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ENCUENTROS

Serie sobre desarrollo y cultura

número III

Narraciones de un contexto:
Nuevas visiones del Caribe colombiano
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© de la edición: DOCUMENTA UNIVERSITARIA ®
© de la edición: Càtedra Unesco de Polítiques Territorials i Cooperació
Instituto de Estudios para el Desarrollo
Nodo Cartagena de Indias de la Red Desarrollo y Cultura
Universidad Tecnológica de Bolívar
Maestría en Desarrollo y Cultura

ISBN: 978-84-9984-098-7
Depósito Legal.: B-xxxxxx-2011

Impreso en Catalunya (España), diciembre de 2010


Índice

Estudio del contexto y desarrollo 5


Introducción 7
Notas de un profesor 9

Un Caribe innombrable 11
David Lara Ramos 

Todos los caribes: el Caribe 23


Lisette Urquijo Burgos

El Origen 23
Tambucos, Ceretas y Cafongos 24
La tierra no es de quien la trabaja 26
Lo que se cuenta 27
La Criollización 27

Cartas cachacas 31
Juan Ángel

ANEXOS 42

Un Caribe sin melanina


¿De qué Caribe me habla usted? 45
Manuel Zúñiga

Simular Mapas 45
Región sobre Territorio / Hermanos al Rescate 46
Plantación y Globalización 49
Territorio sobre Región / Archipélia 50
Identidad e identificaciones / un Caribe sin Melanina 52
5

Estudio del contexto y desarrollo

La constitución del Laboratorio Iberoamericano de Investigación e Innovación


en Cultura y Desarrollo (L+iD) es el resultado de un proceso de cooperación
académica y científica entre la Universidad Tecnológica de Bolívar de Cartagena
de Indias (Colombia) y la Universidad de Girona, concurriendo en unas trayectorias
y en la voluntad de profundizar sobre la importancia de incorporar la dimensión
cultural a las políticas y dinámicas de desarrollo.
Ambas instituciones tienen un compromiso para la contribución de la comunidad
universitaria en los acuerdos de las Naciones Unidas, en los Objetivos de Desarrollo
del Milenio y la erradicación de la pobreza a nivel mundial.
Esta coincidencia se ha podido realizar por el patrocinio, de este proyecto, de
la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y de su
programa de Cooperación Interuniversitaria y Científica, y con el entusiasmo del
equipo humano de las dos universidades. De la misma forma, los alumnos/as de
la Maestría de Desarrollo y Cultura de la UTB han podido recibir los aportes de
todo el grupo de profesores, a la vez que se les ha estimulado para un trabajo de
reflexión sobre su contexto. Por esta razón la presentación de esta publicación nos
permite recoger unos primeros resultados muy importantes para el proyecto y el
futuro del Laboratorio.
A lo largo de esta primera etapa hemos podido intercambiar visiones y trabajar
conjuntamente para fundamentar mejor las relaciones entre desarrollo y cultura.
Procedentes de contextos diferentes, donde los antecedentes y realidades
actuales parecen dispares, se ha realizado un esfuerzo para conseguir puntos de
referencia comunes y avanzar hacia la configuración de una comunidad docente e
investigadora especializada en esta temática.
Construir referencias comunes a partir del compromiso en la solidaridad
internacional, aceptando que, cada vez más, nuestras realidades son más
interdependientes y que, desde realidades culturales diferentes, podemos transferir
experiencias para fomentar verdaderas capacidades para el desarrollo en el
campo cultural.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
6

Todos coincidimos que una de las características más importantes para la


implementación de políticas culturales, gestionar la cultura y crear condiciones para
el desarrollo es, según E. Morin, la capacidad de contextualizar. La complejidad
de nuestras sociedades, y la dureza de la pobreza, nos ha enseñado que no
hay modelos preestablecidos. No podemos plantear unas experiencias como un
espejo al que el otro nos imite. Podemos aprender del otro aunque el otro no nos
puede enseñar si no situamos su experiencia en nuestro contexto. Reflexionar
sobre el propio contexto es una tarea imprescindible para aproximarnos a la
realidad en la que hemos de trabajar. Conocer y adaptar los saberes, experiencias,
etc. a nuestras realidades es un trabajo que cada uno ha de hacer a partir del
estudio, observación e interpretación en proximidad.
Teniendo en cuenta nuestra vocación formativa, nos satisface que unos alumnos
de la Maestría de Desarrollo y Cultura de la UTB publiquen sus trabajos en
este cuaderno y en el marco de la producción del Laboratorio. Sus esfuerzos e
investigaciones tienen un doble valor, el derivado de su trabajo sobre su contexto
más próximo, El Caribe, y el de contribuir a las líneas de investigación sobre el
tema después de su etapa.

Alfons Martinell Sempere


Codirector del Laboratorio
7

Introducción

Hemos querido en este volumen dar la palabra a los estudiantes de la Maestría


en Desarrollo y Cultura, iniciativa académica que ha contado con el apoyo de
la Cátedra UNESCO de Políticas Culturales y Cooperación, y el Programa de
Cooperación Inter-universitaria entre la Universidad Tecnológica de Bolívar y
la Universidad de Girona. Sin duda, la calidad académica del programa se ha
consolidado gracias al intercambio docente, los espacios de reflexión conjuntos y
el acompañamiento académico a los estudiantes por parte de los miembros de la
Cátedra.
Fruto de las investigaciones realizadas en el marco del curso Contexto Caribe, los
ensayos se sustentan en una visión integral entre desarrollo y cultura, aplicada
al análisis de un territorio particular: el Caribe. Los autores han combinado los
estudios multidisciplinares sobre la región –fundamentalmente económicos e
históricos–, con corrientes teóricas más universales e integradoras que complejizan
el análisis de procesos socioeconómicos e históricos, matizando y humanizando
el Desarrollo bajo el lente de la cultura.
Bajo este enfoque, el Caribe pasa a ser ya no un objeto geográfico, sino un
territorio cuya definición misma es cultural, política e histórica. De esta manera, lo
“cultural” en estos análisis traspasa el reconocimiento de las dinámicas culturales
en el territorio y lleva a los autores a situarse ellos mismos como seres culturales,
productores de sentido, creadores de discursos y sujetos en un territorio vivido y
sentido.
Es aquí donde vemos en estos textos innovadoras aplicaciones del enfoque de
cultura y desarrollo, la cultura más allá del objeto cultural hacia lo vivencial, lo
sensible y lo político; y el desarrollo como preocupación con la justicia, la equidad
y la producción de nuevas narrativas sobre la historia y la región, desde el
reconocimiento de lo cultural.
En el primer artículo, Lara remonta la construcción del territorio Caribe al acto
político y cultural de nombrarlo. Tomando como eje narrativo la lengua, pero
relacionándola con las dinámicas socio-políticas de la conquista y la esclavización,
ofrece un punto de vista novedoso que nos recuerda a la dimensión política de la
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
8

cultura; igualmente, el resaltar la inmensa diversidad cultural y la “inmensidad del


universo Caribe”, nos transporta a la dimensión vivencial y sensible que trasciende
el acto lingüístico-político e introduce reflexiones sobre el Caribe presente.
Lissette Urquijo sigue con un texto en el que incursiona en la “más simple, pero no
menos pretenciosa” labor de definir un Caribe “propio”, desde una mirada integral
que se confirma necesaria y fructífera en el análisis de cualquier territorio. Haciendo
énfasis en una mirada cultural que es doble: desde la cultura como objeto de
estudio hasta una posición epistemológica que, al ser sensible, vivencial y relativa,
es por naturaleza cultural.
También desde lo vivencial, pero esta vez acompañado de un análisis de la
relación entre economía y cultura, el artículo de Juan Ángel introduce la discusión
sobre “lo cultural” en las definiciones del Caribe al tema del desarrollo regional
actual, finalizando con propuestas –alejadas de recetas economicistas– para la
construcción de modelos de desarrollo más justos desde la cultura.
Finalmente, Manuel Zúñiga aborda la construcción de la identidad caribe desde
la filosofía contemporánea y los estudios culturales, integrando este lente teórico
con un caribe vivido, sentido y personal. Como sagaz crítica a los discursos
identitarios esencialistas –cargados de conveniencias políticas y reduccionismos
epistemológicos– Zúñiga propone un giro en el intento definitorio del Caribe más
abierto y fluido, bajo la metáfora de “un Caribe sin melanina”.
Los cuatro textos constituyen así una propuesta coherente para una visión
vivencial, crítica y creativa en los análisis académicos sobre la Región. Son una
pequeña muestra de la fertilidad del enfoque de cultura y desarrollo, trasladado
a situaciones territoriales, sociales e históricas hasta ahora abordadas desde las
disciplinas sociales y ahora enriquecidas con la osadía del reconocimiento de un
Caribe sentido aún por la academia.

Eloisa Berman Arévalo


Coordinadora
Maestría en Desarrollo y Cultura
9

Notas de un profesor

No es posible imaginar el futuro de la región supranacional del Caribe, también


llamada Gran Caribe, sin que el mejoramiento de las condiciones de vida de su
población y la generación de capacidades para una vida plena no incorporen
la diversidad cultural. El Caribe más que un área geográfica es un área cultural;
y la cultura es en esta región diferente y diferenciada del mundo tanto como
un recurso como un fin mismo.
Una región asimétrica y compleja, conformada por islas y territorios
continentales de tamaño diverso respecto de sus extensiones, poblaciones y
economías, con estatus político de amplia gama y procesos de integración
de baja intensidad encuentra en la cultura, a pesar de las múltiples lenguas
y religiones, ritmos e historias, una dimensión para el encuentro de sus
pueblos y naciones. Aquí, la cultura acerca más que las relaciones políticas y
económicas.
Por ello, una maestría en Desarrollo y Cultura con sede en Cartagena de
Indias, ese viejo puerto caribeño, conocido en el mundo no solo por su
pasado colonial, tenía que enfrentar precisamente el ejercicio para desarrollar
en los estudiantes competencias para la contextualización en el ejercicio
profesional.
Trabajar las relaciones múltiples entre Desarrollo Humano y Cultura pasa
necesariamente por la indagación del contexto geográfico, histórico, social,
cultural, político y económico. Es la comprensión del contexto lo que permitirá
una incorporación real de lo cultural en los procesos de desarrollo.
Me complace, como profesor de la asignatura Contexto Caribe de la Maestría
en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar, presentar
esta selección de ensayos escritos por los primeros estudiantes del curso.
Construir un discurso analítico; conjugar la interdisciplinariedad en el análisis;
aprovechar herramientas teóricas para la interpretación; saber incorporar
las bases culturales desde el Caribe son algunos de los propósitos de este
curso. En las lecturas que aquí se encuentran, los lectores tendrán elementos
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
10

para aproximarse al mundo del Caribe desde la perspectiva de un grupo de


alumnos provenientes de distintos oficios y profesiones que por primera vez se
enfrentan a profundizar en el contexto donde realizan su vida laboral.

Alberto Abello Vives


Profesor Contexto Caribe
Director Maestría en Desarrollo y Cultura
Universidad Tecnológica de Bolívar
11

Un Caribe innombrable
David Lara Ramos 1

La conquista de ese lugar que los conquistadores llamaron Nuevo Mundo


comenzó nombrando un espacio del que no se tenía referencia. Nombrar fue la
primera forma de apropiarse de esa geografía a explorar, de objetos, personas,
usos y maneras que se desconocían. Un acto arbitrario, configurado por un
poder autorreconocido, que despreció el hallazgo y fue rotulando sin preguntar.
Hechos ligados a una lengua en construcción, una lengua que encontró en
América espacios que el español, ante la imposibilidad de reconocerlos y
admitirlos, asumió como tarea “bautizar” (en nombre de la fe profesada) una
cultura que desconocía.
Dos meses antes de que Cristóbal Colón pisara tierras americanas, y cuando
aún navegaba inseguro hacia tierras inciertas, Alonso de Nebrija, profesor de
humanidades la universidad de Salamanca, publicó la primera gramática de la
lengua castellana.
El hecho que una lengua vulgar como el castellano diera a conocer a sus
hablantes las estructuras que lo regían, marcaba también el nacimiento de
un idioma que se había ido gestando desde comienzos del siglo VII; que fue
adquiriendo cierta legitimidad en el siglo XII, y cuyo desarrollo estuvo ligado a
una amalgama de relaciones culturales.
Ángel del Río en el primer tomo de Historia de la literatura española, escribe
sobre la diversidad de relaciones que fueron moldeando no solo la lengua, sino
también una España:
“La vida española en el largo transcurso de tiempo a que nos hemos
referido conoce una gran variedad de formas. Sin que la guerra se
interrumpa enteramente, se comunican las culturas como se comunican
las gentes. Cristianos, musulmanes, mozárabes, mudéjares, judíos,
extranjeros, aunque ocupen barrios distintos en las ciudades, entablan
múltiples relaciones. La iglesia se alza al lado de la mezquita o de la

1 Docente, Universidad de Cartagena. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.


Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
12

sinagoga. Los reyes cristianos acogen en sus cortes a sabios musulmanes


y judíos, y se enamoran de hermosas doncellas árabes o hebreas...” 2
La publicación de la primera gramática castellana fue posible por el interés
mostrado por la reina Isabel. Un interés ganado a ruegos por Nebrija, quien se
paseaba por el palacio con su manuscrito, al que ella prestaba poco interés,
convencida que tal publicación nada aportaba a un reino que esperaba ansioso
las buenas de Cristóbal Colón, punta de lanza de las conquistas en ultramar de un
reino ahora interesado en convertirse en imperio.
El mismo Nebrija en el prólogo de su gramática cuenta cómo la reina dijo sí a
su petición de publicar. Fue a verla en compañía del obispo Francisco Jiménez
de Cisneros, consejero del reino, y le entregó el manuscrito terminado, la reina,
mientras hojeaba le preguntó “que para qué podía aprovechar”.3 Es cuando leemos
el relato de Nebrija:
“el mui reverendo obispo de Ávila me arrebató la respuesta, i respondiendo
por mí dixo que después que vuestra alteza metiese debaxo de su iugo
muchos pueblos bárbaros i naciones de peregrinas lenguas, i con el
vencimiento de aquéllos ternían necessidad de concebir las leies que el
vencedor pone al vencido i con ellas nuestra lengua, entonces por este mi
Arte podrían venir el conocimiento della”.4
Nebrija en su prólogo escribe una frase que es también el espíritu de su trabajo:
“siempre la lengua fue compañera del imperio”.5
Es imposible pensar entonces que en la mente del navegante Genovés estuviera
la idea que él viajaba con una lengua imperial, pero las visiones de Nebrija
estaban ligadas a las luchas emprendidas por España en el siglo XV, en busca de
apoderarse con la espada de tierras de moros y musulmanes. Cuyo objetivo final,
según cuenta Antonio Alatorre,6 era apoderarse del sepulcro de Jesús.
La publicación de la gramática de nebrijana finalmente se hizo el 18 de agosto
de 1492, momento en que faltaban 55 días para que Colón avistara tierras cuyos
nombres no existían para Europa y que los conquistadores comenzaron a nombrar

2 Ángel del Río, Historia de la literatura Española (Barcelona: Ediciones B, 1996) pp. 70,
71. Del Río realiza un recorrido históricos de los momentos del castellano y establece
como a partir del siglo VII y hasta el siglo XII el castellano recibe una multiplicidad de
influencias que es también el resultado de relaciones con otras culturas, que fueron
consolidando la española.
3 Antonio Alatorre, El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000)
p. 13.
4 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 13.
5 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.
6 Para Alatorre apoderarse del sepulcro de Cristo era el sueño del cardenal Francisco
Jiménez de Cisneros, consejero y amigo de los reyes Católico. En El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.
Un Caribe innombrable
13

con las referencias de su realidad y con un idioma que para el momento ya era
considerado por los Reyes Católicos como la lengua del imperio.
Comenzar a nombrar aquello que era americano o caribe dependía sólo de las
referencias europeas, de conceptos formados por realidades históricas diferentes
a las de una tierra que el conquistador debía explorar. ¿Cómo nombras entonces
aquello que se desconoce? ¿Cómo establecer desde el lenguaje nuevas
realidades? ¿Cómo interpretar hechos, visiones y formas de pensar de una cultura
si las referencias se limitan a una única realidad? ¿Cómo reconocer el universo del
Caribe o el universo americano si ni siquiera se sabía que se estaba en él? ¿Cómo
comenzar a nombrar con un idioma que dejaba por fuera esa realidad que ahora
Colón, y sus compañeros de viaje observaban con asombro sin saber qué tierra
pisaban?
El acto de nombrar y definir es una forma también de dictadura, es arrasar con lo
que existe para propiciar nociones que son entendidas desde los ojos de quien
nombra, es negarse la curiosidad de saber orígenes o cosmogonías. Es borrar con
nuevos nombres lo que se ha encontrado para entenderlo sólo desde la óptica de
quien conquista.
Al leer el relato de Cristóbal Colón, presentado por Fray Bartolomé las Casas
sobre las impresiones del navegante genovés a su llegada a una pequeña isla
del archipiélago de las Bahamas, punto que aún no ha sido identificado por
los historiadores, Colón intenta narrar aquello que luego haría parte de lo que
llamamos hoy el Caribe:
[…] llegaron a una isleta de los Lacayos, que se llamaba en lengua de
indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el almirante salió a
tierra en la barca armada […] Puesto en tierra vieron árboles muy verdes y
aguas muchas y frutas de diversas maneras [….] 7
A pesar de reconocer el nombre indígena del lugar, luego fue cambiado por el de
San Salvador,8 pero la descripción posterior está más cerca de la vaguedad que
de la precisión. Se observa al instante la incapacidad de nombrar aquello que ve,
incapacidad que persiste tiempo después cuando otros conquistadores nombran
lugares por su similitud a las ciudades españolas o simplemente ayudados por el
santoral católico. Una marca española de singulares connotaciones religiosas, que
vemos hoy en la santificación de nuestra geografía y, de paso, en la devoción de
un pueblo a su santo patrono.
Luego de ese primer acercamiento Colón arribó a otras islas del mismo archipiélago
tales como Cuba y La Española, lugar donde hizo construir el llamado fuerte
Navidad, visto por los historiadores como la primera construcción del colonizador
en aguas del Caribe. Las visiones sobre esa realidad nos llegaron hasta nuestros

7 En Cronistas de Indias, Antología (Bogotá, El ancora editores, 1982) pp. 11,12.


8 El comentario está en la presentación, sin firma, del tomo 15 de la Biblioteca de la
Historia. Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe,
1985).
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
14

días por los resúmenes elaborados por el padre Bartolomé de las Casas, tomados
de textos originales suministrados por Diego, primogénito de Cristóbal Colón.
Se sabe que Colón no se expresaba con propiedad en ninguna lengua. Como
hombre de mar poseía una mezcla de castellano, italiano y portugués, y se dirigía a
sus marineros en una jerga conocida como “levantisca”,9 hablada en especial en el
Mediterráneo, una lengua que usaba también en sus textos para describir aquello
que era una novedad para él y para Europa.
La cercanía de estas dos culturas que no se conocían, es también la posibilidad
que tienen dos grupos humanos que intentan aprehenderse para conocerse. Por
un lado, el mundo español, con una carga de representación y valores europeos
construidos a través de siglos, y con herramientas tales como un idioma, descrito
en la llamada gramática nebrijana y por el otro, el mundo americano, realidad
inédita que fue contándose desde los ojos del conquistador español. Con la mirada
de un reino que comenzaba a vivir una época de esplendor y que estaba a las
puertas del denominado Siglo de Oro. Un título que ha originado múltiples críticas
y referencias pero, desde la mirada europea, el lenguaje era la primera herramienta
a utilizar. Desde esa mirada, América era entonces el mundo para rotular, para
nombrar y definir y así poder contarlo a Europa. Me propongo entonces establecer
si existió alguna referencia a lo que hoy llamamos Caribe, o por el indagar en cómo
fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que supera lo
geográfico.
América era entonces el mundo para rotular, para nombrar y definir y así poder
contarlo a Europa. Es tratar, que es nuestro principal interés, si existió alguna
referencia a lo que hoy llamamos caribe, o por el contrario tratar de establecer
cómo fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que
supera lo geográfico.
Buscar si Cristóbal Colón hizo mención en sus relatos al término caribe, karib, o
caníbal para determinar a qué se refería cuando lo usaba, es empresa que requiere
cuidado y paciencia, pero las pistas están en los comentarios y narraciones
realizadas en su diario de viaje, aquel lejano 23 de noviembre de 1492. Allí se lee:
“[…] El viento era Lesnordeste y razonable para ir al Sur, sino que era poco.
Y sobre este cabo encabalga otra tierra o cabo que va también al Leste,
a quien aquellos indios que llevaba llamavan Bohío, la cual dezían que era
muy grande y que avía en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros
que se llamaban caníbales, a quien mostraba tener gran miedo; y desque
vieron que lleva este camino, diz que no podían hablar; porque los comían
y que son gente muy armada. El Almirante dize que bien cree que avía
algo d’ello, mas qué, pues eran armados, serían gente de razón, y creía

9 Op. Cit.
Un Caribe innombrable
15

que avrían captivado algunos y que, porque no bolvían a sus tierras, dirían
que los comían […]”  10
Asegura el historiador Gustavo Bell que de los términos caniba o canima,
mencionados por Colón en su diario de viajes el 26 de noviembre, se derivan del
término caribata, y de allí caribe o caribes nombre con el que se ha conocido al
grupo de indígenas precolombinos que habitaron la cuenca del Orinoco, las
Antillas Menores y parte del litoral de lo que hoy es el Caribe colombiano.
Es curioso, y vale la pena mencionarlo, como luego el mismo Colón se forma
una idea de quiénes podrían ser estos que llaman caníbales, una referencia que
aparece al final del relato de ese día y que es prueba de que Colón suponía que
estaba en un lugar muy diferente a este que conocemos hoy como Caribe. Colón
menciona que aquellos conocidos como caniba “devían de ser del señorío del
Gran Can…”.11
En su relato del 11 de diciembre, al referirse nuevamente a los “de Caniba, y así
torno a dezir como otras veces dixe” dize él, “que Caniba no es otra cosa sino
la gente del gran Can, que debe ser aquí muy vecino; y terná navíos y vernán a
cautivarlos, y como no buelven, creen que se los (han) comido”.12
Pensaba entonces Colón que estaba en Oriente, tierra del Gran Kan tal como lo
relató Marco Polo en La descripción del mundo, literatura que Colón en su afán
por convertirse en un excelente marinero, revisaba con avidez. Fue Marco Polo,
Pedro d’Ailly, Toscanelli, quienes tenían la certeza que se podía llegar a Oriente,
epicentro del mercado mundial de especies, haciendo ruta hacia occidente. Ése
fue el proyecto que Colón hizo realidad el 12 de octubre de 1492, sólo que no
llegó a la tierra del Gran Kan, sino a un Caribe aún inexistente, lleno de enorme
diversidad y que apenas comenzaba a nombrarse.
La incapacidad de la lengua española para nombrar esa realidad era evidente.
Falencia que en ese momento no era trascendente dada la creída superioridad
del hombre Europeo, una idea que tomará mejor forma en el esplendor del
Renacimiento, que propagaba que la superioridad de ciertos hombres estaba dada
por las prácticas refinadas que lo vinculaban con el arte, la pintura o la música,
es decir del hombre culto con el hombre inculto. Pero tal diferenciación era sólo
europea, no americana. La gran pregunta de 1492 fue entonces cómo clasificar a
este nuevo ser, a este Caniba, nativo de la nueva tierra, a este hombre Americano
inclasificable ante los ojos europeos.

10 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) pp.
78, 79. Es preciso mencionar aquí que la cita que trae Gustavo Bell en el texto Costa
Atlántica, no costa Caribe, presenta información muy parecida a la mencionada en
esta cita, pero esta es la primera mención a la gente que se llamaba caníbales. En la
fecha mencionada por Bell, 26 de noviembre, el relato dice “Toda la gente que hasta oy
a hallado diz que tiene grandissimo temor de los Caniba o Canima”.
11 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) p.
82
12 Op. Cit. p. 97.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
16

Los teólogos españoles de la época establecieron que el indio no tenía alma,


luego no compartían la gracia divina del europeo. La Iglesia Católica vino a auxiliar
al hombre americano en cabeza del papa Alejandro VI, que había asumido su
papado en 1492. Él, mediante Bula de mayo de 1493, declaró que los nativos de
América sí eran seres humanos:
“…y parecen suficientemente aptos para abrazar la fe católica y para ser
imbuidos en las buenas costumbres, y se tiene la esperanza de que si se
los instruye se introduciría fácilmente en dichas islas y tierras el Nombre de
Nuestro Señor Jesucristo […] en algunas de las islas y tierras ya descubiertas
se encuentra oro, aromas y otras muchas materias preciosas de diverso
género y calidad. Por todo ello pensáis someter a vuestro dominio dichas
tierras e islas y también a sus pobladores y habitantes reduciéndolos -con
la ayuda de la divina misericordia- a la fe católica, tal como conviene a
unos reyes y príncipes católicos.”13
Podríamos ahora preguntarnos cómo relacionar el Renacimiento con aquellos
relatos de Colón sobre caníbales, aves de variados colores y hombres con
embarcaciones rudimentarias (canoas), tendríamos que decir que esos relatos
eran contrarios al espíritu del Renacimiento, que los conquistadores tenían la idea
de controlar, de desconocer un mundo no civilizado y de doblegar aquello que
se distanciara de ideas de La Corona. Al final el proyecto civilizador era simple:
conseguir tierras y riquezas para apoyar a ideales imperiales en cabeza de Carlos
e Isabel, los reyes católicos.
En medio de esa nueva geografía el conquistador tuvo dos formas de reconocer
el mundo americano. Uno, a través de un lenguaje que nombra, y otro a través
de la fuerza que mata, arrasa y desaparece. Dos actos violentos en sí mismo. El
primero, aniquila de forma simbólica, y el segundo, física y territorialmente.
En diálogo con el líder indígena de la comunidad Nasa Feliciano Valencia,14 en
Santander de Quilichao, Cauca, al preguntarle por el origen de la palabra Nasa,
comenta que cuando el español llegó a su territorio los “bautizaron” con el nombre
de “paez” o “paeces”. Luego ellos, en los últimos años, han venido trabajando
en un proceso de reconocimiento de sus raíces, y encontraron que “paez” está
conformado por las palabras pa que significa llegar y ez que quiere decir plaga.
Feliciano afirma que “paez” significa entonces la plaga que llega, que debió ser la
manera como sus ancestros recibieron al extraño. Hoy ellos se autodenominan
Nasa, que quiere decir el que ha permanecido, el que ha estado siempre en esta
tierra.

13 Bula papal de mayo de 1493.


14 El diálogo con Feliciano Valencia se dio cuando realizaba el documental titulado
Un camino hacia la paz, producido por el Grupo Cooperativo Ultralab, la Región
de Emilia Romaña, en Italia, y Telecaribe en Colombia, con el apoyo de la Escuela
Latinoamericana de Cooperación y Desarrollo en Cartagena. Este documental realiza
un recorrido que va desde la Sierra Nevada de Santa Marta, hasta el Cauca, donde
se ha presentado el movimiento indígena más grande en contra de la violencia y el
atropello por parte de los actores armados.
Un Caribe innombrable
17

Tal narración muestra el dominio de aquel que nombra para sí, desconociendo las
verdaderas esencias de aquel que es nombrado.
Al volver sobre las nociones que dieron origen al término caribe es interesante
revisar el texto de Antonio Gaztambide,15 quien en su trabajo La invención del
Caribe a Partir de 1898 (Las definiciones del Caribe, revisitadas) muestra diversas
posibilidades para entender el término. Encuentra, por ejemplo, que José J. Arrom
afirma que la palabra combina dos términos del tupi-guaraní: “carai”, señor, y “be”,
poderoso o fuerte, que confirma a su vez el sentido del grito de guerra “ana caribe
rote”, traducido como “solo nosotros somos gente”. Un hallazgo que también está
muy cerca del relato de Feliciano Valencia.
Para Gaztambide “caribes” fue la denominación de aquellos que se resistían a la
llegada del europeo en tierras Antillanas. La presencia española, por supuesto, no
hacía diferencia entre un grupo u otro, todo se generalizaba, y se dejaba de lado
las particularidades que configuran una diversidad revisada por los académicos
posteriormente y que dio cuenta de la riqueza cultural de grupos tainos, ayayanos,
arahuacos y caribes, por supuesto.
El dar a conocer esas nuevas rutas hacia América, o hacia Las Indias, como
era llamado al nuevo territorio, aventureros enterados de los hallazgos de Colón,
guiaron sus flotas hacia tierras americanas, pero en especial a esa zona que los
ingleses comenzaron a llamar a partir del siglo XVII Caribbean Sea,16 trasladando el
nombre de los indígenas descritos por Colón al territorio y mar de los caribes.
Banderas portuguesas, holandesas, británicas y francesas comenzaron a hacer
presencia en la zona. Se organizan expediciones hacia lugares que se presentaban
como llenos de riquezas y aventuras, pero también movidas por la consecución de
nuevos tierras para hacer colonias.
Así se configuraron matices que imposibilitan la definición de un espacio donde
confluye lo diverso en un mismo instante. La presencia europea, entabla relaciones
con el pensamiento indígena, tanto en sus momentos de paz como de lucha. Así
se piensa en una amalgamiento que gesta un nuevo ser, un ser que se construye
en la medida que entiende y percibe esos nuevos rasgos con los que se vincula.
Pero sabemos que no están aún todos los actores. Falta un lado de ese triángulo,
que compone lo europeo por un lado y lo americano o Caribe por otro, pero que
al cerrarse agrega un nuevo ingrediente: lo africano. Un componente que entrega
nuevos valores a ese Caribe, ahora más difícil de nombrar y de sentir en sus
particularidades, geográficas, estéticas, culturales y demográficas.

15 Este artículo está publicado en la revista Janwa Pana, No 5 de noviembre de 2006.


Con respecto al origen del término en tupi guaraní, Gaztambide cita el artículo Estudios
de Lexicología Antillana de La Habana. Casa de las Américas 1980, p 95.
16 Cuenta Gaztambide que los ingleses se referían a la zona como Carabby o Caribee
Islands, y luego los marineros dieron por sentada que ese mar era de los Caribes.
Los nombres mar del Norte, o mar de las Antillas, fueron cediendo por el uso a mar
Caribe.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
18

La presencia afro llega en momentos en que la mano de obra indígenas ha sido


reducida por procesos de esclavización en las minas, por duros trabajo en las
haciendas, o en las plantaciones, o por la búsqueda de perlas a pulmón para un
mercado en ciudades como Sevilla o Toledo, en aguas del Caribe.
Sobre la explotación de perlas en la isla de Cubagua, William Ospina presenta
un relato cuya descripción precisa la crueldad y define la manera como fue
diezmándose la población indígena en las islas del Caribe de manera brutal y
despiadada:
“Pero tal demanda requería que los únicos seres capaces de extraer de
las profundidades las ostras y las perlas, los indios de la costa cercana,
trabajaran cada día más, y se sumergieran con mayor frecuencia, y más
largas jornadas, y desde más jóvenes, y ojalá por más tiempo cada vez,
en las aguas maravillosas de Cubagua, Y así la riqueza, como siempre
ocurre, se convirtió para unos en maldición, y los pobres nativos de
Cumaná vieron su paraíso trasformado en infierno. Pasando el día entero
en sus inmersiones inmisericordes, los jóvenes vivían poco tiempo, y un
día sus pulmones reventaban por el esfuerzo. Entonces quisieron negarse
a bucear, reconquistar la libertad que habían perdido. Pero el negocio
llevaba un ritmo tal que esa negativa ya no era posible. Cuando los nativos
se negaron la violencia irrumpió desnudando el rostro verdadero de
aquella conquista, y los indios fueron reducidos a la esclavitud para que,
cargados de cadenas y en ásperas prisiones en la noche, y sumergidos en
otra prisión de agua en el día, extrajeran sin fin el contento para distantes
damas y nobles caballeros”.17
Para mediados del siglo XVII el universo del Caribe ya no era español, era un
Caribe con múltiples fuerzas que luchaban por apropiar territorios para colonizar.
Esas nuevas presencias hicieron del Caribe un centro de producción mundial de
azúcar con fines de exportación y acumulación de grandes capitales. Un período
conocido hoy como sugar revolution, términos acuñados por Perry y Sherlock en
su libro Historia corta de las Indias Occidentales en 1956.
La denominada plantación había tenido su primer momento en Brasil, pero fracasó
cuando los holandeses, que manejaban el negocio, fueron expulsados por los
portugueses, quienes no admitían sus prácticas paganas.18
Los holandeses, que poseían el conocimiento y la tecnología, trazaron su ruta
hacia el Caribe y llegaron a Barbados, donde se aliaron con los ingleses, los que
manejaban el comercio y la trata de esclavizados. Esa asociación hizo del Caribe
un centro de producción permanente de azúcar, con un sistema de plantación
marchando a su máxima exigencia.

17 William Ospina, Las auroras de sangre (Bogotá, Grupo editorial norma, Ministerio de
Cultura 1998,) pp. 34, 35.
18 Ver Assessing the Role of Sugar in the Atlantic World. http://www.h-net.org/reviews/
showrev. sobre el trabajo de Schwartz, Sugar and the Making of the Atlantic World,
1450, 1680.
Un Caribe innombrable
19

Extensiones de tierra cultivadas de caña, procesos rápidos de producción de


azúcar con fines de exportación, mano de obra esclava, barata y poco calificada,
inversiones de capital proveniente de Europa, eran las características de un sistema
de producción que estaba más cerca del capitalismo y que fue antecedente de la
denominada Revolución Industrial Inglesa.19
Esa nueva forma de producir generó un cambio en las relaciones sociales de los
nuevos habitantes del Caribe. La presencia afro en su primer momento transformó
la demografía del lugar con “cargamentos” de esclavos que poblaban territorios
insulares, y agregó con ello ingredientes que hoy se perciben en el arte, la música,
la literatura y por supuesto, en la piel.
Para tener una idea de la magnitud de la presencia afro en el Caribe, el documento
The Sugar Revolution and Slavery establece que antes que finalizara el comercio
de esclavos, al Caribe llegó, aproximadamente, el 47% de los diez millones de
esclavos africanos traídos a América. El documento citado, establece también
cómo los blancos llegaron a ser una minoría étnica, que dominaba a una mayoría
afro en todas las islas del Caribe. Un sistema que estableció las bases de una
sociedad que se diferenciaba por la riqueza y por el color de la piel.
Al revisar estos números, nos damos cuenta que la población blanca era menos
del 5% en Jamaica, Grenada, Nevis, San Vincent, Tobago. Eran menos del 10% en
Angilla, Monserrat, St Kitts, Santa Lucia, Virgin Island, y un poco más del 10% en
Bahamas, Barbados y Trinidad.20
El sistema de plantación, y todas las dinámicas sociales y culturales que se
generaron, configuran para el humanista cubano Antonio Benítez Rojo el sello y
la máquina que marca la noción del Caribe. Para Rojo el estudio de la Plantación
debe verse como el fenómeno más importante ocurrido en la región, afirma que
de no haber ocurrido, las islas del Caribe serían sólo remedos de las naciones
europeas que las colonizaron.21
Si bien la Plantación como forma de producir riquezas sucede y termina en el
Caribe, al hacer una análisis de lo que esa Plantación dejó, tendríamos que decir
que privilegió la cultura de África, elemento que no sólo va a permanecer en el
Caribe sino que se va a constituir en una influencia que pasa y pesa hasta nuestros

19 En The Sugar Revolution texto de B.W. Higman presenta los orígenes del término
Sugar Revolution y menciona cómo las actividades industriales que se realizaban
en la plantación fueron antecedentes de lo que posteriormente sería la revolución
industrial. Higman menciona cómo a partir de la plantación y de la exportación del
azúcar a Europa se genera toda una forma de relacionarse con el azúcar que lleva a la
elaboración de una variedad de nuevos productos.
20 En The Sugar Revolution and Slavery, U.S. Library of Congress. www.country-data.
com/cgi-bin/query/r-3145.html. Traducción del autor.
21 Antonio Benitez Rojo, La isla que se repite (Barcelona, Editorial Casiopea) p. 56, 57.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
20

días. Benítez Rojo relaciona la Plantación con lo que el llama la africanización22 de


la cultura, y procura establecer cómo fue la presencia de afros en cada colonia. Así
concluye que el menor número de esclavizados fue traído por la colonia española,
interesada, más por los metales que por trabajar y hacer producir la tierra.
Configurar nuevos interrogantes es la tarea que abre nuevas reflexiones a reconocer
la fortaleza de la influencia Afro sobre ese Caribe que aún no terminamos de
nombrar: ¿era la africanización una nueva generalización que borraba los matices
particulares de esas naciones africanas de donde provenían? ¿Era esa la nueva
imagen de islas como Cuba, Jamaica o Bahamas? ¿Es ese el mismo Caribe que
recorrió Colón ahora sin Canibas? Estamos ahora ante una nueva imposibilidad de
nombrar y definir ese universo Caribe, pero sabemos que construirse a partir de
las transformaciones que se sufren ha sido parte de su dinámica.
Hay un hecho que anota Benítez Rojo, cuya exploración ha sido mínima, no por
ello menos importante, y es la mención que realiza de un grupo de centenares de
coolies, chinos, malayos, indios (de la India) entre otros, que llegaron al Caribe a
trabajar en la Plantación, un hecho que no puede despreciarse porque también es
parte de ese Caribe innombrable. A ese respecto es importante recodar al Nobel
de literatura Vidiadhar Surajprasad Naipaul, que es un ser que recoge múltiples
influencias pero que a su vez es un ser del Caribe. Nació en Trinidad, hijo de
inmigrantes del norte de la India, con estudio de artes en Oxford. Sus visiones
sobre ese mundo colonial son también el reflejo de lo que es él. Un ser nacido en
el Caribe pero visitado por múltiples influencias.
En su discurso titulado Dos Mundos, leído al recibir el premio Nobel en 2001,
vemos matices individuales de ese Caribe que vivió y recuerda, un Caribe que lo
confunde, pero es la mejor prueba para decir que el Caribe no se nombra, se siente,
se reflexiona, y que llegar a esas particularidades es la única manera de serlo,
quizá desde las visiones individuales aprendemos más que de las generalizaciones
que configuran verdades a medias o verdades falsificadas. Naipaul cuenta parte
de su vida, que es la mejor forma de nombrar ahora el Caribe:
“Nací en un pequeño pueblo llamado Chaguanas, dos o tres millas tierra
adentro desde el golfo de Paria. Chaguanas era un nombre extraño, en
su grafía y en su pronunciación, y mucha gente de la India —que era
mayoría en el área— prefirieron llamarlo por el nombre de la casta india de
Chauhan. […] Nosotros vivimos sobre la tierra de los Chaguanes. Todos
los días —cuando apenas comenzaba a ir a la escuela— caminé desde
la casa de mi abuela pasando por tres de las tiendas en la calle principal,
el salón de belleza chino, el teatro del Jubileo, y una pequeña fábrica
portuguesa, de olor fuerte, donde se hacían unos baratos jabones en
barras azules y amarillas, y que sacaban a la calle, en las mañanas, para

22 Op. cit., pp. 83-106 Este aparte se titula La plantación y la africanización de la cultura
en el que Rojo toma isla por isla y revisa el número de afros traídos a ese territorio y
lo compara con el número de blancos presentes en el mismo momento. El análisis le
permite demostrar a Rojo cómo cambió la demografía y cómo esa nueva presencia,
por el hecho de ser mayoría, dio origen a nuevas visione, ritmos y estéticas.
Un Caribe innombrable
21

que se pusieran duros, —pasaba por esa situación, que parecía eterna,
todos los días— Distante del colegio había haciendas de caña de azúcar,
yendo hacia el golfo de Paria. […] El mundo siempre está en movimiento.
La gente, en cualquier lugar, en algún tiempo, fue despojada. Creo que me
conmocionó el descubrimiento que hice sobre mi lugar de origen, en 1967,
porque nunca tuve idea sobre él. Pero esa fue la forma en que la mayoría
vivimos en la colonia agrícola, a ciegas. […] El mundo exterior existía en
medio de la oscuridad; nada preguntábamos. Era lo suficientemente mayor
para tener alguna idea sobre las epopeyas de la India, del Ramayana, en
particular. Los niños que llegaron a nuestra extensa familia —cinco años
o más— después de mí, no tuvieron esa suerte. Nadie nos enseñó hindi.
En ocasiones alguien escribía el alfabeto para que lo aprendiéramos,
eso fue todo; se esperaba que hiciéramos el resto nosotros mismos. Así,
permeados por el inglés, empezamos a perder nuestra propia lengua.
La casa de mi abuela estaba llena de religión; había muchas ceremonias
y lecturas, algunas de las cuales duraban varios días. Pero nadie nos
explicaba o traducía, y no pudimos seguir nuestra lengua. Así, con esa
fe ancestral olvidada, nuestra realidad llegó a ser inexplicable, irrelevante
para nuestro diario vivir. […] Más allá del mundo de la casa de mi abuela,
donde comíamos arroz al medio día y trigo en las noches, estaba lo
desconocido —en esa isla de sólo 400 mil personas. Estaban los africanos
o sus descendientes, que eran mayoría. Eran policías, profesores. Uno de
ellos fue mi primera maestra en el Colegio Gubernamental de Chaguanas;
por años, la recordé con adoración. También estaba la capital, donde muy
pronto tendríamos que ir en busca de educación y trabajo, y donde nos
quedaríamos permanentemente, entre extraños. Estaba la gente blanca,
no todos eran ingleses; los portugueses y chinos, también inmigrantes
como nosotros. Y, más misteriosos que los anteriores, estaba la gente
que llamábamos españoles, ‘pagnols’, mestizos, de tez morena, quienes
provenían del período español, antes de que la isla fuera separada de
Venezuela y del Imperio Español —una historia, en verdad, más allá de mi
comprensión de niño”.23
De esas individualidades llenas de recuerdos, de visiones del mundo, de relaciones
que se gestan a través de una multiplicidad de influencias está hecho ese Caribe
que queremos nombrar, ese Caribe donde se llega para perder algo de esa cultura
con la que se llega, es el lugar donde se recoge aquello que está en los otros y
que al final no sabemos si es nuestro y o si es de todos.
Nombrar el espacio Caribe es sentir esa multiplicidad de dinámicas que se hacen
en cada hombre, que se materializan en expresiones que cargan ese sentir
individual, un ser que ha sido perneado por realidades que se calientan y arden,
para usar una frase de Germán Arciniegas, y que sólo suceden en el espacio del
Caribe.
Mencionar el Caribe, tal como lo hemos venido expresando hasta este momento,
corresponde a un Caribe insular, donde la condición de isla y las influencias de una

23 Dos Mundos, discurso del premio Nobel de literatura, 2001, S.V. Naipaul, traducción
de David Lara Ramos.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
22

Colonia, son también las razones de un nuevo Caribe, nos referimos al continental,
que se asoma al mar de los Caribes y recibió las experiencias y vivencias
proveniente de las islas.
Anota Alberto Abello Vives en su texto Un caribe por fuera de la ruta de la
plantación que resulta necesario preguntarle a Benítez Rojo “¿qué pasa de
acuerdo a sus planteamientos, con la pertenencia al Caribe de aquellos territorios
continentales como el hoy Caribe Colombiano, que no tuvieron plantaciones y que
se reclaman parte de él?”.
Tal cuestionamiento plantea la amplitud geográfica de territorios que hoy la
geopolítica ha definido como parte de la cuenca del Caribe, pero también, al decir
de Germán Arciniegas, quien para nombrar el territorio vuelve sobre sus nativos:
“Caribe es como decir ‘indiobravo’. Es una palabra de guerra que cubre la floresta
americana como el veneno de que unta el aguijón de las flechas. Y así es el mar”.24
La inquietud de Abello es válida, y las razones de su reclamo están sustentas en su
texto, pero más allá de encontrar una dinámica económica, política o histórica para
relacionarse con el Caribe habría que proponer que el Caribe del que hablamos es
un Caribe innombrable, porque sus definiciones están en el ser que lo ha vivido, en
un territorio que el mar apropia y transforma.
Es sentir, al igual que Naipaul, que las vivencias de cada ser del Caribe son
particulares, y que intentar abrigarla en nociones como lo indio, lo afro, lo negro, o
lo caribe, deja por fuera el sentir individual que nos relaciona y hermana.
El Caribe del que hablamos está lleno de sensaciones, de impresiones, de
sorpresas individuales de asombros. De ese ser que frente a la inmensidad del
universo Caribe crea su propio mundo, crea su propio Caribe porque se siente
parte de él, sin tener que nombrarlo o definirlo.

Cartagena junio de 2009

24 Citado por Antonio Gaztambide, en la Invención del Caribe a partir de 1898 (Las
definiciones del Caribe, revisitadas.
23

Todos los caribes: el Caribe


Lisette Urquijo Burgos1

En realidad, Caribe, puede parecer una palabra corta si nos aventuramos en


la compleja tarea de analizar todo lo que contiene. Hablar de un solo caribe
resulta difícil, como difícil resulta traducir su significado, comprender sus
límites geográficos, sus diversos orígenes, su historia y su dimensión. Quizá
por esta razón, no resulte fácil tratar de delimitar el Caribe desde los aspectos
previamente establecidos con los que se mide y analiza una región.
En Un rizoma llamado Caribe, Alberto Abello,2 nos propone el ejercicio de
tratar de comprender, deconstruir y construir el Caribe desde el estudio y el
análisis más integral. Nos invita a entender que intentar comprender el caribe
desde una sola mirada, la geográfica o la histórica, la social o la económica,
no es posible ya que no nos mostraría el caribe en toda su dimensión. Es así
como Abello nos incita a romper con las fronteras estrictas y a estudiar una
geografía del caribe más incluyente, así como su múltiple dimensión histórica,
socioeconómica, y sobre todo, cultural. Sobre ese Caribe mixto, rizoma,
complejo y diverso, trataremos aquí.

El Origen
En Colombia, el interés por reconocer lo caribe como lo próximo, es muy
reciente. En algo más de una década, los teóricos e historiadores del hoy Caribe
colombiano, han intentado desarticular de la memoria del país, y con señales de
obtener buenos resultados, esa vieja costumbre de llamar Costa Atlántica a la
región del norte colombiano. De esta forma, la región Caribe entra en un proceso
de redescubrimiento en el que trata de encontrar su camino y su historia, pero

1 Docente, Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB). Estudiante de la Maestría en


Desarrollo y Cultura- UTB.
2 Abello, Alberto. El Caribe de García Márquez o un rizoma llamado Caribe. Introducción
inaugural Diplomado Travesía por la geografía garciamarqueana. Escuela de Verano.
Universidad Tecnológica de Bolívar. Material en publicación. Cartagena. 2007
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
24

contada con sus propias voces. En ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe,3 Gustavo Bell Lemus
nos enuncia cómo el caribe se nombra Caribe, nos habla del desinterés del interior del país,
desinterés que de alguna manera impactó en el rezago existente hasta hoy en la región
Caribe. Sin embargo, el Caribe insular se reconoce con mucha anterioridad.
Caniba, Canibal, Canibata, Caribata, son palabras que ayudan a conforman un génesis
etimológico del Caribe. De esta forma, desde la llegada de Colón y hasta el siglo XIX, se
designó a esta región. A partir del comienzo del siglo XIX, intereses político-centralistas, borran
del imaginario colectivo el mar Caribe para introducirnos en un mar atlántico lejano y distante
en el cual estuvimos sumergidos hasta finales del siglo XX. A pesar de esto, y de varias
investigaciones y publicaciones que desde entonces se han realizado, quedan algunos mapas
en los colegios, en los cuales, aún nos muestran la región conectada al mar atlántico, a pesar
de todos los estudios recientes, aún aparece así en algunos libros, y en algunas páginas web,
aún se enseña el Atlántico y no el Caribe. La tarea debe ser intensa, permanente y constante
si el objetivo es lograr que nos pensemos como una parte del universo Caribe.
Hablar de un Caribe propio es algo más simple, pero no menos pretencioso. Antes (y digo
antes ya que con la lectura el mundo se abre y confieso que antes de asumir el reto de
cursar una Maestría en Desarrollo y Cultura mi visión frente a estos temas era muy simple) los
interrogantes que podía formularme sobre mi origen y mi entorno, se limitaban a la biología, a
la evolución, a aspectos históricos más generales y distantes y a lo poco que podía recordar
del colegio. Ahora mi mirada ha cambiado y mis interrogantes también. Entonces para poder
iniciarme en ese Caribe que me permitirá extenderme hasta todos los caribes que ahora
conozco, debo hablar de mis orígenes, o quizá, de mi caribe particular.

Tambucos, Ceretas y Cafongos


Cuando con mi familia ojeaba el libro del artista cordobés Cristo Hoyos, Tambucos, Ceretas
y Cafongos,4 resultado de su investigación estética y visual sobre los empaques, recipientes
y soportes del caribe colombiano, mi padre, el hijo de Carmen Flores Ruda, ascendiente de
los indígenas Chimila5 nacida en el Rosario de Chengue, según los Flores, la tierra de los
caciques Chiquia y Chengüé, nos contaba historias sobre los dulces de su infancia, sobre las
melcochas, los pirulitos, las conservitas, y sobre los “cafongos” o bollos que Carmen Flores
Rudas hacía.
Mi abuela, como casi todas las abuelas de los pueblos de la región caribe, aprendió a moler
el maíz, a amasarlo, a volverlo pasta y a envolverlo en hojas de bijao o de plátano, para luego
cocinarlo en una olla de agua caliente con especias como anís y clavito de olor. La receta la
heredó de los Chimila, como también heredo el carácter fuerte y un saber particular “de india”
que mi padre recuerda y nos recuerda.

3 Bell Lemus, Gustavo. ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe. En Abello Vives Alberto (compilador). El
Caribe en la Nación colombiana. Memorias X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado.
Museo Nacional de Colombia y Observatorio del Caribe Colombiano. 2006
4 Hoyos, Cristo. Tambucos, ceretas y cafongos. Recipientes, soportes y empaques del antiguo
departamento de Bolívar, 2001. Ediciones Gamma. Investigación resultado de la tercera
convocatoria de las becas de investigación cultural Héctor Rojas Herazo.
5 Chimilas: Indios que “se extendían prácticamente sobre todas las tierras bajas entre la sierra nevada
y el rio Magdalena. Población aborigen y conquista 1498-1540. Del Castillo Mathiew, Nicolás. En
Meisel Roca Adolfo, Historia Económica y Social del Caribe Colombiano. Ediciones Uninorte. S.f.
Todos los caribes: el caribe
25

A finales del siglo XV, cuando los españoles llegaron al Caribe, los indígenas de la región
sembraban y molían el maíz. Este era la base alimenticia de muchas etnias del caribe
colombiano. Etnias con las cuales seguimos en deuda. Ahora sé que los indígenas del caribe
no solo fueron sometidos, violentados, despojados de sus territorios y obligados a asimilarse
en una cultura y un modo de vida impuesto y distante, si no que también, guiados por intereses
egoístas y despreciativos, les fueron desconocidos todos sus derechos y menospreciados su
saber y su cultura.
Los aborígenes americanos fueron obligados a replegarse y ocupar pequeños territorios en
los cuales algunos sobrevivientes aún intentan seguir preservando su tradición y su memoria.
Las historias de la Conquista y de la Colonia deberían ser historias contadas también desde la
mirada desolada de los nativos, no la historia del cambio del oro por las baratijas, no la historia
de la ocupación y la arrasada, si no una historia en la cual también participen sus voces, y no
solo la “historia blanca”, refiriéndome a la condición de ágrafos de los indígenas a la llegada de
los españoles como nos cuenta Fabio Zambrano6 en la Historia del poblamiento del territorio
de la región del caribe de Colombia:
“En efecto, en sus páginas prevalece el deseo de resaltar la épica conquistadora y de
legitimar la subyugación de la población nativa, destacando con aprehensión cristiana
lo pecaminoso y lo reprobable de sus practicas culturales y la necesidad de instaurar
la civilización y el orden de los españoles. No en vano, escribió Friede,7 los testimonios
de los cronistas representan la historia blanca de América”
A partir del siglo XV los territorios del Caribe fueron explotados igual que nuestras gentes. Los
europeos colonizaron las tierras e islas del Caribe e implementaron el cultivo de la caña de
azúcar, del café, del tabaco y la explotación de la plata y el oro que contribuyó a acrecentar
sus imperios. Esclavizaron a los indígenas y los forzaron a realizar trabajos pesados sin
descanso, que sumado a las enfermedades, producto del agotamiento y la mezcla étnica,
diezmaron a casi la mitad de la población nativa. Es por esta razón que los españoles se
vieron obligados a traer mano de obra Africana a continuar los trabajos pesados. Los negros
ya habían demostrado tener fuerza y resistencia para las largas jornadas de trabajo. Es así
como llegan: los sacan de África y los traen a la región del Caribe atiborrados en barcos
negreros, arrancados de sus tierras cual malas hierbas, a contribuir con el poblamiento del
gran Caribe.
Aquí, con la llegada de los Africanos y el completo dominio de la tierra por parte de los
colonizadores, se da inicio a lo que conocemos como la Economía Mundo: un triangulo
comercial que se establece entre África, América y el viejo mundo, teniendo como base
económica la plantación productora de azúcar, modelo resultado del cultivo de la caña de
azúcar que trajo Colón en su segundo viaje al nuevo mundo y que más tarde desató el boom
del comercio azucarero en el Caribe, boom nombrado por B.W. Higman, como la “Sugar
Revolutión”.8

6 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia.
El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano,
2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores). Pág 10
7 Friede, Juan. La Conquista de la historia y el poblamiento, 1989. en la NCH Vol 1. Editorial Planeta,
Bogota.
8 Higman, B.W. The making of the sugar revolution. En In the Shadow of the plantation, Caribbean
History and legacy. Edited By Alvin O. First Edition. Kingston 2002
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
26

La tierra no es de quien la trabaja


Con el cultivo de azúcar las colonias europeas logran posicionar y sacar adelante sus
economías. En el Caribe, las plantaciones se traducen en lugar de propietarios adinerados,
donde el trabajo forzado de los negros esclavos sirve para proveer a grandes mercados
extranjeros. Citando a Abello y Bassi, la plantación puede “definirse como unidades
productivas basadas en el trabajo de una mano de obra esclava, al servicio de un mercado
altamente competitivo y dirigidas por una permanente búsqueda de la eficiencia” 9 La
plantación es en palabras de Benítez Rojo “la maquina que mueve el Caribe”.
Si bien es cierto que el caribe colombiano es un territorio al margen de la plantación que
movió en su momento al gran Caribe, la hacienda, fue la estructura socioeconómica que
tuvo su lugar en nuestra región. El Caribe colombiano se mantuvo por fuera de la ruta de la
plantación, al parecer por condiciones climáticas que no permitieron el buen cultivo de la caña
de azúcar en la región. Otra teoría apunta a afirmar que a los españoles, en su afán por llenar
las arcas de la corona, no le interesaban nada más allá de la explotación de las minas de oro.
Gracias a la plantación y a la hacienda fue posible estructurar una cultura híbrida, producto
de las mezclas que fueron resultado de la interacción de las razas. Gracias al establecimiento
de las rochelas,10 lugares creados informal y espontáneamente a las afueras de las villas
dentro de la tierra de las haciendas colonas como el sitio de fusión étnica, fue posible una
transculturación natural que en el escenario de la plantación nos entrega Fernando Ortiz11 en
su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Lo que se dio alrededor de estos sistemas
de explotación comercial, hacienda y plantación, permitió que se desarrollara una “identidad
cultural particular Caribe”. Al igual que el papel de la raza indígena, el papel del negro africano
fue vital para que se generaran dispositivos de poder frente al abuso y al resentimiento
originado en la explotación y en la esclavitud.
Mucho de lo que somos hoy día se gestó en esos espacios, espacios de dura formación que
generaron resistencias permanentes que poco a poco fueron construyendo un ser Caribe al
que hoy se le reconoce una identidad propia que según Benítez Rojo, inició su creación allí, en la
célula que se establece como una impronta en la plantación (en el caso del Caribe colombiano
en la Hacienda). La historia del Caribe entonces se encuentra unida, isla tras isla, provincia tras
provincia, ciudad tras ciudad. La célula Caribe se esparce y se multiplica.
Sin embargo, la ausencia de la plantación en el Caribe colombiano, pone en entredicho la
tesis de Benítez Rojo en la Isla que se repite sobre establecer a la plantación como unidad
común que define el Caribe. Pensarlo de esta forma, sería excluir varios territorios del Caribe
donde la explotación del azúcar no fue el motor que movió sus maquinas. Más adelante,
Benítez Rojo encontrará un eje y motor que conecta todo el Caribe, ya que aún, frente a la
ausencia de la plantación, hay un elemento común en la creciente sociedad criolla de ese
momento y que trascienden hasta hoy: el ritmo. De esto hablaré más adelante.

9 Abello Alberto, Bassi Ernesto, Un Caribe por fuera de la ruta de la plantación. En Un Caribe sin
plantación, (compilador) Alberto Abello Vives. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia.
Observatorio del Caribe Colombiano. 2006
10 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia.
El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano,
2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores).
11 Ortiz Fernández, Fernando es considerado el más importante etnólogo y antropólogo cubano.
Nació el 16 de julio de 1881 y murió el 10 de abril de 1969 en La Habana.
Todos los caribes: el caribe
27

Lo que se cuenta
La mirada de lo caribe se construye continuamente. Destacados historiadores regionales
como Alfonso Múnera, quien en El fracaso de la Nación: Región, clase y raza en el caribe
colombiano, resalta el papel que los mulatos cartageneros al frente de Pedro Romero y Pedro
Medrano, tuvieron en las gestas de la independencia de Cartagena entre 1811 y 1815. El
trabajo historiográfico de María Teresa Ripoll sobre el comercio y el contrabando del caribe,
todos las investigaciones de Adolfo Meisel sobre la economía de la región, Gustavo Bell,
Joaquín Viloria, Germán Arciniegas, entre otros, nos complementan la mirada que del resto del
caribe nos traen teóricos e historiadores como Benítez rojo, Fernando Ortiz, Edouard Glissant,
Frank Moya Pons, por mencionar solo algunos; miradas que nos ayudan a reconstruir la
memoria de un pasado histórico que permite encontrarnos en el presente.
Síntoma, enfermedad y cura, la historia que nos cuentan es un historia cargada de
confirmaciones y de razones que van desde las políticas económicas, raciales, hasta las
sociales y las culturales y que nos permiten tener un panorama del pasado y de un posible
futuro para el Caribe.
El caribe despierta y cada día se piensa más, se estudia más, y en esa medida también se
construye. Las escuelas de nuestro Caribe no deberían enseñar otra historia distinta, o por
lo menos no una historia distante y poco relacional con lo nuestro. Tener la certeza desde
temprana edad de la importancia histórica de la constitución del gran caribe, de sus razones
y de sus motivos, quizá nos permita de adultos encontrar derroteros más certeros sobre
nuestro propio futuro. Quizá entonces sea pertinente vincular a los estamentos directivos de
la educación en el país a instaurar en las escuelas y colegios un estudio profundo de nuestro
Caribe que posibilite el cambio de la mirada con la que lo percibimos y quizá así, se posibilite
la construcción de nuestra historia Caribe venidera.

La Criollización
En el Caribe, la diversidad cultural se presenta como una fortaleza donde los ritmos, la cadencia
de los bailes, la oralidad y la literatura, el cine, el carnaval, las fiestas y la vida cotidiana misma
nos definen y nos otorgan un sentido propio. En la Isla que se repite,12 Antonio Benítez Rojo
asume el reto de desentramar la esencia de la cultura caribe desde la mirada estética. Para
esto, y partiendo de la pregunta inicial: ¿Existe una estética caribeña?, el autor nos inicia en un
viaje por las diferentes formas que adopta la cultura y poniendo como centro el análisis del ritmo
como signo estético e integrador de lo Caribe.
De está forma, Benítez Rojo nos regala nociones más abarcadoras como caribeñidad,
caribeño, criollo como formas que le dan sentido al Caribe, y Criollización como el termino
que define los procesos permanentes pero complicados que ha sufrido la región en su afán
de constituirse. No se puede mirar el caribe con una sola mirada.
Para Benítez Rojo la idea de las posibles formas como se pueda construir lo Caribe, no son
más que “Inestables construcciones de plasma en perpetua fluidez y cambio”, ya que es
bastante reciente la propuesta de “diferenciar la región del resto del mundo”. Este discurso del
Caribe es joven y aún no existe un consenso entre los investigadores, teóricos, historiadores,

12 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998.
Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 387.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
28

artistas, pensadores, entre los “performers” 13 del Caribe, sobre lo que su propia región
representa y constituye. Benítez, entonces, propone el ritmo como objeto estético ya que este
es, en sus palabras “el más alto grado de experiencia estética que podemos imaginar en el
Caribe”. Esta es la otra unidad que nos presenta Benítez para poder hablar de un Caribe total.
Es así, entonces, como es posible hallar este signo estético en casi todos los performances
que surgen en el Caribe. Quizá por esto me atrevo a decir que el Caribe es todos los Caribes:
el que va desde Brasil hasta Dominica, de Veracruz a Barranquilla, de Cuba a Trinidad, todos.
Ese signo presente en lo que se baila, en lo que se canta, se saborea, presente en la cultura y
en lo que se escribe.
Desde la literatura también se reconstruye la región, se rescata, permitiendo consolidar un
imaginario colectivo propio, comprometido con lo Caribe. A lo mejor un escritor fuera del
Caribe (o afuera, pero sin el Caribe en el alma) no pueda traducir claramente en palabras lo
que ser Caribe contiene, lo que significa. Definitivamente hay que sentirlo, interiorizarlo y hacer
una construcción del Caribe desde la pertenencia crítica, sentida y honesta.
Según Carl Langebaek,14 en su ensayo Pasado Indígena en la costa Caribe. Interpretación en
5 actos, escritores como Juan José nieto y Jorge Issac volcaron sus textos hacia la necesidad
de rescatar la región para el resto del país. Libros como Ingermina la hija de calamar, de
Juan José Nieto o Los indígenas del magdalena, de Jorge Issac, entre otros, fueron en su
momento buenos intentos por reivindicar el tema Caribe. Intentos que no lograron consolidar
un pensamiento positivo frente a la idea generalizada de la academia con respecto a la
inferioridad de la costa.
En la actualidad son muchos los escritores del Caribe que presentan múltiples panoramas de
la región. Desde lo local hasta el gran Caribe, escritores de la talla de García Márquez, Hector
Rojas Herazo, Oscar Collazos, Roberto Burgos Cantor, Germán Espinoza, Meyra del Mar;
escritores de la nueva generación como Jhon Jairo Junieles, Pedro Badrán y en su momento
Jorge García Usta, por mencionar solo algunos pocos, complementan muy bien la mirada que
del Caribe nos traen Cabrera Infante, Edwige Danticat, Junot Díaz y un número considerable
de escritores que cuentan el Caribe, que sienten el Caribe y en los que ese Caribe inicial,
relegado, rezagado, poco se perfila y poco se presiente.
La mirada en movimiento que nos trae el cine realizado en el Caribe se posiciona cada
día más con producciones que también cuentan historias caribeñas. Películas como el
largometraje puertorriqueño, Mal de amores, de la productora Pajaritos Preñaos, nos muestra
las relaciones sociales en el gran Caribe, situaciones generalizadas, con variaciones mínimas,
más amarradas a los modismos de cada región en particular, pero que por lo general se
repiten en todas las ciudades y provincias del Caribe.
El cine cubano con una estética definida y particularmente criollizada, nos trae historias
familiares, como El Cuerno de la abundancia, de Director Fernando Pérez, con personajes
familiares, historias de amor que se desarrollan en la calle, discusiones que terminan en

13 Termino con el cual Benítez Rojo identifica a los filósofos, investigadores, escritores, críticos,
músicos, artistas plásticos, cineastas, modistos, cocineros, productores de radio, televisión y de
web site; “gente que comenta, critica, amplía o transforma a diario distintas zonas del discurso
caribeño”.
14 Langebaek, Carl (2006). Pasado indígena en la Costa Caribe. Interpretación en cinco actos. En:
Alberto Abello (Comp.), El Caribe en la nación colombiana. Memorias. Bogotá: Observatorio del
Caribe Colombiano, Museo Nacional de Colombia
Todos los caribes: el caribe
29

abrazos, historias fantásticas con altos toques “Garciamarquianos”. En la reciente producción


colombiana Los viajes del viento, se percibe un afán por rescatar la memoria de la región, que
a la final también es la memoria del país, con una historia que nos habla sobre el vallenato,
su esencia, su cadencia y con el plus de que sí es posible contar buenas historias del país
distantes de la violencia y el narcotráfico como eje conductor. El cine cuenta el Caribe, y en
este sentido el festival de Cine de Cartagena, el Festival de Cine de la Habana, entre otros,
abren el espacio para que esas historias contadas a través de imágenes, colores, sonidos,
nos hablen y traduzcan el Caribe.
La música y la danza son quizá las manifestaciones que más interiorizan el ritmo, ese ritmo
que se presiente y se siente en la Salsa, el Son, la soca, la cumbia, el mapalé cartagenero,
al igual que en una Zamba o en una Rumba. No podríamos estudiar el Caribe sin estudiar
su música ya que allí está la esencia de su ritmo interior. Esta música que caracteriza al
Caribe tiene sus orígenes en la música africana, he allí la importancia que Benítez Rojo da a
la plantación: este lugar fue el recipiente que recibió la célula rítmica del negro Congo que se
instauró en la memoria y en el cuerpo: Benítez Rojo nos habla de ello:
“Dichos pueblos, posteriormente, habrían de expandirse por el África central y oriental,
dispersando así el uso cultural de esos patrones rítmicos. De manera análoga, es
fácil conjeturar que los africanos que llegaron al Caribe los transmitieron a los nuevos
esclavos que nacían en las plantaciones”15
Reconozco en mi historia la historia de los indígenas y de los negros que poblaron el Caribe.
Cuando me miro al espejo, veo en mi rostro mi nariz, regalo de mi abuela Carmen Flores, veo
mi cuerpo, mi piel, la que me dio la mezcla de mis abuelos blanco paterno y negro materno,
y la mezcla de sus mezclas y que por supuesto me confirman Caribe. Bailo y puedo llevar el
ritmo si bailo en cuba lo mismo que bailo en Cartagena, o en República Dominicana. Puedo
ser Caribe en todos los lugares. Ser Caribe es ser todas las razas a la vez. Esa es una de sus
características: ser Diverso, pluriétnico y multicultural.
Tratar de definir el Caribe nos pone en la difícil tarea de elegir cuál Caribe definir, de cuál Caribe
hablar. Tal vez solo exista un Caribe: el que los contiene a todos, el que los define a todos. Es
por esto, que la idea de un Caribe en construcción me resulta ciertamente apropiada en la
medida que siento que no finaliza el crecimiento, no lo termina: El Caribe crece día a día y si
bien, somos el resultado de moldeamientos externos, de múltiples historias, de le mezcla de
razas, de sucesos infortunados unos, afortunados otros; no podemos afirmar que estamos
“acabados”, acabados como cuando el artista da por terminada su obra. Aún estamos
construyendo este Caribe, aún somos una “idea en construcción”, pero hoy nadie dice que
seamos una mala idea. De este Caribe hablo yo.

15 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998.
Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 408.
31

Cartas cachacas
Juan Ángel1

Descargos:
Al principio quise escribir a la manera de Montesquieu unas “cartas
cachacas”, que visitaran el Caribe con un personaje, el Negro, que le
escribe a su Tía Lucía, me parecía entretenido y era un espacio bueno
para el ensayo. En eso alcancé a avanzar un poco y pongo al final los
principales descartes.
Esto lo escribo porque el proyecto todavía me divierte y lamento las
contingencias que me obligaron a postergarlo. Me hubiera encantado
preservar el elemento dramático, pero será para otra ocasión, mejorando
la visión del Caribe y con más claridad en las intenciones literarias.
La primera sensación que tengo del Caribe es que me pertenece como a cualquier
otro de sus habitantes. Pero no es así, vengo al Caribe rutinariamente desde hace
más de 40 años, de visita, siempre de visita. Tengo lazos comerciales y económicos
con el Caribe desde hace igual cantidad de tiempo. ¿Qué me hace distinto? ¿Llevo
el sello de lo andino, de “cachaco” como un letrero de neón intermitente? Sin
embargo, cuando me siento con Europeos o Norteamericanos que no conocen
las sutilezas de nuestra geografía y población, mi acento, mi manera de ser y mi
“sabor” me hacen ser como un habitante más del trópico, del Caribe, de la parte
norte de Suramérica. Soy mucho más Caribe que un argentino tal vez de la misma
manera en que Patrick Chamoiseaux, un escritor de Guadalupe que escribe en
francés y es funcionario del gobierno de la metrópolis, se siente más cercano a los
hispanos porque no puede dejar de sentirse antillano antes que francés.
Lo atractivo de la cultura, y en este caso de la identidad, es que no se
puede atrapar en un estrecho compendio de conceptos o en una lista
de requisitos. Lo que legitima una pertenencia a un grupo social está
en las delimitaciones, en las descripciones y en los significados. Clifford
Geertz 2 pide hacer descripciones e interpretaciones densas: y con eso
pone no solo de relieve las dimensiones de cada aspecto cultural, sino
los complejos sistemas que las integran. El Funes de Borges, que todo
lo recordaba, que todo lo volvía a vivir, descansaba volviendo la cara a

1 Actor y gestor cultural. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.


2 Geertz, Clifford, Las interpretaciones de las culturas, Gedisa, 2000
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
32

un vecindario que desconocía imaginándolo oscuro y vacío. La cultura,


se puede aislar de la misma manera buscando oscurecer sus brillos
y prefiriendo lo que ignoramos a lo que sabemos o sentimos. Eso la
empobrece y empobrece toda aproximación. La cultura como a Funes,
nos puede matar de congestión.
Para definir el Caribe se puede, por un ejercicio intelectual, trazar una
frontera y ampliarla cuando queramos, si le sirve al argumento. Así el
Caribe puede llegar a Lima, como lo explica Alberto Abello, o a Nueva
York como nos parece a todos los que visitamos el lado latino de esa
capital mundial. La frontera de lo Caribe también está en la música, en
la comida y en los nombres, en los paisajes, en los patios, en las los
ritmos y en las memorias. Pero también podemos cerrarla: como hace
la comunidad Europea que coloca a Colombia en los países andinos. Tal
vez lo hace por razones de trámite, el funcionario de la UE tiene carpetas
y líneas de Excel, no pinturas, ni sueños. Cae sí, en unos parámetros
convencionales en donde excluye con el lenguaje y con su burocracia
una visión más amplia. Lo que cabe preguntarse es si revelándole lo que
niega ese funcionario podría mejorar sus objetivos y metas de relaciones
internacionales.
La delimitación es indispensable para saber de qué estamos hablando. Eso sí, en
casi todos los casos le cabe una excepción, para sumar lo que se nos queda
por fuera. Ejercicios interminables de excluir e incluir. Al delimitar sacrificamos y al
sacrificar ordenamos según nuestro propio parecer. El que escoge es el que emite
el discurso delimitador. Leslie Maginat por ejemplo, quería para sus intenciones
políticas excluir o incluir, cuando pregunta cuál Caribe. Él lo veía fragmentado y
múltiple, o ¿su intención era evitar la estrechez del que homologa a Haití con otros
países? Para los políticos, que son generalmente los que tienden a hablar más duro,
importa la galería. El grupo de congresistas colombianos que se autodenominan
la bancada costeña, intenta capitalizar la distancia histórica que tiene el Caribe
colombiano con el centro del país, que se refleja en nuestras rivalidades y
afinidades. Hoy esas rivalidades son afectivas, o mueven intereses económicos,
en tiempos de la colonia tomaba 60 días unir a Bogotá con Cartagena. ¿Y qué
hace Gustavo Bell, historiador caribeño, cuando intenta eliminar del vocabulario
lo “costeño”, que traduce para él la persistente inclinación de los capitalinos de
describir el resto del país en sus propios términos? Para mí lo que quiere Bell es
asociarse con otros, alinear un equipo ganador para un futuro económico viable a
partir de la definición de una identidad regional. Por eso promueve un museo de
identidad, porque cree y quiere un futuro próspero y necesita para eso esfuerzos
mancomunados de todos los sectores de su territorio. Y lo logra, el Caribe
Colombiano es una idea con historia, con narración y con posibilidades reales
de convertirse en realidad. Quien nace en Lorica, es colombiano, costeño caribe,
caribeño, turco. Es todo a la vez, si él quiere serlo. Como la obra de Pirandello.
Uno puede ser lo que quiere ser. Las cosas son como las queremos hacer que
sean. Sed Caribes. Sea el Caribe.
No tengo nada en contra, me seduce la idea de una prosperidad y de una libertad,
en mis vecinos y en mis amigos. Cuando yo era niño, El Caribe era un hotel. El
Cartas cachacas
33

edificio más alto de Cartagena, donde veraneábamos con la familia, en una parte
de las vacaciones que incluía apartamentos en Barranquilla, y fincas en la región
de Magangué. Esos son mis recuerdos costeños del Caribe. De manera que
no puedo agregar nada a este tema sin pensar en esa nostalgia de un Caribe
personal, un Caribe proustiano, con olor a ciruelas, agua de coco con arena y
temores a las aguamalas. También tengo el recuerdo de un paseo al centro de
Cartagena, a visitar la imprenta de Mogollón a las cuatro de la tarde, cuando el
centro no era la ciudad turística de hoy sino el centro de actividades comerciales.
El premio, la magdalena, fue un helado en la Librería Nacional, dónde había aire
acondicionado
En el Caribe mío cabe todo el Caribe, hasta Nueva York, el francés y el
Inglés, el holandés y el histórico, el colombiano y el de los países miembros
de la Alianza de Países del Caribe. En estas conversaciones y estudios
agregué, sin dolor, Lima, Guayaquil y México. Las primeras porque
entiendo las dinámicas históricas que los acercaron al Caribe. Si lo que
hacía la vida de la colonia era su relación con la península, hasta Filipinas
es Caribe. El último, por esa, una ceguera mental que no me permitió ver
nunca el océano atlántico mexicano, ni concebir Veracruz más allá de un
resort turístico de folleto. Ahora por obra de nuevas lecturas, el Caribe
se convirtió para mí en un universo extraordinario lleno de encantos, de
idiomas y de aventuras humanas. De rutas navegables, de comercio, de
luchas y resistencias. A la ceguera se le abren los ojos quemándose las
pestañas en el estudio...
Con ese territorio afectivo, con el pensamiento sensibilizado por una afinidad que
se enriquece con lecturas recientes y amigos, voy a hablar de un Caribe inestable.
El Caribe de mis afectos, el Caribe de mis conocimientos y el Caribe de mis
aprendizajes. Pero también del Caribe de mis utopías.
No estoy interesado en una mirada al Caribe especuladora y “posconfundida”. El
principal ejercicio, en el que amerita avanzar y concretarse, es aquel que desde
una disciplina todavía inexistente como puede ser la confluencia de la cultura y
la economía, puede ayudar a construir un proyecto, incipiente, interpretativo y
académico y que ojalá algún día tenga pasos firmes en lo pragmático. El Caribe
para los propósitos de este ensayo puede ser el modelo, –el conejillo de indias–,
la comunidad de indias sobre la cual explorar las alternativas y las dudas de esa
disciplina: la economía y la cultura.
Puedo sumar con los dedos de la mano las ideas formalmente adquiridas en
este campo. Algo de Amartya Sen, un poco de Escobar, varios y muchos textos
sobre el Caribe, casi todos sobre identidad cultural, histórica y económica. En
primer lugar, y motivo del enfoque escogido, están las teorías del desarrollo. En
este campo la preocupación general es la condición de pobreza de muchos de
nuestros congéneres, la desigualdad y la presencia de deficiencias en salud,
educación y alimentación. El Caribe es un territorio de pobreza y desigualdad,
de atraso tecnológico, de condiciones humanas lamentables, basta ver los
coeficientes Gini y la distribución del ingreso de los países de la cuenca del
Caribe.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
34

Coeficiente Gini de Países del Caribe. Fuente PNUD

Costa Rica 49.8


Cuba ..
Mexico 46.1
Trinidad and Tobago 38.9
Malaysia 49.2
Brazil 57
Venezuela (Bolivarian Republic of) 48.2
Colombia 58.6
Dominican Republic 51.6
Belize ..
Grenada ..
Suriname ..
Guyana ..
Jamaica 45.5
El Salvador 52.4
Nicaragua 43.1
Honduras 53.8
Guatemala 55.1
Haiti 59.2

Todos los países caribeños tienen índices altos de desigualdad. La pobreza y su


posible remedio, el desarrollo es un tema congruente con las expectativas de
bienestar de los habitantes del Caribe. Y ciertamente se ha intentado encontrar
ese bienestar desde respuestas desarrollistas, desde proyectos neoliberales que
esperan el milagro de la economía, y desde variadas respuestas de lo político
y lo comercial. El uso del Caribe es tanto más interesante en cuanto no hay
homogeneidad, ni en la historia colonial, ni en la población, ni en la situación actual.
El Caribe invita a pensar en su futuro, en primer lugar por la pobreza que lo inunda,
por la desigualdad y asimetrías de las sociedades que lo conforman pero también
porque es fulgurante y brillante en su cultura, atractivo en sus ritmos y habitado por
los más diversos e inspiradores personajes.
Cuando me acerco a la economía, me parece graciosa la sorpresa de algunos
economistas al ver que sus ecuaciones de inversión y capital no producían los
resultados esperados por razones de cultura, de entorno, de población. Me
encanta pensar en las razones estructurales que detuvieron desarrollos exógenos
en países enteros. Supongo que en su momento los economistas que estudiaban
el desarrollo estaban plenamente convencidos de la bondad de sus planteamientos
y de la certeza econométrica. Para Rostow el desarrollo occidental llegaba porque
llegaba. Pero no, nunca llegó. Por lo menos no al Caribe colombiano. Menos mal.
El primer atractivo que tiene la intemperante mezcla de Cultura y Desarrollo es
la confrontación de dos mundos inestables -cuya colisión anticipa formaciones
novedosas y sin garantías en la conquista de sus pretensiones-. Por ahora es una
pica en Flandes. Veamos un primer ejemplo: El Caribe de la plantación. Cuando
Higman, Benitez Rojo, Abello y otros tratan de definir el Caribe desde la plantación,
o desde la no plantación, nos dicen lo que todos los que vemos el mundo con oídos
convencionales queremos oír: que fue la plantación, con su modelo de explotación
Cartas cachacas
35

esclavista, con su proyecto colonial de uso de la tierra y recursos para beneficios de


unos comerciantes, horribles capitalistas, lejanos; que se convirtió en un momento
crucial en la economía Caribe; todos ellos condicionados por las apariciones de
nuevas tecnologías, de aumentos de población, de inicio de la revolución industrial.
En la mente de Higman, la plantación crece y florece por su razones económicas.
Pero Higman habla en términos culturales “Large scale plantations replaced small
farming, enslaved labourers replaced free workers, dense populations replaced
dispersed settlement patterns, black came to outnumber whites and the Atlanctic
economy was dramatically transformed” 3 Mi punto aquí es que en esa frase final
puede cambiarse la expresión cultura por economía, lo que se estaba organizando
era una Cultura. Asistimos en esa época al nacimiento de una cultura, la cultura
del Caribe y esto a través de un fenómeno económico indiscutible. Lo interesante
de la plantación es que es un fenómeno inducido, externo, llevado por la avaricia
o la habilidad comercial. ¿ Entonces el desarrollo va creando culturas? ¿Viene la
economía creando culturas desde el principio de los tiempos?
Lo que importa por ahora es la manera cómo se agencian esas realidades.
Cuando se estaba creando la plantación inicial, pequeña y discreta, y la Plantación
grande como distingue Benitez Rojo, se estaba creando una cultura que hoy se
reconoce como Cultura Caribe, o Créole o criolla. Se escribieron la historia de la
casi aniquilación de las culturas amerindias, y la infame historia de la esclavitud
negra, pero Benitez rojo nos cuenta una pequeña historia distinta. Una que dio
origen al nacimiento de los criollos. Lejos de los centros oficiales, en las colonias
se formaban comunidades, también atadas a algún tipo de producción más o
menos rentable como el cuero, en donde el mestizaje, la libertad y la existencia de
reglas de interacción social era la norma. Vivían del comercio no permitido por la
corona con naves de otros países. En otros momentos de la historia Colombia se
llenó de rochelas y de palenques, también en su momento reprimidas cuando los
Borbones llegaron al poder.
Surgen en esa historia de la Plantación que formaba un Caribe disciplinado y
severo, otros caribes, libertos irreductibles, cimarrones, arrochelados, que no
se someten al orden, que no podían subsistir sin desobedecer las absurdas
restricciones de acceso a las tierras, o las inverosímiles o ingenuas maneras de
controlar el comercio por parte de la corona española. A favor de ellos y en contra
de los reyes absolutos están las distancias, los excesos del trópico, el calor, y la
simple complejidad de la vida.
Lo que se forjó ese momento histórico fueron sociedades atadas a impulsos
económicos, el oro, el azúcar y el cuero. Y es la primera función de la cultura,
fundar la economía. En menos de 100 años de mestizaje y de cruces habían
nacido todas las culturas que hoy consideramos fundacionales. Sorprende la cita
de Pere Labbat citado por Benitez Rojo:4 ya en 1600, a finales, “no es accidental
que el mar que separa vuestras tierras no establece diferencias en el ritmo de

3 Higman B.W. The making of the sugar revolution. The Economic History Review 53 (2),
pp. 213–236, 200
4 Benítez Rojo, Antonio, La isla que se repite, editorial Casiopea, Barcelona 1998.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
36

vuestros cuerpos”. En pocos años se había formado una identidad Caribe que
separaba idiomas pero unía ritmos. Lo que me pregunto yo es a qué velocidad y
en cuantas generaciones se construye una cultura identificable, capaz de cruzar
mares y tempestades.
Ese invento de una cultura lo habían hecho sometidas a unas potencias militares
de talla mundial, pero también rebelándose y escondiéndose en la inmensidad
de su territorio. Lo que intento descubrir y leer es cómo un hecho económico, la
saturación con unas leyes estrechas, sumadas a la necesidad de sobrevivir y la
disponibilidad de un territorio incógnito aledaño y disponible, gestaron una cultura.
En el caso de la Española y Cuba así lo pone Benítez Rojo. En Colombia, una
cultura de supervivencia, hermandad y de igualdad, al margen de un gobierno
formal e irracional porque, como lo describen María Teresa Ripoll5 y Alfonso
Múnera,6 el contrabando era una respuesta de supervivencia a la reglamentación
improductiva de la corona Española. La lectura cultural nos permite avanzar en un
hecho concreto: una parte del Caribe se formó a pesar y en contra de un poder
militar y colonial dominante y bélico. Ese Caribe era tan cultural como económico.
En un pequeño texto Amartya Sen 7 habla de la cultura como elemento fundacional
del desarrollo. Inicialmente intenta separar la cultura como objetivo del desarrollo
y la cultura como asistencia al desarrollo y termina enunciando la cultura como
constitutiva y fundacional del mismo desarrollo. Este ejemplo de cómo se forjó la
cultura Caribe, atada a una economía de supervivencia, en contra de una economía
tirana y poco practicable dictada desde un salón Real distante y abstracto, va en
esa dirección. La economía humana, gesta culturas amables y florecientes, pues
lo hace al lado de la prosperidad y la sostenibilidad. La economía devastadora
que simultáneamente promovía la corona no dejaba cultura y tampoco medios de
subsistencia . En el texto de Köning8 que habla del intento de crear una sociedad
justa a partir del modelo de Nación Europeo por parte de los liberales Colombianos
durante los primeros años de nuestra república, se describen intentos de marcar
condiciones de igualdad y de oportunidad para un desarrollo comercial. También
explica cómo los intereses de los artesanos confrontaron intereses burgueses y
de terratenientes y deja claro que todos ellos en la mezquina o torpe defensa de
sus asuntos sectarios abandonaron disposiciones de libre comercio, de igualdad y
de protección de resguardos indígenas. Desde entonces se perdieron los valores
de un desarrollo concertado e incluyente y se impusieron dogmas morales. Las

5 Ripoll de Lemaitre, Maria Teresa, El comercio ilícito , un vicio de difícil curación cuando
se contrae, en Abello Vives, compilador, El Caribe en la nación Colombiana, Museo
Nacional de Colombia, observatorio del Caribe Colombiano.
6 Múnera, Alfonso, El fracaso de una nación, Planeta, nueva edición, 2008.
7 Sen , Amartya “La cultura como base del desarrollo contemporáneo”. Revista Diálogo
Nº 22 Septiembre 1997. Oficina de Información al público para América Latina y el
Caribe. UNESCO.
8 Koening, Hans Joachim, En el camino hacia la Nación. Nacionalismo en el proceso de
formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750 1856, Quinta Parte,
Nacionalismo, modernización y desarrollo nacional a mediados del siglo XIX, Colección
Bibliográfica , Banco de la república.1994
Cartas cachacas
37

fórmulas hoy son las mismas: sectores favorecidos, lenguajes engañosos, toma
de la razón por valoraciones de familia. Los dirigentes colombianos del XIX, se
parecen a la corona.
Son muchos los impedimentos para sostener una economía posible o justa.
Algunas trabas son de fácil comprensión, y la más común es la existencia de la
violencia. La violencia en el Caribe va desde la masacre de indígenas, pasa por
la esclavitud y desemboca en las masacres paramilitares de la última década en
Colombia. Es una violencia racista y clasista. Puede ser considerada el primer
factor de atraso de nuestra economía. Son factores estructurales e institucionales
que los economistas encuentran como justificaciones a la falta de operatividad de
sus teorías.
No tengo la certeza de que la cultura tenga una respuesta o pueda proponer una
verdadera alternativa ante hechos violentos. Sí puede la cultura responder de otra
manera. Pensar en cultura como la contra de la violencia, además de un hecho
humanitario y civilizado, tendría que tener un efecto que contrarrestase el atraso,
que propusiese construcción cívica y económica. Que liquidase el argumento de
la violencia como consecuencia de otras calamidades y condiciones. La cultura
tiene pocas armas contra la fuerza de la violencia. Sin embargo la cultura puede
interrogar desde ciertos puntos de vista, otras y muy diferentes maneras de pensar
la sociedad. Pero es igual un discurso de buenas intenciones en un laberinto.
Encuentro en los argumentos de María Teresa Ripoll, un punto de vista orientador.
Sobre las rutas del contrabando en el Caribe colombiano se ha construido el
Narcotráfico, que contribuye con el atraso, con la desigualdad, corrompe al estado
y a la comunidad y necesita de la desarticulación social para sobrevivir. También
aniquila la institucionalidad tomándosela, como lo pone Luís Jorge Garay en su
último estudio. El narcotráfico fue parte importante en la serie de masacres de
nuestro país en los últimos años. María Teresa Ripoll quiere establecer que es
parte de la naturaleza y ser del Caribe vivir del contrabando, que el irrespeto a
la autoridad, que la necesidad de sobrevivir convirtieron a esta sociedad en una
sociedad naturalmente atada a la ilegalidad. De ahí el narcotráfico. Múnera también
refuerza esa teoría que tiene sentido y es histórica. Ya vimos cómo el Caribe se
gestó también con la resistencia a los poderes absolutos de los españoles y que la
supervivencia dependía de esa desobediencia.
El limite está en la cultura. Del contrabando como desobediencia civil y la
rebelión contra la injusticia, pasamos por la misma ruta a la ilegalidad, al abuso
del delincuente, a la tolerancia con la corrupción y a la destrucción de cualquier
tejido social. En un paseo por las islas de San Bernardo, pasé una noche al lado
de unos jóvenes, todos ellos empleados por un industrial antioqueño. Todo era
ilegal: nosotros estábamos sin permiso del dueño en los predios que el construyó
de manera ilegal en un sitio que es reserva. En medio de las discusiones sobre
el bien, el mal, el fútbol, los moscos y la comida, recuerdo una expresión de los
jóvenes que nos prestaron fogón y agua dulce: “La ley es para los bobos” . Todos
la repitieron como si fueran valores que los confirmaban como sociedad y grupo.
El mal es cultural. Hemos creado una sociedad que invita a destruir su propia
estructura o que se construye con su propia destrucción. Y todos participamos,
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
38

desde el constructor ilegal, el político corrupto, el lanchero que chalequea a sus


clientes, el funcionario que aprovecha, el negociante que se hace a un contrato, el
congresista que legisla a su favor. Desde la desigualdad construimos una sociedad
excluyente y pobre, pero desde la ilegalidad y el culto al delito la dejamos que
crezca coja y deforme.
Es un virus cultural innombrable, que ataca la economía y frustra el desarrollo. Una
cultura de legalidad, de institucionalidad, de civismo puede cambiar ese derrotero
que solo nos puede llevar al abismo. ¿Por dónde cambiarla si la misma sociedad
lleva siglos defendiendo un derecho moral a no acatar la norma por injusta y
excluyente, por absurda y débil ante la necesidad de sobrevivir? Además una parte
de la población es excluida desde siempre: los esclavos, los indios, los colonos,
los pobres, los negros, los ignorantes. Ni el discurso institucional ni el académico
tienen audiencia, las mentes están cerradas. Cuál sería el factor cultural que las
haga asimilables?
Arturo Escobar propone una lectura del desarrollo alejada de la ortodoxia y de la
lectura occidental de todos los modelos de sociedad. Deja abierta la posibilidad
de construir un desarrollo diferente, que construya sin dogmas, que busque otro
tipo de respuestas. Pero no se ve al economista preocupado por cumplir unos
objetivos estadísticos respondiendo con igual entusiasmo a la posibilidad de no
conducir el desarrollo por un conjunto de cifras resultantes, sino a través de un
proceso simbólico, generador de sentido y cultural. Una cultura fundadora de un
desarrollo, no es menos que eso. Un economista pensando en colores y formas,
bailando y dirigiendo como un chaman a sus concertados.
Alfons Martinell9 habla de las plusvalías con las que la cultura agrega al desarrollo.
La cultura hace aportes intangibles pero significativos. En primer lugar la cultura
es incluyente, promueve la diversidad cultural, facilita el diálogo. Martinell pone
en su lista una presencia de lo indígena, habla de auto desarrollo y de respeto
por los pueblos indígenas. Y es porque a pesar de que no son el único grupo
social que tiene un antagonismo con el desarrollo, los pueblos indígenas son los
que pueden ofrecer una visión más radical de los inconvenientes culturales que
para evolucionar hacia una sociedad más justa puede ofrecérsele a un técnico
occidentalizado. Hay un principio, -que aterra que apenas ahora aparezca y se
vea como novedoso-, de consulta y de respeto a los derechos de los pueblos que
puede echar para atrás carreteras y puentes, centros turísticos y grandes cultivos.
Pienso que sobre ese principio se puede construir un modelo incluyente, pacífico
y respetuoso. Pero además las reflexiones de los pueblos indígenas nos ayudan a
pensar en fundamentos del desarrollo que damos por hechos indiscutibles y que
desde el punto de vista indígena no lo son. En los tiempos de desastres ecológicos
globales, la protección de la naturaleza, la negación del desarrollo occidental y la
visión no depredadora de la economía son aportes importantes de las sociedades
indígenas a nuestro establecimiento. Y no son simples nostalgias de pasados
remotos: los kankuamos que conozco usan celular y quieren ofertas de salud y

9 Martinell, Alfons. Las plusvalías que aporta la cultura al desarrollo. Quórum. Revista de
pensamiento iberoamericano, num. primavera, pp. 33-3, 2007.
Cartas cachacas
39

prosperidad económica, aprenden de video y son fotógrafos dedicados. Tienen sí,


objeciones de fondo a su parte en las decisiones de la sociedad, su desprotección
ante los actores violentos y los grandes proyectos económicos.
Una lectura Histórica y Geográfica de la cultura en sus relación con la economía
consolida esta exploración que nunca terminaría. En Adolfo Meisel10 encuentro otro
factor cultural interesante a tratar. Dice Meisel en un estudio sistemático y metódico
que la tierra en el Caribe que en general tiene una vocación agrícola, es en su gran
mayoría usada para la ganadería. Además podemos agregar el retroceso de la
reforma agraria a una mayor concentración de la tierra, la desinformación sobre
la tierra y el predial rural casi nulo. Mi percepción es que el Caribe puede crecer
económicamente si mejora su uso de la tierra pero que el principal obstáculo está
en la acumulación de la tierra y en su uso. El Caribe necesita mejor cultura de
producción agrícola, mejor distribución de la tierra y un enfrentamiento político con
los procesos de propiedad y manejo de la tierra. Está de por medio el conflicto
armado, y el narcotráfico, pero sobre todo está la institución informal del uso de
la tierra, el modelo de rentabilidad y desarrollo agrícola de grandes extensiones
y plantaciones. Es un tema político, de costumbres institucionales que puede
tener una transformación en lo cultural y no en lo económico. Lo económico lo
transforma en político y lo político lo estanca en leyes y procedimientos. La solución
es cultural, de cultura ciudadana, de invitación cívica a cambiar el paradigma
mental.
Ahora bien, la identidad del Caribe no se teje desde sus precarias élites, ni desde lo
que dicten las autoridades del centro del país. La identidad del Caribe se teje desde
la apropiación de una visión de sí mismo, construida desde su misma naturaleza.
Eduard Said desarrolla para oriente una teoría de la visión imperialista. Occidente
crea un oriente para sus propias necesidades. Lo mismo se puede hacer con el
Caribe. La visión que tenemos del Caribe y eso incluye a los mismos caribeños,
está impuesta por la visión de occidente, o del norte, o de los Andes. Ese Caribe
es calor, es salvaje, es sensual y es vago. Hay un “Caribismo” entronizado en las
mismas cabezas de los habitantes del Caribe. La desventaja que tiene el Caribe es
que a medida que se le conocía se construía. Asia, al contrario, tenía una historia
sólida que occidente mitifica para convertirla en su propia fantasía. El Caribe que
se inventa es el mismos Caribe que es. No hay nadie, no hay tradición, ni estado,
ni nacionalidad que nos permita decir que hay otro Caribe. Ante ese desastre
significativo en el mismo Eduard Said está la respuesta: «Creo que lo que la cultura
Europea puede ofrecernos hacia el fin del siglo XX es una solución para diferentes
tipos de reconocimiento (recognitions) en todos los diversos sentidos presentes de
esa palabra tan polisémica: Reconocer la verdad histórica de la propia experiencia,
reconocer la verdad de otras culturas y experiencias, reconocer la grandeza de
la manipulación de que la cultura es capaz; reconocer que la cultura no es una
serie de monumentos, sino una incesante confrontación con procesos estéticos e

10 Meisel, Adolfo Y Perez, Gerson. Geografía física y doblamiento en la costa Caribe


colombiana. En Bonet, Jaime (editor). Geografía económica y Análisis Espacial en
Colombia. Banco de la República. 2008.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
40

intelectuales: por último, reconocer en la cultura el potencial para crear imágenes


audaces y declaraciones osadas. Todo lo demás es menos interesante.»11
Hay espacio para profundizar en la sugerencia de Said en nuestro recorrido por la
cultura y la economía/desarrollo en el Caribe. En la visión histórica están las claves
de conformación de hábitos culturales que condicionan la economía del Caribe,
los ganaderos y los indígenas, los contrabandistas y las relaciones con Bogotá.
La diversidad cultural, étnica, social e ideológica es sobre lo único que puede
construir el Caribe colombiano, pero si lo hace puede producir consonancias,
armonías y ritmos, para seguir con las metáforas de música clásica y europea de
Ortiz y Benítez Rojo. Esas notas aparecen en banda, en la formación de nuestras
nacionalidades, en los himnos que nos damos en las marchas políticas y rebeldes,
en las construcciones arrocheladas de identidades justamente insurgentes de
los libertos, los cimarrones y los irreductibles que generaron identidades, en las
transformaciones de cultura ciudadana que se reparten por el país como manchas
de aceite, transformando el caos en actos de civilización positiva. La cultura tiene
una fuerza que el desarrollo necesita, que puede, si no es convocada, impedir el
desarrollo, que puede catalizar un desarrollo oportuno, o inventarse un desarrollo.
El milagro económico del Caribe es un milagro que va a pasar por la definición de
Caribe, por la definición de milagro y hasta por el sentido que la cultura (indígena,
africana, mestiza, marginal y social) le dé al desarrollo y a la economía.
La cultura tiene la clave del desarrollo, pero ¿quién tiene la clave de la cultura
cuando se piensa en cultura económica y productiva?
La cultura tiene varias expresiones y una de ellas, quizás una de las más
importantes porque es a la vez una actividad económica, es las bellas artes y sus
nuevas manifestaciones tecnológicas. En la economía tendría un rol preponderante
el arte y la literatura, la comunicación del video, del cine y de las nuevas
tecnologías. Eso es cierto ya, con la economía inmaterial. Ahora bien, la principal
función de las expresiones culturales además de constituirse en una fuente de
ingresos es resignificar la vida. Darle una nueva capa de pintura a la existencia.
Mejor dicho, reduciendo lo que no puede explicarse de otra manera: creando
una identidad. ¿Cuál identidad? Pregunta Manuel Zuñiga: “Caribe” ¿Y por qué me
dicen que soy Caribe, acaso yo quiero serlo? “El Caribe es un Ñame”,: contesta
David Lara, haciendo referencia a la estructura fractal y multiforme del tubérculo.
“No, El Caribe es una urdimbre”, dice Lisette Urquijo. Las identidades expresadas
desde lo artístico, en símbolos crípticos lo incluyen todo. Pero para que la cultura
contribuya con el desarrollo, la cultura necesita no solo poder expresarse, sino
poder explicarse, difundirse. En eso la economía tiene un largo recorrido por
hacer dándole a la cultura un espacio en su capacidad de influir el gasto público
y privado. Entender en el Caribe la cultura es valorar la identidad, ciertamente un
primer paso para la autoestima esencial en el desarrollo. La inversión en cultura, no
es entonces una mala inversión. Lo que los economistas necesitan son argumentos

11 Said, Edward, Cultura identidad e historia, en Teoría de La Cultura, compilado por


Gerhart Schroder, Helga Breuninger, Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A,
2005
Cartas cachacas
41

para sostener inversiones en el tiempo y justificar el valor fundacional que tiene la


cultura con algo de cifras y álgebra pues los argumentos están.
Si uno se atreve a mencionar la búsqueda de identidad como factor de desarrollo,
corre el riesgo de delegar esa responsabilidad en los políticos y en los medios
de comunicación. La identidad, sobre todo la identidad del Caribe, puede
convertirse en fiestas y en bailes, en parranda, en juegos y pretextos para gastar
presupuestos. En manos de esas personas, de esos funcionarios la identidad se
vuelve nuevamente excluyente y falsa. La construcción de una identidad no pasa
por la artificiosa manera de recrearla, con un equipo de fútbol, con expresiones
superlativas de pertenencia, con campañitas de publicidad, que si somos pasión,
o si somos nada: majaderías. La identidad, si quiere convertirse en catalizador de la
productividad, debe ampliar sus mismos alcances y buscar expresarse, difundirse
y reconocerse en todos los estamentos de la sociedad. La identidad debe ir de la
mano de los procesos políticos que hacen avanzar a las naciones. Sin dogmas y
sin ortodoxias.
Aún así sigue faltando la clave que permita destrabar la economía desde la cultura,
hay que sacarle el espíritu, invocar a las Orishas, porque como dice Benítez Rojo,
esas mitologías permiten una construcción ideológica distinta. Invitar también a
los espíritus indígenas, para que todos permitan el desarrollo o lo que queramos
construir entre todos, hacia el futuro. Sobre la base de una construcción ideológica
distinta, sobre el principio de que la cultura puede definir con imprecisión unos
modelos de desarrollo, se iniciaría ya no la pesca de elementos culturales que
permitan el desarrollo o que lo dejen de impedir, sino toda una visión renovadora
del futuro y el progreso.
Escobar, en su ensayo sobre el posdesarrollo lo pone como un problema casi
lingüístico que ya no parte de una certeza ideológica, sino que busca en la manera
de expresar lo histórico y lo social, las realidades parciales de estos tiempos en
los que se acabaron las certezas y las afirmaciones verticales.. El desarrollo y
sobre todo la economía del desarrollo necesita la visón de Ortiz12, entre poética
e iluminada, entre científica y formal, descachalandrada pero erudita, tendenciosa
pero atrevida y por consiguiente reveladora. Lo que fascina del texto de Ortiz es
que en sus tropos literarios encuentra realidades económicas y las expresa con
más convicción que todos los demás textos que leí por ejemplo, sobre la “sugar
revolution”. ¿Hay una economía de la poesía? Sí, eso fue “El gran salto adelante”
Chino, y lo es también la construcción del “American Way of Life”. Las dos
consignas son una propuesta que encuentra unanimidad en la población para
avanzar y concretar en una gran y consistente marcha.
No es una buena noticia, los políticos y los académicos no resisten las voces
informales y dubitativas. Además, las certezas no vienen al desarrollo del Caribe
porque no están. Ni los indios, ni los negros, ni los criollos tienen creencias
calvinistas y pragmáticas. El desarrollo del Caribe habla otro lenguaje: ¿cuál?

12 Ortiz, Fernando Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar. Advertencia


de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y
transculturalización. La Habana, Universidad Central de Las Villa, 1963.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
42

ANEXOS

Querida tía,
en este momento me encuentro en Cartagena, el Caribe para nosotros ha sido
siempre Cartagena.  Y lo ha sido para casi todos los colombianos. Muchos,
como Oscar Collazos o Álvaro Restrepo han hecho de venir a vivir a Cartagena
su principal objeto en la vida. Y aquí están mezclándose con los cartageneros
de a pié, con una pata en la inteligencia local, pero otra en la producción local. El
colegio del cuerpo, un proyecto cultural que sorprende, por su afortunado gusto
por la cultura caribe, por su increíble efecto en un grupo social condenado y por
su capacidad de revelar desde la micro empresa, la realidad y la proyección
mundial.
Inventario de habilidades culturales: arte, danza, narrativa, interculturalidad.
Desarrollo de industrias creativas caribes: pueden tener un impacto más fuerte,
y de mejores dimensiones. En todo caso al interrogar al Caribe, pueden obtener
el doble beneficio, ingresos y el desarrollo de identidades y de satisfacciones
propias. Es cierto que las Chamoiseau, Patrick “Ecrire en Pays Dominé” culturas
se crean y se recrean a través de las formas culturales convencionales -bellas
artes- y las no: las artesanías, la música popular. Entonces ese beneficio de la
actividad cultural es un beneficio sutil, discreto pero profundamente subjetivo

Querida tía,
estoy sentado en el lobby del Caribe. Yo todavía tengo recuerdos de cuando
el Hotel Caribe era el único edificio alto, cuando el contrabandito era el mejor
negocio de los vendedores de playa, cuando todo era más sencillo. Lo que uno
siente que pasó en Cartagena, a pesar de tus comentarios despectivos, hacia
negros y populachos, así como para los resultados de la urbanización,

Querida tía,
la experiencia de visitar el Caribe con un punto de vista completamente, o por
lo menos asumiendo un rol de rolo, de cachaco ha sido muy enriquecedora. En
esa discusión creo que salimos airosos, como siempre, los rolos.
La reflexión propuesta, no ignorar el punto de vista polémico de cachaco, de
rolo, de no caribeño, puede tener riesgos. Un cachaco opinando de caribeños,
estaría expuesto a mantener perpetuar estereotipos. Por eso pienso que
el recorrido para esa reflexión puede y debe partir de ahí. Los resultados son
variopintos: por un lado unos descubrimientos extraordinarios que empiezan
a tejer la propia identidad. Es así como el encuentro con Patrick Chamoiseau,
que me aleja de lo puramente parroquial, acerca la visión de la conformación de
nuestro continente en general: somos el resultado de una mezcla más o menos
compleja, en donde interviene el encuentro del colonizador con el indígena,
el encuentro del indígena oprimido y destrozado con el negro cimarrón, en la
selva. El encuentro de los dos en la absurda situación, de opresión.
Pero también encuentro realidades físicas, el Caribe es un territorio maravilloso,
del cual me siento partícipe como colombiano y por los lazos que he tenido
toda la vida con el Caribe colombiano.
Pero también tengo que poner de lado una distancia. No soy caribeño, por
lo menos como colombiano no me puedo ver del Caribe. Así lo manifiestan
algunos jefes de casting (mejor no poner esto).
Cartas cachacas
43

Querida tía,
estuvimos paseando en la lancha de Urrutia, ¿te acuerdas de ellos? Los hijos
de la señora que había enviudado y a quienes ayudaste un par de veces, como
Urrutia y yo nos hicimos amigos en Paris, cuando yo tenía con qué y él no, a
veces cuando me lo encuentro en Bogotá me invita a pasear en su bote. Los
muchachos nos dijeron: la ley es para los bobos.

Querida tía,
esta mañana estuve leyendo un texto de William Ospina. No, no lo conoces, no
tiene nada que ver con los Ospinas constructores. Es ese muchacho de colita
larga que escribe en el espectador, ya hace rato te lo había comentado: William
es un muchacho muy inteligente, muy estudiado y escribe sobre el capitalismo.
No, William no creo que sea comunista, no debe serlo, si lo fuera no escribiría lo
que escribe: es estudioso. Y algo filosofo, ha escrito novelas: pero al grano tía,
de lo que estamos hablando es de un artículo que nos recuerda que nuestra
democracia es débil, que los que defienden la democracia y el capitalismo
en Colombia, no defienden el mismo capitalismo que defiende Obama. Uno
es un capitalismo ordenado, respetuoso de la ley, ordenado, que defiende la
propiedad privada, los valores democráticos y el interés común. El otro, que no
tienen inconveniente en sumarse al narcotráfico es el capitalismos salvaje. Es
un poco lo que ha sucedido en nuestro territorio
El Caribe, no podrá ser hasta que no reconstruya su historia de guerra reciente.
No basta con la inclusión de todos en justicia y paz, ciertamente no puede
cargar en su camino a una democracia participativa con el lastre de ser un
territorio donde la propiedad de la tierra no tiene legitimidad. Podría tener el
aporte legal y la escritura, pero sí hay dudas sobre la expoliación, el asesinato,
el chantaje. Esas lecciones civilizadoras, ese pensamiento político que, ¿qué
quiere el Caribe colombiano?, seguir siendo un territorio salvaje, inhóspito,
refugio de ilegales, de multinacionales. Esperamos una nueva guerra como
recuerdo, en reacción justa al despiporre de la última década. O vamos a
trabajar en un modelo de reconstrucción, con justicia, con reparación,

Querida tía Lucía.....


Estaba pesando hoy en el Hotel Caribe. Te acuerdas, tía, las vacaciones que
pasamos en ee hotl en 1970 cuando yo era apenas un niño. Yo recuerdo
haber preguntado , qué querioa decir Caribe . De lo que o me acuerdo es de la
respuesta. O si, pero creo que mi papa, mi mama, mi tío Gustavo y tú tenían una
caracterización. Unos decian que era la costa, otros que era
Yo soy Bogotano, pero siempre hemos tenido una imagen de la costa.

Querida Tia Lucía,


Ayer salimos de Bogotá y llegamos a Cartagena. Volamos en un vuelo un poco
congestionado y lleno de toda clase de personajes. Árabes, Israelíes, gringos,
cachacos, un equipo caleño de Patinaje, y muchos consteños. Pero todos
estábamos tropicalizados, dispuestos a llegar a tierra caliente a pasarlo bueno.
Y divertirnos. Los más conspicuos eran, qué raro, los mismos costeños. Como
si toda nuestra alegría-
Tal y como te prometí cumplo con enviarte mis impresiones.
PS. Tía, encima de tu office al lado de la mesita del té se me quedó un libro
de Montesquieu que quería leer durante el viaje. Se llama las Cartas Persas.
Es un libro que me regaló el tío Eduardo. No sé de qué trata. Pero Puede ser
importante.
En fin, tía, llegamos al Caribe…

Querida tía Lucía,


En su tiempo, Motesquieu escribió un texto -las cartas persas- como un
ejercicio literario y de reflexión sobre la Francia política, y la cultura francesa
de la época. El texto es valioso, logra escribir con interés un territorio cercano:
la misma Francia, con una mirada pretendidamente inocente. Yo no quiero
igualarme, Tía, a Montesquieu, pero ahora que ando estudiando la cultura
caribe, en donde me ven como rolo, cachaco o por lo menos no caribeño,
siento que tengo ante mí la posibilidad de descubrir algo que no veía antes. Más
que sentirme discriminado, siento que agrego a mi Colombianidad -palabra
espantosa- un mejor conocimiento de mi ser caribeño. Este viaje, querida tía,
en donde espero poder sacar conclusiones personales y analíticas, sustituye
un ensayo argumentativo o lo incluye, matizado de un comentario personal
inevitable ante la mirada extraña que me produce el ejercicio de la cultura
caribeña.
Empecemos, tía, por un simple ejercicio de percepción. Nunca sabremos
que tan caribeños somos: tenemos en nuestros ancestros los Gnecco,
contrabandistas de Rioacha, pero nos hemos criado en cualquier otra parte.
Para nosotros el Caribe es un sitio de vacaciones. Verdad es que teníamos
una parte del negocio familiar en la costa, y que eso nos hizo venir con más
frecuencia. Pero no podemos reconocernos como Costeños. Y eso le pasa a
casi todo rolo, la costa es un lugar de vacaciones, exótico y diferente.
Escribió Eduard Said, un texto “orientalismo”. Lo traigo a colación porque creo
que hay un Caribe mítico, en la visión de nosotros los cachacos, los rolos, los
del interior. La visión fantástica ha cambiado con el tiempo, podríamos adelantar
un caribismo universal, y un caribismo colombiano. El universal es sencillo:
empieza con Shakespeare, en Lope de vega hay también un personaje caribe...
En todos los casos se proyecta una manera de ver el Caribe, que dice poco de
los caribeños propiamente dichos y mucho de los europeos.
45

Un Caribe sin melanina


¿De qué Caribe me habla usted?

Manuel Zúñiga1

Recuerdo que ‘Geografía’ fue una de mis asignaturas favoritas en mi paso


por educación primaria, por aquello de llegar a conocer distantes, extraños y
desconocidos lugares que me ubicaban en un lugar en el mundo, que al parecer
aún habito, gracias a imágenes y descripciones narradas. Con tiza en mano mi
profesora señalaba sobre una cartelera plastificada el contorno de este lugar
específico y que mi cuaderno con dibujos confirmaba. Creo que a pesar del
magnifico ojo satelital de Google Earth, al igual que antes, hoy podemos crear
mundos con solo señalarlos. Ante tal posibilidad vale la pena no subestimar en los
estudios culturales, antropológicos y económicos sobre la costa norte colombiana,
los complejos procesos contemporáneos de construcción de sentido sobre el
Espacio y la Pertenencia en relación con supuestos imperantes originados en la
formación temprana que resisten. El presente artículo procurará distanciarse de
la idea de lo Caribe, involucrando un doble juego sobre lo nacional (costa Caribe
colombiana) y lo internacional, trascendiendo la dimensión geográfica y cultural
para luego determinar su significado en el presente.

Simular Mapas
Si bien le debemos a la “historia blanca” y a su imaginería el supuesto canibalismo
de los prehispánicos y el nombre del mar interior como Caribe, este término es
más bien una reciente invención muy a pesar del esfuerzo de Gustavo Bell Lemus
quien en una investigación preliminar de 1995 vio cierta correspondencia entre la
desaparición de la palabra “Mar Caribe” en los mapas del Instituto Agustín Codazzi
como evidencia discriminatoria por parte de las élites del país andino. Pienso que
en el afán de diferenciación y reivindicación precisamos de un pasado visible, un
continuum visible, un mito visible de los orígenes que nos tranquilice acerca de
nuestros fines, pues en el fondo nunca hemos creído en ellos,2 surte el efecto

1 Artista plástico. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.


2 Jean Baudrillard en Cultura y Simulacro, 1978. Disimular es fingir no tener lo que se
tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo
otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es
fingir: «Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer
creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos
síntomas de ella» (Littré). Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
46

patriótico deseado en la construcción de identidad, que es cuando adquiere


sentido y justificación el pasado.
Pero más allá de que el Mar Caribe como lugar geográfico (Caribbean Sea)
apareciese a partir del siglo XVIII en los mapas Ingleses, como una distinción
estratégica para demarcar los mismos territorios en disputa con los franceses
en su afán colonialista e imperialista, o sea como estrategia de exclusión del país
andino ¿qué se quiere lograr con la denominación Caribe? Hoy día, por ejemplo,
a razón de la iniciativa ‘Región Caribe’, una fuerza política motivada por el rezago
económico de los departamentos de la costa que busca crear una institución
política propia con autonomía administrativa, como contrapeso al poder del
gobierno central, serían motivos de tipo económico y geopolítico la base de tal
proyecto, permitiéndole como región progresar y desarrollarse, por lo tanto no
fuimos caribes sino hasta cuando fue necesario.
Bajo la anterior afirmación, la cultura Caribe, como un entramado de sentidos,
podría verse como el medio más conveniente para volver cotidiano y digerible el
discurso bajo razones de conveniencia determinada por intelectuales. Retornando
al subtítulo del párrafo tomado del filósofo francés Jean Baudrillard sobre la
construcción de realidades, podemos concluir que hoy en día la simulación
no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es
la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El
territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que
preceda al territorio. Lo real es producido a partir de células miniaturizadas, de
matrices y de memorias, -de modelos de encargo- y a partir de ahí puede ser
reproducido un número indefinido de veces.

Región sobre Territorio / Hermanos al Rescate


Si bien el plano hiperreal de la simulación proyecta una sombra de duda sobre la
construcción de lo Caribe como discurso de integración cultural, esta posibilidad no
se explica solo desde términos filosóficos. Existen múltiples situaciones recientes
y de amplio seguimiento mediático que evidencian un reiterativo temperamento
transgresor a estructuras ideológicas y políticas imperantes que generan
inestabilidad e incertidumbre locales y globales en relación con la construcción de
discursos de integración regional, una especie de síntoma común que desajusta
repetidas veces estructuras hegemónicas, no necesariamente haciéndolas mejores
pero si exigiendo su revisión.
Antonio Gaztambide, investigador de la Universidad de Puerto Rico, identifica 5
tendencias de construcción de región, a veces determinada por los imperios, otras
de frente a los imperios, unas geográficas, académicas o intelectuales, y todas

realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación
vuelve a cuestionar la diferencia de lo «verdadero» y de lo «falso», de lo «real» y de
lo «imaginario». El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta
«verdaderos» síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni
como noenfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la
enfermedad inencontrable en lo sucesivo.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
47

más o menos teñidas de geopolítica, cuya aparición coinciden cronológicamente


con la implementación de la política internacional de diferenciación entre
Latinoamérica y el Caribe por parte de EEUU en 1945. Los centroamericanos por
ejemplo no se planteaban una identidad internacional caribeña, hasta que los forzó
la contraofensiva estadounidense sobre Cuba, Nicaragua y Granada en los 80
conformando el Gran Caribe como la suma de lo insular y de Venezuela, partes de
Colombia y de México siendo esta la tendencia más reciente que deja ver de todos
modos el Caribe como un invento del siglo XX.
Todos estos procesos tuvieron como escenario adicional la consolidación de
bloques económicos; el proyecto de la Asociación de Estados del Caribe (AEC)
procuraba poner a sus integrantes en mejor posición para negociar. Esta tendencia
es bastante débil en cuanto a consolidación de una nueva identidad regional.
Como si esto fuera poco, las dinámicas sociales obedecían a sus propios impulsos,
muchas veces en contravía con los propósitos integracionistas que buscaron hacer
frente a las hegemonías regionales e internacionales. Como caso emblemático,
el 24 de febrero de 1996, la Fuerza Aérea de Cuba derribó dos aviones civiles
pertenecientes a la organización benéfica Hermanos al Rescate que penetraron
repetidas veces el espacio aéreo cubano. Aunque el tema de la zona donde se
produjo su derribo es contradictoria, sí es conocido que en otra ocasión incluso
sobrevolaron de forma rasante La Habana.3 La segunda generación de inmigrantes
cubanos asentados en la Florida, en solidaridad con los balseros escapistas
del régimen, organizaron en 1991 la ONG “Hermanos al Rescate” (similar a
Médicos sin Fronteras) que buscó brindar apoyo básico humanitario consistente
en orientación, ayudas alimentarias y kits de primeros auxilios en pleno altamar,
facilitándoles el propósito de ser acogidos por la ley de ‘pies secos’ ante el total
desinterés regional por su calamidad que por tal condición solían ser objeto de
persecuciones políticas y judiciales, como de muerte tanto en tierra firme como en
el basto escenario de las aguas internacionales, nuevo territorio de nadie. Hicieron
sus funciones en avionetas Cessna, para entonces no había ningún conflicto con
el gobierno cubano. A partir de 1994 sus acciones llegaron más lejos. Dejaron caer
sobre La Habana pancartas y folletos de propaganda contra el gobierno cubano
y llamando a una sublevación popular. Desde entonces el gobierno de Cuba
comenzó a acusarlos por violar leyes sobre la privacidad en el espacio aéreo, a lo
que el gobierno de los Estados Unidos no prestó mucha atención.4
Con motivo del aniversario del reinicio de las luchas por la independencia, El 24
de febrero de 1996 partieron del aeropuerto de Oppa Locka tres avionetas hacia
Cuba. El gobierno Cubano ordenó la salida del MiG-29UB 900 y un MiG-23 para
detener a los aviones.5 Desde ese momento la historia posee incoherencias.
Primeramente se lanzó una bengala mientras ya era perceptible la presencia
de estos cazas supersónicos. Los aviones solicitaron el resguardo a las

3 http://es.wikipedia.org/windex.php?oldid=25363966Contribuyentes: Bridwellisland, Der


Kreole, 2 ediciones anónimas
4 http://www.gacetadejagua.cu/contracuba/general/hermanos_al_rescate.htm
5 http://urrib2000.narod.ru/EqMiG29.html
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
48

fuerzas armadas de Estados Unidos, pero el gobierno no autorizó a los F-16 su


intervención. Fueron derribadas dos avionetas con misiles aire-aire que no dejaron
ningún tipo de restos de las aeronaves. El líder de la organización, José Basulto,
logró escapar.6 Sin embargo, el gobierno de EE.UU. mantuvo oculto durante diez
años que Raúl Castro fue el responsable de planificar y ordenar el derribo de
las dos avionetas de Hermanos al Rescate declaró Basulto, presidente de dicha
organización,7 afirmando también que el derribo de las avionetas por cazas de la
fuerza aérea cubana tuvo lugar en el espacio aéreo internacional confirmado luego
por un informe de la Organización Internacional de Aviación Civil de las Naciones
Unidas (OACI) del 26 de junio de ese año.
El anterior relato confirma que el tema de los límites fronterizos, los flujos migratorios
y las regulaciones del caso hacen romántica cualquier intento de unidad, sumada
a la herencia colonialista de dominación, resentimiento y venganza no resueltos.
Los principios de convivencia colectiva se mueven en términos de Nación y
Soberanía, entre radicalismos y desconfianzas que se quieren enmascarar en
razones culturales; puede decirse con Bourdieu: “Lo característico de toda tensión
de fuerzas es disimularse como tal y lograr toda su potencia precisamente gracias
a este disimulo”, porque raras veces las dinámicas culturales son las razones que
influyen en la política y la economía, transformando sus decisiones, ¿acaso el
Caribe de Celia Cruz8 es el mismo de García Márquez?9 La cuba imposible de Celia
a la que no alcanzo a volver siendo este su último deseo antes de morir en 2008.

6 http://ecodiario.eleconomista.es/mundo/noticias/870968/11/08/Socorristas-cubanos-
de-Hermanos-al-Rescate-venden-avion-y-cambian-metodo.html
7 Diario Las Américas. “EE.UU. encubre a Raúl” Dice José Basulto, presidente de
Hermanos al Rescate. Por Ariel Remos / Publicado el 08-21-2006.
8 Para la ocasión, presento la transcripción un segmento de la canción “La Cuba Mía”,
interpretada a tres voces por Willy Chirino, Reutilio y Celia Cruz, donde se deja ver
el dolor y la nostalgia por volver, y la frustración por la muerte de Cruz en quienes la
escuchamos: Quiero pasear sin amarguras, por las calles de tu recuerdo, y rescatar
por fin al niño, perdido en mis pensamientos. Porque el tiempo y la memoria, juegan
juntos en esta historia... quiero volver sin mirar atrás, poder vivir para perdonar, quiero
sentir, quiero regresar a la cuba mía...
9 En una entrevista concedida a Silvia Lemus titulada “El barco donde estaba el paraíso”
y publicada por el diario El Tiempo el 16 de enero de 1994, Gabriel García Márquez
dijo: (…) cuando llego al Caribe todo mi organismo empieza a funcionar de otra manera
y mejor, como si lo hubiera puesto otra vez en su medio ecológico, del cual lo saco con
frecuencia. Me voy a Bogotá o a México, que están a dos mil y tantos metros de altura,
o me voy a Europa, que culturalmente es otra cosa por completo. Y cuando vuelvo
aquí todo empieza a funcionarme bien y empiezo a pensar mejor. No he escrito un solo
libro que no tenga sus raíces, al menos, en el Caribe. ¿Por qué? Porque no sé ver otro
mundo. Donde quiera que estoy, cualquier cosa que veo, cualquier experiencia que
tengo, no la comprendo si no la relaciono con el Caribe y con mis orígenes caribeños.
Entonces procedo por comparación; en cambio, aquí no es por comparación, aquí
es el mundo que conozco, el mundo en el cual me muevo, el único que entiendo. Sin
embargo la dificultad y restricciones de movilidad de muchos llamados caribes, dejan
mucho que desear de esta situación.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
49

Es el mismo caribe parcializado que reproduce resentimientos y diferencias en


su afán democratizante. Ante la dificultad de establecer la integración, se podrían
hacer mayores distinciones con la conformación de grupos (bloques) de países
por afinidad y animadversiones comunes, tal vez no se trata ni de unidad, de
totalidades o justificaciones históricas, ¿de qué podrá tratarse entonces? Veamos
pues.

Plantación y Globalización
Si se tratase de encontrar un elemento común en las culturas caribeñas, esta
podría ser que fueron creadas por grupos humanos en conflicto permanente con
el sistema dominante y la plantación azucarera (principalmente) esclavista presente
en la mayoría de las formaciones sociales bañadas por el mar Caribe. También
habría que mirar lo que Jean Casimir llama la Contra plantación. Lejos de edificarse
a partir de estilos de vida impuestos por Occidente, esta región inventó otras
formas de vida para superar los estragos causados por la sociedad esclavista.
La cultura caribeña, según esa teoría, es una respuesta a la sociedad económica
impuesta por la plantación, reconociendo una identidad etnocultural mestiza,
pero marcadamente afro-americana: la Afro-América Central.10 No obstante, esta
definición deja de lado otros Caribes, principalmente continentales, en los cuales
la plantación no sucedió como en el resto de la región, como es el caso del Caribe
Colombiano.
Sin adentrarme en las múltiples posturas en torno a la definición del Gran Caribe,
quisiera resaltar un fenómeno contemporáneo que a mi parecer, contribuye a una
idea de región.
Resulta irónico constatar cómo el relevo imperialista ha sido un fenómeno de
carácter regional, de tal manera que los impactos homogenizadores de EE.UU.,
del neoliberalismo y de la globalización económica, han hecho que se estudien
conjuntamente en Centroamérica y en la región caribeña. EE.UU. ha impedido
en la región el desarrollo de un grupo diversificado de inversionistas, sectores de
exportación, mercados e interpretaciones locales de democracia. Las pequeñas
compañías de la región compiten en desventaja en el mercado global. Sin embargo
la exposición económica que resulta de la globalización puede ejercer presión para
que los países de la región confronten sus problemas internos.
Esta circunstancia de dependencia con EE.UU. parecía limitar la compresión de lo
caribe a términos económicos: numero de importaciones sobre las exportaciones,
tratados de libre comercio, apertura a inversión extranjera, crédito y sobre
giros, deuda externa e inversión al sector servicios (turismo y explotación de
recursos naturales). Pero si algo hay que rescatar de todos este movimiento es
la tendencia a la sublevación, desde el cimarronaje, la abolición de la esclavitud y
la independencia iniciada por mestizos que reclamaban sentido de pertenencia,
luego de un doloroso proceso de conquista y colonia.

10 Ídem.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
50

Territorio sobre Región / Archipélia


El profesor y antropólogo colombiano de origen wayuu Wilder Guerra, comentó
al grupo de estudiantes de la maestría en Desarrollo y Cultura que “dos personas
pueden compartir el mismo espacio, pero estar en distinto territorio”, lo que
significa que la manera de relacionarse con el lugar varía de una persona a otra
y su desconocimiento genera todo tipo de atropellos, ¿qué se puede hacer para
convivir bajo estas circunstancias, cuando urgen los limites y la diferenciación
para la construcción de región? ¿Qué ofrece la comprensión del espacio desde el
territorio, y no de región, en relación con la convivencia y la idea de lo caribe?, al
respecto asumiremos el territorio como opción sobre la Región, no sin antes deja
ver en qué consiste.
Según el filósofo Colombiano Eduardo Chirolla, el territorio es una instalación
de elementos heterogéneos, que mantienen su vínculo gracias al ritmo, al ritmo
expresivo, muy similar a lo que Benitez Rojo afirma es el denominador de lo
caribe. Digamos, entonces, que esta instalación está compuesta por un bloque
de sensaciones. A través de rasgos, marcas, ritmos expresivos es con los
cuales se construyen territorios, territorios que no preexisten; se traza el mapa y
simultáneamente se crea un espacio, una zona de coexistencia de componentes
heterogéneos. Es el territorio mismo el que se expresa en la medida en que es
trazado, las marcas territoriales son, pues, expresión del espacio construido. En mis
palabras significaría entender que no es posible predeterminar las dinámicas, limites
y características de un territorio ya que este lo construye cada sujeto que instala
marcas, no factible en la definición de región, ya que esta obedece a una línea de
pensamiento occidental ilustrado, adoptado de manera general por las naciones.
El territorio se presume complicado a los ojos de legisladores ya que no plantea
limites mensurables, puesto que el territorio se mueve junto con los sujetos en sus
múltiples desplazamientos, no necesariamente bajo intenciones de dominio territorial
sino como parte de un proceso de subjetivación (o producción subjetividad), en ese
sentido el territorio se convierte así en un lugar de paso, en un espacio abierto.11
El hábitat territorial es ante todo un espacio dimensional y ya no direccional como
aquel propio del hábito. El territorio no es anterior a la marca; la marca traza y hace
al territorio. Todo muy similar a la idea de Rizoma, pero más afín al concepto de
Todo-mundo de Edouard Glissant,12 que se constituye en el otro componente de

11 La relación arte y territorio. Aproximaciones a una geoestética a partir de Deleuze y


Guattari Prof. Gustavo Chirolla. Geoestéticas de Caribe. Mincultura. 2009
12 Edouard Glissant, nacido en Martinica en 1928, es uno de los poetas, novelista y
teóricos del Caribe de mayor relevancia. Desde sus comienzos, las ideas de Glissant
fueron un aporte único y original a un contexto dominado por los movimientos del
surrealismo, de la francofonía y de la négritude. El aspecto polimorfo de su obra,
dificultó su recepción. Inicialmente se le clasificó entre los marxistas o se le incluyó
en antologías que lo insertaban en las tradiciones de una francofonía negra o de una
literatura negro-africana. Su obra se ubica ahora más ampliamente en el campo de los
estudios del Caribe que se diferencia tanto de la francofonía y de la négritude, como
del movimiento más reciente de la creolité.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
51

esta novedosa manera de concebir la relación con el territorio. En esa perspectiva,


la relación entre el descubrimiento y la conquista deja de ser evidente, así también
como la pertinencia de las conquistas; y sólo las colectividades –aún insertas en las
sendas de un pasado que no pueden superar, tal vez a causa de su impresionante
carga que les impide moverse junto con el mundo tanto como fuese necesario–
siguen creyendo en la convivencia de la conquista y del descubrimiento. La
dimensión del mundo-totalidad hace caducar el apetito de la dominación y, si no
se da en los hechos, al menos se da en la valoración que de él deriva: la potencia
de las naciones ya no es su grandeza. La grandeza nace de la intuición colectiva
que tenemos del mundo.13
Continuando con el pensamiento de Glissant, escribe que acercarse al mundo
significa tanto morar en él como desandarlo o ir a la deriva. Los puntos de sujeción
y los puntos de flotación no sólo se distinguen por la elección de las poéticas o por
el liberalismo de las filosofías, por lo menos cuando estos puntos no son impuestos
por los terribles asaltos de la miseria de los pueblos y de su exterminio. Esta es la
parábola del archipiélago, pensamiento del ensayo, de la tentación intuitiva, que se
podría adosar a pensamientos continentales que serían sobre todo pensamientos
de sistema. El archipiélago del Caribe es el prólogo de las Américas, y recordamos
que, por esta misma razón, en el siglo XVI al mar del Caribe se le denominaba mar
del Perú. Las fronteras entre los lugares que se constituyeron en archipiélagos no
tienen muros sino pasajes, en los que circulan los pensamientos del mundo.
En contrapunteo con la de idea de mestizaje, como la mezcla de razas y sus
múltiples combinaciones que las anula por tal efecto, el termino de criollización
de Glissant en palabras de la investigadora Amalia Boyer se presenta como
una conveniente alternativa ajustada a los planteamientos anteriores al no
reconocerse como una mezcla informe en la que cada cual podría perderse,
sino una consecuencia de asombrosos –y sobre todo imprevisibles– resultados,
cuya máxima no imperativa se resumiría de esta manera: “Puedo cambiar
intercambiando con el otro, sin por ello perderme o desnaturalizarme”, en ese
sentido afirmar la pertenencia por el mestizaje se constituiría en un obstáculo para
realizar un encuentro libre de estereotipos y representaciones clasistas.
A partir de la tesis sobre la criollización, Glissant procura pensar las bases de una
teoría de la identidad que sea sensible a lo singular, a lo propio de la realidad de la
cual proviene el caribeño, pero sin limitarla a una problemática de carácter local y
excluyente como ocurre con el discurso de la creolité. La criollización, que es una
mezcla siempre imprevisible, más de tipo étnico e intercambio cultural, exige que
los elementos heterogéneos puestos en relación se “inter-valoricen”. La identidad
ya no puede ser pensada sobre las bases de una raíz de origen único, excluyente
de otras identidades. Se trata más bien de pensar la identidad a partir de un
modelo rizomático en el que reconocemos en cada uno de nosotros múltiples
raíces que pueden ir al encuentro de otras raíces.14

13 Ídem.
14 Geografías e imaginarios, Preparación para un ejercicio de Geoestética. Amalya Boyer
PhD. seminario de geoestéticas del caribe, Mincultura. 28/05/2009
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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Pareciese que todo conduce a reafirmar que los habitantes de las geografías
bañadas por el mar caribe son caribeños, sin embargo no debemos suponer
que este término signifique un esfuerzo totalizante, a pesar del uso de términos
Mundo-total e identidad, más bien apuntan a que estas categorías se construyen
desde cada cual independientemente de su pasado. De esta forma, el problema
de la Relación resurge en torno a la preocupación por el cómo entran en
relación nuestras propias raíces con las de los demás. Al abrirnos a los demás
corremos el riesgo de diluirnos pero, según Glissant, esta es nuestra única salida
actualmente, ya que encerrarnos en nosotros mismos solo puede conducir a la
miseria, a la guerra y a la devastación del planeta.15
Boyer, invitada en 2009 por el Ministerio de Cultura al seminario de Geoestéticas
del Caribe en Cartagena, aportó a la tesis de Glissant el término de “Archipélia”
como lugar de la geoestética,16 como nuevo espacio por el que circulan libremente
múltiples estéticas y poéticas. Este lugar busca producir un espacio en el que
diversos regímenes estéticos y poéticos puedan entrar en relación. Se podría
hablar entonces de una archipielización de los distintos regímenes de identificación
de las artes (poéticos, estéticos, occidentales, caribeños, etc.), diseminados en
tantos lugares de emisión como regiones y gentes pueblan esta Totalidad-Tierra,
como diría Glissant.
En conclusión, Archipélia responde a las exigencias del territorio e invitan a
cuestionar el regionalismo y la frontera como una totalidad englobada por una
que es capaz de construir cada sujeto desde su arraigo ancestral con el territorio,
antes que cualquier adjetivo Caribe. Sin embargo, para asimilar esta perspectiva,
es necesario superar condicionamientos de mayor arraigo, una especie de clichés
en la definición formal de lo Caribe.

Identidad e identificaciones / un Caribe sin Melanina


Para distinguirnos hay que diferenciarnos, cosa que en principio no guarda
malicia alguna. Parafraseando al filósofo Ignacio Abello, este principio de
diferencia viene de la mano del reconocimiento, los cuales pueden permitir que
se den relaciones de interculturalidad equivalentes entre diferentes culturales sin
pretender igualdades o unificaciones, sino que se saben diferentes, y buscan
conservar su diferencia,17 aunque hayan veces que la equivalencia se dé en
términos de luchas para reclamar o imponer este reconocimiento. Encontramos
también que bajo la noción de ‘igualdad’ que por definición excluye todo lo
diferente, todo lo no igual, se ignoran dinámicas culturales particulares, ya que
no puede existir lo diferente de ese ‘igual’. Vemos como las políticas culturales
hablan, de buena fe, de multiculturalidad y diversidad, llevando implícito el
asunto del reconocimiento de iguales, es decir, de aquellas expresiones
reconocidas y legitimadas, excluyendo las distintas. Lo multicultural se refiere

15 Ídem.
16 Ídem.
17 Interculturalidad y Políticas Culturales, de Ignacio Abello. Universidad de Los Andes,
Departamento de Filosofía Bogotá.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
53

a que todos somos iguales, situación que no se da como tal en el plano de


la cotidianidad, por lo que no podríamos decir que se valoren como iguales
las prácticas culturales de, por ejemplo, jóvenes raperos con la cultura del
vallenato, el conocimiento ancestral de los wayúu con la cultura de consumo
de las ciudades, entonces, ¿por qué insistimos en ello?
Hemos venido alimentado patrones culturales representativos, símbolos,
sonidos, gustos imbricados en el sentido de pertenencia, acostumbrándonos a
ser reconocido bajo estos esquemas reforzados por la sociedad de consumo,
por instituciones y de vez en cuando por iniciativas reivindicantes y políticamente
correctas. En relación con la idea de una Archipélia territorializante e intercultural
que propongo, identidad no se podría asumir como el reconocimiento frente
a patrones de conducta comunes. Si bien se puede decir que el costeño, el
habitante de la costa norte colombiana, es particular (se diferencia) de otros por
su forma de hablar, actitud relajada, sentido del humor y otras expresiones más
despectivas, otras más intelectuales, esta categorización como tema regional
entraría más en el discurso de lo igual pero diferente, cuando también podría
tratarse de un reconocimiento entre distintos sin pretensión alguna de igualdad
y no reducido a un tema de homogeneización local sobre la base de la pura
aprobación social, política y cultural sobre formas convenientes de ser Caribe,
formas primordialistas de presumir el comportamiento de los que habitamos este
lugar del mundo.
Propondría reconsiderar tal idea arquetípica y preexistente de lo Caribe, regocijada
y reforzada en un afán de diferenciación con otros no iguales al interior de los
límites geográficos, preferiría ignorarla optando por otra actitud que, parafraseando
al teórico Español José Luis Brea, sea más bien un asunto de capacidad de
procesamiento, de posibilidades de cruce bajo la metáfora del software, que de
capacidad de memoria, con lo cual se podrían construir distintas relaciones y
territorios que se pueden extender e imbricar con cualquier otro punto del universo.
Mario Vargas Llosa (2006) dice que una de las obsesiones recurrentes de la cultura
latinoamericana ha sido definir su identidad: “A mi juicio, se trata de una pretensión
inútil, peligrosa e imposible, pues la identidad es algo que tienen los individuos y
de la que carecen las colectividades una vez que superan los condicionamientos
tribales. Pero, al igual que en otras partes del mundo, esta manía por determinar la
especificidad histórico-social o metafísica de un conjunto gregario ha hecho correr
océanos de tinta en América latina y generado feroces diatribas e interminables
polémicas”.18
En vez de identidad, algunos científicos sociales proponen la palabra
“identificaciones”, es decir, las personas tiene múltiples intereses y se identifican
con valores muchas veces contradictorios, en diferentes clases sociales, en la
T.V., en la tradición, estableciendo así unas redes complejas, donde los procesos

18 Diario La Nación (Argentina) Domingo 18 de Diciembre de 2005. América latina: la


utopía mestiza, Por Mario Vargas Llosa
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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macro y micro sociales en el individuo se pliegan y se mezclan en diversos tiempos


y espacios.19
Abogo por un lugar que sea la consecuencia de libres convergencias, que
trascienda el mestizaje, el color de piel como lo verdaderamente caribeño; más
que una región, reconocimiento intercultural, más que identidad, identificaciones,
que implique más bien pensar el “medio” por el que transitan y entran en relación
múltiples imaginarios de diversas procedencias. Propongo como metáfora un
caribe sin melanina,20 como aquella posibilidad que trascienda complejos históricos
y que no se detenga en revisar las concentraciones de melanocitos en la piel como
factor determinante (tanto étnico como culturalmente) para lo Caribe, y que en su
ausencia deje ver lo visible21 como acto de reconocimiento intercultural, más que
un asunto geográfico o climático, una especie de metáfora sobre la hegemonía
ideológica y cultural que reproduce estereotipos.

A la memoria del profesor José Ignacio Abello, profesor de


Teorías Culturales de la Maestría en Desarrollo y Cultura 2009

Cartagena de indias / 20 – 09 – 2010

19 Arte, Comunicación y Ciudad, de Cristóbal Colón a la Bienal de Venecia de un solo


golpe. Natalia Gutiérrez. Revista OJO, Área de Artes, Diseño y Comunicación de la
Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. #1 1997. Anota también que más aún, esa
importancia del sujeto ha dejado inservibles ciertas palabras, como “identidad”, que en
realidad se convirtió en una etiqueta que agrupa a las personas como si compartieran
ciertos valores establecidos, pero que a la larga resultan siendo estereotipos que
incluso nunca generan nuevas actitudes.
20 La melanina es el determinante primario del color de la piel humana. Producida por
melanocitos, células derivadas de la cresta neural que se encuentran en la capa basal
de la epidermis. La melanina es un pigmento de color negro o pardo negruzco en
forma de gránulos que existe en el protoplasma de ciertas células de los vertebrados.
En los humanos, la melanina se encuentra en piel, cabello, en el recubrimiento de la
retina, en la médula adrenal, en la zona reticular de la glándula adrenal, oído interno,
y en la substantia nigra (en latín, literalmente «sustancia negra») y el locus ceruleus,
«mancha azul», del cerebro.
21 Ignacio Abello citando a Michel Foucalut en Interculturalidad y Políticas Culturales, de
Universidad de Los Andes, Departamento de Filosofía Bogotá.

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