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Nacimiento
Lectura bíblica: Juan 3:1 – 21 / 2° Corintios 5:17
La persona que ha nacido de nuevo no puede ser dejada a la deriva. Nadie traería un
bebé al mundo y un día le daría pan, otro día leche y luego lo dejaría sin alimento
durante una semana. Tampoco le exigiría que se alimentara por sí mismo. ¿Puede
imaginarse a un bebé sentado en el piso de la cocina con una lata de arvejas y un
abridor de latas? Un bebé necesita ser alimentado y luego enseñado a alimentarse por
sí mismo.
2. Crecimiento
Objetivos:
a) reconocer si estamos cumpliendo debidamente el mandato de “hacer
discípulos”.
b) examinarnos para saber si somos discípulos o solo creyentes.
c) entender qué es el discipulado y por qué es importante para Dios.
1 Pedro 2:2 “...desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada,
para que por ella crezcáis para salvación,...”. Aquí Pedro está haciendo una
comparación para que los lectores de la carta comprendan cuánto deben desear la
Palabra de Dios para madurar espiritualmente, así como un niño desea la leche que
necesita para crecer. Con estas ansias es que el discípulo debe anhelar conocer a Dios
y permitir que Él obre en Su vida para poder crecer.
¿Y por qué es tan importante para Dios que todos atravesemos este proceso? Es
porque Él hace Su obra a través de discípulos, no de “creyentes”. Es importante
realizar esta distinción. Los creyentes (significa: el que cree) generalmente buscan a
Dios sólo para encontrar respuesta a sus necesidades, su creencia es un sentimiento
intelectual que no afecta la vida. Por otro lado, discípulos son aquellos que abandonan
sus propios planes para hacer sólo lo que Jesús quiere, con la disposición para
aprender de sus enseñanzas, cumplir sus mandatos y vivir la vida que Dios planeó para
ellos. Por algo Jesús mandó en Mateo 28: 19 - 20 “hagan discípulos a todas las
naciones” y no “hagan creyentes”.
Colosenses 1: 28 - 29 “...a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de
este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a
quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual
también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en
mí.”
B) El discípulo
Objetivos:
a. Entender la definición y quiénes pueden ser discípulos
b. Comprender que cada discípulo tiene un propósito diferente diseñado por Dios
c. Aprender el costo de seguir a Cristo
Mateo 4:19 “Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
Lucas 14: 27 “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”
Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.”
Para adentrarnos en la vida del discípulo, tomaremos como ejemplo la vida de Pedro,
discípulo de Jesús.
Mateo 4: 18 - 22 “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón,
llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran
pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos
entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.”
En el discipulado lo más crítico es el despegue, es un acto de fe. Es fundamental, en
este momento del discipulado, saber que el Señor nunca abandona el propósito que
tiene con nosotros.
Salmos 138:8 Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para
siempre; No desampares la obra de tus manos.
C) El maestro
Objetivos:
a. Aprender cuál debe ser el carácter y las actitudes del maestro.
b. Entender el rol del maestro.
c. Aprender del ejemplo del Maestro y su mandato a discipular.
Visión del discipulador
Podemos ver que Jesús, como discipulador, no veía a las personas como lo que eran en
ese momento, sino como lo que llegarían a ser. En cada uno veía el “producto
terminado”, y los trataba de acuerdo con esta visión. Al escoger a sus doce les dijo que
haría de ellos pescadores de hombres y no reparó en sus limitaciones intelectuales,
sociales y emocionales. Tampoco lo desanimaron las características personales que
cada uno tenía (tímidos, agresivos, rudos, etc.) No siempre tuvieron éxito: los envió a
expulsar demonios y fallaron, les dio la oportunidad de alimentar a una multitud y no
interpretaron el desafío, los convocó a una vigilia y se durmieron. Sin embargo, nunca
bajó el nivel de las expectativas. Él sabía que algún día llegarían a ser pescadores de
hombres y al fin, lo logró.
En Jesús el punto de partida para el trato con las vidas estaba en su visión del producto
final. Solo él pudo ver en una mujer fracasada, con una vida familiar destruida, a la
primera misionera a los samaritanos (Juan 4: 5 - 30).
~El discipulado es creer en el potencial transformador del evangelio del Reino y en el
poder restaurador de Jesucristo.~
El carácter del discipulador
D) El proceso
Objetivos: a)
En 1° Corintios 4 hay unos versículos que nos dan una perspectiva indirecta y
maravillosa del proceso del discipulado. Pablo estaba escribiendo una carta de
reprensión a la iglesia corintia, una iglesia que él mismo había plantado por la gracia de
Dios y el poder del Espíritu. Los estaba amonestando porque se habían apartado de los
elementos básicos de la fe y se habían involucrado en actividades pecaminosas. Quería
corregirlos.
En los versículos 14-15 les dice: "No escribo esto para avergonzaros, sino para
amonestaros como a hijos míos amados. Porque, aunque tengáis diez mil ayos (tutores
morales que daban consejo espiritual) en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en
Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio". Les dijo eso debido a que los
corintios se estaban preguntando quién le había dado a él el derecho de reprenderlos.
Pablo les explica por qué. Él era su padre espiritual; había dado a luz espiritualmente a
aquella iglesia.
Notemos que Pablo se refiere a los corintios como "a hijos míos amados". El
discipulado hay que llevarlo a cabo con una actitud de amor. El que discipula tiene que
poder decir a quien le sigue: "Daré mi vida y tiempo por usted. Oraré por usted y le
haré partícipe de mis conocimientos". Si el discipulador no se interesa por una persona
y no está dispuesto a sacrificarse por ella, se está engañando a sí mismo si piensa que
la puede discipular.
El discipulado es mucho más profundo que una relación de maestro a alumno, es una
relación de vida, basada en el modelo de Cristo y sus discípulos, en la cual, el formador
reproduce en el nuevo creyente la plenitud de vida que él tiene en Cristo, de tal forma
que el discípulo se capacite para adiestrar y enseñar a otros. Para conocer más acerca
del proceso de discipulado, seguiremos observando la vida de Pedro como ejemplo.
La formación del discípulo
Lectura bíblica: Lucas 5: 1 - 11
Como estuvimos viendo en lecciones anteriores, el propósito del primer encuentro de
Jesús con Pedro fue proponer una transformación en su vida -“serás llamado Pedro”-.
Jesús quería consolidar su carácter. El propósito del segundo encuentro fue para
llamarlo al servicio -“los haré pescadores de hombres”-. Podemos deducir que, lo
primero es transformar el carácter para que luego, ese carácter sirva para bendecir a
otros.El carácter de “yo tengo que ser mejor de los demás” no servía para enviar a
Pedro a la misión.
~Muchos discípulos fracasan porque quieren la acción antes que la formación. La
pregunta no es ¿qué voy a hacer? Sino ¿qué voy a ser? Cuando me preocupo por esto
último, el Señor me va a ir mostrando lo que puedo hacer.~
En la lectura de hoy, podemos ver en el versículo 4 que Jesús le ordena a Pedro “Boga
mar adentro”, y a los que allí se encontraban les dice “echad las redes”. Jesús estaba
comenzando aquí una lección para Pedro, para confrontarlo con los aspectos de su
carácter que quería transformar. Si bien Pedro tenía autoridad en el tema de la pesca,
ya que era su oficio, reconoce la autoridad de Jesús y dice “En tu palabra echaré la
red”.
En el versículo 8, Jesús pasa de Rabí a Señor para Pedro. Él ya no lo ve como un
hombre que enseña, sino que subraya que se encuentra frente a Dios y Su Poder. Jesús
le mostró que él es quien pone las reglas del juego, quien tiene poder sobrenatural.
Al identificar a Jesús como Señor en nuestras vidas, debemos obedecerlo. Ya no puedo
decir ‘Señor, no’. Estas son dos palabras contradictorias. Debo aceptar lo que el Señor
hace simplemente porque él es el Señor.
~Si digo Señor, no puedo decir que no. Si digo no, no puedo decir Señor~
Por otro lado, cuando nos encontramos con el Señor, se revela nuestra pecaminosidad
y la gloria de Dios. Pedro aprendió esto también. Vemos que le pide a Jesús que se
aparte, justamente porque reconoce que es hombre pecador.
~A medida que crezco espiritualmente reconozco más a Cristo. A medida que crecemos
vemos a Dios más grande. No porque Él crezca, sino que nosotros crecemos.~
Uno de los primeros pasos del discípulo es reconocer el señorío de Cristo, para poder
decir ‘Sí’ a su llamado y decidir obedecerle en todo lo que mande. Hacer esto conlleva
admitir que es pecador y que necesita de Dios en su vida para crecer, es decir, contar
con una antropología correcta. Aquí comienza la formación del discípulo.
Los límites del discípulo
En este apartado vamos a enfocarnos en una lección de Jesús sobre la fe. La fe es un
entrenamiento, una práctica y Dios es quien nos enseña a vivir una vida de fe.
Lectura bíblica: Mateo 14: 22 – 33
En este relato de la Escritura, los discípulos se encontraban en el Mar de Galilea, en
medio de una gran tormenta. La barca marcaba el límite donde ellos podían moverse
en medio de aquella tempestad. Al no poder salir de allí, se transforma en una prisión
con límites, con final. Más allá, la muerte. Así es este mundo, lleno de límites. Es el
mundo de la causa y efecto. El ser humano quiere escapar de esos límites.
Volviendo a la historia nos preguntamos ¿Por qué no fue Jesús con ellos? La respuesta
es simple: porque Jesús tiene muchas maneras de enseñar y estaba haciendo con sus
discípulos un entrenamiento de la fe. La fe es un asunto de práctica. Para aprender
esta lección, los discípulos debían pasar por la angustia humana. Jesús hizo que
agotaran todas sus fuerzas; y cuando estaban agotados, recién allí actúa.
Cuestionamos también por qué Jesús actúa en la cuarta vigilia de la noche. La razón es
que los discípulos debían admitir cuál era el límite del hombre. Encontramos que Dios
está por encima del mundo de la causa y el efecto. En el versículo 26 leemos que los
discípulos creen que Jesús es un fantasma dado que caminar en el agua es
incomprensible para los hombres, está por fuera del mundo de los límites, del mundo
de causa y efecto. Por lo tanto, ellos lo atribuyen al mundo sobrenatural.
Más adelante, en el versículo 28 vemos lo que Pedro aprende en un acto de fe
(aventurarse a ir sobre las aguas). Lo primero que reconoce en esta lección es que,
quien está adelante, es Dios. Luego, en su diálogo con Jesús declara:
a) su impotencia “yo no puedo caminar sobre las aguas”
b) el poder de Dios “Tú puedes hacer eso”
c) la soberanía de Dios “si Tú quieres, puedo caminar”.
Pedro está frente a Jesús, y él es el Señor. Si él quiere, Pedro va a caminar sobre las
aguas. Todo depende de Su autoridad y Su voluntad.
~En resumen, Pedro dijo: hay cosas que el hombre no puede hacer. Hay un Dios
Todopoderoso que puede hacer esas cosas. Dios es soberano, y si Él decide, yo puedo
hacer lo que, por mis propios medios, no puedo.~
De este pasaje, podemos decir que la fe es declarar nuestra impotencia. Si yo oro,
estoy admitiendo que no puedo y que Dios sí puede, por lo tanto me inclino y ruego a
Él. Ésta es una sana manifestación de la fe. Mientras que, el que se acerca a Dios y le
ordena lo que tiene que hacer, es una manifestación enferma de la fe, ya que el
hombre debe siempre someterse a Dios. Es por esto que los cristianos oraban con las
manos juntas. Esta posición era la que usaba el esclavo en el momento que lo ataban,
y significa una situación de sumisión, de dependencia. En la oración, su significado es
“estoy atado a lo que Dios quiera hacer”.
En la lección, Jesús enseña a Pedro que, cuando uno confía, se pueden romper las
limitaciones. Por esto, la fe no comprime, es expansiva, abre nuestro mundo, hay otras
posibilidades, si bien, dar pasos de fe al principio cuesta muchísimo. Esto es porque
estamos acostumbrados a otro tipo de mundo.
El discípulo necesita aprender que la fe es una relación personal entre el hombre y
Dios. La fe no viene envasada y completa, necesita ser desarrollada a través de
pruebas. Pero cuando nos aferramos a las cosas de abajo, el mundo se achica y
empezamos a desesperarnos. En el caso de Pedro, su fe todavía necesitaba
desarrollarse, crecer. Lo podemos deducir del diagnóstico que Jesús le da cuando
Pedro se estaba hundiendo “¡Hombre de poca fe!”.
~La tormenta es la forma de Dios de decirnos que debemos recurrir a Él.~
Nosotros tenemos problemas, pero Dios tiene propósitos. Sabiendo esto, cada mañana
el discípulo del Señor debe decir ¿vienes conmigo Señor? Dios siempre está presente,
que no lo veamos, no significa que no está. Aunque la respuesta sea negativa, la paz de
Dios está en el corazón del que puso su confianza en Él. Es fundamental enseñar al
discípulo que le sobrevendrán pruebas, pero si su fe está puesta en Dios, la
tranquilidad y el propósito de Dios reposarán sobre él.
Mateo 14:30 “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de
él,...”
El discernimiento del discípulo
Lectura bíblica: Mateo 16: 13 – 17
Esta historia sucede aproximadamente a los 2 años y medio del comienzo del
ministerio de Jesús. En ella el Maestro les hace unas preguntas para indagarlos, podría
decirse que este es ‘el examen final’.
- “¿Quién dice la gente que soy yo?”
- “¿Qué dicen ustedes quién soy yo?”
Jesús quiere que ellos saquen sus propias conclusiones, que tengan discernimiento.
Esta es una de las condiciones del discípulo: debe tener discernimiento frente a las
cosas. Es decir, saber evaluarlas, reconocer si es bueno o malo.
Jesús les pide a sus discípulos una evaluación de lo que tienen delante. Quiere que
aprendan a discernir, que no se dejen llevar por lo que pasa alrededor.
~La fe no es sólo creer, es también pensar, razonar frente a la realidad. La fe debe
evaluar las cosas, pensar y así poder valorar, comprender.~
Es necesaria esta habilidad en el discípulo, ya que muchas veces tendrá que ir contra la
corriente. Generalmente, las mayorías están equivocadas. Es por esto que cada
seguidor de Cristo debe tener criterio propio, debe poder responder las siguientes
preguntas: ¿a quién estoy siguiendo?, ¿por qué lo estoy siguiendo?, ¿qué creo?, ¿por
qué creo?, ¿por qué estoy comprometido con lo que me comprometí?. Como
verdaderos discípulos debemos poder defender la fe.
1° Pedro 3:15 “...sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os
demande razón de la esperanza que hay en vosotros;...”
Para estar firme en la fe, debo saber en quién he creído. Pedro, evidentemente, sabía
en quién había depositado su confianza. Él responde por todos: “Tú eres el Cristo” (el
Mesías esperados); “Hijo del Dios viviente” (Dios hecho carne). Él sabe a quién estaba
siguiendo.
Pedro pasó la prueba, respondió correctamente. Jesús, en el versículo 17 le recuerda la
materia prima, y le muestra que, aunque aún le falta para transformarse en Pedro,
llegó a conocer uno de los misterios más profundos. Nadie le dijo que Jesús era el
Cristo (“No te lo reveló carne ni sangre”). Esto significa que, cuando la inteligencia y la
voluntad del hombre buscan a Dios, Él hace Su obra. La fe es una voluntad de
búsqueda cotidiana y diaria; y Dios trabaja en nuestro interior, quitando los velos.
El peligro del discípulo
Lectura bíblica: Mateo 16: 21 – 23 / Mateo 26: 30 – 35
En estos pasajes podemos ver cuál es el peligro del discipulado, algo que parece
inocuo, pero es la base de todo desastre espiritual: la soberbia.
Reconvenir significa reprender, censurar. Pedro, en cierta forma, le está diciendo a
Jesús: “no es este el camino que hay que tomar, te estás equivocando”. Él apela a la
autocompasión: “no puede ser que esto te acontezca”. Trata de que Jesús recapacite y
se retracte de lo que acaba de decir, quiere comandar a Jesús. Se coloca por encima de
los demás apóstoles y de los propósitos de Dios. Afirma que sus planes, su sabiduría, es
ahora superior.
Aquí podemos ver al pecado madre de todos los pecados. En latín, ‘soberbia’ significa
“el que está por arriba”, deriva del prefijo ‘súper’ (por encima de). Todos los pecados
responden a ella.
Cada vez que conscientemente caemos en pecado somos soberbios, creemos que
somos superiores, nuestros planes son “más” que la ley y autoridad de Dios. Nos
convertimos en nuestra única autoridad.
~La soberbia no es grandeza, sino hinchazón. Parece grande, pero en realidad está
enfermo.~
Como en el ejemplo de Pedro, vemos que un discípulo puede ser sensible a la voz de
Dios, pero también puede ser instrumento de Satanás. La soberbia echa raíces en su
corazón y se materializa en su vida. Por ejemplo, en la transfiguración, Pedro quiere
corregir a los tres (Jesús, Moisés y Elías). En Lucas 9:33 dice “Mejor es que nos
quedemos aquí y hagamos tres enramadas”. Luego, a Jesús que él no lo va a traicionar.
Otro acto de soberbia, corta la oreja de Malco. Lo que era sólo un pensamiento, se
materializó en un acto. Jesús, con una frase, desnuda su pecado: “La copa que el
Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. Pedro creía que era más de lo que era. Dios
tenía Sus caminos, pero él siempre encontraba otro.
A veces, no pensamos cuerdamente de nosotros mismos, porque nos ataca la
soberbia. Vivimos en una sociedad que nos impulsa a pasar por encima de la ley de
Dios. La soberbia es lo que destruye al discípulo, comienza mirando al otro como
inferior, luego a Dios y, por último, llega al quebrantamiento.
Proverbios 11:2 “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; Mas con los
humildes está la sabiduría.”
La soberbia es querer ocupar el lugar de Dios, pero Él es Celoso de Su lugar y no
permitirá que nadie le quite lo que le pertenece. Dios quiere que cada discípulo Suyo
entienda esta lección.
Filipenses 2: 3 - 11 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando
cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición
de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre.”
El aprendizaje del discípulo
Aprender a ser discípulo de Jesús significa tener justo concepto de uno mismo. Es difícil
tener cordura cuando uno piensa sobre sí mismo (Romanos 12:3). Tener cordura es
tener equilibrio, es saber dónde se está parado, no creerse más de lo que uno es ni
tampoco desvalorizarse, es ubicarse en el lugar donde uno está. El discípulo de Cristo
debe saber cuándo es instrumento de Dios para bendición o instrumento de Satanás
para estorbo. Esto le dará la pauta de avanzar o frenar.
Observábamos el ejemplo de Pedro. Uno puede ser discípulo de Jesús pero írsele
oscureciendo la visión espiritual. Es allí cuando la soberbia crece y se deja de pensar
con cordura de uno mismo. En el caso del discípulo que estamos estudiando, vemos el
fruto de su soberbia: primero se verbalizó de manera hiriente (“aunque todos te
nieguen, yo no”). Pedro está queriendo decir que él no pertenece al grupo de los
discípulos, es superior; que aunque los profetas dijeron que todos le negarían, él no
estaba dentro de ese grupo. Luego se materializó cuando Pedro sacó una espada, ya
que él “iba a impedir” que se lleven a Jesús.
Lectura bíblica: Juan 18: 15 – 18; 25 – 27 / Marcos 16: 1 – 7
Luego de leer estos pasajes, podemos continuar viendo hacia dónde llevó a Pedro su
soberbia. Él siguió a Jesús, quería saber cómo iban a terminar las cosas. La gente los
relaciona, pero él niega ser discípulo, niega el discipulado. Pedro aquí cree que miente.
Sin embargo, la verdad es que discípulo es el que sigue a Jesús, es el que aprende, y él
ya no lo está siguiendo, no le obedece ni acepta lo que el Maestro dice, cree que no
tiene nada más para aprender de Jesús. Discípulo es quien avanza en el conocimiento,
y en los previos seis meses de la crucifixión de Jesús, Pedro no avanza.
~La soberbia nos lleva a desprendernos del discipulado.~
La realidad es que en la vida cristiana se aprende constantemente. Todos los días la
Palabra de Dios tiene algo nuevo para decirnos. Siempre hay más para conocer y
cambiar, por eso es necesario alimentarnos cada día de las Escrituras. Si alguien dice
“ya lo se”, es preso de la soberbia y se espera su caída.
~El discípulo de Cristo se levanta cada día pensando ¿qué va a cambiar Dios hoy en mí?
~
Retomando el ejemplo de Pedro, podemos ver la misericordia y el amor de Jesús en
esta lección del Maestro. En Marcos 16:7 dice: “Vayan y díganle a los discípulos y
también a Pedro”. Pedro es el hombre que fracasó, el que ha caído pero el Señor aún
lo considera su discípulo y todavía lo espera, donde todo comenzó, en Galilea.
Salmo 103: 8 - 9 “Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en
misericordia. No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo.”
El discípulo debe aprender a seguir a Jesús, reconocerle como Señor y tener cordura al
pensar de sí mismo. Debe saber cuál es el lugar de Dios y cuál el suyo. Cada día tiene
que preguntarse: ¿Cómo está mi vida espiritual? ¿Hizo estragos la soberbia?; y en el
caso que la respuesta no sea la de un seguidor de Jesús, debe saber que con Cristo
siempre se puede volver a empezar.
El fracaso del discípulo
En todo proceso de aprendizaje hay triunfos y fracasos. Dios siempre tiene propósitos
para las personas y trabaja en nosotros, hombres y mujeres vulnerables, frágiles y
propensos al fracaso. La madurez cristiana consiste en admitir esto. Si alguien cree que
nunca ha fallado en el discipulado, se miente a sí mismo.
1° Juan 1:8 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y
la verdad no está en nosotros.”
Conociendo la condición humana, nos preguntamos… ¿Cómo asumimos el fracaso?,
¿Cómo reaccionamos cuando perdemos? Hay algunos que temen admitir el fracaso,
sienten vergüenza y se desvalorizan. Es por esto que es necesario que el discípulo esté
entrenado para ganar y perder. El fracaso no es el final de todo, aunque duela, no
debe dejarse vencer. Por otro lado, si no sabe perder, ni actuar cuando pierde, va a ser
un desgraciado infeliz y soberbio, ya que solo va a querer ganar..
Pedro fue un hombre que fracasó en el discipulado ¿Cómo lo enfrentó?
Lectura bíblica: Juan 21: 1 – 19
Encontramos distintas formas de encarar el fracaso:
-Hay quienes lo niegan: fracasan, pero no lo quieren admitir (por ejemplo: el rey David
hasta que Natán lo confrontó). Este tipo de persona no aprende del fracaso.
-Otros lo admiten: es el caso de Pedro, que llora amargamente pero se estaciona en el
fracaso. Hace una regresión. Es decir, regresa a ser pescador de peces ya que fracasó
como pescador de hombres. Pedro renuncia al apostolado, al servicio. Él fue
convocado a Galilea para encontrarse con Jesús, no para pescar.
~El fracaso no debe ser un retroceso. Cada uno elige si el fracaso será una rampa hacia
el vacío o un escalón para ir más arriba en la vida espiritual.~
Vemos en el relato que Pedro vuelve a no pescar (versículo 3), como le pasó 3 años
atrás. Mientras, aparece Jesús desde la orilla y se presenta como un necesitado. Él les
dice: “Hijitos, ¿tienen algo de comer?”, “Echad la red a la derecha de la barca”.
Primero, Jesús los ubica en el fracaso, que es donde están. Luego, les reafirma su
autoridad. Jesús repite la primera lección: fracasaron y sin él, los discípulos no van a
poder hacer nada. Aquí vemos la lección práctica de la clase teórica en Juan 15.
Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Otra cosa que podemos aprender de este pasaje es el amor de Jesús hacia Pedro. Sabe
que su corazón está dolido y que hay arrepentimiento genuino. En este punto
podemos encontrar 2 tipos de arrepentimiento: uno por las consecuencias, es decir,
atrición (Ejemplo: Caín que piensa en el castigo y no en que mató una persona); y otro
por lo que hice, es decir, contrición. Este último es el arrepentimiento que demuestra
Pedro, y Jesús no habla de lo que él hizo, sino que le pregunta “¿Pedro, me amas más
que éstos?”, buscando mostrar dónde estaban parados. Pedro había hecho un
retroceso volviendo a pescar peces, pero Jesús lo hace mirar para adelante, le
recuerda la tarea que la había encomendado y le restaura. Dios no quiere cristianos
que hacen regresión, quiere cristianos que vayan para adelante.
1° Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
Dios espera que la persona que fracasa arregle sus cuentas con Él y siga adelante. El
fracaso debe ser un escalón al crecimiento en la vida del discípulo. Es responsabilidad
del maestro enseñar al discípulo que Dios hace nuevas todas las cosas (Jeremías 18: 1 -
10). Asimismo, debe desarrollar la capacidad de expresar amor y valoración cuando
una persona falla o no realiza aquellas cosas que se esperaban de ella.
3. Reproducción
Juan 15:8 “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos.”
Diez días después que Cristo asciende, podemos leer acerca del nacimiento de la
iglesia donde se da la primera gran predicación del Evangelio.
El primero que predica a judíos y abre la puerta del reino de los cielos fue Pedro. En
Hechos 10 podemos ver la segunda llave del reino, Pedro predica a los gentiles por
primera vez.
En el versículo anterior, la acepción que se utiliza de la palabra ‘perfecto’ es: apto para
la necesidad del momento, para una tarea. Ésta es la acepción que se utiliza en las
Escrituras para referirse al ser humano.
Dios trabaja con nosotros para que podamos bendecir a otros. Por ejemplo, Moisés
tenía clara la meta que Dios había puesto, pero no los métodos para llegar a ella. Dios
lo envía al desierto 40 años para que aprenda los métodos de Dios. En el Nuevo
Testamento vemos que Jesús tenía metas para sus discípulos. Para cumplirlas primero
los formó, los estableció para que estuviesen con él. Luego los envió a la misión:
predicar. Para ello, los capacitó y les dio poder para que tuviesen autoridad. , Pedro
conoce ahora la meta y el método, alcanzó el grado de aptitud para bendecir a otros.
En el caso de Pedro, desde el punto de vista humano no tenía habilidades para llegar a
cumplir con la meta que Jesús tenía para él. Por otro lado, le faltaba sabiduría en la
forma de conducirse, en la relación con otros, en el manejo de la lengua, en todo lo
que hace a la vida; pero tenía aptitud espiritual. Esto permitió que Jesús le corrija en
los aspectos de la vida. Pedro se movía con criterios humanos y Jesús le guía para que
comience a guiarse con los criterios de Dios. El Señor le mostró su soberbia, su
vulnerabilidad, su impulsividad. Pedro necesitaba ser guiado por el Espíritu Santo.
Conclusión
El discipulador debe reconocer que el objetivo no es ingeniar actividades religiosas
emotivas para congregar personas, sino mantener una dinámica saludable para hacer
discípulos. Todo esto se hace con el fin de colaborar con Dios en el engendramiento,
nacimiento, crecimiento, desarrollo y reproducción espiritual, de toda persona que ha
depositado su confianza en Dios. Si esta dinámica se mantiene de manera natural, los
resultados logrados se manifestarán en un crecimiento cuantitativo, un desarrollo
cualitativo y una reproducción multiplicativa.
Práctica
*Si no estás discipulando todavía:
> Identificar a quién podrías discipular
> Orar por esa/s persona/s
> Invitarla ser discípulo/a.
*Si ya estás discipulando:
> Conocer a la persona: las cosas que le gustan y que no, qué le
hace feliz, qué la enoja, qué la pone triste, sus reacciones, etc. Para ello
debemos pasar tiempo con el discípulo.
> Visitar a la persona en su casa: ver con quién vive, de qué
manera vive.
> Invitarla a una salida (por ejemplo, a caminar o al parque).
> Invitar al discípulo a tu casa.
> Permitir a la persona conocer tus afectos, tu familia, tus
amigos.
> Juntarse a estudiar la Palabra de Dios (lo que estudien
dependerá del conocimiento de la persona, pero es importante hablar de
temas básicos para saber si el discípulo comprende todo).
> Proveer recursos para que lea la Palabra, así como algún
material devocional, ya sea en papel o digital.
> Invitar al discípulo a colaborar con algún servicio en la iglesia
(por ejemplo, repartir folletos, limpieza, ser de ujier, dar la bienvenida a
personas nuevas, servir a otros hermanos en actividades especiales, etc).
> Contarle a la persona que te discipula que comenzaste este
proceso con alguien más. Si nadie te discipula, buscá a alguien que lo haga.