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Lentes e Interfaces: Pasos hacia la

Post-Integración en Psicoterapia
Por: Javier Mandil - Miembro del Directorio de Fundación Equipo de Terapia Cognitiva
Infanto-Juvenil y Profesor a cargo de la materia “Clínica de Niños”, Universidad Favaloro

Dedicado con admiración y respeto a Héctor Fernández Álvarez,


por parte de un discípulo espiritual, quizás inquieto en exceso.

Aún en el aparentemente complejo título que antecede a estos párrafos, gracias a


Ockham y su célebre navaja, resulta bastante simple definir algunos de sus términos:
Una lente es un adminiculo óptico resultante de la manipulación del vidrio u otros
cristales a fines de suscitar correcciones o aún alteraciones con funciones
especializadas en la perspectiva visual: piénsese, por ejemplo, en las lupas o
microscopios, orientados a restringir el campo visual en un punto específico de un
fenómeno y aumentar el tamaño de esta área a los fines de una observación detallada.

El concepto de interface​[1] ​es habitual en las tecnologías de la comunicación e


información y también en el campo de la biología, para referir a dispositivos o
superficies de contacto e intercomunicación entre sistemas, que manejan un lenguaje e
inclusive una forma de organización disímil, pero, sin embargo, necesariamente
compatibles entre sí. Esta intercomunicación tiene un propósito específico, en tanto el
trabajo conjunto e interactivo entre estos sistemas suele dar como resultado procesos y
productos más ricos y potentes.

¿Por qué hablar de lentes e interfaces?

En ciertas áreas complejas de la clínica psicoterapéutica, adscribir escolásticamente a


un modelo único, o es una auto-limitación a fines de marketing (de la cual el que
escribe no está exento en numerosas circunstancias, por supuesto) o un
contra-sentido.

Comencemos por la clínica de niños y adolescentes: por una parte la consulta está
motivada por una gama muy amplia de trastornos y de características idiosincrásicas
que, de acuerdo a la literatura basada en la evidencia, responden a determinantes
múltiples: sabemos, por ejemplo, que el trastorno bipolar infanto juvenil posee una
etiología neurobiológica y hereditaria. Sin embargo, características del contexto como
la emoción expresada y la organización de los ritmos sociales afectan su evolución. Así
mismo, dada la intensidad de sus manifestaciones conductuales, es muy usual que el
joven consultante y sus familiares participen en aprendizajes poco efectivos, que
suelen decantar en comorbilidades y otras complicaciones del cuadro. Y,
paralelamente, funciones cognitivas como la resolución de problemas, tienden a
sub-ejercitarse por parte​ ​de los consultantes que afrontan estas dificultades (Kendall y
Braswell, 1993).

Con lo cual, al hablar de trastorno bipolar en jóvenes (podríamos incluir una gama
amplia de cuadros como el TDAH, la esquizofrenia infantil, y los TEA al referir a este
problema), hemos de incluir determinantes neurobiológicos, cognitivos, conductuales y
contextuales para realizar una precisa formulación del caso.

Así mismo, si bien la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), es la que cuenta con más
evidencia para una gama de problemáticas diversas en el área, su soporte empírico no
es exhaustivo a todos los motivos de consulta. Ante diversos trastornos disruptivos, son
los programas de entrenamiento a padres en modificación de contingencias, el gold
standard de los tratamientos con sustento científico (Ollendick y Neville-King, 2010). En
el trastorno bipolar juvenil, la evidencia incipiente se aplica a las terapias de ritmos
sociales y las orientadas a la optimización de la comunicación familiar (Goldstein,
2016). En el Trastorno Disocial en Adolescentes, es la terapia Multisistémica, un
modelo integrativo con base conceptual ecológica y socio-cultural, la que se registra
como probablemente eficaz (Henggeler, 2009). Y respecto a la anorexia restrictiva en
adolescentes, el modelo de Terapia Familiar del Maudsley Institute, de origen sistémico
y bio-médico, es el que cuenta con importante evidencia (Duthu et al., 2016).

Al no ser especialista, pero si inevitable conocedor del área, me permitiré hacer una
presentación más resumida en lo que atañe a otra gama de motivos de consulta
complejos en la clínica psicoterapéutica: los Trastornos de la Personalidad. Si bien es
cierto que la Terapia Conductual Dialéctica (DBT), basada en el célebre modelo
bio-social, constituye el gold standard para el tratamiento del Trastorno Límite (Linehan,
1993), este dispositivo constituye una opción costosa y no siempre viable. Resulta
criterioso entonces, aunque cuenta con menor evidencia a la fecha, tomar en cuenta la
alternativa propuesta por la Terapia basada en la Mentalización, debido a su favorable
diferencia respecto a sus costos de implementación (Bateman y Fonagy, 2006). Así
mismo, para otros trastornos de la personalidad como los Evitativos, Dependientes y
Obesivos, entre otros, es el modelo cognitivo de la Terapia Centrada en Esquemas el
que cuenta con evidencia considerable (Young, Klosko, Weishaar, 2006).

Esto nos lleva a una emisión de opinión fuertemente discutible, pero tal vez inevitable:
en su mayoría, los modelos “puros” más investigados en psicoterapia tienen su
sustento en la especialización respecto a áreas específicas, restringidas y que muchas
veces no toman en cuenta complejidades habituales en la consulta cotidiana: gravedad,
comorbilidad, cronicidad, entornos disfuncionales, carencia de recursos instrumentales
y afectivos, etc. (Castonguay y Beutler,2005).

Es en este punto que, en cierto sentido, denominarse a uno mismo, por ejemplo como
“Terapeuta TCC” o “Practicante de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)”,
cuando se trabaja en relación a estas áreas, suele ser, ni más ni menos que una
sobre-simplificación de un accionar a fines comunicacionales, inter-institucionales y
porque no, publicitarios. Nadie puede ser un “Terapeuta TCC standard puro” al trabajar
con los niños y sus familias. Difícilmente se pueda ser solamente un “Terapeuta DBT”
si se aborda, con base en la evidencia, una gama amplia de motivos de consulta
relacionados con los trastornos de la personalidad.

Podría resultar útil, repasar brevemente en este apartado, dos de los históricos
desarrollos teóricos y metodológicos en psicoterapia, orientados a abordar la
complejidad y la diversidad en la clínica cotidiana: el eclecticismo y la integración.

Respecto al primero, si bien registra una gama amplia de variantes, podemos a fines de
circunscribir la temática, centrarnos en la más investigada: el eclecticismo técnico. Uno
de los modelos precursores más difundidos ha sido la Terapia Multi-Modal de Lazarus
(1981), en sus orígenes de fuerte impronta cognitivo conductual pero que, con el correr
del tiempo ha ido incorporando elementos sociales, interpersonales y experienciales en
su marco metodológico. Posteriores modelos de eclecticismo técnico como la
Psicoterapia Prescriptiva y la Selección Sistemática de Tratamientos (Beutler y
Harwood, 2000), han enfatizado el desarrollo de marcos orientados a organizar la
tipología, secuencia e intensidad de intervenciones de origen teórico heterogéneo,
considerando su adecuación de acuerdo a diferentes características idiosincrásicas de
los consultantes y sus contextos de referencia.

En suma, los eclecticismos técnicos, atentos a que diferentes técnicas psicológicas de


origen heterogéneo, cuentan con un importante sustento empírico para el abordaje de
particularidades idiosincrásicas de los motivos de consulta, prescinden de un desarrollo
teórico para circunscribirse a la descripción detallada y organizada de principios
flexibles para la intervención.

En el otro polo de los desarrollos orientados al abordaje de la complejidad clínica y la


flexibilización conceptual encontramos, históricamente, a la Integración en Psicoterapia.
Se trata de marcos teórico-metodológicos amplios, dirigidos a abordar diferentes
variables que determinan la etiología y el mantenimiento de los motivos de consulta, no
solo desde un sistema prescriptivo técnico, sino también desde la base de un
fundamento teórico que explica el desarrollo de las personas, sus vulnerabilidades y
fortalezas. Generalmente se trata de emprendimientos conceptuales que recogen
elementos de los sistemas teóricos más investigados y/o consensuados a través de la
historia del desarrollo de la disciplina y los reformulan en una nueva conceptualización
global más abarcativa y flexible. Célebres son en este sentido, por ejemplo, los
desarrollos de Paul Watchel (1977), resultantes de una integración entre presupuestos
psicodinámicos y conductuales. O los del Argentino Héctor Fernández Álvarez (1992),
orientados a considerar en manera evolutiva la interacción de aspectos psicodinámicos,
cognitivos, conductuales y contextuales en la constitución de la personalidad.

Todos estos emprendimientos apuntan admirablemente a resolver la evidente dificultad


que implica la elucidación de comunes denominadores conceptuales en la proliferación
de más de 400 modelos de psicoterapia desarrollados a la fecha, permitiendo así
mismo la delimitación e intervención respecto a ese complejo, múltiple y delicado sujeto
de estudio que es el ser humano.

Sin embargo, con todo el respeto y admiración que estas perspectivas me merecen (no
puedo evitar reconocer en este espacio a Héctor Fernández Álvarez como uno de los
principales maestros e inspiradores de mí propio recorrido profesional), no dejan de
presentar dificultades y contradicciones, difícilmente resolubles en su propio desarrollo
epistémico:

Muchas veces, las perspectivas integrativas sufren de cierta dificultad en la delimitación


precisa de los conceptos y métodos descriptos y otras veces el proceso mismo de
integración es parcial. De hecho, posiblemente hoy en día, podríamos pensar al notable
modelo propuesto por el Dr. Fernández Álvarez como una reformulación
cognitivo-constructivista que abduce y retraduce conceptos provenientes de otros
marcos al susodicho paradigma de base. Por ejemplo, la conceptualización referente a
la organización evolutiva y jerárquica de las estructuras de significado, descripta por el
Dr. Fernández Álvarez (1992), si bien incorpora aportes de la psicología evolutiva y el
psicoanálisis, es más cercana en su núcleo epistémico a las concepciones dialécticas
del desarrollo de la organización cognitiva personal, propuestas por autores como
Guidano y Liotti (1983). Así mismo, en la explicación de la injerencia de las
experiencias emocionales en la constitución de la identidad, si bien se rescatan con
infinita perspicacia los proféticos desarrollos de las psicoterapias humanistas, estos son
reinterpretados desde una visión constructivista de los procesos de desarrollo del
sí-mismo.

Es decir que, en un punto, los modelos integrativos, a pesar de sus invaluables aportes,
suelen dejar ciertos interrogantes sin resolver que podrían cuestionar, inclusive, su
propia definición.

¿Es la integración una interacción equitativa de postulados trans-teóricos o en general


consiste en la abducción y reinterpretación de conceptualizaciones heterogéneas sobre
la base de un paradigma teórico específico como, por ejemplo, el
cognitivo-constructivista? ¿Es la integración una alternativa económica en relación a su
sustento en la investigación científica? ¿Los hallazgos previos sobre la eficacia de los
presupuestos inherentes a cada teoría son suficientes o el desarrollo de un nuevo
modelo integral que las abarca requiere nuevos esfuerzos de investigación? Y, por
último, un planteo que no es ajeno a los grandes relatos, en estos tiempos
meta-modernos: ¿Es posible que la integración en psicoterapia sea una admirable
Utopía cuestionada por la propia heterogeneidad, diversificación y proliferación de los
modelos integrativos? ¿La emergencia de cada modelo integrativo, no estaría
agregando a partir de su desarrollo, una cifra más al impactante número de más de 400
escuelas registradas en la historia de la psicoterapia? En este sentido, cuando se
observa el desarrollo de modelos complejos como la DBT, originariamente concebidos
como propuestas integrativas orientadas a abordar presentaciones clínicas complejas
(Linehan, 1993), uno no puede dejar de preguntarse si la integración no es un tiempo
lógico previo al desarrollo de una identidad autónoma y diferenciada en un nuevo
modelo terapéutico.

Un modelo posible para la comunicación trans-teórica en


la actualidad

A posteriori de la exposición de semejantes cuestionamientos respecto a estos


admirables esfuerzos teóricos y metodológicos, orientados al abordaje de la
heterogeneidad y la complejidad clínica, resultaría extremadamente cínico no expresar,
con la mayor humildad posible, aunque sea una pequeña propuesta orientada a
favorecer de una manera alternativa el diálogo trans-teórico y la resolución de los
interrogantes que subsisten en nuestros consultorios. A este fín, intentaré cerrar el
círculo retomando las definiciones expuestas al inicio del presente artículo.

Posiblemente, la diversidad teórica, metodológica y clínica creciente (en las últimas


décadas, felizmente, la psicoterapia ha engrosado aún más el ámbito presumiblemente
efectivo de su accionar), hacen que a la fecha el desarrollo de grandes relatos teóricos
y metodológicos sea poco viable. Tampoco considero posible que un eclecticismo
intuitivo o un pastiche teórico personal a cada terapeuta, sea una respuesta rigurosa
que contemple con seriedad el abordaje del sufrimiento de quienes consultan.

Consciente del riesgo inherente a mi propia pretenciosidad, me resulta inevitable trazar


nuevamente y como tantos otros, un paralelismo con algunos cuestionamientos que
dieron origen a postulados fundacionales de la mecánica cuántica. Consideremos, a
modo de metáfora, el Principio de Incertidumbre propuesto por Heisenberg (1925). A
grandes rasgos, este explica que, al intentar estudiar con mayor precisión y
simultáneamente, múltiples variables inherentes a un fenómeno complejo, mayor es el
grado de inexactitud en los resultados. Por ejemplo, es imposible determinar con
precisión y simultáneamente ciertos pares de variables físicas como la posición y la
velocidad de una partícula. En este sentido, las diferentes variables dinámicas que
intentamos medir se definen de manera operacional, es decir, en términos relativos al
procedimiento experimental, el instrumento de medida utilizado y el modo en que tal
instrumento es implementado. Así mismo, reconoce que las medidas resultan
perturbadas por las características del propio instrumento y metodología de
observación. Por ejemplo, para intentar medir la posición y la velocidad de un electrón,
es necesaria la emisión de fotones que chocarían con el electrón, con lo cual se estaría
modificando su posición y velocidad. Es decir que el propio sistema de medición estaría
modificando los datos, determinando que los resultados de la propia observación sean
solamente aproximados, introduciendo un margen de error imposible de ser reducido a
cero, más allá de la precisión de los instrumentos.

¿Es demasiado osado trazar esta analogía en relación a las múltiples y simultáneas
variables que tenemos que determinar, a los marcos de referencia e instrumentos
múltiples a los que tenemos que recurrir por ejemplo, al evaluar a una adolescente con
desregulación emocional, con aparente carga genética registrada en el ambiente
familiar, alto conflicto entre los padres, importante nivel de emoción expresada en el
entorno y poca adherencia y/o observancia del encuadre terapéutico? ¿No es
condición necesaria recurrir a “lentes” e instrumentos diversos para delimitar una
formulación clínica lo suficientemente exhaustiva del caso y para diseñar estrategias
flexibles de intervención?

En este sentido mi propuesta se dirige simplemente, a considerar marcos teóricos y


metodológicos diversos pero, en cierta medida compatibles, a la manera de diferentes
lentes a los cuales podemos recurrir para observar variables y aspectos específicos de
los motivos de consulta.

Los medios de comunicación entre sistemas teóricos y metodológicos afines consistirán


ni más ni menos que en la implementación de “interfaces conceptuales”, es decir,
niveles explicativos destinados al señalamiento de paralelismos, solapamientos
funcionales entre conceptos, en conjunción al esclarecimiento de las inevitables
diferencias teóricas y metodológicas entre sistemas conceptuales razonablemente
compatibles (Barnes-Holmes et al., 2004). Probablemente, dichos niveles explicativos o
interfaces podrían aplicarse especialmente respecto a la interrelación entre las diversas
terapias cognitivas y conductuales, los modelos interpersonales y contextuales, los
neurobiológicos y sociológicos con base en la evidencia. En este sentido, posiblemente
sea más viable trazar paralelismos o solapamientos funcionales entre conceptos
provenientes de marcos conceptuales enmarcados en las teorías contextuales,
cognitivas y del aprendizaje, que entre conceptos basados en las teorías del
procesamiento de la información y los supuestos sustentados en la teoría de la libido o
la determinación sexual de los síntomas neuróticos.

La ventaja de semejantes “interfaces explicativas” es la posibilidad de comunicar


sistemas diferentes pero compatibles entre sí, sin necesidad de alterar la propia
coherencia interna de cada marco conceptual. Por poner un ejemplo: va a ser claro que
la Terapia Cognitiva Comportamental , La Terapia Conductual Dialéctica, los Modelos
Neurobiológicos, los Programas de Entrenamiento a Padres para el Manejo de
Conductas Disruptivas e inclusive ciertos Modelos de Terapia Familiar tendrán
importantes puntos de contacto y objetivos en común, a la vez que importantes
divergencias en la metodología y en sus bases conceptuales. Las diferencias
epistemológicas entre los diversos sistemas o marcos teóricos no requerirán
re-traducirse o asimilarse entre sí. Simplemente se precisarán sus puntos de afinidad y
heterogeneidad teórico-metodológica, en pos de elucidar la adecuación de un modelo
particular de tratamiento a cada caso, necesidades del consultante e, inclusive,
momentos particulares del proceso terapéutico.

Continuando con el paradigmático caso de una consultante adolescente con


desregulación emocional, es posible que, de no contar con los recursos y la
disponibilidad de un equipo DBT y de que se trate de una joven que registra un buen
funcionamiento y suficiente soporte familiar, pueda verse beneficiada con un
tratamiento TCC o ACT de acuerdo a las características de estilo, idiosincrasia y
preferencias de la joven. Sin embargo es probable que, en caso de que el
funcionamiento global de la consultante esté severamente afectado y/o que registrase
conductas de riesgo, el tratamiento DBT sea una necesidad ineludible. Así mismo, en
caso de que el funcionamiento global de la consultante pueda verse beneficiado por el
trabajo interdisciplinario médico-psicológico probablemente la interconsulta sea de
suma importancia (Miller, Rathus y Linehan, 2007).

Por otra parte, puede ocurrir que, en las primeras entrevistas de evaluación o fases de
pre-tratamiento, se evidencie que la consultante no presenta la más mínima motivación
para participar en el proceso terapéutico y/o que los adultos a cargo no cuentan con
herramientas adecuadas para orientarla hacia la responsabilización por su propia
mejoría. El trabajo con los contextos de referencia y la provisión de herramientas para
el soporte y la gestión de las conductas problemáticas, a partir de un programa
psicoeducativo dirigido a los padres, probablemente sea, en estas circunstancias, una
precondición necesaria a la implementación de cualquier tipo de tratamiento que
requiera la participación activa de la joven.

Como se puede observar, al considerar la complejidad e idiosincrasia de los motivos de


consulta, un sano eclecticismo técnico y una selección sistemática de tratamientos, es
una necesidad ineludible pero no suficiente: cualquier profesional con experiencia
clínica reconoce la necesidad del desarrollo de lenguajes comunes entre los
profesionales de diversa orientación implicados en un tratamiento, así como algún tipo
de concepción global y consensuada orientada a explicar las particularidades de los
usuarios y de los motivos de consulta. De no existir algún sistema formal dirigido al
desarrollo de consensos y lenguajes comunes, estos de todas formas se suscitan en
manera intuitiva y, por lo tanto no siempre rigurosa y efectiva.

Y es en este punto que la necesidad de interfaces teórico-explicativas habría de ser


considerada. En suma, dada la complejidad inherente al ser humano, sus
circunstancias y los contextos donde se desarrollan las consultas, probablemente
debamos recurrir a lentes diversos, es decir sistemas conceptuales diferentes, en pos
de focalizar y realizar una observación detallada y especializada de variables
específicas que co-determinan las características de los motivos de consulta, sus
particulares desafíos y las fortalezas a partir de las cuales orientamos el cambio
terapéutico. Cada marco teórico y metodológico será capaz de proveernos las
herramientas para la comprensión e intervención respecto a diferentes variables
críticas a la conceptualización clínica. Pero, en la búsqueda de un accionar consistente,
la necesidad del desarrollo de lenguajes comunes y sistemas de consenso que no
afecten la coherencia interna de cada modelo terapéutico en particular es necesaria.

El desarrollo de interfaces en psicoterapia

Ilustraremos en manera resumida una forma posible de desarrollo de interfaces


teórico-metodológicas en el cuadro a continuación, en el que se destacan cuatro
intervenciones prototípicas en relación a diferentes modelos terapéuticos. Como se
puede observar, una interface conceptual lo suficientemente exhaustiva debería
incorporar al menos tres dimensiones imprescindibles: la especificación del ​Marco
Conceptual y Metodológico de Origen, la descripción de​ Solapamientos Funcionales y
Finalidades Comunes Trans-Teóricas entre marcos de tratamiento compatibles y la
consideración de ​Especificidades Teórico-Metodológicas de la intervención evaluada.

Intervención Marco Solapamientos Especificidades


Conceptual y Funcionales y Teórico
Metodológico Finalidades Metodológicas
Comunes
Trans-Teóricas

Reestructuración Terapia Cognitivo Favorece la El modelo


Cognitiva Comportamental, toma de conceptual en el
Teorías del perspectiva y el que se sustenta la
Procesamiento de descentramiento TCC es mentalista,
la Información y respecto a las se basa en la
de la Construcción experiencias aplicación clínica de
de Significados. psicológicas supuestos
De acuerdo a problemáticas. A intrapsíquicos y de
como pensamos y partir del acuerdo al caso, en
a las creencias cuestionamiento la teoría de los
que tenemos y la propuesta de esquemas, el
respecto a los alternativas, es procesamiento de la
acontecimientos, posible información y/o la
les otorgamos un flexibilizar el construcción de
significado que estilo cognitivo significados. La
incide en nuestras del consultante. metodología clásica
experiencias En un marco de de intervención se
emocionales y en trabajo dirige a la
nuestras meta-cognitivo flexibilización de
conductas es viable contenidos
implementarlas específicos, aunque
para favorecer la puede
auto-percepción implementarse a los
del sí mismo fines del desarrollo
como de una perspectiva
observador y meta-cognitiva
constructor de
significados

Defusión Terapia de Favorece la Es importante


Aceptación y toma de destacar que ACT y
Compromiso y distancia y de RFT se sustentan
Teoría de los perspectiva en el paradigma
Marcos respecto a las contextual-
Relacionales. conductas funcional. Se
Desde estas cognitivas poco prescinde del
bases efectivas. Su concepto de mente
conceptuales se ejercitación para entender a los
entiende que la promueve, así pensamientos,
cognición y el mismo, la emociones y
lenguaje son meta-percepción sensaciones como
conductas del self como conductas. La
verbales contexto de finalidad de la
gobernadas por desarrollo de intervención no se
estímulos en conductas dirige, por lo tanto,
manera arbitraria. lingüísticas y al cambio de
La fusión con cognitivas CONTENIDOS
experiencias gobernadas en específicos (el
privadas manera arbitraria problema desde
consistentes en por estímulos este marco no es la
conductas racionalidad o
cognitivas puede verificabilidad
limitar el repertorio ontológica de los
de acciones del mismos, sino el
consultante. La modo de relación de
defusión consiste la persona con sus
en ejercicios de eventos privados).
desliteralización y Su objetivo es la
re-contextualizació alteración de la
n de las conductas función de las
cognitivas conductas
problemáticas a cognitivas en
fin de relación al contexto;
contrarrestar la es decir, la
rigidez y favorecer posibilidad de
la flexibilidad percibirlas como
psicológica información sobre la
experiencia y no
como verdades
ontológicas en
relación al self y/o al
entorno. Así mismo,
se favorece la
ejercitación de una
meta-percepción del
self como contexto
de desarrollo de los
eventos privados

Delimitación de Terapia Familiar Se favorece el Es importante


Fronteras entre Estructural desarrollo de señalar que las
Sub-Sistemas Sistémica. Teoría repertorios intervenciones
de la conductuales estructurales se
Comunicación más flexibles sustentan en el
Humana. Se que, a su vez, paradigma
entiende que la podrían Sistémico y la
estructura de un promover el Teoría de la
sistema familiar desarrollo de Comunicación
está constituida otros Humana. Si bien la
por sus patrones aprendizajes. Es mayor parte de sus
comunicacionales/ importante constructos son
conductuales más destacar que, en operacionabilizables
rígidos. El este modelo todo en CONDUCTAS
concepto de constructo de comunicacionales,
frontera refiere a observación e la enfatización de
patrones de intervención los procesos de
conducta estables debe ser crisis como
que determinan el plausible de ser determinantes del
nivel de cercanía operacionalizado cambio terapéutico,
emocional, la en conductas. la altísima confianza
distancia, el En este sentido, en la generalización
establecimiento de por ejemplo, la de los aprendizajes
jerarquías, las delimitación de a partir del llamado
alianzas y fronteras “efecto bola de
coaliciones en una flexibles entre el nieve” y los
familia. El trazado sub-sistema diferentes niveles
o delimitacíón de parental y el de directividad del
fronteras se basa fraterno se logra terapeuta, podrían
en intervenciones y se verifica a contraponerse a la
conductuales y partir del concepción gradual,
experienciales aprendizaje de íntimamente ligada
realizadas en conductas a la práctica y a la
sesión para concretas como, ejercitación, propias
favorecer la por ejemplo, la de las teorías
flexibilización de discusión en conductuales del
los patrones privado de los aprendizaje.
relacionales- desacuerdos por
conductuales-com parte de las
unicacionales figuras
rígidos que parentales. El
constituyen la desarrollo
estructura paulatino de
idiosincrásica del acuerdos entre
sistema familiar. los padres
posibilitaría a
posteriori, por
ejemplo, la
puesta en
práctica
consistente de
un programa de
manejo de
refuerzos en
relación a las
conductas
problemáticas
presentadas por
un niño.

Intervención Modelos Variables como Existe una histórica


Farmacológica y Neurobiológicos y la cronicidad, la discusión teórica,
Medidas de Bio-Médicos. complejidad y la filosófica e
Psico-Higiene Fuerte sustento en gravedad de los ideológica entre los
hallazgos respecto síntomas, la paradigmas
a predisposiciones presencia de bio-médicos y
biológicas que conductas de numerosos modelos
co-determinan una riesgo y/o una de psicoterapia.
amplia gama de afección Posiblemente esta
problemáticas en considerable en deba su origen, en
Salud Mental y la calidad de parte a los
referentes a la vida del supuestos dualistas
dinámica de los consultante, son históricamente
neuro- factores a imperantes en
transmisores. Si considerar para psicología y en
bien existe un la indicación de parte a
importante una interconsulta presupuestos
consenso médico-psicológi filosóficos
respecto a la ca. Una divergentes que
descripción del perspectiva inciden en la
cerebro como un holística e definición de los
sistema modular, interdisciplinaria criterios de salud
dinámico y suele ser de mental.
complejo, la suma utilidad al Probablemente,
intervención en la coordinar la más allá de la
sinergia neural de estrategia consideración de
áreas conjunta. Por hallazgos
especializadas poner ejemplos, controversiales de
apunta al en cuadros la investigación en
desarrollo de donde la relación a
efectos globales desorganización problemáticas
que inciden, de o la rigidez específicas, la
acuerdo al caso, cognitiva habitual falta de
en funciones afectasen al consenso se deba
como la consultante, el mayoritariamente a
regulación de las uso de la terapia prejuicios y
emociones, la farmacológica filiaciones
rigidez, flexibilidad puede ser una institucionales poco
y organización pre-condición permeables al
cognitiva, los necesaria para trabajo conjunto. Es
procesos de las de desear que el
auto-control y intervenciones desarrollo creciente
auto-monitoreo y terapéuticas de estudios y
por lo tanto, como orientadas a la lenguajes
finalidad principal toma de interdisciplinarios y
en la flexibilización perspectiva, trans-teóricos
del repertorio flexibilización posibilite una
conductual de los cognitiva y optimización en la
consultantes. diversificación coordinación de
del repertorio de esfuerzos
conductas terapéuticos
efectivas. En beneficiosos para
problemas los que consultan.
relacionados con
la desregulación
emocional, la
intervención
farmacológica y
la reorganización
de hábitos y
ritmos sociales
posibilita y
potencia el
aprendizaje de
habilidades
conductuales
orientadas a la
autorregulación

De todas formas, es importante considerar que no es cada intervención en manera


aislada lo que hace la diferencia, sino el marco metodológico global, la estrategia
terapéutica y la finalidad que orienta su implementación. En lo que probablemente los
profesionales intervinientes habrán de desarrollar sólidos acuerdos, es en la finalidad
de los tratamientos y en el modelo de salud mental a partir del cual el proceso
terapéutico será orientado.

Desafíos pendientes en la comunicación Trans-Teórica

No puedo proceder a finalizar este artículo sin realizar una pequeña pero
imprescindible digresión. Aún esta modesta propuesta para la intercomunicación
teórico-metodológica en casos complejos, presenta puntos indecidibles. Estos son, ni
más ni menos que la particular concepción de salud mental y del desarrollo personal a
la que adscribe cada profesional interviniente. Pueden ser en algún punto
inconciliables, por ejemplo, las concepciones normativas basadas en el DSM,
referentes a la mejoría terapéutica entendida como ausencia o disminución de la
sintomatología, a la que adscriben tradicionalmente modelos como la TCC standard
(Caro, 1997), en contraposición al concepto de normalidad destructiva sustentado por
la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999). En base a
dicha consideración de múltiples procesos destructivos como inherentes a la vida
“supuestamente normal”, se considera que el sufrimiento humano es inevitable en la
cotidianeidad de las personas, siendo la aceptación del dolor psicológico y el
compromiso respecto a acciones orientadas a valores, brújulas posibles para el
crecimiento personal. En suma, probablemente la divergencia entre estas
concepciones fundamentales a la orientación de un proceso terapéutico, requieran de
una decisión comprometida, idiosincrásica y consensuada entre los profesionales
intervinientes en un caso clínico: ¿Qué esperamos que logren nuestros consultantes al
cabo de un proceso terapéutico? ¿Cuál es la finalidad de nuestro ejercicio profesional?
Sin embargo, posiblemente estas discusiones excedan a la adscripción respecto a una
vertiente teórica en particular y precisen enmarcarse en el ámbito de la filosofía, las
elecciones y los compromisos personales de cada terapeuta. En este sentido, quizás
sea beneficioso dejar estas dudas como puntos de partida a subsiguientes procesos
reflexivos por parte del lector y finalizar, en este punto, el presente artículo.

Bibliografía:

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[1]​ El uso del concepto “interface” en esta propuesta, está inspirado por su aplicación
en el artículo de Barnes-Holmes et al. (2004), donde los autores reportan hallazgos
referentes a solapamientos funcionales entre conceptos propios de la Teoría de los
Marcos Relacionales (RFT) y las Neurociencias. Dichos planteos son, a mi criterio,
impactantes y promisorios, aunque infelizmente no hayan sido suficientemente
desarrollados en posteriores emprendimientos.

Artículo publicado el 26 de enero del 2017 en Psyciencia.com


Imagen:​ Matt Neale en Flickr

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