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EL DIOS DE CARNE Y HUESO QUE BUSCÓ AYUDA

- JESÚS ORA EN EL CALVARIO


«Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen» (Lucas 23:34).
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?» (Mateo 27:46).
«Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu» (Lucas 23:46).

INTRODUCCIÓN: Dentro de la ciudad de la antigua


Jerusalén se encuentra la Basílica del Santo Sepulcro
(construcción bizantina del siglo IV) la cual, en su estado
actual, refleja los estilos oriental (griego ortodoxo) y occidental
(latino). Según las tradiciones romanistas, aquí se encierran el
Calvario y el sepulcro de nuestro Señor Jesucristo.

La tradición protestante-evangélica señala un lugar al norte


de la Puerta de Damasco como lugar del Calvario y del
sepulcro del Señor. En el año 1833, Carlos Gordon, general
inglés, identificó una colina en las afueras de la antigua
Jerusalén que tiene parecido a una calavera. Allí también se
descubrió a pocos metros una tumba cavada en la piedra.

Sea cual sea la ubicación exacta del Calvario y del sepulcro


del Señor Jesucristo, lo cierto es que un día en el Calvario, a
manera de disyuntiva entre la tierra y el cielo, Jesucristo
pronunció tres oraciones que comenzaron, dividieron y
terminaron las «siete palabras».

I. El Señor Jesucristo oró por perdón –«Padre,


perdónalos, porque no saben lo que hacen»:
1. Antes de haber dicho cualquier otra cosa, el Señor, a
manera de prólogo, comienza orando. La oración debe
tener prioridad en la vida del creyente. Nuestras
mañanas, nuestras actividades, nuestras reuniones y
nuestros viajes deben comenzar en oración.
La oración nos ayudará a encarar llenos de fe y de
esperanza las incertidumbres y desasosiegos con los
cuales nos tropezamos en la vida.

2. Aquí Jesús pide al Padre que perdone como Dios y Él


perdona como Hijo. Cuando ya uno perdonó en su
corazón, se le puede pedir a Dios que perdone a nuestro
prójimo.

El creyente en nuestros días ha aprendido mucha


teología… pero en la lección del perdón muchos han
f racasado. El que ha sido muy perdonado debe
perdonar mucho.

3. Nicky Cruz ha dicho: «También sabía cuáles son las serias


consecuencias que trae el no perdonar: enfermedad física,
problemas emocionales, inefectividad espiritual, otros
cristianos afectados y el ministerio debilitado».
A. Enfermedad física. El no perdonar puede producir
una situación psicosomática como la alta y baja
presión, la diabetes, úlceras, dolores corporales,
dolores de oído, migraña…
B. Problemas emocionales. La falta de perdón afecta la
vida emotiva del ser humano causando tristeza,
depresiones, ansiedades, resentimientos, odio,
venganza, ira y otras consecuencias más.
C. Inefectividad espiritual. La falta de perdón afecta a la
vida espiritual. El creyente que no perdona se
desconecta de la fuente de amor y misericordia de
Dios. Cuando no se perdona, el cántaro de las
bendiciones se agujerea.
D. Otras vidas afectadas. Muchas veces por no querer
perdonar, hacemos sufrir a otros por la terquedad de
nuestra arrogancia.
E. Ministerios afectados. Ministerios poderosos se han
derrumbado porque no se ha ministrado perdón.
Iglesias que proyectaban un futuro brillante se han
quedado en la oscuridad del pasado, porque el líder,
al igual que los miembros de la misma, no
aprendieron a perdonar como enseñó Jesús.

4. Mediante la doctrina del perdón, Jesucristo ascendería


las gradas que conducen al corazón humano. En el
Calvario el Señor pinceló en el oído de sus oyentes su
homilía de perdón, de amor, de compasión y de servicio.
Cuando perdonamos estamos predicando. Cuando
perdonamos somos bendecidos. Cuando
perdonamos somos como Cristo.

II. El Señor Jesucristo oró en su soledad –«Dios mío,


Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»:
1. El autor Ramón Cue ha dicho: «La cruz es un signo
formado por dos maderos transversales que se cruzan.
Pero la cruz podría dibujarse también en forma de
interrogación. Cristo está clavado en un «por qué». El
más desolado interrogante que podemos imaginar es
Cristo en la cruz, que el Viernes Santo le pregunta a su
Padre: «¿Por qué?».
2. La expresión «¿por qué me has desamparado?», se lee
en el griego «inati me egkatelipes». La palabra
«egkatelipes» es una forma intensiva que significa:
«dejar atrás», y «dejar en apuros».
3. Ese «¿por qué?», se lo pregunta el creyente al Padre
celestial cuando camina «por valle de sombra y de
muerte» (Salmo 23:4); es azotado por «un viento
huracanado llamado Euroclidón» (Hechos 27:14); la
«víbora» se le prende «en la mano» (Hechos 28:3).
4. Jesús oró en su soledad para enseñarnos a orar en
nuestros propios calvarios. Como ha dicho Ramón Cue:
«Con esta palabra te acercas fraternalmente a toda la
humanidad. Hablas como nosotros el mismo lenguaje
torturado. Y formulas la misma pregunta
desconcertada y rebelde. No entiendo tu abandono,
pero por eso precisamente te lo agradezco más.
Gracias, Cristo».
5. La soledad es un sentimiento que arropa a toda la
raza humana. En la iglesia la experimenta el recién
convertido tanto como el creyente de años; el diácono
como el maestro; la esposa del pastor como el pastor.
6. La experiencia de la soledad o el sentirnos solos nos
debe llevar a la oración y comunión con el Padre
celestial. Jesús salió de su soledad para buscar la
comunión y compañía de su Padre eterno.

III. El Señor Jesucristo oró cuando la muerte era


inevitable –«Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu»:
1. La más difícil experiencia para el ser humano es la
muerte. Jesús sabía esto, y por esto nos enseñó cómo
alcanzar la paz ante la presencia de la muerte.
2. Hasta el final, el Señor nos enseñó a perseverar en la fe.
La única manera de perseverar hasta la meta es orando.
W. R. Schambach ha dicho: «La iglesia de nuestros días
necesita un avivamiento de oración.» Nos gustan los
«jarabes homiléticos», pero no la oración. Nos gustan las
«alka-seltzers» de conferencias, pero no la oración. Nos
gustan los «ungüentos de conciertos», pero no la
oración.
3. Muchos cristianos viven como «llaneros solitarios» sin
encomendarse a Dios. Se levantan de dormir y no se
encomiendan a Dios. Salen de viaje y no se
encomiendan al Espíritu Santo. Hacen planes y no se
encomiendan al Señor Jesucristo.
4. El Señor Jesús nos enseñó a depender de Dios. No
dependamos de otros para nuestra bendición,
dependamos de Dios. No dependamos de nuestra
experiencia, dependamos de Dios.

CONCLUSIÓN: Estas tres declaraciones del Señor Jesucristo


nos enseñan el secreto y el poder que hay en la oración.
¿Practicas la oración con regularidad en tu vida? ¿Asistes a los
servicios de oración que se celebran en el templo?

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