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Martín Paredes O.
sabiendas cualquier cosa, ya sea una frase o una sola palabra, una sílaba, una
Schopenhauer
Parecen, pero no son. A veces hay que aguzar la vista para encontrarle ese
defecto casi imperceptible, quizá una línea de más en la carátula, o un tono de
color como palidecido por un sol inexistente. Sin embargo, el precio termina por
convencernos de que es un libro pirata. Dos, cuatro veces menos que el
original. Para ese universitario ávido de leer, o que simplemente tiene que
rendir un examen urgente, resulta un «ahorro enorme». Sin pensarlo dos
veces, paga la minúscula suma. El círculo está cerrado, la cadena concluida.
Lo demás son leyes incumplidas, negligencia, buenas intenciones, protestas
baldías e infructuosas.
En una economía como la nuestra, recesada, ¿son los libros caros? «Es
cierto, los libros son caros -continúa Arévalo-. Pero es un círculo vicioso. Tú
tienes libros caros porque tienes tirajes más cortos. No puedes tener tirajes
más grandes porque las 3/4 partes del negocio se lo llevan los piratas. Y si tú
podrías vender 20 mil, terminas vendiendo 5 mil, porque 15 mil están
vendiendo los piratas. Tus márgenes de ganancia tienen que ser mayores
porque tu tiraje es más pequeño y tienes que asegurarte. La piratería genera,
sin duda, sobreprecios».
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editorial, son los que de alguna manera financian a los nuevos. Pero si estos
libros son los más pirateados, perjudican el negocio completo: lo seguro y lo
nuevo.
CHACALES EN MALAMBITO
Mira con desconfianza, acomoda sus libros, con un plumero les sacude el
polvo. Carlos no quiere hablar. Vende libros piratas en Malambito, esa lúgubre
calle que desemboca en la cuadra dos de la Colmena, y que ocupan unos
veinte vendedores de libros usados y pirateados. «Mejor agarra otro tema más
trascendente, como el Sida, la prostitución; acá no hay antecedentes», dice.
Nos da la espalda. Insistimos, persuadimos, y Carlos, creyéndonos de su parte,
sentencia: «estás defendiendo algo ilegal», y regresa a sacudir a Kundera,
Saramago y Bryce, golpea con energía ahuyentando el polvo. De pronto, se
acerca un muchacho cargando un maletín preñado de libros piratas y tercia en
la conversación: es un chacal y no quiere decir su nombre. Rebusca en su
cerebro un seudónimo y se bautiza: «Byron».
Para él, la razón de la piratería es que «la gran mayoría de las obras
contemporáneas no están al alcance del pueblo». Y pone como ejemplo la
edición conjunta de Los jefes y Los Cachorros, de Vargas Llosa: «al por
mayor lo compramos a 14 soles el original», y pregunta como justificando su
negocio, «tú, ¿a cuánto lo venderías?»
-Invierto poco, 100 soles -dice Byron. Pero algún día tendré mis chacales y
podré progresar.
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trabajan comprando libros piratas al impresor y luego los venden al ambulante;
es decir, un intermediario. Hasta que este chacal adquiere experiencia, junta
dinero y consigue a otros para «chacalizarlos».
EL PROCESO KAFKIANO
«Lo que hace Indecopi es indignante. En primer lugar, uno tiene que pagar
150 soles por cada denuncia. En segundo lugar, tengo que acreditar que soy
titular de la obra, tengo que registrar mi contrato (180 soles más). Y luego te
dicen, nítidamente y con todas las palabras: toda denuncia es de cuenta, costo
y riesgo de quien la presenta. Es de mi cuenta el que yo tenga que hacer la
investigación y señalar al culpable. Yo tengo que convertirme en policía.
Además, tengo que pagarle a Indecopi la tasa que han establecido para las
intervenciones fuera de su local. Cada salida es un costo», explica Germán
Coronado al relatar su travesía para denunciar la piratería de uno de sus libros.
Pero este proceso kafkiano no termina allí, «si le ponen una multa al que
pirateó, la multa va a favor de Indecopi. Es decir, yo le voy a hacer la
investigación, les voy a pagar por salir y encima ellos se quedan con el monto
de la reparación civil, prácticamente en términos administrativos», añade
Coronado.
Del catálogo de Peisa, que consta de más de 300 títulos, por lo menos 40
están pirateados. Casi la totalidad pertenece a escritores consagrados; es
decir, no hay pierde.
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Según el artículo 168 del D.L.822, Ley sobre el Derecho de Autor, se dispone
que «la Oficina de Derechos de Autor del Indecopi es la autoridad nacional
competente responsable de cautelar y proteger administrativamente el derecho
de autor y los derechos conexos, posee autonomía técnica, administrativa y
funcional para el ejercicio de las funciones asignadas a su cargo».
En el campo ferial Amazonas, la «primera librería popular del Perú», hay 200
puestos de libros usados. La cuarta parte vende, además, libros piratas. En
cada puesto piden a los chacales, según la capacidad económica del librero,
desde 2 hasta 100 o más ejemplares si se trata de pedidos de provincia: de
Huánuco, Huancayo, Ayacucho, Trujillo, Cusco.
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Sin embargo, hay diferencias de precios en el territorio comanche de la
piratería. Si un libro cuesta 6 soles en Malambito o en los alrededores de la
Universidad Villarreal, sube a 10 o 12 soles en Quilca, Camaná o la Plaza
Francia, mientras que en Amazonas lo conseguimos a 8. Pero si salimos del
centro y vamos hasta las intersecciones de la Javier Prado (San Isidro, San
Borja, La Molina), en Larco, Miguel Dasso o en las puertas de los
supermercados, el precio se eleva a 20 o 25 soles. Es la segmentación del
mercado, con «ediciones de lujo para San Isidro», para otro público, y eso
cuesta más. Para ellos está bien claro hacer dos clases de copias: una idéntica
al original en papel y tamaño; y otra, más pequeña, en papel periódico y letras
diminutas. Entre una y otra la diferencia es de 4 o 5 soles, según el título.
CÁMARA... ¿ACCIÓN?
La Cámara Peruana del Libro (CPL) congrega a 110 editores y, aunque hay
muchos fuera de ella, a la mayoría de los afectados por la piratería. Sin
embargo, cuando se pregunta qué es lo que ha hecho la Cámara frente a este
problema, la respuesta es: «lo suficiente que sus recursos le permiten».
«Lamentablemente -afirma Enrique Capelletti, presidente de la CPL- no todos
los asociados quieren colaborar para luchar contra la piratería. No quieren
poner tiempo ni dinero. Creen que a Indecopi, a la Fiscalía o a la Policía les
corresponde la obligación de salir a combatir la piratería. La Cámara, sin
recursos, no puede hacer milagros. Hay negligencia de parte de los
asociados».
Indecopi no tiene los recursos necesarios para llevar a buen fin sus metas,
dice Capelletti. Y añade: «educación y represión no se dan en conjunto porque
no hay voluntad política de parte del gobierno. Si no hay voluntad política, esto
va a ser muy difícil que cambie».
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Según Capelletti, el porcentaje del mercado editorial ganado por los piratas
es de 30 o 40%, lo que en términos económicos significa (tomando como
promedio $12 cada libro, por 3 mil libros dejados de editar y por 500 títulos
pirateados) unos $18 millones. Libres de impuestos. Si seguimos multiplicando
esos 3 mil ejemplares dejados de editar por los 500 títulos pirateados en estos
últimos años, tenemos un millón y medio de libros piratas en el mercado.
¿Cuántas editoriales podrían decir lo mismo?
TRES EN RAYA
¿Es sólo un problema de dinero? ¿Se puede cometer un delito, pagar una
indemnización y seguir «trabajando»? Piratear un libro es un robo, eso está
claro. Y todo delito acarrea una pena. La tercera Disposición Final del Decreto
Legislativo 822, modificó el Código Penal estableciendo sanciones para los
autores de este tipo de delitos de hasta 8 años de pena privativa de la libertad.
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cabezas sentenciadas a condenas efectivas? «Porque todavía hay el concepto
de que estos delitos no afectan el interés social. Nosotros no aplicamos las
penas. En muchos casos hemos solicitado 4, 5 años de pena privativa, pero en
el juzgado no las han dado», dice Zevallos.
Esta oficina está facultada por el D.L.822 para imponer sanciones que van
desde la amonestación, multas de hasta 150 UITs, cierre temporal o definitivo
del establecimiento, hasta la incautación del material ilícito. Las multas son
abonadas a Indecopi dentro del término de cinco días. Y sabemos que, a
veces, el material incautado regresa al mismo lugar de venta. A esto se le
llama «copias de bajada».
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Dante Mendoza, de la Defensoría. «Hacerle entender que en el momento que
compra un libro pirata está cometiendo un delito, está siendo cómplice de un
delito. Cuando la gente entienda que eso es un delito, la piratería va a bajar».
TINTA INDELEBLE
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quiebro. Si yo lo vendo a 15 soles, el pirata lo va a hacer más barato, porque yo
pago impuestos, le pago al autor. Una campaña de publicidad puede costar
120 mil dólares. El pirata va a vivir de mi publicidad. No, yo no voy a sacar ni
un libro de ese género mientras no erradiquemos la piratería. Y nadie lo va a
hacer. ¿Quién se jodió finalmente? El propio público, que se supone
beneficiado por los piratas».
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-Hay que trabajar mucho en la educación de jueces, de fiscales, de la policía,
para que entiendan que lo que tienen en las manos es un delito grande, fuerte.
Aunque ya le digo mi particular visión: el castigo tiene que ir por el bolsillo.
Usted dañó, usted indemnice.
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OPINIONES
Sí compro libros piratas. Por los precios, porque los libros originales tienen
un costo muy alto, además son necesarios más de un libro. Eso acarrea un
costo aún mayor. La calidad del papel o el empastado de los libros piratas es
más simple y ordinario. Pero lo importante es el contenido del libro. Además,
no doy valor al trabajo original del autor.
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trabajo a millones, incluyendo al presidente.
Que yo no compre libros piratas es, por tanto, perderme una de las tantas
posibilidades que me brinda el Perú. Si no lo hago es por una mezcla de amor
por los libros y desconfianza frente al producto pirata. Sucede que me gusta el
libro cosa, lo físico del libro. No sólo los leo: los toco, los huelo; los leo con las
manos y con los ojos. Las letras adquieren todo su peso en el volumen que las
contiene.
Dudo que terminar con la piratería sea una tarea titánica. Me imagino que la
policía sabe perfectamente quién o quiénes están detrás de ella. Lo que
preocupa -y aterra- es su inacción, su complacencia con una mafia capaz de
quebrar un venerable negocio como el editorial, lucrando con el sacrificado
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trabajo de mentes ajenas. No estaría de más que las autoridades competentes
en el tema asumieran el compromiso de dar un buen ejemplo. Lo necesitamos.
Quilca
VARGAS LLOSA
El Hablador 7 12 29
Cartas a un novelista 8 13 42
BRYCE
Amigdalitis de Tarzán 10 11 45
A trancas y barrancas 12 16 65
Reo de nocturnidad 7 10 45
SARAMAGO
Casi un objeto 8 10 50
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Viaje a Portugal 12 20 75
SABATO
BAYLY
La noche es virgen 6 10 40
No se lo digas a nadie 8 15 40
KUNDERA
La identidad 7 10 49
GOLEMAN
La inteligencia emocional 10 15 74
SERRANO
BENEDETTI
La tregua 8 13 56
PAZ SOLDÁN
Amores imposibles 8 14 52
COELHO
El alquimista 7 12 80
TAMARO
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