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INSTITUTO DE LA
INTELIGENCIA LIBRE

MÓDULO 2: FUNCIONES EJECUTIVAS EN EL AULA


21 LA FORMACIÓN DEL SISTEMA REFERENCIAL DEL NIÑO.
SINGULARIDAD Y PROYECTO DE VIDA.

2.2. LAS FUNCIONES EJECUTIVAS EN LA EDUCACIÓN DEL S.


XXI. FLEXIBILIDAD COGNITIVA, CREATIVIDAD Y FLUIDEZ.

3 TIPOS DE ESTRATEGIAS METACOGNITIVAS PARA EL


DESARROLLO DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS EN EL AULA:
AFECTIVAS Y SOCIALES.

2.4. EL EDUCADOR DEL S.XXI. AUTORREALIZACIÓN,


LIDERAZGO Y CORRESPONSABILIDAD PLANETARIA.

2.5 BIBLIOGRAFÍA Y RECURSOS AUDIOVISUALES.

2.6 PRUEBA DE AUTOEVALUACIÓN.

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Profesores: Manuel Cebrián/ Noemí Solano 1


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u EL EDUCADOR DEL S.XXI. AUTORREALIZACIÓN,


LIDERAZGO Y CORRESPONSABILIDAD PLANETARIA.

2,4.1 Proyecto planetario común

Del enfrentamiento y la lucha generalizada entre las tribus, los reinos y las
naciones que han caracterizado la historia de la humanidad, hemos
evolucionado con el paso de los siglos, a sociedades más complejas que
d em a n d a n ne c e si d a d es a d a p t a d a s a l a nu e v a r e a li d a d d e l s . X X I. L a s
necesidades individuales que antes tenían una dimensión local, regional, o
tal vez, nacional, han adquirido en el siglo XXI una dimensión planetaria.

Nuestras necesidades individuales son ahora necesidades planetarias que


compartimos con otros seres humanos a escala global, aunque no tengan
nuestra misma nacionalidad, religión o participemos de una misma visión
del mundo. Este cambio de necesidades implica avanzar en la construcción
de un proyecto común del que todos nos sintamos integrados, protegidos y
representados en igualdad de obligaciones,
derechos y libertades.

Sin embargo, estas necesidades planetarias


contrastan con nuestra incapacidad como
save our especie para solucionar conjuntamente retos

?Lne globales que nos afectan a todos por igual, como el


hambre, el cambio climático, los conflictos
armados o el equilibrio entre el progreso
t e c n o l ó g i c o y l a sostenibilidad de los recursos del
Planeta Tierra. En un planeta dividido en naciones y con intereses ideológicos
contrapuestos, actuar con una sola voz, no es tarea fácil. Pero sí es nuestra
responsabilidad sentar las bases de una sociedad planetaria desde principios y
valores comunes que trasciendan los intereses partidistas de cada nación.

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La creación de una sociedad planetaria implica avanzar en la construcción
d e u n p r o y ec t o c o mú n q ue si e n t a , p ie ns e y a c t úe p o r y p a r a e l in t e r é s
general de todos los seres vivos del Planeta Tierra. Un claro ejemplo de

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intenciones es la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada el


25 de septiembre de 2015 por la Asamblea General de la ONU. Esta
Agenda 2030 fue ratificada por 193 Estados Miembros y representa un
compromiso internacional para el cumplimiento de 17 objetivos, con 169
metas, que se recogen en cinco principios universales: Universalidad, No
dejar a nadie atrás, Interconexión e Indivisibilidad, Inclusión y Cooperación
entre múltiples partes interesadas.

Otro ejemplo de construcción de este proyecto común son las miles de


organizaciones no gubernamentales (ONGs) con objetivos comunes a nivel
planetario como Greenpeace, Médicos Sin Fronteras, National Geographic,

APPPAH y, un largo etcétera de organizaciones que defienden un mundo en


paz, más justo, solidario y redistributivo. No sólo a un nivel humano, sino
también en relación a la protección y a la conservación de los hábitats del
resto de seres vivos que, al igual que nosotros, habitan en el Planeta Tierra y
necesitan de sus recursos para sobrevivir.

De todos los problemas que como sociedad planetaria sufrimos, el cambio


climático es sin duda el que ha suscitado una mayor movilización de la
sociedad civil. Movimientos como los de la adolescente sueca Greta
Thunberg son un claro ejemplo de que una sola voz puede inspirar y
convocar a millones de voces espontáneas en todo el planeta bajo unos
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principios y valores comunes. Estas alianzas ciudadanas espontáneas, bajo


un lema común, van a generalizarse en los próximos años. Porque cada vez
son más las voces que se alzan en busca de soluciones comunes a
problemas globales que nos afectan a todos por igual con independencia del
lugar del planeta en el que residamos.

La destrucción o la salvación de nuestro Planeta Tierra se ha convertido en


un punto de inflexión que nos está permitiendo tomar conciencia de la
necesidad de unirnos y de actuar frente a un problema común. La crisis
climática nos empuja hacia un escenario de emergencia global al que
inevitablemente estamos llamados a entendernos y a cooperar en beneficio
del bienestar general de toda la humanidad. Esta oportunidad histórica de
afrontar conjuntamente como especie, medidas de sostenibilidad, que
cambien nuestra forma de relacionarnos con el Planeta y con el resto de
seres vivos con el que compartimos este espacio común, nos está brindando
la oportunidad histórica de comportarnos como una verdadera sociedad
planetaria.

2.4.2 El ser humano en una sociedad del conocimiento.

En una sociedad del conocimiento conviene reflexionar sobre la excesiva


dependencia que tenemos de la tecnología, cuestionarnos nuestra
incapacidad para expresarnos más allá de los límites que establecen los
estándares culturales impuestos y, por si fuera poco, sobrevivir en un
entorno globalizado, inestable y cambiante, gobernado por la inmediatez, el
exceso y la complejidad para interpretar el sentido de la información a la
que somos expuestos a diario.

Lo que hoy se nos presenta como una verdad incuestionable,


probablemente mañana ya no lo sea. Desmentimos certezas a diario, y en su
lugar, reformulamos complejas teorías, gracias al avance imparable de la
ciencia. Lo que antes sucedía en décadas, parece resolverse o complicarse
ahora en cuestión de meses o semanas. El nivel de aceleración al que

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estamos sometidos es incuestionable y nuestros sentidos orgánicos son


incapaces de adaptarse al ritmo y a la cantidad diaria en la que unos datos
sustituyen a otros.

Este ritmo imparable que caracteriza a la sociedad del conocimiento nos


impide construir una realidad objetiva. Por asombroso que nos resulte, es
nuestro cerebro quien construye la realidad. Creemos que somos
conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor, pero desechamos el
noventa y cinco por ciento de lo que ocurre. Como señala la Dr. Susana
Martínez-Conde lo que vemos, oímos, sentimos y pensamos, se vasa en lo
que esperamos ver, oír, sentir y pensar. A su vez, nuestras expectativas se
basan en la totalidad de nuestros recuerdos y experiencias previas. Lo que
vemos aquí y ahora es lo que nos resultó de alguna utilidad en el pasado.
Lo s mec anismo s cer ebra les q ue prov oca n las ilusio ne s p ercibida s, la s
reacciones automáticas e incluso nuestra conciencia son lo que definen en
esencia quiénes somos.

En esta sociedad del conocimiento ¿cómo podemos ser libres? La respuesta


está en la educación para la libertad del "Ser". En una sociedad de esta
naturaleza la educación para la libertad del "Ser" adquiere una mayor
relevancia que en otras etapas de nuestra historia más reciente. Ahora más
que nunca se trata de poner la mirada en la supervivencia de nuestro "Ser".
Y, cuando hablamos del "Ser", nos estamos refiriendo a todos aquellos
atributos idiosincráticos esenciales que conforman nuestra "autenticidad
existencial".
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Esta autenticidad nos define, representa y distingue de otros individuos. Ser


auténticos consiste en ser fieles a lo que somos. Y, ¿qué es lo que somos?
Somos seres dotados de singularidad. Este carácter singular implica una
diferenciación cualitativa, aunque no discriminatoria de unos individuos con
respecto a otros. Desde el punto de vista de la singularidad, el objetivo de la
educación para la libertad del "Ser" es hacernos conscientes de lo que
somos. Y para ello, cada individuo debe ser consciente de sus capacidades y
posibilidades funcionales. Pero como seres orgánicos, debemos ser
igualmente conscientes de cuáles son nuestros límites biológicos. Sin este
conocimiento integral, el individuo no puede realizarse libremente, ni como
ser individual, ni como ser social.

Sin embargo, esta "autenticidad existencial" a la que hacemos referencia no


tendría sentido de ser si el individuo carece de la capacidad de gobierno de sí
mismo y del uso efectivo de su libertad. La educación para la libertad del
"Ser" tiene su expresión más clara en el desarrollo de la capacidad de
elección. El ser humano es libre cuando es capaz de elegir. En caso
contrario, estaríamos educando al individuo en la obediencia irracional y en
la sumisión, pero no para ser libre.

Si analizamos qué demanda la sociedad del conocimiento, nos encontramos


con un perfil de individuo que debe ser capaz de anticiparse a los cambios
del entorno de manera eficaz, enfrentarse a retos inciertos, y adaptarse a
situaciones imprevistas y resolverlas de forma innovadora. Esto implica ser
un individuo proactivo y reactivo, capaz de vivir en un entorno caracterizado
por una constante transformación, sin que ello ponga en peligro su carácter
singular, su bienestar y su autorrealización personal.

Esta realidad que hemos expuesto de forma resumida nos lleva a plantear
una educación para la libertad del "Ser" que siente las bases de un nuevo
ciudadano del mundo auténtico, libre y responsable capaz de ponerse al
servicio de un proyecto común, sin renunciar por ello al suyo propio. Un
nuevo ser humano con una conciencia universal que irradie e inspire con su
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actitud los principios de una nueva sociedad planetaria asentada sobre la


unidad, la diversidad, la tolerancia, la paz y el amor fraternal.

2.4.3 El educador del s. XXI: autorrealización, liderazgo y corresponsabilidad


planetaria.

La construc ción de la sociedad del s. XXI nos lleva como especie a


evolucionar hacia un proyecto común con estructuras democráticas
supranacionales que nos ofrezcan soluciones pacíficas y conjuntas a los
problemas planetarios que como especie nos afectan a todos.
E s p e c i a l m e n t e , a q u e l l o s r e to s g l ob a l e s q u e ti e n e n q u e v e r c o n l a
sostenibilidad del Planeta Tierra y la protección y conservación de la
biodiversidad.

En la construcción de esta sociedad el educador juega un papel


indispensable. En este sentido conviene recordar al Dr. José M. Rodríguez
Delgado cuando afirmaba que las imposiciones ideológicas y emocionales
que se crean en la infancia, persisten en la edad adulta, porque están
ancladas en la materia neuronal del sistema límbico cerebral. Los genes son
los responsables del desarrollo inicial del organismo, incluyendo el sistema
nervioso, y pueden determinar la existencia de instintos y motivaciones,
incluyendo quizás, la necesidad de "creer". Pero el conjunto de ideas y
creencias no tiene un origen genético, sino cultural.

En los primeros años de vida se forma el sistema referencial del niño, sin el
conocimiento, ni el consentimiento del individuo al que se está educando. El
sistema referencial se forma mediante la enseñanza y el ambiente cultural.
Por lo que podemos hablar, no sólo de un determinismo genético, sino de un
determinismo educativo y cultural. La educación y la cultura forman el
sistema referencial de cada individuo y cuando hablamos de "educar" se nos
olvida que "educamos" a niños fácilmente manipulables. Es indispensable
que el Educador conozca cómo se forma la mente infantil y, cómo hay que
educarla, ya que la educación en los primeros años de vida tiene una
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importancia decisiva "para el establecimiento del sistema de valores, así


como de los mecanismos de interpretación de los estímulos recibidos a
través de los sentidos" (Delgado, 2010).

Como educadores, somos transmisores generacionales de nuestro pasado


cultural y educamos a otros, lo queramos o no, con los mismos prejuicios y
co nd ic io na nt es id eo lóg ic os con lo s q ue fuimos e ducad os por nue st ro s
antepasados. La instrucción educativa y el adoctrinamiento ideológico
forman parte de una realidad histórica que heredamos y repetimos de
generación en generación. El primer paso como Educadores es despojarnos
de nuestra herencia cultural y comprender nuestro carácter universal en
nuestra condición de ciudadanos del mundo. Sólo así seremos capaces de
t r a nsmit ir a l ed uc a ndo una co nc e p c ió n d e lib er t a d y d e unió n d e l se r
humano en sus diversas manifestaciones culturales.

El término "educere" significa guiar desde el interior, sacar desde dentro.


Desde esta concepción de la educación, la misión del educador es la de
educar al niño a ser uno mismo, a que descubra el sentido de su vida,
encuentre su lugar en el mundo y realice su proyecto existencial de vida.
Para ello, es necesario que antes de entrar en contacto con la educación del
niño, el futuro educador realice el mismo proceso que pretende inspirar en
los educandos.

El niño necesita educarse con educadores cuya presencia y actitud despierte


en ello s, la s desea b les r efer e nc ia s int e le c t ua le s, mor a le s y a fec t iv a s
propicias para su desarrollo integral. Por tanto, la actitud del educador en
presencia del niño debe ser impecable. El niño está construyendo su sistema
referencial, y su referencia principal, es el educador. Los pensamientos,
sentimientos y acciones del educador impregnan todo su organismo y lo que
es más importante, lo configuran biológicamente. Como educadores es
necesario crear un vínculo emocional y afectivo con el educando que nazca
de una mutua relación de amor, confianza y coherencia.
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Para ello, el educador ha de introducirse en el mundo del educando, y no al


revés. Este vínculo se construye sobre la base de la libertad y del respeto al
carácter singular del niño. Para no interferir en su libertad, ni en su carácter
singular, el educador debe interiorizar la naturaleza esencial del niño y
aprender a relacionarse con ella. La relación es de esencia a esencia. Y
cuando esta relación esencial surge, estaremos en disposición de ofrecerle
al educando las pruebas y los retos necesarios para enfrentarse con sus
dudas, miedos e inseguridades de una forma natural. Sólo así será el niño
ca paz de ejer cer su liberta d per so na l d esde sus pr opias ne ce sidad es,
curiosidades e inquietudes existenciales.

El concepto de libertad al que nos referimos es el de libertad interior. Esta


libertad interior se manifiesta en la actitud del niño ante la vida. En este
sentido, el niño ha de ser capaz de responder ante las circunstancias de la
vida con criterio propio, elegir la opción más adecuada para su
autorrealización y responsabilizarse de las consecuencias que se deriven de
sus actos. La libertad del niño y el sentido de la responsabilidad compartida
(corresponsabilidad) en el proceso educativo del educando son otros dos de
los factores claves en la creación del vínculo.

Para que se den estos dos factores es imprescindible la creación de una


atmósfera de aprendizaje, emocionalmente positiva, en la que le
ofrezcamos al niño, no sólo un ambiente de placer y de alegría, sino que
ad emás, le ofr ezc amos la s co nd ic io ne s nec esarias para desarro llar su
capacidad de análisis, reflexión, autonomía e iniciativa.

Los descubrimientos científicos de la psicología prenatal y perinatal nos han


revelad o que co mo seres humanos desea mo s ser: amado s, va lora dos,
q ueridos, b ienv enid os, seguro s, v istos, e sc uc ha dos y ace pta dos co mo
somos. Estos descubrimientos nos indican que tenemos una necesidad
innata por la estética de la verdad, la belleza, la armonía y la "luz" desde los
inicios de la vida. Prosperamos como seres humanos en un entorno sano,
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genuino y de amor y, en un ambiente, en el que podamos instintivamente


expresarnos como somos (McCarty, W. A 2004).

Además de confianza, coherencia, certeza, libertad y respeto a su carácter


singular, el educador debe conectar al educando con la belleza interna y
externa, a través del desarrollo de los sentidos superiores, en sus tres
primeros años de vida. Para ello, es indispensable educar la sensibilidad y el
sentido estético del niño. La forma mas recomendable de hacerlo es a
través del contacto del niño con la naturaleza. La naturaleza nos permite
integrar desde niños los patrones de belleza y armonía que hay en ella y,
gracias a la naturaleza, desarrollar la sensibilidad, la estética, la proporción y
el equilibrio.

En el proceso de autorrealización del niño la unión con la naturaleza es


fundamental. El niño necesita recibir el impacto de la belleza que hay en la
n a t ur a le za p a r a r ec o no c er l a b e l le z a q ue ha y d e nt r o d e s í m is mo . L a
naturaleza nos permite entrar en contacto con lo que somos. La belleza que
hay en la naturaleza nos permite buscar en el interior, lo que ya somos
capaces de ver en el exterior. Esta impresión de la belleza que hay en los
b o s q u e s , e n lo s o c é a n o s , e n l a m o r f o l o g í a d e l a s m o n t a ñ a s o e n l a s
fragancias que desprenden los árboles y las plantas, nos va a permitir
establecer un equilibrio entre lo que percibimos internamente y lo que
manifestamos externamente.

Para el cultivo de la sensibilidad y del sentido estético es necesario que el


educando aprenda a desarrollar su capacidad de interiorización, abstracción
y contemplación. La práctica del silencio y la meditación nos pueden ayudar
en est a b úsq ued a d e la b elle za . P ar a fa milia r iz a r se c o n la b e lle z a , e l
educando necesita servirse de la riqueza sensorial que le proporciona la
naturaleza para aprender a escuchar los impulsos naturales que surgen de
su interior.

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