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Ejercicios Espirituales por internet 1

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RECOMENDACIONES EJERCICIOS ONLINE - DEL BIEN QUE SE HALLA EN LA SOLEDAD,


CONFIRMADO CON LOS EJEMPLOS DE CRISTO Y DE LOS SANTOS PADRES [SERMONES A LOS
HERMANOS]
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1. La fuente y el origen del provecho espiritual es estarse de buena gana en la celda1 y
ocultarse en el silencio de la soledad, con lo cual podrá el siervo de Dios morir al siglo y vivir
solamente a Cristo, diciendo con el Apóstol: (Gal 6, 14), «el mundo está crucificado para mí y yo
para el mundo»; y a su vez oír del mismo: «estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios» (Col 3, 3).
Hemos de buscar y conservar la soledad del cuerpo y juntamente la del corazón.
Porque la del cuerpo es buena y segura, pero la del corazón es mejor y más cierta.
Empero el que descuida la primera no encontrará la segunda, porque la una es guarda de la otra y
ambas a dos se ayudan mutuamente.
Esta soledad es verdaderamente un saludable refugio para las personas devotas.
Ella enseña a morir al siglo, a no mancharse con el cuidado de las cosas exteriores, a dedicarse a
las santas meditaciones y elevarse a veces a donde moran los celestiales espíritus.
2. Esta soledad enseñó Cristo de palabra y con el ejemplo, cuando pasó la noche solo en
oración2 y mandó a los suyos que para orar entrasen en el retiro de su aposento3.
Porque el tiempo sosegado de la noche con frecuencia es muy apropiado para tener devoción y
ayuda no poco para la sagrada meditación.
Pero sobre todo nos dio un modelo de vida solitaria cuando ayunó cuarenta días y cuarenta noches
y estuvo como ermitaño en el desierto, donde, como nos advierte el Evangelio 4, estaba solo con las
bestias del campo.
Lo cual se dignó hacer para nuestro ejemplo, para que también nosotros estemos de buena gana a
solas, y, en cuanto esté de nuestra parte, siempre queramos permanecer en la soledad.
Esta misma soledad deseó el profeta que dijo: «huyendo me fui lejos y me quedé en la soledad» (Sal
54, 81).
Y el otro que estaba solitario y callaba y se elevaba sobre sí5.
Verdaderamente algo grande ha de haber escondido en la soledad, cuando la mayor parte de los
santos con tanto ardor la han abrazado.
Porque ella a los principiantes en el camino de la virtud suele proteger contra los peligros y
ampararlos de diversas tentaciones.
Pero a los espirituales y perfectos, cuya conversación está en los cielos6, que aunque vivan en la
tierra con el cuerpo desean ardientemente poner su corazón en los bienes del cielo, la soledad es
como un lugar y paraíso de delicias, y como un jardín delicioso y amenísimo.

1
Nota de la presente edición: habitación del religioso.
2
Lc 6, 12
3
Mt 6, 6
4
Mc 1, 13
5
Lam 3, 28
6
Filp 3,20

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Ejercicios Espirituales por internet 2
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Porque los siervos de Dios parece que sólo se encuentran a sí mismos cuando se ven solos en su
aposento.
3. Por consiguiente el amor de la soledad parece útil y aún necesario a todos los que
quieren aprovechar en el camino de la virtud.
Cuando en ella nos encontramos con frecuencia, con dolor de corazón lloramos los males pasados,
discernimos los presentes y precavemos con más cautela los venideros.
Por donde se ve que en la soledad logramos frutos saludables del alma, ya llorando nuestros males,
ya ejercitándonos contra las tentaciones y vicios, ya buscando remedios de nuestras pasiones, ya
consolándonos con el aumento de las virtudes que percibimos.
4. Fuera de esto, en la misma soledad enciéndese más fácilmente el fuego de la devoción y
mejor lo guardamos para que no se mengue y se extinga.
Mas para que nuestra soledad no nos parezca pesada o larga, vayamos a lo más interior de la
soledad de los santos padres del yermo.
Busquemos a Pablo el primer ermitaño; busquemos a Antonio o a Macario y miremos si damos con
quien en el espacio de veinte años o de treinta haya no visto persona humana; y entonces
aparecerá cuán breve y exiguo es el tiempo en que solemos retirarnos.
Y si todavía nos place ver a otros, veremos no sólo varones, mas también mujeres y doncellas
partícipes de esta soledad y que anduvieron por las sendas de vida tan áspera y de una verdadera
milicia espiritual.
Enseñados entonces con todos estos ejemplos aficionémonos más al retiro de nuestra soledad y
con la mayor diligencia que podamos evitemos el parecer en público.
Y Cristo nos será tanto más familiar y su amor tanto más suave a nuestro corazón, cuanto más rara
hubiera sido la vista y afición de este mundo.
En la cual soledad dígnese conservarnos el que sólo pudo vivir sin culpa en cuerpo mortal
Jesucristo nuestro Señor. Amén.


¡Ave María y adelante!

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