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Expo Comunicación 2022
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E.S. 43 - Moreno
Tiempo Contenido
entran locutores
Alfredo Ibáñez 6’1’
2’ (conductor): Presentación
general Ej. buenas tardes
amigos, por este lado los saluda
Alfredo y estoy acompañado de
nuestra queridísima Milagros
franco (co-conductora) y a
columnistas. iniciamos este
programa llamado (poner
nombre) muy contentos, pues
tenemos la oportunidad de
hablar sobre situaciones que
nos representan como jóvenes.
Alfredo y
columnistas: Acompañan con
aportes
Para afrontar estos desafíos, es preciso partir del hecho de que esta
temática en particular encierra la pugna de perspectivas diferentes,
incluso antagónicas. Una cuestión preliminar a poner en evidencia
es que se suele aprobar violencia a delincuencia; se hizo habitual
utilizar un lenguaje criminológico para referirnos a prácticas que
bien podrían ser abordadas desde nuestro saber y quehacer
pedagógicos. ¿Por qué recurrir acríticamente a la criminología para
hablar de las prácticas de violencia en las instituciones violencias y
escuelas. otra mirada sobre las infancias y las juventudes 14
escolares? ¿Por qué se privilegia esa mirada que refuerza el
pensamiento social punitivo de nuestra época? Comencemos
entonces por preguntarnos sobre el origen del término “violencia
escolar”. ¿De dónde surge? ¿Con qué propósito nace y deviene
históricamente? Luego de indagar en diversas fuentes, observamos
que el concepto “violencia escolar” no proviene de la esfera de la
educación ni de la pedagogía científica; desde sus comienzos1,
está íntimamente ligado al ámbito militar norteamericano en su
abordaje de la problemática del tráfico de drogas. Por tanto, el
término “violencia escolar” nace unido a la criminalística y su mayor
exponente es la política de Tolerancia cero, la cual termina siendo
resignificada y adaptada al espacio escolar estadounidense bajo el
lema seguridad en las escuelas. A grandes rasgos, esta política
proclama que todo acto de transgresión o agresión, sin importar su
relatividad, sea castigado de raíz y con severidad. El supuesto de
partida es que, todos los casos, desde la transgresión mínima hasta
el delito más grave –pasando por toda la gama intermedia de
comportamientos socialmente condenables-, deben ser
sancionados enérgicamente. El carácter preventivo que sostiene
este enfoque punitivo de la Tolerancia cero consiste precisamente
en creer que todo comportamiento social que incumple cualquier
norma o se sale en algún aspecto del código establecido de las
buenas costumbres, independientemente de su gravedad,
circunstancia particular y del sujeto que transgrede (niño, joven,
vulnerable, rebelde, mujer, etc.), debe ser reprimido con fuerza con
el objetivo de desalentar futuros actos violentos. Detrás de estas
medidas, rige la hipótesis de que el alumno que comienza por las
pequeñas transgresiones (si no es castigado a tiempo) podría
convertirse en un potencial delincuente. A comienzos de los años
noventa del siglo XX, esta política comienza a ser aplicada en
asuntos tan distintos como la polución ambiental, la infracción sobre
la propiedad privada, la intolerancia racial, los desposeídos y el
acoso sexual, entre otros.