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NORBERTO BOBBIO

EL FUTURO
DE LA DEMOCRACIA
Traducción de
JOSÉ F. FERNÁNDEZ SANTILLÁN

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


méxico
Primera edición en italiano, 1984
Primera edición en español, 1986

Título original:
IIfuturo delta democrazia
(6/ 1984, Giulio Einaudi Editore, s.p.a, T u r í n
"ISBN 88-06-05754-5

D. R. © 1986, F O N D O DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.


Av. de la Universidad 975; México, D. F.

ISBN 968-16-2250-2
Impreso en México
INTRODUCCIÓN

Reúno en este pequeño volumen algunos escritos que hice en los últimos años
sobre las llamadas "transformaciones" de la democracia. Uso el término "trans-
formación" en sentido axiológicamente neutro, sin atenerme a un significado
positivo o a uno negativo. Prefiero hablar de transformación más que de crisis,
porque crisis hace pensar en un colapso inminente: en el mundo la democra-
cia no goza de óptima salud, y por lo demás tampoco en el pasado pudo dis-
frutar de ella, sin embargo, no está al borde de la muerte. A pesar de lo que
se diga, ninguno de los regímenes democráticos nacidos en Europa después
de la segunda Guerra Mundial ha sido abatido por una dictadura, como su-
cedió en cambio después de la primera. Al contrario, algunas dictaduras que
sobrevivieron a la catástrofe de la guerra se transformaron en democracias.
Mientras el m u n d o soviético está agitado por sacudimientos democráticos, el
mundo de las democracias occidentales no está seriamente amenazado por
movimientos fascistas.
Para un régimen democrático, estar en transformación es el estado natu-
ral; la democracia es dinámica, el despotismo es estático y siempre igual a sí
mismo. Los escritores democráticos de fines del siglo XVIII contraponían la
democracia moderna (representativa) a la democracia de los antiguos (directa);
pero no hubieran dudado en considerar el despotismo de su tiempo de la
manera que el que describieron los escritos antiguos: piénsese en Mon-
tesquieu y Hegel y en la categoría del despotismo oriental. Hay quien ha usado,
con razón o sin ella, el concepto de despotismo oriental para explicar la situa-
ción de la Unión Soviética. Cuando hoy se habla de democracia occidental
se hace referencia a regímenes surgidos en los últimos doscientos años, des-
pués de las revoluciones norteamericana y francesa. A pesar de ello, un autor
muy leído en Italia, C. B. Macpherson, creyó poder ubicar por lo menos cuatro
fases de desarrollo de la democracia moderna, desde sus orígenes decimonó-
nicos hasta hoy.
Entre los últimos escritos sobre el tema seleccioné ios que me parecieron
de una cierta actualidad, aunque no estuvieran vinculados a sucesos cotidianos.
Coloco al inicio, en orden cronológico, el último, que es el que da el título a
todo el volumen. Este estudio nació como una conferencia sostenida en no-
viembre del año pasado (1983) en el Palacio de las Cortes de Madrid, la cual
fui a impartir por invitación de su presidente, el profesor Gregorio Peces-
Barba; posteriormente, corregido y aumentado, sirvió para la disertación
introductoria que presenté en el Congreso internacional Ya comenzó el futuro,
que tuvo lugar en Locarno en mayo pasado (1984) y cuya realización se llevó
al cabo gracias al profesor Francesco Barone. En síntesis, este escrito repre-
8 INTRODUCCIÓN

senta las transformaciones de la democracia dentro de la línea de las "falsas


promesas" o de la diferencia entre la democracia ideal como fue concebida
por sus padres fundadores y la democracia real como la vivimos, con mayor
o menor participación, cotidianamente.
Después del debate en el Congreso de Locarno considero que es útil preci-
sar mejor que de aquellas falsas promesas —la sobrevivencia del poder invisible,
la permanencia de las oligarquías, la supresión de los cuerpos intermedios, la
reivindicación de la representación de los intereses, la participación interrum-
pida, el ciudadano no educado (o maleducado) —, algunas no podían ser
sostenidas objetivamente y, por tanto, eran ilusiones desde el principio, otras,
más que promesas, esperanzas mal correspondidas, así como aquellas que se
encontraron con obstáculos imprevistos. Todas son situaciones por las cuales
no se puede hablar propiamente de "degeneración" de la democracia, sino
más bien se debe hablar de la adaptación natural de los principios abstractos
a la realidad o de la inevitable contaminación de la teoría cuando es obliga-
da a someterse a las exigencias de la práctica. Todas, excepto una: la sobrevi-
vencia (y la sólida consistencia) de un poder invisible, como sucede en nuestro
país, al lado o abajo (o incluso sobre) del poder visible. La democracia se puede
definir de muchas maneras, pero no hay definición que pueda excluir de sus
connotados la visibilidad o transparencia del poder. Elias Canetti escribió:
"El secreto está en el núcleo más interno del poder." Los constructores de los
primeros regímenes democráticos se propusieron dar vida a una forma de
gobierno en la que este núcleo duro fuese destruido definitivamente (véase La
democracia y el poder invisible). Es indiscutible que la permanencia de las
oligarquías, o de las élites en el poder, se opone a los ideales democráticos.
Esto no evita que siempre existan una diferencia sustancial entre un sistema
político, en el que hay muchas élites en competencia en la arena electoral, y
un sistema en el que existe un solo grupo de poder que se renueva por coopta-
ción. Mientras la presencia de un poder invisible corrompe la democracia, la
existencia de grupos de poder que se alternan mediante elecciones libres per-
manece, por lo menos hasta ahora, como la única forma en la que la demo-
cracia ha encontrado su realización concreta. Lo mismo sucede con respecto
a los límites que ha encontrado el uso de los procedimientos propios de la
democracia al ampliarse hacia centros de poder tradicionalmente autocrá-
ticos, como la empresa o el aparato burocrático: más que de un fracaso se
trata de un desarrollo interrumpido. Por lo que toca a la representación de los
intereses, que está erosionando paulatinamente el campo que debería haber
sido reservado exclusivamente para la representación política, ella es ni más ni
menos, incluso para quienes la rechazan, una forma de democracia alterna-
tiva que tiene su terreno natural de expansión en una sociedad capitalista, en
la que los sujetos de la acción política son crecientemente los grupos organi-
zados, por tanto, es muy diferente de aquélla prevista por la doctrina demo-
INTRODUCCIÓN 9

crática que no estaba dispuesta a reconocer algún ente intermedio entre los
individuos específicos y la nación en su conjunto. Si se puede hablar de u n a
crisis a raíz del avance de la representación de los intereses y de su consecuente
fenómeno, el aumento de decisiones tomadas mediante acuerdos entre las par-
tes, ésta se refiere menos a la democracia que a la imagen tradicional del
Estado soberano ubicado por encima de las partes (véase Contrato y contrac-
tualismo en el debate actual). En fin, más que u n a falsa promesa, el estan-
camiento de la educación de la ciudadanía, según la cual el ciudadano investido
del poder de elegir a sus gobernantes habría seleccionado a los más sabios,
honestos e ilustrados de entre sus conciudadanos, se puede considerar como
el efecto de u n a ilusión derivada de una concepción excesivamente optimista
del hombre como animal político: el hombre persigue el propio interés lo
mismo en el mercado económico que en el mercado político. Pero, hoy ninguno
piensa confutar a la democracia, como se sostiene desde hace años, que el voto
es una mercancía que se puede ofrecer al mejor postor.
Naturalmente, todo este discurso solamente es válido si nos atenemos a lo
que llamo la definición mínima de democracia, de acuerdo con la cual inicial-
mente se entiende por régimen democrático un conjunto de reglas procesales
p a r a la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la
más amplia participación posible de los interesados. Sé bien que semejante
definición procesal, o formal, o, en sentido peyorativo, formalista, es dema-
siado pobre p a r a los movimientos que se dicen dé izquierda. Pero, por encima
del hecho que no existe otra definición tan clara, ésta es la única que nos
ofrece un criterio infalible p a r a introducir u n a primera gran distinción (in-
dependientemente de cualquier juicio de valor) entre dos tipos ideales opues-
tos, de formas de gobierno. Es conveniente agregar que si se incluye en el
concepto general de democracia la estrategia del compromiso entre las partes
mediante el libre debate p a r a la formación de una mayoría, la definición que
aquí se propone refleja mejor la realidad de la democracia representativa, no
importa que se trate de la representación política o de la representación de los
intereses, que la de la democracia directa: el referéndum, que no puede poner
los problemas más que en forma dilemática, obstaculiza el acuerdo y favorece
el conflicto; y, precisamente por esto, sirve más para dirimir controversias
sobre los principios que p a r a resolver conflictos de interés (véase Democracia
representativa y democracia directa). Asimismo, es oportuno precisar, espe-
cialmente p a r a quien pone las esperanzas de u n a transformación, en el naci-
miento de los movimientos, que la democracia, como método, está abierta a
todos los posibles contenidos, pero a la vez es muy exigente en el pedir respeto
p a r a las instituciones, porque precisamente en esto reposan todas las ventajas
del método; entre estas instituciones están los partidos, únicos sujetos autori-
zados p a r a fungir como mediadores entre los individuos y el gobierno (véase
Los vínculos de la democracia).
10 INTRODUCCIÓN

No excluyo que esta insistencia en las reglas, es decir, en consideraciones


formales más que sustanciales, derive de la deformación profesional de quien
enseñó durante décadas en una facultad de Derecho. Sin embargo, un funcio-
namiento correcto de un régimen democrático solamente es posible en el ámbito
del modo de gobernar que, de acuerdo con una tradición que se remonta a
los antiguos, se llama "gobierno de las leyes" (véase ¿Gobierno de los hombres
o gobierno de las leyes?). Retomo mi vieja idea de que el Derecho y el poder
son dos caras de la misma moneda: sólo el poder puede crear Derecho y sólo
el Derecho puede limitar e) poder. El Estado despótico es el tipo ideal de
Estado de quien observa desde el punto de vista del poder; en el extremo
opuesto está el Estado democrático, que es el tipo ideal de Estado de quien
observa desde el punto de vista del Derecho. Los antiguos cuando exaltaban
el gobierno de ias leyes contraponiéndolo al gobierno de los hombres pensa-
ban en las leyes derivadas de la tradición o planteadas por los grandes legis-
ladores. Hoy, cuando hablamos de gobierno de las leyes pensamos en primer
lugar en las leyes fundamentales, que establecen no tanto lo que los gober-
nados deben hacer, sino la forma en que las leyes deben ser planteadas, y son
normas que obligan a los mismos gobernantes más que a los ciudadanos:
tenemos en mente un gobierno de las leyes a un nivel superior, en el que los
mismos legisladores son sometidos a normas ineludibles. Un ordenamiento de
este tipo solamente es posible si aquellos que ejercen los poderes en todos los
niveles pueden ser controlados en última instancia por los detentadores origi-
narios del poder último, los individuos específicos.
Jamás será exagerado sostener contra toda tentación organicista recurrente
(no extraña al pensamiento político de izquierda) que la doctrina democrática
reposa en una concepción individualista de la sociedad, por lo demás seme-
jante al liberalismo (véase Liberalismo antiguo y moderno), lo que explica
por qué la democracia moderna se ha desarrollado y hoy existe solamente
allí donde los derechos de libertad han sido reconocidos constitucionalmente.
Observando el asunto atentamente, ninguna concepción individualista de la
sociedad, lo mismo el individualismo ontológico que el individualismo metodo-
lógico, excluye el hecho de que el hombre es un ser social y no puede vivir, ni
objetivamente vive, aislado. "Las relaciones del individuo con la sociedad son
vistas por el liberalismo y por la democracia de diferentes maneras: el primero
separa al individuo del cuerpo orgánico de la comunidad y lo hace vivir, por lo
menos durante gran parte de su vida, fuera del seno materno, y lo introduce
en el m u n d o desconocido y lleno de peligros de la lucha por la sobrevivencia;
la segunda lo integra a otros hombres semejantes a él para que de su unión
artificial la sociedad sea recompuesta ya no como un todo orgánico, sino como
una asociación de individuos libres. El primero pone en evidencia sobre todo
la capacidad de autoformarse del individuo; la segunda exalta sobre todo la
aptitud de superar el aislamiento mediante .diversas habilidades que permiten
INTRODUCCIÓN 11

instituir finalmente u n poder no-tiránico. En el fondo se trata de dos indi-


viduos potencialmente diferentes: como microcosmos o totalidad completa en
sí misma, o como parte indivisible, pero componible o recomponible de diversas
maneras con otras partes semejantes en una unidad superior.
Todos los textos reunidos aquí tratan problemas generales y son (o mejor
dicho quisieran ser) elementales. Fueron escritos para un público que se interesa
por la política, no p a r a los especialistas. Son textos que en otros tiempos se ha-
brían llamado de filosofía popular. Fueron dictados por una preocupación
esencial: hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra
donde chocan fuertes intereses. Siempre pensé que esta es la única manera de
darse cuenta de las contradicciones en las que se mueve una sociedad demo-
crática y de los difíciles caminos que debe seguir para salir de ellas sin perderse,
para reconocer sus vicios congénitos sin desanimarse y sin perder la ilusión
de poder mejorarla. Si m e imaginara a los interlocutores que quisiera, no
precisamente convencer, sino hacer menos desconfiados, no serían aquellos
que desdeñan y se oponen a la democracia como el gobierno de los "malo-
grados" —la derecha reaccionaria perenne, que resurge continuamente bajo
las más diversas vestimentas, pero con el rencor de siempre contra los "prin-
cipios inmortales"— sino aquellos que quisieran destruir nuestra democracia
—siempre frágil, vulnerable, corrompible y frecuentemente corrupta— para
hacerla más perfecta; serían aquellos que, retomando la famosa imagen hob-
besiana, se comportan como las hijas de PeÜas, que hicieron pedazos al viejo
padre para hacerlo renacer. Abrir el diálogo con los primeros puede ser tiempo
perdido, continuarlo con los segundos permite confiar en la fuerza de las
buenas razones.

NORBERTO BOBBIO
Turín, octubre de 1984

Los escritos que aparecen en esta recopilación fueron publicados: "II futuro della democrazia",
en Civiltá delle macchine, 1984; "Democrazia reppresentativa e democrazia diretta", en AA. VV.,
Democrazia e participazione, Stampatori, Turín, 1978, pp. 19-46; "I vincoli della democrazia", en
La política possible, Tulio Pironto, Ñapóles, 1983, pp. 39-61; "La democrazia e il potere invisibile",
en Hivista italiana di scienzu política, x 1980, pp. 181-203: "Liberalismo vecthio e nuovo", en
Mondoperaio, núm. 11, 1981, pp. 86-94; "Contrallo e comratlualismo nel dibattilo auuale",
Ibidem, núm. 11, 1982, pp. 84-92; "Governo degli uomini o governo delle leggi?", en Nuova
antología, núm. 2145, enero-marzo 1983, pp. 135-52.
I. EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA

1. I N T R O D U C C I Ó N NO PEDIDA

INVITADO a presentar una disertación sobre el porvenir de la democracia, tema


por demás insidioso, me defiendo con dos citas. Hegel, en sus lecciones de
filosofía de la historia en la Universidad de Berlín, ante la pregunta hecha por
un estudiante de si los Estados Unidos de América debiera ser considerado
como el país del m a ñ a n a , respondió, muy molesto: "Como país del mañana
los Estados Unidos de América no me competen. El filósofo no tiene que ver
con las profecías [...] La filosofía se ocupa de lo que es eterno, o sea, de la
razón, y con esto ya tenemos bastante."' Max Weber, en su famosa conferencia,
sostenida ante los estudiantes de la Universidad de Munich al final de la guerra,
sobre la ciencia como vocación, respondió al auditorio que le preguntaba
insistentemente su opinión sobre el futuro de Alemania: "La cátedra no es ni
para los demagogos ni para los.profetas." 2
Aun quien no acepte los argumentos utilizados por Hegel y Weber y los
considere un pretexto, no podrá dejar de reconocer que el oficio de profeta es
peligroso. La dificultad de conocer el m a ñ a n a también depende del hecho
de que cada uno de nosotros proyecta en el futuro las propias aspiraciones
e inquietudes, mientras la historia sigue su camino, desdeñando nuestras
preocupaciones, un camino formado por millones y millones de pequeños,
minúsculos, hechos humanos que ninguna mente, por fuerte que pueda ser,
jamás ha sido capaz de recopilar en una visión de conjunto que no sea dema-
siado esquemática para ser admitida. Por esto las previsiones de los grandes
señores del pensamiento se han mostrado equivocadas a lo largo de la historia,
comenzando por las de quien parte de la humanidad consideró y considera aún
fundador de una nueva e infalible ciencia de la sociedad: Carlos Marx.
Para darles rápidamente mi opinión si me preguntan si la democracia tiene
un porvenir y cuál sea éste, en el supuesto caso de que lo tenga, les respondo
tranquilamente que no lo sé. En esta disertación mi intención es pura y simple-
mente la de hacer alguna observación sobre el estado actual de los regímenes
democráticos, y con ello, retomando la idea de Hegel, creo que ya tenemos
bastante. Tanto mejor si de estas observaciones se pueda extrapolar una ten-
dencia en el desarrollo (o involución) de estos regímenes, y por tanto intentar
algún pronóstico cauteloso sobre su futuro.

1
G. W . F. Hegel, Vorlesungen über die Phílosophie der Geschichte, I: Die Vernunft in der
Gesc/iichle, Meiner, Leipzig, 1917, p . 200 [hay una edición en español con el Ululo de Lecciones
sobre la filosofía de la historia universal, Alianza, Madrid].
" M. Weber. "La scienza eomo prefessione", en // lavoro iníellctíua/le como prefessiono,
Einaudi. T u r i n , p . 64.
13
14 E L F U T U R O DE LA D E M O C R A C I A

2 . U N A D E F I N I C I Ó N M Í N I M A DE D E M O C R A C I A

Hago la advertencia de que la única manera de entenderse cuando se habla


de democracia, en cuanto contrapuesta a todas las formas de gobierno' auto-
crítico, es considerarla caracterizada por un conjunto de reglas (primarias
o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las deci-
siones colectivas y bajo qué procedimientos. Todo grupo social tiene necesidad
de tomar decisiones obligatorias para todos los miembros del grupo con el
objeto de mirar por la propia sobrevivencia, tanto en el interior como en el ex-
terior. ' Pero incluso las decisiones grupales son tomadas por individuos (el
grupo como tal no decide). Así pues, con el objeto de que una decisión tomada
por individuos (uno, pocos, muchos, lodos) pueda ser aceptada como una
decisión colectiva, es necesario que sea tomada con base en reglas (no importa
si son escritas o consuetudinarias) que establecen quiénes son los individuos
autorizados a tomar las decisiones obligatorias para todos los miembros del
grupo, y coh qué procedimientos. Ahora bien, por lo que respecta a los sujetos
llamados a tomar (o a colaborar en la loma de) decisiones colectivas, un
régimen democrático se caracteriza por la atribución de este poder (que en
cuanto autorizado por la ley fundamental se vuelve un derecho) a un número
muy elevado de miembros del grupo. Me doy cuenta de que un "número muy
elevado" es una expresión vaga. Pero por encima del hecho de que los discur-
sos políticos se inscriben en el universo del "más o menos" o del "por lo demás",
no se puede decir "todos", porque aun en el más perfecto de los regímenes
democráticos no votan los individuos que no han alcanzado una cierta edad.
Como gobierno de todos la omnicracia es un ideal límite. En principio, no
se puede establecer el número de quienes tienen derecho al voto por el que se
pueda comenzar a hablar de régimen democrático, es decir, prescindiendo
de las circunstancias históricas y de un juicio comparativo: solamente se p u e d e -
decir que en una sociedad, en la que quienes tienen derecho al voto son los
ciudadanos varones mayores de edad, es más democrática que aquella en
la que solamente votan los propietarios y, a su vez, es menos democrática que
aquella en la que tienen derecho al voto también las mujeres. Cuando se dice
que en el siglo pasado en algunos países se dio un proceso continuo de demo-
cratización se quiere decir que el número de quienes tienen derecho al voto
aumentó progresivamente.

Por lo que respecta a la modalidad de la decisión la regla fundamental


de la democracia es la regla de la mayoría, o sea, la regla con base en la cual
se consideran decisiones colectivas y, por tanto, obligatorias para todo el grupo,
las decisiones aprobadas al menos por la mayoría de quienes deben de tomar
la decisión. Si es válida una decisión tomada por la mayoría, con mayor razón

3
Sobre este punto véase mi ensayo "Decisioni individuali e co.llettivo", en Richerche politiche
due lldentitá, interessi e scelte collettivo). II saggiatore, Milán, 1983, p p . 9-30.
EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA 15

es válida una decisión tomada por unanimidad. 4 Pero la unanimidad es posible


solamente en u n grupo restringido u homogéneo, y puede ser necesaria en
dos casos extremos y contrapuestos: en u n a decisión muy grave en la que cada
uno de los participantes tiene derecho de veto, o en una de poca importancia
en la que se declara condescendiente quien no se opone expresamente (es el
caso del consenso tácito). Obviamente la unanimidad es necesaria cuando
los que deciden solamente son dos, lo que distingue netamente la decisión
concordada de la decisión tomada por ley (que normalmente es aprobada
por mayoría).
Por lo demás, también para u n a definición mínima de democracia, como
es la que adopto, no basta ni la atribución del derecho de participar directa
o indirectamente en la toma - de decisiones colectivas para un número muy
alto de ciudadanos ni la existencia de reglas procesales como la de mayoría
(o en el caso extremo de unanimidad). Es necesaria una tercera condición: es
indispensable que aquellos que están llamados a decidir o a elegir a quienes
deberán decidir, se planteen alternativas reales y estén en condiciones de selec-
cionar entre una u otra. Con el objeto de que se realice esta condición es nece-
sario que a quienes deciden les sean garantizados los llamados derechos de
libertad de opinión, de expresión de la propia opinión, de reunión, de aso-
ciación, etc., los derechos con base en los cuales nació el Estado liberal y se
construyó la doctrina del Estado de Derecho en sentido fuerte, es decir, del
Estado que no sólo ejerce el poder sub lege,* sino que lo ejerce dentro de los
límites derivados del reconocimiento constitucional de los llamados derechos
"inviolables" del individuo. Cualquiera que sea el fundamento filosófico de
estos derechos, ellos son el supuesto necesario del correcto funcionamiento
de los mismos mecanismos fundamentalmente procesales que caracterizan
un régimen democrático. Las normas constitucionales que atribuyen estos
derechos no son propiamente reglas del juego: son reglas preliminares que
permiten el desarrollo del juego.
De ahí que el Estado liberal no solamente es el supuesto histórico sino tam-
biénjurídico del Estado democrático. El Estado liberal y el Estado democrático
son interdependientes en dos formas: 1) en la línea que va del liberalismo a la
democracia, en el sentido de que son necesarias ciertas libertades para el co-
rrecto ejercicio del poder democrático; 2) en la línea opuesta, la que va de la
democracia al liberalismo, en el sentido de que es indispensable el poder
democrático para garantizar la existencia y la persistencia de las libertades
fundamentales. En otras palabras: es improbable que un Estado no liberal

4
Me ocupé más ampliamente de este tema en el artículo "La regola della maggioranza: limiti
e aporie", en AA.VV. Democrazia, maggioranza e minoranza, II Mulino, Bolonia, 1981,
pp. 33 72; y en "La regola di maggioranza e i suoi limiti", en AA.VV., Soggeti e potere. Un
dibattito su societá civile e crisi della política, Biblioplis, Ñapóles, 1983, pp. 11-23.
* Sometido a la ley.
16 EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA

pueda asegurar un correcto funcionamiento de la democracia, y por otra parte


es poco probable que un Estado no democrático sea capaz de garantizar las
libertades fundamentales. La prueba histórica de esta interdependencia está
en el hecho de que el Estado liberal y el Estado democrático cuando caen,
caen juntos.
3 . LOS IDEALES Y LA "CRUDA REALIDAD"

Esta referencia a los principios me permite entrar en materia, de hacer, como


dije, alguna observación sobre la situación actual de la democracia. Se trata
de un tema que tradicionalmente se debate bajo el nombre de "transforma-
ciones de la democracia". Si se reuniese" todo lo que se ha escrito sobre las
transformaciones de la democracia o sobre la democracia en transformación
se podría llenar una biblioteca. Pero la palabra "transformación" es tan vaga
que da lugar a las más diversas interpretaciones: desde la derecha (pienso por
ejemplo en el libro de Pareto, Trasformazione de lia democrazia, 1920,5 verda-
dero arquetipo de una larga e ininterrumpida serie de'lamentaciones sobre la
crisis de la civilización), la democracia se ha transformado en un régimen
semi-anárquico que tendrá como consecuencia la "destrucción" del Estado;
desde la izquierda (pienso por ejemplo en un libro como el de Johannes Agnoli,
Die Transformationen der Democratie, 1967, típica expresión de la crítica
extraparlamentaria), la democracia parlamentaria se está transformando cada
vez más en un régimen autocrático. Me parece más útil para nuestro objetivo
concentrar nuestra reflexión en la diferencia entre los ideales democráticos y la
"democracia real" (uso esta expresión en el mismo sentido en el que se habla
de "socialismo real"), que en la transformación. No hace muchos días un
interlocutor me recordó las palabras conclusivas que Pasternak hace decir a
Gordon, el amigo del doctor Zivago: "Muchas veces ha sucedido en la historia.
Lo que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda realidad,
así Grecia se volvió Roma, la Ilustración rusa se convirtió en la Revolución
rusa," 6 De la misma manera agrego, el pensamiento liberal y democrático
de Locke, Rousseau, Tocqueville, Bentham, John Stuart Mili, se volvió la
acción de... (pongan ustedes el nombre que les parezca, no tendrán dificultad
en encontrar más de uno). Precisamente es de esta "cruda realidad" y no de
lo que fue concebido como "noble y elevado" que debemos hablar o, si ustedes
quieren, del contraste entre lo que había sido prometido y lo que se realizó
efectivamente.
Señalo seis de estas falsas promesas.

5
V. Pareto, Trasformazione della democrazia, Corbaccio, Milán, 1920, que es una recopila-
ción de artículos publicados en la Rivista di Milano entre mayo y julio de 1920. El libro de
Agnoli, aparecido en 1967, fue traducido al italiano por Feltrínelli, Milán, 1969.
6
Boris L. Pasternak, II dottor Zivago, Feltrínelli, Milán, 1977, p. 673.
Estudios
Estudios Políticos Políticos
No. No. 26.enero-junio
26. Medellín, Medellín, enero-junio
2005 89-1152005

Derecho y política en el pensamiento de Bobbio:


una aproximación

Mario Montoya Brand

1. Teoría general del derecho y teoría general de la política

D el conjunto más o menos amplio de obras dedicadas a esclarecer las


relaciones generales entre poder y política con el derecho, en el pensamiento de
Norberto Bobbio, quizá la más completa y madura es Contribución a la teoría del
derecho, una recopilación de textos a cargo de Alfonso Ruíz Miguel, editada en 1990;
en particular, un segmento titulado “Sobre el principio de legitimidad”,1 cuya versión
original en italiano data de 1964. Sin embargo, las posturas sostenidas allí se ven
complementadas por las reflexiones desarrolladas posteriormente por el pensador
italiano en su libro Dalla struttura alla funzione. Nuovo studi di teoria del diritto. 2 A

1 Norberto Bobbio. “Sobre el principio de legitimidad”. En: Alfonso Ruíz Miguel (editor).
Contribución a la teoría del derecho. Madrid, Debate, 1990, pp. 297-306. Como se hará
notar a lo largo de este trabajo, Norberto Bobbio experimenta un cambio de enfoque de
enorme importancia cuyo año de quiebre es 1969. Tal cambio se explica por las revisiones
que efectuó a propósito de su análisis estructural del derecho, desplazado hacia los
análisis funcionales del derecho. Con todo, Bobbio publicó trabajos inspirados por el
análisis funcional antes de 1969, y revisiones a sus propias ideas estructurales con
posterioridad a este año. La razón estriba en que no consideró ambos enfoques como
excluyentes o contradictorios.
2 Norberto Bobbio. Dalla struttura alla funzione. Nuovi studi di teoria del diritto. Milán,
Edizione de Comunitá, 1977. No conozco traducción al español, sin embargo, algunos
de sus fragmentos aparecen en: Contribución a la teoría del derecho, así: “Hacia una teoría
funcional del derecho”, pp. 371-394; texto integrado por: “XVIII. La función promocional
del derecho” y “XIX. Las sanciones positivas”.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

continuación se presentan muy brevemente sus contenidos, en cuanto sean relevan-


tes para la aproximación al pensamiento de Bobbio a propósito de las relaciones entre
el derecho y la política.
El punto de partida adoptado por el autor para plantear las relaciones entre una
teoría general del derecho y una teoría general de la política estaría compuesto por
las siguientes observaciones y propuestas: a) derecho y política comparten un
elemento: el poder; b) los juristas y politólogos apenas se preocupan unos de otros
en cuanto al conocimiento de las obras recíprocas, no obstante todos ellos se ocupan
en el fondo de la misma cosa; c) en la realidad y en los ordenamientos jurídicos, el
derecho y la política mantienen contactos permanentes que hacen imposible una clara
separación, por lo cual, d) es necesario crear un modelo de interrelación para su
estudio; e) este modelo debe partir de una teoría general de cada campo con
remisiones recíprocas, de tal manera que se superen las fragmentaciones y aislamien-
tos que dificultan ver lo que hay de uno en el otro, y lo que va del uno al otro.
Una presentación del pensamiento de Bobbio a propósito de esas relaciones
puede ordenarse atendiendo a tres problemas centrales que se exponen a continuación:

1.1 Reciprocidad y simetría entre el derecho y la política


Bobbio construye su esquema de relación entre la política y el derecho a partir
de la metáfora de las dos pirámides: son dos pirámides próximas, ubicadas una al lado
de la otra, con sus vértices hacia arriba y sus bases contiguas; una representa el
derecho y la otra representa el poder. Ambas estructuran sus respectivos objetos de
manera jerárquica y estratificada, de tal modo que la pirámide del poder cuenta con
un ascenso de poderes que van de los menos fuertes hasta el poder sumo o máximo,
ubicado en el vértice; la del derecho, por su parte, tiene en la cima a la Norma
Fundamental, y de ella se desprenden todas las demás normas jurídicas en descenso
de jerarquía hasta la base. Ambas pirámides están, en principio, a un mismo nivel y
alcanzan igual altura, pero se puede establecer una leve diferencia en la cúspide entre
una y otra dependiendo de que la mirada sea desplegada por un jurista o un
politólogo, pues la cima de cada una estaría un estrato por encima de la otra según
se entienda que la soberanía es superior a la norma fundamental, o que ésta sea
superior a aquella. Obsérvese que aquí entran en juego características de enorme
significado como la organización jerárquica expresada en cada pirámide, compuesta
por estratos y coronada por las correspondientes formas de cierre de cada modelo
teórico, norma fundamental y sumo poder; y la superioridad correlativa de las
pirámides, condicionada por la perspectiva en la que se sitúe cada uno de los
observadores.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

Existe una relación de interacción dinámica la cual consiste en que al poner en


juego los criterios con los cuales puede valorarse cada una de las pirámides (en la del
poder, legitimidad, legalidad y efectividad; y en la del derecho, validez, justicia y
eficacia), se da lugar a una remisión recíproca que se establece en zig-zag, de tal suerte
que el análisis transita necesariamente de una a otra, y demanda consideraciones que
van del derecho al poder y del poder al derecho, tornando imprescindibles unos y
otros elementos. Sin duda, esta metáfora aporta unidad, y al tiempo complejidad, a
la relación que se busca esclarecer en virtud de que incluye los elementos clásicos
sintetizados que componen cada uno de los campos, según sus formulaciones teóricas
más conocidas.3
Bobbio propone un análisis de dichos criterios a partir de tres parejas cuyos
componentes guardan una relación entre sí, según su correspondencia con la teoría
general del derecho y con la teoría general de la política. Así pues, cada elemento que
conforma la pareja es un requisito del derecho o de la política.
De acuerdo con su propuesta, en la pareja “legitimidad” y “legalidad” ambos
conceptos son atributos del poder que describen dos formas diferenciables para
referirse a la conformidad de una determinada acción respecto del ordenamiento
jurídico. Se actúa legítimamente si se tiene el derecho a hacerlo de cierta manera,
mientras que se actúa legalmente si al hacerlo se respetan las reglas prescritas para
tal acción. La legitimidad presta atención al origen del poder, a su justo título para
detentarlo, de tal manera que ella permite determinar si el soberano tiene o no un
derecho fundado que correlativamente le faculta para esperar obediencia del súbdito;
mientras que la legalidad atiende a la manera específica como el poder se ejerce, al
deber de ajustarse a ciertas prescripciones en su ejercicio, que de no acatarse, liberan
al súbdito del deber de obediencia, es decir, le autorizan a liberarse de la opresión. 4
Por lo anterior puede afirmarse, usando términos propios de la teoría de la norma

3 En ocasiones, también se refiere a una sola pirámide en la que convergen elementos


propios del poder y de la norma: “El poder nace de normas y produce normas; la norma
nace del poder y produce otros poderes. Un ordenamiento jurídico puede ser visto en
su estructura jerárquica como una sucesión de normas si lo consideramos de abajo arriba,
es decir, desde el punto de vista de los asociados en su faceta de gobernados; y como
una sucesión de poderes si lo consideramos de arriba a abajo, desde el punto de vista
de los mismos asociados en su faceta de gobernantes. Pero el ordenamiento jurídico,
considerado en su conjunto, es un entrelazado de normas y poderes, de poderes que
producen normas y de normas que a su vez dan vida a nuevos poderes”. Véase: Norberto
Bobbio. “Sobre el principio de legitimidad”. Op. cit., p. 301.
4 Ibíd., pp. 298, 299.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

—“intercambiables”, a juicio de Bobbio—, que la legitimidad es la justicia del poder,


y la legalidad es su validez.
La otra pareja de la que se ocupa Bobbio es la de “justicia” y “validez”,
específicamente en la teoría de la norma. Bobbio observa que justicia y validez
cumplen, a propósito de la norma jurídica, una función similar a la que cumplen
legalidad y legitimidad respecto del poder, de tal modo que se puede hacer un paralelo
del que resulta que la justicia es la legitimación de la norma, mientras que la validez
es su legalidad. Ello le permite afirmar que “[...] del mismo modo que un poder puede
ser legítimo sin ser legal y legal sin ser legítimo, también una norma puede ser justa
sin ser válida y válida sin ser justa”.5 Bobbio encuentra que al llevar al extremo este
aserto, en la historia de la teoría del derecho se da lugar a la afirmación iusnaturalista
según la cual basta con que un derecho sea justo para que se predique su validez; o
desde un cierto positivismo ideológico, basta con que una norma jurídica sea válida
para que sea justa. Ninguna de tales afirmaciones es aceptada por el turinés.6
Por último, la pareja compuesta por “efectividad” y “eficacia” también es
introducida por Bobbio en su modelo según el cual la efectividad es predicable del
poder y la eficacia es predicable de la norma. Tal parangón le permite sostener que:
“Poder efectivo es el poder que consigue obtener el resultado propuesto; norma eficaz
es la norma observada o cumplida. La eficacia de la norma depende de la efectividad
del poder, así como la efectividad del poder depende del hecho de que las normas
sean eficaces”.7
En este punto el autor establece una correlación que incluye los tres pares de
criterios mencionados como componentes de cada una de las teorías generales a las
que se ha venido haciendo alusión. De acuerdo con él,
El parangón entre efectividad y eficacia nos permite llevar adelante por otra vía
el paralelismo entre teoría del poder y teoría de la norma. La efectividad cumple,
respecto a los requisitos de la legitimidad y de la legalidad del poder, el mismo oficio
que el requisito de la eficacia cumple en la teoría de la norma respecto a los requisitos
de la justicia y de la validez. 8

5 Ibíd., p. 300.
6 Ibíd., pp. 300, 301.
7 Ibíd., pp. 303, 304.
8 Ibíd., p. 304.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

Así las cosas, considerando la eficacia como requisito del derecho, se tiene que
la eficacia vale como alternativa de la validez si se considera el largo plazo, 9 pues la
eficacia termina convalidando la norma; ahora bien, si de lo que se trata es de
establecer la justicia de una norma, puede afirmarse que (en la larga duración) la
eficacia es una prueba o argumento a su favor.
De otro lado, si se considera la efectividad como requisito del poder, puede
afirmarse que (de nuevo en el largo plazo) el poder efectivo puede ser una alternativa
frente al poder legal en cuanto la efectividad se convierte en fuente de una nueva
legalidad. Pero Bobbio parece tener un mayor cuidado con la sustitución de la
legitimidad por la efectividad: “respecto al problema de si un poder es o no legítimo,
en cambio, la efectividad del poder, es decir, el hecho de que aquel poder cuya
legitimidad está en discusión sea habitualmente obedecido, es una prueba, solamente
una prueba, de su legitimidad”. 10
La gráfica de la próxima página, construida por Pérez Toro, 11 puede ayudar a
comprender esta metáfora.
La metáfora supone una concepción acerca de las relaciones entre el derecho
y la política según la cual ambas experiencias se encuentran en un grado de simetría
y reciprocidad que impide entenderlas como experiencias excluyentes o definidas de
modo permanente en una relación jerárquica de uno y otra. Dicho de otra manera,
en las sociedades modernas, el derecho y la política no se presentan de forma
excluyente, de tal suerte que donde haya derecho no hay política, y donde reine la
política desaparezca el derecho. Además, no sería admisible una permanente supe-
rioridad de uno y otro campo, de manera que siempre la política se encuentre en una
posición de jerarquía sobre el derecho, ni tampoco éste último se posicione definiti-
vamente sobre la política.

9 Aunque Bobbio no lo hace evidente en los comentarios próximos, parece claro que la
continuidad en el ejercicio del poder y de la obediencia es un factor decisivo para
comprender algunas de sus consideraciones. Esto no tiene nada de extraño en el campo
de la política desde que Juan Bodino definió la perpetuidad como uno de los elementos
de la soberanía. Véase: Juan Bodino. Los seis libros de la república. Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1992.
10 Norberto Bobbio. “Sobre el principio de legitimidad”. Op. cit., p. 304.
11 William Pérez Toro. Derecho constitucional colombiano. Notas de protocolo (dos). “El
derecho y la política”. Medellín, Universidad Eafit, Escuela de Derecho, 2002.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

Figura 1. Atributos del poder político y de la norma jurídica

Teoría del poder Teoría de la norma

Legitimidad
funda Justicia
(Justicia del poder) (Legitimidad de la norma)

presupone
Legalidad Validez
(Validez del poder) (Legalidad de la norma)

1. La justicia de la norma funda la legitimidad del poder; la legitimidad del poder funda
la validez de la norma; la validez de la norma funda la legalidad del poder.
2. La legalidad del poder presupone la validez de la norma; la validez de la norma
presupone la legitimidad del poder; la legitimidad del poder presupone la justicia de la
norma.

Efectividad
(Obtención de resultado) Eficacia
(Observancia regular)

1. De que el poder obtenga los resultados queridos (de que sea efectivo) depende el
acatamiento regular de las normas jurídicas (su eficacia).
2. De que las normas sean regularmente acatadas (de que sean eficaces), depende que el
poder obtenga los resultados queridos (su efectividad).

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

Con base en lo expuesto, en las sociedades modernas el derecho remite


necesariamente a la política, y la política al derecho; esto es así en todos los planos
y niveles en los que jerárquicamente se organizan tales experiencias.12 De esta forma,
la relación es de conjunción, no es una disyuntiva entre el derecho y la política (ni
todo es derecho, ni todo es política), pero tampoco alguna de las dos posibilidades de
jerarquía estable: ni siempre la política se superpone al derecho, ni siempre el derecho
se sobrepone a la política, como puede llegar a pensarse. 13
Ninguno de los ámbitos es por sí mismo contentivo del otro, como podría
resultar de la aplicación de la célebre frase del constitucionalista André Hauriou,
según la cual “El objeto del derecho constitucional se puede definir como el
encuadramiento jurídico de los fenómenos políticos”; 14 tal domesticación por siem-
pre y para siempre de la política es solo una pretensión convertida en axioma para
edificar una teoría constitucional que habría de atender exclusivamente a la pirá-
mide normativa.
La interrelación basada en los seis criterios valorativos ya mencionados hace
posible la existencia de una caja de herramientas metodológicas que permite abordar
el estudio del lugar en el que se aproximan, convergen o se tocan el derecho y el poder.
No se trata aquí, sin embargo, de un “tercer lugar”, adicional o distinto al que se suele
asignar al derecho y al poder, sino más bien de un conjunto de condicionamientos
y presuposiciones que transitan de uno a otro campo en el momento en que las normas
dan lugar a los poderes y los poderes dan lugar a las normas.

12 El mismo Kelsen enfatiza que se dedicó a escribir una “teoría pura del derecho” y no una
“teoría del derecho puro”. Sostenía que no hay un tal derecho puro, pues siempre está
mezclado con la moral, con los usos sociales, con la política.
13 La metáfora de las pirámides sugiere la asunción del modelo de organización política
moderna dominante, es decir, el Estado como soberano y el ordenamiento jurídico que
le corresponde, en especial la constitución como su cúspide. Este modelo es jerarquizado
y descendente. Por esto mismo cabe preguntar ¿qué pasa con la idea de las sociedades
complejas como sociedades “sin centro” en las cuales se disminuye la relevancia del
Estado como centro de la política y como emisor único de las normas jurídicas? ¿Cuál
sería el lugar de tales teorías generales del derecho y de la política en esa supuesta o real
actualidad? ¿Se trataría del “final de la política”, por lo menos dentro de los nichos clásicos
en que se la concibió? Sin Estado, o con un Estado no soberano, en el reino de la economía
y el mercado, ¿qué pasa con el problema del exceso no de poder sino de debilidad del
Estado, que el mismo Bobbio lee en Luhmann? ¿Quizá suma potestas y norma fundamental
se encuentran apresadas por su contexto de posibilidad que es el Estado nación, el Estado
de Derecho, tanto en su versión liberal como social?
14 André Hauriou. Derecho constitucional e instituciones políticas. Barcelona, Ariel, 1971, p. 17.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

1.2 Sumo poder y norma fundamental convergen


El modelo de simetría y reciprocidad creado por Bobbio entre el derecho y el
poder presta gran utilidad si se trata de abordar la pregunta persistente de los juristas,
usualmente formulada en estos términos: “¿en qué se funda la norma fundamental?”,
es decir, la norma última colocada en el vértice de la pirámide normativa. El pensador
turinés responde con una reflexión que involucra tres afirmaciones concurrentes: a)
es una norma que se legitima solo por su eficacia en cuanto las obligaciones que de
ella se derivan son habitualmente observadas; correlativamente, el poder que ella
instituye, que es el sumo poder, es efectivamente acatado;15 b) hay un paso del hilo
de reflexión normativo al de reflexión, en términos políticos, de tal modo que de la
validez de la norma fundamental se pasa a la efectividad del poder máximo, y
viceversa; y c) cada una de las pirámides se dinamiza por conjuntos de normas y
poderes ascendentes y descendentes.
Pareciera entonces que “sumo poder” no significa simplemente soberanía
absoluta en cuanto carente de toda atadura, máxima potencia, monopolio total, fuerza
o violencia desnuda no obstante estar en la cúspide. Tampoco la expresión “norma
fundamental” remite al punto cero de la política, al origen de los orígenes de todo
ordenamiento, al instante de la emergencia del primer poder. Ambos guardan una
cierta “dependencia” en relación con los niveles inferiores de las pirámides porque
allí se encuentran sus condiciones de posibilidad, dispersas en sus necesidades de
legitimidad, legalidad, efectividad, validez, eficacia y justicia. En otras palabras, la
condición de superioridad del poder y de fundamentalidad de la norma se explica por
las dinámicas de los ciclos de aquellos seis componentes en los niveles inferiores,
cualesquiera que sean.16

15 Lo que en parte coincide con la correspondencia entre normalidad y normatividad en la


que Herman Heller funda su teoría del Estado. Según él: “La Constitución normada
jurídicamente no consiste nunca de modo exclusivo en preceptos jurídicos autorizados
por el Estado sino que, para su validez, precisa siempre ser complementada por los
elementos constitucionales normados y por aquellos otros normados pero no jurídicos.
El contenido y modo de validez de una norma no se determina nunca solamente por su
letra, ni tampoco por los propósitos y cualidades del que la dicta, sino, además y sobre
todo, por las cualidades de aquellos a quienes la norma se dirige y que la observan”.
Véase: Herman Heller. Teoría del Estado. México, Fondo de Cultura Económica, 1997,
p. 274.
16 Desde este punto de vista, los infrapoderes y las infranormas no son inanes, están allí
y reclaman su propia cuota de eficacia, relativizando el poder fundamental, a partir de su
integración ascendente.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

De tal consideración se sigue que “norma fundamental” o “poder supremo” no


son autónomos respecto de los poderes y normas inferiores, ni están conformados
por una textura distinta. 17 El ascenso-descenso de normas y poderes corrobora una
interacción que impide hablar de inferioridades definitivas y de superioridades
incólumnes. Ningún estrato está localizado allí por siempre, ni siquiera la cima; pero
tampoco se intercambian constantemente.
Pero más importante aun es la relación específica que puede plantearse entre el
sumo poder y la norma fundamental, es decir, entre las cimas que coronan ambas
pirámides. Para Bobbio,
[El poder] mismo es el fundamento, el único fundamento de legitimidad, de la
norma fundamental. Extraña norma, verdaderamente, la norma fundamental: se la
invoca para fundar un poder del que después tiene necesidad ella misma para ser
fundada. La norma última viene así inventada para fundar el poder último al mismo
tiempo que el poder último viene requerido para fundar la norma última. Llegados
a este vértice, se puede afirmar, parafraseando un dicho célebre, que lex et potestas
convertuntur.18
Quizá éste sea uno de los textos que suele ser leído con mayor ligereza en Bobbio,
pues ha servido para deducir que en su pensamiento el derecho se reduce a la fuerza,
esto es, a la política. Nada menos cierto, y para fundamentar una postura en contrario
basta con revisar sus propias consideraciones a propósito de los elementos ya
mencionados, especialmente los de justicia, legitimidad y legalidad.
No debe olvidarse que la intención de Bobbio es la de crear un modelo que
permita articular las teorías generales del derecho y de la política, y no la de justificar
un poder de hecho en un caso determinado. Para él ninguna de las cúspides se
encuentra por encima de la otra de manera definitiva, ello depende de la mirada que
se despliegue —la de un jurista o la de un politólogo—, más bien propone una
relación de convergencia en la fundamentación recíproca, por demás, sumamente
consistente con su formulación teórica.

17 Aunque la determinación de la validez sea diferente en la norma fundamental con


respecto a todas las demás que se encuentran situadas por debajo de ella —según se verá.
De otro lado, estos planteamientos permiten retomar el ascenso de micropoderes reticulares
que conforman la soberanía en Foucault, y que posibilitan afirmar que las bases de las
pirámides están configuradas por barro que cedería fácilmente al peso metálico excesivo
de sus vértices. Se trataría entonces de poderes inferiores, ascendentemente fundacionales,
aunque no soberanos.
18 Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución a la teoría del derecho. Op. cit., p. 303.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

Para precisar lo anterior se puede decir que: a) en el modelo bobbiano no se


admite ningún tipo de superioridad estable, ni del poder ni del derecho; b) se trata
de la correlación entre las dos teorías generales, y no de una alusión a episodios o
experiencias concretas; y c) no debe descontarse la perpetuidad o estabilidad propia
de la política y el derecho al momento de introducir consideraciones particulares, de
tal modo que las respectivas de justicia, legalidad y legitimidad cuentan a propósito
de la fundamentación de la norma y el poder últimos. Quienes aducen, pues, una
reducción del derecho a la política olvidan tales consideraciones y endilgan a Bobbio
algo que no dijo: que el derecho sólo es fuerza.
Convergencia significa que llegados a la cúspide de ambas pirámides, el sumo
poder requiere invocar la norma última como su propio fundamento, por lo menos
formalmente; y correlativamente, que una norma fundamental requiere del poder para
ser tal. Ninguno de ellos puede prescindir del otro en las sociedades modernas
jurídicamente organizadas so pena de dejar de ser lo que son, es decir, la cúspide de
la respectiva pirámide, ya sea porque se los excluya de su respectivo orden piramidal
o se los coloque en un estrato inferior. Si el sumo poder deja de fundamentarse en
el derecho, tarde o temprano será “derrocado”; si la norma fundamental no se funda
en el poder máximo, tarde o temprano será “derogada” o simplemente inobservada.

1.3 Órdenes respaldadas por amenazas o reglas acerca de la fuerza


Este sin duda es uno de los puntos nodulares que ha sido abordado en el nexo entre
el derecho y la política. Para Bobbio, se reitera, el poder es el principal elemento en común
entre el derecho y la política. Desde allí, trata de responder a la pregunta por el lugar del
poder —sustrato último de la política— en relación con el ordenamiento jurídico.
Sintéticamente, esto se expresa en la pregunta por el derecho como “órdenes respaldadas
por amenazas” o “reglas acerca de la fuerza”, es decir, si el poder simplemente respalda
al derecho en la obtención de sus diversos contenidos, de tal suerte que el poder está por
fuera del derecho (fuerza bruta aplicada a razones jurídicas, por ejemplo), y su contenido
es cualquier otra cosa, pero en todo caso no el poder; o si, por el contrario, el poder
constituye la sustancia del derecho y, en consecuencia, su contenido característico es el
poder y nada más. El dilema es, entonces, poder por fuera del derecho o poder dentro del
derecho; en otras palabras, poder instrumental respecto de unos muy diversos fines, o
poder como el objeto específico de regulación del derecho. Bobbio suscribe la construcción
kelseniana, inspirada en Ihering, de acuerdo con la cual el derecho consiste en “reglas
acerca de la fuerza” y no en “órdenes respaldadas por amenazas”.
En relación con este tema, es lamentable que sea un debate hoy olvidado, a pesar
de la importancia que cobró hacia mediados del siglo XX en Europa y Estados Unidos.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

La posición que Bobbio defiende no fue propiamente vencida, sino más bien olvidada,
en buena parte por las recientes tendencias axiologizantes en el estudio del derecho19
(hoy dominantes), es decir, aquellas preocupadas por establecer el contenido del
derecho en términos materiales; por ejemplo, las que insisten en que —o conducen a
que— su materia preferente o más relevante sean los principios o los derechos
fundamentales. Esto es lamentable porque, seguramente sin que se lo propusieran esas
tendencias, el derecho resultó siendo axiologizado pero al mismo tiempo despolitizado,
dado que se descargó todo el interés en una cierta preocupación filosófica acerca de cuál
debía ser su contenido, y se desestimuló la preocupación relativa a su relación con el
poder, el cual fue expulsado —otra vez— del territorio de la metodología del derecho
hacia el campo de estudio propio de la teoría y la ciencia política. Al parecer permitió
consigo que la sospecha que tradicionalmente profesaron los constitucionalistas a
propósito del derecho y su relación con el poder fuera sustituida por la expectativa en
materia de sus contenidos éticos, de tal manera que “la reforma” se transformó en el
problema central. Otra consecuencia consiste en que el derecho adquirió cierta legitimi-
dad derivada exclusivamente de sus contenidos materiales, excusándose en mucho su
conexión con la realidad del poder o, en ciertos casos, su puesta en marcha.
Bobbio, como casi todos los teóricos del derecho y aun los sociólogos, observa
que la vida moderna es una vida altamente normatizada, aconductada, disciplinada,
no solo desde los enunciados normativos positivizados, sino también en la realidad
que intentan o afirman regular, aunque aquellos y ésta mantengan siempre un déficit
de articulación.20 Las personas permanecen y transitan numerosos ámbitos normativos
que componen y dan sentido a sus existencias, sistemas o microsistemas definidos,

19 Principalmente derivadas de algunos efectos propios del conocido “debate Hart-Dworkin”,


que concluye con la afirmación de que el derecho no solo se compone de reglas sino
también de principios.
20 Desde luego que ese déficit de articulación depende del sentido que le demos a una tal
ineficacia, que siempre debe considerar de qué realidad se habla y de cuáles aspiraciones
acerca de ella. Así, por ejemplo, Pérez Toro afirma que “[...] suponer que el derecho sí
es una respuesta a problemas de la realidad, que las reformas sí afectan las prácticas, que
cambiando las normas sí se incide en la realidad, puede ser una clave contextual importante.
Desde luego, esa suposición implica precisar cuáles problemas, cuáles prácticas, cuál es
la realidad de la que predicamos relación directa con el derecho. Seguramente estemos
aludiendo a la realidad que vive el reformador; a las prácticas que interesan a quien
‘define’; a los problemas que detecta quien tiene en mente un proyecto determinado, y
en las manos unos recursos disponibles”. William Pérez Toro. “Derecho y contexto”.
Medellín, Universidad de Antioquia, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Grupo de
discusión de la Maestría en Derecho, septiembre de 2003.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

entre otras cosas, por reglas que definen su propio orden y que determinan convenciones
explícitas o implícitas acerca de cómo desenvolverse en su interior: reglas de la
gramática, disposiciones acerca de los juegos, reglas de la lógica, de la moda, de la
estética. Son escenarios sociales o formas de organización del saber en los cuales se
regulan determinados comportamientos susceptibles de ser caracterizados de manera
diferenciada. Cabe preguntarse entonces, para establecer una distinción que logre
individualizar aquello que es el derecho: ¿existe un tipo de comportamiento que, a
diferencia de cualquier otro comportamiento, constituya el contenido propio de las
reglas jurídicas? ¿El derecho es la regla de qué tipo de comportamiento en particular?
El punto de partida de Bobbio se encuentra en la pregunta que se dirige a establecer
cuál es el contenido de las normas jurídicas.
Tal indagación se hizo persistente a lo largo del siglo XIX y principios del XX,
y efectivamente recibió numerosas respuestas, algunas de las más importantes fueron
las siguientes:
El contenido de un ordenamiento jurídico sería muy variable, pero podrían
identificarse temas como la libertad, la igualdad material, la dignidad humana, la
solidaridad o la justicia. Esto en buena parte dependía de las adscripciones personales
de cada uno de los tratadistas que intentaron hallar la respuesta, las cuales de una u otra
manera eran reconducibles al tipo de Estado o de ideología última que los inspiraba. Esta
respuesta tuvo grandes obstáculos para ser aceptada, no solo por la dificultad para
precisar el contenido de cada contenido, es decir, aquello a lo que se alude cuando se
dice libertad, igualdad, derechos fundamentales; sino porque otros tipos de órdenes
normativos —por ejemplo la moral— podían tener esos mismos valores e ideales como
su respectivo contenido, y en consecuencia no era posible distinguir el derecho de la
moral o, incluso, el derecho de los usos sociales. Todos ellos podían y pueden estar
integrados por normas alusivas a tales valores u objetivos, y por tanto de ahí no se podía
extraer un criterio distintivo, sino más bien de aproximación.
También se llegó a responder que la característica última del ordenamiento
jurídico estaría localizada en la estructura formal de las reglas que lo integraban, esto
es, el ordenamiento jurídico tendría su propia estructura formal, que podría reducirse
a la lógica mínima del supuesto y la consecuencia, de tal suerte que la expresión “Si
A entonces B” caracterizaría al derecho. Pero este tipo de enunciado puede encajar
con las formulaciones propias de las leyes naturales (“si un metal se somete al calor,
se dilata”) o con cualquiera de los enunciados normativos de otras formas no jurídicas
(“si el balón atraviesa la línea de meta, es gol”). Es decir que por esta vía no es posible
individualizar el derecho respecto de las leyes naturales y las reglas de los juegos.
Importa, para este estudio en particular, que en tales construcciones teóricas la fuerza
no ocupaba ningún lugar importante para la caracterización del derecho.

100
Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

El problema de la fuerza —coacción— que garantizara tales contenidos era otra


cosa, que se encontraba por fuera del derecho, en último término en las instituciones
que detentaban el monopolio de la violencia estatal, y que de cierta manera eran
—y son— percibidas como el lado oscuro del Estado y del derecho. Al estudiar el
derecho se podía prescindir de cualquier tipo de consideración alusiva a la fuerza, al
poder, a la coacción. Esta separación efectuada entre derecho y fuerza aportaba y
aporta, sin duda, legitimidad al derecho en virtud de que facilitaba predicar respecto
de él características como la razón, mientras que la fuerza era sólo violencia neta. En
el Estado de derecho, por ejemplo, la fuerza legítima era última ratio, es decir, el
extremo al que se vería impelido el Estado para obtener obediencia, mientras que en
los Estados de corte autoritario o totalitario perfectamente podría ser usada como
primera ratio, claro, en detrimento de su legitimidad.
Con base en estas consideraciones, Bobbio distingue tres respuestas tradicional-
mente ofrecidas si se trata de establecer las relaciones entre el derecho y la coacción:
La primera respuesta entiende a la coacción como elemento esencial instrumen-
tal: es decir, el derecho consiste en órdenes respaldadas por amenazas; los destina-
tarios de tales órdenes no son los ciudadanos sino los órganos del Estado encargados
de ejercer la coacción; ese tipo de normas son conocidas como normas primarias, y
ellas constituirían el verdadero derecho. Las normas secundarias estarían dirigidas a
los ciudadanos y, en una sociedad libre, básicamente contendrían derechos, de tal
modo que la entidad normada es el Estado y no los individuos; es decir, en el ideal
de una sociedad liberal en la cual el Estado se encuentra limitado y el ciudadano
liberado, al primero corresponden básicamente las competencias regladas y al segun-
do los derechos en su versión “negativa” de no intervención.
Los numerosos argumentos en contra de esta solución pueden ser reducidos así:
a) la observancia espontánea del derecho por parte de sus destinatarios conduciría, a
juicio de Ehrlich, a una ausencia de necesidad de la sanción, pues de hecho las personas
acatan el derecho;21 b) existen numerosas normas sin sanción en todo ordenamiento
jurídico, lo cual da lugar a que se pueda sostener que la sanción es inexistente respecto

21 Se trata de la observancia espontánea por los individuos de las conductas previstas sin
consideración a la sanción. Kelsen se opone a esta crítica el argumento de que ello no
es incompatible con la elaboración de la teoría porque la afirmación y la teoría están en
planos distintos: la primera se refiere a las razones por las cuales los individuos actúan
de una u otra manera; la segunda, a la técnica especial de control social que entra en
funcionamiento cuando los individuos actúan de otra manera. Además, la observancia
espontánea carece de importancia si no es general y constante, pero de hecho no es así;
si lo fuera, el orden jurídico sería otra cosa.

101
Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

de cada norma que integra el ordenamiento salvo algunas de ellas, en este sentido no
hay sanción (Hart),22 y c) si cada norma remite a su superior para fundamentar el origen
de la sanción, se hace imposible establecer un fundamento para la norma última
fundamental (Thon)23. Se suelen unir estos argumentos para definir al derecho sin
considerar la coacción, pero ellos aunque han hecho carrera no son admisibles, como
puede verificarse en las respectivas notas al pie de página en este texto.
Sin embargo, otra crítica resulta insuperable para aquella primera respuesta
tradicional distinguida por Bobbio (“el derecho consiste en órdenes respaldadas por
amenazas”) y da lugar a la aceptación de la posición que defiende Bobbio: “Conside-
rado el derecho como el conjunto de las normas dirigidas a los jueces o a los órganos
ejecutivos, la coacción ya no podía ser considerada como el medio para realizar el
derecho, sino que debía ser consecuentemente considerada como el contenido mismo
de las normas jurídicas”.24
La segunda respuesta tradicional identificada por Bobbio entiende a la coacción
como elemento no esencial en el derecho, es decir, sostiene que el derecho no tiene
una relación con la coacción (ni instrumental ni material) que lo caracterice. Se trata

22 La crítica afirma que existen normas no sancionadas. A ella se ha respondido que las
normas no sancionadas no son normas jurídicas, lo que conduciría a que se excluyera
buena parte de las normas secundarias. Pero desde Kelsen, la respuesta es que las normas
secundarias serían precisamente las jurídicas porque regulan directa o indirectamente la
fuerza. “Si acaso, esta teoría puede encontrarse en dificultades para calificar como normas
jurídicas a las normas primarias; pero consigue evitar bastante bien el obstáculo considerando
a las normas primarias como reglas que establecen las condiciones suficientes para entrar
en funcionamiento las normas secundarias”. Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución
a la teoría del derecho. Op. cit., p. 333. En cambio, la postura kelseniana tiene la ventaja
de que da una explicación de las normas primarias en cuanto normas suficientes pero
no necesarias, mientras las construcciones a las que se opone no logran explicar las
normas secundarias.
23 Afirma la crítica que para la teoría tradicional es muy difícil explicar que sean jurídicas las
normas sin sanción, especialmente la del vértice. “Cuando llega al vértice, en efecto, la
teoría tradicional se ve forzada a contradecirse sosteniendo que, contemplando al derecho
desde el punto de vista del poder supremo y no ya desde el de los ciudadanos, la fuerza
no está al servicio del derecho sino que el derecho está al servicio de la fuerza. De esta
contradicción solo puede salir con un sofisma dialéctico: fuerza y derecho se condicionan
entre sí”. Por el contrario, la postura kelseniana, defendida por Bobbio, sostiene que si
es cierto que la coacción es el contenido de la reglamentación jurídica, las normas en el
vértice que atribuyen a los órganos supremos la disponibilidad del poder coactivo son
las normas jurídicas por excelencia. Véase: Ibíd., p. 333.
24 Ibíd., p. 331.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

de afirmar que el derecho es un fenómeno social muy complejo y por ello muy difícil
de aislar como experiencia específica, pero además, como forma de control social no
puede reclamar una instrumentalidad exclusiva de la coacción, por cuanto ella se
encuentra presente en otras expresiones del control social. Es la crítica presentada
desde la sociología, la cual se compone de diversos matices y argumentos, pero, a
juicio de Bobbio y de Kelsen, adolece de dos problemas: por una parte, confunde las
órbitas diferenciadas del “ser” y del “deber ser”; por otra, impide una distinción del
derecho con respecto a otras formas de control social. La órbita del “ser” es el objeto
propio de las ciencias sociales, y se dirige a dar respuesta a preguntas del tipo de cómo
opera el derecho en la realidad, por qué obedece la gente, cómo se aplica el derecho;
de manera que es un saber descriptivo y constatable a través de los diferentes métodos
de las ciencias sociales. Mientras que la esfera del “deber ser” es el objeto propio de
la ciencia del derecho, y su objeto de estudio es el ordenamiento jurídico en su
conjunto; se trata de un saber descriptivo de normas.
Dice Bobbio que nadie hasta ese momento había tenido éxito al determinar el
contenido del derecho, aunque advierte que desde el siglo XIX Ihering había formu-
lado la idea básica que inspiró a Kelsen, según la cual “El derecho es el conjunto de
las normas coactivas vigentes en un Estado”; mientras que en un sentido diferente
Austin definió el derecho como un tipo de mandato que de no ser acatado por el
destinatario, éste se expone a sufrir un mal por parte de quien manda. 25
La tercera respuesta entiende a la coacción como elemento esencial material: es
la postura de Kelsen, seguida por Bobbio, que consiste en afirmar que el derecho es
un conjunto de reglas acerca de la fuerza. 26

25 Ibíd., p. 327. ¿Podría plantearse entonces una distinción al interior de los diferentes
segmentos jurídicos, por ejemplo, cuál sería la especificidad del derecho penal o el
policivo frente al comercial, civil, de familia? ¿Podrían establecerse reglas de interacción
entre esos bloques normativos, por ejemplo, que unos garantizan a los otros?, ¿que en
la regulación social unos son instrumentales a los otros?, ¿que unos son más intensos o
directos que los otros en el contenido de la fuerza? Pareciera como si el estudio del
derecho desde una teoría general dejara insatisfechos interrogantes acerca de la segmentación
interna del ordenamiento jurídico.
26 Conviene recordar que el supuesto de Bobbio es el del Estado moderno, en cuanto, como
se verá más adelante, ha establecido un poder monopólico de la coacción en un determinado
territorio y sobre una población definida, de tal manera que las formas de organización política
que no presenten tales rasgos, resultan tan problemáticas como interesantes frente a esta
construcción teórica. Por ejemplo, ¿hay derecho al interior de las guerras? ¿Qué pasaría con
los mandatos/reglas entre guerreros?, ¿son aquellos derecho? ¿Podría establecerse alguna
diferencia entre el derecho que interviene en la paz y el derecho que interviene en la guerra?

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

En su Teoría pura del derecho, Hans Kelsen marca una clara distancia respecto
de las posturas enunciadas atrás, por una razón que puede ser expuesta de dos
maneras: en primer lugar, no admite que la coacción sea descontada para caracterizar
el derecho; en segundo lugar, no admite que si se la considera, ella quede situada por
fuera de aquél. Con Kelsen la respuesta según la cual la coacción es un instrumento
al servicio de los fines del derecho, apareció como insatisfactoria e incorrecta; para
él “[La teoría general del derecho] no se refiere a los motivos reales de la conducta
de los individuos sometidos al orden jurídico, sino al contenido de éste [...]”; o
también, “Una norma es jurídica no porque su eficacia esté asegurada por otra que
establece una sanción; es jurídica en cuanto establece ella una sanción. El problema
de la coacción (compulsión, sanción) no es un problema de aseguramiento de la
eficacia de las normas, sino un problema sobre el contenido de las mismas”. Es por
ello que Kelsen prefiere el término “coercibilidad”, que subraya mejor la posibilidad
de recurrir a la violencia legítima, en lugar de “coerción”, que se refiere al hecho actual
de su ejercicio.
Si se atiende a la formulación de esta postura de Bobbio, “[...] el ámbito del
derecho queda reducido: no regula ya todos los comportamientos humanos que
tienen alguna relación con la vida en sociedad, sino exclusivamente los comporta-
mientos coactivos, es decir, los comportamientos dirigidos a obtener, mediante la
fuerza, ciertos resultados”. A la pregunta anteriormente formulada: “¿de qué compor-
tamiento el derecho es la regla?”, la respuesta consiste en decir que la fuerza —el poder
coactivo— es el objeto específico de regulación del derecho, y ninguna otra cosa.27
Y concluye Bobbio: El derecho, en cuanto conjunto de normas que disciplinan
el uso de la fuerza, tiene respecto al poder coactivo, que es el objeto de la reglamen-
tación, principalmente cuatro funciones: a) determinar las condiciones en las cuales
el poder coactivo puede o debe ser ejercido; b) las personas que pueden y deben
ejercerlo; c) el procedimiento con que debe ser ejercido en esas determinadas
circunstancias y por esas determinadas personas; d) el quantum de fuerza de que
puede y debe disponer quien, observando ciertos procedimientos, está encargado de
ejercer en determinadas circunstancias el poder coactivo. “Decir que el derecho es la
regla de la fuerza significa, en otras palabras, decir que el derecho es el conjunto de
las normas que regulan el cuándo, el quién, el cómo y el cuánto del ejercicio del poder
coactivo”.28

27 Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución a la teoría del derecho. Op. cit., p. 331.
28 Ibíd.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

Cuando a Kelsen se le ha objetado que no todas las normas que integran el


ordenamiento jurídico imponen deberes y sanciones, y que de acuerdo con su
clasificación muchas de ellas no serían normas, él ha respondido que en ese caso no
se trata de normas sino de “fragmentos de normas”, cuyo componente coactivo se
encuentra en otras normas del ordenamiento jurídico. Esta respuesta no fue aceptada.
Con toda razón, Carlos Gaviria Díaz ha escrito al respecto que “Tal perspectiva
analítica es, desde luego, sostenible, pero sumamente complicada y artificiosa, como
dictada por el afán, exageradamente simplista, de preservar, a ultranza, un monismo
jurídico normativo”. 29
Un ajuste a la formulación kelseniana propuesto por Norberto Bobbio posibilita
mantener la afirmación según la cual la coacción es el contenido específico del
derecho. Él observa que cuando Kelsen —y con él Olivecrona y Alf Ross— habla de
la fuerza como objeto de reglamentación, apunta no a las normas particularmente
consideradas sino al ordenamiento en su conjunto y, por tanto, su definición de
derecho vale como criterio para distinguir no ya una norma jurídica de una no jurídica,
sino un ordenamiento jurídico de otros ordenamientos no jurídicos. La teoría
kelseniana se dirigía de las normas particulares al ordenamiento jurídico; Bobbio, en
cambio, parte del ordenamiento jurídico a las normas que lo componen.
La ventaja de que se defina como jurídico a un ordenamiento —es decir, en
conjunto, según la propuesta bobbiana— atendiendo a la fuerza como su contenido
propio, está en que la determinación de una norma en particular como jurídica
depende exclusivamente de demostrar su pertenencia al respectivo sistema general
u orden normativo, es decir, mediante el criterio de la validez a propósito de esa norma
particular, y no asignándole a cada regla del ordenamiento un contenido específico
de la fuerza, que por supuesto no tiene cada una de ellas. Es cierto que los criterios
usados son distintos si se trata de definir la juridicidad del sistema —coactividad como
objeto— y la de una norma en particular —pertenencia al sistema—, pero esto no
menoscaba el carácter unitario de la postura teórica que Bobbio y Kelsen defienden,
y mucho menos evidencia alguna contradicción en su formulación, porque cada uno
de los dos criterios no definen dos tipos de normas por separado, sino que el primero
se dirige a determinar qué es un ordenamiento jurídico, mientras que el segundo se
dirige a esclarecer qué norma en particular le pertenece.30 En el primer caso se puede
establecer el perímetro de juridicidad de un sistema normativo, de tal manera que por

29 Carlos Gaviria Díaz. Temas de introducción al derecho. Medellín, Señal Editora, 1992, p.
115.
30 Alfonso Ruíz Miguel (editor). Contribución a la teoría del derecho. Op. cit., p. 335.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

fuera de él ya no se puede hablar de derecho, aunque sí de otros tipos de orden y


ordenamientos; en el segundo, se puede establecer cómo una cierta norma particular
pertenece a ese sistema, es decir, qué la hace específicamente jurídica, especialmente
localizada en el interior del perímetro de su propio sistema.
De todo ello se sigue que no es posible establecer qué es el derecho si nos
determinamos a un procedimiento que parta de cada norma en particular, y que al
sumarlas se complete el sistema jurídico. La regla de derecho o la norma particular,
con todo y que es muy importante como parte constitutiva de aquél, no permite por
sí sola responder a la pregunta qué es el derecho, pues ella misma requiere de un
análisis de pertenencia al sistema jurídico que precisa de un juicio de validez. Se
transita entonces del sistema a la norma, primero caracterizando aquel por su
contenido específico: la fuerza; segundo, caracterizando aquellas por su pertenencia
al sistema: la validez.
Un problema particularmente importante para las relaciones que se pueden
plantear entre derecho y política a propósito de la tesis defendida por Kelsen y Bobbio,
vinculado además con el contenido de las normas jurídicas, y que guarda también una
relación directa con la metáfora de las pirámides próximas, ha sido formulado de la
siguiente manera: si el derecho consiste en mandatos acerca de la fuerza —y aun, en
órdenes respaldadas por amenazas—, ¿qué permite diferenciar el mandato de un
ladrón (“la bolsa o la vida”) del mandato de las autoridades (“debes pagar los
impuestos”)?31
Al situarse frente al problema y tratar de buscarle respuestas cobra mucha
importancia la distinción entre seguidores del derecho natural y seguidores del
positivismo jurídico. Para los iusnaturalistas la respuesta a la pregunta no representa
dificultad alguna, pues el mandato del ladrón no es derecho porque es injusto. Para
ellos, el derecho siempre debe coincidir con la justicia, o no es derecho. Pero esta
respuesta que parece tan obvia también cabe a propósito de los impuestos, que si son
tenidos por los iusnaturalistas como injustos, deberían concluir que la norma jurídica
que los declare no es derecho, así pertenezca a un sistema jurídico usualmente tenido
como tal. De esta manera el iusnaturalismo no aporta mucha claridad en cuanto desde
su perspectiva el derecho es deducido de Dios, de leyes de la naturaleza o de alguna
razón objetiva eterna, o se encuentra inscrito en el corazón de los hombres. Se trata
de una respuesta fundada no en el conocimiento de qué sería el derecho, sino en el
reconocimiento sobre aquello que es justo.

31 Las siguientes consideraciones se basan en el texto de Norberto Bobbio. “El poder y el


derecho”. En: Origen y fundamentos del poder político. México, Grijalbo, 1984, pp. 19-
36.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

La pregunta por la distinción entre el mandato de una autoridad legítima y el


mandato del ladrón, se le presenta entonces al positivismo jurídico. Su respuesta, en
términos de Bobbio, se compone de las siguientes formulaciones: el derecho es
producido por un poder que a su vez es derivado del derecho, por lo menos
formalmente; o en términos de Kelsen, el poder del Estado es diferente a todos los
otros poderes porque el del Estado está regulado jurídicamente, tiene carácter
normativo.
Esto es así porque Kelsen distingue entre sentido objetivo y subjetivo del
mandato, es decir, el ladrón sabe que su mandato es subjetivo, y además ese mandato
no puede ser interpretado objetivamente. Expresado de otra manera, la orden dada
por un funcionario estatal es objetivamente ordenamiento jurídico porque es reconducible
mediante exámenes de validez hasta lo alto de la pirámide normativa, en cuya cúspide
se encuentra la norma última que cierra el sistema o norma fundamental. Por contraste,
la orden del ladrón no se deriva de un orden que pueda ser denominado como
jurídico, no solo porque él mismo así lo sabe, sino porque el juicio de validez acerca
de esa orden no permite establecer su pertenencia a un sistema jurídico. Ahora bien,
apunta Bobbio que si el mandato del funcionario es diferente del mandato del bandido
por la autorización, entonces la connotación del derecho se hace a través de la
cualidad específica de la norma jurídica, más que del poder.
El autor al que nos aproximamos se indaga ¿qué ocurre cuando la banda es
organizada? ¿Hay poder autorizado cuando se trata de los terroristas o del grupo
revolucionario? Aquí aparece una reflexión que desarrolla consideraciones entre lo
que se podría denominar puntos intermedios entre el Estado y el “bandido”, quizá de
mucho interés para los análisis de la política y el derecho en Colombia y a propósito
de las órdenes y mandatos de las organizaciones que no pueden ser tenidas en rigor,
ni como el Estado; o que no forman parte del orden, ni como el ladrón. Es decir, esos
puntos intermedios que podrían ocupar, en algunos momentos, ciertas bandas
organizadas, guerrillas y paramilitares.
La respuesta a este difícil cuestionamiento no puede circunscribirse a una orden
aislada —la del ladrón—, de manera que Bobbio, con base en Kelsen, se plantea el
problema de la validez de todo el ordenamiento jurídico y no de una parte. Desde ahí
afirma que tales mandatos son válidos si las normas jurídicas son observadas a grandes
rasgos, es decir, si el ordenamiento jurídico en su conjunto es efectivo. Pero esa
efectividad general depende de un poder capaz de imponerla. Un ordenamiento
jurídico requiere —por serlo— poder de creación y aplicación de sus mandatos, eso
es lo que le falta a la banda, a los terroristas y al grupo revolucionario: pueden crear,
pero no aplicar generalmente la norma jurídica. Y no lo pueden hacer, quizá, porque

107
Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

no están en capacidad de crear el perímetro jurídico del ordenamiento de tal manera


que una determinada orden sea susceptible de ser derivada de él o inscrita en su
interior. Desde luego que considerada la larga duración propia de la política, estos
poderes podrían llegar a establecer su propio perímetro de juridicidad, como seguro
ocurrió con todos los poderes constituidos y estables que hoy se tienen como legítimos.
Bobbio, en su construcción teórica, no solo no se ocupa de desarrollar ese tipo
de puntos intermedios, sino que también deja a un lado los fenómenos del tipo de
la transición política, el quiebre de las democracias, los momentos revolucionarios,
las rupturas en la continuidad del poder, en los cuales no es fácil definir, usando su
modelo, qué es el derecho. 32 Sin embargo, anota que los poderes en pugna, que
pueden ser entendidos como poderes de hecho, no tardarán en recurrir a la legalidad
o en intentar recuperarla, de haberla perdido.
El autor concluye que el positivismo jurídico está atravesado por esa remisión
recíproca que va del poder al derecho y del derecho al poder, lo cual significa que tal
concepción sí logra establecer una distinción entre poder de hecho —ilegítimo— y
poder de derecho —legítimo— en cuanto se ejerce en el marco de la legalidad que le
controla. De ahí que entre el mandato del ladrón y el de las autoridades sí sea posible
establecer una diferencia si se parte del positivismo jurídico; pero también lo es en el
caso de las modalidades intermedias en el ejercicio del poder, por cuanto sus mandatos
concretos serán calificados como jurídicos si se demuestra su pertenencia a un
determinado orden jurídico, para lo cual se requiere efectuar a propósito de tales
poderes un análisis que involucre elementos propios de la teoría general del derecho
y de la teoría general de la política; es decir, responder acertivamente a las indagaciones
propias de la legitimidad, efectividad y legalidad, y a las de la validez, eficacia y justicia.
La constatación en la existencia de todos esos elementos, excepto quizá el de la validez,
es un asunto de grados, aun en los estados de derecho mejor constituidos.

2. La función promocional del derecho33


Conviene recordar que el punto de partida de las reflexiones presentadas hasta
aquí es asumido y formulado por Bobbio durante la década del cincuenta, y extendido
hasta antes de 1969. En lo que se refiere al derecho, se trataba de una teoría general
32 Su texto “Cambio político” no se ocupa de establecer esta relación. Véase: Norberto
Bobbio. “Cambio político”. En: Michelangelo Bovero (editor). Teoría general de la política.
Madrid, Trotta, 2003, pp. 617-681.
33 En Bobbio, el desarrollo de este tema corresponde a Dalla struttura alla funzione. Nuovi
studi di teoria del diritto. Op. cit. Sin embargo, su enunciación inicial es previa, como se
verá enseguida.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

con una perspectiva intrasistémica centrada —aunque no exclusivamente— en el


análisis estructural; mientras que en el campo de la política, el método de aproxima-
ción fue el de una teoría general, de corte analítico aunque recurrió a elaboraciones
filosóficas. En cualquier caso, los enfoques no se desplazaron hacia la sociología, ni
del derecho ni de la política; por el contrario, él pareció rechazar los enfoques propios
de la sociología del derecho.
A partir de 1960, Bobbio explora un enfoque sociológico —concretamente el de
la sociología empírica— para estudiar el derecho, y en parte también la política, en
lo que hace relación al tema de la fuerza, la coerción y la obediencia, es decir, en
aquello que la une de manera prioritaria al derecho. 34 Este enfoque trae consigo un
cambio en el lenguaje y en las metáforas recurridas. En adelante sus escritos no
recurren a la imagen de las pirámides; tampoco prioritariamente a los conceptos de
legalidad, legitimidad, efectividad, validez, eficacia y justicia. El nuevo lenguaje es el
de la sociología, con el cual los conceptos de función, control social, obediencia,
acción, entre otros, adquieren centralidad en su trabajo.
Una síntesis de las posturas que constituyen el nuevo interés de Bobbio en lo que
respecta al estudio de las relaciones que se dan entre el derecho y la política, puede
expresarse en los siguientes puntos:
El origen de sus reflexiones está condicionado por la transición histórica que va
del Estado liberal al Estado de Bienestar, y que implica un cambio decisivo en materias
muy diversas: el Estado liberal se caracteriza —por lo menos si se consulta su modelo
teórico— por ser un Estado mínimo en sus dimensiones, centrado en el órgano y la
función legislativa, definido por la abstención y la no intervención, es decir, por el
respeto de las libertades en sentido negativo, basado en el valor de la libertad, neutro
frente a las alternativas de los proyectos de vida de sus asociados, obligado a

34 “Aceptando como especialmente relevante la distinción entre estructura y función del


derecho, para distinguir los dos puntos de vista principales desde los cuales se puede
analizar el universo jurídico, cabe decir sin inhibiciones que los estudios de teoría general
de los que he hablado tuvieron en común el interés predominante por los problemas de
la estructura. Igual ocurre con los míos. Mi interés por los problemas de la función del
derecho ha sido desde entonces permanente: en 1960 apareció en los Estados Unidos,
en un volumen de varios autores, titulado Reason, Law and Justice, mi artículo “The
Promotion of Action in the Modern State”, en el cual observaba que, en el Estado social
contemporáneo, el derecho ya no solo tenía la función esencialmente negativa de
proteger los derechos de los ciudadanos y de reprimir sus violaciones, sino que había
asumido también la de impulsar las actividades socialmente útiles, recurriendo a sanciones
positivas (premios e incentivos), superficialmente consideradas en la teoría general”.
Norberto Bobbio. Teoría general del derecho. “Introducción”. Bogotá, Temis, 1992.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

intervenir en el orden social sólo en circunstancias extremas y por ello facultado para
recurrir a la fuerza únicamente como recurso extremo, lo que implica que la estructura
del ordenamiento jurídico gira alrededor del concepto de obligación, de la sanción
negativa y del proceso penal.
Por su parte, el Estado de Bienestar se caracteriza, atendiendo a su modelo
teórico, por ser un Estado de dimensiones extensas si se toma en cuenta su composición
burocrática, más centrado en la administración pública y en la noción de servicio
público, definido por la intervención positiva en favor de derechos económicos y
sociales, basado en el valor de la igualdad y de la justicia social, éticamente inclinado
por modelos de vida de satisfacción material, obligado a intervenir en el orden social
con actividades de promoción y dirección, especialmente en el campo del mercado;
cuyo poder no se centra en la fuerza como último recurso —a la cual desde luego no
renuncia— sino en las sanciones positivas, es decir, en premios e incentivos.
A juicio de Bobbio, quien asume las consideraciones de Genaro Carrió, en el
sentido de que la teoría del derecho es prisionera de un concepto del derecho que
presupone la imagen simplista de un Estado que solo legisla y arbitra (a la manera del
Estado gendarme), es necesario redefinir los métodos de estudio del derecho que sean
útiles para el estudio de un objeto significativamente diferente. Así pues, un cambio
en las instituciones da lugar a un cambio en el método de estudio del derecho.
La afirmación central que constituye el punto de partida es que el enfoque
estructural es insuficiente para dar cuenta del derecho propio del Estado de Bienestar.
Esto es así, por cuanto los estudios que se centran en el análisis estructural del
ordenamiento jurídico solo eran capaces de revelar algunos aspectos propios del
derecho, derivados de la centralidad que en sus estudios se concedía a la obligación,
la sanción negativa y el recurso a la fuerza para respaldar el derecho, o como
contenido del mismo.
El análisis estructural del derecho sólo consiguió aproximarse a la política por
la vía del poder, entendido como coacción o como coercibilidad, es decir, fuerza
actual o potencial.35 Desde luego, tal conclusión tenía la ventaja de no desconocer

35 “En la concepción en la que el Estado asume la función de guardián del orden público,
el derecho se convierte poco a poco en el derecho penal; y una de las características del
derecho penal es precisamente que está compuesto primordialmente de normas negativas.
Una vez considerado el fenómeno jurídico en su totalidad bajo el exclusivo ángulo visual
del derecho penal, la teoría del derecho como conjunto de normas negativas aparece más
plausible o, al menos, menos excéntrica (aunque continúa siendo falsa).” Norberto
Bobbio. “XVIII. La función promocional...” , pág. 373.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

la fuerza-poder como elemento de la política, pero terminaba mostrando su insuficiencia


si se convertía en el camino a través del cual se caracterizaría el derecho. El enfoque
estructural presentaba la ventaja de estudiar el derecho tomando en cuenta la
fuerza, pero se detenía en el preciso momento en que aparecían otras funciones que
no se limitaban a responder quién puede hacer uso de la fuerza, hasta dónde,
mediante qué procedimientos, etc.
Pero como ya se ha dicho, el Estado de Bienestar ensancha su propia organi-
zación y centra sus actividades en cumplir una inmensa cantidad de funciones que
buscan promover el mejoramiento de las condiciones materiales de la población. De
esta manera, la función promocional del derecho cobra importancia en el pensamien-
to de Bobbio, quien propone un enfoque tomado de la sociología empírica para
abordar el nuevo objeto de estudio.
Desde tal perspectiva asume la noción de control social como comprehensiva
de las muy diversas formas de conducir la conducta humana, incluso por vías
institucionales estatales; de hecho, el Estado de Bienestar persigue sus fines a través
de formas de control social no forzadas, a las que Bobbio denomina “técnicas de
alentamiento” 36 para diferenciarlas de las clásicas “técnicas represivas”. Advierte,
además, que unas y otras se superponen en el Estado de Bienestar.
Tal superposición puede ser entendida con mayor claridad si se admite, como
Bobbio propone, que existen relaciones entre normas positivas y negativas, y sancio-
nes positivas y negativas; o expresado de otro modo, se trata de discernir entre
mandatos y prohibiciones, de un lado, y premios y castigos, del otro. Esto le permite
afirmar a Bobbio que:
En un sistema jurídico muchas de las normas reforzadas por sanciones nega-
tivas son normas positivas (mandatos de dar o de hacer). Las técnicas de alentamiento
del Estado asistencial contemporáneo se aplican también, aunque más raramente,

36 El llamado de atención que hace Bobbio sobre las técnicas de alentamiento como
características del Estado de Bienestar constituye uno de sus grandes aportes: “La importancia
dada al vertiginoso aumento de las normas de organización que caracteriza al Estado
contemporáneo no pone en crisis necesariamente la imagen tradicional del derecho como
ordenamiento protector-represivo. Sí pone en crisis esta imagen, en cambio, la observación
con la que he comenzado: en el Estado contemporáneo se hace cada vez más frecuente
el uso de las técnicas de alentamiento. Apenas se empieza a advertir el uso de estas
técnicas, se está obligado a abandonar la imagen tradicional del derecho como ordenamiento
protector-represivo. Junto a ella toma forma una nueva imagen: la del ordenamiento
jurídico como ordenamiento con función promocional”. Véase: Norberto Bobbio. “XVIII.
La función promocional del derecho”. Op. cit., p. 379.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

a normas negativas. En otras palabras, se puede desalentar a hacer, como se puede


alentar a no hacer. De hecho, por tanto, se pueden dar cuatro situaciones distintas:
a) mandatos reforzados por premios; b) mandatos reforzados por castigos; c)
prohibiciones reforzadas por premios; d) prohibiciones reforzadas por castigos.37
Se puede observar que desde estas cuatro situaciones se aborda de manera
distinta la pregunta planteada en páginas anteriores acerca de si el “derecho consiste
en órdenes respaldadas por amenazas” o en “reglas acerca de la fuerza”. Las órdenes
respaldadas por amenazas son solo una posibilidad del derecho en cuanto “mandatos
reforzados por castigos”; mientras que las “reglas acerca de la fuerza” no agotan la
caracterización del derecho, que adquiere una función promocional o de aliento
sumamente amplia, concretamente en “los mandatos reforzados por premios” y en
“las prohibiciones reforzadas por premios”.
Tales consideraciones permiten expresar la diferencia entre el tipo de ordena-
miento que es propio del Estado liberal —protector represivo— y el tipo de ordena-
miento del Estado de Bienestar —promocional—, atendiendo a los fines de cada uno
de ellos por cuanto:
[...] al primero le interesan sobre todo los comportamientos socialmente no
deseados, por lo que su fin principal es impedir en todo lo posible su realización;
al segundo le interesan sobre todo los comportamientos socialmente deseados, por
lo que su fin es provocar su realización incluso entre los recalcitrantes.38
Los medios que usa el ordenamiento jurídico para lograr los fines trazados
también se modifican en el tránsito del Estado liberal al Estado social. Mientras que
en el primero de ellos la tarea de impedir una conducta se logra haciéndola imposible,
difícil o desventajosa; en el segundo, las operaciones requeridas no son de impedi-
mento sino de promoción, y consisten básicamente en hacer la conducta necesaria,
factible y ventajosa.
Por último, el criterio de justicia social material es central en esta postura, aunque
no se haga referencia a ella en el texto seguido. Peces Barba permite una aproximación
en los siguientes términos:
Creo que se debe llamar también la atención sobre la existencia en la obra
bobbiana de una conexión entre la teoría del derecho y la teoría de la justicia, no
tanto en esos estudios iniciales de carácter estructural, como en sus estudios
funcionales, incorporados a la obra Dalla struttura alla funzione. Nuovo studi di
teoria del diritto [Milán, Edizioni di Comunitá, 1977], y algunos de ellos incorporados

37 Ibíd., p. 375.
38 Ibíd., p. 381.

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Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

a la Contribución a la teoría del derecho, en castellano. Allí, en efecto, las exigencias


de la igualdad, la satisfacción de las necesidades básicas, encuentran su reflejo en
la teoría del derecho, a través de la aparición de una nueva función que Bobbio
añade a las tradicionales funciones garantizadora y represora de la cultura jurídica
liberal: la función promocional para convertir en eficaces y reales en la sociedad esas
exigencias alumbradas desde la teoría de la justicia.39
Llegados a este punto puede observarse con toda claridad el significado de
transitar de un enfoque estructuralista a un enfoque funcionalista del derecho. Sin
embargo, el mismo Bobbio advierte que ambos enfoques no son incompatibles, sino
que por el contrario, se complementan:
Contrariamente a lo que generalmente se dice, no creo en absoluto que la teoría
funcionalista del derecho, tan apreciada por los sociólogos, haya reemplazado a
la estructuralista, como si se tratase de dos perspectivas incompatibles. Sucede casi
siempre que cuando surge un nuevo enfoque para observar determinado campo
de la realidad, se condena apresuradamente el anterior, como si este fuese no solo
diferente sino equivocado. Se ignora o se finge ignorar, por efecto del vicio común
a toda escuela de tender al exclusivismo, que todo campo de la realidad puede ser
considerado desde muchos puntos de vista, y que más bien esta multiplicidad de
enfoques ayuda a su mejor comprensión. […] Esto vale con mayor razón para el
derecho, que es una esfera muy compleja de experiencias y cuyo conocimiento
exige una visión muy global y no sectorial. Los elementos de este universo, que son
puestos en evidencia por el análisis estructural, son diferentes de aquellos que
pueden ser puestos en evidencia por el análisis funcional. Los dos puntos de vista
no solo son perfectamente compatibles, sino que se integran mutuamente y de
manera útil.40
Sin duda, el enfoque estructural describe mejor el derecho propio del Estado
liberal, y el enfoque funcional describe mejor el derecho propio del Estado de
Bienestar. Sin embargo, esto supone introducir un condicionamiento a la respuesta
acerca de ¿qué es el derecho?, dado que se estaría abordando un interrogante
distinto: ¿qué es el derecho en un Estado liberal?, o ¿qué es el derecho en un Estado
de Bienestar? Ello presupone, contrario a los planteamientos kelsenianos, que la

39 Gregorio Peces Barba. “Introducción”. En: Norberto Bobbio. Igualdad y libertad. Barcelona,
Paidós, 1993, pp. 20 y 21.
40 Norberto Bobbio. Teoría general del derecho. Op. cit., “Introducción”. Guastini registra y
resume ese cambio de contenido del derecho: ahora no serán solo reglas acerca de la
fuerza sino que habrá en su interior, y de manera dominante, funciones promocionales.
Al respecto véase: Riccardo Guastini. Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del
derecho. Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 73, 74.

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Derecho y política en el pensamiento de Bobbio: una aproximación / Mario Montoya Brand

respuesta no se refiera al objeto derecho, sino a una de sus experiencias históricamente


situadas.
También cabe sugerir entonces una extrapolación de métodos de estudio del
derecho si se atiende a la aceptación de la existencia de tipos de Estado diferenciados.
Nada impide enfoques funcionalistas —desde la sociología empírica— para dar
cuenta del derecho en el Estado liberal; o también, enfoques estructuralistas para
describir el derecho del Estado de Bienestar.
Por último, cabe indagar por estos ejercicios teóricos frente a las transformacio-
nes del Estado, del derecho y de la política hoy. Parece evidente que desde los años
sesenta y setenta —en los cuales Bobbio desarrolló su enfoque funcionalista— hasta
ahora, el modelo de Estado transitó hacia expresiones más o menos definidas bajo
rótulos tales como “Estado de postbienestar”, “Estado contemporáneo”, “Estado
reprivatizador”, definido con dificultad por descriptores o fenómenos de enorme
amplitud como la desnacionalización, el neoliberalismo, la desoberanización, la
globalización, la desterritorialización, entre muchos otros. Norberto Bobbio vivió
estas transformaciones, y aunque registró algunos de sus cambios, las publicaciones
conocidas no dan cuenta de una nueva modificación en sus enfoques para describir
aquello que pueda designarse como el derecho, la política y el Estado.

3. Consideraciones finales
Con Bobbio, la intersección entre el derecho y la política se convierte en un
espacio sumamente fértil para los estudios que habrían de desarrollarse por parte de
juristas y politólogos. Una vez examinados sus trabajos que ayudan a constituir el
campo de análisis en el que la política y el derecho se combinan, resulta difícil
imaginar, por lo menos para las sociedades contemporáneas, asuntos o temáticas en
las que se pueda concebir la política sin referencia o conexión alguna con el derecho,
y viceversa. Pareciera como si después de leer sus trabajos sobre la materia, el silencio
sobre una u otro componente se lograra explicar sólo como consecuencia de un
descuido o una cierta ceguera, derivada del hecho de carecer de mejores lentes para
ver lo que ya estaba allí.
Las grandes afirmaciones que hacen muy difícil pensar en la actualidad la política
y el derecho por separado son las siguientes: a) puede trazarse un paralelo de
equivalencias entre la teoría general del derecho y la teoría general de la política, que
pone de presente los presupuestos y elementos que componen cada una de ellas:
jerarquía piramidal, poder y norma, validez, eficacia y justicia, legalidad, legitimidad
y efectividad; b) el poder es el elemento más importante que comparten el derecho y

114
Estudios Políticos No. 26. Medellín, enero-junio 2005

la política, y por tanto, aquél que las convoca sobre un mismo campo; c) el derecho
(por lo menos el del Estado liberal) es el ordenamiento acerca de la fuerza en cuanto
se caracteriza por determinar quién, cuándo, cómo y hasta dónde la ejerce; d) y sin
embargo, para el Estado de Bienestar debe considerarse una función del derecho que
logra obediencia sin basarse primordialmente en la fuerza, sino en la promoción
mediante incentivos de conductas que se consideran valiosas para la sociedad.

115
Cuadernillo

Introducción a los Derechos Humanos

Dirección Nacional de Cultura Cívica en Derechos Humanos


Subsecretaría de Promoción de Derechos Humanos
Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación

1
CONTENIDOS

1. ¿QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS? 3


 Concepto de Derechos Humanos 3
 Construcción histórica 4
 Declaración Universal de los Derechos Humanos 6

2. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES Y CLASIFICACIÓN DE LOS 7


DERECHOS HUMANOS
 Principios fundamentales de los Derechos Humanos. 7
 Los principios de igualdad y no discriminación como ejes 9
fundamentales de los Derechos Humanos
 Grupos de derechos. 11

3. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS 13


 Sistemas internacionales de protección de Derechos Humanos. 13
Pactos, tratados, protocolos.

4. EL PAPEL DEL ESTADO EN EL RESPETO, PROTECCIÓN Y GARANTÍA 17


DE LOS DERECHOS HUMANOS.
 Los sistemas de Protección y las obligaciones de los Estados en 17
relación con los Derechos Humanos.
 Diferencia entre delito y violación de Derechos Humanos. 18
 Exigibilidad de los Derechos humanos. 21

2
1. ¿QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS?

 Concepto de Derechos Humanos

Los derechos humanos constituyen un repertorio de libertades y derechos


inherentes a cada uno de los seres humanos sobre la base de su igualdad y dignidad
personal y social. Este conjunto de libertades y derechos apunta a garantizar y
satisfacer condiciones indispensables para el desarrollo de una vida digna, “sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición”1, y constituyen la base ética del sistema democrático que
va más allá de la legislación internacional y nacional.

Para precisar este concepto y entender su configuración actual resulta


indispensable abordar su desarrollo a lo largo de la historia desde dos perspectivas.
Por un lado, es preciso poner la mirada sobre las luchas que han mantenido los
pueblos por su dignidad y la valoración de la condición humana en los distintos
contextos históricos. Por el otro, y como resultado de las mencionadas luchas, se
debe considerar el proceso de reconocimiento, por parte de los Estados, de los
derechos humanos y de la concepción de las personas como “sujetos de derechos”.

Este proceso de construcción histórico-social de los derechos humanos ha sido y es,


dinámico y progresivo y su reconocimiento por parte de los Estados es producto de
esas luchas por la conquista de los derechos. El reconocimiento se traduce en la
promulgación de leyes y el desarrollo e implementación de políticas públicas que
garanticen su pleno ejercicio a toda la ciudadanía. Así, la ampliación y consecuente
reconocimiento de derechos se expresa en su institucionalización. Si la existencia de
los sindicatos, por poner un caso, resulta “natural” para nosotros en estos tiempos,
es porque más de cien años atrás los/as trabajadores/as conquistaron el derecho a
defender conjuntamente sus intereses reuniéndose en sindicatos hasta entonces
inexistentes. Sin embargo, hay formas de ampliación y profundización de derechos
que no necesariamente encuentran una expresión inmediata en la letra de la ley,
sino que operan a través de un cambio cultural. Por ejemplo, la crítica social del

1
ONU. Declaración Universal de Derechos Humanos. Artículo 2.

3
feminismo ha logrado ocupar en nuestros días un lugar en la agenda académica,
política y mediática que era impensado hace cuarenta años.

 Construcción histórica

El reconocimiento de los derechos humanos inalienables es el resultado de largas


luchas a lo largo de la historia. Existen antecedentes de documentos sobre derechos
humanos desde el “Cilindro de Ciro” en el año 599 a.c., que decretó la libertad de
los esclavos, declaró que todas las personas tenían derecho a escoger su propia
religión y estableció la igualdad racial. Otros escritos considerados precursores de
los documentos sobre derechos humanos de la actualidad son la Carta Magna de
1215 y la Petición de Derechos en 1628, ambos firmados en Inglaterra, para poner
límites a las violaciones y arbitrariedades ejercidas por la corona inglesa.

Pero el surgimiento más amplio de la noción de derechos humanos puede ser


ubicado a partir de la profunda transformación generada por la revolución industrial
inglesa y la revolución francesa, ocurrida durante los siglos XVII al XVIII en Europa,
consecuencia de la crisis del orden social feudal.

La Revolución inglesa o la Primera Revolución inglesa (1642-1653) fue una guerra


civil entre el Parlamento y el Rey y culminó con la ejecución de Carlos I y la
formación de un protectorado republicano. La Revolución gloriosa o la Segunda
Revolución inglesa (1688-1689) condujo al derrocamiento de Jacobo II y al
establecimiento de una monarquía constitucional protestante controlada por el
Whig o partido liberal de Bretaña. Casi un siglo después se produjo la Revolución
americana (1776), que proclamó la independencia de las colonias americanas de la
corona británica instituyendo una república; y la Revolución francesa (1789-1799),
una de las revoluciones más influyentes que impulsó la ascensión de la burguesía en
la estructura social de esa época y, consecuentemente, la consolidación del
capitalismo industrial.

En el marco de la revolución francesa, se redactó la Declaración de los Derechos del


Hombre y del Ciudadano; y como consecuencia de las luchas por la independencia
de Estados Unidos de América surgió la Declaración de Derechos de Virginia. Ambas
Declaraciones, a pesar de su espíritu de universalidad, estaban dirigidas a reconocer

4
y garantizar la igualdad, la libertad, y la seguridad del varón blanco, propietario,
adulto y nacional. Estas proclamas convivieron con la esclavitud y la falta de
derechos para mujeres, niños/as, y en la práctica para las clases populares.

La proclama de igualdad del constitucionalismo liberal consagraba el “derecho a la


libertad”, el “derecho a la autonomía” o los “derechos civiles y políticos” en
sociedades con profundas desigualdades sociales, donde gran parte de la población,
que teóricamente era sujeto de esos derechos, no estaba en condiciones materiales
ni culturales para ejercerlos efectivamente. Los campesinos y los obreros tenían
ahora la libertad de vender su fuerza de trabajo en el mercado. Sin embargo las
condiciones de subsistencia en las que se encontraban distaban largamente de
posibilitarles el efectivo ejercicio de “la libertad” que enunciaban las Declaraciones
y el acceso a otros derechos civiles y políticos.

Así, durante el siglo XIX, surgen las luchas de los trabajadores y las trabajadoras por
mejores condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral a 8 horas,
restricciones al trabajo nocturno para niños, niñas y mujeres, entre otras demandas,
que advierten a los Estados acerca de la necesidad de establecer un conjunto de
normas que protejan a los trabajadores frente a la explotación de la que eran
objeto y que caracterizaba al sistema capitalista de producción. Surge así el derecho
al trabajo, que es la base de los que luego se denominarán “Derechos económicos,
sociales y culturales”, conformados entre otros, por el derecho a la seguridad social,
a la educación, a la salud, a la vivienda, a la alimentación, es decir aquellos derechos
imprescindibles para desarrollar una vida digna.

Para situarnos en nuestra región y rescatar nuestra propia historia, debemos


destacar como antecedente ineludible la denominada “revolución olvidada” que
tuvo lugar en Haití. Las revueltas de los esclavos comenzaron allí en 1791 y
culminaron exitosamente en 1804 con la proclamación de la independencia de Haití
de la colonización francesa y con la abolición de la esclavitud. La Revolución
Haitiana fue una revolución popular en reacción a las terribles condiciones de
explotación y paupérrimas condiciones de vida de los esclavos e implicó una
mutación radical en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales.
Cuestionó la lógica que el colonialismo impuso en el continente americano basado
en el racismo y la esclavitud. Fue la primera revolución que reivindicó la libertad
como principio universal. Si bien las revoluciones norteamericana y francesa
realizaron adelantos significativos, no avanzaron sobre las jerarquías y

5
dominaciones reales, tales como las impuestas por la lógica colonial. Así las cosas,
ambas pudieron coexistir con la esclavitud. La Constitución que surgió de esta
revolución, promulgada en 1805 reconoce que cualquier persona perseguida que
llega a Haití es automáticamente haitiana.2 Esta revolución y la consecuente
Constitución son un hito en la historia de las luchas de los pueblos americanos por
sus derechos y fue en general silenciada por el relato oficial de la historia de las
revoluciones que condujeron a la independencia de los países latinoamericanos.

Durante las primeras décadas del siglo XIX las revoluciones iberoamericanas en su
lucha por la independencia de la corona española, estuvieron imbuidas por el
ideario liberal presente en Europa. La Asamblea del año XIII recoge estos principios
que posteriormente se plasman y amplían en la Constitución Argentina sancionada
en 1853. Así, los derechos civiles y políticos establecidos por los artículos 14 y 17
son el reflejo de las ideas imperantes en esa etapa del constitucionalismo clásico.

 Declaración Universal de los Derechos Humanos

Los tratados de minorías como consecuencia de la finalización de la Primera Guerra


Mundial (1914-1918) y la irrupción de los apátridas y refugiados en el período entre
las dos guerras mundiales llama la atención sobre la cuestión de la nacionalidad
para el goce de los Derechos Humanos. En Los orígenes del totalitarismo, uno de los
libros de mayor importancia de Hannah Arendt, la filósofa sostiene que “Llegamos a
ser conscientes de la existencia de un derecho a tener derechos […] y de un derecho
a pertenecer a algún tipo de comunidad organizada sólo cuando emergieron
millones de personas que habían perdido y que no podían recobrar estos derechos
por obra de la nueva situación política global” 3.

Luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), casi dos siglos después de las
Declaraciones de 1776 y 1789, la posibilidad misma de la puesta en práctica de
“actos de barbarie ultrajantes a la conciencia de la humanidad” –esto es, la
2
El derecho a la ciudadanía se otorgó a toda persona en situación de persecución, y que huye de la
esclavitud. Es por eso que entre 1830 y 1860, cerca de diez mil (10.000) negros americanos llegaron
a Haití, en busca de humanidad. Asimismo, hubo exiliados hispanoamericanos en Haití. Fue a partir
de esos exiliados que Simón Bolívar va a lanzar su lucha de liberación nacional. El Libertador dijo que
Haití es el asilo de los hombres libres". Sobre este tema ver: Glodel Mezilas . “La revolución haitiana
de 1804 y sus impactos políticos sobre América Latina”. www.scielo.org.ar
3
ARENDT, Hannah. 1951. 2002. Los orígenes del Totalitarismo, Alianza. Madrid, pág 247.

6
experiencia del horror a escala mundial– condujeron a la Asamblea de las Naciones
Unidas a la formulación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en
diciembre de 1948. La singularidad de este documento radica en que por primera
vez y más allá de las particularidades nacionales, un conjunto amplio de Estados
reconoce la necesidad de consensuar “una concepción común de estos derechos y
libertades” a fin de asegurar a todas las personas el respeto y garantía para su
ejercicio, independientemente de sus determinaciones existenciales. La Declaración
Universal reconoce la condición humana independientemente de la raza, la religión,
el color, el sexo, origen nacional o social, y otras características culturales y sociales.
También especifica que “no se hará distinción alguna fundada en la condición
política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa
una persona”.

A partir de ese momento, el espectro de los derechos reconocidos internacional,


regional y nacionalmente fue especificándose y ampliando, debido a las demandas
de distintos colectivos sociales. Es importante recordar que la internacionalización
de los derechos y el logro de garantías supraestatales no son una concesión de la
sociedad sino del hecho de que los derechos son inherentes a la persona humana y
su protección se produjo luego de largas luchas y de la conmoción histórica que
provocaron los crímenes nazis y stalinistas. La protección internacional de los
Derechos Humanos tuvo que superar grandes obstáculos por parte de naciones que
consideraban que vulneraban su soberanía.

2. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES Y CLASIFICACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

 Principios fundamentales de los Derechos Humanos.

Desde un punto de vista filosófico, Hannah Arendt sostiene que el punto de partida
de los derechos humanos es la constatación de que el derecho básico es el “derecho
a tener derechos” (Arendt, 1954)4. El enfoque planteado por la autora tiene
consecuencias importantes para la práctica de la lucha contra las discriminaciones y
las opresiones, dado que mientras el contenido de las reivindicaciones, las
prioridades políticas y los ámbitos de lucha pueden variar, lo importante es

4
ARENDT, Hannah. 1954, 1996. Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política.
Ed. Península, Barcelona.

7
mantener y reafirmar el derecho a tener derechos y sostener el debate público
dado que tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de
construcción y de cambio. Citando nuevamente su libro Los orígenes del
totalitarismo, Arendt sostiene que “no nacemos iguales; llegamos a ser iguales
como miembros de un grupo por la fuerza de nuestra decisión de concedernos
mutuamente derechos iguales”5.

Por eso los derechos humanos no se agotan en el conjunto de normas nacionales e


internacionales instituidas para la protección de las personas, sino que es algo que
podemos reivindicar y que es el acto de su reivindicación el que le otorga a los
derechos su significación moral específica. Es en este sentido que decimos que el
paradigma de los derechos humanos se inscribe en la historia de las luchas por la
emancipación: de una parte, recoge reivindicaciones anteriores (tanto de aquellas
que llegaron a plasmarse en normas como de otras tantas que no siguieron ese
curso) mientras que, por otra, hace suyas estas aspiraciones y pasa a ser el motor
de estos reclamos. El paradigma de los derechos humanos puede ser pensado,
entonces, como el horizonte de inscripción de estas luchas, aspiraciones y
reflexiones desde mediados del siglo XX.

Hasta aquí hemos hecho una breve referencia al desarrollo de los derechos
humanos. A continuación para comprender su integralidad más allá de las luchas
por la conquista de un derecho determinado, avanzaremos en sus características
según lo establecido en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, desarrollada
en Viena en 1993:
“todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y
están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos
humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y
dándoles a todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la importancia de las
particularidades nacionales y regionales, así como de los diversos patrimonios
históricos, culturales y religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales
fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger
todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”6.

5
ARENDT, H. 1951, 2002. Los orígenes del totalitarismo. Alianza. Madrid. Pág. 436.
6
Conferencia Mundial de Derechos Humanos. 1993. Declaración y Programa de Acción de Viena.
Punto 5.

8
Este fragmento nos permite caracterizar a los derechos humanos de acuerdo a los
siguientes aspectos:
- Inherentes a los seres humanos: cada persona es titular de estos derechos,
sin depender de ningún tipo de reconocimiento por parte de Estados,
gobiernos, autoridades o personas en general.
- Universales: en la medida en que corresponden a todo el género humano en
todo tiempo y lugar, no pueden invocarse diferencias culturales, sociales o
políticas como excusa para su desconocimiento, violación o aplicación
parcial.
- Intransferibles, irrenunciables e inalienables: nadie puede renunciar a estos
derechos ni transferirlos o negociarlos. En el mismo sentido, tampoco los
Estados pueden disponer de los derechos de las personas, aunque en
situaciones excepcionales el disfrute de ciertos derechos puede ser limitado
temporalmente (aunque nunca negado, revocado o anulado).
- Incondicionales y obligatorios: los derechos humanos no requieren de
ninguna condición para su goce y, tanto las personas como los Estados,
tienen la obligación concreta de respetarlos.
- Inviolables: ninguna persona o autoridad puede legítimamente atentar,
lesionar o destruir los derechos humanos. Las personas y los Estados deben
regirse por el respeto a los mismos.
- Imprescriptibles, acumulativos y progresivos: no prescriben por el paso del
tiempo, no caducan y no se pueden perder.
- Integrales, interdependientes, indivisibles, y complementarios: la vigencia
de unos es condición para la plena realización de los otros, de forma tal que
la violación o desconocimiento de alguno de ellos implica poner en riesgo el
ejercicio de otros derechos.

 Los principios de igualdad y no discriminación como ejes fundamentales de los


Derechos Humanos

Los principios de igualdad y no discriminación constituyen el núcleo central de los


derechos humanos y de la concepción de la dignidad humana. Parten de la
universalidad de los derechos humanos, e indican que los Estados deben garantizar
el ejercicio de los derechos sin discriminación alguna por motivos de raza, color,
sexo, origen étnico, edad, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen

9
nacional o social, discapacidad, propiedades, nacimiento u otra condición (Artículo
2, Declaración Universal de los Derechos Humanos).

A lo largo de la historia, los Estados modernos han articulado sus sistemas


normativos y organizado su funcionamiento interno sobre la base de dos nociones:
libertad e igualdad. Estas nociones han adquirido diversos y variables contenidos;
esto es, que los sentidos atribuidos a estas nociones no han sido fijos ni inmutables.
En nuestro país, la fórmula adoptada respecto de la igualdad quedó plasmada en el
artículo 16 de la Constitución: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de
sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza.
Todos sus habitantes son iguales ante la ley (…)”. Sin embargo, ante la evidencia de
profunda desigualdad social, se han repensado los alcances y contenidos de la
noción de “igualdad ante la ley”. En este sentido, debemos tener presente que la
tradición jurídica inspirada en el ideario liberal nos ha llevado a enfatizar el valor
asignado a la dimensión individual, con el consecuente opacamiento de otras
reflexiones.

Es importante destacar que los principios de igualdad y no discriminación van más


allá de la “igual protección ante la ley”. Resulta de interés, entonces, introducir la
idea de equidad, entendida como perspectiva que se orienta a lograr un
tratamiento justo y equitativo para todas las personas según sus necesidades
respectivas, libre de sesgos, actitudes y prácticas discriminatorias. La equidad no
promueve un trato igual –lo que implicaría una solución simplista para problemas
complejos– sino un trato igualitario, es decir, atento a las diferentes necesidades.
La idea central es considerar a todas las personas equivalentes en términos de
libertades, derechos, garantías, obligaciones y oportunidades.

El principio de igualdad anclado en el paradigma de los derechos humanos no se


orienta a suprimir y/o desconocer las diferencias que existen entre las personas sino
a sentar las bases para que ellas –se trate de diferencias de sexos, culturas, colores
de piel, de lenguas, orientaciones sexuales, religiosas, entre otras– dejen de ser el
presupuesto sobre las que se fundan y legitiman formas de dominación, jerarquías
sociales, prácticas sociales discriminatorias y otras formas de desigualdad social.
Estos principios no sólo imponen a los Estados la obligación de no discriminar, sino
también a adoptar medidas para lograr la no discriminación y garantizar la inclusión

10
de aquellos grupos tradicionalmente discriminados, tal como indica el Artículo 75
inc. 23 de la Constitución Nacional7.

 Grupos de derechos.

Desde 1948 podemos observar avances en la codificación de instrumentos de


derechos humanos, su incorporación en diverso grado al derecho interno de
distintos países y el reconocimiento de un número creciente de derechos que hasta
el momento no se hallaban comprendidos en el plexo normativo que conocemos
como Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En la actualidad, el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos incluye los siguientes grupos de derechos:

Derechos Civiles y Políticos: a este grupo de derechos corresponden las libertades


que se consagran a las personas frente al Estado, sus instituciones y/o autoridades
públicas. El Estado debe garantizar el libre goce de estos derechos, organizando la
fuerza pública y creando mecanismos judiciales que los protejan y que garanticen el
libre y pleno ejercicio de estos derechos.

Derechos Civiles y Políticos reconocidos en diversos plexos normativos nacionales e


internacionales:
 Derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad jurídica.
 Prohibición de la esclavitud o servidumbre.
 Prohibición de la tortura, las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el daño físico,
psíquico o moral.
 Nadie puede ser molestado arbitrariamente en su vida privada, familiar, domicilio o
correspondencia, ni sufrir ataques a su honra o reputación.
 Derecho a circular libremente y a elegir su residencia.
 Derecho a una nacionalidad.
 En caso de persecución política, derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en cualquier país.
 Derecho a casarse y a decidir el número de hijos que desean.
 Derecho a la libertad de pensamiento y de religión.
 Derecho a la libertad de opinión y expresión de ideas.
 Derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica.

7
Art. 75 inc. 23 CN: “Legislar y promover medidas de acción positivas que garanticen la igualdad real
de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta
Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos de los niños, las mujeres, los
ancianos y las personas con discapacidad. Dictar un régimen de seguridad social especial e integral
en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del
periodo de enseñanza elemental, y la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia”.

11
Derechos Económicos, Sociales y Culturales: son derechos de contenido social
tendientes a procurar mejores condiciones para el desarrollo de una vida plena.
Incluyen, entre otros: el Derecho a una alimentación básica y adecuada, incluyendo
el acceso al agua potable y al saneamiento; el Derecho a una vivienda digna sin
discriminación; el Derecho a la salud integral de toda persona, al "disfrute del más
alto nivel posible de salud física y mental”; el Derecho a la educación como "un
medio indispensable para realizar otros derechos humanos"; el Derecho al trabajo
en "condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias”, incluyendo la prohibición
del trabajo infantil; el Derecho a un seguro social que proteja a las personas contra
los riesgos de enfermedad, invalidez, maternidad, accidentes de trabajo, el
desempleo o la vejez; y el Derecho a la participación en la vida cultural y a gozar de
los beneficios del progreso científico.

Derechos de Incidencia Colectiva o de Solidaridad: estos derechos tienen a un


mismo tiempo una dimensión individual y colectiva; conciernen tanto a la persona
humana así como a colectividades humanas, ya que su resolución afecta a
conjuntos específicos de la sociedad (o en algunos casos, a la humanidad en su
conjunto), por lo cual llevan intrínsecamente el valor de la co-responsabilidad. Ello
significa que la satisfacción de uno de los titulares del grupo implica necesariamente
la satisfacción de todos los integrantes de dicho grupo y, de la misma manera, la
lesión a un miembro del grupo constituye una lesión a toda la colectividad. En este
grupo incluimos el derecho al ambiente sano, a la independencia económica y
política, a la paz, al desarrollo.

Derechos de Grupos Específicos: este grupo de derechos se orientan a garantizar la


igualdad para personas que, por su pertenencia a determinados colectivos sociales,
están más expuestas a formas de discriminación específicas o abusos de parte de
sectores dominantes. En este grupo se incluyen, entre otros, los derechos de niños,
niñas y adolescentes; los derechos humanos de las mujeres; los derechos de las
personas con discapacidad; los derechos de los/as trabajadores/as migrantes y los
derechos de los pueblos y comunidades indígenas.

12
3. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

 Sistemas internacionales de protección de Derechos Humanos. Pactos,


tratados, protocolos.

Como hemos visto, la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH),


proclamada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el
10 de diciembre de 1948, fue el primer documento de protección de los derechos
humanos de carácter universal. De esta manera, empezaba a explicitarse
claramente que el sujeto referencial de los tratados internacionales no era ya
únicamente el Estado, sino sobre todos “los pueblos… de los territorios colocados
bajo su jurisdicción” y, más aún, los derechos inalienables de éstos en tanto seres
humanos. Así nació lo que conocemos como el derecho internacional de los
derechos humanos, es decir, un derecho supranacional de construcción colectiva,
compuesto por normas jurídicas universales, interdependientes e imperativas y
aplicables a los Estados respecto a las personas bajo su jurisdicción. Siendo
únicamente los Estados sujetos responsables frente a la comunidad internacional de
modo de garantizar el cumplimiento de los estándares de protección reconocidos.
La consagración de los derechos humanos ha transitado por dos etapas, primero, las
declaraciones y luego los pactos, tratados o convenciones. Este proceso se ha dado
no sólo a nivel internacional, sino también en el ámbito regional, pues, la
universalidad de los derechos humanos no es incompatible con la existencia de
Convenciones Regionales (tales como el sistema Africano, el Europeo y el
Interamericano) que encaren la búsqueda de respuestas más específicas, atinentes
a situaciones propias de cada región.

Toda la vasta normativa que fue desarrollándose y perfeccionándose acompañó el


desarrollo histórico y la lucha por los derechos. Las normas de derechos humanos
no se hallan comprendidas en un único cuerpo codificado, tal como ocurre con
otras ramas del derecho, como por ejemplo el código civil, el código penal, etc. Las
normas en materia de derechos humanos están dispersas a lo largo de las diversas
convenciones internacionales: Declaraciones, Tratados y Pactos Internacionales
sobre derechos humanos así como en gran parte de las constituciones nacionales.
Inclusive cuestiones que resultan cotidianas para nosotros, tales como votar, recibir

13
atención médica en un centro de salud o tener la posibilidad de educarnos, forman
parte de una serie de derechos que debe garantizar el Estado por mandato
Constitucional y, además, por adherir a dichos convenciones internacionales.

Este proceso de institucionalización de los Derechos Humanos adquiere forma a


través de la acción de organismos internacionales, tales como Naciones Unidas, la
Organización de Estados Americanos, etc. Los Estados que forman parte de estos
organismos llegan a consensos que luego se plasman en los Pactos y Tratados, y los
Estados firmantes se comprometen a cumplir con lo acordado. Las violaciones a
estos acuerdos generan la responsabilidad internacional de los Estados.

El Sistema Universal de Derechos Humanos regido por Naciones Unidas produjo


una serie de instrumentos jurídicos que han sido elaborados con el objetivo de
brindar herramientas concretas provenientes del Derecho Internacional para poder
intervenir sobre realidades locales, y contribuir con la construcción de sociedades
más libres e igualitarias a escala global.

La DUDH es la piedra angular del Sistema y sentó los principios fundamentales en


términos de protección y promoción de derechos humanos. A lo largo del tiempo lo
establecido en la DUDH fue ampliamente aceptado como las normas fundamentales
de DD.HH. que todos deben respetar y proteger. Estableció los principios
fundamentales de igualdad ante la Ley y la no discriminación. Debemos tener
presente que los compromisos contraídos en la Declaración se han ido plasmando
paulatinamente en posteriores Tratados y Convenciones.

Los dos primeros tratados específicos sobre derechos humanos (Pacto sobre
Derechos Civiles y Políticos y Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y
Culturales) fueron discutidos, elaborados y promulgados, en pleno período de la
denominada Guerra Fría, entre el bloque norteamericano y el bloque soviético. En
un principio, la Asamblea General solicitó elaborar un único pacto que desarrollara
los derechos específicos, complementando así, los principios generales y estándares
en derechos humanos de la DUDH. Luego de largos debates sobre si los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (DESC) debían incluirse en un mismo instrumento
conjuntamente con los Derechos Civiles y Políticos (DCP), la Asamblea General
solicitó a la Comisión de Derechos Humanos la elaboración de dos pactos de
derechos humanos, uno sobre derechos civiles y políticos y otro sobre DESC, dando

14
primacía a los primeros conforme la visión occidental por sobre la postura de los
regímenes socialistas y relegando de alguna manera a los DESC.

Finalmente, los dos pactos fueron adoptados por la Asamblea General de la ONU en
19668. Ambos instrumentos internacionales consagran los derechos reconocidos en
la DUDH, de manera que los tres instrumentos más los protocolos adicionales al
pacto internacional de DCP y DESC constituyen la llamada Carta Internacional de
Derechos Humanos”9.

A partir de esta división entre DCP y DESC, se ha intentado imponer una concepción
de los segundos como no derechos, restringiéndolos exclusivamente a actos
políticos o morales y no a asuntos relacionados con normas jurídicas vinculantes y
exigibles. Otra posición frecuente ha sido la de asociar los derechos civiles y
políticos a obligaciones de abstención y de resultado y, por el contrario, los DESC a
deberes positivos y de conducta, y que involucran importantes recursos
presupuestarios. Así, los derechos civiles y políticos encontrarían satisfacción
mediante una abstención por parte del Estado de realización inmediata (no
interferir en la intimidad, en la libertad de asociación, libertad de informarse y de
prensa, etc.). En el caso de los DESC para ser satisfechos, requerirían solo de
obligaciones de hacer y en forma progresiva por su complejidad y costo (existencia
de servicios de salud, disponibilidad y accesibilidad a escuelas, entre otros).

Sin embargo, este planteo constituye una falacia ya que el cumplimiento de los
derechos civiles y políticos requiere también para su cumplimiento la ejecución de
acciones por parte de los Estados; por ejemplo, garantizar el derecho a votar o a ser
elegido implica por parte del Estado obligaciones que hacen a la infraestructura
necesaria para llevar a cabo elecciones. Por otra parte, en muchos casos las
violaciones de derechos económicos, sociales y culturales provienen del
incumplimiento de obligaciones negativas por parte del Estado. (Por ej. la no
contaminación del medio ambiente).

8
Resolución 22 00 A (XXI) de 16 de diciembre de 1966, Asamblea General de la ONU.
9
Instituto Interamericano de Derechos Humanos. 2008. “Protección internacional de los derechos
económicos, sociales y culturales: Sistema Universal y Sistema Interamericano”, Editorial del Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, San José, Costa Rica, IIDH, p. 62.

15
Es dable recordar que uno de los principios establecidos en materia de DESC es la
obligación estatal de no discriminar en el ejercicio de estos derechos10.

El Sistema Interamericano de Derechos Humanos coexiste con el sistema y los


mecanismos de las Naciones Unidas. La protección de los derechos humanos en el
Sistema Interamericano fue regulada durante mucho tiempo por la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (1948) y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (1969).

Para un reconocimiento más explícito y detallado de los DESC, se adoptó el


Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocido
como Protocolo de San Salvador. Su adopción y entrada en vigor el 16 de noviembre
de 1999, y complementa a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en lo
que respecta a los derechos económicos, sociales y culturales. Además de incluir los
derechos ya reconocidos por el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, el Protocolo de San Salvador contempla específicamente y
amplía la cobertura para América del derecho a un medio ambiente sano, los
derechos de la niñez y de las personas mayores.

Nuestro país no sólo ha ratificado la totalidad de los tratados universales y


regionales de derechos humanos, sino que en la Reforma Constitucional de 1994 en
su artículo 75 inciso 22 incorporó 10 de ellos a la Constitución Nacional y estableció
para el resto una jerarquía superior a las leyes nacionales y el mecanismo para
otorgar jerarquía constitucional a otros tratados. Esto constituye un punto central
para la incorporación plena y la vigencia real de los derechos humanos a nivel
nacional, y se relaciona con la adecuación legislativa del sistema jurídico interno a
los estándares internacionales de protección. Hoy en día son 13 los tratados que
poseen jerarquía constitucional, tal como se observa en el cuadro a continuación:

10
En los últimos años se ha estudiado en profundidad la naturaleza de estos derechos, analizando los
mitos generados por las interpretaciones tradicionales y propiciando la equiparación de los DESC a
los DCP, en términos de su exigibilidad y judiciabilidad.

16
Tratados internacionales con Jerarquía Constitucional
Sistema Universal Sistema Interamericano
Tratado Fecha de Tratado Fecha de
adopción adopción
Declaración Universal de Derechos Humanos 1948 Declaración Americana de derechos 1948
y deberes del hombre
Convención para la Prevención y la Sanción del 1948
Delito de Genocidio
Convención Internacional sobre la Eliminación de 1965
todas las formas de Discriminación Racial
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos 1966 Convención Americana de Derechos 1969
(PIDCP) Humanos
Pacto Internacional de Derechos Económicos, 1966
Sociales y Culturales (PIDESC)
Convención sobre la Eliminación de todas las 1979
formas de Discriminación Contra la Mujer
Convención contra la Tortura y otros Tratos o 1984
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
Convención sobre los Derechos del Niño 1989
Convención sobre imprescriptibilidad de los 2003 Convención Interamericana sobre 1997
crímenes de guerra y de los crímenes de lesa Desaparición Forzada de Personas
humanidad
Convención sobre los Derechos de las Personas 2014
con Discapacidad

4. EL PAPEL DEL ESTADO EN EL RESPETO, PROTECCIÓN Y GARANTÍA DE LOS


DERECHOS HUMANOS.

 Los sistemas de Protección y las obligaciones de los Estados en relación con los
Derechos Humanos.

Como mencionamos precedentemente, al firmar y ratificar los distintos


instrumentos internacionales, los Estados asumen obligaciones y deberes en virtud
del derecho internacional. Estas son:

Obligación de Las autoridades estatales no deben impedir la educación de


RESPETAR las personas, no deben tolerar los juicios y sentencias
arbitrarios/as, no deben torturar. Estas obligaciones suelen
llamarse obligaciones negativas, ya que establecen lo que
los Estados no deben hacer: torturar, menoscabar

17
oportunidades, llevar a cabo juicios arbitrarios.
Obligación de Las obligaciones positivas, por otro lado, obligan a los
PROTEGER estados a actuar, y no a abstenerse de hacerlo. Los Estados
deben impedir la afectación por parte de terceros de la
calidad de vida descripta por los estándares de derechos
humanos. Deben asegurarse de que los padres y madres,
por ejemplo, no impidan a los niños asistir a la escuela.
Deben regular la actividad judicial para que las decisiones
de los/as magistrados/as no resulten influidas por quienes
detentan posición dominante. Deben establecer reglas que
equilibren el libre comercio o la libre empresa con el goce
de derechos para todas las personas (regular la
competencia, los derechos del consumidor, etc.). Deben
impedir la violencia contra niños, niñas y mujeres por parte
de progenitores y cónyuges. Deben crear mecanismos para
que las fuerzas de seguridad no abusen de su autoridad.
Obligación de El Estado debe tomar medidas adecuadas para garantizar
GARANTIZAR los derechos humanos de la población.
Esto no significa que los Estados necesariamente tengan
que proveer todos los servicios en forma directa. Por
ejemplo, en el caso del derecho a la educación, no es
necesario que ésta sea impartida por escuelas públicas. Sin
embargo, los Estados deben proveer los recursos y ofrecer
garantías a aquellos grupos que de lo contrario se verían
privados de este derecho.

 Diferencia entre delito y violación de Derechos Humanos.

Uno de los aspectos centrales a tener en consideración respecto de los derechos


humanos se refiere a la tipificación de determinadas conductas como violaciones a
los derechos humanos. Los Estados modernos desarrollan sus funciones a través de
un amplio conjunto de instituciones conformadas por personas. Estas personas,
los/as agentes, funcionarios/as y autoridades públicos/as, son quienes tienen la
responsabilidad concreta de respetar, garantizar, proteger y velar por el real
cumplimiento de los derechos y libertades fundamentales que estamos analizando.

18
El trabajo que estas personas desarrollan, cada una de sus acciones u omisiones, es
considerado como una acción del Estado y ello significa que estas acciones acarrean
responsabilidad para el Estado.

Ante la ocurrencia de situaciones que vulneren derechos consagrados en un


instrumento internacional de derechos humanos, la cuestión central es determinar
si la situación de vulneración implica también una responsabilidad por parte del
Estado. Es únicamente el Estado quien está obligado a respetar y garantizar la
vigencia de los derechos humanos y, en tal sentido, es el único que puede violarlos.
Es por ello que cuando un/a funcionario/as público/a incumple sus obligaciones o
abusa del poder que le fue conferido –negando derechos o dejando de hacer lo
necesario para garantizarlos– nos encontramos frente a una violación de derechos
humanos.

Cuando una persona resulta víctima de cualquier tipo de agresión, abuso o violencia
puede recurrir a las autoridades, quienes determinarán si se trata de un delito y
cuál es el castigo que corresponde a ese tipo de acción. Para estos casos (delitos
cometidos por particulares) los Estados han desarrollado diversas medidas para
prevenirlos y sancionarlos: cada país dispone de legislación donde se especifican las
acciones consideradas delictivas y, a su vez, cuenta con normativa relativa a la
investigación, juzgamiento y sanción de dichos actos. Mientras que los delitos
cometidos por particulares reciben este tipo de tipificación, las acciones u
omisiones de los/as funcionarios/as públicos/as que vulneran un derecho
consagrado en un instrumento internacional de derechos humanos reciben el
tratamiento de “violación de derechos humanos”. Esto significa que, en los casos en
que el agresor es la propia autoridad estatal, hablamos de violación a los derechos
humanos. Sin embargo, debemos tener presente que existen casos en los que un
particular también puede cometer una violación a los derechos humanos: esto
ocurre cuando esta persona o grupo de personas actúan en complicidad, en
conexión o bajo órdenes de agentes estatales.

El hecho de que una acción u omisión realizada por el Estado comprometa su


responsabilidad a nivel internacional es lo que habilita el funcionamiento de los
mecanismos internacionales de protección de derechos humanos, constituyendo un
control externo de la conducta y actuación de los/as funcionarios/as estatales. En
este sentido, conviene mencionar algunos aspectos señalados por Pedro Nikken:

19
“Los derechos humanos implican obligaciones a cargo del gobierno. Él es el
responsable de respetarlos, garantizarlos o satisfacerlos y, por otro lado, en
sentido estricto, solo él puede violarlos. Las ofensas a la dignidad de la persona
pueden tener diversas fuentes, pero no todas configuran, técnicamente,
violaciones a los derechos humanos. Este es un punto conceptualmente capital
para comprender a cabalidad el tema de los derechos humanos. (…) La nota
característica de las violaciones a los derechos humanos es que ellas se
cometen desde el poder público o gracias a los medios que este pone a
disposición de quienes lo ejercen. No todo abuso contra una persona ni toda
forma de violencia social son técnicamente atentados contra los derechos
humanos. Pueden ser crímenes, incluso gravísimos, pero si es la mera obra de
particulares no será una violación de los derechos humanos.
(…) La responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos humanos
incumbe exclusivamente al Estado, entre cuyas funciones primordiales está la
prevención y la punición de toda clase de delitos. El Estado no está en
condiciones de igualdad con personas o grupos que se encuentren fuera de la
ley, cualquiera sea su propósito al así obrar. El Estado existe para el bien común
y su autoridad debe ejercerse con apego a la dignidad humana, de conformidad
con la ley”11.

La vulneración de derechos humanos no siempre configura un delito. Por ejemplo,


los crímenes de lesa humanidad constituyen, al mismo tiempo, ilícitos penales y
actos violatorios de los derechos humanos, pero otros hechos no revisten esa doble
cualidad. La falta de acceso a una vivienda digna impide el ejercicio de derechos
fundamentales sin configurar delito, y puede generar demandas a un Estado
susceptibles de determinar su responsabilidad internacional.

En este contexto, cuando por conductas imputables al Estado –es decir relativas a la
acción u omisión de sus agentes, realizadas al amparo de su carácter oficial, aún si
actúan fuera de los límites de su competencia– se violan derechos fundamentales y
no se garantizan las medidas adecuadas de protección (por ineficacia, imposibilidad
o retardo), las personas pueden interponer acciones ante órganos internacionales.
Este tipo de recurso, , supone que, en el caso de que el sistema jurídico nacional no

11
NIKKEN, P. 1994. “El concepto de Derechos Humanos”. En: VVAA Estudios Básicos de Derechos
Humanos. T.I. San José. C. R. IIDH. Pp. 27-28.

20
brinde recursos judiciales efectivos a las víctimas, puedan ponerse en
funcionamiento los mecanismos de protección internacional.

 Exigibilidad de los Derechos humanos.

Los Estados que forman parte del sistema internacional de protección de los
derechos humanos están obligados a cumplir los tratados en la materia, por lo que
los ciudadanos pueden exigir la observación de ese deber. Dado que los Estados
desarrollan sus funciones a través de un amplio conjunto de instituciones
conformadas por personas, quienes ejercen funciones públicas tienen la
responsabilidad de promover, respetar, garantizar y proteger el efectivo goce de los
derechos y libertades fundamentales de los habitantes de la jurisdicción en la que
se desempeñan. Frente a la vulneración de derechos protegidos por los tratados
internacionales, los ciudadanos pueden ejercer su derecho de justicia ante los
tribunales nacionales y, una vez agotadas las instancias internas, recurrir a los
organismos internacionales.

Los instrumentos internacionales de derechos humanos son complementarios de


los derechos y garantías de la Constitución Nacional y refieren a la responsabilidad
de los Estados. En consecuencia, cuando una autoridad pública, un funcionario o un
agente estatal comete un acto violatorio de los derechos humanos, durante el
ejercicio de su cargo, su conducta puede generar responsabilidad internacional al
país, en cuya administración presta servicios. Por ejemplo, si agentes penitenciarios
o policías torturan a personas detenidas, y el sistema de justicia penal no los castiga
por esas conductas, el sistema internacional puede adjudicar responsabilidad al
Estado involucrado, sancionarlo y disponer acciones de reparación a las víctimas.
Por eso, cada órgano de poder de una nación, de acuerdo con sus atribuciones,
debe adecuar el orden jurídico interno con los compromisos adquiridos por el
Estado ante la comunidad internacional.

En el caso de Argentina, como mencionamos arriba, trece instrumentos


internacionales en materia de derechos humanos se encuentran incorporados a la
Constitución Nacional de 1994.

21
En el marco de Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos tiene a su cargo
la elaboración de recomendaciones en casos de violaciones de derechos humanos.
Se definen de antemano una serie de situaciones a ser analizadas por expertos
designados para tal fin e incluso pueden enviarse misiones a los Estados para
evaluar “in situ” problemáticas concretas. El resultado del trabajo de los expertos se
traduce en la confección de documentos en los cuales realizan
recomendaciones a los Estados involucrados y el éxito del sistema reside en el
cumplimiento que se haga posteriormente de éstas.

En el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA) se crea en 1959 la


Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que desde 1965 fue
autorizada expresamente a recibir y procesar denuncias o peticiones sobre casos
individuales en los cuales se alegaban violaciones a los derechos humanos. La
función principal de la CIDH es promover la observancia y la defensa de los
derechos humanos en los Estados miembros.

La CIDH ha creado relatorías o grupos de trabajo enfocados en atender


problemáticas específicas (derechos de la mujer, personas privadas de libertad,
etc.). Además tiene la facultad de celebrar audiencias de carácter general,
propiciando así un ámbito en el que cualquier persona u organización pueda acercar
información sobre la situación de una problemática concreta. No obstante,
cualquier persona o grupo de personas que considere haber sufrido la violación de
sus derechos fundamentales, puede recurrir a la Secretaría de Derechos Humanos
de la Comisión, y remitir una denuncia.

El trabajo de la CIDH ha resultado de suma importancia para la defensa de los


derechos humanos en la Argentina. Recordemos dos ejemplos en este sentido:

La visita de la Comisión en 1979. Sobre la base de las numerosas denuncias de violaciones


de derechos humanos que fue recibiendo desde marzo de 1976, la Comisión decidió
realizar una visita especial al país y mantener entrevistas con diferentes actores sociales,
así como recibir denuncias particulares.
En el informe la Comisión sostuvo que: “el problema de los desaparecidos es uno de los
más graves que en el campo de los derechos humanos confronta la República
Argentina. En tal sentido la Comisión recomienda lo siguiente:
a) Que se informe circunstancialmente sobre la situación de personas desaparecidas,
entendiéndose por tales aquellas que han sido aprehendidas en operativos que por las

22
condiciones en que se llevaron a cabo y por sus características, hacen presumir la
participación en los mismos de la fuerza pública.
b) Que se impartan las instrucciones necesarias a las autoridades competentes a fin
de que los menores de edad desaparecidos a raíz de la detención de sus padres y
familiares y los nacidos en centros de detención, cuyo paradero se desconoce, sean
entregados a sus ascendientes naturales u otros familiares cercanos.
c) Que se adopten las medidas pertinentes a efecto de que no continúen los
procedimientos que han traído como consecuencia la desaparición de personas. Al
respecto, la Comisión observa que se han producido recientemente casos de esta
naturaleza que como todos los demás deben ser esclarecidos lo antes posible…”

- Solución Amistosa en el caso “Penitenciarías de Mendoza”. Como instancia previa a la


elevación de los casos ante la Corte Interamericana, la CIDH puede llegar a establecer
“soluciones amistosas” con los Estados a fin de entablar negociaciones destinadas a
resolver el asunto sin la necesidad de completar el proceso judicial, y que se da bajo la
supervisión de la Comisión. De no ser posible llegar a una solución amistosa, la
Comisión continuará analizando los alegatos de las partes y decidirá sobre el caso,
determinando si el Estado es o no responsable por las violaciones alegadas.
En este caso, la CIDH recibió una petición presentada por 200 internos del Pabellón 8
de la Penitenciaría de Mendoza en la cual se alegó la responsabilidad de la República
de Argentina por la violación de los derechos de los internos a la integridad física, a la
salud y a la vida. En 2011, el Gobierno de la Provincia de Mendoza se comprometió a
elaborar, en consulta con el Estado Nacional y con los peticionarios, un Plan de Acción
en Política Penitenciaria que permita establecer políticas públicas de corto, mediano y
largo plazo con un presupuesto acorde que posibilite su implementación.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos comenzó a funcionar


en el año 1979. Este Tribunal es la última instancia de supervisión del cumplimiento
de las obligaciones asumidas por los Estados al momento de ratificar instrumentos
interamericanos de protección de derechos. La Corte IDH está compuesta por 7
jueces de reconocida idoneidad. Deben ser nacionales de los Estados Miembros de
la OEA y elegidos por ellos con un mandato de 6 años con una única posibilidad de
reelección.

Es importante tener presente que las personas no pueden llevar sus denuncias
directamente ante la Corte, sino que es la Comisión quien representa ante la Corte
los intereses de las personas afectadas por violaciones de derechos. Sin embargo,
una vez iniciado el procedimiento ante la Comisión las víctimas, sus familiares o

23
representantes tienen el derecho a presentar escritos a alegar y ofrecer pruebas.
Los Estados deben contestar las demandas realizadas y sobre esta base comienza
una etapa de audiencias, donde la Corte recibe testimonios y pericias y escucha los
alegatos de las partes en conflicto. Finalmente, en la sentencia, la Corte establece si
el Estado demandado incurrió en la violación de alguno de los derechos reconocidos
en la Convención Americana de Derechos Humanos y, en dado caso, la Corte ordena
al Estado las medidas de reparación que considere pertinentes.

UN CASO DONDE SE ESTABLECIÓ LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL DEL ESTADO


ARGENTINO: BULACIO
El 19 de abril de 1991 la Policía Federal Argentina realizó una detención masiva (o razzia)
de “más de ochenta personas” en la ciudad de Buenos Aires, en las inmediaciones del
estadio Club Obras Sanitarias de la Nación, lugar en donde se iba a realizar un concierto de
música rock. Entre los detenidos se encontraba Walter David Bulacio, con 17 años de edad,
quien luego de su detención fue trasladado a la Comisaría, donde fue golpeado por
agentes policiales. Los detenidos fueron liberados progresivamente sin que se abriera
causa penal en su contra y sin que conocieran el motivo de su detención. En el caso de
Walter, no se notificó al Juez Correccional de Menores ni a sus familiares. Al día siguiente,
Walter fue llevado en ambulancia al Hospital, donde el médico que lo atendió en ese
hospital señaló que el joven presentaba lesiones y diagnosticó un “traumatismo
craneano”. El 26 de abril Walter murió.
El 30 de abril de 1991 el Juzgado se declaró incompetente y remitió la causa “contra NN en
perjuicio de Walter [David] Bulacio por lesiones seguidas de muerte” al Juzgado Nacional
de Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción N°5, que tramita delitos cometidos por
mayores de edad. Los padres se constituyeron en querellantes en la causa sobre las
circunstancias en que ocurrieron las detenciones y otros ilícitos cometidos contra Walter y
otras personas. La causa fue dividida y el Juzgado N°5 retuvo la investigación de las
lesiones y la muerte.
Seis años más tarde, ante la falta de avance y paralización de la causa, los familiares
decidieron presentar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Sobre la base de la declaración de admisibilidad de la CIDH, el caso llegó hasta la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, tribunal que condenó al Estado Argentino,
señalando que: “las razzias pueden estar orientadas a grupos poblacionales sin distinción
de sexo, edad u ocupación, o grupos sectarios, jóvenes o minorías sexuales. En el caso
particular de la Argentina, los sectores que se ven principalmente afectados por este tipo
de “razzias” son los sectores más jóvenes, pobres y trabajadores. Lo que se hace en esos
procedimientos es “despojar [a las personas] de sus más elementales derechos” y,
consecuentemente, se presenta un proceso de deshumanización, en donde la policía
“exige obediencia, cumplimiento irrestricto de órdenes y gritos [...], sumisión y servilismo”.

24
No existe relación entre estas prácticas y la efectividad de la protección de la seguridad
ciudadana”. Asimismo, decidió que “el Estado debe proseguir y concluir la investigación del
conjunto de los hechos de este caso y sancionar a los responsables de los mismos; que los
familiares de la víctima deberán tener pleno acceso y capacidad de actuar, en todas las
etapas e instancias de dichas investigaciones, de conformidad con la ley interna y las
normas de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; y que los resultados de las
investigaciones deberán ser públicamente divulgados (…); el Estado debe garantizar que no
se repitan hechos como los del presente caso, adoptando las medidas legislativas y de
cualquier otra índole que sean necesarias para adecuar el ordenamiento jurídico interno a
las normas internacionales de derechos humanos, y darles plena efectividad…” (Corte IDH,
sentencia del 18 de diciembre de 2003).

25
Boletín del Programa de Formación Nº 1 - Año 1 - Abril 2014

Con apoyo de:

www.cladem.org
Boletín del Programa de Formación Nº 1 - Año 1 - Abril 2014

APROXIMACIONES
A LA TEORÍA CRÍTICA
FEMINISTA Rosa Cobo Bedia
Rosa Cobo Bedia
Profesora de Sociología y Directora del Centro de Estudios
de Género y Feministas de la Universidad A Coruña. Su línea
de investigación principal es la teoría feminista y la sociología
del género. En el 2011 ha publicado el libro “Hacia una nueva
política sexual”.

© Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres – CLADEM
Programa de Formación

Jr. Estados Unidos Nº1295 Dpto. 702 Lima 11, Perú.


Telefax: (511) 463-5898
Email: formacion@cladem.org
Página web: www.cladem.org

Autora:
Rosa Cobo Bedía

Editora:
Maria Edit Oviedo
Responsable del Programa de Formación

Coordinación de la edición:
Verónica Aparcana

Diseño y Diagramación:
Orietta Gutiérrez

Impresión:
Tarea Asociación Gráfica Educativa
Psje. María Auxiliadora 156-164, Lima 5, Perú.

Primera edición, elaborado Abril 2014


Impreso Abril 2014, Lima, Perú
1,000 ejemplares
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2014-06126

La elaboración presente documento ha sido posible gracias al apoyo del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Holanda a través del proyecto FLOW.
2
Índice

Presentación
4
Introducción

6
PRIMERA PARTE

1.- Categorías fundamentales del paradigma feminista: género y


patriarcado
8
2.- Siglo XVIII: La Ilustración europea y el paradigma de la igualdad. La
Ilustración patriarcal y la Ilustración feminista: Mary Wollstonecraft y
Vindicación de los derechos de la mujer.

13
3.- Siglo XIX: El movimiento sufragista en Europa y América. Debates
entre marxismo y feminismo. Stuart Mill y Harriet Taylor: La sujeción
de la mujer.
18
4.- Siglo XX: El segundo sexo de Simone de Beauvoir y La mística de la
feminidad de Betty Friedan. El surgimiento del feminismo radical
norteamericano: Kate Millett y Shulamith Firestone. Feminismo de la

21
Diferencia.

5.- Siglo XXI: Nuevas corrientes feministas: feminismo postmoderno,


feminismo multiculturalista y teoría queer.
30
SEGUNDA PARTE

El feminismo en América Latina, Centroamérica y el Caribe. Los inicios del


feminismo. Debates feministas en América Latina.
40
Reflexiones finales
48
50
Bibliografía

3
Rosa Cobo Bedia

Presentación

Desde el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres
(CLADEM) como organización regional feminista que desde hace más de 26 años articulamos
personas y organizaciones de América Latina y el Caribe y desde un enfoque jurídico político,
buscamos aportar a la transformación social y a la construcción de democracias radicales, des-
de una perspectiva de interseccionalidad, que reconoce la diversidad cultural, étnico-racial,
sexual y social, para el pleno ejercicio y disfrute de los derechos humanos de las mujeres.

La red surge a iniciativa de un grupo de visionarias compañeras feministas latinoamericanas,


de Asia y África; que convergen en Nairobi durante la Tercera Conferencia Mundial sobre la
Mujer, donde se lleva a cabo un encuentro sobre las mujeres, el derecho y el desarrollo.

Con el estatus consultivo ante la ONU, la OEA y la UNESCO, y el resultado del reconocimiento
del trabajo que hemos desarrollado en la región, hemos sido galardonadas con los Premios
Gruber en reconocimiento de labor y compromiso en la promoción y defensa de la libertad
sexual y reproductiva de las mujeres y con el Premio Rey de España a los Derechos Humanos,
en su Tercera Edición.

En el marco del Proyecto “Profundizando las estrategias para la ejecución y justicia en el cum-
plimiento de los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia y el acceso a la Justicia en
América Latina y el Caribe” apoyado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda del
Proyecto Fondos Flow, nos hemos propuesto profundizar en la defensa y promover la exigibi-
lidad y justiciabilidad de los derechos humanos de las mujeres en América Latina y el Caribe.

Con una visión feminista y crítica del derecho, a través del litigio internacional, el monitoreo de
los Estados y el fortalecimiento de la capacidad de las asociadas para el análisis y la argumen-
tación político-legal, el acuerdo de agendas y el diseño de estrategias y cursos de acción para
la acción política local y regional hemos contribuido a denunciar los mecanismos y dispositivos
del sistema patriarcal que crean y reproducen los espacios de subordinación, discriminación y
opresión de las mujeres en la región.

Desde el Programa de Formación, con el objetivo de contribuir al debate, la profundización de


las argumentaciones jurídico político feminista y aportar a la construcción de nuevos conoci-
mientos, nos hemos propuesto recuperar las reflexiones e interpretaciones teóricas, histórico
y político sobre cinco temas claves para el fortalecimiento del quehacer jurídico político del
CLADEM a través de cinco boletines temáticos que serán difundidos entre las asociadas y orga-
nizaciones aliadas de la red.

4
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

En esta oportunidad, les presentamos el primer boletín que aborda el tema de ¨Aproximaciones
a la teoría crítica feminista¨, recogiendo algunas interrogantes que nos hemos venido plantean-
do como red, con la intencionalidad de recuperar los procesos históricos del feminismo, las
premisas conceptuales, los principales aportes del feminismo a la construcción como categoría
política de la modernidad, así como los retos para el movimiento feminista de cara al contexto
histórico de América Latina y el Caribe.

Esperamos que este aporte de Rosa Cobo, a quien agradecemos sus reflexiones y el generoso
compartir de sus conocimientos, contribuya a nutrir la reflexión teórico político jurídico femi-
nista y aporte a la profundización de las estrategias políticas que permita incidir en los centros
del poder y el derecho, interconectando los planos internacional, regional y local, para la de-
fensa, promoción y exigibilidad de los derechos de las mujeres.

Con este esfuerzo esperamos como red, alentar a repensar sobre los retos que tenemos como
parte del movimiento feminista, las apuestas que debemos hacer para profundizar en las alian-
zas estratégicas con miras a la construcción de una agenda más inclusiva, diversa y articulada,
plural y democrática, con diversos movimientos sociales que nos permita integrar en la agenda
de lucha, las múltiples discriminaciones con el objetivo de acabar con la desigualdad y la falta
de libertad, autonomía e igualdad de las mujeres, a fin de que derechos humanos conquista-
dos, sean una realidad en la vida cotidiana de las mujeres en América Latina y el Caribe.

Elba Beatriz Núñez Ibáñez


Coordinadora Regional
CLADEM

5
Rosa Cobo Bedia

Introducción

En esta publicación se hace una breve síntesis de la historia del feminismo, de sus debates y
sus discusiones, desde su origen en el siglo XVIII hasta el siglo XXI, centrado básicamente en
los continentes europeo y americano. En las sociedades civiles americanas y europeas –como
también en las de otros continentes- han tenido lugar acciones políticas protagonizadas por el
movimiento feminista con el objetivo de acabar con la desigualdad y la falta de libertad y au-
tonomía de las mujeres. Y en las universidades e instituciones académicas de esos continentes
se han elaborado teorías y se han acuñado categorías con el objeto de explicar las causas de la
opresión de las mujeres y los mecanismos que hacen posible su reproducción.

En este texto nos aproximaremos cronológicamente –XVIII-XXI- a teorías, conceptos y a algu-


nos acontecimientos políticos protagonizados por el movimiento feminista. Entre los concep-
tos fundamentales del feminismo, las categorías de género y patriarcado, como parte indiscu-
tible del paradigma feminista, serán el punto de partida de este texto. Esta publicación finaliza
con la bibliografía consultada para la elaboración de este trabajo.

El resultado de estos tres siglos de prácticas políticas feministas se ha traducido en cambios


culturales y políticos para muchas mujeres. Sin embargo, la propia existencia de esta publi-
cación pone de manifiesto que son muchas las mujeres que no se han beneficiado de esos
cambios. Las luchas feministas han cambiado el rostro de muchas sociedades y la vida de mu-
chas mujeres, pero la ausencia del feminismo en diversas regiones del mundo se hace notar
en términos de menores espacios de libertad, autonomía e igualdad para las mujeres de esas
sociedades en las que el feminismo no pudo, por diversos motivos, germinar. Por eso, en este
comienzo de siglo el feminismo es más necesario que nunca. La pobreza y las viejas y nuevas
formas de violencia patriarcal exigen un rearme moral y político del feminismo a escala global.

6
PRIMERA
PARTE
Rosa Cobo Bedia

1.-

Categorías Fundamentales
del Paradigma Feminista

El concepto de género
La teoría feminista, en sus tres siglos de historia, se ha configurado como un marco de inter-
pretación de la realidad que visibiliza el género como una estructura de poder. Celia Amorós lo
explica así: “En este sentido, puede decirse que la teoría feminista constituye un paradigma, un
marco interpretativo que determina la visibilidad y la constitución como hechos relevantes de
fenómenos que no son pertinentes ni significativos desde otras orientaciones de la atención”1.

8 1 AMORÓS, CELIA, “El punto de vista feminista como crítica”, en Carmen Bernabé (Dir.), Cambio de paradigma, género y eclesiología,
Verbo Divino, Navarra, 1998; p. 22.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

Dicho en otros términos, los paradigmas y marcos de interpretación son modelos conceptuales
que aplican una mirada intelectual específica sobre la sociedad y utilizan ciertos conceptos a
fin de iluminar algunas dimensiones de la sociedad que no se pueden identificar desde otros
marcos interpretativos de la realidad social.

Así, la teoría feminista pone al descubierto todas aquellas estructuras y mecanismos ideológi-
cos que reproducen la discriminación o exclusión de las mujeres de los diferentes ámbitos de
la sociedad. Al igual que el marxismo puso de manifiesto la existencia de clases sociales con in-
tereses divergentes e identificó analíticamente algunas estructuras económicas y entramados
institucionales inherentes al capitalismo, realidades que después tradujo a conceptos -clase
social o plusvalía-, el feminismo ha desarrollado una mirada intelectual y política sobre ciertas
dimensiones de la realidad que otras teorías no habían sido capaces de conceptualizar. En este
sentido, los conceptos de violencia de género, acoso sexual, feminicidio, género, patriarcado
o androcentrismo, entre otros, han sido acuñados por el feminismo. En definitiva, lo que este
marco de interpretación de la realidad pone de manifiesto es la existencia de un sistema social
en el que los varones ocupan una posición social hegemónica y las mujeres una posición su-
bordinada.

La categoría de género, así como otras nociones acuñadas para dar cuenta de la desventajosa
posición social de las mujeres a lo largo de la historia, forma parte de un corpus conceptual,
de carácter transdisciplinar, y de un conjunto de argumentos construidos desde hace ya tres
siglos, cuyo objetivo ha sido poner de manifiesto los mecanismos y dispositivos que crean y
reproducen los espacios de subordinación, discriminación y opresión de las mujeres en cada
sociedad.

En este contexto es en el que la categoría de género adquiere sentido. En efecto, este concepto
es acuñado en el año 1975 por la antropóloga feminista Gayle Rubin y desde ese momento se
convertirá en una de las categorías centrales de la teoría feminista.

Desde entonces hasta ahora, esta categoría se ha desarrollado en varias direcciones y de al-
gunas de ellas hablaremos en este texto. En primer lugar, el uso más generalizado del concep-
to de género se refiere a la existencia de una normatividad femenina edificada sobre el sexo
como hecho anatómico. El significado de esta categoría alude a las prescripciones que tienen
las mujeres en las sociedades patriarcales. Ser mujer significa asumir un modo de estar en el
mundo en el que la maternidad, los cuidados, el trabajo doméstico, la heterosexualidad y la
ausencia de poder son características constitutivas del género femenino. Estas asignaciones
prácticas van acompañadas de estructuras simbólicas acordes con esas prácticas, de tal modo
que cada sociedad produce un modo específico de ser mujer que persuade coactivamente a
las mujeres a que acepten ese modelo normativo.

En segundo lugar, esta normatividad femenina reposa sobre un sistema social en el que el
género es un principio de jerarquización que asigna espacios y distribuye recursos a varones
y mujeres. Dicho de otra forma, las normatividades masculina y femenina se inscriben en es- 9
Rosa Cobo Bedia

pacios sociales marcados por la división sexual del trabajo. El espacio público-político ha sido
diseñado por los varones y para los varones, mientras que el espacio privado-doméstico ha
sido creado por los varones para las mujeres. El conjunto de entrados institucionales y sim-
bólicos sobre los que se asientan las normatividades de género es a lo que la teoría feminista
denomina patriarcado.

El género opera como una estructura de poder, de igual forma que la clase, la raza o la cultura.
Las sociedades están organizadas a partir de determinadas lógicas sociales de dominio. Pues
bien, el género es una categoría que da cuenta de una forma de organizar jerárquicamente las
relaciones entre hombres y mujeres en cada sociedad. El concepto de género identifica los es-
pacios materiales y simbólicos en los que las mujeres tienen una posición de desventaja social.

Ahora bien, tal y como señala Lidia Cirillo2, el género no es un concepto estático, sino dinámico.
La desigualdad de género y sus mecanismos de reproducción no son estáticos ni inmutables,
se modifican históricamente en función de distintos procesos sociales, entre ellos, la capacidad
de las mujeres para articularse como un sujeto colectivo y para persuadir a la sociedad de la
justicia de sus vindicaciones políticas. De la misma forma, hay que señalar que las diferencias
de género no son sólo históricas, si no también culturales. La religión, la raza, la pertenencia
étnico-cultural y otras variables influyen notablemente en la organización social de las relacio-
nes de género.

En tercer lugar, el género se ha convertido en un parámetro científico necesario en las ciencias


sociales. En efecto, el feminismo ha utilizado el concepto de género en estos últimos treinta
años como una variable de análisis que ensancha los límites de la objetividad científica. La
irrupción de esta variable en las ciencias sociales ha provocado cambios que ya parecen irre-
versibles. La introducción del enfoque feminista en las ciencias sociales ha tenido como conse-
cuencia la crisis de sus paradigmas y la redefinición de muchas de sus categorías. Seyla Benha-
bib explica que cuando las mujeres entran a formar parte de las ciencias sociales, ya sea como
objeto de investigación o como investigadoras, se tambalean los paradigmas establecidos y se
cuestiona la definición del ámbito de objetos del paradigma de investigación, sus unidades de
medida, sus métodos de verificación, la supuesta neutralidad de su terminología teórica o las
pretensiones de universalidad de sus modelos y metáforas3. Por ello, y tal y como señala Amo-
rós, hay que hacer del feminismo un referente necesario si no se quiere tener una visión distor-
sionada del mundo ni una conciencia sesgada de nuestra especie. En este sentido, el género
es una categoría de análisis necesaria, pues ensancha los límites de la objetividad científica al
mostrar espacios que son ciegos para otros paradigmas teóricos.

2 CIRILLO, Lidia (2005), “Virtualidades pedagógicas del feminismo para la izquierda”, en Revista Internacional de Filosofía Política
(UNED-Madrid/UAM-México), nº 25, 2005; p. 42 y ss.

3 BENHABIB, Seyla, ”Una revisión del debate sobre las mujeres y la teoría moral”, en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política
10 (CSIC), nº 6, 1992; p. 38.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

El concepto de patriarcado
En el año 1969, en el contexto del feminismo radical, una de sus feministas más célebres, Kate
Millett, escribió un libro que se ha convertido por mérito propio en un clásico de la teoría fe-
minista: Política sexual. En este famoso texto, Millett acuñará el término de patriarcado con un
significado feminista. En efecto, definirá el patriarcado como un sistema de dominio masculino
que utiliza un conjunto de estratagemas para mantener subordinadas a las mujeres4 y, además,
señalará su carácter global: “Si bien la institución del patriarcado es una constante social tan
hondamente arraigada que se manifiesta en todas las formas políticas, sociales y económicas,
ya se trate de las castas y clases o del feudalismo y la burocracia, y también en las principales
religiones, muestra, no obstante, una notable diversidad, tanto histórica como geográfica”5.
Hay que señalar que la propia Millett confiere a este concepto un significado sociológico e
histórico, muy lejos, por tanto, de cualquier contenido esencialista.

El patriarcado, por tanto, no es una unidad ontológica6 ni una invariante ajena a la historia
sino una antigua y longeva construcción social, cuyo rasgo más significativo es su universali-
dad. También hay que destacar su carácter adaptativo, al extremo de constituirse en estructura
central de todo tipo de sociedades, sean tradicionales o modernas, del norte o del sur, ricas o
pobres. Ni las distintas religiones, ni las diferentes formas de Estado, ni los distintos tipos de
economía, ni las diversas culturas, organizaciones sociales, formas raciales u otro tipo de es-
tructuras, son un obstáculo en la formación de las sociedades patriarcales. Al revés, en algunos
casos, como es el de las religiones, se convierten en fuentes inagotables de sexismo.

Y es que en todas las sociedades y comunidades-desde las más próximas hasta las más lejanas-
el control de los recursos económicos, políticos, culturales, de autoridad o de autonomía perso-
nal, entre otros, están en manos masculinas. Sin embargo, el patriarcado no es una estructura
inmutable y fija que se inscrusta de la misma forma en todas las sociedades. Al contrario, su
inmensa capacidad de adaptación adquiere dimensiones casi fusionales en cada sociedad; en
efecto, no pueden analizarse las estructuras sociales o las instituciones de cada sociedad sin
tener en consideración que en todas ellas los rasgos patriarcales tienen un carácter estructural.
De ahí la naturaleza androcéntrica de toda construcción social, sea ésta simbólica o material.
Y es que los varones, como genérico hegemónico, han definido ideológicamente y han fa-
bricado materialmente todas las formas sociales a la medida de sus intereses como genérico
dominante. El patriarcado, en cada sociedad, como el capitalismo, es un sistema que articula y
organiza las relaciones de género a partir de diversas variables, como la religión, la cultura, la
raza, el desarrollo económico o la organización política, entre otras.

El patriarcado se asienta en un sistema de pactos entre los varones a partir de los cuales se
aseguran la hegemonía sobre las mujeres. Es un sistema de prácticas simbólicas y materiales

4 MILLETT, KATE, Política sexual, Cátedra, Madrid, 1995; p. 67.


5 Op. cit.; p. 71.
6 AMORÓS, CELIA, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres. Véase Capítulo 3: Para una 11
teoría nominalista del patriarcado, Madrid, 2005; pp. 111-135.
Rosa Cobo Bedia

que establece jerarquías y, como señala Celia Amorós, implanta espacios.7 Y no sólo eso, pues
también clasifica las prácticas en anómicas y normales y señala y distribuye el alcance y la fuer-
za de las voces que se han de oír. Todo sistema de dominación para serlo y para reproducir su
hegemonía debe tener la fuerza y el poder suficiente para producir las definiciones sociales. En
otros términos, los sistemas de dominación lo son porque los dominadores poseen el poder
de la heterodesignación sobre los dominados, el de la autodesignación sobre sí mismos y el de
la designación sobre las realidades prácticas y simbólicas sobre las que se asienta su dominio.

Dicho en otras palabras, el patriarcado es un sistema de dominio de los varones sobre las mu-
jeres, cuya trama está organizada en torno a ese objetivo. Las sociedades patriarcales están
articuladas de forma tal que su entramado simbólico y todas sus estructuras sociales tienen
como finalidad reproducir ese sistema social. Durkheim explicó con mucha claridad que en la
‘naturaleza’ de las sociedades está la posibilidad permanente de su disolución. Para evitar la
fragmentación y la ruptura social hay que construir estructuras y mecanismos institucionales,
económicos, religiosos, culturales y socializadores-entre otros- que reproduzcan con la máxima
cohesión social esa urdimbre social patriarcal tan pacientemente construida. Pues bien, las so-
ciedades patriarcales poseen mecanismos y dispositivos para evitar su disolución y reproducir
las instancias de dominio. El poder socializador que emana del imaginario simbólico patriarcal
es necesario para que esta estructura de dominio se reproduzca ‘consensuadamente’. Cuando
el consenso se rompe entran en escena diversas modalidades de violencia.

12
7 AMORÓS, CELIA, op.cit. Véase el Capítulo 3.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

2.-
Siglo Xviii: La Ilustración Europea y el
Paradigma de la Igualdad. La Ilustración
Patriarcal y la Ilustración Feminista:
Mary Wollstonecraft y Vindicación de los
Derechos de la Mujer.

Primera ola feminista


El feminismo no es un movimiento social surgido al calor de la revolución de mayo del 68. Por
el contrario, tiene un sólido pasado de casi tres siglos, pleno de luchas por conquistar nuevos
espacios de libertad e igualdad para las mujeres. Su fecha de nacimiento se remonta al siglo
XVII, cuando François Poullain de la Barre, en el año 1673, publicó un libro, De l´égalité des se-
xes, en el que sostenía que la subordinación de las mujeres no tenía su origen en la naturaleza
sino en la sociedad. Un siglo más tarde, las mujeres de la Revolución Francesa se articularon
políticamente para reclamar los derechos de ciudadanía que ya poseían los varones. En 1792, la 13
Rosa Cobo Bedia

inglesa Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde denunciaba
que la sujeción de las mujeres no era el resultado de una naturaleza inferior a la masculina sino
de prejuicios y tradiciones que se remontaban a la noche de los tiempos8.

Tras la obra de estos dos autores se encuentra el principio ético y político de la igualdad. Estos
libros de Poullain de la Barre y de Mary Wollstonecraft, además de ser las actas fundacionales
del feminismo, ponen de manifiesto que el género como construcción social, lejos de ser un
hallazgo reciente, fue descubierto en la época ilustrada. Así mismo, revelan que sobre este des-
cubrimiento, el carácter coactivo del género, se ha edificado críticamente el feminismo. Estas
obras inauguran una tradición intelectual de impugnación moral de la sujeción de las mujeres
y de lucha contra el prejuicio, y se inscriben en un discurso más amplio sobre la igualdad. La
singularidad de estas reflexiones radica en que por primera vez en la historia del pensamiento
moderno se habla, con el lenguaje de la época, de una desigualdad no tematizada hasta en-
tonces, la de los géneros, y se apunta a una aún indefinida estructura de dominación masculina
como responsable de una de las desigualdades medulares de la sociedad moderna.

Hasta el siglo de las Luces –siglo XVIII- se había conceptualizado a las mujeres o bien como
inferiores o bien como excelentes respecto a los varones. El discurso de la inferioridad de las
mujeres puede rastrearse desde la filosofía griega, aunque su momento álgido de virulencia
misógina se encuentra en la Escolástica y, sobre todo, en la Patrística, es decir, en los escritos
de los padres de la iglesia. Pues bien, este discurso ha sido construido sobre la base de una on-
tología diferente para cada sexo, en el que la diferencia sexual es definida en clave de inferio-
ridad femenina y de superioridad masculina. Para este discurso, la subordinación social de las
mujeres tiene su génesis en una naturaleza inferior a la masculina9. Por su parte, el discurso de la
excelencia subraya, sin embargo, la ‘superioridad’ moral de las mujeres respecto de los varones.
La paradoja de este discurso es que se origina precisamente en aquello que las subordina: su
asignación al espacio doméstico, su separación del ámbito público-político y su ‘inclinación
natural’ a la maternidad. Lo significativo de esta argumentación es que la excelencia se asienta
en una concepción de lo femenino que ha sido el resultado de la jerarquía genérica patriarcal y
que se resume en el ejercicio de las tareas de cuidados y en la capacidad de tener sentimientos
afectivos y empáticos por parte de las mujeres hacia los otros seres humanos10.

Sin embargo, junto a estos discursos que heterodesignan a las mujeres como inferiores o excel-
sas respecto a los varones, aparece un discurso en el que las mujeres se quejan de los abusos
masculinos. Este discurso, denominado memorial de agravios por Amorós se hace explícito en
La ciudad de las Damas11, escrito en 1405. Amorós señala que éste “es un género antiguo y recu-
rrente a lo largo de la historia del patriarcado: periódicamente, las mujeres exponen sus quejas

8 COBO, ROSA, “Política feminista y democracia paritaria”, en Leviatán, Madrid, 2000; pp. 85-99. Me he basado en este artículo para
elaborar algunos aspectos de este texto.
9 Los análisis más relevantes que se han realizado en lengua española sobre la diferencia sexual y sobre el feminismo de la diferencia
pueden encontrarse en Celia Amorós, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Cátedra,
Madrid, 2005 y Luisa Posada Kubissa, Sexo y esencia, Horas y horas, Madrid, 1998.
10 COBO, ROSA, “El género en las ciencias sociales”, en Cuadernos de Trabajo Social, vol. 18, Ed. Universidad Complutense, 2005,
Madrid; p. 251.
14
11 PIZAN, CHRISTINE DE, La ciudad de las damas, Ed. Siruela, Madrid, 1995.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

ante los abusos de poder del que dan muestra ciertos varones, denostándolas verbalmente en
la literatura misógina o maltratándolas hasta físicamente”12.

El siglo XVIII supone un punto de inflexión en estos discursos, pues la idea de igualdad se alzará
como el principio político articulador de las sociedades modernas y como el principio ético
que propone que la igualdad es un bien en sí mismo y hacia el que deben tender todas las
relaciones sociales. La idea de igualdad reposa sobre la de universalidad, que a su vez es uno
de los conceptos centrales de la modernidad. Se fundamenta en la idea de que todos los indi-
viduos poseemos una razón que nos empuja irremisiblemente a la libertad, que nos libera de
la pesada tarea de aceptar pasivamente un destino no elegido y nos conduce por los sinuosos
caminos de la emancipación individual y colectiva. La universalidad abre el camino a la igual-
dad al señalar que de una razón común a todos los individuos se derivan los mismos derechos
para todos los sujetos. El universalismo moderno reposa sobre una ideología individualista que
defiende la autonomía y la libertad del individuo, emancipado de las creencias religiosas y de
las dependencias colectivas13.

El paradigma de la igualdad es la respuesta a la rígida sociedad estamental de la Baja Edad


Media. Defiende el mérito y el esfuerzo individual y abre el camino a la movilidad social. Y no
sólo eso, pues también fabrica la idea de sujeto e individuo como alternativa a la supremacía
social de las entidades colectivas que eran los estamentos. Esta potente idea ética y política
de inmediato es asumida por algunas mujeres en sus discursos intelectuales y en sus prácticas
políticas. El resultado de todo ello es la construcción de un incipiente feminismo que se alejará
de la queja como elemento central del ‘memorial de agravios’ y asumirá la ‘vindicación como
la médula política básica del discurso feminista14. Celia Amorós advierte sobre la necesidad
de no confundir el memorial de agravios con la vindicación, pues, como ella misma subraya, la
queja pone de manifiesto el malestar que producen los excesos de violencia hacia las mujeres
y la vindicación apunta directamente a la deslegitimación del sistema de dominio de los va-
rones sobre las mujeres en sus múltiples dimensiones. Dicho de otra forma, la vindicación no
se conforma con reclamar recursos o derechos formales, sino que exige la transformación de
las estructuras y estratificaciones que producen desigualdad. La vindicación, por ejemplo, no
termina en la reclamación de igualdad salarial para mujeres y hombres sino que también exige
el fin de la estructura sexista del mercado laboral. La idea fundamental que hay que subrayar
es que el feminismo germina en el campo de la igualdad, pues, de un lado, reivindica que los
efectos de ese principio se apliquen a las mujeres, y, de otro, se convierte en una fuente per-
manente de interpelación a las teorías y pensadores que excluyen a las mujeres de la igualdad.

Mary Wollstonecraft representa el nudo entre feminismo e igualdad en el siglo XVIII. Esta pen-
sadora británica, que publicó en 1792 Vindicación de los derechos de la mujer, reivindica los dere-
chos de las mujeres en el marco del paradigma de la igualdad. La obra de Mary Wollstonecraft

12 AMORÓS, CELIA, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Ed. Cátedra, col. Feminismos,
Madrid, 2002; p. 290.
13 COBO, ROSA, “El género en las ciencias sociales”, op. cit.; p. 252.
15
14 AMORÓS, CELIA, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, op. cit.; pp. 285-302.
Rosa Cobo Bedia

es la obra de una pensadora ilustrada que asume apasionadamente los principios teóricos,
éticos y políticos del racionalismo ilustrado: razón, universalidad, virtud o igualdad son el len-
guaje conceptual a partir del que ella levanta el edificio de su discurso intelectual y político. El
aspecto fundamental de Vindicación de los derechos de la mujer es la educación y la socializa-
ción, pese a que se presenta a sí misma como una obra de debate político.

Vindicación de los derechos de la mujer es un libro extraordinario y lleno de sólidos argumentos


sobre la igualdad entre hombres y mujeres en el que la autora interpela con inteligentes ex-
plicaciones a quienes defienden la inferioridad de las mujeres. En este libro se fundamentan a
partir de los grandes argumentos ilustrados, la igualdad entre hombres y mujeres y la exigen-
cia de una sola y única educación para ambos sexos al tiempo que se ponen en cuestión los
prejuicios que justifican la inferioridad de las mujeres. Toda la argumentación de Wollstone-
craft sobre la educación “venía a confluir en lo que constituye el verdadero objeto de reflexión
de la obra: el carácter artificial (arbitrario), social y culturalmente construido, de las diferencias
de valor y función entre los sexos”15. Dicho en otros términos, Wollstonecraft analizará la edu-
cación del Antiguo Régimen como un arma peligrosa e inmoral de los hombres para oprimir
a las mujeres y reclamará una educación orientada a llenar de contenido moral a esos seres
racionales que son las mujeres.

Aunque el tema de la educación y de la socialización ocupa la mayoría de las argumentaciones


de Vindicación de los derechos de la mujer, también puede encontrarse otra polémica de carác-
ter político. En efecto, Wollstonecraft pondrá de manifiesto la coherencia entre la exclusión
de las mujeres del ámbito de la razón y su exclusión de los derechos civiles y políticos. Dos
exclusiones inseparables que tienen una causa: “… la tiranía de los hombres…”16. La autora
británica señalará que la exclusión de las mujeres de los derechos civiles y políticos pone de
manifiesto la tiranía de los hombres y el socavamiento de la moral17. La tiranía masculina que
priva de la razón, de la virtud y de los derechos políticos a las mujeres se concreta en una aris-
tocracia masculina que las oprime igual que la aristocracia oprime al pueblo. En Wollstonecraft,
se puede observar el uso crítico feminista que hace de los principios ilustrados. Tal y como ha
señalado Celia Amorós, toma las abstracciones ilustradas que habían sido pensadas para poner
en cuestión otras realidades sociales y las utiliza para impugnar la sujeción de las mujeres, lo
que prueba las posibilidades universalizadoras de tales abstracciones fuera del campo en que
se habían producido y para el que habían sido pensadas.

Mary Wollstonecraft vindica la posibilidad de discutir y debatir sin condiciones de ningún tipo
con los varones y de impugnar un sistema social que desemboca en la opresión de las mujeres:
“Cabe esperar, en este siglo de las luces, que el derecho divino de los maridos, como el derecho
divino de los reyes, puede y debe contestarse sin peligro”18. Pero no es suficiente con interpelar
al tirano, hay que imaginar una sociedad libre y sin tiranos, con igualdad, pues “cuanta mayor

15 BURDIEL, ISABEL, “Introducción”, en Vindicación de los derechos de la mujer, Cátedra, Col. Feminismos, Madrid, 1994; p. 59.
16 Op. cit.; p. 127.
17 Op. cit.; p. 111.
16
18 Ibidem; p. 160.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

igualdad exista entre los hombres, mayor virtud y felicidad reinarán en la sociedad”19. En defini-
tiva, Vindicación de los derechos de la mujer es el texto fundacional del feminismo que inaugura
la vindicación feminista.

El primer feminismo teórico que se desarrolló en el siglo XVIII y los primeros grupos de mujeres
que se articularon durante la Revolución Francesa terminaron, prácticamente, con el fin de la
Revolución y con la derrota de Francia y la restauración del poder absoluto en Europa. Hay
que añadir también que en la última época del proceso revolucionario, con Robespierre, se
utilizaron políticas represivas contra las mujeres feministas a las que se añadió poco después la
propia represión que tuvo lugar con la restauración de las monarquías absolutas.

En este punto es necesario hacer una reflexión en torno al origen europeo de la primera ola
feminista. En los últimos años se ha utilizado este origen histórico para acusar al feminismo de
etnocéntrico. Sin embargo, es preciso señalar que el origen geográfico, político y cultural de
una teoría o de una práctica política que tiene como objetivo ampliar los derechos de la mitad
de la humanidad sin distinción racial, sexual o cultural, no puede quedar invalidada por su ori-
gen. Los movimientos sociales y las construcciones teóricas no deben ser interpeladas por su
lugar de origen sino por los principios políticos que defienden. Desde este punto de vista, los
principios que preconiza el feminismo tienen un carácter universal,
pues su aplicación son todas las mujeres. La teoría fe-
minista y el movimiento feminista se fabrican
incipientemente en Europa, en el contexto
de las tres grandes ilustraciones, la france-
sa, la inglesa y la alemana, y en el marco
político del estado-nación. Sin embargo,
la segunda ola feminista se desarrollará
sobre todo en el continente americano y
en Inglaterra.

17
19 Ibidem; p. 122
Rosa Cobo Bedia

3.-
Siglo Xix: El Movimiento Sufragista
en Europa y América. Debates entre
Marxismo y Feminismo. Stuart Mill y
Harriet Taylor: La Sujeción de la Mujer

Segunda ola feminista


El movimiento sufragista

Casi medio siglo de silencio precederá al resurgimiento del feminismo en el siglo XIX. Y es que
cuando todo hacía presagiar que el feminismo ilustrado había sido un episodio aislado tanto
en su dimensión intelectual como en la social, reaparece en EE.UU. e Inglaterra con un discurso
y una práctica política herederos directos del feminismo ilustrado de la Revolución Francesa.
Lo cierto es que con esta reaparición, el feminismo se convertirá por primera vez en la historia
en un movimiento de masas.

El acta fundacional del movimiento sufragista


se produce con la Declaración de Sentimientos
o Declaración de Seneca Falls en 1848. En este
pequeño pueblecito del estado de Nueva York
un grupo de mujeres feministas norteamerica-
nas exigieron que las mujeres pudiesen ejercer
los derechos que tenían los varones, siguiendo
el modelo de declaración de independencia de
EE.UU. En este emocionante texto las mujeres
norteamericanas reclaman aquellos derechos
formulados como universales por los teóricos
de la Ilustración y que habían sido usurpados y
18
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

negados a las mujeres. Exigían para sí mismas los mismos derechos que ya habían conseguido
los varones20. Hay que subrayar que en este manifiesto resuenan los ecos de Vindicación de los
derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft.

Sin embargo, para comprender mejor el movimiento sufragista hay que tener en consideración
dos hechos que precedieron a la formación de este movimiento: el primero de ellos es que una
parte de las mujeres que militaron activamente en la lucha sufragista, previamente participa-
ron en el segundo gran despertar, un movimiento de renacimiento religioso que hizo posible
que tomasen la palabra en las comunidades religiosas y que leyesen las sagradas escrituras.
La participación de estas mujeres en la lectura y la reinterpretación de las Sagradas Escritu-
ras se convirtió en una fuente de ensanchamiento de la subjetividad. Esta participación en
un movimiento colectivo, tal y como fueron las comunidades religiosas, sirvió también como
una preparación para su militancia posterior en comunidades de carácter político. El segundo
hecho es que aquellas primeras mujeres sufragistas que proclamaron el decálogo de dere-
chos de Seneca Falls habían ejercido el activismo junto a los varones negros en su lucha por
el voto. Cuando se consolidó la posibilidad del voto para los hombres negros, las mujeres, en
justa reciprocidad, les pidieron colaboración política para conquistar el mismo derecho polí-
tico para ellas, el del sufragio. La respuesta de la comunidad de varones negros fue negativa:
no querían arriesgar su precario derecho al voto implicándose activamente en la lucha por el
voto femenino, pues la lucha por el sufragio de las mujeres se consideraba aún más arriesgada
políticamente que la de ellos.

El movimiento sufragista arraiga en aquellas sociedades en las que se había desarrollado la


revolución industrial, en espacios urbanos, de religión protestante y en sociedades firmemente
asentadas sobre la ideología liberal. EE.UU., primero, e Inglaterra, después, serán las primeras
sociedades en las que arraigará uno de los movimientos sociales que ha dejado huellas más
visibles y que más ha contribuido a hacer del mundo una comunidad moral.

Este movimiento se articulará políticamente en torno al derecho al voto, pero el cuerpo central
de sus reivindicaciones son el derecho a la propiedad, a la educación, el acceso a las profesio-
nes o a la libertad para organizarse y hablar en público. De otro lado, la crítica al matrimonio, en
la medida en que significa la ‘muerte civil’ de las mujeres, la crítica a las leyes discriminatorias
que regulan la patria potestad o la exigencia del divorcio son otras reclamaciones sufragistas.
En definitiva, el feminismo del siglo XIX se torna más abiertamente político y sus conquistas
ensancharán la democracia al ampliar los márgenes de libertad e igualdad de las mujeres. El
libro de John Stuart Mill y Harriet Taylor, La sujeción de la mujer, fue un texto relevante para el
sufragismo. Se inscribe en la tradición liberal y utilitarista.

Durante más de medio siglo las mujeres lucharon por el voto con todas las armas a su alcance,
salvo la de la violencia. El sufragismo puso en práctica acciones políticas imaginativas, pero
siempre pacíficas, que después han copiado otros movimientos sociales (concentraciones, ma-

20 MIYARES, ALICIA, “El sufragismo”, en Celia Amorós y Ana de Miguel, Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización, Minerva 19
Ediciones, Madrid, 2005.
Rosa Cobo Bedia

nifestaciones, grabado de la palabra sufragio en los campos de cricket, encadenamiento a las


verjas del palacio del primer ministro británico o del parlamento, huelgas de hambre o que-
marse a lo bonzo en los hipódromos para llamar la atención sobre el derecho al voto, entre
otros).

La última época del sufragismo, en los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX, está
profundamente marcada por un sesgo más radical que enfatizará la reivindicación de autono-
mía sexual para las mujeres y la crítica a la moral patriarcal inherente a la institución del matri-
monio. De esta forma, preparará el terreno al feminismo radical de los años setenta del siglo
XX que pondrá las relaciones familiares, sexuales y reproductivas en el centro mismo del nuevo
escenario histórico feminista. El movimiento sufragista no fue homogéneo ideológicamente
en sus siete décadas de existencia.

Retrospectivamente, se observa que en el sufragismo se consolidan dos corrientes de ideas y


de praxis política, una moderada, cuyas raíces políticas y demandas son fuertemente liberales,
y otra más radical, que pondrá en el escenario político sufragista algunas de las reivindicacio-
nes políticas que demandará el feminismo radical de los años setenta del siglo XX.

De otro lado, el sector más radical del movimiento sufragista se acercó a la ideología socialista y
de esa forma puso las bases de un movimiento feminista más amplio e incluyente en el que las
mujeres obreras y las de clase media, que sentían como una carga insoportable los privilegios
masculinos, hicieron una alianza frente a las leyes y usos y costumbres patriarcales. Susan B. An-
thony y Elizabeth Cadi Stanton son las sufragistas que más se acercaron a posiciones radicales
y socialistas. No se conformaron con criticar el matrimonio sino que también pidieron que los
tribunales de justicia tuviesen una composición que hoy denominaríamos con el término de
paritaria. La última etapa del movimiento sufragista incluyó vindicaciones políticas radicales en
las que la sexualidad se coloca en la agenda feminista, pues la crítica a la doble moral sexual y
la reivindicación de la libertad sexual entran en el marco reivindicativo sufragista.

El movimiento sufragista finaliza con la Primera Guerra Mundial y a partir de ese momento, el
derecho al voto comienza a ser una realidad en algunas sociedades. En la primera mitad del
siglo XX, millones de mujeres votarán en diferentes regiones del mundo. El éxito del sufragis-
mo ha sido incuestionable, pues el derecho a la educación, al ejercicio de diversas profesiones,
a la propiedad o al divorcio, entre otros, se han convertido en una realidad para millones de
mujeres.

20
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

4.-

Siglo XX: El Segundo Sexo de Simone


de Beauvoir y la Mística de la Feminidad
de Betty Friedan. El Surgimiento del
Feminismo Radical Norteamericano:
Kate Millett y Shulamith Firestone.
Feminismo de la Diferencia.

La tercera ola feminista

El feminismo de la igualdad de Simone de Beauvoir


Tras la larga lucha del sufragismo se instala otro periodo de silencio en la historia del femi-
nismo. En efecto, desde la Primera Guerra Mundial hasta el año 1949, en el que la francesa
Simone de Beauvoir publica El segundo sexo, el feminismo permaneció sumergido recu-
perando la energía que desplegaría más tarde, a partir de los años 60. En la historia de la 21
Rosa Cobo Bedia

tradición feminista, El segundo sexo ocupa un lugar central, pues está concebido como un
estudio totalizador de la condición de las mujeres en las sociedades occidentales. Además,
es un texto heredero del feminismo ilustrado y su propuesta normativa se inscribe en un
discurso radical de la igualdad.

Simone de Beauvoir analizará la subordinación de las mujeres desde la hermenéutica existen-


cialista. Sus aportaciones han sido tantas y su sombra tan alargada que los feminismos poste-
riores o bien han reivindicado su obra o bien la han interpelado, pero nadie ha permanecido
ajeno a sus análisis. Uno de sus argumentos fundamentales para explicar la opresión de las
mujeres lo realizará a través de los conceptos de naturaleza y cultura. Las mujeres han sido
definidas como naturaleza y los varones como cultura. La naturaleza es el mundo de la inma-
nencia, el dato, la repetición, la vida, aquello que surge naturalmente y no deja huellas en la
vida social. La cultura es el mundo de la trascendencia, la creación de la vida social y política,
la creación de mundos simbólicos. La vida natural frente a la vida política. Las mujeres frente a
los hombres. Las mujeres crean vida biológica y los varones crean vida social y política. Y esta
vida social y política es constituida como sentido y como valor, pues trasciende la repetición
de la vida biológica. Crear vida social y política y crear ideas entraña riesgos, que a veces se
concretan en guerras y luchas. Ahí es donde se arriesga la vida y en ese riesgo se concreta la
trascendencia. Y después la humanidad ha estimado que lo que tiene valor es la cultura y lo
que no lo tiene es la naturaleza. Las mujeres quedaron en este último espacio y sus tareas y
funciones fueron privadas de valor. Ese es el origen de la opresión de las mujeres, se valora lo
masculino y se priva de valor a lo femenino. Por eso, el cánon de lo humano es el varón y las
mujeres serán pura alteridad. Simone de Beauvoir las definirá como ‘la otra’, lo que está fuera
del canon de lo bueno, de lo valioso.

Además, Simone de Beauvoir afirmará que el género es una construcción social. Su afirmación
de que ‘la mujer no nace, se hace’ ilustra esta idea que han sido tan relevante para los análisis
feministas. Hay que destacar, en este sentido que la escritora francesa no acepta esencias de lo
femenino ni de lo masculino. Además, analiza la maternidad como una trampa para las muje-
res, en el sentido de que su crítica no es a las mujeres que deciden tener hijos sino a la ideología
que las empuja a tenerlos en unas condiciones de abierta subordinación. También considerará
que el trabajo remunerado y la socialización del trabajo doméstico son las condiciones de po-
sibilidad para la emancipación de las mujeres21.

El feminismo liberal de Betty Friedan


En 1963, en EE.UU., una psicóloga feminista, Betty Friedan, escribirá un libro, La mística de la
feminidad, en cuyos análisis se podrán reconocer millones de mujeres occidentales. En su cé-
lebre libro, Betty Friedan tratará de entender por qué las mujeres aceptaron ser expulsadas

22 21 LÓPEZ PARDINAS, TERESA, “El feminismo existencialista de Simone de Beauvoir”, en Celia Amorós y Ana de Miguel (Eds.), Teoría
Feminista: de la Ilustración a la globalización, Tomo 1, Madrid, 205; pp. 335-365.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

del mercado laboral al finalizar la Segunda Guerra Mundial y por qué aceptaron ser madres
y esposas en el contexto de la familia que hoy denominamos patriarcal. El telón de fondo de
este libro es una amplia bibliografía en Estados Unidos que muestra el crecimiento de diversas
patologías entre las mujeres: ansiedad, alcoholismo, suicidio, neurosis… El texto de Friedan
intentará explorar las causas del aumento de estos malestares entre las mujeres. Y encontrará
una explicación alternativa a la de la psicología y la psiquiatría dominante, que consideraban
que esas patologías eran inherentes a la naturaleza de las mujeres. ‘El problema que no tiene
nombre’, tal y como lo denominaba Betty Friedan, radicaba en que las mujeres fueron empu-
jadas a aceptar una identidad, la de esposa y madre, que no habían elegido y por ello no era el
resultado de una elección libre, sino impuesta22. Esta identidad se convirtió en fuente inagota-
ble de malestar para las mujeres.

Betty Friedan analiza la vida de las mujeres norteamericanas de los años 60 desde la pers-
pectiva ideológica del feminismo liberal. La autora norteamericana no alude en su obra a la
existencia de un sistema de dominio masculino que obstaculiza la libertad de las mujeres y les
impide el acceso a espacios de igualdad. Más bien, ella estima que las leyes son un poderoso
instrumento para alcanzar la igualdad de derechos con los varones. En su siguiente libro, La
segunda fase, escrito en 1981, hará un giro ideológico hacia la socialdemocracia y verá en las
medidas de acción afirmativa la alternativa a la desigualdad y discriminación de las mujeres.

Hay que señalar que la obra de Betty Friedan engancha con la corriente liberal del movimien-
to sufragista. En este sentido, se pueden apreciar que en el marco de la tradición intelectual
feminista y también en el de la práctica política hay un hilo desde el siglo XVIII hasta nuestros
días que tienen un nervio fuertemente liberal. Sin embargo, esta tradición feminista liberal ha
hecho aportaciones significativas a las luchas de las mujeres. Ahora bien, en este momento de
globalización neoliberal el feminismo liberal no puede ofrecer respuestas ni a la desigualdad
ni a la violencia hacia las mujeres.

Feminismo y marxismo
El feminismo, como ya se ha dicho, es una tradición intelectual y un movimiento social
cuyo nacimiento data del siglo XVIII, mientras que el marxismo aparece en la escena inte-
lectual y social a mediados del siglo XIX. No conviene olvidar que cuando surge el marxis-
mo, el feminismo tenía casi un siglo de existencia. Ambas teorías y ambos movimientos
sociales tienen elementos en común y diferencias profundas. La semejanza más notable
es que ambos analizan la sociedad en clave de sistemas de dominio. El marxismo consi-
dera que en el fundamento de la sociedad existe un sistema de dominio económico, el
capitalismo, basado en un sistema de explotación económica por el que los burgueses
explotan a los obreros o los empresarios a los trabajadores. El feminismo, sin embargo,

22 JIMENEZ PERONA, ÁNGELES, “El feminismo liberal estadounidense de posguerra: Betty Friedan y la refundación del feminismo 23
liberal”, en Celia Amorós y Ana de Miguel (Eds.), Teoría Feminista: de la Ilustración a la globalización, op. cit.; pp. 15-34.
Rosa Cobo Bedia

estima que en la base de la sociedad existen estructuras patriarcales que colocan a los
varones en una posición de dominio y a las mujeres en una posición de subordinación. El
marxismo se construye como teoría y como movimiento alrededor de la variable clase y el
feminismo en torno a la variable género.

Las diferencias entre marxismo y feminismo son significativas. En efecto, el marxismo ha


dado pruebas constantes a lo largo de la historia de su falta de comprensión política hacia
la opresión de las mujeres. Razones teóricas, políticas y estratégicas han estado en el fun-
damento de esa incomprensión. El marxismo ha tenido la grandeza de desvelar el dominio
capitalista, pero esta teoría no fue construida para identificar analítica y políticamente
el dominio masculino. Además, tal y como señalaba Poulain de la Barre, los varones son
juez y parte al mismo tiempo. Es difícil que quienes están en una posición de hegemonía
conceptualicen teorías y pongan en funcionamiento prácticas políticas para privarse de
sus privilegios. Por otra parte, el marxismo siempre tuvo miedo a que las mujeres que
participaron activamente en el movimiento sufragista en el siglo XIX y en el feminismo en
el siglo XX les arrancasen segmentos de una base social que consideraban que pertenecía
a la izquierda.

Sin embargo, y pese a todo, en el marxismo, en el socialismo y en el anarquismo militaron


mujeres que entendieron la lucha de las mujeres, aunque eso no significase que algunas
de ellas se adscribieran al feminismo. En efecto, Rosa Luxemburgo, Flora Tristán, Alejandra
Kollontay, Clara Zetkin o Emma Goldman fueron mujeres con sensibilidad feminista y que
en algunos casos tuvieron la convicción de que la opresión de las mujeres era distinta y
complementaria a la opresión de clase.

En todo caso, el marxismo siempre ha mantenido una fuerte vinculación entre la opresión
de las mujeres y el capitalismo. Para esta teoría, la opresión de las mujeres beneficia al
capitalismo. Sin embargo, hay que reconocer la insuficiencia del marxismo a la hora de
dar cuenta de la subordinación de las mujeres. La clave está en el no reconocimiento por
parte del marxismo de la existencia de un sistema de domino patriarcal. En los años 60-70,
sobre todo en EE.UU., aparecen mujeres feministas que se definen también como socia-
listas. Estas feministas plantearán la insuficiencia del marxismo para entender ‘la cuestión
de la mujer’ y subrayarán la ceguera del feminismo para comprender la opresión de clase.
El resultado, en palabras de Heidi Hartman, es el de un desgraciado matrimonio entre fe-
minismo y marxismo. Estas teóricas propondrán un sistema dual para analizar la condición
de las mujeres y reivindicarán el aparato conceptual del marxismo y el del feminismo para
dar cuenta de la subordinación de las mujeres en las sociedades capitalistas.

El feminismo del siglo XXI, ante la brutal arremetida neoliberal, tiene una necesidad im-
periosa de identificar la política sexual del neoliberalismo y detectar los mecanismos ca-
pitalistas que empobrecen y son causa de la explotación económica de las mujeres. Traer
materiales críticos del socialismo es crucial para entender la opresión de las mujeres en su
24
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

complejidad y para desvelar el pacto entre patriarcado y capitalismo que hace de las mu-
jeres las ‘trabajadoras idóneas’: las que tienen salarios más bajos, en muchos casos, sala-
rios de pobreza, las que tienen menos derechos, las que trabajan en la economía informal,
a tiempo parcial, con horarios de 12 y 14 horas diarias.

El feminismo marxista aportó a la historia de la tradición feminista una mirada clave sin
la cual no tendríamos los materiales teóricos que hacen posible entender la explotación
económica de las mujeres en el mercado global. ¿Podríamos entender el trabajo de las
mujeres en las maquilas sin estudiar la política sexual del neoliberalismo? En otros tér-
minos, un feminismo que no coloca en el centro de su agenda política la cuestión de la
economía política en este momento histórico está condenado a no ofrecer respuestas a la
opresión de las mujeres.

El feminismo radical de los 70


A partir de los años sesenta, el siglo XX ha sido testigo de una nueva ola feminista de
marcado carácter político. En efecto, el feminismo radical hace su aparición en todo el
continente americano, en Europa y en otras partes del mundo, en el contexto de mayo
del 68. El telón de fondo es la formación de una nueva izquierda alejada del comunismo
ortodoxo, las luchas de la comunidad negra por los derechos civiles en EE.UU., la apari-
ción de los nuevos movimientos sociales como alternativa a los partidos políticos y, sobre
todo, la creación de una cultura política articulada en torno a la crítica a las instituciones
represivas de la modernidad. Mayo del 68 es un momento histórico de optimismo y de
un gran deseo de cambio social. De hecho, esta revolución que recorre muchas regiones
del mundo cambió el rostro de muchas sociedades y esos cambios humanizaron sin duda
estas sociedades.

En el marco del surgimiento de los nuevos movimientos sociales, el feminismo encuentra


una tierra fértil en la que germinar. Y por segunda vez en la historia, después del sufra-
gismo, el feminismo se convertirá en un movimiento de masas. Si mayo del 68 cambió el
rostro de muchas sociedades, el feminismo cambio no solo el imaginario sobre las mujeres
sino que se introdujeron cambios sociales, políticos y económicos en esas mismas socie-
dades. El feminismo radical marca el inicio de un proceso de conquista de derechos que
hoy están en retroceso. Mayo del 68 es un momento de avance, de progreso y de luchas
políticas de las mujeres. Este feminismo se articulará nuevamente alrededor del principio
ético y político de la igualdad. Simone de Beauvoir será una referencia teórica y política
como también el sector radical del movimiento sufragista.

La influencia del feminismo radical será larga y profunda y sus efectos se harán sentir du-
rante más de tres décadas. En efecto, este resurgimiento del feminismo ha impregnado las
mentalidades, ha permeado valores sociales, ha trastocado los paradigmas dominantes 25
de las ciencias sociales y ha obligado a algunos Estados a aplicar políticas de igualdad. La
Rosa Cobo Bedia

influencia del feminismo ha sido tan significativa como exasperante la falta de derechos
de las mujeres.

El aspecto más importante del feminismo radical ha sido mostrar el carácter político de
las relaciones que tienen lugar en el ámbito doméstico-familiar. El libro más célebre del
feminismo radical, ya un clásico indiscutible de la literatura feminista, es la Política sexual23
de Kate Millett. La tesis central de este libro es que lo personal es político. Dicho en otros
términos, lo que Millett quiere argumentar es que la subordinación de las mujeres no se
sostiene sólo en su exclusión de las instituciones políticas y de los poderes fácticos o en
la explotación económica que tiene lugar en el mercado laboral sino que tiene raíces muy
profundas y aparentemente invisibles que hacen muy difícil desmontar las estructuras de
opresión de las mujeres. Estas hondas raíces se encuentran en la familia patriarcal, en las
relaciones de pareja y en todas las tareas de cuidados y reproductivas que desarrollan las
mujeres gratuitamente en el ámbito familiar. Dicho en otros términos, la familia no es un
espacio de afecto y cuidados, presidido por la simetría y la reciprocidad entre varones y
mujeres, sino una institución patriarcal en la que se asienta la división sexual del trabajo,
se esconden las relaciones de poder entre hombres y mujeres detrás del amor y de los
cuidados y en muchos casos se desarrolla la violencia y el abuso sexual masculino contra
las mujeres. Y todas estas prácticas no son aspectos íntimos y privados de las parejas o de
las familias, como se nos ha contado, sino relaciones políticas basadas en la explotación
y subordinación de las mujeres. Y no sólo eso, pues el feminismo de último tercio del XX
politizará aún más el ámbito doméstico-familiar al señalar la violencia de la que son objeto
muchas mujeres y al desvelar la explotación económica que suponen los trabajos repro-
ductivos que tienen lugar en el espacio privado-doméstico.

Sin embargo, los análisis de Millett no acaban en el desarrollo de esta idea sino que con-
ceptualiza para el feminismo la categoría de patriarcado, tal y como explicamos más arri-
ba. A partir de los años 70, este concepto ocupará el lugar central del marco interpretativo
feminista y será muy útil para entender las causas y los mecanismos que reproducen la
opresión de las mujeres. Con esta categoría podremos entender que las sociedades están
edificadas sobre estructuras políticas, económicas y culturales que consagran la hegemo-
nía de los varones sobre las mujeres.

Las luchas civiles de la población negra en EE.UU. coloca la cuestión de la raza en un ám-
bito fuertemente político y los análisis de Kate Millett pondrán de manifiesto que la raza,
como el género, es una estructura de poder. Hay que subrayar que el feminismo radical
comprende la opresión racial y la opresión de clase. La obra de Sulamith Firestone, La
dialéctica del sexo, el otro gran clásico del feminismo radical, utilizará categorías marxistas
para explicar la opresión de las mujeres y sus análisis pondrán de manifiesto que la clase
sexual es una estructura de poder.

23 Véase uno de los libros de teoría feminista más relevantes del siglo XX: KATE MILLETT, La política sexual, Ed. Cátedra, col. Feminis-
26 mos, Madrid, 1995.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

En otros términos, el feminismo de los años 70 explora los mecanismos de poder patriarcal
que oprimen a las mujeres, pero no sostendrá que esa opresión es única, sino que está
articulada con otras opresiones. En efecto, la clase, la raza y el colonialismo son categorías
que transitan por el feminismo radical, pero, sobre todo, por la obra de Kate Millett. Por
eso, el feminismo radical pondrá las bases para que después otros feminismos argumen-
ten sobre la necesidad de identificar analítica y políticamente el cruce de opresiones en
las vidas de las mujeres e incluyan en la agenda feminista la reflexión crítica sobre el pa-
sado colonial de los países europeos y su influencia en la conformación de las estructuras
materiales y simbólicas de los países colonizados. La feminista norteamericana propone
una política de coalición para entrar en otra fase histórica no presidida por opresiones:
“La transmutación que una coalición de los diversos grupos desposeídos (los negros, los
jóvenes, las mujeres y los pobres) trataría de imponer a los valores fundamentales consti-
tuiría el punto de arranque de una verdadera revolución asentada sobre la abolición de las
categorías y papeles instituidos (tanto sexuales como de cualquier otra índole)”24.

Algunas reflexiones sobre el feminismo de la diferencia


Tras el feminismo radical, empieza a hacerse presente un nuevo análisis que interpela crí-
ticamente la igualdad y coloca en el centro del escenario feminista la diferencia. El mo-
vimiento feminista y la teoría feminista desde sus inicios han experimentado la tensión
entre la igualdad y la diferencia25, entre la queja y la vindicación, entre la separación y la
plena inclusión en lo público y lo político. Sin embargo, la igualdad ha sido el paradigma
político predominante en el feminismo hasta que a finales de los años setenta cristaliza
una posición teórica y política favorable a la diferencia. En esos años se inicia un debate
ontológico en el seno del feminismo acerca de la ‘naturaleza’ de los géneros y un debate
político sobre cuestiones político-estratégicas. ¿Existe algún elemento ontológico que de-
termine maneras de ser diferentes para mujeres y varones? ¿O la diferencia entre ambos
géneros es una construcción sociocultural producida por la jerarquía patriarcal? ¿Las mu-
jeres deberían luchar por el poder y la igualdad utilizando los recursos y las instituciones
ya existentes en la sociedad?

Alrededor de este dilema brotan tres argumentos en el seno del feminismo. Los dos pri-
meros celebran la diferencia entre varones y mujeres, mientras que el tercero la examina
críticamente y vindica la igualdad. El primero de ellos defiende una esencia de lo femeni-
no con rasgos propios, ajena a las realidades sociales. El segundo considera intelectual-
mente imposible demostrar una ontología o esencia de lo femenino, pero presenta otra
posibilidad que al cabo cumple el mismo propósito: puede y debe preservarse la ‘natu-
raleza’ femenina que se ha ido construyendo a lo largo de la historia y que, en definitiva,

24 MILLETT, KATE, Política sexual, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, Madrid, 1995; p. 609. 27
25 BENHABIB, SEYLA, “Desde las políticas de la identidad al feminismo social: un alegato para los noventa”, en Elena Beltrán y Cristina
Sánchez (Eds.): Las ciudadanas y lo político, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer/ Universidad Autónoma, Madrid, 1996; p. 25.
Rosa Cobo Bedia

confirma nuestra excelencia moral. Estas feministas de la diferencia apelan a la moralidad


de las mujeres, diferente a la de los varones, y probablemente vinculada a las tareas de cui-
dados que han desempeñado a lo largo de los siglos. Luisa Posada Kubissa lo explica así: el
feminismo de la diferencia “apela a una cultura femenina que habría pervivido como tal en
los márgenes de la construcción simbólico-patriarcal”26. El tercer argumento arranca de la
premisa de que la identidad femenina es el resultado de la estructura de poder patriarcal.
Dicho de otra forma, la feminidad es una construcción normativa y coactiva que reduce
la libertad y autonomía de las mujeres. El feminismo de la diferencia apela a la diferencia
entre hombres y mujeres, tanto en el caso de que crean que esa diferencia es natural o
bien consideren que es construida socialmente.

La diferencia para estas autoras tiene un carácter constituyente y fundacional a la que la


especie humana no puede sustraerse. Y por eso hay que preservarla.

El feminismo de la diferencia se construirá alrededor de la idea de que entre varones y


mujeres existen diferencias profundas que van más allá de la cultura, que probablemente
están ancladas en sustratos más profundos de la humanidad masculina y femenina y que
de todo ello resultan formas de estar en el mundo diferentes entre unos y otras. El femi-
nismo de la diferencia se constituye alrededor de la afirmación de esa diferencia que dará
lugar a una ‘cultura de lo femenino’.

El feminismo de la diferencia aparece primeramente en EE.UU. con el nombre de femi-


nismo cultural y reivindica la existencia de valores femeninos distintos a los masculinos,
incluso en el terreno de la moral. Carol Gilligan es la figura de referencia de esta posición
ideológica, quien argumentará en los años ochenta que el desarrollo moral femenino es
distinto al masculino. Paralelamente, aparece en Europa, en Francia, su correlato, aunque
con modulaciones teóricas y políticas específicas, con el nombre de feminismo de la di-
ferencia. La teórica feminista fundamental es Luce Irigaray, quien sostiene que el género
no es algo meramente construido. Para esta filósofa lo femenino es lo diferente, lo no
idéntico, lo desconocido, pues lo diferente, lo femenino, escapa al discurso logocéntrico
y por ello no puede ser reducido al discurso de la razón. Para ella la diferencia sexual se
convierte en la ‘diferencia’. Casi al mismo tiempo, aparece en Italia el pensamiento de la
diferencia sexual en torno a la filósofa Luisa Muraro y a la Librería de Mujeres de Milán.
El feminismo de la diferencia en Italia reflexiona sobre como fundar un nuevo orden sim-
bólico femenino y Muraro encuentra ese orden simbólico en la madre. Explica: “el inicio
buscado está ante mis ojos: es el saber amar a la madre”. La relación con la madre es la
relación originaria y, por ello, superior a cualquier otra. Explica Luisa Posada que parece
claro que para Muraro el orden simbólico de la madre y el saber amar de la madre son
principios constitutivos del ser femenino.

28 26 POSADA KUBISSA, LUISA, “De la diferencia como identidad: génesis y postulados contemporáneos del pensamiento de la diferencia
sexual”, en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 8, nº 16, Sevilla, 2006.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

Ambas perspectivas teóricas, la de la diferencia y la de la igualdad, comparten la idea de


que la diferencia entre hombres y mujeres existe. Sin embargo, la primera considera que
la diferencia debe convertirse en un paradigma político en torno al cual debe organizarse
la vida social. La diferencia no ha de ser ignorada, sino reivindicada y a partir de su exis-
tencia debe construirse la vida social, política, económica y cultural. Por el contrario, el
feminismo de la igualdad asume la idea de la diferencia como resultado de la experiencia
histórica, pero considera que la igualdad debe ser el paradigma político en torno al cual
se construyen las relaciones sociales entre hombres y mujeres.

29
Rosa Cobo Bedia

5.-

Siglo Xxi: Nuevas Corrientes Feministas:


Feminismo Postmoderno, Feminismo
Multiculturalista y Teoría Queer

Algunas notas sobre el feminismo postmoderno


Sin que se hubiesen apagado los ecos de este debate que fragmentó peligrosamente al movi-
miento feminista, surgió a mediados de los ochenta otro debate que se superpuso al anterior.
En efecto, el discurso de la diferencia se encuentra con las argumentaciones postmodernas, si-
guiendo el camino de la interpelación crítica a la igualdad que ya había comenzado el feminis-
mo de la diferencia. Como explica Nancy Fraser, el debate de los setenta se desarrolla en torno
a la diferencia de género, mientras que las argumentaciones postmodernas de los ochenta se
centran en las diferencias entre mujeres27. Dos debates y dos fases del movimiento feminista. El
primero de ellos enfatizó la diferencia de género, mientras que el segundo exaltó las diferencias
entre mujeres pertenecientes a distintos colectivos sociales. Esta segunda fase se configura en el
contexto sociopolítico de lo que se ha denominado políticas de la identidad/diferencia.

La alianza entre un sector del feminismo y la postmodernidad supuso un giro político y epis-
temológico respecto al feminismo universalista e ilustrado de la igualdad. Este cambio de aná-
lisis es tematizado por Seyla Benhabib como un choque de paradigmas en la teoría feminista
contemporánea. El cambio de paradigma hacia los feminismos postmodernos se produjo a
mediados de los ochenta, bajo la influencia de pensadores franceses como Foucault, Derrida,
Lyotard, Luce Irigaray o Helene Cixous.

Para la postmodernidad, las categorías centrales ilustradas no son aceptables ni legítimas


porque no tienen en consideración las diferencias. Todas las abstracciones son sospechosas,

30 27 FRASER, NANCY, Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición postsocialista, Ed. Siglo del Hombre/Universidad de los
Andes, 1997, Bogotá; pp. 229-250.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

especialmente las ilustradas, porque no son lo suficientemente inclusivas con los individuos.
Ninguna de ellas es capaz de dar cuenta de ‘toda la realidad’. Las abstracciones o ‘afuera cons-
titutivos’ son sólo construcciones discursivas, que en lugar de explicar la realidad, la configuran
coactivamente, la homogeneizan cuando es diversa o la falsifican al dotarla de una uniformi-
dad que en realidad es inexistente.

La postmodernidad propone la desactivación de todas las abstracciones modernas decretan-


do su inutilidad o su perversidad. Esta lógica implacable ha alcanzado a los dos conceptos
centrales de la reflexión feminista: género y patriarcado. El primero de ellos, al aludir a todas las
mujeres en tanto género, está escamoteando las profundas diferencias que existen entre ellas
(de clase, de raza, de sexualidad, de etnia, etc.). La teoría postmoderna sostiene que los grupos
son plurales y contradictorios. Cualquier gran colectivo -por ejemplo, el de las mujeres- que
se dote de un marco normativo para actuar como un actor social puede ser coactivo con la
multiplicidad de sus diferencias internas y puede aplastar la construcción de futuras identida-
des. ¿Se puede hablar de mujeres como género a pesar de las abismales diferencias sociales,
económicas, culturales o sexuales que existen entre ellas? ¿Un sólo concepto, el de patriarcado,
puede dar cuenta de realidades diferentes, e incluso contrarias, como la posición de las muje-
res blancas y de clase media norteamericanas y las mujeres pobres de África?

Los análisis postmodernos son críticos con la categoría de género, no sólo cuando con este con-
cepto se refieren a lo masculino y lo femenino como construcciones culturales, sino también
cuando el género es utilizado como sinónimo del colectivo de las mujeres. Vamos a examinar
brevemente ambas argumentaciones. Desde análisis postmodernos se señala a propósito del
concepto de género que éste no es capaz de representar más que a un pequeño grupo de
mujeres: aquellas blancas, de clase media que viven en países ricos. Las teorías postmodernas
nos dicen que cualquier ‘nosotros’ -las mujeres en este caso- resulta políticamente sospechoso,
desde el momento en que, por una parte, intenta crear una supuesta comunidad de opinión,
ideas e intereses allá donde no los hay y, por otra, todo ‘nosotros’ se construye a partir de la
exclusión de quienes no poseen las características que les hacen aptos para participar en esa
abstracción. El concepto de la ‘diferencia’ es paradigmático para la postmodernidad, pues con
él pretende poner en entredicho los falsos conceptos universales que homogeneízan las expe-
riencias individuales y colectivas.

Las argumentaciones postmodernas que cuestionan la categoría de género reaparecen con el


concepto de patriarcado. El análisis feminista acerca del patriarcado se fundamenta en la idea
de que uno de los rasgos estructurales de las sociedades existentes es la jerarquización de los
géneros. Pues bien, la postmodernidad, en su guerra declarada a las generalizaciones, critica
la noción de patriarcado porque no da cuenta del funcionamiento de la opresión de género
en los contextos culturales concretos en que existe. Y es que la postmodernidad rechaza el
concepto de patriarcado por esencialista, ahistórico y totalizador28.

31
28 AMORÓS, CELIA, Tiempo de feminismo, op. cit.; véase especialmente “El sujeto del feminismo”: cap. VII.
Rosa Cobo Bedia

La postmodernidad cuestiona las abstracciones ilustradas de las que se ha servido la teoría


feminista para interpelar al patriarcado, como el concepto de mujeres, la noción de sujeto po-
lítico feminista o la argumentación feminista que considera que en cada sociedad existen es-
tructuras patriarcales que oprimen a las mujeres, además de una estructura transcultural de
dominio masculino. Algunas preguntas se desprenden de estos análisis: ¿con que conceptos
trabajará el feminismo si prescinde de su marco interpretativo de la realidad social? ¿Si el femi-
nismo prescinde del sujeto, quién protagonizará los cambios sociales que pretenden acabar
con la opresión de las mujeres? ¿Si asumimos la idea de que no existe patriarcado, debemos
asumir también que no hay una opresión específica de las mujeres? ¿Si la opresión existe, en
qué estructuras la identificamos? La alianza entre el feminismo y la postmodernidad es com-
plicada, pues esta última no proporciona claves teóricas ni políticas en la construcción de una
teoría del cambio social. Ni tampoco ofrece argumentaciones sólidas para elaborar un proyec-
to político de emancipación de las mujeres.

Feminismo y multiculturalismo
El multiculturalismo es una lógica teórica, política y normativa que se desarrolla en la década
de los 90 y que ha hecho de la exaltación de la diferencia cultural el núcleo de sus supuestos
teóricos y prácticos. El multiculturalismo ha proporcionado un marco teórico y político a las co-
munidades culturales inferiorizadas y también a los movimientos sociales que han dado voz a
minorías invisibilizadas y excluidas. También ha sido un poderoso aliado a la hora de introducir
críticamente en la agenda política la cuestión colonial y los efectos que ese fenómeno ha pro-
ducido sobre las mujeres de los países y territorios colonizados y concretamente de las mujeres
de los pueblos originarios y afrodescendientes.

Un problema de carácter estructural en América Latina es el derivado del proceso de coloniza-


ción que tuvo lugar a partir del siglo XV por parte de España y Portugal y otras potencias en el
Caribe. Este proceso ha marcado decisivamente las sociedades latinoamericanas y del Caribe
en muchos sentidos y de diferentes formas. La realidad social muestra la difícil y asimétrica co-
existencia entre los pueblos originarios, los afrodescendientes y aquellos que lejanamente des-
cienden de los colonizadores. El resultado de todo ello son sociedades profundamente dividi-
das y desequilibradas en términos de recursos y derechos entre los diversos sectores sociales.

A partir del siglo XV América Latina y el Caribe son sometidas a intensos procesos de coloniza-
ción por parte de Europa. El caso de América Latina es cronológicamente el primer colonialis-
mo en el que se cruzan variables diversas: imposición de la religión católica, expoliación eco-
nómica, subordinación cultural y políticas que hoy denominamos genocidas con los pueblos
originarios. El objetivo de los conquistadores españoles fue hacerse con el poder político, eco-
nómico, cultural y religioso y para ello fue necesario no sólo expoliar a los pueblos indígenas de
sus recursos sino también de sus valores religiosos y culturales. Sin embargo, lo que nos inte-
32
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

resa señalar son las huellas y rastros que las relaciones coloniales han dejado en las sociedades
latinoamericanas y que hoy tienen una presencia significativa en las vidas de las mujeres y en
los debates y discusiones en el interior del movimiento feminista.
Siglos de conquista, colonialismo y neocolonialismos han conformado en Occidente una ideo-
logía de la superioridad frente al resto del mundo29. Esta ideología de la supremacía occidental
se ha edificado a lo largo de los siglos silenciosamente. De una forma aparentemente invisible,
Occidente ha construido la figura del ‘otro’: extraño, poco civilizado, en definitiva, inferior. De
hecho, hoy el elemento indígena arrastra el subtexto del atraso. Y ese subtexto se ha instalado
en el imaginario colectivo de forma tal que lo originario parece ser un cuerpo extraño que
amenaza con disgregar a las sociedades latinoamericanas en las que viven estas comunidades,
pese a que ya se encontraban ahí cuando llegaron los colonizadores. Y no sólo las comunida-
des culturales originarias cargan con el subtexto del atraso. Las comunidades afrodescendien-
tes cargan asimismo con el estereotipo fuertemente arraigado en el imaginario colectivo de
cierto déficit civilizatorio. Los pueblos originarios, de un lado, y las poblaciones afrodescen-
dientes, de otro, son componentes fundamentales de la diversidad cultural en América Latina
y el Caribe y, al tiempo, receptores de la desigualdad y de la invisibilidad cultural.

La idea que quisiera desarrollar es que las mujeres, sin excepción, tanto las de las comunidades
inferiorizadas como las que descienden de los colonizadores, han sido construidas como las
‘otras’: las otras de los blancos y de los mestizos, las otras de los varones indígenas y las de los
afrodescendientes.

En efecto, las élites masculinas de las comunidades culturales de los pueblos originarios y afro-
descendientes, pese a la legitimidad de sus vindicaciones políticas en términos de derechos
y recursos, muestran una significativa ceguera frente a las prácticas culturales patriarcales en
el interior de sus comunidades. Aida Hernández Castillo, en referencia las mujeres indígenas
mexicanas, explica que “las mujeres indígenas organizadas se han dado a la tarea de conciliar
estas dos reivindicaciones. Por un lado, plantean ante el Estado la necesidad de reconocer el
derecho de autodeterminación de los pueblos indígenas; por el otro, dan una lucha dentro de
sus propias comunidades y organizaciones por replantear críticamente sus propios sistemas
normativos”30. Dicho de otra forma, la posición de subordinación de las comunidades inferio-
rizadas cultural y económicamente no justifica que los varones de esas comunidades creen o
refuercen prácticas de dominio sobre las mujeres. Es legítimo, por tanto, que las comunidades
demanden derechos e igualdad a las élites dominantes de las sociedades a las que pertenecen
y la misma legitimidad les asiste a las mujeres cuando reclaman derechos y el fin de la discrimi-
nación a los varones de su grupo.

Las culturas, cuanto más herméticas, homogéneas y acosadas se autoperciben, en la medida en


que tienen concepciones fuertemente comunitaristas, suelen ser más coactivas con las mujeres

29 BESSIS, SOPHIE: Occidente y los otros. Historia de una supremacía, Alianza Editorial, Madrid, 2002; capítulos 1, 2 y 3.
30 HERNÁNDEZ CASTILLO, R. AIDA, “Re-pensar el multiculturalismo desde el género. Las luchas por el reconocimiento cultural y los 33
feminismos de la diversidad”, en Revista de estudios de género. La ventana, Universidad de Guadalajara (México), nº 18, 2003; p. 11.
Rosa Cobo Bedia

porque suelen apelar a la tradición como fuente de legitimación y la tradición inevitablemente


es sinónimo de subordinación para ellas. Y cuando la tradición no justifica lo suficiente la sumi-
sión y la desigualdad aparece el fantasma de la ‘mujer imaginada’ como fuente de legitimación.
Si el modelo de la tradición no existe, se inventa. Este es el ejemplo del hijab –pañuelo sobre la
cabeza-. Sophie Bessis lo explica a propósito de las mujeres árabe-musulmanas: “el nuevo contra-
to de sociedad que se propone –o impone- a las mujeres árabe-musulmanas tiene el estigma de
una regresión, sin que se pueda por otro lado hablar de un retorno a la tradición”31.

Este ejemplo que pone Bessis para entender lo que ocurre con algunas tradiciones que tienen
una poderosa dimensión patriarcal no está ocurriendo solamente en los países árabe-musul-
manes sino también en otras partes del planeta. Algunas tradiciones se eliminan a favor de
otras que estandarizan la marca de género y ese hecho para las mujeres de algunas comuni-
dades o grupos significa asumir una tradición que no estaba en su memoria comunitaria. Celia
Amorós explica con mucha lucidez que las mujeres son convertidas en objetos transaccionales
entre los varones. Dicho de otro modo: a las mujeres a veces se les persuade e ‘imponen’ for-
mas de comportarse, de vestirse o formas de comportamiento político que responden a inte-
reses de los varones que han entablado alguna lucha política y cultural con los varones de otra
cultura o de otro estatus. En otros términos, algunas mujeres, a veces sin saberlo, son la excusa
de conflictos entre varones de distintas comunidades o grupos sociales. De hecho, mujeres
indígenas reivindican el derecho a cambiar aquellas tradiciones que las oprimen: “También
tenemos que pensar qué se tiene que hacer nuevo en nuestras costumbres, la ley sólo debiera
proteger y promover los usos y costumbres que las mujeres, comunidades y organizaciones
analicen si son buenas. Las costumbres que tengamos no deben hacer daño a nadie”32.

La tradición, la costumbre o la religión suelen ser los grandes argumentos para tratar de ocultar
que ciertas prácticas culturales tienen una poderosa dimensión patriarcal. Cecilia Salazar de la
Torre lo explica muy bien cuando señala que las mujeres en las comunidades indígenas son,
citando a Boaventura de Santos, ‘sujetos precontractuales’33. En efecto, no son sujetos de pleno
derecho de la comunidad ni tampoco del estado nacional o plurinacional.

Por tanto, la primera idea que quisiera señalar es que no existe ninguna cultura, ni las afrodes-
cendientes, ni las originarias ni las blancas/mestizas, que no hagan de las mujeres las deposita-
rias de las tradiciones culturales: “La gorra, el rebozo, la mantilla son símbolos de ‘protección’
de las mujeres en mi cultura. La cultura –léase los hombres- pretende proteger a las mujeres.
En realidad mantiene a la mujer en roles rígidamente definidos… La mujer no se siente a salvo
cuando su propia cultura y la cultura blanca la critican; cuando los varones de todas las razas
las cazan como a una presa… nuestras culturas nos quitan nuestra capacidad de actuar…”34.

31 BESSIS, SOPHIE, Los árabes, las mujeres, la libertad, op. cit.; p. 64.
32 Memorias del Encuentro Taller “Los derechos de las Mujeres en nuestras Costumbres y Tradiciones”, San Cristóbal de las Casas,
Mayo de 1994; citado en AIDA HERNÁNDEZ CASTILLO, “Distintas maneras de ser mujer: ¿Ante la construcción de un nuevo feminis-
mo indígena?”; op. cit.
33 SALAZAR DE LA TORRE, CECILIA, Género, etnia y clase. En busca de nuevas preguntas para la emancipación, Ed. Coordinadora
de la Mujer, La Paz (Bolivia), 2006; p. 35.
34 34 ANZALDUA, GLORIA, “Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan”, en BELL HOOKS Y OTRAS, Otras inapropiables. Fe-
minismos desde las fronteras, Ed. Traficantes de sueños, Madrid, 2004; pp. 74 y ss.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

El multiculturalismo más radical ha hecho suyo la idea de ‘la mujer’ como la metáfora de la
cultura, como la representación material y simbólica de la supervivencia de la comunidad cul-
tural. Frente al miedo a la desaparición de una cultura que se considera acosada y expuesta
a la asimilación por parte de la cultura hegemónica, los varones cierran filas en defensa de la
propia dominación sobre ‘sus mujeres’. Y ahí, en la dominación masculina sobre las mujeres, se
encuentra el núcleo intocable y no negociable de la permanencia de su comunidad cultural.

La dominación masculina suele ser convertida por los varones en la piedra de toque de su cul-
tura y por ello identifican la esencia de su cultura con sus propios privilegios. De modo que el
control y propiedad de las mujeres por parte de los varones se convierte en uno de los elemen-
tos centrales a proteger en las comunidades culturales que se sienten inferiorizadas y someti-
das a procesos de cambio social. Lo que en el fondo no es otra cosa que defender el contrato
sexual por el que los varones originalmente pactaron a las mujeres en propiedad masculina y
en subordinadas sexuales. Parecería que los varones están resignados a admitir ciertos cam-
bios culturales, pero se aferran como a un clavo ardiendo al contrato sexual, pues este pacto
les convierte en colectivo dominante sobre ‘sus’ mujeres. Así, aunque pierdan ‘poder’ como
cultura siguen conservándolo como genérico masculino.

Así se crea esa ‘mujer imaginada’ y soñada por los varones que temen perder su identidad
cultural y sus privilegios patriarcales. Lo reseñable es que esa ‘mujer imaginada’ es construida
como un restablecimiento de la tradición, como la vuelta a lo originario y constituyente. Dicho
en otros términos, las posiciones multiculturalistas radicales y patriarcales no diferencian entre
patriarcado y cultura, porque la distinción analítica y política de ambas estructuras desenmas-
cararía los privilegios masculinos que envuelven esa alianza. Gloria Anzaldúa lo explica con
mucha claridad: “La cultura moldea nuestras creencias. Percibimos la versión de la realidad que
ella comunica. Paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestio-
nables, imposibles de desafiar, nos son transmitidos a través de la cultura. La cultura la hacen
aquellos en el poder –hombres–. Los varones hacen las reglas y las leyes; las mujeres las trans-
miten”35.

El feminismo pronto se incorporó al debate sobre el multiculturalismo, sobre todo el feminismo


norteamericano y el feminismo de los países más pobres, hasta el extremo de que el multicul-
turalismo se ha convertido en una lógica teórica y política que ha dado voz a mujeres feministas
que no se sentían representadas en el movimiento. Estas mujeres feministas que se aproximaron
al multiculturalismo pusieron sobre la mesa la necesidad de replantear el proyecto político fe-
minista a la luz de estructuras sociales sólidamente visibilizadas como la raza, la etnia o la sexua-
lidad. De esta forma comenzó una estrecha alianza entre un sector del feminismo y el multicul-
turalismo que se ha traducido en significativos debates teóricos e importantes luchas políticas.

El feminismo multiculturalista pone en cuestión el feminismo, en tanto discurso y praxis, que


no visibiliza las opresiones específicas de las mujeres marcadas por la raza, la clase, la etnia o

35
35 ANZALDÚA, GLORIA, op. cit.; p. 73.
Rosa Cobo Bedia

la orientación sexual. Este feminismo ha puesto en el centro del escenario político feminista la
existencia de diferencias económicas, políticas, raciales, sexuales y culturales entre las mujeres
y ha señalado que no se puede construir un proyecto feminista representativo si no asume
como elemento central de su análisis y de su práctica la cuestión colonial. Por eso, frente al
metarrelato feminista, propone como alternativa la proliferación de microrrelatos.

Ese análisis es adecuado y necesario, siempre y cuando éstos no silencien el sistema transcul-
tural de dominación masculina y no contribuyan a la sacralización de las comunidades cul-
turales, raciales o sexuales porque de esta sacralización puede inferirse también un muro de
incomunicación entre nosotras y ellas. Y una cosa es reconocer las diferencias que nos oprimen
y otra muy distinta es hacer de las diferencias fronteras de incomunicación política. ¿Se puede
afirmar que no existe una hegemonía masculina –o capitalista– que atraviesa fronteras cultura-
les, sociales, económicas o raciales? ¿Se pueden negar los datos empíricos que señalan que no
existen sociedades en las que las mujeres no son objeto de subordinación? El feminismo tiene
que tener la audacia de construir microrrelatos que den cuenta de las opresiones específicas y
al mismo tiempo apostar por un macrorrelato amplio que identifique los elementos de opre-
sión que compartimos todas las mujeres con independencia de sus pertenencias específicas
a cualquier grupo social. Y no sólo esto, pues también tiene que explorar las intersecciones y
fusiones de las distintas formas de opresión que tienen lugar en un mismo sujeto.

Sin embargo, un feminismo integrador, inclusivo y atento a las opresiones específicas, -clase,
sexualidad, raza, cultura, etc.-, con capacidad teórica para producir categorías que nombren
esas realidades que durante tanto tiempo no se han visibilizado y con lucidez política para
enfrentarse a las nuevas alianzas establecidas entre el patriarcado y las élites culturales patriar-
cales, tiene que dotarse de un discurso teórico y político que trascienda tanto las diferencias
indiscriminadas como el universalismo ciego.

El feminismo no puede renunciar a la idea de la autonomía y a la constitución de las mujeres


en sujetos políticos, pero tampoco puede cerrar los ojos a la existencia de grupos de mujeres
con experiencias concretas y específicas de opresión. Sin embargo, tener una actitud un poco
relativista y un poco multiculturalista hacia las culturas y las minorías culturales y/o raciales,
siempre que las mismas no vulneren los derechos humanos y no promuevan la desigualdad,
no puede significar la adhesión al relativismo y el alejamiento del universalismo. Construir un
universalismo amplio, ancho, autocrítico, que no sea ciego a las diferencias, que no se deje blo-
quear, según el término de Bessis, por los intereses de las elites patriarcales y que no silencie a
las ‘otras’ debe ser uno de los objetivos del feminismo del siglo XXI.

La diversidad cultural y las ideas multiculturalistas son aceptables sólo si amplían la libertad y la
igualdad de los individuos36. Por ello, hay que discriminar entre las prácticas y valores culturales
que están al servicio de sistemas de dominación y aquellos que no vulneran los derechos indi-
viduales. Esta argumentación desemboca en la urgente necesidad de construir colectivamente

36 36 A este respecto, véase mi artículo: “Multiculturalismo, democracia paritaria y participación política”. En Política y Sociedad(Madrid), nº
32, 1999.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

criterios éticos universales que resten legitimidad a todos los valores y las prácticas basados en
la dominación y la discriminación. Los derechos humanos son, sin duda, el punto de partida.
Esta ética debe ser lo suficientemente universal para que no sea una producción etnocéntrica
y se convierta en el fundamento de una comunidad moral.

Feminismo y teoría queer


El origen de la teoría queer se encuentra en la idea de que el género y el sexo son construccio-
nes culturales y no hechos naturales. Si bien el propio origen del feminismo se edifica sobre
el descubrimiento de que el género es una construcción normativa, la teoría queer se basa
fundamentalmente en el carácter social del binarismo sexual. Luisa Posada Kubissa lo explica
así: “la materialidad corporal que se presenta en forma de binarismo sexual no es una esencia
pre-social, sino que se constituye precisamente por la categorización social y cultural”37. La
primera idea fuerte de la teoría queer es que no sólo se construye socialmente el género si no
también el sexo. De hecho, desde el propio feminismo, Monique Wittig señala también el ori-
gen construido del sexo. Antes de que la teoría queer se articulase en torno a esta afirmación,
ya el feminismo había reflexionado en la misma dirección años antes. Por eso precisamente
esta teoría reivindica el legado teórico de Wittig.

El filósofo francés, Michel Foucault, referencia imprescindible de la teoría queer, argumenta so-
bre el carácter construido del sexo y señala que la heterosexualidad se ha construido desde la
coacción normativa, desplazando así otras formas de vivir la sexualidad, como, por ejemplo, la
homosexualidad. “El resultado es que los seres humanos se van a dividir en dos géneros diver-
sos entre sí, de manera que deviene producto cultural lo que se presenta como orden natural.
Y de este modo el orden, simbólico y real, es categorizado en términos de heterosexualidad.
Atravesar ese orden simbólico y real, detectarlo y sacar a la luz su carga normativa es ya parte
del trabajo de deconstrucción que la teoría queer se propone”38.

Judith Butler, filósofa de la teoría queer, construye su pensamiento con la vista puesta en un
colectivo social: el de los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Argumenta que los gays
y lesbianas cuestionan el pretendido carácter natural de la heterosexualidad y la existencia
misma de los transexuales pone en cuestión la consideración del sexo como hecho natural.
La tarea de Judith Butler es deconstructiva y desnormalizadora, pues intenta deconstruir las
categorías de sexo, género y sexualidad a fin de que las otras formas anormativas de vivir la
sexualidad alcancen un estatus de legitimidad social. Para esta filósofa se puede erosionar la
práctica social heterosexual transgrediendo la heterosexualidad normativa. Así se alcanza uno
de los objetivos de Butler: la subversión de las normas de género.

37 POSADA KUBISSA,LUISA, “Teoría queer en contexto español. Reflexiones desde el feminismo”. Inédito. Madrid, 2014.
37
38 POSADA KUBISSA, LUISA, op. cit.
Rosa Cobo Bedia

En efecto, Butler se pregunta sobre la estabilidad del género como categoría de análisis y seña-
la que le parece insuficiente el descubrimiento que hace el feminismo de que el género es una
construcción social. Esta autora cree que hay que seguir trabajando en la ‘desnaturalización’
del género y del sexo para contrarrestar la violencia normativa que traen consigo las morfolo-
gías ideales del sexo39. La preocupación de Butler es que lo masculino y la femenino son corsés
tan rígidos que violentan a los individuos que lo portan. A Butler, sin embargo, no le parece su-
ficiente la crítica feminista a la jerarquía de género; cree que hay que ir más allá y preguntarse
acerca de la producción del género. Esta filósofa, desde su posición de fundadora de la teoría
queer, subraya que el origen de la jerarquía de género quizá haya que buscarlo en la necesidad
de preservar y reforzar la hegemonía heterosexual.

El concepto de género, en opinión de Butler, desemboca en prácticas excluyentes, pues no to-


das las mujeres se sienten representadas por esa categoría. Como explica Butler, el género no
es un significante estable al no conseguir la aprobación de aquellas a quienes aspira a describir
y representar. Por ello mismo, dirá, incluso, concibiendo en plural la categoría de mujeres, se
ha convertido en un término problemático y una causa de impugnación y angustia para las
mujeres40.

Ahora bien, la tarea deconstructiva de Butler tiene indudables consecuencias políticas para el
feminismo. La propuesta de Butler de desestabilizar el género se extiende a otras abstraccio-
nes sobre las que se ha edificado epistemológica y normativamente el feminismo. El resultado
es una radical interpelación al sujeto político feminista. ¿El sujeto del feminismo está formado
por mujeres o pueden formar parte de ese sujeto otros colectivos afines? La propuesta de
Butler es “un sujeto en coalición, que traspasa las fronteras convencionales de la identidad y
que tiene como meta política la subversión de las normas de género. Se trata de un sujeto que
performa identidades diversas: sexuales, de género, étnicas, culturales y sociales. Por ello, para
Butler el feminismo ya no puede seguir siendo una perspectiva ni única ni prioritaria desde el
punto de vista teórico y político, sino que ha de aliarse con las causas de los transexuales
e intersexuales, gays y lesbianas anti-esencialistas, es decir, con todas las formas de se-
xualidad alternativas. De este modo, el feminismo deviene por deconstrucción también
en otra cosa, en una suerte de posfeminismo que se articula como teoría y política
queer”41. Butler recomienda a la teoría feminista que sea autocrítica con los ges-
tos totalizadores del feminismo. El análisis feminista, consistente en identi-
ficar el patriarcado como un sistema de dominación ‘es un discurso
invertido que imita la estrategia del opresor sin cuestionarla, en
lugar de ofrecer un conjunto de términos diferente’42.

39 BUTLER, JUDITH, El género en desventaja, Paidós, México, 2001; p. 20.


40 BUTLER, JUDITH, op. cit.; p. 39.
41 POSADA KUBISSA, LUISA, op. cit.
38
42 BUTLER, JUDITH, op. cit.; p. 47.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

SEGUNDA
PARTE 39
Rosa Cobo Bedia

El Feminismo en América Latina,


Centroamérica y El Caribe43
El primer feminismo en América latina y el Caribe
América Latina también tuvo su Ilustración feminista. El venezolano Francisco de Miranda
(1750-1814) fue un precursor del feminismo y planteó que las mujeres, “esa mitad de individuos
tenía derecho a estar representada en el gobierno”44. Este ilustrado, precursor también de la In-
dependencia latinoamericana, a fines del siglo XVIII reclamó ciertas formas de sufragio para las
mujeres, como puede observarse en una entrevista con el alcalde de París: “¿Por qué, al menos,
no se las consulta acerca de las leyes que les conciernen más directamente, como son las del
matrimonio, divorcio, educación de los hijos?”45. En efecto, hay que señalar que las ideas ilus-
tradas en América Latina estuvieron vinculadas a los procesos de independencia de la colonia.
Y en ese marco político es donde se observa el surgimiento de ideas feministas.

En la segunda mitad del siglo XIX, algunas mujeres iniciaron en ciertos países de América La-
tina las primeras luchas en favor de los derechos políticos de las mujeres. Sirva como ejemplo
el caso de El Salvador, que la Constitución liberal de 1886 otorgó la ciudadanía a las mujeres.
También el caso de México es interesante, pues un grupo de mujeres se incorporó al partido
Liberal mexicano y se organizó como “Las hijas de Anahuac”. Clubs políticos, asociaciones de
mujeres en torno a partidos liberales o alrededor de revistas y otros próximos al movimiento
obrero, todos ellos de mujeres, florecieron en América Latina, Centroamérica y el Caribe con
reivindicaciones sufragistas y feministas en los últimos años del siglo XIX y en las primeras dé-
cadas del siglo XX.

43 Este apartado se puede encontrar en Marta Aparicio García, Begoña Leyra Fatou y Rosario Ortega Serrano (eds.), Cuadernos de
género: Políticas y acciones de género. Materiales de formación, Ed. ICEI/Universidad Complutense, 2009; pp.23-24 y 32-36.
44 Citado en LUCILA LUCIANI DE PÉREZ DÍAZ: “Miranda, precursor del feminismo”, Revista Nacional de Cultura, nº 78-79, p. 27, Cara-
cas, 1950.
40 45 Citado en CARACCIOLO PARRA PÉREZ: “Miranda y la Revolución Francesa”, tomo II, p. 167, Ed. Culturales el Banco del Caribe,
Caracas, 1966.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

Por eso debe ponerse en cuestión el prejuicio de que el feminismo es un fenómeno exclusi-
vamente europeo. La tradición feminista en América Latina no fue ciertamente poderosa en
términos de movilización social ni de influencia intelectual ni de penetración ideológica, pero
tampoco lo fue en España ni en la mayoría de los países europeos, especialmente en aquellos
que profesaban la fe católica. El sufragismo se convirtió en un movimiento de masas sólo en
dos países, EE.UU. e Inglaterra, que reunían dos condiciones exclusivas: habían realizado la re-
volución industrial y sus creencias religiosas eran protestantes. De hecho, en el sur de EE.UU.,
que no había tenido lugar la revolución industrial, no arraigó el sufragismo. En el mismo senti-
do, hay que subrayar que las mujeres sufragistas norteamericanas del norte habían participado
en el movimiento por la abolición de la esclavitud y en movimientos de renacimiento religioso
de carácter protestante. Ambos espacios les habían sido de gran utilidad, pues les habían per-
mitido tomar la palabra en público y organizarse en las comunidades religiosas y en los colec-
tivos políticos abolicionistas.

En las tres primeras décadas del siglo XX se fundaron en casi todos los países de América Lati-
na, Centroamérica y el Caribe asociaciones de mujeres vertebradas en torno a reivindicaciones
sufragistas y feministas. En la mayoría de los casos, el movimiento de mujeres tuvo como finali-
dad inmediata reafirmar el papel de las mujeres en la sociedad, al reclamar sus derechos cívicos
y culturales. Sin embargo, hay que señalar que las asociaciones de mujeres que se fundaron y
los congresos que se celebraron no tuvieron el mismo origen ideológico. Las organizaciones
de mujeres y feministas en el primer momento de su surgimiento estuvieron vinculadas, de
un lado, a objetivos culturales y políticos donde se debatía acerca de la falta de derechos de
las mujeres y, de otro, a organizaciones sindicales y populares. A medida que las preocupacio-
nes ideológicas se consolidaban en esas sociedades, empezaban a germinar otros grupos que
tenían un perfil político feminista mucho más marcado. Esta es una tendencia general que se
confirma, por ejemplo, en los casos de Chile y Argentina: “En la Argentina las mujeres anar-
quistas y socialistas promovieron las primeras organizaciones de mujeres: la Unión Gremial
Femenina, integrada básicamente por proletarias; el Centro Socialista Femenino y el Consejo
Nacional de Mujeres. Un paso superior de organización más autónoma fue la Unión Feminista
Nacional (1918), cuyos objetivos eran la emancipación civil y política de la mujer, la elevación de
su nivel cultural y el derecho a percibir igual salario que el hombre por el mismo trabajo. Lue-
go se creó la Liga de los Derechos de la Mujer, presidida en 1922 por Julieta Lanteri Renshaw,
quien decía en una de sus cartas: ‘arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios
prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Estos no se mendigan, se conquistan’”46.

En Chile se fundó en 1919 el Consejo Nacional de Mujeres. Al año siguiente, mientras mujeres
de clase media formaron el Club de Señoras, las mujeres de origen obrero formaban en la
pampa salitrera los ‘Centros Belén de Sárraga’. Así el movimiento de mujeres se fue transfor-
mando en un movimiento feminista con la fundación del Movimiento de Emancipación de la
Mujer Chilena en 1936: “A través de su periódico La Mujer Nueva se criticó la discriminación

41
46 VITALE, LUIS, www.robertexto.com/UniversidaddeChile.
Rosa Cobo Bedia

de la mujer en el trabajo y la educación, logrando que la mujer pudiera postularse a cargos


públicos. Invitaron a las empleadas domésticas a ingresar a sus filas para contribuir a la orga-
nización sindical. Promovieron un proyecto de ley de desayuno escolar gratuito, criticando la
explotación de los menores de edad. El MEMCH alcanzó a realizar dos Congresos Nacionales:
en 1937 y 1940”47. Sin embargo, en Bolivia (la Federación Obrera Femenina de La Paz, 1927) o
México (ligado a la Revolución se funda el Primer Congreso Feminista, 1917) surgen más direc-
tamente vinculadas a las luchas populares. En México, en Mérida, en el marco de la revolución,
tuvo lugar el I Congreso Feminista, donde miles de mujeres indígenas, campesinas, obreras y
de capas medias reivindicaron tanto la igualdad de derechos entre hombres y mujeres como el
socialismo. En la misma dirección, en la década de 1920 se fundó en Puerto Rico la Asociación
Feminista Popular.

Y del interior de las organizaciones sociales y culturales de mujeres surgieron los primeros par-
tidos feministas (Brasil, Uruguay, Chile o Argentina, entre otros)48. Sin embargo, asociaciones y
partidos feministas pronto entraron en crisis, el movimiento feminista que estaba en su base
fue desactivándose paulatinamente, sumergido y latente, recuperando nuevas fuerzas y lle-
nándose de razones y argumentos hasta desembocar en el poderoso resurgimiento del femi-
nismo de los años setenta a lo largo y ancho de América Latina, Centroamérica y el Caribe.

Debates feministas en América Latina, Centroamérica y el Caribe


No parece adecuado hablar de feminismo latinoamericano, de la misma forma que la defini-
ción de feminismo europeo o africano no nos devuelve una realidad homogénea. No es co-
rrecto hablar de feminismo del Norte ni de feminismo del Sur, como tampoco de feminismo
latinoamericano o feminismo europeo como si fuese una realidad holística e hiper coherente.
En este momento histórico en el que las tecnologías informacionales hacen posible que las
ideas circulen aceleradamente, se observa que en todos los continentes existen debates que
son comunes. Las múltiples opresiones contra las mujeres se repiten en casi todas las socieda-
des del mundo. En unas mucho más que en otras, en algunas aparecen fenómenos opresivos
extremadamente fuertes y en otras muy debilitados, pero la opresión contra las mujeres lejos
de ser un hecho aislado, puede decirse y los datos así lo avalan que es generalizado. Obviamen-
te, esto es compatible con el hecho de que los contextos colocan problemas y preocupaciones
singulares y específicas en la agenda política feminista de cada región.

Las razones hay que buscarlas en la diversidad y complejidad del contexto político, económico
y cultural que existe en América Latina, Centroamérica y el Caribe. Por eso, precisamente, pa-
rece más atinado hablar de debates feministas en América Latina. La complejidad de este con-
texto hace posible afirmar que el feminismo en el centro y en el sur del continente americano
tiene características que lo singularizan frente a discursos y prácticas feministas de otras regio-

47 VITALE, LUIS, op. cit.


42
48 VITALE, LUIS, www.robertexto.com/UniversidaddeChile.
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

nes del mundo. Pese a esta observación, señala Maruja Barrig49 que, de todos los movimientos
sociales que han surgido en América Latina a partir de los años setenta, quizá el feminista es el
que más semejanza guarda con el europeo.

Sin embargo, para entender algo de la historia de este feminismo es necesario identificar ana-
líticamente algunas características que recorren este continente desde México hasta Tierra de
Fuego. En primer lugar, hay que señalar que el contexto de este continente está profundamen-
te marcado por la diversidad cultural derivada de su historia colonial. Este pasado de coloni-
zación, fundamentalmente española y portuguesa, ha producido mestizajes y segregaciones,
exclusiones y mezclas que están en el corazón de las sociedades latinoamericanas y que han
tenido efectos sociales que hoy se pueden rastrear en los debates feministas.

En segundo lugar, esta región del mundo, al igual que otras, se caracteriza por la desigualdad
económica y la falta de escrúpulos de la mayoría de sus élites económicas y políticas. Esta des-
igualdad se ha alimentado en las últimas décadas de las políticas neoliberales que han empo-
brecido a la mayoría de la población y han debilitado a sus escasas clases medias. Uno de los
efectos más sobresalientes ha sido la feminización de la pobreza y la migración de sectores de
población, con contingentes significativos de mujeres, a otros países más ricos que requieren
mano de obra barata. Y esto hechos sobrevuelan las preocupaciones y la agenda política del
feminismo latinoamericano.

En tercer lugar, estas políticas económicas dictadas por las instituciones del capitalismo inter-
nacional (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio,
etc.) están creando nuevas dificultades que se deben añadir a los problemas inherentes a la
crónica falta de cohesión social. Las maquilas aparecen como el paradigma de la explotación
económica y el producto más perverso del capitalismo neoliberal. Y la feminización de la po-
breza y la supervivencia, en palabras de Saskia Sassen, es uno de los rasgos que atraviesa este
continente.

En cuarto lugar, ésta debilitada cohesión social reposa sobre una historia en la mayoría de los
países latinoamericanos marcada por la falta de consenso social. Las guerras de Centroamérica
y las dictaduras del Cono Sur son una de las muestras más rotundas de que la mayoría de las
sociedades latinoamericanas no han resuelto sus conflictos de manera consensuada. Sus élites
económicas y financieras, mestizas y blancas, han apostado por la violencia contra las pobla-
ciones originarias y las clases populares cuando éstas reclamaban políticas de redistribución y
de reconocimiento cultural y racial.

La historia de Latinoamérica es una historia de guerras y dictaduras en la segunda mitad del


siglo XX. El genocidio contra los pueblos indígenas en Guatemala durante 36 años es paradig-
mático de lo que se puede definir como un intento de exterminio de la población originaria.
Y no es un caso aislado, pues se enmarca en una política genocida con aquellos sectores de

49 Este apartado debe mucho a la documentada ponencia de MARUJA BARRIG: “Los malestares del feminismo latinoamericano: una
nueva lectura”. Prepared for delivery at the 1998 meeting of the Latin American Studies Association, The Palmer House Milton Hotel, 43
Chicago, Illinois, September 24-26, 1998.
Rosa Cobo Bedia

población originaria marcados por lo que los teóricos de la superioridad de Occidente sugieren
como déficit civilizatorio.

Las sangrientas dictaduras del cono Sur se configuraron como una herramienta para imponer
las políticas económicas neoliberales. La dictadura de Pinochet en Chile, en 1973, estuvo al
servicio de contener los deseos de políticas de redistribución económica que demandaban las
clases populares. Al mismo tiempo, esa guerra contra una gran parte de la población dejó el
terreno preparado para aplicar un programa económico neoliberal. Y la experiencia en Chile
abrió la puerta a la dictadura militar de Argentina en 1976. Las dictaduras de Paraguay, Uru-
guay, Brasil, Bolivia o Ecuador, algunas antes que la chilena y otras en la misma época envia-
ron a la población el mensaje de que sus élites económicas nunca permitirían el acceso de las
clases populares al poder político ni tampoco tolerarían políticas social democrátas o socialis-
tas. Además, intentaron paralizar las sociedades civiles y expulsar a los pueblos originarios y
afrodescendientes del mapa social y político. Hay que preguntarse si los enconados conflictos
teóricos y políticos intrafeministas no están relacionados con historias nacionales y regionales
marcadas por el conflicto.

En quinto lugar, no puede soslayarse la rotunda presencia en la sociedad civil y en el poder


político de un catolicismo reactivo que ha establecido interesadas alianzas con la derecha más
conservadora y neoliberal. De otro lado, el surgimiento y afianzamiento de grupos evangélicos
y protestantes en muchas partes de América Latina refuerza los valores más tradicionales y
patriarcales de sectores de la sociedad civil. Las propuestas progresistas de la teología de la
liberación no han podido neutralizar la influencia reactiva del cristianismo más conservador
y ultramontano ni tampoco apostaron por la emancipación de las mujeres. La carga de esta
presencia religiosa reactiva ha obstaculizado significativamente las vindicaciones políticas de
los grupos feministas y se ha convertido en uno de los núcleos ideológicos más conservadores
frente a las reivindicaciones de las mujeres.

En sexto lugar, hay que señalar la crisis, en unos casos, y la descomposición, en otros, de las
instituciones políticas en algunos países de América Latina, Centroamérica y el Caribe. La inca-
pacidad o la falta de voluntad de las élites políticas mestizas y blancas para desactivar la des-
igualdad económica y hacer frente a la corrupción ha producido una notable deslegitimación
de sus clases políticas y de la democracia como sistema político. Las clases políticas de algunos
países de este continente no han podido ni sabido neutralizar a las élites económicas y esto ha
hecho posible que hoy en algunas sociedades latinoamericanas la desigualdad económica sea
de las mayores del mundo. La facilidad con la que las élites políticas y económicas han acudido
a la violencia, inspiradas y apoyadas casi siempre por EE.UU., cuando estas sociedades mostra-
ban su disconformidad con la desigualdad ha producido unas heridas difíciles de suturar. Y esta
deslegitimación de las instituciones quizá está en el origen de la resistencia que un sector del
feminismo muestra a la hora de pactar con el estado.

En séptimo lugar, es necesario dirigir nuestra atención al surgimiento en los últimos años de
44 opciones políticas indigenistas en aquellas sociedades con poblaciones originarias marcadas
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

por la exclusión, la falta de respeto social y la explotación económica. Estas opciones políticas
indigenistas si, por una parte, cuestionan la legitimidad del poder mestizo y blanco, por otra,
están teniendo relaciones de gran ambivalencia con los grupos de mujeres y con el movimien-
to feminista. Estas opciones tampoco escapan a las prácticas patriarcales que se observan en
sus entramados institucionales, civiles y culturales.

En octavo lugar, en diversas zonas de Centroamérica y México han aparecido nuevas formas
de violencia contra las mujeres, cuya característica principal es el asesinato de mujeres por
parte de uno o varios varones que en muchos casos ni siquiera las conocían previamente. Es-
tos asesinatos colectivos por parte de varones suelen estar vinculados a la economía criminal.
–narcotráfico, prostitución, tráfico de mujeres y niñas, órganos, etc.--, a pandillas y maras o a
agresiones sexuales de fin de semana y, en muchos casos, estos feminicidios se producen en
medio de rituales de tortura. Esta realidad se ha convertido en una de las preocupaciones pre-
dominantes del movimiento feminista y en objeto de investigación de teóricas feministas. En
este sentido, hay que señalar que las feministas latinoamericanas hicieron suyo el concepto de
femicidio/feminicidio y lo colocaron en el centro de la agenda política feminista. Y a través de
ellas entró esta categoría en Europa y especialmente en España.

En noveno lugar, las sociedades latinoamericanas con más problemas de exclusión están vi-
viendo desde los años ochenta la presencia de la cooperación internacional y la financiación
de programas de intervención social con el fin de colaborar en la reducción de la desigualdad y
en el reforzamiento de la democracia y los derechos humanos allá donde más insistentemente
se han vulnerado. Estos procesos de intervención internacional han sido bien recibidos por sus
élites progresistas, pero al tiempo se les ha criticado, de un lado, su desconocimiento del con-
texto y con ello los dudosos efectos positivos de su intervención; y, de otro, que se convirtiesen
en instrumentos de aplicación de políticas ajenas que poco tienen que ver con la historia y con
los procesos económicos y culturales que han vivido estos países. La relación entre la coopera-
ción internacional y el discurso y la práctica política feminista ha estado y está en el origen de
uno de los debates más singulares, propios y vivos de América Latina.

En último lugar, no se puede entender el feminismo latinoamericano si no se parte del impacto


de la ‘herida colonial’ tanto en las sociedades como en el conocimiento. En efecto, la crítica a
la teoría eurocentrada, a la modernidad y a la colonialidad se presenta como interpelación a
la hegemonía cultural de Occidente, es decir, la cultura que colonizó América. La búsqueda
por construir nuevos conocimientos latinoamericanos y por poner en el centro del escenario
feminista nuevos sujetos racializados está en el corazón de un sector del feminismo latinoame-
ricano.

Así mismo, hay que tener en consideración las contribuciones al feminismo latinoamericano
por parte de numerosas feministas lesbianas que han militado tanto en la teoría como en el
activismo político, y han introducido en el análisis feminista la identificación analítica y política
de la heterosexualidad como una institución crucial en la reproducción del patriarcado.
45
Rosa Cobo Bedia

El feminismo latinoamericano en las últimas décadas del siglo


XX y principios del siglo XXI

El feminismo latinoamericano de los años setenta forma parte de una ola feminista que se
extendió por muchas partes del mundo. Se inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68
y, por tanto, es urbano, de clase media e ilustrado; y, además, nace vinculado a la izquierda. Y
esta vinculación ha sido fuente inagotable de debates en el propio movimiento y de tensiones
con una izquierda que no ha sabido entender políticamente las vindicaciones feministas y que
le ha negado sistemáticamente la especificidad de su lucha política y las propuestas de su au-
tonomía organizativa. Y aquí se puede detectar un malestar profundo en el feminismo de los
años 70 y 80, que aún se mantiene, aunque más debilitado, en un marco más amplio de debate
sobre la identidad y la estrategia del feminismo. Esta primera etapa de resurgimiento del fe-
minismo está profundamente marcada por la politización, rasgo inherente al feminismo de los
setenta que, además, en algunos países latinoamericanos se superpone a los movimientos de
resistencia a las dictaduras y a las guerras.

Tras la intensa politización del feminismo de los años setenta y primeros ochenta, las feminis-
tas se plantean cómo transformar sociedades marcadas por la desigualdad cultural, racial y
económica y por la violencia patriarcal género. Y aquí las ONGs aparecen como instrumentos
privilegiados, en los que se combina trabajo asalariado y militancia política. Siguiendo el análi-
sis de Maruja Barrig, la vinculación de las feministas con las ONG’s es motivo de preocupación
y de debate en el feminismo latinoamericano. En efecto, miles de feministas latinoamericanas
en estas regiones han invertido trabajo y militancia feminista en las ONG’s. Pero no sólo las
feministas, pues las organizaciones no gubernamentales cumplieron la doble función de servir
de estrategia laboral para los profesionales de las capas medias y al tiempo como un espacio
para expresar el compromiso social de más de una generación de feministas con sus respecti-
vas sociedades.

Este proceso posibilista se intensifica en los noventa y, como dice Barrig, se acentúa el ele-
mento empresarial de las ONG’s: resultados, eficacia, diseño, planificación y evaluación de los
programas, rendición de cuentas a los países donantes, estructuras jerárquicas en su interior,
similares a las de cualquier empresa. Estas organizaciones se vieron empujadas a transformar
sus trabajos para la sociedad civil en políticas públicas. Uno de los efectos no deseados por las
feministas fue la despolitización del feminismo y la puesta en marcha de un intenso proceso
de tecnificación del feminismo.

En los años noventa las ONG’s de mujeres y/o feministas comienzan a colaborar en la planifica-
ción y aplicación de políticas públicas y esta colaboración con los Estados provoca tensiones
en el movimiento. Un sector del movimiento estima que la colaboración forma parte de una
estrategia posibilista y, de esa manera, la reforma aparece como vía necesaria en la transforma-
46
ción de las poderosas jerarquías de género. ¿Cómo renunciar a aquellas reformas que pueden
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

cambiar y mejorar la vida de miles de mujeres latinoamericanas?, parecen preguntarse las femi-
nistas de las ONG’s que colaboran con las instituciones. De otro lado, otro sector del feminismo
rechaza la colaboración con estados muy deslegitimados por su proximidad con las clases ricas
y poderosas de esas regiones. En sus reflexiones se detecta desconfianza y escepticismo hacia
los efectos positivos de esa colaboración y advierte contra la despolitización que esas prácticas
institucionales ha llevado al movimiento.

Este proceso lleva al feminismo latinoamericano a un dilema difícil de resolver: de una parte,
no se pueden negar efectos positivos derivados del trabajo de las organizaciones no guberna-
mentales; y, de otra, esta tecnificación del feminismo en el marco de las ONG’s ha provocado
un gran malestar en el movimiento porque su colaboración en la reconstrucción del tejido
social les ha hecho perder capacidad de movilización política y de denuncia de las estructuras
patriarcales de las sociedades latinoamericanas.

Así, aparece en el feminismo latinoamericano -y los Encuentros Feministas que se han celebra-
do en América Latina, Centroamérica y el Caribe dan prueba de ello- el debate entre quienes
defienden la colaboración del feminismo con las instituciones y quienes apuestan por una au-
tonomía del movimiento lejos del Estado50, entre quienes apuestan por las políticas públicas y
quienes consideran que estas últimas son fuente de deslegitimación del feminismo. Este sec-
tor del feminismo latinoamericano ha llevado al seno del movimiento su preocupación por
el cruce de opresiones y ha situado en el centro de su agenda política su preocupación por
los profundos y perversos efectos de la colonización. Y de ahí hay que pasar a otra crítica: la
consideración de que el feminismo hegemónico está lastrado por la influencia occidental y,
por ello, este movimiento de reflexión urbano y académico ha disminuido su empuje liberador
y emancipador. Tal y como afirma Francesca Gargallo51, no se puede disociar el patriarcado
contemporáneo del racismo, el colonialismo y el capitalismo. Así, las variables etnia, raza, orien-
tación sexual o clase han sido introducidas en el debate político feminista con el propósito de
repolitizar el feminismo y de acercarlo a una sociedad marcada por la diversidad racial, cultural
y sexual. Estas preocupaciones permanecen ahí y alimentan el debate feminista. Sin embargo,
estratégicamente parece crucial producir espacios de encuentro que conduzcan a pactos pun-
tuales entre los diversos grupos de mujeres y el movimiento feminista a fin de hacer posible la
creación de una agenda política feminista integradora, flexible e incluyente.

50 El libro de MARGARITA PISANO expresa con mucha claridad estas posiciones: Un cierto desparpajo, Sandra Lidid Editora, Santiago
de Chile, 1996.
51 GARGALLO, FRANCESCA, “Feminismo latinoamericano”, en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 12, nº 28, Caracas; 47
pp. 17-34
Rosa Cobo Bedia

REFLEXIONES FINALES

El feminismo, en su doble dimensión de movimiento social y de tradición intelectual, es uno


de los efectos reflexivos de la modernidad que más ha contribuido en los dos últimos siglos
al progreso social y político. El feminismo ha democratizado aspectos decisivos de la sociedad
en varios sentidos. De un lado, ha ensanchado los límites políticos y económicos de las demo-
cracias al reivindicar para la mitad de la sociedad la ciudadanía social y política. Y de otro, ha
visibilizado aquellas cuestiones morales y existenciales reprimidas por las instituciones de la
modernidad patriarcal y las ha introducido en el debate público (aborto, sexualidad, reproduc-
ción e invisibilidad de la economía doméstica, entre otros). Este proceso de ampliación de la
democracia ha sido posible porque el feminismo ha hecho de la lucha contra la discriminación
y de las vindicaciones de igualdad los núcleos de su identidad.

El feminismo, desde su origen hasta su resurgimiento en los años setenta del siglo XX, se ha de-
sarrollado como una crítica moral, política y antropológica a la dominación masculina. De ahí
que la igualdad haya sido el paradigma que ha articulado históricamente las vindicaciones fe-
48
Aproximaciones a la Teoría Crítica Feminista

ministas. Tal y como señalábamos anteriormente, Celia Amorós define el feminismo como ‘vin-
dicación’, entendiendo por tal una crítica política a la usurpación que han realizado los varones
de lo que ellos mismos han definido como lo genuinamente humano. El género ‘vindicación’
reclama la igualdad a partir de una irracionalización del poder patriarcal y una deslegitimación
de la división sexual de los roles52. El feminismo ha tenido como objetivo desvelar los meca-
nismos políticos, económicos e ideológicos que han convertido la diferencia anatómica entre
hombres y mujeres en una diferencia política en clave de dominación y subordinación.

Hoy no puede hablarse propiamente de un solo feminismo. Coexisten en su interior distintas


posiciones teóricas y diferentes estrategias políticas, tal y como sucede en otras teorías críticas
de la sociedad y en otros movimientos sociales. En todo caso, unas y otras hacen explícito el lar-
go e intenso recorrido intelectual y político del feminismo. El feminismo ha dialogado, y sigue
haciéndolo, con todos los grandes paradigmas teóricos y con todos los grandes movimientos
sociales y políticos contemporáneos. Sin embargo, la feminización de la pobreza y la violencia
son quizá las dos caras más trágicas para muchas mujeres en el mundo. Cualquier discurso
feminista tiene que integrar estos dos fenómenos sociales si quiere dar cuenta de la compleja
realidad social que vivimos las mujeres.

El feminismo hoy tiene que dar un giro a su discurso político y a sus estrategias. Se impone
suavizar los debates intrafeministas y trabajar por la construcción de alternativas políticas para
las mujeres. El primer giro del feminismo quizá tiene que ir desde los debates internos hacia
fuera, hacia la sociedad civil. Las feministas tenemos una responsabilidad histórica con las mu-
jeres de las sociedades en las que vivimos y no podemos abdicar de dicha responsabilidad,
pues ese es el sentido político del feminismo: construir proyectos, realizar críticas y proponer
alternativas. El segundo giro tiene que desplazarse hacia la identificación analítica de la política
sexual del capitalismo neoliberal. El capitalismo neoliberal, cuyas máximas perversidades son
las maquilas y la industria de la prostitución, es una fuente inagotable de empobrecimiento y
desempoderamiento de las mujeres. Por eso, debemos ponerlo en el corazón del análisis críti-
co feminista y en el centro de nuestra práctica política. Además, la crítica a la política sexual del
neoliberalismo puede convertirse en un objetivo político que haga posible la construcción de
un sistema de afiliaciones y alianzas entre las mujeres. Los pactos feministas contra las estruc-
turas patriarcales es y debe ser el núcleo del proyecto político feminista.

52 AMORÓS, CELIA, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, Ed. Cátedra, col. Feminismos, Ma- 49
drid, 1997; p. 56.
Rosa Cobo Bedia

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52
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Los caminos del feminismo en la cuidando a la prole y sirviendo al marido, sino que
opinaron e influenciaron en la vida política, aunque no se
Argentina: historia y derivas las reconociera y estuvieran lejos del derecho a la
ciudadanía. Al finalizar el siglo XIX ya estaba en plena
Por Dora Barrancos1 vigencia el Código Civil que sancionaba la inferioridad
jurídica de las mujeres, a semejanza de la mayoría de los
La autora propone un recorrido por el devenir del códigos en boga. No puede sorprender que desde
movimiento feminista de nuestro país. Desde sus mediados de aquel siglo se extendieran las acciones
orígenes a inicios del siglo XX hasta nuestros días, femeninas para revocar esa insidiosa circunstancia. La
pasando por la lucha por el voto femenino, el adhesión temprana al feminismo de las mujeres
reconocimiento político y la lucha contra la violencia socialistas y de las denominadas librepensadoras –en
doméstica, hasta el reclamo que reúne hoy a la casi todo caso un grupo entre las que destacaban las
totalidad de las feministas: la legalización del aborto. “letradas”– significó la puesta en marcha de por lo menos
cuatro demandas fundamentales: la remoción de la
inferioridad civil, la obtención de mayor educación, el
Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio auxilio a las madres desvalidas y la cuestión del sufragio,
femenino en la Argentina (1900-1947 reclamo que se había empinado especialmente en otras
latitudes. Pero el sufragio encontrará interpretaciones
El surgimiento del feminismo forma parte del paisaje de diferenciadas entre nuestras primeras feministas. Hacia
época de la Argentina “moderna” –fines del siglo XIX 1910, y por ocasión del Primer Congreso Femenino, es
inicios del XX–, en una sociedad en la que a lo largo de evidente que las voces más advertidas sobre los
los tiempos las mujeres actuaron, trabajaron, y no sólo derechos cívicos harán sentir las diferencias. Dos
notables feministas de la primera hora, María Abella
1
Socióloga y doctora en Historia. Profesora consulta de la UBA. Ramírez –una docente de origen uruguayo radicada en
Investigadora principal del CONICET y directora de este organismo La Plata– y Julieta Lanteri –una inmigrante italiana que
en representación de las Ciencias Sociales y Humanas
se había recibido de médica–, abogarán por el sufragio
Artículo disponible en: https://www.vocesenelfenix.com/content/los-
caminos-del-feminismo-en-la-argentina-historia-y-derivas de las mujeres sin cortapisas. Alicia Moreau –que se

1
tornaría una destacada luchadora por los derechos Carmela Horne de Burmeister. Habían ingresado varios
femeninos y una singular referente del Partido Socialista– proyectos al Congreso y en 1932 la Cámara baja aprobó
era de las que pensaban, en los primeros años del siglo el voto femenino, pero nunca fue tratado en el Senado,
pasado, que el voto debía adquirirse por escalones. donde estaban las representaciones más conservadoras.
Opinaba que primero había que ejercitarlo en la esfera El interregno hasta mediados de la década de 1940
local para acceder en alguna ocasión –y con mayor representó una cierta declinación de las demandas
educación– a las elecciones de orden nacional. Pero feministas en aras de una dominante preocupación por
después de terminada la Gran Guerra –momento de los avances autoritarios europeos y sus amenazantes
grandes transformaciones–, las feministas más repercusiones locales. El mayor empeño militante estuvo
conspicuas, incluyendo a Elvira Rawson de Dellepiane – destinado a socorrer a las víctimas de la guerra civil
médica que había adherido de modo temprano a la española, a desplegar medidas solidarias con los
causa de las mujeres–, sostuvieron que el sufragio debía refugiados y a proveer auxilio a quienes eran
ser universal, en igualdad de condiciones con los perseguidos por el nazifascismo. La inquietud por la
varones. Debe reflexionarse que en buena medida la situación local no era menor entre las socialistas,
base argumental reposaba en la particular dignidad de radicales, católicas liberales, y entre las anarquistas que,
las mujeres debido a su condición de madres, de modo aunque habían estado lejos de las demandas de
que los primeros cauces feministas adoptaron la forma derechos formales, siguieron abogando por la completa
del maternalismo como una estrategia fundamental para autonomía femenina –incluyendo el derecho a recusar la
la acción. La perspectiva del maternalismo fue común a maternidad forzosa–, en un mundo asediado por la
la mayoría de los movimientos que reivindicaban la pérdida de las libertades y asolado por gobiernos
igualdad con los varones. totalitarios. Como síntesis de esas luchas antiautoritarias
basta mencionar la organización femenina denominada
Los años 1920 fueron de ascenso en las luchas para la Junta para La Victoria, que tuvo adherentes a lo largo y
obtención del sufragio, con un mayor número de ancho del país, y la acción desplegada por la revista Vida
asociaciones de mujeres apoyando la medida. Deben Femenina que dirigía Juana Berrondo, de inscripción
evocarse los nuevos núcleos compuestos por mujeres de socialista.
origen social más alto y de actitudes ciertamente más
moderadas; una de sus líderes más proyectadas era

2
La llegada del peronismo pareció la profecía Movimiento de mujeres y feminismo entre 1976 y
autocumplida para estas huestes femeninas. Con su el presente
advenimiento, y el decidido empeño de la propia Eva
Perón, que estaba lejos del feminismo pero que movilizó Entre 1976 y 1983 la Argentina vivió la más feroz
a las mujeres sobre todo a través de los sindicatos frente dictadura de su historia, con miles de desaparecidos,
al inminente tratamiento en el Congreso en el invierno de perseguidos y exiliados. Fue un grupo de mujeres el que
1947, pudo sancionarse la ley del sufragio. La primera enfrentó con mayor contundencia este proceso,
experiencia de voto femenino se realizó en 1951: la reclamando por la aparición de sus familiares. Es
concurrencia fue masiva, y tal como había calculado Eva, ampliamente conocida la trayectoria de las Madres de
las mujeres consagraron el triunfo del peronismo con la Plaza de Mayo, espacio del que surgió la asociación de
enorme mayoría de sus votos. Sin duda, Eva Perón se las Abuelas en procura de los nietos apropiados por los
ofrece como una figura de visos excepcionales por muy represores. La recuperación democrática significó, entre
diversas razones, en especial por su singular intuición otras cosas, el retorno del movimiento feminista con un
relacionada con la justicia social, con la protección de los cambio notable de posiciones epistémicas y sobre todo
vulnerables y debe destacarse que en buena medida la de agenda, gracias a la crítica aportada por la Segunda
acción de la fundación que llevaba su nombre se dirigió a Ola –movimiento que había profundizado las
atender a las mujeres y los niños. La Argentina pudo transformaciones reclamadas por el feminismo,
mostrar una circunstancia inédita, ya que las especialmente en Estados Unidos y Europa, en los años
representantes femeninas alcanzaron en torno al 30 por 1960–.
ciento en ambas cámaras del Congreso. Pero en 1955,
como es bien conocido, el general Perón fue depuesto La diferencia jerarquizada de los sexos fue vista por el
por un golpe del Estado, y en los raros momentos renaciente feminismo argentino de la posdictadura no
posteriores de interregno democrático –y con el sólo como una rémora patriarcal, sino como una
peronismo proscripto– casi no hubo mujeres en los expresión de las formas autoritarias que debían ser
escaños parlamentarios. removidas por el Estado de derecho. Hubo dos tópicos
centrales en la nueva agenda feminista, a saber, la
violencia doméstica y el reconocimiento político. Si las
organizaciones de mujeres pusieron sobre el tapete la

3
cuestión de la violencia sufrida en el seno del hogar, feminismo. Esto posibilitó que dicha Legislatura
fueron diferentes militantes de partidos políticos las que sancionara una de las leyes más progresistas en materia
propusieron alterar las reglas de juego de sus fuerzas de derechos sexuales y reproductivos. Más allá de la
solicitando el reconocimiento pleno, el derecho a obtener mengua de legisladoras feministas, la mayor
cargos partidarios y lugares en la representación representación de mujeres ha permitido sancionar un
parlamentaria. Se habían presentado diversos proyectos vasto número de leyes que ampliaron la ciudadanía,
en materia de “cupo” femenino en ambas cámaras, y en comenzando por la reforma constitucional de 1994 que
1991, cuando menudeaban las incertezas, se sancionó la incluyó en su plexo la Convención contra todas las
ley que modificó la composición de las listas partidarias formas de Discriminación de las Mujeres –CEDAW–,
determinando un piso mínimo de 30 por ciento para las circunstancia singular en América latina. Ninguna otra
mujeres, ubicadas en lugares expectables, con reforma constitucional en la región ha incluido el texto
posibilidades de resultar electas. La Argentina se completo de esa convención, aunque tanto la de
convirtió en el primer país en sancionar la cuota de Venezuela como la de Ecuador y Bolivia se refieren
participación femenina y más tarde fue seguida por un expresamente a la equidad de género.
grupo de países de América latina. Han transcurrido más
de dos décadas de la experiencia, y sorteando las Las diversas formas en las que ha transcurrido la
acusaciones de la manipulación patriarcal, la imputación acendrada politización de las mujeres en la Argentina y
de que hay arreglos de conveniencia por parte de los los derechos políticos, acentuados con la ley de cupo,
varones regentes en los partidos políticos –como si no han permitido que un expresivo número pudiera
ocurriera lo mismo tratándose de los propios varones–, lo “construir carreras”, alargar la temporalidad de empeños
cierto es que el balance de la actuación en el Congreso partidarios, ser admitidas como cuadros permanentes y
debe celebrarse. Sin duda, el número de las feministas no eventuales. No puede sorprender que una mujer haya
en los cargos electivos no ha sido generoso. Sin llegado a la primera magistratura y que haya sido
embargo, una excepción fue la composición de la reelecta, como no puede sorprender que algunos
primera Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (1997- liderazgos de la vida política más reciente hayan recaído
2000), en donde sobre un total de una veintena de en figuras femeninas. Aunque el goce de la ciudadanía
diputadas, un tercio de estas se identificaba con el sea muy imperfecto para la inmensa mayoría de las
mujeres –ya que la discriminación apenas ha atenuado

4
sus peores facetas–, la arena política se ha tornado sin caracterizan a fracciones sustantivas de la población
duda más porosa. femenina. De modo que la persistencia de la
forma relacional ha permitido comprender más a las
Han actuado a lo largo de estas décadas diversas mujeres que sufren opresión de género, especialmente
formas de feminismo aunque podríamos concluir que hay agravada por la clase y la etnia, y ha provocado alianzas
un trazo común que todavía caracteriza a una enorme sinergiales en la lucha por la conquista de derechos.
proporción de nuestros colectivos a favor de los derechos
de las mujeres. Mi convicción es que persiste la vertiente Es bien conocido el enfrentamiento doloroso que se
“relacional” sobre la “individual” –según la clásica puso en evidencia en el feminismo latinoamericano
expresión de Karen Offen–. Se entiende por “feminismo desde fines de los años 1980, cuando se dividieron las
relacional” aquel que, además de procurar prerrogativas aguas entre “institucionales” y “autónomas”. Pero esa
iguales para las mujeres, también alarga preocupaciones contienda no fue experimentada en la Argentina, al
y solidaridades con otros sectores subalternos de la menos bajo las formas abruptas –a menudo muy
sociedad, mientras que el de corte “individual” focaliza enconadas– que tuvieron lugar en otros países de la
exclusivamente la acción sobre las propias mujeres. región, tal vez porque la Argentina no fue una receptora
Aunque no deriva de modo directo del atributo de recursos internacionales relevantes provenientes de
“relacional”, el “feminismo de la diferencia” –que hace eje las agencias que secundaron la obtención de derechos
en las singularidades culturales de los colectivos femeninos. Los recursos más abundantes y la mayor
femeninos– constituye la matriz hegemónica que abunda visibilidad y reconocimiento por parte de organismos
en las manifestaciones del ancho arco feminista internacionales de algunas figuras líderes –que fueron
argentino. A pesar de que no conozco trabajos que atacadas con cierta alevosía por lo que se denunció
hayan explorado en profundidad esa circunstancia en como “cooptación”–, no presentó en la Argentina el
nuestro medio, conjeturo que el “feminismo identitario”, significado que tuvo en otros países. Menor dotación de
de corte individual y en mayor medida plegado al viejo recursos y menor exposición al desarraigo de las
cóncavo liberal, no es el que concita más adhesiones. principales figuras de nuestro feminismo durante la
Por cierto, la afinidad con estos últimos presupuestos década 1990 –y con esto me refiero a que fueron
coloca a la acción feminista en una perspectiva menos limitadas las migraciones a organismos internacionales,
comprensiva de los atributos de clase y de etnia que aunque hubo regular cooperación por parte de varias

5
activistas–, fueron tal vez las principales razones para la mujeres en situación de prostitución. Hay un debate entre
morigeración del debate. Desde luego ha habido grupos quienes piensan que es asimilable a un trabajo, y las que
que han reivindicado la entera independencia con sostienen –creo que la enorme mayoría– que es una
cualquier forma de vinculación con esferas consideradas condición penosa no “elegida”, un recurso extremo frente
limitantes –sobre todo el poder político y los organismos a la necesidad.
internacionales–, pero no parece que sean estos los
ángulos que decidieran la partición de vínculos entre Pero hay una cuestión principal en la agenda de las
nuestras adherentes. Más allá de las diferencias en el mujeres movilizadas por derechos: se trata de la
terreno político partidario, las feministas han apoyado legalización del aborto, la accesibilidad gratuita y segura
dos leyes fundamentales: el matrimonio igualitario que a los servicios de salud para abortar, la prerrogativa de
permite el casamiento de personas del mismo sexo decidir sobre nuestros cuerpos. Se trata de una demanda
(2010) y la ley de identidad de género (2011) que que unifica a todo el espectro del feminismo, una
posibilita tener la identidad civil de acuerdo con la asignatura pendiente en el arco de los innegables
identidad sexual/género subjetiva. No hay dudas de que avances habidos en estos treinta años de democracia.
en la germinación de los movimientos reivindicativos de
Un sucinto balance final permite reconocer el hondo
la disidencia sexual hay viejos fermentos del feminismo.
surco trazado por el movimiento feminista en nuestro
De todos modos, creo que este se ha derramado en
suelo, y aunque ni aquí ni en ningún lugar del planeta se
múltiples formas en expresiones más populares y la
trata de un fenómeno multitudinario, sus efectos se
novedad consiste en que hay menos feminismo de
miden por las transformaciones que produce en la
“capilla” y más expresiones de colectivos que actúan a
subjetividad de las congéneres. Lo que importa, en todo
favor de los derechos de las mujeres. No obstante, hay
caso, es menos la adhesión expresa al feminismo que la
numerosos círculos de mujeres que sí se definen como
actitud de trastocar los viejos valores patriarcales. Lo que
feministas en todas las regiones del país. Con certeza,
importa es el reconocimiento de sí, la adquisición de
todas esas organizaciones mantienen en pie la lucha
nuevas sensibilidades y sentimientos sobre la propia
contra la violencia y contra la trata –fenómeno
existencia, el salto formidable de dejar el sometimiento y
especialmente recrudecido en las últimas décadas–,
conquistar, con la autonomía, planos de mayor dignidad.
aunque no sea uniforme la sensibilidad respecto de las

6
1

LAS TRANSFORMACIONES CONSTITUCIONALES RECIENTES EN AMERICA LATINA:


TENDENCIAS Y DESAFIOS

Rodrigo Uprimny
Director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad “DeJuSticia” y profesor de la
Universidad Nacional.

Desde mediados de los años ochenta, y en especial a partir de los años noventa, América
Latina ha conocido un intenso período de cambios constitucionales, pues casi todos los países
ya sea adoptan nuevas constituciones (como en los casos de Brasil en 1988, Colombia en
1991, Paraguay en 1992, Ecuador en 1998 y 2008, Perú en 1993, Venezuela en 1999 o
Bolivia en 2009, entre otros), o introducen reformas muy importantes a sus constituciones
vigentes (como en el caso de Argentina en 1994, México en 1992 o Costa Rica en 1989). El
punto de partida puede ser la nueva constitución de Brasil de 1988, pero se trata de una fase
que puede tener desarrollos ulteriores.

Es obvio que existen diferencias nacionales muy importantes. Sin embargo, a pesar de estas
diferencias nacionales, esta oleada de reformas constitucionales en América Latina parece
tener algunos rasgos comunes.

Ahora bien, a pesar de la intensidad de los cambios constitucionales recientes en América


Latina, no conozco ningún texto que haya intentado sistematizar las orientaciones comunes de
esa evolución del constitucionalismo en la región. Existen reflexiones importantes sobre las
mutaciones constitucionales de algunos países específicos, como el trabajo de Boaventura
Santos (2010) sobre Ecuador y Bolivia, o estudios que analizan algún aspecto del
constitucionalismo latinoamericano, como su apertura al reconocimiento de los derechos
colectivos de los pueblos indígenas (Yrigoyen, 2009) o al derecho internacional de los
derechos humanos (Manili, 2002; Ayala Corrao, 2002; Abregú y Courtis, 2004), o trabajos que
han pretendido comparar las tensiones y complementariedades entre las mutaciones
constitucionales y la reforma del Estado impulsada por las instituciones financieras
internacionales (Uprimny, 2007). Este texto busca entonces suplir en parte ese vacío, con las
obvias limitaciones que tiene intentar sintetizar en pocas páginas cambios constitucionales
2

que han sido profundos y complejos. El propósito es entonces señalar las tendencias
comunes del constitucionalismo reciente en América Latina, así como sus diferencias más
significativas, con el fin de caracterizar esas reformas y plantear los principales desafíos que
plantean para la construcción de democracias profundas en la región.

Las anteriores consideraciones explican entonces la estructura del texto, que en la primera
parte presenta las transformaciones de la parte dogmática de varias constituciones
latinoamericanas, para luego, en la segunda parte, examinar los principales cambios de la
parte orgánica. Estos dos puntos son entonces esencialmente descriptivos y en ellos enfatizo
las tendencias coincidentes de las reformas en los distintos países. Por el contrario, la tercera
parte es más reflexiva y analítica; en ella intento caracterizar las orientaciones básicas de esta
evolución constitucional, pero igualmente discuto si las divergencias nacionales son tan
profundas que en realidad no hay matices nacionales sino la existencia de tendencias
constitucionales diversas en la región, con potencialidades y orientaciones distintas. El texto
termina con unas breves reflexiones sobre el posible significado de esos cambios
constitucionales y los desafíos que éstos implican para la democracia y para la reflexión
constitucional.

I. Las variaciones de la parte dogmática: reconocimiento de la diversidad en múltiples


campos y ampliación y protección de los derechos individuales y colectivos.

Un breve examen de las orientaciones de las reformas constitucionales recientes muestra


que, a pesar de obvias diferencias nacionales, la mayor parte comparten algunos rasgos
comunes en la definición de los principios ideológicos del Estado y en la regulación de los
derechos y deberes ciudadanos.

Primero, la mayoría de las reformas y de los nuevos textos constitucionales modifica en forma
importante el entendimiento de la unidad nacional, a fin de enfatizar que ésta no se hace por
una homogeneización de las diferencias culturales, como intentaron hacerlo algunos
proyectos constitucionales previos en décadas pasadas, sino, por el contrario, por un
reconocimiento acentuado de las diferencias y una mayor valorización del pluralismo en todas
sus formas. Muchas constituciones empiezan entonces a definir a sus naciones como
3

pluriétnicas y pluriculturales y establecen como principio constitucional la promoción de la


diversidad1, por lo cual estamos frente a una suerte de constitucionalismo de la diversidad.

Segundo, las reformas constitucionales tienden en general a superar ciertos rasgos


confesionales de los ordenamientos jurídicos de muchos países, los cuales otorgaban
privilegios importantes a la Iglesia Católica. Las nuevas constituciones, cuando no son
claramente laicas, tienden a reconocer la igualdad entre las distintas confesiones religiosas,
incluyendo las religiones de las poblaciones indígenas. El reconocimiento de la diversidad
étnica y cultural se acompaña entonces de la consagración de la diversidad y la igualdad
religiosa.

Tercero, y directamente ligado a los puntos anteriores, las reformas constitucionales amparan
especialmente a grupos tradicionalmente discriminados, como los indígenas y las
comunidades negras, a los cuales incluso, en ciertos países, se les reconocen derechos
especiales y diferenciados de ciudadanía, en la medida en que se establecen
circunscripciones especiales de representación política para estas comunidades, se
reconocen sus lenguas como lenguas oficiales y se les reconoce un poder judicial propio y
autonomía en sus territorios para la decisión de ciertos conflictos, de acuerdo con sus
cosmovisiones2. Por ello, según ciertos analistas, estas constituciones no sólo avanzaron
hacia una idea de identidad nacional pluralista sino que incluso habrían incorporado
elementos y formas de ciudadanía diferenciada y multicultural3.

Esta tendencia al reconocimiento de la diversidad y al otorgamiento de derechos especiales a


las comunidades indígenas adquiere visos aún más radicales en las recientes constituciones
boliviana y ecuatoriana que plantean la existencia de una nación de pueblos o de un Estado
plurinacional y constitucionalizan concepciones provenientes de la tradición indígena, como la

1
Ver, por ejemplo, el artículo 7 de la constitución colombiana, 215 de la constitución brasileña, el artículo primero de la
constitución boliviana, el preámbulo de la constitución venezolana de 1994 y el artículo 2 numeral 19 de la constitución
del Perú.
2
La Constitución de Colombia de 1991 fue la primera en reconocer, en su artículo 246, la aplicación de justicia por las
comunidades indígenas, conforme a su derecho consuetudinario pero dentro de unos límites que permitan armonizar la
jurisdicción estatal y la indígena. Esa regulación fue seguido por las constituciones de Paraguay (ver artículo 63 ) Perú
(art. 149), Bolivia (art. 171), Ecuador (art. 191) y Venezuela (art. 260). Para una discusión crítica de los alances y límites
del reconocimiento de esos derechos de autonomía de los indígenas, ver Stocks (2005). Igualmente Grijalva et al (2009).
3
Sobre la idea de derechos diferenciados de ciudadanía, ver Will Kymlicka, Wayne Norman. (1997) “Un retorno del
ciudadano. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía" en La Política, No 3.
4

noción del buen vivir y los derechos que le están asociados4. Además, estas constituciones
fortalecen también el reconocimiento de una mayor autonomía a los pueblos indígenas para el
manejo de sus asuntos. Según ciertos analistas, esta orientación más radical en el tema de la
nacionalidad y del reconocimiento de los pueblos indígenas hace de las constituciones
boliviana y ecuatoriana unos constitucionalismos distintos y emergentes, diversos a las otras
transformaciones recientes de América Latina, puesto que superan el marco del
constitucionalismo liberal, incluso en su versión pluricultural y multiétnico, pues dichas
constituciones ecuatoriana y boliviana avanzan a formas constitucionales distintas, que son
plurinacionales, interculturales (Grijalva: 115 a 132) y experimentales (Santos, 2010: 77 y
123).

Cuarto, la casi totalidad de las reformas ha sido muy generosa en el reconocimiento de


derechos constitucionales a sus habitantes, pues no sólo incorporan los derechos civiles y
políticos heredados de las tradiciones demoliberales -como la intimidad, el debido proceso, la
libertad de expresión o el derecho al voto- sino que también establecieron ampliamente los
derechos económicos, sociales y culturales –como la educación, la vivienda o la salud- e
incluso avanzaron en el reconocimiento de formas de derechos colectivos, en especial el
derecho al medio ambiente, pero también derechos especiales de autonomía y ciudadanía a
ciertos grupos poblacionales, en especial a los indígenas. En este aspecto, también la
constitución ecuatoriana plantea novedades pues no sólo establece derechos no reconocidos
en textos previos, como el derecho al agua, sino que incluso reconoce derechos a la
naturaleza o “Pachamama” como tal, que es así, al menos formalmente sujeto jurídico5, sin
que sea sin embargo claro cuáles pueden ser las implicaciones de ese reconocimiento.
Además, las nuevas constituciones ecuatoriana y boliviana refuerzan mucho más que la
mayor parte de los otros ordenamientos jurídicos latinoamericanos el reconocimiento amplio
de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

4
Por ejemplo, el artículo 10 de la Constitución ecuatoriana reconoce derechos a los pueblos, a las nacionalidades y a la
naturaleza y el capítulo 2 del Título II establece los derechos del buen vivir. Por su parte, el artículo 306 de la
Constitución boliviana establece que el modelo económico debe estar orientado al vivir bien de todas las bolivianas y
bolivianos.
5
Ver el artículo 71 de la constitución ecuatoriana que señala que la “naturaleza o Pachamama, donde se reproduce y
realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos
vitales, estructuras, funciones y procesos evolutivos.”
5

Las técnicas de reconocimiento de esos derechos ha tenido algunas variaciones nacionales;


en algunos casos, como en Argentina6, el mecanismo fue la constitucionalización directa y
expresa de numerosos tratados de derechos humanos; en otros, como Brasil7, el mecanismo
fue el de directamente definir y establecer esos derechos en el texto constitucional; otros
ordenamientos constitucionales como el colombiano o el venezolano usaron ambos
mecanismos, pues no sólo constitucionalizaron ciertos tratados de derechos humanos sino
que además establecieron directamente en la constitución una amplia carta de derechos de
las personas8. Pero independientemente del mecanismo jurídico empleado, la tendencia y el
resultado fueron semejantes: una ampliación considerable de los derechos
constitucionalmente reconocidos frente a los textos anteriores.

Quinto, la mayor parte de las constituciones realizó una apertura al derecho internacional de
los derechos humanos, en especial a través del tratamiento especial y privilegiado a los
tratados de derechos humanos (Manili, 2002; Ayala Corrao, 2002; Abregú y Courtis, 2004),
que ha llevado a una aplicación importante por jueces nacionales de los estándares
internacionales de derechos humanos, a través de figuras como el bloque de
constitucionalidad, que ha adquirido un significado especial en América Latina (Uprimny,
2006),.

Sexto, el reconocimiento de la multiculturalidad (o incluso de la plurinacionalidad) y de las


competencias propias de la jurisdicción indígena, junto con la apertura al derecho
internacional de los derechos humanos, se ha traducido por un pluralismo acentuado en
América Latina, que ha erosionado el sistema tradicional de fuentes jurídicas y el papel central
que tenía en el pasado la ley y la reglamentación gubernamental en los ordenamientos
jurídicos nacionales.

Séptimo, muchas constituciones expresan un fuerte compromiso con la igualdad, no sólo


prohibiendo la discriminación por raza, género y otros factores, sino también ordenando a las
autoridades políticas especiales de acción afirmativa para lograr que la igualdad sea real y
efectiva. En particular, varias reformas establecen en forma explícita cláusulas de igualdad y

6
Ver el artículo 75 numeral 22 de la constitución argentina que establece una extensa lista de los tratados de derechos
humanos que adquieren rango constitucional.
7
Ver los extensos artículos 5 y 8 de la constitución brasileña.
8
Ver la amplia carta de derechos de la constitución de esos dos países y los artículos 23 de la constitución venezolana y
53 y 93 de la Constitución colombiana que confieren rango constitucional a ciertos tratados de derechos humanos.
6

no discriminación entre hombres y mujeres, con lo cual el constitucionalismo latinoamericano


autoriza o incluso exige la adopción de ciertos enfoques de género en las políticas públicas y
en los desarrollos jurídicos.

Octavo, este generoso reconocimiento de derechos de distintas tradiciones –liberal,


democrática y socialista- llevó a varios textos constitucionales a incorporar la fórmula
ideológica del llamado “Estado social y democrático de derecho”, desarrollada por el
constitucionalismo europeo de la postguerra, como el marco ideológico de las nuevas
organizaciones jurídicas derivadas de estas reformas constitucionales9. El uso de esta
definición jurídica del Estado no fue sin embargo mecánico, pues no sólo tuvo variaciones
nacionales importantes sino que las reformas latinoamericanas incorporaron matices distintos
a su formulación en la Europa de los años cincuenta del siglo pasado10. Por ejemplo, algunos
textos incorporaron la idea de que se trata no sólo de un Estado social de derecho sino
también de justicia y de derechos, al parecer para enfatizar la importancia de la búsqueda de
un orden social justo, que ampare todos los derechos. Igualmente, otros ordenamientos
introdujeron una reflexión explícita de búsqueda de nuevas definiciones del tipo de Estado que
se apartaran de las tradiciones europeas, con el fin de enfatizar la búsqueda propia de
fórmulas constitucionales, como lo hicieron en especial las constituciones ecuatoriana y
boliviana.

Noveno, la mayor parte de las reformas quiso explícitamente que el reconocimiento de los
derechos fundamentales no fuera puramente retórico sino que tuviera eficacia práctica, por lo
que se ampliaron los mecanismos de protección y garantía de dichos derechos. Así, muchas
reformas previeron formas judiciales directas de protección de los derechos, como el amparo
o la tutela11, o reforzaron aquellas que ya existían; igualmente, en varios países se creo o
reforzó la justicia constitucional12; finalmente, la mayor parte de las nuevas constituciones

9
La bibliografía sobre el Estado social, su formación y su crisis, es muy extensa. Ver, por ejemplo, entre otros, Requejo
Ferran (1994). Para una discusión de su relevancia en el proceso constitucional colombiano, ver Rodrigo Uprimny (2001).
10
Ver, por ejemplo, el artículo primero de la constitución brasileña, colombiana y paraguaya y el artículo 2 de la
constitución venezolana
11
Por ejemplo, la Constitución colombiana de 1991 previó en su artículo 86 la tutela como mecanismo de protección
directa de los derechos fundamentales, así como otros mecanismos, como las acciones populares, para la protección de
derechos colectivos. Por su parte, la Constitución brasileña incorporó varios instrumentos de protección de derechos,
como los llamados “mandados de segurança”. Ver artículo 5 LXIX y LXX de esta constitución.
12
Para una visión sistemática de las estructuras de justicia constitucional y de protección de derechos en América Latina,
ver Losing (2002).
7

previeron, con denominaciones diversas, formas de “ombudsman” o de “Defensores del


Pueblo”, que tienen a su cargo la promoción y protección de los derechos humanos13.

Finalmente, la mayor parte de las reformas plantean reconsideraciones de la función


económica del Estado; sin embargo, en este punto, no es fácil encontrar una tendencia común
en los distintos textos constitucionales, ya que existen diferencias nacionales importantes; por
ejemplo, mientras que textos como el peruano, que se hicieron al amparo del Consenso de
Washington, tienden a ser más favorables a los mecanismos de mercado, constituciones
como la ecuatoriana o la boliviana refuerzan considerablemente el papel del Estado en la
economía y tienen incluso tendencias anticapitalistas (Santos, 2010). Pero además, ni siquiera
los textos reformados o las nuevas constituciones tienen una total claridad sobre el punto; en
efecto, muchas constituciones, como la colombiana de 1991, parecen al mismo tiempo ampliar
la intervención estatal y las funciones redistributivas de las autoridades, al reconocer nuevos
derechos sociales y mantener la dirección estatal de la economía, pero también parecen
reducir dicha intervención, al posibilitar la privatización de ciertos servicios públicos, que
anteriormente eran monopolio estatal, un poco siguiendo las recomendaciones dominantes del
Consenso de Washington.

II: Los cambios mecanismos de participación y en la parte institucional u orgánica.

Las reformas constitucionales de las dos últimas décadas trajeron igualmente cambios
importantes tanto en los mecanismos de participación ciudadana como en el régimen político y
el ordenamiento territorial.

Primero, la mayor parte de las reformas estuvieron orientadas por la idea de ampliar y
fortalecer la democracia y los espacios de participación ciudadana. Por ello en general no se
limitaron a restablecer la democracia representativa, lo cual era de por sí trascendental
cuando se trataba de superar dictaduras militares, sino que intentaron generar nuevos
espacios de participación ciudadana, básicamente por dos vías distintas: el reconocimiento y
ampliación de los mecanismos de democracia directa, como las consultas populares y los

13
Ver, por ejemplo, los artículos 281 y 282 de la constitución colombiana, los artículos 161 y 162 de la peruana, el
artículo 276 de la constitución paraguaya y el artículo 86 de la constitución de Argentina.
8

referendos14; y de otro lado, por medio de la creación de instancias ciudadanas de control de


la gestión pública, como pueden ser las asociaciones de usuarios que vigilan la gestión de los
servicios públicos.

En este aspecto, las constituciones boliviana y ecuatoriana marcan también diferencias


importantes, ya que estimulan nuevas formas participativas, que buscarían superar las
limitaciones de la democracia liberal, puesto que incorporan también el reconocimiento de la
democracia comunitaria desarrollada por los pueblos indígenas (Santos, 2010: 112 a 123).

Segundo, varias constituciones se esforzaron por reconocer explícitamente en el propio texto


constitucional alguna forma de organización electoral autónoma y especializada, a fin de
asegurar una mayor imparcialidad y transparencia de los procesos electorales, con lo cual las
reformas recientes tendieron a consolidar lo que algunos han llamado un modelo
latinoamericano de organización electoral, por oposición al modelo europeo, en donde no
existe organización electoral autónoma.

Tercero, la casi totalidad de las reformas fortaleció los procesos de descentralización: se


ampliaron los funcionarios locales electos por voto popular, se trasladaron nuevas
competencias, en especial en materia de gasto social, a las entidades locales. Y finalmente se
establecieron mecanismos para fortalecer económicamente a las autoridades locales, en
especial gracias al sistema de transferencias de recursos del gobierno central a los gobiernos
locales.

Ahora bien, conviene destacar que el fortalecimiento de la autonomía territorial provocó


debates intensos en ciertos procesos constitucionales, como el boliviano, sobre todo en lo que
tiene que ver con el manejo centralizado o no de los dineros provenientes de los recursos
naturales, pues ese conflicto, que enfrentaba a las regiones ricas y petroleras, como
Santacruz, frente a las pretensiones más centralizadoras en este aspecto del Gobierno de Evo

14
Por ejemplo, la Constitución colombiana incorporó el plebisicito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto y
la revocatoria de mandato. Ver artículos 103 y ss de esa constitución. Igualmente, la venezolana prevé en su artículo 70 la
participación ciudadana mediante la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del
mandato, la iniciativa legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y
ciudadanas. En Ecuador se consagró la consulta popular y la revocatoria del mandato en los artículos 103 al 113 de su
constitución. Para un análisis de ese auge de la democracia directa en los procesos constitucionales recientes en América
Latina, ver Barczak. (2001)
9

Morales y del movimiento indigenista. Dicho conflicto amenazó la viabilidad misma del proceso
constituyente.

Cuarto, las reformas buscaron reforzar las instancias estatales de control, fortaleciendo la
autonomía y la capacidad fiscalizadora de las mismas. Por ejemplo, la constitución
venezolana estableció todo una nueva rama del poder, el llamado poder ciudadano, que
recoge esas instancias de control, mientras que la constitución colombiana también establece
todo un conjunto de instancias de control, como el Ministerio Público (Procuraduría y
Defensoría del Pueblo) y la Contraloría General15.

Estas instituciones de control juegan entonces un doble papel en estos procesos de reforma,
pues no sólo son, según la conocida distinción desarrollada por O´Donnell (1994),
mecanismos horizontales de rendición de cuentas, que buscan un mayor equilibrio de
poderes, sino que también operan a veces también como formas verticales de rendición de
cuentas y de reforzamiento de la capacidad de los ciudadanos de reclamar sus derechos,
pues algunas de esas instituciones de control, en especial los Ministerios Públicos y las
Defensorías del Pueblo, actúan ante las instancias políticas como voceras de los reclamos de
las personas.

Este fortalecimiento de las instancias de control también se acompaña, en quinto término, de


un elemento común a todos los procesos constitucionales en la región, que fue el esfuerzo por
robustecer también el sistema judicial, no sólo para incrementar su eficiencia para perseguir el
delito y tramitar los conflictos16 sino también para incrementar su independencia, que era
vista, con razón, como supremamente precaria en toda la región17, con pocas excepciones.
Para este último propósito, un mecanismo común fue la tentativa por sustraer el
nombramiento y la carrera de los jueces de la injerencia directa del poder ejecutivo, por medio
de la creación de instancias autónomas de administración de la rama judicial y encargadas

15
Ver los artículos 267 y ss. de la constitución colombiana y los artículo 136, 273 y ss. de la constitución venezolana.
16
La bibliografía sobre los esfuerzos de modernización y fortalecimiento del sistema judicial en América Latina es muy
amplia. Un debate de esos esfuerzos y de sus orientaciones se puede encontrar en Uprimny, García y Rodríguez (2006)
17
Para ejemplos de la precariedad de la independencia judicial en la región, ver Gargarella (1997). Un ejemplo nacional
citado por ese autor puede ser ilustrativo de la situación: el caso argentino, pues en ese país, no sólo dicha independencia
se vio profundamente afectada por las dictaduras y gobiernos de facto, que los propios jueces de la Corte Suprema se
encargaron muchas veces de legitimar creando la llamada “doctrina de facto” sino que, además, en los períodos de
gobiernos civiles, “sistemáticamente se modificó la composición de la mayoría de los jueces en la corte, de modo tal de
garantizar siempre cúpulas judiciales favorables a las preferencias del poder político de turno (así en los años 1947, 1955,
1958, 1966, 1973, 1983, 1990)” (Gargarella, 1997: 972)
10

parcialmente de la selección de los jueces, usualmente denominadas consejos superiores de


la magistratura.

El fortalecimiento de la rama judicial no se limitó a las reformas destinadas a incrementar su


eficiencia y su independencia sino que, como ya se señaló, también consistió en atribuirle
responsabilidades importantes en la protección y garantía de derechos y en el control a las
eventuales arbitrariedades de los órganos políticos.

Estos procesos de fortalecimiento de los órganos de control y de la rama judicial se


acompañaron en muchos países de una estrategia más global de rediseño del régimen
político, con el fin de lograr un mayor equilibrio entre los órganos y ramas del poder público, a
fin de superar los excesos de poder presidencial. Por ello, en sexto término, la mayor parte de
las reformas tendió a reducir ciertas facultades presidenciales y a incrementar la capacidad de
control y de decisión de los congresos. Esta morigeración del presidencialismo fue empero
limitada, pues no sólo ningún país latinoamericano optó por fórmulas parlamentarias18, a
pesar de que en los años noventa hubo múltiples propuestas académicas que defendieron las
bondades del parlamentarismo para nuestros regímenes políticos19 sino que, además, las
constituciones de la región conservaron para el presidente poderes enormes frente al modelo
presidencial clásico, como es el estadounidense (Gargarella, 1997: 978 y 979). Pero eso no es
todo. Los esfuerzos por limitar el poder presidencial y reequilibrar la relación entre los poderes
se acompañaron, paradójicamente, de una tendencia generalizada a aprobar la posibilidad de
la reelección inmediata del presidente, en especial para poder elegir a gobernantes
carismáticos, tal y como sucedió en Argentina con Menem, Brasil con Cardozo, Perú con
Fujimori, Colombia con Uribe o Venezuela con Chávez. Todo esto muestra pues que los
esfuerzos por moderar el excesivo poder presidencial en América Latina terminaron siendo
unos esfuerzos bastante moderados. Además, en este tema del equilibrio de poderes, así
como en el relativo a la relación Estado y economía, existen procesos divergentes pues
algunos textos constitucionales buscaron expresa y conscientemente fortalecer directamente
el poder presidencial. Un caso significativo en este aspecto es la Constitución ecuatoriana.

18
El único país en donde una eventual transición a un régimen parlamentario se discutió con vigor fue Brasil, pero
finalmente la fórmula fue rechazada en un referendo realizado algunos años después de adoptada la Constitución.
19
En un trabajo de 2004 intenté un balance de la evolución del debate latinoamericano sobre el tema, a fin de defender la
adopción en Colombia de un régimen semiparlamentario. Ver Uprimny (2004)
11

Un séptimo aspecto que conviene destacar de los procesos constitucionales recientes en


América Latina a nivel institucional fue la tendencia a reconocer la existencia de organismos
estatales autónomos, encargados de funciones técnicas de regulación, en especial en materia
económica, y que no encajaban dentro de la división clásica de poderes- El reconocimiento de
organismos estatales autónomos distintos a los tres poderes clásicos, el fortalecimiento de los
organismos de control y de la organización electoral, se acompañó igualmente de un intento
por reformular y superar la teoría clásica de las tres ramas del poder, la ejecutiva, la legislativa
y la judicial. Esos desarrollos no han implicado un abandono de la idea de la división de
poderes como un elemento esencial del constitucionalismo sino la posibilidad de prever otras
ramas de poder, como lo hacen la constitución venezolana y la ecuatoriana, o la existencia de
órganos autónomos que no pertenecen a ninguno de los poderes clásicos del Estado.

III- Tendencias constitucionales comunes y diversidades nacionales

Vale la pena preguntarse si estamos o no frente a tendencias más o menos comunes a los
distintos países o si existen divergencias nacionales significativas; de otro lado, conviene
examinar si esas transformaciones constitucionales contribuyen o no a la construcción de
democracias más sólidas y profundas en la región.

a) Tendencias comunes. ¿un neoconstitucionalismo transformador, más igualitario,


participativo y de la diversidad?

Es posible detectar, a un nivel más abstracto, ciertos rasgos comunes y novedosos de los
ordenamientos constitucionales latinoamericanos en los últimos años.

Primero, todos los ordenamientos muestran una adhesión no sólo teórica sino incluso práctica
por alguna forma de Estado de derecho y de constitucionalismo con gobiernos civiles. En las
últimas décadas, con la excepción de la tentativa fracasada contra Chávez y el golpe en
Honduras, no ha habido levantamientos militares. Han caído varios presidentes, como sucedió
en varias ocasiones en Ecuador y en Bolivia, pero no como consecuencia de intervenciones
militares, como ocurría en el pasado sino por otros factores, como levantamientos populares.
Esta consolidación de gobiernos civiles puede parecer una conquista menor pero implica un
cambio profundo en la realidad política e institucional latinoamericana, si se tiene en cuenta la
12

frecuencia de las dictaduras militares en la región durante los Siglos XIX y XX. En cierta
medida, América Latina vive hoy su primera verdadera oleada constitucional.

Segundo, una tendencia común y nueva del constitucionalismo latinoamericano reciente es el


reconocimiento y revalorización del pluralismo y la diversidad en casi todos los campos. Así,
en especial, como ya se vio, es un constitucionalismo de orientación indigenista, multicultural
o incluso plurinacional. Pero además es un constitucionalismo que prevé formas económicas
diversas, como el mercado, espacios de producción reservados al Estado, al lado de formas
comunitarias de producción económica. Y además, como ya se indicó, incluso a nivel de las
fuentes jurídicas, es un constitucionalismo que tiende a un cierto pluralismo jurídico.

Tercero, y directamente ligado a lo anterior, el constitucionalismo reciente latinoamericano es


además de un nuevo tipo pues es aspiracional o transformativo, y con una fuerte matriz
igualitaria. En efecto, parece claro que los procesos constitucionales buscaron profundizar la
democracia y combatir las exclusiones e inequidades sociales, étnicas y de género. En ese
sentido, la mayor parte de las reformas, siguiendo la terminología de Teitel, conducen a textos
que más que mirar hacia atrás (“backward looking”) se proyectan hacia el futuro (“forward
looking”) (Teitel, 1997: 2014) pues, más que intentar codificar las relaciones de poder
existentes, son documentos jurídicos que tienden a delinear un modelo de sociedad a
construir. Son pues, en la terminología de otros autores como Mauricio García, constituciones
“aspiracionales”20 o, en la terminología de Boaventura Santos, “constituciones
transformadoras” (Santos, 2010: 76 y 77), en la medida en que plantean una propuesta de una
democracia incluyente, capaz de incorporar a la democracia y a los beneficios del desarrollo a
los sectores tradicionalmente excluidos de las sociedades latinoamericanas, pues son textos
llenos de promesas de derechos y bienestar para todos.

Esta naturaleza transformadora del constitucionalismo latinoamericano reciente ha tomado en


general dos vías: de un lado, son constituciones densas en derechos, pues se considera que
el reconocimiento de derechos colectivos o económicos, sociales y culturales, sobre todo si
tienen protección judicial, contribuye a una mayor igualdad social y a la transformación
democrática. De otro lado, las constituciones también apuestan a que la transformación a una
sociedad más justa se haga por medio de una ampliación de los mecanismos de participación

20
Ver el capítulo de Mauricio García sobre constitucionalismo aspiracional en Uprimny, García y Rodríguez (2006)
13

democrática, para lo cual han incorporado, además de la democracia representativa, nuevos


espacios de deliberación y movilización democrática.

Estas dos vías de vocación transformadora de estas constituciones (la ampliación de la


participación democrática y el reconocimiento constitucional de nuevos derechos) explican dos
nuevos rasgos del constitucionalismo latinoamericano reciente: un esfuerzo por repensar y
reformular la democracia y su entrada a formas de constitucionalismo fuerte o
neoconstitucionalismo.

Así, de un lado, muchas constituciones, sin rechazar la democracia representativa, han


intentado superarla, previendo espacios e instituciones nuevas de participación democrática.
Los ciudadanos, además de elegir y revocar representantes, tienen también la posibilidad de
decidir por medios directos, como referendos, plebisicitos o iniciativas populares. Pero eso no
es todo: además varias constituciones, en especial las más recientes, como la boliviana y la
ecuatoriana, han reconocido y fortalecido formas de democracia comunica, fuertemente
vinculadas a las autonomías de los pueblos indígenas y otras comunidades étnicas. Por ello,
algunos autores hablan de formas de “demodiversidad” o de “democracia intercultural”, que
articulan la democracia representativa, la participativa y la comunal, de suerte que se trata de
“una de las formulaciones constitucionales sobre democracia más avanzadas del mundo”
(Santos, 2010: 110)

De otro lado, la otra forma de lograr la eficacia transformadora de las constituciones ha sido
reforzando su fuerza normativa. En efecto, la mayor parte de estas constituciones aspiran a
ser textos que efectivamente gobiernen la vida en sociedad, por lo que incluyen mecanismos
de justicia constitucional que aseguren que sus promesas de derechos y bienestar no sean
meramente retóricas sino mandatos normativos con eficacia práctica. En ese sentido, las
reformas constitucionales de los años noventa hacen entrar a América Latina en lo que
algunos autores llaman “neoconstitucionalismo” (Carbonell, 2003), o conforme a otras
terminologías, como las usadas por Ferrajoli, Estados de derecho constitucionales y no
puramente legales (2001). Estamos pues frente a formas de constitucionalismo fuerte.

Finalmente, todos los anteriores rasgos explican además ciertas características formales
comunes de las constituciones latinoamericanas recientes y es su considerable extensión, en
términos de derecho comparado. Estas nuevas constitucionales son no sólo mucho más
14

extensas que aquellas que derogaron sino que en general son mucho más extensas que las
constituciones de otras regiones del mundo, en especial del capitalismo desarrollado.

b. Posibles divergencias nacionales: ¿entre constitucionalismos meramente


relegitimadores y constitucionalismos genuinamente transformadores?

Los anteriores rasgos, que son comunes a muchos procesos constitucionales


latinoamericanos recientes, confieren a los ordenamientos actuales un cierto aire de familia
común. Es entonces posible entonces hablar de un constitucionalismo latinoamericano actual
que tiene rasgos distintivos frente a otros constitucionalismos en el mundo contemporáneo o
frente a los ordenamientos de la región en el pasado. Considero entonces que son mayores
las coincidencias que las divergencias entre los procesos constitucionales recientes
latinoamericanos. Pero reconozco que se trata de una tesis polémica pues es claro que
también existen divergencias nacionales significativas, por lo cual, si se enfatizan las
diferencias cabría hablar de distintos constitucionalismos en la región. Conviene pues
presentar brevemente tales diferencias.

En forma esquemática, es posible diferencias las evoluciones, tomando en consideración i) el


propósito general y la lógica de los procesos constitucionales, ii) ciertos contenidos y
orientaciones de los ordenamientos constitucionales adoptados y iiii) el impacto y las prácticas
sociales e institucionales derivadas de esos procesos.

En cuanto al propósito, es tal vez posible distinguir entre procesos constitucionales más
“fundacionales”, que se planteaban en abierta ruptura con el pasado, como el paraguayo, el
venezolano, el ecuatoriano o el boliviano, y otros procesos más transaccionales o de ajuste o
de consenso, que buscaban corregir defectos de la institucionalidad existente, pero también
valoraban muchas de las tradiciones previas y conservaron partes de sus elementos, como
parece haber sido el caso argentino, mexicano o el costarricense.

En cuanto a los contenidos constitucionales, dos temas parecen diferenciar las tendencias
nacionales: la relación entre Estado y la economía, en especial el mercado; y el tema de la
diversidad y las autonomías de las comunidades étnicas.
15

Así, de un lado, es posible distinguir entre constituciones más amigables con el mercado y
más cercanas al Consenso de Washington, como la constitución peruana, y otras más
dirigistas y que, según ciertas visiones (Santos 2010), se proponen una agenda superadora
del capitalismo, como la ecuatoriana y boliviana. Se trata obviamente de una diferencia que no
es menor, pues la regulación de la relación Estado, sociedad y economía representa una de
las decisiones constituyentes esenciales.

De otro lado, frente al reconocimiento de la diversidad étnica, es posible encontrar al menos


tres tipos distintos de constitucionalismos: algunos ordenamientos, como el chileno, el
uruguayo y el costarricense, tienden a mantenerse en el pluralismo liberal pues no reconocen
derechos especiales de grupo a las comunidades étnicas; otros, como el colombiano, en
especial gracias a la jurisprudencia de su corte constitucional, tienden a plantearse como una
forma de constitucionalismo multiétnico y multicultural; finalmente, las recientes constituciones
ecuatoriana y boliviana van más lejos pues establecen un Estado plurinacional e intercultural.
Esto muestra diferencias nacionales significativas pues no sólo hay Estados latinoamericano
que no han adaptado sus constituciones a los nuevos desarrollos relativos a los pueblos
indígenas, como el Convenio 169 de la OIT21, sino que incluso entre quienes han avanzado en
este campo y pueden ser caracterizadas como “constituciones indigenistas” (Ramírez, 2009:
215), existen divergencias significativas, pues es distinto reconocer ciertos derechos de
ciudadanía diferenciado en el marco de un Estado multiétnico pero que sigue siendo
unitariamente nacional, como lo hacen la constitución colombiana de 1991 o la ecuatoriana de
1998, a intentar establecer un Estado plurinacional, que reconoce la autodeterminación de los
pueblos indígenas (Ramírez, 2009: 217; Grijalva, 2009: 121 y ss).

Finalmente, en cuanto al impacto y a la eficacia y efectividad de estas reformas, la valoración


es muy difícil, pues al parecer ninguna reforma ha sido totalmente inocua pero ninguna
tampoco radicalmente transformadora. Pero los países no sólo difieren en cuanto a la
intensidad del impacto de sus reformas constitucionales sino también en cuanto a la forma de
desarrollo del texto constitucional. Así, en ciertos casos, el impacto ha sido más político, como
en Bolivia, mientras que en otros, como Colombia o Costa Rica, las reformas constitucionales
han conducido a un nuevo tipo de activismo judicial, en especial de los jueces

21
En un ejercicio cuantitativo, Raquel Irigoyen (2009: 31 a 34) evalúa el porcentaje de disposiciones constitucionales
relativas a los pueblos indígenas en diversos países latinoamericanos, lo cual muestra la diversidad de situaciones, desde
constituciones más abiertas al indigenismo, como la colombiana o la ecuatoriana, hasta otras muy resistentes, como la
chilena y la uruguaya.
16

constitucionales, que ha llevado a una importante judicialización de la política (Sieder,


Schjolden y Angell (Eds) 2005).

Existen pues importantes diversidades nacionales, por lo cual, podría pensarse que existen
dos tendencias básicas de mutaciones constitucionales nacionales en la región: en algunos
casos estaríamos en presencia de constitucionalismos verdaderamente nuevos y
transformadores, mientras que en otros países, las reformas o las nuevas constituciones
habrían operado esencialmente como mecanismos de relegitimación de los órdenes sociales y
políticos existentes, que siguen siendo desiguales y excluyentes.

IV- Los desafíos académicos y políticos del nuevo constitucionalismo latinoamericano.

Esta evolución constitucional reciente en América Latina plantea retos políticos y académicos
importantes: i) su originalidad y pertinencia, esto es, si son transformaciones constitucionales
que responden o no a las necesidades democráticas de la región; ii) su coherencia, esto es, si
existen contradicciones insalvables entre sus componentes o se trata de elementos
complementarios o con tensiones importantes pero superables; y iii) su eficacia Estos tres
retos remiten a su vez a un desafío académico: la importancia de acompañar estos procesos
constitucionales de una reflexión teórica comprometida, que permita fortalecer sus
potencialidades democráticas y reducir sus riesgos autoritarios o de promesas
sistemáticamente incumplidas.

a) La (im)pertinencia de las reformas

Una discusión constitucional recurrente en América Latina, y que se remonta a los tiempos de
la independencia, es la relativa a la autenticidad de nuestros procesos constitucionales, esto
es, si se trata de la adopción de instituciones y ordenamientos adaptados a los desafíos
sociales y políticos de nuestras naciones, o si nuestros constituyentes han intentado copiar
instituciones o ideas que pueden funcionar en otros contextos pero que resultan ineficaces o
producen efectos perversos en nuestras complejas realidades. No se trata obviamente de que
no sea posible usar el derecho comparado o intentar ciertos trasplantes normativos o
institucionales, pues es obvio que es natural que un país intente aprender de las experiencias
constitucionales ajenas. La pregunta genuina es si las reflexiones constitucionales y los
proyectos planteados, incluso si toman parcialmente ideas o instituciones de otros países,
17

responden o no a los problemas fundamentales de una sociedad, o si, por el contrario, si se


trata de ideas o instituciones fuera de lugar.

Ahora bien, yo creo que el constitucionalismo reciente latinoamericano es relevante pues ha


intentado enfrentar algunos de los problemas fundamentales de nuestras sociedades, como la
precariedad del Estado de derecho, la profunda diversidad y heterogeneidad social y étnica, la
debilidad del poder judicial, la persistencia de formas de discriminación y desigualdad social,
étnica y de género muy profundas, la violación masiva de los derechos fundamentales de la
población, y todo ello en el marco de un mundo globalizado y con desafíos ecológicos
crecientes. Las fórmulas adoptadas pueden ser discutibles y no son siempre coherentes,
como se mostrará en el siguiente apartado, pero es indudable que hubo, con intensidades
nacionales variables, un esfuerzo de experimentación constitucional, que dista de ser
deleznable. Ese esfuerzo merece ser analizado y debatido.

b) La (in)coherencia de las reformas.

Ahora bien, esos esfuerzos no han sido siempre consistentes y el nuevo constitucionalismo
latinoamericano presenta tensiones importantes, por la adopción simultánea de figuras y
prácticas constitucionales que en abstracto y de manera separada pueden parecer atractivas
pero que combinadas pueden reforzar tendencias autoritarias en la región. Por ejemplo, la
adopción de formas de democracia directa, como referendos o plebiscitos (para superar los
déficits de la democracia puramente representativa), son importantes pero si dichas
modificaciones se acompañan de un reforzamiento del poder presidencial (con el argumento
de es que es necesario fortalecer una voluntad unificada de cambio capaz de superar
desigualdades y exclusiones), la combinación puede ser explosiva y negativa pues estimula
formas de cesarismo democrático. Por ello creo que una tarea pendiente del
constitucionalismo latinoamericano es superar su tendencia al caudillismo y al
hiperpresidencialismo, si quiere transitar por mecanismos genuinos de democracia
participativa.

Existen otros campos en donde no existen contradicciones graves (como la anterior de


impulsar la participación mientras se preservan regímenes hiperpresdienciales) pero si
tensiones que ameritan una reflexión sistemática. Por restricciones de espacio, me limito al
examen breve de dos, que me parecen trascendentales: i) la tensión entre las distintas formas
18

de democracia y ii) las que pueden ocurrir por el intento de querer lograr simultáneamente un
constitucionalismo fuerte y judicialmente protegido y una participación democrática fuerte.

Así, como se explicó, varias constituciones recientes incorporan distintas formas de


democracia, como la representativa, la directa y la propia de las comunidades indígenas, que
es comunal y autonómica. A su vez, conforme a la conocida distinción de Nancy Frazer
(2000), las constituciones parecen igualmente consagrar principios distintos de justicia pues
buscan tanto la igualdad social y una mayor justicia distributiva, en especial al consagrar los
derechos sociales, pero también están inspiradas por una justicia de reconocimiento, sobre
todo en relación con los pueblos indígenas. Estas distintas formas de democracia y estos
diversos principios de justicia pueden entrar en fuerte tensión, como lo han mostrado los
enfrentamientos recientes en Ecuador entre el Presidente Correo y los pueblos indígenas22 en
relación con la explotación de recursos mineros en territorios indígenas. Un desafío teórico y
práctico para el nuevo constitucionalismo latinoamericano es entonces como articular esas
formas diversas de democracia y de justicia.

Otro punto en donde pueden surgir tensiones importantes es debido al esfuerzo de muchas
constituciones por articular simultáneamente una forma de neconstitucionalismo con un
estímulo a la participación democrática, pues parecen ejercicios en dirección contraria. Así, el
neoconstitucionalismo se caracteriza por una protección judicial reforzada de una carta
constitucional muy densa de derechos, por lo cual tiende a la judicialización, ya que los
jueces, en especial los jueces constitucionales, comienzan a decidir asuntos que
anteriormente eran debatidos en espacios democráticos. Parece entonces difícil, aunque no
imposible, lograr al mismo tiempo un constitucionalismo fuerte con una deliberación y
participación democrática fuertes.

Una breve tipología de las democracias constitucionales, inspirada en parte en los modelos
teóricos sistematizados por Gargarella (2005), ayuda a comprender la dificultad en este
campo del nuevo constitucionalimo latinoamericano. Así, siguiendo a Gargarella, dos variables
decisivas para caracterizar distintos pensamientos constitucionales es i) que tanto reconocen
y protegen derechos fundamentales y ii) que tanto espacio otorgan a la participación
democrática para la toma de las decisiones colectivas. Cruzando las dos variables, es posible

22
Para una descripción y análisis de estos conflictos, ver Santos (2010: 131 a 139)
19

entonces obtener cuatro visiones sobre la democracia constitucional, que sintetizamos en el


siguiente cuadro:

Formas de democracias constitucionales

Participación y Participación y
deliberación democrática deliberación
débiles democrática
fuertes
Reconocimiento y I: Constitucionalismo III:
protección débil conservador Constitucionalismo
de los republicano y
constitucionales radical
Reconocimiento y II: Constitucionalismo IV: ¿Nuevo
protección fuerte liberal constitucionalismo
de los derechos latinoamericano?
constitucionales

Así, en la casilla I encontramos el pensamiento constitucional conservador, que por visiones


perfeccionistas de la política y un temor frente a la participación ciudadana, se caracteriza por
un reconocimiento débil tanto de los derechos constitucionales como de la participación
ciudadana. En la casilla II podemos situar el constitucionalismo liberal, que reconoce
vigorosamente los derechos constitucionales, por su compromiso con la autonomía personal,
pero comparte con los conservadores el temor a una participación ciudadana fuerte. La casilla
III refleja las posiciones republicanas y radicales, cercanas por ejemplo al pensamiento de
Rousseau, que se caracterizan por una invocación fuerte de la soberanía popular, que no
debería verse inhibida por los derechos constitucionales. Por ello plantean una participación y
deliberación democráticas vigorosas pero a costa de un debilitamiento del reconocimiento y
protección de los derechos constitucionales. Como vemos, la aspiración del nuevo
constitucionalismo latinoamericano parece ser entonces la de lograr una protección judicial
fuerte de los derechos acompañada al mismo tiempo de una participación y deliberación
democrática fuerte. Y eso no es imposible pero es difícil. Un camino a explorar es el
desarrollo de una teoría de la justicia constitucional para América Latina, que implique un
ejercicio de la protección judicial de los derechos que tienda a promover y no a debilitar la
participación y la discusión democráticas.

c) La (in)eficacia de las reformas.


20

Los análisis precedentes muestran las tensiones que atraviesan los nuevos diseños
constitucionales en la región. Otro punto igualmente importante de reflexión es el relativo a la
eficacia misma de estos procesos constitucionales, que tiene que ver con el tema mismo de la
eficacia del derecho en América Latina. En efecto, que dichas constituciones tengan vocación
normativa y se encuentren llenas de aspiraciones, como ya se explicó, no ha significado
obviamente que sus promesas se hayan realizado. Por el contrario, a pesar de dicha
vocación, la distancia entre lo proclamado por los textos constitucionales y la realidad social y
política de nuestros países es muy grande. En ese sentido, América Latina sigue manteniendo
esa tradición, ya señalado desde hace décadas por varios teóricos, de adherir teóricamente a
las formas constitucionales pero tener muchas dificultades para realizarlas prácticamente.

Dos de los puntos más significativos en estas distancias tienen que ver, a nivel
socioeconómico, con los problemas de superación de la pobreza y la desigualdad, y en el
campo político, con el control a los abusos presidenciales. Así, de un lado la mayor parte de
los nuevos textos constitucionales plantean explícitamente la promoción de la igualdad social
y la superación de la pobreza; pero los resultados han sido en general, con algunas contadas
excepciones, muy pobres en este campo. De otro lado, paradójicamente, este nuevo
constitucionalismo, que planteaba superar rasgos de autoritarismo y caudillismo en América
Latina, se ha acompañado en la práctica de ciertos países por un reforzamiento de la figura
presidencial y el surgimiento de nuevas formas de caudillismo, lo cual parece muy
problemático para alcanzar democracias profundas.

d) Los retos para un pensamiento constitucional progresista

Con todos sus defectos, el constitucionalismo reciente latinoamericano representa un esfuerzo


no deleznable de creatividad democrática. Pero igualmente esos esfuerzos están llenos de
tensiones en sus propios contenidos y de promesas incumplidas por su falta de eficacia. Esta
situación podría estar vinculada a un hecho, destacado por algunos analistas, y es el
siguiente: a pesar de la presencia de intelectuales notables en algunos procesos
constituyentes, como Alvaro García Linera en Bolivia, lo cierto es que ha habido un divorcio
importante entre el desarrollo de un pensamiento constitucional progresista en la región y los
debates constituyentes (Santos, 2010: 26 a 30). No ha habido o no hay aún una teoría que
permita acompañar esos esfuerzos de reforma constitucional y de implementación de las
promesas contenidas en las constituciones. Existe pues un desafío académico: el reto de ser
21

capaces de crear una masa crítica de pensamiento constitucional progresista, comprometido


con la profundización democrática en la región, que en diálogo con experiencias y tradiciones
de otras regiones del mundo, acompañe críticamente los procesos constitucionales
latinoamericanos en curso, a fin de reducir sus riesgos autocráticos y fortalecer las
potencialidades democráticas de esos esfuerzos de experimentación institucional. Es posible
que, como dice Boaventura Santos (2010: 10), la teoría que se necesite sea de retaguardia
que de vanguardia, esto es, que se trate de una academia que esté comprometida y
acompañe los procesos pero sin pretender guiarlos; pero esa reflexión académica parece
imprescindible.

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Reformas Políticas na America Latina. Brasilia; Instituto de Estudos Socioeconomicos.
Construyendo
ciudadanía
Construcción de ciudadanía a través
de talleres en escuelas medias de la
provincia de Tucumán.

Universidad Nacional de Tucumán

Programa de Promoción de la Universidad Argentina


Secretaría de Políticas Universitarias
Ministerio de Educación de la Nación
Construyendo Ciudadanía
SPU | UNT

ciudadanía lo que está permitido hacer y lo que no.


Pero ¿qué pasaría si a pesar de tales reglas algunos juga-
dores decidieran no cumplirlas y hacer lo que quisieran?
Seguramente no se podría jugar y el juego dejaría de ser
Desde un punto de vista divertido. Por esta razón es que alguien debe hacer cumplir
jurídico, la ciudadanía es las reglas: esa es la función primordial que tiene el Estado. Y
el vínculo entre un Estado no solo debe hacerlas cumplir: el Estado también debe cum-
determinado y las personas plir él las reglas constitucionales y legales.
que habitan su territorio. Tal Y es por ello que resulta tan importante que nos formemos
relación (estatus) otorga a como ciudadanos, eso nos convertirá en buenos jugadores
las personas derechos ante para la vida, porque así como no se puede jugar a un juego
el Estado y el resto de la sociedad, a la vez que les impone sin saber las reglas tampoco se puede vivir bien si no cono-
determinados deberes. cemos nuestros derechos.
Un pensador inglés del siglo veinte llamado T. H. Marshall Pero hay una razón más por la que debemos conocer nues-
fue el precursor en el estudio del concepto de ciudadanía. tros derechos. Volvamos al ejemplo del juego divertido. Si
Marshall identificó tres fases históricas en su desarrollo. nosotros no conocemos las reglas, sería imposible que se-
Así, en el siglo XIX se consiguieron los derechos civiles (de pamos que alguien está haciendo trampa para favorecerse
expresión, de pensamiento, de religión, a la propiedad, igual- perjudicando al resto. Más aun: no basta con saber que al-
dad ante las leyes, etc.), luego en el siglo XIX los derechos guien está haciendo trampa: también es necesario decirle
políticos (derecho de sufragio universal y secreto, derecho a ese jugador que hacer trampa está mal y si con eso no
de ser elegido, entre otros) y por último en el siglo XX, los cambia de actitud, avisarle a quien organiza el juego para
derechos sociales (derecho de trabajar en condiciones dig- que lo obligue a seguir las reglas.
nas, a la vivienda, a la salud, a la educación, etc.). De la misma manera, es nuestro deber hacer cumplir las
Actualmente no existe acuerdo acerca del significado de la reglas que rigen nuestra sociedad.
palabra ciudadanía, ya que la amplitud que le dan los auto- Es por ello que el buen ciudadano no espera que el Estado
res es diversa. solucione todos sus problemas y los de los demás. El buen
El punto de vista que aquí adoptamos es que para adquirir ciudadano se siente parte integrante de la sociedad y es un
la condición de ciudadanos no es suficiente el reconoci- guardián de sus derechos y de los derechos de los otros.
miento de la más amplia gama de derechos posibles en Ser un buen ciudadano es una tarea ardua, compleja y di-
la Constitución Nacional y otras leyes: es necesario, además, fícil, que conlleva mucho esfuerzo, pero la recompensa es
la concreción de los derechos reconocidos. Lo cual, a su infinitamente superior a ese sacrificio.
vez, nos permitirá asumir nuestros compromisos y deberes
de ciudadanía.
“Concreción de los derechos” quiere decir que realmente,
en la vida diaria, se puedan hacer valer nuestros derechos ámbito para ejercer la
ciudadanía
de forma rápida, completa y efectiva y que asumamos nues-
tros deberes. Además del estatus de ciudadanía, debe haber
participación ciudadana. Tal proceso encaminado a alcanzar
el carácter de ciudadanos es lo que llamamos construcción
de ciudadanía.
No se podría hablar de ciu-
dadanía sin hacer referen-
cia al ámbito en el cual el

construcción de ciudadano se desenvuelve:


el Estado. Se entiende por

ciudadanía
estado a la organización so-
cial soberana y coercitiva,
formada por un conjunto de instituciones obligatorias y que
tiene el poder de regular la vida de un grupo de personas en
un territorio determinado. De esta manera, no podría existir
Tanto para la conquista de los Estado sin ciudadanos y viceversa.
derechos como para hacerlos Teniendo en cuenta esta interdependencia entre ambos con-
valer efectivamente, es im- ceptos resulta necesario – para poder ejercer la ciudadanía
prescindible nuestro accionar – entender cómo está formado el Estado, sus antecedentes y
adecuado en la sociedad en cuál es su rol en una democracia.
que vivimos. Para lograrlo,
una herramienta útil es for-
marnos como ciudadanos.
Imaginemos que alguien inventó un juego muy divertido,
con reglas que son claras y no dejan nada al azar, ya que
prevén todas las alternativas. Por lo que si hay alguna dis-
puta entre los jugadores, sólo tienen que consultar las reglas
para saber cómo se debe solucionar su discusión. Estas re-
glas ocuparían el lugar de nuestra Constitución y nuestras
leyes. Nos dicen cómo se organiza nuestra sociedad y regu-
lan la convivencia entre los habitantes. También nos dicen

7
CONSTRUYENDO CIUDADANIA

estado El Estado de Derecho, entonces, se regirá por dos principios:


A) Legalidad: Todo el poder público está subordinado a le-

de derecho yes generales y abstractas que determinan cómo se van ha


ejercer su poder y la inobservancia de las mismas provocan
su pérdida de legitimidad en el poder.
B) Respeto por los derechos fundamentales: Todos los po-
Para organizarse y subsistir deres del Estado deben funcionar al servicio de la garantía
en comunidad, la sociedad de los derechos fundamentales de los ciudadanos mediante
delega a una entidad el po- la incorporación limitativa en la Constitución de las prohibi-
der de dictar leyes que esta- ciones de lesionar los derechos de libertad y la obligación de
blezcan lo que se puede y no satisfacer los derechos sociales.
se puede hacer, y también la
facultad de castigar la viola-
ción de esas leyes, incluso quitando a las personas su liber-
tad y, en algunos países, hasta la vida. estado social
Ese sujeto con tanto poder sobre los bienes, la libertad y la
vida de las personas, en las sociedades modernas se llama de derecho
Estado. Cuando el Estado actúa democráticamente y se ape-
ga a la Constitución, se llama Estado de Derecho. En la actualidad, al Estado de
El concepto Estado de Derecho es el resultado de la lucha Derecho que opera de acuer-
del hombre por su libertad a través de la historia, frente a do al principio de legalidad y
quienes ejercieron el poder político en forma despótica. Se de respeto por los derechos
construye a partir de la idea de gobierno basado en leyes de fundamentales – de tinte li-
los antiguos griegos, la doctrina de la soberanía del pensa- beral –, se le suma una nue-
miento medieval, los límites de la actividad del estado del va dimensión: la social. Esto
liberalismo político, el respeto por los derechos fundamen- implica el reconocimiento de ciertos valores compartidos
tales del hombre, el concepto de constitucionalismo inglés y por todos, que deben regir y orientar el accionar de los ciu-
norteamericano, la tesis de la división de poderes y la teoría dadanos y del Estado, tales como:
jurídica de la norma. De todas estas fuentes surge el ideal de
que los hombres sean gobernados por un Estado de Derecho. »» Una idea positiva de libertad: alguien es libre en la
¿Qué significa esto? Que el Estado actúe de acuerdo a lo que medida que pueda optar entre hacer o no hacer algo;
establece la ley, que en nuestro caso es, en primer lugar, la »» Un concepto sustancial de igualdad entendida como
Constitución Nacional. igualdad de oportunidades entre los seres humanos;
Ahora bien: ¿Cómo hace un ciudadano para que no se vuelva »» La idea de democracia participativa y el principio del
contra él todo el poder que la sociedad delegó en el Estado? sufragio universal;
¿Cómo evitar que este órgano todopoderoso deje de ser un »» La dignificación del trabajo y de los trabajadores;
Estado de derecho y dicte leyes que restrinjan sin razón al- »» La función social de la propiedad;
guna sus derechos individuales?
»» La dignidad de vida como meta gubernativa;
Para solucionar tal problema se inventó un instrumento es- »» La solidaridad como deber jurídico, que hace respon-
crito llamado Constitución: para evitar los abusos del Esta- sable a cada persona del bienestar general y aceptar
do, las sociedades modernas establecieron un pacto por el
las cargas que ello supone;
cual el pueblo – soberano titular del poder político – estable-
»» Justicia social, protectora de los carenciados y de los
cía cómo iba a estar formado el Estado, cómo se tenían que
dictar las normas y qué derechos no podían ser violados. débiles, niveladora, que no es ciega frente a las des-
igualdades ilegítimas
Este pacto moderno para vivir en sociedad se denomina
»» Rol protagónico del Estado en la vida económica y
Constitución. La idea de que un documento escrito obligue
al poder estatal proviene de dos fuentes: por una parte, del social.
principio democrático que sostiene que la soberanía perte-
nece al pueblo; por otro lado, el principio de la supremacía
constitucional que establece una ley suprema que obliga por
¿qué papel cumple el derecho?
igual a gobernantes y gobernados.
La Constitución tiene que ser el resultado de un encuentro ¿Por qué existe el derecho? La filosofía y la política han tratado
entre todos los componentes de una sociedad, para que a de responder esta pregunta de diferentes maneras: no vamos a
través de una profunda discusión, establezcan ellos mismos explicar o estudiar estas teorías, pero es conveniente reflexio-
cómo quieren vivir y qué gobierno quieren formar. Para ello nar acerca de las razones y la importancia de ese fenómeno
se debe fijar el tipo de gobierno, sus poderes y funciones, social que llamamos “derecho”.
como también los derechos que no pueden ser violados por Si nos preguntamos ¿cuándo necesitamos algún tipo de re-
nadie, ni por los ciudadanos ni por el propio Estado. gla o de ley?, podríamos responder: cuando hay algún tipo
Pero Estado de Derecho no significa simplemente que un Esta- de conflicto. Por ejemplo, si una persona vive sola en una
do se rija por medio de leyes ya que todos los estados autorita- isla desierta, no necesita lo que llamamos derecho. El ha-
rios o democráticos se rigen por leyes. Estado de derecho, ade- bitante de esta isla hace lo que quiere cuando quiere: caza,
más, quiere decir que el Estado se regirá por un tipo especial de come, duerme, trabaja o no. En cambio si esa isla está ocu-
ley, la democráticamente producida y se encontrará limitado su pada por tres personas ¿cómo hacemos para decidir quién
actuar a lo que la ley suprema (Constitución) establezca. va a dormir en el lugar más seguro de la isla lejos de los
animales y las inclemencias del tiempo? ¿Quién va ir a cazar

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y quién se queda a cultivar? Estos problemas se solucionan opinión, de expresión y de prensa, el derecho de peticionar
solamente si se establecen reglas de convivencia, sean estas a las autoridades, de reunión, de propiedad, derecho al tra-
discutidas y consensuadas entre los tres habitantes o bien bajo, a la educación, a la salud, a un medio ambiente sano,
impuestas por el más fuerte. Estas redimentarias reglas, derechos de los consumidores y usuarios de servicios públi-
normas o leyes son un primitivo derecho que se establece cos, entre otros.
para organizar la convivencia. La Constitución de la Nación Argentina es nuestra Ley Su-
Podemos concluir que para que haya derecho o para que sea prema porque allí están establecidos: a) los procedimientos
necesario que se dicten leyes es imprescindible que haya para dictar las leyes respetando la soberanía popular, b) la
“otro” o, dicho de otro modo, sólo es necesaria la ley cuando organización del poder estatal, dividido en distintos órga-
el hombre vive en sociedad. nos; c) la determinación de la función que cumple cada uno
Entonces aparece la ley en forma de una regla de conviven- de ellos; y d) una declaración de derechos y garantías que
cia que, respetada por todos, convenida por todos, permite protege a los habitantes de cualquier intento del Estado de
resolver los conflictos y hace posible vivir en sociedad pací- abusar del poder que el mismo pueblo le delegó.
fica y ordenadamente. El carácter de ley “fundamental” se explica porque la Cons-
titución:
define la forma de gobierno (representativa y republicana);
El derecho es un conjunto de normas de conducta define la forma del Estado (Federal)
que surgen de leyes escritas de carácter general determina la actuación de los poderes del gobierno;
y de principios y valores, cuya finalidad es regular
establece el procedimiento para crear la legislación;
con carácter obligatorio y coercitivo la convivencia
entre dos o más personas. El derecho sirve para po- enumera los derechos de habitantes y ciudadanos (liberta-
ner orden a esa convivencia, para que sea pacífica des de las personas).
la vida en sociedad. El derecho puede regular sólo
acciones externas, las internas están reservadas a La Constitución de la Nación Argentina es “rígida”.
la conciencia de cada uno o a Dios. Esto significa que no puede ser reformada por el
Congreso de la Nación a través del procedimiento
Debemos aclarar que estamos hablando de leyes que contro- legislativo común, sino por una asamblea espe-
len nuestro actuar externo (que se lo llama moral pública o cialmente reunida para dicho fin (Convención Re-
intersubjetiva). Al derecho no le interesa lo que sucede en formadora) (art. 30 de la Constitución Nacional).
el fuero interno de las personas: ese espacio es propio de la
moral privada, regulada por sola conciencia del hombre y, Partes de la Constitución
si es religioso, por Dios, conforme lo establece la Constitu-
ción Nacional en su artículo 19: “Las acciones privadas de El Derecho Constitucional prefiere por razones de organi-
los hombres que de ningún modo afecten el orden y la moral zación y sistematización, de seguridad y certeza, un texto
publica, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a único y no documentos dispersos.
Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados…”. Este Los 129 artículos de la Constitución Argentina se distribu-
principio se denomina principio de privacidad. yen de acuerdo al siguiente esquema:
Asimismo rige otro principio muy importante que indica a
los ciudadanos cuál es su ámbito de acción, de libertad, cuá- PREÁMBULO: es una introducción al texto consti-
les son las conductas permitidas o prohibidas. También está tucional que proclama cuál es la fuente de legitimi-
regulado en el artículo 19 de la Constitución, en su segunda dad del poder constituyente, los valores, principios
parte, que dice: “Ningún habitante de la Nación será obligado y fines del estado.
a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no Si bien algunos autores sostienen que el Preám-
prohíbe”. Se lo denomina “principio de legalidad”. bulo no forma parte de la Constitución y carece
de contenido normativo, o subrayan sus aspectos
programáticos, o dicen que es un mero catálogo de
constitución creencias y valores, o un plan de gobierno, lo cierto
es que el Preámbulo cumple jurídicamente algunos
nacional papeles, como ser:
- integra la Constitución ya que está insertado en
ella por el constituyente.
La Constitución es un acuer-
-sanciona la Constitución.
do cuyo texto establece, por
un lado, las reglas de la de- - adopta una doctrina de poder
mocracia política, régimen - ratifica los pactos preexistentes.
que determina quiénes nos - sirve de pauta para interpretar la Constitución
gobiernan y cómo lo hacen, y
como elegimos a nuestros PRIMERA PARTE Declaraciones, derechos y garan-
gobernantes. A tal fin se establecen procedimientos como tías (artículos 1 al 43): Establece los valores supe-
por ejemplo el sufragio universal. Por otro lado, la Constitu- riores de la sociedad, los principios y fines estata-
ción fija los derechos individuales y sociales y sus corres- les y las libertades a proteger por el ordenamiento
pondientes garantías, que operan como un resguardo frente
jurídico. En síntesis: se hace una declaración de
a los poderes del Estado y frente a los demás ciudadanos.
Entre tales derechos y garantías están la libertad personal, principios que recoge e indica los valores impe-
la autonomía personal, la igualdad ante la ley, la libertad de rantes en la sociedad. Aparecen los principales

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CONSTRUYENDO CIUDADANIA

derechos constitucionales de los ciudadanos. Se la nuevos derechos y garantías


llama “parte dogmática”.

El segundo capítulo de la primera parte de la Constitución


-SEGUNDA PARTE Autoridades de la Nación: Dise-
fue incorporada en la reforma del año 1994. Incluye dere-
ña la estructura del Estado, regulando los órganos chos y garantías que la sociedad argentina fue considerando
básicos que ejercen el poder estatal. El sistema es esenciales en los últimos treinta años.
tripartito: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Po-
En materia de derechos, se incluyeron los denominados “de
der Judicial. Determina la estructura del Estado, tercera generación”. …..
jerarquías, procedimientos y las competencias de
los diversos órganos que integran el poder público. »» Derecho a la autodeterminación
Se la llama “parte orgánica”. »» Derecho a la independencia económica y política
Gobierno Federal (artículos 44 al 119) »» Derecho a la identidad nacional y cultural
Gobiernos de Provincia (artículos 121 al 129). »» Derecho a la paz
»» Derecho a la coexistencia pacífica
»» La cooperación internacional y regional
Resulta importante diferenciar entre: »» La justicia internacional
Declaraciones: son expresiones, manifestaciones o afir- »» El uso de los avances de las ciencias y la tecnología
maciones en las que se toma posición acerca de cuestiones »» La solución de los problemas alimenticios, demográ-
fundamentales, como la forma de gobierno o la organización ficos, educativos y ecológicos
de las provincias. »» El medio ambiente
»» El patrimonio común de la humanidad
Derechos: son facultades que la Constitución reconoce a
los habitantes del país para que puedan vivir con dignidad. »» El desarrollo que permita una vida digna
Al estar así reconocidas, los habitantes pueden exigir su
respeto. En cuanto a las garantías de los derechos, la reforma de 1994
introdujo el texto constitucional las acciones de hábeas corpus
Garantías: son protecciones, establecidas en la Constitu-
(garantía destinada a proteger la libertad ambulatoria de los
ción para asegurar el respeto de los derechos y las libertades
habitantes), de amparo (para proteger de manera rápida todo
que ella reconoce.
otro derecho distinto a la libertad ambulatoria que de manera
actual o inminente se vea lesionado, restringido o amenazado
en forma ilegal o arbitraria) y la acción de hábeas data (para co-
nocer los datos personales que consten en registros públicos o
privados destinados a proveer informes, y en caso de ser falsos,
erróneos o discriminatorios, exigir las correcciones del caso o
su eliminación del banco de datos).

NOTAS DEL TEMA

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¿qué son los y atender ciertos límites legítimos establecidos por


la ley en una sociedad democrática para garantizar
derechos humanos? bienes o intereses legítimamente protegidos, como la
salud pública, la moral social, el bienestar general, el
A pesar de que la expresión orden público y la seguridad ciudadana. Los derechos
“derechos humanos” fue y las libertades democráticas o libertades públicas,
acuñada en el siglo XX para no se deben ejercer de manera irrestricta, arbitraria
designar un tipo especial de o absoluta: es necesario siempre tomar en considera-
derechos, es un idea que tie- ción a las demás personas y sus derechos.
ne larga historia y que sigue »» Los derechos humanos son irrenunciables e im-
desarrollándose y está en prescriptibles. Nadie puede ser obligado a renun-
permanente reformulación. En efecto, los que hoy conoce-
ciar a los derechos y libertades que le ha reconocido
mos como “derechos humanos” tienen su origen en el mun-
la Constitución, la ley y el derecho internacional. Se
do europeo moderno en los siglos diecisiete y dieciocho,
cuando comenzó a considerarse al ser humano como titular poseen de manera permanente y no se pierden con el
de derechos debía ser el fundamento de la vida social. transcurso del tiempo.
»» Los derechos humanos son inalienables e inviola-
Esta formulación entiende a la vida humana como una inte-
bles. Son atributos inherentes a la persona humana,
gralidad que comprende lo físico (derecho a la vida), el ser
psíquico (derecho a la libertad de pensamiento, creencias, y por lo tanto, no pueden transferirse, cederse o co-
expresión) y el ser social (igualdad de trato, derecho a parti- mercializarse. Han sido reconocidos por los Estados
cipar en la vida cultural). para que la persona humana los ejercite plenamente,
Considerados la dignidad y el respeto como fundamento de por lo que aquéllos no pueden desconocerlos ni vio-
estos derechos, la Declaración Universal de los Derechos larlos de ninguna forma. Nadie puede ser despojado
Humanos de 1948 comienza diciendo: “Todos los seres hu- de sus derechos y libertades, salvo de manera excep-
manos nacen libre e iguales en dignidad y derechos”. cional y temporal, por orden de autoridad competente
En términos generales podría decirse que los derechos hu- y de conformidad con la ley.
manos son un conjunto de derechos reconocidos a toda per-
sona humana, que tienen como objetivo la concreción de un
proyecto de vida digna. Se posee dignidad por el solo hecho
las distintas generaciones de dere-
de integrar la especie humana. Esto constituye el fundamen- chos humanos
to de la igualdad jurídica y el respeto de esa igualdad debe
ser garantizado por el Estado.
Los derechos humanos serán entonces la herramienta para
Derechos de primera generación: se establecieron des-
de el siglo dieciocho hasta principios del siglo veinte. Fueron
garantizar a todas las personas un trato acorde con su igual
reconocidos por primera vez en la historia en la indepen-
dignidad humana; alertan sobre las amenazas que se cier-
dencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa.
nen sobre ellas y establecen las pautas para comportamien-
Son los que consideran a la persona como individuo que está
tos respetuosos.
dotado de libertad y autonomía. 
Son los llamados Derechos civiles y políticos. Surgen de
característica de los derechos humanos una concepción liberal del Estado, según la cual éste debe
intervenir lo menos posible en la esfera individual de las
personas y apuntan también al funcionamiento primario de
»» Los derechos humanos son universales. Pertenecen una democracia política. Dentro de estos derechos, el más
a todas las personas, sin distinción alguna, en todo importante es el derecho a la vida, constituyendo el funda-
momento y lugar donde se encuentre. mento básico de la prohibición de las torturas y humilla-
ciones. Otros derechos comprendidos en este conjunto son
»» Los derechos humanos son indivisibles, interde-
el derecho a la propiedad, al honor, a la libre expresión, al
pendientes, integrales y complementarios. Están
sufragio, a la libertad de conciencia y a la intimidad, entre
relacionados entre sí, y en su conjunto forman parte otros.
de un sistema armónico que garantiza y protege la
vida digna, libre y autónoma de la persona humana. Derechos de segunda generación:  se establecieron
desde fines del siglo diecinueve hasta mediados del siglo
Los derechos civiles y políticos (Ej. derecho a la vida,
veinte. Fueron reconocidos en un segundo momento histó-
integridad personal, honor, libertad de expresión, rico en el marco de las revoluciones mexicana y soviética
etc.) guardan una relación de interdependencia con y la doctrina social de la Iglesia. Se agregaron un conjunto
los derechos económicos, sociales y culturales (Ej. de derechos económicos y sociales, que ya no consideran
derecho a la salud, educación, alimentación, vivien- exclusivamente al individuo sino que lo sitúan en un grupo
da, etc.). La persona humana necesita de todos los de- social determinado, sea por su actividad o por necesidad de
rechos humanos para vivir con dignidad, en libertad protección especial como la ancianidad, la niñez, el desem-
y en condiciones de igualdad con los demás. Todos pleo, etcétera. Estos derechos parten de la idea de que el
los derechos humanos son, por lo tanto, igualmente ser humano, además de tener ciertas libertades, necesita
de ciertas condiciones socioeconómicas para desarrollar su
importantes.
personalidad en plenitud. Es así que un ser humano carece
»» Todos los seres humanos deben ejercer sus derechos de dignidad si no tiene asegurados derechos como el acceso
y libertades con responsabilidad. Ello implica que a la salud, el derecho a la educación, el derecho a vivienda
siempre deben respetar los derechos de los demás digna, el derecho a una alimentación adecuada, el derecho a

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CONSTRUYENDO CIUDADANIA

ciertas condiciones laborales (salario, vacaciones, obras so- te de la Nación Argentina.


ciales, etc.), el derecho a los trabajadores a organizarse en La reforma constitucional de 1994 introdujo modificaciones
gremios, sindicatos, etc. en cuanto a la elección, duración y posibilidad de reelección
Derechos de tercera generación: fueron reconocidos de este cargo. También introdujo matices de semiparlamen-
en un tercer momento histórico, después de la Segunda Gue- tarismo, a través de la creación de la figura del Jefe de Ga-
rra Mundial. Corresponden a los derechos de solidaridad, binete de Ministros. No obstante ello, el marcado presiden-
que son reconocidos a partir de la década de 1980.  Quienes cialismo de la Constitución de 1853 – 60 no se ha atenuado
los poseen son los sujetos colectivos como un pueblo, una significativamente en el nuevo diseño.
nación, una etnia, una comunidad. Se garantizan mediante Hasta la reforma constitucional de 1994 se mantenía el ré-
la participación solidaria de todos los miembros de la socie- gimen de elección indirecta de Presidente y Vicepresidente,
dad, las organizaciones no gubernamentales y públicas y los mediante Juntas o Colegio Electoral. La Convención de 1994
individuos. Estos derechos son, por ejemplo, el derecho al redujo el plazo del mandato presidencial de seis a cuatro
medio ambiente, a la paz, al desarrollo. años, e introdujo la posibilidad de reelección inmediata por
Derechos de cuarta generación: son los que actual- un período más. También introdujo el régimen de elección
mente están en proceso de reconocimiento en países desa- directa por el pueblo, con doble vuelta electoral.
rrollados y que se relacionan con la protección de la vida y
de la identidad genética de la humanidad frente a los riesgos
»» En la elección directa los ciudadanos votan en un solo
del desarrollo tecnológico y científico.
distrito electoral por los candidatos de su preferen-
cia a los cargos de Presidente y Vicepresidente, sin
intermediarios: se vota directamente una boleta con

organización la fórmula.
»» Si la formula más votada obtiene más del 45% de los

del estado votos afirmativos validamente emitidos (no se inclu-


yen los votos emitidos en blanco o nulificados), o si
obtiene el 40% por lo menos de los votos y además
una diferencia con la fórmula que le sigue en número
el poder legislativo de votos superior al 10%, en esos dos casos no hay
segunda vuelta electoral.
El Poder Legislativo de la »» Si ninguno de estos supuestos se verifica, se realiza una
Nación es ejercido por un segunda vuelta electoral, entre las dos fórmulas más
Congreso, integrado por dos votadas, dentro de los 30 días siguientes a la primera
Cámaras, la Cámara de Dipu- vuelta. Resultará electa la que consiga mayor número
tados y la Cámara de Senadores. La Cámara de Diputados se de votos afirmativos y válidos (mayoría simple).
compone de representantes elegidos en forma directa por el
pueblo de las provincias, de la Ciudad de Buenos Aires, y de
la Capital en caso de traslado. El número de diputados por El art. 99 de la Constitución Nacional establece las atribu-
provincia se establece en proporción a la población de cada ciones del Presidente de la Nación Entre ellas, podemos des-
una de ellas. Los diputados duran cuatro años en sus funcio- tacar:
nes y son reelegibles. Esta Cámara se renueva por mitades
cada dos años. »» Es el jefe de Estado, jefe del gobierno y responsable
La Cámara de Senadores se compone de tres senadores por político de la administración general del país.
cada provincia y tres por la Ciudad de Buenos Aires, elegi- »» Es el comandante en jefe de todas las Fuerzas Arma-
dos en forma directa y conjunta. Corresponde dos bancas al das de la Nación.
partido político que obtenga el mayor número de votos, y la »» Reglamenta y provee a la ejecución y aplicación de
restante al partido político que le siga en número de votos. las leyes que dicta el Congreso
Los senadores duran seis años en el ejercicio de su mandato, »» Designa los jueces de la Corte Suprema, demás ma-
y son reelegibles indefinidamente. Esta Cámara se renueva gistrados inferiores, embajadores y ministros pleni-
a razón de una tercera parte de los distritos electorales cada
potenciarios y personal superior de las FF AA con
dos años.
acuerdo del Senado
La principal función del Congreso de la Nación es la de hacer »» Dirige, controla y supervisa las actividades delegadas
la ley. Al hacer la ley, los legisladores expresan la voluntad
en el jefe de Gabinete, ministros y demás funciona-
soberana del pueblo. El Congreso también formula declara-
rios.
ciones y resoluciones, y controla a los otros poderes.
El período de sesiones ordinarias de ambas Cámaras se ini-
cia conjuntamente todos los años, desde el primero de mar- el poder judicial
zo hasta el treinta de noviembre.

En el marco del sistema republicano y la división de pode-


res, corresponde al Poder Judicial decidir las causas que im-
el poder ejecutivo plican la resolución de conflictos (civiles, laborales, comer-
ciales, administrativas, etc.) e imponer sanciones (de tipo
El Poder Ejecutivo es el órgano que tiene a su cargo la ejecu- penal o contravencional) a quienes desobedecen la ley. El
ción de las leyes, la jefatura del Estado y del gobierno y es el Poder Judicial nacional tiene a su cargo la denominada justi-
responsable político de la administración general del país. cia federal y la justicia ordinaria de la Capital Federal.
Es desempeñado por un ciudadano con el título de presiden-

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Corte Suprema de Justicia de la Nación municipal y la educación primaria. Con respecto al régimen
El órgano máximo del Poder Judicial federal es la Corte Su- municipal, las provincias deben reglar específicamente su
prema de Justicia de la Nación, a quien corresponde también alcance y contenido en el orden institucional, político, admi-
en última instancia el control de constitucionalidad de las nistrativo, económico y financiero. Cumplidas estos requisi-
leyes, potestad que comparten todos los jueces del país. Es tos, el Gobierno Federal garantiza a cada provincia el goce y
decir que esta facultad no está concentrada únicamente en ejercicio de sus instituciones.
la Corte Federal: todo juez argentino puede declarar la in- A partir de la reforma constitucional de 1994, la ciudad de Bue-
constitucionalidad de leyes, normas o actos y de esta forma nos Aires tiene un régimen de gobierno autónomo, con faculta-
controlar a los otros dos poderes. des propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno
La Corte Suprema de Justicia de la Nación es un tribunal es elegido directamente por el pueblo de la ciudad.
creado expresamente por la Constitución Nacional. Su con-
dición de suprema significa que sus fallos son finales y nin-
gún otro tribunal del país puede revocar sus sentencias. Es hoja de ruta de la constitución
el intérprete final de la Constitución y de todo el derecho
argentino.
nacional
Los magistrados de la Corte Suprema son designados por
el Presidente de la Nación con acuerdo del Senado, por dos
tercios de sus miembros presentes, en sesión pública con- Primera parte: declaraciones, derechos y garantías
vocada a ese fin.
La Constitución no fija el número concreto de miembros de Declaraciones, Nuevos derechos
la Corte Suprema, permitiendo que lo determine el Congreso derechos y garantías y garantías
de la Nación. Es así que mediante la ley 26.183 sanciona- Arts. 1 a 35 Arts. 36 a 43
da en el año 2006, el Poder Legislativo estableció en cinco
el número de miembros (hasta ese momento eran nueve) y
determinó que se necesitarán tres votos coincidentes – ma-
yoría absoluta – para emitir una sentencia. Además se prevé
un régimen especial de reducción gradual de los siete jueces Segunda parte: Autoridades de la Nación
que estaban en funciones al sancionarse la ley
Los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores
conservan sus empleos mientras dure su buena conducta. Poder Poder Poder Gobiernos
Esto se denomina principio de inamovilidad o de estabilidad, Legislativo Ejecutivo Judicial de Provincia
y apunta a garantizar la independencia e imparcialidad del Arts. Arts. Arts. Arts.
poder judicial. 44 a 86 87 a 107 108 a 120 121 a 129

tribunales inferiores
La integración del Poder Judicial de la Nación se completa bibliografía
con los jueces de primera instancia y cámaras federales que
aplican la legislación nacional. Estos funcionarios acceden
al cargo previo concurso ante el Consejo de la Magistratura, AFTALIÓN, Enrique R. - GARCÍA OLANO, Fernando.
que elabora una terna en función de los resultados y la remi-
VILANOVA, José: “Introducción al derecho”, 7ª Edición,
te al Presidente de la Nación. El Presidente debe elegir a uno
Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, Bs. As., 1980.
de los tres postulantes y elevar su nombre al Senado, cuyo
acuerdo completa el proceso de selección. BIDART CAMPOS, German, “Manual de Derecho Constitu-
cional”, Ediar, 1996.
DI BERNARDINI, Guillermo, FARIÑA Mabel, KLAINER,
gobiernos de provincia Rosa E, SALVIOLI Fabián y ZIBECCHI, Carla, “Derechos
Humanos y Ciudadanía”, Editorial Santillana Perspectiva-
Año 2007.
El Estado argentino es federal. Esto significa que el poder po-
lítico se descentraliza en función del territorio. Las provin- HARFORD, Tim, “El Economista Encubierto”, Ed. Palabra,
cias poseen su propio territorio y su gobierno y conservan Buenos Aires, 2007.
todo el poder no delegado por la Constitución al Gobierno
NINO, Carlos Santiago, “Introducción al análisis del dere-
Federal.
cho”, 2ª edición, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1998.
Las provincias, de acuerdo a la Constitución, tienen autono-
mía. Esto significa que se dan sus propias instituciones de OSORIO, Manuel, Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políti-
carácter provincial y se rigen por ellas. Eligen sus goberna- cas y Sociales, 28° ed., Heliasta, Buenos Aires, 2001.
dores, sus legisladores y demás funcionarios de provincia PINEDO, Jerónimo, “Construir ciudadanía desde abajo”,
– por ejemplo, los jueces provinciales – sin intervención del disponible en www.ciaj.com.ar/images/pdf/constr_ciuda-
Gobierno Federal. dania.pdf, con acceso el 02/05/08.
La Constitución Nacional dispone además que cada provin- SAGÜÉS, Néstor Pedro, “Elementos de Derecho Constitucio-
cia dictará para sí una Constitución bajo el sistema repre- nal”, Editorial Astrea, Bs. As., 2003.
sentativo republicano, de acuerdo con los principios, de-
claraciones y garantías de la Constitución Nacional, y que VON IHERING, Rudolf, “La Lucha por el Derecho”, Ed.
además asegure su administración de justicia, su régimen Heliasta, Buenos Aires, 1993.

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CONSTRUYENDO CIUDADANIA

derechos democracia
políticos Etimológicamente, “demo-
cracia” deriva de las palabras
La existencia y continuidad de griegas “demos”, que signifi-
un régimen democrático re- ca pueblo, y “kratos”, que
presentativo de gobierno no significa gobierno. Por lo tanto, democracia significa “go-
es posible sin el reconocimien- bierno del pueblo”.
to efectivo e irrestricto de cier-
tos derechos de los ciudada-
nos tales como los de constituir
agrupaciones políticas y afiliarse a aquellas cuyos programas
diferentes tipos de democracia
se correspondan mejor con sus ideales de gobierno. Es igual-
mente necesario el derecho de tales agrupaciones a realizar, sin Democracia directa: En este tipo de régimen los ciuda-
indebidas restricciones, actos de propaganda y proselitismo, a danos participaban activa y directamente en la toma de deci-
participar en la vida política del país difundiendo a la población siones de su gobierno. Como ejemplo se puede citar a la An-
sus opiniones sobre asuntos de Estado y a presentar candidatu- tigüa Grecia: los ciudadanos se reunían en la plaza pública
ras propias – o en fusión con otras agrupaciones – para las donde se debatía y decidía sobre las cuestiones importantes
elecciones de funcionarios públicos de carácter representativo. del pueblo. La desventaja de este sistema era que no todos
Esto quiere decir que la democracia supone necesariamente la eran considerados ciudadanos. Sí lo eran los hombres libres,
existencia de los derechos políticos, que son las herramientas hijos de padre y madre ateniense. Estaban excluidos los es-
que posee el ciudadano para participar, configurar y decidir la clavos, las mujeres y los extranjeros.
vida política del Estado.
Democracia representativa: Consecuencia del creci-
Como ya se mencionó, los derechos políticos – junto con los
miento de la población y los nuevos problemas que fueron
derechos civiles – pertenecen a los llamados derechos de la pri-
surgiendo a través de los siglos, la democracia directa se
mera generación.
tornó impracticable. Surgió entonces la necesidad de la re-
Entre los principales derechos políticos se encuentran los si- presentación política y con ella la democracia representati-
guientes: va, en la cual el pueblo delega su soberanía en autoridades
»» Derecho al sufragio: se refiere al derecho que tienen (representantes) que se eligen periódicamente mediante el
sufragio. Los representantes ejercen el gobierno protegien-
los ciudadanos de elegir a quienes hayan de ocupar
do los intereses de los ciudadanos que los eligen para repre-
determinados cargos públicos.
sentarlos.
»» Derecho a ser electo: es el derecho que tienen los ciu-
dadanos a postularse para ser elegidos con el fin de En la actualidad cuando hacemos alusión a la democracia,
designamos a los sistemas políticos donde participa la po-
ocupar determinados cargos públicos.
blación en la elección de las autoridades.
»» Derecho de participar en el gobierno y de ser admiti-
do a cargos públicos. Las democracias modernas adoptan diferentes sistemas de
gobierno. Encontramos:
»» Derecho de petición política: se refiere al derecho de
peticionar ante los gobernantes, exponer sus necesi- Sistema presidencialista: el gobierno es liderado por un
dades y así influir en las leyes que se dicten. presidente elegido por la ciudadanía. Los deberes, y atribucio-
»» Derecho a asociarse con fines políticos. nes para el cargo son fijados en las constituciones nacionales.
»» Derecho de reunirse con fines políticos Sistema parlamentario: en este caso, el jefe de gobierno
es elegido por el parlamento o congreso cuyos miembros son
Al respecto, la Declaración Americana de los Derechos y Debe- elegidos por la población.
res del Hombre, en su Artículo XX, establece lo siguiente:

“Toda persona, legalmente capacitada, tiene el las reglas de la democracia


derecho de tomar parte en el gobierno de su país,
directamente o por medio de sus representantes, y
de participar en las elecciones populares, que se- »» Que la decisión de la mayoría sea la que manda y se
rán de voto secreto, genuinas, periódicas y libres”. respeten los derechos de las minorías.
»» Que todas las personas tengan derecho a pensar di-
Y en su artículo XXI, dispone: ferente y a poder expresarse de acuerdo a sus con-
vicciones
“Toda persona tiene el derecho de reunirse pacíficamente »» Que se realicen elecciones en forma periódica y que és-
con otras, en manifestación pública o en asamblea transi- tas sean competitivas, libres, limpias, con voto personal,
toria, en relación con sus intereses comunes de cualquier igual, secreto e informado. Esta es la forma en la que el
índole”. Y en su artículo XXII, establece lo siguiente: “Toda pueblo decide quiénes serán sus gobernantes.
persona tiene el derecho de asociarse con otras para pro- »» Que la competencia de las distintas ideas de los gru-
mover, ejercer y proteger sus intereses legítimos de orden pos y personas para alcanzar el gobierno sea pacífica,
político, económico, religioso, social, cultural, profesional, a través del dialogo y la negociación y no se utilice la
sindical o de cualquier otro orden”. violencia ni el terrorismo político.
»» Que el poder este bien distribuido de manera que

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conocida por el resto y no puede ser sometido a presiones


entre las autoridades controlen mutuamente sus ac- de ningún tipo.
ciones y que el pueblo tenga canales de expresión y
Obligatorio: todos los inscriptos en el padrón electoral de-
fiscalización, no permitiendo que se abuse del poder.1
ben ejercer el derecho de sufragio. El sufragio es un deber
ciudadano y quien no vota es sancionado con multa o inha-
bilitación para el ejercicio de cargos públicos.
ejercicio de los
derechos políticos
Categorías de sufragio
Una vez finalizado el comicio, se debe proceder al escrutinio
Ejercer los derechos políticos es comenzar a participar en la o conteo de cada voto para determinar los resultados de la
vida política de nuestro país. elección. A tal fin, el Código Nacional Electoral establece las
Para ejercer los derechos políticos en Argentina, se necesita siguientes categorías de sufragios:
tener dieciocho años. Al alcanzar esa edad, los argentinos
son incluidos en el padrón electoral sin necesidad de trá-
mite alguno, salvo casos de inhabilitación. Una vez incluído »» I. Votos válidos: son los emitidos mediante boleta
en el padrón, cada ciudadano tiene el derecho y el deber de oficializada, aun cuando tuvieren tachaduras de can-
ejercer el derecho de sufragio, que se materializa mediante didatos, agregados o sustituciones (borratina). Si en
el voto. un sobre aparecieren dos o más boletas oficializadas
El derecho a la participación política es consecuencia del correspondientes al mismo partido y categoría de
principio de soberanía popular, según el cual es el pueblo candidatos, sólo se computará una de ellas destru-
quien elige a sus gobernantes. yéndose las restantes.
La Constitución Nacional reconoce el derecho al sufragio y »» II. Votos nulos: son aquellos emitidos:
a la participación electoral y adiere al regimen democrático »» a) Mediante boleta no oficializada, o con papel de
para adoptar la forma de gobierno representativo republica- cualquier color con inscripciones o imágenes de cual-
no, tanto en el orden federal como provincial. También es- quier naturaleza;
tablece que el pueblo sólo delivera y gobierna por medio de »» b) Mediante boleta oficializada que contengan ins-
sus representantes y demás autoridades.
cripciones y/o leyendas de cualquier tipo, salvo los
El artículo 37 de la Constitución garantiza expresamente “… supuestos del apartado I anterior;
el pleno ejercicio de los derechos políticos, con arreglo al »» c) Mediante dos o más boletas de distinto partido
principio de la soberanía popular y de las leyes que se dicten
para la misma categoría de candidatos;
en consecuencia”.
»» d) Mediante boleta oficializada que por destrucción
parcial, defecto o tachaduras, no contenga, por lo me-
nos sin rotura o tachadura, el nombre del partido y la
el sufragio categoría de candidatos a elegir;
»» e) Cuando en el sobre juntamente con la boleta elec-
En Argentina, a partir del año 1912 con la sanción de la toral se hayan incluido objetos extraños a ella.
Ley 8.871, conocida como Ley Sáenz Peña, expresamente »» III. Votos en blanco: cuando el sobre estuviere va-
se establece el derecho al sufragio con las características de cío o con papel de cualquier color sin inscripciones
universal, secreto y obligatorio a través de la confección de ni imagen alguna.
un padrón electoral. Este fue el primer escalón en la cons-
»» IV. Votos recurridos: son aquellos cuya validez o
trucción de la ciudadanía política. Debe aclararse que el voto
femenino recién se instauró en nuestro país en el año 1947, nulidad fuere cuestionada por algún fiscal presente
durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. El 11 de en la mesa.
noviembre de 1951 las mujeres argentinas mayores de 18 »» V. Votos impugnados: cuando se cuestion la iden-
años votaron por primera vez. tidad del elector.

Funciones del sufragio


Caracteres del sufragio
La participación política implica una intervención activa y
El derecho de sufragio alcanzó rango constitucional con la re- democrática en la toma de decisiones que debe hacerse de
forma de 1994 que incorporó el nuevo artículo 37 que estable- forma conciente. En este sentido, la participación ciudadana
ce: “El sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio”. no se limita únicamente a intervenir en los procesos electo-
Universal: todos los ciudadanos tenemos derecho a elegir rales de selección de candidatos. El sufragio puede ser utili-
y ser elegidos. No puede establecerse ninguna diferencia zado por el pueblo también para tomar decisiones dentro del
por motivo de raza, sexo, idioma, instrucción, religión, pro- proceso político. Por es posible distinguir entre el sufragio
piedad o profesión. “para elegir” y el sufragio “para decidir”.

Igual: se refiere a que los votos valen lo mismo en cuanto a


valor numérico: “un hombre, un voto”.
Secreto: es una garantía para la decisión del elector: no es

1. Cuaderno de Formación N° 1 “Participa”, Chile

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CONSTRUYENDO CIUDADANIA

Sufragio para elegir: competencia electoral. En el supuesto de no triunfar, con-


trolarán la manera en que ejerce el poder el partido político
Los ciudadanos que resulte electo.
Los representantes
elegimos a nuestros El partido político elabora propuestas de gobierno, diseña
analizan los problemas,
representantes. Por políticas públicas, recluta, forma y selecciona a los futuros
toman medidas y reali-
ej. Presidente, legisla- líderes políticos y candidatos a los cargos públicos para po-
zan la tarea de dictar las
dores, que gobernarán nerlos a consideración del pueblo en cada turno electoral. Al
leyes.
en nombre del pueblo. respecto, es necesario tener presente que según la actual le-
gislación argentina, ningún ciudadano puede ser candidato
si no es propuesto por un partido político.
Sufragio para decidir:
Los partidos políticos se diferencian entre sí:
Se relaciona las llamadas formas de democracia semidi-
recta: existen ciertos procedimientos participativos previs-
tos por la Constitución Nacional, por los cuales la ciudadanía »» Por su ideología y los valores que promueven.
participa directamente en la función legislativa realizada »» Por los sectores sociales a los cuales representan.
por los órganos representativos o adopta decisiones políti- »» Por su estructura organizativa e institucional.
cas de gran importancia. Entre los principales mecanismos »» Por el lugar que ocupan en el sistema político
de democracia semidirecta tenemos: (gobierno u oposición). En el caso de los gobier-
Referéndum o consulta popular, el cuerpo electoral nos democráticos la acción entre los diferentes
a través del sufragio ratifica o desaprueba decisiones nor- partidos es de carácter competitiva ya que hay
mativas de carácter constitucional, legislativo o municipal, más de dos partidos que se disputan el poder.
adoptadas por los órganos representativos. Está previsto en
el artículo 40 de la Constitución Nacional, primera parte. El En Argentina los partidos políticos están previstos en el ar-
sufragio es obligatorio y el voto afirmativo del proyecto por tículo 38 de la Constitución Nacional:
el pueblo de la Nación lo convierte en ley.
Plebiscito, actúa con una mecánica similar al referéndum “Los partidos políticos son instituciones funda-
pero se refiere a decisiones de carácter político de interés mentales del sistema democrático. Su creación y
sustantivo para la Nación, como sería el caso de ratificar una el ejercicio de sus actividades so libre dentro del
modificación de los límites territoriales. Previsto en la se- respeto a esta Constitución , la que garantiza su
gunda parte del artículo 40 de la Constitución Nacional, se lo
organización y funcionamiento democráticos, la re-
conoce también como consulta popular no vinculante.
presentación de las minorías, la competencia para
Iniciativa popular, es el derecho reconocido a cierto la postulación de candidatos a cargos públicos
número de ciudadanos para peticionar a sus legisladores electivos, el acceso a la información pública y la
el tratamiento de un determinado proyecto de ley. Permi-
difusión de las ideas.
te realizar la propuesta de una norma jurídica que sea de
El Estado contribuye al sostenimiento económico
interés general y cumplimiento obligatorio para todos. Este
mecanismo promueve así la discusión legislativa de un pro- de sus actividades y de la capacitación de sus di-
yecto normativo que es generado, respaldado y propuesto rigentes. Los partidos políticos deberán dar publi-
por los propios ciudadanos al poder político. Está previsto en cidad del origen y destino de sus fondos y patri-
el art. 39 de la Constitución Nacional. Para ello es necesario monios.”
que un porcentaje del padrón nacional electoral promueva el
proyecto en forma conjunta. La petición debe estar redactada Su regulación especifica está contenida en la Ley Orgánica
en forma de ley, en términos claros y contendrá el nombre de los Partidos Políticos Nº 23.298
y domicilio de quienes promuevan la iniciativa, y los plie-
gos con todos los datos de los peticionantes. Presentado el
proyecto, el Congreso debe darle tratamiento expreso dentro
Para Recordar
de los doce meses. El artículo 39 de la Constitución Nacio-
nal prohíbe la iniciativa popular respecto de las siguientes El sufragio es la fuente del poder en un país
materias: reforma constitucional, tratados internacionales, democrático y se necesitan de ciertas condiciones:
tributos, presupuesto y materia penal.
Todas los ciudadanos deben tener derecho a votar sin
Revocatoria: derecho reconocido al pueblo para decidir discriminación alguna
mediante el sufragio la destitución de un gobernante por él
elegido, con anterioridad a que finalice el período de su man- Los ciudadanos deben ser libres de poder elegir
dato. No está previsto en la Constitución Nacional.
No debe haber fraude en las elecciones y deben ser
transparentes
partidos políticos La Constitución debe establecer las bases del sistema
democrático.
Los partidos políticos son asociaciones voluntarias de ciuda-
danos que comparten ideas y valores sobre lo que se debe
hacer para mejorar la vida en una sociedad democrática.
Los partidos tienen una finalidad específica: la conquista
de poder por medio del sufragio con el objeto de realizar
un determinado plan de gobierno en caso de triunfar en la

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bibliografía Fortalecimiento de la Democracia. Jefatura de Gabinete de


ministros. Presidencia de la nación, 2007.
Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos,
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nos, Capítulo IX “Derechos Políticos”, 14 de diciembre de Costa Rica, 1999.
1979.
Wlasic, Juan Carlos, “Manual Critico de Humanos”, Buenos
Constitución Nacional, Buenos Aires, República Argentina, Aires, La Ley, 2006.
Ediciones Santillana S.A., 1999.
Páginas de Internet
Construyendo Confianza. Hacia un nuevo vínculo entre http://www.observatorioelectoral.org/
Estado y Sociedad Civil, Volumen I. Buenos Aires: Funda- www.poderciudadano.org
ción CIPPEC: Subsecretaría para la Reforma Institucional y

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