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Quito, 22 de febrero de 2023

Estimada Comunidad Educativa

San Francisco de Asís con mucha seriedad la CUARESMA, porque es un tiempo de gracia, una oportunidad para apartarse de todo
y ponerse junto a JESÚS. La CUARESMA es vivir con Jesús, con un corazón humilde.
El MIÉRCOLES DE CENIZA, inicia la CUARESMA, un tiempo que se extiende por cuarenta días y nos conduce a la Pascua del Señor,
la victoria de la vida sobre la muerte: LA RESURRECCIÓN.
Para comprender este camino hacia la Pascua prepararnos a celebrar y vivir la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR, es imprescindible
recurrir a la Palabra de Dios que se nos propone para cada domingo de cuaresma:
PRIMER DOMINGO: 26 de febrero
No solo de pan vive el hombre (Mt 4, 1-11).
Nos habla de la condición humana en este mundo. La batalla victoriosa de Jesús contra las tentaciones, que da inicio a la misión
de Jesús, es una llamada, una invitación a hacer conciencia de nuestra fragilidad humana, para llenarnos de la gracia que libera
del pecado siguiendo a Jesús que es Camino, Verdad y Vida.
SEGUNDO DOMINGO: 5 de marzo
Su rostro resplandecía como el sol (Mt 17, 1-9).
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la Resurrección. Todo
cristiano tiene que hacer conciencia de que es llevado como los apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparte a un monte alto y
escuchar y recibir el mandato del Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escúchenle”. Es la invitación a alejarse
del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios, él quiere transmitirnos, una palabra que penetra en los más
profundo de nuestro espíritu, para discernir el bien y el mal y llenarse de las energías suficientes para seguir al Señor.
TERCER DOMINGO: 12 de marzo
La mujer samaritana. Dame de beber (Jn 4,5-42).
La petición que hace Jesús a la Samaritana en este Tercer Domingo de Cuaresma, expresa la pasión de Dios por el ser humano
que quiere suscitar en su corazón de saciarse de la sed de Dios. Sólo esta agua es la que puede saciar nuestra sed, para hacer el
bien, para vivir la verdad y gozar de la belleza divina. Esta agua es la que puede regar y fecundar el desierto de nuestro corazón,
“hasta que descanse en Dios” según lo dicho por San Agustín de Hipona.
CUARTO DOMINGO: 19 de marzo.
Bartimeo, el ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41).
En este texto, Jesús se presenta como la Luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros. “¿Tú eres el Hijo del
hombre?”, “Creo Señor”, afirma con alegría el ciego de nacimiento. El milagro de la curación es el signo de que Cristo es el signo
de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos
reconocer en él nuestro único Salvador. El ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como “hijo de la luz”.
QUINTO DOMINGO: 26 de marzo
Yo soy la resurrección y la vida Jn 11,1-45.
En este domingo se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia, “Yo soy
la resurrección y la vida”. Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, la esperanza en Jesús. La
comunidad con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de
los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia. Dios ha creado al
hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres a su
existencia personal y social, a la cultura, a la política, a la economía.
DOMINGO DE RAMOS: 2 de abril de 2023
Domingo de Ramos Mt 26,14 – 27,66.
Comienza la gran semana litúrgica que nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe
cristiana. La Semana Santa, pues, es un tiempo de profundas vivencias religiosas; recordemos ante la Cruz que es el triunfo del
amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.
El evangelio de la entrada en Jerusalén (Mt 21,1-11), con la procesión de la comunidad y los ramos, debe servir para inaugurar la
gran semana del cristianismo. Jesús, sin duda, ya sabía lo que le esperaba: el juicio, la condena y la muerte. Todo eso se ha
representado y se representa estéticamente muchas veces, pero en torno a aquella Pascua del año 30 no había nada teatral, sino
la dura realidad de “alguien” que sabe lo que quiere. Jesús no se deja ilusionar por los gritos de “Hosanna”.
Señor, no quiero verte llorar sobre mi vida, y quiero ser humilde, obediente, fiel. Haz, Señor, que mi vida no sea un llanto para ti,
sino que sea una continua alabanza de tu amor y una continua alegría. Y que pueda decir "¡Hosanna, Jesús, porque me quieres!
¡Hosanna, porque me perdonas! ¡Hosanna, porque Tú eres mi Rey!".
LOS SIGNOS DE CUARESMA
Con estos signos, se nos invita a vivir de forma radical el amor de Cristo.
AYUNO:
No solo de comida y bebida, sino también de nuestro egoísmo, vanidad, orgullo, odio, pereza, murmuraciones, malos deseos,
venganza, impureza, ira, envidia, rencor, injusticia, insensibilidad ante las miserias y necesidades del prójimo. Para el franciscano
nos abre mayormente a Dios y a las necesidades de los demás, hace que el amor a Dios sea también amor a prójimo.
LIMOSNA:
No solo material, sino prestar ayuda a quien la necesita, enseñar al que no sabe, dar un buen consejo a quien lo pide, compartir
alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. Esta práctica nos recuerda el primado de Dios y la
atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre que es bueno y recibir su misericordia.
ORACIÓN:
Sin oración, tanto el ayuno como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración, Dios va cambiando
nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso. La oración es generadora de amor e induce a la
conversión interior. La oración nos lleva como Francisco a abrazar la cruz y proclamar con nuestra vida “conozco a Cristo pobre y
Crucificado”, 2Cel. 105.
San Francisco nos enseña en Cuaresma, hay que detenerse un momento para abrir nuestra vida y ponernos en manos de Dios, es
un llamado a contemplar el misterio de la Cruz, para la conversión, para dejarnos transformar por Cristo que da la vida por
nosotros, muere en la cruz y vence a la muerte con la resurrección.

Fr. Mario Aguilar


RECTOR

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