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TEATRO INEDITO ENRIQUE BUENAVENTURA

Proyecto Piloto
I
1
(La representación anterior ha terminado y empieza otra. La Muerte de Cuello Blanco
recoge un periódico del suelo. Lo mira. Otras limpian el espacio y van haciendo aparecer los
elementos escenográficos).
MUERTE OPULENTA: Ustedes ven ahora este mundo vacío.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Ocupado únicamente por nosotras.
MUERTE RATA: Porque hemos ganado una batalla.
MUERTE MUERTE: Y hemos perdido la guerra.
MUERTE OPULENTA: Les puedo asegurar que yo me lo tomé en serio a pesar de mi infinita
experiencia.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Tenía todas las perspectivas de convertirse en algo extraordinario.
MUERTE RATA: Pero nada es seguro en este mundo.
MUERTE MUERTE: Ni siquiera la muerte.
(Hacen aparecer y desaparecer los muertos de la representación
anterior. Algunos incluso levitan como en un número de magia
circense).
MUERTE OPULENTA: Funcionamos desde el parto hasta el final.
MUERTE MUERTE: Y después del final, cuando el último suspiro se tapa con tierra...
MUERTE MUERTE: Volvemos a empezar.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: La vida de nosotras es una sola brega.
MUERTE MUERTE: Y... no se ve, no se nota...
MUERTE OPULENTA: Pasa, segundo a segundo, desapercibida.
MUERTE MUERTE: Pero nosotras, hoy.
MUERTE OPULENTA: Aquí.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: La vamos a mostrar.
MUERTE RATA: En algo que es ya una leyenda...
MUERTE MUERTE: Una leyenda perdida.
MUERTE RATA: Una oportunidad desperdiciada...
MUERTE MUERTE: Que logró reunirnos.
MUERTE OPULENTA: Y... lo que para ustedes es difícil de creer...
MUERTE RATA: Apasionarnos.
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MUERTE MUERTE: Golpea, hermana, tus secas palmas para que empecemos. (De todos
los muertos sólo han dejado dos, situados en las dos laterales del
escenario. Están un poco desorientados. Van, uno después de otro,
a centro y se miran en un espejo invisible. Se “reconocen”,
regresan a los lugares donde los dejaron).
2
PRESIDENTE: ¡Empecemos!
ESPOSA: Tengo miedo.
PRESIDENTE: ¡Animo! ¿Has perdido la confianza en mí? ¡Responde! ¿Has perdido
la fe en mí?
(El Presidente va al armario y se pone el uniforme de
entrenamiento, mientras la Muerte Opulenta y la Muerte de Cuello
Blanco se dan unos toques de damas del gran mundo y se reúnen
con la esposa).
MUERTE OPULENTA: Debes reconocer que no está improvisado.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Que es reconocido en el mundo entero por su lucha sin tregua contra
las ratas.
MUERTE OPULENTA: Y que si ha llegado a una conclusión hay que tomarla en serio.
ESPOSA: Sí, sí, creo que sí... Pero me asusta. (Desaparece. El Presidente
regresa y se dirige a las jaulas). ¿Cómo han amanecido mis
estimadísimas enemigas? ¿Mis odiosas y puercas amigas del alma?
(La esposa aparece).
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Sin ti, él no puede alcanzar su meta.
MUERTE OPULENTA: Es lo que es gracias a tu ayuda.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Y, por supuesto, a su inteligencia excepcional.
PRESIDENTE: (Se colocan los protectores, dispara hacia las jaulas, caen ratas, las
otras chillan. La Esposa se estremece, se cubre la cara. Las muertes
la han abandonado).
PRESIDENTE: ¿No te vas a cambiar?
ESPOSA: Dame un poco de tiempo...
PRESIDENTE: (Quitándose los protectores). ¿Qué dijiste?
ESPOSA: Que todavía no estoy decidida.
PRESIDENTE: (A las ratas). ¿Le entienden? ¿Entienden ustedes lo que dice? Yo no
le entiendo casi nunca.
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ESPOSA: Deberías seguir con tus venenos. Con tus experimentos para
controlar el descontrol de esas bestias.
PRESIDENTE: (Va al lado contrario del armario, donde hay unos anaqueles. Abre
un cajón, saca un frasco). ¿Te acuerdas de éste? Míralo, míralo
bien. (Ella no mira). ¡Qué mal gusto tienes! Es precioso. (A
público). Empecé a usarlo hace unos...
MUERTE RATA: Veinticinco años, exactamente.
PRESIDENTE: (Sin verla ni oírla). Sí, sí... Febrero de 1945... En la primera
invasión. (Alza el frasco, lo sacude, lo enseña al público). Licua la
sangre... la riega por todo el organismo, la hace brotar por los
poros...
MUERTE RATA: En los suburbios, en los tugurios, en los extramuros, en las
alcantarillas, donde yo presto de día y de noche, humildemente mis
servicios, aparecieron las charcas de sangre. Era una asquerosa
masacre.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: La municipalidad tuvo un arduo trabajo de limpieza.
MUERTE MUERTE: Y dificultades para recoger los miles, miles y miles de cueros
resecos, erizados de pelos, garras y colmillos.
PRESIDENTE: Cinco años después había desarrollado un antídoto. ¿Recuerdas? (La
Esposa ha desaparecido) ¡Dónde estás! ¡Nadie puede escurrir el
bulto! ¡Tú menos que nadie! ¡Eres la esposa del Presidente del Club!
(Va al anaquel, saca otro frasco). Yo les salí adelante con éste.
MUERTE RATA: Vuelve la sangre una masa. El cuerpo se hincha. Una pelota con
pelos. Los muchachos jugaban con eso al fútbol en los suburbios...
El era el arcángel exterminador y ellas los demonios que seguían
viviendo.
PRESIDENTE: ¡Regresa, mujer! (La Esposa aparece). Ven, siéntate, tranquilízate.
Tenemos que entrenar.
ESPOSA: Debías insistir...
PRESIDENTE: (Va al anaquel, abre otro cajón, saca una cajita). ¿Recuerdas éste?
ESPOSA: ¡Tienes que inventar más y más y más! ¡Tú puedes! ¡No te des por
vencido!
PRESIDENTE: (A público). Es un antimetabólico. Impide la conversión del
alimento en energía.
MUERTE MUERTE: Las mata prácticamente de hambre.
MUERTE RATA: Se chupan, se secan como pasas y quedan patas arriba, en el puro
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esqueleto.
PRESIDENTE: No me doy por vencido, querida. Me doy por notificado. (En voz
baja). Nos han declarado la guerra... (En secreto). Tienen un plan...
Nos irán enrateciendo poco a poco... Se nos alargará el hocico. Nos
saldrán pelos por todas partes y nos crecerá la cola... (Desaparecen
el Presidente y su Esposa).
MUERTE OPULENTA: Era la tercera invasión.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Había ya tres ratas por habitante.
MUERTE RATA: Y algunas, grandes como perros.
MUERTE OPULENTA: Se especializaban en devorar gatos.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Se deslizaban en parejas, o en familias hacia las avenidas.
Merodeaban cerca de las oficinas de los grandes negocios, donde yo
tengo mi dominio.
MUERTE OPULENTA: Trepaban una que otra los muros protegidos por alarmas y
guardianes.
Entraban curiosas a mi reino y entre la cristalería y las joyas
aparecían, de vez en cuando, temblorosos, los hocicos.
(Desaparecen las muertes. Penumbra. Poco a poco se ilumina una
pantalla. Tras la pantalla van apareciendo seres en proceso de
enratecimiento).

ENRATECIDO 1º: En primer lugar uno pierde el interés cuando empieza a crecerle el
pelo. El pelo es una protección y, con el pelo, uno, que antes estaba
desnudo y, a veces, calvo, sin hablar de los lampiños, se siente
seguro. (Desaparece).

ENRATECIDO 2º: Cuando uno deja de tener el sentido del deber, le crecen las orejas y,
a medida que uno oye consejos piadosos... (Voces). ¡No huyas! ¡No
corras! ¡No escapes! ¡No te deslices! ¡No te escurras! Se le van
poniendo las orejas rosadas y cuando logra el tamaño normal y el
color propio de las orejas, dice: a palabras necias oídos sordos.

ENRATECIDO 3º: Cuando uno siente el placer del enratecimiento, le crece el hocico y
en lugar de trepar, en lugar de subir, uno siente el placer de bajar.
(Se hunde un poco). Cada vez más. (Baja más). Hasta descansar.
(Más todavía). En el último nivel. (Sólo se le ve la cabeza). De la
escala animal. (Desaparece. Poco a poco se apaga la pantalla.
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Aparecen el Presidente y su Esposa).


PRESIDENTE: (Saca de la jaula una rata muerta). Con mi último invento no
quedan restos. Ni siquiera vestigios. (La echa en una especie de
corneta que la deglute con una mezcla de ruidos humanos y
mecánicos). No se han inventado todavía el modo de resucitar, pero
se han inventado el de renacer, digámoslo con un término exótico,
de reencarnar en los enratecidos.
ESPOSA: ¿No vas a parar?
PRESIDENTE: Al contrario. Voy a ir más rápido, antes de que sea demasiado tarde.
Antes de que se siga extendiendo el enratecimiento y se acabe el
barniz que tenemos de civilización. (La lleva al centro de escena, le
da una pistola y le pone unos protectores en los oídos). No, no
cierres los ojos. Esto hay que hacerlo con los ojos bien abiertos.
Separa las piernas, enderézate. El equilibrio es una línea recta, una
plomada, que baja de la coronilla al culo y del culo al suelo. Estira el
brazo. (Ella estira el brazo y apunta al público). Mira aquí. (Le
señala la mira). Apóyate en la otra mano. Ahora gira. (Ella gira,
dispara y caen ratas. Se abrazan).
ESPOSA: ¡Lo hice! ¡Lo hice!
PRESIDENTE: ¡Lo hiciste! ¡Y muy bien! (Chillido de las ratas y rápidos
movimientos de entusiasmo de las muertes. Presidente y Esposa
desaparecen).
3
(Aparece Miguel. Un joven que, al cambiarse su ropa elegante por la de entrenamiento,
cobra una apariencia que recuerda la de un Supermán o un Rambo. Va a centro de escena y se
arregla frente a ese espejo invisible que, se supone, está entre él y el público. Dispara hacia su
propia “imagen” imitando pistolas con los dedos y con sonidos onomatopéyicos
convencionales). ¡Pa! ¡Pa! ¡Painnng! (Cae como muerto. Las muertes van apareciendo y, muy
lentamente, se acercan a él).

MUERTE MUERTE: ¡Muy gracioso!


MUERTE OPULENTA: ¡Me encantan estos ilusos que revientan de presunción!
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Regresan a la infancia en una máquina del tiempo tan diminuta
como sus propios cerebros.
MUERTE OPULENTA: Despilfarran vida.
MUERTE RATA: En una ciudad cercada por la muerte. (Miguel se levanta y empieza
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una especie de gimnasia “rock” que las muertes comentan con una
canción).
MUERTE MUERTE: Da gusto...
MUERTE OPULENTA: Me estremece.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Ver la vida estirándose.
MUERTE MUERTE: Retorciéndose.
MUERTE RATA: Saltando.
MUERTE OPULENTA: Tratando de fugarse.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: De escapar a la gravedad.
MUERTE MUERTE: (En voz baja y ronca). A la gravedad.
MUERTE OPULENTA: De las cosas serias.
MUERTE RATA: Espantosamente aburridas. (Miguel se queda quieto. Silencio.
Avanza muy lentamente hacia las jaulas).
MIGUEL: (Muy bajo). Vengo de abajo, del hueco, de allá de donde vienen
ustedes.
MUERTE RATA: Su padre era un borrachito enratecido hasta la médula de los huesos.
MIGUEL: Mi madre era una santa. Eso sí lo puedo asegurar... aunque no la
conocí... Pero no tengo ningún parecido con ustedes... (Va al
“espejo”). Nada de hocico... Un bigote correcto, orejas que
armonizan con el resto... ¿Armonizan? ¿Realmente armonizan con
algo? Es una vergüenza que los seres humanos tengan estos
pabellones... o cartílagos, o lo que sea... La naturaleza debió
inventarnos algo menos elemental... Ojos hermosos, soñadores,
todas las mujeres están de acuerdo... No mucho pelo en pecho...
(Con un alarido gira sobre sí mismo, saca la pistola y apunta a las
jaulas. Chillido de las ratas, desaparecen y queda una sola). ¿Qué
pasa? ¿Me pueden explicar qué se proponen? Tú. Has quedado tú
solamente. Camina. Camina un poco... Así me gusta. Pareces una
reina de belleza. Camina como ellas. Te perdono la vida si no
cambias de caminao... Si conservas el ritmo.

MUERTE OPULENTA: Estás esperando que baile, que mueva las caderas. ¡Allí la tienes!
(La rata baila). Está haciendo un show para ti.

MUERTE MUERTE: ¿Te divierte?

MUERTE OPULENTA: ¿Te excita? (Risotada escondida de las muertes).

MIGUEL: (A público). Es como matar una vedette... Una artista famosa.


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Tendría el carácter de un crimen...

(Las muertes se han sentado de espaldas al público, como si fueran


una prolongación de éste en el escenario).
MUERTE DE CUELLO BLANCO: No es una guerra común y corriente.
MIGUEL: (No ve las muertes. Se dirige al público). Por supuesto que no.
MUERTE OPULENTA: No es un combate cualquiera.
MIGUEL: Desde luego.
MUERTE MUERTE: No es un simple exterminio mutuo.
MIGUEL: Si acaso se trata de eso.
MUERTE OPULENTA: Ni un asunto de eficacia.
MIGUEL: Hay algo más...
MUERTE RATA: Hacía mucho que nada nos atraía tanto.
MIGUEL: Me lo explico... (Saluda levemente al público). Y me alegro de que
hayan venido.
MUERTE OPULENTA: No es ordinario un duelo semejante.
MIGUEL: No lo dudo.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Puede que no sea el fin del mundo.
MUERTE RATA: Quien quita.
MUERTE MUERTE: Todo pende de un hilo.
MIGUEL: (Corre hacia las jaulas). Y tú... ¿No vas a cantar? No se oye.
MUERTE OPULENTA: No canta para este mundo.
MUERTE RATA: Canta solamente para el mundo ratuno.
MUERTE MUERTE: Una viejísima ópera ratonesca
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Basada en un texto antiquísimo: la ratomaquía.
MIGUEL: ¡Qué extraño! (A público). Cómo somos de ignorantes... Uno
aprende cada día una cosa nueva. (A la rata). ¿Qué quieres que haga
contigo? (Aparece Marta).
MARTA: ¡Miguel! (Miguel se vuelve bruscamente y la encañona. Ella se tira
al suelo). ¡Cuidado! (Las muertes se desparraman).
MUERTE OPULENTA: Arrástrate. Arrástrate un poco. Eso es lo que a él le gusta.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Repta, deslízate hacia él como la serpiente del paraíso.
MARTA: Deja de apuntarme.
MIGUEL: No te me acerques.
MARTA: Con eso no se juega.
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MIGUEL: No estoy jugando.


MARTA: Hay reglamentos en el Club.
MIGUEL: Me importan un carajo los reglamentos. ¿Qué reglamentos cumples
tú?
MARTA: Todos.
MIGUEL: ¿Coquetear con el viejo es un reglamento?
MARTA: No lo llames el viejo. Es el señor Presidente del Club. Un sabio... Y
yo tengo mi modo de expresar la admiración.
MIGUEL: Muy original.
MARTA: Y no me vigiles.
MIGUEL: ¿Te crees irresistible?
MARTA: Irresistible será la otra. Yo soy insoportable.
MIGUEL: Eres una rata. (La rata chilla. Miguel se dirige a ella). ¡Tienes
razón! ¡Es peor que una rata! ¡Una rata en celo no se comporta
como ella! (Marta aprovecha el descuido y salta sobre él. Se
dispara la pistola. Los dos ruedan por el suelo).
MARTA: ¿Estás herido?
MIGUEL: No. (Chilla la rata, Miguel se dirige a ella) ¿Y tu? ¿Tu estás herida?
No. Sigues siendo la reina.
MARTA: (Devolviéndole la pistola). Soy así y hay que aceptarme así. (Se
sientan dándose las espaldas. Pausa. Silencio).
MUERTE RATA: Te gustaría matarla.
MUERTE OPULENTA: Hay una más o menos inocente que te espera en la jaula.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Y otra perversa que te atrae y te desafía.
MIGUEL: (Se levanta y apunta hacia Marta. Gira lentamente y apunta a la
rata). Mira bien. Mira cómo saco a alguien de mi camino.
MARTA: (Sin volverse). ¿Cuál es tu camino?
MIGUEL: Hacia arriba. Escalón por escalón.
MARTA: Soy un escalafón demasiado quebradizo.
MIGUEL: Hacia la dirección suprema.
MARTA: Allí está mi marido.
MIGUEL: No sirve. Te va a arruinar.
MARTA: Dispara.
MIGUEL: No necesito que me lo ordenes. (Pausa).
MARTA: Te tiembla el pulso. (Apunta con calma). Observa con cuidado. Has
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practicado poco. Soy una experta.


MIGUEL: No me cabe la menor duda.
MARTA: Donde pongo el ojo.
MIGUEL: Pones el culo.
MARTA: (Le da una bofetada). ¡Acertaste, hijo de puta!
MIGUEL: No lo vuelvas a intentar. (La sujeta. La sacude).
MARTA: ¡Eso! ¡Así! ¡Ven conmigo!
MIGUEL: ¡No! ¡Puede llegar en cualquier momento! (Miguel se quita el
uniforme del Club para ponerse su ropa, Marta lo persigue.
Aparecen y desaparecen. Chillan las ratas).
MUERTE RATA: Y las ratas se excitan. ¡Dios mío, se dicen erizadas, qué lindos
animales son los seres humanos! (Risotada escandida de las
muertes).
MUERTE OPULENTA: Y el marido sale de la casa.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Entra en su automóvil, cruza, impávido, las avenidas.
MUERTE RATA: Se detiene en una cantina de mala muerte.
MUERTE MUERTE: Tiene un incendio en el estómago.
MUERTE RATA: Que sólo se apaga con fuego.
MUERTE MUERTE: Porque escrito está:
Un clavo saca otro calvo.
MIGUEL: Es un perdedor nato. Nada lo ha contagiado. Ninguna de éstas lo ha
hociqueado, lamido o tocado siquiera. ¡Pero es un enratecido!
MARTA: Celos, resentimiento, envidias... Todo eso te va a matar. Ven.
MIGUEL: Debe estar por llegar y yo debo estar en mi sitio.
MARTA: Ni que fueras un esclavo.
MIGUEL: Soy un esclavo, pero un día seré el amo. (Desaparece. Marta lo
busca un poco. Mira al público).
MARTA: ¿Qué clase de animales son?
(Va hacia las jaulas). Me parezco tanto a ustedes que matarlas es
una especie de suicidio.
(Ríe, ríen las muertes, ríen las ratas. Son músicas distintas que se
mezclan en una armonía dantesca. De pronto ella corta todo
disparando enloquecida y matando montones de ratas. Silencio.
Pausa. Camina tambaleándose hacia una de las bancas. Se
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desploma). ¡Este juego acaba conmigo! Me aniquila y me resucita


cada día. (Va al “espejo”). A veces me descubro las grandes orejas
rosadas, los redondos ojos saltones, el hocico tembloroso y una
sonrisa con largos colmillos. (Se cubre la cara. Se inclina y vuelve a
mirarse al “espejo”). Luego aparece mi máscara. La de todos los
días. Recorro las arrugas con cuidado... Se han ido acentuando...
¡Dios mío, qué manera tan descarada tenemos de aceptarnos! ¡Debía
llegar un momento en que nos rechazamos de tal modo que allí no
aparece nada! Absolutamente nada. (Pasa a través del “espejo” y se
acerca al público). ¡Nada! (Gira. Camina lentamente y se desploma
en una de las bancas).
(Aparece Alfredo cantando, con otra letra, el himno del Club. Está,
como siempre, “a media caña”, pero maneja con maestría la
situación).
ALFREDO: Somos pocos y está bien, y esto es una estupidez... ¡Adelante, mis
valientes, pronto vamos a perder...!
(Se acerca a Marta, la mira largamente). ¡Marta! ¿Me oyes?
¡Marta! ¿Te han hecho algo?
MARTA: No necesito protección.
ALFREDO: ¡Cómo tienes la ropa!
MARTA: No me han violado ni nada por el estilo. (Sonríe). Venía tan
entusiasmada que no me cambié.
ALFREDO: Este vestido (toca la tela) siempre me ha gustado mucho.
MARTA: ¡Vamos al entrenamiento! (Va hacia los armarios). ¡Hay que
cambiarse!
ALFREDO: (Va hacia las jaulas). ¿Saben una cosa? Me gustan más que la
gente... Si en realidad tuvieran el plan de reemplazarnos me
parecería excelente. (A gritos). ¡Viva el enrateci-miento! ¡Quiero
enratecerme lo más pronto posible! (Trastabillea y cae en brazos de
Marta que aparece con su uniforme).
MARTA: ¡Cállate! ¡No digas bestialidades!
ALFREDO: Sólo quiero estar contigo. Vámonos, vámonos para la casa... Detesto
esto y no tengo el menor deseo de ir a la oficina.
MARTA: ¡Suéltame! Anda, vístete para el entrenamiento.
ALFREDO: Hoy no entreno.
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MARTA: Entonces, a dormir...


ALFREDO: ¿Solo?
MARTA: O con quien te dé la gana.
ALFREDO: Vine por ti. Te necesito.
MARTA: Voy a entrenar, ¿entiendes? (Se coloca los protectores en los oídos).
ALFREDO: (Le quita los protectores). Oyeme. Eres mi esposa... Necesito hablar
contigo.
MARTA: Pero yo no. (Se coloca los protectores, hace puntería. El se coloca
entre ella y las jaulas). ¡Qué estás haciendo! No vas a conseguir
nada... (Las muertes se hacen visibles. Se acercan).
MUERTE OPULENTA: A lo mejor sí...
MUERTE MUERTE: Claro que no. Es un juego.
MUERTE RATA: Pero existe el azar...
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Irán hasta el límite...
ALFREDO: Apunta, apunta sin miedo.
MARTA: Por favor, necesito completar mi cuota de esta semana.
ALFREDO: Complétala conmigo.
MARTA: Deja las payasadas.
ALFREDO: Mira mi hocico de perfil. Está creciendo... Y los colmillos también.
Poco, milésimas de milímetro... Pero mi dentellada es ahora
realmente peligrosa... Hace poco los hinqué en un cuello de
alabastro.
MARTA: Debió ser en la nalga de la patrona.
ALFREDO: Tú sabes que mi amor por la ilustre esposa del señor Presidente del
Club es absolutamente platónico.
MARTA: No la insultes. La pobre se merece otra cosa.
ALFREDO: Y... de vez en cuando hay que ser galante.
MARTA: Por supuesto.
ALFREDO: Galante no más, no como tú.
MARTA: No te metas conmigo.
MUERTE OPULENTA: Ya alzó el gatillo.
MUERTE MUERTE: Y va a disparar.
MUERTE RATA: Pero este cristiano no muere todavía.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: ¿Estás segura?
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MUERTE RATA: Segurísima.


ALFREDO: Eres una gran experta.
MARTA: Sí.
ALFREDO: Das en el blanco con los ojos cerrados... Vas a matar una rata a
través de mí.
MARTA: No entiendo.
ALFREDO: Tienes que matar una de las que están detrás de mí... sin tocarme.
MARTA: No me desafíes.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Puede adelantarse el fin...
MUERTE RATA: (Niega con la cabeza y con una risita que las ratas corean).
ALFREDO: Pertenezco a una especie que está desapareciendo... La gente
decente, la gente de alcurnia. Un lujo que ya no tiene razón de
existir... Si me matas no se pierde nada... Si matas una de las ratas
que está allí, detrás, sin tocarme, agregas un triunfo a los otros, una
medalla a tu colección.
MUERTE OPULENTA: Dale ese placer.
MUERTE MUERTE: Ya no le das gusto en nada.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Goza con ponerse en tus manos.
MUERTE RATA: Y tú también.
MARTA: Quédate quieto.
ALFREDO: Estoy quieto.
MARTA: No busques la muerte.
MUERTE OPULENTA: Porque la encuentras.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Siempre estamos listas.
MUERTE MUERTE: Y somos tan serviciales...
MARTA: Voy a disparar. (Dispara. Alfredo cae al suelo con un brutal aullido
de las ratas). ¡Alfredo! ¡Por Dios, Alfredo!
ALFREDO: (Se sienta. Muestra un agujero en el saco). La oí, la sentí... creí que
había cruzado las costillas y me di por muerto.
MARTA: ¡Payaso!
ALFREDO: Es cierto. Erré la profesión. (Marta saca una rata muerta). ¡Es mi
alma, Marta! ¡Me mataste el alma!
MARTA: En el circo te hubiera ido mejor.
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ALFREDO: El número tuyo, en cambio, fue una maravilla. Esta noche te


condecoro.
MARTA: (Echa la rata en la corneta y se producen los ruidos guturales). Esta
noche tengo algo.
ALFREDO: Vas a lograr que lo eche a la calle. Ya la cosa se está volviendo
pública.
MARTA: No acepto chantajes.
ALFREDO: ¡Tienes que entender!
MARTA: Qué cosa.
ALFREDO: Hay que manejar estos asuntos de otra manera.
MUERTE OPULENTA: El Club tiene su moral.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Y cuida su imagen.
MARTA: Maneja tus cosas como quieras. Las mías yo las manejo a mi modo.
ALFREDO: ¿Cuáles son mis cosas?
MARTA: No sé ni me importa. (Alfredo desaparece y ella va al “espejo”).
Puedes morir como una rata... O dominar como una reina (a las
ratas). Ustedes aceptan los sacrificios mientras les llega su hora...
¡Pero yo no! ¡Yo me voy a batir contra ellos y contra ustedes! ¡No
acepto el destino que me reservan ustedes ni el que ellos me
imponen!
5
MARTA: (Viendo la imagen de Rosa en el “espejo”). Buenos días.
ROSA: Buenos días, señora.
MARTA: Eres la nueva.
ROSA: Sí.
MARTA: Te trajo Miguel...
ROSA: Sí.
MARTA: ¿Dónde trabajas?
ROSA: En su empresa, señora.
MARTA: No. Creo que en la de la señora Presidenta del Club.
ROSA: ¿No es lo mismo?
MARTA: Sí y no.
ROSA: Bueno, yo trabajo en ese sí y no. Hago justamente el enlace.
MARTA: Estás enamorada de Miguel...
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ROSA: Sí.
MARTA: ¿No es la primera vez que entras aquí, verdad?
ROSA: No.
MARTA: Has entrenado con él aquí varias veces... Siéntate...
ROSA: (Se sienta).
MARTA: Eres muy joven. (Le acaricia la cabeza, el cuello, los hombros.
Rosa le retira suavemente las manos). ¿Qué pasa?
ROSA: No sé...
MARTA: ¿Te doy miedo?
ROSA: Sí (se levanta). ¿Qué se propone?
MARTA: (Se sienta. Habla fríamente, tomándole las manos). Matar ratas,
eliminar enratecidos, acabar con el enratecimiento y vivir cada
segundo como si fuera el último.
ROSA: (Recorre el recinto como enajenada). ¡Aquí estuvo Miguel!
MARTA: Sí.
ROSA: Con usted.
MARTA: (Gritando) ¡Sí! (Rosa desaparece). ¡Ven acá! ¡Regresa! (Rosa
aparece). ¡Siéntate! Estás aquí por Miguel y eso no está bien. Debes
estar por ti misma. Debes asumirlo como algo personal. (Rosa
empieza a alejarse de ella).
ROSA: Si fuera una enratecida... ¿Usted dispararía contra mí?
MARTA: Sin pensarlo dos veces. (Rosa desaparece a medias). ¡Regresa! No
tienes nada que ver con una enratecida.
ROSA: ¡Es que no puedo aceptarlo!
MARTA: Hay que defenderse.
ROSA: Sí, sí... pero no es lo mismo... ¡No son lo mismo las ratas y la gente!
MARTA: ¡Por supuesto que no! ¡Hay que matar a las ratas y a los enratecidos
para salvar la gente!
ROSA: ¡Y dónde está la gente!
MARTA: Nosotros sabemos dónde está la gente. Una mente superior dirige
esto y nosotros compartimos sus conclusiones y las llevamos a la
práctica... ¡Vamos! ¡Levanta ese ánimo! ¡Cámbiate!
ROSA: No.
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MARTA: Cómo que no.


ROSA: Primero debo aclararme la cabeza.
MARTA: No es algo de aquí. (Se toca la cabeza). Es del cuerpo. (Apunta,
dispara, gira, vuelve a disparar).
ROSA: ¡No, no quiero!
MARTA: No es de querer, es de hacer. ¡Es una guerra! (Gira en torno a Rosa,
dispara). ¡O se gana o se pierde! ¡O se muere o se sobrevive!
ROSA: ¡No más! ¡No más! (Escapa de Marta. Se sienta en una banca. Las
muertes se le acercan).
MUERTE DE CUELLO BLANCO: No tiene mucho que ganar:
MUERTE OPULENTA: Ni mucho que perder.
MUERTE MUERTE: Ni suficiente miedo.
MUERTE RATA: Ni bastante desprecio.
MARTA: ¡Rosa! (Las muertes desaparecen). ¡Levántate! ¡Colócate aquí!
¡Empuña el arma! ¡Dispara!
ROSA: (Obedece como autómata. Dispara una y otra vez, grita como una
salvaje. Chillan las ratas, ríen las muertes. Desaparecen las dos.
Por unos instantes el espacio está vacío).
II
1
(Las muertes sacan las jaulas, cambian las bancas, organizan la escena como un lugar
“abierto”, en relación con el público, como un lugar donde se hace una conferencia a la cual
asisten actores y público. Durante este trabajo, la muerte rata, dirá, cantará y recitará un texto
escandido).
MUERTE RATA: Hace ya tiempo que la paso muy bien en este lugar, donde las
muertes de la ciudad en un buen momento o en un mal momento –lo
mismo da– vinimos a parar.
La paso bien, es cierto. Y ellas me miran mal. (Las muertes
suspenden la tarea. La miran. La Muerte Rata se acerca al público).
Porque como carne y pruebo pastel siendo una rata de lodazal.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Rata maldita. Muerte de alcantarilla. ¿Es que no vienes a trabajar?
MUERTE RATA: Yo he trabajado toda la vida y ellas han ido de aquí para allá, de
funeral en funeral.
MUERTE OPULENTA: Di, muerte sucia,
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¿De qué mierda te las das?


(Desaparecen. En escena han quedado las bancas que “prolongan”
el público. Una mesa. Un asiento, una jarra de agua, un vaso. Los
elementos de una conferencia. En las bancas Alfredo, Marta, Rosa,
Miguel y la Esposa. Desde el primer momento Alfredo, que tras-
tabilla muy levemente, da la espalda al conferencista y mira al
público. Con un disimulado e inútil forcejeo la Esposa y Marta
tratan de acomodarlo de modo correcto. Miguel lo asesina con la
mirada, Rosa aplaca a Miguel. Hace su ingreso ceremonioso el
Presidente y va a la mesa).
PRESIDENTE: Distinguidas autoridades, honorables profesionales, destacados
académicos especialistas en la materia, queridos colegas, señoras y
señores... El propósito nuestro no es alarmarlos.
(Parsimoniosamente se sirve agua).
ALFREDO: Preocuparlos, solamente. (El Presidente llena el vaso).
MARTA: En el mejor sentido del término.
MIGUEL: La situación de la ciudad está llegando a un límite.
MARTA: Ustedes lo saben muy bien.
ALFREDO: La mayoría mejor que nosotros.
PRESIDENTE: (Que ha terminado su eterno vaso de agua). Se trata de prevenirlos
y prepararlos... Hombre avisado vale por...
ALFREDO: Todos los que estamos aquí. (Violentas miradas de Marta y Miguel,
mientras el Presidente, sin darse cuenta, bebe más agua, levanta la
mano y muestra dos dedos).
PRESIDENTE: Voy a empezar por el principio.
ALFREDO: Es lo más lógico.
MARTA: (Se le acerca). ¡Cállate!
MIGUEL: (Llevándose con disimulo a Marta). Doctor, por favor... (Al
público). En realidad no se trata meramente de una conferencia... Es
un club, no una secta... Admitimos el debate... Un poco de
democracia es indispensable.
PRESIDENTE: Y bien, señoras y señores, veamos algo... (Bajan las luces de escena
y se enciende la pantalla. En la pantallla un mastodonte y una rata).
He aquí un animal pequeño, modesto, pero de una antigüedad
verdaderamente respetable. Observémoslo moverse entre las patas
de un mastodonte.
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LA RATA: Cuando te vayas de este mundo yo seguiré aquí. Cuando se pierda tu


memoria y nadie sepa cómo o por qué y en qué momento
desapareciste de la faz de la tierra, permaneceré yo.
¡Oh mole peluda y milenaria! Roeré pacientemente tus huesos y lo
mismo ocurrirá con otras especies, especialmente con la especial
especie, la llamada especie inteligente que asiste hoy a esta
demostración.
ALFREDO: Y no se confíen del proverbio: guerra avisada no mata gente.
MARTA: Ellas saben cuándo y cómo acabarán con nosotros.
ESPOSA: Continúe, señor Presidente.
PRESIDENTE: La compañía del hombre o, si ustedes prefieren, del homínido, desde
esos remotos tiempos, fue la rata.
ALFREDO: Tuvo mal gusto desde antes de tener gusto.
MARTA: ¡Chissssst!
PRESIDENTE: Ya en las cabañas, construidas en los árboles, lo rodeaban las ratas
llamadas arbóreas.
ALFREDO: (Mirando a Miguel). Que nosotros llamamos trepadores o alpinistas.
PRESIDENTE: Después lo siguen a lo profundo de las cavernas...
ALFREDO: (Mirando a Marta). ¡Cuánta fidelidad!
PRESIDENTE: Y cuando se adapta al frío, al hielo, está allí la rata de las nieves
adaptándose con él... Luego la del trópico, la rata anfibia, la de los
pantanos.
ALFREDO: La rata unida a nosotros mediante el sacramento: hasta que la
muerte nos separe.
MUERTE RATA: La de ustedes, por supuesto. (Aparece una enorme mandíbula
ratuna y una cabeza humana).
LA CABEZA: He aquí una de las capacidades destructivas y demoledoras más
fuertes del mundo. El poder de trituración de estos maxilares
equivale, comparativamente, a doce toneladas por pulgada. (Se lo
traga, habla adentro). Guardadas las proporciones, la tarascada de
un tiburón. (Desaparecen y vemos un cerebro de rata seccionado).
PRESIDENTE: Y, lo más importante, uno de los cerebros más desarrollados, que
ocupa lugar de privilegio, al lado del que poseen el delfín, el mono y
el ser humano.
ALFREDO: Ciertos seres humanos... (El Presidente rompe el vaso, acuden
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Marta, la Esposa y Rosa a recoger los vidrios y a limpiar el agua


mientras se enfrentan Miguel y Alfredo sin llegar a tocarse).
PRESIDENTE: Ratas expuestas, durante los diez primeros días de nacidas, al
resisterio del sol, a choques eléctricos, a sustos o al agua helada,
aguantan no sólo el hambre y la soledad, sino que desarrollan una
voracidad por comprender... por dominar su circunstancia.
ALFREDO: Lo que no ocurre con nosotros...
ESPOSA: Señor Presidente, siga adelante.
MARTA: Te escupiremos del Club.
MIGUEL: Y de la vida.
ALFREDO: ¡Amenazas ratunas! ¡Signo típico de enratecimiento!
ESPOSA: El público lo sigue atento...
PRESIDENTE: (Tose, toma agua, en la pantalla las imágenes hablan, a su modo,
del texto). Los experimentos demuestran que, si se las acosa y se las
hacina, se desata la agresividad. No sólo se atacan unas o otras sino
que controlan la natalidad a su manera: devoran las crías. En la
actualidad no ocurre nada parecido, pese a estar sometidas a formas
extremas de hacinamiento. La población ratonil crece y cada una
parece saber cómo, por qué y hasta dónde.
ALFREDO: Lo que significa que piensan.
MARTA: ¡Por supuesto! Nos hemos creído los únicos seres pensantes en el
planeta y, mientras el orgullo nos pone una venda en los ojos, ellas
realizan un plan.
ALFREDO: Desde cuándo.
MARTA: ¡Ya! ¡Están enrateciendo la ciudad!
ALFREDO: ¿Por qué, precisamente, esta ciudad?
MARTA: ¡Porque la burocracia nos bloquea! ¡Está enratecida! ¡Las
instituciones están enratecidas! ¡Hay que acabar con los enratecidos
privilegiados y con los enratecidos sin privilegios! (Se apaga la
pantalla y se ve desaparecer las sombras y figuras en una
estampida. El Presidente derrama el agua que queda y salva sus
papeles. Hablan unos encima de otros).
PRESIDENTE: (A Marta). ¡Es una exageración absurda! (A Alfredo). ¡Y lo suyo es
un vil sabotaje! ¿Qué buscan? ¿Destruir el Club?
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ESPOSA: Ha sido dicho con las mejores intenciones.


PRESIDENTE: Pero ha sido dicho y es una solemne estupidez.
ESPOSA: Respetamos las autoridades.
PRESIDENTE: Amamos las instituciones.
MIGUEL: Lo que nos interesa es multiplicar los clubes.
MARTA: Acabar con el enratecimiento.
ESPOSA: Sí, sí, pero ¿cómo? ¡No todo es lícito!
MARTA: (A gritos). ¡Todo es lícito si saneamos la ciudad!
PRESIDENTE: Y ¿quién lo decide? ¡Maldita sea! ¡Aquí hay un orden!
MIGUEL: ¡Acabar con las ratas! (Enfrentándose a Alfredo). ¡Con todas las
ratas!
ALFREDO: Empezando por las de tu familia, las arbóreas o trepadoras... (lo que
sigue no se entiende).
PRESIDENTE: ¡Silencio! (Le obedecen, baja más la luz, todos se reúnen y,
sumisamente, cantan el himno del Club).
Himno del Club
Somos pocos, es verdad
y la lucha es desigual
pero es guerra y en la guerra
no se puede echar atrás.
Adelante mis valientes,
cada día seremos más,
pues la causa que nos une
día tras día se extenderá.
No dudemos, no pensemos,
no se puede vacilar,
si seguimos y seguimos
y seguimos sin parar
nuestro ejemplo de pioneros
poco a poco cundirá
y esta lucha tesonera
crecerá y crecerá.
Cada día, mis valientes,
cada día seremos más.
2
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(Cambio de escena. Volvemos al mundo cerrado del polígono, con furiosos chillidos de
las ratas. Mientras las muertes cambian la escena, con una luz que sube poco a poco, entonan
la oda a la lógica).
Oda a la lógica
MUERTE OPULENTA: No pierdan la razón.
Adelante mis valientes
cada día seremos más;
pues la causa que nos une
día tras día se extenderá.
No dudemos, no pensemos,
no se puede vacilar,
si seguimos y seguimos
y seguimos sin parar
nuestro ejemplo de pioneros
poco a poco cundirá
y esta lucha tesonera
crecerá y crecerá.
ROSA: (Apareciendo) ¡Miguel!
No hay nadie.
MUERTE OPULENTA: No, no hay nadie
MUERTE RATA: Tan sólo nosotras
MUERTE MUERTE: Que estamos siempre
ROSA: (Con un alarido) ¡Miguel!
MUERTE RATA: Alguien te está esperando.
MUERTE MUERTE: Alguien te desafía.
3
(Terminado el trabajo, salen las muertes. Queda el polígono solo, medio iluminado y,
poco a poco, aparece Miguel con el cadáver de Alfredo al hombro).
MIGUEL: Las comadres de ustedes lo mordieron. (Chillidos y agitación de las
ratas). Estaba tirado en el andén de una cantina de mala muerte... y
mordido. Tuve que acabar con él. (Aparecen el Presidente y la
Esposa. Miguel baja el cadáver de Alfredo, el cual cae en brazos
del Presidente).
PRESIDENTE: ¡Dios mío!
MIGUEL: Señor Presidente, usted conoció los síntomas... Este paciente los
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tenía todos. Ahora puede comprobar las mordeduras. Es un caso


ejemplar de enratecimiento.
PRESIDENTE: ¡Estúpido! ¡Tú no puedes decidir sobre un miembro del Club! (El
Presidente le pasa el cadáver a la Esposa).
ESPOSA: Sobre un hombre buenísimo. ¡Un alma de Dios! (Lo acaricia).
Débil, frágil, como todo espíritu superior, pero jamás enratecido.
(Le pasa el cadáver al Presidente mientras se enfrenta a Miguel).
No era uno cualquiera. Tenía nombre, apellido, alcurnia... ¡Has
cometido un crimen!
PRESIDENTE: Que acabará con el Club. (Deja el muerto solo, de pies un instante y
lo recibe la Muerte Opulenta que desaparece con él).
4
(Aparece Marta con otro cadáver a cuestas. Es una réplica del Presidente. Coloca el
cadáver en el suelo y Miguel lo sostiene).

MARTA: Aquí tiene.

PRESIDENTE: Pero...

ESPOSA: Eres tú...

PRESIDENTE: Sí... soy yo.

MARTA: No. Es el Presidente de una gran institución y de un club en pleno


auge.

ESPOSA: ¿Y cuál fue su pecado?

MARTA: Cada vez se inclinaba más a matar ratas y solamente ratas.

PRESIDENTE: Bueno, las ratas son la causa...

MARTA: Y el enratecimiento es el efecto. Hay que acabar con ambos...

¡Y con el efecto, sobre todo!

PRESIDENTE: ¡Ganaron las ratas! (Chillido, aullido de felicidad). ¡Silencio!


Lograron que ustedes se pasaran al lado de ellas. (Miguel se
escabulle, aparece la Muerte de Cuello Blanco y se lleva el muñeco
réplica del Presidente).

MARTA: ¿Yo? ¿Yo al lado de las ratas?

PRESIDENTE: Sí, tú... ¡Ya no hay remedio! ¡Nos enfrentaron entre nosotros
mismos! Era un plan infinitamente más refinado de lo que
sospechábamos. (Desaparecen).
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ROSA: (Apareciendo). ¡Miguel! ¡Miguel! (Desaparece y vuelve a


aparecer). No hay nadie.
MUERTE OPULENTA: No, no hay nadie.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Tan sólo nosotras...
MUERTE MUERTE: Que estamos siempre.
ROSA: (Con un alarido). ¡Miguel! (Desaparece. Una rata enorme empieza
a forzar los alambres de la jaula).
MUERTE RATA: Alguien te está esperando.
MUERTE MUERTE: Alguien te desafía.
MUERTE OPULENTA: Ven... Enfréntate a ella.
ROSA: (Aparece, ve la rata que ha sacado medio cuerpo de la jaula y
retrocede. Las muertes le hacen una especie de cerco).
MUERTE RATA: No vas a huir.
ROSA: Te voy a enfrentar... Juré enfrentarme a ustedes... (Toma una pistola
pero sigue tratando de escapar). ¡Miguel!
MUERTE OPULENTA: Es inútil.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: No lo llames.
MUERTE MUERTE: No vendrá precisamente a salvarte.
MUERTE RATA: Vendrá a enterrarte...
MUERTE OPULENTA: Miguel sabe lo que quiere.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Apunta.
MUERTE MUERTE: Nunca te comprometiste del todo con el Club.
Nunca te comprometiste del todo con la muerte.
MUERTE RATA: Y ella nos va a vengar. No es una rata cualquiera. Es tu verdugo.
(El arma no funciona. Rosa empieza a huir en círculo perseguida
por la rata que la alcanza y la muerde, con el grito de Rosa entra
Miguel y mata la rata).
6
MUERTE DE CUELLO BLANCO: He aquí al arcángel San Miguel.
MUERTE OPULENTA: Ha venido a salvarte.
MUERTE MUERTE: Te mandará al cielo.
ROSA: Sigue conmigo. ¡Hazlo rápido! Quiero que todo termine. (En voz
muy baja). Estoy condenada. Enratecida y tú lo has hecho ya
montones de veces... O lo hago yo. (Levanta la pistola a la altura de
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la sien. La acciona. La pistola, por supuesto, no dispara. Se la pasa


a Miguel. Este la examina).
MIGUEL: Cuando se encasquillan así no hay nada qué hacer.
ROSA: Pásame una que funcione. (Miguel le obedece. Ella repite el gesto
que parece durar eternidades. Le devuelve la pistola, va al
“espejo”). Estoy horrible... Quiero verme hermosa antes de que se
me alargue el hocico o aparezcan los ojos saltones...
MIGUEL: Hagamos un pacto.
ROSA: ¡Moriremos juntos!
MIGUEL: Sí.

ROSA: Porque yo te amo y tú me amas.

MIGUEL: Sí.

ROSA: No. (Regresa donde Miguel). No es cierto. No me amas... Pero si no


cumples el pacto te perseguiré el resto de tu vida en forma de rata.
(Alzan las armas. Ella dispara, se levanta, gira en un baile
fantástico y cae en brazos de las muertes. El baja el arma y,
cabizbajo, se acerca a las jaulas).

MIGUEL: Tenía que ayudarla y esa me pareció la forma más humana. (Las
muertes visten a Rosa de novia. La ponen de pies y Miguel se
coloca al lado de ella. La Muerte de Cuello Blanco hace una
pantomima de cura). Hubiera podido ocurrir si hubiéramos sido
otros... y, en ese caso, hubiéramos podido ser felices... o
espantosamente desgraciados... o una mezcla de las dos cosas.
Hubiéramos podido tener muchos hijos o ser completamente
estériles o... (Marta aparece y se lo lleva. Las muertes hacen
desaparecer a Rosa).

(Mientras despejan el escenario, como hicieron antes, para la “conferencia” del


Presidente, las muertes entonan la elegía a una oportunidad perdida).
Elegía a una oportunidad perdida
MUERTE OPULENTA: Y aquí, donde se preparaba algo extraordinario.
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Queda el vacío.
MUERTE MUERTE: Aquí, donde la oportunidad existió, donde acudimos las cuatro
muertes de la ciudad con entusiasmo...
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MUERTE RATA: Queda el olvido.


MUERTE OPULENTA: Nos engañamos a pesar de nuestra infinita experiencia.
MUERTE MUERTE: Hubiera podido ocurrir algo maravilloso un verdadero holocausto...
MUERTE DE CUELLO BLANCO: Y nos queda apenas en la boca un sabor amargo.
MUERTE RATA: (A las ratas). Ustedes seguirán amenazando a la gente. Y la gente
seguirá pareciéndose a ustedes.
MUERTE MUERTE: Pero una oportunidad como ésta no se da todos los días.

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(De manera muy ceremonial las muertes colocan en el centro de escena la mesa y dos
asientos. Cubren la mesa con un mantel. Traen, luego, los frascos de veneno y los colocan en la
mesa. Ponen flores, todo como si se tratara de un banquete muy aristocrático. Desaparecen y
un instante después aparecen el Presidente y la Esposa, avanzan hacia la mesa despacio,
sigilosamente y se sientan).
PRESIDENTE: (Alzando dos de los frascos). ¿Cuál prefieres?
ESPOSA: Me da lo mismo.
PRESIDENTE: ¿Crees qué deberíamos usar uno para cada uno?
ESPOSA: Me da igual.
PRESIDENTE: O quizá el mismo, como quien dice: unidos hasta la muerte.
ESPOSA: Tú decides.
PRESIDENTE: ¿Te acuerdas de éste? Cuando lo inventé creí que era definitivo.
ESPOSA: Lo será ahora.
PRESIDENTE: Ya lo creo. ¿Y éste? ¿Recuerdas éste?
ESPOSA: No voy a abrir los ojos.
PRESIDENTE: Nunca los abriste.
ESPOSA: Ahora menos.
PRESIDENTE: Somos unas ratas de tamaño gigante.
ESPOSA: Las mayores de la especie.
PRESIDENTE: Y las más evolucionadas. (Sirve unas gotas de los frascos y luego
un poco de vino).
ESPOSA: Pero no nos salvamos.
PRESIDENTE: (Saborea). Un vino excelente. Prueba un poquito. (Ella niega con la
cabeza). ¡Salud! (Beben. Pasan unos instantes. Luego se levantan,
dan unas vueltas, aparecen las muertes y caen en brazos de ellas.
Desaparecen y luego aparece la Muerte de Cuello Blanco con un
periódico).
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MUERTE DE CUELLO BLANCO: Como recuerdo queda esta nota aparecida en el periódico local: “El
doctor Venenum y su digna esposa fueron víctimas en la lucha que
se libra contra las ratas. La ciudad les prepara un homenaje”. (Deja
caer el periódico. Oscuro lento).
FIN

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