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EN TORNO AL SUICIDIO
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Ensayos académicos en torno al suicidio
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funciones ejecutivas, empatía y conducta suicida, mientras
en el segundo ensayo las autoras buscan indicadores que
posibiliten la detección temprana de factores de riesgo
neuropsicológicos relacionados con el suicidio, asimismo
se realiza una reflexión acerca de las huellas autobiográficas
que se generan en padres y madres con hijos que han
presentado intentos de suicidio, dicho estudio cualitativo
posibilita una mirada más amplia y subjetiva a las
consecuencias de este tipo de eventos en la familia y la
comunidad. Otros temas que también fueron objeto de
interés fueron: el suicidio comprendido como un fenómeno
complejo, el cual aporta a la construcción de nuevas vías
apreciativas enfocadas en una visión relacional de la
conducta suicida, además de un trabajo de investigación
que realiza un aporte importante a la comprensión de la
conducta suicida desde el análisis Existencial de Viktor
Frankl, planteando ideas y recomendaciones acerca de la
intervención y la postura logoterapéutica desde una mirada
humanista. También se cuenta con un trabajo aportado
por investigadores de la Universidad de Manizales que
aborda el tema de la prevención de comportamientos
autodestructivos en estudiantes universitarios.
En nombre del equipo editor y compilador de este texto
expresamos la gratitud a las personas e instituciones que
hicieron posible las investigaciones y la publicación de este
libro.
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FUNCIONES EJECUTIVAS, EMPATÍA
Y CONDUCTA SUICIDA:
LO QUE NOS CUENTA LA NEUROCIENCIA
DE LA COGNICIÓN SOCIAL
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muestran a lo largo de su ciclo vital más características de
socialización, poseen un menor declive cognitivo,
generando otra línea siendo la vulnerabilidad genética en
ambientes estresores, y por último la experiencia como
factor concluyente.
Sin duda las principales evidencias de disfunción en la
cognición social reportadas fueron las patologías
psiquiátricas, en especial las que se engendran durante la
infancia y la adolescencia. Al respecto, se cree que la
interacción entre el ambiente y el neurodesarrollo de la
corteza pre frontal orbitomedial y la función ejecutiva es
la base de dicha relación Blackmore, S. J. y Robbins, T. W.
(2012) y Calle D. (2016). En este sentido, el neurodesarrollo
de la cognición social estará estrechamente ligado con la
función ejecutiva toma de decisiones y por tanto ambas
ligadas a la dialéctica relación entre neurobiología y
ambiente (Andrade, Blandon, Quintero, García y Layne,
2015). Es justo ahí donde el presente capítulo pretende
vincular la disfunción neurobiológica de la interpretación
y expresión de emociones como la base del desarrollo
anómalo de la función neuropsicológica toma de decisiones
como un factor de riesgo para la conducta suicida en etapas
tempranas del desarrollo.
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Por tanto, la capacidad de predecir eventos y el
aprendizaje procedimental secuencial, la teoría de la mente
(TOM) y la interpretación de estados emocionales aparece
en el desarrollo antes que la habilidad para el análisis de
contingencias que implican la respuesta voluntaria (Calle,
2016). Tal es el caso de la toma de decisiones. Al respecto,
Ongur y Price, (2000) evidencian el bajo rendimiento de
pacientes con lesión orbitomedial en pruebas que requieren
una decisión en situaciones sociales, de familiaridad y de
supervivencia; en contraste con su buen rendimiento ante
tareas que implican decisiones sin componente emocional.
Bechara, Damasio y Damasio (2000) proponen que el
proceso de toma de decisiones está influenciado por señales
originadas en procesos bioreguladores. Los autores afirman
que la corteza orbitofrontal es una zona neural crítica en
la toma de decisiones. No obstante, resaltan que el accionar
de dicha área está mediado a su vez por una gran cantidad
de conexiones con estructuras somato-sensoriales, la región
insular y el sistema límbico en especial con la amígdala.
Evidencia neurocognitiva
Schoenbaum y Setlow, (2001) a través de experimentos
con emisión de positrones en sujetos normales encontraron
que el flujo sanguíneo en las porciones mediales del pre-
frontal aumentaba ante la ansiedad que producía
enfrentarse a una tarea cognitiva desconocida. No obstante,
dicha ansiedad y flujo sanguíneo disminuían al repetirse
la operación. Por tanto, los autores concluyeron que
procesos emotivos como la motivación y el grado de tensión
influyen en las funciones ejecutivas. En general se considera
que la teoría de la mente (TOM) es precursora del control
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trastornos afectivos y otros cuadros causantes del
comportamiento suicida.
Inicialmente, hay que resaltar como la TOM se vería
afectada en un paciente suicida. Si tomamos como principio
que el suicidio parte de una toma de decisiones a nivel social.
Damasio (2011) considera tres aspectos psicológicos por
los cuales el paciente con alteración en la porción
ventromedial comete errores y obtiene bajo desempeño en
los reactivos para evaluar neuropsicológicamente la toma
de decisiones: primero la hipersensibilidad a la recompensa,
segundo la insensibilidad al castigo, ya que no considera
las consecuencias negativas de la elección; y tercero la no
estimación de los efectos futuros que pueden acarrear las
decisiones inadecuadas. Es decir, que la corteza
ventromedial permite contextualizar la conducta
emocional y es la moduladora de la respuesta social.
Desde los 4 años de edad un menor desarrolla la
capacidad de interpretar los estados emocionales propios y
de los demás (Baron y Cohen, 2005, Grañana, 2014). Dicha
capacidad le permitiría anticipar algunas consecuencias
de sus actos o la de sus pares, hecho que favorecería su
control inhibitorio (Calle y Grañana, 2015). Una vez puesto
en marcha el dispositivo ejecutivo de la inhibición, se
fortalece la memoria de trabajo piedra angular de la
inteligencia para la neuropsicología contemporánea
(Diamond, 2006 y 2014, Quintanar y Solovieva, 2016).
Así pues, una vez desarrolladas las bases de las funciones
ejecutivas en la primera infancia, emergerán otras
funciones como la flexibilidad cognitiva clave en el
desarrollo de tareas complejas como la planificiación,
abstracción, metacognición y toma de decisiones
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Conclusiones
Los estudios empíricos y de reflexión referenciados en
el presente capítulo ilustran una nueva forma de concebir
la conducta suicida de la sociedad contemporánea. Esta es
la disfunción neuropsicológica de la TOM y la toma de
decisiones. Dichas variables psicobiológicas, están
estrechamente ligadas a los factores filogenéticos,
ontogenéticos y desde luego con la experiencia social de
cada sujeto durante su desarrollo. Por tanto, es factible
considerar que el tejido nervioso de cada corteza es un
derivado de los factores mencionados en la construcción
de las funciones neuropsicológicas ejecutivas en especial
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la empatía, ya que esta permite que los marcadores
somáticos de la región orbitofrontal interprete
adecuadamente el estado emocional de los demás, de las
situaciones sociales y desde luego del mismo sujeto
(Damasio, 2011).
Por tanto, es fundamental incluir en futuros estudios
un abordaje neuropsicológico de la función ejecutiva global
en la que se analice el desarrollo de la TOM y la toma de
decisiones en relación con las variables psicológicas y
ambientales del entorno donde se desarrolla el riesgo
suicida. Igualmente, las acciones de intervención en
promoción de la salud mental y prevención de la conducta
suicida en especial en los primeros años deben ser
orientadas desde un abordaje biopsicosocial a partir del
diálogo inter y transdisciplinar.
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DETECCIÓN TEMPRANA DE FACTORES
DE RIESGO NEUROPSICOLÓGICOS
RELACIONADOS CON EL SUICIDIO
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citados por Andrade, Romero & Ramírez, 2014: 21).
Otro pilar de la detección temprana de factores de riesgo
en la conducta suicida es la etapa evolutiva en la que se
encuentra un individuo, debido a que los procesos
bipsicosociales en cada edad son de distinta naturaleza
influyendo tanto en la ideación como la conducta e, incluso,
en el acto suicida. Indicadores actuales evidencian que los
niños y adolescentes son un grupo poblacional vulnerable
al suicidio. En un estudio realizado en el Hospital Infantil
de Manizales en el año 2010, se encontró que la edad en
que más se presentó el intento de suicidio fue a los 15 años
(Carmona, Arango, Castaño, Escobar, García y Godoy,
2010), lo que concuerda con evidencias similares en otros
estudios (Sauceda, Lara, Focil, 2006; Pérez-Olmos,
Sandoval, Dussán-Buitrago, & Ayala-Aguilera, 2007).
Como factores de riesgo asociados a la conducta suicida
en niños y adolescentes Amezquita, González y Zuluaga
(2008: 145), establecen a la depresión debida en mayor
parte a la dificultad para afrontar la frustración, la
disfunción familiar, el abuso sexual, la no satisfacción de
necesidades básicas y maltrato.
En cuanto al comportamiento que puede dar pistas de
la ideación antes del acto suicida, es posible que ocurran
manifestaciones previas como actitudes de escape, de
venganza, altruismo o búsqueda de riesgo, tendencia a
percibirse como perdedor, baja tolerancia a la frustración,
dificultad para resolver conflictos, desesperanza y abandono
(Gutiérrez-García, Contreras & Orozco, 2006).
Se podría decir que la depresión es el factor de riesgo de
más importancia alrededor del suicidio, no solo por la
evidencia y estudios realizados en el tema, si no también,
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septum) que interfiere en la mediación del comportamiento
motivacional regulado, guarda una relación estructural
con la conducta suicida, y aunque no reduce su actividad
a la acción del GABA, sí es clara la asociación entre su
disrregulación y la capacidad general de un sujeto para
tomar decisiones puesto que el GABA y los receptores
benzodiazepínicos modifican la función de modulación e
integración de las neuronas piramidales, mismas que
median la actividad del sistema serotoninérgico (Pandey,
Conley, Pandey, Goel, Roberts & Tamminga, 1997). Según
Andrade, Rodríguez & Campo (2013), en el acto suicida
las principales estructuras neurológicas involucradas son
el prefrontal, tálamo, amígdala, fornix, corteza cingulada
y el septum; cabe mencionar que el tálamo juega un papel
muy importante en el suicidio, ya que se encarga del
procesamiento de información, que a su vez influye sobre
las funciones corticales.
De esta manera, la depresión y el suicidio se vincularían
con cuatro áreas de la corteza prefrontal: dorso-lateral,
órbito-frontal, ventro-medial y cingulado anterior. La
corteza dorsolateral Así, neuroanatómicamente se
encuentra en la región prefrontal dorsolateral y está
implicado en toma de decisiones, la estrategia de
organización, memoria operativa, flexibilidad cognitiva,
capacidad de inhibición, entre otras y que como afirman
Tirapu-Ustárroz & Luna-Lario (2008) Cuando se sufre
lesiones o disfunciones que la afectan, se acuña el término
«síndrome disejecutivo» (Tirapu-Ustárroz et al., 2008: 220)
para definir a las dificultades como la concentración en
tareas y, por ejemplo, finalizarlas además de utilizar
estrategias operativas, limitaciones en la flexibilidad
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disejecutivas, tales como la dificultad en la toma de
decisiones contextualizada en un ámbito social específico,
incidiendo en un déficit para la capacidad de enfrentar
inconvenientes y contingencias de la vida y retomar la
iniciativa en proyectos personales; acorde a esto Andrade,
Rodríguez & Campo (2013), refieren que en la
neurotransmisión gabaérgica y serotonérgica ocurren
anomalías importantes en la neurotransmisión, asociadas
al funcionamiento de la corteza prefrontal, el
hipocampo, el sistema hipotalámico y el tallo cerebral,
es decir en el funcionamiento ejecutivo, habilidad
importante para mantener el cauce motivacional y
resiliente en la vida personal de un individuo. Los hallazgos
señalan un aumento de los receptores del neurotransmisor
serotonina en la región ventral de la corteza prefrontal, lo
que puede ser descrito a modo de mecanismo
compensatorio de la hipoactividad de las neuronas
serotoninérgicas (Escriba, Ozaita & García-Sevilla, 2004).
Se ha señalado que la exposición continua del sistema
serotoninérgico a elevados niveles de cortisol, se asocia al
decremento en la resistencia de estresores provocando que
eventos menos importantes en la vida cotidiana
desencadenen episodios depresivos (Van Heeringen, 2001:
136-159).
La interacción social implica la participación de los
sistemas serotoninérgico y noradreninérgico. Estos se han
vinculado con la presencia de ideas suicidas, baja
autoestima, baja dependencia a la recompensa, una alta
respuesta a eventos estresantes y distanciamiento
emocional (Loyo, 2002). Este último componente permite
señalar el carácter multifactorial del riesgo suicida y el
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a comportamientos depresivos. Algunas revisiones de
lesiones en el cerebelo y su relación con cambios
conductuales desde la observación clínica, reflejan cambios
en la respuesta emocional, como la combinación de
pasividad y brusquedad, humor inapropiado e impertinente.
Autopsias de personas con cuadros depresivos severos y
cuya muerte fue por suicidio, han evidenciado una notable
diferencia en el tamaño del cerebelo, en tanto que era
más pequeño al promedio, lo que sugiere que el cerebelo es
importante para una adecuada función cognitiva y
emocional (García, Hernández, Concha, Pérez, García &
Hernández, 2009).
Estas evidencias neurobiológicas de la incidencia de la
depresión en el suicidio, se relacionan entonces con
alteraciones neuropsicológicas como déficit de funciones
ejecutivas; algunos autores reportan déficit en fluidez
verbal, razonamiento lógico, mediado por el lenguaje
(Cañón, 2011), en pacientes con conductas suicidas, de
igual forma hay presencia de «desesperanza y rigidez
cognitiva los cuales son de gran importancia en el riesgo
suicida» (Álvarez, et al, 2012: 2), ya en algunos reportes
estadísticos poblacionales este factor de riesgo se ve
reflejado, tal es el caso del Informe del Análisis de la
Conducta Suicida del Sistema de Vigilancia Epidemiológica
(SISVECOS) del año 2012, en donde se señala como factor
de riesgo el déficit en la resolución de conflicto, otra
habilidad ejecutiva necesaria para el funcionamiento
adecuado del individuo en su experiencia personal.
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