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ENSAYOS ACADÉMICOS

EN TORNO AL SUICIDIO

José Alonso Andrade Salazar


Diego Alejandro Calle Sandoval
Juan Camilo Gonzáles Portillo
José Arturo Luna Vargas
Libia Alvis Barranco
Kattia Cabas Hoyos
Ana María Romero Otálvaro
Nohora Aponte Gutiérrez
Anyela Viviana Alba Largo
Jaime Alberto Carmona Parra
Sandra Constanza Cañón Buitrago
PRÓLOGO

El Suicidio es un problema de salud pública creciente.


El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses en su
último informe (2015) advierte que en las últimas décadas
el fenómeno ha crecido nivel mundial un 60%. La tasa de
suicidio en Colombia también ha venido aumentando y
actualmente supera la media mundial. Algunos de los
Departamentos con las Tasas más altas del país son Arauca
con 11,68, Amazonas con 10,68, Caldas con 8,45, Huila
con 7,75, Quindío con 7,59 y Antioquia con 6.37.
Por ello hay que saludar los esfuerzos de los académicos
que desde diferentes disciplinas están trabajando en la
investigación del fenómeno y en la construcción de
estrategias de prevención e intervención del mismo. Esta
obra es un acontecimiento que logró reunir académicos de
diferentes regiones del país y de diferentes instituciones de
educación superior para contribuir a esta importante tarea.
Dos investigaciones preceden a la elaboración de éste
documento: la primera de ellas derivada del convenio de
investigación entre la Universidad Antonio Nariño y la
Fundación Participar IPS, que tuvo como objetivo conocer
las huellas autobiográficas en padres de hijos adolescentes
que presentaron intento de suicidio, y la segunda de la

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Ensayos académicos en torno al suicidio

Universidad de San Buenaventura Medellín extensión


Armenia en convenio con la Universidad Popular del Cesar
de Valledupar enfocada en comprender las habilidades para
la vida usadas por estudiantes de bachillerato para
protegerse de riesgos vitales. De los resultados de estas
investigaciones y la preocupación que suscitan respecto al
desarrollo los niñas, niños, adolescentes y jóvenes, surge la
idea de elaborar éste libro, iniciativa que fue acogida y
apoyada por la fundación «Participar» y su líder de
investigación Nohora Aponte Gutiérrez, y que a su vez fue
liderada por los docentes-investigadores José Alonso
Andrade Salazar y Diego Alejandro Calle Sandoval de la
Universidad de San Buenaventura Medellín extensión
Armenia. A esta idea se unieron docentes-investigadores
de la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería y el
Dr., Jaime Alberto Carmona Parra, Director de la Escuela
de Psicología de la Universidad de Manizales, quien lideró
el equipo compilador y editor de éste libro. La alianza
académica entre investigadores preocupados por las
elevadas tasas de suicidio en la región cafetera y en el país,
dio como resultado seis ensayos que reflejan una postura
académica clara que además propone relaciones y nuevos
puntos para comprender el fenómeno.
Las universidades e instituciones que a través de los
distintos investigadores aportaron a la discusión académica
son: Universidad de San Buenaventura Medellín extensión
Armenia, Universidad Popular del Cesar de Valledupar,
Universidad Pontificia Bolivariana-Montería, Universidad
de Manizales y la Fundación Participar IPS. El texto aborda
en dos de sus ensayos múltiples aportes desde las
neurociencias, enfocados en explorar la relación entre

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funciones ejecutivas, empatía y conducta suicida, mientras
en el segundo ensayo las autoras buscan indicadores que
posibiliten la detección temprana de factores de riesgo
neuropsicológicos relacionados con el suicidio, asimismo
se realiza una reflexión acerca de las huellas autobiográficas
que se generan en padres y madres con hijos que han
presentado intentos de suicidio, dicho estudio cualitativo
posibilita una mirada más amplia y subjetiva a las
consecuencias de este tipo de eventos en la familia y la
comunidad. Otros temas que también fueron objeto de
interés fueron: el suicidio comprendido como un fenómeno
complejo, el cual aporta a la construcción de nuevas vías
apreciativas enfocadas en una visión relacional de la
conducta suicida, además de un trabajo de investigación
que realiza un aporte importante a la comprensión de la
conducta suicida desde el análisis Existencial de Viktor
Frankl, planteando ideas y recomendaciones acerca de la
intervención y la postura logoterapéutica desde una mirada
humanista. También se cuenta con un trabajo aportado
por investigadores de la Universidad de Manizales que
aborda el tema de la prevención de comportamientos
autodestructivos en estudiantes universitarios.
En nombre del equipo editor y compilador de este texto
expresamos la gratitud a las personas e instituciones que
hicieron posible las investigaciones y la publicación de este
libro.

Dr. Jaime Alberto Carmona Parra


Editor

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FUNCIONES EJECUTIVAS, EMPATÍA
Y CONDUCTA SUICIDA:
LO QUE NOS CUENTA LA NEUROCIENCIA
DE LA COGNICIÓN SOCIAL

Diego Alejandro Calle Sandoval*


Juan Camilo Gonzáles Portillo**

La neurociencia cognitiva de las últimas décadas ha


venido centrando gran parte de sus trabajos investigativos
en la relación anatómica funcional existente entre las
emociones, la empatía, la teoría de la mente (TOM), tanto
en primates no humanos como humanos, hallando en ella
los precursores de la conducta social y las raíces de la
conciencia (Del Waal 2007, Calle, 2014 y Wilson, 2012).
Inicialmente se explora el concepto de TOM y sus raíces
filosóficas para luego abordar el aspecto neurobiológico y
clínico de dicha función y su relación con el fenómeno
psicosocial del suicidio.
En la filosofía de la mente, el estudio neurobiológico se
considera como la base de las consideraciones de los estados
mentales, las posiciones emergentes como la de Damasio
(2011), permiten ver la cognición social, como un proceso
biológico, de igual forma autores como Dennet, postulan

* Doctor en Psicología con orientación en neurociencias cognitivas aplicadas


Universidad Maimónides, Magister en Filosofía y Psicólogo Universidad del
Valle. Docente investigador de la Universidad de San Buenaventura Medellín
Extensión Armenia. Grupo de investigación en psicología y neurociencias. Correo
electrónico: diego.calle@tau.usbmed.edu.co
** Psicólogo. Maestrante en Educación y Desarrollo Humano. Docente
investigador de la Universidad de San Buenaventura Medellín Extensión Armenia.
Correo electrónico: juan.gonzales@usbmed.edu.co

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Ensayos académicos en torno al suicidio

que la conciencia humana, no sólo se debe observar desde


sus procesos neuroanatómicos sino desde la compresión
de elementos sociales Dennet (1995). La mentalización,
permitida por el normal ajuste de las demás funciones
ejecutivas, incluye según Castelli (2011), tres procesos
simbolizantes y trasformadores, procesos cognitivo/
imaginativo/atencional y el proceso regulador. Durante el
despliegue de habilidades en la escuela, se pone en juego el
papel del otro en los procesos mentales propios.
Pertnet, citado por Koldobsky (2009), afirman que
sujetos con hermanos han comprendido más rápido las
falsas creencias que otros que no han tenido hermanos
por lo que plantea que el contacto con el otro permite el
desarrollo aún más rápido de los procesos de mentalización.
En este orden de ideas, es preciso afirmar que la inserción
del otro en el proceso cognitivo propio, es una habilidad en
la que está inmersa tanto el desarrollo filogenético como el
desarrollo ontogénico. El sujeto es social, no sólo por
adscripción si no como patente biológica.
La cognición social, la teoría de la mente y la
mentalización, como características biológicas y sociales,
dan cuenta del «otro en mí», pero también el cómo se ve
un sujeto para el otro, la función predictiva y la toma de
decisiones, ayudan a la construcción de la autoconciencia
del sujeto, a la construcción de su yo, de modo que el
suicidio sería una desaparición del yo, una pérdida de la
capacidad predictiva sobre efectos y sobre conductas. Según
Hughes y Ensor (2009), el contacto social es determinante
en el correcto funcionamiento de las funciones ejecutivas,
hay tres líneas de investigación según estos autores: la
variabilidad del declive cognitivo en mellizos, los que

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muestran a lo largo de su ciclo vital más características de
socialización, poseen un menor declive cognitivo,
generando otra línea siendo la vulnerabilidad genética en
ambientes estresores, y por último la experiencia como
factor concluyente.
Sin duda las principales evidencias de disfunción en la
cognición social reportadas fueron las patologías
psiquiátricas, en especial las que se engendran durante la
infancia y la adolescencia. Al respecto, se cree que la
interacción entre el ambiente y el neurodesarrollo de la
corteza pre frontal orbitomedial y la función ejecutiva es
la base de dicha relación Blackmore, S. J. y Robbins, T. W.
(2012) y Calle D. (2016). En este sentido, el neurodesarrollo
de la cognición social estará estrechamente ligado con la
función ejecutiva toma de decisiones y por tanto ambas
ligadas a la dialéctica relación entre neurobiología y
ambiente (Andrade, Blandon, Quintero, García y Layne,
2015). Es justo ahí donde el presente capítulo pretende
vincular la disfunción neurobiológica de la interpretación
y expresión de emociones como la base del desarrollo
anómalo de la función neuropsicológica toma de decisiones
como un factor de riesgo para la conducta suicida en etapas
tempranas del desarrollo.

Corteza pre-frontal, toma de decisiones


y cognición social
El lóbulo frontal se divide en región pre-central, pre-
motora y corteza pre-frontal. Esta última además se
compone según sus proyecciones de la región dorsolateral,
región medial y región polar u orbital (Flórez y Ostrossky,
2012). Fuster (2008) considera a la región pre-frontal como

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Ensayos académicos en torno al suicidio

una zona de integración de la conducta. El autor dice que


la acción conjugada del dorsolateral pre-frontal y la corteza
parietal participaban en la integración temporal de la
conducta viso-espacial. Miller y Cohen (2001) en su teoría
integradora de la función pre-frontal, proponen la
capacidad de contextualización de la respuesta como una
función de dicha corteza, al igual que el mantenimiento
de la actividad encaminada hacia una meta preestablecida
en medio de eventos y estímulos distractores. Por tanto, se
cree que a diferencia de otras estructuras, la corteza pre-
frontal es más una zona de modulación de la conducta y
control cognitivo, que de transmisión de información.
Durante el desarrollo filogenético observado en la
distribución de las estructuras subcorticales que permiten
la organización de la funciones ejecutivas, el sujeto está
expuesto al «otro semejante»; desde el nacimiento,
progresivamente va asumiendo a «otros significativos» en
el desarrollo de las funciones cerebrales; de modo que gran
parte de las decisiones se dan en función de encajar con el
otro, esto se permite gracias a la capacidad de
mentalización (García, 2007). Llinás (2002) en
investigaciones sobre las funciones primitivas del cerebro
humano, ha encontrado que la función predictiva subyace
a la organización del sí mismo. El sí mismo es el núcleo
predictivo de acontecimientos del medio y de otros, pero
no es equiparado con la función de la autoconciencia, por
eso la biología básica de las funciones ejecutivas que
permiten la capacidad predictiva, proporcionan el marco
de referencia para que el sujeto pueda predecir las acciones
de otros, en este sentido la escuela es uno de los primeros
lugares de encuentro con pares.

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Por tanto, la capacidad de predecir eventos y el
aprendizaje procedimental secuencial, la teoría de la mente
(TOM) y la interpretación de estados emocionales aparece
en el desarrollo antes que la habilidad para el análisis de
contingencias que implican la respuesta voluntaria (Calle,
2016). Tal es el caso de la toma de decisiones. Al respecto,
Ongur y Price, (2000) evidencian el bajo rendimiento de
pacientes con lesión orbitomedial en pruebas que requieren
una decisión en situaciones sociales, de familiaridad y de
supervivencia; en contraste con su buen rendimiento ante
tareas que implican decisiones sin componente emocional.
Bechara, Damasio y Damasio (2000) proponen que el
proceso de toma de decisiones está influenciado por señales
originadas en procesos bioreguladores. Los autores afirman
que la corteza orbitofrontal es una zona neural crítica en
la toma de decisiones. No obstante, resaltan que el accionar
de dicha área está mediado a su vez por una gran cantidad
de conexiones con estructuras somato-sensoriales, la región
insular y el sistema límbico en especial con la amígdala.

Evidencia neurocognitiva
Schoenbaum y Setlow, (2001) a través de experimentos
con emisión de positrones en sujetos normales encontraron
que el flujo sanguíneo en las porciones mediales del pre-
frontal aumentaba ante la ansiedad que producía
enfrentarse a una tarea cognitiva desconocida. No obstante,
dicha ansiedad y flujo sanguíneo disminuían al repetirse
la operación. Por tanto, los autores concluyeron que
procesos emotivos como la motivación y el grado de tensión
influyen en las funciones ejecutivas. En general se considera
que la teoría de la mente (TOM) es precursora del control

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Ensayos académicos en torno al suicidio

ejecutivo. Los estudios con menores de cinco años señalan


interdependencia simultánea en el que ambos se desarrollan
en el pequeño Calle y Grañana (2015). A nivel clínico, la
empatía, la conducta antisocial y los trastornos del espectro
autista vinculan la región pre frontal en especial la
orbitofrontal con la toma de decisiones y la cognición social
en niños y adolescentes Spencer, M.D, Holt, R. J., Chura,
L. R., Calder, A. J., Suckling, J., Bullmore, E.T., Baron-
Cohen, S. (2015), Calle (2014), Grañana (2014). Ante
variables sociales, existen evidencias de una estrecha
relación entre el ambiente y el desarrollo neuropsicológico
de la corteza pre frontal y la función ejecutiva Epa y Dudek,
(2015).
Una evidencia de lo anterior está con Areny-Balagueró,
M., García-Molina, A., Roig-Rovira, T., Tormos, J., y
Jodar-Vicente, M. (2015) quienes compararon el
rendimiento ejecutivo de 73 pacientes con daño frontal y
30 de control. Por medio de los dominios letras y números
del WAIS, el test de tarjetas de Winsconsind, el Trail Making
test B y el Ballon Analogue Risk task (BART). Los
resultados indicaron diferencias en el rendimiento de ambos
grupos siendo superior del control. Igualmente, los autores
revisaron la correlación entre varias de las pruebas y sus
puntajes, hallando relaciones positivas entre las tareas
ejecutivas como la flexibilidad, control inhibitorio y toma
de decisiones.

Cognición social, toma de decisiones


y conducta suicida
En este apartado se buscará evidencias que vinculen las
funciones ejecutivas TOM y toma de decisiones con los

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trastornos afectivos y otros cuadros causantes del
comportamiento suicida.
Inicialmente, hay que resaltar como la TOM se vería
afectada en un paciente suicida. Si tomamos como principio
que el suicidio parte de una toma de decisiones a nivel social.
Damasio (2011) considera tres aspectos psicológicos por
los cuales el paciente con alteración en la porción
ventromedial comete errores y obtiene bajo desempeño en
los reactivos para evaluar neuropsicológicamente la toma
de decisiones: primero la hipersensibilidad a la recompensa,
segundo la insensibilidad al castigo, ya que no considera
las consecuencias negativas de la elección; y tercero la no
estimación de los efectos futuros que pueden acarrear las
decisiones inadecuadas. Es decir, que la corteza
ventromedial permite contextualizar la conducta
emocional y es la moduladora de la respuesta social.
Desde los 4 años de edad un menor desarrolla la
capacidad de interpretar los estados emocionales propios y
de los demás (Baron y Cohen, 2005, Grañana, 2014). Dicha
capacidad le permitiría anticipar algunas consecuencias
de sus actos o la de sus pares, hecho que favorecería su
control inhibitorio (Calle y Grañana, 2015). Una vez puesto
en marcha el dispositivo ejecutivo de la inhibición, se
fortalece la memoria de trabajo piedra angular de la
inteligencia para la neuropsicología contemporánea
(Diamond, 2006 y 2014, Quintanar y Solovieva, 2016).
Así pues, una vez desarrolladas las bases de las funciones
ejecutivas en la primera infancia, emergerán otras
funciones como la flexibilidad cognitiva clave en el
desarrollo de tareas complejas como la planificiación,
abstracción, metacognición y toma de decisiones

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Ensayos académicos en torno al suicidio

(Fejerman, 2010, Calle 2016). No obstante, unos años


después durante la pubertad y luego la adolescencia el
cerebro presenta cambios a nivel anatómico, celular y desde
luego cognitivo y comportamental según los estudios
postmorten.
Lo anterior coincide con diversos reportes
neuropsiquiátricos de patologías del estado de ánimo como
la distimia, ciclotimia y aún desordenes bipolares, reportan
disminución en las funciones neuropsicológicas TOM, la
empatía y los juicios de tipo moral emocional (Bora y Berk,
2016). Por tanto, se cree que muchas de las patologías
sociopáticas en las que se observan defectos en la
maduración de dicha región pre-frontal (Calle, 2016). Al
respecto, Bora, E., Berk, M. (2016) realizaron un
metaanálisis de 18 estudios que relacionan los déficits
cognitivos sociales con los trastornos afectivos. En dichos
estudios se compararon 613 pacientes con trastorno
depresivo mayor con 529 controles sanos. Los resultados
indicaron un rendimiento significativamente inferior en
los sujetos patológicos. Incluso, la gravedad de los síntomas
afectivos se correlacionó con el nivel inferior en TOM.
Por su parte, Zahavi, A., Sabbagh, M. A., Washburn,
D., Mazurka, R., Ragby R. M., Strauss, J. et al (2016)
correlacionaron los resultados ante el test de las miradas
de 38 pacientes depresivos y 56 controles. Adicionalmente,
incluyeron la variable genética asociada al polimorfismo
del trasporte de serotonina, y la encima que sintetiza los
receptores D2 y D4. Si bien fue evidente un desempeño
mejor en los controles, no todos los sujetos con
modificaciones genéticas en la producción de dichos
receptores presentaron rendimientos patológicos a nivel de
la cognición social.
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Incluso, fuera del contexto clínico también hay otros
escenarios donde se pone en evidencia la estrecha relación
neuropsicológica entre la función empática y el riesgo
suicida. Uno de esos espacios es la escuela, ya que es ahí
donde el sujeto está expuesto al ajuste de estructuras
sociales aún más avanzadas que el núcleo familiar, allí se
espera que despliegue lo constituido en las primeras etapas
del desarrollo; los factores estresores encontrados en la
escuela, las pautas de recompensa, el nivel de ajuste social,
sumados a los rasgos biológicos encontrados en el fallo, en
la toma decisiones, harían proclive a cierta clase de sujetos
a tener una alteración ejecutiva en la cognición social y
por ende mayor riesgo de conducta suicida.
Al respecto, Gonzales-Portillo, Gil-Arévalo, Hernández-
Botero y Henao-Sánchez (2015), abordaron de manera
empírica una triangulación analítica entre el modelo
arquitectónico de Mack, los resultados obtenidos en una
población de estudiantes de educación media en Colombia
a quienes se les aplicó el instrumento Escala de
Desesperanza de Beck, Weissman, Lester y Trexler y el
análisis de los factores sociodemográfica. Los investigadores
encontraron que «El suicidio y la ideación suicida
constituyen un problema de salud pública que afecta la
calidad y expectativa de vida de las poblaciones vulnerables,
especialmente de aquellas cuyas edades oscilan entre los
15 y 25 años.» (p.8), los sujetos evaluados han manifestado
tener ideación suicida, han puntuado alto niveles en las
expectativas negativas sobre el futuro, traducido en una
visión desfavorable del sí mismo. Se analizó además la
relación existente entre la ideación suicida y la tensión
intrafamiliar causada por un control normativo

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Ensayos académicos en torno al suicidio

inapropiado de uno de los padres. Lo anterior sumado al


Bullyng en ambientes escolares, hacen a los sujetos en
edades escolares vulnerables al suicidio.
Ahora bien, dado lo descrito anteriormente, se puede
inferir que ante un pensamiento de muerte o una ideación
suicida exista alguna disfunción ejecutiva. Además tal y
como se reportó en párrafos anteriores, existen evidencias
empíricas de dichas alteraciones neuropsicológicas en niños
y/o adolescentes con trastornos afectivos. Además, los
comportamientos con los pares y con el contexto familiar,
podrían debilitar la contingencia existente entre los
refuerzos positivos que permiten comportamientos
adecuados y las conductas, de modo que se entra en proceso
de extinción operante; de igual manera la relación espacio-
temporal con los castigos. Lo anterior junto con otros
procesos conductuales, se desajustan en el individuo tanto
por factores filogenéticos y ontogénicos y generan
elementos de riesgos para el suicidio.

Conclusiones
Los estudios empíricos y de reflexión referenciados en
el presente capítulo ilustran una nueva forma de concebir
la conducta suicida de la sociedad contemporánea. Esta es
la disfunción neuropsicológica de la TOM y la toma de
decisiones. Dichas variables psicobiológicas, están
estrechamente ligadas a los factores filogenéticos,
ontogenéticos y desde luego con la experiencia social de
cada sujeto durante su desarrollo. Por tanto, es factible
considerar que el tejido nervioso de cada corteza es un
derivado de los factores mencionados en la construcción
de las funciones neuropsicológicas ejecutivas en especial

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la empatía, ya que esta permite que los marcadores
somáticos de la región orbitofrontal interprete
adecuadamente el estado emocional de los demás, de las
situaciones sociales y desde luego del mismo sujeto
(Damasio, 2011).
Por tanto, es fundamental incluir en futuros estudios
un abordaje neuropsicológico de la función ejecutiva global
en la que se analice el desarrollo de la TOM y la toma de
decisiones en relación con las variables psicológicas y
ambientales del entorno donde se desarrolla el riesgo
suicida. Igualmente, las acciones de intervención en
promoción de la salud mental y prevención de la conducta
suicida en especial en los primeros años deben ser
orientadas desde un abordaje biopsicosocial a partir del
diálogo inter y transdisciplinar.

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50
DETECCIÓN TEMPRANA DE FACTORES
DE RIESGO NEUROPSICOLÓGICOS
RELACIONADOS CON EL SUICIDIO

Kattia Cabas Hoyos*


Ana María Romero Otálvaro**

La prevención es actualmente la estrategia en la apuesta


a la lucha contra el suicidio, sin embargo organizaciones
mundiales como la Organización Mundial de la Salud
(OMS), enfatizan que a pesar de las intervenciones que se
realizan en distintos ámbitos, las estadísticas siguen en
crecimiento y que las edades en las que aparecen las
conductas suicidas son cada vez más tempranas. Algunos
datos que impresionan indican que en el mundo se
suicidan dos personas por minuto, es decir que al menos
un millón de personas mueren por esta causa, lo que
representa una mortalidad anual de 14,5 personas por cada
100.000 habitantes (OMS, 2012). Se hace imperante que
la interdisciplinariedad aporte respuestas científicas sólidas
para la construcción de estrategias contextualizadas que
impacten en la disminución real de la problemática del
suicidio. La neuropsicología es posible establecer una
detección temprana de factores de riesgos alrededor del
suicidio para posibilitar una prevención pertinente y eficaz.

* Psicóloga, Universidad Pontificia Bolivariana. Máster en Psicología Clínica,


Universitat de Barcelona. Docente Facultad de Psicología, Universidad Pontificia
Bolivariana, Montería. Correo electrónico: kattia.cabas@upb.edu.co
** Psicóloga, Universidad Pontificia Bolivariana. Doctora en Psicología con
orientación en neurociencia cognitiva, Universidad Maimónides. Docente Facultad
de Psicología, Universidad Pontificia Bolivariana, Montería. Correo
electrónico: ana.romeroo@upb.edu.co

67
Ensayos académicos en torno al suicidio

En esta identificación minuciosa se debe estar alerta a


los cambios conductuales que aparecen. Es importante
comenzar por las manifestaciones patológicas, puesto que
el suicidio puede ser la consecuencia fatal de un sinnúmero
de sucesos que proceden de la interacción entre el ambiente,
la neurobiología, la pisocopatología, epigenética y el
devenir de una persona.
Para analizar los factores de riesgo del suicidio, se puede
distinguir la ideación suicida, entendida como la
construcción de las representaciones suicidas y el despliegue
de las acciones para su consecución; esta distinción se
realiza debido a que los factores de riesgo desde la
neuropsicología pueden ser diversos en los dos momentos,
y para su estudio y posterior intervención es importante
reconocerlos y describirlos detalladamente. Sin embargo,
desde la prevención, como su naturaleza lo indica, el
objetivo es evitar el salto de la ideación al acto, incluso
interrumpir de manera pertinente las representaciones que
motivasen la ideación per se.
Ahora bien, no es el objetivo del capítulo desarrollar un
análisis reduccionista de fenómeno del suicidio
exclusivamente desde la neurociencias, al entenderse como
un proceso en donde hay interfluencia de factores
biológicos, sociales, personales y experienciales, asociados
a la neurotransmisión, trastornos emocionales, escasas
habilidades sociofamiliares para resolver problemas,
además de agresiones, «violaciones sexuales, trastornos
de identidad sexual, trastornos psiquiátricos, adicción a
las drogas, acceso a medicamentos, dificultades en el
grupo familiar, y divorcio o separación de los padres»
(Casas, Tomás, Bassas, Batlle, Bielsa & Molina, 2007,

68
citados por Andrade, Romero & Ramírez, 2014: 21).
Otro pilar de la detección temprana de factores de riesgo
en la conducta suicida es la etapa evolutiva en la que se
encuentra un individuo, debido a que los procesos
bipsicosociales en cada edad son de distinta naturaleza
influyendo tanto en la ideación como la conducta e, incluso,
en el acto suicida. Indicadores actuales evidencian que los
niños y adolescentes son un grupo poblacional vulnerable
al suicidio. En un estudio realizado en el Hospital Infantil
de Manizales en el año 2010, se encontró que la edad en
que más se presentó el intento de suicidio fue a los 15 años
(Carmona, Arango, Castaño, Escobar, García y Godoy,
2010), lo que concuerda con evidencias similares en otros
estudios (Sauceda, Lara, Focil, 2006; Pérez-Olmos,
Sandoval, Dussán-Buitrago, & Ayala-Aguilera, 2007).
Como factores de riesgo asociados a la conducta suicida
en niños y adolescentes Amezquita, González y Zuluaga
(2008: 145), establecen a la depresión debida en mayor
parte a la dificultad para afrontar la frustración, la
disfunción familiar, el abuso sexual, la no satisfacción de
necesidades básicas y maltrato.
En cuanto al comportamiento que puede dar pistas de
la ideación antes del acto suicida, es posible que ocurran
manifestaciones previas como actitudes de escape, de
venganza, altruismo o búsqueda de riesgo, tendencia a
percibirse como perdedor, baja tolerancia a la frustración,
dificultad para resolver conflictos, desesperanza y abandono
(Gutiérrez-García, Contreras & Orozco, 2006).
Se podría decir que la depresión es el factor de riesgo de
más importancia alrededor del suicidio, no solo por la
evidencia y estudios realizados en el tema, si no también,

69
Ensayos académicos en torno al suicidio

por que la constitución de un cuadro depresivo afecta todas


las esfera de la vida de un individuo, llevándolo a un punto
de estancamiento que le impide la visión prospectiva
necesaria para la motivación de actos de disfrute y
adaptación personal, social, laboral y emocional, es decir
interfiere en el funcionamiento personal y desarrolla un
estado desesperanza que puede desembocar en la conducta
suicida.
Por esta razón, es importante ahondar lo que sucede en
la depresión en varios niveles y su relación con el suicido,
para que sea posible identificar algunos factores de riesgo
específicos desde una perspectiva neuropsicológica.
Como se ha mencionado, la depresión es una
psicopatología estrechamente ligada con las conductas
suicidas y en particular la anhedonia, la cual es el eje central
del modelo depresivo, y que en su condición crónica crea
una tendencia al aumento del deseo suicida; algunos
estudios indican que el neurotransmisor ácido gamma
aminobutírico (GABA) está involucrado en la cadena
neurobiológica del suicidio (Gutiérrez & Contreras, 2008),
ya que se encuentra en elevada concentración en el cerebro
de personas que sufren depresión severa. Según Lecrubier
(2000) una hiperconcentración de este neurotransmisor
de tipo inhibitorio en el cerebro es un factor de elevado
riesgo para la manifestación del suicidio, bajo condiciones
depresivas.
Con relación a estos procesos neurobiológicos la
amígdala tiene un rol fundamental, ya que presenta una
concentración importante de receptores GABA, lo cual está
estrechamente relacionado con el procesamiento del
sistema límbico (amígdala, fornix, corteza cingulada y

70
septum) que interfiere en la mediación del comportamiento
motivacional regulado, guarda una relación estructural
con la conducta suicida, y aunque no reduce su actividad
a la acción del GABA, sí es clara la asociación entre su
disrregulación y la capacidad general de un sujeto para
tomar decisiones puesto que el GABA y los receptores
benzodiazepínicos modifican la función de modulación e
integración de las neuronas piramidales, mismas que
median la actividad del sistema serotoninérgico (Pandey,
Conley, Pandey, Goel, Roberts & Tamminga, 1997). Según
Andrade, Rodríguez & Campo (2013), en el acto suicida
las principales estructuras neurológicas involucradas son
el prefrontal, tálamo, amígdala, fornix, corteza cingulada
y el septum; cabe mencionar que el tálamo juega un papel
muy importante en el suicidio, ya que se encarga del
procesamiento de información, que a su vez influye sobre
las funciones corticales.
De esta manera, la depresión y el suicidio se vincularían
con cuatro áreas de la corteza prefrontal: dorso-lateral,
órbito-frontal, ventro-medial y cingulado anterior. La
corteza dorsolateral Así, neuroanatómicamente se
encuentra en la región prefrontal dorsolateral y está
implicado en toma de decisiones, la estrategia de
organización, memoria operativa, flexibilidad cognitiva,
capacidad de inhibición, entre otras y que como afirman
Tirapu-Ustárroz & Luna-Lario (2008) Cuando se sufre
lesiones o disfunciones que la afectan, se acuña el término
«síndrome disejecutivo» (Tirapu-Ustárroz et al., 2008: 220)
para definir a las dificultades como la concentración en
tareas y, por ejemplo, finalizarlas además de utilizar
estrategias operativas, limitaciones en la flexibilidad

71
Ensayos académicos en torno al suicidio

cognitiva o abstracción de ideas entre muchos más. Y en


el caso específico de las tendencias suicidas se han
relacionado con una función cognitiva anormal. (Jollant,
Guillaume, Jaussent, Castelnau, Malafosse & Courtet,
2007), en especial a una pobre toma de decisiones (Pollock
& Williams, 1998) y no tanto a fallas en el proceso
inhibitorio (Suárez, 2010).
La corteza orbito-frontal asociada a características del
estado de ánimo y la motivación fundamentalmente,
cuando hay afectación de este circuito se presentan
conductas ligadas a la irritabilidad, impulsividad, labilidad
afectiva y euforia, entre otras.

«Es así como una falla en la misma se ha relacionado con


presencia de agresividad e impulsividad, lo que explica
al comportamiento suicida como un acto impulsivo y
agresivo (Suárez, 2010). La corteza prefrontal
desempeña un papel fundamental en la regulación del
estado de ánimo y se le ha implicado tanto en la
fisiopatología de los trastornos afectivos como en el
suicidio» (Gutiérrez-García & Contreras, 2008: 322).

Entre tanto, el cingulado anterior que está implicado


con la motivación, cuando se afecta origina además de
desmotivación, apatía, mutismo, pobre modulación de la
actuación, entre otras. La vulnerabilidad a la conducta
suicida ha sido relacionada con un posible aumento a la
vulnerabilidad de las emociones negativas (Jollant, et al.,
2008).
En este sentido un perfil característico neuropsicológico
que subyace a esta desregulación indica características

72
disejecutivas, tales como la dificultad en la toma de
decisiones contextualizada en un ámbito social específico,
incidiendo en un déficit para la capacidad de enfrentar
inconvenientes y contingencias de la vida y retomar la
iniciativa en proyectos personales; acorde a esto Andrade,
Rodríguez & Campo (2013), refieren que en la
neurotransmisión gabaérgica y serotonérgica ocurren
anomalías importantes en la neurotransmisión, asociadas
al funcionamiento de la corteza prefrontal, el
hipocampo, el sistema hipotalámico y el tallo cerebral,
es decir en el funcionamiento ejecutivo, habilidad
importante para mantener el cauce motivacional y
resiliente en la vida personal de un individuo. Los hallazgos
señalan un aumento de los receptores del neurotransmisor
serotonina en la región ventral de la corteza prefrontal, lo
que puede ser descrito a modo de mecanismo
compensatorio de la hipoactividad de las neuronas
serotoninérgicas (Escriba, Ozaita & García-Sevilla, 2004).
Se ha señalado que la exposición continua del sistema
serotoninérgico a elevados niveles de cortisol, se asocia al
decremento en la resistencia de estresores provocando que
eventos menos importantes en la vida cotidiana
desencadenen episodios depresivos (Van Heeringen, 2001:
136-159).
La interacción social implica la participación de los
sistemas serotoninérgico y noradreninérgico. Estos se han
vinculado con la presencia de ideas suicidas, baja
autoestima, baja dependencia a la recompensa, una alta
respuesta a eventos estresantes y distanciamiento
emocional (Loyo, 2002). Este último componente permite
señalar el carácter multifactorial del riesgo suicida y el

73
Ensayos académicos en torno al suicidio

error en el que se incurre si se cae en el reduccionismo


antes señalado. Se han realizado revisiones acerca de
sustratos neurobiológicos y de base genética en adultos
jóvenes, encontrándose que existirían anomalías del
sistema nervioso central que llevan a los individuos a actuar
de manera impulsiva y agresiva ante la disforia, la
desesperanza y la aparición de pensamientos suicidas en el
estado de depresión (Clark, 1992), así como otros estudios
han establecido que las personas jóvenes con intentos
suicidios marcaban alto «en la escala de búsqueda de
experiencias en comparación con los que no lo habían
intentado» (Bolognini, Laget, Plancherel, Atéphan, Corcos
& Halfon, 2002: 337-356); mientras tanto los adultos
mayores tendrían características de personalidad
predisponente. Se han caracterizado los ancianos suicidas
como personas hostiles, rígidos y con un estilo de vida
independiente (Clark, 1992) y en test de personalidad
marcarían baja apertura a la experiencia y neuroticismo
alto (Costa & McCrae, 1993). El estudio ESPIRIT conducido
por Cyprien et al. (2012) examinó una muestra de adultos
mayores (n=435) de 65 años que fueron divididos en tres
grupos: con intento suicida, con depresión pero sin historial
de intentos suicidas y controles sin historial de intento
suicidas, al que le realizó exploración con resonancia
magnética con ponderación T1, encontrando anomalías
estructurales de los individuos con conductas suicidas. Se
halló una reducción del tercio posterior del cuerpo calloso
y reducción de la conectividad que afecta la misma
estructura.
Otros estudios apuntan al cerebelo como una estructura
cerebral con un rol primordial en la conducta suicida ligada

74
a comportamientos depresivos. Algunas revisiones de
lesiones en el cerebelo y su relación con cambios
conductuales desde la observación clínica, reflejan cambios
en la respuesta emocional, como la combinación de
pasividad y brusquedad, humor inapropiado e impertinente.
Autopsias de personas con cuadros depresivos severos y
cuya muerte fue por suicidio, han evidenciado una notable
diferencia en el tamaño del cerebelo, en tanto que era
más pequeño al promedio, lo que sugiere que el cerebelo es
importante para una adecuada función cognitiva y
emocional (García, Hernández, Concha, Pérez, García &
Hernández, 2009).
Estas evidencias neurobiológicas de la incidencia de la
depresión en el suicidio, se relacionan entonces con
alteraciones neuropsicológicas como déficit de funciones
ejecutivas; algunos autores reportan déficit en fluidez
verbal, razonamiento lógico, mediado por el lenguaje
(Cañón, 2011), en pacientes con conductas suicidas, de
igual forma hay presencia de «desesperanza y rigidez
cognitiva los cuales son de gran importancia en el riesgo
suicida» (Álvarez, et al, 2012: 2), ya en algunos reportes
estadísticos poblacionales este factor de riesgo se ve
reflejado, tal es el caso del Informe del Análisis de la
Conducta Suicida del Sistema de Vigilancia Epidemiológica
(SISVECOS) del año 2012, en donde se señala como factor
de riesgo el déficit en la resolución de conflicto, otra
habilidad ejecutiva necesaria para el funcionamiento
adecuado del individuo en su experiencia personal.

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