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DEMONIOS

de LARS NORÉN

Versión al español de Cesar Jaime

Escena I

Oscuro. Se escucha música italiana Ana Oxa canta “Un ‘al tra me”. Luz sobre
Katarina. Está arrodillada, con la mano extendida, como si le diera de comer a un
pájaro invisible. Parece en su mundo, llora. Fuma, deja caer la ceniza sin prestar
atención. Un radio de transistores está sobre una mesa, se escucha música. Trae
una bata blanca del mismo color que el pichón que ahora descubrimos en el suelo
frente a ella. Atrapa al pichón. Con precaución se dirige a la ventana abierta y lo
suelta. Katarina apaga la radiocasetera, sigue sentada en silencio, va al baño. Se
abre la puerta de entrada. Frank tumba el teléfono. Trae unos paquetes y una
bolsa de plástico. Prende la luz.
Katarina: (Desde el cuarto de baño.) ¿Eres tú? ¿Frank?... ¡Frank! (Pausa.) ¿Qué
haces? (Algo inquieta.) ¿Eres tú?
Frank: No. (Mira en las bolsas. Toma la bolsa de plástico sin saber qué hacer con
ella.)
Katarina: ¡Mierda! ¿Por qué no contestas? Frank: Seguramente porque no tengo
ganas. Katarina: ¿Qué dijiste?
Frank: No sé. (Pone la bolsa de plástico sobre la mesa de ruedas de plástico, quita
la ceniza del radio de transistores que está encima. En los estantes hay libros,
periódicos, etc.) ¿Cómo le haces para tirar la ceniza exactamente sobre el radio,
Katarina? (Pausa.)
Katarina: Aquí estoy.
Frank: ¡Ah! ¿Aquí estás?
Katarina: Llegas tarde.
Frank: (Cuelga su abrigo.) Sí, ya sé.
Katarina: (Abre la puerta del cuarto de baño.) Dije que llegaste tarde.
Frank: (Se aproxima a la puerta, la observa un momento, luego bruscamente
tierno.) Hola, querida. ¿Llego tarde?
Katarina: (Más seca.) ¿Tú crees?
Frank: Ni idea de qué hora es.
Katarina: De acuerdo. ¿Qué quieres? (Pausa.)
Frank: No sé.
Katarina: ¿Qué hiciste?
Frank: Vi a mamá.
Katarina: No, antes de llegar. ¿Qué hiciste?
Frank: Nada. (Pausa.)
Katarina: No te quedes ahí. Pueden llegar en cualquier momento. Tengo que
bañarme.
Frank: Báñate, pues. (Pausa. Mira una postal que está en la bolsa de la bata que
Katarina tiró al piso.) ¿Recibiste una postal de David? (Pausa.) ¿De una isla?
Grecia. (Levanta la bata.) ¿Qué escribe? (Ella abre la llave de la regadera.) ¿Qué
hiciste hoy?
Katarina: ¿Qué?
Frank: ¿Qué hiciste hoy?
Katarina: ¿Qué hice hoy?
Frank: Si. (Sube la voz.) Creo que te pedí que limpiaras un poco.
Katarina: ¿Qué dices?
Frank: ¿No querías hacer el aseo?
Katarina: Arreglé. Dos horas arreglando.
Frank: (En la entrada.) No te importa si desordeno un poco. (Frank regresa al
cuarto de baño. Acaricia a Katarina a través de la cortina de la regadera.) Eres
bella. Te digo que eres realmente bella.
Katarina: ¿Qué dijiste? (Pausa.) ¿Tú crees? ¿Por qué me encuentras bella?
Frank va de nuevo hacia la mesa y la avienta hacia la sala, recoge las cosas que
Katarina dejó caer, ropa, colillas de cigarros, pone música, va al corredor, busca
un martillo y clavos para colgar un cuadro en la pared. Aun no empieza a clavar
cuando se escucha el estruendo de un vidrio que cae en el cuarto de baño.
Espera, se escucha otro estallido menos fuerte, avienta el martillo y los clavos a
un sillón, corre hacia el cuarto de baño, abre la puerta violentamente.
Frank: Perdóname, ¿pero qué haces?
Katarina: (Parada de puntas, no se atreve a moverse, el lavabo y el piso llenos de
grandes pedazos de vidrio.) No encontraba la toalla.
Frank, (Desconcertado): ¿Y entonces quebraste el espejo?
Katarina: No, el estante de vidrio que está bajo el espejo. No está bien fijo.
Frank: Desde hace nueve años que no está bien fijo. Tuviste suerte de que no
fuera el espejo.
Katarina: Tú tuviste suerte. Lo necesitas más que yo.
Frank: ¡Mierda! ¿Qué quieres decir con eso?
Katarina: Nada, Frank. Un accidente (Se seca.) ¿Hablaste?
Frank: Mira. ¡Es espantoso! (Pausa.) Pienso que es espantoso.
Katarina: ¿Hablaste?
Frank: Pienso que es verdaderamente espantoso. (Va por la aspiradora.) ¿Oíste
lo que dije? ¿No oíste lo que dije?
Katarina: Sí, oigo todo desde hace nueve años. ¿Entonces no hablaste por
teléfono?
Frank: (Riendo): Entonces es eso. Entonces no crees que él puede ayudarte.
Katarina: A mí no. A ti es a quien debe ayudar.
Frank: Sí, ¿y crees que eso te ayudará?
Katarina: Si.
Frank: Eso no te ayudará. Si alguien me ayuda, te dejo enseguida.
Katarina: Exactamente.
Frank: Querida, yo soy quien te dejará enseguida, no tú. Tú tienes que soportarme
hasta que esté lo suficientemente preparado para separarme de ti. Así es.
(Pausa.) ¡Puta! ¿Cómo lo hiciste? (Pausa.) ¿Qué es esto?
Katarina: ¡Déjame en paz! Te prometo que arreglo pasado mañana, si te callas el
hocico. ¿Puedes ir a buscarme los zapatos para poder salir?
Frank: Entonces, de una vez encárgate de la charola de vidrio del refrigerador.
Hace como tres años que la quebraste.
Katarina: ¿Quién puede vivir así?
Frank: Tú, tú puedes.
Katarina: ¿Cuál charola de vidrio?
Frank: (Con dicción clara y precisa) La que debería estar mero abajo del
refrigerador. Ahí donde van las verduras. Sabes muy bien de lo que hablo
Katarina: (En bata) Ah, sí esa.
Frank: ¿Se quebró?
Katarina: Se me había olvidado. Pensaba que a ti también. Mis zapatos.
Frank: Quizá lo haya olvidado, pero nunca perdonado. ¿Ahora dónde voy a poner
mis artículos de baño?
Katarina: (Pone en su lugar la mitad del estante de vidrio que cayó en el lavabo)
Por favor... tu lado no se quebró. Como siempre. (Coloca sus frascos de lociones,
cepillos de dientes, etc. sobre el estante.) Tráeme mis zapatos.
Frank: ¿Qué dices?
Katarina: Que me traigas mis zapatos.
Frank: Tráelos tú.
Katarina: Me voy a cortar.
Frank: ¿Si?
Katarina: Estás enfermo.
Frank: No me mires con tus ojos de cochino a medio morir. Perdóname... Bueno,
¿dónde están, dónde están, pues? ¿Dónde los dejaste?
Katarina: Yo voy por ellos.
Frank: No, quédate ahí. Te vas a cortar. Yo voy. (Va y regresa con unos zapatos
negros de tacón alto.) ¿Querías éstos?
Katarina: No, esos no, gracias.
Frank: (Piensa en los tacones altos) Anoche soñé con un gran reloj y con mi pito,
quiero decir, mi glande, marcaba las horas y la manecilla grande era una enorme
navaja de rasurar que marcaba cinco para las doce.
Katarina: (Se pone los zapatos, sale de la bañera) Me siento revivir. (Toma unos
calzones del banco y se los pone, dándole la espalda. Él se queda ahí y la
observa.) Al menos tendré muchos calzones.
Frank: Tienes las manos muy grandes.
Katarina: ¿Ah, sí?
Frank: Me acuerdo, que al principio, una noche que te tenía agarrada de la mano,
pensé que también podría salir con un perro. ¿Ah, si, cuándo?
Katarina: ¿Qué?
Frank: (Regresa con la aspiradora) ¿Cuándo tendrás muchos calzones?
Katarina: (Poniéndose crema en las manos) ¿Te parece si nos divorciamos? (Va
hacia la entrada.)
Frank: Mierda, ¿cómo podría saberlo? No digas eso.
Katarina: Perdóname, pues.
Frank: ¿Qué quieres decir con eso?
Katarina: ¿Ahora que dije? Frank, por favor. Hola.
Frank: Dijiste que podrías tener muchos calzones cuando nos divorciemos.
Katarina: ¿Dije eso? Ya no me acuerdo. (Cuelga.)
Frank: Es una de esas frases que nunca olvidaré.
Katarina: (Yendo hacia el guardarropa) O te mato o me matas, o nos separamos o
seguimos así. ¡Escoge!
Frank: Yo no puedo escoger. Escoge tú.
Katarina: Lo que dije fue: “llevarme cuando nos separemos”
Frank: Me pareció.
Katarina: Sí, lo haría si no hubieras hablado. Divorcio. Todo se ha de acabar un
día.
Frank: (Yendo a la sala para conectar el cable la aspiradora) ¡Ah, sí!
Katarina: ¿Hablaste?
Frank: Adivina.
Katarina: Adivino que hablaste.
Frank: Si.
Katarina: Tienes suerte. (Toma la secadora del guardarropa, sonríe
amigablemente, lo roza al pasar.)
Frank: (Tocándole el sexo) Perdón.
Katarina: (Luego de una pausa) ¿Por qué haces eso?
Frank: No sé, nada más la veo cuando la escondes.
Katarina: (Casi maternal, fingiendo) ¿Tienes hambre? ¿Estás cansado? ¿Estás
triste, eh?
Frank: No... ¿Puedo tocar tu sexo?
Katarina: (Luego de una pausa) Sí.
Frank: (Obligándola a sentarse en la mesa) ¿Te gusta cuando hago esto?
Katarina: ¿Esto?
Frank: ¿Si?
Katarina: (Luego de una pausa) No. (Inexpresiva.) ¿Ya mero acabas?
Frank: Si. Acabé hace mucho tiempo. Acabé completamente. (Katarina pasa
frente a él, va hacia la recámara. Frank sigue de pie, la sigue con la mirada. Suena
el teléfono.) ¿Ahora quién va a arreglar todo esto? (Levanta el auricular, escucha.)
¡Bueno! (Apaga el radio.) Voy a ver. (Va a la cocina con el teléfono. Abre la puerta
de la alacena.) ¡Claro! Si puedes. Sube. (Deja el teléfono sobre el refrigerador.
Toma leche. Agarra un paquete de arroz. Lo deja en la entrada.)
Katarina: (En la recámara, con una secadora de pelo, la enciende, se sienta en la
cama. Frank toma una bolsa, va a la recámara, prende la luz) ¿Puedes apagar la
luz?
Frank: ¿Qué dijiste?
Katarina: Apaga la luz.
Frank: ¿Qué?
Katarina: Dale vuelta al botón...Así.
Frank: ¿No te sientes bien?
Katarina: Sí, pero tengo frío. Estoy temblando.
Frank: No lo veo.
Katarina: Tú nunca ves nada.
Frank: Yo no tengo problemas visuales. Veo muy bien.
Katarina: ¿Me das un cigarro? (Él le pasa un cigarro, se lo enciende)
Frank: ¿Quieres algo más? ¿No? Cuando haga buen clima y calor, quizá
podríamos tomar el café en el balcón. (Se sienta al borde de la cama.)
Katarina: No está prendido. Yo lo puedo prender. (Toma su encendedor, prende el
cigarro, deja caer el encendedor.)
Frank: (Levantando la taza de café de Katarina) La taza es tuya. ¿Puedo ponerla
en la mesa?
Katarina: Si, inténtalo.
Frank: Bien, ya no soporto esta manera de ser.
Katarina: ¿Ah, sí? ¿Qué manera?
Frank: Esta manera negligente de tirar así el encendedor.
Katarina: Ya sé. (Abre las piernas.) ¿Qué hay de negligente aquí adentro?
Frank: (Con malicia): ¿Esperas visita?
Katarina: Si, a tu hermano y a su mujer. (Vuelve a prender la secadora. Frank
sonríe pero no se ve que sea una sonrisa.) ¿Estás enfermo?
Frank: (Se sienta de nuevo, saca una caja de zapatos de la bolsa, comienza a
abrirla) No, estoy de buen humor. (Pausa. Sobrio.) ¿Por qué me preguntas eso?
Katarina: ¿Por qué? (Apaga la secadora.) ¿Porque se murió tu mamá?
Frank: (Sin alzar la voz) ¡Ya estuvo! Ya párale, te digo.
Katarina: En todo caso yo seré muy amable cuando truene mi mamá, y no falta
mucho con todas sus enfermedades dizque incurables. (Vuelve a prender la
secadora.) Porque eso no tiene nada que ver con nosotros. (Pausa.) ¿Verdad?
(Pausa.) Dije: ¿Verdad?
Frank: ¿Por qué gritas? Aquí estoy.
Katarina: No oyes lo que te digo.
Frank: ¿Y tú?
Katarina: (Apaga la secadora) ¿Tiene algo que ver con nosotros?
Frank: (Indiferente) ¿Qué tanto ladras?
Katarina: Que estés de tan buen humor, ¿no tiene nada que ver, verdad? (Vuelve
a prender la secadora.)
Frank: ¿Por qué no? Nunca dije que estaba de buen humor.
Katarina: Sí lo dijiste. Claro que lo dijiste.
Frank: ¿Lo dije? ¿Por qué lo dije?
Katarina: Lo dijste. Yo no sé. (Tira la secadora sobre la cama sin apagarla.) ¿Qué
parezco?
Frank: (Mirándola) Maniática.
Katarina: Gracias. (Frank se quitó sus zapatos de piel y se puso un zapato
nuevo.) ¿Zapatos nuevos?
Frank: (Apacible) Entre más vieja más maniática.
Katarina: ¿Al menos no son color marrón?
Frank: (Apagando la secadora) Entre más vieja más fresca.
Katarina: (Picaresca, se levanta) ¿Puedo verlos? Enséñamelos, Frank.
Frank: No, están en la caja, cerrados. (Se levanta con un pie en la caja de
zapatos.)
Katarina: Pero no te enojes. Debes ponerte zapatos que te queden. ¿A dónde
vas? (Frank va a la cocina, esconde la caja de zapatos en el refrigerador, va hacia
la cafetera. Katarina va a la cocina.) ¿Te vas a poner unos zapatos color marrón
para el entierro?
Frank: (Silbando) No es un entierro, es una inhumación. Y de ahora en adelante,
la urba estará bajo tierra.
Katarina: ¿Cuál urba?
Frank: Quiero decir, la urna.
Katarina: Entonces dilo. (Pausa. Busca la caja e zapatos en la alacena de la
cocina.) ¿Cuál urba?
Frank: Yo no conozco ninguna urba.
Katarina: ¿Entonces por qué quieres que se muera? (Pausa.) ¿Por qué eres tan
agresivo?
Frank: ¿Con urba?
Katarina: Y conmigo.
Frank: En verdad no soy agresivo contigo.
Katarina: Como lo merecería.
Frank: ¡Oh, no! (Pausa. Abre el refrigerador. Le pone leche al café.) De repente se
me ocurrió que si me engañaras, sería con mi mejor amigo, ¿no? (Pausa.) ¿No?
¿No es cierto? (Pausa.) ¿Entonces si abrirías tu concha? (Azota la puerta del
refrigerador. Silba.) ¿Quieres unas gotitas preciosas? (Piensa en el café expres.)
¿No contestas?
Katarina: No, gracias. (Frank silba de nuevo. Katarina toma un cepillo para
peinarse.)
Frank: ¿Qué haces?
Katarina: Me peino.
Frank: ¿Con un cuchillo?
Katarina: (Descubriendo que trae un cuchillo en la mano) ¿Qué traigo? (Pausa.)
Frank: A tu tumba no se meterá una paloma sino una rata.
Katarina: Por favor, Frank...
Frank: Perdóname, no sé lo que digo. Es espantoso decir eso.
Katarina: ¿Tú crees?
Frank: Si. (Pausa.)
Katarina: (Como si pensara en otra cosa) Yo te amo, ya lo sabes.
Frank: ¿Qué dijiste? (Pausa.)
Katarina: Que te amo. (Pausa.)
Frank: Si... Pero, ¿qué quieres decir?
Katarina: Simplemente que te amo. (Pausa. Por la ventana de la cocina Frank
mira hacia el parque de abajo. Ella toma un cigarro de la camisa de Frank. Él la
abraza. Permanecen así largo tiempo en silencio. Tocan a la puerta.)
Frank: Yo voy. (Jenna, desde la puerta.)
Jenna: Mensa..., tuve suerte, se me olvidó todo. (Frank toma el paquete de arroz
de la alacena. Cierra la puerta de la cocina.) Cada vez que voy de compras se me
olvida algo. Siempre es igual. Siempre es igual. Siempre olvido un paquete. Nada
más un paquete y me doy cuenta ya que estoy en la casa, y entonces me digo:
¿Qué se me olvidó hoy? Siempre es así y me acabo de dar cuenta. Nunca dos. Y
lo pienso ya que estoy en la casa. Esta vez olvidé el arroz.
Frank: El arroz, si. Míralo. Ten.
Jenna, (Tomando el paquete): El arroz que no se pega y yo toda pegajosa.
Frank: Sí, hace calor.
Jenna: Si, formidable. Mañana se los regreso. ¿Lo dejo frente a la puerta?
Frank: No, tómalo.
Jenna: No necesito mucho.
Frank: Está bien.
Jenna: ¿Seguro? Nosotros casi nunca comemos arroz. Muchas gracias. Ahora
tengo que irme. ¿Está Katarina? Por lo que veo, aquí arriba está más fresco.
¿Siempre gargotea su calefacción?
Frank: En verano no, está apagada.
Jenna: Abajo no se puede dormir. Nos volvemos locos.
Katarina, (desde la puerta de la cocina): ¿Quién era?
Frank: Jenna.
Katarina: ¿Ah, si?
Frank, (Mirándose en el espejo): Quería un paquete de arroz.
Katarina: ¿Seguro?
Frank: Nunca se puede estar completamente seguro.
Katarina: Ella nunca te tocaría.
Frank: (Prendiendo y apagando la luz del corredor) ¿Ah, si?
Katarina: Seguro... Ella me preguntó que por qué todo el tiempo te chiqueas...
¿Sabes lo que me dijo? “¿Frank? Siempre necesita un espejo” Ella tiene razón.
¿Estás nervioso?
Frank: No, para nada. (Vagamente.) No, me siento bien. Muy bien.
Katarina: Yo también me siento bien y como siempre cuando me siento bien, me
siento un poco mal. (Sin bromear. Va hacia el guardarropa. Frank sigue en
calcetines.) ¿Mañana te vas a poner tus zapatos marrón?
Frank: SI.
Katarina: Pero ella ya no te los podrá ver.
Frank: (Con la vista sobre la bolsa de plástico que está sobre la mesa) No, prefiero
dejarla así, puedo echarle un ojo.
Katarina, (sacando un vestido del guardarropa): ¿Crees que querrán comer algo?
Frank, (de alguna manera con el mismo tono): Conociendo a mi hermano, no,
habrá comido durante todo el camino y no querrá sino un sillón para pedorrearse.
Katarina: (Indiferente): Trata de no aterrorizarlo.
Frank: Imposible, su cabeza es como un balón...No se puede evitar darle de
patadas. (Toma de nuevo la bolsa de plástico y mira al interior.) Quizá es mejor que
la ponga en la entrada para que no se me olvide. (Katarina va hacia la
recámara, al pasar le acaricia levemente la mejilla. Frank se estremece.)
Perdóname.
Katarina: (Mirándolo fijamente, sin saber de donde viene esa fuerte reacción que
él no pudo reprimir) Traté de tocarte. (Pausa.) Traté de acariciarte.
Frank: Discúlpame, te digo. No te vi. Ya te dije, discúlpame. No vi lo que ibas a
hacer.
Katarina: (Serena otra vez) Entonces no lo hice. (Va a la recámara.) Cae bien este
entierro, al menos podremos ver gente... ¿o esta noche también te vas a acostar
con una novela policíaca y un vaso de leche? Esta noche quiero una tregua. No
pienso atenderte. (Pausa. Frank la sigue con la bolsa de plástico en la mano. Ella
comienza a maquillarse. Frank permanece cerca de la puerta.) ¡Oh la lá! ¡Qué cara
tengo! Mucho más vieja...más vieja y más fresca.
Frank: ¿Qué piensas no hacer?
Katarina: ¿Yo? Nada. Pintarme los labios. (Se acuerda sarcástica.) Pintarme mis
ojitos de cochino a medio morir. Increíblemente malvado.
Frank: ¿Qué entiendes por eso? (Se sienta al borde de la cama.) ¿Qué no
piensas atenderme? ¿Qué entiendes por eso?
Katarina: Absolutamente nada... ¿Qué hora es?...¿Ya deberían estar aquí, no?
Frank: Ahora así está bien Katarina. (Más fuerte.) Así está bien. Ahora me vas a
decir que entiendes por eso
Katarina: Nada...no entiendo nada.
Frank: Tú entiendes algo y quiero saber qué. Dílo. (Todavía más fuerte.) Dilo o me
voy.
Katarina: Si, vete. (Repentinamente ella sonríe.) Llévate a tu madre.
Frank: No es cierto, no es posible.
Katarina, (luego de una pausa): Frank.
Frank: ¡Mierda! ¿Qué quiere decir eso? (Se levanta rápidamente.)
Katarina: Frank, te lo suplico.
Frank: Cuídate.
Katarina: Cálmate. (Luego de una larga pausa.) Sin golpear. Nada de golpees.
Frank: ¿Qué dices?
Katarina: Sin golpear. Nada de golpes. Te lo ruego.
Frank: ¿Por qué dices eso?
Katarina: Tienes la cara que siempre pones cuando te preguntas si me vas a
madrear.
Frank: Estás loca...Completamente loca. ¿Qué cara tengo? ¿De qué?
Katarina: Psicótico. Como un mesero con un matamoscas.
Frank: ¿Ahorita estoy así?
Katarina: Si, estás... ¿Pero no vas a seguir, eh? Ahora no, va a venir más gente y
todo.
Frank: No, decididamente no.
Katarina: ¿Seguro?
Frank: No tengo intención de pegarte. Ahorita no. Esperaré. Te pegaré cuando ni lo
esperes, y ahora esperas que te pegue. Pero esperaré. (Sonríe poniéndose los
calcetines.) Esperaré a que no esperes que te pegue. (Pausa.) Entonces te
pegaré.
Katarina: Querido, ¿no podemos dejar de pelear?
Frank: De poder, podemos. Pero de querer, ¿queremos? (Suena el teléfono.)
Alguien llama. (Sale de la cocina. Se le escucha hablar. Katarina sola en la
recámara, llora cuando él regresa. Pausa.) Sí, no vienen.
Katarina: ¿Qué?
Frank: Decía que no vienen.
Katarina: ¿Qué? ¿Quién no viene?
Frank: Ben... ¿O cómo se llamaba?
Katarina: ¿Tu hermano? ¿No viene? (Frank sacude la cabeza. Silencio.) ¿Qué?
Frank: Ya te dije, no.
Katarina: ¿Por qué?
Frank: Porque se quedan en Södetälje en Tres Conchas. Un motel.
Katarina: ¿Y por qué?
Frank: Porque vienen de ver el partido de futbol entre Gooteborg y un equipo
francés.
Katarina: ¿Por qué?
Frank: Sin duda porque les interesa.
Katarina: No es cierto.
Frank: Puede ser pero es lo que dijo. Dijo que llegarán mañana. (Frank se sienta
en la cama.)
Katarina: ¿Qué?
Frank: Dijo que llegarán mañana... ¿Eso qué tiene de chistoso? (Mira en la bolsa
de plástico.) Si...En vez de eso, tú y yo no podríamos hacer una orgía?
Katarina, (levantándose): Entonces me voy.
Frank: ¿A dónde?
Katarina: A donde sea. Basolutamente ninguna importancia.
Frank: ¿Basolutamente? Dijiste basolutamente, basolutamente. ¿Por qué dijiste
basolutamente?
Katarina: (En la puerta de la recámara): Ya no puedo más.
Frank: ¿Ya no puedes más?
Katarina: No
Frank: No. (Pausa.) ¿Cómo?
Katarina: Necesito salir de aquí. Afuera.
Frank: ¿Por qué?
Katarina: Ya no aguanto una noche más.
Frank: ¿No?
Katarina: Ya no aguanto una noche más.
Frank: ¿Cómo está eso? (Silencio.) Ah, si, si. ¿Te puedo preguntar a dónde vas?
Katarina: A cualquier lado. A donde sea.
Frank: ¿Puedo ir contigo? ¿Te puedo acompañar?
Katarina: Quiero ir sola.
Frank: ¿Y yo qué voy a hacer?
Katarina: Por ningún motivo puedo quedarme una noche más aquí, a pelearme
contigo. Seguro. (Va hacia Frank toma un cigarro y el encendedor de la bolsa de
su camisa.)
Frank: ¿Podríamos pedirle a Jenna y a Tomás que suban?... Seguramente no
están haciendo nada. En miércoles. Al menos es una propuesta. ¿Tomás te gusta,
no?
Katarina: ¿A mí? No más que Jenna a tí.
Frank: Es lo que digo...Claro que me gusta. ¿No la encuentras mona?
Katarina: Ella me preguntó porque la manoseas todo el tiempo.
Frank: Ya le dijiste. ¿Y qué contestaste?
Katarina: Que para ponerme triste.
Frank: ¿Y ella qué te dijo?
Katarina: Se rió.
Frank: ¿Y eso qué quiere decir? ¿Podríamos hacer eso, no? Llamo y les pregunto
si quieren subir a tomarse una copa con nosotros. (Pausa.) Te pregunto. Les
hablo. ¿Puede estar bien, no? Contéstame. (Katarina levanta los hombros.) Bien,
puede ser la fiebre héctica. (Él va a la cocina, toma la bolsa de plástico, la coloca en
la mesa de ruedas. Telefonea. Katarina plancha un vestido negro. Frank regresa.
Se cruza con Katarina frente a la sala. Pausa.)
Katarina: ¿No tienen ganas?
Frank: Se podría decir que esperan sentados desde hace quince días a que
alguien les hable.
Katarina: ¿Con quién hablaste? ¿Con Tomás? (Frank saca una botella de
perfume del closet. Se perfuma la cara.) ¿Por qué dijiste que no tenía de qué
preocuparme?
Frank: Yo no dije eso. (Pausa. Se miran.)
Katarina: Mírame.
Frank: Es lo que estoy haciendo.
Katarina: Pero tú no me miras. (Animada o sincera.) ¿Me amas?
Frank: (Indiferente): ¿A tí?
Katarina, (Indiferente): Si. ¿Me amas?
Frank: Si, te amo. (Silencio.) Mucho (Alegre.) Pero no te soporto. (Coloca la
botella de perfume sobre la mesa de ruedas.) Realmente no. No puedo sufrirte. Pero
no puedo vivir sin ti.
Katarina: ¿Por qué?
Frank: Creo que voy a poner a mamá en la alacena para que no le eches la
ceniza. (Pausa. Coloca la bolsa de plástico en el estante del guardarropa.)
Katarina: Ponla frente al espejo y serán dos. ¿Cuándo tienes que ir con el
psiquiatra?
Frank: ¿Con quién?
Katarina: Dijiste que le habías hablado. ¿Es una mujer?
Frank: Dentro de cuatro años.
Katarina: ¿Qué?
Frank: Cuatro años.
Katarina: ¿Qué?
Frank: Sí, je, je cuatro años de espera. Pero yo no voy por lo que hablamos. Yo
voy por mi sinusitis. (Pausa. Frank se dirige hacia la mesa de ruedas.)
Katarina: Cuatro años.
Frank: Pasan rápido. Rápido. (Pone un caset, cantante italiana.)
Katarina: Eso, ya no puedo más. Estás mal, ¿verdad? ¿Qué debo hacer?
Frank: Bah
Katarina: ¿Qué?
Frank: Bah
Katarina: ¿Qué dices?
Frank: Bah
Katarina: Diosito de mierda, ¿qué quieres decir con eso? ¿Qué pasa? ¿Por qué te
quedas ahí diciendo Bah.
Frank: En italiano quiere decir “Ben”
Katarina: ¿Bah?
Frank: Si… Bah... Bah.
Katarina: (Encendiendo la radiocasetera) ¡Bah! Es esa pinche puta italiana que
tú… Gianna… Ana… A esa, no lo creo nada.
Frank: Sin embargo no la olvidas.
Katarina: ¿Tú si? (Le avienta a Frank la radiocasetera.)
Frank: Ahora nos calmamos.
Katarina: ¿Qué debo hacer?
Frank: Lo que quieras.
Katarina, sin timbre: ¿Lo que quiera?
Frank: Lo que quieras. ¿Te es tan difícil?
Katarina: Si, si, es difícil.
Frank: ¿Realmente? Katarina: Si, si. (Pausa.) Frank: ¿Por qué?
Katarina: (Calmada, clara) Porque tú eres mi yo.
Frank, (Sorprendido): Pero querida...Ya van a llegar. Ahora ponte contenta.
Katarina, (al borde de un ataque de nervios): No dejas de hacerme desgraciada.
Me angustias, me trastornas. Y vacía. Sólo quiero huir. Dar marcha atrás...marcha
atrás.
Frank: ¿A dónde?
Katarina: Hacia ti.
Frank: No llores cuando lleguen. De inmediato pensarán que es por mi culpa. Ya
párale...No, te recomiendo comenzar la vida que no puedes vivir conmigo.
(Sarcástico.) Y procúrate todo lo que no puedes tener, dizque por mi culpa...pero
no te aferres a esta propuesta.
Katarina: (Como si sus palabras la llevaran a su tono normal) No, ya no puedo
más. (Directa.) Ven. (Con tono feliz.) Ven, pues. Ven, te digo. Ven conmigo, estoy
tan chiquita.
Frank: (Con el rostro arrugado) Sí, si, si, no estás tan chiquita.
Katarina: Sí estoy. Pero en todo caso estoy más grande que tú.
Frank: No, no estás.
Katarina: Seguro que estoy. Fíjate bien.
Frank: Eso no cuenta. No camines con mis zapatos de piel. ¿Ahora te das cuenta
que estoy más grande que tú?
Katarina: Tienes razón. Aunque no quiera. No me había fijado bien. (Katarina lo
besa, él responde, se vuelve sexual. Ella lo siente. Le acaricia la nuca, sabe que
con eso reacciona. Ella responde a su reacción. Dirige la mano de Frank hacia su
sexo, bajo el vestido. Ahora es muy erótico y al mismo tiempo objetivo. Se tiran al
piso. Frank le quita los calzones.) No lo veas como una amenaza, pero si quieres
seré tu mujer toda la vida. (Tocan.) Tanto que seré una vaca contigo, te quedarás
conmigo. Eso lo sé.
Frank: (Soltándola): Tocan.
Katarina: ¿No es cierto? (Lo retiene.) ¿No es cierto?
Frank: ¿Qué, pues?
Katarina: (Directa, sin soltarlo y objetiva) Entre más te maltrate, estarás más
ligado a mí. (Tocan.) ¿No es cierto? (Toma un cigarro y el encendedor de la bolsa
de Frank.) Parece cruel, pero ahora quiero ser cruel. Ya puedes abrir.

ESCENA II

Tocan por última vez a la puerta.


Frank (Abriendo): ¿Cómo estuvo el arroz?
Jenna: ¡Hola, Katarina! ¿Tienen fiesta?
Katarina: No, el vestido me lo puse...pues, nomás por ponérmelo.
Jenna: Terriblemente bella.
Katarina: ¿Verdad? ¿Lo crees?
Jenna: Realmente bella. Se te ve muy bien.
Katarina: Entra.
Jenna: ¡Qué amable por haber hablado! Estábamos viendo el fútbol.
Frank: ¿Tomás no viene? (Pausa.) ¿Desde hace cuánto?
Jenna: ¿Puedo tomar el teléfono?
Katarina: ¿El teléfono? Claro.
Jenna: (Distraida, a Katarina) Tengo que hablarle a Tomás.
Frank: (Apaga la radio) ¿Por qué?
Jenna (Va a la sala) Porque está ahí. (Mira al alrededor casi con desconfianza).
Su casa es agradable. Con tan pocos muebles. En verdad está bien. ¿no? ¿Puedo
hablar?
Katarina: (Sigue el cordón). Trata de recuperar su calzón que Frank trae en la
mano.
Jenna: ¡Bueno!...soy yo, Jenna, estoy aquí arriba...Ya puedes llevarlo, pero ten
cuidado de no despertarlo. (Casi susurra. Katarina va hacia la puerta de la cocina.)
¿Estás ahí? En la cama no, podría ahorcarse. Ponlo en la mesa...Te quieres callar,
quiero oír.
Frank: (Refunfuña como si jurara): ¿Qué tanto hace?
Jenna: (Escucha y sonríe) ¡Ay, cuchicuchi! ¡Cómo se sorbe los mocos!
(Rezongando.) ¿Ya subes? ¡Apúrate! Que no se te olvide apagar la
televisión...Hasta luego, amor. (Siempre con el auricular en la mano.) ¡Es precioso
cuando duerme!
Frank: (En la puerta de la cocina): ¿Qué haces?
Katarina: Tomás puso el teléfono en el cuarto del niño, cerca de la cama de
Wolfgang. Lo oirán si se despierta.
Jenna: Así nada más bajo.
Katarina: ¡Mira qué lista!
Jenna: Acaba de comer.
Frank: (Mira el auricular como si esperara oír un pedo del niño.) ¿Tenemos que
hablar quedito?
Jenna: (Se dirige sólo a Katarina) Así no me tengo que preocupar todo el tiempo...
No queríamos tener un niño ya tan viejos más bien al contrario... pero nunca podría
abortar.
Katarina: ¿Puedo escuchar? Toma el auricular, escucha.
Frank: ¿Cómo se oye?
Katarina: Shhht. Fantástico. No digo nada.
Jenna: Nunca podría soportar un aborto, sobre todo cuando vimos en lo qué se
convirtió. Más vale vivir como sonámbulo sin saber si es de día o de noche. (Le
sonríe a Katarina, quien va hacia la recámara.) Ayer se me olvidó el código de la
entrada. Es increíble. Ahora ya me lo sé porque Tomás me dijo que es el año en
que mataron a Kennedy.
Katarina: Siéntate.
Jenna: Gracias... ¿Dónde quiero?
Frank: ¿Yo tengo que ir por el cenicero?
Jenna: (Mira a su alrededor, va hacia diferentes direcciones, voltea hacia
Katarina) ¿Tú lo harías, Katarina?
Katarina: Si, hazlo. ¿Qué dijiste?
Jenna, (Llega con el auricular en la mano). ¿Podrías hacerte un aborto?
Katarina: Yo ni siquiera puedo tener hijos.
Jenna: ¡Ay, bueno! no te preocupes. Hay quienes intentaron durante años y luego
tuvieron hijos, y otros que no tuvieron. Ustedes intentaron...
Katarina, (Apresurada): Si, todo.
Jenna: Te has ventilado las piernas?
Frank, (regresa con un cenicero): No, la vida es injusta.
Jenna: No, ¿Por qué dices?
Katarina: Siéntate un rato.
Frank: Este bello sofá. Nada más tiene una posición. (Hace el gesto.)
Jenna: ¡Ay, qué bonito! ¿Dónde lo encontraron?
Katarina: (Toma el cenicero, tira la ceniza al piso. Frank va a la recámara.)
Detesto esos muebles fascistas. El esperma de Frank ha de estar muy cansado o
no me ama.
Jenna: (Casi se sienta) No, yo no me atrevo a sentarme aquí. Me voy a dormir.
Katarina: Y yo, ya no quiero...tener hijos.
Jenna: Si, pues...Nunca logré que abajo fuera más agradable aunque cambiara los
muebles de todas formas, no vienen al caso cuando se tiene dos hijos que los
destruyen... Pero creo que hay algo que no está bien en estos departamentos, es
imposible amueblarlos, nunca puedes hacer “tu casa”.
Katarina: (Sigue tirando la ceniza en el suelo) Es que estos pinches cuartos son
muy altos.
Jenna: Pero aquí sí está bonito. Quisiera tener algo tan vacío y limpio como aquí.
Katarina: ¿No puedes tenerlo? Pero gris. Blanco. No gris.
Frank: (En la recámara. Se puso una camisa limpia): No es gris, es blanco.
Katarina: ¡Hasta crees!
Frank: Por supuesto. El revestimiento es laca blanca 85, marca Masterfinish. Algo
más blanco no puede haber.
Katarina: Les molduras si, ¿pero lo demás?
Jenna: Eso no queda cuando hay niños que embarran su mierda por donde
quiera.
Katarina: Nunca fue blanco. Gris Estocolmo. Más bien blanco enmierdado.
Jenna: Es chistosa la expresión: blanco enmierdado.
Frank: ¿Ahora dónde tienen su recámara?
Jenna: ¿Qué?
Katarina: ¿Por qué preguntas eso?
Frank: Quiero decir, ¿en dónde duermen?
Jenna: Yo casi no duermo, en el cuarto del pasillo. Pero está completamente
deteriorado porque tuvimos que meter la cama atravesada para poder abrir la
puerta y entrar, y entonces nos queda más que poner los zapatos y los guantes en
la entrada. (Pausa.) No se puede cerrar esa puerta. Tomó un aspecto... Es
deprimente.
Jenna: (Echando un vistazo a la recámara.) Nuestra recámara es verde.
Frank: Deprimente.
Jenna: ¿Qué? (Deja el teléfono en la mesa. El auricular a un lado.)
Frank: La palabra “deprimente”. Tenía mucho de no oírla. A propósito, ¿los
molestamos?
Jenna: (Desplazándose muy lentamente) No, para nada, que yo sepa, al contrario.
Katarina: ¿Qué?
Jenna: No, no oímos nada. Y nosotros, ¿los molestamos?
Frank: No, para nada. No se oye nada.
Jenna: Sí, casi siempre los ruidos bajan.... ¿y la lavadora?
Katarina: (Yendo hacia la ventana.) No
Jenna: Yo sudo todo el tiempo.
Frank: Para nada.
Jenna: Trabaja día y noche.
Frank. ¡Hum! Encantador. Nosotros también compramos una.
Jenna: ¿Qué modelo?
Frank. Una pendejada.
Jenna: Ustedes nos dicen si les molesta...Si no, qué pena.
Katarina: Más bien somos nosotros quienes los molestamos. (Con el diálogo
pausado) Gritos, aullidos, portazos, huellas de sangre en la escalera.
Jenna: Pero fue un accidente.
Frank: ¿Ah, sí? Quizá la próxima vea sea por la ventana.
Jenna: Seguro que nos peleamos. También nos pasa, yo creo.
Katarina: Tomás no, tiene un aspecto tan amable.
Jenna: ¿Amable? Yo dudaría. (Enmudece, la miran, sigue hablando) Casi nunca
nos peleamos. (Pausa. Katarina toma de la mesa un vaso vacío; va a la cocina,
Jenna la sigue, se para en la puerta. Frank guarda la aspiradora.) Nos falta el
mismo sentido del humor. Cuando Tomás se enoja, simplemente le digo que lo
amo. Si decimos las palabras precisas no pasa nada. Si decimos “te amo” en el
momento preciso, no hay porque pelear.
Frank: (Yendo a la cocina.) ¿Tiene sed? Ya me dio sed.
Jenna: Aquí arriba está mucho más iluminado.
Frank: ¿Tú crees? (Toma un vaso de vino blanco que Katarina trae en la mano.)
Jenna: (Luego de una pausa.): Sí.
Frank: Aunque abajo es más confortable. Están mejor instalados. (Lo dice
voluntariamente falso.)
Jenna: Seguro que está muy iluminado...y es tan bonito cuando llueve y se puede
dejar abierta la ventana. ¿Ustedes también tienen pichones que picotean los
vidrios de las ventanas? Aquí en este barrio me siento bien. (Animándose.) Todo
está cerca –el correo, la farmacia, el supermercado, la tabaquería, el alcohol, el
metro no está lejos y... (Echa un vistazo por la ventana de la cocina.) Abajo hay un
parque donde pueden jugar los niños en verano. Aprender a andar en bicicleta.
¿Dónde está Tomás?
Katarina: ¿Cuidado! Que no comen raticidas.
Frank: ¿Los pichones?
Jenna: ¿Los niños?
Katarina: Ahora ponen raticidas hasta en los costales de arena. Los últimos años
ha habido muchas ratas grandes. En Roma también a los pichones les ponen
raticidas, dos tipos de raticidas, con uno los pichones se van haciendo chiquitos
lentamente, hasta que se mueren, si, una especie de estrangulamiento, y con el
otro, se inflan como pelotas, y ya ni necesitan volar, se inflan como pelota hasta que
explotan en el aire en un enorme plaf, de veras.
Frank: ¿Plaf?
Katarina: Si, plaf
Frank: (Sorprendido.) No plaf, querrás decir pum.
Katarina: (Algo desagradable se escucha en su voz.) No, grandes plafs llenos de
grasa y de viscosidad.
Jenna: Brrrr, es asqueroso... ¿fue hace mucho tiempo que estuviste en Roma? Es
una ciudad bonita.
Frank: Cuenta “El hombre de las ratas”, Katarina.
Katarina: No.
Frank: Sí, cuéntalo... Fue tan bonito esa noche, cuando estábamos en la cama y
me contaste la historia del hombre de las ratas.
Katarina: Dije que no.
Frank: Por favor, cuenta la historia del hombre que estaba enterrado en un
agujero y no podía mover ni sus piernas ni sus brazos, con una rata adentro, una
rata hambrienta que no podía salir y tenía que comerle las tripas para salir por la
boca. Cuéntalo, lo haces muy bien.
Katarina: (Enojada.) Cuéntalo tú.
Frank: Ya se me olvidó.
Katarina: Además se trata de ti. (Va a la cocina.)
Frank: (Haciéndose el que no escuchó.) ¡Ah! Tienes la misma falta de sentido del
humor. Para cambiar de tema, ¿cómo se dice? (Silencio.)
Jenna: Sí, fue divertido haber hablado. ¿Qué vamos a hacer? Frank: ¿Qué dijiste?
¿Qué vamos a hacer? Estar juntos.
Jenna: (Distraída) Hace tanto tiempo que no he hablado con un adulto, que ya
hasta se me olvidó qué es eso. Abajo, tengo que hablar como niño todo el día.
Cuando mis amigos me hablan por teléfono para contarme lo que hacen o que
películas han visto, y cuando me preguntan que me parecen las películas que
pasan “Silkood” o “Frances”, no sé de lo que hablan –no puedo hablarles sino de
“Bernardo y Bianca” o el Santa Claus del Pato Donald o el vivarium de
Vasagantan. (Mira el poster de la ventana.) ¡Qué bonito poster!... Todavía no la he
visto (Un poco a la defensiva, excusándose.) En cuanto al teatro, mejor ni
hablemos.
Frank: ¿No?
Jenna: (Se sienta sobre el martillo y los clavos que están sobre el sillón, Frank los
toma y los coloca en el estante de la entrada.) Me cuesta tanto entender lo que
dicen. Y además es terriblemente caro cuando hay que contratar a una baby sister.
Son tan pequeños. Mis escapadas se reducen a bajar a tirar la basura, ir con la
abuela, con Sara o comprar pañales. Por eso es tan formidable estar aquí
sentada, simplemente estar sentada y dejarme ir sin estar tensa todo el tiempo.
Cansada. No se imaginan qué cómodo es. Hasta podría quedarme dormida.
Katarina: Aquí estamos por si necesitas ayuda.
Frank: ¿De qué tipo?
Katarina: De baby sister.
Jenna: ¿De verdad? ¿En serio?
Katarina: Nada más dinos.
Jenna: (Conmovida.) Si, lo haré realmente si lo necesito. Quiero decir, si
necesitamos salir un día.
Frank: Yo puedo salir contigo. ¿A dónde iremos?
Jenna: Nada más a dar un paseo...Ustedes son tan amables. ¡Qué rico!
Katarina: Es normal.
Jenna: Es formidable. (Frank pone un caset, Sinatra canta “I didn´t know what time
it was”. Katarina se quita los zapatos y va hacia la recámara.) Mi madre adora eso.
Frank. Para Katarina es el colmo del horror.
Jenna: Cuando estaba chiquita...en la noche, ella me cantaba esa canción de
Sinatra.
Frank. Creo que le gustaba.
Jenna: Todas las mañanas ella tendía mi cama...Tocaba las sábanas, las palpaba
y decía que sabía lo que había soñado en la noche.
Katarina: (En la puerta de la recámara con sus zapatos nuevos.) Dejemos de
hablar de nuestros padres. No lo soporto.
Jenna: ¿Dónde compraste esos zapatos tan encantadores?
Katarina: En la Ciudad Eterna.
Jenna: Ahí es a donde debo de ir.
Katarina: En Roma los encuentras donde sea. A mitad de precio.
Jenna: Ya lo decía, justo para ir a ver. (Como si estuviera sola.) Puffh! Empiezo a
sudar. Chorreo. Toda humedad. Ayer pensé que traía la camiseta de un leñador en
la mano, pero era la mía...Yo, que estaba orgullosa de no sudar nunca... Tenía un
problema con mis glándulas. Y ahora esto. Ya estoy completamente mojada. (A
Frank y Katarina.) Seguramente es por mi embarazo.
Frank: Y aquí hace tanto calor...
Jenna: ¿Aquí arriba? ¿Tienen sol todo el día? ¿Dónde está Tomás? (Pausa
prolongada.) Esta noche dejé caer a Wolfgang mientras lo arrullaba, lo dejé caer.
Simplemente se me resbaló de los brazos.
Frank: (Tratando de ser simpático.) ¡Ay! ¿Y cómo quedó?
Jenna: (Sin captar nada en ese momento.) No sé, estaba dormida...es la segunda
vez.
Frank: Entonces... ¿Quiere tomar algo? (Tomás aparece en la puerta de entrada.)
Jenna: (Amable.) Sí, quisiera tomar algo fresco. ¡Mira, Tomás! (Alza la voz.) Aquí
estamos. Es Tomás.
Tomás: Estaba abierto.
Katarina: ¡Vamos, Tomás! ¡Entre!
Tomás: Hola.
Katarina: Finalmente. Hola.
Tomás: ¿Qué?
Katarina: Nos preguntábamos qué pasaba contigo.
Tomás: (Como si las lámparas lo alumbraran en un cuarto oscuro.) Tenía que
guardar la ropa.
Jenna: ¿Y la tele?
Katarina: Siéntate.
Jenna: (Tomándolo de la mano cuando pasa.) ¡Cuánto te tardaste!
ESCENA III

Tomás: Tenía que secar la ropa. Jenna: No los despertaste, ¿verdad?


Katarina: (Quien se sentó en el sofá.) Ven a sentarte conmigo en el sofá.
Jenna: ¿Apagaste la lavadora?
Tomás: Qué raro llegar a otro departamento y sin embargo es el mismo.
Frank: No es el mismo, parecido.
Tomás: ¿Qué? Exactamente.
Katarina: (Deliberadamente desagradable.) Podríamos prender la luz, es
horriblemente sombrío aquí arriba. (Ella remarca “aquí arriba”.)
Frank: Sin embargo es agradable cuando está sombrío.
Katarina: (Ligeramente fuera de sí.) Cuando digo está sombrío, deberías de saltar
y hacer tanta luz como puedas. (A Tomás.) ¡Hola, Tomás!
Tomás: Hola.
Jenna: Siempre está como si acabara de despertar y de levantarse de la cama. Es
tan flemático.
Katarina: Hola, hola. (Frank va hacia la cocina. Lleva la radiocasetera. Sigue
oyendo a Sinatra.)
Tomás: Sí, hola.
Katarina: Siéntate. (Se dirige sólo a él) ¿Cómo estás?
Tomás: Bien, bien, bien.
Katarina: (Apacible.) Eso se ve...Tienes el aspecto de estar muy bien.
Tomás: Tú también.
Katarina: Si, quizá...Con un ligero bienestar. ¡Ah! Te soñé toda la noche.
Tomás: ¿Qué? ¿A mí?
Katarina, (Como si estuviera alegre.): Eras grande y amable, al menos en el
sueño... Un sueño completamente loco. Qué raros son los sueños. ¿Qué se dice?
Jenna: ¿Tú lo hiciste? ¿Qué, pues?
Katarina: Nada en particular...Viniste en mis sueño. ¡Qué haces, Frank. (Frank
apaga la radiocasetera.) ¿Te compraste lentes nuevos?
Tomás: (Se quita los lentes, los mira.) ¿Éstos? (Se talla los ojos.) No, los tengo
desde hace doce años. Seguro, no son los mismos, pero sí el mismo modelo.
Katarina: Sí, están bonitos. Se te ven muy bien.
Tomás: Vuelven a estar de moda.
Katarina, (Apresuradamente.) Te van.
Tomás: Yo no sueño. No tengo tiempo. (Pausa.) ¿Qué hacen?
Jenna: Estamos juntos.
Tomás: ¡Ah, bueno!
Frank: (Regresa a la sala.) ¿Cuántos hijos tienen?
Katarina: ¿Podríamos tomar algo?
Tomás: (a Jenna.) ¿Por qué estás tan mojada?
Frank: ¿Cuántos hijos tienen?
Katarina: Lo sabes, ¿no?
Jenna: Dos... No puedo hacer nada para no sudar. Así es desde el último parto. No
estás obligado a dormir en la misma cama que yo.
Frank: Perdón, yo pensé, la pequeña, ¿es niña?
Tomás: ¿Quién? Wolfgang.
Frank: Sí, ¿cómo se llama? Tomás, (Claramente.) Wolfgang.
Frank: ¿Wolfgang? ¿A poco así se llama?
Tomás: Si.
Jenna: Como el abuelo...
Frank: ¿Ah, sí? Y ya empieza a gatear, trata de agarrar todo. (Amistoso.)
Tomás: (Calmado. Toma el auricular.) No, no, para nada.
Frank: Quizá esté un poco retrasado...los niños son un poco retardados, ¿no?
Katarina: ¿Respecto a quién?
Frank: A las niñas. No importa. ¿Y él está bien?
Tomás: No, está enfermo.
Frank: ¿Ah, si?
Tomás: Si.
Jenna: Está enfermo desde que nació.
Frank: ¿Querías tomar algo?
Tomás: Tose todas las noches. (Como si fuera incapaz de decirlo. Deja el
auricular.) Jenna cree que son accesos de tos.
Jenna: Tosferina. No es muy grave.
Frank. ¡Pobre chiquito! Eso no es bueno cuando están chicos.
Jenna: No, es muy delicado. Basta echarle un ojo toda la noche. Fue horrible
cuando Sarah tuvo tosferina. (Tomás mira hacia la recámara. La puerta está
abierta. Consciente de que Katarina lo ve, disimula ligeramente.) De cierta forma
es conmovedor, es terriblemente conmovedor. Cuando se relajan tosen, no pueden
respirar y batallan para tomar aire.
Frank: Entonces no es muy bueno que se duerman.
Jenna: No, a veces he tenido que cargarlo toda la noche. La otra vez te llamé 20
veces. Él fue a dar una conferencia a Malmoe. Yo no sabía qué hacer...y para
acabarla...
Katarina: Debe ser fatigante.
Jenna: Realmente lo es. (Pausa.) Un niño dormido es mucho más pesado de lo
que es normalmente.
Katarina: Esperamos que ella recupere pronto la salud. Para que ustedes puedan
dormir.
Sarah: (Casi enojada.): Sarah está sana.
Tomás: Es Wolfgang.
Sarah: Es Wolfgang quien está enfermo. (A la defensiva.) Puede ser difteria.
Jenna: No, no es eso.
Tomás: Es tan emotivo oír esa vocecita ronca, como si escucharas a Chabelo.
(Ríe.)
Frank: Sarah es bonito nombre, si tuviera una hija, le pondría Lena.
Katarina: ¡Ah, no! Yo conozco a muchas Sarahs que son desagradables. Perdón.
(Le sonríe a Tomás.)
Tomás: (Asiente.) Pero es así, a las personas que conocemos se parecen a sus
nombres.
Frank: (Se siente como encuentra estúpido a Tomás.) Sí, por supuesto. (A Jenna.)
Eso que dijiste, que los niños dormidos son muy pesados, es muy interesante.
Jenna: (Distraída de nuevo.) No, no sé, solamente es una experiencia.
Katarina: (Sin dirección precisa.) Tomás.
Tomás: Si.
Katarina: (A Frank.) ¿No quieres ofrecernos algo?
Frank: ¿Qué? Sí, claro. Discúlpenme. (La atención de todos se vuelve hacia él.
Pausa) ¿En qué iba?
Katarina, (con una irritación más física que emocional.) ¡Ay, sí que estás tenso!
Frank: ¿Yo? No, para nada.
Katarina: Si, como no. Mira tu caja toráxica va y viene como un pistón. ¡Por Dios!
Relájate, pórtate como una persona normal (Como médico.) ¿Nadie quiere
comer?... ¿Me oyes, Frank?
Frank: ¿Qué?
Katarina: Cálmate.
Frank: No sé de qué hablas. (Pausa. Se sienta en el brazo del sillón de Jenna.)
Té... no tomamos, algo más fuerte (Jenna se inclina y toma una revista de la
mesa.) ¿Viste que sillón tan fantástico compró Frank?
Frank: (A Katarina.) No sé de qué hablas.
Tomás: ¡Dios mío! ¿Es un sillón? (lo contempla detenidamente.) Es casi una obra
de arte.
Katarina: (Sin responderle a Frank.) Es una obra de arte en la que no nos
podemos sentar.
Tomás: (No sabe si quiere hacer un comentario. Se sienta en el sillón) ¡Wow!
Fantástico... ¿Cuánto costó?
Katarina: Adivina...8,000.
Tomás: 8,000. ¿En serio? No, 8,000 no.
Katarina: Pregúntale.
Frank: (Se levanta.): ¿Tienen hambre?
Jenna: Al contrario. (A Tomás, enojada.) ¿Dónde pusiste la mermelada? La que tú
hiciste.
Tomás: ¡Mierda! Se me olvidó. ¿Bajo por ella?
Jenna: Es increíblemente...
Katarina: ¿Tomás? (Tomás sonríe como si lo felicitaran.) ¡Y hasta te ríes!
Tomás: Sí, ¿o qué debo hacer?
Katarina: ¿Con quién?
Jenna: Tomás, ¿estás seguro de que apagaste la lavadora?
Tomás: Sí, que sí, estoy seguro.
Katarina: Fantástico ver a un hombre que tiene el aspecto armónico.
Jenna: Sí, es tan fácil de contentar. (A Frank que se coloca frente a ella como una
sombra a punto de caer.) Supe que murió tu madre. ¡Es horrible!
Frank: ¿La mía?
Jenna: (Impresionada.) Sí, me lo dijo Katarina.
Frank: ¿Por qué te dijo eso? (Sonríe. Va a la ventana. Pausa.)
Jenna: ¿No está muerta?
Katarina: Está en la entrada.
Jenna: (Mira a Katarina en su ignorancia.) ¿Qué? ¿Qué dijiste?
Katarina: Está ahí abajo en una bolsa de plástico, ahí la puso Frank... Lo juro...
Ahí está su mamacita... ¡De verdad! ¿Cierto, Frank?
Frank: ¿Qué?
Katarina: Perdón, puede ser el aire...
Frank: (Voltea hacia Katarina, no puede oiíla, sin el mínimo esfuerzo.) ¿Qué
quieren? ¿Qué quieres tomar?
Jenna: Perdón, ¿qué dices? No sé... ¿Tú qué quieres, Tomás?
Tomás: Lo que sea.
Frank, (más fuerte, avienta la mesa hasta el sofá.): Whiski, vino, tengo uno muy
bueno que se llama “Dry Pinot”
Jenna: Quisiera whiski, pero después, me caigo en el sofá, no me sirvan.
Déjenme ahí.
Frank: ¿Tú también, Tomás?
Tomás: Con esto. Seguro, no me gusta tomar whiski...Gracias.
Jenna: (Burlándose de sí misma.) Es lo que siempre dice mi madre, quisiera tener
el valor de acostarme en la alfombra.
Tomás: (Sin verdadero interés.) ¿Qué quieres decir con eso? ¿Nada?
Jenna: Tú lo entiendes muy bien, morir, evidentemente.
Tomás: Yo nunca la he oído decir eso.
Jenna: (Franca.): ¿Nunca lo has oído?
Tomás: No.
Jenna: No, seguro que no. ¿Por qué tendrías que haberlo oído? (Agresiva.)
¡Mierda! ¿No estás enojado, verdad? (Disimula la voz ).
Frank: ¿Qué quieres, Katarina?
Katarina: Gin, si te parece.
Frank: ¿Gin? ¿Ya?
Katarina: Si, por favor. ¿Tienes algo en contra?
Frank: (Caballeroso, voltea hacia Katarina) No, ¿por qué? ¿Debería? (Sale, va a la
cocina, silba siempre la misma melodía italiana –seguido silba inconscientemente
lo que piensa-)
Tomás: Yo quiero mucho a tu mamá.
Jenna: Pues qué raro se me hace.
Tomás: (Todavía más convincente.): No, realmente la quiero bien.
Jenna: Lo entiendo. Ella te considera el hombre más sexy que jamás haya visto.
Katarina: (Atenta.) ¡Qué tal!
Jenna: Y otro día quiere que nos divorciemos.
Tomás: ¿Cómo?
Jenna: (Angustiada.): Lo oíste muy bien.
Tomás: ¿Por qué?
Katarina: No, por favor, no hablemos de los padres...No lo soporto. Yo misma
tengo una madre con la que no sé qué hacer... (Jenna se inclina hacia delante,
murmura.) ¿Qué? (Más fuerte) ¿Qué dijiste?
Jenna: ¿Es cierto que la mamá de Frank está muerta?
Katarina: Mañana la enterramos. Sí, seguro de que está muerta. No, la
inhumamos. Es bonito ese guante. (Se refiere al guante-venda que Jenna trae en
la mano izquierda.)
Katarina: Si, yo no sé porque siempre traigo la piel agrietada. Tengo un eczema
desde que era chica… Hace poco leí un libro sobre la piel… decía que a los niños
que no quieren...
Tomás: (Al mismo tiempo.) O que no los acarician...
Jenna: O que no los acarician, seguido se enferman de la piel, eczemas o
alergias… Pero ese no es mi caso… para nada… recibí tanto amor cuando era
niña, casi me ahogaban con tantos mimos que me hacía todo mundo.
Katarina: En Venecia me encontré a un hombre en un café, traía un objeto que
parecía una coctelera. Él contaba que su madre murió y la habían incinerado y su
deseo fue que sus restos los llevaran a una isla...
Frank: Torcello.
Katarina: Si, y que arrojaran las cenizas en el mar. Tomó un barco y las echó al
agua. Pero cuando quiso tirar la urna, le pareció tan bella...Nunca me imaginé que
hubiera urnas tan pequeñas. Y él me la mostró. Se sentó con ella en la mesa del
café, como si meneara un coctel. (Todos ríen aunque a nadie pareciera divertirle,
excepto a Frank. Katarina a Frank, cuando deja de reír.) ¿Verdad que era
divertido?
Frank: Sí, para carcajearse.
Katarina, (A Tomás.): Él no se ríe...no se atreve.
Tomás: (Sin intención) ¿Por qué?
Katarina: ¿Dónde está mi vaso? (Frank la ignora.)
Tomás: Es una historia fantástica.
Katarina: De inmediato él descubrió...
Frank: ¡A tu salud! (Brinda con Jenna.)
Jenna: Quizás nosotros nunca iremos a Venecia.
Katarina: (A Frank, melancólica.) Él descubrió que tenía una gran atracción con
las muchachitas de la playa y se desinteresó de la urna, ¿verdad, Frank?
Frank: Creo que no oí lo que dijiste. ¡A tu salud! (Brinda con Tomás.)
Katarina: No pone atención en lo que digo.
Frank: ¿Qué dijiste?
Katarina: Nada… Besitos. (Toma su mano, la retiene amorosamente.) ¿Ustedes
también dicen “besitos”?
Jenna: ¿Besitos?
Katarina: Cuando hablan por teléfono (Jenna mueve la cabeza.) Yo me empiezo a
preocupar si no decimos “besitos” antes de colgar… hay algo que no está bien.
¿Verdad, Frank? (Frank asiente. Huele su mano. Tiene el olor de Katarina.)
Tomás: El whiski es fantástico.
Katarina: Siempre espero hasta el último momento...y si él no dice “besitos” y
cuelga, no me siento bien.
Frank: (Contento.) ¿Te gusta?
Katarina: Tú debes de decir “besitos” hasta nuestra muerte.
Tomás: Realmente bueno, ¿qué marca es?
Katarina: ¿Dónde está mi gin?
Jenna: A mí se me hace que todos los whiskis son iguales.
Tomás: No, definitivamente no son iguales.
Jenna: ¡Ah, sí! (Pausa.) ¿En verdad? Por tu madre...
Frank: Podemos brindar. ¡Mi madre!
Jenna: ¿Está en el vestíbulo en una bolsa de plástico?
Frank: Si.
Jenna: ¿Ella no puede hacer eso?
Frank: Enterrada pero no muerta. Como se dice. No, incinerada, pero no muerta.
Jenna: ¿No es extraño?
Frank: ¿Qué?
Jenna: ¡No deberían de tener eso aquí!
Frank: Mi hermano y su mujer llegan mañana y enseguida vamos a enterrarla al
cementerio del Norte. (Frank se inclina hacia el auricular.) Yo, mi hermano y su
mujer.
Katarina: (Toma un cigarro de la bolsa de la camisa de Frank) Comprendo que no
debo de ir con ustedes.
Frank: La enviaron los de la funeraria. En un paquete. Fui a recogerlo al correo. Era
tan pequeño, tan manipulable. 

¿Quieren verlo? (Frank se dirige al vestíbulo.)
Jenna: Brrrr...No, gracias. (Arremanga todo el tiempo el dobladillo de su falda,
enredándolo en una pierna.)
Frank: No es más que un poco de ceniza. (Pausa.)
Katarina: El domingo iré al campo a visitar a mi madre.
Frank: Verdaderamente simpático.
Katarina: ¡Dios, mío! (Se inclina y se hace ofrecer fuego por Tomás, dice
“Gracias” antes de que se lo prenda. Frank coloca la bolsa de plástico frente a la
puerta del baño.)
Frank: ¿Por qué siempre le quitas el filtro así?
Katarina: Desgraciadamente estoy obligada... ¿Qué dijiste?
Frank: (Se sienta a un lado de Katarina en el sofá.) Dije. “¿Por qué le quitas el filtro
a tu cigarro? ¿Por qué compras cigarros con filtro si se lo quitas? No lo entiendo,
¿por qué haces eso?
Katarina: ¿Siempre se tiene que saber lo que se hace? (Jenna se toca los senos.)
¡Ouch! Ya se volvió a manchar.
Tomás: ¿Qué pasa?
Jenna: Me vuelvo loca. (Pausa.) ¿Ustedes creen que esté bien que tome alcohol
cuando tengo que amamantar? (Se presiona los senos.) ¡Está saliendo!
Frank: ¡Está saliendo! Jenna: Si, Oh, la lá!
Frank: ¿Para qué sirve eso? Jenna: Necesito ir al baño...
Frank: Sí, claro. (Se levanta.) ¿Regresas? (Jenna le lanza una mirada suplicante
a Tomás, quien refunfuña.)
Jenna: ¿Qué dijiste?
Tomás: Nada. Ahorita no vayas a hacer historias.
Jenna: (Deprimida.) No, las haré, sólo necesito irme. (Se va al baño, se repega a la
pared para pasar lejos de la urna. Frank se sienta.)
Tomás: ¿Ella qué quiere decir? Frank: ¡Es maravilloso!
Katarina: ¿Qué es maravilloso?
Frank: Una mujer con senos que les sale leche, todo eso. ¿Qué dices, Tomás?
Tomás: (Parece encontrar eso más bien desagradable, como si sintiera a Jenna
tranquila y exigente.) Eso lleva tiempo.
Frank: ¿Qué?
Tomás: Que se pongan bonitos.
Katarina: ¿Bonitos? ¿Qué quieres decir?
Tomás: Para que vuelvan a estar en forma, que se restablezcan y que el cuerpo
funcione como de costumbre...No sé cómo decírtelo...Ya no queremos tener hijos.
(Sin animosidad.) Basta que me meta a la cama para que ella se embarace. (No
es un pensamiento desagradable. Pausa. Ruido en el baño.)
Jenna: ¡Ay!
Tomás: (Como niño.) ¡Chingados! ¿Qué tanto hace?
Frank: (Queriéndose levantar.) ¡Mierda! Hay muchos pedazos de vidrio. Katarina
se volvió una loca furiosa.
Katarina: ¡Mocos, guey!
Jenna: (Gimiendo.) ¡Tomás! ¡Tomás!
Tomás: (Inexpresivo, para sí mismo.) Si, ¿qué pasó?
Jenna: (Pausa.) ¿Puedes venir a ayudarme?
Frank: Responde.
Tomás: ¿Qué quieres?
Jenna: ¡Tomás! ¡TOMÄS!
Tomás: ¡Siiiii!
Jenna: ¿Por qué no vienes cuando te hablo?
Tomás: ¡Dios, mío! Ahora que quiere... ¡Es ridículo! (No quiere pero su cólera lo
lleva a ir. Deja sus lentes en el suelo.)
Katarina: ¿Qué pasa? (Frank, neutro, sin contestar. Katarina calmada, arrogante.)
Me miras como si fuera una bestia.
Frank: Lo eres.
Katarina: ¡Ay, tú!
Frank: Un bichito. (Sonríe.)
Tomás: (Entra se queda a la entrada del baño.) Se manchó la blusa. ¡Mierda!
¿Ahora qué hago? ¿Le puedes prestar algo? Lo que sea.
Katarina: No creo. Deja ir a ver. (Se levanta irritada, va a la recámara y busca,
regresa con un suéter muy grande. Se lo avienta a Tomás.) Si, de hecho es el
único que tengo. Si no, tendrás que bajar a buscarle algo.
Tomás: No, está bien. (Le avienta el suéter a Jenna por la puerta, toma su vaso,
bebe, contempla, avergonzado o pensativo, el fondo del vaso.) Y si... sí.
Frank: ¿Qué dijiste?
Tomás: Y si... si.
Frank: ¡Ah, si!... ¿Y a ustedes cómo les va?
Tomás: Ustedes saben lo que es esto.
Frank: No.
Tomás: Mi vida: trabajar, llegar a la casa, comer, acostar a los niños.
Frank: (Sentado en el sofá, se va a otra parte, lejos, muy lejos.) No logramos gran
cosa. (Katarina va a la cocina a buscar vino blanco.)
Tomás: (Más ocupado en seguir a Katarina.) No, con eso está bien. Yo juego un
poco al tenis.
Frank; ¿Tenis? ¿Tenis? Tomás: Si, ¿y tú?
Frank: Si, tú sabes...Pero dime, ¿podríamos empezar a jugar tenis, tú y yo, una vez
por semana? (Silba.) ¿Qué dices?
Tomás: ¿Tú y yo?
Frank: Sí, ¿qué dices?
Tomás: (Sin intención.) Ya tengo con quien jugar.
Frank: ¿Tienes qué? ¿Al tenis?
Tomás: Si, exacto.
Frank: ¿No al squash?
Tomás: No, al tenis ¿Y tú qué haces?
Frank: ¿Yo?
Tomás: ¿Tú qué practicas? ¿El “body building” intelectual? (Frank ríe, canturrea.)
Cuenta.
Frank: (Soñador.) Siii... ¿Qué hago? De hecho, trato de correr diez kilómetros
todas las mañanas.
Tomás: (Sin mucho sentimiento.) ¿Dónde?
Frank: ¿Dónde?
Tomás: Si.
Frank: Dando vueltas... todo el tiempo... (Katarina llega a la sala. Despierta.) ¿Te
enojaste?
Tomás: No.
Frank: Lo hubiera creído. ¿Seguro?
Tomás: ¡Que no!
Katarina: ¿Sabes qué canturreas?
Frank: ... ¿Qué?... Ni idea.
Katarina: Tu puta italiana a la que te cogiste en los mingitorios de Orly.
Frank: ¡Mierda! No pensé que fuera eso lo que chiflaba.
Katarina: No chiflabas, canturreabas.
Frank: No fue en Orly. (Sonríe.)
Katarina: (Pausa.): ¿Dónde está Jenna?
Frank: Evadida...de la bolsa de arena. (A Tomás.) ¿Seguro que no estás enojado?
Tomás: No.
Frank: ¿Entonces no te hice enojar?
Tomás: (Amistoso, se sienta en el sofá.) No, tú no podrías.
Frank: OK, bien.
Katarina, (Grita súbitamente.): ¡¡¡GGIIIIIIIINNNNN!!!!
Frank: ¿Qué dijiste?
Katarina. ¿Ya no hay qué tomar?
Frank: (Se levanta.): Sí, quizás.
Tomás: ¿Quieres algo más?
Tomás: Sí, ¿por qué no?
Frank: ¿Qué quieres, whisky, gin?
Tomás: Lo que sea.
Frank: (Va hacia la mesa roulante.) Lo que quieras.
Katarina: Frank, Frank.
Frank: ¿Ahora qué quieres?
Katarina: Si… hum… hum… quisiera comer algo si vas a la cocina... ¿por qué no
traes algo? (Frank totalmente indeciso truena los dedos sin darse cuenta. Tomás
se levanta y va hacia la ventana, le da su vaso vacío a Frank,) Querido. (Un avión
comercial baja frente a la ventana, en el cielo gris del crepúsculo. Se miran como
si nada hubiera pasado.)
Frank: ¿Qué dijiste? (Llena el vaso de Tomás.)
Katarina: (Sonríe, animada.): Querido. (Una pausa corta.)

ESCENA IV
Frank le da su vaso a Tomás. Va a la recámara.
Katarina: (Lo sigue con la mirada, divertida.): ¡Huy, cómo se enojó! Ay, Ay, Ay. Va
a estar más agradable... (Le sonríe a Tomás.) Salud... Salud... ¿Eres tú?
Tomás: Sí, claro.
Katarina: (Lo mira, le sostiene la vista, pero deja de hacerlo después de un rato.
Se miran. Tomás se vuelve a sentar en el sofá.) Uf, está enojado. Escucha el
escándalo que hace. (Katarina se pone atrás del sofá, se sienta en el respaldo.
Pone la mano en el respaldo del sofá. Él pone su mano encima de la de ella.)
Tomás: (Retiran rápidamente sus manos.) ¡Oh!...fue mi culpa. (Se frota la mano,
uno de sus tics.)
Katarina: Yo no pienso que haya sido una falta.
Tomás: No... ¿Qué, pues?
Katarina: Cuando tu mano tocó la mía... ¿Qué querías decir?
Tomás: Solamente ponerla en el sofá.
Katarina: ¿La mano?
Tomás: ¿Qué?
Katarina: Hazlo, pues. (Tomás toca de nuevo su mano. Katarina se inclina hacia
atrás, respira el olor de la mano de Tomás –casi inconscientemente- su necesidad
de oler es muy fuerte e irreprimible. Se endereza.) No deberías de agua de colonia
como esa, es muy ordinaria. Tiene el mismo olor que la de mi madre. Deberías de
usar otra.
Tomás: ¿Cuál? (Acaricia la mano de Katarina.)
Katarina: (Retira su mano.) Esto me cansa mucho.
Tomás: ¡Ah, sí!
Katarina: ¿Qué dirías si todas las mañanas te despierta alguien que te tira un
montón de mierda, que te avienta una pizza entera en la cara? (Va hacia la
ventana.)
Tomás: Bonito vestido.
Katarina: ¿Te parece?
Tomás: Si, el negro es bonito.
Katarina: Me gusta lo negro.
Tomás: (Inseguro.) Si, a mí también.
Katarina: ¿De verdad? (Pausa.) En Italia no es anormal ser elegante y estar bien
vestida como aquí. Allá hasta los trabajadores más pobres tienen un traje sombre y
zapatos superchic. Yo quiero ser elegante. Me gustan tus camisas. (Pausa. Se
sienta en el sofá. Estornuda.) Mamá. (Pausa.) Ella te gustaría. (Aspira.)
Tomás: ¿Tu mamá?
Katarina: Tienes exactamente el mismo olor que ella. Es raro.
Tomás: Quizá tenemos la misma agua de colonia. (Frank regresa de la recámara.)
Frank: ¿De qué hablan? Katarina, (Amablemente.) De ti.
Frank: ¿Nadie se pregunta a dónde se fue Jenna? (Va al baño, toca la puerta y
regresa con ella.)
Jenna: (Parpadea por la luz tan fuerte.) Discúlpenme... Casi me dormí... Ouch...
me siento mal.
Frank: Siéntate cerca de mí.
Jenna: Dije que me siento mal, Tomás.
Tomás: ¿Qué dijiste?... ¿En verdad, querida? (Pausa.) ¿Te sientes mal?
Jenna: No te esfuerces. ¿Molesto?
Tomás: ¿Qué?
Jenna: No es por ti. Si es lo que crees.
Tomás: No, no lo creo.
Frank: (Lleva a Jenna hasta el sillón.) Si, está muy pálida.
Katarina: Toma un poco de whiski.
Jenna, (A Frank, cerca de donde ella se instala, casi para contarle.) Ya hace casi
un año que me pasa esto... es muy deprimente...discúlpenme. (Pausa.) Me
acuerdo que cuando estaba esperando a Wolfgang y acompañaba a Sarah al
jardín de niños...
Katarina: (Maliciosa.) Sarah es la hija de Jenna y Tomás.
Jenna: Ella tenía cuatro años. Ahora tiene casi cinco. Está en casa de su abuela.
Tomás: ¿Querías contar algo? (Silencio.) ¿Ibas a decir algo?
Jenna: No tengo nada en la cabeza. Yo también puedo bajar. (Vacía.) No tengo
nada qué decir. Nada. Yo también puedo.
Tomás: (Indolente.) ¿Qué?
Jenna: Quedarme callada.
Frank: Cuéntalo ahora.
Jenna: ¿Qué? ¿Por qué? No tiene nada de especial. Esto se vuelve ridículo
ridículo. ¿También tengo que hacer el ridículo?
Frank: Tú no eres ridícula. Para nada. Cuéntalo ya.
Jenna: No es gracioso...Pues nada, que algo me pasó cuando estaba en el
segundo mes. Cuando estaba embarazada. (Se calla permanece en silencio,
luego cuenta, monocorde, sin preocuparse si alguien la escucha.) Yo me (Pausa.
Roger se prepara para salir de la habitación.) sentía tan mal que vomitaba casi
todas las mañanas. Cuando estaba sentada en el camión trataba de aguantarme
para vomitar en el macetero de tulipanes que está frente al jardín de niños y una
mañana me muestra el otro macetero y me dijo:
Tomás: (Al mismo tiempo.) ¿“También en esa mamá”?
Jenna: ¿También en esa, mamá? Sé que no es divertido.
Frank: (Ríe con una sonrisa, ruidosa, que parece no detenerse, ve que los demás
lo miran fijamente.) Disculpen mi risa. (Ríe aún más fuerte.) Ya sé el ruido que él
hace. (A Jenna.) ¡Puta! Qué divertido. Ahora tengo que ir a mear. (Va al baño.
Permanecen en silencio, están obligados a escuchar ya que él no cerró la puerta.)
Jenna: (Dulce, tierna.) ¿Ustedes no quieren tener hijos?
Katarina: (Igualmente calmada.) No, no.
Frank: (Regresa amable, desde la puerta el baño.) ¿Quieren algo más de tomar?
Jenna: ¿Qué hora es?
Frank: Tienes el aspecto de estar terriblemente cansada, Jenna... ¿No te quieres
acostar un rato? (A Tomás.) Mírala... (Jenna se levanta. Va tambaleándose hacia
Tomás.)
Tomás: (Se levanta rápido del sofá y se pone detrás de ellos) ¿Vamos a dormir
todavía más?
Frank: ¿No sería mejor si te acuestas?
Jenna: (Imita a Tomás.) ¿Vamos a dormir todavía más? (Se sacude pesadamente
la cabeza, Frank se instala en el sofá.)
Katarina: ¿Entonces la vas a disfrutar?
Frank: (La mira) ¿Yo? ¿Cuándo?
Katarina: Mañana, cuando tengas que deshacerte de mí. (También se levanta y
va hacia la mesa.)
Frank: (Para sí.) Sí, es verdad. Tienes razón. ¿Quieres un cojín, Jenna?
Acuéstate. (Se sienta en el sofá.)
Katarina: (Habla más fuerte que los demás.) ¿Y qué harás después del entierro?
Frank: A lo mejor un cinito. (A Tomás.) ¿Has visto una buena película
últimamente?
Jenna: No.
Tomás: Me pregunto si me compro o rento una video. No sé.
Jenna: (Calmada, pero con gran intensidad.) Jamás en la vida. Jamás. Escuchas
lo que digo. Nunca tendremos video. Nunca tendremos video. La quebraré. Te lo
advierto. Repugnante. Crees que quiero ver eso… todas esas cosas… personas
hechas papilla... ¿Crees que tengo ganas de eso? ¿Lo crees?
Tomás: (Quizás después de un largo momento de incomodidad.) Si... No...
(Pausa.)
Jenna: ¿Cree que tengo ganas de eso? (Muy decidida, directa) No tendremos
video.
Frank: ¿Ah, no?
Jenna: Entonces también puedes matarnos a mí y a los niños. Y así ya podrás
estar con tu video toda la noche.
Tomás: Pero a mí me gustan las películas... (Para componerle.) No entiendo, no
entiendo por qué me gusta ver cosas como esas...Siempre me ha gustado.
Jenna: (Fuera de sí) ¡No oyes lo que digo ...Si compras una video la tiro por la
ventana!
Tomás: (Ríe a pesar de su enojo.) ¿Crees que eso les interesa a Katarina y a
Frank?
Jenna: Entiendes lo que digo. Si absolutamente tienes que ver gente que salta
como bestias salvajes, puedes hacerlo en otra parte, no en la casa.
Katarina: (La interrumpe estrepitosamente, pero directa, normalmente. Toma la
botella de whisky. Sirve.) Yo también quisiera ir al cine. ¿Hay alguna película que
quieras ver?
Frank: (Sonríe como si estuvieran solos.) No... no sé... “Portero de noche”.
Jenna: Yo lo aviento por la ventana.
Katarina: Nosotros ya la vimos.
Frank: Yo no. (A Jenna.) ¿Ya vieron “Portero de noche”?
Jenna: (Muy enojada.): ¿Por qué preguntas eso sí sabes que desde hace tres
años no voy al cine?
Tomás: (Con sonrisa forzada.) Sí. Aquí no faltan mártires.
Katarina: No empieces...Seguro que ya la vimos.
Jenna: ¿Qué dices?
Katarina: Tú y yo. Por supuesto que nosotros...
Frank: Yo no.
Katarina: ¡Seguro que ya la vimos!
Jenna: (Mira furiosa a Tomás.) Escuché lo que dijste.
Katarina: ¿No te acuerdas?
Frank: Me doy cuenta de lo que estás a punto de hacer...
Tomás: Yo solamente quería...
Frank: Sí, me doy cuenta de lo que estás a punto de hacer. ¿Crees que eso me
impresiona?
Jenna: No te hagas el chiquito...
Frank: No.
Jenna: No te hagas más chiquito de lo que no eres...
Katarina: Seguro que sí.
Jenna: Te lo suplico, no te disminuyas aún más.
Frank: Te digo que no.
Jenna: No quedará gran cosa de ti.
Katarina: ¡Claro que sí! ¿Era “Portero de noche” o no era “Portero de noche”?
Tomás: ¿Qué quieres decir? (Pausa.)
Jenna: (Inquieta) Yo no estoy loca.
Frank: Seguro que no.
Katarina: (Casi gritando) ¡Puta de mierda! ¿Qué película era?
Frank: No sé.
Jenna: ¿Oyes lo que digo?
Katarina: (Siempre gritando) ¿No sabes?... ¿Por qué no sabes?
Frank: Yo no me puedo acordar de todas las películas que has visto.
Katarina: (Perfectamente normal.) Quizás, porque no la viste conmigo.
Frank: (Toma el vaso en el que Katarina sirvió whisky.): A tu salud, Jenna. (Jenna
no reacciona.).
Jenna: No tendremos video.
Frank: ¡A tu salud, Jenna!
Katarina: ¡Tomás!
Tomás: Sí, aquí estoy. (Katarina va hacia Tomás con un gran vaso lleno. Regresa
a la mesa. Se lo llena un poco más. Muy exagerado.)
Katarina: ¡A tu saaaalud, Tomás!
Jenna: Entonces toma. (Pausa.) Entonces toma. (Pausa.) Toma cuando te digo que
tomes. (Pausa.) Mira, él toma. Más, Andale, toma. (Pausa.)
Tomás: (Un poco molesto.) No...de hecho yo tampoco, no he ido al cine desde
hace un buen rato...Cuando mis compañeros me preguntan su ya ví “Frances” o
“Los cazadores del arca perdida”... (Ríe molesto. Va hacia Katarina.) No he visto
más que “Bernardo y Bianca”.
Jenna: (Al mismo tiempo.): O “Pele, el gato sin cola” a escoger.
Tomás: O “Pele, el gato sin cola”, a escoger. Nos sentimos completamente
ridículos.
Jenna: ¡Ah, Bravo! Eso ya se lo conté a Katarina y a Frank antes de que tú
llegaras.
Tomás: ¡Ah, sí! Discúlpenme... Pero nos empezábamos a sentir... ¿cómo se
llama?...
Frank: ¿Alterados?
Tomás: ¿Qué dijiste? (Busca a alguien con quien pelearse.) ¿Qué dijiste?
¿Qué chingados dijiste?
Frank: ¿Alterados?
Tomás: No, no dijiste eso.
Katarina: Eso dije ¿Katarina? ¿No dije eso?
Jenna: ¿Quieres bajar a ver si Wolfgang todavía está vivo?
Tomás: No te metas en esto. (Nadie dice nada. Tomás coge el auricular y
escucha.) ¿Por qué tendría qué hacerlo? Está totalmente en silencio.
Jenna: Sí, quizás esté muerto.
Tomás: Sí, como un sepulcro. Escucha.
Jenna: Entonces ya bien pronto va a despertar. (A Katarina.) Una noche, el me dio
permiso y me dijo que podías salir a dar una vuelta o ir al cine si quería. A lo mejor
tenía ganas de hacer algo solo en la casa.
Tomás: ¿Por qué dices eso? ¿Darte permiso? ¿Jenna? Mi pequeña Jenna...tú...
(Suplicante.) No sólo es culpa de Wolfgang si no sales.
Jenna: ¿Crees que eso se me hace divertido? ¿Lo crees?
Tomás: Pero, iPequeña Jenna!
Jenna: ¿Lo crees? ¿Lo crees? Tomás: ¿Qué?
Jenna: Crees que no me gustaría salir una vez... simplemente salir sola.
¡Completamente sola! ¡Y no verte! ¿Crees que alguna vez no me gustaría ir a ver
una obra de teatro o ver a gente de a deveras? ¡Puta! Ya ni yo sé lo que parecen.
¡Y no me digas pequeña Jenna! Nunca tengo derecho a salir. No diré a dónde voy.
No lo diré. Nadie tiene por qué saberlo. (Katarina va al baño.) ¡Entiendes lo que
digo? (Pausa. Frank se levanta y va a la ventana.) No te quedes ahí. Lárgate. Baja
a verlo. Te toca.
Tomás: Claro...Evidentemente.
Jenna: ¡Pero llégale!
Tomás: ¿Qué?
Jenna: ¡Que vayas, te digo!...Baja y mira si respira...sabes que tiene tosferina,
¿no? Yo me quedo aquí a platicar...
Tomás: ¿Ahorita? ¿Por qué? ¿Por qué? Bajaré cuando tenga que comer.
Jenna: Ahorita.
Tomás: (Como niño alterado.): Por favor trata de calmarte.
Jenna: (Repentinamente como niñita furiosa.): ¡Quiero que bajes ya! ¡Tú tienes
que bajar! Debes bajar. ¡Baja, Tomás!
Frank: Se va a armar, se va a armar.
Jenna: ¡Baja!
Tomás: Si, si... ¡Mierda! ya voy, ya voy. Como quieras. Voy enseguida. (Va hacia
la entrada.).
Jenna: (Casi desesperada.) Baja ¡Orale!
Tomás: No ves que ya voy, pues. (Se va.)
Jenna: (Detrás de él, desamparada, dice:) Él nunca me ha querido. (Como si no
supiera lo que dice.) Por eso siempre estoy embarazada. (Pausa. Mientras se
calma. Vemos que es muy simpática y directa.)
Frank: (Va hacia Jenna.) ¿Cómo estás?
Jenna: (Después de una larga pausa.) Bien...Quizás. Pienso que ustedes son
horrorosos. Los dos.
Frank: (Lamentándose.) Yo también lo creo. (Jenna se levanta. Pausa. Va hacia el
vestíbulo.) ¿A dónde vas? ¿Bajas? ¿No te vas ya, verdad? No te vayas. (Sin
suplicar.) No te vayas.
Jenna: Quiero ver lo que maquina.
Frank: (Se le aproxima): No te vayas. (Jenna se va. Katarina está frente a la
puerta del baño. Pausa.)

ESCENA V

Frank: (Sin rogar.): No te vayas.


Lenna: Voy a ver qué maquina.
Frank: (Siguéndola) ¡No te vayas! (Jenna se va. Katarina está frente a la puerta del
baño.)
Katarina: ¿Qué pasa?
Frank: Querían bajar a ver a su hijo. Wolfgang. Eso es. (Katarina va hacia la silla.)
Katarina: ¡Es un pinche corredero! Tú los invitaste. Van a regresar, ¿no?
Frank: (Enciende la radiocasetera. Música clásica italiana.) ¿Ah, sí?
Katarina: Aquí están sus lentes.
Frank: A lo mejor tienes razón... Cuando quieres regresar a un lugar,
inconscientemente dejas algo, se te olvida.
Katarina: (Frank solo sonríe. Se sienta atrás de Katarina.) ¿Estás borracho?
Frank: No, estoy sobrio. Completamente sobrio.
Katarina: ¿A qué hueles? (Desinteresada.) ¡Huele muy bien!
Frank: Nino Cerruti.
Katarina: (como si no importara) Evidentemente todo es Made in Italy. Zapatos
Gucci, loción italiana, tus cigarros, el sillón. (Katarina se sienta. Se pone los lentes
de Tomás.) Entonces… ¿la sigues viendo?
Frank: No, es mejor no verla y soñarla que tenerla y no soñarla. Nino Cerruti no es
italiano.
Katarina: (Como experta): ¡Claro que sí! Es una de las marcas italianas más
conocidas.
Frank: (Levantando los hombros) Puede que sea francés.
Katarina: ¡Clarísimo que no! Es típicamente italiano. Si puedes, ve y busca el
frasco.
Frank: Es lo que voy a hacer. (Toma el frasco de la mesa.)
Katarina: La primera vez que viví sola en Roma tenía 14 años. Por lo que...hace
mucho superé mi neurosis italiana.
Frank: (Regresa, le quita los lentes de Tomás) Mira esto: Nino Cerruti, -para
hombre- 85% Vol. 100ml 3.3 FL.OZ Paris. –para hombre-... París todavía está en
Francia... OK? OK? OK?
Katarina: ¿Cuánto cuesta?
Frank: ¡Tus nalgas! ¿Es italiana o francesa?
Katarina: Está bien que se hayan ido. Ya eres tú mismo.
Frank: Entonces...no es italiana, pues.
Katarina: A lo mejor sí.
Frank: ¿Ah, si?
Katarina: La mayoría de las marcas son registradas en otros países y no en el de
origen. Te puedo dar veinte ejemplos.
Frank: ¡Ni hablar! (Furioso.) Esta loción no es italiana. Lo sé muy bien. No es
italiana.
Katarina: ¿Y lo demás? Liena Uomo es italiana. Domus es una revista italiana.
(Para sí misma.) La música que pusiste es italiana.
Frank: Si, ¿y qué?
Katarina: Es tan… deprimente. (Pausa. Remarcando las palabras.) ¿Es necesario
seguir así?
Frank: Sí…. es necesario.
Katarina: (Para herir) Ya no es necesario. Ya lo viví demasiado. Siempre. No es
necesario. Ya no puedes herirme.
Frank: (Pausa. Frank va a la cocina. Apaga la radio. Sigue con los lentes de
Tomás frente a la puerta.) ¿Qué tanto hacen? ... ¿Has estado en su casa?... Es
espantosa.
Frank: Que no se me olvide darle las “Buenas noches” a mamá antes de
acostarme... Creo que la voy a meter donde duermes seguido.
Katarina: Ahí lo hacía. (Sonríe.) Nada más ten cuidado y no te la arrastres.
Frank: (Trae los lentes en la nariz, la mira, se los quita. Se sienta y cabila sin
pensar, duda, y sin piensa hace algo que no puede hacer. Se pone los lentes. Casi
con ternura objetiva): Estás vieja, Katarina… Asquerosamente vieja. Tienes un
aspecto espantoso. Mira esos pellejos de carne que te cuelgan alrededor de la
boca. ¿Crees que ya no necesitas esconderlos? Pero es una pesadilla… muy
desagradable.
Katarina: No, hay muchas otras cosas en mí que son mucho más atractivas y…
profundas. (Como no queriendo pelear.) ¿Por qué sigues así?
Frank: ¿No sabes? (Se quita los lentes, los mete a la bolsa del saco. Va hacia
Katarina.) ¿Ah, no lo sabes?...Todo, -y lo digo con razón- todo alcoholismo es por
el odio de las mujeres.
Katarina: Ah, ¿y eso qué tiene qué ver? (Lo mira.)
Frank: Es por eso.
Katarina: ¿También por las mujeres? (Él con sonrisa petrificada y formal)
Frank: Por supuesto. (La sonrisa se ensancha.) ¡No paras de pelear! ¡Siempre
quieres ganar!
Katarina: ¿Yo?
Frank: Si.
Katarina: ¿Qué quiero ganar? ¡Estar Bien!
Frank: Dijiste: “ya estoy harta”.
Katarina: Si.
Frank: ¿Harta de qué?...Tú nunca te hartas.
Katarina: De ti.
Frank: Entiendo eso, ¿pero necesitas contárselo a los vecinos?
Katarina: (Sin levantarse) ¡No aguanto! ¡Nadie aguantaría!… Las mujeres
quieren...
Frank: ¿Cómo ves a Jenna? ¿Qué te parece? ¿Qué querías decir?
Katarina: (Quien no se deja perturbar) Las mujeres quieren hombres que
busquen...
Frank: ¿Qué, pues?
Katarina: Las mujeres quieren hombres que...
Frank: (Entusiasmado) Las mujeres no dan cariño.
Katarina: Que busquen consuelo... que digan: “te necesito… abrázame...
consuélame”.
Frank: (Más entusiasmado) ¿Oíste? Las mujeres no dan cariño.
¿Consolarme....de qué?
Katarina: (Muy seria) Es algo que no puedes entender y yo no te puedo explicar.
Frank: (Va hacia la mesa) Perdón...Perdóname.
Katarina: (Monologando) Y tú… tú no puedes hacer eso… no eres así… tú, no…
siempre te construyes un muro y te las arreglas con tus problemas… (Frank tose.)
¿A poco no estás desesperado, lo he visto… (Frank sigue tosiendo, bebe del vaso
que está en la mesa, se sienta en el sofá.) No puedes negar que cuando estás
inquieto te agarras la cabeza o toses… y ahora estás muy grave. (Muy herida.)
Ahorita no dirías “Katarina, abrázame, ayúdame, tengo ganas de llorar, te
necesito...me siento completamente solo y abandonado”…. aunque te sientas así.
¿Podrías decirlo? (Silencio.) Ya ves… no puedes… aunque tu madre está muerta,
no puedes venir conmigo… Necesito a un hombre que no tenga ese control tan
espantoso sobre sí mismo... Quiero a alguien que pueda explotar… Quiero... a un
hombre normal.
Frank: ¿Ahorita?
Katarina: (Frío repentino en el cuarto) OK.
Frank, (estirándose en el sofá): ¿OK? ...Quiero café. (Pausa.)
Katarina: Ya no quiero pelearme contigo…Ganaste... Mira, tu eres el mejor. Yo
soy la peor de todas. Tú eres mucho más inteligente que yo. Tú eres mejor que yo
para hacer dinero. Tu cariño es mejor que el mío. Y todo y todo y todo… Me da lo
mismo. Todo me da lo mismo.
Frank: ¿No quieres café? ¿Un expres?
Katarina: No.
Frank: (Se levanta del sillón) ¡Quiero un café! Quisiera una taza de café con
leche. ¿No quieres una taza de café con leche y tantito chocolate encima? Me
siento como en vacaciones. Por la atmósfera. El último día en una playa, un
trago en la tarde. Estamos cansados y con flojera, tenemos el corazón destrozado.
(Va a la cocina.)
Katarina: (Furiosa, quizá, de verlo escapar de su dominio corre tras él y le da una
patada en el culo) ¡Eres un enfermo mental! ¡Eres completamente sádico!
Frank: (Calmado) ¿qué haces?
Katarina: Te doy de patadas.
Frank: (Cierra la puerta de la cocina, se miran a través del cristal de la puerta) Sí,
las siento. Párale.
Katarina: ¿Frank. te das cuenta que estás enfermo...Por favor,,,¡Quiero ayudarte!
¡Estás completamente enfermo! Si no haces más que reír, ¿qué puedo hacer?
(Frank suelta la perilla de la puerta. Katarina entra a la cocina, cierra la puerta.)
Frank: (Toma un florero de cristal y le vacía el agua de las flores en la cabeza. Ella
no se mueve y deja que lo haga) No hagas escenitas esta noche...Nada de teatro.
Nada de teatro erótico. Esta noche no te vas de vaga y a jugar al perro sin amo.
(Katarina se deja caer, se le rompe el vestido, se tira al piso con el cabello
empapado.) ¿Oíste lo que te dije?
Katarina: Gracias.
Frank: (Incrédulo) ¿Oíste lo que te dije?
Katarina: (Muy calmada.) Eres muy amable, gracias, Frank.
Frank: Ahora te quedas tranquilita.
Katarina: Está bien.
Frank: Perfecto.
Katarina: Créeme. (Larga pausa. Katarina se levanta, se cae en la puerta de la
cocina. Hay vidrios por todas partes. Corre sangre por doquier, sin que puedan o
quieran prestarle atención. Como si el tiempo los abandonara.)
Frank: (Sigue con el florero de cristal en la mano): ¿Qué pasa? ¿Te volviste loca?
Katarina. (Arrodillada en el vestíbulo) ¡Me vales madre!... No me importa nada de
lo que hagas... Tú no eres un hombre... Eres un caso clínico hasta del culo...
Frank: OK, OK… ahora vé a cambiarte.
Katarina: (Sin temerle a los golpes) Te agradezco mucho haberte conocido,
porque así, de perdido, a veces tuve en quien pensar cinco años después de que
me separé de David, el gran amor de mi vida a quien nunca pude olvidar... Quiero
que sepas que muchas veces me ayudaste, aunque la palabra adecuada sea, me
divertiste...y si no, no hubiera podido salir, me hubiera vuelto loca de dolor...Estaba
casi loca cuando nos conocimos, pero luego pensé que podía divertirme un rato
contigo. Pensé...
Frank: (La interrumpe) OK, OK. Dí lo que quieras. Puedes irte ahorita o mañana.
Pero no hagas eso.
Katarina: (Toma su vestido roto, muy calmada): Costó cuatrocientas coronas... las
quiero.
Frank: Si, si, tendrás lo que quieras si haces lo que te digo.
Katarina: (Se levanta, muy disgustada) Quisiera saber que siente la gente que
como tú...tiene la cabeza entre las piernas. (Sin ser agresiva.) ¡Puta! Voy a
terminar haciéndote tronar.
Frank: Primero cámbiate.
Katarina: Voy a hacerte tronar.
Frank: ¿A poco?
Katarina: Voy a poder. (Insistente.) Casi siempre consigo lo que quiero.
Frank: ¿En serio? Finalmente me di cuenta que se podía coger por amor y que se
podía coger sin amor...lo que quiero decir es que contigo cogí sin amor, fue lo que
hice estas últimas semanas...(Cruel para terminar con maldad) Es una experiencia
espeluznante...es como llegar en el crepúsculo a un lugar que acaba de ser
devastado por la guerra, y se contemplan los cadáveres, es como acostarte con un
cadáver.
Katarina: (Va hacia la silla) Fue lo que hiciste.
Frank: Te juro que si existieras, te mataría.
Katarina: Un cadáver. Pero ahora voy a empezar a vivir. Voy a estar viva cuando
haga el amor. No me voy a cambiar. (Se sienta en el sofá.) Me voy a quedar aquí
en el sofá para que todos vean cómo me tratas.
Frank: ¡Hazlo!... (Amenazante. Va hacia ella. Pone el florero en la mesa.) Pero no
empieces con cosas. Esta noche no.
Tomás: (En la puerta de entrada.) ¿Dejé aquí mis lentes?

ESCENA VI

Frank: ¿Trajiste la mermelada? Tomás: ¿Dejé aquí mis lentes?


Frank: ¡Bueno! Estás aquí. ¡Hola! (Tomás busca primero en el sofá, luego sobre la
mesa. En el baño y otra vez en la sala.)
Frank: ¿Aquí qué parece? ¿Quién estuvo esta noche? ¿Una puta?
Tomás: (Se coloca detrás de Frank) ¿Qué dices?
Frank: Una puta. ¿Está bien Ludwig?
Tomás: ¿Quién es Ludwig?
Frank: ¿Necesito decirte quién es tu hijo?
Tomás: Querrás decir Wolfgang. Tiene hipo.
Frank: No te quedes ahí soplándome en la nuca.
Tomás: ¿Una puta?
Frank: Quizá...¿Qué buscas?
Tomás: Mis lentes.
Frank: ¿Tus lentes?
Tomás: Si...¿No los dejé aquí cuando bajé? Frank: No ¿Los dejaste? Pero si ni
has bajado...
Tomás: Aquí, en algún lugar.
Frank: Si, nada más tú sabes.
Tomás: (A Katarina, quien va a la cocina) ¿No los has visto?
Frank: ¿Katarina? A ti no te pregunté.
Frank: (Se sienta en el sofá) No dije eso. Dije: “Katarina”.
Tomás: ¿Va a regresar?
Frank: Esa es la cuestión. Yo los ví.
Tomás: ¿Dónde?
Frank: (Sonríe) Antes, cuando los traías. Después se me salieron de la cabeza.
Todo se me va. Olvídalo. (Levantándose.) ¿No me senté en ellos?
Tomás: (Mira en el sillón) No, aquí no están. No, aquí no los puse.
Frank: ¿No? Entonces llévate a Katarina y busquen en la recámara. (K entra con
un sartén. Le pega a F en la cabeza.)
Tomás: (Voltea a verlos) ¿Qué? (Katarina sale del cuarto. Va al baño.)
Frank: (A Tomás) ¿Qué decías?
Tomás: (Va hacia la puerta) Nada.
Frank: Tengo algo que le hace muchísima falta...,¿me entiendes? Pero no se lo
voy a dar...¿A quién le apestan los pies? ¿A ti o a mí? (Frank se levanta va hacia
la mesa.) Traemos camisas iguales. (Pausa.) Traemos camisas iguales.
Tomás: ¿Iguales?
Frank: ¿No son iguales? Aunque te la pongas con corbata...¿Tienes dos? Cuando
te vayas me pongo la mía.
Tomás: Yo no me voy a ir.
Frank: ¿No? ¡Ah, qué amable! ¿Se pelearon? (Pausa.) ¡Qué triste cuando pasa
eso!...Tú...
Tomás: ¿Qué?
Frank: No, nada, sólo me pregunto, ¿qué buscas? (Tomás esculca entre las
revistas que están sobre la mesa.) Esa revista que tres en la mano es muy
interesante: “Abitare”. En medio, hay una grande… es sobre las viviendas
inglesas; se abre casi sola, tómala y deja que se abra sola… La puedes hojear...
Pero no toques las demás… No toques esas revistas. (Pausa.) ¿No entiendes lo
que te digo?… ¡Te digo que no las agarres! ¡Chingados, que no las agarres!
Tomás: ¿Qué? ¿Qué dices?
Frank: ¡Mierda, que no agarres las revistas!… ¡Déjalas!
Tomás: Nada más las estoy levantando.
Frank: Tú lo ves así, pero yo no. (Pausa.) ¿Estás idiota?
Tomás: Ahorita las dejo en su lugar.
Frank: ¿Por qué haces eso? (Pausa.) Mejor siéntate y tómate un trago. (Tomás
mueve la cabeza.) Ahorita no busques bronca. (Pausa.) Tú eres profe, ¿no?
Tomás: ¿Profe?
Frank: ¿Estás paranoico y no te facilitas las cosas? No, no entiendo... Pensé en
algo...Que cuando tú y yo éramos chicos....Y cuando la gente nos veía, lo primero
que nos preguntaban era: “¿Qué vas a ser de grande? ¿Te acuerdas? (Pausa.)
¡Claro que sí!...(Pausa.) No vas a decir que nadie te preguntó eso... Es raro... Es
exactamente lo que quiero preguntar, pero ya no funciona. Es una pregunta que ya
no le puedes hacer a los niños... ¿Es espantosa, no? Cuando pensamos en
eso...Siéntate. (Frank le da un vaso a Tomás. Tomás se sienta en el sillón.)... Y
hablo de mi prima María. ¿Puedo hablar de mi prima? ¿Quieres saber lo que
significa para mí?... Cuando tenía siete años, ella me sedujo en el granero. (Se
sienta en la mesa.) Si... cuando jaló el prepucio de mi pito, creí que el glande se
me iba a caer. Estaba paniqueado. Corrí por el patio, salté a mi bicicleta y le di
cinco o seis vueltas a todo el barrio... Ella también tenía siete años. Después,
todos los veranos nos la pasábamos juntos... Ella vivía en la ciudad, pero en
verano, venía al campo y se quedaba en mi casa... Andábamos juntos, nos
escondíamos arriba...y cogíamos...Era muy excitante... Nunca olvidaré sus
gemiditos, yo me sentía muy orgulloso... Pero cuando cumplió catorce años, como
siempre vino en el verano...ya tenía senos...y cuando todos los adultos se fueron a
dormir, toqué en la puerta de su cuarto para entrar, ella me dejó pasar, no sé de
qué hablamos... pero cuando me puse detrás de ella y traté de acariciar sus senos
que había visto durante todo el día, se puso furiosa, se volteó, me golpeó y me
preguntó que qué buscaba... Creo que yo no oí lo que me decía y seguí
tocándola...Pero era otra, ya estaba podrida...y me vengué, se la vendí a mis
amigos y se la cogieron entre cinco en un baldío detrás de la fábrica “Maquinarias
de acero”...¿Sabes a qué huele esta silla cuando llueve?... A ser humano. A
hombre. A ser humano.
Tomás: También son humanos los que se han sentado.
Frank: (Se levanta) Yo nunca. Jamás me has visto sentado en ese sillón. Tengo
miedo de resbalarme. Debe ser el cuero...Aunque... eso depende del sexo del
hombre en quien piensas... si lo piensas hombre o mujer... yo no pienso en un
autóctono. De hecho, no pienso en nadie en particular.
Tomás: ¿En quién piensas, pues?
Frank: En Jenna.
Tomás: ¿En Jenna?
Frank: Sí, tú lo sabes. Katarina sale a Milán el martes. Una exposición.
Tomás: ¡Ah, sí!
Frank: Sí, empieza a interesarse en los muebles italianos, es caro, es novedoso.
Sofás y forros de caballo.
Tomás: ¿Vas a ir con ella?
Frank: ¿Te gustaría? ¿Te gusta la pornografía?
Tomás: No.
Frank: A mí, si.
Tomás: ¿Por qué me preguntas eso?
Frank: No sé... ¿No te gusta ningún tipo de pornografía?
Tomás: No, ¿por qué?
Frank: ¿No te gusta el sexo brutal? (Pausa. Se sienta en el sofá.) A mí me gusta
todo tipo de sexualidad... si es brutal. (Pausa.) Todo tipo de brutalidad... si es
sexual. ¿Qué pensarías si me inclino, aunque estás muy lejos, pero si me
levanto...te me acerco, volteo la mano así y te acaricio la verga bajo tu pantalón...
así...un va y viene... ¿eh? ¿Puedo sacártela y agarrártela? ¿No? ¿Puedo meterte
la verga en el culo? ¿Puedo meterte la verga en el culo? Dos veces. ¿Puedo
meterte la verga en el culo? ¿Y si luego la saco? ¿A ti qué te gusta?… ¿Nunca te
han dado ganas de hacerlo? (Pausa.) A mí me gusta, es agradable. Me gusta, se
siente rico. ¿No te gusta ningún tipo de pornografía? (Tomás no sabe qué
responder.) A mí sí, me gusta eso, es muy rico.
Tomás: ¿Ah, sí?
Frank: Me gusta ver a dos hombres que se besan en la boca, es bonito. (Pausa.)
Me gusta, es maravilloso.
Tomás: Pero no nos conocemos.
Frank: ¿Tú y yo?...No, no, Dios me libre...yo no pensaba en ti y en mí, pensaba en
general, en los hombres en general, que se besan en la boca. (Pausa.) Pero no no
nos conocemos. Yo no acostumbro a hablar de eso. Crees que realmente podría
hablar de eso con mis colegas a la hora de la comida... Por Dios, no funcionaría.
Son unos niñotes, unos muchachotes... Necesitan un papá. Necesitan un papá.
Necesitan un papá con una vergota para arrodillarse y chupársela... Eso es todo...
¿Lo entiendes?... pero ellos no se atreven a reconocerlo, tienen muchos
problemas, mucho dolor... De eso se trata...del dolor. Les duele tanto...y no
quieren aceptarlo.... Entonces se cogen a una mujer y luego a otra y le hacen
hijos, de los que no se pueden hacer cargo y se empedan y gritan y se cagan en
ellos...¿Pero crees que quieren hablar de eso cuando están sentados en lo
oscurito? No pueden. No. Necesitan salir a ligarse chavitas... (Toma el florero de
cristal de la mesa.) Mira como se ve la luz desde aquí, al otro lado, es
completamente irreal... ¿No encuentras tus lentes?
Tomás: No.
Frank: (Le avienta de repente el florero a Tomás) Pero por favor... (Prudente.) No
sé si contigo puedo hablar de esto... ¿Puedo?
Tomás: (Cacha el florero y también se lo avienta de repente.) ¿De qué?
Frank: (Cachando el florero): De eso...de lo que te trato de hablar... ¿Puedo?
Tomás: Sí, inténtalo. (Todo se oscurece, aunque afuera está iluminado. Rápida y
lentamente se avientan el pesado florero de cristal, como si quien lo recibe no
pudiera evitar lanzarlo.)
Frank: Lo estoy intentando... (Pausa.) ¿No lo notas?
Tomás: Quizá... ¿Qué? Tomás: Dije, quizá.
Frank: ¿Quizá?
Tomás: Si, ¿por qué no? Frank: No, ¿qué dijiste?
Tomás: ¿Ahorita?
Frank: Si.
Tomás: Nada. No dije nada...sólo te miro. ¿Qué pasa?
Frank: Nada...No es nada... Discúlpame.
Tomás: ¿Seguro?
Frank: Absolutamente nada.
Tomás: ¿De verdad?
Frank: No, nada.
Tomás: ¿Qué pasa?
Frank: Mi corazón.
Tomás: ¿Tu corazón?
Frank: Sí, mi corazón.
Tomás: ¿Qué tiene?
Frank: Late.
Tomás: ¿Ah, si?
Frank: ¿No lo oyes?
Tomás: No. ¿Es tu corazón el que late tan fuerte?
Frank: Si, lo escuchas...¿Lo escuchas?
Tomás: No.
Frank: Me estoy poniendo muy nervioso.
Tomás: ¿Por qué?
Frank: No sé.
Tomás: Si, te ves muy nervioso.
Frank: Así me pongo muy fácil. Así me pasa.
Tomás: ¿Te estás cansando?
Frank: ¿Por qué me lo preguntas?
Tomás: ¿Si lo dejo caer?
Frank: (Calmado) No, no lo hagas. Es valioso
Tomás: ¿En serio?
Frank: Es de mi madre.
Tomás: ¿Por qué es valioso?
Frank: No es un florero común.
Tomás: No pienso tirarlo.
Frank: Yo tampoco lo creo. Pero no era eso lo que quería decir.
Tomás: ¿Qué querías decir, pues?
Frank: Lo digo nomás por decirlo.
Tomás: No creo que se quiebre si lo dejo caer.
Frank: No, seguramente no.
Tomás: No.
Frank: (se levanta, camina en círculo alrededor de Tomás) ¿Cambiamos de
mano?
Tomás: Si, claro.
Frank: ¿Nunca has besado a un hombre?
Tomás: ¿A un hombre?
Frank: Si, un beso erótico.
Tomás: ¿En la boca?
Frank: ¿En lo labios?
Tomás: ¿De plano en la boca?
Frank: ¿De lengüita?
Tomás: ¿De lengüita?
Frank: Hasta adentro...
Tomás: ¿Cómo?
Frank: De lengüita, hasta el fondo...en la boca.
Tomás: ¿Por qué me preguntas eso?
Frank: ¿Me entiendes?
Tomás: No.
Frank: ¿O sea que no lo has hecho?
Tomás: ¿Piensas en alguien en particular?
Frank: ¿Qué te hace pensar eso?
Tomás: ¿Por qué crees que lo he hecho?
Frank: ¿Nunca has tenido ganas de hacerlo?
Tomás: ¿Y tú?
Frank: No lo has hecho, pues? Casi nunca tomo así. Me pone raro. Yo nunca me
emborracho. ¿Tú ya estás borracho?
Tomás: ¿Cómo?
Frank: Digo...
Tomás: Si.
Frank: ¿Ahorita no tienes ganas de besarme?
Tomás: ¿Besarte?
Frank: Sí... ¿No quieres besarme? Rápido.
Tomás: (Se levanta): Pero entonces tengo que dejar el florero.
Frank: Sí, claro, yo también.
Tomás: También puedes dejar de aventármelo.
Frank: También tú puedes dejar de cogerlo.
Tomás: Es peor.
Frank: Sí… lo entiendo.
Tomás: Podemos dejar de hacerlo ya.
Frank: (Pausa.): ¿Al mismo tiempo?
Tomás: Sí, es necesario. Los dos.
Frank: (Pausa.) ¿Cómo?
Tomás: Si dejas de aventármelo lo dejo de agarrar.
Frank: Me gustaría más dejar de cogerlo.
Tomás: ¿Crees que se hace más pesado?
Frank: No, más liviano.
Tomás: ¿Entonces no es la urna?
Frank: No, es el florero.
Tomás: Cada vez lo aventamos más despacio.
Frank: No puedo dejar de hacerlo.
Tomás: Imagina que lo avientas mal.
Frank: ¿Cómo?
Tomás: (Obliga a Frank a irse hacia la puerta de entrada.) Imagina que te lo
aviento a la cara.
Frank: Sería terrible.
Tomás: ¿Tienes miedo?
Frank: Sí, siempre.
Tomás: ¿De qué?
Frank: ¿Acaso te importa?
Tomás: En lo absoluto.
Frank: (Amable.) A lo mejor sí.
Tomás: No me interesa para nada.
Frank: No, tienes razón... Sobre todo las mujeres –caminar juntos, acostarse en la
misma cama, comer juntos, bajarle a la taza del baños después de ellas, tomarlas
de la mano, no lo soporto... ¿A ti te gusta eso? Cuando me encierro con una mujer
y está dormida –ya que tienen una capacidad fantástica para dormir, como si no
les fuera a pasar nada – me despierto a su lado, la miro y pienso: ahorita, ahorita
es el momento ideal para cometer un crimen, es el momento en el que concuerdan
los planetas, es el momento en el que la muerte se regocija, ahora la aplasto –
tengo unas enormes ganas de matarla, solamente aplastarla, la pobre, la pobrecita
no tiene a nadie más que a mí... (Avienta el florero contra la pared por la puerta
abierta del baño. Se quiebra.) Las mujeres siempre quieren vernos tan mal como
quieren. Siempre logran ponernos mal. ¿Tú nunca has sentido ese deseo de
matar? ¿Nunca? ¿Seguro? Ellas sólo quieren tener y tener. (Desesperado, serio.)
Tomás… ¿me entiendes? ¿No entiendes? Tengo la impresión de estar a punto de
ahogarme... Por favor, ven aquí... Tomás... Quiero que me beses... Por favor...
Aquí estamos solos...
Tomás: ¿Qué?
Frank: Aquí estamos solos. Ven, bésame.
Tomás: ¿Estás loco?
Frank: Estoy solo. Estoy solo.
Tomás: ¡Tu madre!
Frank: Ya no sé ni cómo me llamo. ¿Cómo me llamo?
Tomás: No me toques....o te la parto.
Frank: No, no digas eso...Voy contigo.
Tomás: Te la parto.
Frank: Estoy solo. Voy a explotar. Nadie se da cuenta. (Katarina regresa. Se
acerca a la mesa, se quita el vestido roto y empapado, está desnuda, sólo en
calzones.) Escucha, viejo hermano, ¿no deberías de bajar a buscar a tu mujer?
¿Qué crees que está haciendo? ¿Llorando sentada? ¿Es de las que se matan, de
las que salta de repente por la ventana o se está poniendo cada vez más gorda?
¿No tienes frío, querida? Ponte algo, te lo ruego. (Pausa.) Esta es mi casa, esta es
mi casa, Ya dije. (A Tomás.) ¿Entiendes? Así es… Mi hermano y su mujer
deberían de venir a pasar la noche. Mañana vamos al entierro. Mi madre está
muerta. Soy responsable de sus cenizas. Ella está aquí. ¿No entienden? A veces
es demasiado. Hay algunas cosas que no se hacen. (Va hacia Katarina.) Ya basta
por hoy. No vamos a seguir así. Creo que ya basta. ¿No? Ya estuvo, Katarina.
Katarina: No, no me toques.
Frank: Piensa en mamá.
Katarina: No me toques.
Frank: ¿Por qué dices eso? No pienso tocarte.
Katarina: Sobre todo eso.
Frank: Sólo trato de ser un poco amable.
Katarina: Te la puedes meter por el culo, no quiero tu amabilidad.
Frank: ¿No?
Katarina: No.
Frank: Está bien. (Con una sonrisa para Tomás.) Se pensaría que estamos en
plena décimosexta separación, espero que nos disculpes. ¿Encontraste lo que
buscabas? (Pausa.) Si yo fuera tú, ya hubiera bajado para ver si está bien… Creo
que había una extraña atmósfera a su alrededor. Quizá durmió demasiado, quiero
decir, muy poco. No está bien que deje caer así al niño, dos veces la misma noche.
Aunque claro, quizá sea mucho más peligroso tumbar a personas adultas, pero los
niños fácilmente pueden creer que así se hace...Si bajo en vez de ti para ver qué
pasa? ¿Tendrías algo en contra? (Pausa) Creo que voy a bajar a platicar con ella.
Quizá necesite a alguien. Quizá piensa que nadie la quiere. Creo que bajaré.
Katarina: Sí, baja.
Frank: Cambiarle las ideas...Nadie más lo hace. Dije: “Nadie más lo hace” (A
Katarina, quien va hacia la cocina.) He visto hombres que tienen grandes los
senos. Y no, además no es divertido...No, creo que debería de tomar algo más. Yo
también me puedo emborrachar. ¿Verdad? De todas maneras mañana...¿Qué voy
a tomar? (Frank va hacia la cocina, toma las flores y se las pasa a Katarina.) Toma,
querida. (Trata de acariciarle la espalda.) ¿No te va a dar frío? (Katarina toma las
flores.) Hace mucho tiempo que no estábamos así y nos decíamos: “Te amo”.
Katarina: Hace mucho tiempo.
Frank: Se me hace que no es mucho tiempo. (Katarina apachurra los tallos de las
flores en el rostro de Frank.) Ya intentaste con una puerta, ahora inténtalo con una
ventana. Por qué no te avientas como la mujer de Modigliani.
Katarina: Ella lo hizo por amor.
Frank: (A Tomás) Nosotros no tenemos otra forma de expresarnos. Es terrible.
Debemos separarnos a tiempo. Ver...a un terapeuta familiar. No, ya lo vimos. No sé
qué hacer. Necesito ir a algún lado. Sólo necesito ir. Si no estuviera tan cansado.
Katarina: Hazlo.
Frank: ¿A dónde? (Pausa.) ¿A dónde?
Katarina: ¿A urgencias?
Frank: No, ahí tampoco me atiende nadie. Si solamente tuviera a quién visitar, a
quien fuera.
Katarina: Llévate la urna.
Frank: ¿Qué dijiste?
Katarina. Que te lleves la urna.
Frank: Sí, me la voy a llevar. ¿A poco crees que la iba a dejar?
Katarina: Vete con Jenna, ella sí tiene tetas para todos y también para los demás.
Frank: ¿Qué dijiste? ¿Permites que hable así de tu mujercita? ¿No te da coraje?
Katarina: Tomás sabe...lo que quiero decir.
Frank: ¿Ah, si?
Katarina: Entiende muy bien porque digo eso. (Ríe.) Vé. De todas maneras no
pasará nada. Ella te considera espantoso.
Frank: No, no voy a ninguna parte. Aquí me quedo. (Pausa.) Ya dije que no voy a
ninguna parte y que aquí me quedo.
Katarina: Claro, claro, claro.
Frank: Sí. (Pausa.) Exactamente. Es mi departamento. Yo pago la renta.
Katarina: Quédate ahí y súbete las mangas, idiota.
Frank: ¿Cuáles mangas?
Katarina: Míralas. (Se miran. Tomás no entiende.) Míralo, se estira las mangas
exactamente como la gente que está a punto de volverse loca, que ya casi están
conmpletamente locos, siempre las estiran hasta debajo de las manos, hasta que
no se les ve más que la punta de los dedos. Es cuando ya están enfermos. Es el
momento exacto para hablarle a urgencias.
Tomás: Yo no lo había pensado.
Frank: (Enciende la radio, cantante italiana.) Pero Katarina sí. Siempre piensa en
cosas como ésas.
Katarina: Piénsalo. Hay tantos pequeños signos interesantes de los que se puede
aprender. Es interesante.
Tomás: (En la entrada de la cocina) Hay algo de cierto en eso. Es cierto.
Frank: Les creo.
Tomás: Pero mírate… te estiraste la camisa casi hasta las rodillas. (Toma las
mangas de la camisa de Frank y trata de arremangárselas.)
Frank: (Se resiste y avienta a Tomás. Cae al piso, lo empuja con una fuerza, de la
que no se le creería capaz, silba entre dientes como una serpiente.) Mira,
cabroncito...la próxima vez que hagas eso no te olvides de traer un sombrero para
que levantes tu cerebro y te lo lleves a tu casa.
Tomás: (Se lanza contra Frank.) Ya me tienes hasta la madre, costal de mierda.
Ahora te voy a enseñar...
Frank: Eres peor que una tienda de espanta suegras... Créeme.
Tomás: (Lo golpea): ¡Pinche puto! Ya deberías de estar embarrado en la pared.
Frank: No había visto gente como tú desde la mitad de los años sesenta. No
pensé que todavía existieran.
Tomás: (Continúa golpeándolo, Frank se desploma.) ¡Ten cuidado con lo que
dices, pinche joto!
Katarina: Si tienes ganas, golpéalo, a mí me da lo mismo. Se acabó.
Frank: ¿Joto yo, méndigo?
Katarina: Mételo al refrigerador.
Tomás: Trató de manosearme cuando no estabas. Trató de tocarme.
Frank: No entendiste...
Tomás: Levántate para volver a tumbarte.
Frank: No, así estoy bien.
Katarina: Ahora estás tan pesado que hasta pareces hombre.
Tomás: Levántate.
Frank: ¿Para qué? No puedes agacharte para pegarme. (Tomás le da una
patada.) Yo no compito, no me interesa medir las vergas...
Tomás: (Al mismo tiempo.) Haz algo. No quiero matarlo. Dile que no se mueva.
Frank: ...de ninguna manera....Él no hace más que medir su verga. Medirla.
(Tomás le da otra patada.)
Katarina: ¿Y eso qué tiene que ver, Frank?
Frank: Nada.
Tomás: ¿No te vas a defender?
Frank: Te vas a cansar.
Katarina: Levántate, puta. Déjalo. Ven, vámonos.
Tomás: ¿A dónde?
Katarina: (Va hacia la entrada.) A donde sea. Al parque. ¿Entiendes lo que digo?
Frank: Claro.
Katarina: Quiero irme de aquí.
Frank: Si, vete.
Katarina: Que te vaya bien, que te vaya mal, para que así sientas lo que sentía
yo. (Va hacia la cocina. Se inclina sobre Frank y le acaricia la mejilla.) ¿Entiendes
lo que digo?...¿Qué tienes? ¿Por qué no contestas?
Frank: ¿Qué quieres que diga? (Silencio.)
Katarina: Me tienes hasta la madre… Necesito amor. (Tomás alcanza a Katarina en
la cocina.)
Frank: Déjame tranquila.
Katarina: (Va hacia la entrada. Tomás la sigue.) Sí, voy a hacerlo. Te voy a
aniquilar.
Frank: Si, házlo.
Katarina: Ni creas que cuando me vaya encontrará la paz. (Pausa.) ¿Entiendes lo
que digo?...Ni creas que podrás echarte a dormir. (Katarina va hacia la mesa.
Frank se levanta en la cocina. Va hacia la entrada.)
Frank: ¿Qué quieres decir con eso?
Katarina: Espero que sufras tanto como yo.
Frank: (A Katarina) No pretendo sufrir. ¿No quieres irte para que pueda limpiar y
sentirme bien?
Katarina: Tú no puedes sentirte bien. Te vas a morir. Frank, (calmadamente.):
¿Ah, si? ¿Por qué?
Frank golpea a Katarina en la nuca con el brazo. Cae en el sillón. Katarina grita.
Jenna abre la puerta.

ESCENA VII

Katarina: Porque te dejo...lo voy a hacer, Frank.


Frank: Está bien, pero apúrate.
Katarina: ¿No entiendes?...Te vas a morir.
Frank: Para nada. Ya no te quiero tener en mi cama. Tú no puedes darme
nada...salvo dolores de estómago. Esta noche voy a dormir diez horas y mañana
cambiaré los muebles de lugar y me sentiré bien. Va a estar maravilloso y muy
limpio.
Jenna: (Cierra la puerta con precaución, como si se disculpara mientras los otros
la miran. Tomás siempre en la entrada.) Sí, soy yo.
Frank: Finalmente... estás aquí. Precisamente pensaba bajar a buscarte.
Jenna: Tomás.
Frank: Entra. (Va a la cocina. Apaga la radio.)
Jenna: Por favor, Tomás.
Frank: (Desde la puerta de la cocina.) Estábamos preocupados...Ven a sentarte...
¿Permites que lo diga? ¿Ya te sientes mejor?
Jenna: Nunca me sentí mal.
Frank: Ahora ya está mucho mejor. Ahora vas a tomar algo. (Va hacia la mesa
donde están las botellas de alcohol y las toma.) Se podría creer que Katarina y yo
somos aeromozas, nada de muebles y sólo alcohol por todas partes. Como no
tomo tenemos alcohol por todas partes. ¿No vienes?
Jenna: (Sigue en la puerta.) Por favor, Tomás. (Tomás no puede contestar.) ¿Por
qué no me contestas?
Tomás: ¿Qué quieres que diga?
Jenna: (Lo mira fijamente.) Tomás... (Tomás va hacia la silla.)
Frank: (Va hacia la entrada) Ven, mira la urna. (Toma la bolsa de plástico del
closet.)
Jenna: Por favor, Tomás...No me puedo quedar aquí. (Tomás se sienta en la silla.)
¿No quieres venir? ¿Ya nos podemos ir? (Tomás mira a Katarina. Frank detiene a
Jenna.)
Frank: Ya va a venir. No te preocupes. No pasa nada grave. (Jenna se queda y
mira fijamente a Tomás.)
Jenna: No quiero nada.
Frank: No, no estás obligada a beber. Siéntate, relájate.
Jenna: ¿Hice algo malo?
Frank: No, no, nada.
Jenna: ¿Qué hice? ...(A Tomás.)...Por favor...Contéstame.
Frank: (Coloca la bolsa de plástico en el suelo.) Mira, mira... Siéntate, relájate.
Jenna: Me quiero sentar con Tomás.
Tomás: ¿Qué?
Jenna: Me quiero sentar contigo.
Tomás: Bueno, siéntate conmigo.
Jenna: (Trata de sentarse.) Pero no se puede, no hay lugar. (Permanece ahí.)
¿Me puedo sentar en tus rodillas?
Tomás: ¡Mierda! ¿Qué haces? Te puedes sentar sola, ¿no? (Jenna trata de
sentarse en su rodilla. La avienta y cae al suelo. Llora.)
Frank: ¡Épale! Ten cuidado. (Va la mesa a buscar un vaso. Silencio.)
Tomás: (A Jenna.) ¿Qué tienes? ¿Estás llorando?
Frank: No, no.
Jenna: No son más que lágrimas.
Tomás: ¡Puta! ¿Por qué chillas?...¿Ahora qué te hice? ¿Qué, no me puedo quedar
aquí?
Jenna: ¿Por qué no bajamos?
Tomás: Me voy cuando yo quiera.
Jenna: Pero ya es muy tarde...No me siento mejor.
Tomás: Sí, ya lo veo. Eso nunca te había pasado.
Frank: Ten. (Le da un vaso.)
Jenna: (Lo toma.) No, no quiero. (Le pasa el vaso a Tomás, quien no lo toma.) De
verdad, ya no quiero. (Katarina se levanta y va hacia la recámara. Tomás la sigue
con la mirada.)
Frank: No le hagas caso a... Si le haces caso, es peor. (Ríe. se sienta en el sillón.)
De hecho, he visto hombres que tienen grandes los senos, aunque estén flacos.
Jenna: (Ríe.) Perdón. (bebe.)
Frank: Pero, te lo suplico.
Jenna: Vine a buscar a Tomás.
Frank: Lo entiendo, pero se nota que no quiere bajar.
Jenna: No, no entiendo por qué, ¿por qué no quieres regresar a la casa? (Los
cuatro permanecen callados.)
Frank: Además necesito darte algo antes de que se me olvide. (Deja su vaso.
Toma un poster y se lo da a Jenna.) Te lo ruego. Es para ti.
Jenna: (Lo toma.) ¿Qué?
Frank: Te lo ruego.
Jenna: ¿Por qué haces esto?
Frank: Abrelo.
Jenna: No.
Frank: Sí, házlo.
Jenna: (Lo abre y mira el poster.) Está muy bonito.
Frank: ¿Te gustaba?
Jenna: Pero no lo puedo aceptar.
Frank: Lo dado...dado. (Se vuelve a sentar en el sillón.)
Jenna: Es muy bonito...En verdad, qué amable. ¡Muchas gracias!
Frank: De nada. Tengo muchas imágenes que representan algo. Jenna: ¡Oh! ¡Qué
bonito! (Bebe.)
Frank: Si.
Jenna: No sé dónde lo voy a pegar.
Tomás: ¿Estás idiota, o qué?
Jenna: Creo que lo voy a poner en el comedor.
Katarina: Ya me lo había regalado, pero no hay problema.
Jenna: ¿Verdad? No lo acepto, no sabía.
Katarina: Puedes conservarlo. No quiero tener nada de él. Déjame orinarlo...se
mea solito., (A Frank.) Se lo regalas para hacerme daño. ¡No se vale!
Frank: Para nada pensaba en ti.
Jenna: (Nerviosa.) No me gusta nada. Perdóname. (Bebe.)
Katarina: Querida, no tiene la menor importancia.
Frank: No, en lo absoluto. (Pausa que se prolonga.) Es una velada maravillosa.
Jenna: Si.
Frank: Las cortinas se mueven, los pichones gorgorean...
Jenna: Hay uno que es muy gracioso. Yo creo que tiene hijitos en el parque.
Frank: ¿Quieres un café con leche, Peggy?
Tomás: ¿Peggy?
Frank: (Sorprendido.) ¿Si?
Tomás: Si, no se llama así. No se llama Peggy.
Frank: ¿No? Entonces, perdóname. Yo solamente decía que era una velada
maravillosa.
Tomás: No me provoques. (Pausa.) Ya sabes como puede acabar. No me
provoques.
Frank: Seguro, me llenará el culo.
Tomás: ¿Qué entiendes por eso?
Frank: ¡Ah! ¿Ya despiertas?
Tomás: ¡Ya sabes! Yo no me dejo impresionar. Por nadie.
Frank: (A Tomás y a Jenna): Ustedes dos son muy raritos.
Jenna: ¿Quién? ¿Nosotros dos?, (Katarina está en la puerta de la recámara,
como si estuviera muy borracha.)
Tomás: ¿Si?
Frank: Sí...pero no más raritos que Katarina. Ella es una enferma mental...¡Y me
duele mucho!
Tomás: (Mira a Katarina.) Ya empezó de nuevo. Es insoportable.
Jenna: ¿Entonces, qué, bajamos?
Tomás: ¿Por qué? Si tú quieres bajar, baja.
Frank: Ella está loca. Es lo único que sé. ¿Qué se sabe de alguien así? ¡Mirenl. Es
puro teatro. Tomás, espera a que empiece a jugar al perro sin amo.
Jenna: Él no va a jugar a nada de eso. Va a bajar y a acostarse, ya es tarde.
Mañana tiene que trabajar. No estamos acostumbrados a desvelarnos. Está
cansado, sé muy bien que está cansado.
Frank: Katarina está acostumbrada a conseguir lo que quiere. Si ya decidió Tomás
se la va a coger. Tus chichitas no sufrirán, Jenna, créeme. (Katarina abre la puerta
de la recámara.)
Jenna: ¿Qué dices?
Frank: Siempre hay que tener un dedo apuntando hacia la realidad. A veces, ella
lo tiene así. Cuando lo necesita. La mayor parte del tiempo no. Yo lo debería
tenerlo así. ¡Mírenla! (Frank se levanta va hacia la recámara. Katarina entra, cierra
la puerta.)¿Qué haces Katarina? ¿Me porte mal?
Jenna: ¿Qué dices?
Frank: No tiene importancia. No me fije en lo que dije. Vamos. Fue una idiotez. Yo
soy un idiota.
Jenna: Si, lo fuiste.
Frank: Si, ya sé. (Toma su mano, la acaricia.) Tú eres buena.
Jenna: ¿Quién? ¿Yo?
Frank: Sí, tú eres amable.
Jenna: No, no lo soy.
Frank: Sí eres. Debes serlo.
Jenna: No, no lo soy para nada.
Frank: Si eres, lo siento.
Jenna: Es que podemos decir lo peor cuando hablamos de alguien.
Frank: Sí, es lo único que hacemos. Pero no fue lo que yo hice, dije: “Eres
amable” ¿Me entiendes? Trato de expresarme lo más claramente posible...Tú no
solamente eres amable...hay algo más en ti...Algo grandioso.
Jenna: ¿Ah, si? ¿Qué?
Frank: Lloras cuando estás triste. ¿Sabes a lo que me refiero?
Jenna: Yo soy tan poco interesante.
Frank: No, tú tienes algo, algo grandioso.
Jenna: ¿De qué hablas?
Frank: Si... algo de luz... algo divino... algo de altruismo.
Jenna: ¡Oh! Gracias.
Frank: No tienes que agradecer...No tienes que agradecer por eso. Si no te
destruyes.
Jenna: Fue bonito.
Frank: ¿Te gustó?
Jenna: Fue simplemente bello.
Frank: Sí, Tomás también lo ha dicho.
Tomás: ¿Vas a seguir chupando?
Jenna: (Mira su vaso vacío.) ¡Oh! No me había dado cuenta. ¿Qué fue lo que dijo
Tomás?
Frank: ¿Sobre qué, Jenna?
Jenna: Sobre mí.
Frank: ¿Ya te sientes mejor?
Jenna: Un poco... pero es mejor que ya no tome... No hago más que llorar.
Tomás: Sí, eso me cansa.
Frank: Tú no dices nada desagradable, ni nada malo, ni nada estúpido de la
gente... Porque sabes que eso se te revierte... y te lo guardas. ¿Verdad?
Jenna: ¿Qué dijo Tomás? ¿Qué dijo?
Frank: Dijo que no eras agresiva, es horrible, ella no es agresiva, siempre está
caliente.
Jenna: ¿Caliente?
Frank: Sí, en vez de enojarse.
Jenna: ¿Caliente yo?
Frank: Si.
Tomás: (Voltea la silla hacia Jenna y Frank.) Más vale que tengas cuidado. Es la
última vez que te lo advierto.
Frank: Todavía quiere bronquearse. Es raro. Ha de sentirse amenazado.
Tomás: (Se levanta.) Te lo advertí.
Frank: Sí, comprendo eso.
Tomás: Yo pienso seriamente en lo que digo. Voy a refundirte en el excusado. Voy
a trapear el piso contigo. (Jenna trata de retener a Tomás, quien la empuja.)
Frank; Sí, sí, estoy convencido.
Tomás: Ya te escuché toda la noche, pero ya me tienes hasta la madre. Yo no soy
ningún pendejo.
Jenna: Tomás, es mejor que nos vayamos. Esto no tiene sentido. Ven, vámonos.
(Lo empuja.)
Tomás: (Aparta a Jenna y rompe sin querer su venda.) Párale. ¡Mierda!
Jenna: Te lo suplico, Tomás. ¿Por qué te enojas tanto?
Tomás: No me revientes las orejas. Me cae que pareces un niñito...Si quieres irte
a acostar, pues vete. Ve a acostarte... No pienso largarme. ¡Puta! Siempre regreso
a la casa, lo sabes bien. Además, en doce años de matrimonio nunca he dormido
fuera de casa...¿Qué crees que pueda pasar? ¿No puedo ver otra jeta sino la
tuya? ¿Qué tienes? Al menos puedo hablar de otra cosa que no sea de los niños,
con quién jugaron y sus putos padres y su pinche jeta en las mañanas y tú no
paras de despotricar contra los demás. Pero eso sí, nosotros estamos muy bien.
¿Estamos bien?
Jenna: Si, pero comparándonos con los demás...
Tomás: Tú no sabes lo que yo siento... no tienes ni la menor idea de lo que siento.
Jenna: Por favor, Tomás... de eso podríamos hablar más tarde, ¿no? ¿Podemos?
Me das miedo cuando gritas de esa forma.
Tomás: ¡Puta! ¿De qué tienes miedo? Ve a acostarte. Baja y espérame. Iré más
tarde. Iré cuando me den ganas... iré.
Jenna: No me quiero ir sin ti.
Tomás: Entonces quédate aquí. (Pausa.) ¡Me tienes hasta la madre!
Jenna: ¿Qué? ¿Qué dijiste?
Tomás: Lo que oíste.
Jenna: ¿Estás enojado? ¿Qué te hice?
Tomás: ¡Me tienes hasta la madre! ¿No lo entiendes?
Jenna: Por favor, Tomás, por favor...
Tomás: Ya no te aguanto.
Jenna: Es que tomaste alcohol.
Tomás: ¡Chingados que no! ¡Ya no te soporto! ¿Lo entiendes? ¡Ya no te puedo ver!
(Va hacia ella y le grita en la cara.) ¡Ya no te puedo ver! (Jenna empieza a llorar.
Está frente a la puerta quebrada de la cocina. Tomás la sacude.)
Jenna: Lo siento.
Tomás: ¿En verdad necesito esto? (Jenna llora en silencio con los ojos abiertos.)
Lárgate a babear a otro cabrón. Aquí me quedo. (Se sienta en una silla.) Oscurece
tu nidito confortable y pinta la cocina de rojo o quién sabe que chingados habrás
inventado para divertirnos este verano.
Jenna: ¡Perdóname! ¡Bésame!
Tomás: ¿Qué?
Jenna: Perdón. Bésame. (Lo besa.) Más. No, abre la boca cuando me beses.
Tomás: Siéntate. ¿Entonces, no te vas? Te me pegas como una ladilla a mi
calzón.
Jenna: No quiero bajar sola. (Se sienta en el sofá, todavía trae el poster en la
mano.) Ya no pongo un pie allá si tú no quieres. ¿Me entiendes?
Tomás: De acuerdo, quédate… Quédate a vigilarme... Que revienten los niños.
Jenna: Aquí me quedo.
Tomás: ¡Pinches gritos!...¿Qué ganas con gritar?
Jenna: Nada.
Tomás: Me cago en lo que hagas. Jenna, (A nadie.) ¿Qué me falla?
Frank: (Va hacia la recámara.) ¿Dónde está Katarina? Tomás: ¿Por qué estás tan
mojada? Pareces un feto.
Frank: (Ríe pero de otra cosa, de Katarina que regresa.) Se ríen de ti. ¿Por qué?
Katarina: Porque soy chistosa. (Katarina trae un bonito vestido que fue blanco y
ahora es amarillento.)
Frank: ¡Hola, Katarina!
Katarina: ¡Hola, Frank!
Frank: ¿Cómo estás?
Katarina: Mucho mejor.
Frank: Me da gusto.
Katarina: (Va hacia Tomás.) No me queda de otra.
Jenna: ¡Qué bonito vestido!
Katarina: ¿Te gusta el color?
Jenna: Si, si, está muy bonito...¿Blanco? Pero, mira. Aquí no hay nada verde.
Aquí no hay nada verde.
Katarina: (A Frank, odiosa.) Modigliani detestaba el verde.
Frank: (A Tomás.) ¿Entonces, mi viejo teporocho? ¿Volvemos a ser amigos?
(Tomás no contesta.) ¡No tenemos por qué pelearnos! (A Jenna.) ¿Siempre es así?
¿Quiere todo para él?
Katarina: Él es impotente.
Frank: ¿Tomás? No lo creo.
Katarina: Frank...
Frank: ¿Frank?
Katarina: Frank es impotente.
Frank: ¿Ah, sí? (Pausa.) ¿Cómo está eso?
Katarina: Eso quiere decir... que no puede coger... Pobre, Frank.
Frank: (A Jenna.) ¿Sabes lo que significa? Ella ya no provoca ningún efecto.
Katarina: No puede. Traté de ayudarlo. Eso no es motivo para avergonzarse. A mí
no me da vergüenza.
Frank: (Amablemente.) ¡Chingas a veinte, Katarina! Es ridículo.
Katarina: No estás solo.
Frank: Superfluo. Viejos discursos para nuevas caras.
Katarina: Eso quiere decir que no puede coger sin fantasmear.
Frank: ¡Ay, diosito!
Katarina: Con verdaderos fantasma… ¿ustedes entienden? (Pausa.)
Afortunadamente tiene mucho dinero, y ahora vas a tener más, lo de tu
mamacita... Entonces vamos a poder ir a Marruecos, donde hay muchísimos
jóvenes guapos.
Frank: Katarina no sé si debas seguir así.
Katarina: ¿Qué dices?
Frank: No sé si deba dejarte continuar.
Katarina: ¿Pero ustedes entienden lo que les quiero decir?...Los fantasmas no son
suficientes.
Frank: Aquí nos divertimos mucho. Las orejas de Tomás revolotean como
murciélago. Ya deja de envilecerte. (Va hacia Katarina.)
Katarina: Tengo que ir a las discotecas a levantar hombres, que los traigo a la
casa para coger y él mira haciéndose pasar como mi hermano mayor. Dentro de
poco tendré que cobrar. Dentro de poco él dejará de trabajar. Es un padrote.
Tienen frente a ustedes a un padrote. Eres un padrote. Un vulgar padrote sueco.
Frank: Ya no le contesto. ¡Qué historias! (Pausa.) No oí. No te oí. No estoy en esa
longitud de ondas, nunca he estado. Sólo creí estar. Realmente traté de estar.
Pero en serio, ella no existe.
Katarina: Me quedaré contigo si siempre me procuras hombres nuevos.
Frank: Claro.
Katarina: Se necesitan hombres bien puestos.
Fraak: (Va hacia la mesa a tomar un vaso.) Well-hunged guys, como se dice.
Katarina: A él le gusta eso. Es agradable. Deberían de ver cómo llora en la
mañana. Arrodillado, llora, me dice que eso no me importa, que no los amo, ¿no
es cierto? ...Es a mí a quien amas...Claro, le digo, ya lo sabes, es a ti a quien
amo...Ya no lo volveremos a hacer. Por favor, Katarina. Ya es suficiente. Que sea la
última vez. Pero nunca es la última vez. Estábamos en Tailandia. Fue fantástico.
¿Ustedes han estado en Tailandia?
Frank: Sí, necesitas decir cualquier cosa, me imagino. ¿Estás borracha? (A
Jenna.) ¿Cierto?
Jenna: ¡Señor! ¡Jesús! ¿Por qué eres así? Nunca vi algo parecido. Frank:
¿Cómo? ¿Cómo somos nosotros?
Jenna: Ustedes son personas que provocan angustia en demás... A mí no me
gusta eso... Espeluznante. (Perturbada.) Tú te quedas ahí y no dices nada.
Tomás:¿Qué quieres que haga? Eso no me importa. (Va hacia la entrada.)
Katarina: (Sigue a Tomás.) Durante nuestros nueve años de vida en común, seguí
una regla de oro, que me sirvió mucho: cuando me golpea no me daña a mí sino a
sí mismo.
Frank: Me rindo.
Katarina: Pero ya no puedo, ya no tengo fuerzas... (Va hacia Jenna, que está en
el sillón.) Necesito ayuda, Jenna... ya no tengo fuerzas.
Frank: No es cierto. (Katarina se sienta cerca de Jenna y empieza a llorar.)
Katarina: Tengo tanto miedo, tanto miedo, Jenna... ¿Me puedo ir a su casa?
Tomás: Por supuesto.
Frank: (Va hacia la silla.): ¿Quieres tener la amabilidad de pararle?
Katarina: Necesito salir de aquí...¿Puedo bajar con ustedes? ¿Puedo dormir esta
noche en su casa? ¿Puedo dormir en su casa? Se los ruego, no me dejen sola con
él...no me dejen...No sé qué hará.
Jenna: Sí, claro. Puedes dormir en el cuarto de Sarah. Ella no está, está con su
abuela.
Katarina: Perdónenme, pero necesito salir de aquí.
Tomás: Si, claro.
Frank: Es horrible, es horrible escucharte.
Katarina: No, no lo dejen que se me acerque.
Frank: ¿Estás loca? Nunca más te volveré a tocar.
Katarina: Tomás...
Tomás: (Hace que Katarina se siente en la silla.) No, no, no debes tener miedo...
no te tocará cuando yo esté aquí. (Frank saca la bolsa de plástico.)
Katarina: No me dejen. No me dejen aquí... ¿Podemos bajar ya? Llévenme... Si
tan sólo pudiera dormir.
Tomás: Claro que podemos, (Frank saca la urna de la bolsa, va hacia Katarina y
le echa las cenizas encima.)
Jenna: (Se levanta.) No tienes el derecho de hacer eso. Eso no se hace.
Frank: (calmado) Un día la mataré.
Katarina: Ya lo hiciste. (Pausa.)
Jenna: No tienes el derecho de hacer eso… No tienes derecho. (Katarina se
levanta, va hacia la entrada, saca la aspiradora y regresa con ella, la conecta y se
dispone a aspirar.)
Frank, (se pone de rodillas, empieza a levantar las cenizas y se las echa en las
bolsas, al mismo tiempo que habla. El ruido de la aspiradora se convierte en una
nota baja.) No lo hice adrede. Perdóname. ¿Por qué hice eso? ¿Cómo pude
hacerlo? ¿Qué me falla? (Pausa.) No pensé que hubiera tanta. Era tan chiquita.
De pronto se hacen pequeños y simples sin que uno se dé cuenta. Anoche soñé
con ella. Casi nunca sueño. Nunca. Casi nunca me acuerdo de mis sueños. No sé
por qué. Estábamos sentados en un cuarto. Algo pasaba afuera , quizá una
guerra, en todo caso había jinetes que cabalgaban en una colina..quizá era la
Guerra de Secesión en Estados Unidos. Mamá estaba sentada frente a mí, a un
lado de la mesa, con una bolsa grande en la vagina. Abrió la bolsa para tomar
algo. Pero Katarina le decía que yo estaba ahí...no, que ella debía cuidarme, ella
le prometía que me iba a cuidar y a vigilar que nada me pasara, trataba de
convencer a mamá que yo podía ser amado y que tenía derecho a vivir... y... yo
hablaba siempre como en “Las mil y una noches”, no me acuerdo de qué... De
hecho, en la bolsa, mamá traía una pistola y cuando dejaba de hablar para
respirar o encontrar nuevas historias o...su mano se deslizaba al fondo de la bolsa
y agarraba la pistola, que me apuntaba, pero yo hablaba, hablaba, ella estaba
atenta y me escuchaba. Pero no para oír lo que decía sino para matarme cuando
ya no pudiera seguir o cuando me callara. Salté, corrí hacia la puerta, quería salir,
dar un portazo y cerrarla con llave. Pero la puerta se convirtió en dos cortinas y no
tenía manija.
Después ya no supe qué pasó. Un espejo... Mucha tela... Cosas bonitas... Una
mujer, probablemente razonable... Duendes... ¿Por qué estoy aquí? Aquí no hay
paz... esas cortinas cerca de mí... Están a punto de hablarme... Tienen manos...
Mide dos metros... Me habla... Me pone la mano en la espalda y me pide que hable
más bajo... ¿Hablo muy fuerte?... ¿Tiemblo?... Al menos podrían ayudarme con la
tercera dimensión. Podía llevar las cenizas en mi cabello. (Se quita los zapatos y
los calcetines huele un zapato, empieza a vaciar las cenizas en el otro.) Lo grande
se hace pequeño y lo pequeño se hace todavía más pequeño. (Avienta las cenizas
al aire.) Lo que me gusta es que al pensamiento no le pasa esto. (Prueba las
cenizas, se lame el dedo.) Yo no entiendo por qué todo se me escapa, ¿Tú lo
entiendes? Eso parece tan concreto, tan sustancial y después se evapora, como el
perfume. Siempre detesté Dag Hammaarsköld, siempre lo detesté, a él y a su olor,
sobre todo su olor... la cola en la botella, la cola en la botella de perfume, se le
aprieta pfuit... pfuit… una vez quería que alguien me escuchara y tocar a una
persona en la oscuridad... Una vez necesitaba tocar profundamente a
alguien...quería ir...quería encontrarlos otra vez aquí...que vinieran aquí... Tengo
frío. ¿Saben lo que pasa ahora?...La cortina se me viene encima. Se puso frente a
mí y me envuelve la espalda... ¿Qué me quieres hacer? ¿Qué me quieres hacer?
Gente sale de la cocina y aquí no hay nadie y me hablan...Surge un
obstáculo...Alguien atravesó el cuarto y de hecho no hay nadie... Ahora es difícil...
nosotros no existimos... ¿Mamá, dónde estás? ¿Mamá? ¿Existes? ¿Dónde estás
cuando no existes? ¿Quién era mi mamá? Ahora es difícil... Ahora, es
verdaderamente difícil... Lloro. (Sin lágrimas.) Algo pasa... La cortina se sienta en
mis rodillas... ¿Qué quieres? (Pausa.) Susurro tu nombre una y otra vez para no
volverme loco. Entonces... entonces pasa algo muy interesante. Me levanto.
Empiezo a caminar. Dejo el cuarto y a la gente que no está. Les digo adiós. Y me
voy. Entonces me voy. ¡Míren! Sólo el que se va regresará algún día. (Nadie se
mueve. Abandona el cuarto, sale por la puerta y la deja abierta, baja la escalera.
Después Jenna corre tras él. Tira el poster. La aspiradora vuelve a dar la nota baja.
Katarina y Tomás se quedan y se miran un largo rato. Tomás espera. Va hacia ella y
le agarra brutalmente el sexo. La aspiradora se lo obstaculiza.)
Katarina: ¡Ay! No tan fuerte... (Estornuda.)
Tomás: (Todavía apretándole el sexo, ella debe inclinarse hacia delante.)
Imagínate si regresan. Imagínate si regresan.
Katarina: ¿Qué podría pasar? ¡Ay! Me haces daño.
Tomás: Imagínate si ellos regresan ahorita.
Katarina: ¿Quiénes, Jenna y Frank? Tomás: Si, “ellos” son ellos, ¿no?
Katarina: Me haces daño.
Tomás: Si, lo siento, ¡Puta, hace daño! Ay, Ay...Pero está rico, ¿no?
Katarina: Si. (Estornuda. Tomás trata de apartar la aspiradora. El velo de novia es
aspirado.) ¡Dios, mío! ¡Cuánta brutalidad! (Pausa.)
Tomás: Te traje ganas toda la noche. Toda la noche estaba ahí, viéndote... Sabía
que lo haría.
Katarina: ¿Ah, si?
Tomás: Si, si.
Katarina: Ven a sentarte, sentémonos, ya no quiero estar parada. (Se sienta en
una silla.)
Tomás: Ten cuidado, no pisemos las cenizas. Ya no aguanto más.
Katarina: Prefiero acostarme en el sillón.
Tomás: No entiendo lo que dices. No puedo detenerme. Platsch. (Tomás se
acuesta sobre Katarina. La silla, extendida.)
Katarina: No, no.
Tomás: Ayúdame a subir. (Se endereza un poco.) dejémos que se diviertan. No
van a llegar.
Katarina: Seguramente Frank no. Tomás: Tampoco Jenna, te lo juro.
Katarina: ¿No? (Pausa.)
Tomás: No, nunca.
Katarina: ¿Ella no ha estado con otro? ¿Con nadie?
Tomás: ¿Estás loca? (Las manos en la bolsa de su pantalón.) No sé dónde los
dejé. Necesito verte.
Katarina: ¡Pobre!
Tomás: Si, cierto. ¿Por qué dices eso? Ella no quiere. Se siente bien cuando
salen bien los detalle mínimos, todas las noches lo mismo y después se deja ir, se
sube al coche y se va al campo. ..pero si llegan desconocidos, se pone fuera de sí
como si fuera una prueba...Tú no te imagianas cuántas veces me crucé contigo en
las escaleras y me dije...caminas tan lento, como si hubieras corrido muchos
kilómetros, cuántas veces me imagine que te metía la mano bajo la falda y te
acariciaba...
Katarina: ¿Por qué no lo hiciste?
Tomás: ¿Si? Te juro que te hubiera abierto de piernas. ¿Las hubieras abierto? ¿Lo
hubieras hecho?
Katarina: ¡Claro que no!
Tomás: Seguimos...
Katarina: ¿En qué estabamos?
Tomás: En nada. ¿Puedo prender la luz?
Katarina: Sé delicado conmigo. (Estornuda. Pausa larga)
Tomás: ¿Me quieres bien? No necesitas contestarme. ¡Dime? (Katarina sonríe.)
No te rías (Tierno.) No necesitas hablar.
Katarina: No, está bien.
Tomás: ¿Pero me quieres bien? Puedes...(Se golpea el pecho.) ¿Puedes? ¿Me
entiendes? ¿Me ves? ¿Sabes quién soy? (Se rinde.) No, eso no importa...Es...no
hagas nada...No puedo explicarme...¿Puedes ver qué parezco? ¿Quién soy?
¿Yo?
Katarina: ¡Claro! Siempre.
Tomás: ¿Entonces? ¿Me ves? Contéstame. (Pausa.)
Katarina: No hables.
Tomás: Quiero hablar... priemro quiero hablar, primero quiero hablar.... necesito
hablar.
Katarina: ¿Para qué?
Tomás: No sé, lo necesito...¿Qué haces? Ella está un poco loca... Ella... Ella... es
decir, ella parlotea todo el tiempo...Eso me pone nervioso... Nunca puedo hablar
con ella de algo más que no sean los niños. Nunca tenemos un rato para nosotros.
Si pudieramos dejáreslos a alguien, sólo una noche e irnos al mar... y dormir en el
coche con todo el tiempo del mundo. Realmente ella nunca me ha tocado... Ella...
es decir... lo he necesitado... Siempre estudié para dejar ese trabajo de mierda por
otro trabajo de mierda...Podríamos estar bien si dejáramos todo, toda esta mierda,
el trabajo, las deudas, las facturas.
Katarina: ¿También a Sarah?
Tomás: Si, también a Sarah...Todas las noches cuando me acuesto y los demás
también, sé que fue una jornada inútil. Nada. El 14 de mayo nunca ha existido.
Nunca lo recordaré...Pero mañana 15 de mayo o dentro de una semana...Pasará
algo...cuando nos vayamos de vacaciones...cuando estemos varados en la aduana
de Heisinghorg. (Katarina se echa aire con su vestido.) ¡Ah, aire! Hace tanto calor.
Katarina: Perdóname.
Tomás: Tienes unas tetas increíblemente sensibles, basta verlas para que se te
pongan duras.
Katarina: Depende de quién las vea.
Tomás: Tú... ¿Podríamos sentarnos en otro lado?
Katarina: Vamos... ¿A dónde?
Tomás: Al suelo.
Katarina: (Alegre.): Si, vamos. (Se sientan en el piso.)
Tomás: Así podemos oír cuando lleguen.
Katarina: ¿Ahora, qué hacemos?
Tomás: No puedo verte la cara.
Katarina: Tienes suerte. (Pausa. Katarina se acuesta sobre el poste, lo arruga.)
Tomás: ¡Claro! (Se quita el saco. Lo hace bola y se lo pone a Katarina en la
cabeza, Tumba algo.) Hay cenizas hasta en el saco.
Katarina: Se está bien acostados...Te deseo.
Tomás: ¿A mí?
Katarina: Si.
Tomás: ¿Realmente?
Katarina: Ahora. Te deseo ahorita...Traigo bien calientes mis patitas. (Pausa.) Me
callo. (Pausa.) Tomás: Si, es me gusta.
Katarina: ¿Cómo estás?
Tomás: Bien... ¿Qué crees que estén haciendo?
Katarina: Nada. En todo caso, Frank nada más se interesa en mí.
Tomás: Probablemente están cerca de la cama de Wolfgang, Imagínate que se le
ocurra levantarlo y aventarlo al techo. (Mira hacia arriba.) No lo resistirá. Está muy
chiquito. Puede causarle un shock.
Katarina: Pero yo nunca le prometí nada. Le dije que nuestra relación nunca
empezó. Entonces comenzó a llorar. Comenzó a llorar.
Tomás: ¿Ah,si..?
Katarina: En el café que está más debajo de la apiscina de Sture...
Tomás: ¡Ah, si! Allá arriba.
Katarina: Dijo cosas tan espantosas. Es tan dramático. Eso me gusta.
Tomás: (cree que alguien llega.): ¡Cállate!
Katarina: ¿Qué? Tomás: Silencio.
Katarina: No hay peligro.
Tomás: Me siento un poco mal.
Katarina: (Para sí misma): Tú eres a quien he esperado toda mi vida.
Tomás: ¿Yo?
Katarina: Alguien como tú.
Tomás: ¿Cómo yo? ¿Cómo?
Katarina: Quería hacer tantas cosas contigo....
Tomás: En verdad me siento un poco mal. No debiste hablar de pasteles.
Katarina: Viajaremos mucho.
Tomás: Regularmente no tomo tanto.
Katarina: Me gustaría irme de viaje contigo. ¿Te gusta estar bien cogido? ¿Te
gusta coger? ¿Qué te cojan? (Estornuda.)
Tomás: Escucha, necesito levantarme un rato...de tanto estar así se me aplastó el
estómago.
Katarina: ¿Te gusta?
Tomás: Házte tantito para allá. Katarina: ¡Anda! Vamos a la recámara.
Tomás: ¿Crees que le vaya a pegar o algo así? (Pausa.)
Katarina: ¡Ven! ¡Ven! (Se lleva a Tomás a la recámara.) ¡Al menos te me puedes
meter.
Tomás: ¿Ahorita? (Ausente o indiferente, ella se levanta el vestido más arriba de
las rodillas, le ofrece su bajo vientre, él le acaricia los muslos, toca su vestido.)
¡Qué vestido tan raro!
Katarina: ¿Te parece?
Tomás: ¿De qué es? ¿De qué está hecho?
Katarina: De felicidad.
Tomás: ¿Dónde lo compraste?
Katarina: (Se acuesta en la cama.) Es mi vestido de novia. Métete un poco en mí.
(Tomás se la mete, ella gime. Están arriba de la secadora de cabello que se
enciende.)
Tomás: Dime...
Katarina: (La apaga.): No, no hables.
Tomás: Dime...
Katarina: Shhhhtt.
Tomás: Me siento un poco mal.
Katarina: Vas a estar bien....Ni siquiera me besaste.
Tomás: No, ahora no.
Katarina: Si...si. Tomás: Te lo juro.
Katarina: No necesitas hablar...no tienes que decir anda. Es mejor que no me
hbles. Mejor, bésame.
Tomás: Espera.
Katarina: Lo necesito. Necesito sentir a otro. Sólo un momento. Si no, me vuelvo
loca. (Lo toma de la cabeza y lo obliga a besarla. Luego Tomás se siente muy mal
por el alcohol, salta y corre a la sala. Katarina sigue acostada.)
Tomás: (Regresa. Se queda en la puerta) Perdóname... ¿Dónde estás?
Katarina: Aquí.
Tomás: Perdóname.
Katarina: No es nada.
Tomás: Pero yo realmente quiero... Perdóname... Desde hace años que sueño
con ésto.
Katarina: ¿Con qué? Tomás: Contigo...ya te dije.
Katarina: ¿Realmente?
Tomás: Cuando tengo una oportunidad de cogerte, mira lo que pasa. Katarina:
Espera un poco...Seguro que me vas a coger.
Tomás: Estoy enfermo.
Katarina: ¿De qué? Te pondrás bien.... Para mí será duro. (Se arrodilla frente a
Tomás.) ¿Qué dices? ¿Qué puedo hacer?
Tomás: Nada....No me siento bien...Me siento mal...no quiero hacerle daño...no es
necesario. (Katarina empieza a reírse. Jala a Tomás hacia ella.) Si, puedes
decírselo...no quiero ¡y es todo! Ya no tengo ganas...Es todo lo que puedo
decir...Ya no tengo ganas. Te ruego que me perdones...No es tu culpa. (Se retira.
Katarina sigue acostada en el suelo y ríendose.) Si, así es. No puedo hacer
nada...no hay de qué reíres. ¡Que te calles, chingados!
Katarina: Ya me callé.
Tomás: No por qué reírse...lo haría si pudiera...Eso se da solo. No puedo hacerlo
porque tú lo deseas...¿Entiendes eso? Yo no te conozco.
Katarina: ¿Qué?
Tomás: Clac, clac, clac. ¿Cómo se llama?
Katarina: ¿Frank?
Tomás: Si. (Empieza a tiritar, tiene frío, le teimbla violentamente todo el cuerpo.)
Katarina: ¿Quieres decir Frank?
Tomás: Si, si, si.
Katarina: Yo lo amo.
Tomás: A Frank, ¿quieres decir a Frank? ¿Frank?... quiero decir
Katarina: Lo amo.
Tomás: Tengo frío, estoy temblando, me tiembla todo el cuerpo, mira. Brrrr...si,
exactamente... es lo que digo... no es tu culpa... brrr... es como si estuviera
enfermo de mi borrachera... Brrr. Pero si tomamos, hay que tragar... Si tomamos
hay que enfermarse una semana con su mujer, cerrar las puertas y tragar... no
puede uno dejarse ir y hacer todo, lamerle el culo y tener buen clima... (Pausa.) A
veces hay que despertar al cochino que tenemos dormido... Despertarlo de vez en
cuando para ser humanos.
Katarina: Lo amo.
Tomás: Ya sé... AH, tengo frío...me estoy muriendo de frío... No entiendo por qué
tengo frío. ¿Tú tienes frío? No puedo quedarme en el mismo lugar.... Es como
cuando manejas un camión...ya se acabó. Ya me voy.
Katarina: Si, vete.
Tomás: Bajo
Katarina: Si
Tomás: Nada más subí para decirte buenas noches. Ahora tengo que irme.
(Tiembla de nuevo.) Empieza otra vez. BRRRRRRRR. Si, tengo que...tengo que ver
qué están haiendo...Tengo que ver antes de que pase algo. Brrr. Es agradable
sentir este frío. Como si te hubieras bañado afuera... ¿Qué vas a hacer?
Katarina: Nada.
Tomás: (Casi alegre.) Entonces me voy. Nada más me quedé para decirte buenas
noches. ¡Vas a estar mejor! Buenas noches.
Katarina: Buenas noches. (Tomás se va. Katarina se queda en la cama. Entra
Frank, después Jenna, cierra la puerta... Frank baja las persianas, va hacia la
mesa, pisa los objetos que están tirados en el piso. Ahora el cuarto está en un
estado deplorable.)
Jenna: Yo no te dejo. (Siempre lo sigue, lo sigue hasta la cocina.)
Frank: ¿Por qué haces esto?
Jenna: No sé...sólo siento que es lo que hay que hacer...seguirte. (Pausa. Van
hacia la entrada.)
Frank: (Enciende la radiocasetera) Ahora quisiera ir a un lugar de difícil acceso,
para estar realmente seguro que me vas a seguir y no me dejarás.
Jenna: No lo haré. Si quieres puedes sentarte. Yo me sentaré a tu lado. (Frank
coloca la radiocasetera en el piso. Se sienta encima. Jenna se arrodilla a su lado.)
Frank: ¿Estás bromeando, ¿no?
Jenna: No.
Frank: ¿Estás segura?
Jenna: Te lo suplico...es en serio.
Frank: (Arrodillado cerca de la urna, aparta la radiocasetera. Sacude las cenizas
de su cabello a la urna) ¿En serio?
Jenna: Eso quiero. ¿Puedo?
Frank, (pausa.): ¿Cómo eras de pequeña?
Jenna: ¿Como niña?
Frank: Si.
Jenna: ¿Cómo niñita? (Pausa)
Frank: ¿Solitaria?
Jenna: No, para nada...Era muy querida...una niñita calmada...amable, bien
portada, me las arreglaba yo sola. (Pausa. Se sienta en el piso al lado de Frank.)
Frank: Cuéntame un episodio de tu infancia....El que sea.
Jenna, (piensa largo rato.): Tenía muchas ganas de ir los domingos a la doctrina,
aunque mis padres no eran religiosos... porque me habían dicho que si ibas te
daban una estrella...cada vez que ibas te daban una estrella que deberías pegar y
yo creía que si tuviera una estrella todo sería diferente...No sé como...pero la
primera vez que fui, la señorita hablaba de Jesús, de cómo había caminado en el
agua, entonces me dije: “¿Cómo pudo hacerlo?”
Frank: ¿Recibiste estrellas?
Jenna: Si, una caja entera. Nada más quería tenerlas...Puedo...
Frank: Alguien te ha dicho: “Te amo. No puedo vivir sin ti?
Jenna: No.
Frank: Tengo que ir... tengo que ir al baño a hacer pipi.
Jenna: (Se levanta.) Voy contigo.
Frank: ¿Puedes? Eso me alegra.
Jenna: No hables... Cuando te tomo en mis brazos, es como si llegaras a la casa.
¿Qué haces?
Frank: Solamente sonrío. Puedes agarrar mi pito miemtras hago pipí. ¿Quieres?
Jenna: Si. (Van juntos al baño. Frank hace pipi. Van juntos al lavabo, sacan el
sartén y Frank ayuda aJenna a lavarse las manos.)
Frank: (Sale del baño.) ¿Pero por qué me sigues?
Jenna: No sé. (Descubre en el estante una bolsa llena de velas.)
Frank: ¿No puedes explicar?
Jenna: No, así lo siento. (Coloca una vela encendida en las huellas de sus pies.)
Frank: Por favor...
Jenna: No puedo, me faltan las palabras.
Frank: No. ¿Para qué sirven las palabras? (Regresa a la sala. Ella siguen
prendiendo velas.)
Jenna: Si fueras yo también te faltarían.
Frank: No, es verdad...Tú eres tan diferente...
Jenna: ¿Por qué? ¿Cómo está eso?
Frank: No sé.
Jenna: No...¿Por qué soy diferente?
Frank: No sé, te digo.
Jenna: ¿Desde cuándo soy diferente?
Frank, (sonríe): Desde que nos besamos. Te hiciste diferente. ¿Quieres algo?
Jenna: Nada.
Frank: Yo tampoco...¿Y si...vamos a la cama?
Jenna: Si...No puedo dormir. (Pausa.) Así dice Sarah. Está acostada con los ojos
abiertos y dice; “No puedo dormir, no puedo cerrar los ojos. Mamá, no puedo
dormir”...Comimos pollo con arroz.
Frank: ¿Entonces tienes hambre?
Jenna: A mí no me gusta el pollo. Cuando sientes la piel en la boca. De golpe, la
piel.
Frank: Nada más quiero cambairme. Desvestirme, (coloca los lentes de Tomás
cerca del teléfono. Va al closet, se quita la camisa y saca una camistea vieja,
deslavada y un poco rota.)
Jenna: También yo me quiero desvestir.
Frank: Si.
Jenna, (se quita el sueter): ¿Me prestas un sueter? (Frank le da la camiseta. Toma
otro igual para él. Saca un pequeño velero del closet –o- amontona los muebles,
los salta y toma el velero que está pegado al techo, se lo da a Jenna.)
Frank: De mi parte.
Jenna: Gracias. Frank: Te lo regalo. Jenna: Está bonito.
Frank: Voy a la cocina.
Jenna: Voy contigo. (Van a la cocina, Frank abre el refrigerador, toma un vaso de
leche. Jenna enciende velas por donde quiera que pasa.)
Frank: ¿Quieres algo?
Jenna: No, gracias.
Frank: ¿Tampoco embutidos italianos ...o zapatos Gucci? (Saca una caja de
zapatos del refrigerador. Regresa a la sala. En el auricular la voz de Tomás:
¡Jenna¡, ¡Jenna!, ¡JENNA! Jenna toma el auricular sin soltar la mano de Frank.)
Jenna: ¿Te estás bañando en plena madrugada? (Suelta el auricular. Afuera hay
luz. El alba toca a la ventana.)
Frank: No necesitas decir nada. (Se sientan. Frank en la silla, Jenna en el sillón.
Se miran. Frank toma leche.)
Jenna: Tú haz cambiado
Frank: ¿He cambiado?
Jenna: Si... mucho. (Pausa.)
Frank: ¿Quieres?
Jenna: ¡Ouch! No.
Frank: ¿Te sabes una canción?
Jenna: ¿Para cantarla?
Frank: ¿Te sabes alguna canción para que me la cantes? Ahorita, al alba,
mientras estamos sentados, viéndonos.
Jenna: Sólo me sé una.
Frank: Es suficiente. ¿Te gusta?
Jenna: Si, mucho.
Frank: ¿No quieres cantarla?
Jenna: ¿Para ti?
Frank: Si... nada más para mí (Pausa.) Pero necesito agarrarte la mano.
Jenna: Entonces acércate. (Ella se sienta cerca de él. Empuja el sillón cerca de
él.)
Frank: No, no está bien. Vamos a acostarnos. (Jenna coloca el velero en la mesa.
Frank se acuesta a su lado. Acerca las sillas.) ¿Tienes lugar? Es como si fueramos
tres...No, quise decir, Mamá.
Jenna: ¿Cómo era ella?
Frank: Me acuerdo de todos menos de ella. Ahora nada más te quiero tener a tí.
Espera...anoche soñé con ella.
Jenna: Si, ya lo contaste.
Frank: ¿Ah, si? ¿Cuándo?... no me acuerdo... Anoche soñé que estaba en el baño
con una gallina emplumada en las manos, y estaba fría como si acabara de ser
descongelada, yo estaba ahí, la tenía en el baño y cuando la sangre empezó a
correr de su rabadilla...me dí cuenta que eran mamá y Katarina y dije: “es una
ulcera de estómago, es una ulcera de estómago” Luego la agarré entre mis manos
y empezó a crecer y al final estaba tan grande que ya no la podía agarrar...Ahora
puedes cantar...Ahora quiero que cantes.
Jenna: (Canta, primero lentamente, después con una voz cálida, profunda y
maravillosamente bella) “I´ve got no kick from Champagne”.
Frank: (Luego) Muy bella.
Jenna: No puedo cantar. Me vuelvo tímida. Yo quisiera convertirme en cantante,
estar en un escenario y cantar. Imagínate que hacemos un trío.
Frank: ¿El trío Miseria?
Jenna: ¡No te burles!
Frank: No, fue maravilloso, creo que...me enamoré de ti... (Voz de Tomás en el
auricular: ¡Jenna! ¡Jenna! ¡Jenna!) ¿Qué haces con Tomás?
Jenna: (Le acaricia la mano) No sé, nunca hay que tratar de retener a alguien. Es
como estar sentada a la orilla del mar y jugar con la arena... Eestira la mano.) Es así.
¡Mira!... si cierras el puño, se tira. Si la dejas con la mano abierta, se queda. Ahora
canta tú.
Frank: No, no me atrevo...no me atrevo. No puedo.
Jenna: Si, atrévete.
Frank: ¿Crees que puedo? Jenna: Si, canta.
Frank: (Después de un largo silencio) Pero no te rías de mí... Puede acabar mal...
Apriétame sin decir nada. (Katarina se levanta se su cama muy lentamente.)
Jenna: (Le toma la mano a Frank.): ¡Oh, tu mano, tu mano! Frank, (siente que
algo gotea en su mano y la mira.): ¡Qué es? Jenna: Lágrimas.
Frank: ¿Lloras?
Jenna: Lágrimas de amor.
Frank: (Feliz) ¿Estás llorando?
Jenna: Me siento tan feliz...Déjame llorar. (Llora calmadamente con su mano en la
suya, la acaricia lentamente. Katarina se dirige lentamente hacia la puerta.)
Frank: (Toca las lágrimas con su mano.) ¡Mi amor!
Jenna: ¡Mi amor!
Frank: ¿Nos casamos ya? ¿En primavera? (Pausa, Jenna medita.)
Jenna: En primavera, estaría bien.
Jenna enciende la radio que está en el suelo. Katarina entra, va directamente
hacia el martillo y los clavos que están en el closet, Frank la mira, se levanta va
hacia ella como si quisiera tomarla. Ella coloca ligeramente su mano en su
espalda.
Frank: ¿Qué vas a hacer? (Katarina toma dos clavos de la mesa. Desde ahora y
hasta el final todo se desarrolla muy lentamente, más lento que en el kabuki. La
música se transforma en una larga nota. Jenna se acurruca en su sillón.) ¿Qué
pasa, Katarina?
Katarina, (con aspecto normal. Forza a Frank a retroceder.) No me dejes.
Frank: ¿Cuándo?
Katarina: No me dejes.
Frank: ¿Por qué no?
Katarina: Porque te amo. Porque te amo Tú me amas.
Frank: No.
Katarina: Si.
Frank: Se acabó....es algo del pasado.
Katarina: ¿Qué?
Frank: Para mí ya no existes.
Katarina: ¿Ni siquiera me puedes amar?
Frank: Puedo...pero no quiero.
Katarina: No es cierto. Frank: Si.
Katarina: No es cierto...juntos somos tan bellos...Nos pertenecemos, basta que
nos toquemos para sentirlo...basta que me sonrías para que caiga rendida...basta
que entres por la puerta...para ser de nuevo feliz, tan desgraciada como puedo
ser. Si, nos lazaríamos muy bien. Eras unos centímetros más pequeño que yo,
pero un poco más grande cuando traías reloj. Mi querido. (Lo laza.) Amo
realmente tu aspecto de carne, de sangre y de alma...un pedazo de carne que
rebosa de versos, como cuando se levanta una piedra, tú sabes...Eso es
exactamente lo que se llama vida... ser viviente... brota, late, tiene mil colores,
iluminado... si te quedaras quieto tres segundos, estaría perdida durante años...
no, lo estaría durante todo mi tiempo libre...Te amo... te amo, te amo... de la maera
más extraña y bella... en lo más profundo de mí, estoy lista...aquí y ahora y
siempre...Sé que nunca podré expresarlo y también que nunca podrás
entenderlo... realmente nunca acepté mi decepción... todas las pequeñas bajezas
que se arrastran lentamente... pero, ¿qué se puede hacer? (Lo mira.) Basta que
estés cerca de mí, como ayer en la noche, para que pueda vivir durante semanas.
(Pausa larga.) Todavía puedo sentir el aroma del hombre que eras...deseo ese
olor que emana de tí... de nuevo estoy prendada a tí... no, más bien enamorada...
un sentimiento sincero, cálido y lleno de amor...Ya siento que estaremos bien...
pero no me atrevo... repite solamente lo que dices cuando te sientas en la cama
recargado a la pared... ahora vamos a tener tiempo, vamos a viajar, vamos a estar
juntos este verano... no vas a trabajar... nos iremos... y yo sigo creciendo por
debajo de la muerte... hoy pienso que casi estoy viva... me vino a la mente que
quizá yo debería dar un poco de mí a otro que no fueras tú... alguien que no fuera
peligroso...alguien que no sepa quién soy, que no me haya visto, alguien a quien,
sin duda, nunca volveré a ver...alguien que ame demasiado a su mujercita...Y todo
esto para llegar a darnos, a darnos. Quizá sea mi manera de andar sola, para
poder encontarte si estás ahí... El corazón, decías, el corazón... cuando dije... de
pronto recoges el amor... Ayer dijiste que estabas... feliz... ¿te acuerdas? Se ve
claramente cuando estás feliz. (Pausa.) Eso me pega... mi lado paranóico... eso
es, ¿Estás feliz por que crees que me voy... y que así se resolverán los
problemas... ya no necesitas sentirte culpable conmigo... porque ya no quieres
estar conmigo... Pensamientos horribles... un pensamiento horrible más...(Pausa.)
¿Sabes lo que quieres, Frank? ¿Estás seguro de que quieres vivir conmigo? ¿O
hablas de envejecer juntos porque se te hace tierno? (Acaricia su rostro como si
estuviera ciega. (Pausa.) Esta noche entendí muchas cosas. Hoy entendí muchas
cosas. Verdaderamente entendí que te amo. ¡Cuánto te amo! Antes era incapaz de
tomar conciencia, pero lo sabía... ¿Traía algo en la mano?
Frank: ¿Cuándo entraste?
Katarina: Si...¿Traía algo?
Frank: Dos clavos
Katarina: ¿Y nada más?
Frank: No...yo no ví.
Katarina: ¿El martillo?
Frank: No, ahí está.
Katarina: Si, lo veo. (Obliga a Frank a repegarse en una pared transparente
volteada hacia el público.) Si, tú, Frank...
Frank: (Sonríe) Si, tú, Katarina...
Katarina: Imagina que tomo este clavo y lo clavo un poco en tu mano... Imagina que
te lo clavo... imagina que lo clavo un poco más...Por hacer daño... imagina que
tomo el martillo y lo levanto con mi mano... pero imagina que te levanto la mano y
la repego a la pared...Y luego hago lo mismo con la otra mano... Pero imagina que
te levanto la mano y la repego en la pared, así, me gustan tus manos. (Hace todo
lo que dice y lo ensaya de otra manera, busca la mejor forma sin romper su propio
encanto. Él se deja.) Si pongo el clavo en tu mano... y si golpeo con el martillo
para que el clavo atraviese profundamente en la pared... y después hago lo mismo
con la otra mano... (Le clava las manos.)
Frank: ¿En qué piensas?
Katarina: En nada.
Frank: ¿En nada?
Katarina: No.
Frank: (Con las manos clavadas, como si fuera una pregunta) ¿Me quieres?
Katarina: Más que nunca. Nunca he dejado de quererte. Nunca te ame menos.
Solamente más.
Frank: No hay futuro en todo eso...
Katarina: Hay todo el futuro que necesito... ¿Me amas?
Frank: Si
Katarina: ¡Dílo!
Frank: ¡Te amo!
Katarina: ¡Otra vez!
Frank: ¡Te amo!
Katarina: ¿Deveras? Frank: Si.
Katarina: Dílo para que te crea. Dílo para que se me meta.
Frank: (Dice de diferentes maneras) Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te
amo.
Katarina: (Como si agonizara.) No me dejes... te amo tanto...
Frank: ¿Qué haces?
Katarina: (Hace un gesto muy sexual.) Seré tu mujer toda la vida... Acariciame. Me
tienes que acariciar...Te amo... Te amo. (Las palabras se hacen horripilantes. Ella
lo acaricia y lo besa en todo el cuerpo sin recibir respuesta.) Es el único regalo que
quiero darte... y nada más ese puedo recibir.
Frank: (Mientras que se desliza fuera de los clavos, acaricia y abre su mano
ensangrentada. Vuelve la nota musical. Al mismo tiempo se apgan la 200 velas) Lo
siento, pero tú y Frank, ustedes deben, de una manera u otra, solitos, resolver sus
problemas.
La paloma blanca atraviesa la ventana abierta y entra en el humo de las velas.
Oscuro. Después de un momento arde en llamas el velero.

FIN

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