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número III
Narraciones de un contexto:
Nuevas visiones del Caribe colombiano
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ISBN: 978-84-9984-098-7
Depósito Legal.: B-xxxxxx-2011
Un Caribe innombrable 11
David Lara Ramos
El Origen 23
Tambucos, Ceretas y Cafongos 24
La tierra no es de quien la trabaja 26
Lo que se cuenta 27
La Criollización 27
Cartas cachacas 31
Juan Ángel
ANEXOS 42
Simular Mapas 45
Región sobre Territorio / Hermanos al Rescate 46
Plantación y Globalización 49
Territorio sobre Región / Archipélia 50
Identidad e identificaciones / un Caribe sin Melanina 52
5
Introducción
Notas de un profesor
Un Caribe innombrable
David Lara Ramos 1
2 Ángel del Río, Historia de la literatura Española (Barcelona: Ediciones B, 1996) pp. 70,
71. Del Río realiza un recorrido históricos de los momentos del castellano y establece
como a partir del siglo VII y hasta el siglo XII el castellano recibe una multiplicidad de
influencias que es también el resultado de relaciones con otras culturas, que fueron
consolidando la española.
3 Antonio Alatorre, El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000)
p. 13.
4 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 13.
5 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.
6 Para Alatorre apoderarse del sepulcro de Cristo era el sueño del cardenal Francisco
Jiménez de Cisneros, consejero y amigo de los reyes Católico. En El apogeo del
castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.
Un Caribe innombrable
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con las referencias de su realidad y con un idioma que para el momento ya era
considerado por los Reyes Católicos como la lengua del imperio.
Comenzar a nombrar aquello que era americano o caribe dependía sólo de las
referencias europeas, de conceptos formados por realidades históricas diferentes
a las de una tierra que el conquistador debía explorar. ¿Cómo nombras entonces
aquello que se desconoce? ¿Cómo establecer desde el lenguaje nuevas
realidades? ¿Cómo interpretar hechos, visiones y formas de pensar de una cultura
si las referencias se limitan a una única realidad? ¿Cómo reconocer el universo del
Caribe o el universo americano si ni siquiera se sabía que se estaba en él? ¿Cómo
comenzar a nombrar con un idioma que dejaba por fuera esa realidad que ahora
Colón, y sus compañeros de viaje observaban con asombro sin saber qué tierra
pisaban?
El acto de nombrar y definir es una forma también de dictadura, es arrasar con lo
que existe para propiciar nociones que son entendidas desde los ojos de quien
nombra, es negarse la curiosidad de saber orígenes o cosmogonías. Es borrar con
nuevos nombres lo que se ha encontrado para entenderlo sólo desde la óptica de
quien conquista.
Al leer el relato de Cristóbal Colón, presentado por Fray Bartolomé las Casas
sobre las impresiones del navegante genovés a su llegada a una pequeña isla
del archipiélago de las Bahamas, punto que aún no ha sido identificado por
los historiadores, Colón intenta narrar aquello que luego haría parte de lo que
llamamos hoy el Caribe:
[…] llegaron a una isleta de los Lacayos, que se llamaba en lengua de
indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el almirante salió a
tierra en la barca armada […] Puesto en tierra vieron árboles muy verdes y
aguas muchas y frutas de diversas maneras [….] 7
A pesar de reconocer el nombre indígena del lugar, luego fue cambiado por el de
San Salvador,8 pero la descripción posterior está más cerca de la vaguedad que
de la precisión. Se observa al instante la incapacidad de nombrar aquello que ve,
incapacidad que persiste tiempo después cuando otros conquistadores nombran
lugares por su similitud a las ciudades españolas o simplemente ayudados por el
santoral católico. Una marca española de singulares connotaciones religiosas, que
vemos hoy en la santificación de nuestra geografía y, de paso, en la devoción de
un pueblo a su santo patrono.
Luego de ese primer acercamiento Colón arribó a otras islas del mismo archipiélago
tales como Cuba y La Española, lugar donde hizo construir el llamado fuerte
Navidad, visto por los historiadores como la primera construcción del colonizador
en aguas del Caribe. Las visiones sobre esa realidad nos llegaron hasta nuestros
días por los resúmenes elaborados por el padre Bartolomé de las Casas, tomados
de textos originales suministrados por Diego, primogénito de Cristóbal Colón.
Se sabe que Colón no se expresaba con propiedad en ninguna lengua. Como
hombre de mar poseía una mezcla de castellano, italiano y portugués, y se dirigía a
sus marineros en una jerga conocida como “levantisca”,9 hablada en especial en el
Mediterráneo, una lengua que usaba también en sus textos para describir aquello
que era una novedad para él y para Europa.
La cercanía de estas dos culturas que no se conocían, es también la posibilidad
que tienen dos grupos humanos que intentan aprehenderse para conocerse. Por
un lado, el mundo español, con una carga de representación y valores europeos
construidos a través de siglos, y con herramientas tales como un idioma, descrito
en la llamada gramática nebrijana y por el otro, el mundo americano, realidad
inédita que fue contándose desde los ojos del conquistador español. Con la mirada
de un reino que comenzaba a vivir una época de esplendor y que estaba a las
puertas del denominado Siglo de Oro. Un título que ha originado múltiples críticas
y referencias pero, desde la mirada europea, el lenguaje era la primera herramienta
a utilizar. Desde esa mirada, América era entonces el mundo para rotular, para
nombrar y definir y así poder contarlo a Europa. Me propongo entonces establecer
si existió alguna referencia a lo que hoy llamamos Caribe, o por el indagar en cómo
fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que supera lo
geográfico.
América era entonces el mundo para rotular, para nombrar y definir y así poder
contarlo a Europa. Es tratar, que es nuestro principal interés, si existió alguna
referencia a lo que hoy llamamos caribe, o por el contrario tratar de establecer
cómo fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que
supera lo geográfico.
Buscar si Cristóbal Colón hizo mención en sus relatos al término caribe, karib, o
caníbal para determinar a qué se refería cuando lo usaba, es empresa que requiere
cuidado y paciencia, pero las pistas están en los comentarios y narraciones
realizadas en su diario de viaje, aquel lejano 23 de noviembre de 1492. Allí se lee:
“[…] El viento era Lesnordeste y razonable para ir al Sur, sino que era poco.
Y sobre este cabo encabalga otra tierra o cabo que va también al Leste,
a quien aquellos indios que llevaba llamavan Bohío, la cual dezían que era
muy grande y que avía en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros
que se llamaban caníbales, a quien mostraba tener gran miedo; y desque
vieron que lleva este camino, diz que no podían hablar; porque los comían
y que son gente muy armada. El Almirante dize que bien cree que avía
algo d’ello, mas qué, pues eran armados, serían gente de razón, y creía
9 Op. Cit.
Un Caribe innombrable
15
que avrían captivado algunos y que, porque no bolvían a sus tierras, dirían
que los comían […]” 10
Asegura el historiador Gustavo Bell que de los términos caniba o canima,
mencionados por Colón en su diario de viajes el 26 de noviembre, se derivan del
término caribata, y de allí caribe o caribes nombre con el que se ha conocido al
grupo de indígenas precolombinos que habitaron la cuenca del Orinoco, las
Antillas Menores y parte del litoral de lo que hoy es el Caribe colombiano.
Es curioso, y vale la pena mencionarlo, como luego el mismo Colón se forma
una idea de quiénes podrían ser estos que llaman caníbales, una referencia que
aparece al final del relato de ese día y que es prueba de que Colón suponía que
estaba en un lugar muy diferente a este que conocemos hoy como Caribe. Colón
menciona que aquellos conocidos como caniba “devían de ser del señorío del
Gran Can…”.11
En su relato del 11 de diciembre, al referirse nuevamente a los “de Caniba, y así
torno a dezir como otras veces dixe” dize él, “que Caniba no es otra cosa sino
la gente del gran Can, que debe ser aquí muy vecino; y terná navíos y vernán a
cautivarlos, y como no buelven, creen que se los (han) comido”.12
Pensaba entonces Colón que estaba en Oriente, tierra del Gran Kan tal como lo
relató Marco Polo en La descripción del mundo, literatura que Colón en su afán
por convertirse en un excelente marinero, revisaba con avidez. Fue Marco Polo,
Pedro d’Ailly, Toscanelli, quienes tenían la certeza que se podía llegar a Oriente,
epicentro del mercado mundial de especies, haciendo ruta hacia occidente. Ése
fue el proyecto que Colón hizo realidad el 12 de octubre de 1492, sólo que no
llegó a la tierra del Gran Kan, sino a un Caribe aún inexistente, lleno de enorme
diversidad y que apenas comenzaba a nombrarse.
La incapacidad de la lengua española para nombrar esa realidad era evidente.
Falencia que en ese momento no era trascendente dada la creída superioridad
del hombre Europeo, una idea que tomará mejor forma en el esplendor del
Renacimiento, que propagaba que la superioridad de ciertos hombres estaba dada
por las prácticas refinadas que lo vinculaban con el arte, la pintura o la música,
es decir del hombre culto con el hombre inculto. Pero tal diferenciación era sólo
europea, no americana. La gran pregunta de 1492 fue entonces cómo clasificar a
este nuevo ser, a este Caniba, nativo de la nueva tierra, a este hombre Americano
inclasificable ante los ojos europeos.
10 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) pp.
78, 79. Es preciso mencionar aquí que la cita que trae Gustavo Bell en el texto Costa
Atlántica, no costa Caribe, presenta información muy parecida a la mencionada en
esta cita, pero esta es la primera mención a la gente que se llamaba caníbales. En la
fecha mencionada por Bell, 26 de noviembre, el relato dice “Toda la gente que hasta oy
a hallado diz que tiene grandissimo temor de los Caniba o Canima”.
11 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) p.
82
12 Op. Cit. p. 97.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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Tal narración muestra el dominio de aquel que nombra para sí, desconociendo las
verdaderas esencias de aquel que es nombrado.
Al volver sobre las nociones que dieron origen al término caribe es interesante
revisar el texto de Antonio Gaztambide,15 quien en su trabajo La invención del
Caribe a Partir de 1898 (Las definiciones del Caribe, revisitadas) muestra diversas
posibilidades para entender el término. Encuentra, por ejemplo, que José J. Arrom
afirma que la palabra combina dos términos del tupi-guaraní: “carai”, señor, y “be”,
poderoso o fuerte, que confirma a su vez el sentido del grito de guerra “ana caribe
rote”, traducido como “solo nosotros somos gente”. Un hallazgo que también está
muy cerca del relato de Feliciano Valencia.
Para Gaztambide “caribes” fue la denominación de aquellos que se resistían a la
llegada del europeo en tierras Antillanas. La presencia española, por supuesto, no
hacía diferencia entre un grupo u otro, todo se generalizaba, y se dejaba de lado
las particularidades que configuran una diversidad revisada por los académicos
posteriormente y que dio cuenta de la riqueza cultural de grupos tainos, ayayanos,
arahuacos y caribes, por supuesto.
El dar a conocer esas nuevas rutas hacia América, o hacia Las Indias, como
era llamado al nuevo territorio, aventureros enterados de los hallazgos de Colón,
guiaron sus flotas hacia tierras americanas, pero en especial a esa zona que los
ingleses comenzaron a llamar a partir del siglo XVII Caribbean Sea,16 trasladando el
nombre de los indígenas descritos por Colón al territorio y mar de los caribes.
Banderas portuguesas, holandesas, británicas y francesas comenzaron a hacer
presencia en la zona. Se organizan expediciones hacia lugares que se presentaban
como llenos de riquezas y aventuras, pero también movidas por la consecución de
nuevos tierras para hacer colonias.
Así se configuraron matices que imposibilitan la definición de un espacio donde
confluye lo diverso en un mismo instante. La presencia europea, entabla relaciones
con el pensamiento indígena, tanto en sus momentos de paz como de lucha. Así
se piensa en una amalgamiento que gesta un nuevo ser, un ser que se construye
en la medida que entiende y percibe esos nuevos rasgos con los que se vincula.
Pero sabemos que no están aún todos los actores. Falta un lado de ese triángulo,
que compone lo europeo por un lado y lo americano o Caribe por otro, pero que
al cerrarse agrega un nuevo ingrediente: lo africano. Un componente que entrega
nuevos valores a ese Caribe, ahora más difícil de nombrar y de sentir en sus
particularidades, geográficas, estéticas, culturales y demográficas.
17 William Ospina, Las auroras de sangre (Bogotá, Grupo editorial norma, Ministerio de
Cultura 1998,) pp. 34, 35.
18 Ver Assessing the Role of Sugar in the Atlantic World. http://www.h-net.org/reviews/
showrev. sobre el trabajo de Schwartz, Sugar and the Making of the Atlantic World,
1450, 1680.
Un Caribe innombrable
19
19 En The Sugar Revolution texto de B.W. Higman presenta los orígenes del término
Sugar Revolution y menciona cómo las actividades industriales que se realizaban
en la plantación fueron antecedentes de lo que posteriormente sería la revolución
industrial. Higman menciona cómo a partir de la plantación y de la exportación del
azúcar a Europa se genera toda una forma de relacionarse con el azúcar que lleva a la
elaboración de una variedad de nuevos productos.
20 En The Sugar Revolution and Slavery, U.S. Library of Congress. www.country-data.
com/cgi-bin/query/r-3145.html. Traducción del autor.
21 Antonio Benitez Rojo, La isla que se repite (Barcelona, Editorial Casiopea) p. 56, 57.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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22 Op. cit., pp. 83-106 Este aparte se titula La plantación y la africanización de la cultura
en el que Rojo toma isla por isla y revisa el número de afros traídos a ese territorio y
lo compara con el número de blancos presentes en el mismo momento. El análisis le
permite demostrar a Rojo cómo cambió la demografía y cómo esa nueva presencia,
por el hecho de ser mayoría, dio origen a nuevas visione, ritmos y estéticas.
Un Caribe innombrable
21
que se pusieran duros, —pasaba por esa situación, que parecía eterna,
todos los días— Distante del colegio había haciendas de caña de azúcar,
yendo hacia el golfo de Paria. […] El mundo siempre está en movimiento.
La gente, en cualquier lugar, en algún tiempo, fue despojada. Creo que me
conmocionó el descubrimiento que hice sobre mi lugar de origen, en 1967,
porque nunca tuve idea sobre él. Pero esa fue la forma en que la mayoría
vivimos en la colonia agrícola, a ciegas. […] El mundo exterior existía en
medio de la oscuridad; nada preguntábamos. Era lo suficientemente mayor
para tener alguna idea sobre las epopeyas de la India, del Ramayana, en
particular. Los niños que llegaron a nuestra extensa familia —cinco años
o más— después de mí, no tuvieron esa suerte. Nadie nos enseñó hindi.
En ocasiones alguien escribía el alfabeto para que lo aprendiéramos,
eso fue todo; se esperaba que hiciéramos el resto nosotros mismos. Así,
permeados por el inglés, empezamos a perder nuestra propia lengua.
La casa de mi abuela estaba llena de religión; había muchas ceremonias
y lecturas, algunas de las cuales duraban varios días. Pero nadie nos
explicaba o traducía, y no pudimos seguir nuestra lengua. Así, con esa
fe ancestral olvidada, nuestra realidad llegó a ser inexplicable, irrelevante
para nuestro diario vivir. […] Más allá del mundo de la casa de mi abuela,
donde comíamos arroz al medio día y trigo en las noches, estaba lo
desconocido —en esa isla de sólo 400 mil personas. Estaban los africanos
o sus descendientes, que eran mayoría. Eran policías, profesores. Uno de
ellos fue mi primera maestra en el Colegio Gubernamental de Chaguanas;
por años, la recordé con adoración. También estaba la capital, donde muy
pronto tendríamos que ir en busca de educación y trabajo, y donde nos
quedaríamos permanentemente, entre extraños. Estaba la gente blanca,
no todos eran ingleses; los portugueses y chinos, también inmigrantes
como nosotros. Y, más misteriosos que los anteriores, estaba la gente
que llamábamos españoles, ‘pagnols’, mestizos, de tez morena, quienes
provenían del período español, antes de que la isla fuera separada de
Venezuela y del Imperio Español —una historia, en verdad, más allá de mi
comprensión de niño”.23
De esas individualidades llenas de recuerdos, de visiones del mundo, de relaciones
que se gestan a través de una multiplicidad de influencias está hecho ese Caribe
que queremos nombrar, ese Caribe donde se llega para perder algo de esa cultura
con la que se llega, es el lugar donde se recoge aquello que está en los otros y
que al final no sabemos si es nuestro y o si es de todos.
Nombrar el espacio Caribe es sentir esa multiplicidad de dinámicas que se hacen
en cada hombre, que se materializan en expresiones que cargan ese sentir
individual, un ser que ha sido perneado por realidades que se calientan y arden,
para usar una frase de Germán Arciniegas, y que sólo suceden en el espacio del
Caribe.
Mencionar el Caribe, tal como lo hemos venido expresando hasta este momento,
corresponde a un Caribe insular, donde la condición de isla y las influencias de una
23 Dos Mundos, discurso del premio Nobel de literatura, 2001, S.V. Naipaul, traducción
de David Lara Ramos.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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Colonia, son también las razones de un nuevo Caribe, nos referimos al continental,
que se asoma al mar de los Caribes y recibió las experiencias y vivencias
proveniente de las islas.
Anota Alberto Abello Vives en su texto Un caribe por fuera de la ruta de la
plantación que resulta necesario preguntarle a Benítez Rojo “¿qué pasa de
acuerdo a sus planteamientos, con la pertenencia al Caribe de aquellos territorios
continentales como el hoy Caribe Colombiano, que no tuvieron plantaciones y que
se reclaman parte de él?”.
Tal cuestionamiento plantea la amplitud geográfica de territorios que hoy la
geopolítica ha definido como parte de la cuenca del Caribe, pero también, al decir
de Germán Arciniegas, quien para nombrar el territorio vuelve sobre sus nativos:
“Caribe es como decir ‘indiobravo’. Es una palabra de guerra que cubre la floresta
americana como el veneno de que unta el aguijón de las flechas. Y así es el mar”.24
La inquietud de Abello es válida, y las razones de su reclamo están sustentas en su
texto, pero más allá de encontrar una dinámica económica, política o histórica para
relacionarse con el Caribe habría que proponer que el Caribe del que hablamos es
un Caribe innombrable, porque sus definiciones están en el ser que lo ha vivido, en
un territorio que el mar apropia y transforma.
Es sentir, al igual que Naipaul, que las vivencias de cada ser del Caribe son
particulares, y que intentar abrigarla en nociones como lo indio, lo afro, lo negro, o
lo caribe, deja por fuera el sentir individual que nos relaciona y hermana.
El Caribe del que hablamos está lleno de sensaciones, de impresiones, de
sorpresas individuales de asombros. De ese ser que frente a la inmensidad del
universo Caribe crea su propio mundo, crea su propio Caribe porque se siente
parte de él, sin tener que nombrarlo o definirlo.
24 Citado por Antonio Gaztambide, en la Invención del Caribe a partir de 1898 (Las
definiciones del Caribe, revisitadas.
23
El Origen
En Colombia, el interés por reconocer lo caribe como lo próximo, es muy
reciente. En algo más de una década, los teóricos e historiadores del hoy Caribe
colombiano, han intentado desarticular de la memoria del país, y con señales de
obtener buenos resultados, esa vieja costumbre de llamar Costa Atlántica a la
región del norte colombiano. De esta forma, la región Caribe entra en un proceso
de redescubrimiento en el que trata de encontrar su camino y su historia, pero
contada con sus propias voces. En ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe,3 Gustavo Bell Lemus
nos enuncia cómo el caribe se nombra Caribe, nos habla del desinterés del interior del país,
desinterés que de alguna manera impactó en el rezago existente hasta hoy en la región
Caribe. Sin embargo, el Caribe insular se reconoce con mucha anterioridad.
Caniba, Canibal, Canibata, Caribata, son palabras que ayudan a conforman un génesis
etimológico del Caribe. De esta forma, desde la llegada de Colón y hasta el siglo XIX, se
designó a esta región. A partir del comienzo del siglo XIX, intereses político-centralistas, borran
del imaginario colectivo el mar Caribe para introducirnos en un mar atlántico lejano y distante
en el cual estuvimos sumergidos hasta finales del siglo XX. A pesar de esto, y de varias
investigaciones y publicaciones que desde entonces se han realizado, quedan algunos mapas
en los colegios, en los cuales, aún nos muestran la región conectada al mar atlántico, a pesar
de todos los estudios recientes, aún aparece así en algunos libros, y en algunas páginas web,
aún se enseña el Atlántico y no el Caribe. La tarea debe ser intensa, permanente y constante
si el objetivo es lograr que nos pensemos como una parte del universo Caribe.
Hablar de un Caribe propio es algo más simple, pero no menos pretencioso. Antes (y digo
antes ya que con la lectura el mundo se abre y confieso que antes de asumir el reto de
cursar una Maestría en Desarrollo y Cultura mi visión frente a estos temas era muy simple) los
interrogantes que podía formularme sobre mi origen y mi entorno, se limitaban a la biología, a
la evolución, a aspectos históricos más generales y distantes y a lo poco que podía recordar
del colegio. Ahora mi mirada ha cambiado y mis interrogantes también. Entonces para poder
iniciarme en ese Caribe que me permitirá extenderme hasta todos los caribes que ahora
conozco, debo hablar de mis orígenes, o quizá, de mi caribe particular.
3 Bell Lemus, Gustavo. ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe. En Abello Vives Alberto (compilador). El
Caribe en la Nación colombiana. Memorias X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado.
Museo Nacional de Colombia y Observatorio del Caribe Colombiano. 2006
4 Hoyos, Cristo. Tambucos, ceretas y cafongos. Recipientes, soportes y empaques del antiguo
departamento de Bolívar, 2001. Ediciones Gamma. Investigación resultado de la tercera
convocatoria de las becas de investigación cultural Héctor Rojas Herazo.
5 Chimilas: Indios que “se extendían prácticamente sobre todas las tierras bajas entre la sierra nevada
y el rio Magdalena. Población aborigen y conquista 1498-1540. Del Castillo Mathiew, Nicolás. En
Meisel Roca Adolfo, Historia Económica y Social del Caribe Colombiano. Ediciones Uninorte. S.f.
Todos los caribes: el caribe
25
A finales del siglo XV, cuando los españoles llegaron al Caribe, los indígenas de la región
sembraban y molían el maíz. Este era la base alimenticia de muchas etnias del caribe
colombiano. Etnias con las cuales seguimos en deuda. Ahora sé que los indígenas del caribe
no solo fueron sometidos, violentados, despojados de sus territorios y obligados a asimilarse
en una cultura y un modo de vida impuesto y distante, si no que también, guiados por intereses
egoístas y despreciativos, les fueron desconocidos todos sus derechos y menospreciados su
saber y su cultura.
Los aborígenes americanos fueron obligados a replegarse y ocupar pequeños territorios en
los cuales algunos sobrevivientes aún intentan seguir preservando su tradición y su memoria.
Las historias de la Conquista y de la Colonia deberían ser historias contadas también desde la
mirada desolada de los nativos, no la historia del cambio del oro por las baratijas, no la historia
de la ocupación y la arrasada, si no una historia en la cual también participen sus voces, y no
solo la “historia blanca”, refiriéndome a la condición de ágrafos de los indígenas a la llegada de
los españoles como nos cuenta Fabio Zambrano6 en la Historia del poblamiento del territorio
de la región del caribe de Colombia:
“En efecto, en sus páginas prevalece el deseo de resaltar la épica conquistadora y de
legitimar la subyugación de la población nativa, destacando con aprehensión cristiana
lo pecaminoso y lo reprobable de sus practicas culturales y la necesidad de instaurar
la civilización y el orden de los españoles. No en vano, escribió Friede,7 los testimonios
de los cronistas representan la historia blanca de América”
A partir del siglo XV los territorios del Caribe fueron explotados igual que nuestras gentes. Los
europeos colonizaron las tierras e islas del Caribe e implementaron el cultivo de la caña de
azúcar, del café, del tabaco y la explotación de la plata y el oro que contribuyó a acrecentar
sus imperios. Esclavizaron a los indígenas y los forzaron a realizar trabajos pesados sin
descanso, que sumado a las enfermedades, producto del agotamiento y la mezcla étnica,
diezmaron a casi la mitad de la población nativa. Es por esta razón que los españoles se
vieron obligados a traer mano de obra Africana a continuar los trabajos pesados. Los negros
ya habían demostrado tener fuerza y resistencia para las largas jornadas de trabajo. Es así
como llegan: los sacan de África y los traen a la región del Caribe atiborrados en barcos
negreros, arrancados de sus tierras cual malas hierbas, a contribuir con el poblamiento del
gran Caribe.
Aquí, con la llegada de los Africanos y el completo dominio de la tierra por parte de los
colonizadores, se da inicio a lo que conocemos como la Economía Mundo: un triangulo
comercial que se establece entre África, América y el viejo mundo, teniendo como base
económica la plantación productora de azúcar, modelo resultado del cultivo de la caña de
azúcar que trajo Colón en su segundo viaje al nuevo mundo y que más tarde desató el boom
del comercio azucarero en el Caribe, boom nombrado por B.W. Higman, como la “Sugar
Revolutión”.8
6 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia.
El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano,
2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores). Pág 10
7 Friede, Juan. La Conquista de la historia y el poblamiento, 1989. en la NCH Vol 1. Editorial Planeta,
Bogota.
8 Higman, B.W. The making of the sugar revolution. En In the Shadow of the plantation, Caribbean
History and legacy. Edited By Alvin O. First Edition. Kingston 2002
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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9 Abello Alberto, Bassi Ernesto, Un Caribe por fuera de la ruta de la plantación. En Un Caribe sin
plantación, (compilador) Alberto Abello Vives. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia.
Observatorio del Caribe Colombiano. 2006
10 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia.
El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano,
2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores).
11 Ortiz Fernández, Fernando es considerado el más importante etnólogo y antropólogo cubano.
Nació el 16 de julio de 1881 y murió el 10 de abril de 1969 en La Habana.
Todos los caribes: el caribe
27
Lo que se cuenta
La mirada de lo caribe se construye continuamente. Destacados historiadores regionales
como Alfonso Múnera, quien en El fracaso de la Nación: Región, clase y raza en el caribe
colombiano, resalta el papel que los mulatos cartageneros al frente de Pedro Romero y Pedro
Medrano, tuvieron en las gestas de la independencia de Cartagena entre 1811 y 1815. El
trabajo historiográfico de María Teresa Ripoll sobre el comercio y el contrabando del caribe,
todos las investigaciones de Adolfo Meisel sobre la economía de la región, Gustavo Bell,
Joaquín Viloria, Germán Arciniegas, entre otros, nos complementan la mirada que del resto del
caribe nos traen teóricos e historiadores como Benítez rojo, Fernando Ortiz, Edouard Glissant,
Frank Moya Pons, por mencionar solo algunos; miradas que nos ayudan a reconstruir la
memoria de un pasado histórico que permite encontrarnos en el presente.
Síntoma, enfermedad y cura, la historia que nos cuentan es un historia cargada de
confirmaciones y de razones que van desde las políticas económicas, raciales, hasta las
sociales y las culturales y que nos permiten tener un panorama del pasado y de un posible
futuro para el Caribe.
El caribe despierta y cada día se piensa más, se estudia más, y en esa medida también se
construye. Las escuelas de nuestro Caribe no deberían enseñar otra historia distinta, o por
lo menos no una historia distante y poco relacional con lo nuestro. Tener la certeza desde
temprana edad de la importancia histórica de la constitución del gran caribe, de sus razones
y de sus motivos, quizá nos permita de adultos encontrar derroteros más certeros sobre
nuestro propio futuro. Quizá entonces sea pertinente vincular a los estamentos directivos de
la educación en el país a instaurar en las escuelas y colegios un estudio profundo de nuestro
Caribe que posibilite el cambio de la mirada con la que lo percibimos y quizá así, se posibilite
la construcción de nuestra historia Caribe venidera.
La Criollización
En el Caribe, la diversidad cultural se presenta como una fortaleza donde los ritmos, la cadencia
de los bailes, la oralidad y la literatura, el cine, el carnaval, las fiestas y la vida cotidiana misma
nos definen y nos otorgan un sentido propio. En la Isla que se repite,12 Antonio Benítez Rojo
asume el reto de desentramar la esencia de la cultura caribe desde la mirada estética. Para
esto, y partiendo de la pregunta inicial: ¿Existe una estética caribeña?, el autor nos inicia en un
viaje por las diferentes formas que adopta la cultura y poniendo como centro el análisis del ritmo
como signo estético e integrador de lo Caribe.
De está forma, Benítez Rojo nos regala nociones más abarcadoras como caribeñidad,
caribeño, criollo como formas que le dan sentido al Caribe, y Criollización como el termino
que define los procesos permanentes pero complicados que ha sufrido la región en su afán
de constituirse. No se puede mirar el caribe con una sola mirada.
Para Benítez Rojo la idea de las posibles formas como se pueda construir lo Caribe, no son
más que “Inestables construcciones de plasma en perpetua fluidez y cambio”, ya que es
bastante reciente la propuesta de “diferenciar la región del resto del mundo”. Este discurso del
Caribe es joven y aún no existe un consenso entre los investigadores, teóricos, historiadores,
12 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998.
Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 387.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
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artistas, pensadores, entre los “performers” 13 del Caribe, sobre lo que su propia región
representa y constituye. Benítez, entonces, propone el ritmo como objeto estético ya que este
es, en sus palabras “el más alto grado de experiencia estética que podemos imaginar en el
Caribe”. Esta es la otra unidad que nos presenta Benítez para poder hablar de un Caribe total.
Es así, entonces, como es posible hallar este signo estético en casi todos los performances
que surgen en el Caribe. Quizá por esto me atrevo a decir que el Caribe es todos los Caribes:
el que va desde Brasil hasta Dominica, de Veracruz a Barranquilla, de Cuba a Trinidad, todos.
Ese signo presente en lo que se baila, en lo que se canta, se saborea, presente en la cultura y
en lo que se escribe.
Desde la literatura también se reconstruye la región, se rescata, permitiendo consolidar un
imaginario colectivo propio, comprometido con lo Caribe. A lo mejor un escritor fuera del
Caribe (o afuera, pero sin el Caribe en el alma) no pueda traducir claramente en palabras lo
que ser Caribe contiene, lo que significa. Definitivamente hay que sentirlo, interiorizarlo y hacer
una construcción del Caribe desde la pertenencia crítica, sentida y honesta.
Según Carl Langebaek,14 en su ensayo Pasado Indígena en la costa Caribe. Interpretación en
5 actos, escritores como Juan José nieto y Jorge Issac volcaron sus textos hacia la necesidad
de rescatar la región para el resto del país. Libros como Ingermina la hija de calamar, de
Juan José Nieto o Los indígenas del magdalena, de Jorge Issac, entre otros, fueron en su
momento buenos intentos por reivindicar el tema Caribe. Intentos que no lograron consolidar
un pensamiento positivo frente a la idea generalizada de la academia con respecto a la
inferioridad de la costa.
En la actualidad son muchos los escritores del Caribe que presentan múltiples panoramas de
la región. Desde lo local hasta el gran Caribe, escritores de la talla de García Márquez, Hector
Rojas Herazo, Oscar Collazos, Roberto Burgos Cantor, Germán Espinoza, Meyra del Mar;
escritores de la nueva generación como Jhon Jairo Junieles, Pedro Badrán y en su momento
Jorge García Usta, por mencionar solo algunos pocos, complementan muy bien la mirada que
del Caribe nos traen Cabrera Infante, Edwige Danticat, Junot Díaz y un número considerable
de escritores que cuentan el Caribe, que sienten el Caribe y en los que ese Caribe inicial,
relegado, rezagado, poco se perfila y poco se presiente.
La mirada en movimiento que nos trae el cine realizado en el Caribe se posiciona cada
día más con producciones que también cuentan historias caribeñas. Películas como el
largometraje puertorriqueño, Mal de amores, de la productora Pajaritos Preñaos, nos muestra
las relaciones sociales en el gran Caribe, situaciones generalizadas, con variaciones mínimas,
más amarradas a los modismos de cada región en particular, pero que por lo general se
repiten en todas las ciudades y provincias del Caribe.
El cine cubano con una estética definida y particularmente criollizada, nos trae historias
familiares, como El Cuerno de la abundancia, de Director Fernando Pérez, con personajes
familiares, historias de amor que se desarrollan en la calle, discusiones que terminan en
13 Termino con el cual Benítez Rojo identifica a los filósofos, investigadores, escritores, críticos,
músicos, artistas plásticos, cineastas, modistos, cocineros, productores de radio, televisión y de
web site; “gente que comenta, critica, amplía o transforma a diario distintas zonas del discurso
caribeño”.
14 Langebaek, Carl (2006). Pasado indígena en la Costa Caribe. Interpretación en cinco actos. En:
Alberto Abello (Comp.), El Caribe en la nación colombiana. Memorias. Bogotá: Observatorio del
Caribe Colombiano, Museo Nacional de Colombia
Todos los caribes: el caribe
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15 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998.
Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 408.
31
Cartas cachacas
Juan Ángel1
Descargos:
Al principio quise escribir a la manera de Montesquieu unas “cartas
cachacas”, que visitaran el Caribe con un personaje, el Negro, que le
escribe a su Tía Lucía, me parecía entretenido y era un espacio bueno
para el ensayo. En eso alcancé a avanzar un poco y pongo al final los
principales descartes.
Esto lo escribo porque el proyecto todavía me divierte y lamento las
contingencias que me obligaron a postergarlo. Me hubiera encantado
preservar el elemento dramático, pero será para otra ocasión, mejorando
la visión del Caribe y con más claridad en las intenciones literarias.
La primera sensación que tengo del Caribe es que me pertenece como a cualquier
otro de sus habitantes. Pero no es así, vengo al Caribe rutinariamente desde hace
más de 40 años, de visita, siempre de visita. Tengo lazos comerciales y económicos
con el Caribe desde hace igual cantidad de tiempo. ¿Qué me hace distinto? ¿Llevo
el sello de lo andino, de “cachaco” como un letrero de neón intermitente? Sin
embargo, cuando me siento con Europeos o Norteamericanos que no conocen
las sutilezas de nuestra geografía y población, mi acento, mi manera de ser y mi
“sabor” me hacen ser como un habitante más del trópico, del Caribe, de la parte
norte de Suramérica. Soy mucho más Caribe que un argentino tal vez de la misma
manera en que Patrick Chamoiseaux, un escritor de Guadalupe que escribe en
francés y es funcionario del gobierno de la metrópolis, se siente más cercano a los
hispanos porque no puede dejar de sentirse antillano antes que francés.
Lo atractivo de la cultura, y en este caso de la identidad, es que no se
puede atrapar en un estrecho compendio de conceptos o en una lista
de requisitos. Lo que legitima una pertenencia a un grupo social está
en las delimitaciones, en las descripciones y en los significados. Clifford
Geertz 2 pide hacer descripciones e interpretaciones densas: y con eso
pone no solo de relieve las dimensiones de cada aspecto cultural, sino
los complejos sistemas que las integran. El Funes de Borges, que todo
lo recordaba, que todo lo volvía a vivir, descansaba volviendo la cara a
edificio más alto de Cartagena, donde veraneábamos con la familia, en una parte
de las vacaciones que incluía apartamentos en Barranquilla, y fincas en la región
de Magangué. Esos son mis recuerdos costeños del Caribe. De manera que
no puedo agregar nada a este tema sin pensar en esa nostalgia de un Caribe
personal, un Caribe proustiano, con olor a ciruelas, agua de coco con arena y
temores a las aguamalas. También tengo el recuerdo de un paseo al centro de
Cartagena, a visitar la imprenta de Mogollón a las cuatro de la tarde, cuando el
centro no era la ciudad turística de hoy sino el centro de actividades comerciales.
El premio, la magdalena, fue un helado en la Librería Nacional, dónde había aire
acondicionado
En el Caribe mío cabe todo el Caribe, hasta Nueva York, el francés y el
Inglés, el holandés y el histórico, el colombiano y el de los países miembros
de la Alianza de Países del Caribe. En estas conversaciones y estudios
agregué, sin dolor, Lima, Guayaquil y México. Las primeras porque
entiendo las dinámicas históricas que los acercaron al Caribe. Si lo que
hacía la vida de la colonia era su relación con la península, hasta Filipinas
es Caribe. El último, por esa, una ceguera mental que no me permitió ver
nunca el océano atlántico mexicano, ni concebir Veracruz más allá de un
resort turístico de folleto. Ahora por obra de nuevas lecturas, el Caribe
se convirtió para mí en un universo extraordinario lleno de encantos, de
idiomas y de aventuras humanas. De rutas navegables, de comercio, de
luchas y resistencias. A la ceguera se le abren los ojos quemándose las
pestañas en el estudio...
Con ese territorio afectivo, con el pensamiento sensibilizado por una afinidad que
se enriquece con lecturas recientes y amigos, voy a hablar de un Caribe inestable.
El Caribe de mis afectos, el Caribe de mis conocimientos y el Caribe de mis
aprendizajes. Pero también del Caribe de mis utopías.
No estoy interesado en una mirada al Caribe especuladora y “posconfundida”. El
principal ejercicio, en el que amerita avanzar y concretarse, es aquel que desde
una disciplina todavía inexistente como puede ser la confluencia de la cultura y
la economía, puede ayudar a construir un proyecto, incipiente, interpretativo y
académico y que ojalá algún día tenga pasos firmes en lo pragmático. El Caribe
para los propósitos de este ensayo puede ser el modelo, –el conejillo de indias–,
la comunidad de indias sobre la cual explorar las alternativas y las dudas de esa
disciplina: la economía y la cultura.
Puedo sumar con los dedos de la mano las ideas formalmente adquiridas en
este campo. Algo de Amartya Sen, un poco de Escobar, varios y muchos textos
sobre el Caribe, casi todos sobre identidad cultural, histórica y económica. En
primer lugar, y motivo del enfoque escogido, están las teorías del desarrollo. En
este campo la preocupación general es la condición de pobreza de muchos de
nuestros congéneres, la desigualdad y la presencia de deficiencias en salud,
educación y alimentación. El Caribe es un territorio de pobreza y desigualdad,
de atraso tecnológico, de condiciones humanas lamentables, basta ver los
coeficientes Gini y la distribución del ingreso de los países de la cuenca del
Caribe.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
34
3 Higman B.W. The making of the sugar revolution. The Economic History Review 53 (2),
pp. 213–236, 200
4 Benítez Rojo, Antonio, La isla que se repite, editorial Casiopea, Barcelona 1998.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
36
vuestros cuerpos”. En pocos años se había formado una identidad Caribe que
separaba idiomas pero unía ritmos. Lo que me pregunto yo es a qué velocidad y
en cuantas generaciones se construye una cultura identificable, capaz de cruzar
mares y tempestades.
Ese invento de una cultura lo habían hecho sometidas a unas potencias militares
de talla mundial, pero también rebelándose y escondiéndose en la inmensidad
de su territorio. Lo que intento descubrir y leer es cómo un hecho económico, la
saturación con unas leyes estrechas, sumadas a la necesidad de sobrevivir y la
disponibilidad de un territorio incógnito aledaño y disponible, gestaron una cultura.
En el caso de la Española y Cuba así lo pone Benítez Rojo. En Colombia, una
cultura de supervivencia, hermandad y de igualdad, al margen de un gobierno
formal e irracional porque, como lo describen María Teresa Ripoll5 y Alfonso
Múnera,6 el contrabando era una respuesta de supervivencia a la reglamentación
improductiva de la corona Española. La lectura cultural nos permite avanzar en un
hecho concreto: una parte del Caribe se formó a pesar y en contra de un poder
militar y colonial dominante y bélico. Ese Caribe era tan cultural como económico.
En un pequeño texto Amartya Sen 7 habla de la cultura como elemento fundacional
del desarrollo. Inicialmente intenta separar la cultura como objetivo del desarrollo
y la cultura como asistencia al desarrollo y termina enunciando la cultura como
constitutiva y fundacional del mismo desarrollo. Este ejemplo de cómo se forjó la
cultura Caribe, atada a una economía de supervivencia, en contra de una economía
tirana y poco practicable dictada desde un salón Real distante y abstracto, va en
esa dirección. La economía humana, gesta culturas amables y florecientes, pues
lo hace al lado de la prosperidad y la sostenibilidad. La economía devastadora
que simultáneamente promovía la corona no dejaba cultura y tampoco medios de
subsistencia . En el texto de Köning8 que habla del intento de crear una sociedad
justa a partir del modelo de Nación Europeo por parte de los liberales Colombianos
durante los primeros años de nuestra república, se describen intentos de marcar
condiciones de igualdad y de oportunidad para un desarrollo comercial. También
explica cómo los intereses de los artesanos confrontaron intereses burgueses y
de terratenientes y deja claro que todos ellos en la mezquina o torpe defensa de
sus asuntos sectarios abandonaron disposiciones de libre comercio, de igualdad y
de protección de resguardos indígenas. Desde entonces se perdieron los valores
de un desarrollo concertado e incluyente y se impusieron dogmas morales. Las
5 Ripoll de Lemaitre, Maria Teresa, El comercio ilícito , un vicio de difícil curación cuando
se contrae, en Abello Vives, compilador, El Caribe en la nación Colombiana, Museo
Nacional de Colombia, observatorio del Caribe Colombiano.
6 Múnera, Alfonso, El fracaso de una nación, Planeta, nueva edición, 2008.
7 Sen , Amartya “La cultura como base del desarrollo contemporáneo”. Revista Diálogo
Nº 22 Septiembre 1997. Oficina de Información al público para América Latina y el
Caribe. UNESCO.
8 Koening, Hans Joachim, En el camino hacia la Nación. Nacionalismo en el proceso de
formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750 1856, Quinta Parte,
Nacionalismo, modernización y desarrollo nacional a mediados del siglo XIX, Colección
Bibliográfica , Banco de la república.1994
Cartas cachacas
37
fórmulas hoy son las mismas: sectores favorecidos, lenguajes engañosos, toma
de la razón por valoraciones de familia. Los dirigentes colombianos del XIX, se
parecen a la corona.
Son muchos los impedimentos para sostener una economía posible o justa.
Algunas trabas son de fácil comprensión, y la más común es la existencia de la
violencia. La violencia en el Caribe va desde la masacre de indígenas, pasa por
la esclavitud y desemboca en las masacres paramilitares de la última década en
Colombia. Es una violencia racista y clasista. Puede ser considerada el primer
factor de atraso de nuestra economía. Son factores estructurales e institucionales
que los economistas encuentran como justificaciones a la falta de operatividad de
sus teorías.
No tengo la certeza de que la cultura tenga una respuesta o pueda proponer una
verdadera alternativa ante hechos violentos. Sí puede la cultura responder de otra
manera. Pensar en cultura como la contra de la violencia, además de un hecho
humanitario y civilizado, tendría que tener un efecto que contrarrestase el atraso,
que propusiese construcción cívica y económica. Que liquidase el argumento de
la violencia como consecuencia de otras calamidades y condiciones. La cultura
tiene pocas armas contra la fuerza de la violencia. Sin embargo la cultura puede
interrogar desde ciertos puntos de vista, otras y muy diferentes maneras de pensar
la sociedad. Pero es igual un discurso de buenas intenciones en un laberinto.
Encuentro en los argumentos de María Teresa Ripoll, un punto de vista orientador.
Sobre las rutas del contrabando en el Caribe colombiano se ha construido el
Narcotráfico, que contribuye con el atraso, con la desigualdad, corrompe al estado
y a la comunidad y necesita de la desarticulación social para sobrevivir. También
aniquila la institucionalidad tomándosela, como lo pone Luís Jorge Garay en su
último estudio. El narcotráfico fue parte importante en la serie de masacres de
nuestro país en los últimos años. María Teresa Ripoll quiere establecer que es
parte de la naturaleza y ser del Caribe vivir del contrabando, que el irrespeto a
la autoridad, que la necesidad de sobrevivir convirtieron a esta sociedad en una
sociedad naturalmente atada a la ilegalidad. De ahí el narcotráfico. Múnera también
refuerza esa teoría que tiene sentido y es histórica. Ya vimos cómo el Caribe se
gestó también con la resistencia a los poderes absolutos de los españoles y que la
supervivencia dependía de esa desobediencia.
El limite está en la cultura. Del contrabando como desobediencia civil y la
rebelión contra la injusticia, pasamos por la misma ruta a la ilegalidad, al abuso
del delincuente, a la tolerancia con la corrupción y a la destrucción de cualquier
tejido social. En un paseo por las islas de San Bernardo, pasé una noche al lado
de unos jóvenes, todos ellos empleados por un industrial antioqueño. Todo era
ilegal: nosotros estábamos sin permiso del dueño en los predios que el construyó
de manera ilegal en un sitio que es reserva. En medio de las discusiones sobre
el bien, el mal, el fútbol, los moscos y la comida, recuerdo una expresión de los
jóvenes que nos prestaron fogón y agua dulce: “La ley es para los bobos” . Todos
la repitieron como si fueran valores que los confirmaban como sociedad y grupo.
El mal es cultural. Hemos creado una sociedad que invita a destruir su propia
estructura o que se construye con su propia destrucción. Y todos participamos,
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
38
9 Martinell, Alfons. Las plusvalías que aporta la cultura al desarrollo. Quórum. Revista de
pensamiento iberoamericano, num. primavera, pp. 33-3, 2007.
Cartas cachacas
39
ANEXOS
Querida tía,
en este momento me encuentro en Cartagena, el Caribe para nosotros ha sido
siempre Cartagena. Y lo ha sido para casi todos los colombianos. Muchos,
como Oscar Collazos o Álvaro Restrepo han hecho de venir a vivir a Cartagena
su principal objeto en la vida. Y aquí están mezclándose con los cartageneros
de a pié, con una pata en la inteligencia local, pero otra en la producción local. El
colegio del cuerpo, un proyecto cultural que sorprende, por su afortunado gusto
por la cultura caribe, por su increíble efecto en un grupo social condenado y por
su capacidad de revelar desde la micro empresa, la realidad y la proyección
mundial.
Inventario de habilidades culturales: arte, danza, narrativa, interculturalidad.
Desarrollo de industrias creativas caribes: pueden tener un impacto más fuerte,
y de mejores dimensiones. En todo caso al interrogar al Caribe, pueden obtener
el doble beneficio, ingresos y el desarrollo de identidades y de satisfacciones
propias. Es cierto que las Chamoiseau, Patrick “Ecrire en Pays Dominé” culturas
se crean y se recrean a través de las formas culturales convencionales -bellas
artes- y las no: las artesanías, la música popular. Entonces ese beneficio de la
actividad cultural es un beneficio sutil, discreto pero profundamente subjetivo
Querida tía,
estoy sentado en el lobby del Caribe. Yo todavía tengo recuerdos de cuando
el Hotel Caribe era el único edificio alto, cuando el contrabandito era el mejor
negocio de los vendedores de playa, cuando todo era más sencillo. Lo que uno
siente que pasó en Cartagena, a pesar de tus comentarios despectivos, hacia
negros y populachos, así como para los resultados de la urbanización,
Querida tía,
la experiencia de visitar el Caribe con un punto de vista completamente, o por
lo menos asumiendo un rol de rolo, de cachaco ha sido muy enriquecedora. En
esa discusión creo que salimos airosos, como siempre, los rolos.
La reflexión propuesta, no ignorar el punto de vista polémico de cachaco, de
rolo, de no caribeño, puede tener riesgos. Un cachaco opinando de caribeños,
estaría expuesto a mantener perpetuar estereotipos. Por eso pienso que
el recorrido para esa reflexión puede y debe partir de ahí. Los resultados son
variopintos: por un lado unos descubrimientos extraordinarios que empiezan
a tejer la propia identidad. Es así como el encuentro con Patrick Chamoiseau,
que me aleja de lo puramente parroquial, acerca la visión de la conformación de
nuestro continente en general: somos el resultado de una mezcla más o menos
compleja, en donde interviene el encuentro del colonizador con el indígena,
el encuentro del indígena oprimido y destrozado con el negro cimarrón, en la
selva. El encuentro de los dos en la absurda situación, de opresión.
Pero también encuentro realidades físicas, el Caribe es un territorio maravilloso,
del cual me siento partícipe como colombiano y por los lazos que he tenido
toda la vida con el Caribe colombiano.
Pero también tengo que poner de lado una distancia. No soy caribeño, por
lo menos como colombiano no me puedo ver del Caribe. Así lo manifiestan
algunos jefes de casting (mejor no poner esto).
Cartas cachacas
43
Querida tía,
estuvimos paseando en la lancha de Urrutia, ¿te acuerdas de ellos? Los hijos
de la señora que había enviudado y a quienes ayudaste un par de veces, como
Urrutia y yo nos hicimos amigos en Paris, cuando yo tenía con qué y él no, a
veces cuando me lo encuentro en Bogotá me invita a pasear en su bote. Los
muchachos nos dijeron: la ley es para los bobos.
Querida tía,
esta mañana estuve leyendo un texto de William Ospina. No, no lo conoces, no
tiene nada que ver con los Ospinas constructores. Es ese muchacho de colita
larga que escribe en el espectador, ya hace rato te lo había comentado: William
es un muchacho muy inteligente, muy estudiado y escribe sobre el capitalismo.
No, William no creo que sea comunista, no debe serlo, si lo fuera no escribiría lo
que escribe: es estudioso. Y algo filosofo, ha escrito novelas: pero al grano tía,
de lo que estamos hablando es de un artículo que nos recuerda que nuestra
democracia es débil, que los que defienden la democracia y el capitalismo
en Colombia, no defienden el mismo capitalismo que defiende Obama. Uno
es un capitalismo ordenado, respetuoso de la ley, ordenado, que defiende la
propiedad privada, los valores democráticos y el interés común. El otro, que no
tienen inconveniente en sumarse al narcotráfico es el capitalismos salvaje. Es
un poco lo que ha sucedido en nuestro territorio
El Caribe, no podrá ser hasta que no reconstruya su historia de guerra reciente.
No basta con la inclusión de todos en justicia y paz, ciertamente no puede
cargar en su camino a una democracia participativa con el lastre de ser un
territorio donde la propiedad de la tierra no tiene legitimidad. Podría tener el
aporte legal y la escritura, pero sí hay dudas sobre la expoliación, el asesinato,
el chantaje. Esas lecciones civilizadoras, ese pensamiento político que, ¿qué
quiere el Caribe colombiano?, seguir siendo un territorio salvaje, inhóspito,
refugio de ilegales, de multinacionales. Esperamos una nueva guerra como
recuerdo, en reacción justa al despiporre de la última década. O vamos a
trabajar en un modelo de reconstrucción, con justicia, con reparación,
Manuel Zúñiga1
Simular Mapas
Si bien le debemos a la “historia blanca” y a su imaginería el supuesto canibalismo
de los prehispánicos y el nombre del mar interior como Caribe, este término es
más bien una reciente invención muy a pesar del esfuerzo de Gustavo Bell Lemus
quien en una investigación preliminar de 1995 vio cierta correspondencia entre la
desaparición de la palabra “Mar Caribe” en los mapas del Instituto Agustín Codazzi
como evidencia discriminatoria por parte de las élites del país andino. Pienso que
en el afán de diferenciación y reivindicación precisamos de un pasado visible, un
continuum visible, un mito visible de los orígenes que nos tranquilice acerca de
nuestros fines, pues en el fondo nunca hemos creído en ellos,2 surte el efecto
realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación
vuelve a cuestionar la diferencia de lo «verdadero» y de lo «falso», de lo «real» y de
lo «imaginario». El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta
«verdaderos» síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni
como noenfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la
enfermedad inencontrable en lo sucesivo.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
47
6 http://ecodiario.eleconomista.es/mundo/noticias/870968/11/08/Socorristas-cubanos-
de-Hermanos-al-Rescate-venden-avion-y-cambian-metodo.html
7 Diario Las Américas. “EE.UU. encubre a Raúl” Dice José Basulto, presidente de
Hermanos al Rescate. Por Ariel Remos / Publicado el 08-21-2006.
8 Para la ocasión, presento la transcripción un segmento de la canción “La Cuba Mía”,
interpretada a tres voces por Willy Chirino, Reutilio y Celia Cruz, donde se deja ver
el dolor y la nostalgia por volver, y la frustración por la muerte de Cruz en quienes la
escuchamos: Quiero pasear sin amarguras, por las calles de tu recuerdo, y rescatar
por fin al niño, perdido en mis pensamientos. Porque el tiempo y la memoria, juegan
juntos en esta historia... quiero volver sin mirar atrás, poder vivir para perdonar, quiero
sentir, quiero regresar a la cuba mía...
9 En una entrevista concedida a Silvia Lemus titulada “El barco donde estaba el paraíso”
y publicada por el diario El Tiempo el 16 de enero de 1994, Gabriel García Márquez
dijo: (…) cuando llego al Caribe todo mi organismo empieza a funcionar de otra manera
y mejor, como si lo hubiera puesto otra vez en su medio ecológico, del cual lo saco con
frecuencia. Me voy a Bogotá o a México, que están a dos mil y tantos metros de altura,
o me voy a Europa, que culturalmente es otra cosa por completo. Y cuando vuelvo
aquí todo empieza a funcionarme bien y empiezo a pensar mejor. No he escrito un solo
libro que no tenga sus raíces, al menos, en el Caribe. ¿Por qué? Porque no sé ver otro
mundo. Donde quiera que estoy, cualquier cosa que veo, cualquier experiencia que
tengo, no la comprendo si no la relaciono con el Caribe y con mis orígenes caribeños.
Entonces procedo por comparación; en cambio, aquí no es por comparación, aquí
es el mundo que conozco, el mundo en el cual me muevo, el único que entiendo. Sin
embargo la dificultad y restricciones de movilidad de muchos llamados caribes, dejan
mucho que desear de esta situación.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
49
Plantación y Globalización
Si se tratase de encontrar un elemento común en las culturas caribeñas, esta
podría ser que fueron creadas por grupos humanos en conflicto permanente con
el sistema dominante y la plantación azucarera (principalmente) esclavista presente
en la mayoría de las formaciones sociales bañadas por el mar Caribe. También
habría que mirar lo que Jean Casimir llama la Contra plantación. Lejos de edificarse
a partir de estilos de vida impuestos por Occidente, esta región inventó otras
formas de vida para superar los estragos causados por la sociedad esclavista.
La cultura caribeña, según esa teoría, es una respuesta a la sociedad económica
impuesta por la plantación, reconociendo una identidad etnocultural mestiza,
pero marcadamente afro-americana: la Afro-América Central.10 No obstante, esta
definición deja de lado otros Caribes, principalmente continentales, en los cuales
la plantación no sucedió como en el resto de la región, como es el caso del Caribe
Colombiano.
Sin adentrarme en las múltiples posturas en torno a la definición del Gran Caribe,
quisiera resaltar un fenómeno contemporáneo que a mi parecer, contribuye a una
idea de región.
Resulta irónico constatar cómo el relevo imperialista ha sido un fenómeno de
carácter regional, de tal manera que los impactos homogenizadores de EE.UU.,
del neoliberalismo y de la globalización económica, han hecho que se estudien
conjuntamente en Centroamérica y en la región caribeña. EE.UU. ha impedido
en la región el desarrollo de un grupo diversificado de inversionistas, sectores de
exportación, mercados e interpretaciones locales de democracia. Las pequeñas
compañías de la región compiten en desventaja en el mercado global. Sin embargo
la exposición económica que resulta de la globalización puede ejercer presión para
que los países de la región confronten sus problemas internos.
Esta circunstancia de dependencia con EE.UU. parecía limitar la compresión de lo
caribe a términos económicos: numero de importaciones sobre las exportaciones,
tratados de libre comercio, apertura a inversión extranjera, crédito y sobre
giros, deuda externa e inversión al sector servicios (turismo y explotación de
recursos naturales). Pero si algo hay que rescatar de todos este movimiento es
la tendencia a la sublevación, desde el cimarronaje, la abolición de la esclavitud y
la independencia iniciada por mestizos que reclamaban sentido de pertenencia,
luego de un doloroso proceso de conquista y colonia.
10 Ídem.
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
50
13 Ídem.
14 Geografías e imaginarios, Preparación para un ejercicio de Geoestética. Amalya Boyer
PhD. seminario de geoestéticas del caribe, Mincultura. 28/05/2009
Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura
52
Pareciese que todo conduce a reafirmar que los habitantes de las geografías
bañadas por el mar caribe son caribeños, sin embargo no debemos suponer
que este término signifique un esfuerzo totalizante, a pesar del uso de términos
Mundo-total e identidad, más bien apuntan a que estas categorías se construyen
desde cada cual independientemente de su pasado. De esta forma, el problema
de la Relación resurge en torno a la preocupación por el cómo entran en
relación nuestras propias raíces con las de los demás. Al abrirnos a los demás
corremos el riesgo de diluirnos pero, según Glissant, esta es nuestra única salida
actualmente, ya que encerrarnos en nosotros mismos solo puede conducir a la
miseria, a la guerra y a la devastación del planeta.15
Boyer, invitada en 2009 por el Ministerio de Cultura al seminario de Geoestéticas
del Caribe en Cartagena, aportó a la tesis de Glissant el término de “Archipélia”
como lugar de la geoestética,16 como nuevo espacio por el que circulan libremente
múltiples estéticas y poéticas. Este lugar busca producir un espacio en el que
diversos regímenes estéticos y poéticos puedan entrar en relación. Se podría
hablar entonces de una archipielización de los distintos regímenes de identificación
de las artes (poéticos, estéticos, occidentales, caribeños, etc.), diseminados en
tantos lugares de emisión como regiones y gentes pueblan esta Totalidad-Tierra,
como diría Glissant.
En conclusión, Archipélia responde a las exigencias del territorio e invitan a
cuestionar el regionalismo y la frontera como una totalidad englobada por una
que es capaz de construir cada sujeto desde su arraigo ancestral con el territorio,
antes que cualquier adjetivo Caribe. Sin embargo, para asimilar esta perspectiva,
es necesario superar condicionamientos de mayor arraigo, una especie de clichés
en la definición formal de lo Caribe.
15 Ídem.
16 Ídem.
17 Interculturalidad y Políticas Culturales, de Ignacio Abello. Universidad de Los Andes,
Departamento de Filosofía Bogotá.
Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?
53