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LA POESÍA MATEMÁTICA DE UNA PREMIO NOBEL

En 1996 se concedió el Premio Nobel de literatura a la poeta y ensayista polaca Wislawa


Szymborska (1923 – 2012). En la concesión del premio, el jurado recalcaba las características de su
obra, por la que era premiada: “por su poesía que con precisión irónica permite que los contextos
histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana”.

Nos referimos en esta página a ella pues es un claro ejemplo de escritor que, aún estando alejado de
las matemáticas por su formación e intereses, es capaz de escribir poesía tomando como referencia
aspectos matemáticos.

Hay dos poemas en concreto en los que desarrolla ese acercamiento entre la literatura y la
matemática. El primero es uno muy conocido, al estar reproducido en cientos de páginas, que está
dedicado al número Pi. Este número, que relaciona la longitud de una circunferencia con su
diámetro, es el primer número irracional con el que se entra en contacto en los estudios obligatorios.
Aunque sea a través de una aproximación, en los años en que se estudia Primaria ya comienza a
aparecer su valor al calcular áreas y longitudes de figuras curvas.

El número Pi es un número trascendente, es decir un número que no puede obtenerse como solución
de una ecuación algebraica con coeficientes enteros, y tiene infinitas cifras decimales no periódicas.
Estas cifras las vamos a encontrar en el poema de Szymborska. Reproducimos aquí la traducción de
Carlos Marrodán Casas.

EL NUMERO PI

Digno de admiración es el número Pi


tres coma catorce.
Todas sus siguientes cifras también son iniciales,
quince noventa y dos porque nunca termina.
No deja abarcar sesenta y cinco treinta y cinco con la mirada,
ochenta y nueve con los cálculos
sesenta y nueve con la imaginación,
y ni siquiera treinta y dos treinta y ocho con una broma o sea comparación
cuarenta y seis con nada
veintiséis cuarenta y tres en el mundo.
La serpiente más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.
Lo mismo hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.
La comparsa de cifras que forma el número Pi
no se detiene en el borde de la hoja,
es capaz de continuar por la mesa, el aire,
la pared, la hoja de un árbol, un nido, las nubes, y así hasta el cielo,
a través de toda esa hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.
Oh, qué corto, francamente rabicorto es el cometa
¡En cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!
Y aquí dos treinta y uno cincuenta y tres diecinueve
mi número de teléfono el número de tus zapatos
el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso
el número de habitantes sesenta y cinco céntimos
centímetros de cadera dos dedos una charada y mensaje cifrado,
en la cual ruiseñor que vas a Francia
y se ruega mantener la calma,
y también pasarán la tierra y el cielo,
pero no el número Pi, de eso ni hablar,
seguirá sin cesar con un cinco en bastante buen estado,
y un ocho, pero nunca uno cualquiera,
y un siete que nunca será el último,
y metiéndole prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad
para que continúe.

El segundo poema, no tan conocido pero que personalmente me gusta más que el anterior, está
dedicado a la Estadística.

CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA

De cada cien personas,

las que todo los saben mejor:


cincuenta y dos,

las inseguras de cada paso:


casi todo el resto,

las prontas a ayudar,


siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,

las buenas siempre,


porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,

las dispuestas a admirar sin envidia:


dieciocho,

las que viven continuamente angustiadas


por algo o por alguien:
setenta y siete,

las capaces de ser felices:


como mucho, veintitantas,

las inofensivas de una en una,


pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,

las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente

las sabias a posteriori:


no muchas más
que las sabias a priori,

las que de la vida no quieren nada más que cosas:


cuarenta,

aunque quisiera equivocarme,


las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,

tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,

las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.

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