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EL FUTURO
DE LA DEMOCRACIA
Traducción de
JOSÉ F. FERNÁNDEZ SANTILLÁN
Título original:
IIfuturo delta democrazia
(6/ 1984, Giulio Einaudi Editore, s.p.a, T u r í n
"ISBN 88-06-05754-5
ISBN 968-16-2250-2
Impreso en México
INTRODUCCIÓN
Reúno en este pequeño volumen algunos escritos que hice en los últimos años
sobre las llamadas "transformaciones" de la democracia. Uso el término "trans-
formación" en sentido axiológicamente neutro, sin atenerme a un significado
positivo o a uno negativo. Prefiero hablar de transformación más que de crisis,
porque crisis hace pensar en un colapso inminente: en el mundo la democra-
cia no goza de óptima salud, y por lo demás tampoco en el pasado pudo dis-
frutar de ella, sin embargo, no está al borde de la muerte. A pesar de lo que
se diga, ninguno de los regímenes democráticos nacidos en Europa después
de la segunda Guerra Mundial ha sido abatido por una dictadura, como su-
cedió en cambio después de la primera. Al contrario, algunas dictaduras que
sobrevivieron a la catástrofe de la guerra se transformaron en democracias.
Mientras el m u n d o soviético está agitado por sacudimientos democráticos, el
mundo de las democracias occidentales no está seriamente amenazado por
movimientos fascistas.
Para un régimen democrático, estar en transformación es el estado natu-
ral; la democracia es dinámica, el despotismo es estático y siempre igual a sí
mismo. Los escritores democráticos de fines del siglo XVIII contraponían la
democracia moderna (representativa) a la democracia de los antiguos (directa);
pero no hubieran dudado en considerar el despotismo de su tiempo de la
manera que el que describieron los escritos antiguos: piénsese en Mon-
tesquieu y Hegel y en la categoría del despotismo oriental. Hay quien ha usado,
con razón o sin ella, el concepto de despotismo oriental para explicar la situa-
ción de la Unión Soviética. Cuando hoy se habla de democracia occidental
se hace referencia a regímenes surgidos en los últimos doscientos años, des-
pués de las revoluciones norteamericana y francesa. A pesar de ello, un autor
muy leído en Italia, C. B. Macpherson, creyó poder ubicar por lo menos cuatro
fases de desarrollo de la democracia moderna, desde sus orígenes decimonó-
nicos hasta hoy.
Entre los últimos escritos sobre el tema seleccioné ios que me parecieron
de una cierta actualidad, aunque no estuvieran vinculados a sucesos cotidianos.
Coloco al inicio, en orden cronológico, el último, que es el que da el título a
todo el volumen. Este estudio nació como una conferencia sostenida en no-
viembre del año pasado (1983) en el Palacio de las Cortes de Madrid, la cual
fui a impartir por invitación de su presidente, el profesor Gregorio Peces-
Barba; posteriormente, corregido y aumentado, sirvió para la disertación
introductoria que presenté en el Congreso internacional Ya comenzó el futuro,
que tuvo lugar en Locarno en mayo pasado (1984) y cuya realización se llevó
al cabo gracias al profesor Francesco Barone. En síntesis, este escrito repre-
8 INTRODUCCIÓN
crática que no estaba dispuesta a reconocer algún ente intermedio entre los
individuos específicos y la nación en su conjunto. Si se puede hablar de u n a
crisis a raíz del avance de la representación de los intereses y de su consecuente
fenómeno, el aumento de decisiones tomadas mediante acuerdos entre las par-
tes, ésta se refiere menos a la democracia que a la imagen tradicional del
Estado soberano ubicado por encima de las partes (véase Contrato y contrac-
tualismo en el debate actual). En fin, más que u n a falsa promesa, el estan-
camiento de la educación de la ciudadanía, según la cual el ciudadano investido
del poder de elegir a sus gobernantes habría seleccionado a los más sabios,
honestos e ilustrados de entre sus conciudadanos, se puede considerar como
el efecto de u n a ilusión derivada de una concepción excesivamente optimista
del hombre como animal político: el hombre persigue el propio interés lo
mismo en el mercado económico que en el mercado político. Pero, hoy ninguno
piensa confutar a la democracia, como se sostiene desde hace años, que el voto
es una mercancía que se puede ofrecer al mejor postor.
Naturalmente, todo este discurso solamente es válido si nos atenemos a lo
que llamo la definición mínima de democracia, de acuerdo con la cual inicial-
mente se entiende por régimen democrático un conjunto de reglas procesales
p a r a la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la
más amplia participación posible de los interesados. Sé bien que semejante
definición procesal, o formal, o, en sentido peyorativo, formalista, es dema-
siado pobre p a r a los movimientos que se dicen dé izquierda. Pero, por encima
del hecho que no existe otra definición tan clara, ésta es la única que nos
ofrece un criterio infalible p a r a introducir u n a primera gran distinción (in-
dependientemente de cualquier juicio de valor) entre dos tipos ideales opues-
tos, de formas de gobierno. Es conveniente agregar que si se incluye en el
concepto general de democracia la estrategia del compromiso entre las partes
mediante el libre debate p a r a la formación de una mayoría, la definición que
aquí se propone refleja mejor la realidad de la democracia representativa, no
importa que se trate de la representación política o de la representación de los
intereses, que la de la democracia directa: el referéndum, que no puede poner
los problemas más que en forma dilemática, obstaculiza el acuerdo y favorece
el conflicto; y, precisamente por esto, sirve más para dirimir controversias
sobre los principios que p a r a resolver conflictos de interés (véase Democracia
representativa y democracia directa). Asimismo, es oportuno precisar, espe-
cialmente p a r a quien pone las esperanzas de u n a transformación, en el naci-
miento de los movimientos, que la democracia, como método, está abierta a
todos los posibles contenidos, pero a la vez es muy exigente en el pedir respeto
p a r a las instituciones, porque precisamente en esto reposan todas las ventajas
del método; entre estas instituciones están los partidos, únicos sujetos autori-
zados p a r a fungir como mediadores entre los individuos y el gobierno (véase
Los vínculos de la democracia).
10 INTRODUCCIÓN
NORBERTO BOBBIO
Turín, octubre de 1984
Los escritos que aparecen en esta recopilación fueron publicados: "II futuro della democrazia",
en Civiltá delle macchine, 1984; "Democrazia reppresentativa e democrazia diretta", en AA. VV.,
Democrazia e participazione, Stampatori, Turín, 1978, pp. 19-46; "I vincoli della democrazia", en
La política possible, Tulio Pironto, Ñapóles, 1983, pp. 39-61; "La democrazia e il potere invisibile",
en Hivista italiana di scienzu política, x 1980, pp. 181-203: "Liberalismo vecthio e nuovo", en
Mondoperaio, núm. 11, 1981, pp. 86-94; "Contrallo e comratlualismo nel dibattilo auuale",
Ibidem, núm. 11, 1982, pp. 84-92; "Governo degli uomini o governo delle leggi?", en Nuova
antología, núm. 2145, enero-marzo 1983, pp. 135-52.
I. EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
1. I N T R O D U C C I Ó N NO PEDIDA
1
G. W . F. Hegel, Vorlesungen über die Phílosophie der Geschichte, I: Die Vernunft in der
Gesc/iichle, Meiner, Leipzig, 1917, p . 200 [hay una edición en español con el Ululo de Lecciones
sobre la filosofía de la historia universal, Alianza, Madrid].
" M. Weber. "La scienza eomo prefessione", en // lavoro iníellctíua/le como prefessiono,
Einaudi. T u r i n , p . 64.
13
14 E L F U T U R O DE LA D E M O C R A C I A
2 . U N A D E F I N I C I Ó N M Í N I M A DE D E M O C R A C I A
3
Sobre este punto véase mi ensayo "Decisioni individuali e co.llettivo", en Richerche politiche
due lldentitá, interessi e scelte collettivo). II saggiatore, Milán, 1983, p p . 9-30.
EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA 15
4
Me ocupé más ampliamente de este tema en el artículo "La regola della maggioranza: limiti
e aporie", en AA.VV. Democrazia, maggioranza e minoranza, II Mulino, Bolonia, 1981,
pp. 33 72; y en "La regola di maggioranza e i suoi limiti", en AA.VV., Soggeti e potere. Un
dibattito su societá civile e crisi della política, Biblioplis, Ñapóles, 1983, pp. 11-23.
* Sometido a la ley.
16 EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
5
V. Pareto, Trasformazione della democrazia, Corbaccio, Milán, 1920, que es una recopila-
ción de artículos publicados en la Rivista di Milano entre mayo y julio de 1920. El libro de
Agnoli, aparecido en 1967, fue traducido al italiano por Feltrínelli, Milán, 1969.
6
Boris L. Pasternak, II dottor Zivago, Feltrínelli, Milán, 1977, p. 673.
Estudios
Estudios Políticos Políticos
No. No. 26.enero-junio
26. Medellín, Medellín, enero-junio
2005 89-1152005
1 Norberto Bobbio. “Sobre el principio de legitimidad”. En: Alfonso Ruíz Miguel (editor).
Contribución a la teoría del derecho. Madrid, Debate, 1990, pp. 297-306. Como se hará
notar a lo largo de este trabajo, Norberto Bobbio experimenta un cambio de enfoque de
enorme importancia cuyo año de quiebre es 1969. Tal cambio se explica por las revisiones
que efectuó a propósito de su análisis estructural del derecho, desplazado hacia los
análisis funcionales del derecho. Con todo, Bobbio publicó trabajos inspirados por el
análisis funcional antes de 1969, y revisiones a sus propias ideas estructurales con
posterioridad a este año. La razón estriba en que no consideró ambos enfoques como
excluyentes o contradictorios.
2 Norberto Bobbio. Dalla struttura alla funzione. Nuovi studi di teoria del diritto. Milán,
Edizione de Comunitá, 1977. No conozco traducción al español, sin embargo, algunos
de sus fragmentos aparecen en: Contribución a la teoría del derecho, así: “Hacia una teoría
funcional del derecho”, pp. 371-394; texto integrado por: “XVIII. La función promocional
del derecho” y “XIX. Las sanciones positivas”.
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5 Ibíd., p. 300.
6 Ibíd., pp. 300, 301.
7 Ibíd., pp. 303, 304.
8 Ibíd., p. 304.
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Así las cosas, considerando la eficacia como requisito del derecho, se tiene que
la eficacia vale como alternativa de la validez si se considera el largo plazo, 9 pues la
eficacia termina convalidando la norma; ahora bien, si de lo que se trata es de
establecer la justicia de una norma, puede afirmarse que (en la larga duración) la
eficacia es una prueba o argumento a su favor.
De otro lado, si se considera la efectividad como requisito del poder, puede
afirmarse que (de nuevo en el largo plazo) el poder efectivo puede ser una alternativa
frente al poder legal en cuanto la efectividad se convierte en fuente de una nueva
legalidad. Pero Bobbio parece tener un mayor cuidado con la sustitución de la
legitimidad por la efectividad: “respecto al problema de si un poder es o no legítimo,
en cambio, la efectividad del poder, es decir, el hecho de que aquel poder cuya
legitimidad está en discusión sea habitualmente obedecido, es una prueba, solamente
una prueba, de su legitimidad”. 10
La gráfica de la próxima página, construida por Pérez Toro, 11 puede ayudar a
comprender esta metáfora.
La metáfora supone una concepción acerca de las relaciones entre el derecho
y la política según la cual ambas experiencias se encuentran en un grado de simetría
y reciprocidad que impide entenderlas como experiencias excluyentes o definidas de
modo permanente en una relación jerárquica de uno y otra. Dicho de otra manera,
en las sociedades modernas, el derecho y la política no se presentan de forma
excluyente, de tal suerte que donde haya derecho no hay política, y donde reine la
política desaparezca el derecho. Además, no sería admisible una permanente supe-
rioridad de uno y otro campo, de manera que siempre la política se encuentre en una
posición de jerarquía sobre el derecho, ni tampoco éste último se posicione definiti-
vamente sobre la política.
9 Aunque Bobbio no lo hace evidente en los comentarios próximos, parece claro que la
continuidad en el ejercicio del poder y de la obediencia es un factor decisivo para
comprender algunas de sus consideraciones. Esto no tiene nada de extraño en el campo
de la política desde que Juan Bodino definió la perpetuidad como uno de los elementos
de la soberanía. Véase: Juan Bodino. Los seis libros de la república. Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1992.
10 Norberto Bobbio. “Sobre el principio de legitimidad”. Op. cit., p. 304.
11 William Pérez Toro. Derecho constitucional colombiano. Notas de protocolo (dos). “El
derecho y la política”. Medellín, Universidad Eafit, Escuela de Derecho, 2002.
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Legitimidad
funda Justicia
(Justicia del poder) (Legitimidad de la norma)
presupone
Legalidad Validez
(Validez del poder) (Legalidad de la norma)
1. La justicia de la norma funda la legitimidad del poder; la legitimidad del poder funda
la validez de la norma; la validez de la norma funda la legalidad del poder.
2. La legalidad del poder presupone la validez de la norma; la validez de la norma
presupone la legitimidad del poder; la legitimidad del poder presupone la justicia de la
norma.
Efectividad
(Obtención de resultado) Eficacia
(Observancia regular)
1. De que el poder obtenga los resultados queridos (de que sea efectivo) depende el
acatamiento regular de las normas jurídicas (su eficacia).
2. De que las normas sean regularmente acatadas (de que sean eficaces), depende que el
poder obtenga los resultados queridos (su efectividad).
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12 El mismo Kelsen enfatiza que se dedicó a escribir una “teoría pura del derecho” y no una
“teoría del derecho puro”. Sostenía que no hay un tal derecho puro, pues siempre está
mezclado con la moral, con los usos sociales, con la política.
13 La metáfora de las pirámides sugiere la asunción del modelo de organización política
moderna dominante, es decir, el Estado como soberano y el ordenamiento jurídico que
le corresponde, en especial la constitución como su cúspide. Este modelo es jerarquizado
y descendente. Por esto mismo cabe preguntar ¿qué pasa con la idea de las sociedades
complejas como sociedades “sin centro” en las cuales se disminuye la relevancia del
Estado como centro de la política y como emisor único de las normas jurídicas? ¿Cuál
sería el lugar de tales teorías generales del derecho y de la política en esa supuesta o real
actualidad? ¿Se trataría del “final de la política”, por lo menos dentro de los nichos clásicos
en que se la concibió? Sin Estado, o con un Estado no soberano, en el reino de la economía
y el mercado, ¿qué pasa con el problema del exceso no de poder sino de debilidad del
Estado, que el mismo Bobbio lee en Luhmann? ¿Quizá suma potestas y norma fundamental
se encuentran apresadas por su contexto de posibilidad que es el Estado nación, el Estado
de Derecho, tanto en su versión liberal como social?
14 André Hauriou. Derecho constitucional e instituciones políticas. Barcelona, Ariel, 1971, p. 17.
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La posición que Bobbio defiende no fue propiamente vencida, sino más bien olvidada,
en buena parte por las recientes tendencias axiologizantes en el estudio del derecho19
(hoy dominantes), es decir, aquellas preocupadas por establecer el contenido del
derecho en términos materiales; por ejemplo, las que insisten en que —o conducen a
que— su materia preferente o más relevante sean los principios o los derechos
fundamentales. Esto es lamentable porque, seguramente sin que se lo propusieran esas
tendencias, el derecho resultó siendo axiologizado pero al mismo tiempo despolitizado,
dado que se descargó todo el interés en una cierta preocupación filosófica acerca de cuál
debía ser su contenido, y se desestimuló la preocupación relativa a su relación con el
poder, el cual fue expulsado —otra vez— del territorio de la metodología del derecho
hacia el campo de estudio propio de la teoría y la ciencia política. Al parecer permitió
consigo que la sospecha que tradicionalmente profesaron los constitucionalistas a
propósito del derecho y su relación con el poder fuera sustituida por la expectativa en
materia de sus contenidos éticos, de tal manera que “la reforma” se transformó en el
problema central. Otra consecuencia consiste en que el derecho adquirió cierta legitimi-
dad derivada exclusivamente de sus contenidos materiales, excusándose en mucho su
conexión con la realidad del poder o, en ciertos casos, su puesta en marcha.
Bobbio, como casi todos los teóricos del derecho y aun los sociólogos, observa
que la vida moderna es una vida altamente normatizada, aconductada, disciplinada,
no solo desde los enunciados normativos positivizados, sino también en la realidad
que intentan o afirman regular, aunque aquellos y ésta mantengan siempre un déficit
de articulación.20 Las personas permanecen y transitan numerosos ámbitos normativos
que componen y dan sentido a sus existencias, sistemas o microsistemas definidos,
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entre otras cosas, por reglas que definen su propio orden y que determinan convenciones
explícitas o implícitas acerca de cómo desenvolverse en su interior: reglas de la
gramática, disposiciones acerca de los juegos, reglas de la lógica, de la moda, de la
estética. Son escenarios sociales o formas de organización del saber en los cuales se
regulan determinados comportamientos susceptibles de ser caracterizados de manera
diferenciada. Cabe preguntarse entonces, para establecer una distinción que logre
individualizar aquello que es el derecho: ¿existe un tipo de comportamiento que, a
diferencia de cualquier otro comportamiento, constituya el contenido propio de las
reglas jurídicas? ¿El derecho es la regla de qué tipo de comportamiento en particular?
El punto de partida de Bobbio se encuentra en la pregunta que se dirige a establecer
cuál es el contenido de las normas jurídicas.
Tal indagación se hizo persistente a lo largo del siglo XIX y principios del XX,
y efectivamente recibió numerosas respuestas, algunas de las más importantes fueron
las siguientes:
El contenido de un ordenamiento jurídico sería muy variable, pero podrían
identificarse temas como la libertad, la igualdad material, la dignidad humana, la
solidaridad o la justicia. Esto en buena parte dependía de las adscripciones personales
de cada uno de los tratadistas que intentaron hallar la respuesta, las cuales de una u otra
manera eran reconducibles al tipo de Estado o de ideología última que los inspiraba. Esta
respuesta tuvo grandes obstáculos para ser aceptada, no solo por la dificultad para
precisar el contenido de cada contenido, es decir, aquello a lo que se alude cuando se
dice libertad, igualdad, derechos fundamentales; sino porque otros tipos de órdenes
normativos —por ejemplo la moral— podían tener esos mismos valores e ideales como
su respectivo contenido, y en consecuencia no era posible distinguir el derecho de la
moral o, incluso, el derecho de los usos sociales. Todos ellos podían y pueden estar
integrados por normas alusivas a tales valores u objetivos, y por tanto de ahí no se podía
extraer un criterio distintivo, sino más bien de aproximación.
También se llegó a responder que la característica última del ordenamiento
jurídico estaría localizada en la estructura formal de las reglas que lo integraban, esto
es, el ordenamiento jurídico tendría su propia estructura formal, que podría reducirse
a la lógica mínima del supuesto y la consecuencia, de tal suerte que la expresión “Si
A entonces B” caracterizaría al derecho. Pero este tipo de enunciado puede encajar
con las formulaciones propias de las leyes naturales (“si un metal se somete al calor,
se dilata”) o con cualquiera de los enunciados normativos de otras formas no jurídicas
(“si el balón atraviesa la línea de meta, es gol”). Es decir que por esta vía no es posible
individualizar el derecho respecto de las leyes naturales y las reglas de los juegos.
Importa, para este estudio en particular, que en tales construcciones teóricas la fuerza
no ocupaba ningún lugar importante para la caracterización del derecho.
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21 Se trata de la observancia espontánea por los individuos de las conductas previstas sin
consideración a la sanción. Kelsen se opone a esta crítica el argumento de que ello no
es incompatible con la elaboración de la teoría porque la afirmación y la teoría están en
planos distintos: la primera se refiere a las razones por las cuales los individuos actúan
de una u otra manera; la segunda, a la técnica especial de control social que entra en
funcionamiento cuando los individuos actúan de otra manera. Además, la observancia
espontánea carece de importancia si no es general y constante, pero de hecho no es así;
si lo fuera, el orden jurídico sería otra cosa.
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de cada norma que integra el ordenamiento salvo algunas de ellas, en este sentido no
hay sanción (Hart),22 y c) si cada norma remite a su superior para fundamentar el origen
de la sanción, se hace imposible establecer un fundamento para la norma última
fundamental (Thon)23. Se suelen unir estos argumentos para definir al derecho sin
considerar la coacción, pero ellos aunque han hecho carrera no son admisibles, como
puede verificarse en las respectivas notas al pie de página en este texto.
Sin embargo, otra crítica resulta insuperable para aquella primera respuesta
tradicional distinguida por Bobbio (“el derecho consiste en órdenes respaldadas por
amenazas”) y da lugar a la aceptación de la posición que defiende Bobbio: “Conside-
rado el derecho como el conjunto de las normas dirigidas a los jueces o a los órganos
ejecutivos, la coacción ya no podía ser considerada como el medio para realizar el
derecho, sino que debía ser consecuentemente considerada como el contenido mismo
de las normas jurídicas”.24
La segunda respuesta tradicional identificada por Bobbio entiende a la coacción
como elemento no esencial en el derecho, es decir, sostiene que el derecho no tiene
una relación con la coacción (ni instrumental ni material) que lo caracterice. Se trata
22 La crítica afirma que existen normas no sancionadas. A ella se ha respondido que las
normas no sancionadas no son normas jurídicas, lo que conduciría a que se excluyera
buena parte de las normas secundarias. Pero desde Kelsen, la respuesta es que las normas
secundarias serían precisamente las jurídicas porque regulan directa o indirectamente la
fuerza. “Si acaso, esta teoría puede encontrarse en dificultades para calificar como normas
jurídicas a las normas primarias; pero consigue evitar bastante bien el obstáculo considerando
a las normas primarias como reglas que establecen las condiciones suficientes para entrar
en funcionamiento las normas secundarias”. Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución
a la teoría del derecho. Op. cit., p. 333. En cambio, la postura kelseniana tiene la ventaja
de que da una explicación de las normas primarias en cuanto normas suficientes pero
no necesarias, mientras las construcciones a las que se opone no logran explicar las
normas secundarias.
23 Afirma la crítica que para la teoría tradicional es muy difícil explicar que sean jurídicas las
normas sin sanción, especialmente la del vértice. “Cuando llega al vértice, en efecto, la
teoría tradicional se ve forzada a contradecirse sosteniendo que, contemplando al derecho
desde el punto de vista del poder supremo y no ya desde el de los ciudadanos, la fuerza
no está al servicio del derecho sino que el derecho está al servicio de la fuerza. De esta
contradicción solo puede salir con un sofisma dialéctico: fuerza y derecho se condicionan
entre sí”. Por el contrario, la postura kelseniana, defendida por Bobbio, sostiene que si
es cierto que la coacción es el contenido de la reglamentación jurídica, las normas en el
vértice que atribuyen a los órganos supremos la disponibilidad del poder coactivo son
las normas jurídicas por excelencia. Véase: Ibíd., p. 333.
24 Ibíd., p. 331.
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de afirmar que el derecho es un fenómeno social muy complejo y por ello muy difícil
de aislar como experiencia específica, pero además, como forma de control social no
puede reclamar una instrumentalidad exclusiva de la coacción, por cuanto ella se
encuentra presente en otras expresiones del control social. Es la crítica presentada
desde la sociología, la cual se compone de diversos matices y argumentos, pero, a
juicio de Bobbio y de Kelsen, adolece de dos problemas: por una parte, confunde las
órbitas diferenciadas del “ser” y del “deber ser”; por otra, impide una distinción del
derecho con respecto a otras formas de control social. La órbita del “ser” es el objeto
propio de las ciencias sociales, y se dirige a dar respuesta a preguntas del tipo de cómo
opera el derecho en la realidad, por qué obedece la gente, cómo se aplica el derecho;
de manera que es un saber descriptivo y constatable a través de los diferentes métodos
de las ciencias sociales. Mientras que la esfera del “deber ser” es el objeto propio de
la ciencia del derecho, y su objeto de estudio es el ordenamiento jurídico en su
conjunto; se trata de un saber descriptivo de normas.
Dice Bobbio que nadie hasta ese momento había tenido éxito al determinar el
contenido del derecho, aunque advierte que desde el siglo XIX Ihering había formu-
lado la idea básica que inspiró a Kelsen, según la cual “El derecho es el conjunto de
las normas coactivas vigentes en un Estado”; mientras que en un sentido diferente
Austin definió el derecho como un tipo de mandato que de no ser acatado por el
destinatario, éste se expone a sufrir un mal por parte de quien manda. 25
La tercera respuesta entiende a la coacción como elemento esencial material: es
la postura de Kelsen, seguida por Bobbio, que consiste en afirmar que el derecho es
un conjunto de reglas acerca de la fuerza. 26
25 Ibíd., p. 327. ¿Podría plantearse entonces una distinción al interior de los diferentes
segmentos jurídicos, por ejemplo, cuál sería la especificidad del derecho penal o el
policivo frente al comercial, civil, de familia? ¿Podrían establecerse reglas de interacción
entre esos bloques normativos, por ejemplo, que unos garantizan a los otros?, ¿que en
la regulación social unos son instrumentales a los otros?, ¿que unos son más intensos o
directos que los otros en el contenido de la fuerza? Pareciera como si el estudio del
derecho desde una teoría general dejara insatisfechos interrogantes acerca de la segmentación
interna del ordenamiento jurídico.
26 Conviene recordar que el supuesto de Bobbio es el del Estado moderno, en cuanto, como
se verá más adelante, ha establecido un poder monopólico de la coacción en un determinado
territorio y sobre una población definida, de tal manera que las formas de organización política
que no presenten tales rasgos, resultan tan problemáticas como interesantes frente a esta
construcción teórica. Por ejemplo, ¿hay derecho al interior de las guerras? ¿Qué pasaría con
los mandatos/reglas entre guerreros?, ¿son aquellos derecho? ¿Podría establecerse alguna
diferencia entre el derecho que interviene en la paz y el derecho que interviene en la guerra?
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En su Teoría pura del derecho, Hans Kelsen marca una clara distancia respecto
de las posturas enunciadas atrás, por una razón que puede ser expuesta de dos
maneras: en primer lugar, no admite que la coacción sea descontada para caracterizar
el derecho; en segundo lugar, no admite que si se la considera, ella quede situada por
fuera de aquél. Con Kelsen la respuesta según la cual la coacción es un instrumento
al servicio de los fines del derecho, apareció como insatisfactoria e incorrecta; para
él “[La teoría general del derecho] no se refiere a los motivos reales de la conducta
de los individuos sometidos al orden jurídico, sino al contenido de éste [...]”; o
también, “Una norma es jurídica no porque su eficacia esté asegurada por otra que
establece una sanción; es jurídica en cuanto establece ella una sanción. El problema
de la coacción (compulsión, sanción) no es un problema de aseguramiento de la
eficacia de las normas, sino un problema sobre el contenido de las mismas”. Es por
ello que Kelsen prefiere el término “coercibilidad”, que subraya mejor la posibilidad
de recurrir a la violencia legítima, en lugar de “coerción”, que se refiere al hecho actual
de su ejercicio.
Si se atiende a la formulación de esta postura de Bobbio, “[...] el ámbito del
derecho queda reducido: no regula ya todos los comportamientos humanos que
tienen alguna relación con la vida en sociedad, sino exclusivamente los comporta-
mientos coactivos, es decir, los comportamientos dirigidos a obtener, mediante la
fuerza, ciertos resultados”. A la pregunta anteriormente formulada: “¿de qué compor-
tamiento el derecho es la regla?”, la respuesta consiste en decir que la fuerza —el poder
coactivo— es el objeto específico de regulación del derecho, y ninguna otra cosa.27
Y concluye Bobbio: El derecho, en cuanto conjunto de normas que disciplinan
el uso de la fuerza, tiene respecto al poder coactivo, que es el objeto de la reglamen-
tación, principalmente cuatro funciones: a) determinar las condiciones en las cuales
el poder coactivo puede o debe ser ejercido; b) las personas que pueden y deben
ejercerlo; c) el procedimiento con que debe ser ejercido en esas determinadas
circunstancias y por esas determinadas personas; d) el quantum de fuerza de que
puede y debe disponer quien, observando ciertos procedimientos, está encargado de
ejercer en determinadas circunstancias el poder coactivo. “Decir que el derecho es la
regla de la fuerza significa, en otras palabras, decir que el derecho es el conjunto de
las normas que regulan el cuándo, el quién, el cómo y el cuánto del ejercicio del poder
coactivo”.28
27 Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución a la teoría del derecho. Op. cit., p. 331.
28 Ibíd.
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29 Carlos Gaviria Díaz. Temas de introducción al derecho. Medellín, Señal Editora, 1992, p.
115.
30 Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución a la teoría del derecho. Op. cit., p. 335.
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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand
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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005
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intervenir en el orden social sólo en circunstancias extremas y por ello facultado para
recurrir a la fuerza únicamente como recurso extremo, lo que implica que la estructura
del ordenamiento jurídico gira alrededor del concepto de obligación, de la sanción
negativa y del proceso penal.
Por su parte, el Estado de Bienestar se caracteriza, atendiendo a su modelo
teórico, por ser un Estado de dimensiones extensas si se toma en cuenta su composición
burocrática, más centrado en la administración pública y en la noción de servicio
público, definido por la intervención positiva en favor de derechos económicos y
sociales, basado en el valor de la igualdad y de la justicia social, éticamente inclinado
por modelos de vida de satisfacción material, obligado a intervenir en el orden social
con actividades de promoción y dirección, especialmente en el campo del mercado;
cuyo poder no se centra en la fuerza como último recurso —a la cual desde luego no
renuncia— sino en las sanciones positivas, es decir, en premios e incentivos.
A juicio de Bobbio, quien asume las consideraciones de Genaro Carrió, en el
sentido de que la teoría del derecho es prisionera de un concepto del derecho que
presupone la imagen simplista de un Estado que solo legisla y arbitra (a la manera del
Estado gendarme), es necesario redefinir los métodos de estudio del derecho que sean
útiles para el estudio de un objeto significativamente diferente. Así pues, un cambio
en las instituciones da lugar a un cambio en el método de estudio del derecho.
La afirmación central que constituye el punto de partida es que el enfoque
estructural es insuficiente para dar cuenta del derecho propio del Estado de Bienestar.
Esto es así, por cuanto los estudios que se centran en el análisis estructural del
ordenamiento jurídico solo eran capaces de revelar algunos aspectos propios del
derecho, derivados de la centralidad que en sus estudios se concedía a la obligación,
la sanción negativa y el recurso a la fuerza para respaldar el derecho, o como
contenido del mismo.
El análisis estructural del derecho sólo consiguió aproximarse a la política por
la vía del poder, entendido como coacción o como coercibilidad, es decir, fuerza
actual o potencial.35 Desde luego, tal conclusión tenía la ventaja de no desconocer
35 “En la concepción en la que el Estado asume la función de guardián del orden público,
el derecho se convierte poco a poco en el derecho penal; y una de las características del
derecho penal es precisamente que está compuesto primordialmente de normas negativas.
Una vez considerado el fenómeno jurídico en su totalidad bajo el exclusivo ángulo visual
del derecho penal, la teoría del derecho como conjunto de normas negativas aparece más
plausible o, al menos, menos excéntrica (aunque continúa siendo falsa).” Norberto
Bobbio. “XVIII. La función promocional...” , pág. 373.
110
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36 El llamado de atención que hace Bobbio sobre las técnicas de alentamiento como
características del Estado de Bienestar constituye uno de sus grandes aportes: “La importancia
dada al vertiginoso aumento de las normas de organización que caracteriza al Estado
contemporáneo no pone en crisis necesariamente la imagen tradicional del derecho como
ordenamiento protector-represivo. Sí pone en crisis esta imagen, en cambio, la observación
con la que he comenzado: en el Estado contemporáneo se hace cada vez más frecuente
el uso de las técnicas de alentamiento. Apenas se empieza a advertir el uso de estas
técnicas, se está obligado a abandonar la imagen tradicional del derecho como ordenamiento
protector-represivo. Junto a ella toma forma una nueva imagen: la del ordenamiento
jurídico como ordenamiento con función promocional”. Véase: Norberto Bobbio. “XVIII.
La función promocional del derecho”. Op. cit., p. 379.
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37 Ibíd., p. 375.
38 Ibíd., p. 381.
112
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39 Gregorio Peces Barba. “Introducción”. En: Norberto Bobbio. Igualdad y libertad. Barcelona,
Paidós, 1993, pp. 20 y 21.
40 Norberto Bobbio. Teoría general del derecho. Op. cit., “Introducción”. Guastini registra y
resume ese cambio de contenido del derecho: ahora no serán solo reglas acerca de la
fuerza sino que habrá en su interior, y de manera dominante, funciones promocionales.
Al respecto véase: Riccardo Guastini. Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del
derecho. Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 73, 74.
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3. Consideraciones finales
Con Bobbio, la intersección entre el derecho y la política se convierte en un
espacio sumamente fértil para los estudios que habrían de desarrollarse por parte de
juristas y politólogos. Una vez examinados sus trabajos que ayudan a constituir el
campo de análisis en el que la política y el derecho se combinan, resulta difícil
imaginar, por lo menos para las sociedades contemporáneas, asuntos o temáticas en
las que se pueda concebir la política sin referencia o conexión alguna con el derecho,
y viceversa. Pareciera como si después de leer sus trabajos sobre la materia, el silencio
sobre una u otro componente se lograra explicar sólo como consecuencia de un
descuido o una cierta ceguera, derivada del hecho de carecer de mejores lentes para
ver lo que ya estaba allí.
Las grandes afirmaciones que hacen muy difícil pensar en la actualidad la política
y el derecho por separado son las siguientes: a) puede trazarse un paralelo de
equivalencias entre la teoría general del derecho y la teoría general de la política, que
pone de presente los presupuestos y elementos que componen cada una de ellas:
jerarquía piramidal, poder y norma, validez, eficacia y justicia, legalidad, legitimidad
y efectividad; b) el poder es el elemento más importante que comparten el derecho y
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la política, y por tanto, aquél que las convoca sobre un mismo campo; c) el derecho
(por lo menos el del Estado liberal) es el ordenamiento acerca de la fuerza en cuanto
se caracteriza por determinar quién, cuándo, cómo y hasta dónde la ejerce; d) y sin
embargo, para el Estado de Bienestar debe considerarse una función del derecho que
logra obediencia sin basarse primordialmente en la fuerza, sino en la promoción
mediante incentivos de conductas que se consideran valiosas para la sociedad.
115
Cuadernillo
1
CONTENIDOS
2
1. ¿QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS?
1
ONU. Declaración Universal de Derechos Humanos. Artículo 2.
3
feminismo ha logrado ocupar en nuestros días un lugar en la agenda académica,
política y mediática que era impensado hace cuarenta años.
Construcción histórica
4
y garantizar la igualdad, la libertad, y la seguridad del varón blanco, propietario,
adulto y nacional. Estas proclamas convivieron con la esclavitud y la falta de
derechos para mujeres, niños/as, y en la práctica para las clases populares.
Así, durante el siglo XIX, surgen las luchas de los trabajadores y las trabajadoras por
mejores condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral a 8 horas,
restricciones al trabajo nocturno para niños, niñas y mujeres, entre otras demandas,
que advierten a los Estados acerca de la necesidad de establecer un conjunto de
normas que protejan a los trabajadores frente a la explotación de la que eran
objeto y que caracterizaba al sistema capitalista de producción. Surge así el derecho
al trabajo, que es la base de los que luego se denominarán “Derechos económicos,
sociales y culturales”, conformados entre otros, por el derecho a la seguridad social,
a la educación, a la salud, a la vivienda, a la alimentación, es decir aquellos derechos
imprescindibles para desarrollar una vida digna.
5
dominaciones reales, tales como las impuestas por la lógica colonial. Así las cosas,
ambas pudieron coexistir con la esclavitud. La Constitución que surgió de esta
revolución, promulgada en 1805 reconoce que cualquier persona perseguida que
llega a Haití es automáticamente haitiana.2 Esta revolución y la consecuente
Constitución son un hito en la historia de las luchas de los pueblos americanos por
sus derechos y fue en general silenciada por el relato oficial de la historia de las
revoluciones que condujeron a la independencia de los países latinoamericanos.
Durante las primeras décadas del siglo XIX las revoluciones iberoamericanas en su
lucha por la independencia de la corona española, estuvieron imbuidas por el
ideario liberal presente en Europa. La Asamblea del año XIII recoge estos principios
que posteriormente se plasman y amplían en la Constitución Argentina sancionada
en 1853. Así, los derechos civiles y políticos establecidos por los artículos 14 y 17
son el reflejo de las ideas imperantes en esa etapa del constitucionalismo clásico.
Luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), casi dos siglos después de las
Declaraciones de 1776 y 1789, la posibilidad misma de la puesta en práctica de
“actos de barbarie ultrajantes a la conciencia de la humanidad” –esto es, la
2
El derecho a la ciudadanía se otorgó a toda persona en situación de persecución, y que huye de la
esclavitud. Es por eso que entre 1830 y 1860, cerca de diez mil (10.000) negros americanos llegaron
a Haití, en busca de humanidad. Asimismo, hubo exiliados hispanoamericanos en Haití. Fue a partir
de esos exiliados que Simón Bolívar va a lanzar su lucha de liberación nacional. El Libertador dijo que
Haití es el asilo de los hombres libres". Sobre este tema ver: Glodel Mezilas . “La revolución haitiana
de 1804 y sus impactos políticos sobre América Latina”. www.scielo.org.ar
3
ARENDT, Hannah. 1951. 2002. Los orígenes del Totalitarismo, Alianza. Madrid, pág 247.
6
experiencia del horror a escala mundial– condujeron a la Asamblea de las Naciones
Unidas a la formulación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en
diciembre de 1948. La singularidad de este documento radica en que por primera
vez y más allá de las particularidades nacionales, un conjunto amplio de Estados
reconoce la necesidad de consensuar “una concepción común de estos derechos y
libertades” a fin de asegurar a todas las personas el respeto y garantía para su
ejercicio, independientemente de sus determinaciones existenciales. La Declaración
Universal reconoce la condición humana independientemente de la raza, la religión,
el color, el sexo, origen nacional o social, y otras características culturales y sociales.
También especifica que “no se hará distinción alguna fundada en la condición
política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa
una persona”.
Desde un punto de vista filosófico, Hannah Arendt sostiene que el punto de partida
de los derechos humanos es la constatación de que el derecho básico es el “derecho
a tener derechos” (Arendt, 1954)4. El enfoque planteado por la autora tiene
consecuencias importantes para la práctica de la lucha contra las discriminaciones y
las opresiones, dado que mientras el contenido de las reivindicaciones, las
prioridades políticas y los ámbitos de lucha pueden variar, lo importante es
4
ARENDT, Hannah. 1954, 1996. Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política.
Ed. Península, Barcelona.
7
mantener y reafirmar el derecho a tener derechos y sostener el debate público
dado que tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de
construcción y de cambio. Citando nuevamente su libro Los orígenes del
totalitarismo, Arendt sostiene que “no nacemos iguales; llegamos a ser iguales
como miembros de un grupo por la fuerza de nuestra decisión de concedernos
mutuamente derechos iguales”5.
Hasta aquí hemos hecho una breve referencia al desarrollo de los derechos
humanos. A continuación para comprender su integralidad más allá de las luchas
por la conquista de un derecho determinado, avanzaremos en sus características
según lo establecido en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, desarrollada
en Viena en 1993:
“todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y
están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos
humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y
dándoles a todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la importancia de las
particularidades nacionales y regionales, así como de los diversos patrimonios
históricos, culturales y religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales
fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger
todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”6.
5
ARENDT, H. 1951, 2002. Los orígenes del totalitarismo. Alianza. Madrid. Pág. 436.
6
Conferencia Mundial de Derechos Humanos. 1993. Declaración y Programa de Acción de Viena.
Punto 5.
8
Este fragmento nos permite caracterizar a los derechos humanos de acuerdo a los
siguientes aspectos:
- Inherentes a los seres humanos: cada persona es titular de estos derechos,
sin depender de ningún tipo de reconocimiento por parte de Estados,
gobiernos, autoridades o personas en general.
- Universales: en la medida en que corresponden a todo el género humano en
todo tiempo y lugar, no pueden invocarse diferencias culturales, sociales o
políticas como excusa para su desconocimiento, violación o aplicación
parcial.
- Intransferibles, irrenunciables e inalienables: nadie puede renunciar a estos
derechos ni transferirlos o negociarlos. En el mismo sentido, tampoco los
Estados pueden disponer de los derechos de las personas, aunque en
situaciones excepcionales el disfrute de ciertos derechos puede ser limitado
temporalmente (aunque nunca negado, revocado o anulado).
- Incondicionales y obligatorios: los derechos humanos no requieren de
ninguna condición para su goce y, tanto las personas como los Estados,
tienen la obligación concreta de respetarlos.
- Inviolables: ninguna persona o autoridad puede legítimamente atentar,
lesionar o destruir los derechos humanos. Las personas y los Estados deben
regirse por el respeto a los mismos.
- Imprescriptibles, acumulativos y progresivos: no prescriben por el paso del
tiempo, no caducan y no se pueden perder.
- Integrales, interdependientes, indivisibles, y complementarios: la vigencia
de unos es condición para la plena realización de los otros, de forma tal que
la violación o desconocimiento de alguno de ellos implica poner en riesgo el
ejercicio de otros derechos.
9
nacional o social, discapacidad, propiedades, nacimiento u otra condición (Artículo
2, Declaración Universal de los Derechos Humanos).
10
de aquellos grupos tradicionalmente discriminados, tal como indica el Artículo 75
inc. 23 de la Constitución Nacional7.
Grupos de derechos.
7
Art. 75 inc. 23 CN: “Legislar y promover medidas de acción positivas que garanticen la igualdad real
de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta
Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos de los niños, las mujeres, los
ancianos y las personas con discapacidad. Dictar un régimen de seguridad social especial e integral
en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del
periodo de enseñanza elemental, y la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia”.
11
Derechos Económicos, Sociales y Culturales: son derechos de contenido social
tendientes a procurar mejores condiciones para el desarrollo de una vida plena.
Incluyen, entre otros: el Derecho a una alimentación básica y adecuada, incluyendo
el acceso al agua potable y al saneamiento; el Derecho a una vivienda digna sin
discriminación; el Derecho a la salud integral de toda persona, al "disfrute del más
alto nivel posible de salud física y mental”; el Derecho a la educación como "un
medio indispensable para realizar otros derechos humanos"; el Derecho al trabajo
en "condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias”, incluyendo la prohibición
del trabajo infantil; el Derecho a un seguro social que proteja a las personas contra
los riesgos de enfermedad, invalidez, maternidad, accidentes de trabajo, el
desempleo o la vejez; y el Derecho a la participación en la vida cultural y a gozar de
los beneficios del progreso científico.
12
3. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
13
atención médica en un centro de salud o tener la posibilidad de educarnos, forman
parte de una serie de derechos que debe garantizar el Estado por mandato
Constitucional y, además, por adherir a dichos convenciones internacionales.
Los dos primeros tratados específicos sobre derechos humanos (Pacto sobre
Derechos Civiles y Políticos y Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y
Culturales) fueron discutidos, elaborados y promulgados, en pleno período de la
denominada Guerra Fría, entre el bloque norteamericano y el bloque soviético. En
un principio, la Asamblea General solicitó elaborar un único pacto que desarrollara
los derechos específicos, complementando así, los principios generales y estándares
en derechos humanos de la DUDH. Luego de largos debates sobre si los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (DESC) debían incluirse en un mismo instrumento
conjuntamente con los Derechos Civiles y Políticos (DCP), la Asamblea General
solicitó a la Comisión de Derechos Humanos la elaboración de dos pactos de
derechos humanos, uno sobre derechos civiles y políticos y otro sobre DESC, dando
14
primacía a los primeros conforme la visión occidental por sobre la postura de los
regímenes socialistas y relegando de alguna manera a los DESC.
Finalmente, los dos pactos fueron adoptados por la Asamblea General de la ONU en
19668. Ambos instrumentos internacionales consagran los derechos reconocidos en
la DUDH, de manera que los tres instrumentos más los protocolos adicionales al
pacto internacional de DCP y DESC constituyen la llamada Carta Internacional de
Derechos Humanos”9.
A partir de esta división entre DCP y DESC, se ha intentado imponer una concepción
de los segundos como no derechos, restringiéndolos exclusivamente a actos
políticos o morales y no a asuntos relacionados con normas jurídicas vinculantes y
exigibles. Otra posición frecuente ha sido la de asociar los derechos civiles y
políticos a obligaciones de abstención y de resultado y, por el contrario, los DESC a
deberes positivos y de conducta, y que involucran importantes recursos
presupuestarios. Así, los derechos civiles y políticos encontrarían satisfacción
mediante una abstención por parte del Estado de realización inmediata (no
interferir en la intimidad, en la libertad de asociación, libertad de informarse y de
prensa, etc.). En el caso de los DESC para ser satisfechos, requerirían solo de
obligaciones de hacer y en forma progresiva por su complejidad y costo (existencia
de servicios de salud, disponibilidad y accesibilidad a escuelas, entre otros).
Sin embargo, este planteo constituye una falacia ya que el cumplimiento de los
derechos civiles y políticos requiere también para su cumplimiento la ejecución de
acciones por parte de los Estados; por ejemplo, garantizar el derecho a votar o a ser
elegido implica por parte del Estado obligaciones que hacen a la infraestructura
necesaria para llevar a cabo elecciones. Por otra parte, en muchos casos las
violaciones de derechos económicos, sociales y culturales provienen del
incumplimiento de obligaciones negativas por parte del Estado. (Por ej. la no
contaminación del medio ambiente).
8
Resolución 22 00 A (XXI) de 16 de diciembre de 1966, Asamblea General de la ONU.
9
Instituto Interamericano de Derechos Humanos. 2008. “Protección internacional de los derechos
económicos, sociales y culturales: Sistema Universal y Sistema Interamericano”, Editorial del Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, San José, Costa Rica, IIDH, p. 62.
15
Es dable recordar que uno de los principios establecidos en materia de DESC es la
obligación estatal de no discriminar en el ejercicio de estos derechos10.
10
En los últimos años se ha estudiado en profundidad la naturaleza de estos derechos, analizando los
mitos generados por las interpretaciones tradicionales y propiciando la equiparación de los DESC a
los DCP, en términos de su exigibilidad y judiciabilidad.
16
Tratados internacionales con Jerarquía Constitucional
Sistema Universal Sistema Interamericano
Tratado Fecha de Tratado Fecha de
adopción adopción
Declaración Universal de Derechos Humanos 1948 Declaración Americana de derechos 1948
y deberes del hombre
Convención para la Prevención y la Sanción del 1948
Delito de Genocidio
Convención Internacional sobre la Eliminación de 1965
todas las formas de Discriminación Racial
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos 1966 Convención Americana de Derechos 1969
(PIDCP) Humanos
Pacto Internacional de Derechos Económicos, 1966
Sociales y Culturales (PIDESC)
Convención sobre la Eliminación de todas las 1979
formas de Discriminación Contra la Mujer
Convención contra la Tortura y otros Tratos o 1984
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
Convención sobre los Derechos del Niño 1989
Convención sobre imprescriptibilidad de los 2003 Convención Interamericana sobre 1997
crímenes de guerra y de los crímenes de lesa Desaparición Forzada de Personas
humanidad
Convención sobre los Derechos de las Personas 2014
con Discapacidad
Los sistemas de Protección y las obligaciones de los Estados en relación con los
Derechos Humanos.
17
oportunidades, llevar a cabo juicios arbitrarios.
Obligación de Las obligaciones positivas, por otro lado, obligan a los
PROTEGER estados a actuar, y no a abstenerse de hacerlo. Los Estados
deben impedir la afectación por parte de terceros de la
calidad de vida descripta por los estándares de derechos
humanos. Deben asegurarse de que los padres y madres,
por ejemplo, no impidan a los niños asistir a la escuela.
Deben regular la actividad judicial para que las decisiones
de los/as magistrados/as no resulten influidas por quienes
detentan posición dominante. Deben establecer reglas que
equilibren el libre comercio o la libre empresa con el goce
de derechos para todas las personas (regular la
competencia, los derechos del consumidor, etc.). Deben
impedir la violencia contra niños, niñas y mujeres por parte
de progenitores y cónyuges. Deben crear mecanismos para
que las fuerzas de seguridad no abusen de su autoridad.
Obligación de El Estado debe tomar medidas adecuadas para garantizar
GARANTIZAR los derechos humanos de la población.
Esto no significa que los Estados necesariamente tengan
que proveer todos los servicios en forma directa. Por
ejemplo, en el caso del derecho a la educación, no es
necesario que ésta sea impartida por escuelas públicas. Sin
embargo, los Estados deben proveer los recursos y ofrecer
garantías a aquellos grupos que de lo contrario se verían
privados de este derecho.
18
El trabajo que estas personas desarrollan, cada una de sus acciones u omisiones, es
considerado como una acción del Estado y ello significa que estas acciones acarrean
responsabilidad para el Estado.
Cuando una persona resulta víctima de cualquier tipo de agresión, abuso o violencia
puede recurrir a las autoridades, quienes determinarán si se trata de un delito y
cuál es el castigo que corresponde a ese tipo de acción. Para estos casos (delitos
cometidos por particulares) los Estados han desarrollado diversas medidas para
prevenirlos y sancionarlos: cada país dispone de legislación donde se especifican las
acciones consideradas delictivas y, a su vez, cuenta con normativa relativa a la
investigación, juzgamiento y sanción de dichos actos. Mientras que los delitos
cometidos por particulares reciben este tipo de tipificación, las acciones u
omisiones de los/as funcionarios/as públicos/as que vulneran un derecho
consagrado en un instrumento internacional de derechos humanos reciben el
tratamiento de “violación de derechos humanos”. Esto significa que, en los casos en
que el agresor es la propia autoridad estatal, hablamos de violación a los derechos
humanos. Sin embargo, debemos tener presente que existen casos en los que un
particular también puede cometer una violación a los derechos humanos: esto
ocurre cuando esta persona o grupo de personas actúan en complicidad, en
conexión o bajo órdenes de agentes estatales.
19
“Los derechos humanos implican obligaciones a cargo del gobierno. Él es el
responsable de respetarlos, garantizarlos o satisfacerlos y, por otro lado, en
sentido estricto, solo él puede violarlos. Las ofensas a la dignidad de la persona
pueden tener diversas fuentes, pero no todas configuran, técnicamente,
violaciones a los derechos humanos. Este es un punto conceptualmente capital
para comprender a cabalidad el tema de los derechos humanos. (…) La nota
característica de las violaciones a los derechos humanos es que ellas se
cometen desde el poder público o gracias a los medios que este pone a
disposición de quienes lo ejercen. No todo abuso contra una persona ni toda
forma de violencia social son técnicamente atentados contra los derechos
humanos. Pueden ser crímenes, incluso gravísimos, pero si es la mera obra de
particulares no será una violación de los derechos humanos.
(…) La responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos humanos
incumbe exclusivamente al Estado, entre cuyas funciones primordiales está la
prevención y la punición de toda clase de delitos. El Estado no está en
condiciones de igualdad con personas o grupos que se encuentren fuera de la
ley, cualquiera sea su propósito al así obrar. El Estado existe para el bien común
y su autoridad debe ejercerse con apego a la dignidad humana, de conformidad
con la ley”11.
En este contexto, cuando por conductas imputables al Estado –es decir relativas a la
acción u omisión de sus agentes, realizadas al amparo de su carácter oficial, aún si
actúan fuera de los límites de su competencia– se violan derechos fundamentales y
no se garantizan las medidas adecuadas de protección (por ineficacia, imposibilidad
o retardo), las personas pueden interponer acciones ante órganos internacionales.
Este tipo de recurso, , supone que, en el caso de que el sistema jurídico nacional no
11
NIKKEN, P. 1994. “El concepto de Derechos Humanos”. En: VVAA Estudios Básicos de Derechos
Humanos. T.I. San José. C. R. IIDH. Pp. 27-28.
20
brinde recursos judiciales efectivos a las víctimas, puedan ponerse en
funcionamiento los mecanismos de protección internacional.
Los Estados que forman parte del sistema internacional de protección de los
derechos humanos están obligados a cumplir los tratados en la materia, por lo que
los ciudadanos pueden exigir la observación de ese deber. Dado que los Estados
desarrollan sus funciones a través de un amplio conjunto de instituciones
conformadas por personas, quienes ejercen funciones públicas tienen la
responsabilidad de promover, respetar, garantizar y proteger el efectivo goce de los
derechos y libertades fundamentales de los habitantes de la jurisdicción en la que
se desempeñan. Frente a la vulneración de derechos protegidos por los tratados
internacionales, los ciudadanos pueden ejercer su derecho de justicia ante los
tribunales nacionales y, una vez agotadas las instancias internas, recurrir a los
organismos internacionales.
21
En el marco de Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos tiene a su cargo
la elaboración de recomendaciones en casos de violaciones de derechos humanos.
Se definen de antemano una serie de situaciones a ser analizadas por expertos
designados para tal fin e incluso pueden enviarse misiones a los Estados para
evaluar “in situ” problemáticas concretas. El resultado del trabajo de los expertos se
traduce en la confección de documentos en los cuales realizan
recomendaciones a los Estados involucrados y el éxito del sistema reside en el
cumplimiento que se haga posteriormente de éstas.
22
condiciones en que se llevaron a cabo y por sus características, hacen presumir la
participación en los mismos de la fuerza pública.
b) Que se impartan las instrucciones necesarias a las autoridades competentes a fin
de que los menores de edad desaparecidos a raíz de la detención de sus padres y
familiares y los nacidos en centros de detención, cuyo paradero se desconoce, sean
entregados a sus ascendientes naturales u otros familiares cercanos.
c) Que se adopten las medidas pertinentes a efecto de que no continúen los
procedimientos que han traído como consecuencia la desaparición de personas. Al
respecto, la Comisión observa que se han producido recientemente casos de esta
naturaleza que como todos los demás deben ser esclarecidos lo antes posible…”
Es importante tener presente que las personas no pueden llevar sus denuncias
directamente ante la Corte, sino que es la Comisión quien representa ante la Corte
los intereses de las personas afectadas por violaciones de derechos. Sin embargo,
una vez iniciado el procedimiento ante la Comisión las víctimas, sus familiares o
23
representantes tienen el derecho a presentar escritos a alegar y ofrecer pruebas.
Los Estados deben contestar las demandas realizadas y sobre esta base comienza
una etapa de audiencias, donde la Corte recibe testimonios y pericias y escucha los
alegatos de las partes en conflicto. Finalmente, en la sentencia, la Corte establece si
el Estado demandado incurrió en la violación de alguno de los derechos reconocidos
en la Convención Americana de Derechos Humanos y, en dado caso, la Corte ordena
al Estado las medidas de reparación que considere pertinentes.
24
No existe relación entre estas prácticas y la efectividad de la protección de la seguridad
ciudadana”. Asimismo, decidió que “el Estado debe proseguir y concluir la investigación del
conjunto de los hechos de este caso y sancionar a los responsables de los mismos; que los
familiares de la víctima deberán tener pleno acceso y capacidad de actuar, en todas las
etapas e instancias de dichas investigaciones, de conformidad con la ley interna y las
normas de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; y que los resultados de las
investigaciones deberán ser públicamente divulgados (…); el Estado debe garantizar que no
se repitan hechos como los del presente caso, adoptando las medidas legislativas y de
cualquier otra índole que sean necesarias para adecuar el ordenamiento jurídico interno a
las normas internacionales de derechos humanos, y darles plena efectividad…” (Corte IDH,
sentencia del 18 de diciembre de 2003).
25
Boletín del Programa de Formación Nº 1 - Año 1 - Abril 2014
www.cladem.org
Boletín del Programa de Formación Nº 1 - Año 1 - Abril 2014
APROXIMACIONES
A LA TEORÍA CRÍTICA
FEMINISTA Rosa Cobo Bedia
Rosa Cobo Bedia
Profesora de Sociología y Directora del Centro de Estudios
de Género y Feministas de la Universidad A Coruña. Su línea
de investigación principal es la teoría feminista y la sociología
del género. En el 2011 ha publicado el libro “Hacia una nueva
política sexual”.
© Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres – CLADEM
Programa de Formación
Autora:
Rosa Cobo Bedía
Editora:
Maria Edit Oviedo
Responsable del Programa de Formación
Coordinación de la edición:
Verónica Aparcana
Diseño y Diagramación:
Orietta Gutiérrez
Impresión:
Tarea Asociación Gráfica Educativa
Psje. María Auxiliadora 156-164, Lima 5, Perú.
La elaboración presente documento ha sido posible gracias al apoyo del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Holanda a través del proyecto FLOW.
2
Índice
Presentación
4
Introducción
6
PRIMERA PARTE
13
3.- Siglo XIX: El movimiento sufragista en Europa y América. Debates
entre marxismo y feminismo. Stuart Mill y Harriet Taylor: La sujeción
de la mujer.
18
4.- Siglo XX: El segundo sexo de Simone de Beauvoir y La mística de la
feminidad de Betty Friedan. El surgimiento del feminismo radical
norteamericano: Kate Millett y Shulamith Firestone. Feminismo de la
21
Diferencia.
3
Rosa Cobo Bedia
Presentación
Desde el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres
(CLADEM) como organización regional feminista que desde hace más de 26 años articulamos
personas y organizaciones de América Latina y el Caribe y desde un enfoque jurídico político,
buscamos aportar a la transformación social y a la construcción de democracias radicales, des-
de una perspectiva de interseccionalidad, que reconoce la diversidad cultural, étnico-racial,
sexual y social, para el pleno ejercicio y disfrute de los derechos humanos de las mujeres.
Con el estatus consultivo ante la ONU, la OEA y la UNESCO, y el resultado del reconocimiento
del trabajo que hemos desarrollado en la región, hemos sido galardonadas con los Premios
Gruber en reconocimiento de labor y compromiso en la promoción y defensa de la libertad
sexual y reproductiva de las mujeres y con el Premio Rey de España a los Derechos Humanos,
en su Tercera Edición.
En el marco del Proyecto “Profundizando las estrategias para la ejecución y justicia en el cum-
plimiento de los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia y el acceso a la Justicia en
América Latina y el Caribe” apoyado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda del
Proyecto Fondos Flow, nos hemos propuesto profundizar en la defensa y promover la exigibi-
lidad y justiciabilidad de los derechos humanos de las mujeres en América Latina y el Caribe.
Con una visión feminista y crítica del derecho, a través del litigio internacional, el monitoreo de
los Estados y el fortalecimiento de la capacidad de las asociadas para el análisis y la argumen-
tación político-legal, el acuerdo de agendas y el diseño de estrategias y cursos de acción para
la acción política local y regional hemos contribuido a denunciar los mecanismos y dispositivos
del sistema patriarcal que crean y reproducen los espacios de subordinación, discriminación y
opresión de las mujeres en la región.
4
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
En esta oportunidad, les presentamos el primer boletín que aborda el tema de ¨Aproximaciones
a la teoría crítica feminista¨, recogiendo algunas interrogantes que nos hemos venido plantean-
do como red, con la intencionalidad de recuperar los procesos históricos del feminismo, las
premisas conceptuales, los principales aportes del feminismo a la construcción como categoría
política de la modernidad, así como los retos para el movimiento feminista de cara al contexto
histórico de América Latina y el Caribe.
Esperamos que este aporte de Rosa Cobo, a quien agradecemos sus reflexiones y el generoso
compartir de sus conocimientos, contribuya a nutrir la reflexión teórico político jurídico femi-
nista y aporte a la profundización de las estrategias políticas que permita incidir en los centros
del poder y el derecho, interconectando los planos internacional, regional y local, para la de-
fensa, promoción y exigibilidad de los derechos de las mujeres.
Con este esfuerzo esperamos como red, alentar a repensar sobre los retos que tenemos como
parte del movimiento feminista, las apuestas que debemos hacer para profundizar en las alian-
zas estratégicas con miras a la construcción de una agenda más inclusiva, diversa y articulada,
plural y democrática, con diversos movimientos sociales que nos permita integrar en la agenda
de lucha, las múltiples discriminaciones con el objetivo de acabar con la desigualdad y la falta
de libertad, autonomía e igualdad de las mujeres, a fin de que derechos humanos conquista-
dos, sean una realidad en la vida cotidiana de las mujeres en América Latina y el Caribe.
5
Rosa Cobo Bedia
Introducción
En esta publicación se hace una breve síntesis de la historia del feminismo, de sus debates y
sus discusiones, desde su origen en el siglo XVIII hasta el siglo XXI, centrado básicamente en
los continentes europeo y americano. En las sociedades civiles americanas y europeas –como
también en las de otros continentes- han tenido lugar acciones políticas protagonizadas por el
movimiento feminista con el objetivo de acabar con la desigualdad y la falta de libertad y au-
tonomía de las mujeres. Y en las universidades e instituciones académicas de esos continentes
se han elaborado teorías y se han acuñado categorías con el objeto de explicar las causas de la
opresión de las mujeres y los mecanismos que hacen posible su reproducción.
6
PRIMERA
PARTE
Rosa Cobo Bedia
1.-
Categorías Fundamentales
del Paradigma Feminista
El concepto de género
La teoría feminista, en sus tres siglos de historia, se ha configurado como un marco de inter-
pretación de la realidad que visibiliza el género como una estructura de poder. Celia Amorós lo
explica así: “En este sentido, puede decirse que la teoría feminista constituye un paradigma, un
marco interpretativo que determina la visibilidad y la constitución como hechos relevantes de
fenómenos que no son pertinentes ni significativos desde otras orientaciones de la atención”1.
8 1 AMORÓS, CELIA, “El punto de vista feminista como crítica”, en Carmen Bernabé (Dir.), Cambio de paradigma, género y eclesiología,
Verbo Divino, Navarra, 1998; p. 22.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
Dicho en otros términos, los paradigmas y marcos de interpretación son modelos conceptuales
que aplican una mirada intelectual específica sobre la sociedad y utilizan ciertos conceptos a
fin de iluminar algunas dimensiones de la sociedad que no se pueden identificar desde otros
marcos interpretativos de la realidad social.
Así, la teoría feminista pone al descubierto todas aquellas estructuras y mecanismos ideológi-
cos que reproducen la discriminación o exclusión de las mujeres de los diferentes ámbitos de
la sociedad. Al igual que el marxismo puso de manifiesto la existencia de clases sociales con in-
tereses divergentes e identificó analíticamente algunas estructuras económicas y entramados
institucionales inherentes al capitalismo, realidades que después tradujo a conceptos -clase
social o plusvalía-, el feminismo ha desarrollado una mirada intelectual y política sobre ciertas
dimensiones de la realidad que otras teorías no habían sido capaces de conceptualizar. En este
sentido, los conceptos de violencia de género, acoso sexual, feminicidio, género, patriarcado
o androcentrismo, entre otros, han sido acuñados por el feminismo. En definitiva, lo que este
marco de interpretación de la realidad pone de manifiesto es la existencia de un sistema social
en el que los varones ocupan una posición social hegemónica y las mujeres una posición su-
bordinada.
La categoría de género, así como otras nociones acuñadas para dar cuenta de la desventajosa
posición social de las mujeres a lo largo de la historia, forma parte de un corpus conceptual,
de carácter transdisciplinar, y de un conjunto de argumentos construidos desde hace ya tres
siglos, cuyo objetivo ha sido poner de manifiesto los mecanismos y dispositivos que crean y
reproducen los espacios de subordinación, discriminación y opresión de las mujeres en cada
sociedad.
En este contexto es en el que la categoría de género adquiere sentido. En efecto, este concepto
es acuñado en el año 1975 por la antropóloga feminista Gayle Rubin y desde ese momento se
convertirá en una de las categorías centrales de la teoría feminista.
Desde entonces hasta ahora, esta categoría se ha desarrollado en varias direcciones y de al-
gunas de ellas hablaremos en este texto. En primer lugar, el uso más generalizado del concep-
to de género se refiere a la existencia de una normatividad femenina edificada sobre el sexo
como hecho anatómico. El significado de esta categoría alude a las prescripciones que tienen
las mujeres en las sociedades patriarcales. Ser mujer significa asumir un modo de estar en el
mundo en el que la maternidad, los cuidados, el trabajo doméstico, la heterosexualidad y la
ausencia de poder son características constitutivas del género femenino. Estas asignaciones
prácticas van acompañadas de estructuras simbólicas acordes con esas prácticas, de tal modo
que cada sociedad produce un modo específico de ser mujer que persuade coactivamente a
las mujeres a que acepten ese modelo normativo.
En segundo lugar, esta normatividad femenina reposa sobre un sistema social en el que el
género es un principio de jerarquización que asigna espacios y distribuye recursos a varones
y mujeres. Dicho de otra forma, las normatividades masculina y femenina se inscriben en es- 9
Rosa Cobo Bedia
pacios sociales marcados por la división sexual del trabajo. El espacio público-político ha sido
diseñado por los varones y para los varones, mientras que el espacio privado-doméstico ha
sido creado por los varones para las mujeres. El conjunto de entrados institucionales y sim-
bólicos sobre los que se asientan las normatividades de género es a lo que la teoría feminista
denomina patriarcado.
El género opera como una estructura de poder, de igual forma que la clase, la raza o la cultura.
Las sociedades están organizadas a partir de determinadas lógicas sociales de dominio. Pues
bien, el género es una categoría que da cuenta de una forma de organizar jerárquicamente las
relaciones entre hombres y mujeres en cada sociedad. El concepto de género identifica los es-
pacios materiales y simbólicos en los que las mujeres tienen una posición de desventaja social.
Ahora bien, tal y como señala Lidia Cirillo2, el género no es un concepto estático, sino dinámico.
La desigualdad de género y sus mecanismos de reproducción no son estáticos ni inmutables,
se modifican históricamente en función de distintos procesos sociales, entre ellos, la capacidad
de las mujeres para articularse como un sujeto colectivo y para persuadir a la sociedad de la
justicia de sus vindicaciones políticas. De la misma forma, hay que señalar que las diferencias
de género no son sólo históricas, si no también culturales. La religión, la raza, la pertenencia
étnico-cultural y otras variables influyen notablemente en la organización social de las relacio-
nes de género.
2 CIRILLO, Lidia (2005), “Virtualidades pedagógicas del feminismo para la izquierda”, en Revista Internacional de Filosofía Política
(UNED-Madrid/UAM-México), nº 25, 2005; p. 42 y ss.
3 BENHABIB, Seyla, ”Una revisión del debate sobre las mujeres y la teoría moral”, en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política
10 (CSIC), nº 6, 1992; p. 38.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
El concepto de patriarcado
En el año 1969, en el contexto del feminismo radical, una de sus feministas más célebres, Kate
Millett, escribió un libro que se ha convertido por mérito propio en un clásico de la teoría fe-
minista: Política sexual. En este famoso texto, Millett acuñará el término de patriarcado con un
significado feminista. En efecto, definirá el patriarcado como un sistema de dominio masculino
que utiliza un conjunto de estratagemas para mantener subordinadas a las mujeres4 y, además,
señalará su carácter global: “Si bien la institución del patriarcado es una constante social tan
hondamente arraigada que se manifiesta en todas las formas políticas, sociales y económicas,
ya se trate de las castas y clases o del feudalismo y la burocracia, y también en las principales
religiones, muestra, no obstante, una notable diversidad, tanto histórica como geográfica”5.
Hay que señalar que la propia Millett confiere a este concepto un significado sociológico e
histórico, muy lejos, por tanto, de cualquier contenido esencialista.
El patriarcado, por tanto, no es una unidad ontológica6 ni una invariante ajena a la historia
sino una antigua y longeva construcción social, cuyo rasgo más significativo es su universali-
dad. También hay que destacar su carácter adaptativo, al extremo de constituirse en estructura
central de todo tipo de sociedades, sean tradicionales o modernas, del norte o del sur, ricas o
pobres. Ni las distintas religiones, ni las diferentes formas de Estado, ni los distintos tipos de
economía, ni las diversas culturas, organizaciones sociales, formas raciales u otro tipo de es-
tructuras, son un obstáculo en la formación de las sociedades patriarcales. Al revés, en algunos
casos, como es el de las religiones, se convierten en fuentes inagotables de sexismo.
Y es que en todas las sociedades y comunidades-desde las más próximas hasta las más lejanas-
el control de los recursos económicos, políticos, culturales, de autoridad o de autonomía perso-
nal, entre otros, están en manos masculinas. Sin embargo, el patriarcado no es una estructura
inmutable y fija que se inscrusta de la misma forma en todas las sociedades. Al contrario, su
inmensa capacidad de adaptación adquiere dimensiones casi fusionales en cada sociedad; en
efecto, no pueden analizarse las estructuras sociales o las instituciones de cada sociedad sin
tener en consideración que en todas ellas los rasgos patriarcales tienen un carácter estructural.
De ahí la naturaleza androcéntrica de toda construcción social, sea ésta simbólica o material.
Y es que los varones, como genérico hegemónico, han definido ideológicamente y han fa-
bricado materialmente todas las formas sociales a la medida de sus intereses como genérico
dominante. El patriarcado, en cada sociedad, como el capitalismo, es un sistema que articula y
organiza las relaciones de género a partir de diversas variables, como la religión, la cultura, la
raza, el desarrollo económico o la organización política, entre otras.
El patriarcado se asienta en un sistema de pactos entre los varones a partir de los cuales se
aseguran la hegemonía sobre las mujeres. Es un sistema de prácticas simbólicas y materiales
que establece jerarquías y, como señala Celia Amorós, implanta espacios.7 Y no sólo eso, pues
también clasifica las prácticas en anómicas y normales y señala y distribuye el alcance y la fuer-
za de las voces que se han de oír. Todo sistema de dominación para serlo y para reproducir su
hegemonía debe tener la fuerza y el poder suficiente para producir las definiciones sociales. En
otros términos, los sistemas de dominación lo son porque los dominadores poseen el poder
de la heterodesignación sobre los dominados, el de la autodesignación sobre sí mismos y el de
la designación sobre las realidades prácticas y simbólicas sobre las que se asienta su dominio.
Dicho en otras palabras, el patriarcado es un sistema de dominio de los varones sobre las mu-
jeres, cuya trama está organizada en torno a ese objetivo. Las sociedades patriarcales están
articuladas de forma tal que su entramado simbólico y todas sus estructuras sociales tienen
como finalidad reproducir ese sistema social. Durkheim explicó con mucha claridad que en la
‘naturaleza’ de las sociedades está la posibilidad permanente de su disolución. Para evitar la
fragmentación y la ruptura social hay que construir estructuras y mecanismos institucionales,
económicos, religiosos, culturales y socializadores-entre otros- que reproduzcan con la máxima
cohesión social esa urdimbre social patriarcal tan pacientemente construida. Pues bien, las so-
ciedades patriarcales poseen mecanismos y dispositivos para evitar su disolución y reproducir
las instancias de dominio. El poder socializador que emana del imaginario simbólico patriarcal
es necesario para que esta estructura de dominio se reproduzca ‘consensuadamente’. Cuando
el consenso se rompe entran en escena diversas modalidades de violencia.
12
7 AMORÓS, CELIA, op.cit. Véase el Capítulo 3.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
2.-
Siglo Xviii: La Ilustración Europea y el
Paradigma de la Igualdad. La Ilustración
Patriarcal y la Ilustración Feminista:
Mary Wollstonecraft y Vindicación de los
Derechos de la Mujer.
inglesa Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde denunciaba
que la sujeción de las mujeres no era el resultado de una naturaleza inferior a la masculina sino
de prejuicios y tradiciones que se remontaban a la noche de los tiempos8.
Tras la obra de estos dos autores se encuentra el principio ético y político de la igualdad. Estos
libros de Poullain de la Barre y de Mary Wollstonecraft, además de ser las actas fundacionales
del feminismo, ponen de manifiesto que el género como construcción social, lejos de ser un
hallazgo reciente, fue descubierto en la época ilustrada. Así mismo, revelan que sobre este des-
cubrimiento, el carácter coactivo del género, se ha edificado críticamente el feminismo. Estas
obras inauguran una tradición intelectual de impugnación moral de la sujeción de las mujeres
y de lucha contra el prejuicio, y se inscriben en un discurso más amplio sobre la igualdad. La
singularidad de estas reflexiones radica en que por primera vez en la historia del pensamiento
moderno se habla, con el lenguaje de la época, de una desigualdad no tematizada hasta en-
tonces, la de los géneros, y se apunta a una aún indefinida estructura de dominación masculina
como responsable de una de las desigualdades medulares de la sociedad moderna.
Hasta el siglo de las Luces –siglo XVIII- se había conceptualizado a las mujeres o bien como
inferiores o bien como excelentes respecto a los varones. El discurso de la inferioridad de las
mujeres puede rastrearse desde la filosofía griega, aunque su momento álgido de virulencia
misógina se encuentra en la Escolástica y, sobre todo, en la Patrística, es decir, en los escritos
de los padres de la iglesia. Pues bien, este discurso ha sido construido sobre la base de una on-
tología diferente para cada sexo, en el que la diferencia sexual es definida en clave de inferio-
ridad femenina y de superioridad masculina. Para este discurso, la subordinación social de las
mujeres tiene su génesis en una naturaleza inferior a la masculina9. Por su parte, el discurso de la
excelencia subraya, sin embargo, la ‘superioridad’ moral de las mujeres respecto de los varones.
La paradoja de este discurso es que se origina precisamente en aquello que las subordina: su
asignación al espacio doméstico, su separación del ámbito público-político y su ‘inclinación
natural’ a la maternidad. Lo significativo de esta argumentación es que la excelencia se asienta
en una concepción de lo femenino que ha sido el resultado de la jerarquía genérica patriarcal y
que se resume en el ejercicio de las tareas de cuidados y en la capacidad de tener sentimientos
afectivos y empáticos por parte de las mujeres hacia los otros seres humanos10.
Sin embargo, junto a estos discursos que heterodesignan a las mujeres como inferiores o excel-
sas respecto a los varones, aparece un discurso en el que las mujeres se quejan de los abusos
masculinos. Este discurso, denominado memorial de agravios por Amorós se hace explícito en
La ciudad de las Damas11, escrito en 1405. Amorós señala que éste “es un género antiguo y recu-
rrente a lo largo de la historia del patriarcado: periódicamente, las mujeres exponen sus quejas
8 COBO, ROSA, “Política feminista y democracia paritaria”, en Leviatán, Madrid, 2000; pp. 85-99. Me he basado en este artículo para
elaborar algunos aspectos de este texto.
9 Los análisis más relevantes que se han realizado en lengua española sobre la diferencia sexual y sobre el feminismo de la diferencia
pueden encontrarse en Celia Amorós, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Cátedra,
Madrid, 2005 y Luisa Posada Kubissa, Sexo y esencia, Horas y horas, Madrid, 1998.
10 COBO, ROSA, “El género en las ciencias sociales”, en Cuadernos de Trabajo Social, vol. 18, Ed. Universidad Complutense, 2005,
Madrid; p. 251.
14
11 PIZAN, CHRISTINE DE, La ciudad de las damas, Ed. Siruela, Madrid, 1995.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
ante los abusos de poder del que dan muestra ciertos varones, denostándolas verbalmente en
la literatura misógina o maltratándolas hasta físicamente”12.
El siglo XVIII supone un punto de inflexión en estos discursos, pues la idea de igualdad se alzará
como el principio político articulador de las sociedades modernas y como el principio ético
que propone que la igualdad es un bien en sí mismo y hacia el que deben tender todas las
relaciones sociales. La idea de igualdad reposa sobre la de universalidad, que a su vez es uno
de los conceptos centrales de la modernidad. Se fundamenta en la idea de que todos los indi-
viduos poseemos una razón que nos empuja irremisiblemente a la libertad, que nos libera de
la pesada tarea de aceptar pasivamente un destino no elegido y nos conduce por los sinuosos
caminos de la emancipación individual y colectiva. La universalidad abre el camino a la igual-
dad al señalar que de una razón común a todos los individuos se derivan los mismos derechos
para todos los sujetos. El universalismo moderno reposa sobre una ideología individualista que
defiende la autonomía y la libertad del individuo, emancipado de las creencias religiosas y de
las dependencias colectivas13.
Mary Wollstonecraft representa el nudo entre feminismo e igualdad en el siglo XVIII. Esta pen-
sadora británica, que publicó en 1792 Vindicación de los derechos de la mujer, reivindica los dere-
chos de las mujeres en el marco del paradigma de la igualdad. La obra de Mary Wollstonecraft
12 AMORÓS, CELIA, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Ed. Cátedra, col. Feminismos,
Madrid, 2002; p. 290.
13 COBO, ROSA, “El género en las ciencias sociales”, op. cit.; p. 252.
15
14 AMORÓS, CELIA, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, op. cit.; pp. 285-302.
Rosa Cobo Bedia
es la obra de una pensadora ilustrada que asume apasionadamente los principios teóricos,
éticos y políticos del racionalismo ilustrado: razón, universalidad, virtud o igualdad son el len-
guaje conceptual a partir del que ella levanta el edificio de su discurso intelectual y político. El
aspecto fundamental de Vindicación de los derechos de la mujer es la educación y la socializa-
ción, pese a que se presenta a sí misma como una obra de debate político.
Mary Wollstonecraft vindica la posibilidad de discutir y debatir sin condiciones de ningún tipo
con los varones y de impugnar un sistema social que desemboca en la opresión de las mujeres:
“Cabe esperar, en este siglo de las luces, que el derecho divino de los maridos, como el derecho
divino de los reyes, puede y debe contestarse sin peligro”18. Pero no es suficiente con interpelar
al tirano, hay que imaginar una sociedad libre y sin tiranos, con igualdad, pues “cuanta mayor
15 BURDIEL, ISABEL, “Introducción”, en Vindicación de los derechos de la mujer, Cátedra, Col. Feminismos, Madrid, 1994; p. 59.
16 Op. cit.; p. 127.
17 Op. cit.; p. 111.
16
18 Ibidem; p. 160.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
igualdad exista entre los hombres, mayor virtud y felicidad reinarán en la sociedad”19. En defini-
tiva, Vindicación de los derechos de la mujer es el texto fundacional del feminismo que inaugura
la vindicación feminista.
El primer feminismo teórico que se desarrolló en el siglo XVIII y los primeros grupos de mujeres
que se articularon durante la Revolución Francesa terminaron, prácticamente, con el fin de la
Revolución y con la derrota de Francia y la restauración del poder absoluto en Europa. Hay
que añadir también que en la última época del proceso revolucionario, con Robespierre, se
utilizaron políticas represivas contra las mujeres feministas a las que se añadió poco después la
propia represión que tuvo lugar con la restauración de las monarquías absolutas.
En este punto es necesario hacer una reflexión en torno al origen europeo de la primera ola
feminista. En los últimos años se ha utilizado este origen histórico para acusar al feminismo de
etnocéntrico. Sin embargo, es preciso señalar que el origen geográfico, político y cultural de
una teoría o de una práctica política que tiene como objetivo ampliar los derechos de la mitad
de la humanidad sin distinción racial, sexual o cultural, no puede quedar invalidada por su ori-
gen. Los movimientos sociales y las construcciones teóricas no deben ser interpeladas por su
lugar de origen sino por los principios políticos que defienden. Desde este punto de vista, los
principios que preconiza el feminismo tienen un carácter universal,
pues su aplicación son todas las mujeres. La teoría fe-
minista y el movimiento feminista se fabrican
incipientemente en Europa, en el contexto
de las tres grandes ilustraciones, la france-
sa, la inglesa y la alemana, y en el marco
político del estado-nación. Sin embargo,
la segunda ola feminista se desarrollará
sobre todo en el continente americano y
en Inglaterra.
17
19 Ibidem; p. 122
Rosa Cobo Bedia
3.-
Siglo Xix: El Movimiento Sufragista
en Europa y América. Debates entre
Marxismo y Feminismo. Stuart Mill y
Harriet Taylor: La Sujeción de la Mujer
Casi medio siglo de silencio precederá al resurgimiento del feminismo en el siglo XIX. Y es que
cuando todo hacía presagiar que el feminismo ilustrado había sido un episodio aislado tanto
en su dimensión intelectual como en la social, reaparece en EE.UU. e Inglaterra con un discurso
y una práctica política herederos directos del feminismo ilustrado de la Revolución Francesa.
Lo cierto es que con esta reaparición, el feminismo se convertirá por primera vez en la historia
en un movimiento de masas.
negados a las mujeres. Exigían para sí mismas los mismos derechos que ya habían conseguido
los varones20. Hay que subrayar que en este manifiesto resuenan los ecos de Vindicación de los
derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft.
Sin embargo, para comprender mejor el movimiento sufragista hay que tener en consideración
dos hechos que precedieron a la formación de este movimiento: el primero de ellos es que una
parte de las mujeres que militaron activamente en la lucha sufragista, previamente participa-
ron en el segundo gran despertar, un movimiento de renacimiento religioso que hizo posible
que tomasen la palabra en las comunidades religiosas y que leyesen las sagradas escrituras.
La participación de estas mujeres en la lectura y la reinterpretación de las Sagradas Escritu-
ras se convirtió en una fuente de ensanchamiento de la subjetividad. Esta participación en
un movimiento colectivo, tal y como fueron las comunidades religiosas, sirvió también como
una preparación para su militancia posterior en comunidades de carácter político. El segundo
hecho es que aquellas primeras mujeres sufragistas que proclamaron el decálogo de dere-
chos de Seneca Falls habían ejercido el activismo junto a los varones negros en su lucha por
el voto. Cuando se consolidó la posibilidad del voto para los hombres negros, las mujeres, en
justa reciprocidad, les pidieron colaboración política para conquistar el mismo derecho polí-
tico para ellas, el del sufragio. La respuesta de la comunidad de varones negros fue negativa:
no querían arriesgar su precario derecho al voto implicándose activamente en la lucha por el
voto femenino, pues la lucha por el sufragio de las mujeres se consideraba aún más arriesgada
políticamente que la de ellos.
Este movimiento se articulará políticamente en torno al derecho al voto, pero el cuerpo central
de sus reivindicaciones son el derecho a la propiedad, a la educación, el acceso a las profesio-
nes o a la libertad para organizarse y hablar en público. De otro lado, la crítica al matrimonio, en
la medida en que significa la ‘muerte civil’ de las mujeres, la crítica a las leyes discriminatorias
que regulan la patria potestad o la exigencia del divorcio son otras reclamaciones sufragistas.
En definitiva, el feminismo del siglo XIX se torna más abiertamente político y sus conquistas
ensancharán la democracia al ampliar los márgenes de libertad e igualdad de las mujeres. El
libro de John Stuart Mill y Harriet Taylor, La sujeción de la mujer, fue un texto relevante para el
sufragismo. Se inscribe en la tradición liberal y utilitarista.
Durante más de medio siglo las mujeres lucharon por el voto con todas las armas a su alcance,
salvo la de la violencia. El sufragismo puso en práctica acciones políticas imaginativas, pero
siempre pacíficas, que después han copiado otros movimientos sociales (concentraciones, ma-
20 MIYARES, ALICIA, “El sufragismo”, en Celia Amorós y Ana de Miguel, Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización, Minerva 19
Ediciones, Madrid, 2005.
Rosa Cobo Bedia
La última época del sufragismo, en los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX, está
profundamente marcada por un sesgo más radical que enfatizará la reivindicación de autono-
mía sexual para las mujeres y la crítica a la moral patriarcal inherente a la institución del matri-
monio. De esta forma, preparará el terreno al feminismo radical de los años setenta del siglo
XX que pondrá las relaciones familiares, sexuales y reproductivas en el centro mismo del nuevo
escenario histórico feminista. El movimiento sufragista no fue homogéneo ideológicamente
en sus siete décadas de existencia.
De otro lado, el sector más radical del movimiento sufragista se acercó a la ideología socialista y
de esa forma puso las bases de un movimiento feminista más amplio e incluyente en el que las
mujeres obreras y las de clase media, que sentían como una carga insoportable los privilegios
masculinos, hicieron una alianza frente a las leyes y usos y costumbres patriarcales. Susan B. An-
thony y Elizabeth Cadi Stanton son las sufragistas que más se acercaron a posiciones radicales
y socialistas. No se conformaron con criticar el matrimonio sino que también pidieron que los
tribunales de justicia tuviesen una composición que hoy denominaríamos con el término de
paritaria. La última etapa del movimiento sufragista incluyó vindicaciones políticas radicales en
las que la sexualidad se coloca en la agenda feminista, pues la crítica a la doble moral sexual y
la reivindicación de la libertad sexual entran en el marco reivindicativo sufragista.
El movimiento sufragista finaliza con la Primera Guerra Mundial y a partir de ese momento, el
derecho al voto comienza a ser una realidad en algunas sociedades. En la primera mitad del
siglo XX, millones de mujeres votarán en diferentes regiones del mundo. El éxito del sufragis-
mo ha sido incuestionable, pues el derecho a la educación, al ejercicio de diversas profesiones,
a la propiedad o al divorcio, entre otros, se han convertido en una realidad para millones de
mujeres.
20
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
4.-
tradición feminista, El segundo sexo ocupa un lugar central, pues está concebido como un
estudio totalizador de la condición de las mujeres en las sociedades occidentales. Además,
es un texto heredero del feminismo ilustrado y su propuesta normativa se inscribe en un
discurso radical de la igualdad.
Además, Simone de Beauvoir afirmará que el género es una construcción social. Su afirmación
de que ‘la mujer no nace, se hace’ ilustra esta idea que han sido tan relevante para los análisis
feministas. Hay que destacar, en este sentido que la escritora francesa no acepta esencias de lo
femenino ni de lo masculino. Además, analiza la maternidad como una trampa para las muje-
res, en el sentido de que su crítica no es a las mujeres que deciden tener hijos sino a la ideología
que las empuja a tenerlos en unas condiciones de abierta subordinación. También considerará
que el trabajo remunerado y la socialización del trabajo doméstico son las condiciones de po-
sibilidad para la emancipación de las mujeres21.
22 21 LÓPEZ PARDINAS, TERESA, “El feminismo existencialista de Simone de Beauvoir”, en Celia Amorós y Ana de Miguel (Eds.), Teoría
Feminista: de la Ilustración a la globalización, Tomo 1, Madrid, 205; pp. 335-365.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
del mercado laboral al finalizar la Segunda Guerra Mundial y por qué aceptaron ser madres
y esposas en el contexto de la familia que hoy denominamos patriarcal. El telón de fondo de
este libro es una amplia bibliografía en Estados Unidos que muestra el crecimiento de diversas
patologías entre las mujeres: ansiedad, alcoholismo, suicidio, neurosis… El texto de Friedan
intentará explorar las causas del aumento de estos malestares entre las mujeres. Y encontrará
una explicación alternativa a la de la psicología y la psiquiatría dominante, que consideraban
que esas patologías eran inherentes a la naturaleza de las mujeres. ‘El problema que no tiene
nombre’, tal y como lo denominaba Betty Friedan, radicaba en que las mujeres fueron empu-
jadas a aceptar una identidad, la de esposa y madre, que no habían elegido y por ello no era el
resultado de una elección libre, sino impuesta22. Esta identidad se convirtió en fuente inagota-
ble de malestar para las mujeres.
Betty Friedan analiza la vida de las mujeres norteamericanas de los años 60 desde la pers-
pectiva ideológica del feminismo liberal. La autora norteamericana no alude en su obra a la
existencia de un sistema de dominio masculino que obstaculiza la libertad de las mujeres y les
impide el acceso a espacios de igualdad. Más bien, ella estima que las leyes son un poderoso
instrumento para alcanzar la igualdad de derechos con los varones. En su siguiente libro, La
segunda fase, escrito en 1981, hará un giro ideológico hacia la socialdemocracia y verá en las
medidas de acción afirmativa la alternativa a la desigualdad y discriminación de las mujeres.
Hay que señalar que la obra de Betty Friedan engancha con la corriente liberal del movimien-
to sufragista. En este sentido, se pueden apreciar que en el marco de la tradición intelectual
feminista y también en el de la práctica política hay un hilo desde el siglo XVIII hasta nuestros
días que tienen un nervio fuertemente liberal. Sin embargo, esta tradición feminista liberal ha
hecho aportaciones significativas a las luchas de las mujeres. Ahora bien, en este momento de
globalización neoliberal el feminismo liberal no puede ofrecer respuestas ni a la desigualdad
ni a la violencia hacia las mujeres.
Feminismo y marxismo
El feminismo, como ya se ha dicho, es una tradición intelectual y un movimiento social
cuyo nacimiento data del siglo XVIII, mientras que el marxismo aparece en la escena inte-
lectual y social a mediados del siglo XIX. No conviene olvidar que cuando surge el marxis-
mo, el feminismo tenía casi un siglo de existencia. Ambas teorías y ambos movimientos
sociales tienen elementos en común y diferencias profundas. La semejanza más notable
es que ambos analizan la sociedad en clave de sistemas de dominio. El marxismo consi-
dera que en el fundamento de la sociedad existe un sistema de dominio económico, el
capitalismo, basado en un sistema de explotación económica por el que los burgueses
explotan a los obreros o los empresarios a los trabajadores. El feminismo, sin embargo,
22 JIMENEZ PERONA, ÁNGELES, “El feminismo liberal estadounidense de posguerra: Betty Friedan y la refundación del feminismo 23
liberal”, en Celia Amorós y Ana de Miguel (Eds.), Teoría Feminista: de la Ilustración a la globalización, op. cit.; pp. 15-34.
Rosa Cobo Bedia
estima que en la base de la sociedad existen estructuras patriarcales que colocan a los
varones en una posición de dominio y a las mujeres en una posición de subordinación. El
marxismo se construye como teoría y como movimiento alrededor de la variable clase y el
feminismo en torno a la variable género.
En todo caso, el marxismo siempre ha mantenido una fuerte vinculación entre la opresión
de las mujeres y el capitalismo. Para esta teoría, la opresión de las mujeres beneficia al
capitalismo. Sin embargo, hay que reconocer la insuficiencia del marxismo a la hora de
dar cuenta de la subordinación de las mujeres. La clave está en el no reconocimiento por
parte del marxismo de la existencia de un sistema de domino patriarcal. En los años 60-70,
sobre todo en EE.UU., aparecen mujeres feministas que se definen también como socia-
listas. Estas feministas plantearán la insuficiencia del marxismo para entender ‘la cuestión
de la mujer’ y subrayarán la ceguera del feminismo para comprender la opresión de clase.
El resultado, en palabras de Heidi Hartman, es el de un desgraciado matrimonio entre fe-
minismo y marxismo. Estas teóricas propondrán un sistema dual para analizar la condición
de las mujeres y reivindicarán el aparato conceptual del marxismo y el del feminismo para
dar cuenta de la subordinación de las mujeres en las sociedades capitalistas.
El feminismo del siglo XXI, ante la brutal arremetida neoliberal, tiene una necesidad im-
periosa de identificar la política sexual del neoliberalismo y detectar los mecanismos ca-
pitalistas que empobrecen y son causa de la explotación económica de las mujeres. Traer
materiales críticos del socialismo es crucial para entender la opresión de las mujeres en su
24
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
complejidad y para desvelar el pacto entre patriarcado y capitalismo que hace de las mu-
jeres las ‘trabajadoras idóneas’: las que tienen salarios más bajos, en muchos casos, sala-
rios de pobreza, las que tienen menos derechos, las que trabajan en la economía informal,
a tiempo parcial, con horarios de 12 y 14 horas diarias.
El feminismo marxista aportó a la historia de la tradición feminista una mirada clave sin
la cual no tendríamos los materiales teóricos que hacen posible entender la explotación
económica de las mujeres en el mercado global. ¿Podríamos entender el trabajo de las
mujeres en las maquilas sin estudiar la política sexual del neoliberalismo? En otros tér-
minos, un feminismo que no coloca en el centro de su agenda política la cuestión de la
economía política en este momento histórico está condenado a no ofrecer respuestas a la
opresión de las mujeres.
La influencia del feminismo radical será larga y profunda y sus efectos se harán sentir du-
rante más de tres décadas. En efecto, este resurgimiento del feminismo ha impregnado las
mentalidades, ha permeado valores sociales, ha trastocado los paradigmas dominantes 25
de las ciencias sociales y ha obligado a algunos Estados a aplicar políticas de igualdad. La
Rosa Cobo Bedia
influencia del feminismo ha sido tan significativa como exasperante la falta de derechos
de las mujeres.
El aspecto más importante del feminismo radical ha sido mostrar el carácter político de
las relaciones que tienen lugar en el ámbito doméstico-familiar. El libro más célebre del
feminismo radical, ya un clásico indiscutible de la literatura feminista, es la Política sexual23
de Kate Millett. La tesis central de este libro es que lo personal es político. Dicho en otros
términos, lo que Millett quiere argumentar es que la subordinación de las mujeres no se
sostiene sólo en su exclusión de las instituciones políticas y de los poderes fácticos o en
la explotación económica que tiene lugar en el mercado laboral sino que tiene raíces muy
profundas y aparentemente invisibles que hacen muy difícil desmontar las estructuras de
opresión de las mujeres. Estas hondas raíces se encuentran en la familia patriarcal, en las
relaciones de pareja y en todas las tareas de cuidados y reproductivas que desarrollan las
mujeres gratuitamente en el ámbito familiar. Dicho en otros términos, la familia no es un
espacio de afecto y cuidados, presidido por la simetría y la reciprocidad entre varones y
mujeres, sino una institución patriarcal en la que se asienta la división sexual del trabajo,
se esconden las relaciones de poder entre hombres y mujeres detrás del amor y de los
cuidados y en muchos casos se desarrolla la violencia y el abuso sexual masculino contra
las mujeres. Y todas estas prácticas no son aspectos íntimos y privados de las parejas o de
las familias, como se nos ha contado, sino relaciones políticas basadas en la explotación
y subordinación de las mujeres. Y no sólo eso, pues el feminismo de último tercio del XX
politizará aún más el ámbito doméstico-familiar al señalar la violencia de la que son objeto
muchas mujeres y al desvelar la explotación económica que suponen los trabajos repro-
ductivos que tienen lugar en el espacio privado-doméstico.
Sin embargo, los análisis de Millett no acaban en el desarrollo de esta idea sino que con-
ceptualiza para el feminismo la categoría de patriarcado, tal y como explicamos más arri-
ba. A partir de los años 70, este concepto ocupará el lugar central del marco interpretativo
feminista y será muy útil para entender las causas y los mecanismos que reproducen la
opresión de las mujeres. Con esta categoría podremos entender que las sociedades están
edificadas sobre estructuras políticas, económicas y culturales que consagran la hegemo-
nía de los varones sobre las mujeres.
Las luchas civiles de la población negra en EE.UU. coloca la cuestión de la raza en un ám-
bito fuertemente político y los análisis de Kate Millett pondrán de manifiesto que la raza,
como el género, es una estructura de poder. Hay que subrayar que el feminismo radical
comprende la opresión racial y la opresión de clase. La obra de Sulamith Firestone, La
dialéctica del sexo, el otro gran clásico del feminismo radical, utilizará categorías marxistas
para explicar la opresión de las mujeres y sus análisis pondrán de manifiesto que la clase
sexual es una estructura de poder.
23 Véase uno de los libros de teoría feminista más relevantes del siglo XX: KATE MILLETT, La política sexual, Ed. Cátedra, col. Feminis-
26 mos, Madrid, 1995.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
En otros términos, el feminismo de los años 70 explora los mecanismos de poder patriarcal
que oprimen a las mujeres, pero no sostendrá que esa opresión es única, sino que está
articulada con otras opresiones. En efecto, la clase, la raza y el colonialismo son categorías
que transitan por el feminismo radical, pero, sobre todo, por la obra de Kate Millett. Por
eso, el feminismo radical pondrá las bases para que después otros feminismos argumen-
ten sobre la necesidad de identificar analítica y políticamente el cruce de opresiones en
las vidas de las mujeres e incluyan en la agenda feminista la reflexión crítica sobre el pa-
sado colonial de los países europeos y su influencia en la conformación de las estructuras
materiales y simbólicas de los países colonizados. La feminista norteamericana propone
una política de coalición para entrar en otra fase histórica no presidida por opresiones:
“La transmutación que una coalición de los diversos grupos desposeídos (los negros, los
jóvenes, las mujeres y los pobres) trataría de imponer a los valores fundamentales consti-
tuiría el punto de arranque de una verdadera revolución asentada sobre la abolición de las
categorías y papeles instituidos (tanto sexuales como de cualquier otra índole)”24.
Alrededor de este dilema brotan tres argumentos en el seno del feminismo. Los dos pri-
meros celebran la diferencia entre varones y mujeres, mientras que el tercero la examina
críticamente y vindica la igualdad. El primero de ellos defiende una esencia de lo femeni-
no con rasgos propios, ajena a las realidades sociales. El segundo considera intelectual-
mente imposible demostrar una ontología o esencia de lo femenino, pero presenta otra
posibilidad que al cabo cumple el mismo propósito: puede y debe preservarse la ‘natu-
raleza’ femenina que se ha ido construyendo a lo largo de la historia y que, en definitiva,
24 MILLETT, KATE, Política sexual, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, Madrid, 1995; p. 609. 27
25 BENHABIB, SEYLA, “Desde las políticas de la identidad al feminismo social: un alegato para los noventa”, en Elena Beltrán y Cristina
Sánchez (Eds.): Las ciudadanas y lo político, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer/ Universidad Autónoma, Madrid, 1996; p. 25.
Rosa Cobo Bedia
28 26 POSADA KUBISSA, LUISA, “De la diferencia como identidad: génesis y postulados contemporáneos del pensamiento de la diferencia
sexual”, en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 8, nº 16, Sevilla, 2006.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
29
Rosa Cobo Bedia
5.-
La alianza entre un sector del feminismo y la postmodernidad supuso un giro político y epis-
temológico respecto al feminismo universalista e ilustrado de la igualdad. Este cambio de aná-
lisis es tematizado por Seyla Benhabib como un choque de paradigmas en la teoría feminista
contemporánea. El cambio de paradigma hacia los feminismos postmodernos se produjo a
mediados de los ochenta, bajo la influencia de pensadores franceses como Foucault, Derrida,
Lyotard, Luce Irigaray o Helene Cixous.
30 27 FRASER, NANCY, Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición postsocialista, Ed. Siglo del Hombre/Universidad de los
Andes, 1997, Bogotá; pp. 229-250.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
especialmente las ilustradas, porque no son lo suficientemente inclusivas con los individuos.
Ninguna de ellas es capaz de dar cuenta de ‘toda la realidad’. Las abstracciones o ‘afuera cons-
titutivos’ son sólo construcciones discursivas, que en lugar de explicar la realidad, la configuran
coactivamente, la homogeneizan cuando es diversa o la falsifican al dotarla de una uniformi-
dad que en realidad es inexistente.
Los análisis postmodernos son críticos con la categoría de género, no sólo cuando con este con-
cepto se refieren a lo masculino y lo femenino como construcciones culturales, sino también
cuando el género es utilizado como sinónimo del colectivo de las mujeres. Vamos a examinar
brevemente ambas argumentaciones. Desde análisis postmodernos se señala a propósito del
concepto de género que éste no es capaz de representar más que a un pequeño grupo de
mujeres: aquellas blancas, de clase media que viven en países ricos. Las teorías postmodernas
nos dicen que cualquier ‘nosotros’ -las mujeres en este caso- resulta políticamente sospechoso,
desde el momento en que, por una parte, intenta crear una supuesta comunidad de opinión,
ideas e intereses allá donde no los hay y, por otra, todo ‘nosotros’ se construye a partir de la
exclusión de quienes no poseen las características que les hacen aptos para participar en esa
abstracción. El concepto de la ‘diferencia’ es paradigmático para la postmodernidad, pues con
él pretende poner en entredicho los falsos conceptos universales que homogeneízan las expe-
riencias individuales y colectivas.
31
28 AMORÓS, CELIA, Tiempo de feminismo, op. cit.; véase especialmente “El sujeto del feminismo”: cap. VII.
Rosa Cobo Bedia
Feminismo y multiculturalismo
El multiculturalismo es una lógica teórica, política y normativa que se desarrolla en la década
de los 90 y que ha hecho de la exaltación de la diferencia cultural el núcleo de sus supuestos
teóricos y prácticos. El multiculturalismo ha proporcionado un marco teórico y político a las co-
munidades culturales inferiorizadas y también a los movimientos sociales que han dado voz a
minorías invisibilizadas y excluidas. También ha sido un poderoso aliado a la hora de introducir
críticamente en la agenda política la cuestión colonial y los efectos que ese fenómeno ha pro-
ducido sobre las mujeres de los países y territorios colonizados y concretamente de las mujeres
de los pueblos originarios y afrodescendientes.
A partir del siglo XV América Latina y el Caribe son sometidas a intensos procesos de coloniza-
ción por parte de Europa. El caso de América Latina es cronológicamente el primer colonialis-
mo en el que se cruzan variables diversas: imposición de la religión católica, expoliación eco-
nómica, subordinación cultural y políticas que hoy denominamos genocidas con los pueblos
originarios. El objetivo de los conquistadores españoles fue hacerse con el poder político, eco-
nómico, cultural y religioso y para ello fue necesario no sólo expoliar a los pueblos indígenas de
sus recursos sino también de sus valores religiosos y culturales. Sin embargo, lo que nos inte-
32
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
resa señalar son las huellas y rastros que las relaciones coloniales han dejado en las sociedades
latinoamericanas y que hoy tienen una presencia significativa en las vidas de las mujeres y en
los debates y discusiones en el interior del movimiento feminista.
Siglos de conquista, colonialismo y neocolonialismos han conformado en Occidente una ideo-
logía de la superioridad frente al resto del mundo29. Esta ideología de la supremacía occidental
se ha edificado a lo largo de los siglos silenciosamente. De una forma aparentemente invisible,
Occidente ha construido la figura del ‘otro’: extraño, poco civilizado, en definitiva, inferior. De
hecho, hoy el elemento indígena arrastra el subtexto del atraso. Y ese subtexto se ha instalado
en el imaginario colectivo de forma tal que lo originario parece ser un cuerpo extraño que
amenaza con disgregar a las sociedades latinoamericanas en las que viven estas comunidades,
pese a que ya se encontraban ahí cuando llegaron los colonizadores. Y no sólo las comunida-
des culturales originarias cargan con el subtexto del atraso. Las comunidades afrodescendien-
tes cargan asimismo con el estereotipo fuertemente arraigado en el imaginario colectivo de
cierto déficit civilizatorio. Los pueblos originarios, de un lado, y las poblaciones afrodescen-
dientes, de otro, son componentes fundamentales de la diversidad cultural en América Latina
y el Caribe y, al tiempo, receptores de la desigualdad y de la invisibilidad cultural.
La idea que quisiera desarrollar es que las mujeres, sin excepción, tanto las de las comunidades
inferiorizadas como las que descienden de los colonizadores, han sido construidas como las
‘otras’: las otras de los blancos y de los mestizos, las otras de los varones indígenas y las de los
afrodescendientes.
En efecto, las élites masculinas de las comunidades culturales de los pueblos originarios y afro-
descendientes, pese a la legitimidad de sus vindicaciones políticas en términos de derechos
y recursos, muestran una significativa ceguera frente a las prácticas culturales patriarcales en
el interior de sus comunidades. Aida Hernández Castillo, en referencia las mujeres indígenas
mexicanas, explica que “las mujeres indígenas organizadas se han dado a la tarea de conciliar
estas dos reivindicaciones. Por un lado, plantean ante el Estado la necesidad de reconocer el
derecho de autodeterminación de los pueblos indígenas; por el otro, dan una lucha dentro de
sus propias comunidades y organizaciones por replantear críticamente sus propios sistemas
normativos”30. Dicho de otra forma, la posición de subordinación de las comunidades inferio-
rizadas cultural y económicamente no justifica que los varones de esas comunidades creen o
refuercen prácticas de dominio sobre las mujeres. Es legítimo, por tanto, que las comunidades
demanden derechos e igualdad a las élites dominantes de las sociedades a las que pertenecen
y la misma legitimidad les asiste a las mujeres cuando reclaman derechos y el fin de la discrimi-
nación a los varones de su grupo.
29 BESSIS, SOPHIE: Occidente y los otros. Historia de una supremacía, Alianza Editorial, Madrid, 2002; capítulos 1, 2 y 3.
30 HERNÁNDEZ CASTILLO, R. AIDA, “Re-pensar el multiculturalismo desde el género. Las luchas por el reconocimiento cultural y los 33
feminismos de la diversidad”, en Revista de estudios de género. La ventana, Universidad de Guadalajara (México), nº 18, 2003; p. 11.
Rosa Cobo Bedia
Este ejemplo que pone Bessis para entender lo que ocurre con algunas tradiciones que tienen
una poderosa dimensión patriarcal no está ocurriendo solamente en los países árabe-musul-
manes sino también en otras partes del planeta. Algunas tradiciones se eliminan a favor de
otras que estandarizan la marca de género y ese hecho para las mujeres de algunas comuni-
dades o grupos significa asumir una tradición que no estaba en su memoria comunitaria. Celia
Amorós explica con mucha lucidez que las mujeres son convertidas en objetos transaccionales
entre los varones. Dicho de otro modo: a las mujeres a veces se les persuade e ‘imponen’ for-
mas de comportarse, de vestirse o formas de comportamiento político que responden a inte-
reses de los varones que han entablado alguna lucha política y cultural con los varones de otra
cultura o de otro estatus. En otros términos, algunas mujeres, a veces sin saberlo, son la excusa
de conflictos entre varones de distintas comunidades o grupos sociales. De hecho, mujeres
indígenas reivindican el derecho a cambiar aquellas tradiciones que las oprimen: “También
tenemos que pensar qué se tiene que hacer nuevo en nuestras costumbres, la ley sólo debiera
proteger y promover los usos y costumbres que las mujeres, comunidades y organizaciones
analicen si son buenas. Las costumbres que tengamos no deben hacer daño a nadie”32.
La tradición, la costumbre o la religión suelen ser los grandes argumentos para tratar de ocultar
que ciertas prácticas culturales tienen una poderosa dimensión patriarcal. Cecilia Salazar de la
Torre lo explica muy bien cuando señala que las mujeres en las comunidades indígenas son,
citando a Boaventura de Santos, ‘sujetos precontractuales’33. En efecto, no son sujetos de pleno
derecho de la comunidad ni tampoco del estado nacional o plurinacional.
Por tanto, la primera idea que quisiera señalar es que no existe ninguna cultura, ni las afrodes-
cendientes, ni las originarias ni las blancas/mestizas, que no hagan de las mujeres las deposita-
rias de las tradiciones culturales: “La gorra, el rebozo, la mantilla son símbolos de ‘protección’
de las mujeres en mi cultura. La cultura –léase los hombres- pretende proteger a las mujeres.
En realidad mantiene a la mujer en roles rígidamente definidos… La mujer no se siente a salvo
cuando su propia cultura y la cultura blanca la critican; cuando los varones de todas las razas
las cazan como a una presa… nuestras culturas nos quitan nuestra capacidad de actuar…”34.
31 BESSIS, SOPHIE, Los árabes, las mujeres, la libertad, op. cit.; p. 64.
32 Memorias del Encuentro Taller “Los derechos de las Mujeres en nuestras Costumbres y Tradiciones”, San Cristóbal de las Casas,
Mayo de 1994; citado en AIDA HERNÁNDEZ CASTILLO, “Distintas maneras de ser mujer: ¿Ante la construcción de un nuevo feminis-
mo indígena?”; op. cit.
33 SALAZAR DE LA TORRE, CECILIA, Género, etnia y clase. En busca de nuevas preguntas para la emancipación, Ed. Coordinadora
de la Mujer, La Paz (Bolivia), 2006; p. 35.
34 34 ANZALDUA, GLORIA, “Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan”, en BELL HOOKS Y OTRAS, Otras inapropiables. Fe-
minismos desde las fronteras, Ed. Traficantes de sueños, Madrid, 2004; pp. 74 y ss.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
El multiculturalismo más radical ha hecho suyo la idea de ‘la mujer’ como la metáfora de la
cultura, como la representación material y simbólica de la supervivencia de la comunidad cul-
tural. Frente al miedo a la desaparición de una cultura que se considera acosada y expuesta
a la asimilación por parte de la cultura hegemónica, los varones cierran filas en defensa de la
propia dominación sobre ‘sus mujeres’. Y ahí, en la dominación masculina sobre las mujeres, se
encuentra el núcleo intocable y no negociable de la permanencia de su comunidad cultural.
La dominación masculina suele ser convertida por los varones en la piedra de toque de su cul-
tura y por ello identifican la esencia de su cultura con sus propios privilegios. De modo que el
control y propiedad de las mujeres por parte de los varones se convierte en uno de los elemen-
tos centrales a proteger en las comunidades culturales que se sienten inferiorizadas y someti-
das a procesos de cambio social. Lo que en el fondo no es otra cosa que defender el contrato
sexual por el que los varones originalmente pactaron a las mujeres en propiedad masculina y
en subordinadas sexuales. Parecería que los varones están resignados a admitir ciertos cam-
bios culturales, pero se aferran como a un clavo ardiendo al contrato sexual, pues este pacto
les convierte en colectivo dominante sobre ‘sus’ mujeres. Así, aunque pierdan ‘poder’ como
cultura siguen conservándolo como genérico masculino.
Así se crea esa ‘mujer imaginada’ y soñada por los varones que temen perder su identidad
cultural y sus privilegios patriarcales. Lo reseñable es que esa ‘mujer imaginada’ es construida
como un restablecimiento de la tradición, como la vuelta a lo originario y constituyente. Dicho
en otros términos, las posiciones multiculturalistas radicales y patriarcales no diferencian entre
patriarcado y cultura, porque la distinción analítica y política de ambas estructuras desenmas-
cararía los privilegios masculinos que envuelven esa alianza. Gloria Anzaldúa lo explica con
mucha claridad: “La cultura moldea nuestras creencias. Percibimos la versión de la realidad que
ella comunica. Paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestio-
nables, imposibles de desafiar, nos son transmitidos a través de la cultura. La cultura la hacen
aquellos en el poder –hombres–. Los varones hacen las reglas y las leyes; las mujeres las trans-
miten”35.
35
35 ANZALDÚA, GLORIA, op. cit.; p. 73.
Rosa Cobo Bedia
la orientación sexual. Este feminismo ha puesto en el centro del escenario político feminista la
existencia de diferencias económicas, políticas, raciales, sexuales y culturales entre las mujeres
y ha señalado que no se puede construir un proyecto feminista representativo si no asume
como elemento central de su análisis y de su práctica la cuestión colonial. Por eso, frente al
metarrelato feminista, propone como alternativa la proliferación de microrrelatos.
Ese análisis es adecuado y necesario, siempre y cuando éstos no silencien el sistema transcul-
tural de dominación masculina y no contribuyan a la sacralización de las comunidades cul-
turales, raciales o sexuales porque de esta sacralización puede inferirse también un muro de
incomunicación entre nosotras y ellas. Y una cosa es reconocer las diferencias que nos oprimen
y otra muy distinta es hacer de las diferencias fronteras de incomunicación política. ¿Se puede
afirmar que no existe una hegemonía masculina –o capitalista– que atraviesa fronteras cultura-
les, sociales, económicas o raciales? ¿Se pueden negar los datos empíricos que señalan que no
existen sociedades en las que las mujeres no son objeto de subordinación? El feminismo tiene
que tener la audacia de construir microrrelatos que den cuenta de las opresiones específicas y
al mismo tiempo apostar por un macrorrelato amplio que identifique los elementos de opre-
sión que compartimos todas las mujeres con independencia de sus pertenencias específicas
a cualquier grupo social. Y no sólo esto, pues también tiene que explorar las intersecciones y
fusiones de las distintas formas de opresión que tienen lugar en un mismo sujeto.
Sin embargo, un feminismo integrador, inclusivo y atento a las opresiones específicas, -clase,
sexualidad, raza, cultura, etc.-, con capacidad teórica para producir categorías que nombren
esas realidades que durante tanto tiempo no se han visibilizado y con lucidez política para
enfrentarse a las nuevas alianzas establecidas entre el patriarcado y las élites culturales patriar-
cales, tiene que dotarse de un discurso teórico y político que trascienda tanto las diferencias
indiscriminadas como el universalismo ciego.
La diversidad cultural y las ideas multiculturalistas son aceptables sólo si amplían la libertad y la
igualdad de los individuos36. Por ello, hay que discriminar entre las prácticas y valores culturales
que están al servicio de sistemas de dominación y aquellos que no vulneran los derechos indi-
viduales. Esta argumentación desemboca en la urgente necesidad de construir colectivamente
36 36 A este respecto, véase mi artículo: “Multiculturalismo, democracia paritaria y participación política”. En Política y Sociedad(Madrid), nº
32, 1999.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
criterios éticos universales que resten legitimidad a todos los valores y las prácticas basados en
la dominación y la discriminación. Los derechos humanos son, sin duda, el punto de partida.
Esta ética debe ser lo suficientemente universal para que no sea una producción etnocéntrica
y se convierta en el fundamento de una comunidad moral.
El filósofo francés, Michel Foucault, referencia imprescindible de la teoría queer, argumenta so-
bre el carácter construido del sexo y señala que la heterosexualidad se ha construido desde la
coacción normativa, desplazando así otras formas de vivir la sexualidad, como, por ejemplo, la
homosexualidad. “El resultado es que los seres humanos se van a dividir en dos géneros diver-
sos entre sí, de manera que deviene producto cultural lo que se presenta como orden natural.
Y de este modo el orden, simbólico y real, es categorizado en términos de heterosexualidad.
Atravesar ese orden simbólico y real, detectarlo y sacar a la luz su carga normativa es ya parte
del trabajo de deconstrucción que la teoría queer se propone”38.
Judith Butler, filósofa de la teoría queer, construye su pensamiento con la vista puesta en un
colectivo social: el de los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Argumenta que los gays
y lesbianas cuestionan el pretendido carácter natural de la heterosexualidad y la existencia
misma de los transexuales pone en cuestión la consideración del sexo como hecho natural.
La tarea de Judith Butler es deconstructiva y desnormalizadora, pues intenta deconstruir las
categorías de sexo, género y sexualidad a fin de que las otras formas anormativas de vivir la
sexualidad alcancen un estatus de legitimidad social. Para esta filósofa se puede erosionar la
práctica social heterosexual transgrediendo la heterosexualidad normativa. Así se alcanza uno
de los objetivos de Butler: la subversión de las normas de género.
37 POSADA KUBISSA,LUISA, “Teoría queer en contexto español. Reflexiones desde el feminismo”. Inédito. Madrid, 2014.
37
38 POSADA KUBISSA, LUISA, op. cit.
Rosa Cobo Bedia
En efecto, Butler se pregunta sobre la estabilidad del género como categoría de análisis y seña-
la que le parece insuficiente el descubrimiento que hace el feminismo de que el género es una
construcción social. Esta autora cree que hay que seguir trabajando en la ‘desnaturalización’
del género y del sexo para contrarrestar la violencia normativa que traen consigo las morfolo-
gías ideales del sexo39. La preocupación de Butler es que lo masculino y la femenino son corsés
tan rígidos que violentan a los individuos que lo portan. A Butler, sin embargo, no le parece su-
ficiente la crítica feminista a la jerarquía de género; cree que hay que ir más allá y preguntarse
acerca de la producción del género. Esta filósofa, desde su posición de fundadora de la teoría
queer, subraya que el origen de la jerarquía de género quizá haya que buscarlo en la necesidad
de preservar y reforzar la hegemonía heterosexual.
Ahora bien, la tarea deconstructiva de Butler tiene indudables consecuencias políticas para el
feminismo. La propuesta de Butler de desestabilizar el género se extiende a otras abstraccio-
nes sobre las que se ha edificado epistemológica y normativamente el feminismo. El resultado
es una radical interpelación al sujeto político feminista. ¿El sujeto del feminismo está formado
por mujeres o pueden formar parte de ese sujeto otros colectivos afines? La propuesta de
Butler es “un sujeto en coalición, que traspasa las fronteras convencionales de la identidad y
que tiene como meta política la subversión de las normas de género. Se trata de un sujeto que
performa identidades diversas: sexuales, de género, étnicas, culturales y sociales. Por ello, para
Butler el feminismo ya no puede seguir siendo una perspectiva ni única ni prioritaria desde el
punto de vista teórico y político, sino que ha de aliarse con las causas de los transexuales
e intersexuales, gays y lesbianas anti-esencialistas, es decir, con todas las formas de se-
xualidad alternativas. De este modo, el feminismo deviene por deconstrucción también
en otra cosa, en una suerte de posfeminismo que se articula como teoría y política
queer”41. Butler recomienda a la teoría feminista que sea autocrítica con los ges-
tos totalizadores del feminismo. El análisis feminista, consistente en identi-
ficar el patriarcado como un sistema de dominación ‘es un discurso
invertido que imita la estrategia del opresor sin cuestionarla, en
lugar de ofrecer un conjunto de términos diferente’42.
SEGUNDA
PARTE 39
Rosa Cobo Bedia
En la segunda mitad del siglo XIX, algunas mujeres iniciaron en ciertos países de América La-
tina las primeras luchas en favor de los derechos políticos de las mujeres. Sirva como ejemplo
el caso de El Salvador, que la Constitución liberal de 1886 otorgó la ciudadanía a las mujeres.
También el caso de México es interesante, pues un grupo de mujeres se incorporó al partido
Liberal mexicano y se organizó como “Las hijas de Anahuac”. Clubs políticos, asociaciones de
mujeres en torno a partidos liberales o alrededor de revistas y otros próximos al movimiento
obrero, todos ellos de mujeres, florecieron en América Latina, Centroamérica y el Caribe con
reivindicaciones sufragistas y feministas en los últimos años del siglo XIX y en las primeras dé-
cadas del siglo XX.
43 Este apartado se puede encontrar en Marta Aparicio García, Begoña Leyra Fatou y Rosario Ortega Serrano (eds.), Cuadernos de
género: Políticas y acciones de género. Materiales de formación, Ed. ICEI/Universidad Complutense, 2009; pp.23-24 y 32-36.
44 Citado en LUCILA LUCIANI DE PÉREZ DÍAZ: “Miranda, precursor del feminismo”, Revista Nacional de Cultura, nº 78-79, p. 27, Cara-
cas, 1950.
40 45 Citado en CARACCIOLO PARRA PÉREZ: “Miranda y la Revolución Francesa”, tomo II, p. 167, Ed. Culturales el Banco del Caribe,
Caracas, 1966.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
Por eso debe ponerse en cuestión el prejuicio de que el feminismo es un fenómeno exclusi-
vamente europeo. La tradición feminista en América Latina no fue ciertamente poderosa en
términos de movilización social ni de influencia intelectual ni de penetración ideológica, pero
tampoco lo fue en España ni en la mayoría de los países europeos, especialmente en aquellos
que profesaban la fe católica. El sufragismo se convirtió en un movimiento de masas sólo en
dos países, EE.UU. e Inglaterra, que reunían dos condiciones exclusivas: habían realizado la re-
volución industrial y sus creencias religiosas eran protestantes. De hecho, en el sur de EE.UU.,
que no había tenido lugar la revolución industrial, no arraigó el sufragismo. En el mismo senti-
do, hay que subrayar que las mujeres sufragistas norteamericanas del norte habían participado
en el movimiento por la abolición de la esclavitud y en movimientos de renacimiento religioso
de carácter protestante. Ambos espacios les habían sido de gran utilidad, pues les habían per-
mitido tomar la palabra en público y organizarse en las comunidades religiosas y en los colec-
tivos políticos abolicionistas.
En las tres primeras décadas del siglo XX se fundaron en casi todos los países de América Lati-
na, Centroamérica y el Caribe asociaciones de mujeres vertebradas en torno a reivindicaciones
sufragistas y feministas. En la mayoría de los casos, el movimiento de mujeres tuvo como finali-
dad inmediata reafirmar el papel de las mujeres en la sociedad, al reclamar sus derechos cívicos
y culturales. Sin embargo, hay que señalar que las asociaciones de mujeres que se fundaron y
los congresos que se celebraron no tuvieron el mismo origen ideológico. Las organizaciones
de mujeres y feministas en el primer momento de su surgimiento estuvieron vinculadas, de
un lado, a objetivos culturales y políticos donde se debatía acerca de la falta de derechos de
las mujeres y, de otro, a organizaciones sindicales y populares. A medida que las preocupacio-
nes ideológicas se consolidaban en esas sociedades, empezaban a germinar otros grupos que
tenían un perfil político feminista mucho más marcado. Esta es una tendencia general que se
confirma, por ejemplo, en los casos de Chile y Argentina: “En la Argentina las mujeres anar-
quistas y socialistas promovieron las primeras organizaciones de mujeres: la Unión Gremial
Femenina, integrada básicamente por proletarias; el Centro Socialista Femenino y el Consejo
Nacional de Mujeres. Un paso superior de organización más autónoma fue la Unión Feminista
Nacional (1918), cuyos objetivos eran la emancipación civil y política de la mujer, la elevación de
su nivel cultural y el derecho a percibir igual salario que el hombre por el mismo trabajo. Lue-
go se creó la Liga de los Derechos de la Mujer, presidida en 1922 por Julieta Lanteri Renshaw,
quien decía en una de sus cartas: ‘arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios
prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Estos no se mendigan, se conquistan’”46.
En Chile se fundó en 1919 el Consejo Nacional de Mujeres. Al año siguiente, mientras mujeres
de clase media formaron el Club de Señoras, las mujeres de origen obrero formaban en la
pampa salitrera los ‘Centros Belén de Sárraga’. Así el movimiento de mujeres se fue transfor-
mando en un movimiento feminista con la fundación del Movimiento de Emancipación de la
Mujer Chilena en 1936: “A través de su periódico La Mujer Nueva se criticó la discriminación
41
46 VITALE, LUIS, www.robertexto.com/UniversidaddeChile.
Rosa Cobo Bedia
Y del interior de las organizaciones sociales y culturales de mujeres surgieron los primeros par-
tidos feministas (Brasil, Uruguay, Chile o Argentina, entre otros)48. Sin embargo, asociaciones y
partidos feministas pronto entraron en crisis, el movimiento feminista que estaba en su base
fue desactivándose paulatinamente, sumergido y latente, recuperando nuevas fuerzas y lle-
nándose de razones y argumentos hasta desembocar en el poderoso resurgimiento del femi-
nismo de los años setenta a lo largo y ancho de América Latina, Centroamérica y el Caribe.
Las razones hay que buscarlas en la diversidad y complejidad del contexto político, económico
y cultural que existe en América Latina, Centroamérica y el Caribe. Por eso, precisamente, pa-
rece más atinado hablar de debates feministas en América Latina. La complejidad de este con-
texto hace posible afirmar que el feminismo en el centro y en el sur del continente americano
tiene características que lo singularizan frente a discursos y prácticas feministas de otras regio-
nes del mundo. Pese a esta observación, señala Maruja Barrig49 que, de todos los movimientos
sociales que han surgido en América Latina a partir de los años setenta, quizá el feminista es el
que más semejanza guarda con el europeo.
Sin embargo, para entender algo de la historia de este feminismo es necesario identificar ana-
líticamente algunas características que recorren este continente desde México hasta Tierra de
Fuego. En primer lugar, hay que señalar que el contexto de este continente está profundamen-
te marcado por la diversidad cultural derivada de su historia colonial. Este pasado de coloni-
zación, fundamentalmente española y portuguesa, ha producido mestizajes y segregaciones,
exclusiones y mezclas que están en el corazón de las sociedades latinoamericanas y que han
tenido efectos sociales que hoy se pueden rastrear en los debates feministas.
En segundo lugar, esta región del mundo, al igual que otras, se caracteriza por la desigualdad
económica y la falta de escrúpulos de la mayoría de sus élites económicas y políticas. Esta des-
igualdad se ha alimentado en las últimas décadas de las políticas neoliberales que han empo-
brecido a la mayoría de la población y han debilitado a sus escasas clases medias. Uno de los
efectos más sobresalientes ha sido la feminización de la pobreza y la migración de sectores de
población, con contingentes significativos de mujeres, a otros países más ricos que requieren
mano de obra barata. Y esto hechos sobrevuelan las preocupaciones y la agenda política del
feminismo latinoamericano.
En tercer lugar, estas políticas económicas dictadas por las instituciones del capitalismo inter-
nacional (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio,
etc.) están creando nuevas dificultades que se deben añadir a los problemas inherentes a la
crónica falta de cohesión social. Las maquilas aparecen como el paradigma de la explotación
económica y el producto más perverso del capitalismo neoliberal. Y la feminización de la po-
breza y la supervivencia, en palabras de Saskia Sassen, es uno de los rasgos que atraviesa este
continente.
En cuarto lugar, ésta debilitada cohesión social reposa sobre una historia en la mayoría de los
países latinoamericanos marcada por la falta de consenso social. Las guerras de Centroamérica
y las dictaduras del Cono Sur son una de las muestras más rotundas de que la mayoría de las
sociedades latinoamericanas no han resuelto sus conflictos de manera consensuada. Sus élites
económicas y financieras, mestizas y blancas, han apostado por la violencia contra las pobla-
ciones originarias y las clases populares cuando éstas reclamaban políticas de redistribución y
de reconocimiento cultural y racial.
49 Este apartado debe mucho a la documentada ponencia de MARUJA BARRIG: “Los malestares del feminismo latinoamericano: una
nueva lectura”. Prepared for delivery at the 1998 meeting of the Latin American Studies Association, The Palmer House Milton Hotel, 43
Chicago, Illinois, September 24-26, 1998.
Rosa Cobo Bedia
población originaria marcados por lo que los teóricos de la superioridad de Occidente sugieren
como déficit civilizatorio.
Las sangrientas dictaduras del cono Sur se configuraron como una herramienta para imponer
las políticas económicas neoliberales. La dictadura de Pinochet en Chile, en 1973, estuvo al
servicio de contener los deseos de políticas de redistribución económica que demandaban las
clases populares. Al mismo tiempo, esa guerra contra una gran parte de la población dejó el
terreno preparado para aplicar un programa económico neoliberal. Y la experiencia en Chile
abrió la puerta a la dictadura militar de Argentina en 1976. Las dictaduras de Paraguay, Uru-
guay, Brasil, Bolivia o Ecuador, algunas antes que la chilena y otras en la misma época envia-
ron a la población el mensaje de que sus élites económicas nunca permitirían el acceso de las
clases populares al poder político ni tampoco tolerarían políticas social democrátas o socialis-
tas. Además, intentaron paralizar las sociedades civiles y expulsar a los pueblos originarios y
afrodescendientes del mapa social y político. Hay que preguntarse si los enconados conflictos
teóricos y políticos intrafeministas no están relacionados con historias nacionales y regionales
marcadas por el conflicto.
En sexto lugar, hay que señalar la crisis, en unos casos, y la descomposición, en otros, de las
instituciones políticas en algunos países de América Latina, Centroamérica y el Caribe. La inca-
pacidad o la falta de voluntad de las élites políticas mestizas y blancas para desactivar la des-
igualdad económica y hacer frente a la corrupción ha producido una notable deslegitimación
de sus clases políticas y de la democracia como sistema político. Las clases políticas de algunos
países de este continente no han podido ni sabido neutralizar a las élites económicas y esto ha
hecho posible que hoy en algunas sociedades latinoamericanas la desigualdad económica sea
de las mayores del mundo. La facilidad con la que las élites políticas y económicas han acudido
a la violencia, inspiradas y apoyadas casi siempre por EE.UU., cuando estas sociedades mostra-
ban su disconformidad con la desigualdad ha producido unas heridas difíciles de suturar. Y esta
deslegitimación de las instituciones quizá está en el origen de la resistencia que un sector del
feminismo muestra a la hora de pactar con el estado.
En séptimo lugar, es necesario dirigir nuestra atención al surgimiento en los últimos años de
44 opciones políticas indigenistas en aquellas sociedades con poblaciones originarias marcadas
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
por la exclusión, la falta de respeto social y la explotación económica. Estas opciones políticas
indigenistas si, por una parte, cuestionan la legitimidad del poder mestizo y blanco, por otra,
están teniendo relaciones de gran ambivalencia con los grupos de mujeres y con el movimien-
to feminista. Estas opciones tampoco escapan a las prácticas patriarcales que se observan en
sus entramados institucionales, civiles y culturales.
En octavo lugar, en diversas zonas de Centroamérica y México han aparecido nuevas formas
de violencia contra las mujeres, cuya característica principal es el asesinato de mujeres por
parte de uno o varios varones que en muchos casos ni siquiera las conocían previamente. Es-
tos asesinatos colectivos por parte de varones suelen estar vinculados a la economía criminal.
–narcotráfico, prostitución, tráfico de mujeres y niñas, órganos, etc.--, a pandillas y maras o a
agresiones sexuales de fin de semana y, en muchos casos, estos feminicidios se producen en
medio de rituales de tortura. Esta realidad se ha convertido en una de las preocupaciones pre-
dominantes del movimiento feminista y en objeto de investigación de teóricas feministas. En
este sentido, hay que señalar que las feministas latinoamericanas hicieron suyo el concepto de
femicidio/feminicidio y lo colocaron en el centro de la agenda política feminista. Y a través de
ellas entró esta categoría en Europa y especialmente en España.
En noveno lugar, las sociedades latinoamericanas con más problemas de exclusión están vi-
viendo desde los años ochenta la presencia de la cooperación internacional y la financiación
de programas de intervención social con el fin de colaborar en la reducción de la desigualdad y
en el reforzamiento de la democracia y los derechos humanos allá donde más insistentemente
se han vulnerado. Estos procesos de intervención internacional han sido bien recibidos por sus
élites progresistas, pero al tiempo se les ha criticado, de un lado, su desconocimiento del con-
texto y con ello los dudosos efectos positivos de su intervención; y, de otro, que se convirtiesen
en instrumentos de aplicación de políticas ajenas que poco tienen que ver con la historia y con
los procesos económicos y culturales que han vivido estos países. La relación entre la coopera-
ción internacional y el discurso y la práctica política feminista ha estado y está en el origen de
uno de los debates más singulares, propios y vivos de América Latina.
Así mismo, hay que tener en consideración las contribuciones al feminismo latinoamericano
por parte de numerosas feministas lesbianas que han militado tanto en la teoría como en el
activismo político, y han introducido en el análisis feminista la identificación analítica y política
de la heterosexualidad como una institución crucial en la reproducción del patriarcado.
45
Rosa Cobo Bedia
El feminismo latinoamericano de los años setenta forma parte de una ola feminista que se
extendió por muchas partes del mundo. Se inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68
y, por tanto, es urbano, de clase media e ilustrado; y, además, nace vinculado a la izquierda. Y
esta vinculación ha sido fuente inagotable de debates en el propio movimiento y de tensiones
con una izquierda que no ha sabido entender políticamente las vindicaciones feministas y que
le ha negado sistemáticamente la especificidad de su lucha política y las propuestas de su au-
tonomía organizativa. Y aquí se puede detectar un malestar profundo en el feminismo de los
años 70 y 80, que aún se mantiene, aunque más debilitado, en un marco más amplio de debate
sobre la identidad y la estrategia del feminismo. Esta primera etapa de resurgimiento del fe-
minismo está profundamente marcada por la politización, rasgo inherente al feminismo de los
setenta que, además, en algunos países latinoamericanos se superpone a los movimientos de
resistencia a las dictaduras y a las guerras.
Tras la intensa politización del feminismo de los años setenta y primeros ochenta, las feminis-
tas se plantean cómo transformar sociedades marcadas por la desigualdad cultural, racial y
económica y por la violencia patriarcal género. Y aquí las ONGs aparecen como instrumentos
privilegiados, en los que se combina trabajo asalariado y militancia política. Siguiendo el análi-
sis de Maruja Barrig, la vinculación de las feministas con las ONG’s es motivo de preocupación
y de debate en el feminismo latinoamericano. En efecto, miles de feministas latinoamericanas
en estas regiones han invertido trabajo y militancia feminista en las ONG’s. Pero no sólo las
feministas, pues las organizaciones no gubernamentales cumplieron la doble función de servir
de estrategia laboral para los profesionales de las capas medias y al tiempo como un espacio
para expresar el compromiso social de más de una generación de feministas con sus respecti-
vas sociedades.
Este proceso posibilista se intensifica en los noventa y, como dice Barrig, se acentúa el ele-
mento empresarial de las ONG’s: resultados, eficacia, diseño, planificación y evaluación de los
programas, rendición de cuentas a los países donantes, estructuras jerárquicas en su interior,
similares a las de cualquier empresa. Estas organizaciones se vieron empujadas a transformar
sus trabajos para la sociedad civil en políticas públicas. Uno de los efectos no deseados por las
feministas fue la despolitización del feminismo y la puesta en marcha de un intenso proceso
de tecnificación del feminismo.
En los años noventa las ONG’s de mujeres y/o feministas comienzan a colaborar en la planifica-
ción y aplicación de políticas públicas y esta colaboración con los Estados provoca tensiones
en el movimiento. Un sector del movimiento estima que la colaboración forma parte de una
estrategia posibilista y, de esa manera, la reforma aparece como vía necesaria en la transforma-
46
ción de las poderosas jerarquías de género. ¿Cómo renunciar a aquellas reformas que pueden
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
cambiar y mejorar la vida de miles de mujeres latinoamericanas?, parecen preguntarse las femi-
nistas de las ONG’s que colaboran con las instituciones. De otro lado, otro sector del feminismo
rechaza la colaboración con estados muy deslegitimados por su proximidad con las clases ricas
y poderosas de esas regiones. En sus reflexiones se detecta desconfianza y escepticismo hacia
los efectos positivos de esa colaboración y advierte contra la despolitización que esas prácticas
institucionales ha llevado al movimiento.
Este proceso lleva al feminismo latinoamericano a un dilema difícil de resolver: de una parte,
no se pueden negar efectos positivos derivados del trabajo de las organizaciones no guberna-
mentales; y, de otra, esta tecnificación del feminismo en el marco de las ONG’s ha provocado
un gran malestar en el movimiento porque su colaboración en la reconstrucción del tejido
social les ha hecho perder capacidad de movilización política y de denuncia de las estructuras
patriarcales de las sociedades latinoamericanas.
Así, aparece en el feminismo latinoamericano -y los Encuentros Feministas que se han celebra-
do en América Latina, Centroamérica y el Caribe dan prueba de ello- el debate entre quienes
defienden la colaboración del feminismo con las instituciones y quienes apuestan por una au-
tonomía del movimiento lejos del Estado50, entre quienes apuestan por las políticas públicas y
quienes consideran que estas últimas son fuente de deslegitimación del feminismo. Este sec-
tor del feminismo latinoamericano ha llevado al seno del movimiento su preocupación por
el cruce de opresiones y ha situado en el centro de su agenda política su preocupación por
los profundos y perversos efectos de la colonización. Y de ahí hay que pasar a otra crítica: la
consideración de que el feminismo hegemónico está lastrado por la influencia occidental y,
por ello, este movimiento de reflexión urbano y académico ha disminuido su empuje liberador
y emancipador. Tal y como afirma Francesca Gargallo51, no se puede disociar el patriarcado
contemporáneo del racismo, el colonialismo y el capitalismo. Así, las variables etnia, raza, orien-
tación sexual o clase han sido introducidas en el debate político feminista con el propósito de
repolitizar el feminismo y de acercarlo a una sociedad marcada por la diversidad racial, cultural
y sexual. Estas preocupaciones permanecen ahí y alimentan el debate feminista. Sin embargo,
estratégicamente parece crucial producir espacios de encuentro que conduzcan a pactos pun-
tuales entre los diversos grupos de mujeres y el movimiento feminista a fin de hacer posible la
creación de una agenda política feminista integradora, flexible e incluyente.
50 El libro de MARGARITA PISANO expresa con mucha claridad estas posiciones: Un cierto desparpajo, Sandra Lidid Editora, Santiago
de Chile, 1996.
51 GARGALLO, FRANCESCA, “Feminismo latinoamericano”, en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 12, nº 28, Caracas; 47
pp. 17-34
Rosa Cobo Bedia
REFLEXIONES FINALES
El feminismo, desde su origen hasta su resurgimiento en los años setenta del siglo XX, se ha de-
sarrollado como una crítica moral, política y antropológica a la dominación masculina. De ahí
que la igualdad haya sido el paradigma que ha articulado históricamente las vindicaciones fe-
48
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista
ministas. Tal y como señalábamos anteriormente, Celia Amorós define el feminismo como ‘vin-
dicación’, entendiendo por tal una crítica política a la usurpación que han realizado los varones
de lo que ellos mismos han definido como lo genuinamente humano. El género ‘vindicación’
reclama la igualdad a partir de una irracionalización del poder patriarcal y una deslegitimación
de la división sexual de los roles52. El feminismo ha tenido como objetivo desvelar los meca-
nismos políticos, económicos e ideológicos que han convertido la diferencia anatómica entre
hombres y mujeres en una diferencia política en clave de dominación y subordinación.
El feminismo hoy tiene que dar un giro a su discurso político y a sus estrategias. Se impone
suavizar los debates intrafeministas y trabajar por la construcción de alternativas políticas para
las mujeres. El primer giro del feminismo quizá tiene que ir desde los debates internos hacia
fuera, hacia la sociedad civil. Las feministas tenemos una responsabilidad histórica con las mu-
jeres de las sociedades en las que vivimos y no podemos abdicar de dicha responsabilidad,
pues ese es el sentido político del feminismo: construir proyectos, realizar críticas y proponer
alternativas. El segundo giro tiene que desplazarse hacia la identificación analítica de la política
sexual del capitalismo neoliberal. El capitalismo neoliberal, cuyas máximas perversidades son
las maquilas y la industria de la prostitución, es una fuente inagotable de empobrecimiento y
desempoderamiento de las mujeres. Por eso, debemos ponerlo en el corazón del análisis críti-
co feminista y en el centro de nuestra práctica política. Además, la crítica a la política sexual del
neoliberalismo puede convertirse en un objetivo político que haga posible la construcción de
un sistema de afiliaciones y alianzas entre las mujeres. Los pactos feministas contra las estruc-
turas patriarcales es y debe ser el núcleo del proyecto político feminista.
52 AMORÓS, CELIA, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, Ed. Cátedra, col. Feminismos, Ma- 49
drid, 1997; p. 56.
Rosa Cobo Bedia
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51
Rosa Cobo Bedia
52
Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de
Tarea Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María Auxiliadora 156-164 - Breña
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Abril 2014 Lima - Perú
Boletín del Programa de Formación Nº 1 - Año 1 - Abril 2014
www.cladem.org
Los caminos del feminismo en la cuidando a la prole y sirviendo al marido, sino que
opinaron e influenciaron en la vida política, aunque no se
Argentina: historia y derivas las reconociera y estuvieran lejos del derecho a la
ciudadanía. Al finalizar el siglo XIX ya estaba en plena
Por Dora Barrancos1 vigencia el Código Civil que sancionaba la inferioridad
jurídica de las mujeres, a semejanza de la mayoría de los
La autora propone un recorrido por el devenir del códigos en boga. No puede sorprender que desde
movimiento feminista de nuestro país. Desde sus mediados de aquel siglo se extendieran las acciones
orígenes a inicios del siglo XX hasta nuestros días, femeninas para revocar esa insidiosa circunstancia. La
pasando por la lucha por el voto femenino, el adhesión temprana al feminismo de las mujeres
reconocimiento político y la lucha contra la violencia socialistas y de las denominadas librepensadoras –en
doméstica, hasta el reclamo que reúne hoy a la casi todo caso un grupo entre las que destacaban las
totalidad de las feministas: la legalización del aborto. “letradas”– significó la puesta en marcha de por lo menos
cuatro demandas fundamentales: la remoción de la
inferioridad civil, la obtención de mayor educación, el
Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio auxilio a las madres desvalidas y la cuestión del sufragio,
femenino en la Argentina (1900-1947 reclamo que se había empinado especialmente en otras
latitudes. Pero el sufragio encontrará interpretaciones
El surgimiento del feminismo forma parte del paisaje de diferenciadas entre nuestras primeras feministas. Hacia
época de la Argentina “moderna” –fines del siglo XIX 1910, y por ocasión del Primer Congreso Femenino, es
inicios del XX–, en una sociedad en la que a lo largo de evidente que las voces más advertidas sobre los
los tiempos las mujeres actuaron, trabajaron, y no sólo derechos cívicos harán sentir las diferencias. Dos
notables feministas de la primera hora, María Abella
1
Socióloga y doctora en Historia. Profesora consulta de la UBA. Ramírez –una docente de origen uruguayo radicada en
Investigadora principal del CONICET y directora de este organismo La Plata– y Julieta Lanteri –una inmigrante italiana que
en representación de las Ciencias Sociales y Humanas
se había recibido de médica–, abogarán por el sufragio
Artículo disponible en: https://www.vocesenelfenix.com/content/los-
caminos-del-feminismo-en-la-argentina-historia-y-derivas de las mujeres sin cortapisas. Alicia Moreau –que se
1
tornaría una destacada luchadora por los derechos Carmela Horne de Burmeister. Habían ingresado varios
femeninos y una singular referente del Partido Socialista– proyectos al Congreso y en 1932 la Cámara baja aprobó
era de las que pensaban, en los primeros años del siglo el voto femenino, pero nunca fue tratado en el Senado,
pasado, que el voto debía adquirirse por escalones. donde estaban las representaciones más conservadoras.
Opinaba que primero había que ejercitarlo en la esfera El interregno hasta mediados de la década de 1940
local para acceder en alguna ocasión –y con mayor representó una cierta declinación de las demandas
educación– a las elecciones de orden nacional. Pero feministas en aras de una dominante preocupación por
después de terminada la Gran Guerra –momento de los avances autoritarios europeos y sus amenazantes
grandes transformaciones–, las feministas más repercusiones locales. El mayor empeño militante estuvo
conspicuas, incluyendo a Elvira Rawson de Dellepiane – destinado a socorrer a las víctimas de la guerra civil
médica que había adherido de modo temprano a la española, a desplegar medidas solidarias con los
causa de las mujeres–, sostuvieron que el sufragio debía refugiados y a proveer auxilio a quienes eran
ser universal, en igualdad de condiciones con los perseguidos por el nazifascismo. La inquietud por la
varones. Debe reflexionarse que en buena medida la situación local no era menor entre las socialistas,
base argumental reposaba en la particular dignidad de radicales, católicas liberales, y entre las anarquistas que,
las mujeres debido a su condición de madres, de modo aunque habían estado lejos de las demandas de
que los primeros cauces feministas adoptaron la forma derechos formales, siguieron abogando por la completa
del maternalismo como una estrategia fundamental para autonomía femenina –incluyendo el derecho a recusar la
la acción. La perspectiva del maternalismo fue común a maternidad forzosa–, en un mundo asediado por la
la mayoría de los movimientos que reivindicaban la pérdida de las libertades y asolado por gobiernos
igualdad con los varones. totalitarios. Como síntesis de esas luchas antiautoritarias
basta mencionar la organización femenina denominada
Los años 1920 fueron de ascenso en las luchas para la Junta para La Victoria, que tuvo adherentes a lo largo y
obtención del sufragio, con un mayor número de ancho del país, y la acción desplegada por la revista Vida
asociaciones de mujeres apoyando la medida. Deben Femenina que dirigía Juana Berrondo, de inscripción
evocarse los nuevos núcleos compuestos por mujeres de socialista.
origen social más alto y de actitudes ciertamente más
moderadas; una de sus líderes más proyectadas era
2
La llegada del peronismo pareció la profecía Movimiento de mujeres y feminismo entre 1976 y
autocumplida para estas huestes femeninas. Con su el presente
advenimiento, y el decidido empeño de la propia Eva
Perón, que estaba lejos del feminismo pero que movilizó Entre 1976 y 1983 la Argentina vivió la más feroz
a las mujeres sobre todo a través de los sindicatos frente dictadura de su historia, con miles de desaparecidos,
al inminente tratamiento en el Congreso en el invierno de perseguidos y exiliados. Fue un grupo de mujeres el que
1947, pudo sancionarse la ley del sufragio. La primera enfrentó con mayor contundencia este proceso,
experiencia de voto femenino se realizó en 1951: la reclamando por la aparición de sus familiares. Es
concurrencia fue masiva, y tal como había calculado Eva, ampliamente conocida la trayectoria de las Madres de
las mujeres consagraron el triunfo del peronismo con la Plaza de Mayo, espacio del que surgió la asociación de
enorme mayoría de sus votos. Sin duda, Eva Perón se las Abuelas en procura de los nietos apropiados por los
ofrece como una figura de visos excepcionales por muy represores. La recuperación democrática significó, entre
diversas razones, en especial por su singular intuición otras cosas, el retorno del movimiento feminista con un
relacionada con la justicia social, con la protección de los cambio notable de posiciones epistémicas y sobre todo
vulnerables y debe destacarse que en buena medida la de agenda, gracias a la crítica aportada por la Segunda
acción de la fundación que llevaba su nombre se dirigió a Ola –movimiento que había profundizado las
atender a las mujeres y los niños. La Argentina pudo transformaciones reclamadas por el feminismo,
mostrar una circunstancia inédita, ya que las especialmente en Estados Unidos y Europa, en los años
representantes femeninas alcanzaron en torno al 30 por 1960–.
ciento en ambas cámaras del Congreso. Pero en 1955,
como es bien conocido, el general Perón fue depuesto La diferencia jerarquizada de los sexos fue vista por el
por un golpe del Estado, y en los raros momentos renaciente feminismo argentino de la posdictadura no
posteriores de interregno democrático –y con el sólo como una rémora patriarcal, sino como una
peronismo proscripto– casi no hubo mujeres en los expresión de las formas autoritarias que debían ser
escaños parlamentarios. removidas por el Estado de derecho. Hubo dos tópicos
centrales en la nueva agenda feminista, a saber, la
violencia doméstica y el reconocimiento político. Si las
organizaciones de mujeres pusieron sobre el tapete la
3
cuestión de la violencia sufrida en el seno del hogar, feminismo. Esto posibilitó que dicha Legislatura
fueron diferentes militantes de partidos políticos las que sancionara una de las leyes más progresistas en materia
propusieron alterar las reglas de juego de sus fuerzas de derechos sexuales y reproductivos. Más allá de la
solicitando el reconocimiento pleno, el derecho a obtener mengua de legisladoras feministas, la mayor
cargos partidarios y lugares en la representación representación de mujeres ha permitido sancionar un
parlamentaria. Se habían presentado diversos proyectos vasto número de leyes que ampliaron la ciudadanía,
en materia de “cupo” femenino en ambas cámaras, y en comenzando por la reforma constitucional de 1994 que
1991, cuando menudeaban las incertezas, se sancionó la incluyó en su plexo la Convención contra todas las
ley que modificó la composición de las listas partidarias formas de Discriminación de las Mujeres –CEDAW–,
determinando un piso mínimo de 30 por ciento para las circunstancia singular en América latina. Ninguna otra
mujeres, ubicadas en lugares expectables, con reforma constitucional en la región ha incluido el texto
posibilidades de resultar electas. La Argentina se completo de esa convención, aunque tanto la de
convirtió en el primer país en sancionar la cuota de Venezuela como la de Ecuador y Bolivia se refieren
participación femenina y más tarde fue seguida por un expresamente a la equidad de género.
grupo de países de América latina. Han transcurrido más
de dos décadas de la experiencia, y sorteando las Las diversas formas en las que ha transcurrido la
acusaciones de la manipulación patriarcal, la imputación acendrada politización de las mujeres en la Argentina y
de que hay arreglos de conveniencia por parte de los los derechos políticos, acentuados con la ley de cupo,
varones regentes en los partidos políticos –como si no han permitido que un expresivo número pudiera
ocurriera lo mismo tratándose de los propios varones–, lo “construir carreras”, alargar la temporalidad de empeños
cierto es que el balance de la actuación en el Congreso partidarios, ser admitidas como cuadros permanentes y
debe celebrarse. Sin duda, el número de las feministas no eventuales. No puede sorprender que una mujer haya
en los cargos electivos no ha sido generoso. Sin llegado a la primera magistratura y que haya sido
embargo, una excepción fue la composición de la reelecta, como no puede sorprender que algunos
primera Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (1997- liderazgos de la vida política más reciente hayan recaído
2000), en donde sobre un total de una veintena de en figuras femeninas. Aunque el goce de la ciudadanía
diputadas, un tercio de estas se identificaba con el sea muy imperfecto para la inmensa mayoría de las
mujeres –ya que la discriminación apenas ha atenuado
4
sus peores facetas–, la arena política se ha tornado sin caracterizan a fracciones sustantivas de la población
duda más porosa. femenina. De modo que la persistencia de la
forma relacional ha permitido comprender más a las
Han actuado a lo largo de estas décadas diversas mujeres que sufren opresión de género, especialmente
formas de feminismo aunque podríamos concluir que hay agravada por la clase y la etnia, y ha provocado alianzas
un trazo común que todavía caracteriza a una enorme sinergiales en la lucha por la conquista de derechos.
proporción de nuestros colectivos a favor de los derechos
de las mujeres. Mi convicción es que persiste la vertiente Es bien conocido el enfrentamiento doloroso que se
“relacional” sobre la “individual” –según la clásica puso en evidencia en el feminismo latinoamericano
expresión de Karen Offen–. Se entiende por “feminismo desde fines de los años 1980, cuando se dividieron las
relacional” aquel que, además de procurar prerrogativas aguas entre “institucionales” y “autónomas”. Pero esa
iguales para las mujeres, también alarga preocupaciones contienda no fue experimentada en la Argentina, al
y solidaridades con otros sectores subalternos de la menos bajo las formas abruptas –a menudo muy
sociedad, mientras que el de corte “individual” focaliza enconadas– que tuvieron lugar en otros países de la
exclusivamente la acción sobre las propias mujeres. región, tal vez porque la Argentina no fue una receptora
Aunque no deriva de modo directo del atributo de recursos internacionales relevantes provenientes de
“relacional”, el “feminismo de la diferencia” –que hace eje las agencias que secundaron la obtención de derechos
en las singularidades culturales de los colectivos femeninos. Los recursos más abundantes y la mayor
femeninos– constituye la matriz hegemónica que abunda visibilidad y reconocimiento por parte de organismos
en las manifestaciones del ancho arco feminista internacionales de algunas figuras líderes –que fueron
argentino. A pesar de que no conozco trabajos que atacadas con cierta alevosía por lo que se denunció
hayan explorado en profundidad esa circunstancia en como “cooptación”–, no presentó en la Argentina el
nuestro medio, conjeturo que el “feminismo identitario”, significado que tuvo en otros países. Menor dotación de
de corte individual y en mayor medida plegado al viejo recursos y menor exposición al desarraigo de las
cóncavo liberal, no es el que concita más adhesiones. principales figuras de nuestro feminismo durante la
Por cierto, la afinidad con estos últimos presupuestos década 1990 –y con esto me refiero a que fueron
coloca a la acción feminista en una perspectiva menos limitadas las migraciones a organismos internacionales,
comprensiva de los atributos de clase y de etnia que aunque hubo regular cooperación por parte de varias
5
activistas–, fueron tal vez las principales razones para la mujeres en situación de prostitución. Hay un debate entre
morigeración del debate. Desde luego ha habido grupos quienes piensan que es asimilable a un trabajo, y las que
que han reivindicado la entera independencia con sostienen –creo que la enorme mayoría– que es una
cualquier forma de vinculación con esferas consideradas condición penosa no “elegida”, un recurso extremo frente
limitantes –sobre todo el poder político y los organismos a la necesidad.
internacionales–, pero no parece que sean estos los
ángulos que decidieran la partición de vínculos entre Pero hay una cuestión principal en la agenda de las
nuestras adherentes. Más allá de las diferencias en el mujeres movilizadas por derechos: se trata de la
terreno político partidario, las feministas han apoyado legalización del aborto, la accesibilidad gratuita y segura
dos leyes fundamentales: el matrimonio igualitario que a los servicios de salud para abortar, la prerrogativa de
permite el casamiento de personas del mismo sexo decidir sobre nuestros cuerpos. Se trata de una demanda
(2010) y la ley de identidad de género (2011) que que unifica a todo el espectro del feminismo, una
posibilita tener la identidad civil de acuerdo con la asignatura pendiente en el arco de los innegables
identidad sexual/género subjetiva. No hay dudas de que avances habidos en estos treinta años de democracia.
en la germinación de los movimientos reivindicativos de
Un sucinto balance final permite reconocer el hondo
la disidencia sexual hay viejos fermentos del feminismo.
surco trazado por el movimiento feminista en nuestro
De todos modos, creo que este se ha derramado en
suelo, y aunque ni aquí ni en ningún lugar del planeta se
múltiples formas en expresiones más populares y la
trata de un fenómeno multitudinario, sus efectos se
novedad consiste en que hay menos feminismo de
miden por las transformaciones que produce en la
“capilla” y más expresiones de colectivos que actúan a
subjetividad de las congéneres. Lo que importa, en todo
favor de los derechos de las mujeres. No obstante, hay
caso, es menos la adhesión expresa al feminismo que la
numerosos círculos de mujeres que sí se definen como
actitud de trastocar los viejos valores patriarcales. Lo que
feministas en todas las regiones del país. Con certeza,
importa es el reconocimiento de sí, la adquisición de
todas esas organizaciones mantienen en pie la lucha
nuevas sensibilidades y sentimientos sobre la propia
contra la violencia y contra la trata –fenómeno
existencia, el salto formidable de dejar el sometimiento y
especialmente recrudecido en las últimas décadas–,
conquistar, con la autonomía, planos de mayor dignidad.
aunque no sea uniforme la sensibilidad respecto de las
6
1
Rodrigo Uprimny
Director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad “DeJuSticia” y profesor de la
Universidad Nacional.
Desde mediados de los años ochenta, y en especial a partir de los años noventa, América
Latina ha conocido un intenso período de cambios constitucionales, pues casi todos los países
ya sea adoptan nuevas constituciones (como en los casos de Brasil en 1988, Colombia en
1991, Paraguay en 1992, Ecuador en 1998 y 2008, Perú en 1993, Venezuela en 1999 o
Bolivia en 2009, entre otros), o introducen reformas muy importantes a sus constituciones
vigentes (como en el caso de Argentina en 1994, México en 1992 o Costa Rica en 1989). El
punto de partida puede ser la nueva constitución de Brasil de 1988, pero se trata de una fase
que puede tener desarrollos ulteriores.
Es obvio que existen diferencias nacionales muy importantes. Sin embargo, a pesar de estas
diferencias nacionales, esta oleada de reformas constitucionales en América Latina parece
tener algunos rasgos comunes.
que han sido profundos y complejos. El propósito es entonces señalar las tendencias
comunes del constitucionalismo reciente en América Latina, así como sus diferencias más
significativas, con el fin de caracterizar esas reformas y plantear los principales desafíos que
plantean para la construcción de democracias profundas en la región.
Las anteriores consideraciones explican entonces la estructura del texto, que en la primera
parte presenta las transformaciones de la parte dogmática de varias constituciones
latinoamericanas, para luego, en la segunda parte, examinar los principales cambios de la
parte orgánica. Estos dos puntos son entonces esencialmente descriptivos y en ellos enfatizo
las tendencias coincidentes de las reformas en los distintos países. Por el contrario, la tercera
parte es más reflexiva y analítica; en ella intento caracterizar las orientaciones básicas de esta
evolución constitucional, pero igualmente discuto si las divergencias nacionales son tan
profundas que en realidad no hay matices nacionales sino la existencia de tendencias
constitucionales diversas en la región, con potencialidades y orientaciones distintas. El texto
termina con unas breves reflexiones sobre el posible significado de esos cambios
constitucionales y los desafíos que éstos implican para la democracia y para la reflexión
constitucional.
Primero, la mayoría de las reformas y de los nuevos textos constitucionales modifica en forma
importante el entendimiento de la unidad nacional, a fin de enfatizar que ésta no se hace por
una homogeneización de las diferencias culturales, como intentaron hacerlo algunos
proyectos constitucionales previos en décadas pasadas, sino, por el contrario, por un
reconocimiento acentuado de las diferencias y una mayor valorización del pluralismo en todas
sus formas. Muchas constituciones empiezan entonces a definir a sus naciones como
3
Tercero, y directamente ligado a los puntos anteriores, las reformas constitucionales amparan
especialmente a grupos tradicionalmente discriminados, como los indígenas y las
comunidades negras, a los cuales incluso, en ciertos países, se les reconocen derechos
especiales y diferenciados de ciudadanía, en la medida en que se establecen
circunscripciones especiales de representación política para estas comunidades, se
reconocen sus lenguas como lenguas oficiales y se les reconoce un poder judicial propio y
autonomía en sus territorios para la decisión de ciertos conflictos, de acuerdo con sus
cosmovisiones2. Por ello, según ciertos analistas, estas constituciones no sólo avanzaron
hacia una idea de identidad nacional pluralista sino que incluso habrían incorporado
elementos y formas de ciudadanía diferenciada y multicultural3.
1
Ver, por ejemplo, el artículo 7 de la constitución colombiana, 215 de la constitución brasileña, el artículo primero de la
constitución boliviana, el preámbulo de la constitución venezolana de 1994 y el artículo 2 numeral 19 de la constitución
del Perú.
2
La Constitución de Colombia de 1991 fue la primera en reconocer, en su artículo 246, la aplicación de justicia por las
comunidades indígenas, conforme a su derecho consuetudinario pero dentro de unos límites que permitan armonizar la
jurisdicción estatal y la indígena. Esa regulación fue seguido por las constituciones de Paraguay (ver artículo 63 ) Perú
(art. 149), Bolivia (art. 171), Ecuador (art. 191) y Venezuela (art. 260). Para una discusión crítica de los alances y límites
del reconocimiento de esos derechos de autonomía de los indígenas, ver Stocks (2005). Igualmente Grijalva et al (2009).
3
Sobre la idea de derechos diferenciados de ciudadanía, ver Will Kymlicka, Wayne Norman. (1997) “Un retorno del
ciudadano. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía" en La Política, No 3.
4
noción del buen vivir y los derechos que le están asociados4. Además, estas constituciones
fortalecen también el reconocimiento de una mayor autonomía a los pueblos indígenas para el
manejo de sus asuntos. Según ciertos analistas, esta orientación más radical en el tema de la
nacionalidad y del reconocimiento de los pueblos indígenas hace de las constituciones
boliviana y ecuatoriana unos constitucionalismos distintos y emergentes, diversos a las otras
transformaciones recientes de América Latina, puesto que superan el marco del
constitucionalismo liberal, incluso en su versión pluricultural y multiétnico, pues dichas
constituciones ecuatoriana y boliviana avanzan a formas constitucionales distintas, que son
plurinacionales, interculturales (Grijalva: 115 a 132) y experimentales (Santos, 2010: 77 y
123).
4
Por ejemplo, el artículo 10 de la Constitución ecuatoriana reconoce derechos a los pueblos, a las nacionalidades y a la
naturaleza y el capítulo 2 del Título II establece los derechos del buen vivir. Por su parte, el artículo 306 de la
Constitución boliviana establece que el modelo económico debe estar orientado al vivir bien de todas las bolivianas y
bolivianos.
5
Ver el artículo 71 de la constitución ecuatoriana que señala que la “naturaleza o Pachamama, donde se reproduce y
realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos
vitales, estructuras, funciones y procesos evolutivos.”
5
Quinto, la mayor parte de las constituciones realizó una apertura al derecho internacional de
los derechos humanos, en especial a través del tratamiento especial y privilegiado a los
tratados de derechos humanos (Manili, 2002; Ayala Corrao, 2002; Abregú y Courtis, 2004),
que ha llevado a una aplicación importante por jueces nacionales de los estándares
internacionales de derechos humanos, a través de figuras como el bloque de
constitucionalidad, que ha adquirido un significado especial en América Latina (Uprimny,
2006),.
6
Ver el artículo 75 numeral 22 de la constitución argentina que establece una extensa lista de los tratados de derechos
humanos que adquieren rango constitucional.
7
Ver los extensos artículos 5 y 8 de la constitución brasileña.
8
Ver la amplia carta de derechos de la constitución de esos dos países y los artículos 23 de la constitución venezolana y
53 y 93 de la Constitución colombiana que confieren rango constitucional a ciertos tratados de derechos humanos.
6
Noveno, la mayor parte de las reformas quiso explícitamente que el reconocimiento de los
derechos fundamentales no fuera puramente retórico sino que tuviera eficacia práctica, por lo
que se ampliaron los mecanismos de protección y garantía de dichos derechos. Así, muchas
reformas previeron formas judiciales directas de protección de los derechos, como el amparo
o la tutela11, o reforzaron aquellas que ya existían; igualmente, en varios países se creo o
reforzó la justicia constitucional12; finalmente, la mayor parte de las nuevas constituciones
9
La bibliografía sobre el Estado social, su formación y su crisis, es muy extensa. Ver, por ejemplo, entre otros, Requejo
Ferran (1994). Para una discusión de su relevancia en el proceso constitucional colombiano, ver Rodrigo Uprimny (2001).
10
Ver, por ejemplo, el artículo primero de la constitución brasileña, colombiana y paraguaya y el artículo 2 de la
constitución venezolana
11
Por ejemplo, la Constitución colombiana de 1991 previó en su artículo 86 la tutela como mecanismo de protección
directa de los derechos fundamentales, así como otros mecanismos, como las acciones populares, para la protección de
derechos colectivos. Por su parte, la Constitución brasileña incorporó varios instrumentos de protección de derechos,
como los llamados “mandados de segurança”. Ver artículo 5 LXIX y LXX de esta constitución.
12
Para una visión sistemática de las estructuras de justicia constitucional y de protección de derechos en América Latina,
ver Losing (2002).
7
Las reformas constitucionales de las dos últimas décadas trajeron igualmente cambios
importantes tanto en los mecanismos de participación ciudadana como en el régimen político y
el ordenamiento territorial.
Primero, la mayor parte de las reformas estuvieron orientadas por la idea de ampliar y
fortalecer la democracia y los espacios de participación ciudadana. Por ello en general no se
limitaron a restablecer la democracia representativa, lo cual era de por sí trascendental
cuando se trataba de superar dictaduras militares, sino que intentaron generar nuevos
espacios de participación ciudadana, básicamente por dos vías distintas: el reconocimiento y
ampliación de los mecanismos de democracia directa, como las consultas populares y los
13
Ver, por ejemplo, los artículos 281 y 282 de la constitución colombiana, los artículos 161 y 162 de la peruana, el
artículo 276 de la constitución paraguaya y el artículo 86 de la constitución de Argentina.
8
14
Por ejemplo, la Constitución colombiana incorporó el plebisicito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto y
la revocatoria de mandato. Ver artículos 103 y ss de esa constitución. Igualmente, la venezolana prevé en su artículo 70 la
participación ciudadana mediante la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del
mandato, la iniciativa legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y
ciudadanas. En Ecuador se consagró la consulta popular y la revocatoria del mandato en los artículos 103 al 113 de su
constitución. Para un análisis de ese auge de la democracia directa en los procesos constitucionales recientes en América
Latina, ver Barczak. (2001)
9
Morales y del movimiento indigenista. Dicho conflicto amenazó la viabilidad misma del proceso
constituyente.
Cuarto, las reformas buscaron reforzar las instancias estatales de control, fortaleciendo la
autonomía y la capacidad fiscalizadora de las mismas. Por ejemplo, la constitución
venezolana estableció todo una nueva rama del poder, el llamado poder ciudadano, que
recoge esas instancias de control, mientras que la constitución colombiana también establece
todo un conjunto de instancias de control, como el Ministerio Público (Procuraduría y
Defensoría del Pueblo) y la Contraloría General15.
Estas instituciones de control juegan entonces un doble papel en estos procesos de reforma,
pues no sólo son, según la conocida distinción desarrollada por O´Donnell (1994),
mecanismos horizontales de rendición de cuentas, que buscan un mayor equilibrio de
poderes, sino que también operan a veces también como formas verticales de rendición de
cuentas y de reforzamiento de la capacidad de los ciudadanos de reclamar sus derechos,
pues algunas de esas instituciones de control, en especial los Ministerios Públicos y las
Defensorías del Pueblo, actúan ante las instancias políticas como voceras de los reclamos de
las personas.
15
Ver los artículos 267 y ss. de la constitución colombiana y los artículo 136, 273 y ss. de la constitución venezolana.
16
La bibliografía sobre los esfuerzos de modernización y fortalecimiento del sistema judicial en América Latina es muy
amplia. Un debate de esos esfuerzos y de sus orientaciones se puede encontrar en Uprimny, García y Rodríguez (2006)
17
Para ejemplos de la precariedad de la independencia judicial en la región, ver Gargarella (1997). Un ejemplo nacional
citado por ese autor puede ser ilustrativo de la situación: el caso argentino, pues en ese país, no sólo dicha independencia
se vio profundamente afectada por las dictaduras y gobiernos de facto, que los propios jueces de la Corte Suprema se
encargaron muchas veces de legitimar creando la llamada “doctrina de facto” sino que, además, en los períodos de
gobiernos civiles, “sistemáticamente se modificó la composición de la mayoría de los jueces en la corte, de modo tal de
garantizar siempre cúpulas judiciales favorables a las preferencias del poder político de turno (así en los años 1947, 1955,
1958, 1966, 1973, 1983, 1990)” (Gargarella, 1997: 972)
10
18
El único país en donde una eventual transición a un régimen parlamentario se discutió con vigor fue Brasil, pero
finalmente la fórmula fue rechazada en un referendo realizado algunos años después de adoptada la Constitución.
19
En un trabajo de 2004 intenté un balance de la evolución del debate latinoamericano sobre el tema, a fin de defender la
adopción en Colombia de un régimen semiparlamentario. Ver Uprimny (2004)
11
Vale la pena preguntarse si estamos o no frente a tendencias más o menos comunes a los
distintos países o si existen divergencias nacionales significativas; de otro lado, conviene
examinar si esas transformaciones constitucionales contribuyen o no a la construcción de
democracias más sólidas y profundas en la región.
Es posible detectar, a un nivel más abstracto, ciertos rasgos comunes y novedosos de los
ordenamientos constitucionales latinoamericanos en los últimos años.
Primero, todos los ordenamientos muestran una adhesión no sólo teórica sino incluso práctica
por alguna forma de Estado de derecho y de constitucionalismo con gobiernos civiles. En las
últimas décadas, con la excepción de la tentativa fracasada contra Chávez y el golpe en
Honduras, no ha habido levantamientos militares. Han caído varios presidentes, como sucedió
en varias ocasiones en Ecuador y en Bolivia, pero no como consecuencia de intervenciones
militares, como ocurría en el pasado sino por otros factores, como levantamientos populares.
Esta consolidación de gobiernos civiles puede parecer una conquista menor pero implica un
cambio profundo en la realidad política e institucional latinoamericana, si se tiene en cuenta la
12
frecuencia de las dictaduras militares en la región durante los Siglos XIX y XX. En cierta
medida, América Latina vive hoy su primera verdadera oleada constitucional.
20
Ver el capítulo de Mauricio García sobre constitucionalismo aspiracional en Uprimny, García y Rodríguez (2006)
13
De otro lado, la otra forma de lograr la eficacia transformadora de las constituciones ha sido
reforzando su fuerza normativa. En efecto, la mayor parte de estas constituciones aspiran a
ser textos que efectivamente gobiernen la vida en sociedad, por lo que incluyen mecanismos
de justicia constitucional que aseguren que sus promesas de derechos y bienestar no sean
meramente retóricas sino mandatos normativos con eficacia práctica. En ese sentido, las
reformas constitucionales de los años noventa hacen entrar a América Latina en lo que
algunos autores llaman “neoconstitucionalismo” (Carbonell, 2003), o conforme a otras
terminologías, como las usadas por Ferrajoli, Estados de derecho constitucionales y no
puramente legales (2001). Estamos pues frente a formas de constitucionalismo fuerte.
Finalmente, todos los anteriores rasgos explican además ciertas características formales
comunes de las constituciones latinoamericanas recientes y es su considerable extensión, en
términos de derecho comparado. Estas nuevas constitucionales son no sólo mucho más
14
extensas que aquellas que derogaron sino que en general son mucho más extensas que las
constituciones de otras regiones del mundo, en especial del capitalismo desarrollado.
En cuanto al propósito, es tal vez posible distinguir entre procesos constitucionales más
“fundacionales”, que se planteaban en abierta ruptura con el pasado, como el paraguayo, el
venezolano, el ecuatoriano o el boliviano, y otros procesos más transaccionales o de ajuste o
de consenso, que buscaban corregir defectos de la institucionalidad existente, pero también
valoraban muchas de las tradiciones previas y conservaron partes de sus elementos, como
parece haber sido el caso argentino, mexicano o el costarricense.
En cuanto a los contenidos constitucionales, dos temas parecen diferenciar las tendencias
nacionales: la relación entre Estado y la economía, en especial el mercado; y el tema de la
diversidad y las autonomías de las comunidades étnicas.
15
Así, de un lado, es posible distinguir entre constituciones más amigables con el mercado y
más cercanas al Consenso de Washington, como la constitución peruana, y otras más
dirigistas y que, según ciertas visiones (Santos 2010), se proponen una agenda superadora
del capitalismo, como la ecuatoriana y boliviana. Se trata obviamente de una diferencia que no
es menor, pues la regulación de la relación Estado, sociedad y economía representa una de
las decisiones constituyentes esenciales.
21
En un ejercicio cuantitativo, Raquel Irigoyen (2009: 31 a 34) evalúa el porcentaje de disposiciones constitucionales
relativas a los pueblos indígenas en diversos países latinoamericanos, lo cual muestra la diversidad de situaciones, desde
constituciones más abiertas al indigenismo, como la colombiana o la ecuatoriana, hasta otras muy resistentes, como la
chilena y la uruguaya.
16
Existen pues importantes diversidades nacionales, por lo cual, podría pensarse que existen
dos tendencias básicas de mutaciones constitucionales nacionales en la región: en algunos
casos estaríamos en presencia de constitucionalismos verdaderamente nuevos y
transformadores, mientras que en otros países, las reformas o las nuevas constituciones
habrían operado esencialmente como mecanismos de relegitimación de los órdenes sociales y
políticos existentes, que siguen siendo desiguales y excluyentes.
Esta evolución constitucional reciente en América Latina plantea retos políticos y académicos
importantes: i) su originalidad y pertinencia, esto es, si son transformaciones constitucionales
que responden o no a las necesidades democráticas de la región; ii) su coherencia, esto es, si
existen contradicciones insalvables entre sus componentes o se trata de elementos
complementarios o con tensiones importantes pero superables; y iii) su eficacia Estos tres
retos remiten a su vez a un desafío académico: la importancia de acompañar estos procesos
constitucionales de una reflexión teórica comprometida, que permita fortalecer sus
potencialidades democráticas y reducir sus riesgos autoritarios o de promesas
sistemáticamente incumplidas.
Una discusión constitucional recurrente en América Latina, y que se remonta a los tiempos de
la independencia, es la relativa a la autenticidad de nuestros procesos constitucionales, esto
es, si se trata de la adopción de instituciones y ordenamientos adaptados a los desafíos
sociales y políticos de nuestras naciones, o si nuestros constituyentes han intentado copiar
instituciones o ideas que pueden funcionar en otros contextos pero que resultan ineficaces o
producen efectos perversos en nuestras complejas realidades. No se trata obviamente de que
no sea posible usar el derecho comparado o intentar ciertos trasplantes normativos o
institucionales, pues es obvio que es natural que un país intente aprender de las experiencias
constitucionales ajenas. La pregunta genuina es si las reflexiones constitucionales y los
proyectos planteados, incluso si toman parcialmente ideas o instituciones de otros países,
17
Ahora bien, esos esfuerzos no han sido siempre consistentes y el nuevo constitucionalismo
latinoamericano presenta tensiones importantes, por la adopción simultánea de figuras y
prácticas constitucionales que en abstracto y de manera separada pueden parecer atractivas
pero que combinadas pueden reforzar tendencias autoritarias en la región. Por ejemplo, la
adopción de formas de democracia directa, como referendos o plebiscitos (para superar los
déficits de la democracia puramente representativa), son importantes pero si dichas
modificaciones se acompañan de un reforzamiento del poder presidencial (con el argumento
de es que es necesario fortalecer una voluntad unificada de cambio capaz de superar
desigualdades y exclusiones), la combinación puede ser explosiva y negativa pues estimula
formas de cesarismo democrático. Por ello creo que una tarea pendiente del
constitucionalismo latinoamericano es superar su tendencia al caudillismo y al
hiperpresidencialismo, si quiere transitar por mecanismos genuinos de democracia
participativa.
de democracia y ii) las que pueden ocurrir por el intento de querer lograr simultáneamente un
constitucionalismo fuerte y judicialmente protegido y una participación democrática fuerte.
Otro punto en donde pueden surgir tensiones importantes es debido al esfuerzo de muchas
constituciones por articular simultáneamente una forma de neconstitucionalismo con un
estímulo a la participación democrática, pues parecen ejercicios en dirección contraria. Así, el
neoconstitucionalismo se caracteriza por una protección judicial reforzada de una carta
constitucional muy densa de derechos, por lo cual tiende a la judicialización, ya que los
jueces, en especial los jueces constitucionales, comienzan a decidir asuntos que
anteriormente eran debatidos en espacios democráticos. Parece entonces difícil, aunque no
imposible, lograr al mismo tiempo un constitucionalismo fuerte con una deliberación y
participación democrática fuertes.
Una breve tipología de las democracias constitucionales, inspirada en parte en los modelos
teóricos sistematizados por Gargarella (2005), ayuda a comprender la dificultad en este
campo del nuevo constitucionalimo latinoamericano. Así, siguiendo a Gargarella, dos variables
decisivas para caracterizar distintos pensamientos constitucionales es i) que tanto reconocen
y protegen derechos fundamentales y ii) que tanto espacio otorgan a la participación
democrática para la toma de las decisiones colectivas. Cruzando las dos variables, es posible
22
Para una descripción y análisis de estos conflictos, ver Santos (2010: 131 a 139)
19
Participación y Participación y
deliberación democrática deliberación
débiles democrática
fuertes
Reconocimiento y I: Constitucionalismo III:
protección débil conservador Constitucionalismo
de los republicano y
constitucionales radical
Reconocimiento y II: Constitucionalismo IV: ¿Nuevo
protección fuerte liberal constitucionalismo
de los derechos latinoamericano?
constitucionales
Los análisis precedentes muestran las tensiones que atraviesan los nuevos diseños
constitucionales en la región. Otro punto igualmente importante de reflexión es el relativo a la
eficacia misma de estos procesos constitucionales, que tiene que ver con el tema mismo de la
eficacia del derecho en América Latina. En efecto, que dichas constituciones tengan vocación
normativa y se encuentren llenas de aspiraciones, como ya se explicó, no ha significado
obviamente que sus promesas se hayan realizado. Por el contrario, a pesar de dicha
vocación, la distancia entre lo proclamado por los textos constitucionales y la realidad social y
política de nuestros países es muy grande. En ese sentido, América Latina sigue manteniendo
esa tradición, ya señalado desde hace décadas por varios teóricos, de adherir teóricamente a
las formas constitucionales pero tener muchas dificultades para realizarlas prácticamente.
Dos de los puntos más significativos en estas distancias tienen que ver, a nivel
socioeconómico, con los problemas de superación de la pobreza y la desigualdad, y en el
campo político, con el control a los abusos presidenciales. Así, de un lado la mayor parte de
los nuevos textos constitucionales plantean explícitamente la promoción de la igualdad social
y la superación de la pobreza; pero los resultados han sido en general, con algunas contadas
excepciones, muy pobres en este campo. De otro lado, paradójicamente, este nuevo
constitucionalismo, que planteaba superar rasgos de autoritarismo y caudillismo en América
Latina, se ha acompañado en la práctica de ciertos países por un reforzamiento de la figura
presidencial y el surgimiento de nuevas formas de caudillismo, lo cual parece muy
problemático para alcanzar democracias profundas.
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Construyendo
ciudadanía
Construcción de ciudadanía a través
de talleres en escuelas medias de la
provincia de Tucumán.
ciudadanía
estado a la organización so-
cial soberana y coercitiva,
formada por un conjunto de instituciones obligatorias y que
tiene el poder de regular la vida de un grupo de personas en
un territorio determinado. De esta manera, no podría existir
Tanto para la conquista de los Estado sin ciudadanos y viceversa.
derechos como para hacerlos Teniendo en cuenta esta interdependencia entre ambos con-
valer efectivamente, es im- ceptos resulta necesario – para poder ejercer la ciudadanía
prescindible nuestro accionar – entender cómo está formado el Estado, sus antecedentes y
adecuado en la sociedad en cuál es su rol en una democracia.
que vivimos. Para lograrlo,
una herramienta útil es for-
marnos como ciudadanos.
Imaginemos que alguien inventó un juego muy divertido,
con reglas que son claras y no dejan nada al azar, ya que
prevén todas las alternativas. Por lo que si hay alguna dis-
puta entre los jugadores, sólo tienen que consultar las reglas
para saber cómo se debe solucionar su discusión. Estas re-
glas ocuparían el lugar de nuestra Constitución y nuestras
leyes. Nos dicen cómo se organiza nuestra sociedad y regu-
lan la convivencia entre los habitantes. También nos dicen
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y quién se queda a cultivar? Estos problemas se solucionan opinión, de expresión y de prensa, el derecho de peticionar
solamente si se establecen reglas de convivencia, sean estas a las autoridades, de reunión, de propiedad, derecho al tra-
discutidas y consensuadas entre los tres habitantes o bien bajo, a la educación, a la salud, a un medio ambiente sano,
impuestas por el más fuerte. Estas redimentarias reglas, derechos de los consumidores y usuarios de servicios públi-
normas o leyes son un primitivo derecho que se establece cos, entre otros.
para organizar la convivencia. La Constitución de la Nación Argentina es nuestra Ley Su-
Podemos concluir que para que haya derecho o para que sea prema porque allí están establecidos: a) los procedimientos
necesario que se dicten leyes es imprescindible que haya para dictar las leyes respetando la soberanía popular, b) la
“otro” o, dicho de otro modo, sólo es necesaria la ley cuando organización del poder estatal, dividido en distintos órga-
el hombre vive en sociedad. nos; c) la determinación de la función que cumple cada uno
Entonces aparece la ley en forma de una regla de conviven- de ellos; y d) una declaración de derechos y garantías que
cia que, respetada por todos, convenida por todos, permite protege a los habitantes de cualquier intento del Estado de
resolver los conflictos y hace posible vivir en sociedad pací- abusar del poder que el mismo pueblo le delegó.
fica y ordenadamente. El carácter de ley “fundamental” se explica porque la Cons-
titución:
define la forma de gobierno (representativa y republicana);
El derecho es un conjunto de normas de conducta define la forma del Estado (Federal)
que surgen de leyes escritas de carácter general determina la actuación de los poderes del gobierno;
y de principios y valores, cuya finalidad es regular
establece el procedimiento para crear la legislación;
con carácter obligatorio y coercitivo la convivencia
entre dos o más personas. El derecho sirve para po- enumera los derechos de habitantes y ciudadanos (liberta-
ner orden a esa convivencia, para que sea pacífica des de las personas).
la vida en sociedad. El derecho puede regular sólo
acciones externas, las internas están reservadas a La Constitución de la Nación Argentina es “rígida”.
la conciencia de cada uno o a Dios. Esto significa que no puede ser reformada por el
Congreso de la Nación a través del procedimiento
Debemos aclarar que estamos hablando de leyes que contro- legislativo común, sino por una asamblea espe-
len nuestro actuar externo (que se lo llama moral pública o cialmente reunida para dicho fin (Convención Re-
intersubjetiva). Al derecho no le interesa lo que sucede en formadora) (art. 30 de la Constitución Nacional).
el fuero interno de las personas: ese espacio es propio de la
moral privada, regulada por sola conciencia del hombre y, Partes de la Constitución
si es religioso, por Dios, conforme lo establece la Constitu-
ción Nacional en su artículo 19: “Las acciones privadas de El Derecho Constitucional prefiere por razones de organi-
los hombres que de ningún modo afecten el orden y la moral zación y sistematización, de seguridad y certeza, un texto
publica, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a único y no documentos dispersos.
Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados…”. Este Los 129 artículos de la Constitución Argentina se distribu-
principio se denomina principio de privacidad. yen de acuerdo al siguiente esquema:
Asimismo rige otro principio muy importante que indica a
los ciudadanos cuál es su ámbito de acción, de libertad, cuá- PREÁMBULO: es una introducción al texto consti-
les son las conductas permitidas o prohibidas. También está tucional que proclama cuál es la fuente de legitimi-
regulado en el artículo 19 de la Constitución, en su segunda dad del poder constituyente, los valores, principios
parte, que dice: “Ningún habitante de la Nación será obligado y fines del estado.
a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no Si bien algunos autores sostienen que el Preám-
prohíbe”. Se lo denomina “principio de legalidad”. bulo no forma parte de la Constitución y carece
de contenido normativo, o subrayan sus aspectos
programáticos, o dicen que es un mero catálogo de
constitución creencias y valores, o un plan de gobierno, lo cierto
es que el Preámbulo cumple jurídicamente algunos
nacional papeles, como ser:
- integra la Constitución ya que está insertado en
ella por el constituyente.
La Constitución es un acuer-
-sanciona la Constitución.
do cuyo texto establece, por
un lado, las reglas de la de- - adopta una doctrina de poder
mocracia política, régimen - ratifica los pactos preexistentes.
que determina quiénes nos - sirve de pauta para interpretar la Constitución
gobiernan y cómo lo hacen, y
como elegimos a nuestros PRIMERA PARTE Declaraciones, derechos y garan-
gobernantes. A tal fin se establecen procedimientos como tías (artículos 1 al 43): Establece los valores supe-
por ejemplo el sufragio universal. Por otro lado, la Constitu- riores de la sociedad, los principios y fines estata-
ción fija los derechos individuales y sociales y sus corres- les y las libertades a proteger por el ordenamiento
pondientes garantías, que operan como un resguardo frente
jurídico. En síntesis: se hace una declaración de
a los poderes del Estado y frente a los demás ciudadanos.
Entre tales derechos y garantías están la libertad personal, principios que recoge e indica los valores impe-
la autonomía personal, la igualdad ante la ley, la libertad de rantes en la sociedad. Aparecen los principales
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organización la fórmula.
»» Si la formula más votada obtiene más del 45% de los
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Corte Suprema de Justicia de la Nación municipal y la educación primaria. Con respecto al régimen
El órgano máximo del Poder Judicial federal es la Corte Su- municipal, las provincias deben reglar específicamente su
prema de Justicia de la Nación, a quien corresponde también alcance y contenido en el orden institucional, político, admi-
en última instancia el control de constitucionalidad de las nistrativo, económico y financiero. Cumplidas estos requisi-
leyes, potestad que comparten todos los jueces del país. Es tos, el Gobierno Federal garantiza a cada provincia el goce y
decir que esta facultad no está concentrada únicamente en ejercicio de sus instituciones.
la Corte Federal: todo juez argentino puede declarar la in- A partir de la reforma constitucional de 1994, la ciudad de Bue-
constitucionalidad de leyes, normas o actos y de esta forma nos Aires tiene un régimen de gobierno autónomo, con faculta-
controlar a los otros dos poderes. des propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno
La Corte Suprema de Justicia de la Nación es un tribunal es elegido directamente por el pueblo de la ciudad.
creado expresamente por la Constitución Nacional. Su con-
dición de suprema significa que sus fallos son finales y nin-
gún otro tribunal del país puede revocar sus sentencias. Es hoja de ruta de la constitución
el intérprete final de la Constitución y de todo el derecho
argentino.
nacional
Los magistrados de la Corte Suprema son designados por
el Presidente de la Nación con acuerdo del Senado, por dos
tercios de sus miembros presentes, en sesión pública con- Primera parte: declaraciones, derechos y garantías
vocada a ese fin.
La Constitución no fija el número concreto de miembros de Declaraciones, Nuevos derechos
la Corte Suprema, permitiendo que lo determine el Congreso derechos y garantías y garantías
de la Nación. Es así que mediante la ley 26.183 sanciona- Arts. 1 a 35 Arts. 36 a 43
da en el año 2006, el Poder Legislativo estableció en cinco
el número de miembros (hasta ese momento eran nueve) y
determinó que se necesitarán tres votos coincidentes – ma-
yoría absoluta – para emitir una sentencia. Además se prevé
un régimen especial de reducción gradual de los siete jueces Segunda parte: Autoridades de la Nación
que estaban en funciones al sancionarse la ley
Los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores
conservan sus empleos mientras dure su buena conducta. Poder Poder Poder Gobiernos
Esto se denomina principio de inamovilidad o de estabilidad, Legislativo Ejecutivo Judicial de Provincia
y apunta a garantizar la independencia e imparcialidad del Arts. Arts. Arts. Arts.
poder judicial. 44 a 86 87 a 107 108 a 120 121 a 129
tribunales inferiores
La integración del Poder Judicial de la Nación se completa bibliografía
con los jueces de primera instancia y cámaras federales que
aplican la legislación nacional. Estos funcionarios acceden
al cargo previo concurso ante el Consejo de la Magistratura, AFTALIÓN, Enrique R. - GARCÍA OLANO, Fernando.
que elabora una terna en función de los resultados y la remi-
VILANOVA, José: “Introducción al derecho”, 7ª Edición,
te al Presidente de la Nación. El Presidente debe elegir a uno
Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, Bs. As., 1980.
de los tres postulantes y elevar su nombre al Senado, cuyo
acuerdo completa el proceso de selección. BIDART CAMPOS, German, “Manual de Derecho Constitu-
cional”, Ediar, 1996.
DI BERNARDINI, Guillermo, FARIÑA Mabel, KLAINER,
gobiernos de provincia Rosa E, SALVIOLI Fabián y ZIBECCHI, Carla, “Derechos
Humanos y Ciudadanía”, Editorial Santillana Perspectiva-
Año 2007.
El Estado argentino es federal. Esto significa que el poder po-
lítico se descentraliza en función del territorio. Las provin- HARFORD, Tim, “El Economista Encubierto”, Ed. Palabra,
cias poseen su propio territorio y su gobierno y conservan Buenos Aires, 2007.
todo el poder no delegado por la Constitución al Gobierno
NINO, Carlos Santiago, “Introducción al análisis del dere-
Federal.
cho”, 2ª edición, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1998.
Las provincias, de acuerdo a la Constitución, tienen autono-
mía. Esto significa que se dan sus propias instituciones de OSORIO, Manuel, Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políti-
carácter provincial y se rigen por ellas. Eligen sus goberna- cas y Sociales, 28° ed., Heliasta, Buenos Aires, 2001.
dores, sus legisladores y demás funcionarios de provincia PINEDO, Jerónimo, “Construir ciudadanía desde abajo”,
– por ejemplo, los jueces provinciales – sin intervención del disponible en www.ciaj.com.ar/images/pdf/constr_ciuda-
Gobierno Federal. dania.pdf, con acceso el 02/05/08.
La Constitución Nacional dispone además que cada provin- SAGÜÉS, Néstor Pedro, “Elementos de Derecho Constitucio-
cia dictará para sí una Constitución bajo el sistema repre- nal”, Editorial Astrea, Bs. As., 2003.
sentativo republicano, de acuerdo con los principios, de-
claraciones y garantías de la Constitución Nacional, y que VON IHERING, Rudolf, “La Lucha por el Derecho”, Ed.
además asegure su administración de justicia, su régimen Heliasta, Buenos Aires, 1993.
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derechos democracia
políticos Etimológicamente, “demo-
cracia” deriva de las palabras
La existencia y continuidad de griegas “demos”, que signifi-
un régimen democrático re- ca pueblo, y “kratos”, que
presentativo de gobierno no significa gobierno. Por lo tanto, democracia significa “go-
es posible sin el reconocimien- bierno del pueblo”.
to efectivo e irrestricto de cier-
tos derechos de los ciudada-
nos tales como los de constituir
agrupaciones políticas y afiliarse a aquellas cuyos programas
diferentes tipos de democracia
se correspondan mejor con sus ideales de gobierno. Es igual-
mente necesario el derecho de tales agrupaciones a realizar, sin Democracia directa: En este tipo de régimen los ciuda-
indebidas restricciones, actos de propaganda y proselitismo, a danos participaban activa y directamente en la toma de deci-
participar en la vida política del país difundiendo a la población siones de su gobierno. Como ejemplo se puede citar a la An-
sus opiniones sobre asuntos de Estado y a presentar candidatu- tigüa Grecia: los ciudadanos se reunían en la plaza pública
ras propias – o en fusión con otras agrupaciones – para las donde se debatía y decidía sobre las cuestiones importantes
elecciones de funcionarios públicos de carácter representativo. del pueblo. La desventaja de este sistema era que no todos
Esto quiere decir que la democracia supone necesariamente la eran considerados ciudadanos. Sí lo eran los hombres libres,
existencia de los derechos políticos, que son las herramientas hijos de padre y madre ateniense. Estaban excluidos los es-
que posee el ciudadano para participar, configurar y decidir la clavos, las mujeres y los extranjeros.
vida política del Estado.
Democracia representativa: Consecuencia del creci-
Como ya se mencionó, los derechos políticos – junto con los
miento de la población y los nuevos problemas que fueron
derechos civiles – pertenecen a los llamados derechos de la pri-
surgiendo a través de los siglos, la democracia directa se
mera generación.
tornó impracticable. Surgió entonces la necesidad de la re-
Entre los principales derechos políticos se encuentran los si- presentación política y con ella la democracia representati-
guientes: va, en la cual el pueblo delega su soberanía en autoridades
»» Derecho al sufragio: se refiere al derecho que tienen (representantes) que se eligen periódicamente mediante el
sufragio. Los representantes ejercen el gobierno protegien-
los ciudadanos de elegir a quienes hayan de ocupar
do los intereses de los ciudadanos que los eligen para repre-
determinados cargos públicos.
sentarlos.
»» Derecho a ser electo: es el derecho que tienen los ciu-
dadanos a postularse para ser elegidos con el fin de En la actualidad cuando hacemos alusión a la democracia,
designamos a los sistemas políticos donde participa la po-
ocupar determinados cargos públicos.
blación en la elección de las autoridades.
»» Derecho de participar en el gobierno y de ser admiti-
do a cargos públicos. Las democracias modernas adoptan diferentes sistemas de
gobierno. Encontramos:
»» Derecho de petición política: se refiere al derecho de
peticionar ante los gobernantes, exponer sus necesi- Sistema presidencialista: el gobierno es liderado por un
dades y así influir en las leyes que se dicten. presidente elegido por la ciudadanía. Los deberes, y atribucio-
»» Derecho a asociarse con fines políticos. nes para el cargo son fijados en las constituciones nacionales.
»» Derecho de reunirse con fines políticos Sistema parlamentario: en este caso, el jefe de gobierno
es elegido por el parlamento o congreso cuyos miembros son
Al respecto, la Declaración Americana de los Derechos y Debe- elegidos por la población.
res del Hombre, en su Artículo XX, establece lo siguiente:
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