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CERCANO,
PERO INALCANZABLE
A
las historias de este catálogo (ciento ochenta y cinco, para ser exacto) las
escuchamos con Chiri de la boca de sus protagonistas, fumando y bebien-
do con ellos, en un viaje inolvidable que emprendimos justo después de
la final del mundo contra Alemania, en el Maracaná.
¡Qué dolorosa fue esa época! Pero no fue un dolor futbolístico. Me parece
que vimos el último peldaño de la vida y nos dio vértigo. A ver si lo puedo
explicar.
No estoy hablando de la vejez, pero después de esa final supimos que nin-
gún otro Mundial sería tan importante ni tan hermoso como aquél. Lo que
perdimos, junto al gol de Götze, fue la esperanza de vivir un Mundial mejor.
Y entonces nos pasó algo. No me acuerdo si fue Chiri que me llamó por
teléfono, o yo lo llamé a él, pero los dos tuvimos la misma certeza: teníamos
que irnos a la mierda, salir de nuestras casas, conocer gente extraña, hacer
algo fuera de lo común.
Nosotros no somos aventureros, somos sedentarios: nuestra amistad se tra-
ta de largos periodos de conversación separados por historias excéntricas bre-
ves que ocurren cada tanto. Creo que esa es la clave: los «separadores» hacen
que las nuevas charlas sean nutritivas.
Si dos viejos amigos recuerdan (cada vez que se encuentran) la misma
mejor anécdota del viaje de egresados, es porque se olvidaron de crear separa-
dores nuevos. Nuevas historias.
Por eso el Mundial de Brasil nos puso en alerta. Ya estábamos casados, ya
teníamos hijos, ya habíamos aprendido a fumar el porro de la madurez —el
que se pita despacio debajo de una parra—, hacía cuatro años que dirigíamos
Hernán Casciari
LA DE
LA INYECCIÓN
Por Carolina Fryd
boca abajo, me subí el vestido de florcitas Fue el pinchazo más doloroso del
celestes y rosas que no me sacaba ni para mundo. Estaba agravado por el engaño,
dormir, y me bajé la bombachita. Ahí, sin impregnado todo él de la frase lacerante:
que yo me diera cuenta, como una estrella «no-solo-no-era-cierto-que-mis-herma-
fugaz, como un rayo silencioso, entró y sa- nas-querían-jugar-conmigo-sino-que-me-
lió Zulma. tendieron-una-trampa». Esa noche, por
Zulma era una enfermera que hacía primera vez, conocí el filo de la traición.
una semana venía todos los días. Yo es- Aunque aún no sabía nombrarla.
taba haciendo un tratamiento, y cada vez
que sonaba el portero eléctrico, me esca-
paba y me escondía. El terror me parali-
zaba. Ese martes jamás olvidado todo le
resultó muy fácil.
Carolina Fryd
Xxx Martillera
Xxxx. pública. Antes fue traduc-
Buenos Aires,Xxxx
Argentina
| 19-- tora de inglés. Ama la música, viajar,
1966 el cine y el teatro.
LA DEL
DISFRAZ DE CONEJO
Por Daniel Infante
LA DEL
CASAMIENTO DE BARBIE
Por Estefanía Martínez
Estefanía Martínez
Es redactora publicitaria y escribe
Pehuajó, Buenos Aires,
mucho.
Argentina | 1985
LA DEL
PAYASO Y EL RATÓN
Por Federico Aicardi
12 | Te hacés grande cuando dejás de ver si no hay nadie detrás de la cortina del baño.
DE LA NIÑEZ Y LOS ALBORES DE LA VIDA
LA DEL
MONSTRUO CON
OLOR A CIGARRO
Por Felisa Stangatti
LA DEL
TESORO ARRIBA
DEL ROPERO
Por Gabriella Toso
pasa un vaporetto lejano. Busca su tarea y pero en la casa no hay ninguna. Intenta
se sienta en la mesa del comedor, el cuarto con toda sus fuerzas mover la mesa del co-
más elegante de la casa de los tíos. A la tía medor lo suficientemente cerca del ropero
no le gusta que ella se siente allí porque como para poder subirse y agarrar aquel
la mesa está muy decorada. En un rincón tesoro que es su única salvación.
tiene muchas fotos enmarcadas en cristales Marta quiere redimirse.
y plata. A Marta le encanta jugar con esas Con esfuerzo, sube primero a la silla y
fotos de personas a la que casi no cono- después a la mesa. Se estira en puntas de pie
ce, muchas de los cuales ya están muertas. para agarrar lo que busca. Un pequeño es-
Aunque sus fotos preferidas son la de su fuerzo más y lo tiene. Cuando al fin lo pue-
mamá de adolescente y la de sus abuelos de agarrar, se sienta en la mesa con las pier-
de viaje en Rusia. Cada vez que vuelve, la nas cruzadas y el objeto de sus deseos en sus
tía Loretta mira las fotos y suspira. Des- manos. La botella de plástico tiene forma de
pués las acomoda, pero nunca dice nada. virgencita y le parece mágica. Desenrosca
Le cuesta hablar y llora más fácil. Nadie la la corona que funciona como tapa y huele
entiende cuando habla llorando. el contenido. No tiene olor, piensa Marta.
También le gusta mucho acercarse a la Toma un trago y nada: sabor a agua, como la
jaula de Amedeo para molestarlo, y abrir la de la canilla. Entonces vacía toda la botella,
ventana que está sobre el canal para ver a lentamente, segura de que esa agua milagro-
los barcos y a los vaporetto, las maniobras sa hará volver lo que perdió.
que hacen, la gente que grita en dialecto, los Cuando los tíos finalmente vuelven,
turistas perdidos entre tanta agua. Hasta le encuentran a Marta llorando sobre la mesa
gusta el olor feo que sube, húmedo y áspe- que arrastró hasta el ropero.
ro. Pero el loro siempre se pone nervioso —¡Marta! —grita el tío Mario—. ¿Qué
cuando la ventana está abierta. Ahora, cuan- estás haciendo?
do Marta se acerca, Amadeo grita sin parar La tía se queda con la boca abierta. Sus
y golpea la puerta de la jaula con su pico. ojos que parecen estar por salirse detrás de
Entonces Marta recuerda que a veces su tío los lentes. Entonces los tíos perciben un aire
Mario le abre la puerta y entonces el loro fresco en la casa y miran hacia la ventana
vuela hasta la araña que está colgada en el abierta sobre el canal. Después ven la jaula,
salón para usarla como mecedora. también abierta, tirada en el piso y vacía.
Marta quiere ser buena, no la nena que —El agua de Lourdes no funciona —es
es. Pero nunca le sale. lo único que Marta alcanza a decir entre
Marta ya abrió la jaula. Después intentó sollozos.
agarrar aquello que desea y que está sobre
el ropero del comedor. Se subió sobre una
silla, pero la altura no fue suficiente. Por
eso ahora mira a su alrededor, buscando
una mejor idea. Lo único que se le ocurre
es subirse al ropero usando una escalera,
LA DE
LA OBSESIÓN
POR LA PATINETA
Por Javier Gallo
LA DE
LA MAMÁ DE EZEQUIEL
Por Leandro Rojas
El alcohol en gel es como pedir perdón. Nos deja tranquilos, pero no funciona. |21
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA PROFE DE INGLÉS
Por Lucía Salgado
LA DE
LA NIÑA Y LA «TORTA
DE COCAÍNA»
Por Maribel Herrera
Aún faltaban algunos años para que en Mari miró a su mamá que pasaba rápi-
la Argentina se relacionaran las cocinas con damente. Notó su cansancio y la llamó:
la cocaína, pero Mari, que todo lo sabía, y —Ma...
que si no lo inventaba, ya había descubier- —¿Qué? —contestó la mamá de Mari
to cómo relacionar estos términos, aunque sin frenarse.
no estuviera bien segura de lo que eran. —¿Querés una porción de torta de co-
—Es lo mismo, si no tienen cocaína le caína?
ponen harina, y punto —concluyó la niña, Por más apurada que estuviera, la
segura de estar en lo cierto. mamá de Mari siempre hacía lo que tenía
—No Mari, la cocaína no se usa para que hacer, así que en ese momento se fre-
hacer tortas. Es droga. nó de golpe. Lo cierto es que ella tampoco
Su hermano había introducido un nuevo sabía mucho del tema. Pero lo que sí sabía
término. Él tampoco sabía qué era la droga, era que no quería que sus hijos hablaran de
pero, al igual que Mari, él no sabía ser otro drogas.
que el hermano mayor. Y el hermano ma- —Te lo dije —susurró el hermano de
yor es la enciclopedia de los hermanos. Es Mari—, no se usa para hacer tortas.
el que sabe. Así que tenía que usar palabras —¿Pero... por qué no? —insistió la
nuevas, y que existieran, y de ser posible, niña.
que fueran muy usadas entre los adultos, La respuesta quedó pendiente. De un
porque eso es lo que hacían los hermanos cachetazo la madre bajó la mano de Mari
mayores, y punto. que no se atrevió a seguir preguntando. Y
—¿Por qué no se usa para las tortas? señalando con el dedo sentenció:
¿Qué es droga? —preguntó la niña. —La droga es mala, no hablen de eso.
Su hermano se alzó de hombros. Y punto.
—Es como la espinaca de Popeye pero
se come con la nariz.
En ese momento, la madre de los her-
manos pasaba por allí. En el año noventa y
tres, solo las familias muy bien acomoda-
das económicamente podían tener su lava-
rropas automático. No era el caso de la fa-
milia de Mari, así que su mamá enjuagaba
las prendas de los cinco integrantes de la
familia a mano. Esto le llevaba realmente
mucho tiempo. Además trabajaba. Por otra
parte, no podía lavar en cualquier momen-
to, principalmente porque la ropa se seca al
sol, y a la noche el sol se esconde, y la luna
no es tan efectiva como el sol para secar
la ropa.
LA DEL
DEBUT COMO
CONTADOR DE CHISTES
Por Martín Alday
algo gracioso. Recuerdo también la cer- Bajo los escalones emocionado, dis-
canía del micrófono, el ruido de los frutando del suceso. Ese camino hacia mi
parlantes, escuchar todo con eco, la visión familia lo recuerdo hermoso, triunfante.
particular que se tiene desde arriba de un Nunca me sentí más grande. Mis padres
escenario y los rostros sin cara. Bajaron me esperan en la mesa tablón con el or-
el micrófono a mi altura. La vista se me gullo de tener un hijo estrella. Me siento
nubló de la emoción. con ellos y mis hermanos esperando unos
A medida que voy contando el chiste mimos. Momento irrepetible. No hay nada
escucho risas. El calor de la gente está en como triunfar entre el público más difícil.
el escenario. Yo mismo disfruto mientras Mi madre sonríe contenta: su último
desarrollo el argumento. Elegí un chiste hijo varón, del que nada esperaba, había
con mucha trama, pero me tranquilizo al logrado el beneplácito del público a la tier-
escuchar las risas de fondo. La historia na edad de tres años. Su poca esperanza se
consiste en un cura que no acepta ayuda transforma en una pequeña caricia. Pero la
porque está esperando una intervención cara de mis hermanos me resulta indesci-
divina. A lo último, el cura se enoja con frable y, cuando cruzo miradas con Alber-
Dios. Todo un presagio, pienso ahora. to, mi padre, distingo que su expresión no
Un éxito rotundo, así lo siento. Nada es habitual. Siendo él un gran contador de
me detiene: soy un artista infantil en su chistes, esperaba otra mirada de parte suya.
primera presentación y estoy logrando lo Entonces mi viejo, tiernamente y con emo-
que el público quiere. Termino el chiste y ción paternal, me dice: «¡Lo contaste para
la gente aplaude a rabiar. el ojete!».
LA DEL
VALS INTERMINABLE
Por Nieves Battistoni
Nieves Battistoni
Rosario, Santa Fe, Licenciada en Letras.
Argentina | 1985
LA DE
LA PELOTA PERDIDA
Por Pablo José Torres
ma. Si te venía a la cara te jeteaba, como hipótesis, la única plausible, obligaba a mi-
se denominaba técnicamente al golpazo de rarnos de reojo.
la pelota en la jeta. Pero unos diez días después logramos
Había que estar más atentos para no esclarecer el hecho.
cometer estupideces y para aprovechar los La realidad, en ocasiones, es más llana
descuidos del rival. El juego nocturno brin- que nuestras especulaciones: el bombazo
daba algunas oportunidades adicionales. que se elevó en los aires aterrizó en el ex-
Es más, algunos jugaban mejor en lo oscu- cusado de la casa más cercana. Un excu-
ro. Tal vez tenían mejor vista o aprovecha- sado a la antigua, el típico baño al fondo.
ban con más destreza lo poco que se veía. Solo que este no tenía techo. Es más, casi
El Julito no era de esos. Su capacidad no tenía paredes: apenas se levantaban has-
de levantarte la chaucha en el fútbol diur- ta una altura suficiente para tapar las inti-
no se multiplicaba en la oscuridad. Podía midades del ocupante, pero no su cabeza.
ser que el viandazo fuera a la pelota o a tu Cuando el usuario era hombre, se alcanza-
pierna. Esa noche, con la pelota de Boca ba a ver su torso por encima de los ladrillos
nueva, estuvo preciso: le acertó al balón, sin revocar. Así que el balón le acertó al
que se elevó y rápidamente salió del campo excusado, rebotó en las paredes a medio le-
visual, ayudado por la oscuridad reinante. vantar y fue a parar al único lugar posible:
Todo lo que sube, baja… dicen. No fue el agujero del pozo.
el caso: vimos a la pelota subir pero nunca Ahí quedó hasta que alguien la vio.
caer. Al menos no dentro del potrero. Las ¿Quién la encontró? ¿Qué hacía mirando
protestas no tardaron en escucharse: «Pero hacia el fondo de un pozo cargado de mier-
loco, la tiraste a la mierda». Alguno agarró da? ¿Cómo la pescó para recuperarla? ¿A
el pullover que hacía de arco y rajó a su quién le tocó limpiar la número 5?
casa. Otros, más solidarios, empezaron a Tanto no recuerdo. Pero sí recuerdo la
buscar la pelota, tarea que en media man- alegría de volver a tener pelota, el nuevo
zana de pajonales no era sencilla. No se picado con algo de suspicacias respecto del
veía nada y fuimos desertando de a poco, esférico por su tiempo entre las suciedades
con la promesa de seguir buscando cuando del pozo y el alivio de saber que ninguno
la luz facilitara las cosas. se la había choreado.
Eso hicimos al día siguiente, pero tam-
poco la encontramos. La número 5 no es-
taba. La única explicación válida era que
algún vivo había llegado a buscarla sabien-
do que se había perdido, la encontró y se la
choreó. ¿Qué otra cosa podría haber pasa-
do? Eso instalaba un manto de sospechas:
el chorro tenía que ser uno de los jugadores
de la noche anterior, uno que sabía. O un
hermano de los jugadores nocturnos. Esa
LA DE
LA NIÑA «BOLA DE GRASA»
Por Patricia Mántaras
LA DE
LA ÚLTIMA VISITA DE LA ABUELA
Por Pilar Décima
LA DE
LA HERMANA MENOR
Por Sabrina Laura de Dios
LA DE
LA PRIMERA CURDA
Por Soledad Suárez
tual durante sus visitas. Habían dejado en el intento. La cosa es que terminé bajo ob-
la mesa de la cocina sus vasos, aún por la servación en el sanatorio, tomando juguito
mitad, y marcharon juntos hacia el fondo. en una cama que me quedaba enorme. Por
Mamá terminaba los preparativos, con- cuarenta y ocho horas fui la sensación en-
fiada en que el merengue se encontraba tre las enfermeras, que venían a conocer
bajo la vigilancia de alguno de los otros a la primera y más joven borrachita de la
ocho integrantes de la casa. Nunca enten- Navidad.
dió cómo fue que el hecho pasó desaperci- Así fue mi primera curda y no la re-
bido entre tanta gente. Cuando estaba por cordaré nunca; no tanto por los clásicos
llegar a la cocina, me vio venir a los tum- efectos de una resaca, sino porque solo tres
bos por el pasillo. Ya a lo lejos pudo per- meses atrás había soplado la velita de mi
cibir que algo raro pasaba. Largó todo lo primer cumpleaños.
que traía entre manos y, cuando se acercó
para hacerme upa, notó que el suave aroma
a perfume de bebé se había convertido en
un fuerte olor a bar de puerto.
Nunca descifraron cómo fue que trepé
a la mesa y alcancé a hacer fondo blanco
con los dos vasos. O cómo fue que el fuer-
te olor del espinillar no me hizo desistir en
LA DEL
JAQUE MATE IMPOSIBLE
Por Víctor Zambenetti
Víctor Zambenetti
Contador público y ajedrecista.
Ciudad de Buenos Aires,
Casado. Padre de dos hijos.
Argentina | 1978
Si tenés un gran futuro por delante, no ves por dónde vas. |39
Anécdotas mejoradas
LA DEL
RECITAL CON
UN HIJO DE SIETE
Por Ximena Álvarez
Ximena Álvarez
Abogada. También escribe, lee,
Ciudad de Buenos Aires,
pinta y mira fútbol.
Argentina | 1977
VERGÜENZAS
DE LOS
PRIMEROS AÑOS
CHIRI: Cuando íbamos a primer grado, Nicolás Ra- C: Y en la Edad Media directamente me prendían fue-
mognini y yo estábamos aburridos en el recreo y se nos go... ¿Vos te acordás cosas de cuando eras chico?
ocurrió entrar al baño de nenas de la Escuela Normal. H: ¡Miles de cosas me acuerdo! Las conté todas en
HERNÁN: ¿Vas a contar, así de entrada, algo de pe- unos de los libros que saqué este año: Los consejos
derastas? de mi abuelo facho.
C: ¡No! Era una aventura inocente, queríamos ver cómo C: Contame una.
era por dentro, qué había de distinto en ese baño. H: ¿Cómo «contame una»? Te mandé un ejemplar fir-
H: Mirá que están cancelando gente en Twitter por co- mado y dedicado a tu casa, hijo de una gran siete.
sas que ocurrieron en el pasado. ¿No lo leíste?
C: ¡Teníamos seis años, boludo! Y no tiene nada que C: El libro me llegó, muy linda la tapa... Pero no tengo
ver con algo feo. En todo caso fuimos precursores, tiempo para leerte.
porque los baños mixtos ahora existen en muchas H: ¿Desde cuándo?
partes del mundo, ya es algo natural.
C: Desde el regreso de la democracia.
H: Yo te aviso, nomás. Podés continuar.
H: Sos gracioso, pero no me voy a reír.
C: Entramos sigilosos, en puntas de pie, como hacía
la Pantera Rosa cuando no quería ser descubierta. To- C: Dale, contame un recuerdo que no esté en ese libro.
davía recuerdo la adrenalina de ese momento, la sen- H: Te voy a contar algo que nunca jamás te conté.
sación novedosa en el cuerpo, el miedo...
C: Me encanta.
H: ¿Y qué pasó?
H: Yo tenía once años, nosotros ya éramos muy ami-
C: Absolutamente nada. Salvo la ausencia de mingi- gos. Una tarde mi vieja me llevó a una modista a que
torios, todo era exactamente igual al baño de nenes. me ensanchara un pantalón. En un momento yo es-
Cuando nos dimos vuelta y giramos para irnos, de- taba en calzoncillos en el living de la señora, ellas se
cepcionados, nos esperaba la sombra gigante de la distrajeron para buscar alfileres y me robé el billete
celadora recortada en el marco de la puerta. de mil pesos con el que mi vieja le había pagado a la
H: El ogro de los cuentos. modista, y había quedado arriba de un televisor.
C: ¡Peor! ¿Sabés qué hizo esa señora? Nos agarró de C: No podés contar eso con normalidad. Hay muchas
las orejas y nos llevó al salón con la maestra. capas graciosas en esa anécdota.
LA DEL
HIPOCONDRÍACO
Por Agustín Ratto
Agustín Ratto
Papá de Felipe. Concubino de Ma-
San A. de Areco, Buenos
riana. Profesor de educación física.
Aires, Argentina | 1982
Qué celosos están los perros desde que el mejor amigo del hombre es internet. |45
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA CITA DOBLE
CON ANCIANOS
Por Daniela Goldes
LA DE
LA TROPILLA EN EL
TENEDOR LIBRE
Por Diego Ariel Vega
LA DEL
ALUMNO NUEVO
Por Diego Carlos Tosco
LA DEL
MUTANTE
Por Enrique Escudero Minaya
LA DEL
PORRO EN EL SHAMPOO
Por Francisco Sanguineti
54 | Qué bueno sería tener el futuro asegurado, aunque sea contra terceros.
DE LA AMISTAD Y LAS GRANDES LEALTADES
LA DE
LA NOCHE EN EL
«RECORDANDO»
Por Franco Santoro
como perfecto, salvo por un detalle: la fal- uno a uno prácticamente en silencio. Al
ta de efectivo reinante. llegar, el panorama no era menos deso-
Luego de la cena, saturada en harinas, lador, botellas pegadas a la mesada vaya
el grupo emprendió la marcha hacia el uno a saber adheridas con qué, la mar-
local bailable, un bastión de cuarentones ca de la suela de una zapatilla topper en
con alma de jóvenes y de veinteañeros la pared del ventanal y algunas moscas
con espíritu vejete, un lugar donde por al- completaban la escena. «Limpiemos un
gún raro motivo te permitían entrar con poco y esperemos a que se hagan las ocho,
una bomba molotov en llamas pero te lo que llega Fito (el fletero que algunos
impedían si llevabas puestas zapatillas sábados traía provisiones enviadas por
con cordones. Ese fue el primer e inespe- alguna madre dadivosa)».
rado escollo a vencer. Las ropas, que ya estaban pegadas al
«Las alpargatas no tienen cordones», cuerpo por la acción de la temperatura es-
esgrimió con dudosa parsimonia el único tival, fueron desapareciendo hasta quedar
integrante de los doce que no cumplía con la mayoría en calzoncillos, mientras algu-
el requisito, mientras el grupo urdía un nos conocían las virtudes de una extraña
plan repentino: entraría la mitad e inter- sustancia que el mundo suele llamar la-
cambiarían calzado dos integrantes por el vandina. Ocho menos cinco suena el tim-
ventiluz del baño que daba a la estación bre. «Voy yo», dijo Martín, casi dormido.
de servicio abandonada. Pero faltaba el «Che, ¿este salió en calzones a atender?».
tema de la plata. Nos miramos.
Después de cuarenta minutos de nego- Vivir en planta baja tiene la ventaja de
ciar intermitentemente con taquillera y pa- poder otear la puerta del edificio desde la
tovica, de jurar y perjurar que todo lo que propia y ahí estábamos, los tres disfrutan-
deciamos era la más pura y absoluta ver- do del espectáculo nudista. No era Fito, era
dad, y cuando parecía estar todo encamina- una señora con un changuito de manda-
do a la sola aparición del dueño y su okey dos, que dijo: «Querido, ¿no tendría algo
para el dos por uno, apareció en escena Él. de ropa para dar?». «No señora», contestó
«¿Ese es el dueño?», preguntó Fabio señalando su torso desnudo, «No tengo ni
en referencia a un hombre trajeado, de an- pa’ mi».
teojos oscuros y aspecto de manager de
boxeador. «No, ese es testaferro» respon-
dió el de seguridad, que ya estaba entrando
en confianza. La respuesta del negro fue
tan súbita como imprevisible, tan catastró-
fica como lapidaria: «Ah, ¿de los Testafe-
rro de Chascomús? Yo los conozco, dejá-
me pasar que lo saludo».
La vuelta a casa fue dura, las trece
cuadras de regreso nos vieron a despedir
Los borrachos, los niños y las caderas siempre dicen la verdad. |57
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA INICIACIÓN
EN EL HOTEL
Por Jhordan Ponce de León
Administrador de empresas, en
Jhordan Ponce de León
proceso de encontrar su vocación.
Cajamarca, Perú | 1985
Papá de Sebastián y de Valeria.
Conocer gente por internet es como leer el libro antes de la película. |59
Anécdotas mejoradas
LA DEL
BULLYING FEROZ
Por José Luis Sánchez Aguilar
José Luis
Sánchez Aguilar Llegó desde El Salvador a Buenos
San Salvador, El Salvador Aires en 2010 sin vuelo de regreso.
1989
O entrás a Facebook a mostrarte como sos, o a buscar amigos: las dos no se puede. |61
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA NOTEBOOK
DEL PARALÍTICO
Por Juanjo Conti
LA DE
LA DESPEDIDA EN
MAR DEL PLATA
Por María Laura Grillo
Sé que te debo una explicación, ¿te puedo pagar con excusas? |65
Anécdotas mejoradas
LA DEL
PERRO CULPOSO
Por Matías Fernández Burzaco
—Basta Mati, el día está hermoso —dice —Vení, Lobito, dame un beso —le digo.
mientras me saca el control—. Salí a ver el Él fija su tierna mirada en mi cachete,
sol. No podés quedarte encerrado. corre, apoya las patas en los pedales de la
Me lleva al patio. Ahí está Lobito, el silla y me atropella en un intento de abrazo.
perro que me cuida. Cuando lo trajeron yo Los pedales se van para abajo y se levan-
tenía catorce años. Pensé que al fin llega- tan las ruedas traseras. Me estoy cayendo
ba una mascota capaz de darme la patita y de cara al suelo. No puedo protegerme con
saludarme como nadie se anima; capaz de las manos, están encogidas. Me doy la cara
dormir en la misma almohada que yo, sin- contra el piso.
tiendo el aire del respirador en verano. Con Hay sangre. Un charquito se expande
el tiempo, Lobito se acostumbró a chupar- por el patio. Lobito la chupa. Después llo-
me la cara, a morderme procurando que no ra. Mamá escucha el golpe y baja en se-
duela y a acompañarme cuando intuye que gundos.
estoy mal. Si grito, Lobito viene corriendo —Ay, Mati, por dios, ¿qué pasó? No me
y se acuesta a mis pies. Si tengo fiebre, se puedo ir ni un segundo —me dice mientras
acomoda en el sillón del cuarto, el que usa me levanta del suelo. Después mira a Lobi-
la enfermera que me asiste en las noches. to—. ¡Vos, Lobito, andate! ¿Qué carajo te
Y si paso días sin salir de la cama, Lobito pasa? No podés saltarle así a Mati. Te voy
sube y entonces siento su cola alegre gol- a encerrar.
pear contra mi cintura. Mamá me sienta sobre sus piernas. Me
Ahora Lobito se relame en el patio. La pone un hielo abajo del labio y otro en
luz me llega y mamá sube de nuevo para el ojo derecho. Yo lloro sin ruido. Lobito
hacer jardinería. Hace un mes cumplí die- también. Todo es distinto desde entonces.
cisiete años. No me gusta estar solo. Nun- Pasaron ya tres años. Yo me recuperé
ca estoy solo. Anoche Lobito durmió en mi del golpe, pero Lobito no. Se porta conmi-
pieza y se tiró pedos que olí con la máscara go como si fuese culpable. Cuando estoy
puesta. Esta mañana se tira otro mientras cerca, camina como un perro mojado. No
yo miro las plantas. Grito para que mamá me mira a los ojos. Si le hablo, finge no
baje y me tape la nariz con la remera. escucharme. Si hago un caminito de co-
Silencio. mida balanceada, cuando le toca comer la
Pero Lobito sí me escucha. Me está mi- última, que está en mi mano, se echa a un
rando. Temo que haya llegado el momento: costado. Si mi acompañante lo agarra del
que se dé cuenta de lo que soy y me coma. hocico y lo apunta en mi dirección, Lobito
Me clava los ojos. Quizás me arranque la mira la pared. No sé si siente miedo o ra-
pera y se la lleve para siempre. Quizás me bia. No sé qué nos pasó.
saque la cabeza y se la muestre a mamá Solo sé que a la noche, cuando cree que
como si fuera un gato muerto. No suelta la duermo, se acerca a la silla de ruedas y, lar-
vista. Se me acerca de a poco. gamente, la huele.
Matías
Tiene una enfermedad rarísima. Estu-
Fernández Burzaco
dió periodismo y colabora en Perfil y
Buenos Aires, Argentina
Página/12. Escribe su autobiografía.
1998
LA DEL
MALETÍN QUE HABÍA
QUE DEFENDER
Por Matías Marceca Saule
LA DEL
BARRILETE EN LA PLAZA
Por Pablo Cambria
LA DEL
CONCHETO QUE
SE METIÓ A BRUJO
Por Santiago Alberto López
LA DE
LA CHICA BORRACHA
Por Santiago Gleizer
VAS A HACERME
UN REPORTAJE,
QUIERAS
O NO QUIERAS
LA DEL
DELINCUENTE PEREZOSO
Por Alan Mealla
78 | No creo en las conspiraciones. hay gente muy poderosa que no las permitiría.
DE LAS COSTUMBRES EN LA VIDA COTIDIANA
Voy a leerme la prensa para saber qué debo opinar de lo que me digan que ha pasado. |79
Anécdotas mejoradas
LA DE
MANOLO, EL COLONIERO
Por Álvaro García Sirvent
El papel sobrevivirá a internet: nadie se limpia el culo con una pantalla. |81
Anécdotas mejoradas
LA DE
LOS BILLETES PARA
IR AL DENTISTA
Por Ana Sachetti
LA DE
LA VECINA CHELA
Por Carla Rapetti Rivas
esposo colgamos una bandera del partido también por la roldana de Chela, que es-
de izquierda en nuestra ventana. Se ve que taba a cuatro metros de distancia sobre el
a Chela esto no le cayó muy en gracia, vacío. Me fui a trabajar orgullosa de mi
porque enseguida pegó en su ventana una victoria.
foto del candidato de derecha. Era espan- Cuando Chela volvió, yo no estaba en
toso tener al viejo mirando siempre hacia casa.
nuestra ventana, como espiando, pero la —¡Carla! ¡Carla! —gritó la vieja al ver
bancamos. la cuerda puesta.
No lo sabíamos, pero ese día Chela nos Mi marido se asomó a la ventana.
había declarado la guerra. Empezó por —¿Qué pasó, señora?
hablarme menos, hasta que decididamen- —¡¿Cómo hicieron?! ¿Dónde está
te dejó de saludarme. Cuando yo estaba Carla?
en casa, ella cerraba enojada sus cortinas —Señora —contestó Nicolás—, le pido
(cosa que no hacía antes ya que, muy a mi que respete la memoria de mi esposa y no
pesar, más de una vez la vi en tetas). Siguió ande gritando su nombre en pozos de aire
por golpearnos las paredes cuando hablá- —y antes de cerrar la cortina, agregó—,
bamos alto o cuando poníamos música, y hace meses que murió y aún no lo supero.
hasta llegó a quejarse con la administra- La mejor parte de la historia es que nos
ción. Nosotros, en contrataque, le tocába- mudamos ese mismo mes y Chela no vol-
mos timbre de madrugada o le bajábamos vió a verme. Aún sonrío al imaginar la cara
la llave de luz. de horror que puso. A veces, solo para di-
Pero un día pasó algo grave, muy grave: vertirme, paso por el edificio y le dejo en el
me cortó la cuerda. buzón un pedacito de cuerda.
Me hirvió la sangre. Quería encararla
y decirle que era una vieja de mierda con
olor a humedad. Pero Chela no estaba en su
apartamento. Nicolás, mi esposo, me dijo
que teníamos que ser inteligentes. Enton-
ces me acordé de la caña de pescar que mi
viejo le había regalado y que todavía espe-
raba ser estrenada. Así que pasé una cuerda
nueva por la anilla de la punta y, apelando
a mis aptitudes de pescadora y malabarista,
invertí treinta minutos en lograr que pasé
Mi vida tomó otro rumbo. Pobre infeliz, sin mí no va a saber qué hacer. |85
Anécdotas mejoradas
LA DEL
ENOJO FÁCIL
Por Carolina Rodríguez Spinelli
LA DE
LA ARMÓNICA
ROBADA
Por Diego Ignacio Castro
lo, el gran intérprete del Feliz cumpleaños pero ya no tengo al intérprete, ni tampoco
detrás del tubo. Entrando a esta década, el tengo el talento. Sigo sin recordar quién
gran intérprete de mi infancia se nos fue me regaló mi primera armónica, la perdi-
a tocar el arpa, como quien dice, quizás da. Será por eso que la seguiré buscando
para contagiarme de ese instrumento. Se toda mi vida.
fue mi abuelo y mi vieja, su hija, se acercó
a los pocos días y me dio como recuerdo
suyo una armónica, pequeña, de bolsillo,
pero no del bolsillo grande, del chiquitito
donde entran solo las monedas. Tuve en
mis manos, para siempre, la máquina ori-
ginal de los felices cumpleaños, y a la vez
una réplica de aquel instrumento con el
que alardeé aquella tarde infantil y que en
minutos me robaron. Tengo la armónica,
LA DEL
LIBRO DE NERUDA
DEDICADO
Por Gustavo Chiozza
amor y una canción desesperada. Mami Después papá se fue. Yo bajé para acom-
me dijo que te preguntara si lo tenés. pañarlo y, de paso, fumar un cigarrillo.
—Creo que sí —le respondí—. Dejáme Nos detuvimos en un quiosco, vi este li-
que me fije. bro y decidí comprarlo, aunque ya lo te-
No tenía ni la menor idea de dónde po- nía. Papá me dijo: «Dejá», y lo pagó él.
día estar el ejemplar que yo había leído en
mi juventud, pero estaba casi seguro de ha- ¿Lo compré para Nicolás? No lo sé.
ber visto en mi biblioteca uno nuevo. Estoy escribiendo esto por si algún día
—Aníbal nos dijo que, si se lo pedía- lo averiguo; estoy tratando de capturar
mos a nuestros padres, seguro íbamos a algo de todo lo inefable de aquel día.
encontrar alguna dedicatoria romántica en 15 de mayo de 1996.
el libro.
—Muy probablemente —observé—.
Pero no creo que vaya a ser el caso. Si no
me equivoco, el que tengo es nuevo.
Efectivamente, el libro que yo tenía era
nuevo. No recordaba cómo había llegado
hasta allí, pero tampoco me sorprendía de-
masiado. Suelo comprar más libros de los
que leo y no es raro que, si veo un libro que Primero con
leí hace mucho, que me gustó y que no sé
dónde está, lo vuelva a comprar. Saqué el sorpresa y luego
libro de la biblioteca y se lo llevé a su pieza con una mezcla
sin siquiera abrirlo.
—Mirá, está dedicado —me dijo Nico- de emoción e
lás cuando lo abrió. incredulidad,
Pensé que me estaba tomando el pelo,
pero no: allí estaba mi propia letra, mi firma empecé a leer
y una fecha. Primero con sorpresa y luego lo que yo mismo
con una mezcla de emoción e incredulidad,
empecé a leer lo que yo mismo había había escrito
escrito trece años atrás: trece años atrás.
La mañana del 13 de mayo de 1996, un
lunes, papá vino a visitarnos al sanato-
rio. Nicolás acababa de nacer la ma-
drugada anterior.
Estuvimos juntos los tres; Nicolás en
mis brazos, despierto y mirándome a
los ojos.
LA DE
SAVIOLA
Por Hernán Gérez Torres
Periodista deportivo. Ya no es un
Hernán Gérez Torres
delantero que atiende un call center,
Ciudad de Buenos Aires,
sino que trabaja como volante creati-
Argentina | 1992
vo en una agencia digital.
LA DEL
QUINTO COLECTIVO 166
Por Ignacio López
94 | La división de bienes es así: yo me quedo con todo lo que imaginé y vos te llevás todo lo que sos.
DE LAS COSTUMBRES EN LA VIDA COTIDIANA
LA DEL
CHICO EN LA
PARADA DEL 110
Por Ivana Mondelo
96 | Si vas a plagiar, probátelo antes, no vaya a ser cosa que te quede grande.
DE LAS COSTUMBRES EN LA VIDA COTIDIANA
LA DEL
PELUQUERO DE PEÑAROL
Por Javier Martínez
LA DE
LA VECINA FÓBICA
Por Josefa La Porta
LA DE
LA ESPERA EN EL MÉDICO
DE ADOLESCENTES
Por Juan Manuel Arias
atendido?». La secretaria me miró inex- nó: «A ver, nene, vení para acá que te voy
presivamente, dirigiendo su mirada a la a revisar».
sala repleta, replicó lacónicamente: «To- A esa altura, Pedro ya podía intuir el
dos esos». desenlace. Me miró y alzando la voz dije:
Intenté explicarle que mi turno empe- «Con este pelotudo no te vas a atender»,
zaba en veinte minutos y fui subiendo el y con la mirada le indique la puerta de sa-
tono de voz hasta que mi queja se hizo au- lida. El médico perdió toda compostura y
dible en toda la sala. Me pidió que calmara, haciendo airados ademanes apoyó su mano
que tenia que esperar. Le dije en tono fir- en mi espalda apurándome. Mientras salía
me: «Ok. Vuelvo en veinte». del consultorio, me di vuelta, lo miré y le
Cuando volví no habían llamado a nin- dije: «No me vuelvas a tocar».
gún nuevo paciente. Me levanté, fui hacia Nos dirigimos hacia la puerta, con el
la recepcionista y exclamé: «Ya es la hora». médico detrás y a los gritos. Bajamos un
La señorita transmitió nuevamente mis escalón y cuando estábamos saliendo a la
reclamos al médico, me pidió paciencia y calle intentó empujarme. No logró su co-
dijo que el doctor estaba terminando de metido. Me di vuelta y con mis dos manos
atender y me llamaría. le di un topetazo gritándole: «Te dije que
Al fin se abrió la puerta del consultorio. no me tocaras». El doctor Salinas retro-
Salió una mujer junto a su hijo, y escuché cedió asustado por mi reacción, tropezó
el grito del médico: «Arias». con el escalón y cayó de espaldas sobre
Cruzamos toda la sala, con los ojos de el piso. Los resignados pacientes miraban
las madres clavados en nuestras espaldas. azorados. Me abalancé sobre su cuerpo, lo
Al entrar al consultorio había decidido dar tomé del delantal. En ese momento, Pedro
por superado el mal entendido. El médico me tocó el hombro, diciendo: «Papá, mejor
nos recibió con una filípica que intentaba vamos», y así hicimos.
justificar su demora, sermoneándonos so- Años mas tarde, mi hijo invitó a almor-
bre sus más de veinte años como profesio- zar a Candela, su primera novia. Allí nos
nal, su prestigio y dedicación a los pacien- enteramos que su apellido era Salinas y
tes, y las causas por las cuales se demoraba que su papá era médico de adolescentes.
en atenderlos. Escuché pacientemente, y
luego le respondí con tranquilidad, pero
el clima se cortaba con un cuchillo, hasta
que abruptamente, se dirigió detrás de un
biombo donde había una camilla, y orde-
LA DEL
PADRE, TREINTA Y SEIS
AÑOS DESPUÉS
Por María Andrea Ganoza Bogdanovich
Aproveche nuestra promoción, para que nos aprovechemos de usted y quedemos a mano. |103
Anécdotas mejoradas
las uñas y veíamos la novela. A los siete Chocotejas que comprabamos en la esqui-
meses de la partida de papá llamaron del na de Diez Canseco y Alcanfores, de por
colegio para hacerme unas evaluaciones. qué se había ido, del café, de otras estupi-
Yo fui nerviosa, nunca me gustaron los deces tan divinas que hacen lo cotidiano;
médicos, siempre me ha parecido que se pero no fue así. Los recuerdos de lo que
creen que saben más de uno que uno mis- nunca paso, siempre son más nítidos, qui-
mo. Pero nada, tuve que ir y completar un zás porque su contenido varía sin pedirle
dibujo de una niña, de una familia y unas permiso a nadie. La verdad es que no re-
sumas y restas. Me daba mucha ansiedad cuerdo de qué hablamos esa tarde, quizás
salir mal en las restas porque sospechaba ninguno pronunció palabra. Solo recuerdo
que todo eso era porque el médico creía que antes de irse me preguntó por Rosina
que era tonta. Dibujé rápido tres mujeres diciendo: «¿Y tu hermana tuvo otra hija?».
de la mano y sin perder más tiempo enfo- Le dije que mi hermana solo tenía un hijo
qué mi energía a las matemáticas. Después de tres años llamado Lucas. Sonrió y me
de las pruebas, salimos a celebrar que no dijo que tenía que irse.
tenía nada malo y fue un verdadero alivio. Solo horas después, mientras empacaba
Ahora, sé que esa evaluación no tenía papeles viejos, entendí el recelo de Rosina
nada que ver con mi inteligencia. Ahora hacia mí: no eran celos, sino quizás culpa
todo es más claro, aunque hubiera prefe- o vergüenza de madre adolescente que le
rido seguir en la confusión. Cuando mamá deja su hija a su madre porque no sabía ni
murió fui yo quien tuvo que regresar a la cómo ocuparse de sí misma.
casa grande. Rosina ya estaba casada y con
hijo y no tenía tiempo extra para la terrible
logística post muerte. Mientras empacaba
la ropa para el entierro, sentí a alguien en-
trando por la puerta del fondo. Era papá,
lo intuí de pronto. Su rostro no era lo que
recordaba, pero de alguna manera sabía
quién era.
Salí y nos sentamos en la gradas del jar-
dín, quizás debimos haber pasado, e invi-
tarle un café, conversar sobre esos treinta
y seis años sin vernos, de cómo elegí es-
tudiar psicología para entendernos, de los
María Andrea
Psicóloga. Madre de gatos y doma-
Ganoza Bogdanovich
dora de elefantes. Felizmente casada.
Trujillo, Perú | 1986
LA DE
LA BÚSQUEDA DE LA BELLEZA
Por María Inés Ching
106 | Soñar no cuesta nada más que tiempo, que vale oro.
DE LAS COSTUMBRES EN LA VIDA COTIDIANA
LA DEL
VENDEDOR EN
EL COLECTIVO
Por Maximiliano Carrizo
salir a trabajar puerta por puerta. Sí, era de que no paraba de hablar y nos decía que
esos que te tocan timbre y un día te ofre- tenía un perfume original de Paco Raban-
cen libros con recetas, al otro día un set de ne, aunque le faltaban algunas letras en la
cuchillos y al siguiente una caja de lápi- etiqueta.
ces de colores. Y ahí aprendí que la clave —No se dejen engañar, muchachos
para vender es el chiste fácil. Existen dos —decía el perfumero—. Esto es marca,
posibilidades: una es que el cliente sonría esto es clase, pero posta.
y compre; la segunda es quedar como un Seguimos caminando. Creo que Lucas
boludo. Esta última suele repetirse muy ya se había dado cuenta de su error: segu-
seguido. ramente el vendedor de magia y el de los
Decidí bajarme en la misma parada en perfumes también habían tenido un pasado
la que se bajó el vendedor de alfajores. oscuro pero ¿a quién le importaba? Ellos
—¿Cuánto salen los alfajores de choco- necesitaban vender y nosotros aprender.
late? —le pregunté. Hoy me tomé el mismo colectivo de
—Quince pe la bandeja, amigo. siempre. Ahí lo vi a Lucas. Su tono de voz
—Ah, entonces escuché bien. era diferente. Ahora hablaba casi como un
Él me miró sin entender. presentador de circo:
—Lo que pasa es que con todo el ruido —Buenas tardes, señores pasajeros. Mi
no entendí si vendías masitas o si eras de nombre es Lucas y les traigo la solución a
esos pastores que veo en la tele —le expli- algunos de sus problemas. Sí, a usted, se-
qué—. Dame una. ñora, que está volviendo de trabajar y no
Soltó una sonrisa tímida y me contó sabe cómo acompañar esos ricos mates. O
que, desde que sale a la calle, siempre dice a ese grupo de chicas que están al fondo
lo mismo; que hasta él se cansó de escu- y están yendo a la facultad con la panza
charse. Yo no sabía qué era lo que él tenía vacía. Los nuevos dulces que no engordan,
que decir, pero estaba seguro de que lo que que hacen que un mate sea más que un mo-
venía diciendo no era lo mejor. Todavía le mento agradable. Son los últimos que me
quedaban bastantes alfajores para vender y quedan. Los primeros los vamos a vender
a media mañana se le iba a hacer difícil. después.
Me dijo que a veces a la tarde se vende un Una señora dejó de hablar para reírse,
poco más. una chica puso en pausa Spotify y un señor
Decidimos caminar un poco. A esta al- sacó quince pesos para comprar la primera
tura ya éramos casi amigos. Hasta discutía- bandeja.
mos de fútbol. Nos fuimos hasta el centro, Me tomo el colectivo seis días cada se-
donde vimos a un señor que vendía un par mana. Tres de ellos me divierto escuchan-
de mazos de cartas, acompañados por una do a Lucas.
hoja y una lapicera. Todo eso era el «set
de magia para los amigos». También nos
cruzamos con un vendedor de perfumes
108 | Algunos días son mejores que otros. Son los que están en las vitrinas bajo llave.
DE LAS COSTUMBRES EN LA VIDA COTIDIANA
LA DEL
ÚLTIMO CASO DE
LA ABOGADA
Por Mónica Aguirre
LA DE
LA PREGUNTA MATERNA
Por Paula Mercurio
LA DE
LA CAMPERA ATORADA
Por Raúl Enrique Leiva
Dejé de hacerme problemas cuando descubrí que se podían comprar hechos. |113
Anécdotas mejoradas
LA DEL
MANTEL CON
BERENJENAS CHIQUITAS
Por Ricardo Levy
LA DE
LA SORDOMUDA
Por Rocío Rodríguez Almaraz
cía al momento de entregar los prácticos. nos daba pie para empezar a trabajar la pri-
En diagonal tenía a una chica de brackets mera consigna. La miré. Me miró. Reímos.
que me sonreía para que la eligiera; tenía Sonaba una balada ochentosa en mi cabe-
atascado algo de lo que había comido la za y todo se teñía de azul. Hasta que la vi
noche anterior. De repente una hoja se de- mover los brazos de una forma compulsiva
slizó sobre la mesa. «¿Te gustaría ser mi y hablaba y no le entendía, las palabras me
dupla?», alcancé a leer en una tipografía llegaban en gritos y espasmos.
perfecta. Miré la mano que alzaba la hoja «Te enganchaste con la sordomuda»,
y seguí el brazo que conectaba ese papel me dijo el pibe que solo aparecía al mo-
con el resto de una chica con la que nunca mento de las entregas. El forro que nunca
había cursado. ¿Cómo negarme, mujer de hizo nada en toda la carrera. Ella era una
manos chiquitas y exactas? luchadora y yo también. Así que la agarré
Antes de contestarle escuché el último de su mano chiquita y perfecta, y le dije
nombre de la lista. «¿Chamot? ¿Bárbara más con una gesticulación que con pal-
Chamot?». Ella levantó la mano y entendí abras: «Vamos a hacer que esto funcione».
que éramos uno para el otro. Era bárbara Creo que me entendió porque sacó una
y Llamot, como si una publicidad de per- Mac y empezamos a trabajar como si nos
fumes hubiera orquestado ese momento. conociéramos de toda la vida.
Pero cuando sos un pibe de barrio y la vida Y lo intenté. Juro que intenté que fun-
te sonríe, hay que desconfiar. Siempre hay cionara, pero vivía en Zárate. Todavía no
un truco, algo que mide hasta donde esta- había llegado la banda ancha. Cada vez que
mos dispuestos a llegar, al punto de hacer- la llamaba por la campaña de Tulipán tenía
nos dudar si realmente es lo que deseamos. que hablar con su vieja jubilada para que
Rogaba que nadie apareciera para reclamar hiciera de intérprete. Las llamadas de larga
a Bárbara antes de que el profesor nos sen- distancia, más largas porque teníamos un
tenciara a estar juntos. Miré a mi alrededor punto intermedio en nuestra comunicación,
y nadie dijo nada, y mientras ella agregaba terminaron por quebrar mi economía. Has-
algo en el papel con esa letra tan prolija, ta que un día lo supe, esperando en Li-
pensaba que estas últimas palabras iban a niers el primer colectivo que me llevaba a
terminar por dejarme solo. Zárate. Me vino como las grandes ideas le
«Vivo en Zárate, ¿te jode?», leí. En- vienen a los grandes hombres, mirando una
tonces yo tenía dos horas de ida para ir a zapatilla marca Adippas en el puesto de un
la facultad y no tenía idea dónde quedaba mantero. No es lo mismo una Ch que una
Zárate. ¿Cómo me iba a molestar si estaba Ll. Era redactor y debía saberlo.
en la misma? Si esa era la gran dificultad
que iba a intentar separarnos estaba dis-
puesto a jugármela. En esa época ya tenía-
mos mensajes de texto, mails y banda an-
cha. Le dije al profesor que sí, que ella era
mi dupla. Él lo anotó en su lista mientras
LA DEL
REZO EN FAMILIA
Por Rosario Marina
LA DE
LA GITANA
Por Silvia Giglia
Silvia Giglia
Le gusta conversar, escribir, leer.
Lomas de Zamora, Buenos
Compartir mesa y comida casera.
Aires, Argentina | 1963
LA MANZANA
AGUSANADA
DE CONFUCIO
CHIRI: Creo que desde que tengo treinta años todas C: Le recomienda a todo el mundo ser un gusano de
mis anécdotas pertenecen al segmento de vida co- su propia manzana y estar a gusto ahí, haciendo túne-
tidiana. les entre el carozo y la pulpa.
HERNÁN: A mí me pasa algo parecido, pero me pa- H: A mí no me gustaría que Confucio me dijera gusano.
rece que eso tiene que ver con que hace un tiempo C: Es una metáfora. Y tampoco sé si es de Confucio.
largo que tanto vos como yo no salimos mucho de Ni siquiera sé si está bueno el consejo, pero me pare-
nuestras casas. ce un acto muy del hombre, en general, eso de inven-
C: Vos salís, hacés un montón de viajes para leer tarse un marco teórico para justificar excentricidades
cuentos. o pelotudeces. Yo cito a Confucio.
H: Antes de la pandemia había agarrado una especie H: Sin embargo, si me das a elegir qué tipo de histo-
de envión. Pero después vino el bicho y nos encerró a rias me gustan, yo creo que siempre voy a elegir las
todos, y ahora ya no sé si quiero volver a salir. historias de vida cotidiana.
C: ¿No extrañás los teatros, los viajes, los aviones, los C: ¿Lo decís para consolarme?
hoteles? H: No, en serio. No me interesan tanto las grandes
H: Te escucho enumerar esas cosas y ya me canso... hazañas, los viajes reveladores, las narraciones en las
No. Quiero estar en mi casa, leyendo cuentos por que cada cinco minutos las cosas explotan o alguien
streaming hasta que me venga a buscar la parca. grita del susto... Me quedo con las historias chiquitas,
C: No seas exagerado. que suceden en pocas locaciones, con personajes
que siento que conozco y que me puedo encontrar a
H: Las aventuras están sobrevaloradas. la vuelta de la esquina.
C: No estás hablando vos, habla tu vejez. Y además C: No me acuerdo quién decía que el verdadero gran
estamos conversando en medio de una revista de error del hombre es querer salir de su habitación. Que
anécdotas. No podés decir eso, no le hace buena pu- si no quisiéramos viajar tanto, mudarnos, tener un nue-
blicidad al producto. vo trabajo, probar la vida en otra ciudad, cambiar de
H: ¿Vos sabés que las grandes anécdotas de aventu- pareja, progresar, etcétera, todo sería más fácil y ha-
ras y viajes son una edición fraudulenta de miles de bría menos guerras y muchas menos complicaciones.
horas muertas? Son fragmentos cortos, pequeñísi- H: Me suena mucho esa idea. Creo que estaba en un
mos. La gran parte de los viajes son esperar, vomitar, libro de Piglia, pero no era una idea de Piglia. ¿O de
intoxicarse, dormir y no recordar. Auster? No me acuerdo, estoy viejo. Pero se parece al
C: Capaz que es eso. Que me olvidé... Pero siento que consejo de Confucio.
no me pasan grandes cosas desde hace mucho tiem- C: «Ser un gusano en tu propia manzana y estar a gus-
po. La última gran salida, si no recuerdo mal, fueron to ahí, haciendo túneles entre el carozo y la pulpa».
los viajes para el taller de anécdotas.
H: Exacto. ¿Sabés cómo se llama eso en esta época?
H: Claro, es lo que cuento en el prólogo. Pero es ver-
dad: ya no salimos a buscar aventuras como cuando C: Cuarentena.
éramos jóvenes, querido amigo entrecano. H: Tú lo has dicho, querido amigo.
C: Yo me guío por lo que dice Confucio.
H: ¿Qué dice?
LA DEL
CUADRO DE
NANO SÁNCHEZ
Por Alberto Raiser Patiño
podía pagar ninguno porque el dinero que ría venderle el cuadro por cien dólares a su
tenía era tan poco que hasta me parecía un nuevo amigo Alberto.
insulto ofrecérselo. Le pedí disculpas por Al día siguiente me despertaron unos
haberlo hecho llamar así. golpes en la puerta. Mi resaca era inso-
—Habla, Alberto. Dime, ¿cuánto me portable y no podía recordar ni cómo me
ofreces por el más chico? llamaba. La que golpeaba era la adminis-
Aquel cuadro me gustaba mucho en tradora de la pensión para decirme que
realidad. el señor Sánchez me estaba buscando.
—No es que quiera ofrecerte cien dó- «Quién mierda es ese Sánchez», pensaba
lares por ese cuadro —le expliqué—, sino yo mientras me tambaleaba hacia la re-
que es lo único que tengo acá y mañana cepción. Cuando llegué reconocí a Nano.
vuelvo a Lima. Estaba abrazado al cuadro y su estado era
Nano se rió aparatosamente y me abra- todavía peor que el mío.
zó con cariño. Así son los abrazos entre —Acá está tu dibujo —me dijo son-
borrachos, aunque solo se conozcan desde riendo.
hace una hora. Luego desbarató el marco, sacó el vi-
—¿Sabes, hermano? Me has caído muy drio, hizo un rollo con el dibujo erótico y
bien y lo estamos pasando de berraquera. me lo dio.
Me gustaría poder regalarte el cuadro, pero —Buen viaje —me dijo—. Ojalá vuel-
así es el negocio. Lo que voy a hacer es… vas algún día para seguir conversando de la
Un chileno interrumpió ese sagrado vida. Cuídate mucho.
momento amical. Era un tipo elegante, pla- El cuadro está sobre la cabecera de mi
tudo y pedante. Se presentó ante Nano (nos cama desde 1991, hace ya veintisiete años.
ignoró a los otros tres borrachos) y habló Y eso que me mudé cinco veces desde en-
muchas tonterías sobre el erotismo en los tonces.
dibujos para finalmente sacar su chequera
de manera histriónica y decir que se lleva-
ba en ese instante el cuadro de los trescien-
tos dólares.
—No puedo vendértelo, discúlpame
—le respondió Nano.
—¿Por qué? —preguntó seriamente el
chileno.
—Porque acabo de vendérselo a mi
amigo Alberto hace unos minutos, pero
gracias por tu interés.
El chileno se retiró derrotado y yo que-
dé estupefacto. Después todos se rieron a
carcajadas. Nano dijo que detestaba a los
chilenos, especialmente a ese, y que prefe-
LA DE
LA ALARMA DE
LA RESIDENCIA
Por Alejo Ares
Los impuestos, para evadirse, se van de vacaciones a los paraísos fiscales. |127
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA ALFOMBRA DE
MARRAKECH
Por Alejo Gómez Jacobo
LA DEL
PERRO QUE
ODIABA A SU PAPÁ
Por Angelita Balcázar Rojas
130 | Me gusta mezclarme con gente que importa, por eso frecuento aduanas.
DE LOS VIAJES Y LOS RECODOS DEL CAMINO
LA DEL
VIAJE A CAMAMÚ
Por Dardo Adrián Ceballos
132 | Odio a la gente que tiene prejuicios. Por suerte no conozco a nadie así.
DE LOS VIAJES Y LOS RECODOS DEL CAMINO
LA DEL
DESAFÍO DEL HEMIPLÉJICO
Por Diego Hernán Farías
134 | No me gustan los viajes largos porque siempre llego a las mismas conclusiones.
DE LOS VIAJES Y LOS RECODOS DEL CAMINO
do otra y que en el próximo viaje le traería miseta. Dicen que no es justo, que yo me
una. Así estuve un largo rato, esquivando abusé y que lo lógico sería que le diese
el desafío. No podía jugar unos penales alguna ventaja. Uno propone achicar el
contra un hemipléjico. arco y, sin que yo alcance a responder,
A partir de entonces, Juan cambió su corre los ladrillos unos metros al mismo
estrategia y empezó a cargarme. Me chi- tiempo que me muestra el certificado de
caneaba por ser porteño y ahora también discapacidad. Otro dice que el empate de-
por mi nuevo rol de cagón: «¡Meta, chan- bería favorecer a Juancito. Varios aplau-
go, no se me cagué, eh!». La banda trataba sos aprueban esa moción.
de convencerme diciendo que Juancito no Estaba solo contra todos. Pero yo no
era ningún tonto, que pateaba bien y que quería perder mi camiseta. Retenerla era
se las rebuscaba al arco. La verdad es que mucho más importante que arriesgar mi re-
yo solo quería que me dejaran y terminar putación de buena persona. Estaba jugan-
de una buena vez con el tema del pedido do contra un hemipléjico, es verdad, pero
insistente. Y también, un poco, la camiseta igual tomé carrera.
de San Martín. Le pegué con el alma.
Finalmente, me convencí y terminé Podría no haber aceptado la camiseta de
aceptando los benditos penales. Después San Martín, pero todavía está en mi casa.
de todo, la idea no había sido mía y Juan Cuando me preguntan por ella, digo que
Sanguinetti no era ningún retrasado, así fue un regalo.
que sería una contienda honesta. Además,
yo no era ningún cagón.
Primer penal: Juancito fuerte al medio.
Atajo. Iba a embolsar pero puse las manos
para que rebotara. Pateo yo mi primer tiro:
displicente, esquinado y suave. Ataja él con
la mano sana. Va el segundo de Juan y me Me toca a mí:
confío: gol. Empato pateando un poco más
fuerte, más esquinado y al palo de la hemi- si meto, gano.
plejia. ¡Qué Juancito, ni qué ocho cuartos!
Cuando atajo su tercer penal, el tullido
En ese momento,
Sanguinetti ya parece cansado por tanto es- el público tucumano
fuerzo. Me toca a mí: si meto, gano.
En ese momento, el público tucumano
propone un cambio
propone un cambio de reglas. Los mismos de reglas.
chicos que antes me alentaban para que
acepte el desafío haciendo hincapié en la
entereza física y mental de Juancito, ahora
me lo muestran como un pobre discapa-
citado maltrecho que solo quiere una ca-
LA DE
LA MADRE ENOJADA
EN CHINA
Por Fernando Julio Valdés
LA DE
LA CASA DE LOS
ARQUEÓLOGOS
Por Gala Décima Kozameh
LA DEL
SUSTO EN LA ISLA
COLOMBIANA
Por Gimena De Rosa
Gimena De Rosa
Feminista. Licenciada en Sociología
Ciudad de Buenos Aires,
(UBA) y Periodista (TEA).
Argentina | 1989
LA DEL
PIQUE MACHO
Por Guillermo Movia
Hasta ese momento, las pocas mujeres metía pan tras pan en la boca y, cada tan-
que nos habían atendido no solían hablar- to, un trago de Fanta. La señora lo vio y le
nos. Tan solo las palabras necesarias para ofreció agua y leche, pero Pablo no aceptó.
decirnos que habían entendido el pedido. Tampoco logró probar un nuevo bocado.
Esta vez aparecieron una señora y su hija. Su plato quedó casi intacto.
Sonreían, como todas, pero ellas sí nos mi- Cuando finalmente pudo hablar, me
raban al hablar. La madre nos explicó los contó acerca de la similitud entre el tomate
platos, todos recomendables. Cuando Pa- y el locoto. Por las dudas yo me cuidé y
blo y yo nos decidimos por el pique ma- saqué todo lo rojo que había en mi plato.
cho, la mujer hizo una mención al locoto, Al final, pensando que ya había aprendi-
un pimiento que, parecía, no era apto para do las diferencias con el tomate, me hice
turistas. Esteban, precavido, decidió pro- el canchero y probé sin querer uno de los
bar un guiso. Por último, pedimos una ga- pimientos. Pablo lo había masticado y tra-
seosa: una clásica Fanta, y no una de esas gado, pero yo nunca fui valiente. En cuanto
con nombre gracioso como Clarita, Turbia, sentí que mis labios se dormían, lo escupí.
o Morena. No pude hablar por dos horas.
Esperamos tranquilamente, solos. Pedimos la cuenta, que fue un asalto
Mientras tanto nos trajeron la Fanta y para nuestros bolsillos universitarios, y
unos panes. Aprovechamos para planear volvimos al hotel con cierta sensación de
los próximos pasos del viaje. Más allá de haber sido derrotados por una cultura mi-
la puerta se escuchaban ruidos. La comida lenaria. Una cultura que había aprendido
tardaba, pero éramos hippies pacientes y el cómo reírse de los turistas que buscaban lo
día era nuestro. auténtico.
Por fin llegaron los tres platos. Enor-
mes, repletos de comida. Habíamos en-
contrado el lugar perfecto, lejos de otros
argentinos (siguiendo ese deseo que tienen
algunos turistas de intentar alejarse de los
otros turistas). Sabedores de la fama que Volvimos al
antecedía al locoto, probamos la comida
cautelosamente, pero no hubo picor en ese
hotel con cierta
primer bocado. Esteban se levantó para sa- sensación de haber
carnos una foto que demostrara más tarde,
cuando reveláramos el rollo en Buenos Ai- sido derrotados
res, qué significaba un verdadero almuerzo por una cultura
boliviano. Pero, mientras enfocaba, noté la
incomodidad de Pablo, que se había puesto milenaria.
rojo. No le había visto una cara de deses-
peración similar ni cuando le había salido
el 475 en el sorteo del servicio militar. Se
LA DEL
YANQUI QUE NO QUISO
SACARSE FOTOS
Por Javier Dubra
caba que Kieran había estado tomando —Fallé —nos dijo—. Cuando vuelva
mucha cerveza: estoy jodido.
—Siete ya ha pedido hoy —me dijo. Pero, mientras tanto, Lima le daba sus
Noe me señalaba los dientes. Eran tan satisfacciones. Se estaba haciendo la den-
chatitos que daban impresión. tadura a nuevo (por un precio módico) y
A la noche, Noe quiso ir a conocer el se enamoraba de cada peruana que cruzaba
bar favorito de Joaquín Sabina en Lima. en la calle. Pero para no meterse en pro-
Cuando estábamos saliendo lo invitamos a blemas, solo salía con prostitutas. Soñaba
Kieran, que aceptó encantado. La pasamos con llevarse a una chica para trabajar cama
muy bien. Se podía hablar de todo con el adentro en su casa porque a su esposa tam-
gringo. bién le gustaban las mujeres.
A medida que pasaban las cervezas, Se hicieron las doce y nos dijo que te-
Kieran nos empezó a contar que era un nía una cita con una chica en un hotel, pero
granjero que jamás había salido de Cali- estaba tan feliz charlando con nosotros
fornia. Había viajado para visitar a una pri- que nos ofreció acompañarlo y pagarnos
ma que tiempo atrás se había casado con una habitación y una puta para nosotros. O
un peruano y ahora vivía en un pueblo en una habitación sola. O una cerveza. Cual-
la cordillera. Después nos aclaró que, en quier cosa, con tal de que por favor no
realidad, no era su prima, sino la hija de lo dejáramos solo y no cortemos ese her-
una persona muy especial para él, un señor moso momento. No quisimos romperle el
a quien le debía muchísimo respeto. Y que, corazón, así que subimos al taxi con él.
en realidad, tampoco había venido a visi- Cuando llegamos al hotel, el conserje le
tarla, sino a deshacerse del peruano para presentó a la chica y Noe le pidió que nos
llevársela de nuevo a Estados Unidos. Pero saque una foto a los cuatro. Kieran se puso
cuando llegó a la casa vio que la mujer era nervioso y tapó la cámara.
tan feliz y el peruano le cayó tan bien que —Please, no photos of me on the in-
no pudo hacer nada. Toda esa vida le pare- ternet —nos pidió—. It’s for your own
ció tan hermosa que se volvió a Lima. security.
Javier Dubra
Ciudad de Buenos Aires,
Argentina | 1981
LA DE
LA APARICIÓN
DEL PERRO
Por Julián Manuel González
LA DEL
FUTBOLISTA GRIEGO
Por Marcela Baruch
LA DE
LOS TRAFICANTES
DE CIGARROS
Por Mariza García
Mariza García
Paraná, Entre Ríos, Aventurera.
Argentina | 1966
Tengo un chiste sobre la demagogia, pero ustedes seguro que ya lo saben, capos. |151
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA INYECCIÓN EN TILCARA
Por Martina Neumarkt
LA DEL
TURISTA EN SAN FERMÍN
Por Torto
154 | Mi hijo cree que es una bici. Yo le digo que baje un cambio.
DE LOS VIAJES Y LOS RECODOS DEL CAMINO
Torto
Carlos Casares, Bs. As.,
Argentina | 1985
Aprenda cómo ser un buen peatón en tan solo seis pasos. |155
Anécdotas mejoradas
LA DE
LAS COSAS PERDIDAS
EN EL DESIERTO
Por Paloma Reaño Hurtado
con golosinas del siglo pasado, sillas dete- horizonte. No existe, pensé. Nuestro futuro
rioradas, el noticiero como voz en off. tampoco. Mi rostro era un collage de risas
Al fondo, el desierto quieto. tontas y gestos de furia. Bienvenida, auto-
Finalmente entré. El baño era una ruina. complacencia.
Apestaba y solo había una infame ventani- Pero un accidente puede ser una lec-
lla en el techo. Y yo con esta resaca, pensé. ción. Ya está, me dije. Uno pierde cosas en
Limpié un poco los bordes del inodoro y la vida: el tiempo, por ejemplo.
me apoyé con la mano izquierda sobre la De pronto, el silencio me dejó oír esa
pared para no llegar a sentarme. Me aco- intermitencia aguda, ese silbido breve de
modé precariamente, meé y salpiqué. Una los vehículos cuando retroceden. Regresa-
mosca intentaba salir. Su vuelo tosco di- ban por mí. No podía creerlo. Recogí mi
bujaba los límites de nuestro espacio. Abrí sandalia abandonada y, con una risa y cu-
la llave para lavarme las manos y el agua bierta por sudor nervioso, miré a la gente
cayó en un hilo demasiado delgado, calien- del restaurante que, sacados de su rutina,
te, hirviendo. contemplaban el espectáculo ajeno.
Al salir del baño todo pasó rápido. Pri- Caminé hacia el bus, que me esperaba
mero oí el sonido del motor arrancando a botando un humo oscuro. Al entrar, algu-
mi derecha. Después vi el bus que avanza- nos aplaudieron. Otros fruncieron el ceño.
ba despacio. El panorama se abrió y apare- Yo sonreía avergonzada.
ció la pista negra, despejada y larguísima. —No saben qué susto —murmuré, to-
Estaba delineada por los mojoncitos del ki- davía agitada y aturdida por el extraño
lometraje y se perdía en una curva al final triunfo de volver al bus.
del horizonte. El bus aceleraba. Una mese- Avancé entre los asientos como un es-
ra me miró de manera ausente. Las moscas pantapájaros hasta alcanzar mi sitio. Lue-
dejaron de revolotear. El viento se apagó. go, el silencio del desierto volvió a devo-
Todo se detuvo. Todo, menos el bus. rarnos a todos.
Grité desesperada y corrí con un trozo No recuerdo en qué momento volví a
de papel higiénico en la mano. Perdí una quedarme dormida, solo que me adorme-
sandalia pero igual seguí corriendo en cá- ció el grave zumbido del bus atravesan-
mara lenta hacia una meta que se alejaba do unas costas que recuerdo amarillas. El
cada vez más rápido. Durante esos segun- cielo, altísimo, y el mar, tan parecidos los
dos, sentí que el desierto era una ciudad gi- dos al mediodía. Repasé recuerdos en una
gante y vacía. La gente, toda la gente, se es- carretera sin nubes. Ciertos errores, tan pa-
taba yendo en ese bus. Con mi mochila. El recidos a la verdad. Sentía que todo era un
bus desapareció en la curva y no lo vi más. ir y venir, una tregua, un giro.
Descalza, como un juguete destartala- Esa misma tarde me emborraché.
do, me senté en la pista ardiente y pensé
en las cosas que había echado a perder; en
la ridícula decisión de escapar de la ciu-
dad para dejar de beber. Fijé la vista en el
LA DEL
CHINO SIMPÁTICO
Y ANFITRIÓN
Por Romina Iúdica
LA DE
LA FIESTA DEL PULGA
Por Tamara Grosso
160 | Noé, la puta madre, ¿qué te costaba sacar dos mosquitos del arca?
DE LOS VIAJES Y LOS RECODOS DEL CAMINO
Es la segunda remera beige que me regalás. Que sea la última beige. |161
Anécdotas mejoradas
LA DEL
VIAJE CON CECILIA
LLORANDO
Por Verónica Marcet
DESDE
ITALIA
CON AMOR
CHIRI: El otro día vi una película italiana de principios H: ¿A ver?
de los sesenta que se llama Il Sorpasso, con Vittorio C: Hay que dividir las películas viejas en cuatro o cinco
Gassman y Jean-Louis Trintignant. Es genial. episodios y verlas como si fueran una serie corta. Yo lo
HERNÁN: ¿Vos mirás películas en blanco y negro para hago y me funciona.
hacerte el intelectual y después venir a alardear acá en H: Yo también engaño al cerebro a cada rato, con
las sobremesas de la revista? otras cosas. ¿Y sabés qué me llama la atención?
C: No, boludo. Me gustan las comedias italianas. C: ¿Qué?
H: ¿Incluso en blanco y negro? H: La facilidad con que se deja engañar, el hijo de puta.
C: ¿Qué tiene que ver el color de las historias, si las C: ¿Viste? Es la edad. A mí me pasa lo mismo y creo
historias son buenas? que es porque me desconcentro rápido y me olvido,
H: A mí ya me cuesta incluso ver Seinfeld porque no incluso del engaño.
está en 16:9. H: Me preocupa el deterioro de nuestra capacidad de
C: ¿Qué canal es ese? atención, querido amigo.
H: No es un canal, boludo, es una proporción de vi- C: ¿La tuya y la mía, o en general?
sionado. Seinfeld es de principios de los noventa, y H: No, en general. Ya nadie se puede concentrar en
está en 4:3. nada. No sé si nos fuimos a la mierda como humani-
C: 4-3, 4-3, 4-5-6... ¡Na-na-nara, nana-naná! dad, o si nos volvimos más exigentes como especta-
H: ¿Vos te das cuenta de que te vas a desnucar un día, dores... ¿Está bien o está mal lo que nos pasa?
no? ¿Cómo podés hacer eso con el cuello a tu edad? C: No tengo la menor idea... Pero en los viajes se da
C: ¡Explota explota mexpló! un proceso parecido.
H: Te vas a hacer mal ese movimiento de cuello, en serio. H: No te sigo.
C: Lo tengo controladísimo. C: Cuando estás viajando es más raro fijar la atención
en una sola cosa.
H: Me estabas contando de una película italiana.
H: Es verdad.
C. Il Sorpasso. Cuenta la historia de un viaje corto a
bordo de un auto descapotable, que se da espontá- C: Todo pasa más rápido o más lento, pero es como si
neamente entre dos tipos que se ven por primera vez. el tiempo transcurriera de otra manera y las cosas se
vivieran de otra manera.
H: ¿Está buena?
H: Depende del viaje, también.
C: Excelente. La trama funciona como una anécdota
de viaje y bien podría haber estado en este número. Te C: Por ejemplo... Para enamorarse bien hay que venir
la recomiendo mucho. al sur. ¡Truc!
H: Dos por tres me recomendás una película vieja, y H: ¿Viste que te iba a pasar? ¡Yo te dije!
yo te lo agradezco en el momento e incluso mi cerebro C: Ayudáme. Creo que me quebré el cuello.
piensa que te va a hacer caso, y hasta entro al link en H: Sos muy pelotudo, Christian Gustavo. Es contrac-
YouTube que me mandás, etcétera... Pero a los dos tura.
minutos me pongo a mirar los recomendados del cos-
C: Todo bien, me quedo leyendo la revista. ¿De qué
tado de YouTube. No puedo con ese cine.
son las anécdotas que vienen?
C: ¿Por?
H: De amor.
H: Siento que a la mayoría le sobran una cantidad de
C: Sin amores, quién se puede consolar, sin amores,
minutos insoportables.
esta vida es infernal. ¡Truc!
C: Hay un método para eliminar esa sensación, y es bas-
H: Ahora sí te quebraste el cuello.
tante útil. Sobre todo para la gente pelotuda como vos.
LA DE
LA LUCHA POR COTY
Por Amadeo Zanotti
historia de la noche y sin entender mucho, caminar hacia mí. Lo que en otro momento
sonrió y la empatía fue inmediata. Al irnos, hubiese sido el paraíso ahora era la peor
Coty se ofreció a llevarnos en su auto. Ella pesadilla. La saludé desde el auto y aceleré
manejaba, Darío a su lado y yo detrás. a fondo dejándola plantada en la vereda.
La charla transcurría mientras cruzábamos Pero las cosas podían empeorar. Mientras
miradas cómplices por el espejo retrovisor volvía endemoniado se rompió una rueda
y Darío echaba fuego por los ojos con su y mi auto murió bajo la luz de un farol.
rostro desfigurado. Lo conocía como a na- Bajé y me vi el pantalón ensangrentado.
die. Su estocada final era fácil de adivinar, Caminé rengueando las diez cuadras que
dejarme primero para quedarse a solas con restaban hasta casa dejando un hilo de san-
ella. Pero no todo estaba dicho. Redoblé gre en el asfalto.
la apuesta y le acaricié el pelo por detrás. Desperté en el Sanatorio mientras un
Ella sonrió y me miró fijamente. La suerte médico me quitaba el pantalón y asomaba
estaba echada: al soldado, el tiro de gracia la carne viva de la que emanaba sangre a
le llegó cuando pasamos frente a su casa. borbotones.
—Pará acá que Darío se baja —dije sin —Mordé que te va a doler —me dijo
dejar de mirarla. el médico secamente. Empezó a rasquetear
Ella frenó el auto y le sonrió mientras la herida con un cepillo con desinfectante.
lo despedía. Al alejarnos por la solitaria Nunca en mi vida sentí tanto dolor.
avenida, giré y miré hacia atrás por la lu- —Durante 10 días, irá a visitarte al-
neta. Ahí estaba él, parado en medio de la guien de la guardia y te limpiará la he-
noche, mirándome fijo y desafiante, como rida; preparáte para días de mucho dolor
un búho de la tarde. Mientras manejaba, —agregó después.
Coty me contó que debía regresar rápido a Al día siguiente, en la cama y con la
su casa para devolver el auto, así que para pierna en alto, me desperté con el timbre
evitar distracciones me ofrecí a sacar el que anunciaba la llegada del doctor. De
mío y acompañarla. Al llegar a casa, abrí el repente lo entendí todo. Darío, el doctor,
portón. Los dos perros que teníamos —que con su ambo blanco en su primera visita.
se odiaban—, se trenzaron a morir bajo la Me miró fijo y desafiante como el búho que
mirada atónica y aterrada de Coty. De ma- ahora tomaba vuelo desde el farol mientras
nera rápida, les tiré una patada intentando lo miraba por la ventana. Lo último que re-
separarlos y sentí como los colmillos per- cuerdo es que dijo: «Mordé, te va a doler y
foraban mi pantorrilla. mucho». Luego me desmayé.
—¡¡¿¿Boludo, te mordieron??!!
—Nooooo, nada que ver… agarraron
solo el jean.
Arrancamos y a las pocas cuadras el do-
lor fue insoportable. Sentía como la pierna
latía con fuerza. Al llegar a su casa, dejó el
auto, se acomodó el cabello y comenzó a
Si la amas déjala ir, si vuelve será porque se habrá olvidado algo. |167
Anécdotas mejoradas
LA DEL
CELULAR INFIEL
Por Ana Colazo
bar en el Abasto. Para nosotros, la noche la cabeza, usé la calentura en mala vena,
continuaría por dos largos y agotadores le creí la ficción, me lo cogí y me dormí
años. Yo no quería seguir hablando, no abrazada al fucking infiel. El proceso pos-
me importaba otra cosa más que volver terior fue darme la bienvenida al infierno.
al celular. Lo obvio. Busqué el mensaje y Me negué que era imposible olvidarme de
llamé al número. Nadie me atendió. Pero La Negra Pía. Pero me resigné a vivir en
descubrí que estaba guardado en la agen- una especie de foto de los dos a donde yo
da. El número ahora era Pía La Negra. siempre salía con cara de orto. Entendí
Dejé de respirar. Tenía que creer que el que hay tiempos para abrazar a los demo-
amigo del amigo había usado el celular de nios y aprender que nadie se salva de uno
mi novio, y que encima, el muy caradura, mismo, mi amor. Ya te va a tocar a vos.
había guardado el contacto en la agenda
del amigo de su amigo… Ok. Bastante
afectada por la hierba que me escalaba en
LA DE
«SE BUSCA NOVIO»
POR FACEBOOK
Por Ángela Mariñas Lázaro
Que compre el pan. «yo califico», «yo soy», «ya sé que hablas
Que guarde por lo menos un libro y que de mí», hasta tuve dos declaraciones en
no lo preste jamás. Que lea. el muro. Los más caletas me invitaron a
Que haya mentido lo suficiente. salir por inbox, eran chicos con los que ja-
Que le guste su carrera, que adore su más hablé y algunos conocidos. Pero ni
chamba. un comentario, ni un like y mucho menos
Que tararee canciones. un inbox de él. Llegué a tener un total de
Que no ronque... mucho. 100 likes y 140 comentarios. Al octavo
Que si se aburre, se vaya. Que avise que día, la lista seguía recibiendo comentarios
se va. románticos y burlones. Yo revisaba esas
Que haga algún deporte, aunque sea ju- notificaciones ya sin mucha gracia. Hasta
gar ajedrez. que una noche a eso de las once de la noche,
Que cuente sus historias, todas. Aunque veo una notificación: A «…» le gusta tu
sean crudas o lascivas. Que hable. publicación. Fui inmensamente feliz.
Que aguante las lágrimas, que llore por Me encantaría decir que él y yo llega-
dentro. O que llore si le da gana. mos a estar juntos, pero no fue así. Mien-
Que haya escuchado a Charly García. tras escribo esto, él está en Rusia viendo
Que sepa algunas canciones de Soda a Perú volver a debutar en el mundial
Stereo. después de treinta y seis años y al mismo
Que si tiene un hijo/a, sea su héroe. tiempo sufriendo porque en este momento
Que vea las noticias los domingos por la la Selección de sus amores ha sido goleada
noche. Que se queje del presidente, por Francia y ha quedado fuera del mun-
del alcalde, de la economía del país. dial otra vez.
Que sepa guardar secretos. Pero dentro de todos aquellos comenta-
Que rece de vez en cuando. rios estaba uno de un amigo al que nunca
Que le guste el rock peruano, de los le tomé demasiada importancia. Un año y
80’s. medio después nos hicimos enamorados y
Que disfrute su música, no importa si ya llevamos tres años juntos. Estoy enamo-
es heavy metal. Que cante, que baile rada, por primera vez creo. Es más que esa
con o sin ritmo. lista y ronca mucho al dormir.
Que le gusten las cuerponcitas, chapa-
rritas.
Que no se fije en el color de la piel.
Que se deje abrazar.
Que lea este post.
LA DEL
CITROËN 2CV
Por Diego Lada
LA DEL
CHICO STRASSER
Por Elianne Kremer
LA DEL
ENCUENTRO CON
LA BAQUETA
Por Ignacio Dufour García
176 | El amor de tu vida se olvida con el otro amor de tu vida y así sucesivamente.
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DE
LA RELIGIÓN DE
LA PEREZOSA
Por Laura Zaferson
LA DEL
GUAPETÓN
Por Leticia Castro
180 | ¿Por qué «eres increíble» suena mejor que «no te creo nada»?
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DEL
PADRENUESTRO
EN CASA AJENA
Por Lizbeth Pasco Carmona
182 | La palabra «amateur» es sobre fútbol o porno de acuerdo a cuántas pelotas la acompañen.
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DE
LA HORA DE CONOCER
A LA SUEGRA
Por Luis Simonetti
LA DE
LA BARTENDER
Por Manuel Migdalek
cido de que esa era la noche, encaramos infantil lo que había sucedido. El boliche
para un boliche en el marco de una charla era gay. De repente todo a mi alrededor
sobre noches pasadas. Mientras discutía era gay, como si se hubiera destapado una
en mi cabeza si tenía que chaparmela an- realidad que todos podían ver menos yo.
tes o después de entrar, escuché algo que Y tanto fue así, que la persona que vino a
todavía hoy me cuesta aceptar: «Soy tor- prestarme su hombro terminó de pergeñar
ta», soltó sin previo aviso. Lo refuté inme- su estrategia. Me hizo creer que yo era el
diatamente y comencé a pedir explicacio- titiritero, cuando manejaba los hilos. Así,
nes de manera ridícula para encontrarme en el medio de la noche, agarró del pelo
con una risa estridente del otro lado que a la bartender y le comió la boca justo en
me decía que era obvio y me preguntaba frente mío.
cómo no me había dado cuenta.
Mi amiga, que había hecho el curso
conmigo, se acercó al boliche a consolar-
me luego de varios audios de WhatsApp
que contaban con una indignación casi
Bajé una película xxx y al final era una de romanos enseñando a contar hasta 30. |187
Anécdotas mejoradas
LA DEL
ENTRENADOR DE
VÓLEY EN MOTO
Por Marcela Garavano
Marcela Garavano
Licenciada en Comunicación y
Arrecifes, Buenos Aires,
escribidora.
Argentina | 1983
En la entrega de premios están más bañados los trofeos que los jugadores. |189
Anécdotas mejoradas
LA DEL
SUEGRO DT Y
EL PERRO KIMBA
Por Martín Mocoroa Cabral
190 | ¿A qué habrá destinado mi memoria el espacio que antes ocupaban los números de teléfono?
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DE
LA VISITA A LOS SUEGROS
EN FORMOSA
Por Matías Sinay
las que tenemos que mantener el decoro borde de mi plato y cayó, en cámara lenta,
frente al resto de los comensales. Y menos a dos metros de la mesa. Todos se queda-
cuando uno no es particularmente prolijo ron en silencio.
a la hora de comer. Por eso mi sorpresa —Está vivo eso —dijo mi cuñado.
cuando, sobre el impoluto mantel blanco No me quedó otra que pararme con un
de mi suegra, vi que había no una, sino ruidoso movimiento de silla y caminar al-
tres fuentes de pasta —fideos, ravioles y gunos pasos para volver a sentarme otra
ñoquis— y, en el centro, imponente, una vez, con el hueso de vuelta en el plato.
enorme olla con salsa. La salsa más roja, Finalmente, terminó el almuerzo y pude
aceitosa y cargada que haya visto en mi ver el desastre que había dejado alrededor
vida, con abundantes pedazos de cebolla, de mi plato. Mi suegro, que no había pro-
chorizo y carnes de todo tipo flotando por nunciado ni una palabra durante toda la
ahí. Sabía que tenía que comportarme, pero comida, se paró y salió al patio. Con un
el hambre de casi veinticuatro horas me sutil gesto me pidió que lo acompañe. Me
impedía pensar con claridad. Me serví un paré con vergüenza y temí lo peor. Miré
gran plato y comencé a comer ávidamente. mis manos: estaban rojas como si hubiera
La siguiente secuencia la recuerdo con cometido un asesinato. Disimuladamente,
una música emotiva de fondo, como en el me limpié la barba y lo seguí con los bra-
clásico montaje en el que Rocky Balboa se zos cruzados, para así tapar las manchas de
está entrenando para volver a pelear con salsa que adornaban mi remera. No se me
Apollo Creed. Aunque las imágenes de ocurría un peor escenario para tuviéramos
esta escena son bastante distintas; prácti- nuestra primera charla.
camente son todo lo contrario: una bandeja Una vez afuera, se paró frente a mí y
de ravioles entra por la derecha; una lluvia puso una de sus pesadas manos sobre mi
de ñoquis aterriza sobre el plato; una fuen- hombro. Entonces me miró y suspiró:
te de fideos entra por la izquierda. La cu- —Nunca, pero nunca… había visto a
chara sumergiéndose en la salsa. Los peda- alguien disfrutar tanto de mi comida.
zos de carne posándose suavemente sobre Después me abrazó, y con ese abrazo
la pasta. Y mi tenedor danzando enérgico borró cualquier mancha que pudiera haber
de un lado al otro. quedado de aquella primera visita.
Durante el almuerzo intenté seguir la
conversación y responder las esperadas
preguntas sobre mi vida, pero a cierta al-
tura ya había perdido toda compostura: co-
mía desaforadamente y la suculenta salsa
ya comenzaba a salpicar mi remera. Hubo
un momento de tensión cuando yo me
encontraba peleando a cuchillo y tenedor
contra un hueso esquivo que, de repente
y con un movimiento rápido, saltó por el
LA DEL
ODIO A COLOMBIA
Por Mildred Altez Brenner
194 | Cuando no le tenés miedo al ridículo el ridículo te empieza a tener miedo a vos.
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DE
LA NOCHE EN
BLANCO CON ELLA
Por Pablo Héctor Zini
196 | Y no te podrías ni siquiera imaginar no saber cómo es hacer una triple negación.
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
LA DE
LA QUE NO QUISO LIMPIAR
Por Paloma Benavente Martín
Lo bueno de los errores es que sirven para mejorar y cometerlos cada vez mejor. |199
Anécdotas mejoradas
LA DE
LAS TRES NOVIAS
ENCERRADAS
Por Ricardo Ayala Rojas
Empecé a descubrir las complicadas Como era la primera vez que se veían,
situaciones de una trigamia clandestina, empecé por presentarlas y en pocos segun-
me acostumbré a la mentira y me volví dos todo era confusión. Una quiso largarse
un maestro del cinismo. Algunos días me pero al encontrar la puerta trabada estalló
sentía feliz y afortunado, pensaba que no en ira. Luego empezaron a insultarse entre
era delito amar. Otros días mi paraíso se ellas y en medio de llantos, golpes y ame-
venía abajo a causa de mi conciencia gri- nazas, yo veía mi plan irse al carajo. Apro-
tándome que era la peor basura. Entonces veché una tregua para que me escucharan:
decidí poner fin al padecimiento y buscar primero pedí perdón de todo corazón, re-
mi redención. conocí mis errores, mis mentiras y confesé
Esa tarde estaba muy nervioso, pero que era imposible seguir ocultando la ver-
confiaba en la razón y en la solidez de mis dad. Las amaba a las tres y no quería per-
sentimientos, a la vez que me palpitaba el der a ninguna. Califiqué mis sentimientos
cachete y respiraba por la boca. Sonó el tim- como los mas puros y sinceros hacia cada
bre y el miedo me estranguló. Apenas abrí una de ellas. Lo segundo fue proponerles
la puerta se deslizó con su enorme sonrisa formar una familia, un pequeño clan y ser
¡había venido en patines! Giró sobre sus felices así, desafiando a la ética y la socie-
rueditas y me preguntó si le quedaba bien dad. No me entendieron, las cosas se pu-
el diminuto pantaloncito. Le quedaba tan sieron peor y la razón no estaba triunfando.
bien la juventud. La vi irse hacia la cocina Tras sofocar el incendio desatado en el
mientras recordaba que nunca traía ropa baño, cerré la llave del agua y fui hacia la
interior allí debajo. Segunda llamada, abrí. puerta. Quité el seguro y desde el umbral
Entró decidida, parecía haberse escapado me jugué mi última carta. «La que quiera
de la oficina. Su escote delantero y trasero apostar por este proyecto bello que se que-
me regalaban el espléndido paisaje de sus de. Si no, que se vaya».
pecas. Dijo que tenia algo muy importante Agregué además que podía ser el inicio
que anunciarme, pero antes debía pasar a de algo maravilloso. Que confiaba en el en-
hacer pis. Una corazonada me hizo abrir de tendimiento y el amor. Que sabía que era
nuevo sin esperar a que llamen y me en- difícil de entender, pero era lo más sublime
contré con esos enormes y verdes ojos que y que nunca antes había experimentado eso
me hacían sentir vulnerable, pasó lentito en mi vida, hasta que un sonoro y «¡Con-
a mi lado y yo me llené los pulmones de chetumadre!» me dejó mudo mirando al
la estela que había dejado en el aire. Las piso. Cerré los ojos y escuché la partida de
había citado a las tres y luego de recibir a cada una. La ropa mojada que tenía puesta
la última cerré la puerta, le puse seguro y empezó a producirme escalofríos.
guarde la llave, decidido a que de ahí no
salía nadie hasta que yo pudiera explicarles
lo complejo de esta situación y nos ponga-
mos de acuerdo.
LA DE
LA ADOPCIÓN DEL PEDO
Por Roberto Espino
202 | Cuando un nieto moderno está por nacer su abuela le teje una red social.
DEL AMOR, LA PASIÓN Y EL ROMANTICISMO
—¿Qué pedo? —pregunté yo— No en- haber sido todo orquestado entre ellas y
tiendo. sus amigas, que eran todas bastantes gra-
Me hubiese encantado haber tenido esa ciosas, con el fin de que yo me sintiera
conversación algunos pisos más abajo, con incómodo a partir de sus flatulencias. Con
el eco de la zona de escaleras: Ese pedo do dos pedos más quizás lo hubiesen logra-
do do no fue mío o o o, ¿qué pedo do do do? do. Y con el chiste de tirar del dedo lo hu-
Pero no ocurrió así, y ella empezó a ha- biesen conseguido de una. Pero, como yo
blarme de esa noche. Me dijo que, mien- seguí durmiendo y ni lo registré, el plan
tras ambos dormíamos, yo había soltado se les había caído y tuvieron que recurrir
un gas muy ruidoso. Nunca en su vida ha- a echarme la culpa.
bía escuchado algo así. Me dijo que ese La segunda teoría es que, efectivamen-
sonido nos había despertado a los dos y te, ese gas lo había generado mi cuerpo y
que entonces yo la vi a los ojos y luego que, durante dos semanas, ella vivió con la
seguí durmiendo. angustia de que yo pensara que había sido
También me dijo que, en esos segundos ella la que produjo semejante ruido. En ese
después del sonido, ella vio algo en mis escenario, yo me habría hecho el caballero
ojos. Algo así como vergüenza ajena, se- para cuidarla.
guida de una caballerosidad algo extraña. Pero, años después, apareció este pen-
Entonces, en su cabeza pensó lo siguiente: samiento: así como, en los sueños, el in-
«Este muchacho creyó que yo me tiré se- consciente a veces expresa cosas que ne-
mejante pedo ruidoso y se hizo el dormido cesitamos ver. Esa noche, ante la falta de
para que yo no me sintiera incómoda». Lo herramientas oníricas, mi inconsciente re-
positivo es que, después de haberme tirado currió a un ruidoso pedo para ayudar a que
el pedo más sonoro que hasta ese momen- esa relación se termine.
to ella había escuchado (espero que, por
su bien, nadie me haya superado), aun así
pensó que yo había sido un caballero. De-
cidí entonces hacerme cargo de ese pedo,
aunque se lo peleé un rato diciendo que
quizás había sido algún ruido de la noche.
Pero ella no dejaba de hablar de lo ruidoso ...el inconsciente
que fue. Su cara tenía una expresión fuera a veces expresa
de lugar, como si se hubiese tratado de un
hecho paranormal. cosas que
Nunca voy a estar seguro de si el pedo necesitamos ver.
fue mío o no, pero tengo dos teorías al res-
pecto. La primera es que el flato fue de
ella y que era todo parte de un plan para
empezar a dejarnos de ver. Pero ese plan
no avanzó, así que también creo que pudo
Para los chalecos antibalas la vida de los brazos no vale nada. |203
Anécdotas mejoradas
LA DEL
PAGAFANTAS MUSICAL
Por Tatiana Beer
LA DEL
MIEDO AL SUEGRO
CORDOBÉS
Por Víctor Castellano
NI FRÍVOLO
NI SENSIBLE
HERNÁN: Me acuerdo cuando íbamos al videoclub H: Fue duro, Christian Gustavo. Muy duro. Imaginate
Gioscio a alquilar películas... que en los ochenta Chichita lo llevó a mi viejo enga-
CHIRI: ¡Qué tiempos! ñado al estreno de Un hombre y una mujer, de Clau-
de Lelouch.
H: Yo siempre pasaba de largo por la sección de co-
medias románticas, porque no quería que Roberto, C: ¡Esa también es con Trintignant!
mi padre, pensara que yo era un adolescente frívolo H: Y para que él aceptara acompañarla, le dijo que era
y sensible. la historia de un corredor de turismo carretera, que era
C: ¿Decís frívolo y sensible para no decir «puto»? la profesión del protagonista.
H: Es que ya no se puede decir más «puto» en las re- C: ¿Y qué hizo tu papá cuando empezó la peli?
vistas de cultura que son progres, como esta. H: Dice mi vieja que se durmió a los diez minutos, y
C: Sí se puede decir, en tanto lo uses para hacer re- que ella lo despertó, secándose las lágrimas, cuando
ferencia a lo que pensaba tu papá en esa época. Él la película ya había terminado. Cuando mi viejo abrió
pensaba que si veías películas románticas eras puto. los ojos, lo primero que le preguntó fue si Trintignant
No que eras frívolo ni que eras sensible. ¡Hablá con había ganado la carrera.
propiedad! C: Qué hombre raro, tu papá.
H: Ok. H: Estaba en contra de la ficción. Cuando yo era chico
C: ¡Tu papá pensaba que si veías una película román- me daba bronca, ahora creo que tenía una posición
tica, después te culeaba un señor! filosófica respetable.
C: La mayoría de la gente ni sabe quién es. H: Busqué su mirada huidiza y le dije, con la voz tem-
blorosa: «Papá, me gustan las comedias románticas».
H: ¡Pero todo el mundo la ama, aunque no sepa
quién es! C: ¿Y él?
C: Cierto. Porque además de escribir Cuando Harry co- H: Él miró la caja, alzó lentamente la vista hacia mí
noció a Sally escribió un montón de genialidades más. y me dijo, con un tono que no voy a olvidar jamás:
«Siempre supe, hijo mío, que eras redondamente frí-
H: Sintonía de amor y Tienes un e-mail, sin ir más lejos. volo y sensible».
C: De todos modos me quedé pensando en lo que me C: No lo dijo con esas palabras, ¿no?
contabas de tu viejo... ¿Te costó blanquearle a Rober-
to que estabas a favor del romanticismo? H: Lamentablemente no.
LA DE
LA CHICA QUE SE
ENFRENTÓ A UNA VELA
Por Carina Rey Villamil
210 | Una orgía es tener el YouPorn abierto en varias pestañas del Firefox.
DE LAS DROGAS, EL SEXO Y EL ROCANROL
en una tarea que parecía requerir el pulso atentos a la guerra fría que ocurría en nues-
de un cirujano. Sentía que los cubiertos tra mesa. Cuando me di vuelta para ver si
se me resbalaban. Era como si me hubiera había algún curioso alrededor, la vela salió
olvidado de qué manera se usaban. Hoy de su caparazón verde y se instaló en mi
puedo afirmar que comer con cubiertos no plato. Agarró los cubiertos y se empezó a
es como andar en bici. comer mi pizza con una precisión que yo
Pero el pequeño protagonismo que te- jamás hubiera logrado bajo los efectos de
nían la pizza y los cubiertos pronto fue los hongos mágicos. La escena me descon-
opacado por una de las velas que decora- certó: la vela ahora parecía inofensiva y se
ba la mesa: era chiquitita, estaba dentro de devoraba la pizza a una velocidad increíble.
uno de los vasitos verdes y me miraba de Tan pronto como terminó de deglutir el úl-
manera fija. No solo me miraba, sino que timo bocado, su llama se apagó de repen-
su actitud era más bien desafiante: me mi- te, dejando un plato vacío y unos cubiertos
raba mal. usados a su lado.
Al principio intenté no prestarle aten- Quiero pensar que, aunque la vela ter-
ción. No le había dado ninguna razón a esa minó logrando lo que quería, esta guerra
vela para que me prepoteara así. Además, no tuvo vencidos ni vencedores. Porque yo
yo era turista y no hablaba una palabra en seguía con hambre, sí; pero a ella, aunque
neerlandés. Pero a la vela tampoco pare- haya sido con la panza llena, se le apagó su
cía gustarle mi indiferencia. Más bien, la llama para siempre.
hacía enojar aún más. Cuando su enojo
ya estaba empezando a afectarme, decidí
defenderme. No fue un contraataque muy
violento, pero sí decidido: ella me hacía
caras frunciendo el ceño, yo la imitaba;
ella torcía una ceja, yo también la torcía.
Tan pronto como
La primera en gruñir fui yo. No me aguan- terminó de deglutir
té. Necesitaba ganar esa pelea. Le gruñí
un buen rato, pero ella no parecía rendir-
el último bocado,
se. Como no tenía voz, sus amenazas eran su llama se apagó
visuales: gesticulaba mucho. Me estaba
toreando, quería pelea y estaba claro que
de repente, dejando
solo le importaba ganar. un plato vacío y
Me olvidé del hambre que sentía. Du-
rante el resto de la noche, a lo único que le
unos cubiertos
presté atención fue al feroz enfrentamiento usados a su lado.
con la vela. Las demás personas empeza-
ban a darse cuenta de que el ambiente se
estaba tensando. No parecían estar del lado
de ninguna de las dos, pero se mantenían
LA DEL
CHORIZO DE LOS
RECUERDOS
Por Carmen Escobar Velarde
LA DEL
FACHO NEGRO
Por Christian Müller Sienra
Igual lo acompañé hasta una discoteca. hacia la salida entre gente más dura que la
Varias mujeres con poca ropa bailaban en estatua del diablo. Me fui pensando en mis
las tarimas. Había humo, pegotes de cerve- cuarenta euros perdidos y en la noche que
za en el piso, gente yendo y viniendo del todavía le esperaba a Rafa.
baño. Entre las sombras se agrandaba, a
cada paso, una figura lenta pero decidida.
«Rafa, hijo, que llevo toda la noche bus-
cándote. La ropa sigue sin lavar y hay que
cambiarle los pañales al abuelo, que otra
vez está hablando de los estanques de ti-
burones». La vi tirar de la oreja del facho
y arrastrarlo fuera de la discoteca entre mi-
radas extrañadas. Vacié el vaso y caminé
LA DEL
PERRO AL AGUA
Por Fernando Goldberg
LA DE
LA RISA DURANTE
EL ROBO
Por Gloria Ziegler
LA DEL
VIEJO QUE
FUMABA PORRO
Por Ítalo Carrera Candela
Siempre que te veo por aquí te imagino experta roleadora. Cuando acabó de armarlo
en ese sillón, estás echada, completamente se lo pasó a Manuel, este lo encendió, le dio
tumbada, vestida con un traje transparente una calada profunda, aguantó el aire y estiró
y rodeada de luces pequeñitas, como luce- la mano mientras le decía a Silvana: «Eres
citas de navidad. Te veo exótica. Distante. perfecta, déjame que te toque las tetas».
Inalcanzable. Exótica como una prostituta, Giovanna indignada se levantó de la silla y
como una prostituta vietnamita». empujó a Manuel. «Qué agarras, viejo fu-
Giovanna enmudeció mientras los de- món», le dijo. «Si a los viejos de tu edad ya
más nos cagábamos de risa, se levantó ni se les para».
de la mesa para irse. Yo corrí tras ella y Manuel se levantó de su silla: «Claro
la tomé del brazo. «Vamos a joder a este que se me para, esperate que te enseño». Se
viejo», le dije. «Tú quieres tomar más y yo bajó el pantalón y dejó al aire todas sus me-
también, él es el dueño y puede sacar más nudencias. Un pene arrugado y diminuto ro-
tragos. Vamos a cagarnos de risa con él un deado de una mata gris. Nosotros nos para-
rato para que nos saque unas botellas más mos medio asqueados mientras Giovanna se
y luego nos vamos». Giovanna, que era al- cagaba de risa señalando a Manuel. «Miren
cohólica como yo, aceptó. Regresamos a esa huevada toda arrugada», le dijo. «Espe-
la mesa justo cuando Manuel cambiaba de rá que se levanta», contestó Manuel. «Qué
víctima, ahora estaba tratando de enamorar se va a levantar si ni tú puedes estar para-
a Silvana, la tranquilita del grupo. do». Manuel trató de correr hacia Giovanna
«Qué bonita que sos», le decía mientras con los pantalones abajo, se tropezó y cayó
alargaba la mano para acariciarle el pelo. de cara contra la mesa. Entonces cogimos
«Y ese escote, uy ese escote está divino». las botellas de vino que quedaban, Silvana
Silvina miró a Manuel a los ojos mientras cogió el porro y corrimos hacia la escalera
le decía que pida disculpas. Le dijo que se mientras Manuel gritaba. «¡No se lleven mi
sentía incómoda y que la única manera de porro! ¡Vietnamita de mierda, te llevás mi
solucionar este impase era trayendo un par porro y te busco en donde sea!». Bajamos
de botellas del mejor vino que tuviese en al primer piso mientras el único mozo que
su local. «Solo así te vamos a perdonar», le quedaba en el local, y que había visto toda
dijo. Manuel accedió, pidió dos botellas de la escena, se reía en silencio en una esquina.
vino más, mientras se disculpaba con Sil- Hace pocos días pasé por la puerta del
vana. «Qué les parece si para relajarnos un bar, ahora ya no existe, solo queda una casa
poco saco un porro. El único problema es abandonada. Manuel murió hace un tiempo
que estoy tan borracho que no lo voy a po- y a esas amigas no las veo más. Yo ya no
der armar». Silva le dijo que lo armaba ella. tomo como antes, el vino me da sueño y las
La reacción de Silvana nos sorprendió. resacas son fatales. Ahora voy en camino a
Cogió la yerba, tomó el papel y comenzó convertirme en un viejo, ojalá logre ser un
a armar el mejor porro que habíamos visto viejo tan feliz como lo fue Manuel.
en nuestras vidas. Silvana la tranquilita, Sil-
vana la que no mataba una mosca, era una
LA DE
LA PRIMERA VEZ
CON EL PAVO
Por Javier Polanco
Javier Polanco
Hasta quemar el último cartucho.
Tacna, Perú | 1975
LA DEL
MEO VENGATIVO
Por Luz García
LA DEL
RECITAL DE LA RENGA
Por Martín Guazzaroni
Fui a comprar el libro «corro todos los días», pero estaba agotado. |227
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA CULPA DE UNA FARMACIA
Por Sebastián Guzmán
Sebastián Guzmán
Se crió en Villa Adelina. Desde 2004
Ciudad de Buenos Aires,
reside en Barcelona.
Argentina | 1977
VIEJOS
SON LOS
CHISTES
HERNÁN: Salimos de historias de sexo y entramos a H: Los vecinos de Benidorm no piensan lo mismo. Se
historias imposibles, querido amigo. Pero me pregun- quejan, porque los viejos les mean las veredas, o tiran
to, ¿no son la misma cosa a nuestra edad? los pañales para adultos en cualquier parte, gritan a la
CHIRI: Me da mucho odio cuando decís algo que vos noche y nos los dejan dormir, ponen música al palo,
creés que es inteligente, y no solo que es una pelo- corren picadas en jeeps con las peladas al viento...
tudez sino que ponés un gesto medio arrolonado, de C: ¡Qué vigilantes son siempre los vecinos de las ciu-
párpados caídos. Te cagaría a sopapos. dades costeras!
H: ¿Gesto arrolonado? No conozco ese adjetivo. H: Sí. Se la pasan haciendo la denuncia y no los dejan
C: Es la cara que pone Gabriel Rolón cuando dice co- morir en paz, a los pobres viejitos ingleses...
sas que él piensa que son profundas. C: ¿Vos fuiste alguna vez a Benidorm?
H: ¿Así? H: Todavía no, estoy esperando a jubilarme. Pero por
C: No. Ese es gesto de Nicole Kidman en plano corto. lo pronto pienso mandar a mi vieja, que ya cumplió
setenta y le va a encantar.
H: Puta. No me sale el gesto arrolonado. ¿Así?
C: ¡Ahí está, lo descubrí! Esa es la cara que ponés
C: No, tampoco. Ese es gesto de vieja de setenta que
cuando intentás hacer gesto arrolonado.
le están chupando la concha.
H: ¿Qué cara pongo?
H: A propósito de adultos mayores en situación de
goce. Hay una playa española famosa porque todos C: Ponés cara de tu vieja cuando le están haciendo el
los veranos los turistas la convierten en un escenario cunnilingus.
descontrolado de sexo, droga y rock and roll. Princi- H: Retirá ese chiste de la sobremesa.
palmente, turistas ingleses. C: Dale, boludo, no te hagás el ofendido. Si hablar de
C: Pero eso pasa en muchos lugares, no es novedad. la sexualidad de tu mamá es una de las diversiones
H: Salvo que en este lugar que te digo, que se llama más recurrentes de nuestra adolescencia, y nunca ja-
Benidorm y está en Alicante, los que se descontrolan más te ofendió.
tienen setenta años promedio. H: No importa. Una cosa es el humor que manejába-
C: Mentira. mos en esa época, en donde cruzábamos límites por
el puro placer de la provocación, y otra cosa es este
H: ¡Te lo juro! Toman merca, éxtasis, fuman porro, vo-
presente civilizado que supimos erigir.
mitan en la calle, en la playa los viejos chupan concha,
se agarran a las piñas a la salida de los boliches, todo C: ¿Estás exagerando tu indignación, verdad?
como si tuvieran veinte años. ¡Y son jubilados! H: ¡Por supuesto, soy un progre de este siglo! Así que
C: ¡Qué maravilla! no me importa que ahora salgas a decir que hacías
esos chistes en la juventud y que ya no pensás así.
H: Pensá que estos viejos tuvieron un promedio de
¡Lo único que importa es que se note que estoy muy
veinte años en los alocados setenta, algunos habrán
indignado y del lado del bien!
vivido incluso el descontrol de los ochenta en Inglate-
rra, es lógico que de grandes quieran revivir sus años C: Boludo, sosegáte, parecés redactor de portal de
dorados. espectáculos.
C: Más de uno debe haber palmado ahí, ¿no? Debe H: Estás cancelado.
ser lindo morir en medio de una fiesta loca, en las pla-
yas de Alicante, con la dentadura postiza en una vere-
da y vos en la otra...
LA DEL
PERRO AMAESTRADO
Por Carla García
—Llámeme Vasito, nomás —me inte- carácter. El corto quedó impecable, se lla-
rrumpió—, que es mi nombre artístico. ma El Fin de Edmundo. Hoy, años después
Nadie me dice Álvaro. del último día de filmación, todavía me
—Ya. Mire, Vasito, necesito un perro siguen llegando correos con invitaciones
que no sea muy grande, que sepa subir a eventos y convocatorias del Sindicato
y bajar de una silla, mirar fijamente a un Único de Payasos Peruanos. Desde aquella
lugar, caminar hasta llegar a una marca y primera llamada, me convertí en una orgu-
quedarse detenido ahí. Que haga gracias y llosa integrante de su base de datos.
que ladre según se le pida.
—Ah, no, señorita —respondió Vasi-
to—. El perrito que yo tengo es chiquito,
blanco y bien bonito, pero no hace ninguna
de las cosas que usted necesita: solo salta a
través de un aro y baila dando vueltas con
una falda tutú puesta.
Hablé con Vasito varias veces más, no
sé si por necesidades de la producción o por
pura curiosidad. Respecto al rodaje, conse-
guimos un perro con buena disposición y
lo entrenamos hasta volverlo un actor de
Carla García
Lima, Perú | 1975
LA DEL
VIAJE AL COSMOS
Por Carlos Sederino
El simulacro de incendio sirve para saber qué hacer si alguien descubre el fuego. |235
Anécdotas mejoradas
LA DEL
PORQUÉ DE VIBORITA
Por Cristian Bozzo
Cristian Bozzo
Metalúrgico, músico, DT de fútbol y
Rosario, Santa Fe,
canalla.
Argentina | 1975
LA DEL
HUESITO DEL
HÉROE GRAU
Por Diana Gómez Muñoz
238 | En este preciso instante, alguien está estampando una camiseta con un texto en inglés que no significa nada.
DE LAS RAREZAS Y LOS ABSURDOS IMPOSIBLES
Hay que volver a las raíces, dijo. y cambió su consolador por una zanahoria. |239
Anécdotas mejoradas
LA DEL
JEFE MÍSTICO
Por Esteban Morín
unas rosas en un jarrón blanco. Arriba de abrió un cajón y sacó un papel garabateado
ellas había un cuadro enorme: era algo abs- con letras grandes.
tracto y con líneas cruzadas. Al lado del ja- —Esta es mi misión —me dijo, mientras
rrón, la estatua de la Virgen. En mi familia señalaba el texto del papel—: separar a los
siempre fuimos devotos de María, así que buenos de los malos para la batalla del fin
tomé su presencia como una buena señal. de los tiempos.
Me quedé parado frente al escritorio. Ri- El redoble de tambores que se escucha-
cardo terminó de escribir y me miró. ba de fondo se apagó. Entonces entré en
—Sentate, Esteban —me dijo—. Quie- pánico. ¿De qué lado me pondría él? ¿Sería
ro conversar con vos. un ángel o un demonio? ¿Me iban a echar?
—Claro —respondí yo, entusiasmado Siguió hablando, pero yo casi no lo oía.
al comprobar que el jefe sabía mi nombre. Pensaba que el tipo estaba loco. Pensaba
Tener una charla con él era una oportuni- eso, pero luego temí algo peor. Lo que de-
dad única. cía tenía sentido. El loco ahora era yo. Me
—Vos sos creyente, ¿no? dijo que faltaba poco para esa batalla: no
—Católico apostólico romano —le eran años, sino meses. Siguió hablando un
contesté. rato hasta que su tono bajó y se convirtió
En un instante, pasé de entusiasta a ob- en un murmullo. Después se quedó en si-
secuente. lencio, mientras releía sus garabatos y se le
—Con un grupo de personas vamos a llenaban los ojos de lágrimas.
una capilla en zona norte —se largó a ha- Aproveché el momento y me paré. Qui-
blar Ricardo—. Allá, una mujer humilde se decir algo, pero no supe qué. Tal vez dije
hace un trabajo muy especial. gracias, que lo iba a pensar. Tal vez no sa-
Imaginé que iba a pedirme que me su- lieron palabras de mi boca. Me dolían los
mara al grupo de trabajo comunitario. Vivir oídos, me pesaban las piernas. Necesitaba
partido entre Buenos Aires y San Lorenzo cruzar la puerta y alejarme. Miré a la esta-
ya era horrible, ¿y ahora esto? ¿También tua de la Virgen, al lado de las rosas. «Hija
tendría que pasar los sábados en Capital? de puta», pensé. Puse toda mi energía en
Pero Ricardo continuó hablando cada dar un paso y después otro. Entonces en-
vez más entusiasmado y me contó que en tendí qué era lo que estaba pintado en el
esa capilla, la Virgen, la mismísima María enorme cuadro: un montón de lanzas cho-
Madre de Dios, le mandaba mensajes a él, cándose entre sí y, abajo, un mar de sangre.
Ricardo Smith, y a otros empresarios y ge- Cuando salí del despacho saqué el úl-
rentes de distintas empresas. Me relató en timo Philip Morris y fumé en silencio.
detalle cómo ella se hacía presente bajo la Abajo, en la calle, una tensión eléctrica se
forma de una joven embarazada, iluminada acumulaba. Las huestes se preparaban para
por un rayo de luz en plena vereda. O en la el enfrentamiento final. Tenía poco tiempo
combinación de letras en la patente de un para elegir un bando y prepararme.
auto. Había también otras señales irrefuta-
bles. Después de contarme esto, Ricardo
Cada vez que tengo que usar corbata se me hace un nudo en la garganta. |241
Anécdotas mejoradas
LA DE
LOS MENTIROSOS
DE LOS PUEBLOS
Por Franco Forziati
Franco Forziati
Ingeniero medio nómade. Miente
Gualeguay, Entre Ríos,
poco y toma mate solo.
Argentina | 1983
Nos salvamos del superagente 85,99 gracias a un descuido del marketing. |243
Anécdotas mejoradas
LA DEL
AMIGO QUE SE
DESGRACIABA
Por Gabriel Moroni
guetes de otra forma inalcanzables, y él gesto que nunca más le vi hacer. Pareció
por qué tenía un espacio en el mundo para que, al entrar a la habitación, hubiera me-
tirarse todos los pedos que acumulaba en tido la cabeza en un inodoro. «¿No tenés
el día, con total libertad. En un momento ganas de ir al baño Juancito?», preguntó.
hasta se convirtió en un asunto familiar. Él la miró sorprendido y negó con la ca-
Me acuerdo de que, cuando lo veían llegar beza. Se hizo el boludo… siempre se hizo
por la ventana, en casa me decían: «Ahí el boludo. Y ahora de grande debe seguir
viene Juancito... ¿Le digo que no estás?». igual, dejando su marca en habitaciones
Me querían persuadir. Pero no había caso: cerradas, donde sus víctimas quedan atra-
yo siempre lo atendía. Entonces en casa padas en un vaho de mierda, buscando al
todos, misteriosamente, desaparecían: de culpable y justificando inocencia. Por eso,
repente tenían cosas para hacer. Al princi- cuando las puertas del ascensor se cerra-
pio era un secreto a voces, un cuchicheo ron detrás de mí en el tercero, me di vuelta
constante entre mis tías y sus novios cada para mirar cómo se desfiguraba la cara de
vez que el pibe entraba, pero ya después se Juancito cuando entendía que una parte
convirtió en un suplicio insostenible has- mía lo acompañaría al noveno. Me sentí
ta para mí, que debía estar en la zona de un héroe anónimo impartiendo justicia,
fuego, poniendo el lomo. En esa época no aunque después, cuando el ascensor ya se
salía mucho de casa; prefería volver del había ido, me dio toda la impresión de que
colegio y quedarme a escuchar partidos al final esa cara no se parecía en nada a la
de fútbol por la radio, o jugar en soledad de Juancito.
como un autista; así que no tenía demasia-
dos amigos. De hecho, creo que había dos
o tres, además de Juancito, y no mucho
más. Esto lo favorecía y él lo sabía bien,
aprovechaba mi falta de carácter para ve-
nir a marcar su territorio todas las tardes
con un nuevo despliegue de bombas de
olor. Juancito era un asesino silencioso.
La primera vez que vino a casa había-
mos jugado como dos horas y para mí el
tiempo había volado, no me había dado
cuenta de nada. Sin embargo, no me voy a
olvidar nunca de la cara que puso mi vieja
cuando entró a la habitación para ver qué
estábamos haciendo. Atravesó la puerta y
se quedó inmóvil, como si una fuerza del
más allá le prohibiera el paso. Me miró
fijo a los ojos y levantó las cejas de una
manera que no podía ser normal; es un
LA DEL
QUE NO PODÍA
CAGAR VESTIDO
Por Gabriel Fabián Rotman
LA DEL
ENCUENTRO
CON PERÓN
Por Gisela Mana
Fascinante la facilidad con la que se confunde carácter con mala educación. |249
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA ABUELA EN EL BAR
Por Henry Raúl Guillén Zambrano
Henry Raúl
Guillén Zambrano Psicólogo social.
Ayacucho, Perú | 1989
Existen dos tipos de personas y ambas están hartas de que las clasifiquen. |251
Anécdotas mejoradas
LA DEL
TEMBLOR EN LA
CABEZA DE LUIS
Por Horacio Osvaldo Magnasco
Para hojear el periódico en el bingo hay que aprender a leer entre líneas. |253
Anécdotas mejoradas
LA DEL
MATAFUEGO
Por Ignacio Merlo
LA DEL
GALLINAZO EN EL PARTIDO
Por Javier Martín Wong Quiñones
en el suelo, las personas a su lado están en cuerdo de un casi gol. Y de que no, viejito,
shock y se olvidan de asistirlo. Cuarenta ya se fueron los viejos tiempos. El presente
mil personas guardan silencio. es gris, como el cielo limeño, y ese gallina-
¿Cómo se debe sentir fallar una ocasión zo perdido no es más que un recordatorio
así? Tal vez Mendoza pensó en su familia, de que, en Perú, el fútbol nunca más te va
quizá se recriminó por no utilizar su pier- a hacer feliz.
na derecha para definir. Puede ser que haya
sentido la presión, los años de frustración
y fracasos que se acumulan como metal
oxidado en las piernas de los futbolistas
peruanos. Quizá pensó en los buenos tiem-
pos, veinte o veinticinco años atrás, cuan-
do Perú iba a los mundiales. Tal vez pensó
en el gol de Cubillas a los escoceses, en la
parada de Quiroga a Masson, en el Cholo
Sotil levantando la Copa América. Puede
ser que el viejito haya recordado lo mismo
que él, que hayan compartido una misma
ilusión por unos cuantos segundos. Y luego
nada. La risa nerviosa de Mendoza y el re-
Javier Martín
Wong Quiñones Periodista.
Lima, Perú | 1989
LA DEL
ATAQUE MÍSTICO
DEL CORRALITO
Por José Daniel Villagrán
¿Lo más difícil de ser árbitro de básquet? estar a la altura de los jugadores. |259
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA HIJA DE
LOS CÁCERES
Por Mariano Cognigni
LA DE
LA CARRERA
NÚMERO CERO
Por Martín Seid
262 | Venía a pedir perdón por impuntual pero creo que llego tarde.
DE LAS RAREZAS Y LOS ABSURDOS IMPOSIBLES
pesos. Entonces veo a un mozo que inten- No tengo idea qué combinación es la
ta pasar entre la máquina de caballos y la que va a llegar, así que pongo todas mis fi-
pared para acortar camino y llevarle una chas en los caballos que más pagan. Hoy,
empanadita y una gaseosa a un apostador. escribo esta anécdota desde la computa-
Pero el mozo se tropieza, cae al piso y la dora que me compré con esa plata. Con lo
luz se corta por un segundo. Después se le- que me sobró, pagué este curso.
vanta a las puteadas y llama a la gente de
limpieza. Todo vuelve a la normalidad, sal-
vo por el hecho de que la máquina, que se
había apagado debido al corte, ahora está
tratando de volver a prenderse. Los caba-
llos vuelven a sus puestos de partida y se
juega de nuevo la carrera interrumpida por
el mozo. Cuando los caballos se acomodan
y la pantalla vuelve a mostrar los valores
de apuesta, desde lejos llega a mis oídos un
grito cargado de olor a cigarrillo:
—¡Pibe, fijate el contador! Se reinició
la máquina. ¡Se juega la carrera cero!
LA DE
CÓMO DROGAR A
UNA ABEJA ALEMANA
Por Natalia Sarro
264 | Conozco personalmente a dos millones de personas menos exageradas que yo.
DE LAS RAREZAS Y LOS ABSURDOS IMPOSIBLES
LA DEL
BORRACHO QUE SE
CAÍA DEBAJO DEL TREN
Por Noelia Torres
LA DEL
VIEJO CUENTO DE
CIENCIA FICCIÓN
Por Roberto Pablo Abian
LA DEL
PEOR EMPLEADO
DEL MUNDO
Por Pablo Llanos Urraca
Lo que tiene de bueno un futuro tan negro es que combina con todo. |271
Anécdotas mejoradas
LA DEL
ROBO DEL ÁNGEL
Por Pierre Castro Sandoval
272 | La TV del domingo está pensada para que el lunes vayas a trabajar con ganas.
DE LAS RAREZAS Y LOS ABSURDOS IMPOSIBLES
LA DE
LA URUGUAYA QUE
ODIABA A SUÁREZ
Por Sabrina Cittadino
Los políticos son como los payasos, o no causan gracia o dan miedo. |275
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA GALLINA INFILTRADA
Por Sandra Olivier
UN PERRO Y UN ALCE
CHIRI: ¿Cuál es la historia más absurda y extraña que noche unos amigos lo habían invitado a una fiesta de
escuchaste en tu vida? disfraces y entonces, para sacarse al alce de encima,
HERNÁN: Buenos Aires, 21 de octubre de 1988. Dice se le ocurre soltarlo en la fiesta y hacerse el boludo.
la prensa de la época: «Marta Espina, de 75 años, ca- H: Una idea genial. Si están todos disfrazados, ¿quién
minaba por el barrio de Caballito. Al mismo tiempo se va a dar cuenta de que es un alce de verdad?
Cachi, el perro caniche de la familia Montoya, jugaba C: ¡Exacto! Llegan a las fiesta los dos, tocan timbre, el
en el balcón del piso trece, cuando de pronto atravesó anfitrión le abre y el tipo señala el alce y dice: «Hola,
un hueco de la baranda y cayó al vacío. Marta Espina vine con los Salomone». Y pasan lo más tranquilos. El
recibió el impacto del animal sobre su cabeza y falle- alce se incorpora a la fiesta. Le va muy bien. Seduce
ció en el acto. Cachi también perdió la vida». a una chica y un pelado se pasa una hora y media
C: No es tan absurda. tratando de venderle un seguro.
H: Esperáte que sigue: «Edith Solá, de 46 años, vio el H: ¡Ja! Lo del vendedor de seguros es un chiste muy
insólito accidente y cruzó la avenida con velocidad, yanqui, siempre aparece.
quizás para prestarle ayuda a la anciana, con tanta C: A las doce de la noche empiezan a repartir los pre-
mala suerte que fue arrollada por el interno 15 de la mios a los mejores disfraces. Y el primer premio se
línea 55». los dan a los Berkowitz, un matrimonio disfrazado de
C: ¡Tremendo! ¡Hermoso! alce. El verdadero alce queda segundo.
H: Pero falta una muerte más. H: ¡Como Charles Chaplin en el concurso de quién
C: ¡Naaaaa! imita mejor a Chaplin!
H: «La tercera víctima fue un hombre que sufrió un C: Exacto. Pero a Chaplin le dio risa perder, en cambio
ataque cardíaco al ver la totalidad del episodio, que el alce se enoja muchísimo, y a la salida arremete con-
se desarrolló durante la mañana de ayer en las inter- tra la pareja ganadora e intenta golpearlos con sus as-
secciones de la Avenida Rivadavia y Morelos». Salió tas. Los Berkowitz se defienden y quedan todos des-
en La Nación y es todo verdad. No había fake news mayados, el alce y los Berkowitz disfrazados de alce.
en esa época. H: Es genial.
C: Por supuesto, Hernán. Y muchísimo menos del dia- C: Pero no termina ahí. El cazador, que todavía está en
rio La Nación. Me encantó. la fiesta, dice: «Esta es mi oportunidad de deshacer-
H: ¿Y vos? ¿Cuál es la historia más absurda que co- me del alce». Ata al alce otra vez arriba del paragolpes
nocés? con la idea de soltarlo en el bosque, pero se confunde
y se lleva a los Berkowitz. A la mañana siguiente, los
C: La del alce de Woody Allen.
Berkowitz se despiertan en el bosque. Al rato un caza-
H: Soy todo oídos. dor los mata, los diseca y los coloca como trofeo en el
C: Un tipo se va de cacería a los bosques de Nueva Jockey Club de Nueva York.
York y caza un alce. Lo ata en el paragolpes del auto H: Hermoso.
y sale para su casa, sin saber que el alce no estaba
C: Y termina con una frase genial. Dice Woody: «Y es
muerto, estaba desmayado porque la bala solo le ha-
un desastre, porque el Jockey Club de Nueva York no
bía rozado la cabeza.
admite judíos».
H: Empieza bastante bien.
C: Escuchá cómo sigue: en un momento el alce se
despierta atado, se empieza a mover y al tipo le da un
cagazo tremendo. Pero se acuerda de que justo esa
278 | Que alguien le acerque una silla a aquellos valores que siguen en pie.
Anécdotas mejoradas
LA DE
LOS INDESTRUCTIBLES
EN EL MAR
Por Carlos Fuller Maúrtua
LA DEL
DAIHATSU «POROTO»
Por Daniela Bluth Goldfarb
LA DEL
ROBO DE LA
RUDA MACHO
Por Fernanda García
284 | Tengo el control de mi vida, pero creo que apreté cualquier botón.
DE LAS INTRÉPIDAS AVENTURAS NOVELESCAS
culpa y me dijo que tal vez era demasiada Hoy, primero de agosto y ya sin él, me
cantidad y casi lo mato. confieso culpable pero sin culpa. Que la
Llegamos a su casa y preparamos el doña dueña de ese jardín venga a buscar-
brebaje espantoso. Lo tomé, me quemó la me y me lleve presa. No me importa. To-
garganta y pensé: «Ojalá tuviera a mi papá tal, la Madre Tierra sabe, como toda bue-
conmigo todos los primeros de agosto de na madre, que lo que se hace con amor no
mi vida para seguir cometiendo hurtos es delito.
menores». Pera era solo una expresión de
deseo, porque luego sentí agradecimiento
de estar ese primero de agosto con él y
haberme convertido en ladrona solo para
complacerlo.
Fernanda García
Dramaturga. Profesora de Teatro. Ac-
San Miguel de Tucumán,
triz. Madre de Lara, Matías y Juana.
Argentina | 1980
LA DE
LA FIESTA QUE SE
QUEDÓ SIN LUZ
Por Gustavo Ramírez
286 | Qué celosos están los perros desde que el mejor amigo del hombre es internet.
DE LAS INTRÉPIDAS AVENTURAS NOVELESCAS
Ahora que nadie los usa, los teléfonos públicos salen a pedir monedas. |287
Anécdotas mejoradas
LA DEL
TIPO QUE SE FUE A BÚZIOS
Por Isidoro Aramburú
LA DE
LA COLADA EN LA CASA
DEL ESCRITOR
Por Janine Zaruski
LA DE
LA RATA Y LA SERPIENTE
Por Jerónimo Mazarrasa Muñoz
LA DE
UNA ANÉCDOTA
ADENTRO DE OTRA
Por Juan Carballo
sería el hecho de usar la bicicleta como me- Córdoba, terminé conociendo a un escritor
dio de transporte principal. La otra sería el medio enfocado en fútbol, que para mayo-
reparto de Orsai, aunque en un nuevo rol de res casualidades escribía seguido acerca
distribuidor que ya no era tan amateur. Al del glorioso Las Flores, el club donde, ha-
poco tiempo, me di cuenta de que mis dos cía muchos años, yo me había dado cuen-
costumbres importadas se combinaban con ta de que nunca iba a llegar a ser un gran
relativa frecuencia y de que yo me había futbolista.
convertido en un verdadero canillita. Peda- Algún tiempo después, mi familia se
leaba y repartía la revista. vio sacudida por alguna conexión ecle-
Durante los dos años de mi reparto cor- siástica de alto nivel. Mientras los eventos
dobés mantuve algunas suscripciones fieles de esos días tomaban formas inesperadas,
de la primera hora, a quienes les repartía yo no podía dejar de pensar que todo eso
las revistas una o dos veces al año, y tam- era definitivamente una anécdota Orsai.
bién sumé a amigos y amigas de Córdoba, Así que se me ocurrió darle forma a aquel
además de mucha gente nueva. De repente, acontecimiento a través de un breve es-
me encontré prestando y debiendo plata a crito en el que hablaba de mi tío, Jorge
gente que no conocía y llevando adelante Bergoglio, el nuevo Papa. Días después, y
un sistema de distribución para unas cua- con algunos tuneos de por medio, mi rela-
renta o cincuenta personas, sin anotar de- to era parte de las peleas por un pri en el
masiado, sin preocupaciones y confiando blog de Orsai. Definitivamente, el primer
mucho. En cada entrega mantenía charlas milagro de mi tío.
pequeñas y cortitas, esas que en la mayoría Cuando se me ocurrió escribir acerca
de las situaciones cotidianas suelen ser in- de todo esto, pensaba que no era tan bueno
cómodas, artificiales y apuradas, pero que que mi anécdota fuera en realidad un peda-
en estos casos resultaban bien diferentes. cito de la anécdota más grande de dos ami-
Un día, mientras bajaba de mi edificio gos que se juntaron para hacer una revista.
ofuscado por unos problemas que tenía con Pero, después de pensarlo un poco más, me
la web de la ONG que había fundado, uno di cuenta de que, desde una u otra perspec-
de los suscriptores que esperaba ansioso tiva, toda anécdota es parte de alguna otra.
por su Orsai me contó que él y su mujer Orsai habrá nacido de esa larga sobremesa
se dedicaban a la programación y que con de dos años, pero ya dejó de ser una anéc-
gusto me darían una mano. Cinco años dota solo del Chiri y Hernán.
después seguimos trabajando juntos.
En otra ocasión, un suscriptor me in-
vitó a escuchar un programa de radio en
vivo donde, justamente, habló un escritor
cordobés publicado en Orsai que se había
alojado por unos días en Sant Celoni. Un
poco por eso, y otro poco por los inten-
tos de juntadas de la comunidad Orsai en
Juan Carballo
Córdoba, Argentina | 1982
LA DE
LA PRIMERA CITA
CON FRANCESCA
Por Karen Luy de Aliaga
LA DEL
RADIO PERDIDO
EN EL FESTIVAL
Por Mariana Scalise
LA DE
LOS DELINCUENTES
DE NUEVE AÑOS
Por Martín Kazmierski
300 | La humanidad está condenada al éxito, pero sus líderes son abogados.
DE LAS INTRÉPIDAS AVENTURAS NOVELESCAS
Martín Kazmierski
Papá de dos. En términos generales,
Ciudad de Buenos Aires,
feliz con la vida que le tocó.
Argentina | 1978
LA DE
LA INDEMNIZACIÓN
Y LA POLICÍA
Por Rafael Serna Martínez
Tengo un mensaje para todos los que quieren destruirme: puedo solo. |303
Anécdotas mejoradas
LA DEL
DORMIDO EN
EL COLECTIVO
Por Santiago González
Qué feo sería morir aplastado por el peso de todos los libros que no leí. |305
Anécdotas mejoradas
LA DE
LOS PALIERES
Por Verónica Stewart
306 | El riesgo de abrazar una religión es que aproveche el abrazo para robarte la billetera.
DE LAS INTRÉPIDAS AVENTURAS NOVELESCAS
ABURRIDO
EN EL SOFÁ
CHIRI: Hay dos tipos de aventuras, las imprevistas y C: ¡Shhh! No me interrumpas. Ahora decime: ¿qué
las buscadas. tipo de aventuras preferís vos?
HERNÁN: Me gusta cuando llegás a mi casa sin sa- H: ¿Como espectador?
ludar y me decís frases pomposas sin que nadie te C: No, como protagonista de tu propio destino.
pregunte. ¿Querés un mate?
H: Prefiero ser el que elige la aventura. No me gusta
C: En el primer tipo de aventuras hay algo externo que cuando la aventura toca a mi puerta y no estoy prepa-
te impulsa a dejar el sillón y enfrentar un problema, rado. Cuando ocurre, le digo a Julieta: «Atendé vos y
y en el segundo sos vos el que decide levantarte del decile que no estoy».
sillón para ir detrás del conflicto. ¿Estás de acuerdo?
C: Es verdad, odiás los imprevistos... Se te nota en la
H: Sí. Pero cuando entrás a la casa de alguien en di- cara que sos cagón.
ciembre de 2020 tenés que saludar y después hablar
H: ¿Perdón?
del coronavirus o de la muerte de Maradona. De lo
contrario, sos extraterrestre. ¿Querés algo fresco? C: Un gordito cacoso.
C: Centráte en la teoría y dame un ejemplo. H: Escucháme: no me gusta que vengas a mi casa
sin avisar. No me gusta que entrés sin saludar. No me
H: Primer tipo de aventura: Duro de matar.
gusta que actúes como si dirigieras un taller literario.
C: ¿Por qué? Pero que me digas gordito cacoso es directamente
H: Porque Bruce Willis no tiene ni idea del quilombo muy extraño. Acá hay algo que no cierra.
en el que se va a meter adentro del edificio en el que C: Mi campera.
trabaja su mujer, y las circunstancias externas lo aga-
H: ¿Ves? Tampoco tiene sentido que tengas esa cam-
rran de la solapa y lo meten de cabeza en la aventura.
pera naranja en verano.
C: Perfecto. Te acepto algo fresco. ¿Y en la segunda?
C: Mi campera no cierra. Tengo una bomba.
H: Dejáme pensar...
H: ¿Un chisme? ¿Una noticia importante?
C: Pensá tranquilo, nadie te apura... Un poco más de
C: No. Mirá.
hielo, por favor.
H: Ah, estás hablando literalmente. Tenés una serie de
H: Thelma y Louise, sin duda.
cartuchos de dinamita recorriendo tu cintura, junto a
C: ¿Por qué? un reloj con una cuenta atrás y un cable que termina
H: No me gusta mucho tu tono de profesor canchero, en un pulsador.
ni que pongas las zapatillas en la mesa ratona, pero te C: Exacto.
respondo por respeto: Thelma y Louise. Son dos ami-
H: Esto tiene que ser un sueño... Y si no es un sueño
gas que deciden salir de viaje un fin de semana para
es una tragedia.
mandar a cagar aunque sea por un par de días a sus
parejas y a sus rutinas de mierda, y en el camino, sin C: ¿Sabés cuál es la temática de la próxima selección
comerla ni beberla, les pasa de todo. de anécdotas?
C: Hasta ahora venís bien... Bastante bien. H: Espero que se llame «De sueños raros y desperta-
res llenos de alivio».
H: ¿Me estás tomando examen?
C: Error, amigo mío... ¡Boom!
C: Acá el que hace las preguntas soy yo. Muy rica la
limonada, aunque un poco pasada de jengibre.
H: Es Fanta.
LA DE
LA CEGUERA REPENTINA
Por María Agustina Maliandi
310 | Lo bueno de los errores es que sirven para mejorar y cometerlos cada vez mejor.
DE LAS CATÁSTROFES Y LAS TRAGEDIAS EXTRAÑAS
LA DE
LOS MURCIÉLAGOS
EN LA CASA
Por Alexa Vélez Zuazo
Mientras trataba de recobrar la calma como si fuera Mina Murray y busqué des-
y me esmeraba por disimular en el trabajo esperada mis llaves para cerrar la puerta.
mi angustia extrema, sonó mi celular: era Recordé que existen tres especies de mur-
mi madre, había leído el diario. «Cierra las ciélagos que son hematófagas, es decir,
ventanas por favor, ¿has leído?», me dijo. que aman la sangre, su sangre y mi sangre.
«Murciélagos en Miraflores, ¿recuerdas lo Un murciélago en mi reja. Un murciélago.
que pasó la última vez? Si entra alguno esta Un murciélago.
noche te encierras en tu cuarto, llamas por Cuando al fin encontré las llaves vi al
teléfono y aguardas». Apelando a la lógica administrador del edificio secundado por
de supervivencia más elemental, le contes- un grupo de ocho inquilinos, tan o más
té: «Madre, si me encierro, ¿cómo le abro aterrados que yo, acercarse sigilosamente
la puerta a quien arriesgue su cuello para hacia la puerta de mi casa con dos antor-
socorrerme?». Aunque lo que quería decir- chas caseras encendidas. Hasta hoy me
le en realidad era: «¿Cómo podré encarar pregunto si no armaron esas antorchas con
sola al sediento chupasangre aleteando a los mismos periódicos que anunciaban,
sus anchas por la casa?». A situaciones ex- por esos días, el retorno de esos roedores
tremas, soluciones extremas: se clausuran con alas. Los vecinos venían decididos a
todas las ventanas hasta nuevo aviso. quemar al animal y probablemente termi-
Mi temor a estos roedores alados no narían sumándome a la escena del crimen.
era exagerado. Los he podido ver de cerca, Les grite que se fueran, que acabarían que-
muy cerca, tan cerca como a cinco centí- mando mi casa. Tendida en el suelo insistí:
metros de mi nariz. Hace un año, mien- «¡Váyanse, apaguen eso!» Lo peor es que
tras seguía paso a paso la rutina habitual el olor a quemado empezaba a colarse y
anterior a salir para el trabajo (apagar las no era la única que lo sentía. No pasó mu-
luces, desconectar los enchufes, cerrar las cho tiempo hasta que el murciélago salió
ventanas), unos murmullos inusuales que volando despavorido por una de las venta-
venían desde el fondo del pasillo de mi nas del pasillo. Por suerte huyó y mi casa
departamento me distrajeron. Y aunque no acabó envuelta en una bola de llamas.
sonara extraño opté por ignorarlos. Cogí Pero el calor arreciaba y mi taquicardia
entonces mi bolso, las llaves y abrí la puer- también.
ta para sumergirme, sin saberlo, en una de
mis peores pesadillas: un murciélago ho-
rrible, enorme, con colmillos afilados se
sujetaba con fuerza de la reja de mi casa.
Mi vecina no paraba de gritar mientras yo
abría la puerta: «¡Un murciélago, cierra, un
murciélago!» «¡Murciéééélago!». Recordé
de inmediato a Christopher Lee, a Béla Lu-
gosi y a todas las películas de Drácula que
los dos protagonizaron. Me cubrí el cuello,
LA DEL
BIDÓN DE JUGO
EN EL AUTO
Por Daniel Germán González
estuviese viendo ahora. En ese momento en aquella botella detrás del asiento no era
yo estaba resfriado y percibir olores se me jugo (el cual mi viejo llevaría por si alguno
dificultaba muchísimo. Entre la nariz tapa- tenía sed cuando salíamos a dar una vuelta
da y el alfajor atragantado, me dije a mí o cuando él volvía de laburar). Era nafta.
mismo que aquello era jugo. Bajé del auto y emprendí una carrera de
Atragantado y con los sentidos atonta- obstáculos rumbo a la heladera, para bus-
dos, le di un sorbo grande, tan grande como car cualquier cosa que pudiera sacarme el
para no dejar ni un atisbo del alfajor en mi gusto y el ardor que crecían y crecían en
boca. El líquido era un tanto espeso como mi boca.
para ser lo que pensaba que era y, mientras
lo tragaba, empecé a pensar en el extraño
sabor que tenía. La indescriptible paleta de
sabores en mi boca provocó la inevitable
reacción en cadena: en menos de dos se-
gundos, me di cuenta de que lo que había
Daniel G. González
Florencio Varela, Buenos Un humilde productor de seguros.
Aires, Argentina | 1987
Yo tenía un perro muy inteligente al que le pedías el diario y lo buscaba en Google. |315
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA INUNDACIÓN
Por Florencia Accqua
LA DEL
VIAJE EN AVIÓN I
Por Franco Vacchetta
318 | Cada vez que prendo la computadora siento que Windows me está cargando.
DE LAS CATÁSTROFES Y LAS TRAGEDIAS EXTRAÑAS
LA DE
LOS SÍNTOMAS DEL CAFÉ
Por Juan Pablo León Almenara
tando cualquier cosa que me decían, para irritabilidad emocional, esto ya es un ex-
después regresar a mi escritorio y analizar tremo. No aguanto los televisores de la re-
palabra por palabra, como si estuviesen es- dacción, el humo del cigarro, los barullos,
critas en portugués. el tiempo de espera para la descarga de un
Día tres: salir de mi casa sin haber to- archivo, el celular, el olor a comida y el
mado café fue como tratar de caminar de- apuro de tener que escribir esta anécdota.
bajo del agua. Aparecieron los síntomas Me aterra despertar mañana y vivir el
gripales más comunes, como la somnolen- siguiente síntoma: la depresión.
cia y el dolor muscular. Otro grito de un
cuerpo que reclamaba un doble expreso
color negro algarrobina.
Hoy sufro uno de los peores días de mi
proceso de limpieza. Si bien había leído
que podía presentarse cierta sensación de
LA DE
LOS DELINCUENTES
MORDEDORES
Por Manolo Bonilla
LA DEL
TEMBLOR EN LA
NOCHE INFANTIL
Por Marcela Repossi
LA DE
LA TRAICIÓN NÁUTICA
Por María Andrea Bugnone
LA DEL
ROBO EN EL
MICRO BRASILEÑO
Por Marina González
LA DEL
HOMBRO DISLOCADO
Por Martín Amico
Aprendí mucho de mis antiguos errores: los de ahora están más logrados. |331
Anécdotas mejoradas
LA DEL
MOMENTO
«CUCHI-CUCHI»
Por Pablo Plavnick
LA DEL
CELULAR EN EL
INODORO
Por Rocío Belén Paleari
cinco años de poco hombre se pueden que- que me sirviera para sacar el teléfono de
dar en tu casa haciéndose la paja a mano ahí. Encontré un cucharón, lo sumergí en el
cambiada». Cuando apreté el botón de en- agua y pesqué el celular como se pesca el
viar, el teléfono se me resbaló, pasó por en- osobuco en el puchero de la vieja. Cuando
tre medio de mis piernas y cayó adentro del lo saqué tenía un pedazo de papel higiénico
inodoro con agua, meo y sangre menstrual. pegado y la pantalla en negro. Con cucha-
—¡La puta madre que me parió! rón y todo, lo dejé adentro del lavamanos.
Me paré de un salto y, sin subirme los Después me senté en el piso del baño, me
pantalones, metí la mano en el inodoro. llevé las manos a la cara y me largué a llo-
Pero, cuando estaba a punto de meter la rar. Al final, ni siquiera iba a poder tirarle
mano en el agua menstruada, me dieron la goma a Gastón.
arcadas y no pude hacerlo. Entonces aga-
rré la jabonera, que era lo más cercano que
tenía, y la revoleé contra la pared. Cuan-
do logré tranquilizarme un poco, apreté el
botón de la cadena: el agua corrió, pero el
celular era muy grande y se quedó estanca-
do. Así que me acomodé el pantalón como
pude y fui hasta la cocina para buscar algo
LA DEL
QUE CASI LLEGA
A PRESIDENTE
Por Rome
LA DEL
ANÁLISIS DE SANGRE
Por Romina Sofi
LA DE
PAULIE
Por Roy Palomino Carrillo
Los franceses se especializaron en los perfumes y los ingleses en las colonias. |341
Anécdotas mejoradas
LA DEL
QUE CADA CINCO
AÑOS LE PASA ALGO
Por Santiago Quesada
342 | Me vendría bien que hoy fuera el fin del mundo para zafar de todo lo que tengo que hacer.
DE LAS CATÁSTROFES Y LAS TRAGEDIAS EXTRAÑAS
LA DEL
VIAJE EN AVIÓN II
Por Zoé Dzugala
A los que hablan con animales los internan en un psiquiátrico. me lo contó un pajarito. |345
SOBREMESA DE LAS CATÁSTROFES Y LAS TRAGEDIAS EXTRAÑAS
HERNÁN: No quiero hacer una regla de esto, pero de- C: Cuando busco películas para ver, siempre esqui-
trás de todas las tragedias yo siempre tiendo a ver «la vo la categoría «Drama». Pero soy consciente de que
mano del destino». escribir nuestras experiencias traumáticas funciona
CHIRI: Es verdad: un piano que se suelta de las sogas como catarsis, lo vimos en los talleres cuando leímos
y cae en la cabeza de un peatón, la cáscara de banana estas historias.
en el lugar incorrecto que hace tropezar a una vieja H: Ayer pensé en algo en lo que nunca había reparado.
indefensa que va al mercado… Tragedias que antes C: Reparado no es una palabra que deba usar un ar-
de que sucedan parecen haber sido manipuladas por gentino de bien.
un autor invisible.
H: Tenés razón. Me alegra que estés en esos detalles.
H: Y ese autor es el Destino, querido amigo... ¿Te acordás el aforismo apócrifo de Fontanarrosa con
C: Epa. Con mayúsculas lo dijiste. ese verbo?
H: ¿Cómo te diste cuenta de que dije «destino» con C: Por supuesto: «Reparad en ese pato que corre. Re-
mayúsculas, si estamos hablando? parad en aquel cordero que trisca. Reparad esa cerca
C: Ahí lo dijiste en minúsculas, pero encomillado. que huyen los animalitos».
H: ¡Es verdad! ¿Cómo sabés? H: Podría reírme un día entero sin parar con los afo-
rismos de Esteban Echenique. Pero dejáme cerrar la
C: Porque tenés un tic. Cuando decís una palabra con
idea.
mayúsculas, ponés la boca para el costado izquierdo.
Con comillas, labio superior apretado. C: Sí, perdón. Me decías que ayer pensaste en algo en
lo que nunca habías pensado.
H: ¿A ver? «¡Cuánta tierra hay en la Tierra!».
H: Es lo siguiente. Creo que la mayoría de nosotros
C: Primero mugre, después planeta, todo encomillado
nunca supimos qué día estuvimos más cerca de la
y con signos de exclamación.
muerte. Los que salieron vivos de un accidente o una
H: ¿Y lo de los signos, cómo te das cuenta? enfermedad muy grave, sí. ¿Pero los demás? Segu-
C: Fruncís el culo. ramente tuvimos un día en que estuvimos a punto de
H: ¡Qué hijo de puta, tenés un don! ¿Pero estás de morir, un día cotidiano e invisible. Y no lo sabemos.
acuerdo con que en las tragedias algo ya está escrito? C: Dame un ejemplo.
C: Manuel Puig decía que ese recurso era muy usado H: Si movías un poco más el codo al enjabonarte, la
en el melodrama, y cita a la película Puerta cerrada, en afeitadora enchufada caía en la ducha.
la que Libertad Lamarque pierde todo en la vida por- C: Ah, ahora entendí... Si te animabas a discutirle esa
que un cartero entrega mal un telegrama. O Margaret idea al taxista, él se distraía en el semáforo y los ma-
Sullavan en La usurpadora, que llega tarde al puerto taba un camión a los dos.
porque el cochero se demora, pierde el barco y el po-
H: ¡Exacto! Hay tragedias que no pasaron por un se-
bre novio cree que no lo quiere...
gundo, por un centímetro, o por un silencio. Y que, al
H: Puig dice que la diferencia entre el drama y el melo- no ocurrir, no dejaron rastros en la memoria. Pero la
drama es que en el primero los conflictos se generan cercanía del horror nos respiró en la nuca.
por los defectos o virtudes de los personajes. Y en
C: ¿Cuándo habrá sido, en nuestra vida, la vez que
cambio en el melodrama interviene algo externo: una
más cerca estuvimos de morir?
guerra que estalla de pronto y separa a dos amantes,
una lluvia torrencial que inunda de golpe toda la ciu- H: No lo sé, pero las anécdotas que siguen hablan,
dad, o confundir una botella de nafta con jugo. todas, de la muerte.
LA DE
LA PERDIZ QUE
NO SE MURIÓ
Por Ana Berdín
—Estamos pensando en darte el premio a la trayectoria, pero para eso deberías morirte a más tardar el viernes. |349
Anécdotas mejoradas
LA DE
LAS DIFERENTES MANERAS
DE SER BUENO
Por Ana Guerberof
do que se muere uno, que los verbos en pa- había practicado el boca a boca, y lo había
sado denotaban una aceptación irrevocable salvado para que luego él se muriera obs-
de la muerte. Mi padre se moría y se con- tinadamente, bajó los ojos. La actriz sabe-
vertía automáticamente en una tercera per- lotodo miró a la viuda con conmiseración.
sona del pretérito imperfecto o indefinido. La joven promesa estaba confusa, alguien
Yo no lograba salir del presente. Mientras se había saltado el guion y aquí era más di-
ponderaba sobre los tiempos verbales de fícil improvisar. Pero nada podía pararme,
los muertos, la hermana de su mujer dijo: yo seguía en un bucle, aunque lo que yo
«¡Es que Miguel era tan bueno!». quería era cerrar ese monólogo confuso.
Y arrastró mucho el tan y el bueno como —Bueno, ¿bueno? No, no le hubiera
para enfatizar que era incuestionable. Y yo, gustado, ¿ustedes creen que él se hubiera
casi sin salir de mis cavilaciones respondí: definido así? No, para nada. Deberíamos
«¡¿Bueno?!». buscar otros más acertados. Inteligente,
Con unos signos de interrogación tam- quizás, incluso, malo. Sí, eso, malo.
bién incuestionables, como si fuera todo en Lo de malo no cuajó en el grupo. La
mayúsculas con entonación wagneriana: viuda había pasado de la sorpresa a una in-
«¡¿BUENO?!». El círculo me miró boquia- credulidad cercana a la ira. Nadie me echó
bierto. Atónito. ¡El círculo «íntimo»! Quise un capote ni por solidaridad con mi jetlag.
tragarme la palabrita con sus interrogacio- Perdida y ya desesperada, y con ansia por
nes. Miré hacia donde estaba mi hermana cerrar una justificación innecesaria dije
para buscar una tabla de salvación, pero claudicando a las miradas inquisidoras,
los ojos, casi riéndose, me dijeron: «A ver pero, al mismo tiempo, sin dejar de cavar
cómo salís de esta». Hundida. El tiempo mi propia tumba.
se quedó colgado de esos ojos fijos en mí —Bueno, sí, bueno, quizás las perso-
que exigían una enmienda o, al menos, una nas que no lo conocían, lo hubieran defi-
explicación. La pausa teatral duraba dema- nido así.
siado y yo no era actriz, así que empecé a
hablar con la misma inconsciencia con la
que había lanzado la pregunta:
—Bueno. ¿Qué significa bueno? Es un
adjetivo, sí, pero semánticamente, ¿qué
significa? Ha perdido su carga. Bueno,
malo, blanco o negro. Son adjetivos vacíos
de valor.
Los miraba para invitarlos a que co-
mulgaran con la lógica de mi argumento.
La cuñada de mi padre me miraba con
lástima y reprobación. Nadie quería en-
trar en la esencia de las relaciones con-
flictivas, parecía decirme. El actor que le
LA DE
LA ABUELA NENA
Por Carolina Quinteros
352 | Siempre me imaginé el purgatorio como una sala de espera sin revistas.
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
LA DE
LAS CENIZAS
Por Cecilia Alemano
—Agarresé de acá —le dijo Martín, —Tengo frío —dijo; y por un momento
acercándole una rama. La mujer estiró los pareció una nena asustada. Después si-
brazos embarrados. Ayudada por él, que ti- guió su camino bajo unas nubes cada
raba, flexionó una rodilla y logró pararse. vez más oscuras. El hombrecito agarró la
Ella miró a la mujer con una mezcla flor y el paraguas, les agradeció con dos
de simpatía y pena: era robusta y canosa, movimientos de cabeza y fue tras la mujer.
tenía la ropa empapada y la bragueta del —¡Señora! —le gritó Martín desde le-
pantalón abierta. Se puso a ayudarla a jun- jos—. Fijesé que se está levantando viento,
tar sus cosas. no sea que al volcar las cenizas...
—¿Sabés qué pasa? —le dijo la mujer, La mujer, parada en el borde, con los
corriéndose algunas mechas pegadas a la pantalones empapados deslizándose hacia
cara. Ella pudo ver sus ojos grandes y os- abajo, dio vuelta la bolsa y dejó caer el pol-
curos—. Vine a tirar las cenizas de mamá. vo color arena. El hombrecito soltó la flor
Ella comprendió el contenido de la bol- sobre el agua.
sa que acababa de levantar. Buscó la mira- —Esa sí que sería una foto —dijo ella,
da de Martín para divertirse juntos, pero lo pero notó que Martín ya había guardado la
encontró concentrado, con la cámara a la cámara.
altura de sus caderas y los ojos entornados Una fina llovizna empezó a caer mien-
hacia el visor. Su típico modo de disimular tras caminaban hacia la calle.
cuando les saca fotos a desconocidos, pen- —Qué genial que descubra el carácter
só, y se sintió incómoda. de la madre cuando ya está hecha polvo,
—¿Te das cuenta? ¿Cómo me vengo ¿no? —dijo ella.
a caer así justo hoy? —dijo la mujer, sin Escuchó que él se estaba riendo con ga-
notar que la enfocaba una cámara. El hom- nas. La lluvia era cada vez más intensa y a
brecito, con las manos en los bolsillos y el él le corrían lágrimas de la risa. Qué lindo
mentón erguido, también parecía esperar era volver a verlo reír. Ella también se reía.
una respuesta. Por un momento se sintió bien. Después se
—Es su madre que no se quiere ir —dijo dio cuenta de que reírse así era lo único que
Martín; se colgó la cámara del cuello y se iban a poder hacer juntos esa tarde.
sacudió el barro de las zapatillas—. Tendría
su carácter la señora, ¿eh?
Ella notó que la mujer resplandecía de
golpe.
—¿Saben que sí? —dijo—. Sí que era
jodida mamá —suspiró. Y como quien tie-
ne todo resuelto, se acercó a ella, le sacó
la bolsa y enfiló hacia el río. Ya cerca de
la orilla empezó a aminorar la marcha y se
detuvo.
Las únicas cosas que podemos contar con seguridad: la muerte y los dedos. |355
Anécdotas mejoradas
LA DE
LA TARDE QUE MATÓ
A LA MADRE
Por Christian José Ipanaqué Olivos
Christian José
Redactor errante y guitarrista.
Ipanaqué Olivos
Curioso a tiempo completo.
Bagua, Perú | 1989
Morirse es cagarse en las ganas de matarte que tienen los otros. |357
Anécdotas mejoradas
LA DEL
GLOBITO AZUL
Por Dánae Rivadeneyra Yriarte
La alegría de ir a recoger a mi papá y des- lejano oeste, pero de pronto las subió hasta
pués seguir el ritual de comer pollo broas- su cintura y, con un movimiento veloz, se
ter me hizo tan feliz que olvidé el asunto de sacó la correa y la empuñó como un látigo.
aquella mañana con el globito. Según papá, Ahora mismo lo veo, haciendo chistar su
yo iba delante de ellos y estaba molesta por látigo contra el piso.
algún tipo de engreimiento, aunque yo dis- Pero el loco no se va, quiere llevarme
crepo, porque no recuerdo haber sido una con él a toda costa. Mi papá ya no mide las
niña engreída. Mi mamá apoya la versión distancias y avanza con todo. Llueven los
de mi papá, pero creo que eran ellos los que correazos a diestra y siniestra, arriba y aba-
iban adelante mientras yo los seguía de le- jo. Los curiosos vivan y gritan hasta que el
jos, molesta, aunque no recuerdo la causa. loco desiste y huye.
Sí recuerdo lo que vino después: algo feo, Recién entonces la gente se acercó para
sucio y duro me tomó por un brazo en plena preguntarle cómo estaba. Mi papá viene
calle y me quiso llevar. hacia nosotras pero de pronto la multitud
—¡Ay, mamá! —grité. se despierta una vez más y, cuando yo giro
No sé cómo hicieron mis papás para la cabeza, allí está ese loco de nuevo. Lle-
liberarme de aquel loco horroroso y hara- vaba un palo de madera enorme y se acer-
piento que me quería llevar a quién sabe caba directamente hacia mi papá.
dónde. Recuerdo una sensación, como si Esta vez los curiosos se interpusieron
uno de los agujeros negros de mis dibu- entre nosotros y el loco.
jos se hubiera hecho realidad y estuviera —¡Lárgate, fuera, vete!
a punto de succionarme. La escena la veo En ese instante sentí cómo mi estóma-
en sepia, tal vez por las luces amarillas de go se revolvía, salivaba sin control, hasta
la Calle Colmena, donde todo esto sucedía. que de pronto vomité. Y en medio de aquel
Esa calle, que cien años atrás era de las más charco, pequeñito y sin mancha alguna, es-
distinguidas, por entonces ya no albergaba taba el globito azul.
a las mejores familias de Lima sino a gita- Ya no me iba a morir.
nas, vendedores ambulantes y a toda clase
de locos que se apostaban en la puerta del
desaparecido Hotel Crillón. Recuerdo las
luces amarillas, mi madre y yo a un lado de
la calle, ella asistiéndome a ver si yo estaba
bien. Pero faltaba mi papá.
Giré la vista y ahí estaba, frente a
frente con el loco, en el medio de la calle.
Un círculo de curiosos gritaba pero no
intervenía. Mi papá y el loco daban algunos
pasos hacia los lados, como formando otro
círculo. Mi papá llevaba las manos cerca
de sus bolsillos, como en una película del
LA DEL
ASESINATO
Por Daniel Silva Jiménez
360 | El gimnasta perfeccionó tanto su técnica que aquel fue su último salto mortal.
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
LA DE
LOS VERANOS EN CHILE
Por Esteban Jourdán
LA DE
PAPÁ NOEL
Por José María Calderón
364 | No hay retrato más fiel de un ser humano que la cara que pone cuando mira televisión.
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
del barrio y siempre colaboro con la coo- Luego escuché una risa grave. Papá Noel
peradora, exijo que atiendan a mi hijo. había llegado al hospital. Visitaba cada uno
Yo me quedé callado. Lo de la coopera- de los boxes entregando regalos a los inter-
dora me pareció demasiado. nados. Que eran niños, por cierto.
Justo entonces apareció la jefa de infec- El mecanismo era siempre el mismo:
tología: pelo corto negro y trazos gruesos Papá Noel entraba, reía, entregaba el regalo
de caricatura. Ajena a cualquier ironía, pi- y acariciaba al niño. Luego, se retiraba con
dió que la dejen sola con «el chico» y me un flashazo que inmortalizaba el momento.
encerró en una sala. Lo que hace cualquier Papá Noel promedio.
—Lo que vamos a hacer es internarte Todo era pura emoción colectiva.
acá porque no se puede hacer nada hasta Mientras Papá Noel estaba en uno de los
que baje la infección —me dijo, en el me- boxes, la enfermera aprovechó para escon-
dio de un silencio atroz—. Entenderás que derme en el baño. Antes de irse, me volvió a
me estoy jugando el puesto por un boluda- hacer el famoso gesto con el dedo.
zo que ya tiene edad para tener familia. —Te quedas acá hasta que yo te diga
Fue así que, un cálido 20 de diciembre, —me advirtió.
sin demasiado protocolo ni amabilidad —y El final de la historia quedará para
con la barba de un leñador canadiense—, in- siempre en la memoria de los enfermeros
gresé en completa clandestinidad al Hospi- presentes y seguramente será transmitido
tal de Niños. La sala era de boxes vidriados, como anécdota sobredimensionada a los
similares a los de un call center. Me dieron residentes venideros: cuando Papá Noel in-
antibióticos vía endovenosa y me dijeron gresó al último box, vio mi cama deshecha
que tenga paciencia. Una verdadera tortura. y con el colchón todavía tibio. Entonces
Estando internado, supe que mis com- detuvo su paso triunfal, miró a sus compa-
pañeros de secundaria habían tenido el ñeros y, después de repasar la cara de cada
acto de graduación y que me habían men- uno de ellos, lanzó un lamento al cielo:
cionado por el micrófono, como hace AP- —Estas son las cosas que a uno le sacan
TRA en los Martín Fierro con los que se las ganas de ser Papá Noel.
fueron de gira. Mientras tanto, pasaban los
días y se acercaba Navidad. Visiblemente
recuperado y esperando el alta, transitaba
con inquietud la monotonía del que espera.
Hasta que una mañana ingresó a la sala
una de las enfermeras y me hizo ese gesto
consagrado, con el dedo índice estirado y
apoyado con fuerza contra los labios: si-
lencio. Del otro lado del pasillo, en cam-
bio, había mucho ruido. Alcancé a ver un
amontonamiento de personas, varios flas-
hes y hasta una cámara del canal local.
Dios tendría que preguntar: «¿Quién se quiere morir?», y priorizar a esos. |365
Anécdotas mejoradas
LA DEL
SILBIDO DEL TUNCHE
Por Juliane Ángeles Hernández
—Parte (esta) pastilla (en) ocho partes pedazos del San Martín de Porres, cabeza
iguales. Una parte dásela (a tu) hija. (Esto gacha.
le) doy a las vacas. No puedo hacer más, —Lo primero que hicimos fue salir a
perdóname. Me demoré (porque) no la en- respirar.
contraba. (Yo) sabía (que) tenía una. Unaaa. —Me senté en la escalera. Te tenía
Palomino se echó a llorar. Papá tiró en mis rodillas. Y ahí apareció la mujer.
nunca más lo volvió a ver. ¿Tu hija ya está bien, ¿no?, me preguntó.
—Le corté el cuello en una. Aprendí de Sí, gracias. A tu hija se la quiso llevar el
mi mamá. La vi muchas veces matar gallos, Tunche. Has tenido suerte, mamita.
gallinas y patos. Lo desplumé lo más rápido Papá saludó a la mujer. Mamá prefirió
que pude y tu mamá lo metió a la olla. guardarse sus palabras, pero persiguió a la
—El agua ya había hervido. Solo fal- extraña con una mirada furiosa hasta que
taba llenar tu biberón con la sustancia. Ya se perdió en el aguajal. Era una mujer de la
había partido la pastilla también. Me tem- aldea contigua. Algo mayor.
blaba todo. No sé cómo hicimos. —¿Te enteraste de lo de la hija de Pa-
Cuando mamá llegó con el biberón y el redes?
pedacito de pastilla, mis ojos habían empe- A papá le tembló todo el cuerpo. Fue
zado a blanquearse. corriendo a darle la noticia a mamá. Co-
—Te tomé de la mano. Todo tu cuerpo nocían a los Paredes. La noche anterior, la
había perdido fuerza. hija de los Paredes jugaba con otros niños
—Te cargué con cuidado, me senté en de la aldea en su casa.
la cama y te di la pastilla y el biberón. —La hija de los Paredes murió hace
—Era casi medianoche. Me quedé arro- unas horas.
dillado a la cama. —¿De dónde sacas eso? ¡Cállate!
—Nos quedamos dormidos. Ya no te- Mamá me llevó en sus brazos. Papá
níamos ni lágrimas. fue tras nosotras. Vieron que un grupo de
Mis balbuceos los despertaron a la ma- mujeres con hojas y flores caminaba en fila
ñana siguiente. Había retomado el entrena- hacia la casa de los Paredes. Las aves, los
miento natural de los niños que están por monos y los bichos hicieron un minuto de
decir su primera palabra. Ahora yo los mi- silencio.
raba. La negrura en mis ojos había vuelto.
—Me desperté llorando. Vi a tu papá
arrodillado a la cama y lloré más.
—No podía pararme. Tenía la mitad del
cuerpo adormecido.
—Y tú hablaste, hijita. O sea, lo in-
tentaste. Fue tu manera de decirnos que ya
estabas bien.
Empecé a balbucear como nunca. Ma-
má me limpió la baba y papá recogió los
Juliane Ángeles
Hernández Periodista y gestora de contenidos.
Lima, Perú | 1986
LA DE
LA ÚLTIMA VEZ
Por Luciano Fernández Compiano
Luciano
Fernández Compiano
Jujuy, Argentina | 1980
LA DE
LA AHOGADA
QUE FUE FELIZ
Por Luisana Cartay Febres
vieran y para intentar avanzar— me estaba psicólogo, reuniones con abogados, sín-
cansando, me estaba arrepintiendo, no que- dromes premenstruales, pésames incó-
ría ser una muerta por ebriedad, no quería modos, mudanzas, autobuses repletos de
pasar a ser lo que pude haber logrado y no gente. Me convencí de que me moría, y lo
viví para hacerlo. El agua me entraba por la acepté.
nariz, la boca, los oídos. Tuve la certeza de que morir joven era
Me acordé del dios de colegio católico lo mejor que me iba a pasar en la vida. Sé
que creía conocer, le pedí que me dejara que fui feliz por ignorancia, porque no co-
vivir: «No lo hagas por mí, hazlo por mi nocí nada mejor, y lo mejor que conocí era
mamá —negocié con Dios— imagínate la lo que tenía. No experimenté el amor de
tristeza que va a sentir cuando sepa que me pareja, no amasé grandes sumas, ni escri-
morí, y la vergüenza cuando sepa cómo». bí una trilogía sobre mi vida. No practiqué
Había sido aceptada en una de las uni- ningún deporte con pasión, pero está bien,
versidades más importantes de Venezuela, tampoco lo voy a extrañar. Me inventé la
tenía la promesa de un carro propio y las felicidad, que al fin y al cabo es un acuerdo
nalgas duras que la adolescencia otorga sin interior.
mérito. Y voy, tomo seis cervezas de más, Entonces me relajé y miré al cielo. Miré
termino ahogada en una playa y paso a las directamente al sol porque ya no importa-
listas de muertos por inmersión del Insti- ba si me quemaba la retina. Las olas me
tuto Nacional de Estadísticas. El próximo llevaron cerca de la orilla sin que me diera
año seré la historia que las madres van a cuenta, deben haber pasado treinta segun-
contar a sus hijos antes de despedirlos al dos y la temperatura del agua cambió, mis
inicio de las vacaciones, también la razón pies ahora podían tocar la arena.
por la que algunos no tendrán viaje de gra- Los que me acompañaron aquella tarde
duación, y me odiarán. nunca supieron lo que pasó, para ellos pasó
A cincuenta metros de donde yo lucha- a ser un recuerdo caluroso de otro tiempo.
ba por mi vida, mis amigos celebraban la Con los años vería a esos once adolescen-
de ellos. Era, en ese momento, la distan- tes dar conferencias, ocupar cargos y tener
cia entre la vida y la muerte. Entonces lo hijos; pero casi nunca los escuché hacer re-
supe: mi vida se había terminado. Supe ferencia a aquel viaje.
también que si había algún momento para
tomar el destino con mis manos era este.
No quería irme cansada, triste, ni con arre-
pentimientos. Me convencí de que los me-
jores años de mi vida habían sido otros,
de una juventud más temprana. Pensé
que me estaba ahorrando problemas eco-
nómicos, crisis de la mediana edad, de-
presiones postparto, entrevistas de trabajo,
resacas, rompimientos de pareja, visitas al
Cuantos más millones costó hacer una película, más disfruto de verla gratis. |371
Anécdotas mejoradas
LA DEL
SARCASMO EN EL
VELORIO DEL PADRE
Por Magalí Haberman
era escuchar cómo mi abuela, a los gritos, pe, les preguntó por qué estaban ahí y ellos
comentaba: «Era una persona tan buena. respondieron que para hacer el aguante. Se
Nunca un mal entendido tuvimos y era tan acercó a mí, me abrazó, y me dijo: «Por lo
buen marido y padre… era tan buen yer- menos ya no sufre más». Me reí, porque
no». En esos momentos cerraba los puños era lo que respondía mecánicamente a los
y explicaba: «Mi abuela siempre lo odió. que me decían: «Lo siento mucho». Des-
Llamaba a mi casa tratando de convencer pués, saludó a Pepa, que le respondió con
a mi mamá de que se separe, de que con su voz estridente. «Uy, qué sorda que está, po-
educación se merecía algo mejor». bre», comentó, y se sentó al lado de Daiana
Al sentarme vi a mi vecina Pepa entrar. y, mirando a Ariel preguntó: «¿Ustedes si-
«Esa mujer es genial, tiene 93 años. Fue guen de novios?». «Sí. Nos mudamos jun-
profesora en casi todos los colegios de esta tos». «Ah, bueno, los felicito. Hacen muy
ciudad y se conoce a todo el mundo». Mi bien en no casarse. El matrimonio lo com-
papá la adoraba. «Tuvo una vida difícil y plica todo». «Yo —agregó Ariel— opino
tiene por costumbre tomar habitualmente igual». La cara de ella se transformó, como
alguna que otra copita de whisky. Como a si realmente tuviera ganas de llorar. En ese
la hija no le gusta que tome y sabía que a momento, entró un hombre que mi vecina
él le habían regalado una botella, venía a interceptó: «Yo te conozco a vos».
charlar a casa. Una vez se sirvió dos me- «Víctor, ¿de dónde conocés a esta mu-
didas sin que nadie la vea y se fue a su jer?», inquirió la esposa. «No sé. No la vi en
departamento cantando La Marsellesa». mi vida». «Sí. Tu apellido es… Katok, ¿no?
Pepa me vio y corrió a abrazarme: «Que- Fui profesora tuya de historia en el colegio.
rida, no sabés cuánto lo lamento». Su pin- Eras tan brillante». Entonces me di cuenta
tura estaba corrida y, a pesar de ser coque- que ese era el contador de mi papá, el pa-
ta, parecía no importarle que las lágrimas dre de una compañera mía de la facultad.
negras por el rímel recorrieran su cara. En En ese momento y en ese lugar me pareció
ese momento escuché a Daiana, una amiga que estaba en el País de las Maravillas y que
del jardín a quien no había visto en mucho cualquier cosa podía pasar.
tiempo, con Ariel, su pareja. Le indiqué a
Pepa que se sentara a mi lado y los salu-
dé. Ellos se sentaron frente a mí. En ese
momento, escuché que un grupo de chicos
hablaban sobre el resultado del partido que
jugaron el domingo. Giré la cabeza y vi
al equipo de fútbol del club donde hice el
jardín, a muchos de cuyos integrantes no
conocía y de los que solo uno se acercó a
saludar «en nombre del equipo». Adrián,
mi profesor de educación física, que a su
vez era director técnico, se sumó a la trou-
LA DE
LA CASA LLENA DE
RECUERDOS
Por María Luisa Aguado Martínez
rroquia de la que eran tan devotas. Eso más Cuando llega el momento de volver y lle-
algunos trámites y papeleos son suficientes varnos cada uno algo de recuerdo, yo eli-
para dar por cerrada la casa. jo dejar la bailarina y me llevo el Quijote.
En los últimos años, yo las había visi- Ahora habita entre mis libros, con toda su
tado en muy pocas ocasiones, pero todavía carga de mal estilo y sin una gota de licor
mantengo vivo el recuerdo de mi infancia en su interior. Pero tiene la virtud de que
cuando la casa aún era iluminada por el hu- cada vez que tropiezo con él cuando busco
mor de mi tío. De entonces guardo en la algún ejemplar, me hace sonreír.
memoria dos objetos que él nos enseñaba
y que a mí me producían fascinación: una
cajita de música que, al abrirse, descubría
una bailarina que giraba frente a un espe-
jo; y una botella de porcelana, en forma de
Quijote, que se situaba entre los libros y
servía para esconder el licor. Busco ambas
cosas por la casa y las encuentro. La baila-
rina resulta ser una propaganda comercial
de plástico vulgar, y además el mecanis-
mo no funciona, está roto. Y el falso libro,
ahora me doy cuenta, es de muy mal gusto.
LA DEL
CONEJO Y EL
ROTTWEILER
Por Mercedes Álvarez
LA DE
LA CHICA MUERTA
Por Pablo Javier Coppari
378 | Las cucarachas deberían asesorarse con las vaquitas de San Antonio para mejorar su imagen.
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
LA DE
LA PAREJA EN
LA GARITA
Por Pablo Ramos
380 | Llegaron las empanadas del restaurant caníbal: ¿vos de quién querés?
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
ron callados un instante, cada uno en sus Al otro día adelanté mi rutina cinco
cosas. Ella dijo algo y ambos rieron. minutos. Llegué a la esquina y esperé. La
Verde. rubia caminaba con sus brazos cruzados,
Impaciente, al otro día llegué al semá- llevando su carpeta. Se detuvo haciendo
foro, pero no estaban. Noté la ausencia equilibrio en el cordón antes de cruzar la
de escolares y odié los días instituciona- avenida. Él le había contagiado esa cos-
les. El fin de semana extendió la intriga tumbre. Apenas pisó la calle, puse primera
y supuse que estos días sin verse podían y aceleré. El ruido de sus huesos quebrán-
hacer retroceder la relación. Llegó el lu- dose fue más seco que el que hizo su cabe-
nes y demostró que yo estaba equivoca- za al partirse contra el asfalto. Escuché un
do. Paré en la esquina de siempre y ellos grito ahogado desde la garita. Ahora sí ya
conversaban alegres. Ella era la que más no será una sospecha su tristeza.
hablaba. Con histrionismo movía sus ma- Desde ese día llego diez minutos más
nos y acompañaba sus palabras con ges- tarde a la oficina. El tiempo exacto que
tos graciosos. Me concentré intentando me demoro por agarrar por una avenida
deducir algunas expresiones, pero un bo- más transitada. Me detengo en todas las
cinazo me espabiló y tuve que avanzar garitas del camino buscando una historia
contra mi voluntad. Durante algunas se- que me haga vivir de prestado, esperando
manas ese fue un escenario que se repitió que el maldito semáforo decida cambiar
con mínimas variaciones. A veces hablaba de color.
ella, otras él, pero siempre estaban conten-
tos. Una mañana llegué a la esquina y solo
estaba la rubia. La noté impaciente. En la
otra cuadra, corriendo y sacudiendo de un
lado para el otro la mochila, lo vimos apa-
recer. Ella sonrió y entendí que también es-
taba enamorada. No puede ver el encuentro
porque el verde traidor se apresuró. La si-
guiente mañana, pude calcular desde lejos
que tendría luz verde al llegar a la esquina,
así que aminore la marcha y obligué a de-
tenerse a todos los que venían detrás. Ellos
estaban cerca uno del otro, charlando sin
dejar de mirarse. Ella hacía muecas con
su labio inferior y él acariciaba su cabello.
Estaban cara a cara. Se hablaban casi susu-
rrando y noté que para ellos existía solo esa
garita. Él la abrazó y ella recostó su cabeza
contra su pecho. Otra vez el verde maldito.
LA DE
LOS VEINTE AÑOS
DE DIFERENCIA
Por Sara Palacio Gaviria
LA DE
LA CATÁSTROFE
DEL ALISCAFO
Por Sebastián Fernández
384 | Que alguien le acerque una silla a aquellos valores que siguen en pie.
DE LA MUERTE Y LA ÚLTIMA LUZ DEL CAMINO
LA DE
LAS JOYAS DE
LA ABUELA
Por Selva Marina Mendoza
LA DE
LA PRIMA MUERTA
EN EL SUBTE
Por Viviana Santillán
LA FIEBRE
MONTEVIDEANA
CHIRI: Diez años, diez secciones, diez sobremesas. escalera, húmedo, espantoso (por lo menos para un
Me gusta que mantengamos ciertas obsesiones de escritor de mi categoría) y ahí fue mi peor momento
orden hasta en las celebraciones. Ahora, pensando en febril.
voz alta: medio bajón terminar la revista con historias C: Sí, delirabas. Yo me reí muchísimo.
que tienen que ver con la muerte, ¿no?
H: Vos también estabas jodido, pero cuando viste que
HERNÁN: La muerte del diez. lo mío se ponía feo tomaste la decisión unilateral de ir
C: ¡Qué hijo de puta que sos! No había hecho la analo- a buscarme medicamentos. ¿Te acordás?
gía. Pero tenés razón, hicimos el cierre de esta revista C: Claro que me acuerdo, porque en un momento me
con la muerte de Maradona revoloteando. cagué de un susto. Se te salían los ojos para afuera de
H: De todas formas, todo final es como una pequeña la tos, y delirabas, te creías tu abuelo.
muerte... H: ¿Mi temible abuelo Marcos?
C: Ahí estás arrolonando el gesto, ¡muy bien! C: Sí. Me decías: «¡Patricia, esta sopa está fría!», y me
H: Me emociona festejar los diez años de la revista querías pegar. Pero estabas tan débil que no te salía
con este proyecto hecho, de principio a fin, entre no- la trompada. Entonces me levanté y fui a buscar una
sotros y los lectores. farmacia de turno, porque pensé que te morías.
C: Nosotros en realidad no hicimos ningún esfuerzo. H: Ahí quiero llegar. Vos te fuiste y yo me quedé solo.
Viajamos, conocimos gente genial, nos emborracha- Estaba muy transpirado y tenía frío. Pero en esa sole-
mos y reímos como si tuviéramos veinte años... Pero dad fui consciente de que vos estabas en la calle, a
entiendo tu emoción y la comparto, querido amigo. las tres de la madrugada, en un país desconocido...
H: Lo único que recuerdo con cierto pasar es que en C: No estábamos en Tailandia, boludo... ¡Era Uruguay!
Montevideo no destacamos con los lectores. H: Shhh. Dejáme incorporar la épica. Vos te pusiste
C: Es cierto, fue una mierda porque nos agarró fiebre una campera y saliste a buscar ayuda. Mientras que
y una tos horrible y estuvimos bastante flojos en los yo, afiebrado y solo en esa habitación desangelada,
talleres. ¡Pobre la gente que nos tuvo que sufrir! Yo sentí la protección de tu amistad.
creo que los montevideanos fueron los talleristas que C: Ah, estás hablando en serio.
más padecieron la estafa.
H: Claro. No es que sentí la amistad de ese momento,
H: Yo sigo en contacto con algunos chicos que hicie- sino toda la amistad que nos une desde chicos. ¿Viste
ron el taller y te aseguro que si fue así no lo notaron, que cuando tenés mucha fiebre conectás muy profun-
me siguen tratando bárbaro. do? Bueno, yo vi en ese pequeño gesto tuyo, de ir a
C: Porque son buena gente: tienen esa sabiduría la farmacia, todos tus grandes gestos. Los vi al mismo
oriental que los pone muy por encima de nosotros. tiempo, como en un aleph.
Pero dimos un poco de pena. C: Qué loco.
H: ¡Porque teníamos cuarenta grados de fiebre! Yo H: Y te lo quería agradecer.
guardo un recuerdo muy especial de esos días. Es-
C: No seas pavo.
tábamos alojados en una casa un poco espantosa de
un barrio montevideano, creo que no habíamos con- H: No, en serio. ¿Sabés cuál es la única gran certeza
seguido algo mejor... de la amistad verdadera?
C: Vos querías algo mejor, pero fui yo el que organizó C: ¿Cuál?
la logística y quería cuidar el mango. H: Siempre sabés quién va a agarrar primero la manija
H: Bueno, estábamos ahí, en un segundo piso por del cajón, cuando todo acabe.
Instrucciones para
contar anécdotas
E
ste decálogo nació de un punteo que armamos con Hernán al principio del
viaje, cuando empezamos a recibir las primeras anécdotas por correo elec-
trónico. Nos sirvió para identificar por qué una anécdota funcionaba mejor
que otra, y cómo se podían solucionar algunos problemas que se repetían en la
mayoría de las historias, y dice así:
1. Amar la estructura clásica por sobre todas las cosas. Las anécdotas cons-
tan de un principio, un desarrollo y un final. Tienen que ser claras y fáciles
de seguir para el espectador. No intentes ir más allá. Para transgredir es-
tructuras existe la literatura experimental o el arte performático.
2. No hay arco dramático sin objetivo. Los escenarios excéntricos o los
personajes pintorescos pueden estar muy bien por sí mismos, pero no sir-
ven como disparadores de anécdotas. Para que el público se identifique con
nuestra historia necesitamos un objetivo y un arco dramático: en el punto
de partida el protagonista tiene que perseguir una meta, y al final del reco-
rrido debe haber experimentado un cambio. Puede terminar mejor o peor
que como empezó, pero nunca igual.
3. Una anécdota que dura más de cinco minutos no es anécdota, es stand-
up. La brevedad y la precisión de relojería son atributos fundamentales del
género. Cuando la anécdota se extiende por más de cinco minutos auto-
máticamente cambia de género y se transforma en monólogo, stand-up o
soliloquio. Se suele incurrir en este error por exceso de ego. Evitálo como
a la peste.
4. La realidad no se negocia, pero... Una anécdota tiene que estar basada
en hechos reales, debe suceder en lugares reales y los protagonistas tienen
que ser personas reales. Una vez aceptada esta regla de oro, está permitido
mentir, exagerar, falsear, alterar, tergiversar y/o transgredir lo que sea ne-
cesario con tal de seducir al espectador.
Chiri Basilis
sobremesa 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
sobremesa 2 .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
sobremesa 3 .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
sobremesa 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
sobremesa 5 .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
sobremesa 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
sobremesa 7 .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
Solo podemos ver el futuro en el preciso instante que se transforma en pasado. |401
LA DE
LA GUERRA DE
LOS PUTOS STAFF
Editor responsable
Por Martín Kalaizich Hernán Casciari
Jefe de redacción
Christian Basilis
Dirección de arte
Margarita Monjardín
Edición
Josefina Licitra
Martín F. Castagnet
Sofía Badia
Alejo Barmasch