se supone quedaron los
policías) ¿Que sucede? ¿Porque la policía federal…? ¿Vas detenido? ¿Te llevan a
Buenos Aires? ¿Qué…?
CLAUDIO: Ricardo, hermano mío, la desgracia se cierne sobre mi cabeza… Esto que
sucede no tendría que suceder… No hay explicación lógica… (No sabe cómo expresar lo
que siente) Es que Don Eduardo, nuestro hermano, ¡ha decido encerrarme! ¡Me ha
denunciado por crímenes que no cometí!
RICARDO: ¿Que crímenes? Eres el más bueno de los tres…
EDUARDO: El ya no piensa así de mí…
RICARDO: Está enfermo… No sabe lo que… hace…
CLAUDIO: Hace un rato, llegó a mi casa la policía.
BUSTAMANTE: Mandada por él, seguramente.
CLAUDIO: Sin preguntar, entraron, me apresaron.
BUSTAMANTE: Te esposaron…
CLAUDIO: Sin exhibir documentación alguna, me subieron al coche policial y me
sacaron de mi hogar.
RICARDO: Que brutalidad…
CLAUDIO: Ejerciendo la fuerza, malos tratos… Solo atine a pedir que me dejaran
detener un instante al pasar frente a tu finca… Para que supieras…
RICARDO: Muy bien hecho…
CLAUDIO: No me dejan dar un paso sin control.
RICARDO: ¡Que desastre! ¿Cómo se atrevieron a apresarte?
CLAUDIO: Todo esto es una injusticia…
RICARDO: ¿Cuál es la causa? ¿De qué te acusan? ¿… Motivo?
CLAUDIO: Porque mi nombre es CLAUDIO.
RICARDO: (Ríe divertido) ¡Y qué culpa tenés del nombre que te han puesto…!
CLAUDIO: Es una historia tan atravesada como estúpida… Creo que tiene un origen
misterioso… Hace unos días, una gitana le adivinó la suerte a nuestro hermano…
RICARDO: ¿A Don Eduardo?
CLAUDIO: Si…. como una bobería… casi un juego…Y le dijo que alguien cuyo nombre
empieza con la letra C le hará perder su riqueza y su familia…
RICARDO: ¿Y lo creyó?
CLAUDIO: A pie juntillas… Como mi nombre es Claudio supone que yo soy quien lo
amenaza.
RICARDO: ¿Será posible? ¿Esa fue su denuncia? Está enfermo de la cabeza además del
corazón… ¿Y lo tomaron en serio…?
CLAUDIO: Ya sabés cómo es esta ciudad… Eduardo manda, ordena y desordena…
RICARDO: ¡Pero la policía federal!
CLAUDIO: Hasta allá llega su fama y poder… Sabés que nuestra familia es poderosa… y
Don Eduardo su jefe…
RICARDO: Querido Claudio… (lo abraza) Qué pesadumbre… Esto pasa cuando los
hombres se dejan gobernar por las mujeres. (Bajando la voz, cómplice). No es Don
Eduardo quien te manda encerrar… es Isabel. Ella lo induce a estos abusos. Y él esta
tan apegado… Solo ve por sus ojos… ¡Desde que está enfermo es peor! Solo confía en
ella. Ninguno está seguro mientras ella lo siga dominando…
CLAUDIO: La única segura es ella misma… Pero no hablemos de ellos cerca de estos
matones… Son unos alcahuetes. Le dirán a Eduardo que los traiciono…
RICARDO: (En voz alta para que escuchen quienes los acompañan) Hombre, no hay
traición en nuestros dichos…Sabemos que nuestro Don es sabio y virtuoso, y su noble
esposa, bella y para nada celosa. Paciencia… Ya hablaré con Don Eduardo. (Bajando la
voz) Andá tranquilo, hermano querido, ya mandare un abogado o político que te
asegure la pronta libertad…
CLAUDIO: No tengo más remedio… Estoy apresado… Espero tu ayuda, Ricardo… Sos el
único que puede salvarme… (Voces de los policías que, desde afuera, reclaman que los
acompañe. Sale Claudio rápidamente).
BUSTAMANTE: Voy con ellos, los sigo en mi auto… Así te traigo las noticias…
RICARDO: Observa todo, seguridad, instalaciones… sabés de eso… (Sale Bustamante.
Ricardo queda pensativo. Se sienta en su sillón. Sonríe.) El simple y tonto Claudio…
Pronto enviaré tu alma al cielo. Tiene que morirse antes que Don Eduardo… que ya
está cerquita del final… (Baja la luz sobre Ricardo. Cambia la escena totalmente. Entra
el actor que hace de Claudio, sin camisa, descalzo, busca en el escenario su vestuario.
Pregunta por señas a alguien que está entre patas si ese es el lugar. Finalmente, debajo
del almohadón del sillón de Ricardo, encuentra su ropa. Se coloca una chaqueta de
mangas largas, evidente ropa de presidiario. Encuentra una pistola. La lleva consigo.
Cambia la luz. Es otro día. Ricardo se sienta en su sillón. Viste una robe de chambre
sobre el pantalón. Ingresa Eleonora, vestida de negro, observa la escena. Ve a Ricardo
girando en el sillón. Se contiene, avanza hacia él. Ricardo interrumpe su juego con el
sillón. La ve).
RICARDO: Madre, esa ropa oscura… ¿será tan oscuro tu día para que la uses?
ELEONORA: Nadie puede impedir que gima y llore, y me vista como mi suerte… (Se
apoya en el sillón de Ricardo, como si fuera a caerse) Negra es la desesperación de mi
alma… (Se sienta en el sillón, casi desfalleciente) Ha muerto mi Eduardo, mi hijo, tu
hermano… (Rompe en llanto).
RICARDO: ¡No! Nefasto día amanece en esta finca… Tan negro como tu luto madre
mía… (Se acuclilla frente a ella) Pero tienes el consuelo de los hijos que te quedan. (Se
levanta, se aleja) Aunque Claudio… fue preso hace unos días por mandato de
Eduardo…
ELEONORA: (Se levanta del sillón. Se aleja) ¿Como es eso? ¿También a Claudio he
perdido…?
RICARDO: No, madre, ¡no! ¡Que tu palabra no se cumpla!
ELEONORA: ¿Hay en este mundo alguna madre que sufriera más pérdidas que yo? ¡Ay!
la madre soy de estos dolores. Llorare por Eduardo y por Claudio.
RICARDO: No está muerto aun, solo preso.
ELEONORA: Es lo mismo… no lo tengo entre mis brazos… Y Eduardo se enfría en su
lecho… Preparemos el entierro. Luego iré a ver a Claudio.
RICARDO: Sugiero, madre, que de esos menesteres permite que me ocupe para
alivianar tu carga…
ELEONORA: Mas carga que tu vida sobre mis espaldas… No te afanes… Me arreglaré
con ambos.
RICARDO: Mandé a preguntar por su estadía, por sus derechos. Bustamante está
contratando los mejores abogados… Sin duda en unos días ya volverá a la finca y
reiremos festejando su llegada… Todos tenemos motivos para llorar el eclipse de
nuestra dicha… pero no se pueden curar los daños solo llorando… Madre, te ruego me
perdones que asuma la guía de esta casa… Te pido humildemente la bendición.
(Ricardo se pone de rodillas ante su presencia. Eleonora lo mira. No sabe cómo
responder. Finalmente suspira profundamente y dice)
ELEONORA: Dios te bendiga e infunde en tu pecho mansedumbre, caridad, obediencia,
amor y genuina fidelidad.
RICARDO: Amén. (Se levanta. Mira a su madre y dice) “Y me conceda una buena
muerte en la vejez” Así debe terminar una buena bendición materna… (Eleonora se
molesta) Entiendo perfectamente la congoja que te lleva a olvidar las palabras santas
para mi futuro. (Le toma las manos. La mira profundamente) Descansá en mí, ahora….
Hoy mismo mandaré a buscar a mis sobrinos y a mi cuñada, para darles albergue en
esta casa… (Grita hacia afuera) ¡Bustamante! (sigue con su madre) Te aseguro que no
quedarán desamparados. Así será más liviana para ellos la pérdida de Don Eduardo…
¡Bustamante! Me haré cargo de todo, madre querida. Andá tranquila… (Besa la mano
de Eleonora. Ricardo sale hacia el lateral. Del otro lado ingresa Ana. Eleonora aun
llorando recibe a Ana. La saluda con un abrazo).
ANA: ¿Eleonora… es posible? Ese luto… ¿Don Eduardo?
ELEONORA: Las palabras sobran, Ana querida… (Ana le pasa la mano por las mejillas)
ya te explicará Ricardo. Voy a preparar la liturgia del entierro… (Sale presurosa).
ANA: (Queda sola en escena) Dios mío… tantas desgracias en ambas familias… Mi
padre y mi marido primero, muertos por vaya a saber qué mano… Tengo tan malos
pensamientos sobre Ricardo… Ahora es su hermano… Don Eduardo… (Ricardo escucha
la última frase entrando).
RICARDO: Así es, Ana, querida… Mi madre acaba de darme la noticia de la muerte de
mi hermano…
ANA: Otra muerte más… Ahora ya no encontraré justicia para mi muerto… Él era mi
última esperanza…
RICARDO: ¿Porque esos malos pensamientos?
ANA: ¿Qué quiere que piense…? El mismo final que mi esposo y mi padre no son
coincidencias.
RICARDO: Ana querida… No tuve nada que ver con la muerte de mi hermano…
ANA: Quien podría comprobarlo… Todo es tan dudoso…
RICARDO: Tranquila. Yo me ocuparé de hacer justicia por tus muertos…
ANA: No me diga más mentiras… Venía a conversar con usted… A buscar una ayuda
para descubrir al asesino… Y me entero de que también ha muerto Don Eduardo…
RICARDO: Estaba enfermo, Ana… Del corazón…
ANA: No será, también, por causa suya…
RICARDO: ¿Me crees un monstruo capaz de eso?
ANA: Ya no sé lo que creo… Quisiera creerle…
RICARDO: Tuteame… Ambos somos jóvenes… “Quisiera creerte”… Es más fácil hablar
de esta manera…
ANA: “Quisiera creerte”…
RICARDO: Ana, querida… Si no me crees a mi… créele a mi madre…
ANA: ¿Ella podrá decirme la verdad?
RICARDO: Acaba de darme su bendición… Más prueba de mi inocencia que esa no
tendrás…
ANA: Es tu madre…
RICARDO: Por eso… Ella es justa… y más con sus hijos… Ecuánime… (Ana queda
pensativa. Lo mira. Quiere creer lo Ricardo le dice) Estaré desde hoy al frente de esta
casa… y de las empresas, los negocios y cualquier litigio que suceda… ¡Me ocupare de
la familia! De los deudos de mi hermano… cómo no ocuparme de la tuya…
BUSTAMANTE: (Entrando presuroso) ¡Aquí estabas! Por favor, Ricardo… (Ve a Ana)
Disculpe, señora Ana… Se lo robo un minuto…
RICARDO: ¿Que sucede tan importante que me sacas de la presencia de una dama?
BUSTAMANTE: En privado, por favor… Han llegado los deudos de Don Eduardo…
RICARDO: Que impertinencia… Ya regreso. (Toma la mano de Ana y se la besa. Salen
ambos).
ANA: (Queda sola) ¿Cuánto de certeza habrá en esas palabras…? Ahora se ocupará de
mi… ¿Y por qué no lo hizo antes? Siempre con artimañas… Siempre organizando las
mentiras de tal forma que parecen verdades… Que tiene este hombre… que
finalmente caigo deslumbrada… Lo rechazo por sus actos… sin embargo algo me
atrae… Un brillo inexplicable… No puedo dejar de mirarlo… ni de escucharlo… ¿Cuál es
esta atadura que, intuyo, empieza a controlarme? Ay, Ana… ¡loca! No busques reparo
ni auxilio en la boca del lobo… Mi hermano el nuevo Don Vicentino tendrá que afrontar
mi reclamo de justicia… Que también es su familia… Basta… ¿Qué hago aquí…? Es
mejor salir cuanto antes de esta finca… (Intenta salir y se encuentra con Ricardo. La
mira. Ella se detiene.)
RICARDO: No te vayas todavía…
ANA: Fue un error venir… Me retiro…
RICARDO: Esperá, Ana, querida… Escuchame… (Le toma las manos. La aproxima a su
cuerpo) Yo haré que tu vida cambie… que sea mejor…
ANA: ¿Cómo? Estoy triste y sola… No me has ayudado…
RICARDO: Estabas tan furiosa… No me permitías ocuparme de lo tuyo… Desde ahora
será diferente. Dime hermosa de mis días, ¿Hacemos las paces?
ANA: De todo lo mío, se ocupará en adelante mi hermano. Don Vicentino…
RICARDO: Insisto… Hacemos las paces…
ANA: Por qué tanto empeño…
RICARDO: Decime, Ana querida… ¿Puedo vivir con esperanza?
ANA: Los humanos viven de esperanza.
RICARDO: Así de repente, te miro… y me viene un deseo desde lo más profundo de mi
corazón (Se toca un anillo que tiene en el dedo meñique) Mirá…
ANA: ¿Qué es eso que en tu mano brilla?
RICARDO: Este anillo es un regalo de mi abuela al nacer… Para tapar mis defectos,
decía… Fue quedándome cada vez más apretado… hasta usarlo en este dedo…
(Extiende el dedo meñique con el anillo, toma la mano de Ana y engancha su dedo
meñique con el de ella) Mirá… es perfecto para vos… Te ruego que aceptes este anillo.
(Se lo quita y le pone a Ana en el dedo anular). Como señal de hacer las paces…
ANA: (Intenta retirar la mano. El la sujeta con firmeza. Se lo coloca). Aceptar no es
conceder.
RICARDO: (Finge no escuchar los que Ana dijo) ¡Perfecto! Mirá cómo mi anillo envuelve
tu dedo. ¡Ay si tu pecho rodeara mi pobre corazón! Usá los dos, que ambos son suyos.
Con este anillo, justicia te prometo, reparo, amor. Ahora sí que es un día para no
olvidar, Ana querida… (Se arrodilla nuevamente) De nuevo me pongo de rodillas ante
vos, para solicitar tu perdón… tu comprensión… y borrar así el rencor…
ANA: ¿Sera verdad verte a tal punto arrepentido?
RICARDO: (Le besa la mano con el anillo). Dejemos las guerras de familias…
Busquemos la paz… Enrique ha muerto… Eduardo también… Nosotros seremos el
nuevo inicio…
ANA: No es tan rápido, ni tan fácil lo que me pides…
RICARDO: Para un corazón como el tuyo nada es imposible…
ANA: No se… Ojalá que así sea… por la paz… entre nosotros… (Se suelta la mano e
intenta irse. Ricardo la retiene).
RICARDO: Despídete de mí…
ANA: Tanto no mereces.
RICARDO: Rompe el hielo de una vez… Hacé como te pido… por favor… Sellá nuestra
paz con un beso…
ANA: Aun no la siento… Pero como me enseñás a adularte, me despido… (Apenas lo
roza con los labios, Ricardo aun de rodillas. Ana sale corriendo).
RICARDO: (Queda estático hasta que reacciona y vuelve a caminar de rodillas riéndose
excesivamente) ¿Alguna vez se ha conquistado de esta forma a una mujer? (Ríe) Será
mía… Sos un genio, Ricardo mío… la conquisto cuando su corazón me detestaba. Con
maldiciones en la boca, lágrimas en los ojos… Me casaré con Ana. ¿Qué importa que de
su marido y su padre haya sido yo el asesino? La forma más rápida de calmar a la
muchacha es volverme su padre y su esposo. El nuevo Don Vicentino no llegará muy
lejos… Sera mi cuñado… es joven y cederá a mis mandatos… Se agrandará mi Familia…
Y no solo porque Ana me dará hijos… (Ríe. Se detiene de repente) Pero estoy poniendo
el carro delante del caballo. Vamos “despacio que estoy apurado”… Claudio aun
respira… (Ingresa Bustamante. Se sorprende al verlo de rodillas).
BUSTAMANTE: Primo querido, ¿qué te traes de rodillas? Ya estás solo…
RICARDO: ¿Cumpliste mi pedido? ¿Están Isabel y los niños en la finca?
BUSTAMANTE: Cumplido está. Isabel está en camino. Los niños ya recorren la finca…
Los criados ordenan su cuarto… Los dos juntos en una misma habitación…
RICARDO: ¡Perfecto!
BUSTAMANTE: Con ventanal a la calle principal…
RICARDO: Perfecto
BUSTAMANTE: El más alejado de los cuartos…
RICARDO: Perfecto…
BUSTAMANTE: Que no tiene aún las rejas…
RICARDO: Perfecto como todo lo que hago… (Ríe)
BUSTAMANTE: ¿Y Ana?

RICARDO: Tenías razón cuando me decías que podría conquistar los más duros
corazones…
BUSTAMANTE: Por fin aceptas lo que afirmo…
RICARDO: (Muestra su mano, sin el anillo). Mirá…
BUSTAMANTE: No entiendo… ¿qué tenés?
RICARDO: No lo tengo… ¿qué me falta?
BUSTAMANTE: (Se aproxima, le toma la mano) ¡El anillo de tu abuela!
RICARDO: Con el que he ablandado el corazón de Ana…
BUSTAMANTE: (Ríe a carcajadas) Te lo dije desde siempre… Tus astucias y picardías te
llevaran muy lejos… ¿Cómo lo hiciste?
RICARDO: Yo solito, sin amigos que apoyaran mis intentos, salvo mi propio demonio y
mi rostro mentiroso, ¡la gané! ¡A pesar de lo que me dice el espejo! Ahora compraré
trajes y camisas y me miraré en las aguas de la fuente… y en la sombra de los muros de
mi finca… para verme hermoso, querido… ¡Tal cual soy! (Se mira al espejo. Le habla) Ya
no creeré en todo lo que en ti veo (Se mira y admira. De repente corta) ¡Pero basta!
Negras tragedias se viven, aunque a mí no me espantan… Eduardo muerto…
BUSTAMANTE: Con Claudio preso… serás el nuevo Don de la familia.
RICARDO: Ya lo soy, Eleonora me dio su bendición. Por eso hice traer a mis sobrinos y
cuñada… El casco de la estancia será la nueva posesión de… “¡Don Ricardo”!… Ellos
quedaran aquí… Yo me iré a la Finca de Eduardo… Pero antes, cuéntame cómo es eso
de la cárcel…
BUSTAMANTE: Claudio está en una celda, solo, hasta mañana que lo llevarán a Buenos
Aires.
RICARDO: ¿Mañana ya?
BUSTAMANTE: Sí. Tu madre solo pudo verlo detrás de las rejas. Apenas unos minutos.
Él le relato a qué se debía la condena… Eleonora no creyó… le dijo que sería una
mentira… Que alguien urdió ese ardid para encerrarlo…
RICARDO: Hay que darle fin a esa historia. Eleonora estará ocupada con el entierro de
Eduardo… Con Isabel, su hija Betty y mis sobrinos trasladándose a mi casa. Te pido que
te hagas cargo de desaparecer a Claudio.
BUSTAMANTE: Como digas… Sospechaba ese mandato.
RICARDO: ¿Estás dispuesto a cumplir el asunto?
BUSTAMANTE: Lo estoy, señor, dame la orden que me permita entrar donde se
encuentra. (Ricardo escribe en una hoja sobre la espalda de Bustamante).
RICARDO: Muy bien. Aquí la tienes. Te nombro su abogado. Así te dejaran entrar a su
celda. Llevá un maletín de cuero, como usan los magistrados. Se rápido en la ejecución
(le da la carta) No lo dejes hablar, es muy elocuente y te dará piedad…
BUSTAMANTE: Descuida… Usare las manos… no la lengua…
RICARDO: Llevá dos botellas de Chateau Margaux…
BUSTAMANTE: ¿Por qué dos? Con una es suficiente.
RICARDO: Una para los guardias… La otra, bebes con Claudio…
BUSTAMANTE: ¿Y el extracto?
RICARDO: (Reprocha) Todo tengo que enseñarte… Tenías que estar preparado…
BUSTAMANTE: ¿Cicuta?
RICARDO: Cianuro, se nota menos. Lleva también unos chorizos ahumados para picar
mientas conversas.
BUSTAMANTE: Como haré para no beber…
RICARDO: Consigue una copa de magos… esas con las que hacen desaparecer el
líquido. Tienes 30 minutos. Por la dosis. Debes salir un poco antes. Cuando veas que
comienza a respirar pesado… Cuando sales, entrégales a los guardias el vino, no antes,
para que se distraigan bebiéndolo. Así no atenderán a Claudio. Y no vengas a mi casa.
Anda al campo, de picnic, con alguna dama del Cabaré.
BUSTAMANTE: Deséame suerte…
RICARDO: La suerte es para los ineptos… Los eficaces cosechan éxitos… (Bustamante
sale. Ricardo. Se sienta en el sillón. Se sirve una copa de vino. Hace girar el sillón
lentamente. Bebe y luego canta el aria “Nessun dorma” de la ópera Turandot.)
Segundo cuadro
Cambia la escena. Los actores en actitud relajada comen chorizos ahumados y beben
vino. El Actor que hace de Claudio bebe el vino de manera evidente. Lleva puesta su
chaqueta de presidiario. Conversan en voz baja, ríen, la actriz que hace de Ana tiene
un vestido de fiesta y una corona de flores, con tul, evocando un traje de novia.
Manipula unos muñecos a la vista de sus compañeros… Son dos personajes que
representan los hijos de Isabel. Uno es de mayor tamaño que el otro. Los actores los
tocan, manipulan como personajes, hacen chistes, ella juega con ellos. Toda la escena
será muda. Claudio se aparta y bebe el vino de la botella mientras los otros siguen con
el juego. Luego cae desvanecido. Sus compañeros lo rodean y quedan mirándolo… baja
la luz de la escena. Eleonora ingresa al cuadro en personaje, de riguroso luto, con
sombrero con tul, estruja en sus manos un pañuelo también negro. Los demás actores
ven su ingreso, hacen silencio y salen de la escena.
ELEONORA: Los dos ya son grandes, no digo que adultos, pero pueden encargarse de
su propia familia. Con ayuda de Isabel… Las mujeres sabemos de negocios, de
economía, nos hacemos cargo de la administración de la casa… con criados, peones,
entenados… Por qué no podría Isabel y sus hijos conducir a buen puerto sus negocios…
Ricardo ¡está loco! Siempre fue loco… Tonta de mí que no advertí su hipocresía… Se
quiere quedar con todo… y despojarnos de lo que nos pertenece… Me tomó de
sorpresa su atrevimiento… “La bendición, madre” ¡Nunca tendría que haberla dado! Ya
no lo bendije al nacer… Por qué ahora… Fue por el dolor de las pérdidas… Mis dos
amados hijos… Eduardo primero… y ahora Claudio… Sería posible que él… Quita mente
estos malos pensamientos… ¿Levantarse hermano contra hermanos? ¿Hay lugar en
ese corazón para tanta crueldad? (Ingresa Ricardo. Tiene un atuendo para cabalgar,
con la fusta hace figuras en el aire mientras habla. Eleonora lo mira altiva. Ricardo
intuye su enojo. Distiende la situación).
RICARDO: Madre mía, que sorpresa… Espero que sean buenas noticias esta vez…
ELEONORA: ¿Eres mi hijo?
RICARDO: Si, gracias a Dios, a mi padre y a ti misma.
ELEONORA: ¡Sapo! ¿Qué haces con los bienes de Eduardo, que ahora son de Isabel y
tus sobrinos? ¡Los dejaste en la calle…!
RICARDO. Están en esta casa madre… No es una… calle…
ELEONORA: No me contradigas. Callate.
RICARDO: Madre, tengo un carácter tan fuerte como el tuyo… que no soporta el tono
ni los reproches.
ELEONORA: ¡Déjame hablar!
RICARDO: Sé breve querida madre, pues estoy yendo a cabalgar
ELEONORA: Tu nacimiento ha sido una carga abrumadora para mí.
RICARDO: ¿Que decís? ¿No vine al mundo para reconfortarte?
ELEONORA: Has venido a la tierra a hacer mi vida un infierno. De niño, irritable y
colérico. Tus días escolares terribles, desesperados, salvajes y furiosos.
RICARDO: Esos tiempos ya pasaron, Eleonora…
ELEONORA: Tu adolescencia… temeraria, irrespetuosa y aventurera. Y ahora, en tu
madurez, orgulloso, falso y sanguinario.
RICARDO: Si soy tan mortificante… Ya no vengas a esta casa…
ELEONORA: Escuchame… porque jamás volveré a hablarte… Te maldigo. Como
sanguinario que sos, sanguinario será tu fin. ¡La vergüenza que ha acompañado tu
vida, te acompañará en la muerte! Estas dañando a tu propia sangre.
RICARDO: (Sonriente. Benévolo) Ya estás mayor, madre querida, no entiendes de
negocios ni de alianzas… Con Ana sellé mi pacto con su familia. Don Vicentino se
sumará a la nuestra y haremos un gran imperio de esta unión… Isabel y sus hijos no
entienden de estas cosas… Ustedes, las mujeres, solo hacen economía doméstica… No
deben interponerse… Solo obedecer y servir mejor a nuestras causas… Para eso están
en este mundo… para servir de garantías en los pactos… Ana me dará hijos… Ellos
serán la nueva Familia cuando ya no esté… Pienso en tu futuro, en el de ellos, ¡en el
nuestro!
ELEONORA: Pobre Ana, una víctima más de tus mentiras. Ten cuidado, Ricardo. Ten
mucho cuidado… Donde menos se espera… aparece la venganza…
RICARDO: Madre… anda a tu casa… No me regañes más… ya he crecido… Y puedo
doblegarte… no me obligues… (Eleonora le da un sopapo) No te excedas, mujer… Soy el
Don… Puedo aplicarte la ley de la Familia…
ELEONORA: Aplicala y verás como Dios te castiga… ¡No deben alzarse los hijos contra
los padres!
RICARDO: Mi padre bien muerto está… Pero vos sos mi madre… Nada dicen las
tradiciones sobre las madres… Así que no me provoques… Hoy estoy de buen humor…
Por eso hare caso omiso a tus palabras… ¡Bustamante! ¡Ensillame mi Silver!
BUSTAMANTE: (entrando) Ya está en la cuadra, Ricardo. ¿Queres que te acompañe? El
percherón también esta ensillado.
RICARDO: Iré solo esta vez, Busty. Vigilá a mi madre… esta enojada… Es muy injusta
conmigo…No se da cuenta de lo mucho que hago por la Familia… (Sale).

ELEONORA: No hay peor sordo que el que no quiere oír… ¡sordo! ¡Necio! ¡Malvado!
BUSTAMANTE: Eleonora… Nada ganará con enfrentarlo…
ELEONORA: Eso crees vos, que sos un genuflexo, a su servicio… Se cree el dueño de
todos nosotros…
BUSTAMANTE: No es así… él vela por toda la familia…
ELEONORA: ¿Vela? ¡Hace a su antojo lo que desea! Y nunca es un bien… siempre está
urdiendo malas estrategias, corrompiendo…
BUSTAMANTE: Hay que pensar como él para entenderlo…
ELEONORA: Ah, ¿sí? Vos pensás como él, entonces… Porque se entienden muy bien…
BUSTAMANTE: No tanto… No pienso como él… Lo acompaño porque estoy esperando
que cumpla su promesa…
ELEONORA: Me haces reír, Bustamante… ¿su promesa? ¿¡Cuándo este loco ha
cumplido algo de lo que dice!?… ¿No lo conoces bien? ¿Porque razón sería diferente
con vos?
BUSTAMANTE: Yo le guarde muchos secretos… Eso tiene un precio… tiene que
pagarme…
ELEONORA: Sos un estúpido… nunca te pagará… No le creas más… no esperes más…
No ves lo que hizo con sus sobrinos, con su cuñada… ¿conmigo? Estamos de rodillas
implorando que nos permita usar lo que es nuestro… Hasta para comprar un poco de
pan hay que adularlo…
BUSTAMANTE: Enséñeme a ver más allá de lo que dice… todavía confío en él… Pero
desde hace unos días no me otorga lo que le pido… Puras evasivas… Y yo también
merezco lo mío… Arriesgué mi nombre y mi vida por cumplir con sus encargos…
ELEONORA: Andate de su casa… Ahora que todavía podes… Después ya será tarde…
Alejate sin que sepa… O te perseguirá hasta matarte… No te ensucies más,
Bustamante… Sos un buen hombre… Tu único pecado fue admirarlo demasiado…
Ciego… Jamás te amara… El no ama a nadie… Solo a si mismo… (Sale Eleonora.
Bustamante queda pensativo. Se aproxima al sillón, se sienta, toma la pistola de su
sobaquera y juega con ella. Entra Ana con un camisón blanco, largo, casi transparente.
Parece una virgen. Bustamante esconde el arma).
ANA: ¿Y Ricardo?
BUSTAMANTE: Cabalgando… (Ana se pasea indecisa) ¿Te pasa algo? ¿Que necesitas…?
ANA: Tuve un sueño… quería hablarlo con Ricardo…
BUSTAMANTE: No hagas caso a los sueños… No se cumplen…
ANA: Era muy extraño… Soñé con mi vientre abultado… paría pájaros que me comían
las entrañas… Como Prometeo encadenado… Atada estaba a una roca… Y los buitres
volaban alrededor de mi cabeza…Tal vez sea un sueño premonitorio… Tal vez Ricardo
me detesta y quiere deshacerse de mí.
BUSTAMANTE: No tengas esos malos pensamientos… Ricardo te protege… No le
prestes atención… Sería una comida pesada que no termino su digestión…
ANA: Desperté sobresaltada… y Ricardo ya se había ido…
BUSTAMANTE: Salió a cabalgar temprano. Eleonora vino de visita y enojada se
marchó…
ANA: ¿Eleonora? ¿Qué quería?
BUSTAMANTE: Reclamaba lo que es suyo… y de Isabel y sus hijos…
ANA: Ella es su madre… tendría que saber que por las buenas se consigue lo que sea
con Ricardo… Pero si lo ataca o le reprocha, que no espere buenas respuestas…
BUSTAMANTE: Depende de quien pida, Ana… Yo pido hace un tiempo lo que me
prometió… Y no me lo otorga… Y se lo pido bien… con cariño…
ANA: Bustamante, tantos años a su lado y todavía no lo conocés… Cuanto más pidas
menos te dará… Él tiene sus tiempos… su momento…
BUSTAMANTE: Sera como decís, entonces, seguiré esperando…Decime, cuando se
mudarán a la estancia… Para comenzar con el traslado.
ANA: Ricardo pretende mudarnos mañana…
BUSTAMANTE: Comenzare a llevar sus pertenencias…
ANA: Las mías aún están en las maletas… La boda fue tan de repente… Ni tiempo tuve
de acomodar mis cosas…
BUSTAMANTE: En la finca será otra vida… Estarán solos, comenzando su familia…
ANA: ¿Vendrás con nosotros? No lo hablé aun con Ricardo…
BUSTAMANTE: No lo creo… Yo quedare acá… vigilando y protegiendo…
ANA: Voy a recostarme… No me siento bien… El vino de anoche… Tal vez por eso las
pesadillas… Avisame cuando vuelva Ricardo.
BUSTAMANTE: Con todo gusto. (Sale Ana) Cómo tengo que pedirte, Ricardo… ¿Como?
¡Me prometiste! ¡Y no cumpliste! ¡Tengo paciencia! ¡Te acompaño! ¡No digo nada! Soy
la tumba de tus secretos… ¿Qué tengo que hacer para conseguir lo mío? (Ricardo ha
entrado sin ser visto. Lo sorprende desde atrás haciéndole cosquillas) ¡Loco! ¡Qué
rápido volviste!
RICARDO: ¿Hablás solo, querido primo? ¿Qué estas urdiendo? Compartí tu secreto. ¡Te
ayudare a pergeñar mejor tu venganza!
BUSTAMANTE: Que susto me diste. Nada… Solo hablaba con mi sombra… Ana quiere
verte… Tuvo un mal sueño y quiere consuelo…
RICARDO: Mujeres… Que espere un poco… todavía están calientes las sábanas y esta
mujer me está cansando…
BUSTAMANTE: Pero como… no era ese tu propósito acaso…
RICARDO: No entendes nada, Busti… Ya está cumplido el objetivo… Su hermano ya se
rindió a mis mandatos… Es un tonto… Pero Ana me observa y me preocupa… es tan
pura… que me inhibe… Me dice que me ama con tanta sinceridad que yo le creo… Y yo
se lo digo de la misma manera… La amo… No puedo entender cómo me sucedió esto…
Pero la amo… (Ríe) ¿Podes creerlo? La amo… Pero… como siempre sucede… se
vislumbra una nueva oposición…
BUSTAMANTE: ¿Qué? Si todo está bien así…
RICARDO: ¡Mi madre! (lo mira con doble intención. Bustamante no quiere aceptar).
BUSTAMANTE: No. No. No. Ni lo sueñes…
RICARDO: (Ríe sarcástico) ¿Tan desalmando te parezco? ¿Me crees capaz de eso?
BUSTAMANTE: ¿Y qué es entonces…?
RICARDO: Ha comenzado a meterse en mis asuntos… ¡Quiere que mis sobrinos
manejen los bienes de Eduardo! ¡Está loca! No lo voy a permitir.
BUSTAMANTE: No. No. Tus sobrinos… No me pidas eso… No…
RICARDO: Es lo último…
BUSTAMANTE: Son niños.
RICARDO: Adolescentes… Ya dejaron los pañales
BUSTAMANTE: No puedo… además… aclárame si sigue en pie tu promesa.
RICARDO: ¡Por supuesto! ¡Ni lo dudes! … Esta casa y todo lo que en ella hay será tuya…
Ya lo sabes… Te lo dije… Y lo haré… Pero primero… lo primero…
BUSTAMANTE: Siempre te las ingenias para hacer lo que querés conmigo…
RICARDO: Yo no lo hago, querido primo, sos vos quien acepta…
BUSTAMANTE: Cuándo y dónde…
RICARDO: En la habitación de ellos, aun sin rejas… que parezca que entraron desde la
calle… que no te reconozcan… Mañana cuando me haya ido…
BUSTAMANTE: Así se hará…
RICARDO: Voy con Ana. Que nadie nos moleste. (Sale. Baja la luz de escena y se
enciende una luz de ensayo o de trabajo. Los actores y actrices están distendidos. Ana
tiene un muñeco, Eleonora el otro. Los mueven y ponen en relación como si estuvieran
jugando una escena. Claudio ya está vestido como Don Vicentino, observa la escena
lúdica disfrutando. Bustamante con una capucha y capa, negra, juega con un cuchillo
trucado como preparándose para la escena siguiente que sería asesinar a los sobrinos
de Ricardo. De repente entra Ricardo en personaje, como en un ataque de furia y
destroza los dos muñecos arrancándoles las cabezas y desparramándose por la escena
el relleno de los objetos. Sale. Bustamante queda con el cuchillo en la mano, mirando la
escena y lo limpia sobre su ropa como si hubiera clavado a dos seres humanos.
Lentamente se quita la capa con capucha y envuelve el cuchillo con ella. Se ilumina otro
sector del escenario. Ana recostada o tendida sobre algo. Ricardo a su lado con una
botella de vino y una copa. Él la mira, acaricia su frente, sus cabellos).
ANA: Ricardo, tuve mal sueño… Me hiciste falta… Te extraño cuando no estás
conmigo…
RICARDO: Yo también, Ana… pero para un hombre, enamorarse y estar todo el día
pendiente de su mujer es una señal de alarma… ¡Debilidad!
ANA: No pienses así… El amor es lo mejor que nos puede pasar… No te lo niegues…
Aunque creas que no lo mereces…
RICARDO: Esas pesadillas no deben preocuparte, ni afligirte… Tengo ocupaciones…
muchas… y cada vez más… No puedo estar con vos todo el día… No me busques…
Aprendé a vivir sin mi presencia…
ANA: Quiero estar con vos…
RICARDO: Mi corazón así lo dice… Pero ya sabes que no dejo hablar a mi corazón…
(Ella lo acaricia. Tiernamente. Le pasa la mano por el rostro. Lo besa. Ricardo. Se
levanta. Se aleja. Busca la botella y la copa. La mira. Duda. Se acerca. Finalmente se
decide. Sirve el vino. Ana bebe.) Te sirvo este vino, como señal de mi amor. Como la
sangre de Cristo… para salvarte de mis pecados…
ANA: Que decís, Ricardo… ¿Que pecados?
RICARDO: Los que pensaste y descreíste luego. Los que escuchaste y no supiste
quien… No puedo mentirte, Ana… No puedo mirarte y apartar de mí la maldad… No
puedo… lo he intentado… Tu pureza… tu fe… tu entrega… Pero es más fuerte que yo…
es esta cosa que tengo adentro… que surge avasallando todo… Mi propia voluntad…
Mi ego dándose el gusto… Mi ego y solo mi ego cumpliendo sus deseos. Solo eso existe
para mí…. ¡Todo lo que quiero, debo hacerlo! Bebe el vino, amor mío… Bebe el vino y
duerme… se acaban las pesadillas… (Ana bebe la copa y va desfalleciendo hasta caer
muerta) No te lloraré… No voy a arrepentirme. (Le quita el anillo del dedo meñique y se
lo pone en su dedo meñique) Eras mi talón de Aquiles… Ahora ya no tengo intersticio
por donde desfallecer… O por donde se filtre la misericordia… Ahora soy invulnerable…
Poderoso… ni siquiera la fuerza del amor podrá conmigo… Ana, mi mujer, al mundo le
ha dado las buenas noches. Incierto camino de ganancias. Pero estoy tan cubierto en
sangre que un crimen lava otro crimen. Las lágrimas de piedad no habitan en mis ojos.
¡Ahora sí soy el Don! ¡Don Ricardo! (Baja la luz mientras Ricardo baila alocadamente
repitiendo Don Ricardo varias veces. Bajala luz de esa escena y Eleonora en personaje
avanza por el escenario).
ELEONORA: ¡Ricardo! ¡En qué momento, cuándo urdiste tantas atrocidades para tu
propia familia…! ¡Mis nietos!¡Tus sobrinos! Asesinados por su tío… Isabel encerrada en
el hospicio… Privados de todo… Ellos hasta de su vida… La mano que atravesó sus
tiernos corazones fue por tu cabeza dirigida. El asesino afiló su cuchillo en la piedra de
tu corazón para hundirse en las entrañas de mis corderos. Que el cielo te envíe
calamidad cuando tus pecados estén bien maduros y arroje su indignación contra vos.
Que no puedas dormir, torturado por tus pesadillas. Que el infierno y sus demonios te
espanten eternamente. Sos un cerdo marcado por el espíritu del mal, carnicero…
Oprobio de mi vientre. Engendro detestable del riñón de tu padre. Andrajo del honor,
abominable…
RICARDO: Madre…
ELEONORA: ¡Ricardo!
RICARDO: Pensé que me llamabas por esos nombres atroces…
ELEONORA: ¡Claro que lo hice, pero sin esperar respuesta!
RICARDO: Madre, me desprecias… Esta claro… No me importa… Te arrepentís de tu
bendición, ahora me maldecís nuevamente y vaticinás mi futuro… Sin embargo, tengo
tanto éxito en mi empresa… que nadie, y menos una bruja como vos, podrá enjuiciar el
triunfo de mi destino.
ELEONORA: ¡Te dije que no te hablaría más! Fuera de mi vista. ¡Fuera! (Sale Ricardo.)
ELEONORA: Dios mío… (Se quiebra) Dios mío… ¿¡Quién es este monstruo que habita
esta casa…!? Es de vida o muerte. Todos terminaremos asesinados por su mano. (Entra
Bustamante. Eleonora lo mira desafiante.) Vos fuiste. Los perros de la muerte y la
destrucción te morderán los talones.
BUSTAMANTE: Que dice… no sé de qué habla.
ELEONORA: Te entregaré a la justicia. He visto con estos ojos lo que hiciste. ¡Mis
nietos! Te sepultarán en la cárcel en vida. A menos que hagas lo que te pido.
BUSTAMANTE: Señora Eleonora…
ELEONARA: ¡Silencio! Escuchá, animal. La tragedia ha entrado en esta casa… para no
irse más… Solo queda una salida. Poner fin a la fuente de todas las traiciones. Vos
traicionaste a tantos… Ahora serás el traidor de Ricardo. Andate a buscar a Don
Vicentino. Que arrase la finca, para que el número de muertos no se multiplique.
Aprovecha ya la ventaja que te dan unas horas. Entregale esta carta (Saca una carta de
entre su ropa). Él te recibirá. Voy por mi nieta Betty, la única que me queda… Vamos.
Silencio. Ni una palabra a nadie. (Lo toma de la cintura salen urdiendo un plan en voz
baja. Del lateral opuesto ingresa Betty. Es una púber, esta jugando a la rayuela. Salta y
va y viene por los cuadros del juego. Tiene una pollerita con tablas y una casaca de
marinerita).
BETTY: Uno, dos, uno, dos, uno, dos. ¡Cielo! (Se agacha, recoge el tanto. Ingresa
Ricardo. La mira. Contempla un rato como juega la niña) Uno, dos, uno dos, uno dos,
¡tierra! (Betty no advierte la presencia de su tío. De repente lo ve y se asusta) ¡Tío!
RICARDO: Seguí jugando, no quiero molestarte. ¿Te asusté?
BETTY: Creí que estaba sola…
RICARDO: ¿Querés que me vaya?
BETTY: No… desde que mamá se fue estoy sola todo el día…
RICARDO: ¿Te doy miedo?
BETTY: (Ríe) ¿Cómo miedo? Sos mi tío…
RICARDO: Dicen muchas cosas de mi…
BETTY: Yo no sé… a mí nadie me dice…
RICARDO: ¿Y la abuela?
BETTY: Esta haciendo unas maletas. Me dijo que me quede jugando en el patio sin
hacer ruido…
RICARDO: ¿Está por viajar?
BETTY: Las dos… Pero no digas a nadie… Es un secreto…
RICARDO: No digo… los secretos son para guardarse…
BETTY: ¿Queres jugar a la rayuela?
RICARDO: ¿Vos queres jugar conmigo?
BETTY: Si… Seguro que te gano…
RICARDO: No se… yo nunca pierdo…
BETTY: A ver… jugá. (Le da el tanto de la rayuela. Ricardo tira y salta los cuadros). Uno,
dos, uno, dos, uno dos, ¡Cielo! (Cuando llega a cielo, Ricardo finge caerse. Queda en el
suelo. Extiende la mano a Betty. Ella lo toma de la mano para ayudarlo a levantarse. El
la hace sentar en su regazo) Te caíste… Te dije, tío, que te iba a ganar…
RICARDO: Ya no quiero jugar a la rayuela… No puedo. Ya estoy grande para eso…
BETTY: Y a que queres jugar…
RICARDO: A la muñeca…
BETTY: (Ríe) Los varones no juegan a la muñeca…
RICARDO: No… Es cierto… pero vos vas a ser mi muñeca… entonces puedo jugar…
¿Queres?
BETTY: (Ríe) Sos loco, tío… Yo no soy una muñeca… Soy una nena…
RICARDO: Bueno, ese será nuestro secreto… ¿Queres?
BETTY: Si, juguemos…
RICARDO: (La toma de las manos. Le muestra su anillo) Mira. ¿Te gusta este anillo?
BETTY: ¡Qué bonito! Es igual al de tía Ana…
RICARDO: Me lo dio mi abuela cuando nací… Dijo que era para ocultar mi fealdad…
BETTY: Vos no sos feo, tío…
RICARDO: ¿Te parece? Pero tampoco soy bonito…
BETTY: Sos distinto… Tenes algo raro… no se… mamá siempre decía… “tiene algo que
no sé qué es…”
RICARDO: ¿Te gusta el anillo?
BETTY: Es muy hermoso… Brilla mucho… Me encanta mirar el brillo.
RICARDO: (Se quita el anillo y se lo da) Te lo regalo.
BETTY: (Poniéndoselo) Ay, qué hermoso. Tengo que ponérmelo en este dedo… porque
mis dedos son más chiquitos que el tuyo… (Se lo pone y se mira la mano con el anillo)
Gracias, tío… (Le da un beso a Ricardo).
RICARDO: ¿Jugamos a la muñeca?
BETTY: ¡Si! ¡Ahora soy una muñeca con anillo! (Ricardo se levanta del piso. Y la alza en
sus brazos)
RICARDO: Vamos bajo los pinos… esta fresco y sombrío… Y jugamos en la mecedora…
(Betty, alzada en los brazos de Ricardo, vuelve a besarlo en la mejilla) ¡Qué bonita
muñeca! ¿Como te llamas, muñeca?
BETTY: ¡Me llamo Pierangeli!
RICARDO: Ah… yo pensé que eras Marisol… (Van saliendo Ricardo con Betty en brazos
continuando la conversación).
BETTY: También tengo una Marisol, pero me gusta más la Pierangeli.
RICARDO: ¿Sabes que quiere decir Pierangeli?
BETTY: Sí… piel de ángel.
RICARDO: Como vos… Te pusieron bien el nombre, muñeca… Ahora te beso yo a vos.
(La besa en la boca y salen. En otro sector de la escena, ambientada de manera
diferente como significando otra casa o finca Don Vicentino y Bustamante.)
BUSTAMANTE: Don Vicentino. Esta carta manda Doña Eleonora. Dijo que usted la
recibiría… Aquí estoy para servirlo (Don Vicentino abre la carta y lee).
DONVICENTINO: “Es hora de armarse y de tomar el mando. Dios y nuestra buena
causa luchan de nuestro lado. Las plegarias de los santos benditos y las almas
agraviadas, como altos baluartes, se levantan ante nosotros”. Esto estaba esperando…
Es demasiado lo que hace Ricardo. No creo que la muerte de mi hermana haya sido
natural… Por respeto a doña Eleonora y su familia me mantenía quieto. Pero con esta
carta… Con su pedido de ayuda… Ya sé lo que tengo que hacer… La victoria será
nuestra, Bustamante. Contra el enemigo de nuestra familia y de Dios vamos a pelear.
Dios, en su justicia, como soldados suyos nos protegerá. La prosperidad de nuestra
casa será nuestro salario. Nuestras esposas, hermanas y sobrinas nos darán la
bienvenida al regresar. Libraremos a nuestros hijos del yugo de Don Ricardo y ellos nos
pagarán en la vejez.
BUSTAMANTE: Todo está listo. En la finca ya los peones y guardias han sido puestos
sobre aviso. Han entendido… Y si bien aún sirven a Ricardo, a una señal suya lo dejarán
solo.
DON VICENTINO: He tenido paciencia y tolerancia a sus crímenes y trampas… Hasta mi
hermana ha creído en su palabra. Pero llego el momento de poner fin a la historia
negra de este perverso.
BUSTAMANTE: ¡A su orden! Cuando diga.
DONVICENTINO: Hay que salvar a Eleonora y a Betty. La Familia Vicentino y todas las
familias. Entonces en nombre de Dios, allá vamos, Bustamante. ¡Con coraje y alegría!
¿Cuántos son en la finca?
BUSTAMANTE: Apenas unos veinte, pero puedo darles libre el día… A la noche, ya
cuando descansen, será el momento oportuno.
DON VICENTINO: En silencio, que nadie te vea salir de mi casa. Y cuando este allá,
esperá mi señal.
BUSTAMANTE: Esperare en la entrada. Y yo mismo avanzaré adelante abriendo los
disparos. Es un placer que quiero darme… por los malos pagos recibidos. Hasta la
noche entonces.
DON VICENTINO: Hasta la noche. Dejaremos los autos en la esquina. Llegaremos con
las luces apagadas. Andate ya. Dios te bendiga. (Se desvanece la luz de la escena, con
luz de ensayo por detrás cruza Eleonora con una valija, llamando a Betty. Se detiene
mira hacia el cielo y dice)
ELEONORA: Betty, mi niña hermosa, ¿dónde estás? ¿Qué te ha hecho a vos también?
No me iré sin vos… Yo a la tumba, donde la paz y el descanso me acompañen, no iré
todavía. ¡Más de sesenta años de desgracia he contemplado y cada hora de alegría me
trajo una semana de dolor… No pierdo la esperanza de encontrar la justicia alguna
vez… Betty, mi Betty, ¿dónde estás? (Cambia la escena. Es similar al comienzo.
Ráfagas, tiros, humos. Ricardo en escena. Se repite el final del PROLOGO con la
variante de que todos los personajes, menos Ricardo están mirando la escena en
penumbras de pie)
EPILOGO
RICARDO: ¡Mi pura sangre! ¡Rápido! (Grita hacia afuera) ¡Preparen mi Pura Sangre
“Silver”! ¡Vicentino traidor! ¡Saldré montado al jardín a destrozarlo a tiros! (Ráfaga de
ametralladora, hiere a Ricardo) ¡Miserable! He apostado mi vida a un golpe de dados y
afrontaré el azar de la tirada. (Dispara con su revolver) ¡Se multiplican los Vicentino!
Son seis, seiscientos, ¡seis mil! (herido sigue disparando) Solo he matado a cinco… pero
no al que viene por mi… Herido estas, Ricardo mío, huye ¡sálvate montando tu Silver!
Soldado que huye sirve para otra guerra (Nueva ráfaga de ametralladora termina de
matarlo) ¡Mi caballo! ¡Un caballo! (Arrastrándose mal herido) ¡Mi FAMILIA por un
caballo! Mi Familia por un caballo… Betty… (Nueva Ráfaga lo acribilla y muere. Se
escucha un relincho largo desde afuera. Silencio total. Desde la penumbra ingresa Betty
a la escena, trae una escopeta de caza en las manos. Se aproxima al cadáver de
Ricardo. Lo mira. Lo toca con el pie. Comprueba que no se mueve. Ve que está muerto.
Levanta el arma. Le apunta y dice) .
BETTY: Uno, dos, ¡Cielo! Piel de ángel… Querías un caballo… Yo soy solo una Yegua…
tío… Solo una yegua (Le dispara).
Apagón final.

FIN

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