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Palabras para la edición digital
Luego de la primera tirada, con Revo hicimos muchos viajes a diversos puntos del
país, Chile y Uruguay, país que visité en 4 oportunidades, hasta que en 2014 salí para cumplir un
sueño: viajar sin tiempo y sin rumbo fijo. Durante 400 días anduve por varios países de América,
incluidas once provincias de Argentina. Este libro AVENTURAS EN MEHARI, que incluye 13 de los
primeros viajes que realizamos con Revo, fue el principal combustible, lo iba vendiendo durante
los viajes, pero también lo dejé en bibliotecas, en escuelas y lo regalé a distintas personas.
El próximo juego que quiero jugar, es que el próximo libro, SOLA Y EN UN AUTO
VIEJO, que incluye las vivencias de esos 400 días sin tiempo ni rumbo fijo, salga a la luz como lo
hizo este libro que hoy estás leyendo. En esta nueva aventura de letras, dibujos y fotografía podrás
leer muchos viajes dentro del mismo viaje, pero sobre todo, la aventura de la vida misma, el viaje
al interior del ser humano. Y para el cual, AVENTURAS EN MEHARI fue un ensayo muy importante
que me permitió reflexionar muchas cosas, en especial para qué viajaba, qué buscaba en cada
recorrido, en cada lugar, si es que algo buscaba, y para qué lo hacía, también debo agradecer todo
lo que encontré en la gente y en los paisajes, difícil de relatar, aunque lo intento con la mayor
precisión posible. Muchas de esas respuestas vinieron con el viaje largo, y en SOLA Y EN UN AUTO
VIEJO podrás leerlas.
Cuando estaba preparando este material para regalártelo, releí los 13 relatos
originales, creí conveniente agregar algunas comas y separar algunas oraciones, también incluir
algunas fotos más que en el original no estaban. Es que AVENTURAS EN MEHARI salió como lo
hacemos Revo y yo, a pura emoción. Me pareció que mejorar un poco la escritura, gracias a los
valiosos consejos de Claudia Satti, era necesario. Releer los 13 relatos, hizo que tomara conciencia
de cuánto hemos andado con Revo, cuánto hemos aprendido de los caminos y de la vida. Y cómo
ahora, además de paisajes y personas podemos apreciar otras cosas.
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Si has llegado hasta aquí, es porque algo hay para ti, que lo disfrutes.
Laura y Revo
Mail necolaura@yahoo.com.ar
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LO QUE DICEN NUESTROS AMIGOS
Qué gran invento el MEHARI y acompañado de Laurita es sinónimo de una hermosa aventura, te
quiero mucho y gracias por ser parte de esta hermosa locura de los citros y los MEHARIS que son
parte de nuestra vida.
El Revo y vos son uno solo, nacieron para estar juntos y vivir grandes aventuras!!!
Cuando Laura me pidió que colaborase con este libro con tan solo una palabra que la definiera a
ella y a su Revo, supe que no sería una tarea fácil. Pero de repente, mientras paseaba por el centro
de Quito, me vino a la mente una palabra que sin lugar a dudas podría valer,
"supercalifragilisticoexpialidoso"
Cuando conocí a Laura y el Revo en la travesía del Champaquí eran como un centauro trepando las
montañas. Hoy no sé decir lo importante que es tenerlos en mi vida, sólo puedo decir que no
imagino estar sin ustedes, son maravillosos.
Un día, durante mi programa de radio, me encontré con la enorme sorpresa que desde Necochea
me estaban escuchando, fue como un toque de energía que me dio esta niña aventurera, no dude
ni un segundo, la llamé la madrina de mi viaje “Ruta 40 un viaje soñado”.
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Dedicado especialmente
Agradecimientos
A los siete fantásticos que fueron los primeros citroneros que conocí en este camino de
AVENTURAS EN MEHARI: Claudio Greco, Adrián Parente, Beto López Piñero, Walter
Patrón, Nahuel Battaglia, Pablo Gutiérrez y la querida Gladys Biassotti.
A Mario Sabah que me regala con su vuelta al mundo en MEHARI el impulso que me
encamina hacia mis próximos sueños de ruta.
A Jorge Sierra que me enseña disciplina y fortaleza.
A mi primer mecánico Jorge Macleod y Luis su secuaz.
Al universo y todos sus seres que me permitieron ser hija de mi sabia madre que me dio la
vida y con ella la posibilidad de soñar.
A mi alma gemela que desde algún lugar del cosmos me acompaña a cada instante hasta
que nos encontremos en una esquina del camino.
A Oscar y Beby, a Angélica, a Jorge y Ro, a Ruca Chamana, a Eduardo y a Sergio.
Y a Marta que siempre irá conmigo vaya donde vaya.
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ÍNDICE
Prólogo 8
1- Yo tengo un amante 9
2- Cronología de un sueño 11
5- Trepando la Pachamama 24
6- Bautismo de barro 30
Fotografías
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PRÓLOGO
Lo más difícil de todo sueño es tomar la decisión de hacerlo, porque eso implica muchas veces,
renunciar a muchas cosas tanto materiales como sentimentales, eso nos da mucho miedo.
Laura con su estilo literario lo deja plasmado en este lindo libro, que para mi gusto, es un
referente de que soñar es posible.
Yo me preguntaba, que tendrán las MEHARI para provocar a nuestros espíritus aventureros, y la
respuesta estaba en la luneta trasera de una de ellas en la campaña francesa, decía:
Y con simpatía te lo digo, si querés soñar y ser parte de esto, comprate una MEHARI.
Mario Sabah
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1. YO TENGO UN AMANTE
Cuando la oscuridad de la tristeza una vez ocupó mis espacios, y creía que nada
cambiaría el rumbo trágico en mi vida, apareció él y desde el momento en que lo vi supe sin
dudarlo ni un instante, que era solamente mío; que pasara lo que pasara, estuviera con quien
estuviera era para mí y yo para él. Se convirtió en mi fiel amante y yo su geisha, su diosa, su gitana
y vampira, su compañera. Había encontrado un alma gemela.
¡Qué me importan las religiones y los mandatos, las creencias y los ideales
heredados! Sí, yo tengo un amante ¿y qué?
Nuestra historia comenzó en verano cuando lo vi por primera vez y supe que
jamás nos separaríamos. Todos pensaron que sería un amor fugaz como tantos, pero seguimos
juntos y seguiremos hasta nuestro viaje a las estrellas, inseparables y unidos por una pasión que
no encuentra palabras para ser explicada. Mi amante es luz y energía, es luna y sol, mi amor
eterno. Cuando fui acercándome, aquella siesta de febrero sentí los cosquilleos que despierta el
amor, cuando más cerca, lo toqué por primera vez sentí su energía de fuego y mar, no dudé un
instante de que estábamos unidos. Estando en contacto con su cuerpo no tuve ninguna duda de
que nuestros destinos estaban entrelazados. Fuimos directo a mi casa acariciándonos sin miedos
ni prejuicios. Yo tocaba cada centímetro de su cuerpo reconociéndolo y él se dejaba disfrutar a la
espera de la explosión de la pasión. Y así fue ese día, y el siguiente y el otro también. Así son todos
los días de nuestras vida, puro amor, pura fidelidad, también los amantes somos fieles y únicos. El
amor es uno, la felicidad es eterna cuando hay amor y se vive desde el corazón. Tener mi amante
me demostró que es mentira que la felicidad “son momentos”, que no dura para siempre, mi
amante me dice cada día que la felicidad es hoy, es ahora, que amar es vivir el hoy, sin pasado que
ya no existe, ni futuro que es incierto o quizá solamente una idea. Mi fiel amante me devolvió
mucho de lo que había perdido por vivir una vida automática tratando de acatar toda orden
familiar y social. Me enseñaron que la vida es dura, que hay que conformarse y querer lo que se
tiene, no me educaron para soñar ni mucho menos para hacer de la vida una aventura. Mi amante
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me enseñó todo eso y mucho más. Me demostró que si una idea separa a las personas, las divide,
las lleva al odio o al olvido… lo que hay que abandonar es la idea no a las personas. Me
enseñó que si se ama no se tiene miedo, y que el amor para ser verdadero tiene que traspasar la
peor frontera del universo: la de nuestras creencias. Me demuestra cada día que no hacen falta
palabras, que los gestos son poderosos y la presencia va más allá de lo material. Además, mi
amante me ha llevado a lugares nunca soñados, me ha conducido por las sendas
solitarias de la noche y el frío, de la neblina y la lluvia entre truenos y viento. Juntos y unidos en
armonía, conocimos gentes bonitas y amorosas.
Mi amante me agasaja cada día con sus dones y regalos, me lleva al cielo y me
devuelve a la tierra con más fuerza, con más amor, me lleva al agua y al fuego interior, enciende
en mí la llama de lo misterioso y perfecto, recorriendo conmigo montañas y bosques.
Él me hace feliz y si soy feliz el mundo mejora a mi alrededor y los que amo
¡son más felices con mi felicidad! Tener un amante es una terapia que da resultados mágicos!!
Ser feliz es la más grande medicina.
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2. CRONOLOGÍA DE UN SUEÑO
¿Cuándo nació este sueño de viajar en MEHARI? es algo que intenté comenzar
a responder cuando alguien me lo preguntó directamente: ¿Laura cómo se te ocurrió hacer esto?
Este sueño no tiene una fecha de nacimiento, no como las personas, pero sí
tiene un tiempo de nacimiento, uno de crecimiento, uno de maduración y tendrá un final… para
dar lugar a otros sueños.
El tiempo del almanaque que nos han enseñado, fue pasando, y de a poco, más
que de a poco, diría que con cada tropezón, fui sintiendo que esos sueños colectivos estaban
buenos, pero no estaba en mis manos cambiar al mundo para que fuera como lo soñaba. Yo no
podía convencer a los ricos dueños de los grupos económicos del mundo que no hace falta tener
tanto dinero para ser felices mientras millones se mueren por no tener agua. Yo no podía
convencer a los fabricantes de armas, drogas y a los dueños de la prostitución organizada, que no
corrompieran almas tristes y vulnerables para alimentar su poder y llenar sus bolsillos de dinero
y su corazón de muerte. Yo no podía evitar el dolor de los niños maltratados, de las mujeres
golpeadas, de los enfermos sin medicina, de los solitarios, de las madres sin hijos, ni de los hijos
sin padres. Y o no podía cambiar al mundo. Yo no era dios porque no creía en dios. Y si dios
existiera, me decía, no permitiría el dolor, la guerra, la tristeza. Así pensaba yo, y como somos lo
que pensamos, eso lo sé ahora, yo era eso: una soñadora perdida y frustrada porque creía que no
podía cambiar nada, ni siquiera podía colaborar con algún cambio, más profundamente pensaba
que tampoco podía ayudar a mis seres amados a ser felices.
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Pero un día llegaron señales que indicaban que para cambiar el mundo hay
que cambiar uno mismo. Mis señales me invitaron a creer firmemente que, si uno cambia
entonces el mundo cambia. Y decidí hacerlo.
Me relacionaba con otros viajeros, les pedí sus consejos, les pregunté aquellas
cosas que aún me inquietaban y que escribía en un papel:
quiero viajar un largo tiempo, hermanarme con la tierra, el agua, el aire y con
la fuerza del fuego, quiero conocer lugares y gente distinta para aprender de ellos, para
aprender a amar la vida más que a mí misma.
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Aprendí que cada uno tenía motivos que explicaba y otros que guardaba
íntimamente casi inconscientemente. Aprendí que cada uno tiene su estilo, con recursos y
distintos objetivos; pero todos absolutamente todos planteaban un desafío a lo correcto y a lo
esperado. Y quise envolverme en esos sueños, son parte de lo que me impulsa y los llevo
conmigo.
Me fui a dormir y como todas las noches prendí una velita y me dormí con su
luz, con la salida del sol me despertó un olor fuerte, lo sentía entre sueños y fue lo que me
despabiló. Palabra ideal para relatar que me encontraba entre llamas. Una lengua de fuego
estaba frente a frente con mi humanidad. Salté de la cama y comencé a envolver las telas
que me habían abrazado durante la noche. El fuego no quería irse, salía por cada rinconcito de aire
que respiraba. Mirando hacia arriba vi la habitación y luego la casa, repleta de humo gris y negro.
Pasados unos minutos y acabada mi lucha con el fuego, me senté, mientras descubría que la gran
llama que me enfrentaba al despertar era el comienzo de la quema del colchón. Estaba aturdida,
no comprendía cómo había ocurrido si la velita estaba en el piso dentro de un recipiente de vidrio
y a más de un metro de la cama, respiré hondo, abriendo las ventanas para que se renovara el aire
y saliera el humo; agradecí a ese humo porque fue él quien me avisó que era tiempo de despertar
¿Para qué había ocurrido esto? la respuesta que vino a mi mente fue la
siguiente: la vida es un momento pero es siempre, habrá y hubo otros, pero la vida es ahora,
¡¡¡¡vivila Laura!!!!!
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3. NECOCHEA-LA PLATA-NECOCHEA
en el Revolucionario!!
Algo bonito del viaje ocurrió en Las Armas a la ida: llegué, cargué $20 de super y puse
al Revolucionario a la sombrita, en eso apareció esa especie rara de gente que llaman porteños,
jajaja con todo afecto ¡¡ehh!!! Un señor que caminaba alrededor de mi camello diciendo lo lindo
que era, le pedí que lo mirara mientras iba al baño; a la vuelta lo encuentro hablando por celular
con el que (luego supe) era el socio número 3 del Club Mehari de Argentina, Claudio Greco. Al que,
luego de conocerlo llamé, el rey MEHARI, allí comenzó una amistad mehariana y el estímulo para
crear el club en Necochea y lo que luego, fue algo maravilloso como el Ier. Encuentro de MEHARIs
y amigos de la marca Semana Santa 2009 en Necochea. Por todo eso te digo: GRACIAS Ezequiel,
porteño y mehariano tímido.
En Dolores visité a Roberto, allí paré casi una hora. En Chascomús cargué agua para el
mate. Seguía sin salir de mi asombro por la buena onda de la mayoría de la gente que me
alentaba, felicitaba y daba ánimo para la vuelta (porque ésta era sólo la ida) el calor era
insoportable por momentos, tomaba agua de a litros y mate entre parada y parada. Al pasar los
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peajes seguían las miradas preguntonas pero él y yo resistimos como se resiste en la vida los
embates fuleros que se nos presentan, por algo lo llamo el Revolucionario ¿no?
Mi confianza se hacía cada vez mayor, todo iba mejor de lo previsto. Los mensajes de
texto se multiplicaban: ¿por dónde andás? ¿rompiste algo? ¿pinchaste? ¿todo bien? A la vez que
yo mensajeaba a mis hijos que me esperaban en La Plata. Cada parada era una fiesta, estaba
mucho más cerca de la meta. Tomar la avenida 44 en el partido de La Plata fue
colosal. Una lluvia totalmente imprevista se lanzó apurada por mojar todo a su paso, yo creo que
fue la bendición de la llegada. Los ángeles de todos mis amigos y quizá, de algún incrédulo
enemigo también, fueron conmigo sin abandonarme ni un solo minuto. Tardé 12 horas, sí es
cierto, calor, tensión y cansancio, pero esta aventura se la voy a contar a mis nietos, que espero
sean, aventureros de sus sueños.
Al llegar tuve solamente tiempo para mimar al rojinegro y dormir en La Plata, luego
de besos, abrazos y confites de Micaela y Facundo, mis hijos. A las 5 y media del viernes 28
otra vez en la ruta, previa revisada de aceite, gomas y demás, amaneció cuando pasábamos por
el acceso a Brandsen, ya con mi hija a bordo y tomando mate.
Luego salimos a la ruta, cuando puse tercera una lluvia de aceite en el parabrisas,dije
bueno, hasta acá llegó el Revolucionario, bajé, abrí el capot ,todo se veía negro de aceite, pero mi
sorpresa fue inmensa, cuando vi que la tapa había volado, el pibe le metió tanta fuerza al cerrarla
que la había roto, quedó floja y al tomar velocidad, saltó, empapando todo de aceite. Mi felicidad
era indescriptible porque eso quería decir que el motor estaba bien y todo lo demás también.
Sacamos alambre, una tira de goma y ahí al costadito lo arreglamos así como dice
Copani y el pela de la Bersuit, con alambre y argentinidad. Mi hija dice que ella lo arregló, en
realidad yo lo arreglé pero bajo su autoría intelectual.
A los pocos kilómetros paramos en un taller de la ruta por las dudas el arreglo no
funcionara todo el camino, el mecánico un ídolo, dijo que fuéramos tranquilas que el MEHARI es
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una gran máquina. Todo siguió tan bien como hasta el momento, además del choripan que
comimos en Al Ver Verás, y que estaba buenísimo.
Otra satisfacción fue ver pasar tremendos autos importados y bestiales 4 X 4 ¡¡en
grúa!! y nosotros tan panchos, lento pero seguro.
Una aventura sin igual, difícil de relatar. La llegada a Balcarce fue una fiesta en
nuestro corazón. Qué poco faltaba para llegar a casa. En el Puente Colgante los bocinazos del
Revolucionario se escuchaban por todos lados, nos miraban, no entendían, solamente Micaela y
yo sabemos lo que se siente.
Y gracias Micaela, por compartir esta aventura inolvidable con una mamá aventurera,
¡te quiero mucho!
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4. UN REVOLUCIONARIO POR LAS AUTOPISTAS
Viaje programado para ese fin de semana hacia San Antonio de Areco, segunda
experiencia en un viaje largo, con algo más de confianza, y como siempre, mucha pila del
REVOLUCIONARIO (mi MEHARI rojinegro 1973) después de que Jorgito y Luis, mi mecánico y su
secuaz, me dijeron que le tenía que cambiar atrás el cartel de 80 por el de
120km.
Mi REVOLUCIONARIO está original, aclaro para los que no me conocen, por ahora
nada de “mejoras”, solamente algunos buenos y caros repuestos, pero esa es otra historia de la
que no llevo la cuenta, ni la llevaré, jaja.
Salí temprano, a las 7 de la mañana que en invierno está oscurito todavía, hacía dos
días que llovía pero tenía la esperanza de que el tiempo mejorara; salí como siempre, sin horario
de arribo pero con la firme propuesta de llegar en menos tiempo que el viaje anterior.
Fui de casa hasta a la estación de servicio, revisé todo antes de partir: aceite ok,
líquido de frenos ok, luces ok, gomas ok, mangueras de calefacción ok,esta vez pensaba usarla
¡uhh que frío hacía!, el cargamento aventurero atrás ok, así que…a la ruta Revolucionario.
A las dos cuadras tremenda lluvia pero yo tranquila, esta vez agradezco a Luis el
electricista, que no solamente puso un tigre en el limpiaparabrisas, sino en toda la instalación
eléctrica. Hice unos 180 km con lluvia intermitente.
En Las Armas paré a disfrutar un mate calentito y tomar una foto de aquel lugar, que
fue fundamental para tomar contacto, entre los ahora amigos meharianos de tantos
lugares del mundo y nuestro MEHARI Club Necochea que se había formado. Ezequiel y los que
leyeron la historia del primer viaje, saben de qué hablo, creo que será un lugar obligado de stop
cada vez que pase por ahí.
La llegada a La Plata fue triunfal, esta vez con sol y a las 14.40, había andado casi todo
el trayecto a 80 km/hora pero el marcador que esta vez andaba, marcó de a ratos 90, Luis del
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taller dice que mi velocímetro miente. 80, 90 ó 100 da igual, el MEHARI anduvo como conejo en
una quinta de zanahorias, volaba con ganas de aventura.
En La Plata estuve con mi hija Micaela y esta vez, fue mi hijo Facundo que se sumó,
con mucha alegría de mi parte, al siguiente tramo del viaje. Así que me comuniqué con los
contactos platenses y meharianos, Marcelo y Flavio, con quienes tenía pensado seguir viaje hacia
el destino siguiente: San Antonio de Areco. Tenía también la firme convicción de llegar hasta la
puerta misma de la casa de mi amigo Claudio en Los Cardales, nuevos desafíos ampliando límites.
Le dije a Facundo, mi hijo y copiloto en esta ocasión, que saldríamos solitos nomás, y
si…!! dijo Facu. Nos atamos los cinturones de seguridad puse contacto tiré del arrancador y
hacia adelante ¿adelante? ¡¡ADELANTE ESTABA LA SUBIDA DE LA AUTOPISTA LA PLATA BUENOS
AIRES!!!!!!!!!!!! Ustedes ¿tienen una idea remota o aproximada de lo que significa la palabra
AUTOPISTA para un Mehari? o mejor dicho: para una persona como, yo que vive en un lugar
tranquilo donde a veces, todavía el colectivo para en cualquier lado, para que subas, si el chofer te
ve cargada de paquetes; o donde todavía, a veces los autos paran, cuando ven chicos jugando a la
pelota en la calle, todavía gracias al cielo. ¿Podés darte cuenta qué significaba AUTOPISTA para
mí?
Empecé a transpirar, porque las autopistas para mí son unos laberintos veloces
que sólo los choferes de colectivos y los porteños pueden surcar, además de entrar y salir sin
perderse, chocar o embotellarse. No no no, nunca pensé que Revolucionario fuera a
transitarlas. Noooooo, jamás hubiera subido. Y ¿por qué? pensarás vos que estás
leyendo. Es simple: miedito miedo miedote, y bueno sí, mucha aventura por las rutas pero una
autopista ¡¡es otra cosa!! Las autopistas son a mi Revo como la kriptonita para Superman!! Jaja
pero ahí estábamos, y si queríamos llegar a San Antonio de Areco ese día, teníamos que subirlas y
transitarlas, o bien, decir: hasta acá llegamos y eso no iba a pasar, así que ¡¡upa Revo!! Arriba y
que André Citröen nos ampare desde las estrellas.
Si bien era invierno y hacía mucho frío, yo transpiraba como en el mejor día de verano
a mediodía y al sol. Ya una simpática y plateada fainfander o como se llame, me tiró un finito que
casi me vuela el banderín del club, ª&/)@(%*$””… pero bueno, seguir era el objetivo y desafiar
la aventura un gusto exquisito. S
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No podré describir nunca la emoción alegría y extrema felicidad cuando mi hijo mate
por medio me dice: ¡¡mamá un mensaje de Flavio!! Ya subió la autopista y dice que
nos alcanza!! Ahhh sí!! fue un momento feliz muy feliz, más serena seguimos hasta Hudson, el
primer peaje y luego de pagar el importe, la primera vez en mi vida que con el Revo hacíamos tal
cosa, paramos, desatamos los cinturones y seguimos tomando mate.
Así estábamos cuando vi aparecer, entre otros autos en la fila del peaje, un Mehari
naranja sin lonas y con tres cosas tapadas hasta la nariz, con la bandera de Estudiantes de
La Plata atada a uno de los parantes. Mi alegría se completó, ahora ya no podía tener ni miedo ni
nada. El Mehari de Flavio llegaba para salvar al Revo.
Así rodamos detrás de Flavio y sus amigos, disfrutando de los mates y de la vista de
tanta construcción a los lados y tanta pobreza de a ratos, lo que es otra historia aparte.
También me emocionaba cuando veía los carteles de algunas calles de Buenos Aires,
que para mí eran famosas, o cuando pasamos por los estudios de Canal 13. Ma´si, yo saqué la
mano y saludé, alguno, en alguna parte de la Argentina habrá dicho en ese momento ¿estoy loco o
pasaron dos Meharis por la autopista?? Jaja mucha emoción eso sí, y sin ninguna duda: gracias a
Flavio, porque la verdad es que a esa altura de la mañana ni loca hubiera llegado tan lejos, y eso
que ya comienzo a sentirme loca.
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Mucha emoción también cuando luego de cruzar la Capital Federal y su ritmo
desenfrenado, de repente empezamos a ver una silueta conocida para nosotros: la Basílica de
Luján, yo pensé que pasaríamos cerca, apuraba a Facu para que la fotografíe, lo que no sabía, era
que pararíamos allí mismo, así que un plus lo de lo Luján, compré una vela para mi mamá, miré el
lugar y agradecí que llegara el Mehari naranja para salvarnos de recorrer solitos la autopista.
San Antonio de Areco fue otra historia: fiesta de Meharis, reencuentro con Claudio,
Mirta y Dorina, a los que fui a buscar a la puerta de su casa en Los Cardales al otro día y solita,
pero por ruta y de día, otro sueñito cumplido. Reencuentro con Gladys, Hugo, Gisela, Martín, Beto,
el Uru, encuentro con amigos conocidos por mail como Paolo, Cristian, Alejos, y muchos nuevos
meharianos y citroneros.
Aquí llegaría el fin de esta nueva aventura ¿eso parece no? Pero no, lo inesperado, la
segunda parte y el gran final de este viaje estaba por venir.
Luego de dos días a puro Mehari por Areco, Villa Lía y Los Cardales había que volver a
La Plata para dejar a Facu y seguir viaje a Necochea. Ese domingo, de regreso iría detrás de Flavio
¿qué podía pasarnos?? Jaja nada jaja jaja jaja, pero a veces lo que puede pasar… pasa… y pasó
¿qué pasó? ¡¡¡Perdí a Flavio a poco de entrar en zona de “subida a la autopista”!!! Ya era de
noche, sin señal en el teléfono y con la sensación de que habían abierto las tranqueras de los
corrales y todas las ovejas más inquietas de la manada, salían a la calle. Cientos, y no exagero,
cientos de autos subían a las autopistas, desde zona de quintas de fin de semana o de clubes
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cientos y no miento, todos apurados, claro. Todos andando muy ligero, claro. Todos con caras
esculpidas en preocupación, claro.
La miércoles dije a Facu, paré debajo de un puente, otra vez pidiéndole a André
Citröen, y porque no al mismísimo demonio, que nos amparara de ese infierno de motores,
pidiendo para que no nos chocaban de atrás o que no nos llevaban puestos en algún camión
cisterna o simplemente nos aplastaban. ¿Te acordás cuando unas líneas atrás te dije que
transpiraba? ¿Te acordás cuando te dije que de día subir a la autopista era un desafío nunca
pensado? ¿Te das una idea de lo que sentía en ese momento? Ahora era más fácil la decisión o
seguir o seguir porque ni retorno había, me refiero que en esa parte, la ruta estaba en
reparaciones y no había retorno en muchos kilómetros.
Facu con su dulzura me dijo: mamá yo pasé muchas veces por las autopistas cuando
viajaba a Buenos Aires, hay que seguir los carteles, te van llevando, adelante derecho siempre
derecho. Puse en práctica eso que digo siempre ¡buena onda ponele! onda y adelante. Con
mucho, mucho miedo arrancamos, los primeros 20 km fueron espectaculares para nosotros
porque era tanta la cantidad de autos, camiones, camionetas y derivados, y entre ellos mi
Revolucionario, que la velocidad máxima que podíamos desarrollar era 35 o 40 km/h. Pero ni
contar cuando empezó a desovillarse el ovillo o el enredo……. mamita……….
papito y demás parientes…………. como bala iban los muy porteños. Y eso que nosotros no nos
quedábamos atrás¡¡qué íbamos a quedarnos si ellos nos llevaban como agua en correntada!!!
Todo iba más o menos bien, el “mar de luces” como decía Facu a los cientos de luces,
de los cientos de autos, de los cientos de hombres y mujeres que querían llegar, a sus cientos de
casas, para al otro día meterse en los cientos de autos, para llegar a los cientos de trabajos, para
¡¡¿¿¿para qué????!!
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Y el Revo con su bandera de MEHARI Club Necochea ahí en el capó. Alguno de vez en
cuando miraba como diciendo ¿eso? Jaja pero nada más, algunas de esas personas parecía no
tener tiempo para mirar un Mehari en la autopista, no se me enojen porteños y sus demás
vecinos, ustedes viven apurados.
Los carteles seguían diciendo Buenos Aires y nosotros siguiendo los carteles, no había
forma de perderse, eso decía Facundo en su mejor discurso de hijo que ve a su madre con un
miedo infernal. Ahora me río, pero en ese momento estaba tiesa de miedo. Adelante, adelante
derecho, derecho decía Facundo, y los minutos pasaban y parecía la misma
película: mucho auto, mucha velocidad, mucho cemento muchas luces.
En algunos momentos ir “derecho” era tomar una curva, o sea que seguir derecho
por la misma autopista era doblar pero sin bajar, ni yo lo comprendo, pero es algo más o menos
así. Aun no entiendo la lógica de las autopistas. A veces seguir derecho no era tan facilito, y en una
de esas curvas, cerca de las 8 de la noche, Facu dice: mamá tenías que seguir por… allá y me
mostraba la mano que caía de a poco como rendida, “allá” había quedado atrás, miles de
imágenes pasaron por mi cabeza en unos milésimos de segundos, pero seguí haciéndome la
superada porque había pizpireteado que de vez en cuando había estaciones de servicio, algo así
como abajo, pero adentro de la autopista, entonces pensé: dormimos ahí y chau. En el Revo lugar
sobra y teníamos hasta bolsas y colchoneta. Y mañana será otro día, pensé, pero Facu tenía que
trabajar y había que llegar.
Paré al lado del surtidor, bajé, me hacía la que la tenía clara y con mi mejor cara de
despreocupación le dije al playero así casualmente: ¿por acá se va a La Plata? ¿no? El pibe un
amor de persona, nos explicó detalladamente cómo teníamos que seguir, cuándo doblar, qué
cartel iba a aparecer, cuánto faltaba en minutos con o sin tránsito, nos explicó hasta la
pendiente de la subida próxima y lo que veríamos al bajarla.
Al salir dije: sí, otro mundo es posible, hay gente sigue siendo gente, creo que le
regalé algo, un calco del club, no recuerdo porque el susto y la emoción se mezclaban, salimos y el
camino fue tal cómo ese muchacho nos dijo, ni más ni menos. A La Plata llegaron los restos de una
madre con su hermoso hijo, en un hermoso Mehari ¿cansancio? Nada que ver, jaja. Fundida, sucia
y loca, pensé al bajar la autopista al llegar a La Plata ¿habrá otra aventura como ésta? Esperemos
que sí, siempre lo mejor está por venir.
La vuelta a Necochea me guardaba una sorpresa más: neblina cerrada desde La Plata
a Castelli y para completarla, el frío helaba la neblina, y los limpiaparabrisas no limpiaban. Creo
que ya voy pasando las pruebas respectivas para seguir hacia la próxima aventura.
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Facundo hijo, gracias por compartir con una mamá aventurera este viaje de un
Revolucionario por las autopistas ¡¡¡¡te quiero mucho!!!!
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5. TREPANDO LA PACHAMAMA
El Cerro Champaquí, fue mi primer desafío en altura. No estaba sola esta vez. Nada
más y nada menos que 17 MEHARIs, dos 3cv, dos cuatriciclos y dos autos particulares. Y muchos
buenos amigos meharianos. Y felizmente de copiloto, mi hijo Facundo. Toda una banda solidaria
al mando de Claudio Greco como generador de la II Travesía Solidaria de MEHARI de Argentina.
Revo venía de spa completo, se le había hecho motor a nuevo, así que íbamos en
ablande. En un momento, entrando por el sur de Córdoba comenzaron las subidas y el tránsito
aumentaba, pero no perdimos la calma; íbamos lento, muy lento porque el viento, totalmente de
frente nos hablaba de aventura y una nueva prueba para nosotros, soñadores de camino. Fuimos
superando todos los km recorridos a pesar de algunos dedos mayores alzados y quizá, alguna
dulce (%$!¿=! palabra también, esto es algunos automovilistas que insultaban nuestro lento andar.
Aquí es el momento de un agradecimiento muy especial a los amigos que nos acompañaban, ya
que ellos, llevaban sus camellos atados a otros vehículos, y sin embargo, como buenas almas
que son, siguieron cerca de Revo, no nos dejaron solos ni un metro de camino. Esto no se puede
agradecer con nada, encontrar personas así es valioso y agradezco estén en mi ruta.
Continuamos hacia Arias Córdoba, donde nos recibieron Andrés y Coti, con su nave
verde, su familia y algunos amigos que no dejaban de asombrarse de nuestro recorrido.
Almorzamos y seguimos a la tarde hacia nuestro destino Los Reartes. El sol comenzaba a ponerse
el piyama. Antes de llegar a Villa General Belgrano, a la ruta se le ocurrió presentar muchas
lomadas y curvas. La primera y crucial para mí fue una curva y contracurva y todo en subida. La
emoción fue mucha, ya que jamás había rodado en un camino así, salimos airosos con
Facu y lo festejamos con bocinazos, esto hizo que Beto preguntara por teléfono si pasaba algo. Así
celebra el Revolucionario los nuevos desafíos superados.
La noche florecida de estrellas, nos acompañó hasta la hora en que los duendes y los
búhos salen a desayunar; fue cuando llegamos al camping donde haríamos base, un lugar que se
desperezó a la mañana siguiente con cerros, cabritos, arboledas, todo un paraíso para nuestro
grupo. Al despertar, nos encontramos con el resto de los camellos y citros, alegría y preparativos
para trepar el Champaquí, el cerro más alto de Córdoba.
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Salimos temprano para la trepada, recorrimos unos km de asfalto pasando por
algunos poblados y parajes, hicimos un alto en Villa Yacanto de Calamuchita, donde fuimos la
atracción de los pobladores. que en un día feriado andaban por la calle. Los muchachos de la
oficina de turismo se encantaron con nuestros camellos y tomaron varias fotos para el
recuerdo de nuestro paso por allí. Nos regalaron calcos y luego de despedirnos, comenzamos
a transitar un camino de tierra, que duró varias decenas de km hasta llegar a una bifurcación,
donde, para nuestra alegría, se sumaron otros citros y camellos cordobeses que no querían
perderse la aventura. Les aseguro que viajar en manada de camellos da una energía infinita y te
inunda de ganas de seguir, sin miedos sabiendo que juntos somos mucho más. Esta travesía
fue muy importante para mí por muchas y variadas razones, fue uno de los inicios de pensar que
podía hacer más km y recorrer más caminos y paisajes, que el Revo del ´73 se la rebancaba sin
prejuicios, ni temores, mientras yo, intentaba seguirlo.
Trepamos por un camino de tierra, ripio y piedras, sin señal de celular, pero poblado
de mensajes de la madre tierra que se abría a nuestro paso como un regalo, mostrándonos que es
bella e infinita, pidiendo en silencio que la disfrutemos. El viento nos decía que debemos cuidarla
porque de ella viene todo nuestro alimento, nuestra salud, nuestro techo para vivir y
nuestra felicidad. Por algo la llaman Pachamama, nuestra mamá tierra no se asombraba de
nuestra aventura pero nosotros ¡sí!
El altímetro del gps iba marcando que subíamos y subíamos y no lo podía creer.
Revo iba bien en segunda, y tercera sólo de a tramos, todos en fila formando un tándem colorido.
El camino nos dejaba ver cada tanto, lo que habíamos recorrido y tampoco lo podía creer. Allí
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abajo era como una serpiente de tierra, que se nos mostraba imponente. Y los camellos seguían su
trepada en manada.
En un recodo de ese bello camino, venía bajando una camioneta, nos paró y no podía
creer lo que veía. Nos preguntaba qué motores teníamos, creo que ese hombre esa noche soñó
con camellos de colores. Otro que nos cruzó, nos dijo que no íbamos a llegar arriba, afirmación
que más desafiaba. Cuando no se cree… no hay vuelta que darle no se ve, por eso hay que creer
para ver y no al revés como nos enseñaron. Nuestros camellos nos decían que sí podíamos y
pudimos. Hicimos una parada a 2300 metros, en un paraje llamado Los Tres Árboles allí
bajamos y algunos nos abrazamos, era increíble estar ahí, el sol nos llenaba de su fuego eterno y el
aire nos acariciaba suavemente. Preparamos mate mientras intrigados mirábamos la única
construcción que se veía, ¡era un negocio! Una especie de polirrubro de montaña, que además
estaba abierto. No comprendía muy bien, porque no parecía ser un lugar de mucho tránsito a
2000 metros en subida, las dudas se fueron disipando cuando comenzaron a llegar otras
personas, principalmente niños y niñas en sus burros y caballo, con mochilas al hombro y bolsas y
cajas.
Uno de los burritos me llamaba así que decidí ir a su encuentro, me contó que los
niños y niñas iban a la escuela. Ehhh si es feriado, el burrito dijo que esos niños y niñas iban a una
escuela en la montaña, que permanecían 20 días allí y volvían a sus casas para estar diez días y
volver , cada día 10 de cada mes, fuera lunes o domingo, fiesta nacional o día de lluvia, excepto en
pleno invierno cuando tenían sus vacaciones. Era octubre, el buen tiempo comenzaba y ellos iban
a estudiar.
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Me acerqué a los maestros, una pareja que cargaba todo prolijamente en varios
animales, llevaban alimentos, medicamentos, útiles y demás elementos para pasar 20 días en
comunidad con esa veintena de niños y niñas. Muchos del grupo se emocionaban al verlos.
Algunos niños iban acompañados por sus padres, todos tenían sus petates listos para marchar
durante unos 15 km por un paisaje sin ruta para vehículos, hasta llegar a la casa escuela.
Este viaje era parte de la travesía solidaria, así que consultamos a Claudio sobre
dejar algunas cosas para esta escuela ya que la cantidad de elementos, computadoras, libros,
juguetes y ropa recolectada era tanta, que alcanzaba para una escuela más.
Más tarde descubrimos que el negocio era un pequeño almacén que vendía
empanadas caseras. Uhhhhh las más ricas después de las que hacía mi abuela Silvana. Algo mágico
habría allí, por ahí es cierto eso de que los cerros cordobeses son lugar de reunión de los seres de
las estrellas, no lo sé, o sí lo sé. La cuestión es que, a los que le caía mal el frito o la carne o no sé
qué, ese día, nada de nada les cayó mal. Magia que se encuentra solamente en la plenitud del
disfrute, sin prejuicios, ni egoísmos, solamente viviendo el momento presente, magia del amor, de
la amistad y de la paz.
Seguimos luego trepando, faltaba poco para llegar al lugar que marcaba el final del
camino para vehículos y el principio de una caminata de unos pocos km para llegar a la cumbre del
Champaquí. En el cartel que indicaba 2330 m.s.m. , todos nos tomamos fotos. Cuando vi otra
indicación, de que estábamos a 2700 msnm, bueno… no tengo palabras para contarte, imagina
un corazón latiendo de felicidad, mirar hacia abajo y ver lo recorrido era increíble. Nunca imaginé
que fuera a hacer algo así, no estaba en mis planes de la vida, hacer algo parecido, se presentó la
oportunidad y la tomé, y ya no quiero más que viajar en Revolucionario, unirme con los caminos
para escuchar sus historias, aprender de ellos la paz y la serenidad.
Fue tanto el disfrute que las horas de sol pasaban y no había tiempo de hacer la
caminata hacia la cumbre, así que será en el próximo viaje amado Champaquí. Estás en mi
recuerdo.
Los Nonos, Observatorio, Parque Condorito, pero cuando se viaja con fecha de
vuelta, no se puede demorar, así que seguimos para llegar a la tardecita hasta Mina Clavero,
donde mis amigos, Beby y Oscar nos prestaron una casa para pasar esa noche y al otro día seguir
hacia Merlo en San Luis.
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El camino que une estos puntos es atrapante, decenas de poblados a los lados invitan
a visitarlos. Villa Las Rosas que bonito. Los mercados por el camino estrecho y sinuoso, las
edificaciones antiguas y un paisaje tan alegre y variado que no da tiempo a disfrutarlo. De
repente, comenzaron a vislumbrarse montañas rodeadas de nubes blancas y grises. Estábamos
llegando a la provincia de San Luis, y lo que veíamos eran los cerros Comechingones. Buscamos
donde alojarnos esa noche y luego anduvimos de paseo hasta encontrarnos con un
camino que invitaba a subir al Mirador del Sol a unos 2300 m.s.n.m. dijimos sí, allá vamos, así que
esta vez solito el Revo emprendió la subida. La ruta estaba prolijamente asfaltada y señalizada,
pero las curvas y contra curvas eras tantas que no daban respiro, dicen que son más de 100.
Nuestra velocidad era 14km/h porque el viento de frente nos acompañaba jugueteando con la
lona y la antena. De a ratos mirábamos hacia abajo y ya no decíamos nada, solamente sentíamos
el placer de ser uno con la tierra, de sentirnos parte de ella. No había otros vehículos en ese
camino, era día de semana luego de un fin de semana largo. Solitario el Revo se la bancó diciendo
una vez más que todo es posible. Vimos cóndores sobrevolando los vestigios de los incendios allá
abajo y, la sensación de volar entre las nubes, nos acompañaba a cada instante.
Esta trepada fue otro escalón en la ruta de los sueños, un impulso de confianza muy
grande y otra historia para contar y compartir.
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Observatorio Córdoba Argentina
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6. BAUTISMO DE BARRO
El sábado 7 de febrero, amaneció soleado y así siguió el día acompañando a los casi
200 vehículos todoterreno incluidos los 5 valerosos Meharis, tres de ellos al comando de mujeres.
Estábamos participando en la travesía anual del club de 4x4 de Necochea.
Hicimos parte del recorrido por arena, y caminos de tierra y pasto, parando, sacando
fotos, charlando y viendo la cantidad de vehículos que realmente impresionaban. A la altura del
hermoso Balneario Los Ángeles el resto de los vehículos todoterreno siguieron para tomar la arena
viva. Gustavo, un mehariano que se resiste a asociarse al MEHARI Club Necochea, fue clave en
toda la travesía, solidario y colaborador en los momentos que hacía falta, por eso se ganó la
amistad de todos y un asadito sin cargo.
Los Meharis agradecemos a los que siempre nos dan una mano en estas travesías.
Subimos y tomamos el camino entoscado, pero igualmente lleno de aventura y sino, preguntale a
la bicha ésta, la de la foto y a Toto, el valiente, así seguimos hasta el lugar indicado para el
campamento.
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La fiesta del todoterreno a la que fuimos invitados, siguió a la noche con asado,
guitarreada y baile, una fiesta con cantores y todo. Las carpas esparcidas por el campo mostraban
la gran cantidad de gente que había asistido.
La aventura en Mehari comenzó a la madrugada.
Cuando viajo, duermo en el Revo que tiene una antena del tipo látigo que me indica la
velocidad de viento, bueno, no la velocidad exactamente, pero sí me indica si hay brisa o vientito
respetable. Solamente escucho un shik shik suave con intervalo de varios segundos si la cosa
está calma, pero a medida que el viento aumenta, ese ruido se repite más seguido; en esa
madrugada de domingo el ruidito ¡era un solo zumbido! Qué viento se había levantado y luego de
eso las gotazas de lluvia caían despacito al principio, pero terminaron en verdaderos baldazos de
agua. Conclusión: mañana de domingo gris, lluviosa, y humedísima.
Ante la inclemencia del tiempo decidimos volvernos alrededor de las 11, ya que
estábamos a 50 km de Necochea, nos iríamos a pesar de la invitación de comer allí el asadito. A
veces somos pocos en estas aventuras pero muy solidarios, respetuosos y unidos, el grupo
entero, emprendería el regreso, bueno no en “tero” pero sí en camellos, que son los meharis.
- ¡¡noooo ustedes no pasan allá más adelante!!!!! noonoo el agua un metro por lo menos….. no
pasan, yo en ésta (señalando la negra camionetota)… apenas…
Y con ese tono tan especial, perdonen porteños los quiero, pero tienen ese dejo de
qué sé yo, será de porteñez, nos dejó medio patitiesos y preocupados. Las opciones eran dos y
bien simples: o volver y acampar hasta nuevo aviso, o seguir sentando precedentes sobre las
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maravillas del Mehari en cualquier terreno. Un poco apurados, porque la lluvia no parecía
querer ceder y la tarde avanzaba, nos decidimos por la opción dos y avanti o mejor dicho como
gritaba la Silveyra en Gran Hermano: en avant mes courageux (adelante mis valientes).
Para esto estábamos embarrados hasta las ideas. Pasó el Flash de Claudia que se
metió en plena huella y se quedó un poco nomás, pero salió al toque. Mirando el panorama con
Gustavo, pensamos que, donde había agua no era profundo y no había barro, así que me metí en
el agua para probar profundidad, el zapatero agradecido cuando le llevé mis sandalitas a pegar. Así
fue que los siguientes, pasamos por esos charcos esquivando las huellas que ya estaban muy feas.
Todos pasamos contentos porque nadie rompió nada, pero había que seguir, sabíamos que
quedaba otro barrial importante más adelante.
Al virar en una curva, el barrial esperado no le dio tiempo a Oscar, que iba en la
trafic, para parar, así que encaró, como si lo vinieran siguiendo, cosa que también hicimos con el
Revo, y así le ocurrió a todos.
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Lo que pasaba era que, si parábamos en la curva, estábamos parando en pleno
barrial, y la posibilidad de quedarnos aumentaba. El que se animó a frenar porque venía con el
tanque de nafta puesto provisorio, fue el Chapirostato, evaluó que: o paraba y estudiaba por
donde pasar o podía suceder, que en el impulso terminara de romper el tanque, esto hizo que el
Pirata, que venía último, tuviera que acelerar y esquivarlo para no quedarse o irse patinando a la
banquina, que en esta parte, por la lluvia, se había hecho profunda, igual entre todos lo sacamos
sin gran dificultad. Seguíamos embarrados cuando comenzó a asomar el sol, por lo cual el barro se
iba secando y el aspecto de nuestras humanidades era deplorable. Ni para el tacho estábamos,
además no pudimos sacar fotos en esos momentos más complicados, porque todos estábamos
abocados a ayudar y continuar.
Pasamos esta segunda parte de barro y ya creíamos que todo sería mejor. Y así fue
para todos, excepto para el Revolucionario que rompió, luego supe que solamente se desarmó, un
semieje con homocinética recién puesto. Fierros son fierros, así que luego de algunos
inconvenientes con una grúa que no quiso venir, a pesar de que ya el camino donde me quedé,
estaba mucho mejor, llegó Carlitos un gaucho amigo, que me enganchó y me llevó a casita donde
al otro día rellené los canteros de mi jardín con la cantidad de tierra que le saqué del
Revolucionario.
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7. CILINDROS EN CONCIERTO PARA UNA NOTA SOLA
Había hecho unos cuántos viajecitos ya cuando llegó el esperado festejo de los 40
añitos de MEHARI en esta tierra y sería en Lobos aquel día de la primavera junto a muchos amigos
del Club Mehari de Argentina y del Club Citroneros de Lomas de Zamora festejando también los 60
del Citroën en Argentina.
Salí de día viajando tranquila hasta Lobos, en la provincia de Buenos Aires y llegué
a mediodía a la plaza de la ciudad donde había bastante revuelo por una carrera pedestre, que se
hacía esa tarde. Entusiasmada me quedé por ahí, disfrutando de los preparativos y del solazo bello
que nos acariciaba al Revo y a mí. La concentración en el camping era a las 14 por lo que supuse,
jaja mal hecho, que tendría tiempo de disfrutar de la plaza y luego, una media hora antes de las
14/14.30, partir rumbo al camping. Eso intentaría hacer, llamé a Claudio para preguntarle la
dirección del camping,
- jeje me dijo… el camping está junto a la Laguna de Lobos… son 15 km más adelante
Laurita…
No había problema, puse proa a estribor y a navegar los km que faltaban para llegar
al lugar de reunión. Iba disfrutando de la ruta y del sol que seguía bello bellísisiiiimo. Una curva me
indicaba que estaba a 3 km, bajé la velocidad, porque era camino de tierra, recordaba que estaba
llegando tarde, a pesar de haber llegado temprano. Fue entonces que, cuando quería acelerar ,el
Revo se frenaba, y cada vez más, ya casi no avanzaba o lo hacía a menos velocidad que una
persona caminando. Llegué a un poblado pequeño y antiguo llamado Salvador María, un precioso
lugar sereno y quieto, entre el calorcito de la tarde y la pachorra de los pocos habitantes que
andaban por sus calles de tierra. Como había llegado, seguía Revo, a paso de hombre, comenzaba
a preocuparme un poco entonces, pregunté por el camping y me confirmaron que me había
pasado. Bueno… a desandar… de nuevo bien despacito, no por querer sino por obligación. Revo
no iba a más de 15 km/h lento, pesado, ay Revito ¿algo que comiste te cayó mal? Tuve que dar
varias vueltas más, antes de llegar al lugar correcto. La tarde, ya más avanzada, se había nublado y
el frío junto a la laguna se sintió bastante, al bajarme para comenzar a saludar a todos los amigos
meharianos y citroneros que ya estaban desde más temprano.
En un momento alguien me dice que corra el Mehari para armar, mejor orientada,
una de las carpas. Yo nada había dicho del asunto que me trajo más lento que caracol con pereza,
es que ya iba a solucionarse. ¡Si existe un problema es que existe su solución!! Al escuchar mi
motor lenteja y más dormido que despierto, Martín, del citro amarillo, me pregunta si pasaba
algo, le dije que sí, pero que no se preocupara que ya sería tiempo de ver y arreglarlo más
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tarde, en el fondo pensaba que era algo grave, solucionable pero grave, y bueno, toda una serie de
suposiciones me iban inundando los pensamientos acerca del momento de pegar la vuelta a Neco.
Martín, super atento se ofreció a mirar. En esos tiempos era muy celosa del Revo, no quería que
nadie lo tocara, ni lo manejara, ni nadie le metiera mano, es decir sólo mi mecánico. Dije que
después, esperando un milagro que le devolviera al Revolucionario su fuerza. Al final del día, entre
mates y saludos, la comida de la noche, el frío de la laguna, y el amanecer casi helado del
día de la primavera, me decidí y dejé a Martín mirar el motor.
Desde ese día aprendí, entre otras cosas, como suena el motor cuando anda en un
cilindro. ¡Gracias Martín!
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8. SOLA PERO NO TANTO
Una vez volábamos a 70 k/h mi Revo y yo, por la autovía Nº 2 desde Coronel
Vidal hacia el norte. Era un fin de semana largo por lo que la cantidad de vehículos que viajaban en
dirección contraria, era multitudinaria, miles de blancos y azules y algún amarillo formaban, en el
carril contrario al que yo transitaba, un verdadero camino de luz. Cientos de autos rodaban
principalmente hacia Mar del Plata y lugares de la costa atlántica para pasar cuatro días seguidos
de descanso. Los aventureros a veces vamos al revés, y así me encontraba yo, yendo al revés,
yendo al norte. Aunque en algún punto, dos días después, nos unimos felices a la masa de 12 km
de fila y 5 horas de espera para entrar al Uruguay el viernes de carnaval.
Así íbamos cuando comencé a sentir como un golpe rítmico grave y cada vez más
fuerte. El Revo me avisó que tenía una goma baja ¿pinchada le pregunté? Pero eso, ya no
quiso decirme. Puse balizas, me tiré suave a la banquina de pasto, metí la mano en la mochila en el
exacto lugar donde llevo la pequeña linterna para estos casos, y bajé. No necesité linterna, el
camino de luces de los autos que venían por la otra vía iluminó lo suficiente para ver que la goma
izquierda trasera estaba en un momento crítico o sea, se había desinflado bastante.
Decidí que yo no iba a cambiarla, recordando al mismo tiempo que miraba hacia
atrás, que había pasado un poco antes por una estación de servicios, allí trataría de llegar para
hacer el cambio. Subí al Revo, puse primera y tomé el retorno que estaba justo donde había
parado. Todo sincronizado con mi decisión. La cantidad de autos era impresionante, y la
velocidad a la que venían era aún más increíble ¿quizá apurados por llegar a destino creyendo que
las vacaciones empiezan cuando se llega?
Cuando Revo enfiló, pensé que no iba a poder cruzar, porque esos escasos metros
que anduvimos desde la banquina al retorno, hicieron que la goma se desinflara aún más y el
camello se pusiera tan pesado como un camión con doble acoplado. No sé cómo hicimos, aceleré
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en primera y logramos parar, ahí nomás, en la banquina del otro lado. En dos minutos hicimos un
giro de 180º y quedamos mirando al sur, sabiendo, porque lo sentí al parar, que la goma estaba en
llanta. No solamente estaba en llanta sino que la goma estaba fuera de la llanta y las
probabilidades de seguir un cm más eran de 0%. Paré el motor, fui al portón trasero lo abrí y saqué
los triángulos reflectores para indicar que estábamos detenidos. Los desplegué y los coloqué
pensando a su vez, cuál era la solución al problema.
Disfrutaba tanto esa visión, hasta casi abstraerme de la supuesta realidad de estar
sola, de noche, casi a las 2 de la mañana, en una ruta del mundo con una goma pinchada y la firme
decisión de que no iba a cambiarla, sino que alguien lo haría por mí. Soy una gitana del camino,
pero no cambio gomas, aunque sí mido aceite y agrego líquido de freno.
Extasiada con la noche bella, muy bella, que estaba allí, toda rendida a mis ojos, sólo
pensé: estrellas ayúdenme a encontrar la solución. No es que estuviera preocupada, es que es
bonito hablar con la naturaleza y con mi Revo por supuesto. Fue el deseo en voz alta, el S.O.S. al
universo.
No tenía miedo ni apuro, así que, mientras hacía algunas señas, a las docenas de
decenas de autos que pasaban, por si alguno era mi solución, tomaba mate amargo como siempre,
apoyada en el lateral del Revo.
Qué lindos mates bajo el techo de estrellas. Pasó algún tiempo y nadie paró, ni
siquiera los amables camioneros que cuando ven una dama no se resisten y colaboran en lo que
sea. Nadie absolutamente ningún vehículo, ni auto, ni camioneta, ni camión, ni moto, ni ómnibus.
Seguía sin miedo ni apuro, pero sabiendo que tenía que tomar una determinación,
que no iba a quedarme la noche entera haciendo señas. Aprendí que cuando se intenta algo y no
da resultado hay que cambiar, que algo no funcione, a veces es la señal de que es otra cosa, la que
hay que intentar. Pero la inspiración no llegaba y por supuesto sin inspiración no hay solución.
1. Caminar los 600/700 m más o menos, no sé bien, hasta la estación de servicio que brillaba ahí
cerca para pedirayuda, o
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2. Prepararme para dormir hasta que el día llegara y quizá así, parar a alguien que me ayudara
Mi decisión fue la siguiente: no voy a dejar solito al Revo e irme caminando hasta
allá, elegí terminar los ricos mates para luego preparar mi dormitorio rodante, y dormir hasta que
el día me permitiera caminar hasta la estación de servicio y pedir ayuda. No tenía apuro así que
comencé a mover algunas cosas dentro del Revo para armar mi cama.
En el momento que estaba saliendo del Revo para ir hasta las balizas triángulo para
asegurarlas con piedras, para que, durante las horas siguientes no se cayeran por el viento que
producían los autos al pasar; un auto como de la nada, se detiene delante del Revo; baja un
muchacho y una mujer del lado del acompañante. Les sonrío, había llegado mi solución lo
sabía, les digo ¡gracias por parar! El muchacho me mira un poco serio y me dice afirmando, no
preguntando: …estás sola!
Siii claro le dije… ¿Pensaría que detrás de un árbol iba a salir un ladrón para robarle?
iluminé con mi linterna hacia el Revo mostrándole y diciendo al mismo tiempo sii si estoy sola,
viajo sola. Pero su cara de preocupación me demostraba, ahora que yo prestaba algo más de
atención, que no era un robo lo que le preocupaba.
Me dijo con una voz casi temblorosa pero clara, mientras sus ojos rodeaban a Revo
con su mirada:
-veníamos del otro lado y vimos el auto parado y dimos la vuelta porque… vimos un niño…
No me asombré ¡claro que no! Supe que las estrellas habían escuchado mi pedido y
me habían mandado un niño o quizá un angelito… no lo sé, sólo sé que sin la visión de ese
niño esta pareja no hubiera dado la vuelta y parado para ayudarme.
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minutos, cuándo le pregunté cuánto le tenía que pagar, me dijo que en la autopista este servicio
es gratis que llamando al *788 vienen.
Jajaa entonces pensé: yo, que tantas, pero tantas veces vi ese número en carteles de
la ruta, que lo sé de memoria, ni siquiera lo pensé en ese momento, no recordé nada de eso.Lo
que ocurre es lo único que puede ocurrir… y ocurre para algo…
Quizá pasó lo que pasó para que yo sepa que a veces… viajo sola pero no tanto…
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9. REVOLUCIONARIO FOR EXPORT
Sobre la imaginaria línea del Ecuador la gente que la visita, juega a saltar con sólo un
paso de norte a sur y de sur a norte. Los límites del mundo, llamados políticos son algo más
complicado pero siguen siendo líneas que nos dividen en habitantes de distintos países, o sea
de distintas construcciones puramente armadas, según intereses de poder, nada tienen que
ver con la naturaleza, que por otra parte no tiene límite, ni con las gentes, ni sus costumbres, ni
nada. Es más, se han inventado culturas basadas en límites políticos ¿quién no escuchó hablar de
la cultura alemana o la idiosincrasia argentina? Etc. etc. etc. en mis viajes pasé sin pena ni gloria el
límite entre una ciudad y otra porque no hay nada en la naturaleza que indique hasta acá soy
bosque ahora soy médano y a 300 metros río. Todo está perfecta e imperfectamente enlazado
para ser lo que es.
Mirando al pasado, cosa que no hay que hacer demasiado, vi cuánto había recorrido
mi Revo, cuántas veces me habían dicho “no podés” “no vas a llegar” y frases por el estilo, pero
Revo pudo y yo con él.
Cuando llegué por primera vez a un límite con otro país y los hombres con armas y
los carteles me indicaban que parara o parara, sentí emoción ¡¡era la primera vez que el Revo
iba a pasar a otro país!! Luego de los trámites y demás cosas que se hacen cuando se pasa a otro
país, me detuve mirando el ticket que me acreditaba legalmente como persona andante en el
Uruguay ¿que sentía? me respondí con una sonrisa… era felicidad… lo que supe más tarde es que
la felicidad no llegó con el traspaso de la frontera Argentina Uruguaya, esa fue la excusa esa vez, la
felicidad llegaba cada vez que avanzaba sin pensar en las líneas divisorias ni en las fronteras. Y
recordé lo que me dijo un viajero: por más países que pases y paisajes que recorras si tu corazón
no está sincronizado con la experiencia interior de esos paseos, lo único que te quedará serán
fotos y recuerdos turísticos.
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Una persona encerrada en una cárcel puede ser más libre que alguien que va y viene
por aquí y por allá. He visto sonreír más presos que ejecutivos y más presas que maestras. Parece
que la libertad es otra cosa bien distinta.
Fue lindísimo pasar por primera vez a “otro país” pero más bello es seguir adelante
pero detrás de los sueños.
Desde aquellos días las fronteras no existen en mi mente, tendré que presentar
papeles y mostrar mi cargamento, pero el límite no existe nada más que en uno mismo cuando
se dice no puedo.
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Puerto de Colonia, Uruguay
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10. ROMPIENDO BARRERAS Y PARABRISAS
La tarde se quería quedar sobre la ruta prolija y ondeada, pero algunos relámpagos
la ahuyentaron pronto. Es que la tarde que es mezcla de día y noche, es medio temerosa y
sucumbe al viento y a los truenos. Estrellas no se veían, las imaginaba tras la negrura pinturrajeada
con violetas y azules eléctricos. Los truenos comenzaron a sonar más fuerte que el motor del
Revo, bajé la velocidad a 65 km/h porque la lluvia comenzaba a disminuir la visión, ella estaba
enojada parece y con la orden celestial de limpieza a fondo porque, caía con fuerza y convicción
sobre los campos uruguayos desiertos de autos y repletos de chispazos caprichosos y rebeldes. En
fin, un tormentón de aquellos, iba a 40 ya, miré cuánto faltaba para Mercedes al pasar la entrada a
Rosario (Uruguay) decidiendo hacer parada para dormir y seguir viaje con el día. Realmente
no había cruzado absolutamente a nadie. Soledad total de vehículos por esa ruta a esa hora. El
único auto que venía de frente en plena lluvia, levantó a su paso una piedrita, que llegó
hasta el parabrisas del Revo, resultado: se partió el vidrio como en cámara lenta dándome tiempo
a pensar que faltaban unos 30 km y podía hacerlos despacio. Más rápido fue el ruido de los miles
de pedazos de vidrio cayendo sobre mí y sobre el asiento libre y sobre todo lo que había por ahí.
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Me quedé bajo la lluvia parpadeando porque el agua entraba en mis ojos sin permiso.
Paré cuando la banquina me lo permitió, entonces decidí seguir así hasta una estación de servicio
que estaba, según el gps a 7 km. Me tapé con una campera puesta al revés, puse primera y a
navegar. Era tanta la lluvia que bien podría decir que fui remando más que manejando, al tiempo
que iba empapándome desde la cabeza a los pies, sin dejar ningún rincón de mi cuerpo seco. Les
aseguro que sentía el agua suave y cálida, correr por mi pecho, por mi espalda y mis
piernas, no estaba fría porque creo que mi piel hacía de regulador. No me sentía incómoda ni tenía
frío. Era una situación, que ahora puedo pensar e interpretar, no sentía nada, en ese momento
solamente manejaba los km que me separaban de la estación de servicio donde pensaba parar
hasta el día siguiente, allí tratar de buscar la solución al parabrisas y seguir viaje.
Una luz tenue de una construcción, apareció entre rayos y lluvia, pero cuando me
acercaba me daba cuenta que era muy pequeña, no podía ser la estación de servicio. Al llegar
corroboré que sí lo era, pequeña, básica y mojada tenía un surtidor con una oficina donde
funcionaba el kiosco y la administración, ningún techo ni reparo, nada. Dos hombres estaban allí,
yo no bajaba del Revo, pensaba que ahí no había lugar resguardado para quedarme, pero igual
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intentaría preguntando. Mientras abría la puerta y bajaba iba sacando vidrios de mi ropa y del
piso, y también sacando unos pedazos que habían quedado prendidos al marco del
parabrisas. Los hombres me miraban, no decían nada, miraban al Revo, no decían nada; así que los
saludé y les dije lo que me había ocurrido y que buscaba un lugar resguardado para quedarme
hasta la mañana.
Preguntaron lo que siempre, de dónde venía y si estaba sola, pero cómo ¿desde la
Argentina viene? Me asombra el asombro, me divierte y confirma que voy marchando. Los
hombres resultaron ser gente agradable que por más que querían ayudar no podía, no había
recursos cerca ¿o sí? Me dicen que hay un desarmadero al lado. Guau reguau!! pero hice mal en
suponer que allí estaría mi solución, ya veía el nuevo parabrisas origen uruguayo colocado en
el Revo, hice mal en suponer porque el dueño se había ido a otro lado por esos días y no había
nadie en el lugar.
Los muchachos se ofrecieron a llevarme en su auto a Rosario y ver ahí qué se
conseguía, pero no me gustaba la idea de dejar el Revo solo, es que si me extraña se pone malito y
luego se rompe dándome un susto para que recuerde que a él le gusta estar cerca.
Y sí, llegué como debía ser ¡¡bien mojada!! Cuando faltaban 200m para la estación, de
la cual veía el cartel desde lejos, me di cuenta que era donde había parado a dormir la noche que
entré a Uruguay. Así que era un lugar conocido y mi sorpresa fue que al bajar, me saludó el
playero diciéndome que me recordaba. Pedí permiso para ingresar un rato al baño así podía
sacarme la ropa mojada, secarme, volver a vestirme para entrar en calor y ver como acomodaba
todo para pasar esa noche señalada con alerta naranja, es decir con posibilidades de fuertes
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vientos, tormentas eléctricas, lluvias y ¡good show!
Una vez seca entré al kiosko donde los chicos que atendían y los ocasionales clientes,
muchos más de lo que se suponía en esa noche, iban preguntándome sobre lo ocurrido y cómo lo
iba a solucionar. Yo solamente quería tomar algo caliente y dormir, ya vería en la mañana qué
hacer. Pero la charla con ellos derivó en amistosa y cálida, lo mejor que hay para una noche de
frío, mate con yerba uruguaya y un chocolate para renovar energía. Nos quedamos muy
animados hasta que a medianoche cerraron el kiosko, nos tomamos una foto con el playero y
sereno Alcides, Eliana y Federico quienes me regalaron una preciosa guía del Uruguay, tan
bella que tendré que volver por tercera vez, para poder conocer mejor estas tierras vecinas.
Acomodadas mis cosas dentro del Revo, tapé el agujero de lo que fue el parabrisas
con una manta, puse las cosas mojadas a un lado, armé mi cama y dormí plácidamente hasta las 8
y media, en que me despertó la lluvia suave y algunas voces de la gente que comenzaba a llegar.
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Caminé dos cuadras más y llegué a mi base de operaciones provisoria. Me preparé
otra malta caliente y subí al Revo para pensar un poco. Tenía opciones, claro había muchas, elegir
una y la correcta era un arte que comenzaba a aprender.
Mientras tomaba mi rica malta caliente pensé que si me iba en colectivo a
Gualeguaychú, cruzando a Argentina, allí podía contactarme con citroneros que seguramente
conseguirían mi parabrisas y así lo traería para colocarlo y poder seguir. La idea no era mala pero
no me convencía.
En Uruguay hay muchos Meharis pero los parabrisas son distintos, iba a ser
complicado encontrar uno que sirviera para mi Revo.
La lluvia le daba un plus a la cosa, ya que si seguía lloviendo mi vuelta a la ruta era
difícil, otra vez a mojarme y esa historia conocida, además no solucionaba el asunto del parabrisas
solamente adelantaba camino. Seguir para llegar de visita a Mercedes con un problema no parecía
lo mejor. También podía pasar la frontera así e ir directo a Gualeguaychú donde seguramente lo
solucionaría ¿y si en la frontera no me dejaban pasar sin parabrisas? Era arriesgado y una forma de
complicarme que descarté de inmediato.
- Sí, puede ser un acrílico… no sé… mejor esperemos que vuelva mi papá que es el vidriero
Aunque confieso, estaba un poco desilusionada me dispuse a dar dos pasos a un lado,
dos para el otro, que era todo el paseo que podía hacer en el local. Esos momentos se hicieron
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largos, me dio frío, hambre y un poco de malestar por lo que había pasado. Todo eso pasa cuando
los pensamientos nos invaden y no les ponemos freno. Comencé a recordar los bellos paseos por
Colonia de los días anteriores y eso me reconfortó.
La calle de los Suspiros bella, vieja y misteriosa, la amabilidad de la gente del camping
Los Nogales que como único pago aceptaron una foto junto al Revo.
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Recordé también los paseos por Montevideo y la alegría de reencontrarme con
Mario. Luego de las bienvenidas, fotos y entrevistas, volví a sonreír cuando recordé que me llevó
de visita a la casa del escritor Eduardo Galeano, a quien admiro.
Mientras estaba sumida en mirar esas bellas fotos que pasaban por mis
pensamientos, veo la camioneta gris que regresaba. Bajó un señor que me saludó, mientras su hijo
le explicaba lo que yo necesitaba, sin parar de moverse el señor dijo que sí, mientras traspasaba
una puerta y volvía con una lámina de acrílico. Iba relatando que lo iba a cortar y así asá
- sí, como sea estará bien!! le dije. Mi intención es pasar a Gualeguaychú y no tener
problemas en la frontera le dije. Me miró con mayor atención
A todos los había llamado entusiasmado por mi presencia y la historia de mis viajes.
Luego de una hora de trabajo me invitaron a su casa a compartir unas ricas verduras junto al fuego
de un hogar, que quemaba las penas para abrazarnos con su calor, todos alrededor de una mesa
muy alegre.
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Gracias a toda la familia García de la vidriería de Florencio Sánchez en la República
Oriental del Uruguay, gracias siempre.
Nota: a la fecha 2021, Revo sigue teniendo el mismo parabrisas, obra del cariño del señor García.
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11. A CUALQUIER CONEJO SE LE ESCAPA SU
ZANAHORIA
Una vez venía por la ruta 29, pasando por Ayacucho, hacia Necochea, mi casa, todo
estaba bien y el viaje era bonito, volvía de un encuentro de MEHARIs. Mis pensamientos volaban
con cada yuyo de la ruta sin obstáculos ni tormentas… bueno casi.
Revo, así de golpe, puf se paró, ay dije qué te pasa Revito?? No hubo ruidos ni golpes
ni nada. Simplemente se paró. Con el impulsito que quedaba me acerqué a la banquina, era de
día y el sol jugaba entre las nubes con ganas de llorar, pero no tanto. Levanté el capó como si
supiera… miré… todo parecía estar bien. Me senté frente al volante, puse contacto, tiré del
arrancador y no había respuesta, ñññññññññññññ hacía pero no llegaba la chispa arrancadora. La
batería o el burro aparentemente no eran, había revisado los cables de bujías que a veces me dan
la sorpresa dejándome en un cilindro por un rato, y eso no era. Con la llave de contacto puesta
miré el nivel de nafta, tenía poca, casi tocando la línea de la reserva pero tenía, eso no era,
además ya había calculado que a Balcarce llegaba justito, eso me pasó por no parar cerca de
Ayacucho, donde está la última estación antes de Balcarce, la próxima ciudad, la cuna del gran
Juan Manuel Fangio.
Bueno, a ver… ¿qué hago? No tardé en decidir que llamaría a la grúa y que me llevara
a casa pero a upa. Cuando estaba tratando de comunicarme, buscando la poca señal en ese
lugar del camino, una camioneta sale del campo de enfrente y viene directo a mí. Un hombre
baja el vidrio y me dice:
Jaaa era un citronero camuflado en una tremenda 4x4. Me contó que había tenido un
MEHARI, y que lo usaban los empleados en el campo, me contó que lo hicieron “pelota” al
pobrecito. Siguió dándome charla:
Pero qué bien andaba, qué fiel….¿Pero qué te pasó? Me preguntó luego del
entusiasmo al contarme sobre su camellito.
No sé, le dije, se paró no arranca. Me preguntó si tenía nafta y le dije que poca, pero
que para llegar a Balcarce creía que alcanzaba, que no se preocupara que llamaba la grúa y listo.
Me dijo que no, que él iba a llamaba a su ex mecánico del camello rural y veía como podíamos
hacer.
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Sacó su celular y lo llamó, le contó. El mecánico Luis quedó en esperarme en su casa a
la entrada de Balcarce. Nos saludamos le agradecí el dato y llamé a la grúa. Entre charla y charla
con el chofer de la grúa, los pocos km que quedaban hasta la casa de Luis fueron pasando. Bajaron
al Revo y Luis, el mecánico, con mucha amabilidad levantó el capó, tocó dos o tres cosas y me dijo:
¡NO TENÉS NAFTA!
Naaa le dije yo, poca pero tengo, el marcador anda bien. En silencio como hacen los
grandes tomó la llave de la tapa del tanque de combustible, la abrió, movió al Revo y me miró:
Otra vez agradecí lo que me había ocurrido porque así había conocido a dos bellas
personas: el veterinario de la camioneta y Luis el mecánico de Balcarce, un enamorado de los
citros.
Tiempo después cuando Naranjito vino a casa en Necochea, su piloto Jorge me dijo:
cuánto más grande es el inconveniente, más cerca está la solución y más impresionante el
personaje que se conoce.
Mi inconveniente fue nada, una verdadera anécdota para reírse bastante, pero los
personajes que conocí gente bonita y amorosa que me ayudaron sin dudarlo.
Gracias a todos los seres de la tierra que dan sin esperar nada a cambio, que no
necesitan conocer a una persona para abrir su corazón o su casa para quién lo precise.
Trato de aprender cada día que amar es dar, pero también recibir lo que los otros
desean darnos, así el circuito se cierra. Un chamán amigo pregunta una y otra vez en sus charlas:
¿qué es más fácil dar o recibir? En pocos segundos un coro de voces le responden que recibir es
más difícil. Es sencillo darlo, a veces todo, pero recibir un consejo, un abrazo, un elogio o una
sugerencia… ahí se complica.
Viajando aprendí que tengo que recibir ayuda de muchas formas, no solamente en lo
material, sino la ayuda del corazón, la cual tiene miles de formas y colores. Eso se agradece
devolviendo, y así formamos un círculo de amor infinito que nos envuelve y nos protege, por eso
no tengo miedo cuando viajo. Todos los que me vieron pasar y se sonrieron o quisieron subirse y
volar, todos los que me ayudaron con sus manos y sus palabras están conmigo acompañándome
en cada metro del camino. Gracias!!!!!!!
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12. ARENA MOVEDIZA
En Necochea los chicos de la Agrupación Necochense Todoterreno hace más de 25 ó
30 años, ya ni recuerdo, que surcan la arena como viento, o sea que la conocen de memoria, y
esto incluye que la arena jamás es la misma, ni la playa, ni las mareas, ni los médanos ni nada.
Todo se mueve y cambia a cada instante. Entonces los chicos hicieron eso que se llama experiencia
en la arena y sus circunstancias. Son como maestros areneros y desde que los conocí, gracias a los
Meharis que querían andar por la playa y los médanos, supe que las travesías son su locura y que
las disfrutan tanto o igual que el amor y que su amor compartido es mayor.
Así fue que un fin de semana de verano había una travesía hacia el famoso Médano
Blanco, distante a unos 50 km de la ciudad. Cuando te conté el Bautismo de Barro, habíamos ido al
complejo junto al Médano Blanco pero no al médano mismo.
Esta vez fuimos varios Meharis, yo tenía un compromiso a la noche, por lo que no
podía quedarme. Luego del hermoso trayecto que incluye arena mojada, que luce como ruta
recién asfaltada, pequeños médanos, camino de tierra donde hay formaciones rocosas en la playa
y bosquecitos de pinos. Luego de toda esa maravilla al llegar a una zona donde casi todos los
Meharis necesitamos ayuda para pasar, por la dimensión de los médanos y su arena blanda, allí
mismo yo pegaba la vuelta porque si pasaba luego debía pedir ayuda para volver y no valía el
esfuerzo. Así que me despedí de Horacio y Germán, meharianos amigos y sus familias y emprendí
el regreso. La arena no es lo que más me gusta para hacer, creo que mi Revo se exige mucho, no
se rompe para nada, pero se exige y yo prefiero la ruta y los caminos. Pero ese día… me picó el
bichito del desafío.
Muchas veces bajo a la playa donde no hay gente para tomar sol, en especial en
otoño o primavera cuando la playa está desierta y puedo escuchar cómo me habla el mar, la brisa
y los pájaros. Pero rodar por la arena de esos lados no era algo que había hecho. Y ese día me
dieron ganas. Bajé y anduve bien, disfrutando de las horas de la siesta al sol, mirando las posibles
subidas al camino ya que, a trechos mi playa querida por esos lados, se pone un saco de
acantilados y no tiene pendientes para subir. Así que iba mirando hasta que de pronto me di
cuenta que la marea estaba subiendo. Instantáneamente recordé la anécdota del Vasco que una
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vez en su casilla quedó flotando en el mar al subir la marea. Ay, me dio un temblorcito, pegué la
vuelta rapidito tratando de recordar dónde estaba la bajada más próxima. Ay, cómo tardó en
llegar y cuando llegó la muy mala era una pendiente con arena muy movediza, mucha arena,
muy movediza por el viento y encima comenzaba a humedecerse de a poquito con la pleamar que
se venía.
pará un cacho hasta que pueda subir, no sé si me va a llevar 10 minutos o media hora
vos pará, no me tapes plissssssss.
Y así fue, pude subir con ruidos en el embrague y humo que pedía taller a la vuelta,
pero subí. Esta vez me había asustado un poco. Luego mirando hacia la playa me di cuenta que lo
que me salvó no fue la marea sino la serenidad, la confianza en que iba a salir triunfal de esta mini
aventura arenera.
Porque si no salía, no tenía escapatoria: estaba abajo, si alguien pasaba, cosa difícil
porque no es lo que se dice, un paseo habitual, ese alguien no me podría ver; no había señal de
teléfono ni nada para prender un fueguito y hacer humo. Era dejar mi Revo ahí y salir a buscar
ayuda y eso no iba a pasar, mi Revo no moriría ahogado sin mí a bordo. Así que les puedo contar
que me asusté, sí un poco… ¿mucho? Si pero con gusto. Otro ejercicio de aventuras que no voy a
olvidar.
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(1) Fue la última vez que bajé a la arena y no volvería a hacerlo. No fue el miedo el que me
llevó a decidirlo, sino el respeto por la naturaleza. Hasta entonces, no había tomado
conciencia de que, al pasar tantos vehículos por la playa, se altera el ecosistema.
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13. PERDI UN TORNILLO
A esta altura ¿ya se dieron cuenta no? Jaja perdí un tornillo. Lo que no saben es cómo
fue.
Con mi hijo Facu abrimos el capó y miramos, todo parecía estar bien pero no estaba
tan bien, así que decidimos llamar la grúa de nuestro seguro y seguir hacia Río Cuarto donde un
gran amigo mehariano, Néstor, nos esperaría para ir al taller a solucionar el inconveniente.
Cuando llegó la grúa el simpático chofer revisó todo por ahí, cuando miró al carburador… bueno…
tengo que confesarlo: había perdido un tornillo!!! El de baja o el de alta, no lo sé, pero perdí un
tornillo, y eso hacía que si no aceleraba continuamente el Revo se paraba.
Fueron 80 km de charla y charla los tres con Revo a cuestas hasta Río Cuarto, donde
Néstor nos llevó a su mecánico quién solucionó el asunto en menos de lo que canta un gallo bien
despierto. Así es que desde ese día puedo decir oficialmente: yo perdí un tornillo y quién quiera
interpretar que interprete.
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