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El salterio mesiánico: Cristo y los salmos

penitenciales
D. Scott Meadows
¿Deberíamos considerar que la totalidad de los ciento cincuenta
salmos de las Escrituras son mesiánicos? ¿De qué manera
podrían estos tener algo que ver con Cristo, dado que Él no es un
pecador?

Algunos de los salmos pertenecen a esta categoría, de un modo


más obvio, como por ejemplo el Salmo 110; otros en un grado
mucho menor. Los salmos que confiesan el pecado del salmista,
como el 32 y el 51, no pueden interpretarse como si Jesucristo
hubiera cometido jamás un pecado, de forma personal. No podía
ser convencido de ningún pecado (Juan 8:46), porque Él no
conoció pecado (2 Co 5:21). Él es santo, inocente e
incontaminado (He 7:26).

Y, sin embargo, tenemos razones para creer que Cristo entonó


los ciento cincuenta salmos en adoración a Dios. Estaba
acostumbrado a adorar en una sinagoga cada Día del Señor
(Lucas 4:16; en aquel entonces era el Sabbat judío). Los
congregantes —todos ellos pecadores—, entonaban los salmos
en ese entorno, y también en otras ocasiones. Jesús estaba sin
duda entre ellos y cantaba con ellos. Con toda seguridad cantaba
también el salmo 32 y el salmo 51.

¿Cómo es, pues, posible que en un acto de verdadera y santa


adoración, el Cristo sin pecado cantara con sinceridad a Dios los
salmos que confiesan el propio pecado del salmista? Esa es la
pregunta que debemos formular.

La respuesta es similar a las que se podrían proporcionar a las


interrogantes: «¿Cómo pudo ser bautizado el Cristo sin pecado?».
Según las Escrituras, este sacramento es una señal de
arrepentimiento por las transgresiones y el lavamiento de la
contaminación espiritual. «¿Cómo pudo ser crucificado el Cristo
sin pecado?». La crucifixión era un castigo que solo un pecador
merecía y, desde luego, tenía que un gran pecador.

La respuesta bíblica es, en todos estos casos, que el amoroso


Señor Jesucristo se identificó de un modo tan completo con Su
pueblo que, por así decirlo, ocupó nuestro lugar como pecador
condenado. Llevó sobre sí mismo nuestras transgresiones,
aceptando las justas y amargas consecuencias de nuestros
pecados en Su amor por nosotros, como nuestro sustituto y
representante.

En la Providencia divina, la profunda justicia de «Cristo como


Aquel que cargó con el pecado» se hace más aparente cuando
apreciamos la unión espiritual, emocional y legal de Cristo con Su
pueblo pecador. San Agustín, que defendió una interpretación de
los salmos bíblicos saturada de Cristo, habló del «Cristo total»
aludiendo a Cristo y Su Iglesia juntos, como una entidad única en
cierto sentido. Perseguir a la iglesia es perseguir a Jesús (Hechos
9:4). Amar a la iglesia es amar a Cristo (Mateo 25:40). Pablo
escribió sobre este vínculo espiritual en Efesios 5. «Porque nadie
aborreció jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo
cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos
miembros de su cuerpo. Por esto el hombre dejará a su padre y a
su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola
carne. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo
y a la iglesia» (Efesios 5:29-32). Esto solo es un ejemplo de
pasajes muy notables sobre la unión de Cristo y Su pueblo. Juan
15, sobre la vid y los pámpanos, es otro de ellos.

De manera que los salmos penitenciales deben entenderse como


salmos sobre Cristo, por cuanto Él, en amor, se identifica con
nosotros y carga con nuestros pecados, sin transgresión alguna
suya ni en sí mismo, para salvarnos de ellos; asume el castigo y
la contaminación que estos provocan. Solo en Cristo los
pecadores son reconciliados con Dios. Solo en Cristo somos
vestidos con la justicia de Dios.

Reconocemos abiertamente que muchos salmos no son


visiblemente sobre Cristo (es decir, los salmos mesiánicos) como
algunos de los otros. No obstante, no debemos acercarnos al
salmo 32 o al 51, ni a ninguno de los demás, sin pensar para
nada en Cristo. Esto sería un gran error. Cuando cantamos y
oramos los salmos penitenciales, con un corazón quebrantado y
contrito. Debemos tener en mente que no hay perdón ni salvación
para nosotros, a menos que estemos verdaderamente unidos por
la fe a Cristo.

Los libros siguientes del pastor D. Scott Meadows están


disponibles en Trinity Book Service y Cristianismo Histórico.

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