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COLECCION
COMUNICA
C I O N E S
NOMADAS
Directores de colección
&
Rodrigo Browne Sartori Víctor Silva Echeto
Norval Baitello junior
La era de la Iconofagia. Ensayos de comunicación y cultura
Imprime: Publidisa
ISBN:
Depósito legal:
X
Prefacio: ¿Devorar imágenes? ¿Ser devorados por ellas?
Parte I: La Comunicación, La Violencia y sus Dialectos.
La occidentación
La senilización
La sedación
La perdida del presente
La cultura del eco
El cuerpo entuiasma
X
Guerra, el nombre del otro
X
Cuba en la guerra de los intelectuales
X
El cuerpo de letra: la guerra de luz
X
Obscenidad:
la guerra de los cuerpos
X
La comunicación:
Indice
de vínculos, sus raíces, sus historias, sus sueños y sus locuras, su lastre y su
levedad, sus determinaciones y sus indeterminaciones.
***
como Harry Carl Fritz Pross, naciera cinco años después de que la misma
bandera fuera rescatada por la Liga de los Soldados Alemanes del frente.
La larga vida de los símbolos únicamente es posible gracias a sus
soportes, a las imágenes, (no importa en qué tipo de lenguaje: visual,
auditivo, olfativo, táctil o performativo), por cuanto no es el soporte lo
que se vacía cuando se inflacionan y vacían las imágenes, sino que son
los símbolos los que se pierden. La crisis de la visibilidad no es una
crisis de las imágenes, pero sí una rarefacción de su capacidad de apego.
Cuando el apego entra en crisis, son necesarias más y más imágenes para
así alcanzar los mismos efectos. Lo que se tiene así es una descontrolada
reproductibilidad.
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Las anamnesis sociales benjaminianas -y sobre todo sus anamnesis
culturales- enseñan que no nos encontramos delante de una mera e
ingenua posibilidad técnica, delante de un creciente refinamiento y
perfeccionamiento en la forma de lidiar con las imágenes, que son obligadas
a la multiplicación y a la reproducción descontrolada. El potencial
constructivo -o destructivo- de las intervenciones sociales y culturales
por medio de las imágenes puede ser inmenso cuando ellas corporifican
una relación viva entre el hombre y sus referencias, sus símbolos. Cuando
portan valores, ellas sustentan los vínculos entre el hombre y sus raíces
culturales e históricas. Pero cuando se vacían, transportan a la superficie
y demuestran el vaciamiento de los valores de referencia de una cultura,
valores que Kart Heinrich Fierz denomina “símbolos directores”. Fierz
(1997: 448) analiza algunos pasajes de la historia humana en los cuales hay
vaciamiento y pérdida de un símbolo director y postula que “La pérdida
de un símbolo puede debilitar la esencia de la humanidad y ser como un
terremoto en la historia del mundo” (p. 448). Analizando el antiguo Egipto,
en el período entre 2500 a. C. y 2160 a. C., verifica que la decadencia del
Estado - Pirámide y Su Rey - Dios provocan una crisis de credibilidad que
recae sobre el hombre común en la forma de una pérdida de referencias, de
pérdida de “su símbolo organizador”.
“La pérdida del liderazgo superior, divino y real, (escribe Fierz) provocó
un caos externo e interno en la sociedad egipcia. En el transcurso de la historia
se realizaron varios intentos por encontrar un nuevo orden que se siguiese al
colapso del orden viejo y arcaico. (…) El faraón Amenófis IV, que se llamó a sí
mismo Acnaton, (…), bien adelantado a su tiempo, intentó separar las esferas
siendo indispensable.
Fabrício Silveira (2003) se refiere al “cementerio de objetos
muertos” e investiga los locales de emergencia de una visión de reciclaje,
no solamente de los objetos descartados, sino también de las imágenes
asociadas a estos objetos. El dadaísmo berlinés de Johannes Baader, Raol
Haussmann y Hannah Höch ya acusaba el potencial de las imágenes-
basura en sus collages, a partir de los carteles sacados de las calles (Baitello
jr., 1993, Baitello jr., 1987).
Dietmar Kamper, por eso, señala otro aspecto del problema: el
crecimiento exponencial de la invisibilidad, ya no por obra del olvido
deliberado, por obra del descarte, sino antes que nada por la actuación
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excesiva y descontrolada de las imágenes, por el descontrol y por el exceso
de reproducción, por lo tanto, por su inflación. No se trata aquí más
de fatiga del objeto y de sus materiales, sino de la fatiga del mirar y su
cuerpo, provocada por el desmesurado abuso de la reproductibilidad de
la imagen.
hacia el sol naciente. “¡Sé oriente, rapaz!” (¡Se Oriente, joven!), dice la
canción de Gilberto Gil. La propia palabra que designa al sol naciente
se tornó el signo del rumbo de la vida. Y la vida tomó ese rumbo como
búsqueda de las fuentes de riquezas, como en las navegaciones, como en los
descubrimientos, como en la expansión de las fronteras del mundo, hacia
afuera, ampliando las fronteras geográficas y, hacia dentro, ampliando las
fronteras tecnológicas generadoras de las imágenes, perfeccionando los
mecanismos de captura del tiempo de vida.
La era de la orientación generó un aparato comunicacional vuelto
hacia la expansión y la conquista, primero de los territorios reales, después
de los territorios virtuales, primero de los tiempos reales (“tiempo de
20
vida” para Blumenberg), después de los tiempos potenciales (aceleración,
superposición y multiplicación del tiempo, presentes en el tiempo social y
cultural). Así, la era de la orientación, con la atención y el mundo vueltos
hacia el sol naciente, la competición por el mirar, sigue una vía que se satura
a cada paso con nuevos recursos y aparatos de luz y de razón. Como no hay
chance para el receso ni para la sombra, ésta se instala defensivamente en el
mirar, que se turba por ofuscación. La fatiga no está más en los materiales
del mundo que se tornaron perennes y omnipresentes. La fatiga se instala
en el mirar que ya no ve lo que avista, ya no entrevé lo que ve, ya no anima
lo que entrevé. Fatigado el gran sentido de alerta, se tornan los cuerpos
presas fáciles de los monstruos de la luz y pasan a ser devorados por las
imágenes, criaturas de luz, de la expansión y de la conquista, de las leyes de
la economía y de la economía de las señales (Cf. Pross, 1981 y 1989).
Iconofagia Y Miedo
Más arriba hablamos del miedo intrínseco que nos evocan las
imágenes al recordarnos la muerte. Por ese miedo inflamos los signos, los
símbolos y las propias imágenes, para que nos protejan como escudos. Y
pasamos así a vivir dentro de la armadura de los signos y de los símbolos,
de las imágenes de los cuerpos. Pero es imposible ver el mundo por detrás
de los escudos. Lo que vemos es el lado o la fase interna de los escudos,
que nos recuerdan el miedo del mundo y el mundo del miedo. Por lo
tanto, también forma parte de la naturaleza de la imagen su vínculo con la
proyección de la sombra (Cf. Belting, 2000). De la sombra nace la imagen,
como de la muerte nace el retrato de la persona muerta, la “imago”. Y el
miedo ancestral está arraigado en los meandros de la imagen. No es por
casualidad que las imágenes nos capturan, nos inmovilizan, nos petrifican,
La Era de la Iconofagia
La Senilización
La juvenilización de la violencia
Junto con innumerables cambios sociales provocados por las
alteraciones del uso del tiempo, tal vez el cambio más importante sufrido
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por los hombres fue aquel que Edgar Morin llamó de “juvenilización” del
hombre. Quiso decir con esto que el hombre pasó y pasa por un proceso
de prolongamiento de su tiempo de aprendizaje, siendo sometido a un
verdadero bombardeo de nuevas informaciones durante toda su vida.
El aprendizaje, indefinido y crecientemente prolongado, trae con él
la permanencia del espíritu lúdico infantil y de la creatividad juvenil,
expandidos hasta la más avanzada edad de vida. La juvenilización trae
también liviandad inconsecuente e irresponsable, la jovialidad y la alegría
a la cual se refería Benjamin, como parte constituyente del “carácter
destructivo”. El homo sapiens (que para el mismo Edgar Morin no es
solamente “sapiens” sino también “demens”) pasa a conservar por toda su
vida características propias del niño y del adolescente: la capacidad de jugar,
la disposición para aprender, la vitalidad y la fuerza (física o simbólica), el
espíritu de desafío y de competición.
La fase luminosa de la juvenilización es la ampliación del tiempo de
aprendizaje, la manutención del espíritu de descubrimiento y la institución
de una duradera vitalidad, de una vida completa siempre con actividades
nuevas y desafiantes. El “tiempo del mundo”, tiempo social y cultural
por excelencia, se proyecta sobre el “tiempo de vida” (Hans Blumenberg)
alargándolo, haciéndolo elástico y desafiante de los límites de la propia
naturaleza humana. El espíritu de la jovialidad y de la alegría, que se
expande invadiendo la madurez y la vejez, está siempre presente, tanto en
los sutiles impositivos del convivir diario de las familias como en los menos
sutiles desafíos de la vida urbana que exigen de los viejos agilidad y estar
despiertos para continuar ocupando el espacio público.
La Era de la Iconofagia
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La Sedación
Medios y Sedación2*
40
La Pérdida Del Presente
La pérdida del Presente y la Pérdida de la Propiocepción3*
Je näher man ein Wort ansieht
desto ferner blickt es zurück.
(Cuanto más de cerca se ve una palabra tanto más de lejos ella nos
devolverá la mirada)
Karl Kraus
“Yo lo intuía cuando N. me dijo del poder de cura que tenían las
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manos de su mujer (…) También se sabe como la narración que el enfermo
cuenta al médico en el comienzo del tratamiento se puede volver el inicio del
proceso de cura. (…) No sería acaso curable toda enfermedad, si no se la dejara
navegar lo suficientemente lejos -hasta la desembocadura- en el flujo de la
narración. Se considera que el dolor es un dique que resiste la corriente de la
narración entonces se verá con claridad que él será roto donde el declive sea
fuerte, llevando todo lo que encuentra en su camino hacia el mar del feliz
olvido. La caricia diseña un lecho para esta correntada”.
La Pérdida de la Propiocepción
La propiocepción es el sentido del propio cuerpo. Descubierta por
Sherrington en la década de 1890, constituye el otro sentido, además de
la visión, el olfato, el tacto, el paladar y la audición. El neurologista Oliver
Sacks (1988: 51-60), en su narración “La Dama sin Cuerpo”, relata el
caso de su paciente que perdió la propiocepción y no sabía dónde estaban
su cuerpo, sus piernas, sus brazos, su tronco, y únicamente quedaba
acostada pasivamente sin poder usar las partes que ya no sentía. Sacks trata
el disturbio neurológico de la pérdida de la propiocepción por medio de
la visión como compensación parcial de la pérdida del cuerpo. Mirar el
La Era de la Iconofagia
Y concluye:
Así, una imagen nunca será solamente una presencia, sino también
una ausencia. Se hace, por lo tanto, necesario rastrear sensiblemente la
violencia como la sombra de las figuras a quienes les confiamos el estatus y
el poder de la realidad. Para que ellas no nos comanden, violentamente.
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4) Cf. Debray, Regis (1994) Vida y muerte de la imagen. Una historia de las miradas
en Occidente, Barcelona, Paidós.
del día. Son mucho más, en su origen y desde entonces, habitantes de la
noche, poseen mucho más aspectos invisibles de aquellos que se dejan ver,
mantienen estrechos lazos históricos con lo sombrío y con lo insondable,
con las zonas profundas de nosotros mismos, con las cuales tememos tener
contacto.
Imágenes, en un sentido más amplio, pueden ser configuraciones de
distinta naturaleza, en diferentes lenguajes: acústicas, olfativas, gustativas,
táctiles, propioceptivas o visuales. Por tanto, en este sentido, la mayoría
de ellas son invisibles y pueden apenas ser percibidas por sus vestigios o
por los otros sentidos que no son la visión. Más allá de eso, aquellas que
son visibles poseen también al menos algunas facetas y aspectos invisibles
a nuestros ojos. Esto quiere decir, que al lado o atrás de la visibilidad de
una imagen emergen numerosas configuraciones que la acompañan y que
nuestros ojos no consiguen ver. Y, más que eso, los procedimientos de esas
configuraciones invisibles son imprevisibles, pues ellas se alimentan de las
capas, de la historia y de las historias sepultadas del hombre, se enraízan en
las profundidades invisibles del olvido y, una vez que cada persona vive las
historias propias y ajenas de manera distinta, las sombras que acompañan
las imágenes pueden solamente ser intuidas y penetradas como campos de
probabilidades, un espacio comunicativo de improbable determinación, a
veces imposible de ser determinado.
Una ciencia que investigue las imágenes y una práctica que las
pretende utilizar fracasará si no se construye sobre cimientos históricos
y culturales, si permanece sólo en la superficie de las tipologías y en las
Cuanto más miedo, tanto más imágenes, este es el principio del así
llamado “segundo capítulo en la dominación del miedo” (Kamper, 1994
“El principio de la reproductibilidad infinita e incansable de las imágenes”).
Karl Pawek ya señaló el fenómeno de la creciente proliferación de las
imágenes en 1963, en su notable “Das optische Zeitalter. Grundzüge einer
neuen Epoche” (La era óptica. Fundamentos de una nueva época. 1963:
15), refiriéndose al “triunfo de los ojos”, que solamente “encuentra paralelo
en el triunfo que la razón festejó en los siglos 17 y 18”. La comparación
de Pawek también aborda la “inundación de las imágenes”, que no se
corresponde con un incremento en la capacidad de la visión humana.
La compulsión hacia la reproductibilidad conduce a una inflación
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de las superficies y a una creciente pérdida de las profundidades, marcas
inconfundibles e indelebles del cuerpo. Así sucumben los cuerpos,
en la pérdida de la dimensión de la profundidad. Y porque sucumben
los cuerpos, las personas se transforman en imágenes de las imágenes,
superficies de las superficies. Cuerpos de imágenes e imágenes de cuerpos,
ya no se distinguen bajo el imperativo compulsorio de la reproductibilidad,
abriendo camino para otro orden social. La nueva sociedad no vive más de
personas, hechas de cuerpos y vínculos, se sustenta ahora sobre los pilares
de una infinita “serial imagery”, una secuencia interminable de imágenes,
siempre idénticas. Lo que se admira y se desea ya no es más la diferencia,
sino la absoluta semejanza. Ya no es más la capacidad creativa y adaptativa
lo que sobresale, sino la necesidad de pertenencia. Ser aceptado, ser adepto,
ser adaptado; el nuevo carácter juvenil ya no es alegremente demoledor
como lo preconizara Benjamin (1982). En la “serial imagery society” no se
permite no ser una imagen, no hay espacios para las no imágenes, ni siquiera
por simulación, ni siquiera en las fracciones y en las rendijas de la vida-
imagen. El “sentimiento de nosotros” (“Wir- Gefühl”) descrito por Pross,
tan cultivado por la propaganda nazi- fascista, vuelve a actuar con potencia
devastadora, esta hecho no contra el otro, sino contra las profundidades
del sí mismo, pues el otro gran indeseable está dentro de sí mismo, es la
introspección, el mirar para el fondo de sí mismo. La sociedad imagética
no abre espacios para las complejidades y exigencias del cuerpo, para las
corporeidades, porque ellas insisten en emerger como diferencias, como
marcas propias, como peculiaridades, como singularidades. Sin embargo,
en el paso hacia la sociedad imagética hay un estadio intermediario, traído
por la revolución industrial, en preparación para la creciente disolución del
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Eco-Logia En Lugar De Ecología, Ecos En Vez De “Oikos”5
Con la consolidación de la sociedad imagética, entra en escena
otra figura de tipología arcaica: la figura del “eco”6. La reproductibilidad
posibilitada por los recursos técnicos obedece a una lógica del eco, de
repetición de las sílabas finales, de los sonidos finales, de impresiones
finales y superficiales. No hay memoria profunda, hay apenas recuerdos
epidérmicos. Así también actúan las series de imágenes reproducidas: se
repiten sus superficies, sin memorias viscerales. Aparentemente iguales,
pero en el fondo y de verdad, ya se revelan víctimas por la fatiga de la
imagen-madre, pues ya no hay más resquicios de las cosas, apenas el eco
de sus superficies. La desmemoria de la sociedad mediática no tiene otro
fundamento que no sea el principio de la Eco-Logia.
Si esto de hecho ocurre, entonces ya no tiene sentido cualquier
intento de Ecología, pues ya no puede haber más cualquier “oikos”,
cualquier preocupación por el ecosistema ambiental o comunicacional será
superflua, pues la sociedad de la imagen está regida por la infeliz ninfa Eco,
rechazada por Narciso y que apenas repite lo que oye, tan sólo repite las
últimas sílabas, los últimos sonidos. Si la Ecología plantea una integración
La Era De La Iconofagia
El paso de la sociedad entómica a la sociedad imagética transformó
en evidente el fenómeno de la iconofagia, la devoración de las imágenes,
junto con la voracidad por las imágenes y la gula de las propias imágenes.
Por miedo a la muerte participamos -en el amanecer de la hominización- de
la producción de las imágenes de los muertos. Por medio de las imágenes
de la muerte, pasamos a acelerar la producción de imágenes, con el
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7) Imafuku Ryuta dictó un curso en la Pontificia Universidad Católica de São Pau-
lo/COS/CISC en marzo de 2004. Grabaciones en video en archivo del CISC.
objetivo de apartar o alejar la vivencia de la propia muerte. Tales imágenes
en proliferación exacerbada nos remiten aún al recuerdo de la muerte. Para
huir a ese destino, las imágenes pasaron a ser superficiales de tal forma
que recuerden tan sólo a otras imágenes. Igualmente el procedimiento de
animación acelerada intenta la misma huída, por un lado por la animación,
imagen del movimiento, por otro por la aceleración, impeditivo de la
introspección. Así, al consumir imágenes ya no las consumimos por su
“función ventana” (Kamper), sino por su “función biombo” (Flusser). Al
revés de remitir al mundo y a las cosas, ellas pasan a bloquear su acceso,
remitiendo solamente al repertorio o repositorio de las propias imágenes.
Así, hace tiempo que las imágenes proceden de otras imágenes, se
originan en la devoración de otras imágenes. Tendríamos ahí el primer grado
de la iconofagia. Las imágenes que pueblan nuestros medios imagéticos
se constituyen, en gran parte, de ecos, repeticiones y reproducciones de
otras imágenes, a partir del consumo de las imágenes presentes en el gran
repositorio.
El segundo grado de la iconofagia, surge cuando los humanos
comienzan a consumir imágenes. No consumimos más las cosas, sino
que consumimos sus atributos imagéticos. No se trata de penetrar en
las imágenes, hacer uso de su “función ventana”, transportarnos más
allá de la imagen. Se trata, efectivamente, de consumir su epidermis, su
superficie y superficialidad. “Consumir” proviene del latín “consumere”,
con los significados de ‘comer, devorar’, ‘destruir, debilitar’, ‘hacer morir,
extenuar’. Con tales significados, el concepto ‘consumo de las imágenes’
La Escalada De La Auto-Referencia
Un atributo de la cultura humana es su capacidad de intervenir
sobre la vida social y biofísica del propio hombre. Todos los productos
del imaginario humano siempre poseyeron una ascendencia sobre aquellos
imperativos del cuerpo que debían ser domesticados, modificados o hasta
suprimidos por las reglas de la propia cultura. Un ejemplo de efectividad
-a veces dramática- de este principio ofrecen los estudios de la medicina
La Era de la Iconofagia
EL CUERPO EN QUIASMA
¿Cuál Cuerpo?
“¿Qué cuerpos?” ¿Cuál cuerpo? Éste fue el nombre de un evento
celebrado en noviembre del año 2000, en Potsdam - Berlin (Alemania),
organizado por Dietmar Kamper, ex profesor de educación física y danza,
62
filósofo y sociólogo, uno de los primeros en hablar de una sociología del
cuerpo. El título del evento quería indagar, al final, lo qué es ese cuerpo, esa
entidad múltiple y compleja por excelencia. ¿Y a cuál de sus concepciones
nos referimos cuando hablamos de cuerpo? ¿Cuál es el cuerpo que
cultivamos, que vemos, que cargamos o que nos carga por la vida? ¿Al
final, existe un sólo cuerpo o cada persona entiende su propio cuerpo y lo
trata distintamente?
El evento, planificado con gran antelación, terminó trasformándose
en un homenaje a ese maestro tan generoso que allí estaba luchando
efusivamente a favor de su propio cuerpo, luchando por la sobrevivencia
después del reciente descubrimiento de una enfermedad terminal8. La
proximidad de la muerte y la presencia de la vida conferían al evento un
carácter inusitado: todas las charlas buscaban entrever la grieta de lo posible
dentro de lo imposible, desde la apertura del antropólogo francés Marc Augé
hasta el cierre con la charla del propio Dietmar Kamper: lo paradójico de
la fugacidad de toda permanencia como permanencia de toda fugacidad.
El quiasma que ahí se configuraba brotó con fuerza como la respuesta más
plausible. Surgía como primera respuesta al título: “¿Cuál cuerpo?” la figura
del quiasma9 plasmado por la historia reciente del hombre occidental: el
cuerpo vivo y concreto es movimiento, por ser movimiento es tiempo y
memoria, y por ser tiempo, es abstracto y fugaz; por ser fugaz, su propia
materialidad es su mayor obstáculo. Por lo que el cuerpo sólo es concreto
cuando se construye con abstracciones. El cuerpo material es puro espíritu,
porque se constituye de historia e historias, de voces del pasado y del futuro,
de arqueologías oníricas y de sueños arqueológicos. Somos marcados por
el destino en cruz de todo quiasma, sobre todo cuando se trata de esta
El Cuerpo Bomba
Los mitos dan cuenta que el hombre fue hecho por los dioses a su
imagen y semejanza. El cuerpo sería, en la concepción mítica, la expresión
de la imagen y de la semejanza de los dioses. Ese es el primer capítulo de una
larga historia que intentó apuntar exactamente hacia lo contrario de lo que
rezaban los grandes mitos: no habrá semejanza sino diferencia, no habrá
perfección sino imperfección. Y como este hecho sometió al cuerpo a un
largo y duro proceso de domesticación y civilización, cabía superarlo en su
condición material y visible, cabía volverlo inefable e invisible, inmaterial
como los dioses. O entonces, cabía destruirlo, trasformándolo en imagen,
construyendo un cuerpo en efigie. Los ejemplos de los cuerpos-bomba
que proliferan en los relatos diarios de los medios son elocuentes, pero
no son los únicos. El episodio del 11 de septiembre de 2001 es el ejemplo
más acabado de esa versión del cuerpo. Los cuerpos que se sacrificaron en
aquel hecho notable eran mensajeros de un dios y no dudaron en ningún
momento en servir a ese dios, habiendo encontrado en esa auto-inmolación
el atajo más corto para llegar a él. No imaginemos, por eso, que son sólo
los terroristas quienes portan cuerpos-bombas, tampoco imaginemos que
La Era de la Iconofagia
el dios islámico sea el único que acepta los cuerpos bombas. La civilización
occidental cristiana ha sido maestra en la construcción de cuerpos-bomba
de diferentes tipos, bombas-relojes, bombas con un dispositivo automático
de explosión programada y bombas de efecto explosivo duradero e
imperceptible, bombas de explosión retardada, bombas de micro-
explosiones diarias. Tampoco los dioses a los cuales se sacrifican los cuerpos
son solamente los dioses de las religiones y de la mitología: otras entidades
titánicas o divinidades primitivas, conjuntamente con otras configuraciones
con caracteres y poderes divinos dividen el escenario de comando de los
cuerpos-bombas. Esos otros dioses asumen extraños nombres modernos:
‘trabajo’, ‘deporte’, ‘elegancia’, ‘salud ’, ‘moda’, ‘mercado’, ’economía’. Por
64
detrás de tales nombres y muchos otros todavía se esconden frecuentemente
preceptos y mandamientos devoradores de cuerpos-bombas.
El Cuerpo-Química 10
“¿Cuál cuerpo?” puede tener todavía como respuesta un cuerpo
biológico fabricado lentamente por el azar, programado de las leyes de
la evolución, por la complejidad de los organismos y de los procesos
bioquímicos.
Todo en ese cuerpo será dado biológicamente, bioquímicamente.
También el lenguaje para dialogar con ese cuerpo será el lenguaje exclusivo
de los cambios bioquímicos, las interferencias de la voluntad solamente
podrán efectuarse por intermedio de agentes químicos. Origen y destino
serán igualmente dados por los procesos evolutivos y por los cambios
de sustancias. Es interesante hacer notar que ese cuerpo bioquímico,
fabricado por esta entidad abstracta de evolución biológica también
tiene alguna característica del cuerpo sagrado fabricado por los dioses: su
voluntad se sitúa en una instancia externa y abstracta, en la instancia de la
evolución con sus leyes propias. Todo en el cuerpo será regido por ella y su
laboratorio: la memoria y las emociones, los sentidos y los significados, los
valores y los humores, las actitudes y los comportamientos, los deseos y las
repulsiones. La historia se reduce a una compleja secuencia de reacciones
químicas. Ninguna imagen se produce en la mente del hombre que no sea
determinada por la voluntad de las células, los tejidos y su metabolismo.
Ninguna idea surge si no está debida y previamente trazada por las neuronas
y sus redes, que no esté traducida y trasmitida por las sinapsis. Nada escapa
a la genética y sus dispositivos, y por eso, será la genética el escenario de los
nuevos embates globales. Quien domine el ejército de los genes dominará
65
10) El cuerpo-química o el cuerpo genético o el cuerpo producto (de la evolución
biológica) son expresiones usadas aquí simplemente en su sentido emblemático.
orgánico. Todo pasado pasa a ser tosco, imperfecto y primitivo y la historia
es apenas el testimonio de la imperfección pretérita. Y todo presente es
apenas el escenario de los proyectos futuros, el pasaje para la inexorable
evolución, para el proceso de los cambios metabólicos perfectos.
El Cuerpo-Máquina
La otra posibilidad de cuerpo será la del cuerpo-máquina. No
fabricado por un agente externo al propio cuerpo, un dios o una ley
evolutiva, sino fabricado por el ser humano. Aquí tenemos la producción
de un cuerpo funcional que debe atender las necesidades específicas de la
función que va a ejercer durante su vida. La fabricación del cuerpo-máquina
tiene una historia igualmente extensa que comienza en el momento en
que el hombre desarrolló herramientas y tiene un capítulo relativamente
reciente, desde que pasó a incorporar las herramientas en su propio cuerpo
o desarrollando su cuerpo a la imagen y semejanza de las herramientas.
Los experimentos y transformaciones quirúrgicas, las diferentes prótesis
sustitutivas o transformadoras ejemplifican la fabricación del propio cuerpo.
Se fabrica un cuerpo funcional que va a servir mejor para esta u otra tarea,
para esta o aquella finalidad, para esta o aquella situación. Una máquina,
sin embargo, es un producto que está sujeto al desgaste y, finalmente, al
descarte. Así, el cuerpo-máquina, construido por el propio hombre no
puede nunca pensar en su escenario futuro, pues su único destino será la
obsolescencia y, posteriormente, su desecho. El cuerpo-máquina es todavía
La Era de la Iconofagia
¿Cuál Lenguaje?
El pensador de la comunicación, periodista y cientista político
Harry Pross, propone una elemental (pero no poco arriesgada) definición
del proceso de comunicación.
Él afirma que toda comunicación, o todo proceso comunicativo
-no importa cuántos aparatos se usen- empieza en el cuerpo y termina en
el cuerpo. No habría radio, televisión, teléfono, ordenadores en red, sino
tuviéramos en el inicio y en el final de cualquier medio un cuerpo vivo.
No tendríamos en fin comunicación si al frente del aparato (de teléfono,
por ejemplo) y detrás del otro aparato (de teléfono, de fax, de televisión, de
radio, etc.) no hubiesen personas. Por eso, Harry Pross llama al cuerpo el
“medio primario”11 . Así, se expande, según el maestro alemán, el concepto
tradicional de medio que antes se restringía a los periódicos, la radio, la
televisión y similares. Según la reflexión de Harry Pross, el medio es mucho
más amplio de lo que es el periódico, la radio, la televisión e Internet.
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13) Cf.Ashley Montagu (1969:117), cuando se refiere al concepto de Alfred Kor-
zybski de “time binding”, “vinculación del tiempo”.
sobre objetos más duraderos que el propio cuerpo. Ese mismo cuerpo
tridimensional, terminó aprendiendo a dejar señales sobre las paredes de
la cavernas, señales de sus manos, de su hacer, señales de sus vivencias y
de sus temores, señales y registros de sus imágenes, de las imágenes que
él vivenció o de las imágenes que él imaginó. Ahora las imágenes creadas
sobre los más variados soportes -sobre la piedra, sobre la madera, sobre
la piel- son bidimensionales. Son representaciones planas producidas por
el cuerpo, son traducciones planas de objetos no planos. Además, al ser
inscriptas en materias perennes se convierten en superficies destinadas a la
eternidad, con vocación de suplantar la finitud de los cuerpos.
Las imágenes, que proliferan vertiginosamente, pasando a
ocupar todos los espacios bidimensionales del mundo del hombre,
comienzan a ejercer una presión irresistible sobre los cuerpos verdaderos,
tridimensionales, palpables, táctiles, históricos (por lo tanto, sujetos al
tiempo y al envejecimiento).Terminan interfiriendo sobre los cuerpos
y llevándolos a asumir cada vez más características bidimensionales, a
volverse planos, a transformarse en imágenes. Pero esa transformación no
termina ahí. Las imágenes originalmente diseñadas en las paredes de las
cavernas, sobre las piedras, rasgadas sobre la piedra, sobre el cuero, sobre
los huesos de los animales o sobre la madera, se fueron simplificando y
transformando en líneas a las que se confiere el nombre de “escritura”. Y
el modo de los objetos tridimensionales pasó a ser traducido por líneas de
una única dimensión lineal. Así comenzaron a escribirse los cuerpos en
La Era de la Iconofagia
73
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Los Vínculos Y La Comunicación
Vínculos Y Complejidad: Comunicación, Medio Y Cultura
La Explosión de la Información
Hace poco más de 100 años, los límites de la historia abarcados por
la historiografía humana alcanzaban modestos períodos de pocos millares
de años. Hoy el hombre intenta lanzar puentes (aunque hipotéticos) no
sólo con el origen del universo, con el llamado big-bang, sino también con
las raíces remotas de los códigos de la comunicación humana. Constata
que la capacidad comunicativa no es privilegio de los seres humanos; está
presente y es bastante compleja en muchos otros momentos de la vida
animal, en las aves, en los peces, en los mamíferos, en los insectos. El hombre
procura comprender la complejidad de su comunicación a partir de una
reconstrucción hipotética de la evolución filogenética de sus códigos. Es
como si el tiempo de nuestra historia se hubiese expandido también en un
tipo de explosión. Los recortes sincrónicos de breves períodos de la historia
no dan ya cuenta de las necesidades cognitivas de la actualidad. Se expande
el tiempo que debe ser conocido y se expande el espacio de los objetos que
debemos tener en cuenta para el conocimiento de una determinada área.
La ampliación del espectro visible refleja el espantoso crecimiento de los
objetos con los cuales el hombre hoy -de alguna forma- tiene que lidiar,
sea como objeto de su investigación científica, sea como conocimiento
que modifica su praxis. Con ese espectro, cada vez más amplio, y aún en
crecimiento exponencial, podemos decir que estamos no sólo ante una
La Juventud Obsoleta
Otro texto cultural bastante difundido es el de la juventud y su
transformación en parámetro universal, aplicable a todos los objetos. La
universalización del concepto de juventud presupone su transformación
85
en categoría atemporal. Esto trae como consecuencia, la pérdida de una
escala de grados y matices variados. Se coloca en su lugar el par de opuestos
“nuevo-obsoleto”. Tal preservación transformada en creencia justifica el
descarte inmediato de personas y cosas, restringiendo su vida útil a un
período breve, después del cual alcanzan su obsolescencia y descarte.
Todo lo que no es nuevo tiende a ser obsoleto y, por tanto, destinado
al descarte. Se crea no sólo la creencia en la juventud y en la novedad
en tanto categorías inmutables, también sus consecuencias prácticas, es
decir, la diversidad de personas y objetos en diferentes estadios y grados es
eliminada por el descarte.
El Espacio Nulodimensional
La Crisis De La Visibilidad
Cuerpo E Imagen
Como el alimento de las imágenes es la mirada y como la mirada es
94 un gesto del cuerpo, transformamos al cuerpo en el alimento del mundo de
las imágenes -me refiero aquí a uno de los dos tipos de “iconofagia” posibles
(cf. Baitello jr. 1999 a y Baitello jr. 2000)- inaugurando un circulo vicioso.
Cuanto más vemos, menos vivimos, más necesitamos de la visibilidad. Y
cuanto más visibilidad, tanto más invisibilidad y tanto menos capacidad
de mirar. Así, el primer sacrificio de ese circulo vicioso termina por ser el
propio cuerpo, en su complejidad multifacética, táctil, olfativa, auditiva,
performática y propioceptiva. La reducción del cuerpo al “observador de la
observación” es el testimonio más patente de un proceso de pérdida de la
propiocepción (el sentido del cuerpo para la percepción de sí mismo). La
transferencia de las vivencias del cuerpo al mundo de las imágenes significa
también su transferencia a un tiempo in efigie, congelado en un eterno
presente y, por tanto, sin presente. La imagen de un presente será siempre
la de su propia ausencia. Tal cual ya estaba presente en la palabra latina
imago, la imagen se asocia al retrato de la muerte14.
14) La palabra latina imago posee un significado recurrente de “retrato (de persona
muerta), sombra, espectro, copia, imitación, recuerdo, fantasma, visión”. Su ori-
gen indo- europeo no es claro, teniendo como un posible radical más próximo el
verbo magh-, con el significado de “tener poder”. De este radical viene la palabra
presente en el latín vulgar exmagare, que significa “tirar las fuerzas”. Del mismo
El Cuerpo Invisible
Una de las instancias alcanzadas por este proceso de creciente
transferencia de valor es el desvalor, otra es el propio cuerpo, en su
motricidad, en su comunicabilidad, en sus cualidades biofísicas y en sus
cualidades culturales, de archivo vivo y memoria de la historia y de la
cultura humanas.
La creciente transformación del cuerpo en imagen de cuerpo
tienen Historia e historias. Su inicial indiferencia y posterior ceguera,
como respuesta a este proceso, también. ¿Lo que resulte del cuerpo que
no se entrevé, no se siente, no se percibe? ¿Por cuáles caminos se llega
a ese grado de negación? ¿Y por qué un cuerpo se torna invisible para
sí y para otros cuerpos? ¿Un cuerpo invisible sería un no-cuerpo o un
cuerpo-máquina, un supercuerpo, que -en búsqueda de sí mismo- se
escapa hacia la bidimensionalidad, la unidimensionalidad y hasta la
nulodimensionalidad? ¿Habría algún escenario posible, aunque remoto,
de superposición y entrelazamiento simultáneos de todas las realidades
dimensionales en una sola, sin que una se impusiese sobre las demás como
16) En un trabajo pionero de 1950, corregido en 1970, Edgar Morin plantea las
transformaciones en la relación del hombre con la muerte. En 1994, este autor am-
plía algunas ideas del libro, en un ensayo que habla de la “unidualidad del hombre”
(en: Kamper/Wulf, 1994).
17) Leroi-Gourhan (1985) en “As religiôes da pré-historia” (“Las religiones de
la pre-historia”), dedica un capítulo a las prácticas mortuarias en el Paleolítico, 101
ofreciendo herramientas para una posible interpretación asociativa entre imagen
y muerte.
“La órbita de lo imaginario”
El concepto de “órbita de lo imaginario” de Kamper, desarrollado
en numerosos artículos y conferencias, inclusive en diálogo diametral con
el pensamiento de Vilém Flusser, es decir, impregnado de saludables dudas,
construyendo diagnósticos inquietantes y escenarios antes crepusculares
que iluministas y luminosos, nos orienta hacia una esfera de imágenes
que se constituyen casi en la rebelión del hombre; creadas por él pero sin
memoria de sus raíces, perdiendo los vínculos de su origen y generando,
por consiguiente, una esfera de imágenes auto-suficientes y auto-referentes,
“Undinge” que ya no se refieren, para nada, a las respectivas “Dinge”.
Kamper, en un texto esclarecedor de 1994, va más allá en su definición de
“imaginario”:
18) Según Harlow (1972: 13 - 60) “Entre los primates el amor es creado por las
interacciones entre cinco sistemas afectivos de base: el sistema afectivo maternal,
el sistema crianza-madre, el sistema afectivo en el tipo de edad, el sistema hetero-
sexual, el sistema afectivo adulto o paternal”. Sus investigaciones sobre los “siste-
104 mas afectivos” ofrecen una estimulante posibilidad de lectura en cuanto sistema
de vínculo, constituyéndose en un aporte pionero para los estudios tanto de la
ontogénesis como de la filogénesis de la comunicación (humana).
Las formas de apropiación (simbólicas o no) como manifestaciones
de la antropofagia son muchas más. La apropiación del espacio y sus
recursos, la apropiación del tiempo y sus atributos, la apropiación de
las mentes y sus imágenes no siempre pasan por la relación directa de la
apropiación entre dos cuerpos, sufriendo en estos casos un proceso de
mediación por las imágenes. Con ello surge la iconofagia.
Descartando aquí el canibalismo, la devoración ritual del otro,
por tratarse mucho más de operaciones simbólicas que de alimentación,
pretendemos ampliar y diferenciar el concepto de antropofagia forjado
por Oswald de Andrade. Queremos demostrar que las operaciones de
interacción, por él denominadas “antropofagia” y aquellas que denomino
aquí “iconofagia”, constituyen categorías pertenecientes al universo cultural
de la comunicación y merecen la atención de su respectiva ciencia.
una crisis de visibilidad, promueve una aceleración cada vez más intensa en
el crecimiento de la población de imágenes, generando una inflación que
agrega a ellas un creciente desvalor. Esto genera, a su vez, un movimiento
desesperado de búsqueda de visibilidad a cualquier costo.
La Sociedad De La Imagen
Comencemos por la “Sociedad de la imagen”. Vivimos,
profundamente, hasta las últimas de nuestras fibras, dentro de un mundo de
visualidad. Evidentemente no comenzó ahora, pero se ha ido desarrollando
y expandiendo de tal manera que todos podemos sospechar que estamos
poco a poco eliminando a todos los otros sentidos a favor de la visión.
Ejemplo de esto es el valor del sonido, tan menor que el de la imagen
en nuestro mundo y nuestro tiempo, que este hecho puede ser leído en
innumerables momentos de nuestra vida y de nuestra cotidianeidad.
Si hiciéramos una valoración sobre lo que vale más hoy: ¿la palabra
o el documento? o qué cuesta más caro: ¿la televisión o la radio? o qué
tiene más valor, ¿lo que se habla o lo que se publica? En todas las esferas
“Es conocido hace mucho tiempo que la ritmicidad del cerebro de los
vertebrados o del tejido nervioso central en general es el verdadero motor para
muchos movimientos rítmicos que se encuentran entre los vertebrados. Si nuestra
hipótesis fuera correcta, la mecánica motora del habla es probablemente también
la de la sintaxis, no constituirá ninguna excepción a esta generalización. En el
hombre, el motor rítmico sirve para una actividad altamente especializada, o
sea, para el habla” (Lenneberg, 1972: 151).
Recepción Y Cuerpo
Ya que hablamos de gesto, ya que hablamos de cuerpo, una de las
grandes carencias en los estudios de la comunicación es justamente nuestro
mayor órgano de comunicación: la piel. Nuestra piel es nuestro puente con
el mundo.
Sobre esto, hay estudios antropológicos y médicos notables. Dentro
de ellos se destaca un libro que recomiendo a todas las personas que
estudian la comunicación humana: “Tocar” del antropólogo y anatomista
norteamericano Ashley Montagu. Muy conocido y muy estudiado por los
psicólogos, pero poco conocido entre los comunicólogos, es un libro sobre
la piel y sus funciones comunicativas. Montagu habla sobre la estimulación
de la piel hecha por el útero sobre el cuerpo del feto:
“La contracción del útero sobre el cuerpo del feto estimula los nervios
periféricos sensoriales localizados en la piel. Los impulsos nerviosos así iniciados
son conducidos por el sistema nervioso central, donde los niveles apropiados son
mediados por el sistema nervioso vegetativo autónomo hasta llegar a los diversos
órganos que enervan. Cuando la piel no ha sido adecuadamente estimulada,
los sistemas nerviosos periférico y autónomo también son estimulados
inadecuadamente y ocurre una deficiencia de activación en los principales
La Era de la Iconofagia
“El Aire
Un día sintió el aire su muerte cerca.
Oh mi padre del cielo, me darás la mano por cierto.
Suplicó con un sombrío, triste mirar.
Voy a entontecer, sólo hago engordar.
Tú, que para todo tienes remedio,
La Era de la Iconofagia
120 19) Del original alemán: “Die Luft (Christian Morgenstern)/Die Luft war einst
dem Sterben nah./’Hilf mir, mein himmlischer Papa’,/so rief sie mit sehr trübem
Bllick,/’ich werde dumm, ich werde dick;/du weisst ja sonst für alles Rat -/ schick
Norval Baitello junior
mich auf Reisen, in ein Bad,/ auch saure Milch wird gern empfohlen; -/wenn nicht
- lass ich den Teufel holen!’/Der Herr, sich scheuend vor Blamage,/ erfand für sie 121
die - Tonmassage./Es gibt seitdem die Welt, die - schreit./Wobei die Luft famos
gedeiht”.
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