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Jornada Institucional

El COVID-19 ha provocado una modificación en la modalidad de concurrencia


a las escuelas en todo el mundo.

 Como resultado, la educación ha cambiado significativamente, debido al


aumento de la enseñanza llevada a cabo de forma remota y a través de
plataformas digitales.

 Algunas investigaciones sostienen que el aprendizaje on line aumenta la


retención de información y toma menos tiempo, lo que significa que los
cambios que ha causado el coronavirus podrían haber llegado para
quedarse.

Con este cambio repentino


de la formación fuera del
aula, algunos pensadores se
preguntan si la adopción del
aprendizaje on line
continuará persistiendo
después de la pandemia y
cómo tal cambio impactaría
en el mercado educativo mundial.
Antes del COVID-19, ya había un alto crecimiento y adopción de la tecnología
en materia educativa, pero a partir de la llegada de la pandemia este uso se ha
masificado.

¿Qué significa esto para el futuro del “Aprendizaje”?

Mientras que algunos creen que el movimiento no planificado y rápido hacia el


aprendizaje en línea, sin capacitación, ancho de banda insuficiente y poca
preparación, dará como resultado una experiencia de usuario deficiente que no
es propicia para un crecimiento sostenido, otros creen que surgirá un nuevo
modelo híbrido de educación, con importantes beneficios; que la integración de
la tecnología de la información en la educación se acelerará aún más y que la
enseñanza on line, eventualmente se convertirá en un componente integral de
la educación escolar.
Sin embargo, hay desafíos por superar y el principal se centra en la posibilidad
que todos los estudiantes tengan el acceso confiable a internet y los
dispositivos adecuados para llevar adelante sus estudios.

¿Es el aprendizaje on line tan efectivo?

Para aquellos que tienen acceso a la tecnología


adecuada, existen evidencias de que el aprendizaje
en línea puede ser más eficaz en un número de
maneras. Algunas investigaciones muestran que,
en promedio, los estudiantes retienen un 25-
60% más de material cuando aprenden on line, en
comparación con solo el 8-10% en un aula. Esto se
debe principalmente a que los alumnos pueden
aprender más rápido en línea. El aprendizaje electrónico requiere un 40-60%
menos de tiempo para aprender que en un salón de clases tradicional, porque
los estudiantes pueden aprender a su propio ritmo, retrocediendo y releyendo,
saltando o acelerando a través de los conceptos que elijan.
Está claro que esta pandemia ha interrumpido por completo un sistema
educativo que muchos afirman que ya estaba perdiendo su relevancia.
Sin embargo, la efectividad del aprendizaje on line varía entre los grupos de
edad. El consenso general sobre los niños, especialmente los más pequeños,
es que se requiere un entorno estructurado, porque los niños se distraen más
fácilmente. Para obtener el beneficio completo del aprendizaje en línea, debe
haber un esfuerzo concertado para proporcionar esta estructura e ir más allá de
replicar una clase a través de un video, en su lugar, utilizando una gama de
herramientas de colaboración y métodos de participación que promuevan la
"inclusión, personalización e
inteligencia”. Los niños usan
ampliamente sus sentidos para
aprender, hacer que el
aprendizaje sea divertido y
efectivo mediante el uso de la
tecnología es crucial y un
desafío que requiere capacitación, mayor compromiso y creatividad por parte
del docente.

Los grandes acontecimientos mundiales suelen ser un punto de inflexión para

la innovación rápida. Está claro que esta pandemia ha interrumpido por


completo un sistema educativo que muchos afirman ya está caduco ya que las
escuelas continúan centrándose en las habilidades académicas tradicionales,
en lugar de en habilidades como el pensamiento crítico y la adaptabilidad, que
serán más importantes para el éxito en el futuro. ¿Podría el cambio al
aprendizaje on line ser el catalizador para crear un método nuevo y más
efectivo para educar a los estudiantes? Mientras que algunos temen que
la naturaleza apresurada de la transición en línea pueda haber obstaculizado
este objetivo, otros planean hacer que el aprendizaje electrónico sea parte de
su "nueva normalidad" después de experimentar los beneficios de primera
mano.

TEXTO 2

Recorte de la entrevista a la coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la


Educación, psicopedagoga y docente del Instituto de Humanas de la UNVM
(Universidad Nacional de Villa María) Silvia Paredes.
“Problemática actual de la educación en sus diferentes niveles y los nuevos
desafíos por delante”.

La situación actual, absolutamente impensada meses atrás, ha conmovido a la


sociedad en su conjunto y a escala planetaria, y entre tantas instituciones y
prácticas sociales, ha impactado en el sistema educativo y las prácticas
docentes. Cuando digo sistema educativo incluyo todos los niveles y
modalidades, desde el Jardín maternal hasta el posgrado universitario.
Nuestros sistemas educativos se han construido históricamente “haciendo pie”
entre otros elementos, en la presencialidad, más allá de las experiencias –
muchas muy valiosas- que se venían desarrollando en la educación a distancia,
sobre todo en los estudios de posgrado, de postítulos docentes y en algunos
casos en el grado universitario.
Hoy, en el contexto de la pandemia con la suspensión de la presencialidad,
hemos echado mano a recursos diversos que nos permiten dar continuidad a
las actividades de formación; y progresivamente nos vamos apropiando de
diversas tecnologías, vamos mejorando nuestras competencias en la
producción de recursos educativos, pero, en el marco de la emergencia, como
una situación excepcional y transitoria y con un trasfondo de mucha
preocupación y angustia.

Esta situación actual nos ha mostrado muchas cosas, muchas ya la sabíamos,


pero las ha puesto al desnudo y otras han venido a discutir algún sentido
común que circulaba sobre la escuela. De esas muchas cosas voy a señalar
algunas que exigen que las sigamos pensando y problematizando desde el
campo pedagógico y en el campo de las políticas públicas.
Una es la incidencia en las desigualdades sociales en el acceso a la educación
y al capital cultural; esta situación de pandemia profundiza esas desigualdades
y debe seguir siendo el centro de la preocupación y la acción de la política
pública.

La segunda es la idea –bastante generalizada- acerca de la rigidez de la


escuela, la resistencia al cambio, la lentitud de las políticas educativas para dar
respuesta a las diferentes contingencias y de las dificultades de los docentes
para adaptarse a nuevas situaciones; la experiencia de estos meses, la rápida
adaptación a nuevas condiciones pone -al menos- en discusión esas
aseveraciones.

La tercera es que el estudiar en casa dejó en evidencia –y muchas veces


mostrado con humor de padres desesperados por no saber cómo “enseñar” a
sus hijos- que la escuela existe, funciona y requiere de profesionales de la
enseñanza que –como tales- se han formado para esa tarea que tiene
particularidades y requerimientos propios y específicos; ojalá esto contribuya a
la valoración social del trabajo docente y a la mejora de las condiciones de
trabajo y, en la Universidad, a la jerarquización de la función de enseñanza en
relación a las otras funciones como investigación y extensión.

Y la última es que nos puso en evidencia la potencialidad que conserva la


escuela en términos de su función social; lo pienso como el espacio privilegiado
para el encuentro con otros, que permite la circulación de prácticas culturales
diversas y que produce un “efecto” escolar en la estructuración de la vida social
y familiar. Si en algún momento se puso en dudas si la escuela tenía
potencialidad para regular algunos aspectos de la vida social, la “ausencia” de
escuela puso en evidencia su enorme capacidad de estructurar la vida social
(yo creo efectivamente que hay ausencia de escuela tal como definimos más
allá de la continuidad pedagógica y del enorme trabajo que estamos haciendo
maestras, maestros, profesores y profesoras).
¿Qué tipo de herramientas se utilizan para poder llevar a cabo la
educación virtual?
No es solo virtual las tecnologías que se utilizan hoy para sostener la
continuidad pedagógica, a lo largo del sistema escolar y a lo largo de los
heterogéneos territorios se ha apelado a diversas tecnologías: el cuadernillo
creado por el docente con copias, pegatinas, escrituras propias; los materiales
impresos del Ministerio de Nación; los contenidos educativos de radio y
televisión, la comunicación por email o whatsapp, las plataformas, etcétera.

¿Qué tipos de contenidos y formas de pedagogías se ponen en juego en


esta instancia?
Es necesario señalar que la experiencia que estamos llevando adelante no es
educación a distancia, porque las propuestas de educación a distancia tienen
condiciones de producción y lógicas organizativas e institucionales diferentes.
Hoy estamos en una situación de emergencia y estamos aprovechando todas
las tecnologías disponibles para la continuidad de los procesos de formación;
sin duda la enseñanza en entornos virtuales es muy valiosa y las experiencias
y el conocimiento que nos provee la investigación pedagógica sobre el papel y
el impacto de las mediatizaciones tecnológicas en los procesos de enseñanza
realiza un aporte fundamental en este contexto.
¿Cómo ha sido el traspaso de la presencialidad a la virtualidad desde las
estrategias de la enseñanza docente?

No conocemos en detalle aún, se están iniciando indagaciones, investigaciones


que nos permitirá conocer con más certeza como se han dado estos procesos.
Lo que podemos suponer -a partir de lo que conocemos- es que ha sido muy
heterogénea la experiencia y los recursos y eso se vincula con diferentes
cuestiones: por un lado, la naturaleza del conocimiento a trabajar y las
destrezas y habilidades que sean responsabilidad de ese espacio curricular a
desarrollar.

También es necesario mirar las prácticas de estudio y los procesos de


aprendizaje de los estudiantes; allí también deben producirse (y se deben estar
produciendo) cambios significativos que tendremos que conocer, incluso como
un insumo fundamental para repensar las propuestas docentes.

Tendremos también que hacernos preguntas más específicas en relación a las


experiencias en los diferentes niveles del sistema escolar, por ejemplo ¿Cómo
trabajar con entornos virtuales, que utilizan la palabra escrita como vehículo
fundamental, con niños pequeños? Piensen en el Nivel Inicial, piensen en la
escuela primaria; allí aparecen otros actores como la familia que desarrolla un
papel clave.
Desde el campo pedagógico necesitamos generar una escucha muy atenta de
estas experiencias, escuché que lo llamaban algo así como un “saber
pedagógico de emergencia”, escuche también nombrarlo como “coronavirus
teaching” enseñanza en contextos de coronavirus; creo que hay importantes
desafíos por delante para la producción académica.

Sin dejar de lado que la modalidad presencial es lo ideal, ¿Se pueden


encontrar ventajas (o aspectos positivos) en el método virtual de la enseñanza-
aprendizaje? ¿Y cuáles son las principales desventajas?

Me parece que no sería pertinente hablar de que una modalidad es ideal – ni lo


presencial ni la virtualidad- ya que deberíamos decir ideal respecto a qué
propósitos. Creo que hay muchos recursos que podemos aprender de las
experiencias que estamos llevando adelante y que pueden instalarse porque
consideremos que son valiosas para el desarrollo de determinados contenidos
o porque amplíen la posibilidad de estudiantes que no pueden asistir en la
presencialidad, o por muchas razones pero no son ideales en sí misma.
Ahora creo también, y en esto hay muchos que piensan diferente, que no todo
se puede enseñar en la virtualidad. Hay algunas experiencias de formación que
exigen la co- presencia, que requieren transitar un territorio, que se impone
manipular determinados materiales o herramientas, que la discusión con otro
es indispensable en el proceso de aprender. Me parece que podemos enseñar
y aprender mucho y muy bien en propuesta mediadas por tecnologías, aun en
situaciones de emergencia, pero también creo que algunas experiencias de
formación deberán quedar a la espera de que retomemos actividades
presenciales.

TEXTO 3

Son muchas las preguntas e incertidumbres que flotan en el aire en medio de


esta coyuntura sobre el futuro. Sin embargo, parece haber solo dos caminos
por tomar una vez que termine la pandemia: volver ‘a lo de siempre’ o iniciar el
camino que conduce a nuevas ideas. De esta disyuntiva no está exenta la
educación. La pandemia del covid-19 ha puesto de relieve cuestiones
arraigadas que se remontan a 200 años en el sistema educativo global, desde
la desigualdad de financiación entre las escuelas
hasta la falta de enfoque en el bienestar emocional, con muchos matices de por
medio.
Entonces, “¿Volveremos al aprendizaje pasivo tradicional o nos moveremos a
un nuevo camino centrado en el bienestar de los estudiantes y en la reducción
de las profundas desigualdades del aprendizaje global?
¿Qué camino tomarán los docentes y las escuelas, los padres
y los estudiantes, los gobiernos, la humanidad?”.
Todo parece indicar que sí habrá un cambio. Hace unas semanas, el Grupo
Atlantis –un cuerpo de 26 exministros de Educación y jefes de gobierno de todo
el mundo–, señaló: “La pandemia mundial a causa del coronavirus representa
el desafío
más importante para la educación en todo el mundo desde la Segunda Guerra
Mundial”.
La mayoría de los gobiernos del mundo cerraron temporalmente las escuelas y
las instituciones educativas como una de las medidas para evitar la
propagación del nuevo coronavirus.

Lo que destapó la pandemia

La mayoría de los niños y profesores se fueron a sus casas y, por medio de


diversas estrategias, principalmente la virtualidad, se intentó continuar con el
proceso educativo.
Sin embargo, esto dejó en evidencia las mayores fragilidades del sistema: las
muchas deficiencias e inequidades en los sistemas educativos, desde la banda
ancha y las computadoras necesarias para la educación en línea, pasando por
los entornos
de apoyo necesarios para enfocarse en el aprendizaje, hasta las dificultades
encontradas para alinear los recursos de enseñanza con las necesidades.
“Los estudiantes privilegiados consiguieron sortear rápidamente las puertas
cerradas de las instituciones y encontrar vías hacia oportunidades de
aprendizaje alternativas
apoyados por sus padres y deseosos de aprender; los de familias
desfavorecidas se quedaron fuera cuando las escuelas cerraron”.

Cifras de la Unesco lo demuestran. La mitad del total de los alumnos en el


mundo –unos 826 millones de estudiantes– que no pueden asistir a la escuela
debido a la pandemia, no tienen acceso a una computadora en el hogar y el 43
% (706 millones)
no tienen internet.
Incluso para los maestros de países que poseen una infraestructura fiable de
tecnología en los hogares, la rápida transición al aprendizaje en línea ha sido
complicada. En el caso de los profesores de las regiones en las que el acceso
a las TIC y otras metodologías de aprendizaje a distancia es más reducido, la
transición ha sido aún más difícil o hasta imposible.
En medio de esto, el docente también se dio cuenta de que no es cierto lo que
dicen de que “los niños y adolescentes son nativos digitales”. Se tiene esa idea
porque usan redes sociales; sin embargo, solo eso saben hacer. “Tenemos un
analfabetismo virtual impresionante”,
Otro punto que ha quedado en evidencia es que los estudiantes, los padres y
los maestros se han dado cuenta de lo agotador que es estar en las pantallas
todo el día, es decir, la virtualidad no es la respuesta ni es el futuro. “El
aprendizaje remoto
nos ha recordado que un aprendizaje poderoso solo puede ocurrir cuando
estamos comprometidos, enérgicos y enfocados. Si se trata de completar
horas, entonces estamos perdiendo el punto”.

Investigadores de la Universidad de Pekín han dicho que “las sesiones en línea


entre 15 y 30 minutos son más efectivas”. Esto debe causar cierta reflexión
sobre cuán efectivos son los modelos actuales de educación en los que los
estudiantes están en las aulas durante horas y horas con pocos descansos.

Diego lo sabe. Una noche después de un largo día tuvo que salir a respirar un
momento porque estaba agotado. Ya ni sabía cuántas semanas habían pasado
desde que el colegio cerró y mandó a sus dos hijas a la casa. Sentía
cansancio físico, mental y emocional porque además de cumplir con su rol de
papá, debía cocinar, trabajar y ser profesor. Sin duda, esta última era la labor
que más desgastado lo tenía.
Durante este tiempo, las escuelas han entendido que esto no es solo
aprendizaje remoto, es aprendizaje durante una pandemia. La ansiedad, la
incertidumbre, el miedo y el aislamiento se han vuelto más frecuentes.
Mientras a Diego le dolía la cabeza del cansancio, Isabela no estaba lejos de
llegar a ese punto. Serían más de las ocho de la noche y ella seguía haciendo
tareas después de haber estado en clases virtuales durante todo el día. Estaba
cansada, las clases
virtuales duran demasiado tiempo y los profesores les ponen demasiados
trabajos. “Para esta semana tengo 13 tareas, no me alcanza el tiempo”, dice la
adolescente de 12 años, y advierte: “Siento que sí estoy más estresada, a
veces creo que no puedo”.
En medio de todo, asegura sentirse bien porque está con su familia, pero
extraña a sus amigas, poder preguntarles directamente a las profesoras las
dudas que tiene en lugar de hacerlo por correo. “¿Cuándo volveré a ver a mis
amigas? ¿Cómo
será cuando las vuelva a ver? ¿Cómo serán las clases?”, se cuestiona.

Según Unicef, mantener el ritual de la escuela, con sus registros y momentos


de interacción social y que los estudiantes se mantengan en contacto con sus
compañeros y amigos es psicológicamente importante durante esta crisis.
Esto plantea la cuestión de si las reglas del aula en la mayoría de las escuelas
son conscientes de las necesidades sociales y emocionales básicas de los
niños. Existe el riesgo de que, al centrarse solo en lo académico, las escuelas
se olviden de que el bienestar debe ser lo primero.

Una oportunidad única


El doctor Yong Zhao, además de ser un erudito, autor y orador
internacionalmente conocido, específicamente en temas como las
implicaciones de la globalización y la tecnología en la educación, es también un
convencido de que esta crisis es una
oportunidad casi única para replantear la forma como se educa.
Aunque advierte que, “desafortunadamente, el deseo dominante fuera del
grupo de educadores innovadores es regresar a la misma escuela y la misma
educación”.
Zhao señala varios puntos por los cuales esta es una rara oportunidad de
examinar lo que siempre se ha intentado enseñar. Según explica, primero,
porque la pandemia forzó la cancelación de muchos exámenes, eliminando así
la presión para enseñar
por la prueba. En segundo lugar, porque las admisiones universitarias se
empezaron a basar en otras evidencias que no sean los puntajes en los
exámenes.
El tercer punto es que los gobiernos, si son razonables, no pueden exigirles a
las instituciones educativas que cumplan con sus planes de estudios prescritos
antes de la crisis. Cuarto, porque la educación en línea no es propicia para
ofrecer instrucción
de alta calidad en algunas materias que tradicionalmente han sido más
valoradas que otras.
A esto se suma que no es ético y es injusto responsabilizar a los estudiantes
por no aprender las mismas cosas al mismo ritmo y evaluarlos con los mismos
exámenes cuando sus entornos de aprendizaje son muy desiguales. Y sexto,
porque los padres y en general la sociedad están más preocupados por la
seguridad física, el bienestar social y emocional que por el contenido
académico.
Para hacer frente a la incógnita de cómo será la educación después de la
pandemia, un buen punto de partida puede ser reflexionar a partir de las
palabras de Meirieu, P. (2020) quién afirma:
“Si todavía hubiera la más mínima duda sobre la naturaleza ridícula de las
profecías sentenciosas sobre nuestro futuro, la crisis que estamos atravesando
la habría eliminado. Por supuesto, todo el mundo está de acuerdo en que
«habrá un antes y un después», pero nadie sabe de qué estará hecho este
«después».
Evidentemente, esta pregunta es uno de los interrogantes que más resuena en
los últimos tiempos, en la cabeza de educadores, familias y estudiantes. A mi
entender, una categoría sencilla de análisis, que nos permita responderlo,
debería basarse simplemente en el pasado, presente y futuro o mejor dicho en:
antes de la pandemia, durante la pandemia y la educación después de la
pandemia.

Antes de la pandemia
Al caracterizar el pasado próximo de la educación en un rango no muy extenso,
unos 10 años al menos y aun teniendo en cuenta la multiplicidad de niveles,
modalidades, modos de gestión y financiamiento de la educación, todos
podemos imaginarnos o recordar los hábitos y las costumbres de un día de
clases en la “normalidad” previa a la aparición mundial del COVID-19.
En general, podemos recordar adultos saliendo a realizar tareas habituales,
(entre ellos, docentes, trabajadores de la educación, personal auxiliar, etc.),
estudiantes de todos los niveles yendo en determinados horarios (según turno)
a establecimientos educativos; algunos acompañados, otros poniendo en
práctica su autonomía. Muchos probablemente, concurrían a escuelas dentro
de un radio no mayor a 10 o 15 cuadras, otros en cambio, debiendo recorrer
mayor distancia con medios propios o utilizando transporte público.
La llegada a las instituciones, suponía cumplimentar los horarios de entrada,
salida, recreos, cambios de turno o materia. Las clases propiamente dichas,
dictadas en un aula o salón, con mobiliario especial para estudiantes y
docentes, el viejo y querido pizarrón, aunque ya en muchas instituciones fueron
siendo reemplazados por las pizarras de marcadores y las más modernas
podían contar con pantallas interactivas. Hasta acá, el posible resumen de una
mirada compartida por todos los miembros de la comunidad educativa.

Desde el enfoque de los educadores, las planificaciones de las clases,


correcciones, tutorías, asesorías, solían ser realizadas en horas institucionales
o espacios destinados para tal fin. Entre clases y clase o en algún recreo, era
posible el encuentro con algún colega, beber alguna infusión o simplemente
descansar un poco antes de retomar la tarea. Luego al finalizar la jornada, el
regreso a sus obligaciones personales, quizá alguna capacitación, un poco de
recreación y descanso reparador.
La perspectiva de los estudiantes puede ser muy variada según la edad de
estos, no obstante, creo que es posible resumirla en algunos momentos
específicos como: el encuentro con sus compañeros, el ejercicio de una
convivencia, situaciones de juego, espacios de alimentación, contextos de
intercambio y vinculación afectiva. Llegando al fin de la jornada, el emprender
el regreso a sus hogares, a realizar otras actividades extra escolares, festejos
sociales, esparcimiento y el necesario descanso.
Descripta así la escena de la vida cotidiana escolar, constituía una estructura
sólida, muchas veces padecida, y otras tantas criticadas, a las actividades
diarias, a los hábitos profesionales, personales y familiares, a la existencia de
quienes de alguna u otra manera transitan por una institución escolar.
Se disponía de un orden temporal y espacial: todo siempre era antes o
después de la institución escolar; sea cual fuere el actor que mencionemos.
Tiempos y espacios estructurados que ponían orden y armaban nuestras
rutinas, condicionaba nuestros hábitos y hasta fortalecía vínculos.

También es verdad que la coyuntura de Pandemia se hizo presente en un


escenario en el cual el sistema educativo, no sólo de nuestro país sino de
América Latina en su conjunto, estaba atravesado por grandes y profundos
problemas estructurales: bajos niveles de aprendizajes, altos niveles de
abandono, prácticas docentes sin reflexión, acompañados de una grave
inequidad y desigualdad en todos los niveles; pero sobre todo en los más
desfavorecidos.

Durante la pandemia
Al momento en que se declaró el “Aislamiento social, preventivo y obligatorio”
al menos en Argentina, de los muchos hábitos o costumbres mencionados, el
primer desafío que nos interpeló a todos los actores del sistema educativo, fue
el de adecuar las prácticas escolares habituales a un formato digital que
permita rescatar, en principio, la continuidad de los procesos de enseñanza y
aprendizaje.
La extensión de dicho aislamiento fue impactando de diferentes maneras los
acontecimientos y sentimientos que acompañaron la situación de
excepcionalidad. Primero, la desorientación, el descreimiento, la parálisis que
la explicitación de crisis implica. Luego del impacto, los primeros intentos de
reorganizar lo que estaba presente en la presencialidad sin la materialidad
física que lo sustente. Difícil tarea. Para todos.
Las familias en general se vieron forzadas a modificar el ritmo habitual de
manera abrupta, con angustias y ansiedades lógicas frente a lo desconocido y
sin poder brindar muchas respuestas a los estudiantes hasta que “la escuela”
pudiera ponerse en contacto.
Los docentes, no ajenos a estas sensaciones tuvimos que recurrir a una
formación inmediata (algunos ya la tenían, otros debieron profundizar) sobre
plataformas, educativas, aplicaciones y recursos digitales que pudieran servir a
tal propósito. Gracias al gran espíritu de trabajo y compromiso de cada
docente, más temprano que tarde, aun debiendo sortear muchas dificultades,
con la necesidad de establecer los primeros contactos y canales para mantener
a los estudiantes comunicados con la escuela, comenzaron a llegar distintas
actividades, propuestas y trabajos en diversos formatos (audio, texto, vídeo) de
manera sincrónica o anacrónica; utilizando variados recursos y soportes
digitales como: WhatsApp, Facebook, Instagram, twitter, blogs, sitios web, por
mencionar algunos.
Los estudiantes que ya de por sí adolecen de su tiempo evolutivo, vieron cómo
el contexto de aislamiento los alejaba de sus pares, de la Escuela (que, aunque
manifiesten su desinterés, la requieren), de sus hábitos y experiencias; esos
propios que sólo surgen y se recrean en los tiempos y espacios escolares. Así
vieron de a poco cómo sus vínculos con la Escuela toda y con sus referentes
escolares adultos, con los otros estudiantes, con sus familias, con su propia
experiencia vital y vincular, poco a poco se fueron desmoronando.

Modelo de Acompañamiento Educativo de Emergencia Mediado


En este punto comenzaron a surgir diferentes voces de catedráticos,
especialistas y medios de comunicación, a favor y en contra de las acciones
adoptadas. Para muchos “todo está perdido”, para otros, surgió la oportunidad
de establecer una nueva “presencialidad”. Conceptualmente algunos
denominaron este momento como: Educación o Enseñanza a Distancia,
Remota, Virtual, Digital o Híbrido. Pero también se puede definir como un
modelo de Acompañamiento Educativo de Emergencia Mediado. Pensando en
un acompañamiento entendido como el “tender puentes de vinculación, estar
presente y sosteniendo la relación entre la escuela, la familia y los estudiantes”.
En referencia a lo educativo se puede concebir como un proceso integral que
sumado a lo anterior tiene la pretensión de poner en juego, habilidades y
competencias que permitan sortear los obstáculos presentados por la
coyuntura. La mediación expresada en este contexto se puede contemplar
como algo imprescindible, debido a la necesidad de establecer y mantener un
distanciamiento social. Esta mediación en algunos casos se produjo a través de
dispositivos tecnológicos y en otros fue necesario todavía el recurso del soporte
en papel.
Lo cierto es que toda la sociedad debió realizar adecuaciones en su rutina de
modo que le permitiera una “adaptación” a las nuevas condiciones. Primero
asimilar el impacto y la contingencia, para luego intentar adaptarnos, y nunca
terminar de acomodarnos. El primer obstáculo se centró en la provisión o
acondicionamiento de dispositivos tecnológicos y la tan necesaria conectividad,
situaciones que aun hoy no se encuentran del todo resueltas. La modificación
de los límites físicos y los tiempos se transformó en un punto de tensión en
común para todos. Ya no hay “escuela”, tampoco hay “casa” hoy las fronteras
están desdibujadas.
Asimismo, el tiempo sufrió una desregulación social e institucional pasando a
ser una variable por demás flexible, en donde ya casi no existen los horarios de
trabajo, “turnos” escolares, horarios de descanso, fines de semana, etc.
debiendo responder a todas las obligaciones “a demanda” y esto se percibe
desde la perspectiva de cualquiera de los actores. A esta caracterización
parcial, se podrían agregar otros obstáculos o pendientes importantes a tener
en cuenta como, por ejemplo: las falencias en materia de alfabetización digital,
tanto de estudiantes como de educadores; el trabajo, capacitación y formación
permanente en ciudadanía digital.
Pensar en una formación integral en ciudadanía digital implica el conocimiento
y practica del conjunto de normas y pautas que demanda la buena convivencia
y la adquisición de habilidades, competencias, cuidados y responsabilidades
que conlleva el ejercicio pleno del rol de ciudadano en los términos que se
aplican en el mundo físico, adecuando nuestro recorrido como transeúntes del
universo digital.
La incertidumbre se hizo inminente y tan sólida como las paredes de las
instituciones escolares. No sólo hubo que ajustar y regular el termómetro
laboral, familiar y personal sino también aprender a hacer foco entre lo incierto.
A todo esto, hay que considerar fundamental mantener en todo momento el
carácter profundamente humano que debe sustentar y nutrir todo proceso de
enseñanza y aprendizaje. Cuando enseñamos utilizando la tecnología, no
debemos deshumanizar los procesos de enseñanza y aprendizaje, es decir, de
igual modo que en la presencialidad debemos dispensar el mismo trato,
aclarando las dudas que surjan, respondiendo las inquietudes, respetando los
tiempos que requieren y las necesidades de cada uno de nuestros estudiantes
entendiendo que ocuparnos de mantener la “humanización” del vínculo
pedagógico, la comunicación entre estudiantes y docentes, es justamente
fortalecer la potencia transformadora de la Educación.

La Educación después de la pandemia


El impacto de lo excepcional, la incertidumbre del contexto, lo nunca antes
transitado y experimentado pueden ser fuente de una profunda crisis que nos
sumerja en el inmovilismo o una oportunidad para avanzar hacia caminos que,
aunque desconocidos, suman al momento de pensar la Educación después de
la pandemia y todos sus componentes.
Lo esperado es que sea una construcción histórica, social y cultural. Estamos
pues ante el enorme desafío que implica construir una “otra” normalidad.
Fuertes impulsos nos llevarán a lo conocido y seguro, a lo que fue. Sin
dejarnos vencer por esa fuerza, también podemos avanzar en la construcción
de lo que viene. Con lo mejor del pasado, lo mejor del tiempo de Pandemia y el
porvenir, el camino es largo pero no imposible. Como toda construcción implica
un proceso; idas y vueltas, tensiones, temores, avances, retrocesos.
En esta construcción de la nueva normalidad es necesario re pensar:
 vínculo docente-estudiante y escuela-familia
 reconfiguración curricular
 acompañamiento y monitoreo de aprendizajes
 y, fundamentalmente, tomar la oportunidad que aparece para repensar
la evaluación como parte misma del proceso de enseñanza y de
aprendizaje.
Y en este punto nos adentramos en la reflexión final sobre ¿cómo será la
educación después de la pandemia? En este sentido hay dos aspectos
principales sobre los cuales reflexionar:
El primero es que, definitivamente, no será como los fenómenos antes
mencionados, es decir, no se volverá al modelo conocido hasta el 16 de marzo
de 2020 y el modelo actual no tiene cimientos sólidos como para proyectarse
en el tiempo.
El segundo aspecto es que junto a los “nuevos hábitos” deberemos entre todos,
construir e instalar una “nueva normalidad” en donde, habrá una alta
probabilidad de establecer un modelo mixto con reglas más claras, en donde se
combine la presencialidad y la educación digital.
Otras consideraciones merecen, los horarios tanto de traslado como de estudio
y recreos seguramente serán un tema de análisis institucional para evitar
aglomeraciones y regular el flujo de personas en circulación en los diferentes
espacios.
En referencia a los cuidados y las acciones preventivas, mucho dependerá de
la responsabilidad ciudadana, sin eximir por ello la responsabilidad propia que
corresponde a funcionarios y autoridades, sumado a la ardua tarea que cada
escuela deberá realizar como “articuladora” de dichas responsabilidades, entre
las cuales deberán estar presentes la higiene de los espacios compartidos
previa, durante y posterior a cada jornada, los protocolos de actuación ante
distintas situaciones que puedan surgir, entre otros eventos posibles.
Sin duda alguna, el contexto de pandemia producido por el COVID-19, irrumpió
de modo intempestivo modificando todo lo hasta ahora conocido y superar esta
coyuntura va a demandar algo más de tiempo y paciencia de lo esperado.
Cada vez hay más evidencia de que los niños y las escuelas no son los
principales impulsores de la epidemia en todos los países. De hecho, no hay
evidencia conocida sobre la correlación entre la tasa de transmisión de la
enfermedad si las escuelas permanecen abiertas o cerradas.
Por otro lado, hay evidencia abrumadora sobre el impacto negativo del cierre
de las escuelas en la salud física y mental, nutrición, seguridad y aprendizaje
de los niños y adolescentes.
“Son tiempos difíciles. Que lo difícil no
se haga imposible; que lo imposible no
se torne inexorable. Estamos frente a un
gran impacto; que no nos paralice. Y
que lo mejor que nos suceda, quede
instalado para siempre…”

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