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 NO SOY FRÁGIL

Ex Libris - Vuelo de Quimera

COLECCIÓN VUELOS NARRATIVOS

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No soy frágil, Sofía Adrover
Vuelo de Quimera Editoras
Dirección: Eugenia Straccali
Ilustración y arte de tapa: Leonardo Massari
Sofía Adrover
Diseño de tapas e interior: Lucky Salessi

Dirección electrónica:
quimeraeditoras@gmail.com
www.vuelodequimera.com.ar

NO SOY FRÁGIL

Adrover, Sofia
No soy frágil / Sofia Adrover ; editado por Lucrecia Salessi ; editor literario Eugenia
Straccali ; ilustrado por Leonardo Ezequiel Massari. - 1a ed. - La Plata : Sofia Adrover,
2021.
176 p. : il. ; 215 x 139 cm.

ISBN 978-987-86-9874-8

1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Juvenil. 3. Novelas Románticas. I. Salessi, Lucrecia,

ed. II. Straccali, Eugenia, ed. Lit. III. Massari, Leonardo Ezequiel, ilus. IV. Título.
CDD A863.9283

Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de sus titulares. Todos los
derechos reservados.

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 AGRADECIMIENTOS

A mi hermana, por prestarme su oído cuando recién empezaba.

A mis papás, por bancar mis locuras.
A mis amigos, por sostenerme y motivarme siempre a seguir.
A la familia de mi novio por aconsejarme y ayudarme a tomar
decisiones.
A Eugenia Straccali y Leonardo Massari que fueron dos hermosas
personas que me acompañaron en este proceso nuevo para mi y me
guiaron por el camino correcto. GRACIAS.
A todo Vuelo de Quimera por darle la oportunidad a mis escritos.
A Marcelo Bellinche.

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 DEDICATORIA

A mi novio, Nicolás, por ser el que me banco en cada paso que di y me

ayudó a seguir adelante a pesar de mis frustraciones.
A mi tía, mi madrina y compañera a distancia, la que me brindó su
tiempo y sus conocimientos para sumarle intensidad a la novela.

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 PRÓLOGO

Ahora me convierto en mí. Está

llevando tiempo, muchos años y lugares;
Me disolvieron y agitaron,
usé la cara de otra gente,
corrí como loca, como si el Tiempo estuviera ahí,
tremendamente viejo, gritando su advertencia,
“Apurate, o te vas a morir antes de-”
(¿Qué? ¿Antes de alcanzar la mañana?
¿Antes de que esté claro el final del poema?
¿O de amar a resguardo entre los muros de la ciudad?)
Ahora a quedarme quieta, estar ahí,
¡Sentir mi propio peso y densidad!
La sombra negra en el papel
es mi mano; la sombra de una palabra
mientras el pensamiento da forma a quien la forma
cae pesadamente sobre la página, se deja oír.
Ahora todo se funde, ocupa su lugar
del deseo a la acción, de la palabra al silencio,

May Sarton (Bélgica - 1912 -1925)

Traducción Sandra Toro

Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) ha dicho que el acto de leer

una novela es un modo de mirarse en sus páginas. El juego de
espejos de su obra Los ojos vendados se centra en el conflicto
subjetivo de la protagonista que de pronto se enfrenta a la
abrupta pérdida de la inocencia. Sofía Adrover en esa línea de
escritura escribe su obra de comienzos: No soy frágil. Alli la
autora indaga y narra el itinerario pesadillesco de una joven
que tiene tempranamente un desencanto vital, un conflicto que
produce un giro descisivo y abrupto en la linealidad de sus días.

La historia de arendizaje está contada en primera persona por

Magui, se divide en episodios, que en un principio crecen como

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relatos recursivos. La narradora da cuenta de la manipulación
de la cual es víctima y su lucha interior por sobrevivir a una
psique debilitada de un raptor y carcelero.

Lo interesante de la novela de Sofía es: la evolución madurativa

de la protagonista y el descubrimiento de que una mujer no
es fragilidad como pensaba Hamlet. Todo lo contrario, ella no
queda a merced de las voluntades de los hombres; incluso hay
contra figuras masculinas como la del padre o la del abuelo
Ruperto que se presentan protectores y amorosos.

El cambio de posición de la protagonista a lo largo de la historia

devela el encadenamiento de esos pasajes que bordean lo
autobiográfico y cifran el devenir mujer de una adolescente
atravesada por cristalizados mandatos sociales, familiares
y políticos Aparece el aborto tratado desde los debates
coyunturales de Argentina en lo que subyace que lo personal es
político, también en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires.
Se trata de una intensa obra de ficción, si bien es una novela
inaugural, la escritora ya señala el interés por la psique, los
personajes agitados por la búsqueda identitaria y contaminados
por las violencias exteriores o internas humanas. Las mujeres
escondidas tras máscaras masculinas parecen caer en su
escritura. Y la crudeza de lo que sucede no opaca el tono luminoso
del personaje de Magui que deja que cree que es posible vivir en
un mundo mejor, donde existe la justicia y la resolución de los
duelos desde el amor: “Dicen que las guerras más difíciles son
destinadas a las guerreras más fuertes ¿no? Creo que todo pasó
para que me diera cuenta de varias cosas y para que de una vez
por todas lleguen las buenas” (pág.86).

Eugenia Straccali

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 PARTE I

MAR DE LÁGRIMAS

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 1

Era una sopa.

Y otro día pasaba en la casa de Julián. Él como siempre

acostumbrado a la rutina, venía a verme a eso de las 10 para
darme la cena. Una comida que, como todas las noches hacía
seis meses, era una sopa repugnante, haga calor o frío, era
una sopa. Una sopa que vomitaba todas las noches antes de
quedarme dormida.

Abría una ventanita y me la pasaba por ahí. Luego,

dependiendo de su humor, me llevaba a su habitación o me
dejaba encerrada hasta el otro día. La verdad es que, igualmente,
prefería que me dejara en el ¨cuarto¨. Ante esto creo que al igual
que yo, todos preferirían dormir en el suelo.

Antes de seguir contando cómo llegué hasta acá prefiero

presentarme: yo soy Magui, tengo 19 años, soy morocha con ojos
verdes. Soy la tercera hija de una familia “normal”, si es que eso
existe. Me describo físicamente por si encuentran alguna foto
o afiche que diga buscada en la calle, en su barrio o en alguna
parada de micro.

Creo que es mejor decir una familia formada por mamá,

papá, una hermana, un hermano, mi perro y yo. Ahora soy una
hija perdida.

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 Quiero seguir con la pregunta que seguramente se estarán
haciendo, si mi familia me busca. Son varias las veces que
escuché gente pasar gritando mi nombre, pero, no puedo hacer
nada. Perdida. Buscada. Escuchaba el eco de mi nombre y no
me reconocía. ¿Era a mi a quién buscaban?
Estaba en un sótano en el que solo hay una ventana entre
el techo y una de las paredes laterales, la que definitivamente
no puedo alcanzar. Un sótano transformado en madriguera.
Un sótano con olor a humedad, a papel enmohecido, a madera
podrida. Y a sopa recalentada. Un sótano que como yo estaba
olvidado.
También, por si se lo están preguntando, dentro de todo
estaba siendo bien atendida, tenía mis cuatro comidas a horario,
aunque sean siempre el mismo menú y tenía mi tiempo para
ducharme una vez por día. Me podía cambiar de ropa pero,
como se deben imaginar, tengo solo dos opciones, cada tres
días. Ropa interior lo mismo. Ah… y me las lavaba yo. El jabón
apenas tiene perfume y queda también perdido bajo los hedores
nauseabundos que me rodean.
Sigo tomando la misma sopa.
Julián era mi novio. Ahora es mi carcelero. Estábamos
juntos hacía un año y medio, aunque esta pesadilla (a veces
pienso que estoy soñando y no despierto) comenzó hace unos
seis meses. Éste es el momento en el que se preguntarán por qué
entonces no lo dejé antes…
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2
Nochebuena / Nochemala.
Todo comenzó un 24 de diciembre, más precisamente el 24
de diciembre de 2014. Desde hacía varias navidades que cenaba
con mi familia y luego salíamos con mis amigas, a una fiesta
llamada Christmas Fest. Joda a la cual salían todas las personas
de Adolfo González Chávez, mi pueblo. Pero a diferencia de todas
las fiestas, estas habían sido especiales para mí. Había conocido
al hombre que quería que pase el resto de mi vida conmigo, o
por lo menos eso creía: Julián, mi carcelero.
Tenía 24 años y estaba terminando la carrera de Abogacía.
Pero, fuera de todos estos datos, pienso que lo que me enamoró
de este chico fue su manera de acercarse a mí. Era para mi
diferente a los demás.
Creo que varixs lectorxs deben coincidir conmigo en que,
todx pibx se acerca, te saca a bailar, sale una charla y luego
terminan chapando y muchas veces yéndose juntxs del boliche.
Pero él no lo hizo así. Julián, o como le decía yo mi gordo, esperó
el momento ideal para hablarme. Se ve que ya venía siguiendo
mis pasos, porque si no de otra forma no sabría que estaba por
enterarme de que mi gran amiga María, estaba saliendo con
mi gran amor de secundaria Gonzalo, cosa que, obviamente
al descubrirlo, era obvio me iba a caer horrible. Y así fue. Me
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siguió hasta el momento que los descubrí y ni bien me cayó la
primera lágrima corrió a mi encuentro para endulzarme con sus
palabras. Si bien no era mi mejor amiga, ella era de mi grupo y
enterarme de que me fallaba me dolía un montón, por lo que no
podía parar de llorar.
Nochemala.
De esa noche, recuerdo cada palabra que me dijo como
si me hubiera relatado los huesos que tuve que estudiar para
mi primer parcial de Anatomía. En ese momento yo estudiaba
medicina. Con cada frase que me decía me daba cuenta de que
no todo rondaba alrededor de ese amor que tenía, sino que
había muchos más pibes que valían la pena. Y así fue como
empezamos a hablarnos, porque por mi personalidad, recién a
la tercera vez que nos vimos, sólo chapamos y recién al cuarto
mes decidí entregarme a él y perder la virginidad, cosa de la que
hoy me arrepiento y mucho.
de estar conmigo, me prohibió salir con mis amigas. No se si
notaron que estoy utilizando la palabra prohibición. Empecé a
sentirme incómoda, se lo dije, no quería alejarme de las chicas,
necesitaba ese espacio de risas y complicidad por fuera de la
pareja. Cuando se lo planteé, se justificó diciendo que era porque
en la semana vivíamos a mil y no teníamos nuestro espacio, cosa
que era mentira porque los lunes, miércoles, viernes y sábados
eran exclusivos para nosotros. Sí, no me digan nada, cada vez
esto se tornaba más enfermizo.
La cosa se fue poniendo más rara, más espesa como la sopa
horrible que sigo tomando. Cada mes que cumplíamos juntos
sentía que perdía la capacidad de respirar y cuando comencé
a sospechar lo que pasaba, al límite de la asfixia; ya no tenía
escapatoria.

Los días pasaban. Pasaban. Y yo entregada al amor

idealizaba a Julián. También al amor. Tal vez por ese comienzo
en el que él se ubicó como mi salvador y yo me sentí rescatada
en el mar de mis lágrimas. Los días pasaban y él seguía siendo
el héroe que me sacó de esa Nochemala.

Pasaron cuatros meses, yo estaba completamente entregada

a él, a su manipulación silenciosa. A sus estrategias de seducción
amorosa— perversa. Al comienzo (ya teníamos suficiente
confianza) me propuso que dejemos de salir los viernes porque
los sábados eran para salir con amigos cada uno por su lado.
Luego, disimulando su necesidad de posesión, me planteó que
los findes eran algunos de salida amistosa y otros solo para
nosotros. Y sin que me diera cuenta, enredada en su necesidad

-22- -23-
 3 de pánico.

Ahora quiero detenerme a contarles quién verdaderamente

es Julián. Van a pensar que la mayoría de las cosas que les relato
son consecuencia de mi encierro en este sótano sucio maloliente.
Este sótano esta dentro de un caserón enorme, una trampa para
ratones en la cuál caí irremediablemente.

Mar de lágrimas.

Lo recuerdo bien, fue el 24 de Diciembre de 2015.

Cumplíamos un año juntos. Como mis últimas navidades,
nochebuena me tocaba pasarla con él y su familia que, por ésta
vez, no nos iba a acompañar, por lo que me sentí más obligada
todavía a pasarla juntos. Con mucho esfuerzo, aguantándose
las ganas de prohibírmelo, las fiestas seguían siendo libres para
salir con nuestros amigos, más que nada, porque una de mis
amigas cumplía años y era obvio que iba a ir. Había un pacto de
libertad para la Christmas fest.

Sin embargo, esa noche no me dejó irme y la discusión se

desató en el living de su casa. Palabras fueron y vinieron, yo ya
enojada decidí irme y, cuando fui a abrir la puerta me agarró
fuerte del brazo, me pegó una cachetada y me tiró al sillón.
Primero quedé paralizada y empecé a llorar. Otra vez el mar de
lágrimas pero esta vez era Julián el que me arrojaba al llanto.

Entre la congoja y el miedo intenté calmarlo. Su cara

demostraba una furia interior, un volcán a punto de estallar.
Pensé que sufría un ataque de pánico y me sentí culpable.
Ahora me doy cuenta que fue parte de su show para que me
quedara. Ingenuamente decidí quedarme y perdonar su ataque
violento. Quiero contarles que nunca más Julián tuvo un ataque

-24- -25-
 4 odio hacia las mujeres, hacia mi, aunque lo llamara amor. León
y Martha habían ocultado esta situación por los comentarios
que hubieran podido estallar escandalosamente en la pequeña
y sucia ciudad.

A pesar de todas sus mañas, de muchas me enteré ya cuando

estaba hasta las manos con él. Yo lo amaba y estaba dispuesta
a ayudarlo a que se sintiera mejor pensaba que solo era un niño
¿Quién es Julián Parwich? malcriado. Pasé a ser ahora su capricho principal.

Julián Parwich es un chico inmaduro, acostumbrado a
que sus padres le cumplan todos sus caprichos. Pertenece a
una familia aristocrática de Gonzales Chaves. El padre es uno
de los abogados más importantes de la ciudad y su madre una
arquitecta muy reconocida; construyó una de las clínicas de alta
complejidad en la zona; por lo tanto era considerada una mujer
generosa y solidaria.
¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Cómo había logrado
atraparme, como un animal enjaulado?
Habíamos discutido por una tontería. No le gustaba como
me quedaba el vestido: era demasiado corto, demasiado ajustado,
demasiado intenso el color, demasiado el escote, demasiadas
marcadas las curvas, demasiado, demasiado todo.

Físicamente Julián es alto, tiene el pelo castaño tirando a

rubio. Su corte a la moda masculina: rapadito a los costados
y el pelo le sube en degradé hasta llegar a las sienes. Sus ojos
son celestes, es bastante delgado, su cuerpo está trabado por el
exceso de fierros en el gimnasio, sus padres le compraron un
“cuarto de juegos” con aparatos de última generación. Como en
el cuento “La pradera” de Ray Bradbury, los padres crearon un
monstruo. Me sentía una muñequita de plástico sin carne a la
que pueden manipular como una barbie en su caja de muñecas.

Julián estuvo internado en un psiquiátrico privado por

bastante tiempo (yo desconocía la gravedad de su patología)
debido a una profunda depresión que lo había llevado a una
melancolía crónica y a guardar una secreta violencia. De niño
pasaba mucho tiempo solo. Esa soledad engendró un potencial

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 5 soltando sus crías. Esas telas también tenían insectos, pedazos de
alas, de moscas. Jamás pensé que podía haber algo así.

Si me quedaba callada podía escuchar el sonido de las

Luego de esa incoherente discusión, yo estaba en
contradicción y preferí dormir para no pensar. Creí que
habíamos logrado un estado de calma. Me saqué la ropa y me
puse una remera cómoda para dormir, me limpié el maquillaje
y cepillé mis dientes antes de acostarme. Tuve sueños extraños.
Tenía sed, no encontraba agua y mi cuerpo estaba paralizado de
la cintura para abajo. Sueño premonitorio. Tal vez. Desperté de
golpe.
lauchas (eran grandes cantidades moviéndose todo el tiempo)
y percibía el sonido que producían entre las maderas buscando
comida. El piso tanto de la jaula como del sótano afirmaba
aún más el animal que era porque veías las caquitas que lo
caracterizaban. Si, un asco, un verdadero asco. Estaba en un
lugar siniestro.
Un olor nauseabundo inundaba mis fosas nasales, mezcla
de sopa recalentada, papel viejo y húmedo, olor a heces y el pis
de gato impregnaba el piso donde Julián dejaba mi comida.
Debía taparme la nariz para poder comer.

Ya estaba enjaulada. Había caído otra vez en sus obsesiones

y sus mentiras, pero esta vez era para siempre y yo no lo sabía.

La jaula era demasiado chica para mi. Tenía unos barrotes

de hierro gruesos. Se notaba que era antigua y sólida. Y, a pesar
de mi delgadez, sólo podía pasar mis dedos hacia el otro lado.
Abarcaba casi todo el sótano e iba del piso al techo. Seguramente
fue construida ahí mismo, a medida. No tenía por donde escapar.
El ventiluz era un ojo de buey, que apenas iluminaba el lugar;
estaba tan mugriento que siempre era de noche para mi.

Lo que más me repugnaba era la extrema suciedad. De las

paredes chorreaba agua como si transpiraran. Había un caño,
seguramente el desagüe de una cloaca. El sótano estaba abajo del
baño. De los rincones caían extensas telas de arañas, una arriba de
la otra, rotas, tejidas durante la noche, con arañas de patas largas

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 6 7
Y, lo más terrible para mí era estar atada. Si, tanto de manos
como de pies atada. Intenté soltarme varias veces pero la soga
estaba muy apretada. Tanto que de a poco me iba dejando una
marca más fuerte en mis muñecas como en mis tobillos. Encima,
la soga estaba conformada por hilos filosos que colaboraban a
esa marca que estaba dejando oír los latidos del corazón.
Cada vez que giraba mi cabeza encontraba algo nuevo y
peor. Algo que te daba más asco, más miedo, más todo. Trataba
de poner el punto fijo en algo que pudiera distraerme pero no
lo lograba. Empezaba a tararear alguna canción pero cuando
me copaba y lograba distraerme escuchaba el chistido de Julián
que me prohibía seguir. Estaba indignada, humillada, enojada,
todo. Me quería ir a mi casa.
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El 25 de diciembre, me despertó el sonido del timbre, ya
que como los padres de mi novio no estaban para pasarla con
nosotros, mi madre, Lorena, se había ofrecido para cocinarnos
y almorzar todos juntos. Así, de paso, yo tenía la oportunidad
de pasarla con ellos.
Al escuchar su clara y nítida voz empecé a desesperarme,
pero de ilusa que soy, no había caído en que estaba bajo el suelo
de su cuarto y, aunque pensé en gritar, no me animé. No me
quedaba otra que escuchar sus excusas.
Cuando se presentó mi mamá, Julián le mintió y le dijo
que yo no había llegado ni que me había encontrado en la salida
de la fiesta. Al ver la cara de Lore sorprendida y al ver que
sacaba el celular, también le inventó que ya me había llenado
de mensajes y llamadas a las cuales no había respondido. Mi
padre, que estaba junto a mi querida madre, entró en pánico.
Mamá lloraba desconsoladamente. Se imaginaba lo peor. Mi
padre estaba paralizado y fue Julián, (como si fuera un actor
de primera línea) quien propuso entusiasmado llamar urgente
a Pedro. Mis padres estaban desconcertados. Últimamente se
había perdido la relación con ellos, no les contaba todo como
cuando era niña, y eso les angustiaba. Hasta tiraron la hipótesis
de que yo me había ido por mis propios medios.
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 ¿Quién es Pedro Echegaray? El mejor amigo de Julián en
la primaria y secundaria. Ahora, aunque estaban algo alejados,
cada tanto se encontraban a tomar una cerveza con la promoción
del colegio. Había una amistad más sostenida por el tiempo, que
por la confianza. Pero lo importante, es que Pedro era perito,
era policía y era un buen puente para iniciar mi búsqueda.
Que mejor contacto para acelerar los tiempos que este amigo
personal.
Pedro llegó en 15 minutos, luego de la llamada. Todo
transpirado y con la resaca de la Nochebuena encima. Había
estado de turno a pesar de las fiestas, y se le notaba su
rostro cansado; sin embargo, se mostró preocupado por mi
desaparición. O, eso es lo que escuchaba intermitentemente
de la charla. Julián me había amordazado para que no gritara
hasta que ellos se fueran.
—La vamos a encontrar —dijo Pedro—. No se preocupen.
—Estoy seguro —dijo Julián con voz acongojada.
Y comenzó el interrogatorio.
Pedro contó que no nos había visto en la fiesta. Estuvo en
la puerta controlando que no haya ningún disturbio. Se acordó
que Julián le había mandado un mensaje avisando que estaban
por salir para la fiesta.
Por momentos se dispersaban las voces y no escuchaba el
final de la frase, pero hablaban del 24. Me angustió imaginar las
mentiras de Julián. En un momento, mi madre se paró arriba
de la puerta del sótano. Su voz retumbaba pero se escuchaba
nítida. Escuché que dijo
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—¿Y esto? ¿No es de Margui?
—No —dijo Julián.
—Estoy segura que es igual a la hebilla de la sandalia que
llevaba puesta.
—Es de mi mochila —respondió veloz. Como buen psicópata.
Tenía reflejos para contestar y un libreto verosímil.
Escuché que mis padres se iban para iniciar la búsqueda.
Mi padre salió primero hablando por teléfono. Esto era
definitivamente un secuestro. Escuché la puerta que se cerraba.
Entré en pánico. Julián había comprado un candado doble
enganchado del lado de adentro. Era imposible abrir esa puerta.
Seguramente había acomodado la alfombra sobre la abertura y
el sillón arriba porque mi madre señaló.
—Cambiaste las cosas de lugar.
—Sí, viste...
Mi hermano mayor Tincho acompañaba a mi papá y mi
hermanita menor Lara, de sólo cinco años, no paraba de llorar
desconsoladamente. Me moría por ir corriendo a abrazarla y
aclararle que estaba viva. Pero no podía. La semana pasada, la
había conmovido el femicidio de una adolescente en el pueblo
vecino. Seguramente ese fantasma rondaba por su cabeza. Yo
estaba viva pero maniatada. Viva pero amordazada. Empecé a
temer por mi vida. No estaba errada en su miedo. Yo también me
había enterado del caso y no podía creer estar en esta situación.
Me había conmovido la historia que había revolucionado al
pueblo vecino Pringles. Esa chica, muerta, venía a las fiestas
que organizabamos en nuestra ciudad. Cualquiera, yo, podría
estar en su lugar.
Las horas pasaban, el sol caía y poco a poco se escuchaban menos
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murmullos que se disipaban en el aire. Me sentía inmensamente 8
sola. Cada vez más desesperada lloraba y gritaba, pensando que
en una de esas detectaban mi llanto o mis gemidos desesperados
y venían por mí. Cansada de llorar, me dormí con los ojos
hinchados, los párpados me ardían y me entregué al sueño sin
almohada creyendo que esto no estaba pasando.

Ya era definitivamente una cautiva.

Los extrañaba. Sobre todo sabiendo que era Navidad. Mi
familia está conformada por mamá, papá, una hermana, un
hermano, mi perro y yo. Mi madre se llama Lorena, mi padre
Miguel, mi hermanita Lara pero le decimos Lachi, mi hermanito
Tincho y mi perro Laqui.

Somos una familia muy unida pero que económicamente

no se encuentra muy bien. Papá es albañil y mamá es docente, lo
que hace que lamentablemente no contemos con mucho dinero
por mes pero somos felices.

Deteniéndome en cada uno veo que Lorena es una mujer

al igual que yo morocha y de ojos verdes, que se desvive por su
trabajo y que es feliz enseñándoles a aquellos chicos y chicas
de 3 grado del secundario. Es una mujer buena y siempre esta
pensando en el otro.

Miguel, por el contrario, es más renegado pero vive alegre.

Es de pelo castaño y ojos marrones. Trabaja como albañil hace
varios años y es fanático de Newell’s de Rosario. Él construyó
nuestra casa con mucho esfuerzo y mi mamá eligió cada material
de esa construcción. Tenemos una estufa a leña y un quincho
donde la familia los domingos come sus asados. Era Navidad,
ellos están cerca pero lejos. Y yo estaba sola. Ya no creo en Papá
Noel pero sí en los milagros. Quería salir corriendo pero ya la

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soga se estaba incrustando en mis muñecas y, el metal de las
esposas, me raspaba los tobillos. Estaba triste. Muy triste.
Si vamos a Tincho es bastante tímido, no suele tener mucha
relación conmigo pero se que por dentro tiene un gran corazón.
Sueña con ser veterinario pero todavía es muy chico. Al igual
que papá es hincha de Newell’s y tiene los mismos aspectos
físicos que él. Pelo castaño, ojos marrones, rellenito y bien
alto. Su ternura aparece cuando cuida a nuestras mascotas. Se
vuelve tierno y protector. Lo extrañaba, aunque hablemos pocas
palabras. Mis amigas me cuentan que me admira y dice que me
quiere mucho.
Por último, Lachi, la dueña de Laqui, su perro Golden
retriever. Ella es mi compinche aunque a veces es caprichosa y
eso hace que me enoje y no le preste mucha atención. Ella tiene
5 años y es de pelo castaño y ojos marrones como papá y Tin
pero flaquita y de altura media como mamá y yo. Es la alegría
de casa cuando hace sus coreografías en el living o se disfraza
con sus amigas. A veces, encuentro mis pinturas desordenadas
en el baño y la quiero matar, después termino sacándole fotos a
su cara pintarrajeada.
A pesar de nuestras diferencias, somos unidos. Vamos juntos a
todos lados, confiamos el uno en el otro y los fines de semana
nos gusta armar campamentos y escuchar los partidos por la
radio del auto, mientras tomamos mates con las tortas que
hace mamá o la abuela. La sopa, la horrible sopa me sacó de los
recuerdos. ¿Cuándo volveré a saborear los asados de mi padre,
las tortas de mi abuela, los mates de mi mamá y las golosinas
de mi hermanita? Estaba en una pesadilla, ¿Cuándo iba a
despertar?
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9
Entre llanto y llanto me dormí, hasta que la ventanita se
abrió y mi ilusión me despertó. Pero claramente era solo mi
novio, o mejor dicho mi carcelero, desde ese momento. Él
estaba, obviamente muy feliz. Me tenía ahí, no le importaba
las condiciones. Me tenía ahí. Presa y solo para él. Tocó mi
mano, me pasó la sopa de calabaza y me contó que mis padres
estaban buscándome por todos lados (irónicamente me dijo
¡cómo te quieren eh, están desesperados!). También me dijo
que no pararían hasta encontrarme. Siguió diciéndome, siguió
hablándome, siguió mintiéndome: me hablaba de amor y
que todo esto lo hacía por mi y que haría todo lo posible por
disimular mi presencia en ese sótano. No quería correr ningún
riesgo.
Escucharlo me provocó un llanto desenfrenado. Lo peor,
fue que quiso consolarme, entonces entró y me abrazó. Fue lo
que más odié en mi vida y lo empujé. Claramente y como tonta
que soy, logré ganarme una hermosa cachetada en mi pómulo
derecho. Ante esto, decidí no abstenerme más y abrazarlo con
un beso en su boca.
Pensando que había cambiado mi opinión, me agarró y me
llevó a su cama a la fuerza. No me quedó otra que bancármela y
tener relaciones con él. Pensaba mientras tanto, en mis paisajes
favoritos, en mis amigas, en las flores de jardín en tantas cosas
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bellas, en desaparecer.
Luego de un par de polvos a los que trataba de resistirme (por
eso me ligaba fuertes bofetadas) se decidió por fin ir a dormir.
No me iba a dejar escaparme con facilidad. Empecé a pensar
que había perdido mi libertad para siempre. Inmediatamente
después de terminar me ponía unas esposas en un pie en una de
las patas de la cama y en una mano al respaldo que tenía con un
acolchado de Independiente.
Por eso prefería dormir encerrada sobre el piso frío del
sótano. Aclaro, igual, que él varias veces había ofrecido tirarme
unas frazadas pero yo, enojada, había respondido con ofensas
horribles que me dejaron sin nada. Por ahora, no me había
influido, pero como se darán cuenta por las fechas, recién había
pasado la primavera y el verano estaba en su curso. El otoño
sería otro tema para hablar.
El 25 había pasado y al igual que éste, el veintiséis,
veintisiete, veintiocho, hasta el treinta y uno. Era año nuevo, mi
primer comienzo de año sin mi familia, lo que me ponía peor.
La fiesta de Año Nuevo era mi favorita, era muy especial.
Nos reuníamos toda la familia de parte de mi papá (con la
que mejor me llevaba), e íbamos todos juntos hasta Necochea,
dónde mi abuelo Ruperto tenía una hermosa casa quinta.
Sin embargo, esta iba a ser el peor fin de año, ninguno iba
a poder ir a esas “mini y hermosas vacaciones” que todos
esperábamos con tantas ansias todos los años. Al recordar esto,
una enorme tristeza me invadió el cuerpo, la cabeza, pensando
en la desesperación que debía sentir mi viejito por mi ausencia.
De toda mi familia, mi abuelo era la persona con la que podía
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hablar todo lo que se te pudiera ocurrir. Con él, era con quién
pasaba mis findes en el campo. Íbamos los viernes después de
que terminaba el colegio y pasábamos hasta el domingo allí, los
tres juntos.
Mientras mi abuela se pasaba los días cocinando tortas
y postres, ya que amábamos lo dulce, nosotros con Ruper
agarrábamos los caballos e íbamos a andar horas y horas
por los campos en las afueras del pueblo. Amábamos ir hasta
una lagunita que había cerca y pasar tiempo tomando mate y
hablando de mis amores. Yo hablaba, él escuchaba y cada tanto
me tiraba un consejo o me contaba cómo era el amor en su
época. Si bien desde que me había puesto de novia y arrancado
la facultad ya no iba tanto, el lazo no se había roto.
Después de derramar varias lágrimas, me calmé y esperé
la llegada del hombre que había arruinado mi semana preferida
del año.
La tardecita llegó y con la bajada del sol, apareció mi
enemigo. Entró con un golpazo a la puerta pero, esta vez, por
entusiasmo, se le había ocurrido una idea “genial”, como la
llamó él, para pasar esa fiesta conmigo. Me propuso ir a la casa
de mi abuelo, ya que, como era la nieta preferida, tenía un juego
de llaves del hogar. Como había dicho mi vieji al entregármelas
“Para que la uses con alguien que amás cuando vos quieras”.
Pero claramente, con mi ex no las quería usar.
Ante su idea, clavé cara de culo y de indignación. El hombre
que me tenía secuestrada y había escuchado las palabras del
señor que más amo en este mundo, pretendía que lo lleve a la
casa en dónde paso las fiestas con mi familia. Claramente este
pibe no entendía nada, para ir a esa casa tenía que ser alguien
-39-
importantísimo para mí, y si bien él había estado en camino de
ser el primero en conocerla, ya todo se había caído.
Al explicarle que no deseaba ir, desató su furia. Había
abierto la puerta y comenzado a decirme cosas horribles que
no pueden imaginar y a pegarme ya no bofetadas, sino piñas
en la cara y en el brazo. Habrán sido seis o siete piñas, ya ni me
acuerdo, porque el dolor me hizo desvanecer.
Desperté y estaba encima mío llorando. Al verme en el suelo
paró, se tiró y comenzó a disculparse. Si no le hubiera tenido
tanto miedo en ese momento, hubiera sido el ideal para escapar,
pero preferí sostener ese enorme deseo y quedarme haciéndome
la todavía desvanecida. Minutos más tarde, no me quedó otra
que reaccionar y decirle algo. Las palabras tiernas las tuve que
sacar con tirabuzón porque no me salían. Le pedí que se calmara
porque desencadenaría otro ataque de pánico. Paró de llorar,
me miró y me besó. Después miró la hora, todavía estábamos a
tiempo de cenar juntos, por lo que, me sacó con unas sogas y me
llevó a su cocina.
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10
Cuando nos sentamos en la mesa, miles de ideas para
escapar se me ocurrían y a la vez tenía fe en que, por obra del
destino, tocaran timbre mis papás y me encontraran ahí. Pero
no pasó. Sólo recibí el hielo que me dio Julián y otra sopa más
de las tantas que ya tenía. Le pregunté si no podía darme otra
cosa por ser una fiesta y no quiso. Sólo prometió darme helado
y el chocolate que sabía que amaba.
Las doce de la noche llegaron y con ella llegó mi riquísimo
choco pause, que pensaba comer mientras me acostaba y cosa que
no pasó. Detrás de su entrega llegó la propuesta que rezaba por
no escuchar ¿Sale noche de Netflix?, supuesta noche de series o
película que, claramente, iba a terminar en tener que ser violada
por ya no se cuánta vez. Ya había perdido la cuenta, o mejor dicho,
quería olvidarme. No me quedó otra que aceptar haciéndome la
feliz porque si no ligaría otra piña o quién ya sabe qué.
Rápidamente, feliz de ver mi respuesta, me agarró a upa y
me llevó a la cama de sus padres. Tenían una enorme tele Smart
ideal para ver películas o lo que quieras. Además su cama, a
diferencia de la de él, era matrimonial, por lo que entrábamos
más cómodos.
Esta vez, para no tener que atarme, cerró la puerta con llave,
me hizo tapar los ojos y la escondió. Sólo cerró las persianas
-41-
de la ventana, igualmente no podría escapar por ahí, ya que el
cuarto estaba arriba y si me tirase me lastimaría. Claramente
no era buen plan.
Luego de toda su organización me preguntó que quería ver, a
lo que respondí si podríamos ver Tres metros sobre el cielo, mi
película favorita. En una de esas lo hacía recapacitar y me dejaba
libre. Él aceptó.
Íbamos por la mitad de la película cuando empecé a sentir
su mano corriendo por mi espalda y acercándose al sector de
mis senos. Mi panza se empezó a retorcer y comencé a sentir
arcadas, que preferí tragarme. Al poco tiempo, la palma de la
mano cubrió la teta por completo. No era una piba con mucha
cantidad, por lo que llegaba a tenerla toda. Su otra mano fue
directo a mi parte íntima, cosa que odié más todavía. La mano
que estaba en mi vulva empezó a ir de arriba para abajo tratando
de generarme un orgasmo que no iba a lograr fácilmente. Me
causaba lo contrario. Igualmente, no tuve otra opción que
comenzar a besarlo y a tocarlo yo, porque de lo contrario andá a
saber que iba a conseguir que me haga.
Diferente a mí, él comenzó a excitarse rápidamente y cada
vez se iba acercando y besándome desesperadamente. Minutos
después, comenzó a penetrarme por varios instantes más hasta
que se durmió. Yo seguí viendo la película.
Cuando comenzaron los créditos él despertó y empezó a
aproximarse nuevamente. Esta vez, se paró y trajo del armario
de sus padres una caja que parecía un regalo. Como era una chica
inocente, pensé que iba a ser algo agradable, pero nuevamente
me confundí. Era un conjunto de ropa interior muy atractivo,
de los que usan las mujeres para conquistar a sus novios y
-42-
desencadenar en algo que yo claramente ya no quería, tener
sexo. Otra vez.
Traté de poner la mejor de mis caras, que se ve que logré
muy bien, porque detrás de ella llegó la frase con la sonrisa
más pícara que se puede tener, y no tuve opción que ir al baño
que estaba en la suite de la pieza de sus padres y ponérmelo.
Aproveché para verme al espejo, arreglarme un poco, hacer mis
necesidades y mojarme un poco la cara. Me puse el corpiño y la
bombacha y salí.
Al abrir la puerta, lo encontré ya en calzoncillo, con
la cama tendida y esperándome tal perrito desesperado
por comer. Me vio, y automáticamente vi como su pene
ascendía. Un vómito me vino el cual, nuevamente, tuve que
disimular.
Haciéndome la feliz y la sensual me acerqué bailando
y posando. Una vez más tuve que hacer mi mejor papel para
después ya poder dormir, esta vez, cómoda.
Y así fue como de manera sexy y con la mejor performance
de novia enamorada y atrevida comenzamos a tener relaciones
sexuales. Fueron de manera más salvaje y llegamos al orgasmo
ambos. Aunque me sentí abusada y cosificada fue la primera vez
que había podido dejarme de sentirme un objeto y “disfrutado”
de la situación. Lo pongo entre comillas porque claramente
me hubiera gustado que ocurra eso queriéndonos y habiendo
tomado la decisión ambos y no siendo obligada. Evidentemente
durante nuestro noviazgo habíamos hecho millones de cosas
juntos, ya que ambos éramos la única pareja que teníamos.
Juntos teníamos muchísimo fuego y había piel entre nosotros
pero, con sus actitudes había hecho que eso se perdiera. En el
-43-
fondo sabía que lo amaba, pero mi asco por su obsesión ya me 11
estaba haciendo superarlo.

No lo expliqué antes y por eso quiero remarcarlo ahora:

¿cómo era posible que los padres de Julián no habían aparecido
en escena? Paso a contarles. Con mucha mala suerte para mi,
mis suegros se habían ido al exterior. Por cuatro o cinco meses.
León, su padre tenía negocios en España y era hincha del Real
Madrid, entonces se quedarían por esas razones hasta que el
equipo saliera campeón o quedara eliminado. Este fue el motivo
de especulación de Julián. Fue fácil llevar a cabo mi secuestro.

Los padres de mi ex si bien eran personas muy buenas

y comprensivas tenían una gran debilidad: vivían para sus
trabajos; nunca le habían prestado debida atención a su hijo.
Creían que el amor se podía comprar materialmente. Julián por
fuera mostraba su mejor cara, pero internamente tenía una furia
desmedida por ese abandono. De todos modos, ya era grande y
debía resolverlo.

León era una persona de carácter bastante fuerte y creía

que su influencia había hecho que su hijo haya estudiado la
misma carrera que él. Era dueño y amo de la mayoría de los
casos de la ciudad. La “justicia” era mi peor enemiga. Su hijo
tenía el mismo color de ojos y de pelo que él; Su altura era un
poco más baja que la de Julián y también estaba trabado por
haber hecho el mismo deporte.

-44- -45-
 Martha parecía ser una mujer bastante caprichosa; una
adolescente con un corazón enorme. Ella siempre que se
encontraba en la casa estaba atenta a lo que necesitáramos;
igualmente casi nunca la veíamos. A diferencia de su pareja, es
morocha y sus ojos son verdes. Es una mujer bellísima.
Luego de ese día, las cosas se pusieron cada vez peor, porque
si bien trataba de disimular, se me iba haciendo insoportable el
encierro. Me hartaba no poder decidir, el estar enjaulada me
ponía de mal humor; quería irme a casa de cualquier forma.
Quería irme a casa. Intenté llegar a ciertos acuerdos, pactos,
propuestas que lo beneficiaban pero fue imposible. Siempre
había alguna cláusula que no le gustaba y se negaba. Tenía
el poder absoluto y con cada negativa de mi lado, venía una
bofetada.
Los días pasaron y llegó la noche con la que comencé
relatando mi historia, la noche en dónde todo empeoró. Más
precisamente, la madrugada en donde escuché la peor noticia
de mi vida: mis padres habían dejado de buscarme. La policía
me daba por muerta y se estaba encargando de buscar “mi
cuerpo”. Ya no tenía escapatoria, seguiría con mi sufrimiento,
encerrada para siempre, o eso era lo que pensaba hasta el día de
mi cumpleaños, de mi peor cumpleaños.
-46-
12
Llegó el 15 de marzo, este era el primer año que no quería
cumplir. Amo mis cumpleaños, siempre organizo algo bien
grande. Este año caía fin de semana y había proyectado una
fiesta con mis personas queridas. Había planeado muchísimas
cosas que, claramente, esta vez no iban a darse. Todos pensaban
que estaba muerta. Todos estaban haciendo el duelo por mi
muerte. Nadie me buscaba viva y yo no encontraba el modo de
escapar. Me desperté llorando y muy malhumorada.
El día arrancó con un desayuno sorpresa y una promesa de
que ese día estaría libre por toda la casa que, obviamente, iba a
estar cerrada con llave. Boludo no era.
Así fue. Estuve todo el día caminando por la casa y haciendo
cosas con él. No me quedaba otra opción. Estaba triste, era mi
cumpleaños y estaba muy triste.
Al llegar la noche, como se imaginarán, tocaba ese
maldito y ya odiado sexo. Pero esta vez, él, ya con una actitud
completamente enferma, decidió como buen psicópata, que no
se cuidaría. Cuando me lo dijo mi cara se transfiguró. Yo no
tomaba pastillas anticonceptivas desde que me había encerrado,
ya que, me había quedado sin cajas en su casa y como se cuidaba
él, me había obligado a no tomarlas, por lo que, me negué sin
posibilidades.
-47-
 Comenzó a agredirme con una violencia mayor. Luego de
atarme como lo hacía siempre, entró al baño buscando algo.
Pensé que era mi final. Volvió con una maquinita de Gillette
en sus manos y me hizo un corte profundo en el brazo derecho.
El dolor se expandió por todo el cuerpo. Sangraba mucho y
estaba asustada. Lloraba de impotencia. Ante eso y como última
posibilidad (porque amenazó con matarme), tuve que acceder a
tener relaciones.
Yo sabía la razón por la que estaba tan desesperado. Quería
tener sexo sin cuidarnos. Él, como “todo novio”, controlaba
conmigo mi ciclo menstrual, para que, si alguna vez pasaba algo
y coincidía con mi ovulación, podíamos conseguir “la pastilla
del día después”.
Estaba en mis días de ovulación, él lo sabía y, como no había
encontrado algún amigo que lo ayude con mi secuestro, quería
dejarme embarazada para que yo no tenga escapatoria.
Todos sabemos que en Argentina si bien hay posibilidad de
abortar, el proceso no es muy sencillo. Los médicos todavía no
poseen el instrumental adecuado para hacer esas prácticas. Es
todo muy nuevo. No me quedó otra que rezarle a Dios. Pero Dios
no me había escuchado.
-48-
13
Al mes siguiente tuve mi primer atraso y, como soy regular,
siempre lo fui, supe que su objetivo se había cumplido. Estaba
embarazada con sólo 20 años recién cumplidos y mi deseo de
ser médica arruinado. Había destruido en pocos meses mi vida.
No podía parar de llorar. Tenía una angustia que iba más allá
del encierro.
A esa noticia le sumó otra peor, todavía me quedaba un
mes más porque sus padres llegarían en mayo. Lo único bueno
fue que, al saber que estaba embarazada, me dio la opción de
vivir en la planta alta y dejar este horrendo sótano. Por mi bebé
acepté.
La rutina que conté al principio de mi relato había
cambiado. Ahora la famosa sopa había desaparecido y había
sido reemplazada por una comida diferente y más elaborada
todos los días. Mi bebé tenía que estar bien alimentado.
Pero llegaba otro problema, había que llamar a un médico
que me revisara y me controlara el embarazo y Julián no
quería. De esa manera se sabría la verdad ya que el pueblo es
tan pequeño que todos saben acerca de mi desaparición. Yo no
entendía por qué me daban por muerta. Empezaba a dudarlo.
¿Qué pistas tenían para la hipótesis de un asesinato? ¿O
pensaban que me había suicidado? Ninguna de las dos preguntas
-49-
tenía una respuesta coherente. Seguramente Julián mentía 14
y seguían buscándome. Era una forma de desestabilizarme
emocionalmente. No me quedaba otra que aceptar su no
querer, de lo contrario podría lastimarme y el pequeñito sufrir
consecuencias. Esperaría al siguiente mes.

Mayo iba llegando y con ello mis esperanzas de que León y

Martha volvieran de su viaje y por fin podría ser libre.

El 1 de Mayo tocaron la puerta. Sorpresivamente, eran sus

padres que regresaban. Le pedían auxilio a Julián para bajar el
abundante equipaje que cargaban. Desesperado se puso blanco.
Bruscamente me agarró y me bajó al sótano tapándome la boca.
No quería que gritara.

Al abrirles, sus padres le preguntaron si estaba conmigo

por algunos sonidos que habían escuchado y él lo negó.

Horas más tarde, ya habiéndose puesto al día, los padres

de Julián habían decidido ir a lo de sus abuelos. Le llevarían los
regalos. Luego pasarían por mi casa a verme a mí y a mi familia.

Al caer la noche, León y Martha, regresaron muy

angustiados. Al verlos, Julián les preguntó qué les pasaba con
un tono cínico. No sé qué habrá pasado ahí porque no podía
oírlos, pero calculo que se abrazaron. Luego, se escucharon
los lamentos de Martha, por lo que supuse que sería porque se
enteró de mi desaparición. Ayy Dios, si hubiera sabido que estoy
en su sótano. Pero no, era imposible.

Se fueron a dormir, tristes, y ahí nomás Julián

-50- -51-
me llevó a su habitación. Alrededor de las 6:30 de la
mañana, me llevaría nuevamente antes de que me vean.
Esa noche me costó bastante dormirme, la mente me iba a
mil. Por un lado quería tener el bebé y por el otro, con sólo
pensar todo lo que iba a implicarme, no quería saber nada.
Principalmente porque tendría que dejar mis estudios o, por lo
menos, dejarlos cuando el embarazo estuviera más adelantado,
lo que me haría perder las materias anuales y con ello repetir
el año. De todos modos, también temía por mi vida y mi salud
emocional y física.
desesperadamente me empujó al lado de la cama, dónde no me
verían. No debían verme. Martha entró y él enseguidita la sacó
y se fue con ella.
Minutos más tarde, vino por mí, me alzó y me llevó al
sótano. Al dejarme las lágrimas comenzaban a brotarme y un
llanto lo siguió. Ya estaba cansada de estar presa. Temía por mi
vida y había resignado mi libertad.

A su vez, pensaba en que si no lo quería tener el tema del

aborto en mi país era muy complicado. Valía mucho dinero e
implicaba mucha responsabilidad. Tampoco tenía ganas de ser
madre ahora.

Como ya les conté, provengo de una familia muy carenciada,

mis padres trabajan de sol a sol para que no nos falte nada. Aún
así a veces no llegamos a fin de mes. Pero, cuando me puse de
novia con Julián, sus padres, todo lo contrario a los míos, nos
ayudaban y luego se lo devolvíamos (era un pacto afectivo). Yo,
por cierto, también trabajo por eso me incluyo, después de estos
meses seguro ya no cuentan más conmigo.

Luego de todos esos pensamientos que me ponían mal me

dormí hasta que Julián me despertó sobresaltado. La alarma no
había sonado y ya era tarde. Sus padres vendrían a despertarlo
para almorzar y yo estaría ahí. Me echó la culpa y me gané
injustamente un par de cachetadas, agradecí que sólo me
afectaran a mí y no a mi bebé, aunque todavía no sabía si iba a
tenerlo.

Rápidamente detrás de eso, su madre tocó la puerta y él

-52- -53-
 15
Luego de calmarme escuché dos portazos, el primero
parecía bien lejano y era reconocido por mí, era Julián que se
iba. El segundo lo sentí muy cerca y venía con una luz incluida.
Sí, era en el sótano. Ante esto me escondí, de lo contrario podría
llevarme algo malo de parte de mi carcelero.
Aunque intenté que no me vieran, Martha lo hizo y
comenzó a gritar, por lo que salté y le tapé la boca. Al calmarla
me preguntó qué hacía allí y le conté todo lo sucedido. Ella no
me creyó y me pidió que le cuente la verdad. Ya lo había hecho.
Cuando se lo repetí, me volvió a ver tan desconsolada
contándoselo, que decidió un plan para que su hijo caiga y se dé
cuenta de la cagada que se había mandado. Así fue como me llevó
a su habitación, me dijo que me quedara callada, le explicó a su
marido y el plan se puso en marcha. No había mucho tiempo.
Segundos después de acomodarnos cayó Julián y saludando de
manera rápida se metió en el sótano. Al no verme, se asustó y
comenzó a buscarme desesperado.
Cuando la madre lo sorprendió, su color de piel cambió al
transparente. Disimulando la situación, él le preguntó qué hacía
allí cuando solo tenían cosas viejas del trabajo de su padre.
Julián no supo que decir, por lo que la madre, al descubrir
-54-
que lo que yo decía era verdad, comenzó a putearlo y pedirle
explicaciones de lo que había hecho. Él lloraba y decía que lo
había hecho por miedo a que yo lo dejara. No soportaba esa
situación. Al escuchar eso la madre le pegó una bofetada y lo
llevó de la oreja al living y lo dejó en manos de su padre.
León rápidamente lo sentó en el sillón y le hizo señas a
la madre para que llamara a un psiquiatra. Julián no se dio
cuenta porque estaba llorando y llorando. Mientras esperaban
al médico, su padre intentó calmarlo aunque también lo iba
interrogando. No pasó mucho tiempo hasta que se escuchó
el timbre. La madre amagó a ir a atender y mi novio trató de
escaparse, pero no lo logró. León lo sujetó a tiempo. El médico
llegó y le inyectó un tranquilizante que lo dejó dormido en el
futón.
Ni bien cayó rendido, los padres de él vinieron por mí y
llamaron a mi familia, que sólo en cuestión de segundos entraron
desesperados a la casa de la familia Parwich. Vivíamos cerca.
Al verme, todos corrieron hacía mí, principalmente mi
hermanita pequeña que no paraba de llorar y de pedirme upa.
Los perdones de parte de los padres de mi ex no paraban,
hasta que el médico dijo qué le cuenten que había pasado. Al
oír la historia decidieron, a pesar del dolor, internarlo en un
psiquiátrico.
Cuando escuché esa palabra comencé a temblar. Me caí de
rodillas al piso y no podía dejar de llorar. Si bien estaba enojada
con él por lo ocurrido, había sido mi gran amor y verlo terminar
así por sus extraños sentimientos hacia mí me partía el alma
en dos. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Ante esto mi
mamá comenzó a abrazarme y a explicarme qué sería lo mejor
-55-
para ambos y no me quedó otra que calmarme y ver como se lo
llevaban.
Ya todos más tranquilos, nos sentamos en los sillones y
su mucama nos sirvió un té. A esto siguió el relato de Martha
en el que contaba que siempre su hijo había tenido un apego a
las cosas que era tanto, que a veces tenían miedo. Pero luego
veía como se terminaba separando de eso y se olvidaban de lo
pensado.
Terminamos de hablarlo y relaté con detalles cada
día siniestro vivido por culpa de Julián. Por supuesto
incluía el tema de mi embarazo. Atrás de eso cayeron mis
lágrimas.
Al enterarse, todos se enojaron y a la vez no sabían qué
decirme. ¿Qué iban a hacer conmigo y con Julián? Cuando
escuché eso salté en mi lugar y dije que yo no lo quería tener,
pero que sabía que el aborto era muy caro y peligroso, por lo que
si me tenía que bancar ser madre a esta edad lo haría.
En ese momento, tocaron el timbre. No era el mejor
momento para que lo hagan pero se escuchó la voz de un policía
y no hubo opción. Abrió la puerta León y el comisario junto con
Pedro dijo:
—Nos enteramos por los vecinos que encontraron a
Magdalena. Necesitamos ver si es cierto y en caso de que lo sea
tomarle la declaración.
Al escuchar esto León se corrió y lo dejó pasar. Mi cara
pálida hizo que en menos de lo pensado, el comisario descubriera
quién era la que tenía que declarar. En ese mismo instante,
-56-
mirándome, dijo:
—¿Magdalena sos vos no? Necesito que me cuentes que
pasó.
—Magui apareciste, Julián debe estar re contento —dijo
Pedro mirándome pero cambiando la cara al darse cuenta que
su amigo no estaba allí.
Al oírlo todo mi alrededor se frenó. No sabía que hacer,
no quería ningún juicio ni nada y sabía que si hablaba iba a
ocasionar que lo haya. También me daba cosa mentirles porque
en frente mío estaría Pedro, el amigo de mi novio, el que también
se llevaría una gran desilusión y tampoco lo deseaba. Mientras
trataba de hacer tiempo a ver si mi padre saltaba vi como se
ponía a hablar con León. Le pedí si podía esperar un momento
y aceptó. Corrí hacia ellos y me uní a la charla diciendo
—No quiero confesar nada, por favor no quiero exponerme
más. Necesito terminar con esto. —Miré a León y luego a papá.
Él se mostraba enojado.
—Pensalo bien Miguel. Es fácil de coimear este oficial, más
que el de al lado iba al colegio con mi hijo, puede darme una
mano. Les tiro unos pesos para que no arme revuelo, ustedes
retiran la denuncia y hablamos todo bien como se debe. Pensá
en el futuro del bebé y de nuestros hijos.
Ese nuestros hijos no me había gustado nada. Sonaba a
un futuro entre Julián y yo que sabía muy bien que no existía.
Pero no había tiempo para pensar en eso, había que acabar con
estas cosas. Quería retirar la denuncia, que estuviese en un
psiquiátrico era mucho para todos.
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 —Papá, es lo mejor. Ya bastante hay que arreglar con todo
esto y con Julián que esta en el psiquiátrico. Dejemos todo así,
no quiero declarar nada —Migue me abrazó y me dijo al oído
que estaba bien.
En ese mismo instante, León se acercó al oficial y a Pedro,
se los llevó a un costado y se les puso a hablar. Solo vi como se
le movía la boca y le daba un dinero por detrás. No se cuanto
sería ni nada de eso. El policía lo aceptaba bastante contento
y le contestaba a lo que el papá de mi ex le decía con cara de
comprensión. Por parte de Pedrito, solo veía una mirada de
decepción y de no saber qué hacer. Pero también aceptó, después
de todo era su amigo. Al rato se acercaron los dos y el oficial dijo
—Magui lo único que necesito es que me cuentes algo y
que me firmes un papel en donde dejas asentado el retiro de tu
denuncia. Por si me lo piden.
Acepté y me fui a charlar a la cocina con el hombre y el
amigo de mi ex. No le conté mucho, solo hice alusión a que había
sido un mal entendido y que estaba todo bien. Que estaba bien y
en ningún momento nombre el embarazo. Firmé los papeles y el
comisario se retiró. Al ver que cerraba la puerta respiré hondo.
Ahora habría que ver que seguía con respecto al otro tema: el
bebé.
-58-
16
Llegué a mi casa y al entrar unas lagrimitas cayeron de mis
ojos. No podía creer estar allí. Me acosté relajada en mi cama
después de una intensa ducha. Me sentía, a pesar del dolor,
aliviada de estar ahí de nuevo. Con mis cosas y mis afectos. Se
alejaba la pesadilla. Ahora quedaba el conflicto para resolver
pero a pesar de todo me sentía madura para decidir.
Había deseado tanto ese momento. Le había suplicado
al destino estar nuevamente en casa millones de veces y ese
instante para mí era el mejor de mis últimos meses. Ver a
mi perro de nuevo, ahí revoloteándome, feliz de verme. Mi
hermanita llamándome desde la habitación para jugar con ella
a las barbies. Mi hermano, de ya 14 años, contándome que se
había sacado un diez en inglés, su materia karma de siempre, y
que tenía novia, me hacía llorar de la alegría.
De todos modos estaba enojada, me enojaba saber que ellos
creyeran que abortar era algo que iba en contra de la iglesia
y que no pensaran en que la que tendría que llevar la panza,
cuidarse, privarse de cosas, faltar a la facultad, entre otras, era
yo y no su hijo que me había dejado así por culpa de su “apego
por las cosas”. Yo la quería un montón pero ahora sí se había
pasado de la raya. Pretendía que por sus tontas creencias en
Dios yo me sacrifique. ¿Qué boludés era esa? ¿Qué era eso de
creer en algo que no existe y quién sabe si existió alguna vez? Sí,
-59-
yo soy atea y ya tenía decidido que a partir de ahora cada novio 17
que tuviera iba a tener que ser como yo. No soportaría más esos
pensamientos hipócritas que creen que van a ser condenados
por abortar. Ya estaba harta.

Rápidamente mi madre, al ver mi cara, me preguntó qué me

sucedía y tuvo que bancarse mis cientos y cientos de palabrotas
que salían por la bronca de mi boca. Pero me entendió, pensaba
igual que yo. Por más que estaba en casa sabía que los problemas recién
empezaban. Mi hermano no veía la hora de cruzarse a Julián para
cagarlo a palos. Cosa que ya le había dicho que los problemas,
aunque fuesen graves, no se arreglaban así. Papá que a toda
costa quería hacerle un juicio y que yo no lo viera más. Otra
opinión que no coincidía primero porque León era abogado y
no dejaría que su hijo pierda el juicio y segundo porque el pibe
quiera o no era el padre del bebé y lo tenga o no quería que
esté para tomar la decisión. Ahora, que mi vida es otra, me doy
cuenta de mi inocencia.

Mamá por su parte trataba de mirarme y descubrir qué

quería yo. Estábamos las dos muy calladas, pero con la mirada
nos entendíamos. Ella sabía que yo estaba incómoda y que me
parecían opciones pésimas las que ambos proponían. Es por
eso, que en ese momento, ella expresó:

—¿Por qué en vez de hablar nosotros no escuchamos lo que

ella piensa? Después de todo la que tiene que lidiar con esto es
ella, nos guste o no.

En ese momento todas las miradas se dirigieron hacía mi,

hasta la misma Lachi buscó mis ojos para saber qué decían.
Desesperada intenté buscar dentro mío que era lo que realmente
quería. ¿Qué quería hacer con Julián? ¿Qué buscaría lograr

-60- -61-
entre él y yo? Titubeando contesté. Ya era tarde y mañana habría que hablar con la familia de mi ex
para empezar a arreglar todo. Ojalá se termine pronto.
—Entiendo su bronca y dolor. A mí tampoco me gustó todo
lo que pasó y también le tengo miedo. Tengo miedo qué pasará
cuando le diga que decidí abortar, tengo miedo de que hará su
familia al respecto, tengo miedo. Pero, creo que lo mejor, no solo
por nosotros que al lado de ellos no somos nadie, sino también
por mi que ya pasé bastante, sea que dejemos todo atrás. Se que
va a sonar ilógico —dije mientras veía la cara de indignados de
mis hermanos—. Pero lo que se viene con respecto al embarazo,
es complicado. No sé cómo voy a terminar después del
procedimiento y no tengo ganas de pasar por otra declaración
ni mucho menos bancarme a sus papás ni a él.

Todos se callaron, sabían que tenía razón. El procedimiento

del aborto como saben no es de lo más fácil. Muchos dicen que
sus consecuencias también son psíquicas y que necesitas del
acompañamiento de un psicólogo o psicóloga para pasarlo.

Mi papá tomó la palabra ni bien terminé de hablar y me

contestó:

—Tenés razón, si bien sabés lo que me gustaría hacer hasta

acabar con ellos, pensándolo bien va a ser lo mejor. Lo único que
te pido es que trates de ver lo menos posible a Julián y lo ideal
sería que no entre nunca más a mi casa. Ah y si hay que hablar
algo con ellos que estemos uno de nosotros tres.

—O yo —dijo Lachi con cara de triste por no haberla contado.

En ese instante los cuatro nos reímos y mi felicidad se veía

por todos lados. Que familia tenía al lado, qué afortunada me
sentía. Al terminar de conversar esto decidimos irnos a la cama.

-62- -63-
 18
Eran las tres de la tarde y por más que me moría de ganas
de escuchar todo lo que decían mis hermanos, les pedí que
lo hiciéramos más tarde. Lo único que quería era bañarme y
cambiarme. Si bien ya me había bañado, todavía me sentía
inmunda y con ese olor a sopa recalentada en la piel. En las
fosas nasales tenía impregnado el hedor rancio del sótano. Ellos
aceptaron.
Me estaba bañando y mientras caía la lluvia caliente sobre
mi cuerpo, miles de recuerdos aparecían uno tras otro como en
un film de terror. Algunos buenos y otros malos. Aunque ya no
lloraba, la angustia en mi corazón seguía presente. Todavía me
costaba creer todo lo que había pasado en estos meses. Cómo mi
gran amor, el hombre con el que pensaba pasar mi vida entera
había hecho lo que hizo. Me preguntaba qué era lo que había
pasado por su mente para llegar a hacer eso. ¿Qué había pasado
en el camino o en su vida para que tuviera esa obsesión por mí?
Después de todo, yo nunca había hecho nada para que él pudiera
pensar que fuera infiel. Vivía estando con él, y cuando estaba
con mis amigas, nos mensajeábamos y mandábamos fotos a
cada rato. Sí, bien de obsesivos, lo que me hacía sentir un poco
culpable de lo que había pasado. Para un victimario siempre hay
una posible víctima que sostiene su locura.
Al mismo tiempo, se me venían recuerdos de aquellos
-64-
momentos hermosos que pasamos juntos y el saber que ya no
iba a tenerlos me rompía el alma. Si bien podía perdonarlo y
seguir viéndolo me había jurado a mí misma no volver a caer
en sus brazos, por más que en el fondo lo seguía amando,
¿Lo seguía amando? Es difícil separar los sentimientos del
trauma, había pasado muy poco tiempo. Necesitaba distancia
para poder decidir. Mi mamá, mientras me daba ropa interior
nueva, me sugirió que hiciera una consulta con una psicóloga
amiga especialista en género. Me pareció buena idea, aunque mi
cabeza todavía estaba tomada por el encierro y el destrato. Me
costaba hablar de los detalles, de la humillación.
También me vino a la mente mi bebé, ¿Qué iba a hacer
con él o ella? ¿Realmente se merecía morir por culpa de las
pendejadas de su padre? ¿Quería tenerlo o quería abortarlo?
Después de todo, ¿estaba preparada para ser madre o esperaría
a tener una pareja estable? Miles de preguntas me venían a la
cabeza y me llenaba de impotencia. A esta edad nunca me hubiera
imaginado preguntándome estas cosas y menos después de
tanto tiempo de haber esperado para hacer mi carrera favorita.
Debido a mis problemas familiares, ya me había atrasado un
año y trabajaba para ayudar a pagarme la facultad. La única
facultad de Medicina que había en el pueblo, estaba a unos
pocos kilómetros de casa y era privada, por lo que, ante mi
gran deseo de seguir la carrera, mis papás accedieron pero me
pidieron ayuda. Había aceptado entonces, con mucho esfuerzo,
el puesto de vendedora en un súper del barrio.
Luego de varios minutos pensándolo, decidí que lo tendría
que abortar. Después de todo, ni yo estaba en condiciones, ni
mi familia, ni quería tener nada en común con Julián que me
hiciera estar permanentemente en contacto con él. Si quería
superarlo tendría que cortar todo lazo y tener al crío haría que
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tuviera siempre la necesidad de encuentro.
Se ve, que entre pensamiento y pensamiento, había pasado
bastante tiempo porque caí en la realidad en cuanto escuché los
golpecitos de mi mamá en la puerta preguntándome si estaba
bien. Ahí nomás salí del agua; ya había terminado hacía un rato.
Me cambié y al salir del baño me encontré con mi gran
ejemplo de vida, mi amado abuelo. Al verlo, me emocioné y
corrí hacía él. No podía parar de abrazarlo y decirle cuánto lo
había extrañado y cuánto me alegraba de verlo ahí, nuevamente
conmigo. Qué felicidad que teníamos ambos.
Al soltarlo, lo primero que le pregunté fue si se quedaría a
cenar, a lo que respondió que si era lo que su preferida deseaba
así sería, pero primero tendríamos que tomar unos mates y
charlar. Acepté.
Como todavía era temprano y había rayitos de sol que
daban al patio, nos sentamos todos a tomar unos mates afuera
y la abuela apareció con mi torta favorita: un rogel. La abracé
y le agradecí. Qué feliz me hacían, qué suerte tenía en poder
tenerlos todavía conmigo. Los amo tanto…
Estuvimos horas y horas hablando hasta que Lara, mi
hermanita, me pidió que por favor jugara un rato con ella. Les
pedí permiso a mis abuelos y me dijeron que fuera. Como iban a
quedarse a cenar, tendríamos mucho tiempo para hablar.
Jugamos un rato con Lachi, como le decía yo, hasta que se
quedó planchada con su Barbie preferida en la mano; la alcé y la
acosté. Al taparla, me pidió que nunca más me fuera y le di un
beso fuerte en la frente. Me partió el alma.
-66-
Cuando estaba yendo nuevamente afuera, alguien vino de
atrás corriendo y me abrazó. Era Tincho, mi hermano. No podía
creer que estuviera sucediendo eso. Si bien con él siempre nos
llevábamos bien, nos contábamos todo, cuando quería abrazarlo
o darle un beso, él me sacaba o distanciaba. Decía que odiaba el
pegoteo y que no quería que lo tocara.
Me di vuelta y lo abracé yo también. Después de eso se le
cayeron unas lágrimas y terminó llorando desconsoladamente.
Le dije que no se sintiera mal, que había vuelto para no irme
más y que lo amaba con toda mi alma. Al calmarse, me llevó a
su cuarto, dónde me mostró su diez y me sentó para contarme
de su novia Clara. Obviamente di mi opinión de celosa y a la vez
le comenté lo que pensaba de ella. También le pedí que no se
obsesionara y que trate de darle libertad cuando no estuvieran
juntos.
Nos colgamos charlando y terminamos los dos riéndonos a
carcajadas hasta que mamá nos avisó que estaba la comida.
Llegué al comedor y sobre la mesa estaba mi cena favorita:
carne rellena con aceitunas y papas fritas. En realidad, es el
asado, pero papá estaba muy cansado y habíamos quedado en
que se almorzaría eso al otro día. Al ver la comida tiré a modo
de chiste que desaparecería más seguido. Si bien todos rieron
fue una risa media por compromiso.
Sabía que el ambiente no estaba para chistes y menos de ese
estilo, pero mi felicidad me hacía decir boludeces.
La cena fue un cotorrerío impresionante y, cuando por fin
habíamos limpiado todo y me había podido acostar en mi cama
nuevamente, la sonrisa se me dibujó en la cara sin necesidad de
-67-
pedirlo. Justo en ese instante, mi papá pasaba por mi habitación
y no se pudo resistir a quedarse viéndome desde el marco de la
puerta. Cuando observé su presencia, lo invité a pasar. ¡Hacía
tanto que no tenía una charla con él! Creo que desde que me
había puesto de novia no entraba a mi habitación.
Se sentó en mi cama y estuvimos un ratito charlando. Se
estaba por ir cuando me dijo que si yo quería tener al bebé, él
buscaría otro trabajo más para mantenernos a ambos. La piel
se me puso como varios la llaman “de gallina” y me largué a
llorar. Él volvió a mí y nos quedamos hablando un rato más del
tema. Papá Migue, cómo le decía yo, creía que lo mejor era que
lo tuviera, pero yo ya había decidido que no sería así.
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19
Eran las 11 de la mañana cuando me despertó el ruido del
teléfono que sonaba y sonaba sin que nadie fuera a contestarlo.
Me levanté, me puse la bata, las chinelas y atendí. Era Martha.
Quería saber cómo estaba yo y preguntarme si podía ir después
de almorzar así ya decidían qué pasaría con el bebé. Leyeron
bien, no sólo quería saber qué había decidido yo sino que
también lo trataban como una cosa.
Al cortar indignada, vi que mi mamá abrió la puerta de
entrada y conociendo mis caras me preguntó quién era. ¡Cómo
me conocía! Imposible ocultarle algo. Al decirle entendió todo,
pero yo no había terminado. Le conté lo que me pidió y de la
manera que trató al crío como si fuera un objeto que se vendería
o que no sé qué harían. Enojada le dije que ya había tomado
mi decisión y que, creyeran ellos que estuviera bien o mal, lo
abortaría.
Después de todo lo que había pasado durante los últimos
meses, yo quería cortar todo lazo posible con esa horrible
familia. Pensar que los amaba…
Mi mamá me preguntó qué le había dicho y le contesté que
los había invitado a tomar un café después de almorzar. Me dio
el OK.
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 Terminamos de almorzar con mi familia y mis abuelos y
se escuchó el timbre, mi cara de orto lo decía todo. Eran los
padres de mi ex y para mi sorpresa venían con él. Al verlo le
agarré el brazo a mi abuelo como si fuera una nenita de pequeña
edad que tenía miedo de que se la llevaran y creía que él lo iba a
impedir. Pero, esta vez, Julián venía en son de paz.
Mi mamá los invitó a sentarse y preparó café para todos.
En ese momento, Julián miró a ver si la silla a mi lado estaba
desocupada pero, rápidamente, mi hermano se dio cuenta y la
ocupó. No me dejarían al lado de él bajo ninguna circunstancia.
Confiaba en eso.
abortado.
Después de haber decidido que se haría y luego de hablar de
que pagarían la mitad cada uno todo estaba resuelto. Mi papá se
encargaría de conseguir el médico, ya que tenía un amigo que
los realizaba e iríamos a hacerlo a la casa del señor, debido a que
tenía una casa privada que usaba como clínica para realizar los
abortos. Ya todo concluido, se levantaron y se fueron. Quedaba
llamarlos para avisarles el día que se haría la intervención y
luego ya nada nos uniría.

Estuvimos hablando un rato hasta que mi papá sacó el

tema del bebé. Quería que la cosa se solucionara y no tener que
vernos nunca más con la familia de Julián. Todos discutían sin
escucharse, hasta mis abuelos. Entonces, decidí intervenir para
decir que era yo la que ponía el cuerpo y que si no quería el bebé
no iba a nacer. Proseguí diciendo que en el contexto en que se
encontraba mi ex no era la situación ideal para ser padres. A lo
que él asintió.

No sé si fue parte de su plan para conquistarme nuevamente

o qué pero pasó a dar su opinión. Explicó que había sido una de
sus tontas ideas para retenerme pero dadas las circunstancias
prefería que no lo tuviéramos así podría cumplir mi sueño de
ser médica.

Los padres de mi ex novio se quedaron boquiabiertos. ¿Su

amado hijo estaba dejando de lado los mandatos de la Iglesia
para quedar bien conmigo? Rápidamente giraron la cabeza
hacia mí y fusilándome con la mirada permanecieron en silencio
por un momento. Ya nada había para hablar. El bebé iba a ser

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 20
Tardamos una semana en contactarnos con el médico que
conocía papá y el que haría que mi vida no se pusiera en riesgo.
Cuando por fin lo conseguimos pusimos fecha y ahí estábamos.
El domingo 23 de Mayo tocando timbre en su casa para llevar a
cabo este proceso.
Nos abrieron la puerta y nos llevaron al cuarto dónde habían
preparado y desinfectado todo. Al acostarme en la cama miles
de recuerdos se apoderaron de mí y me fue imposible contener
el llanto acumulado hacía varios días. Todo se había acabado y
no sé si quería que acabara. Después de tanto creía que no iba a
poder soltarlo tan fácil.
Porque después de todo qué es soltar, o mejor dicho qué
creemos que es soltar. Porque yo creo que cuando uno tiene
recuerdos lindos sobre los momentos que pasó con una persona,
nunca se “suelta” del todo. Podes dejar de pensar un rato, o
varios días, o tenerle un poco de repugnancia por lo feo que
viviste con él, pero cuando entras a una red social y subió algo,
te puedo asegurar que correrás a verlo, haya pasado el tiempo
que haya pasado o haya ocurrido lo que haya ocurrido.
Puede pasarnos que creemos “olvidar” a alguien, pero te
puedo certificar que, si vuelve a hablarte o volvés a verlo se te
mueve todo otra vez, como me pasó hoy.
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Desde mi punto de vista, yo creo que el soltar es una palabra
muy, como decirlo, irreal. Todos creemos que dejando de hablar
o dejando de ver a esa persona, ya nada va a volver a ser, que ya
vamos a estar dispuestos a olvidar, pero cuando se quiere nunca
se olvida. Pueden pasar días, meses, años, pero el corazón nunca
va a olvidar aquellas hermosas sensaciones en el cuerpo que se
generaron al abrazar, besar o interactuar con ese pibe.
También puedo decirles que claramente, cada noche
lluviosa, cada canción triste que escuches o cada situación
que vivas y antes la hayas vivido con él, automáticamente o
inconscientemente, vas a traerlo de nuevo a tu vida.
Cuando uno habla de que un sujeto nuevo va a sustituir al
de repente innombrable y así lo vas a olvidar, quiero decirles,
aunque me creas pesimista, que tampoco va a ser así. Él va a
llegar, te va a hacer creer un enamoramiento y te va a trasmitir
cosas que capaz antes no, pero te puedo asegurar que igualmente
nunca vas a dejar de acordarte todo aquello que viviste con “tu
gran amor”. Obviamente pienso, que voy a ser capaz de dejar en
el pasado a Julián, pero quiero que sepan que igualmente voy a
tenerlo en mi corazón por y para siempre. Y, claramente, voy a
seguir preocupándome por, aunque sea un par de años más, qué
será de él. Por eso decidí retirar la denuncia.
Luego de reflexionar tanto sentí una mano que me tocaba el
brazo. Ante eso miré rápidamente y vi que era Julián. No sabía
si sonreír, o llorar, o sacarle el brazo o qué hacer. Después de
todo necesitaba que esté para acompañarme en eso que iba a
hacer.
Cuando el médico me pidió que abriera las piernas, miré
a Julián y no las abrí. No podía hacerlo. Me había arrepentido.
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Quería tener ese hijo aunque no estaría más con él y aunque
me arruinara mis sueños. Después de todo no me lo había
arruinado, al contrario, había llegado para alegrarme la vida y
podría, con ayuda de su familia, mi familia y de su padre seguir
con mi deseado futuro. Con respecto a buscar un nuevo novio
creía que si alguien realmente me quería lo iba a seguir haciendo
tenga el hijo o no lo tenga.
Cuando escuché a aquella persona que había sido tan
importante para mí, me levanté y dije que no lo abortaría.
él prefería que lo tenga antes que hacerme ese procedimiento
horrible que podía desencadenar diferentes consecuencias en
mi organismo y en mi psiquis. Le agradecimos y nos fuimos.
Al salir, mi ex me abrazó y me pidió perdón por todo. Yo,
confundida, le pedí que a pesar de que lo iba a tener, no se
ilusionara porque no iba a volver nunca más. Nos veríamos para
que cada uno tenga su tiempo con el pequeño o la pequeña y
nada más. Lo entendió, pidió disculpas y me soltó.

Mi familia y mis ex suegros que estaban esperándonos

ansiosos y nerviosos en la sala de espera, al verme me
preguntaron qué me pasaba. Proseguí relatando que no podía
matar a alguien tan pequeño, que no tenía la culpa de lo que
había pasado entre los padres y que tenía derecho a venir a la
vida y conocer todo lo que habíamos conocido nosotros y más.

Agregué que creía que su venida al mundo no iba a traer

problemas a la hora de cumplir mis sueños porque después de
todo nos podríamos organizar entre los abuelos y nosotros, sus
padres, para tenerlo en los momentos en que tenía que estudiar
o rendir.

Trataría de comprarme un auto para ir a la facultad y volver

en el día y así darle de comer al bebé. Ambos buscaríamos trabajo
para mantenerlo, aparte de la ayuda de nuestras familias.

Ante toda esta revolución que hubo en la clínica, Jorge,

como se había presentado el médico al entrar, dijo que nos
dejaba tiempo para pensarlo y que si volvíamos a decidir que sí,
lo llamáramos. De lo contrario no pasaría nada, no le teníamos
que pagar nada y quedaría solo en el olvido. Después de todo,

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 PARTE II

NO SOY FRÁGIL

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 21

Desde ese día, todo cambió rotundamente. Mis amigas,

al enterarse todo lo que había pasado y que estaba bien y
embarazada, en vez de ponerse mal, comenzaron a organizarse
los días en la semana para verme, otros para cuidar a mi bebé
cuando naciera, otros para ver quién me acompañaba a cada
ecografía, todo todo. Al oírlas mi sonrisa se iba haciendo cada
vez más grande y me ponía feliz haber decidido tenerlo.

Después de todo no estaría sola, tenía a mis cinco amigas

cuidándome y cumpliendo mis caprichos. El único problema era
quién sería la madrina, aunque todos sabemos que el puesto se
lo iba a llevar Rocío, mi gran amiga, con la que me pasaba 24/7
cuando íbamos al colegio, y desde que íbamos a la facultad nos
pegábamos los fines de semana y, en la semana, hablábamos
si o si una o dos horas por día, dependiendo de si nos habían
sucedido cosas o no. Ella era el motivo por los cuales salía las
navidades, o mejor dicho por su cumpleaños.

Preferí no decir quién sería la madrina para no apagar esa

enorme felicidad que tenían todas al enterarse esta increíble
noticia. Además había que ponerse al día y me tenían que contar
qué pasó con María. Sí, la que me había quitado a mi gran amor
de secundaria.

Me contaron que a partir de ese día no le había dado la

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cara para volverse a juntar con ellas, pero que se había hecho la
desesperada y triste porque no podían encontrarme.
También contaron que sólo había estado ese día con Gonzalo
porque él se había enterado que también había estado con
Alex, su mejor amigo, esa misma noche. Así que se quedó sola,
aunque cuando se enteró de que Gon había venido a ayudar en
la búsqueda se apareció ofreciéndose para buscar y obviamente
la echaron.
Al escuchar que mi gran amor me había buscado empecé
a saltar y pedí que me relataran todo. Ahí nomás empezaron a
contarme.
Parece ser que esa noche, luego de chapársela y antes de irse
juntos, Gonza le dijo que iba hasta el baño. Al llegar al sanitario
se encontró con Alex. Cuando le contó que se iría con Mary,
Ale lo miró con cara de indignación y le contó que él también
había quedado con ella en irse pero, como cuando estuvieron
era temprano, habían quedado en verse horas más tarde. Ahí
fueron ambos a hablar con ella y confesó que en realidad quería
irse con Alex pero como te quería hacer la contra a vos porque
vos te habías comido a Bruno, el pibe más lindo de toda la
promoción, ella se había vengado.
Antes de que siguieran, yo les conté que no era verdad. Sólo
había ocurrido que Bruno había volcado en mi vestido y me
estaba ayudando a limpiarlo. Cuando terminamos me dio un
beso en el cachete pidiéndome perdón pero pasó que justo di
vuelta la cara para irme y fue en la boca. Nos pedimos perdón y
cada uno siguió su rumbo. Rocío se rió y siguió contando.
Retomó imitando las caras de ambos al escuchar lo que
-80-
mi amiga les había confesado y siguió contando que Gonzalo
después de eso había estado preguntándoles por mí, pero que
ellas hasta el día que apareció para ayudar en la búsqueda, no
se habían enterado que era porque siempre me había querido.
Según Valeria, otra de mis mejores amigas él, al unirse a la
búsqueda, les había contado que desde que yo había entrado al
turno tarde, no podía dejar de pensar en mí. Parece una locura
pero ambos nos amábamos desde 1 año de secundaria y ninguno
había dicho nunca nada.
Al escuchar esto, tenía ganas de ir corriendo a su casa
y darle un beso, pero no me tenía que olvidar de que estaba
embarazada y él no lo sabía. Era obvio que después de enterarse
no me iba a querer más.
Luego de ponernos al día con las chicas y merendar, llegó la
hora de la cena y decidieron irse. Le pedí a Ro que se quedara a
dormir pero ella ya tenía planes, parece ser que se estaba viendo
con Alex, ya que si bien había estado con María, ambas habían
dicho siempre que lo amaban y habían quedado en que a la que
le daba bola se lo quedaba.
Como ella ya no era nuestra amiga y sólo se lo había comido
una vez, le correspondía a mi mejor amiga. Quedamos que
vendría otro día y le deseé suerte.
Cenamos y me fui a dormir, estaba cansada. Al acostarme
me quedé pensando lo que mis amigas me habían contado de
Gonza. Deseaba verlo y ver qué ocurría pero claramente tendría
que esperar a cruzarlo alguna vez, o eso por lo menos era lo que
creía hasta ese momento. Pensando en él, me dormí.
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 22
La mañana siguiente sería de trámites, tendría que llamar
a la facultad para ver qué podía hacer con lo que me había
pasado. Al llamar, me atendió una de las secretarias, quién al
decirle mi nombre y apellido recordó quién era yo y que estaban
buscándome.
Me preguntó cómo estaba y me dijo que lamentaba mucho
lo que me había pasado. Si bien no sabía bien la situación, al
ver el cartel de que estaba perdida, se había imaginado que
me habían secuestrado. Saber que conocía mi caso, me había
hecho tranquilizar muchísimo, debido a que sabía que me iban
a entender e iban a tratar de hacer lo más que pudieran para
que pueda seguir cursando y terminar mi carrera. Además se
le sumaba que, al ser privada, nos conocíamos entre todos y
tratábamos de ayudarnos, por más que sólo haya pasado un
año desde que curso allí. Me dijeron que sólo podría hacer las
cuatrimestrales porque las anuales estaban en mitad de temario
y me iba a jugar en contra en mi aprendizaje y luego en el final.
También me dijo que con el tema de las cuotas, no me harían
pagar estos meses que no había asistido porque entendían mi
circunstancia y además siempre había sido tan buena alumna
y pagaba a tiempo, pero que no diga nada por las dudas que un
padre o un alumno no comprendiera mi situación y les armara
quilombo. Le agradecí muchísimo y le dije que al otro día
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arrancaría. Me quedarían las anuales de segundo para el otro
año pero por lo menos avanzaría algo.
Terminé de hablar con alumnado, me preparé una
chocolatada con unas oreos y me senté a ver twitter como
hacía todas las mañanas. Estaba entretenida cuando tocaron el
timbre. Claramente tendría que atender yo, ni mis padres ni mis
hermanos estaban.
Pensé que podría ser la chica que ayudaba en casa que
siempre viene a eso de las 9 pero cuando estaba yendo a atender
escuché que ya estaba. Nunca llegaba tarde esa mujer, ni los
días de lluvia de pleno invierno como hoy. Increíble.
Al preguntar quién era se escuchó una voz temblorosa y eso
me dio un poco de miedo pero decidí abrir. Al agrietar la puerta
y ver quién era comencé a temblar. Pero era una vibración no de
miedo sino de nervios. Era él y no sabía qué decirle.
Como yo no emití palabra, Gonzalo arrancó a hablar en tono
de hombre que busca ayuda en alguna persona. Tontamente
lanzó esas preguntas que te quedas como respondo bien o
lo trato de idiota. Lancé una carcajada tímidamente ante su
“Apareciste” y le contesté que sí, que estaba bien y lo invité
a pasar. Entró, se sacó la campera impermeable que tenía
y preguntó dónde podía dejar el paraguas todo mojado y la
campera.
Puse las cosas en su lugar y entramos a la cocina. Le ofrecí
un té, un café o unos mates. Accedió a compartir unos mates
conmigo y sacó de su mochila unas facturas. Me pidió perdón
porque eran pocas y proseguí a decirle que valía la intención
y que no era necesario traer nada. También se disculpó por
-83-
haberse aparecido en mi casa sin preguntarme antes al verme hasta Claribel, la que limpia, me preguntó si estaba enamorada
en pijama y respondí que perdón yo por haberlo recibido así. de aquel hombre. Sólo me reí.

Cuando ya ambos habíamos dejado atrás los nervios gracias Corrí a mi habitación y llamé a Rocío. Obviamente ella ya
a las charlas sobre boludeces, se animó a preguntarme qué sabía que había venido y se hacía la tonta hasta que le pregunté.
había pasado y accedí a contarle todo lo sucedido. Su cara de Ahí prosiguió a contarme que ahora tenían una gran amistad
lástima por mí se notó rápidamente y su comentario fue que lo y que ella había sido la encargada de pasarle mi dirección y
lamentaba y que desearía que me hayan encontrado antes y que avisarle que estaba en casa a esa hora. También era la culpable
no haya pasado todo lo que pasé pero era imposible. Ante sus de que no me hablara por celular debido a que la idea era que me
palabras tan tiernas me quedé embobada viéndolo hasta que lo pida y hacerse el interesado acá. Nos tentamos y estuvimos
llegó su pregunta sobre las facturas y caí en la realidad. Como una hora hablando hasta que tuve que ir a hacer el almuerzo.
no había tocado ni una medialuna pensó que no me gustaban a
lo que respondí que me encantaban pero recién había comido
unas galletitas. Cosa que era verdad por el lado de las galletitas
pero mentira por el lado de que no tenía hambre porque
obviamente si era una amiga o mis papás los que las traían me
estaría bajando sola las 6 facturas que había en el paquete.

Ambos seguimos hablando horas y horas hasta que cayó la

señora que limpia pidiendo si nos podíamos correr que le tocaba
limpiar la cocina. Lo invité a pasar al living pero dijo que se le
había hecho tarde y que tenía que ir a buscar a sus hermanitos
al colegio y después ir a la facultad. Le pregunté que estudiaba
y me contó que ingeniería mecánica, en un pueblito cerca de
Chávez, que circunstancialmente era el mismo al que iba yo.

Contenta le pregunté si iba en colectivo y me relató que

siempre iba en auto porque con sus 19 había llegado su gran Spark
y que si yo estudiaba allá cuando quiera podía llevarme. Para
no quedar mal ya que todavía no había confianza, le agradecí
y lo acompañé a la puerta. Antes de irse me pidió mi número
y prometió volver a visitarme. Lo siguió a eso un beso en mi
cachete que me erizo la piel y se fue. Me dejó tan embobada que

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 23 dejara invitarlo con algo yo. Le escribí eso y me dormí.

Durante la comida, puedo asegurar que todos habían

notado mi sonrisa de oreja a oreja, sobre todo porque mi mamá
me tiró algo así como que se había enterado que hubo visitas
a la mañana o que habían estado preguntando por mí, cosas
como queriéndome sacar información. Rápidamente, caí que
seguramente Clari había estado contándole algo a mi mamá
pero como sabía que no me había mandado al frente, le contesté
que habían venido unos ex compañeros del colegio a ver como
estaba. Ella me creyó y dijo que se alegraba saber que seguía el
contacto con ellos.

Luego de ese momento incómodo, ayudé a levantar la mesa

y decidí ponerme a ordenar mis cosas de la facultad. Arrancaría
al otro día y necesitaba saber que tenía que llevar para cursar
las cuatrimestrales que correspondían a la segunda parte del
año. Terminé de ver todo y cuando quise acordarme ya era la
tardecita, ayudaría a mamá a cocinar la cena para irme a dormir
bien temprano.

Esa noche, al acostarme, mi celular sonó. Sorprendida,

debido a que desde que no había salido más con Julián ningún
mensaje llegaba, miré el celular y la cara se me iluminó. Era
Gonzalo con un mensaje hermoso que decía: “Que tengas
dulces sueños. Me encantó verte hoy. Si estás mañana paso a
saludarte”. Le contesté que lo esperaba pero que esta vez me

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 24
Ya era martes y ese día volvía a cursar. Mis ganas eran
miles, tanto como las ganas de que llegue la hora de que Gonza
venga a visitarme. Me puse linda y esperé.
A las 10 en punto tocaron el timbre y era él, mi sonrisa era
enorme y no me quedó otra que abrirle igual porque sabía que
no se iba a ir. Él tenía la misma.
Nos pusimos cómodos en el living y Claribel nos preguntó
si deseábamos tomar algo, le dije que no se preocupara que yo
iría a preparar el mate en unos minutos. Antes de que llegue
Gonzalo, le había pedido a Clari que no hable del bebé y que
tampoco le contara a mi mamá que tenía visitas. Ellos se habían
ido a trabajar y mis hermanos al colegio y no quería que todavía
se enteraran de que me estaba viendo con él. Lo amaban y se
pondrían re intensos para que lo trajera seguido a casa y yo
quería ir de a poco.
Estuvimos hablando sobre el clima como media hora hasta
que decidí ir a preparar el desayuno. Gonza ya había comido algo
pero me dijo que me acompañaría con mate. Al escuchar eso me
deprimi, con el embarazo vivía queriendo comer y si él no comía
me sentiría muy culpable. Le supliqué que me acompañara
con unas oreos y aceptó. En modo de chiste y para cortar los
nervios me preguntó si esas eran mis galletitas preferidas ya
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que siempre me encontraba comiendo las mismas. Nos reímos y
empezamos la ronda de mate a la que sumamos a Claribel.
Pasaron nuevamente horas y horas charlando hasta que me
contó que hoy también cursaba y le pregunté si podía alcanzarme
a lo que rápidamente accedió. Se quedó a almorzar y ambos nos
fuimos para la city.
Al terminar de cursar, él pasó por mí y me invitó a cenar,
a lo que dije que prefería que me llevara a casa y dejarlo para
otro día. No quería que vayamos tan rápido, todavía no le había
comentado del bebé. Sabía que estaba jugando con fuego porque
esperar tanto podía jugarme en contra, pero creía que si se lo
comentaba ahora, él pensaría que voy muy rápido y con todo lo
que me pasó a mi se sienta presionado. Esperaría unos días más
hasta sentirme más segura de lo que quería.
Antes de bajarme del auto, me preguntó si tenía que volver
a ir esa semana a lo que le dije que sí, que sólo el jueves pero
que me llevaría mi mamá porque tenía que hacer varias cosas
allá. Tenía turno a mi primera ecografía y no daba decírselo así.
Me contestó que si llegaba a necesitar que me lleve no dude en
mandarle, estaba a mi disposición. ¿No es un lindo?
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 25
Luego de varios días en que ninguno le habló al otro, de que
pasé mi primer ecografía en dónde sólo me dijeron que todo
estaba bien y a la cuál tuve que ir con Julián, que por cierto no
veía hacía bastante, solo me escribía de vez en cuando para ver
como estaba, llegó el viernes. Era un viernes de lluvia, típico de
invierno e ideal para estar acompañada. Pero ya no.
Me desperté, cociné, almorcé con mi familia y me volví a
acostar. Si bien sólo habían pasado dos meses del embarazo casi
tres, todavía panza no tenía pero el cansancio si se sentía. Al
acostarme recibí un mensaje de Julián y otro de Gonzalo. El
de mi ex me preguntaba por mi estado de ánimo ese día y me
preguntaba si había posibilidad de pasar esa tarde juntos como
la que pasábamos antes, a la que respondí con un “Cansada
pero bien”.
El mensaje importante, el de Gonza, venía con una invitación
especial. Su mensaje venía con una tarjeta de invitación, de
modo graciosa, a cenar a su casa esa noche. En el texto también
aclaraba que venía con transporte incluido y que no había nadie
en su casa que pudiera molestarnos. Feliz le dije que pasara por
mí a las 21:30.
La tarde se hizo eterna y obviamente nunca terminé
durmiendo, estaba feliz por un lado y nerviosa por el otro. Este
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día era el ideal para contarle todo. Había que decirlo porque
la relación iba para más y no sabía cómo reaccionaría. Rocío
tampoco le había contado nada.
Me quedé pensando cómo se lo diría hasta que me di cuenta
la hora que era. El reloj ya marcaba las 19 horas y yo todavía no
sabría que ponerme. Rápidamente casé el teléfono y le pedí a
mis dos mejores amigas que vinieran a ayudarme con la ropa.
Ambas sabían que tenía que ser algo medio suelto y a la vez
lindo. Tenía que ser una noche ideal y me tenía que vestir para
la ocasión.
En menos de lo que esperé estaban las dos tocando el
timbre, preferí ir a atender yo así le decía a mi mamá que habían
venido a hacer un trabajo y luego iríamos a cenar algo y ninguna
metía la pata. Abrí y las tres salimos rápida y disimuladamente
a la habitación. Traían una bolsa que en su interior contenía una
caja. Nunca pensé que era para mí. Me la dieron. Era un regalo.
Al abrirla encontré unos hermosos zapatos rojos que hacían
juego con mi Oxford negro y mi camisita rosa. ¡Qué lindos eran!
Me venían perfectos para la ocasión.
Les agradecí y fui al placar a sacar la ropa que iba a
ponerme. Finalmente, elegí lo que había pensado. Mi mamá me
había obsequiado esa ropa por mi cumpleaños y era una buena
excusa para usarlas. Bah me la dio después porque mi cumple la
pase encerrada pero fue con ese motivo. Si bien me traía malos
recuerdos decidí ponérmela y enfrentar esos miedos de volver a
caer en un sótano.
Las 21:30 llegó y con ello el mensaje de WhatsApp de
Gonzalo. Saludé a mis papás y hermanos y nos fuimos. Era tan
puntual como yo, lo amaba también por eso. Saludé a las chicas
-91-
y él bajó a abrirme y de paso saludarlas también. Creo que me 26
puse roja porque me di cuenta que Gonza había entendido que
hacían ellas ahí. Se rió y nos fuimos.

Llegamos a su casa y la cena estaba servida. Al igual que yo

él tenía una mucama pero a diferencia, parecía ser que la tenía
24 horas. Va, eso pensé hasta que me contó que no me había
mandado nada porque había estado estudiando y trabajando
para pagarle esa noche así nos atendía. ¿No era un dulce?

Cenamos, charlamos de todo un poco, principalmente

nos contamos como cada uno se había dado cuenta que estaba
enamorado del otro, comimos mi postre favorito, que lo había
averiguado por Rocío y después nos sentamos en un sillón
frente a la televisión. Supuestamente íbamos a ver una película
hasta que él, lentamente se acercó a mí y me besó. Nos fuimos
acercando más hasta que cuando estaba por pasar lo que se
imaginan decidí frenarlo. Se sorprendió y me preguntó si había
ido muy rápido, a lo que respondí que no pero que antes tenía
que conversar con él.

Arranqué diciéndole que sabía cuánto gustaba de mí, como

yo de él, desde hace un tiempo. Le dije también que sabía lo que
él me había buscado y que le agradecía un montón y me parecía
muy tierno de su parte. Seguí con lo de mi historia con Julián y
me tocó enfrentar lo que más me costaba, su reacción ante mi
embarazo. Había buscado la manera ideal para decírselo y me
tocaba arrancar. Le hice una introducción al tema contándole la
escena de la habitación y terminé diciéndole “Estoy embarazada

-92- -93-
y no pude abortarlo, por más que con Julián cortamos todo creía
que no se merecía mi pequeño/a morir por lo que pasó”.
Esperé su reacción lo más nerviosa que puede estar una
persona. Lo miré esperando una puteada, una echada, un
entonces no podemos estar de su parte, pero sin embargo fue
algo rara. Él comenzó a besarme como si nada le hubiera dicho,
a lo que lo frené y le pedí respuesta. Gon prosiguió diciéndome
lo siguiente “Yo no soy dueño de decirte que hacer o que no
hacer con el bebé. Si vos sos feliz teniéndolo, yo soy feliz, y eso
no va a ser un impedimento entre nosotros. Pasará lo que tenga
que pasar, pero esto no va a influir.” Y me abrazó tocándome
el vientre. Le agradecí y le pedí perdón a la vez. Me besó
nuevamente y me preguntó si quería que busquemos una peli
y hagamos pochoclos. Accedí y le puse de condición ver 3MSC.
Aceptó y ahí nos quedamos hasta la madrugada, juntos, los tres,
viendo la película acostados en el sillón.
Si bien esa película era la que había visto con Julián el peor
día de mi vida, era mi favorita y ese maldito hecho no iba a
evitarlo. Se hicieron las 3am y le pedí que me llevara a casa.
Iríamos de a poco. Aceptó y me dejó en ella.
Ahí me di real cuenta que no soy frágil.
-94-
27
La mañana siguiente, como todos los sábados dormí un
ratito más, pero a eso de las 10:30 me levanté a tomar mates con
mamá y papá. Me esperaba un día largo porque iría al campo
con el abuelo hasta el domingo a la noche, ese era el trato. Si bien
no podría andar a caballo iría para visitar al mío, a Panchito.
Horas más tarde, antes de irme, llegó un mensaje de Gonzalo
preguntándome cómo estaba y diciéndome que lo había pasado
genial conmigo y que no podía creer estar conociéndome cuando
toda la secundaria había estado esperando ese momento. Le
contesté que yo también y le dije que me iba hasta mañana a
la madrugada al campo por lo que no iba a poder contestarle,
como se imaginan no hay señal en ninguna parte. Me puso que
si me hacía feliz que no pasaba nada, que hablaríamos luego y
que me iba a extrañar. Le mandé un corazón y me fui con mi
abuelo.
La vida en el campo es totalmente diferente a la vida en la
ciudad. Es lo mejor que te puede pasar. Allá te alejas de todo
lo que te rodea, tanto gente como redes sociales. Es como si
vivieras en un mundo aparte en donde me encuentro conmigo
misma. Y, con la naturaleza. Era lo mejor que podía pasarme.
Llegamos al campo y el día estaba ideal para ponerse a
bañar a los caballos, principalmente necesitaba bañar al mío,
-95-
por lo que deje mis cosas y comencé a preparar todo para
hacerlo. Mientras yo lo limpiaba, mi abuelo hacía lo mismo con
su caballo favorito.
Al terminar decidimos ir hasta el río de ahí cerca y seguir
con la rutina que les conté anteriormente que hago cada juntada
con mi abuelo. Ya pueden saber lo bien que lo iba a pasar o eso
creía.
Era el domingo a la mañana, estaba tomando unos mates
con tostadas con el abuelo, cuando un fuerte golpe en la puerta
nos sorprendió. En general, nadie viene, excepto algún peón
del abuelo que al llegar tienen códigos para avisarse que son
ellos. La seguridad no está para andar abriendo a cualquiera.
Mi abuelo, sacó la escopeta que siempre tenía a mano por las
dudas y preguntó quién era. Al escuchar era Julián, quién de
modo enojado preguntaba por mí y decía que venía a buscarme.
Me levanté despacito de la silla y el abue me hizo señas
para que vaya a esconderme, más tarde le contaría que estaba
pasando. Yo, muerta de miedo fui directo a esconderme a
un sótano que tenía el abu que nadie pero nadie conocía, era
nuestro secreto. Otra vez estaba en un sótano pero ahora que
había perdido mi inocencia me sentía fuerte.
Al abrirle, él comenzó a buscarme y a amenazar a Ruper,
quién estaba con la escopeta apuntándolo. Le pidió que se
calmara y le dijo que yo no estaba allí, a lo que él respondió
que sus ex suegros le habían dicho que había venido al campo
con su abuelo. Sabía que era mentira, seguramente me había
estado persiguiendo o había estado tratando de averiguar de
algún modo. Sabía perfectamente que después de todo lo que
había hecho mis padres no le darían ni un dato de donde estaba
-96-
yo. Rápidamente se le ocurrió decirle que me había olvidado de
traer unas cosas por lo que iría y seguramente ya me quedaba
en casa. Julián se calmó, le explicó que yo no tendría que estar
ahí por el bebé, que podía pasarme algo y se volvió. Antes de
cerrar la puerta amenazó a mi abuelo lo que se entendió que,
definitivamente, le había declarado la guerra.
Esperé y ni bien mi abuelo me dio el okey salí. Luego
vinieron sus consejos y era lo que no quería escuchar. Me decía
que me tenía que ir, que el estado de mi ex no era aconsejable
para jugar con fuego. No tenía escapatoria, tenía que regresar.
Lo odiaba.
Nos subimos al auto y emprendimos el viaje de vuelta.
Mientras me preguntó qué estaba pasando y le conté que
yo tampoco tenía idea, supuestamente él había comenzado
a ir a terapia y lo habían medicado para que no tuviera estas
reacciones y mucho menos perseguirme. Creíamos que había
mejorado por cómo había estado cuándo yo iba a abortar pero
se ve que había sido otro truco más de él. Mi fin de semana ideal
se había caído a la borda por un pibe al que había comenzado a
llamar mi enemigo.
Me daba cuenta que sus modos eran más los de un psicópata
que de un obsesivo. No era solo conmigo sino que lo violentaba
la pérdida del control.
Era la última vez que se salía con la suya. ¿Acaso me quería
tener controlada? ¿O qué eran esas escenas?
Al llegar a mi casa me bajé en la esquina, dado que de lo
contrario, Julián vería a mi abuelo y se iban a generar disturbios.
“Más vale prevenir que curar” dice la frase ¿no?
-97-
 Entré y ahí estaba sentadito. Me preguntó por qué había
tardado tanto a lo que respondí que ya no éramos nada y que
no tenía nada que preguntar. Se paró para ir en busca de mí
cuando mi madre le chistó desde la puerta de la cocina. Cuánto
le agradecía por no habernos dejado solos. Estaba loco y nadie
lo quería entender.
Ante esa reacción de mi mamá, mi ex, se terminó de parar
y se fue. Corrí hacia mamá y la abracé agradeciéndole. Ella
prometió no dejarlo entrar más a nuestra casa.
Me aseguré de que se haya ido y le pregunté a mi mamá qué
hacía acá, a lo que ella me respondió que lo había dejado entrar
porque le había jurado que yo le había pedido que vaya a casa
a esperarme, que estaba volviendo del campo y que quería que
hablemos. Me reí y le dije que había tenido que volver porque
Julián había ido al campo y había amenazado al abuelo. Ella
no podía creerlo. Teníamos que dejar de ser ingenuos y estar
prevenidos.
Le abrí y me sorprendió con una tableta de mi chocolate
favorito. Le pregunté a qué se debía y me explicó que no le gusta
llegar a casas ajenas sin nada. Le agradecí y me preguntó que
me había pasado. Preparé unos cafés, nos sentamos en el living
y pasé a contarle. Zafamos de presentación a familia ya que,
como dije antes, estaban todos en lo de mi abuelo pero esta vez,
de Carlos, el papa de mi mamá.
Ni bien terminé de relatarle cada suceso me abrazó y me
pidió que me alejara de Julián. Cuando me soltó le dije que no
iba a poder ser. Era el padre de mi hijo/a y no iba a dejarlo sin.
Luego de seguir conversando y antes de que llegaran mis
papás, decidió irse, las cosas estaban medias tensas y preferimos
dejarlas ahí para no discutir. Igualmente, para mí fue mejor,
no era momento para andar presentándolo porque tampoco
éramos nada.

Entré a mi habitación y me tiré en la cama. Abrí el cajón,

saqué el celular, miles de mensajes del enfermo de mi ex cayeron
a mi WhatsApp. Había entendido todo. Le clavé el visto y me fui
a duchar.

Después de almorzar, decidí escribirle a Gonzalo avisándole

de mi vuelta. No sé si se habrá asustado o qué, porque a los dos
segundos estaba tocando mi puerta. Aclaro que vivimos a tan
solo 10 cuadras, lo que hace que llegue más rápido a mi casa
de lo que se imaginan. Las cuadras en mi ciudad son cortitas
y no andan casi autos por la zona, más un domingo que están
todos en familia. Por suerte no se cruzó a mis hermanos y a mis
padres que recién acababan de salir de casa.

-98- -99-
 28
La semana pasó y extrañaba cada vez más a Gonza.
Habíamos decidido tomarnos esa semana para pensar lo que
habíamos discutido y pensar qué queríamos hacer con nuestra
relación. Ya habían pasado varios meses y seguíamos estancados
en el mismo lugar.
Al llegar el viernes, un mensaje de él caía a mi celular. Me
pedía que nos juntemos a cenar pero en un departamento que
tenía de un familiar de él que nadie usaba. Acepté temerosa, me
pasaría a buscar a las 20. Si, quería temprano.
Como tenía que cursar, el día se me pasó volando, llegué a
casa, deje las cosas, me bañe y cambié y esperé que pasaran por
mí.
Escuché el timbre, saludé a mi familia con un grito desde
la puerta y me fui. No quería dar explicaciones por si todo se
acababa hoy. Subí al auto, le di un beso en el cachete y partimos
al depto.
Llegamos y todo estaba ambientado para la situación, había
flores por todos lados, luces tenues y una cena servida. Junto a
la mesa, la misma chica que había estado con nosotros cuando
fui a su casa. Era divina y respetaba mucho nuestra privacidad.
-100-
Nos sentamos en unos almohadones que había en el piso y me
empezó a relatar su semana. Me dijo que había estado pensando
y que sabía que había estado mal conmigo con respecto a Julián
y mi bebé, él no quería que este cerca por miedo a que me haga
algo pero que tenía que respetar y no meterse en algo que no lo
incumbía. Lo corté y le respondí que no era fácil, que amaba que
se preocupe por mí pero sólo necesitaba que me aconseje no que
interfiera porque era para peor. Sabía que si mi ex se enteraba
solo iba a traer consecuencias peligrosas.
Sin contestar lo que le dije prosiguió, me contó que creía
que ya estábamos hace mucho como para seguir estando en la
nada y que era momento para que decidamos si queríamos dar
el paso o quedarnos estancados ahí. Al escuchar eso mi sonrisa
se iluminó y lo abracé rápidamente, él me miró con cara rara, no
entendía qué estaba pasando.
Ahí nomás comencé a relatarle mi semana, una semana que
había sido complicada sin su presencia y en la que me había
estado maquinando con cosas feas, cosas que desencadenaban
en que conozca a otra y me deje o simplemente me diga que no
le interesaba empezar e intentar una relación conmigo. Él se rió
y dijo que había temido lo mismo y por eso se había dado cuenta
que quería que estemos de novios. Lo miré y ahí nomás dijo:
“Margui, ¿Querés ser mi novia?”.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de emoción y rápidamente
dije “Re quiero” y lo besé. Pero no era un beso cualquiera, era
de esos besos que significan amor, esos besos que realmente
se sienten y que no te salen con cualquiera. Esos besos que
muestran conexión entre dos personas, dos personas que se
aman. Ya sea dos mujeres, dos hombres, una mujer y un varón.
En fin, no importa eso, sólo se ve la conexión que existe para
-101-
siempre. 29

Disfrutamos la cena, nos reímos y decidimos quedarnos

a dormir. Avisé en casa y él me dijo que no tenía que avisar
porque ya sabían que estaba allí con una personita especial.
Me enamoró lo que dijo y chapándolo lo llevé nuevamente a las
almohaditas. Allí iba a empezar todo.

Nos sentamos en la frazadita y comencé a sacarle el buzo y

la remera. Ahí nomás él comprendió lo que le estaba pidiendo y
comenzó a desnudarme también. Sin embargo, lo frené y le pedí
que disfrutara, que después se ocupaba de mí. Me sonrió y me
hizo caso.

Agarré y lentamente dándole besitos por el pecho comencé a

bajar hasta su parte íntima. Le saqué el pantalón y el calzoncillo
y proseguí a hacerle jueguitos para que se excitara y podamos
tener relaciones. Estuve un rato jugando con su pene hasta que
me acostó despacito y me empezó a desvestir a mí y a copiar lo
que le hice yo.

Una vez los dos excitados y con muchísimas ganas de

cogernos, me senté arriba de él y me penetró. Empezamos a
tener relaciones y sólo se podían oír nuestros gemidos, aquellos
que indican que ahí había muchísimas ganas de transformarse
en una sola persona.

Habrá pasado una hora de la secuencia hasta que ambos

quedamos acostados uno al lado del otro agradeciendo habernos
encontrado en silencio. Qué bien la había pasado. Lo amaba y
ahora tenía la suerte de ser su novia. Me abrazó y quedamos
dormidos sobre aquellas sabanitas. Si se preguntan por la moza,
ella había preparado todo y se había ido una vez servida la cena,

-102- -103-
nosotros limpiaríamos todo.
Al otro día nos despertamos y nos quedamos charlando un
rato en la cama con el mate y las galletitas incluidas. Todavía no
se habían terminado las sorpresas. Ahí nomás me confesó que
sus papás me esperaban para almorzar si no lo creía apresurado.
Ya sabían sobre mí y estaban muy ansiosos de verme. Si bien
ya me conocían como dije anteriormente, querían verme y
felicitarme por estar con su hijo. Acepte pero pedí que antes
dejáramos todo en orden.
Nos pusimos a ordenar y claramente terminamos jugando
una guerra de almohadones que terminó en sexo. No pudimos
evitar la situación y corrimos al cuarto dónde había una cama
para unirnos en ese abrazo, esa caricia, ese beso..
Esta vez estuvimos más tiempo y cuando caímos en la hora,
debíamos correr a su casa. Limpiamos los platos, los secamos
y dejamos todo como si no hubiera pasado nada. Estaba feliz
por estar con él, la pasábamos tan bien juntos. Quería que nos
quedemos ahí por y para siempre.
Antes de irnos, le pregunté de quién era ese departamento
y me contó que de su padrino, que vivía allí pero había viajado
solo por este finde y que le había dejado unas llaves por si pasaba
algo. Me reí y pedí que nos llevemos las frazaditas para lavar.
Gon asintió y nos fuimos.
-104-
30
Estábamos en la puerta de la casa de mi nuevo novio, si
bien conocía a sus papás estaba muy nerviosa por cómo iban a
recibirme. Seguramente estaban al tanto no sólo de la relación
con Gonzalo sino también de mi embarazo y eso es lo que me
daba terror. Sus padres Irma y Patricio eran muy estrictos en la
educación de los hijos y seguramente creían que era un horror
que yo iba a tener una hija o hijo. Por otro lado, su hermana Sara,
nunca había tenido buena relación conmigo, al saber que los
papás me querían poner de novio con él, ella me tenía celos y me
quería mantener alejada. Seguramente ahora estaba fastidiosa y
saber que iba a tener una beba había sido excusa perfecta de ella
para llenarle la cabeza a mis nueros en mi contra.
Cuando caí que me había tildado y estaba con Gonzalo, él
me preguntó si había pasado algo, a lo que yo juré y recontra
juré que no. Obviamente no le diría todo eso.
Como sus padres estaban atentos a mi llegada, abrieron
rápidamente la puerta y se justificaron con que no querían que
tomemos frío. Eran los últimos días del invierno y los peores
del año.
Al entrar vi a la hermana y su cara ya demostraba el odio
que le producía mi presencia ahí, pero no dejaría que me pase
por encima y preferí hacerme la otra. La saludé perfectamente
-105-
y me senté a comer.
Para almorzar había pescado, ya habíamos empezado
mal, lo odiaba. Pero no quedó otra que poner cara de buena y
bancarme la situación. Comería poco.
A los pocos minutos, Irma me preguntó qué haría con el
bebé. A lo que sentí la patada de él por debajo de la mesa. Sin
darle bola a esa situación comencé a contar todo. Vi que sus
caras se transformaron y que tuvieron que “inventarme” una
sonrisa pero no me perseguí.
Por suerte, luego de ese momento, no se tocó ningún tema
incómodo y pasamos una linda velada. Me preguntaron si ya
Gonza había ido a casa y le dije que lo llevaría en estos días y me
pidieron cenar toda la familia. Asentí y le pedí a mi novio que
me lleve a casa. La madre me preguntó si quería café o postre
y yo me justifiqué con que me sentía mal para irme de allí. Mal
comienzo pero sonrisa igual.
-106-
31
Iban pasando los meses y con ello las ecografías, el
enterarme que era nena, el ponerle de nombre Camila y que
estaba todo bien. Eso por una parte y por otro, les cuento que le
presenté a Gon a mis papás y a diferencia de sus padres, los míos
se pusieron a charlar y le hicieron pasar una hermosa velada. Al
irse mis papás llamaron a los suyos y estuvieron hablando horas
y horas. Aclaro que Julián no lo sabe, ni espero que se entere.
Les cuento también que mi beba va nacer aproximadamente
en enero, primeros días como mi perro, por lo que, no hay
vacaciones con amigas pero si un año nuevo diferente. Aunque
hay posibilidades que se me adelante a mediados de diciembre
porque según el médico viene creciendo y desarrollándose más
rápido de lo pensado.
Hoy arranca la primavera, ya estamos en 21 de Septiembre,
mi relación con Julián es de un hola estoy bien cada hora que
pasa, no me queda otra si no quiero que venga a casa ¿no? Por
parte de la facultad la vengo llevándola bien y ya estoy con los
finales del segundo cuatrimestre. Amo la carrera y estoy feliz.
No les conté antes porque con todo lo de Fran y yo lo deje en
segundo plano, pero días después de las vacaciones de invierno
me llamaron del trabajo pidiéndome que vuelva, que me
extrañaban y que me necesitaban.
-107-
 Muchos clientes preguntaron por mí. Fui con la condición
de que me banquen en el embarazo y luego el único favor que
pedí es que no le permitan la entrada a Julián, por lo que,
pusieron un seguridad en la puerta. Vivían mimándome.
Esta primavera para mí significaba mucho. Por un lado
porque faltaba nada para que nazca Cami y por el otro lado
porque era la primera junto con mi amor de secundaria.
Siempre había soñado con pasar mi primavera con él y cuando
ya pensaba que no iba a pasar nunca apareció para quedarse.
Habíamos organizado para ir al laguito que hay a pocas
cuadras de casa, yo ya había arrancado con algunos efectos
típicos del embarazo por lo que preferimos estar cerca por las
dudas. Preparamos unos tostados con unos mates y llevamos a
Tincho y a Lachi con nosotros. Mamá y papá que ya se habían
enterado de mi relación con mi ex compañero de secundaria
y estaban felices, habían decidido no venir. Mis padres tenían
muy buena relación con los papás de ellos y siempre habían
jodido con que querían ser de la familia. Bah, eso nos habíamos
enterado en la cena de presentación oficial a mis papás.
pálida y antes de llegar a inventar algo Lara se adelantó y dijo
que estaba jugando con el nuevo novio de Margui, o sea yo.
Al escuchar eso, Julián comenzó a hacerme más preguntas
y su cara se transformó. Me agarró, me hizo pararme y cuando
me iba a cargar y llevarme llegaron Gonza y Tincho, quiénes
alcanzaron a agarrarme y a prohibir que me secuestre.
La bronca de mi ex se hizo peor y recurrió a la agresión. Le
soltó una hermosa piña en el cachete a Gon, la cual rápidamente
me hizo empezar a largar lágrimas. Al verme llorando, Julián
empezó a gritarme diciendo que nunca había llorado por él y
eso que muchas veces le habían pegado por mí. Con más bronca
todavía fue en busca de mi nuevo novio, quién lo sorprendió con
una patada que lo tumbó y que pudo lograr tenerlo agarrado.
Ante esto me obligó a irme con mis hermanos y me dijo que él
se ocuparía. No me gustaba la idea, pero por mi bebé era mejor
irme.

Al llegar al lago tiramos la manta, nos sentamos y Tincho

se puso a jugar con Gonza a la pelota. Por mi parte me quedé
dibujando con mi hermanita pequeña. Pero claramente no todo
podía salir bien. Comenzaron a llegarme mensajes de Julián
preguntándome cómo estaba, qué hacía, entre otras. Contesté
cortado y sin dar datos de dónde estaba. No quería que sepa que
salía con Gonzalo, no quería problemas. Pero no me sirvió.

Minutos más tarde me llamó, le corté y al sentir una mano

en mi brazo, me di vuelta y ahí estaba. Se sentó pensando que
estábamos solas las dos y, cuando preguntó por Tincho me puse

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 32
Llegué a mi casa llorando y prontamente salieron mis
padres de la cocina. Nerviosos preguntaron qué sucedía, a lo
que debido a mi estado tuvo que responder mi hermano mayor.
Terminaron de escuchar y mi padre salió corriendo en busca de
Gonza. Yo, ante esto, no podía parar de caminar de un lado a
otro de la cocina.
Ni bien escuché la puerta abrirse salí corriendo. Ahí estaba
Migue que traía a mi novio agarrado del brazo de lo lastimado
que estaba. Llorando lo abracé y le pedí perdón porque yo
era la culpable de lo que le había pasado. Él limpiándome las
lágrimas de los ojos me dijo que estaba todo bien y que yo no
era la culpable de nada. Le di un beso y lo volví a abrazar. Al
calmarme le agradecí a mi papá y lo llevé a Gonzalo al botiquín
que estaba en el baño.
Entramos, cerramos la puerta y comencé a curarlo. Cuando
estaba terminando me agarró, me besó, me alzó y me llevó a
la ducha. Venía una parte que ambos habíamos esperado hacía
mucho pero por miedo al bebé nunca nos habíamos sacado las
ganas. En la última ecografía que había sido hacía una semana,
le había logrado preguntar sin que me escuchara Julián, pero
desde ahí nunca habíamos estado solos.
El agua comenzó a correr y con ella empezamos a
-110-
desnudarnos y a besarnos cada vez más desesperados. Luego
de terminar de sacarnos todo, me penetró y teniendo cuidado
por la panza empezamos a gemir de manera suave debido a que
mis hermanos podían estar dando vueltas por ahí. Al terminar,
no lo podíamos creer, yo pensaba que el fuego con mi ex era un
mil y sin embargo se ve que era porque no conocía otra cosa.
Qué bien lo habíamos pasado, quería que se repitiera mil veces
más pero mi mamá vendría a preguntar por qué tardábamos
tanto, por lo que, decidimos salir. Pero, al abrir la cortina de la
bañera descubrimos que ambos no habíamos traído otra ropa y
esa estaba empapada. No quedó otra que envolvernos en toallas
y correr a mi habitación que estaba dos puertas más lejos del
baño sin que nos vieran.
Abrí la puerta despacito, vi todo despejado y salimos
corriendo. Entramos a mi cuarto, cerré la puerta con llave y
riéndonos nos miramos y comenzamos nuevamente a besarnos.
Me tiró despacio en la cama y no quedó otra que, dado a nuestro
grado de excitación, volver a penetrarnos. Él sacó del bolsillo
de su billetera, que no se había mojado porque antes de tirarme
a la bañera había logrado sacarla, un sobrecito de dónde sacó
el preservativo, se lo puso y ahí nos fuimos de la realidad. Los
dos, conteniendo nuestros gemidos para que no nos escuchen,
no podíamos separarnos. Su pene se sentía en mi vagina y eso
era una sensación hermosa que no quería que terminara nunca.
Cada vez que teníamos relaciones se sentía algo mágico, una
sensación de conexión imposible de explicar. Decí que había
puesto llave porque luego de un rato de reírnos y disfrutar ese
momento tocaron la puerta. Era mi hermano diciendo que
estaba lista la cena y si Gonzalo se iba a quedar. Respondí que sí
y mi hermano se fue. Me cambié yo y luego fui en busca de ropa
de mi hermano para mi novio. Tincho era alto como mi pareja y
también flaquito, por lo que, era más probable que le entrara la
-111-
de él que la de mi papá que era más bajo y más gordito. Le traje
la ropa, se vistió y bajamos a cenar.
Durante la cena el ambiente fue incómodo, mi pequeño
Tin preguntaba a cada rato porque habíamos agarrado su ropa
y por más que quisiéramos esquivar el tema no había caso.
Terminamos inventando que tanto la remera como el jean tenían
sangre y preferíamos que sus padres no sepan de lo que había
pasado. En ese momento mi mamá contó que ya había hablado
con los padres de él y añadimos que ya era tarde, que la ropa la
habíamos lavado y que se estaba secando. Zafamos.
Al terminar de comer, Gonza ayudó a levantar todo y lavó
los platos. Al acabar se despidió y cuando estábamos yendo hacia
la puerta le pedí perdón y le supliqué que se quedara a dormir.
Ambos, los lunes cursábamos por lo que podíamos ir juntos
directamente. Él accedió pero dijo que al día siguiente antes de
ir hacia la facultad deberíamos pasar por su casa. Asentí con la
cabeza y le di un beso en su boca. A papá no le gustó mucho pero
por lo que pasamos aceptó.
Raramente mi mamá preguntó si estaba despierta y si
podía abrir urgentemente. Le dije que me bancara un segundo,
me clavé rápidamente una bata con pantuflas y ahí nomás
salí sólo yo mientras mi novio se cambiaba. Al verla me quedé
impactada, estaba llorando desconsolada. Con miedo al ver que
ella no podía parar de llorar pregunté qué sucedía. Me contó
que Julián quería suicidarse y que lo habían encontrado en uno
de los morros del lago a punto de tirarse. También agregó que
pedía que yo vaya para no hacerlo. Me quedé anonadada, sin
poder de reacción hasta que ni bien se abrió la puerta caí en
los brazos de Gonzalo. Él preguntaba que pasaba pero ninguna
podía responder. Corrí a cambiarme y ni bien terminé le pedí
que me llevara a aquel lugar en dónde se encontraba mi ex.

Ante la posibilidad de que se quedara, ni bien nos dieron

el ok mis papás, subimos a mi habitación y cerramos con llave.
Moríamos de ganas de volver a estar pero solo quedaba un
preservativo y preferíamos dejarlo para la madrugada o al otro
día. Nos quedamos charlando y me terminé durmiendo.

A eso de las 4 am me despertó el teléfono, no lo atendí.

Creo que lo hicieron mis padres. Fui al baño y al acostarme
nuevamente, Gonza estaba despierto y comenzó a besarme.
Lentamente empezamos a tener sexo. Al ponerse el forro, me
penetró y cuando estábamos a punto de llegar al orgasmo sonó
la puerta.

-112- -113-
 33
Al llegar fui hacía donde estaba mi ex suegra y la abracé.
Ella me pedía ayuda y decía que suba hacía donde estaba él.
Ante mi miedo y mi embarazo dije que le hablaría desde allí.
A Gonza le había pedido por favor que se quede atento desde
el auto, debido a que sabía que si Julián lo veía no iba a dudar
en tirarse o empezar a decirle algo o pegarle o mejor no quería
imaginar más. Él, no tan convencido, aceptó pero miraba
atentamente desde un costadito por las dudas que me quiera
hacer algo a mí.
Comencé diciéndole que haciendo esto no iba a solucionar
nada, que nuestra relación no podía ser pero que podíamos ser
amigos y visitarnos frecuentemente. También le expliqué que
lo quería muchísimo, que estábamos a punto de tener una hija
que necesitaría un padre y que por más que yo este con Gonzalo
nadie pero nadie iba a ocupar su puesto de papá. Él me respondió
que de la única manera que no se mataría era si yo volvía con él,
pero esta vez sin estar presa, sino como antes. Me negué y le dije
que tenía que haber otra manera. Mientras decía estas cosas
comenzaba a acercarme a sus pies, pero cuando estuve a punto
de llegar y él parecía ir convenciéndose se tiró.
Les juro que nunca me había tocado vivir algo así y en ese
momento millones de pensamientos me nacían en la mente. Al
mismo tiempo comencé a llorar sin poder parar y sin reacción.
-114-
Hasta que Gonzalo no se acercó a mí y su madre no corrió a los
gritos y llantos a buscar el cuerpo del hijo muerto, tirándose
arriba de él, no había vuelto a la realidad.
Sacaron el cuerpo sus padres junto a los bomberos, lo
taparon con una bolsa y lo cargaron arriba de la ambulancia.
Ya nada había para hacer. Ya todo estaba perdido y la culpa era
mía. Yo podría haberlo evitado y por mi egoísmo no lo hice. Fui
la culpable de su muerte y nunca iba a perdonármelo.
Los padres de él se me acercaron y mientras lloraban
desenfrenadamente me abrazaron. No me culpaban de lo que
había pasado, sabían que yo no podía hacer nada y que él ya
estaba mal psíquicamente desde que me había encerrado en
su casa y no me había dejado salir por meses. Me dijeron que
me iban a ir avisando donde lo iban a velar pero que a mí me
convendría ir a descansar. Ya no había nada que hacer. Me negué
pero mi novio me obligó a volverme a mi casa.
Cuándo estábamos en el auto comencé a caer en lo que
había pasado y no podía parar de llorar con impotencia y de
querer gritar y correr hacia mi ex novio. Por suerte Gonza había
sido precavido y había cerrado con traba, de lo contrario me
hubiera tirado del auto y corrido hacia él.
Al llegar a casa estaban mis padres y Tincho esperando
noticias y al verme tan pálida, llorando y sin reaccionar
dedujeron lo que había pasado. Me abrazaron y me taparon con
una frazada que había arriba del sillón, que estaba usando mi
hermano. No sabía qué hacer ni qué decir, estaba desbastada.
Gon me agarró y me llevó a ducharme. Prendió la bañera,
me la llenó y me comenzó a bañar mientras yo estaba sentada,
-115-
callada, en silencio. No lloraba pero tampoco decía algo. Estaba
ida. El amor de mi vida, porque a pesar de todo lo iba a ser
siempre, estaba muerto. MUERTO. No lo iba a volver a ver
nunca más. Mi hija, nuestra hija, tampoco lo iba a conocer.
Estaba cansada de llorar pero con solo pensarlo, no podía evitar
que las lágrimas comenzaran a brotar nuevamente.
Me terminó de bañar y me llevó a la cama, pero yo no quería
dormir, quería estar atenta al celular para ver cuándo podía ir
a la sala velatoria. Esperaba mirando mi móvil pero antes de
que sonara me dormí. Mi novio me tapó y se llevó mi teléfono.
Me avisaría cuando me llamen pero quería que descansara, por
Cami.
-116-
34
No sé cuántas horas pasaron, me desperté sobresaltada.
Pero no era un sobresalto de soñar una pesadilla o de escuchar un
ruido, era por un dolor intenso que tenía en la zona de los ovarios,
más precisamente en el lugar donde se encontraba Camila. Me
asusté, no podía ni movilizarme. Rápidamente empecé a gritar y
en milisegundos tenía a Gonzalo preguntándome a mi lado que
me pasaba. Le expliqué y sin dudarlo me agarró en sus brazos
y me levantó para llevarme al hospital. Al hacerlo, vimos como
unas manchas de sangre inundaban mis sábanas. Comencé a
llorar pero Gon trató de calmarme.
Llegamos a la Clínica del Ceibo y fuimos a urgencias. Como
era una clínica privada y ahí atendía Jorge, quién me iba a hacer
el aborto, ni bien llegamos ya pudimos entrar y hablar con él.
Al revisarme, el médico me pidió que me realizara unas
ecografías en el tercer piso, y para esto, me cargaron en una
camilla y me llevaron hasta allí. Durante el camino le pregunté
varias veces si era algo grave pero no me dijo nada.
Los estudios comenzaron y las caras tanto de Jorge como de
los ecografistas me daban cada vez más miedo. Al terminarlos
me dijeron que debería esperar unos minutos afuera. Unos
minutos que para mí fueron una eternidad.
-117-
 Jorge salió y un escalofrío me invadió todo el cuerpo. Su
cara daba síntomas de que las cosas estaban muy mal. Pero,
por suerte, había sido sólo un presentimiento. Al estar cerca
del doctor, me comentó que la beba estaba a salvo pero que me
tendría que quedar a pasar la noche internada por las dudas.
Feliz abracé a Gonzalo y empecé a lagrimear de la emoción. Al
fin me había pasado algo bueno. Me tendría que quedar allí pero
por lo menos sabía que Cami seguía dentro de mí.
Me acosté en la suite, me pusieron el suero para hidratarme
mejor, por suerte ya no tenía dolor por lo que, no tuvieron que
medicarme. Estaba por dormirme cuando tocaron la puerta y
entraron mis papás. Corrieron a mí angustiados, se echaban la
culpa por no haberse despertado cuando me fui y me abrazaron
mientras me pedían perdón. Me preguntaron qué había pasado
y les pedí que no se preocuparan ya que todo estaba bien. Se
alegraron y me preguntaron si necesitaba algo de casa. Sólo
pedí mi cepillo de dientes.
Al poco tiempo entró Gon. Ni bien llegó, le pregunté si sabía
algo de Julián y me dijo que ya estaba terminando el velatorio.
Mamá me contó que sus papás le habían preguntado por mí
pero cuando ellos le dijeron que estaba internada supieron
entenderlo y pidieron que no me preocupara y que me quedara
tranquila. También dijeron que mejor que no había ido ya que
si bien era importante para su hijo, yo estaba embarazada y no
querían que le haga mal a la beba. Yo, como ya sabía que no
llegaría a ir, contesté que mandaran saludos a toda la familia.
Triste por no poder asistir, pedí disculpas a mi familia y me
dormí.
Al otro día me desperté y desesperadamente comencé a
buscar a Gonzalo, al que encontré rápidamente sentado en una
-118-
silla de al lado. Miré el reloj que indicaban las 3 am, me levanté
al baño y al volver lo desperté y le pedí que se acostara a mi lado.
Me miró y comprendió mi necesidad.
Al sentir su brazo por arriba de mi panza me sentí segura y
una sonrisa se me figuró en la boca. Me ponía mal al pensar que
Camila no iba a poder conocer a su papá biológico pero sabía
que Gon iba a reemplazarlo muy bien. Íbamos a lograrlo juntos.
Me volví a dormir en su cálido abrazo y cuando caí en la
realidad ya eran las 10 am y estaba Gonza con el desayuno
esperando mi despertar. Le pregunté si hacía mucho que lo
habían traído y dijo que recién se iba la enfermera. Por suerte,
me habían traído de todo con la justificación de que me tenía
que alimentar bien. Eran medialunas con café y exprimido de
naranja. Me faltaba el mate pero ya tomaría cuando vuelva a
casa.
Cuando estábamos desayunando, entró el médico, esperó
a que terminara y me revisó. Al verme, sonrió y me dio el alta.
Feliz me fui a mi casa.
Ni bien llegamos Lachi corrió y nos abrazó a ambos, ante
ver esto, a mi novio se le ocurrió llevar a mi hermanita y a mí al
arroyo y decidí, por ellos, aceptar.
Llegamos al parque y Lara feliz comenzó a saltar la soga a
un costado de nosotros para que la pudiéramos ver, después de
todo tenía a mi lado gente que me quería y nada estaba perdido.
Tomamos unos mates y nos comenzamos a reír con las
pavadas que hacía Lari tratando de que nos divirtiéramos, era
igual a mí. Cuando nos quisimos acordar, el sol había comenzado
-119-
a descender y la tarde se estaba terminando. Decidimos volver. 35

Al llegar a casa, mi madre me dijo que mis amigas habían

pasado ni bien se habían enterado de lo ocurrido, que me habían
esperado pero como yo no había llegado y no querían molestar
habían optado por volver el día siguiente. Le pregunté si podrían
venir a casa a merendar y tanto mi mamá como mis amigas
aceptaron. Gonzalo aprovecharía para ir hasta su casa a buscar
más ropa. Le pedí que se instalara unos días en casa. Al día siguiente cayeron mis amigas y me dieron un abrazo
de esos que te llenan el alma. Sobre todo, porque éramos muy
unidas y no había faltado ninguna al reencuentro

Mi mejor amiga, rápidamente, y para pasar el mal clima me

preguntó por Gonzalo. Me dijo que había estado desactualizada
y que quería enterarse de todo.

Empecé a cebar el mate que había preparado para esperarlas.

Si, no quería perder ni un minuto de charla.

Les conté paso a paso todo lo que fue sucediendo con Gon,
cada día, cada hora, cada cosa que habíamos sentido. Parecía
que les estaba relatando una película, pero no podía dejar que
se pase por alto ningún detalle. Todo era importante.

Cada cosa que les narraba les hacía abrir un poquito más los
ojos de lo sorprendidas que estaban todas. Se notaba también
en sus rostros la felicidad por ver que por fin había encontrado a
alguien que de verdad me quería, que de verdad iba a cuidarme.
Alguien que no estaba enfermo de amor sino que sólo quería
compartir una parte de su vida conmigo. O toda.

Al terminar de hablar, me felicitaron por Gonza y Cami y

me pidieron que disfrute de todo lo que me estaba pasando por

-120- -121-
más que había tenido algunas cosas malas en el camino. Que
a pesar de que nos veíamos poco, todas estaban para mí y me
amaban.
Les agradecí y les pedí que también me cuenten que estaba
pasando en sus vidas. Ahí nomás me enteré cómo venía la
relación de Ro con Alex. Por suerte ya hacía un par de meses
estaban saliendo y mi amiga, como siempre ansiosa, estaba
esperando que él le proponga ser su novia. Estaba feliz porque
podríamos salir los cuatro a comer.
y ver si podía lograr el objetivo. Ella había actuado muy bien con
nosotros y mi novio se sentía en compromiso. También agregó
que no estaba enojado y que al contrario, le agradecía por todo
lo que había hecho.
Minutos después tocaron bocina y poco a poco comenzaron
a irse todas. Con Rochi recordamos lo prometido y dijimos que
esta vez debíamos organizar para juntarnos los cuatro si todo
seguía bien con su chico y mejor amigo de mi novio. La saludé
y se fue.

A ella le siguió Vale, que nos contó cómo venía con su Nosotros nos fuimos a bañar.
carrera y que había conocido a un compañero de la facu y
estaban teniendo una relación.

Y así siguió cada una de las que quedaban, contando como

estaban con su carrera y algunas como andaban en el amor.
Todas tuvieron sus momentos debido a que ninguna se veía con
ninguna. Estábamos desactualizadas.

A eso de las 21 llegó Gon y las pibas se callaron como si no

pudieran hablar frente a él. Ante esto, dijo que si necesitábamos
más intimidad se iría y lo respetaría. Entre risas le pedimos que
se siente con nosotras y que tome un par de mates.

Como me lo esperaba, Ro comenzó a hablarle y a decirle

que estaba desaparecido y que se acordara de ella. Que no se
tome mal lo que me contó pero que era parte de su plan para
que terminemos de novios y que ahora nosotros la teníamos que
ayudar a ella para que se ponga con Alex y saliéramos los cuatro
juntos.
Gonza se rió y dijo que hacía banda no se veía con su amigo
pero como de vez en cuando hablaban iba a tratar de convencerlo

-122- -123-
 36
A la mañana siguiente, tenía una visita especial. Ruper había
venido a visitarnos. Que feliz me ponía cada vez que llegaba a
casa. Me cambié rápido ni bien me enteré, le di un beso de buen
día a Gonza y le pedí que baje ni bien estuviera listo, mientras
yo iría yendo.
Bajé las escaleras volando y lo abracé como si no lo hubiera
visto por años y eso que nos habíamos encontrado hacía pocos
días. Le pregunté por la abuela y me dijo que vendría más tarde
porque tenía clases de crochette, a lo que asentí con la cabeza.
Preparé unos mates y me contó que si bien mi papá lo había
invitado a comer un asado, él había venido por una ocasión
especial. Me pidió si podríamos sentarnos los dos solos en el
patio. Alejados de la parrilla y de todos. Los dos literalmente
solos.
Con miedo asentí y le pedí a Gonzalo que venía bajando que
se quedara en la cocina o en la parrilla. Él sin mirarme aceptó.
Con mi abuelo agarramos el mate, dos sillas y fuimos al
fondo del patio. Me pidió que me sentara y que abra bien los
oídos. Ahí nomás comenzó a decirme.
–Creo que si bien te pedí que vayas con alguien que
-124-
realmente quieras y que creas importante para vos debido a lo
que significa la casa de la costa para mí, pienso que es hora que
vayas con Gonzalo o tus amigas a pasar unos días allí. Ante lo
que pasó con Julián, cambié la cerradura pero te hice tu copia
de siempre. Sabés que con todo lo que te pasó lo mejor es que
antes de seguir con la facultad te vayas a respirar aire puro—
Al escuchar esas palabras de mi abuelo, las lágrimas
comenzaron a aparecer. Era el abue más bueno y lindo de todo
el planeta y estaba feliz por tenerlo yo. Le respondí que no tenía
por qué hacer eso por mí y que si bien yo sentía todo lo expresado
por él hacia Gon había decido esperar. Él me volvió a insistir y
le prometí que se lo propondría a mi novio. Lo abracé, me dio la
llave y volvimos.
Al volver ahí estaban Lachi y Tincho esperándome para
jugar un picadito. Llamé a Gonzalo y mientras se cocinaba el
asado jugamos un partidito de fútbol. Si bien no podía hacer
mucho por mi embarazo, me prometieron no jugar bruscos y
mandarme como arquera.
Después de todo no sabía si era mejor o no pero necesitaba
un rato para compartir con mis hermanos debido a que entre
una cosa y otra no les había estado preguntando por sus días.
Pasamos una hora riendo y riendo. Yo me comía todos los
goles, no quería poner en riesgo a Cami, así que me hacia la
que no sabía atajar y de paso los hacía felices a ellos. Gonza se
dio cuenta y me siguió el juego. Él le dejaba la jugada de gol a
cualquiera de los dos.
Fuimos a almorzar y mis hermanos comieron rápido y se
fueron adentro. Pedí permiso y fui a hablar un rato con ellos.
-125-
Primero iría por Lachi y después por Tincho. Al ir a la pieza de mi
hermana se puso feliz y me propuso jugar a la mamá y el bebe.
Ella me enseñaría a ser mamá. Yo riéndome disimuladamente
acepté y empecé a llorar pidiendo la mema. Estuvimos un ratito
hasta que ella se quedó dormida. Vivía durmiendo la chiquita.
La tapé y me fui.
Al llegar al cuarto de mi hermano, lo vi muy entretenido
con el celular y le pregunté cómo estaba su relación con la chica
que me había contado. Me miró sorprendido como no pudiendo
creer que después de todo lo que me había pasado me acordara
de eso. Le pedí perdón por estar desaparecida de nuevo y lo
miré esperando su respuesta. Con una voz de felicidad tremenda
comenzó a contarme todo.
Lo primero que me dijo fue que le había servido muchísimo
lo que yo le había aconsejado, que gracias a eso podían divertirse
los dos con sus amigos y pasar tiempo entre ellos. También me
confesó que ella era celosa porque tenía inseguridades propias y
que se había propuesto cambiar para durar mucho conmigo. Le
contesté que vayan despacio y que se disfruten.
Me contó un par de cosas más de su privacidad y me pidió
que volviéramos a la mesa para no dejar a Gonza solo. Me reí y
le dije que pobre ya estaba acostumbrado a lidiar con algunas
cosas que decían papá y mamá. Me sonrió, me abrazó y nos
fuimos.
-126-
37
Después de pasar toda la tarde con mi familia, llegó la hora
de irnos a dormir. Pero, esta vez me tocaba sentarme a hablar
con Gon para contarle lo hablado con mi abuelo. Había estado
toda la tarde pensándolo y creo que lo más justo era llevarlo
conmigo. Se había bancado todas.
Esperé que se terminara de bañar y de cambiar y le pedí
que se sentara a mi lado. Accedió y me miró con cara de susto.
Le dije que no era nada grave que, al contrario, era algo lindo lo
que le iba a decir y se calmó.
Sintéticamente le conté lo charlado con mi abuelo y, al
terminar, le dije si no se quería ir conmigo unos días a la casa
en la playa. Al principio me miró pensando que hablaba en joda
y, cuando le mostré la llave me abrazó fuerte. Nos miramos y
me dijo que no era necesario que lo lleve. Que si yo sentía la
necesidad de ir con mis amigas o con mi familia lo haga. Él no
quería invadirme y eso era lo que más amaba de su persona.
Al escucharlo le conté que yo había estado pensando ya en
ir con él antes de que mi abuelo me lo diga pero que no quería
ponerlo en un aprieto. No sabía cómo se lo iba a tomar más que
nada por como siempre habíamos hablado de ese lugar.
Luego de idas y vueltas, de contarnos las deducciones,
-127-
quedamos en irnos a primera hora del otro día, por lo que,
enseguida llamé a mi abuelo y accedí a su pedido. Mañana le
contaría a mamá antes de salir. Gonzalo ya le había avisado a
sus padres.
Al terminar de hablar, y antes de acostarnos, comenzamos
a besarnos como si hubieran pasado muchos días sin que lo
hiciéramos. Ambos sabíamos que si bien habíamos estado en
contacto, hacía demasiado tiempo no teníamos relaciones y lo
necesitábamos ya.
Su mano comenzó a entrometerse por mi cuerpo y poco a
poco empezamos a desnudarnos. Miles de sonrisas entre beso
y beso aparecían en nuestros rostros y eso intensificaba más el
momento.
asusté, no sabía qué significaba eso y qué hacer. Le escribí a su
correo.
Busqué su cuenta y le escribí el correo. Le preguntaba por
qué estaba mi nota en blanco y si había pasado algo con mi
parcial. Le conté que esa semana me iría de viaje por motivos
personales y que necesitaba saberla cuanto antes para no correr
riesgos en el viaje.
Terminé de escribirlo, apagué la compu, fui al baño y me
acosté. Gonza se levantó y preguntó qué pasaba, preferí no
contarle, sabía que estaba dormido y que no iba a entender nada
de lo que le decía. Se dio vuelta y siguió durmiendo. Me dormí
yo también.

Cuando la previa ya estaba terminada, sacó de mi cajón el

preservativo, se lo puso y me penetró esta vez sin vueltas. Me
hizo ver las nubes.

Los dos nos empezamos a reír y dijimos que era falta de

momentos a solas. Ya tendríamos muchos la próxima semana
que nos íbamos a ir a la costa.

Acabado el momento decidimos dormir, cosa que a mí me

costó bastante, si bien tenía una semana libre por finales, sabía
que me darían la nota de una de las cuatrimestrales y tenía
miedo de tener que rendir recuperatorio y no tener tiempo de
prepararla.

Me levanté de la cama una vez que Gon se durmió y prendí

la compu para ver si había noticias. Puse el blog y si bien estaban
las notas, en mi lugar había un espacio en blanco, sin nota. Me

-128- -129-
 38 y que no cuento porque son horribles y asquerosos.

Después de mostrarle a Gonzalo qué podía llevarme y que

Me levanté mucho más temprano de lo normal, la ansiedad
por el viaje no me había dejado pegar un ojo tan fácil durante
la noche. Traté de salir de la cama despacito para que mi novio
no se levantara pero no lo logré. Se ve que estábamos los dos
iguales.
me ayude a decidir, partimos para su casa. Al llegar sus padres
me saludaron y corrimos a su habitación. Tuvimos el mismo
procedimiento que cuando armamos mi bolso excepto con cosas
del embarazo jaja. Terminamos lo más rápido que pudimos,
preparamos el mate, fuimos al baño y partimos para la playa.
Y ahí estábamos los dos, en el auto, felices, emprendiendo
nuestro primer viaje juntos de, esperemos, muchos más.

Le di un beso y le pedí que igualmente se quedara un rato en

la cama porque prefería hablar a solas con mis padres. Aceptó.

Bajé las escaleras y por más que eran las 8:30 estaban
todos más que despiertos en casa. Me ofrecieron un mate y
me preguntaron a qué se debía el despertar tan temprano.
Aproveché la situación y les conté.

Si bien al principio no les gustó tanto, llamaron a mi abuelo

y su idea cambió. Aceptaron pero pidieron que nos cuidemos
y que no dejemos la puerta sin llave nunca por más que mis
abuelos lo hicieran. Por más de que fuera invierno, la seguridad
no estaba para andar arriesgándose. Me reí, los abracé y corrí a
contarle a Gon.

Los dos comenzamos a besarnos de la felicidad y al

terminar empecé a armarme el bolso. No tenía que poner solo
ropa mía sino también aquellas cosas necesarias para combatir
los síntomas del embarazo que vengo teniendo hace unos meses

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 39 Y ahí estábamos, empezando una nueva vida, empezando
un nuevo camino en el cual mi gran compañero era Gonzalo, mi
gran amor del colegio. Estaba feliz. Además cada vez reconocía
aún más que no soy una mujer frágil. Eso me daba tranquilidad
y confianza en mí misma.

El viaje se pasó rápido, si bien antes de salir a la ruta

tuvimos que hacer millones de cosas que nos retuvieron un par
de horas, llegamos temprano. Arribamos a la casa y lo primero
que hicimos los dos fue avisar a nuestras familias. Cortamos y
fuimos a chusmear todo.

Llegamos a lo que sería nuestra pieza y vimos la enorme

cama matrimonial de mis abuelos que estaba habilitada. La
mucama que limpia por las mañanas o por las tardes, según
le avisemos, había limpiado sólo la de mis abuelos. Plan
seguramente de Rupert pensé.

Al ver todo, nos sacamos los zapatos, nos tiramos en la

cama y ahí nomás Gonzalo empezó a besarme. Pero esta vez
no fue a mayores, ambos estábamos muertos y aprovechando
que habíamos almorzado en el viaje decidimos dormir una
mini siesta antes de ir a recorrer el pueblo. A pesar del hermoso
momento, me vino a la mente todo lo pasado y todo lo que
deseaba que siga.

Dicen que las guerras más difíciles son destinadas a las

guerreras más fuertes ¿no? Creo que todo pasó para que me
diera cuenta de varias cosas y para que de una vez por todas
lleguen las buenas.

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 PARTE TRES

Amor propio

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 40
El primer día nos levantamos bien temprano, a eso de las 8
am estábamos los dos arriba partiendo a recorrer la playa bien
abrigados. Emponchados con bufanda, gorro, cuellito, todo lo
que se les ocurra lo teníamos puesto, principalmente yo que
tenía que cuidarme.
Elegimos sentarnos en una de las montañitas de la playa
a tomar unos mates y desayunar unos churros de uno de los
lugares que tenía los mejores de la costa, uno al que yo iba cada
vez que estaba allí.
Desde ahí le mandamos fotos a nuestros padres y a mi abuelo
agradeciendo el haber hecho posible esta hermosa experiencia
y desafío. Luego de eso estuvimos horas y horas hablando hasta
que nos agarraron ganas de ir al baño y decidimos volver. Por
suerte estábamos cerca porque los dos nos meábamos.
Llegamos, fuimos al baño y ahí me agarró despacio a upa
y me llevó hacia la cama. Sí, ustedes ya saben que se viene.
Empezamos a besarnos y comenzamos a tocarnos para poder
penetrarnos. Estuvimos horas y horas haciéndolo y teníamos
libertad de gemir tan fuerte como lo necesitáramos.
Cuando ya nos habíamos cansado decidimos ver un capítulo
de alguna serie de Netflix y luego pensar qué comer. Mientras
-136-
elegíamos una serie, me sonó el celular, era el mail del profesor
que me respondía qué había pasado con mi parcial. No sabía
si abrirlo o no. Me empezó a temblar el cuerpo y mi novio me
preguntaba qué me sucedía. Le conté lo ocurrido y me preguntó
si quería que lo abriera y me decía lo que era. Acepte.
Al abrirlo me empezó a hacer cara como malas y yo empecé
a maquinarme con que tendríamos que volver antes para que
rinda y bla bla. Hasta que me calló de un beso y me felicitó.
El profesor explicaba que se le había traspapelado pero que
lo corrigió esa misma mañana y que mi nota era un 9. Estaba
feliz, había promocionado una de las cuatrimestrales más
importantes y difíciles de la carrera.
De la felicidad me le tire a mi novio y comenzamos a chapar.
Pero, evite nuevamente la situación y decidí que cocinaría tacos
para conmemorar esa increíble nota. Él obviamente dijo que sí.
Nos cambiamos y fuimos a comprar las cosas. Veríamos
una serie más tarde y con chocolate. Lo amaba y nos amaba
vernos ahí tan felices y juntos.
Una vez comprado todo nos pusimos a cocinar.
Comimos y nos dirigimos a dormir la siesta. Y así fueron
pasando los días. No cambiaba nuestra rutina ya que al ser
invierno no se conseguía nada para hacer. Pero estábamos
juntos y enamorados. Eso era lo importante.
-137-
 41
La semana pasó volando y ahí estábamos, ambos,
retornando a nuestro pueblo para dedicarnos a la facultad y a
nuestras familias.
Me pasé el viaje durmiendo porque el embarazo se estaba
poniendo de a poquito más pesado y cansador. Gon supo
entenderlo y me despertó recién cuando estábamos en la puerta
de mi casa. Bajamos las valijas y abracé bien fuerte a cada uno
de los integrantes de mi familia ni bien los vi. Dentro de ellos,
también estaban mis abuelos que habían llegado hacía bastante
debido a que pensaban que llegaría unas horas antes.
Saludamos a Gonzalo que iría a ver a su familia y nos
pusimos con el poco solcito que quedaba en mi patio a tomar
unos mates que acompañamos con, como siempre, torta de la
abuela. Pasaban los años y ella seguía amando cocinar.
Les conté cada cosa que habíamos hecho con mi novio
excepto, las cosas que no eran apta para todo público o que
podrían quedar desubicadas debido a que estaban mis abuelos y
mi papá. Todos me miraban con una cara que irradiaba sonrisas
y felicidad. Qué lindo se siente ver que otros se alegran de tus
cosas.
Habremos estado unas dos horas al sol cuando no quedó
-138-
otra que irse acomodando para arrancar la nueva semana que se
nos avecinaba, dónde había mucho por hacer, tanto cosas de mi
futura bebé como de la facultad. Todavía me quedaba terminar
este cuatrimestre.
Fui hasta la puerta a acompañar a los padres de mi papá
y, al llegar, Rupert me dio un abrazo gigante y al soltarme, me
agarró la mano, me la abrió y me entregó un sobre color rosa
(mi color favorito) con algo adentro. Me pidió que lo abra al
estar sola porque era algo que quería que quedara entre él y yo.
Le prometí que así lo haría.
Terminadas las palabras del señor, entorné la puerta, los
saludé y se fueron caminando agarraditos de la mano. Cómo
admiraba verlos tan unidos después de tantos años juntos.
Parecía que todo seguía igual a ese primer día en que se
conocieron en la secundaria, siendo compañeritos, como me
había contado mi abuelo.
Cerré la puerta y ayudé a mis papás a preparar la comida.
Horas más tardes, terminada la cena y después de haberme
dado una ducha, tuve el momento, mi momento tan esperado
del día. Tocaba ver que me había dado el abu.
-139-
 42
Y ahí estaba yo, encerrada en mi cuarto, con mis lucecitas
con fotos sobre la pared prendidas y sentada contra la puerta
por si a alguno de mi familia se les ocurría entrar. Abrí el sobre
que me había dado Ruperto. Era una carta con plata. Me puse
a leerla.
A medida que pasaba una línea las lágrimas empezaban a
caer. En ella me contaba lo enfermo que estaba pero, que no
quería que se enterara ninguno de la familia porque era algo
que no tenía cura y que prefería no ver sufrir a nadie sino,
al contrario. Me lo contaba a mi porque quería que yo sepa
varias cosas de su persona antes de morirse y, otras tantas que
necesitaba pedirme para el resto de mi vida
No podía parar de llorar, mi abuelo, mi abuelito tan querido
se me iba a ir en poco tiempo. Dos pérdidas en un año. El padre
de mi hija y mi abu. ¿Qué había hecho para padecer tanto en tan
poco tiempo?
Minutos más tardes cayeron mis papás a la habitación
porque escuchaban que yo no paraba de llorar. Me preguntaron
qué me pasaba y yo no podía decírselos. Le inventé una pelea
con Gonzalo y se fueron a dormir.
A la mañana siguiente me fui para lo de mis abuelos
-140-
inventando que iría a lo de mi novio a arreglar las cosas. Por
suerte, sólo estaba Ruperto y no zafaría de mis preguntas.
Al abrirme la puerta se sorprendió. Me preguntó qué hacía
allí y me hizo pasar. Lo abracé muy fuerte y le pedí que juntos
busquemos una solución para su enfermedad. Me dijo que ya lo
había intentado pero que el cáncer de páncreas no tenía cura.
Me largué a llorar y me pidió que fuera fuerte porque la abuela
estaba muy caída. Se lo prometí.
Nos sentamos a matear y me dio otra nota que había hecho
con todas las cosas que quería que me guarde yo de él. Y,
principalmente, me contó que había puesto el campo a nombre
mío porque era la que siempre había ido y lo había acompañado.
No me salían las palabras para agradecerle. A eso le sumó la
escritura de la casa en la playa. También me la dejaba a mí.
Terminamos de hablar del tema y cayó mi abuela. Corrió
a mí y me abrazó. Ella estaba al tanto de las decisiones de mi
abuelo. Estábamos igual. Le prometí no dejarla sola nunca y que
saldríamos de esto juntas. Juntos los cuatro. Cami estaba con
nosotros.
-141-
 43
Esa noche preferí quedarme en su casa a dormir. Le mandé
a mis papás que me quedaría en lo de los abuelos y también a
Gon.
La ayudé a la abuela a cocinar un pollo a la crema con papas
y luego fuimos hasta el kiosco con el abuelo dónde compramos
una coca para hacer fernet. Yo no podía tomar, pero Rupert
amaba como lo preparaba y me sentía obligada a cumplirle el
capricho.
Llegamos, pusimos la mesa y nos comimos una picadita con
la bebida alcohólica. Al rato cayeron el pollo y las papas. Nos
reímos a carcajadas toda la cena. Qué lindo era verlos felices.
No quería ni imaginarme la vida sin el abuelo.
Al terminar pedimos helado y nos quedamos hablando de
nuestras cosas hasta que les agarró sueño. Los saludé con un
fuerte abrazo y partieron para la habitación felices.
Esa noche me fui a dormir un rato bastante más tarde que
ellos. Me había quedado hablando por celular con Gonzalo.
Necesitaba contarle y hablar con él del tema. Me largué a llorar
y me preguntó si necesitaba que venga aunque sea un ratito a
hacerme compañía. Le dije que prefería irme a dormir así podía
levantarme temprano a tomar mate o para acompañarlo al
-142-
abu al campo. Lo entendió y cortamos el teléfono. Quería que
descanse, de lo contrario no le haría bien a la bebé.
Esa noche me fui a dormir con un sentimiento raro pero
tratando de pensar en positivo como siempre.
Eran las cuatro de la madrugada cuando me desperté con
un grito desesperado de la abuela. Corrí en pijama hacía la pieza
de mis abuelos y al ver la situación me dirigí rápidamente hacia
Ruperto y le comencé a buscar el pulso con lo poco de medicina
que tenía estudiado. Sabía que esta vez era verdad y que no se
podía hacer nada pero no podía creerlo.
Sin saber cómo actuar lo abracé y comencé a llorar arriba
de él. No podía estar pasando esto.
Escuché a mi abuela correr hacia el teléfono y discar el
número de mi papá. ¿Cómo se lo tomaría él? No sabía de la
enfermedad que estaba viviendo, se sorprendería muchísimo.
Al cabo de unos minutos tocaron el timbre y ambas sabíamos
que eran mis padres y mis hermanos. ¿Con qué cara los vería?
¿Acaso había sido injusta en no contarles? ¿Me creerían que
me había enterado la noche anterior? Ya estaba. Había decidido
cumplir con el pedido de mi abuelito favorito y lo había hecho
feliz hasta ese último momento.
Al abrir la puerta mi mamá me abrazó y mis hermanitos
también. Papá me miró enojado pero me saludó porque no
quería que le afectara a Cami. Se fue hacia la habitación. Empecé
a llorar nuevamente.
Volvimos al cuarto y al ver la situación que tenía enfrente
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miles de recuerdos se me vinieron a la mente. Comencé a pensar
en si después de todo, él había esperado hasta el último día de
su vida para contármelo a mí. Parecía el plan de mi vieji como
hacía cotidianamente. Siempre tenía todo planeado y organizado
de una forma que nunca podías imaginarte.
¿Habría sido cosa del destino o de él que pasáramos la
última noche de su vida juntos? Me sentía orgullosa de haber
tenido un abuelo como él y pensaba cumplir cada uno de sus
pedidos a partir de hoy y para siempre. No iba a caerme sobre
mi propia cruz. Tenía que mostrarme fuerte por y para toda mi
familia, inclusive mi abuela y sus otros hijos que comenzarían a
llegar a la ciudad en los próximos días.
Todo sea por mi abuelito Ruperto que iba y va a estar para
siempre en mi corazón.
salir adelante por mis hermanos y mis papás. Ellos estaban
devastados y tenía que estar yo para que se les haga más leve.
Ya la había cagado una vez, no podía otra.
Terminé de cambiarme y volvimos al velorio. Al llegar, mis
hermanos corrieron hacia mí y se largaron a llorar. Traté de
contener mi llanto y lo logré, por lo que rápidamente comencé
a decirles unas palabras y a pedirle a Gonza que se los lleve un
rato. Yo estaría bien y estarían mis papás por cualquier cosa.
Fui a ver el cajón, lo toque, lo besé y me despedí. No quería
estar más ahí, prefería quedarme con su imagen de siempre.
La abracé a mi abuela y a mis papás y le conté a mi mamá mi
decisión. Lo llamé a Gonzalo y regresó a buscarme. Iríamos a
algún lugar para distraernos nosotros y mis hermanos.

Esa misma tarde preparamos todo para el velorio. Sí, mi

abuela quería acabar rápido con esto ya que le hacía mal haber
perdido al amor de su vida, su persona más importante en este
mundo. Por lo que, ni bien pudimos comenzamos el papelerío y
se lo llevaron directo a la sala velatoria.

Yo, por mi parte, decidí ir a mi casa a bañarme y cambiarme.

No quería estar impresentable porque mi abuelo no se merecía
eso. Gon aceptó llevarme y por más que le dije que quería estar
sola prefirió quedarse. Estaba cerca de la cesárea y no quería
dejarme sola. Acepté y de inmediato partí para mi hogar.

Llegué, me bañé rápido, salí y me quebré ni bien entré a mi

cuarto. No podía dejar de llorar y por suerte estaba mi novio
para consolarme. Él empezó a decirme unas hermosas palabras
que me hicieron dar cuenta de que tenía que ponerle garra para

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Un mes pasó de la muerte de mi abuelo, y si bien no había
podido superarla del todo, estaba frente al gran día y pensaba
disfrutarlo. Había llegado la hora de conocer a mi hija y este
13 de diciembre era el mejor de todos mis 20 años. Se había
adelantado la cesárea a causa del crecimiento rápido de mi beba
como nos había dicho el médico que podía pasar. Por lo que, sin
miedo, decidí disfrutar ese día y afrontar los nervios. Todo sea
por el abu.
Preparé el bolsito y partimos con mis padres y mi novio hacia
la Clínica del Ceibo donde mi médico Jorge me haría la cesárea.
Sí, habíamos decidido que como él tenía gran importancia en
las decisiones que había tomado sobre la beba, tenía que ser
partícipe de este hermoso nacimiento. En realidad, yo lo había
decidido y el resto lo había aceptado.
Si me preguntan por el resto de mis hermanos, se quedarían
con mi abuela y vendrían a verme al atardecer. Sabíamos que
podía ser algo conmovedor si me veían en las condiciones que te
deja la anestesia.
Al llegar a la habitación dónde estaría internada, acomodé
las cosas y enseguidita me pusieron el suero con la anestesia para
agilizar el nacimiento de mi tan esperada hija. El beso de Gonza
fue lo último que sentí hasta caer en el profundo sueño que era
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consecuencia de aquella sustancia que me habían puesto para
que no sintiera dolor y el obstetra pudiera trabajar tranquilo.
No sé cuánto tiempo habrá pasado desde eso hasta que
desperté pero, ni bien pude abrir un ojo empecé a voltear
la cabeza a todos lados en busca de mi bebé. No la veía y
empecé a desesperarme. Enseguida mi mamá se dio cuenta y
acariciándome la cabeza me explicó que todavía no podía verla
pero que estaba todo bien, sólo era el típico control.
Comencé a inquietarme porque no quería que la dejaran
sola. ¿Mirá si le pasaba algo?. O peor, se la llevaba otra madre
sin querer. Quería a mi hija y no esperaría más.
Me levanté y quise salir caminando pero me frenaron
rápidamente. Me explicaron que le estaban haciendo los estudios
de rutina y que ya me la traerían. Pregunté si ya la habían
puesto en contacto conmigo porque no me gustaba la idea de
que estuviera en otros brazos primero. Ante esa pregunta saltó
Gonzalo y contó que tanto él como yo la habíamos tenido ya
en brazos. Mientras me contaban cómo había sido todo, poco
a poco empecé a recordar. La anestesia me había tranquilizado
tanto que me costaba recordar algunas cosas, estaba muy
dormida en ese momento.
Sin ya posibilidades de verla decidí rendirme, no quedaba
opción que esperar todo lo necesario para ese gran reencuentro.
Estaba ansiosa y hasta que no la ví no pude sacar los ojos del
reloj.
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La media hora que tuve que aguantar sentí que fueron en
realidad como 3 horas. Por suerte dentro de todo no fue tanto
tiempo, o mejor dicho por lo menos, con lo impaciente que soy,
no me agarró un ataque de locura.
Ni bien la vi la agarré y abracé como más pude. Era tan
chiquitita que se me escurría por mis brazos. ¡Qué linda que
era! ¡Cómo me gustaba tenerla en mis brazos! ¡Qué feliz me
sentía de haber tomado la decisión correcta!
Habremos estado 10 minutos abrazadas y comenzó a llorar.
Miré a mi mamá asustada y ella me contó que desde que había
salido de la panza claramente no había comido, por lo que
era hambre. Le di la teta y se durmió en mis brazos. Mientras
succionaba no podía dejar de mirarla, fue como si me hubieran
dejado sola en la habitación con ella. Fueron unos minutos en
los que no registré a nadie más que a mi Cami.
Una vez que se durmió decidí acostarla en su cunita. Ella no
tenía por qué hacerse responsable de la densidad que poseía yo.
Más tarde la volvería a agarrar.
Esa noche la pasaría en la clínica y Gon se quedaría
conmigo. No me gustaba la idea de que la beba estuviera mucho
tiempo acá por todos los virus hospitalarios que había, pero fue
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lo mejor.
Estuvimos toda la tarde hablando y mirándola a ella.
Vinieron mis hermanos y mi abuela, la acariciaron, hablaron
conmigo y se fueron. Cuándo me quise acordar ya había llegado
la noche y me tocaba descansar.
Por suerte, fue bastante tranquila, sólo Cami lloró una vez
en busca de teti y se durmió. Sin embargo, la tuve que despertar
una vez más porque los bebés cuando nacen deben tomar leche
cada 4 horas.
Al otro día, me desperté tranquila, desayuné y partí para mi
hogar. Comenzaba el gran desafío y estaba ansiosa por vivirlo.
Los primeros días fueron bastantes complicados, yo no
estaba acostumbrada a despertarme con un llanto cada 4 horas,
y más que generalmente eran uno a las 4 de la mañana y otro
a las 8, y a partir de ahí ya no podía dormir más, pero debía
hacerlo. Por suerte sus abuelos y su padrastro estaban presentes
en todo momento y me aliviaba bastante la situación.
Si bien me tenía que despertar si o si para darle de comer,
ellos me ayudaban a limpiarla y a hacerle provechito. Me
desesperaba cuando comía poco pero sabía que el médico me
había aclarado que eso iba a ocurrir. Los primeros meses eran
los más complicados.
Poco a poco pasaban los días y los controles, por suerte en
la facultad estaba de vacaciones y en el trabajo me habían dado
los días por familia, lo que me facilitó las cosas para estar con
ella siempre.
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 A la semana de Cami, faltando poco para su primer navidad,
recibimos un hermoso regalo adelantado. Mamá y papá habían
confeccionado la casa de los abuelos y como la abue se quedaba
en casa nos la regalaban a mí y a Gonza para que podamos tener
tranquilidad y poco a poco armar nuestro hogar.
¡Qué felicidad que tenía! Por fin iba a poder empezar a
armar mi vida junto a las dos personas que tenían un gran lugar
en mi corazón. Obviamente que mis papás lo tenían y por eso no
se iba a perder el contacto, pero era hora de crecer.
Decidimos poner en marcha la mudanza ese mismo día, ya
que pronto llegaría navidad y año nuevo y la gente se tomaría
vacaciones. Gonzalo les agradeció muchísimo a mis papás y
empezamos a llevar a la casa las cosas que entraban en el auto. Sí,
super rápido todo, pero preferíamos que la beba se acostumbre
a un lugar y no que andemos sacándola de una casa a otra hasta
quedarnos en una. Era chiquita y le costaba todavía orientarse
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EL FINAL
Las semanas pasaron y con ello la mudanza de la abuela a
casa, nuestra mudanza y nuestros primeros días conviviendo
con mi familia, el cumpleaños de mamá, la primera navidad
de Camila, y otras cosas más, pero el abuelo siempre estaba
presente en mi corazón. Me había costado horas y horas de
psicólogo superar las muertes que había tenido ese año, pero
principalmente la de mi abu. Estaba destrozada por dentro pero
con muchísimas ganas de seguir por fuera, una de las cosas más
importantes de mi vida estaba creciendo muchísimo y pensaba
disfrutarla minuto a minuto, paso por paso.
Llegó un nuevo fin de año y ahí estábamos, con toda mi
familia en la casa de la playa del abuelo. Esta vez la culpable
había sido yo. Yo quería que lo recordáramos en el lugar que él
más había amado en este planeta. Dónde había pasado cientos
y cientos de momentos con el amor de su vida, mi abuela, y con
nosotros, su familia. Todos aceptaron por más difícil que fuera.
Las doce de la noche llegaron y con ello el llanto de todos, los
cuáles traté de calmar con unas palabras que me había dejado
el abuelo para que leyera cuando él ya no estuviera. A Ruperto
le encantaba ser divertido y hacer reír a la gente, por lo que,
siempre había pedido que lo despidiéramos con cosas divertidas
y no llorando como en los típicos velorios. Él era diferente al
resto.
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 Leí la carta que habíamos encontrado escondida en la
mesita de luz del abuelo, de la cuál nadie estaba enterado, pero
estábamos acostumbrados a esas cosas que siempre hacía él.
Obviamente ésta era graciosa y al ver a todos riéndose puse
música divertida y comenzamos a bailar (cómo pedía en su
carta).

Si, parece raro pero pasamos el resto de la noche todos

juntos abrazados y bailando como a él le hubiera gustado
pasarla. Esta vez con mis dos invitados especiales y favoritos:
Gonzalo y Camila.

Muchos podrán pensar que en mi lugar no hubieran podido

soportar todas aquellas cosas que pasé en este año, o no deben
creer que mi reacción fuera esa. Pero, les cuento, que por suerte
tuve cerca las mejores personas de mi vida: Mi familia, amigas,
novio y mi mujercita Camila. Gracias a ellos hoy puedo decir que
por más piedras en el camino que nos ponga, la vida es hermosa
y hay que vivirla.

Como decía mi Ruper: “Nunca caer, siempre resistir”.

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