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Crisis económica de Alan García, En 1986 a falta de ingresos suficientes y de inversión para

reactivar la economía, García tomó una grave decisión, limitar el pago de la deuda externa
al 10% de las exportaciones. Esto le mereció al Perú ser considerado como un "país no
elegible", por parte de Fondo Monetario Internacional (FMI).
Alan García fue el primer político aprista en llegar al poder en el Perú, así como el
mandatario más joven (36 años) en ser elegido democráticamente en toda la historia de su
país, y en su momento, en todo el mundo. Durante su campaña electoral había cautivado a
las muchedumbres con su oratoria grandilocuente y efectista, aunque rehuyendo a debates
con sus adversarios, pues asumía que más que programas políticos, lo que el pueblo
necesitaba era un mensaje esperanzador. La expectativa era grande con lo que haría este
presidente, que contaba con un apoyo mayoritario en todos los estratos sociales. Llegaba al
poder en momentos en que la situación del Perú era extremadamente crítica, comenzando
por poseer uno de los índices más altos de pobreza en América Latina.[4]​Todo lo cual se
agravaba con el recrudecimiento del terrorismo, una inflación incontrolable (casi 200%
anual), un galopante aumento de la deuda externa, un déficit crónico de divisas y una
extendida corrupción pública, que incluía a la administración de justicia y la policía nacional.

La actividad terrorista llevada a cabo por Sendero Luminoso y el MRTA se había iniciado
durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry, pero se extendió y se intensificó
casi a nivel nacional bajo el gobierno de García. Extensas regiones como la selva del
Huallaga y casi todas las alturas de los Andes Centrales cayeron bajo control de las huestes
terroristas. Estos irrumpían de improviso en los pueblos, asesinaban con extremada
crueldad a los policías y las autoridades locales, reclutaban a la fuerza a los pobladores y
luego, ante la proximidad de las fuerzas militares, se retiraban a las alturas, rehuyendo
presentar combate frontal. Tales oponentes escurridizos e inasibles resultaban muy difíciles
de someter para las fuerzas del orden. Los terroristas también se dedicaron a destruir todo
signo de progreso en las regiones: puentes, plantas eléctricas e hidroeléctricas, plantas
experimentales de agricultura y ganadería, maquinarias, hasta el ganado de las
comunidades. Y ahuyentaron o asesinaron a los pequeños productores y al personal
extranjero de ayuda técnica.[68]​Cuando se hizo muy fuerte la presencia militar en el
campo, los senderistas optaron por otra estrategia: centrar su accionar dentro de las
ciudades, particularmente Lima. En ellas se hallaban infiltrados en las universidades y
sindicatos. Sus atentados nocturnos eran precedidos por voladuras de torres de alta tensión
que provocaban apagones; asimismo, acrecentaron sus asesinatos selectivos de dirigentes
populares, personal policial y funcionarios públicos. Un asesinato resonante fue el de
Rodrigo Franco Montes, dirigente aprista y presidente de ENCI (Empresa Nacional de
Comercialización de Insumos), en 1987.[69]​Hacia 1989 se calcula que la violencia terrorista
había causado la muerte a unas 20.000 personas, el 90% de los cuales eran de origen
campesino.[3]​
Se puede afirmar que con el anuncio del presidente García ante al Asamblea de la ONU de
destinar solo el 10% del valor de las exportaciones al servicio de la deuda externa, se inicia
la política internacional del gobierno aprista. La intención de García, al hacer una prédica
antiimperialista y antiestadounidense en el seno de la ONU, era evidentemente asumir un
liderazgo dentro de los llamados países no alineados o tercermundistas, compitiendo así
con el líder cubano Fidel Castro (quien, a propósito, tenía una posición mucho más radical
en torno al problema de la deuda externa: no pago). Esperaba sin duda García que los
países latinoamericanos afectados también por el problema de la deuda externa se
sumaran a su tesis, pero ello no se dio, de modo que el Perú quedó aislado.

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