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La mujer de los cabellos de oro

Había una mujer que era muy bella y además muy extraña, porque que tenía unos cabellos que
eran oro, finos como el oro hilado. Vivia sola en el bosque porque era huérfana de padre y madre,
y tejía y tejía en un gran telar hecho con grandes cañas de bambú. Se sentía tranquila con sus
quehaceres y protegida por el inmenso bosque que la rodeaba.

Un día, el bárbaro hijo del carbonero, se acercó a ella y le habló por largo rato intentando de
convencerla que se case con el, se volvió cada vez mas intenso su pedido hasta volverse una
orden. Entonces ella, como para sacárselo de encima, le dio unos cuantos cabellos de oro.

Pero este hombre no sabía - ni tampoco le importaba saber- que esos cabellos de oro, tienen un
poder espiritual muy profundo, pero no es monetario. Entonces, cuando él salió a venderlos en el
mercado para sacarles provecho económico, la gente se burló de él y lo trato de loco
“-que me traés?, fuera!”

Enfurecido fue a buscar a la mujer a su casa, y con sus propias manos, la mató y la enterró en las
orillas del río. Pasó un buen tiempo en donde a nadie le interesó cómo estuviera ella. Nadie se
ocupó de ver su casa o su salud. Como si nada, el tiempo pasaba, pero no demasiado en vano. En
las profundidades de la tierra, la melena de la mujer seguía creciendo.

Se ondulaba en espirales ascendentes que fueron cubriendo toda la zona de la tumba con cabellos
dorados y que se ondulaban formando cañas muy hermosas. Cuando les habitantes pasaban por
allí se sentían inspirados para cortarlas y armar instrumentos como flautas. y Cuando las hacían
sonar las cañas cantaban esta canción:

Aquí yace la mujer de los cabellos de oro


asesinada y enterrada en su tumba
muerta por el hijo del carbonero
porque ansiaba vivir
porque ansiaba vivir…

Y así gracias a la música que surgió de los hermosos cabellos dorados, se fueron enterando de que
aquel hombre había matado a aquella mujer y pudieron hacer justicia. Entonces, todes les que
vivimos en las afueras -como nosotres- pudimos estar más tranquiles.

Mujeres que corren con los lobos – Clarisa Pinkola Estés.


Narración por irunáh

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