Está en la página 1de 37

t

ca
a.
am
dr

Aquel aire infinito.


an
al
at
.c
w
w
w

Lluïsa Cunillé.
Este texto está protegido por la ley de derechos de autor.
No está permitido ningún tipo de adaptación ni uso sin el permiso correspondiente.
El incumplimiento de esta prohibición y el uso del texto sin el permiso correspondiente
constituirán una violación de la ley de derechos de autor, o bien de los derechos

t
ca
relacionados con dicha ley, y comportarán responsabilidades civiles y penales.
En caso de estar interesado en utilizar este texto, deberá dirigirse a los representantes

a.
legales correspondientes.
Si está interesado en utilizar este texto le pedimos que contacte con la Sala Beckett
am
catalandrama@salabeckett.cat
dr
an
al
at
.c
w
w
w
Personajes:

ÉL. (Ulises)
ELLA. (Electra, Fedra, Medea, Antígona)

t
ca
a.
am
dr
an
al
at
.c
w
w
w
(Se ilumina Ella que está sentada y lleva unas gafas oscuras)

ELLA- ¿Es que nadie ha desayunado? Oigo los estómagos de


todo el mundo. Es inaudito que suene más alto un estómago vacío
que un corazón triste. A partir de hoy debería anotar cada
pensamiento, cada sensación, llevar un diario quizá. Pero no, a
estas alturas sería estúpido, pueril. Ni siquiera guardo ninguna
foto de cuando era pequeña. El peso insoportable de llevar un
peso insoportable de llevar un peso insoportable de llevar un peso
insoportable de llevar un peso insoportable día tras día, sin ningún
alivio, para siempre, así imaginaba de pequeña la eternidad. Ese
hombre lee el periódico al revés y más que molestarme me parece
audaz. “La nueva ciudad se pone en marcha”, parece que dice.

t
ca
a.
(Se oscurece Ella y se ilumina Él que está de pie)
am
ÉL- No mirar al suelo. No llevar las manos en los bolsillos a
dr

menos que haga mucho frío. No meterse en los portales aunque


llueva. No correr ni ir muy despacio. No hablar a nadie. No
an

apoyarse en las paredes. No detenerse frente a los escaparates. No


al

salir demasiado pronto por la mañana ni regresar demasiado tarde


por la noche. No olvidar comprar un periódico cada día y llevarlo
at

en la mano. No pasar junto a las estaciones de tren y de


.c

autobuses. No guardar todo el dinero en el mismo bolsillo. No


w

sentarse en ningún banco ni vestir ropas llamativas. No correr


w

para entrar en el metro, no mirar a nadie a los ojos durante el


w

trayecto y abrir enseguida el periódico.


(Se oscurece Él y se ilumina Ella que sigue sentada)
(Se oscurece Él y se ilumina Ella que sigue sentada)

ELLA- ¿Si alguien roba las flores de una tumba es un profanador


de tumbas o sólo es un ladrón de flores? Si de la escuela a casa no
hubiera habido veinte minutos de caminata no habría aprendido a
pensar por mí misma. ¿Pero qué es pensar por una misma? Quizá
sólo sea encontrar el momento oportuno para pensar. “Venta de
pisos. Facilidades veinte años”. ¿Veinte años de facilidades?
Imposible. Trucos y más trucos. No soporto los juegos de manos
ni de cartas, y aún menos el circo, torturar a los animales para
divertir a la gente. Si todos dicen que se está tan bien en casa,
¿por qué hay siempre tanta gente en la calle? Sortear más caras
desconocidas que conocidas. Antes la muerte era algo solemne,
pero no quiero pensar en eso ahora. Comer debería ser un acto
privado, como ir al servicio. Hay algo obsceno en abrir la boca y
masticar los alimentos en público. Podría comprarme un perro,
pero eso significaría salir a la calle cuando él quisiera y no cuando
quisiera yo.

(Se oscurece Ella y se ilumina Él)

ÉL- Utilizar la escalera antes que el ascensor. Cerrar siempre la


puerta. Quitarse los zapatos y bajar el volumen del televisor. Salir

t
ca
al balcón para fumar. Hacer la cama y ordenar cada día la

a.
habitación. Preguntar quién es antes de abrir la puerta. Hablar
am
bajo y usar lo menos posible el retrete después de medianoche.
Encender la estufa sólo cuando haga mucho frío. Comprar una
dr

alfombra y un espejo. Colocar unas cortinas. Cortarse el pelo.


Afeitarse cada día. Apagar enseguida la alarma del despertador.
an

Guardar bien el dinero y las fotos. Tirar los periódicos viejos.


al

Vaciar cada noche el buzón. Cerrar la ventana y apagar la luz


antes de salir.
at
.c

(Se oscurece Él y se ilumina Ella)


w
w

ELLA- No reconozco nada. Hará años que no vengo por aquí.


w

Ningún recuerdo que tenga que evitar o que echar de menos. Igual
que si fuera extranjera. Casi es mejor cerrar los ojos. ¿Cuánta
porción de cuerpo se necesitará para mantener con vida la porción
de cuerpo restante? Lo primero que se pudra bajo tierra. Se está
nublando y no me he traído paraguas. No quiero que llueva.
Cogeré un taxi. No, demasiado fácil. A la larga es más agotador
caminar cuesta abajo que cuesta arriba, caminar sobre asfalto que
sobre arena. Debería haber ido a la playa. De pequeña me
asustaba el mar y aún me asusta no ver el fondo, no ver mis pies
en el agua. El suelo levantado por todas partes. Lo peor es el
polvo y los esqueletos de los edificios a medio caer o a medio
levantar.
(Se oscurece Ella y se ilumina Él)

ÉL- Dos cicatrices en la palma derecha y una herida en el pulgar


izquierdo. Manchas de nicotina en los dedos índice y medio de la
mano izquierda. Un arañazo en ambas muñecas. Los brazos más
morenos que las piernas. Un lunar en el muslo derecho. La rodilla
izquierda más salida que la derecha. Una hendidura en el tobillo
izquierdo. Las uñas de los pies demasiado largas. Algún pelo
blanco en el pecho. Marcas de viruela en el costado izquierdo y la
cicatriz de una operación en el derecho. El cuello y la barbilla mal
afeitados. Un diente roto. Orejas y ojos enrojecidos. El pelo no
muy limpio. Entradas a ambos lados de la frente. Tres arrugas
horizontales y dos verticales sobre la nariz. Mejillas un poco

t
ca
hundidas. Una pequeño corte sobre la ceja derecha.

a.
am
(Se oscurece Él y se ilumina Ella que ya no lleva las gafas
oscuras)
dr

ELLA- Por un momento parecía alguien conocido. El suelo está


an

lleno de marcas como una pista de aterrizaje. Hace años que no


al

me subo a un avión. La cortesía de las azafatas para disuadir al


pánico. Si viene hacia aquí me atreveré a pedirle un cigarrillo.
at

Cuántas grúas para levantar sólo piedras. ¿Cómo he podido llegar


.c

hasta tan lejos? A los cuatro años ya se tiene conciencia de la


w

muerte y ninguna de la suerte. La muerte trabaja rápido. Está


w

claro que viene hacia aquí y que no le conozco. Demasiado lejos


w

aún para sentir nada. Todos los árboles arrancados. La humanidad


consiste en un poco de sombra y de agua. El resto es el desierto.
Es quizá más joven de lo que parecía. Lanzar muy lejos un
pensamiento o un recuerdo como se lanza una piedra. Ya nada se
termina en la raya del horizonte. Al menos han dejado de hacer
ruido.

(Se iluminan ambos. Él sigue de pie y Ella sentada en una


solitaria mesa de una terraza de bar, en las afueras de una ciudad)

ÉL- ¿Mi compañero la ha molestado? A veces se cree con


derecho a ser despiadado sólo por tener una piedra en el zapato o
un agujero en el bolsillo del abrigo. La media hora del desayuno
hace tiempo que terminó y no me apetece golpear la puerta de los
lavabos de todos los bares de alrededor. Tengo un hijo y rezo
todos los días para que no ande drogándose también. Pronto
cumplirá trece años y como no tiene mucho carácter querrá
demostrar a sus amigos de qué es capaz. Cuando me separé de mi
mujer me pareció bien que estuvieran juntos y se hicieran
compañía. Soy topógrafo y durante años recorrí mi país haciendo
mapas y mediciones. Viajé midiendo el país entero. Y eso no es
nada, todo el planeta está medido palmo a palmo. Desde que se
estableció el metro como unidad de medida universal, la tierra
dejó de ser ilimitada y en poco tiempo se hizo finita, como si la
dificultad nunca hubiera estado en las largas distancias ni en los

t
ca
grandes accidentes sino en la falta de una unidad de medición.

a.
(Pausa)
am
dr

ELLA- Todo el mundo es muy amable. Esta mañana he asistido


al funeral de mi madre y todos querían consolarme, pero no hacía
an

falta porque yo no amaba a mi madre. No me siento triste. Me


al

siento cansada, como si yo misma hubiera cavado la tumba,


bajado el ataúd, y lo hubiera cubierto de tierra con mis manos. Mi
at

hermano ha querido acompañarme luego pero he preferido irme


.c

sola. La muerte sólo une a los que ya estaban unidos.


w

ÉL- Debería haber dejado que la acompañase algún amigo. No es


w

un buen día para depositar la confianza en el primer desconocido,


w

y tampoco este lugar es el idóneo para recordar a nadie o para


intentar olvidarlo.
ELLA- No tengo amigos ni nunca se me ocurrió confiar en nadie
porque no habría soportado que me defraudaran. Hasta ahora me
he defendido con todas mis fuerzas del amor o de cualquier cosa
parecida. Aprendí desde muy temprano que el odio exigiendo la
misma dedicación y perseverancia llena mucho más que el amor.
Amar es siempre intentar tomar un atajo. Odiar es excavar en la
misma roca día tras día.

(Pausa)
ÉL- Hasta ahora he tenido tres compañeros, dos de ellos bebían y
éste es cocainómano. Cada mañana desaparece y descuida los
aparatos, todos ellos son muy delicados y es necesario cuidarlos
con esmero para conservar su precisión. Me llevo bien con mi
compañero, lo único que le pido es que no me deje solo, pero
siempre busca la manera de evadirse y de no cumplir con su
trabajo. Hace años un echador de cartas me vaticinó que perdería
sucesivamente a compañeros y amigos, pero que pasado el tiempo
volvería con mi mujer y con mi hijo.
ELLA- La única familia que tengo ahora es mi hermano. Él
odiaba a mi madre y a mi padrastro tanto o más que yo, de niños
hablábamos secretamente de cómo ambos habían asesinado a
nuestro padre después de despojarle de todo. Durante horas

t
ca
mirábamos fotografías de mi padre tratando de retenerle al mismo

a.
tiempo que alimentábamos el odio más acérrimo hacia nuestra
am
madre. Mi hermano terminó por irse al extranjero y yo me quedé
aquí, cerca de ella, de mi madre, odiándola cada vez más, sin
dr

descanso, año tras año sin pausa. Y sin embargo, no fue hasta el
final que ella se dio cuenta de la magnitud de mi odio, sólo
an

cuando se sintió débil y no tuvo otro remedio que dejar de


al

ignorarme. He recorrido cientos de mesas vacías como ésta y he


aprendido a descifrar sus dibujos esperando este momento.
at

Tendré un buen recuerdo de este lugar porque lo asociaré a la


.c

muerte de mi madre.
w
w

(Pausa)
w

ÉL- En unos pocos meses pasará por aquí una carretera que
conducirá a un hipermercado y a una gran zona de ocio. La gente
trabajará en el centro y se divertirá en las afueras, al contrario que
hasta ahora. Dicen que es la única manera de evitar los colapsos
circulatorios. También dicen que hay más personas ociosas que
ocupadas. Por eso hay tanta gente que se siente sola. En mi país
decimos que cuando se trabaja no hay tiempo para sentir.
ELLA- Cuando se odia no se está solo. Ahora que ha muerto mi
madre me doy más cuenta. Estoy empezando a sentir un vértigo y
un vacío como no había sentido jamás. Estoy empezando a
constatar que el odio sin objeto no puede existir. Tendré que
buscar cuanto antes con qué reemplazarlo o el vacío se me hará
insoportable.

(Pausa)

ÉL- ¿Dónde puede estar mi compañero? Si sigue así acabarán por


despedirlo como a los demás. En mi país era muy escrupuloso con
mis mediciones. Eso ya ha alarmado a mis superiores que me han
llamado la atención, pero no me preocupa, ellos todavía son
humanos, quienes de verdad me preocupan son los que se
encuentran por encima de mis superiores, gigantes de un solo ojo
que se alimentan solamente de carne. Ocupan los edificios más
altos de la ciudad. Ellos son quienes han decidido que la ciudad

t
ca
crezca a lo alto y no a lo ancho.

a.
ELLA- Nunca he considerado la posibilidad de irme de aquí. No
am
me sentiría mejor ni peor en otra parte y cualquier novedad no me
consolará de la pérdida de mi odio. He pedido al camarero una
dr

copa de anís. En los funerales los vivos toman anís porque el olor
confunde a los sentidos y enmascara el olor dulzón de los
an

muertos. Pero no quiero emborracharme. Y tampoco quiero


al

subirme a ninguna noria para enturbiar mi cabeza ni insensibilizar


mi corazón. La única persona que podría llegar a odiar como
at

hasta ahora, con la misma intensidad, es a mí misma, y no porque


.c

me sienta culpable de nada sino porque no conozco a nadie lo


w

bastante cercano. Sin mi madre no tengo razón para odiar a nadie


w

aparte de a mí misma Y si pudiera amar a alguien no tendría


w

bastante. No me bastaría para llenar el vacío que siento. La


ausencia de odio sólo se llena con odio, como imagino que la
ausencia de amor sólo se llenará con amor.

(Pausa)

ÉL- Cuando no trabajo apenas salgo de mi habitación, tengo que


ahorrar y tampoco me gusta salir mucho y como no conozco a
casi nadie. A veces voy a un bar y me tomo una cerveza, pero la
mayor parte del tiempo me quedo en mi habitación, veo la
televisión o trato de imaginar lo que hará mi mujer en ese
momento. Puedo imaginarla en un parque tirando migas a las
gaviotas mientras echa de menos a las palomas que se comieron
las gaviotas. La imagino también frente a una ventana un día de
lluvia hablando por teléfono y al mismo tiempo compadeciéndose
de la gente que corre en la calle para no mojarse. La imagino de
noche en casa pensando en el castigo ejemplar que impondrá a
nuestro hijo por tanta tardanza mientras tiene la vista fija en el
televisor. La imagino viajando con su amante en un tren,
discutiendo durante todo el viaje y reconciliándose nada más
llegar a su destino. La imagino mirándose cada día en el espejo
del mismo ascensor, no deseando ser más joven pero tampoco
más vieja. En realidad ella no me espera porque no cree que yo
regrese nunca. A ella sólo le gusta pensar en aquello que depende
de sí misma.

t
ca
ELLA- A partir de hoy caeré en los brazos del primero que se

a.
presente, o por el contrario, me negaré a mí misma cualquier
am
intimidad. Seguiré viviendo en la misma casa o me mudaré al otro
extremo de la ciudad. Me entregaré más que nunca a mi trabajo o
dr

cambiaré continuamente de empleo. Tendré un hijo o viviré sola


el resto de mi vida. Viajaré sin descanso o jamás me moveré de
an

aquí. Haga lo que haga sólo acrecentaré mi insatisfacción y mi


al

despecho por el tiempo perdido o por el tiempo recuperado.


Nunca estaré segura de si voy camino de reconciliarme conmigo
at

misma o si me engaño por enésima vez. (Pausa larga) ¿Por qué


.c

me miras así? (Pausa) ¿No quieres decírmelo o es que no me


w

entiendes? ¿Crees que puedes estar todo el tiempo mirando sin


w

decir nada? (Pausa. Él saca un paquete de cigarrillos y se lo


w

muestra a Ella) No, no quiero fumar. (Pausa) Voy a coger un taxi.


O mejor no, mejor volveré a pie.

(Se oscurece Ella lentamente mientras Él saca un cigarrillo e


intenta encenderlo sin éxito)

ÉL- Con éste viento no hay manera de que prenda el cigarrillo.

(De golpe se ilumina Ella que sigue sentada a la mesa)

ELLA- (Se está mirando en un pequeño espejo sin maquillarse.


Habla sin dejar de mirarse) Cada noche dejo este espejo en casa y
cada mañana aparece en mi bolsillo. Últimamente hago cosas que
luego no recuerdo haber hecho. (Pausa. Se toca el labio y
enseguida mira a Él) Tienes un corte en el labio.
ÉL- Ya lo sé.
ELLA- ¿Qué te ha pasado?
ÉL- Nada.
ELLA- ¿Te has peleado?
ÉL- No.
ELLA- Vamos, dime qué te ha pasado.
ÉL- Esta noche abofeteé a una prostituta y ella me devolvió la
bofetada.
ELLA- ¿Por qué la abofeteaste?
ÉL- Me llamó cerdo.

t
ca
ELLA- ¿Por qué?

a.
ÉL- Porque soy extranjero. am
ELLA- ¿Sólo por eso?
ÉL- Ella también era extranjera.
dr

ELLA- ¿Por eso le pegaste?


ÉL- No tenía ningún derecho a llamarme de ese modo.
an
al

(Pausa)
at

ELLA- ¿Te acostaste con ella?


.c

ÉL- ¿Con la prostituta? No. Todo ocurrió en la calle.


w

ELLA- ¿En qué calle?


w

ÉL- Casi todas las prostitutas se burlan de nosotros.


w

ELLA- ¿De nosotros?


ÉL- De los extranjeros.
ELLA- Prefiero que no me lo cuentes.
ÉL- Has preguntado tú.
ELLA- Sí, lo sé.
ÉL- Preguntas y luego cuando no oyes lo que te gusta me mandas
callar.
ELLA- He aprendido demasiado tarde que las palabras hermosas
llevan a la ruina.
ÉL- La auténtica ruina llega sin necesidad de ninguna palabra, de
ninguna explicación.
ELLA- Hasta hace poco creía que con empeño era posible
acercarse a algún tipo de perfección.
ÉL- Yo no he conocido a nadie cuyas palabras se ajustaran a sus
actos.
ELLA- Eso ya es pretender la perfección aunque sea en los
demás.
ÉL- Estoy harto de que quieran poner en mi boca lo que no he
dicho sólo porque no hablo bien.
ELLA- Cada vez lo haces mejor.
Él- Nunca estoy seguro de decir lo que quiero con unas palabras
que no reconozco como mías.
ELLA- Nunca te he juzgado por tus palabras.
ÉL- ¿Crees tener derecho a juzgarme?

t
ca
ELLA- No te enfades conmigo.

a.
ÉL- También estoy harto de la condescendencia y de las buenas
am
intenciones sobre todo de las mujeres.
ELLA- ¿Prefieres que te abofeteen y que te llamen cerdo?
dr

ÉL- Al menos eso es más sincero.


ELLA- Eres injusto.
an

ÉL- Quizá.
al

(Pausa)
at
.c

ELLA- ¿Qué es ese ruido?


w

ÉL- Son las grúas y las máquinas excavadoras. Están excavando


w

los cimientos de un rascacielos.


w

ELLA- ¿Otro rascacielos?


ÉL- Dicen que será el más alto de la ciudad, incluso de todo el
país.
ELLA- Cuando era pequeña recuerdo que había un bosque.
ÉL- ¿Aquí?
ELLA- Mi madre decía que el amor consumaba sus faltas en los
bosques. ¿Tú recuerdas lo que te decía tu madre?
ÉL- Mi madre murió poco después de irme yo. Intento no pensar
en ella.

(Pausa)
ELLA- ¿Estás cansado?
ÉL- Un poco.
ELLA- Siéntate un momento y tómate algo.
ÉL- He quedado con unos amigos.
ELLA- ¿Ahora?
ÉL- Sí.
ELLA- Antes apenas salías.
ÉL- Antes no conocía a nadie.
ELLA- Has cambiado.
ÉL- Quizá.
ELLA- Ahora nunca me dices lo que piensas.
ÉL- Puede que ahora prefiera no pensar. Es menos doloroso.
ELLA- Mírame a los ojos al menos.

t
ca
ÉL- Ya te miro.

a.
(Pausa)
am
dr

ELLA- Antes podía adivinar lo que sentías sólo mirándote a los


ojos.
an

ÉL- ¿Ya no lo adivinas?


al

ELLA- Ya no.
ÉL- No debes preocuparte por eso.
at

ELLA- ¿Y a ti qué es lo que te preocupa?


.c

ÉL- Mis amigos, no quiero hacerles esperar.


w

ELLA- ¿Adónde iréis?


w

ÉL- Por ahí.


w

ELLA- ¿No quieres decírmelo?


ÉL- Iremos a dar una vuelta.
ELLA- Tengo algo que decirte.
ÉL- He de irme.
ELLA- ¿Tantas ganas tienes de ver a tus amigos?
ÉL- Si me retraso mucho se irán sin mí.
ELLA- Si quieres te dejo el teléfono y les llamas. (Le ofrece el
teléfono móvil)
ÉL- No sé si llevan teléfono y tampoco sé ningún número. Nunca
hablamos por teléfono.
ELLA- (Guarda el teléfono móvil) ¿Les has hablado de mí a tus
amigos?
ÉL- No.
ELLA- ¿Seguro?
ÉL- ¿Por qué tendría que hacerlo?
ELLA- ¿De qué hablas con ellos?
ÉL- De cosas.
ELLA- ¿Y no puedes hablarlas conmigo?
ÉL- Son cosas de mi país.
ELLA- ¿Tienes ganas de volver?
ÉL- Sí.
ELLA- Nunca me lo dijiste.
ÉL- Nunca me lo preguntaste.
ELLA- Imaginé que pasado un tiempo quizá preferirías quedarte.
ÉL- No

t
ca
ELLA- ¿Echas mucho de menos a tu familia?

a.
ÉL- A veces. am
ELLA- ¿Sólo a veces?
ÉL- Tú no lo puedes entender.
dr

ELLA- Lo intento.
ÉL- No puedo permitirme pensar en ellos todo el tiempo.
an

ELLA- Podrías traerlos aquí.


al

ÉL- ¿Traerlos? Eso no es tan fácil y además no creo que


quisieran venir.
at

ELLA- Comprendo.
.c
w

(Pausa)
w
w

ÉL- Podemos vernos el sábado si quieres.


ELLA- ¿El sábado?
ÉL- O el domingo.
ELLA- No.
ÉL- Deberías salir con alguien de quien no te avergonzaras.
ELLA- Estoy avergonzada de mí, no de ti.
ÉL- Es lo mismo.
ELLA- Eres demasiado joven para mí.
ÉL- Y soy extranjero.
ELLA- Eso no me importa.
ÉL- Ya.
ELLA- Además no te fías de ninguna mujer.
ÉL- Ellas tampoco se fían de mí.

(Pausa)

ELLA- No creo que vuelva aquí. En realidad no volveré a verte.


Es lo que he venido a decirte hoy.
ÉL- ¿Has venido sólo por eso?
ELLA- Sí.
ÉL- Creí que también venías para pasear al perro.
ELLA- Ya no lo tengo.
ÉL- ¿Se te ha escapado?
ELLA- No
ÉL- ¿Lo atropelló un coche?

t
ca
ELLA- He hecho que lo mataran.

a.
ÉL- ¿Por qué? am
ELLA- Era muy viejo y casi no podía andar. En realidad tenía
que arrastrarlo cada día hasta aquí.
dr

ÉL- Podías habérselo dado a alguien en lugar de matarlo.


ELLA- ¿A quién? ¿A ti?
an

ÉL- ¿A mí?
al

ELLA- ¿Querías al perro?


ÉL- Vivo en una habitación. No se puede tener a un perro
at

encerrado todo el día en una pequeña habitación.


.c

ELLA- Nadie quiere un perro viejo y demasiado manso. Sabes,


w

al principio incluso llegué a estar celosa del perro, celosa de que


w

lo acariciaras a él y a mí ni siquiera me miraras. (Pausa. Él mira


w

hacia un lado) Por favor, no te vayas.


ÉL- Acabas de decir que no querías volver a verme.
ELLA- Lo sé.
ÉL- ¿Cómo quieres que me fíe de ti?
ELLA- Yo a veces ni siquiera estoy segura de que te gusten las
mujeres. Pero no me importa.
ÉL- ¿Qué es lo que quieres de mí?
ELLA- Aún no me has dicho qué has hecho hoy.
ÉL- Trabajar. Como cada día.
ELLA- Y ahora quieres ir a divertirte con tus amigos.
ÉL- Trabajamos como animales, tenemos todo el derecho de ir a
tomar algo y divertirnos un rato.
ELLA- ¿En qué trabajan tus amigos?
ÉL- No sé, nunca hablamos de eso.
ELLA- ¿No habláis del trabajo?
ÉL- Preferimos hablar de otras cosas.
ELLA- Es importante para ti tener amigos, ¿verdad?
ÉL- Sin amigos no eres nada. Y más cuando estás lejos de tu
país.
ELLA- Podrías presentarme a tus amigos.
ÉL- ¿Para qué?
ELLA- Podría ir contigo ahora y me los presentas.
ÉL- No creo que sea una buena idea.
ELLA- ¿No quieres que me vean contigo?
ÉL- No es eso.

t
ca
ELLA- Ahora eres tú quien se avergüenza de mí.

a.
ÉL- Ya les hablé de ti y me dijeron que tuviera cuidado.
am
ELLA- Antes me dijiste que no les habías hablado de mí.
ÉL- Incluso uno me regaló una navaja.
dr

ELLA- ¿Una navaja?


ÉL- Por si acaso.
an

ELLA- ¿Y la llevas encima?


al

ÉL- Sí.
ELLA- Enséñamela. (Pausa) Vamos, enséñamela. (Él saca la
at

navaja) Eso quiere decir que me tienes miedo.


.c

ÉL- Te equivocas. Eres tú quien debería tener miedo.


w

ELLA- ¿De ti?


w

ÉL- En realidad no me conoces.


w

ELLA- ¿Eso es lo que crees? (Pausa. Él se dispone a guardar la


navaja) Espera. Abre la navaja.
ÉL- ¿Por qué?
ELLA- Ábrela. Quiero verla bien. (Él abre la navaja) No es muy
grande, ¿verdad?
ÉL- No.

(Pausa. Él guarda la navaja)

ELLA- Si la policía te coge con una navaja tendrás problemas.


ÉL- Nunca la he usado. No me importa que no me creas.
ELLA- Te creo.
ÉL- En mi país los amigos siempre salen en grupo. Si uno quiere
salir con alguien lo hace por su cuenta.
ELLA- Te quiero. ¿Entiendes lo que es eso?
ÉL- Sí.
ELLA- No, tú no lo entiendes. Tú no entiendes qué es querer y
no querer la misma cosa al mismo tiempo.
ÉL- Dimé qué quieres que haga.
ELLA- Quien pide con miedo enseña a negar.
ÉL- No te comprendo.
ELLA- Ven conmigo.
ÉL- Me esperan.
ELLA- Ven a mi casa.
ÉL- ¿Y mis amigos?

t
ca
ELLA- Ven esta noche después de ver a tus amigos.

a.
ÉL- Mañana trabajo muy temprano. am
ELLA- Podrías quedarte en mi casa todo el tiempo que quieras.
ÉL- ¿Quieres que me quede a vivir en tu casa?
dr

ELLA- Sí.
ÉL- ¿Hablas en serio?
an

ELLA- Sí.
al

ÉL- Yo no te quiero.
ELLA- Los mortales no deben de querer su vida demasiado
at

perfecta.
.c

ÉL- ¿Te burlas de mí?


w

ELLA- Me burlo de mí, de cómo he ido perdiendo


w

paulatinamente todas las certezas, estrechando todos los


w

horizontes hasta que sólo me has quedado tú. (Pausa) Por favor,
no me dejes.
ÉL- Tengo que irme.
ELLA- Puedo esperar hasta que vuelvas.
ÉL- Ya será muy tarde.
ELLA- No me importa.
ÉL- Te busco un taxi.
ELLA- No.
Él- De noche es peligroso andar por aquí.
ELLA- No tengo miedo.
ÉL- Pueden robarte o hacerte daño.
ELLA- ¿Te importa que me hagan daño?
ÉL- Vete a casa.
ELLA- Ven tú esta noche. (Pausa) Por favor. (Pausa) Puedo
ponerme de rodillas si quieres.
ÉL- No.
ELLA- ¿Vendrás entonces?
ÉL- Sí.
ELLA- ¿Vendrás muy tarde?
ÉL- No sé a qué hora iré.
ELLA- ¿Te espero entonces?
ÉL- Sí.
ELLA- ¿Y te quedarás?
ÉL- No lo sé.
ELLA- Dime que te quedarás.

t
ca
ÉL- Tengo que irme. (Pausa) ¿No te vas a tu casa?

a.
ELLA- Sí, ahora. am
(Pausa)
dr

ÉL- ¿Qué te pasa?


an

ELLA- No puedo moverme. Es como si las piernas no me


al

respondieran. Pero ya se me pasará.


ÉL- ¿No te encuentras bien?
at

ELLA- Es el miedo a perderte. Ya me ha ocurrido otras veces.


.c

(Pausa) No me mires así, como si te diera lástima. No quiero darte


w

lástima.
w

ÉL- No me das lástima.


w

ELLA- Vete. Cuanto antes te vayas antes volveré a verte.

(Pausa)

ÉL- ¿Si me quedo en tu casa podré traer alguna vez a mis


amigos?
ELLA- ¿A tus amigos?
ÉL- Sí, si podré invitarlos alguna vez.
ELLA- Claro.

(Pausa)
ÉL- ¿Quieres que te los presente?
ELLA- ¿Ahora?
ÉL- Vienes conmigo y te los presento. ¿Es lo que querías no?
ELLA- Ahora es tarde.
ÉL- Entonces les diré que no voy con ellos esta noche.
ELLA- Como quieras.
ÉL- Vuelvo enseguida.

(Él mira a un lado y se oscurece. Pausa. Ella saca del bolsillo el


espejo y se mira en él, lo guarda y luego saca el teléfono móvil y
tras una duda llama)

ELLA- Es que me ha asaltado un hombre con una navaja y siento

t
ca
que estoy paralizada, que no puedo moverme. (Pausa) No, no

a.
está. Pero ha dicho que volvería enseguida. (Pausa) Delante de las
am
obras del nuevo rascacielos. (Pausa) Sí, lo intentaré.
dr

(Ella guarda el telèfono móvil. Pausa. Se ilumina Él)


an

ÉL- Dentro de unos minutos van a dinamitar esas fábricas para


al

echarlas abajo. Nadie puede estar aquí.


ELLA- ¿Tienes un periódico? (Pausa) Te he preguntado si tienes
at

un periódico.
.c

ÉL- Compré uno pero ya lo tiré.


w

ELLA- Lo has leído entonces.


w

ÉL- Sí.
w

ELLA- Hoy salí de la cárcel y quería ver si venía en el periódico.


¿Recuerdas alguna noticia que hablara de eso?
ÉL- No.
ELLA- Sabes leer, supongo.
ÉL- Sí.
ELLA- Cuando me condenaron salí en todos los periódicos. Me
extrañaría que ahora que he salido de la cárcel no dijeran nada.
ÉL- No puedes quedarte aquí. Los cascotes saldrán disparados y
pueden caerte encima.
ELLA- Salgo de la cárcel y ya quieren echarme. Y un extranjero
además.
ÉL- Tu también eres extranjera.
ELLA- Y qué.

(Pausa)

ÉL- ¿Cuántos años estuviste en la cárcel?


ELLA- Diecisiete años.
ÉL- ¿Qué hiciste?
ELLA- (Saca algo del bolsillo) Es la noticia del periódico de
cuando me condenaron. (Se lo muestra sin dárselo)
ÉL- ¿Mataste a tus hijos?
ELLA- Sí. (Guarda el recorte)
ÉL- Hace mucho tiempo que pasó. Tal vez por eso no venga en
los periódicos.

t
ca
ELLA- Quizá no haya salido en el periódico que tú leíste y salga

a.
en los demás. am
(Pausa)
dr

ÉL- Yo también estuve en la cárcel, pero sólo unos días.


an

ELLA- ¿Y saliste en los periódicos?


al

ÉL- No.
ELLA- ¿Qué hiciste?
at

ÉL- Nada.
.c

ELLA- ¿Nada?
w

ÉL- Iba por la calle y me detuvieron. Nada más.


w

ELLA- Eso no quiere decir que no fueras culpable.


w

ÉL- No pudieron probar nada.


ELLA- La cárcel es como el infierno, todo el que va parar allí es
culpable. Y es mejor así porque ¿cómo resistir diecisiete años
encerrada siendo inocente?
ÉL- Yo nunca me sentí culpable.
ELLA- No es cuestión de cómo te sientas sino de cómo te tratan.
ÉL- A mí me han tratado peor y me he sentido más culpable
fuera de la cárcel que dentro.
ELLA- ¿De veras? (Pausa) Por fin sale el sol.

(Pausa)
ÉL- ¿Quieres que te acompañe?
ELLA- ¿Adónde?
ÉL- Lejos de la voladura, donde no lleguen los cascotes.
ELLA- Lo que más añoraba en la cárcel además de a mis hijos,
era el sol. Tenía que buscarlo en los rincones más furtivos y
pelearme por él como se pelea por un amante.
ÉL- No queda mucho tiempo para la voladura. Tienes que irte.
ELLA- ¿Para qué echan abajo esas fábricas?
ÉL- Para construir luego sobre ellas.
ELLA- No soporto que me traten como a una idiota y aún menos
que se rían de mí.
ÉL- Dame la mano.
ELLA- ¿La mano? Para qué.

t
ca
ÉL- Para que me acompañes.

a.
ELLA- No se te ocurra tocarme. am
ÉL- Aquí cerca hay un parque donde puedes tomar el sol.
ELLA- Estoy bien aquí. Esto es muy parecido al patio de la
dr

cárcel.
ÉL- No te comprendo.
an

ELLA- ¿Crees que el primer día después de diecisiete años en la


al

cárcel iré a tumbarme en la hierba de un parque? ¿Con todos esos


niños jugando a mi alrededor?
at

ÉL- Si te ocurre algo seré yo el responsable.


.c

ELLA- ¿Tú?
w

ÉL- De que te hiera algún cascote.


w

ELLA- No te preocupes por eso y vete. Los cascotes no pueden


w

hacerme nada.
ÉL- No puedo irme de aquí hasta que no quede absolutamente
nadie.
ELLA- ¿Tú tienes hijos?
ÉL- Sí, uno.
ELLA- ¿Vive contigo?
ÉL- No. Vive con su madre muy lejos.
ELLA- No comprendo cómo los hombres podéis seguir
respirando lejos de vuestros hijos.
ÉL- Si pudiera lo tendría aquí conmigo.
ELLA- Seguro que ya te has buscado otras mujeres.
ÉL- Tu marido dónde vive.
ELLA- No es mi marido, y no sé dónde está ni quiero saberlo. Y
él tampoco quiere saber nada de mí.
ÉL- ¿Por qué mataste a tus hijos?
ELLA- Su padre los abandonó y no quería que nadie más les
hiciera daño.
ÉL- ¿No tienes a nadie?
ELLA- Para qué quiero a nadie si ya estoy muerta.

(Pausa)

ÉL- La pensión donde yo vivo tiene habitaciones muy baratas.


Puedo darte la dirección.
ELLA- Hace diecisiete años conocía bien la ciudad, ahora ya no

t
ca
reconozco nada, todo es distinto.

a.
ÉL- Le das la dirección a un taxista y que él te lleve allí.
am
ELLA- Enseguida se dará cuenta de que acabo de salir de la
cárcel y ni se detendrá.
dr

ÉL- Yo no me he dado cuenta.


ELLA- Tú eres extranjero como yo.
an

ÉL- No puedes quedarte aquí.


al

ELLA- Tomaré un rato el sol y luego me iré. (Cierra los ojos.


Pausa) Desde que he salido de la cárcel aún no he podido estar un
at

momento con mis hijos. En la cárcel cerraba los ojos y entonces


.c

podía ver a mis hijos y escucharlos. Las demás reclusas creían


w

que estaba loca y me tenían miedo.


w
w

(Pausa. Ella abre los ojos)

ÉL- Acaban de volar la fábrica más lejana y ningún cascote ha


llegado hasta aquí.
ELLA- Lo primero que aprendí en la cárcel fue a poner una
coraza a mi corazón. La cólera siempre fue más fuerte que mi
razón y cuando estoy con mis hijos siempre me lo recuerdan.
ÉL- Mi madre murió poco después de llegar yo aquí. Para mí es
como si aún estuviera viva porque no la vi morir ni fui a su
entierro.
ELLA- A mí no me dejaron ir al entierro de mis hijos. Sólo sé
que los enterraron en dos ataúdes blancos con coronas también
blancas porque me lo contaron ellos. Fue lo único que quisieron
contarme de su entierro.
ÉL- ¿De verdad te hablan tus hijos?
ELLA- Cada día.
ÉL- Ojalá pudiera hablar yo una sola vez con mi madre.
ELLA- ¿Lo has intentado?
ÉL- No.
ELLA- ¿Qué te gustaría decirle?
ÉL- Que la echo de menos.
ELLA- Eso ya lo sabe. Y además está muy preocupada por ti,
que estés tan lejos de tu mujer y sobre todo de tu hijo. Después de
tantos años si te viera ahora tu hijo no te reconocería.
ÉL- No sigas. No creo que puedas hablar con los muertos.

t
ca
ELLA- Yo no les hablo, sólo les escucho porque estoy muerta

a.
como ellos. am
ÉL- Tantos años en la cárcel te han transtornado.
ELLA- Cuando estaba viva pensaba que con ser amiga de mis
dr

amigos y dura con mis enemigos bastaba para llevar una vida
esplendorosa. Pero de nada me sirvió.
an

ÉL- Eres joven. Todavía puedes encontrar a alguien.


al

ELLA- También creía que valía la pena sufrir con tal de que no
se rieran de ti.
at

ÉL- Deberías buscar un trabajo cuanto antes y un lugar donde


.c

vivir.
w

ELLA- ¿Nunca has oído risas a tu espalda?


w

ÉL- Muchas veces.


w

ELLA- ¿Y no te has vuelto para saber quién era y hacer que se


callara?
ÉL- Sí, una vez.
ELLA- ¿Sólo una vez?
ÉL- Luego ya me acostumbré.
ELLA- Yo jamás pude acostumbrarme a que se rieran de mí, ni
siquiera en la cárcel.
ÉL- ¿Por qué se reían de ti?
ELLA- Porque siempre fui distinta, desde pequeña. Ahora
prefiero mil veces que me tengan miedo a que se rían de mí.

(Pausa)
ÉL- Están a punto de volar la segunda fábrica. Tenemos que
alejarnos de aquí.
ELLA- No ocurrirá nada.
ÉL- Ésta está más cerca que la primera. Parte de los cascotes
caerán aquí seguro.
ELLA- ¿Sabes cómo he conseguido que la gente me tuviera
miedo? Porque sé más cosas que la mayoría. La gente tiene miedo
de saber.
ÉL- De saber qué.
ELLA- De saber cosas sobre sí misma. Nadie quiere saber en
realidad.
ÉL- Escucha, voy a marcharme.

t
ca
ELLA- No, no te irás porque prefieres arriesgar tu vida a perder

a.
tu trabajo, y eso es lo que esperan tus superiores de alguien como
am
tu. Por esa razón te han contratado, ¿no?
ÉL- Si fueras un hombre te dejaría aquí ahora mismo.
dr

ELLA- No, no lo harías. Ven, siéntate.


ÉL- Te aseguro que corremos un gran peligro.
an

ELLA- No estamos en peligro, créeme. Vamos, siéntate un


al

momento. (Pausa. Él se sienta en la otra silla junto a la mesa.


Pausa) Ha volado la segunda fábrica y no nos ha pasado nada.
at

¿Lo ves?
.c

ÉL- Aún falta volar otra y ésta está mucho más cerca que las
w

anteriores.
w

ELLA- ¿Quieres que te lea la mano?


w

ÉL- Un echador de cartas ya me predijo el futuro hace tiempo.


ELLA- Yo prefiero leer las manos.
ÉL- El echador de cartas me dijo que después de mucho tiempo
volvería con mi mujer y con mi hijo.
ELLA- Enséñame una mano.
ÉL- ¿Cuál?
ELLA- No importa. (Él alarga una mano) Apóyala sobre la mesa.
Desde que acaricié por última vez a mis hijos no he vuelto a tocar
a ningún ser humano. (Él apoya la mano sobre la mesa. Pausa) Sí,
volverás a ver a tu mujer y a tu hijo y no tendrás que esperar
mucho. También veo que las cosas empezarán a irte bien muy
pronto.
ÉL- ¿Y cuándo volveré a mi país?
ELLA- ¿Tú quieres volver?
ÉL- Claro.

(Pausa)

ELLA- Todavía falta mucho para que vuelvas.


ÉL- (Retira la mano de la mesa) ¿Dónde aprendiste a leer las
manos? ¿En la cárcel?
ELLA- En la cárcel basta con mirar la frente de cualquiera para
ver su destino.
ÉL- ¿Y cuál es el tuyo?
ELLA- ¿No lo ves? (Pausa) Los hombres sois demasiados

t
ca
egoístas para ver más allá de aquello que podéis tocar. Sólo hay

a.
que mirar lo que estáis haciendo con esta ciudad. Echáis abajo
am
aquello que consideráis inútil para construir encima cosas aún
más inútiles.
dr

ÉL- Cada vez hay más gente que viene a vivir a la ciudad.
ELLA- Y cada vez hay más gente que se siente inútil.
an

ÉL- ¿Cómo lo sabes si acabas de salir de la cárcel?


al

ELLA- Porque ya empiezo a sentirme así.


ÉL- Yo nunca me sentí inútil, ni siquiera cuando me lo han
at

gritado a la cara.
.c

ELLA- En la cárcel no había que decir ninguna palabra ni hacer


w

ni un gesto de más para no dejar resquicio a la desesperación.


w
w

(Pausa)

ÉL- Qué piensas hacer ahora.


ELLA- Tomar el sol y seguir escuchando a mis hijos.
ÉL- Si me esperas, cuando termine de trabajar, puedo
acompañarte.
ELLA- Adónde.
ÉL- A la pensión donde vivo. Y coges una habitación.
ELLA- ¿Dónde vives?
ÉL- En el barrio viejo.
ELLA- Allí casi no da el sol.
ÉL- No creas, han ensanchado muchas calles y han abierto
muchas plazas.
ELLA- Si hay plazas habrá niños jugando.
ÉL- Algunos.
ELLA- A mis hijos nunca les dejé que jugasen en la calle. Por
eso cuando murieron casi nadie les echó de menos.

(Pausa)

ÉL- ¿En qué trabajabas antes de ir a la cárcel?


ELLA- En una fábrica.
ÉL- ¿En cuál?
ELLA- En una de ésas que han echado abajo.

t
ca
ÉL- ¿Por eso has venido?

a.
ELLA- Después de diecisiete años es el único camino que
am
recordaba.
ÉL- Sobre esas fábricas levantarán dos hoteles. Están levantando
dr

hoteles por todas partes. Podrías buscar trabajo allí.


ELLA- ¿En un hotel?
an

ÉL- O en un restaurante. También los hay por todas partes.


al

ELLA- En la cárcel nunca dejaron que me acercase a la cocina


porque temían que les envenenara.
at

ÉL- ¿Es así como mataste a tus hijos?


.c

ELLA- No. Esperé a que estuvieran dormidos. Los periódicos no


w

lo dijeron pero fue así. Nada ocurre como ellos dicen. Si fuera así
w

habrían puesto que yo esperé a que mis hijos estuvieran dormidos


w

para que no sufrieran. Desde entonces no he vuelto a leer ningún


periódico.
ÉL- Yo también esperé a que mi hijo estuviera dormido para
marcharme.
ELLA- Eso sólo fue cobardía. Has tenido suerte de que tu mujer
después de irte no matase a tu hijo. Es lo que te merecías.
ÉL- ¿Por qué atacas a quien intenta ayudarte?
ELLA- Tú crees que puedes ayudarme porque te parezco débil,
pero te aseguro que soy mucho más fuerte que tú. Si ahora
echáramos un pulso te ganaría, no lo dudes ni un momento.
ÉL- ¿Por qué tendríamos que echar un pulso tú y yo?
ELLA- La vida es echar un pulso constante contra todo y contra
todos.
ÉL- ¿No dices que estás muerta?
ELLA- Por eso estoy tan segura de ganarte.

(Pausa. Él pone el codo sobre la mesa y abre la palma de la mano


para hacer un pulso. Ella tras una duda acepta el pulso pero
ninguno de los dos hace fuerza en ningún momento)

ÉL- Tienes la mano muy fría.


ELLA- En dicisiete años no he dejado de sentir frío ni un solo
momento.
ÉL- ¿Y ahora? ¿Tienes frío?

t
ca
ELLA- Más que nunca.

a.
ÉL- ¿Y mi mano? am
ELLA- Está tan helada como la mía.
ÉL- Sólo consigo calentar mis manos cuando trabajo. (Pausa)
dr

¿De qué era la fábrica dónde trabajabas?


ELLA- ¿No lo sabes?
an

ÉL- No.
al

ELLA- ¿La echáis abajo y ni siquiera sabéis qué hay dentro?


ÉL- Todas esas fábricas están vacías.
at

ELLA- Para vaciar esas fábricas de verdad antes deberíais haber


.c

vaciado las cabezas de todos los que han trabajado allí.


w

ÉL- Me hablas como si yo hubiera ordenado echarlas abajo.


w

ELLA- ¿Acaso no ayudas tú a su voladura?


w

ÉL- Quizá sí. Y de todos modos ya es demasiado tarde para


preocuparse de lo que había allí. Ya no tiene ninguna importancia.
A nadie le importa ya.

(Ella suelta la mano de Él y le da una bofetada. Pausa)

ELLA- Lo siento.
ÉL- Hace un tiempo te habría devuelto la bofetada.
ELLA- ¿Y por qué no lo has hecho?
ÉL- No lo sé.
ELLA- Hace un tiempo yo tampoco me habría disculpado.
(Pausa larga)

ÉL- No se ve a nadie. Estarán ya preparados para volar la última


voladura
ELLA- Desde aquí pensaba volver a mi casa como hace
diecisiete años después del trabajo, pero a lo mejor tampoco
encuentro mi casa en pie.
ÉL- ¿En qué calle vivías?
ELLA- No te preocupes. Ya la encontraré sola.
ÉL- Y si no la encuentras, ¿qué harás?
ELLA- No lo sé.
ÉL- Si vuelves te ayudaré a encontrar una habitación.
ELLA- Yo necesito un lugar con mucho sol y donde tú vives no

t
ca
hay sol

a.
ÉL- Entonces te ayudaré a encontrar un trabajo.
am
ELLA- No sabes qué sé hacer.
ÉL- ¿Qué hacías en esa fábrica?
dr

ELLA- Retiraba el cristal defectuoso. A pesar de que todas las


piezas de cristal se fabricaban del mismo modo, había unas que
an

no sé sabía por qué razón salían defectusosas y había que


al

separarlas del resto.


ÉL- ¿Eso hacías todo el tiempo?
at

ELLA- ¿Te parece poco? Había pequeñas taras que eran muy
.c

difíciles de detectar. Sólo mirándolas a contraluz, a través de los


w

rayos del sol, era posible verlas.


w
w

(Pausa)

ÉL- Muchos de los edificios que se están levantando están llenos


de taras. Antes advertía a mis superiores de lo que se hacía mal
pero como no me hacían ningún caso dejé de hacerlo.
ELLA- ¿Quieres decir que esos edificios que se construyen son
defectusosos?
ÉL- Una gran parte sí.
ELLA- Mi casa era bastante vieja pero se conservaba bien.
ÉL- Quizá no la hayan echado abajo.
ELLA- Sólo sé que la vaciaron y que no hay ningún mueble.
Cuando entre la encontraré vacía.
ÉL- ¿Tienes la llave?
ELLA- Sí.
ÉL- ¿Por qué no vuelves a tu país?
ELLA- Mis hijos han nacido aquí. Uno debe quedarse donde
están sus hijos. Si me voy de aquí temo dejar de escucharlos.
¿Cuántos años tiene tu hijo? Los míos desde hace dieciesiete años
ya no han crecido más.
ÉL- Mi hijo ya casi es un hombre.
ELLA- Entonces te compadezco.

(Ella se levanta y se va hacia un lado)

ÉL- ¿Por qué me has preguntado si estaba seguro de querer

t
ca
volver a mi país?

a.
ELLA- (Se detiene) Tú no quieres volver a tu país sintiéndote un
am
fracasado, y ahora te sientes un fracasado.
ÉL- ¿Eso también lo has leído en mi mano?
dr

ELLA- No, eso lo veo en tu frente.


ÉL- Dijiste que pronto las cosas me irían bien.
an

ELLA- Eso no significa que dejes de sentirte un fracasado.


al

(Pausa)
at
.c

ÉL- Date prisa. Están a punto de volar la última fábrica.


w

ELLA- ¿Tú no te vas?


w

ÉL- Sí, ahora.


w

(Pausa. Se oscurece Ella. Él se cubre la cabeza con los brazos.


Pausa larga. Se ilumina Ella)

ELLA- ¿Estás herido?


ÉL- (Retira los brazos de la cabeza) Creo que no.
ELLA- Ha explotado muy cerca.
ÉL- Sí. (Saca un paquete de cigarrillos) ¿Quieres un cigarrillo?
ELLA- No. (Él guarda el paquete y tampoco fuma) ¿Crees que
habrá muerto alguien?
ÉL- No lo sé.
ELLA- ¿No vives aquí?
ÉL- No. ¿Y tú?
ELLA- No.
ÉL- Iba a tomarme una cerveza. ¿Por qué no te sientas un
momento hasta que se te pase el susto?
ELLA- No estoy asustada.
ÉL- Yo sí. Por suerte es domingo. Si hubiera sido otro día habría
habido mucha más gente en la calle.

(Pausa)

ELLA- Me extraña que te quedes aquí.


ÉL- ¿Por qué?
ELLA- Cuando explota una bomba la policía detiene enseguida a

t
ca
los extranjeros que encuentra más cerca.

a.
ÉL- ¿Crees que he puesto yo la bomba?
am
ELLA- Yo no soy policía.
ÉL- Estoy en el país legalmente. Tengo todos los documentos en
dr

regla.
ELLA- ¿Y por qué tiemblas?
an

ÉL- ¿A ti no te da miedo la muerte?


al

ELLA- La vida es a veces mucho peor que la muerte.


ÉL- Sí, a veces.
at
.c

(Pausa)
w
w

ELLA- En cuanto llegue la policía márchate.


w

ÉL- ¿Tú te marcharás?


ELLA- Mi hermano estaba fichado por la policía y si alguien te
ha visto hablado conmigo tendrás problemas.
ÉL- ¿Tu hermano es terrorista?
ELLA- Mi hermano murió en un tiroteo con la policía.
ÉL- ¿La policía te busca?
ELLA- Cuando mataron a mi hermano les amenacé y luego
intenté suicidarme.
ÉL- ¿Te buscan por eso?
ELLA- Creen que me he vuelto loca y que por vengarle soy
capaz de cualquier cosa.
ÉL- ¿Has puesto tú la bomba?
ELLA- No.
ÉL- ¿Sabes quién lo ha hecho?
ELLA- ¿Lo sabes tú?
ÉL- No.
ELLA- Puede haberlo hecho cualquiera con cualquier pretexto.
(Pausa) ¿Lo oyes?
ÉL- El qué.
ELLA- Parece un coro. Suena bien.
ÉL- Hay una iglesia cerca. Será el servicio religioso.
ELLA- Antes podía cerrar los ojos y abandonarme a la música
para que me llevara adonde ella quisiera.
ÉL- ¿Ahora no?
ELLA- Ya no.

t
ca
ÉL- De todos modos ahora hay música por todas partes.

a.
(Pausa)
am
dr

ELLA- Todos somos mucho más vulnerables.


ÉL- ¿Todos?
an

ELLA- Cuando escuchamos la música. ¿Tú crees en Dios?


al

ÉL- Antes sí, pero ya no estoy muy seguro.


ELLA- Yo nunca pude depositar mi confianza ciega en algo o en
at

alguien como mi hermano.


.c

ÉL- ¿Tu hermano creía en Dios?


w

ELLA- No lo sé.
w
w

(Pausa)

ÉL- Déjame que te invite a una cerveza.


ELLA- La policía no tardará en peinar esta calle. Será mejor que
te vayas.
ÉL- Hace un tiempo habría salido corriendo pero ahora ya no.
ELLA- Puede que tengamos suerte y no vengan aquí.
ÉL- ¿Te han detenido alguna vez?
ELLA- Sí.
ÉL- Y qué pasó.
ELLA- Fue cuando los amenacé.
ÉL- Cómo.
ELLA- Con volarme a mí misma en medio de la calle.
ÉL- ¿Hablabas en serio?
ELLA- Ellos me creyeron porque desde entonces no han dejado
de vigilarme.

(Pausa)

ÉL- No deberíamos hacer ruido.


ELLA- Será mejor no hablar entonces.
ÉL- Sí, será lo mejor.

(Pausa)

t
ca
ELLA- ¿Has viajado mucho?

a.
ÉL- Sí. am
ELLA- Yo siempre quise viajar.
ÉL- Dentro de unos días mi mujer y mi hijo vendrán a vivir aquí.
dr

Y podré pasear con ellos y enseñarles la ciudad.


ELLA- ¿Te gusta esta ciudad?
an

ÉL- He trabajado muchos años edificando la parte nueva.


al

ELLA- ¿No volverás a tu país?


ÉL- No lo sé.
at

ELLA- ¿Ya no viajas?


.c

ÉL- Mi mujer decía que yo sabía exactamente la distancia que


w

había entre mí y todo cuanto me rodeaba con sólo abrir los ojos,
w

pero que era incapaz de levantar la vista al cielo porque las


w

distancias astronómicas me sobrepasaban. Que sólo viajaba para


constatar que todo era medible y cabía en la misma cinta métrica.
ELLA- ¿Y tenía razón?
ÉL- De niño escuchaba a los viajeros hablar de la grandeza de los
paisajes, y cuando me hice mayor y fui a buscarla, no la encontré
y entonces decidí hacerme medidor de paisajes. Pero con el
tiempo me di cuenta de que los números también pueden llegar a
ser infinitos, y desde entonces no he dejado de sentirme
desbordado.
ELLA- ¿Por eso te has quedado aquí?
ÉL- Conozco exactamente las medidas de esta ciudad que he
ayudado a construir, y aunque no me guste del todo he llegado a
quererla, y estoy seguro de que mi mujer y mi hijo llegarán a
quererla también.
ELLA- Hablas como si hiciera mil años que hubieras llegado a la
ciudad y estuvieras tan cansado y resignado como la gente que
vive en ella.
ÉL- Durante años he tenido que pasar desapercibido hasta la
invisibilidad, procurar que nadie sintiera que estaba de más, ni de
menos, siempre con el peligro de ser expulsado y puede que
tratando de eludir a los que estaban a mi alrededor haya terminado
por parecerme a ellos.
ELLA- Es mucho más fácil juzgar a alguien a quien no se quiere.
Por eso nunca juzgué a mi hermano, para no tener que sufrir. Pero
es imposible eludir el dolor, sólo a veces nos es dado elegir qué o

t
ca
quién nos infligirá el dolor. Mi hermano decidió muy pronto que

a.
sería el resto del mundo y yo en cambio me elegí a mí misma.
am
Mientras él intentaba creer que el enemigo nunca es amigo ni
siquiera cuando muere, yo intentaba creer que no estaba hecha
dr

para compartir el odio sino el amor. Al final los dos hemos


acabado fracasando.
an

ÉL- Hasta hoy he ido aplazando cualquier juicio demasiado


al

definitivo sobre mí por miedo a que me debilitase. La


supervivencia ha sido hasta ahora mi excusa para relegar
at

cualquier duda con respecto a mí. Durante años sólo deseé que
.c

llegase el día en que me afectaran los mismos derechos y las


w

mismas prohibiciones que al resto de la gente. Y cuando ese día


w

ha llegado lo único que siento es vértigo cada vez que paso junto
w

a esas zanjas abiertas en las aceras, como si su negrura me atrajera


y me fuera a engullir, y entonces busco refugio en las
conversaciones con los desconocidos que antes siempre evitaba, y
sé que por fin he dejado de ser un extranjero para convertirme
solamente en un extraño para los demás pero también para mí
mismo.

(Pausa larga)

ELLA- Qué silencio de pronto. Son igual de funestos demasiado


silencio y el exceso de ruido. En la radio se temen por igual
ambas cosas. Cuando trabajaba en la radio los oyentes llamaban
por la noche para contar sus sueños, sus anhelos, aquello que más
deseaban. Al principio les animaba a que hablaran hasta que
empecé a reprocharles la pequeñez y mezquindad de sus deseos y
su falta de valor para llevarlos a cabo. Y ahora me doy cuenta que
mis deseos han sido igual de pequeños y mezquinos y que aunque
tuviera tiempo tampoco podría llevarlos a cabo.

(Pausa)

ÉL- Durante años he puesto toda esperanza en el futuro como si


el presente sólo fuera una carrera de obstáculos. Y ahora que he
llegado a la meta, me detengo frente a los escaparates y aún dudo
de que pueda encajar dentro de uno de esos trajes que hace tiempo

t
ca
me parecían demasiado anchos o demasiado estrechos para mí. Y

a.
sin embargo, ya no percibo olores tan distintos como entonces, y
am
todos los rincones han terminado por parecerse. Confundo las
caras de quienes me saludan cada día. Si algo me disgusta desvío
dr

la mirada hacia otro lado como hace el resto de la gente. Siento la


misma contrariedad cuando no funcionan unas escaleras
an

mecánicas o tengo que sortear la misma fila de vendedores


al

ambulantes todos los días. Miro con recelo los vasos de los bares
que no frecuento y tiro a la papelera los folletos que me dan en la
at

mano sin mirarlos siquiera. Evito las calles mal iluminadas y los
.c

anuncios demasiado chillones como hace todo el mundo. Siento


w

que me deslizo cómodamente por una pendiente que no tiene


w

final.
w

ELLA- En la escuela me enseñaron que nunca hay que obrar por


encima de tus posibilidades, pero yo nunca lo creí. Mi hermano y
yo creíamos que la propias cualidades sólo se revelan plenamente
cuando uno se esfuerza por encima de sus posibilidades. A pesar
de ser unos niños no nos conformábamos con aquello que
nuestras fuerzas podían, queríamos esforzarnos para poder más.
Nos sentíamos distintos y fuera de lugar. A esa edad un corazón
que sufre es terrible. Luego cada uno tomó un camino opuesto
creyendo no obstante que así llegaríamos al mismo sitio, pero
nunca más volvimos a encontrarnos hasta ahora. Hoy siento que
mi hermano está muy cerca, mucho más que cuando estaba vivo y
se sentía acorralado.
ÉL- Todavía me siento joven. Mental y físicamente aún soy
joven, pero sólo por unos días, hasta que vea a mi hijo y caigan
sobre mí los años que he estado alejado de él. Temo
decepcionarle, que lo que he conseguido aquí le parezca poco,
que haya puesto un precio demasiado alto a nuestra separación.
Tendré que ayudarle a encontrar enseguida un trabajo. Sin nada
que hacer puede que acabe por reprocharme que yo trabaje y él
no. Era más fácil imaginarlo feliz aunque estuviera lejos que verle
infeliz a mi lado. En realidad no soportaría ser un extraño para él
aquí como lo soy para el resto de la gente. No soportaría que ya
no me quisiera.
ELLA- La gente llama a la radio a cualquier hora del día o de la
noche para decir que quiere algo o a alguien. La gente ama su

t
ca
propia contumacia, ama sobre todo la palabra amor repetida en

a.
sus propios labios. Quién sabe si repetir la palabra muerte hasta la
am
saciedad no nos llevará a amarla también, o por lo menos a no
tenerle miedo. Pero si en el amor o frente al miedo cuenta en
dr

definitiva mucha más un gesto que una palabra, ¿para qué


aprendemos a hablar entonces? (Pausa) No hay respuesta, ni
an

ningún testigo que declare a favor ni en contra. Silencio.


al

ÉL- Lo que un padre nunca dice a su hijo es que la prohibición


encuentra su justificación plena no en la obediencia sino en la
at

transgresión. Tampoco le enseña a elegir entre la indiferencia o el


.c

odio, a enfrentarse solo a una fiera que ataca con colmillos muy
w

afilados o a un remolino que lo engulle todo hasta el fondo del


w

mar.
w

(Se oyen pasos. Pausa)

ELLA- Vienen hacia aquí.


Él- No hemos hecho ningún ruido.

(Pausa)

ELLA- Parece que son muchos.


ÉL- Sí.
ELLA- Hemos tenido mala suerte.
(Pausa)

ÉL- Será mejor marcharse antes de que lleguen. (Pausa) ¿No


vienes?
ELLA- Aún no.

(Pausa)

ÉL- Ya están aquí. Tenemos que irnos.


ELLA- Vete tú.
ÉL- ¿No vienes conmigo?
ELLA- No.
ÉL- ¿Por qué?

t
ca
ELLA- Tú has elegido vivir y yo morir.

a.
am
(Pausa. Se oscurece Él. Pausa. Se oscurece Ella. Se oye una
ráfaga de disparos)
dr
an
al
at
.c
w
w
w
w
w
w
.c
at
al
an
dr
am
a.
ca
t

También podría gustarte