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Papel ecológico

Intentar resumir el papel ecológico que juegan las alrededor de 5000 especies de mamíferos
resulta tan difícil como hacerlo con respecto a todos los seres vivos y su entorno, puesto que
dada la diversidad de ecosistemas colonizados, comportamientos biológicos y sociales así
como anatomía y adaptaciones morfológicas de todos ellos, da lugar a una variabilidad
desconocida en cualquier otro grupo animal o vegetal sobre el planeta, a pesar de ser el grupo
menos numeroso en cuanto a diversidad.

Por otra parte los altos requerimientos energéticos debidos a la necesidad de mantener
constante la temperatura de su cuerpo condicionan notablemente las repercusiones que
tienen las interacciones de estos animales sobre el entorno.

En general los depredadores suponen un gran impacto sobre las poblaciones de sus presas,
que en alto número son otras especies mamíferas, mientras que precisamente estas pueden
suponer en algunos casos la base de la alimentación de muchas otras.

Hay especies que con individuos escasos dan lugar a interacciones ecológicas de gran magnitud
como ocurre con los castores y las corrientes de agua que detienen, mientras que otras, lo que
supone una intensa presión es el número de ejemplares que llegan a reunirse como es el caso
de las grandes manadas de herbívoros de las praderas o sabanas.

Un capítulo aparte supone la interacción ejercida por los humanos sobre todos y cada uno de
los ecosistemas, habitados o no por él.

Distribución geográfica

Artículo principal: Distribución geográfica de los mamíferos

Los mamíferos son los únicos animales capaces de distribuirse por, prácticamente, la totalidad
de la superficie del planeta, con excepción de las tierras heladas de la Antártida, aunque
algunas especies de foca habiten en sus costas. En el extremo opuesto, el área de distribución
de la foca híspida (Pusa hispida) alcanza las proximidades del Polo Norte.

Otra excepción la constituyen las islas remotas, alejadas de las costas continentales, en las que
solo se dan casos de especies introducidas por el hombre, con el consabido desastre ecológico
que ello supone.

En tierra, se hallan desde nivel del mar hasta los 6500 metros de altitud, poblando todos los
biomas existentes. Y lo hacen no solo sobre la superficie, sino también bajo ella, e incluso por
encima, tanto entre las ramas de los árboles como habiendo sufrido modificaciones
anatómicas que les permiten el vuelo activo como es el caso de los murciélagos, o pasivo como
es el de colugos, petauros y ardillas voladoras.

También el medio acuático ha sido conquistado por estos animales. Hay constancia de que a lo
largo y ancho del planeta, los mamíferos pueblan sus ríos, lagos, humedales, zonas costeras,
mares y océanos alcanzando profundidades superiores a los 1000 metros. De hecho, cetáceos
y carnívoros marinos son dos de los grupos de mamíferos más ampliamente distribuidos por el
planeta.

Como grupos taxonómicos, roedores y murciélagos, además de ser los más numerosos en
especies, son los que han llegado a poblar las mayores superficies, pues salvo en la Antártida,
pueden encontrarse en todo el planeta, incluidas islas no tan cercanas a la costa, imposibles de
colonizar por otras especies terrestres.

En el extremo opuesto, los órdenes con pocas especies, son los de menor área de distribución
global, con especial mención a dos de los tres órdenes de marsupiales americanos que se
circunscriben a un área relativamente limitada del subcontinente meridional, especialmente el
monito del monte (Dromiciops australis), único representante del orden Microbiotheria.

Los sirenios, aunque con áreas limitadas para cada una de las pocas especies con ejemplares
vivos, pueden encontrarse en Asia, África, Centro y Sudamérica y Oceanía. Algunos órdenes
son exclusivos de continentes determinados, habiendo evolucionado aislados del resto de los
mamíferos, como ocurre con los cingulados en Sudamérica, con los tubulidentados en África o
los dasyuroformes en Oceanía, por citar algunos ejemplos.

Si exceptuamos al hombre (Homo sapiens), y a los animales asociados a él tanto domésticos


como salvajes, de entre las demás especies, quizá sean el lobo gris (Canis lupus) o el zorro rojo
(Vulpes vulpes), las más ampliamente distribuidas, pues sus ejemplares se encuentran por la
mayor parte del hemisferio norte. También el leopardo (Panthera pardus), que lo hace desde
África hasta India o el puma (Puma concolor), desde Canadá hasta la Patagonia austral, son dos
especies con áreas de distribución muy extensas. Otros carnívoros como el león (Panthera leo),
el tigre (Panthera tigris) o el oso pardo (Ursus arctos) se han extendido por gran parte de la
tierra hasta tiempos relativamente recientes, aunque sus áreas de distribución hayan ido
disminuyendo paulatinamente hasta fraccionarse y acabar desapareciendo de la mayor parte
de ellas en la actualidad.

En contraposición, un número mucho mayor de ellas ocupan áreas limitadas y no todas porque
las hayan visto reducidas por alguna causa, sino porque a lo largo de su evolución no han
podido o no han necesitado extenderlas más allá de las actuales.
Pero no solo especies determinadas han sido las que han desaparecido de regiones más o
menos amplias del planeta, sino que algunos grupos enteros de mamíferos que en otros
tiempos poblaron determinados continentes, no han logrado sobrevivir hasta los tiempos
actuales. Los équidos por ejemplo, que poblaban en estado salvaje en casi todo el planeta, hoy
solo existen en libertad en Asia y África, habiendo sido reintroducidos por el hombre en estado
doméstico en el resto del planeta.

Y en otros casos la introducción fortuita o voluntaria de ciertas especies en regiones en las que
no existían, ha puesto en peligro e incluso ha provocado la desaparición de las especies
nativas.

Número de especies por países

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Este aviso fue puesto el 26 de septiembre de 2011.

En este apartado no figuran todas las especies de mamíferos de cada país.6

África: República Democrática del Congo (430 especies), Kenia (376 especies), Camerún (335
especies), Tanzania (359 especies).

América del Norte: México (523 especies), Estados Unidos (440 especies), Canadá (193
especies).

América Central: Guatemala (250 especies), Panamá (218 especies), Costa Rica (232 especies),
Nicaragua (218 especies), Belice (125 especies), El Salvador (135 especies), Honduras (173
especies).

América del Sur: Brasil (648 especies), Perú (508 especies), Colombia (442 especies), Venezuela
(390 especies),7 Argentina (374 especies), Ecuador (372 especies), Bolivia (363 especies).

Asia: Indonesia (670 especies), China (551 especies), India (412 especies), Malasia (336
especies), Tailandia (311 especies), Birmania (294 especies), Vietnam (287 especies).

Europa: Rusia (300 especies), Turquía (116 especies), Ucrania (108 especies).

Oceanía: Australia (349 especies), Papúa Nueva Guinea (222 especies).

Comportamiento social

También las altas necesidades energéticas de estos animales condicionan su comportamiento


que, si bien varía sustancialmente de unas especies a otras, siempre tiene como meta el
ahorro de energía para mantener la temperatura corporal.

Mientras que los mamíferos que habitan las regiones frías del planeta tienen que evitar la
pérdida de calor corporal, los que habitan climas secos y calientes dirigen sus esfuerzos a
evitar el sobrecalentamiento y la deshidratación. El comportamiento de todos por tanto va
encaminado a mantener el equilibrio fisiológico, a pesar de las condiciones ambientales.

Los mamíferos, en general, exhiben todo tipo de formas de vida: hay especies de hábitos
arborícolas y otras terrestres, existen mamíferos exclusivamente acuáticos y otros anfibios, e
incluso aquellos que pasan su vida bajo el suelo excavando galerías en la arena. Los estilos de
locomoción también son diversos por tanto: unos nadan, otros vuelan, corren, saltan, trepan,
reptan o planean.

También el comportamiento social es muy diferente entre las especies: los hay solitarios, otros
viven en pareja, en pequeños grupos familiares, en colonias medianas e incluso en grandes
manadas de millares de individuos.

Por otra parte, muestran su actividad en distintos momentos del día: diurnos, nocturnos,
crepusculares, vespertinos e incluso aquellos como el yapok (Chironectes minimus) que
parecen no mostrar ritmo circadiano.

Origen y evolución

Artículo principal: Evolución de los mamíferos

Dimetrodon, un pelicosaurio del Pérmico Inferior.

Moschops, un dinocéfalo del Pérmico Superior.

Pristerognathus, un terápsido del Triásico.

Los mamíferos actuales descienden de los sinápsidos primitivos, grupo de tetrápodos amniotas
que comenzó a florecer a principios del Pérmico, hace unos 280 millones de años, y
continuaron dominando sobre los «reptiles» terrestres hasta hace unos 245 millones de años
(principios del Triásico), cuando empezaron a despuntar los primeros dinosaurios. Debido a su
superioridad competitiva, estos últimos hicieron desaparecer a la mayoría de los sinápsidos.
No obstante, algunos sobrevivieron y sus descendientes, los mammaliaformes, se convirtieron
posteriormente en los primeros mamíferos verdaderos hacia finales del Triásico, hace unos
220 millones de años.

Los mamíferos más antiguos que se conocen son, por un lado los multituberculados y por otro
los australosfénidos, grupos que datan del Jurásico Medio.8
No obstante, debe tenerse en cuenta que la organización mamaliana, después de un éxito
inicial durante el Pérmico y el Triásico, fue suplantada casi por completo, en el Jurásico y el
Cretácico (durante unos 100 millones de años), por los reptiles diápsidos (dinosaurios,
pterosaurios, cocodrilos, plesiosaurios, ictiosaurios, mosasaurios y pliosaurios), y no fue hasta
el choque del meteorito que causó la extinción masiva del Cretácico-Terciario cuando los
mamíferos se diversificaron y alcanzaron su papel dominante.9

Aprovechar los recursos sin tener que competir con animales de mayor envergadura suponía
adaptarse a regiones inhóspitas de clima normalmente frío, a los hábitos nocturnos, también
con bajas temperaturas y además escasa iluminación.

A lo largo de la historia evolutiva de los mamíferos acontecen una serie de hechos que van a
determinar la adquisición de los rasgos que caracteriza a la clase. La capacidad homeotérmica,
es decir, de regular su temperatura corporal, es sin duda alguna la característica que permite a
los mamíferos un mundo libre de competencia y rico en recursos altamente nutritivos. Fue
gracias a ella que pudieron conquistar territorios fríos y sobre todo, desarrollar una actividad
nocturna.

El crecimiento de pelo protegiéndoles el cuerpo de la pérdida de calor y el desarrollo de una


visión apta para bajos índices de luminosidad fueron las otras dos circunstancias que
colaboraron en la conquista de estos nichos ecológicos hasta el momento libres de animales
superiores. Las adaptaciones del esqueleto fueron el primer paso para conseguir mayor
efectividad energética basada en el incremento del aprovechamiento de los recursos y en la
disminución del gasto.

El cráneo va haciéndose más efectivo, pierde masa, mantiene resistencia y simplifica


estructuras a la vez que permite el desarrollo y efectividad muscular además del incremento
cerebral (cerebro) y mayor inteligencia. Las modificaciones del cráneo llevan además consigo la
formación de un paladar secundario, la formación de la cadena ósea del oído medio y la
especialización de las piezas dentales. La mandíbula se constituye a partir de un único hueso
(el dentario) y esta es la principal característica para determinar si el fósil de un animal
pertenece a la clase de los mamíferos, debido a la usual pérdida de tejidos blandos durante la
fosilización.

Las extremidades dejan paulatinamente de articularse a ambos lados del tronco para hacerlo
por debajo. De este modo, a la vez que aumenta la movilidad del animal, disminuye el gasto
energético al hacer menores los requerimientos para el desplazamiento y el mantenimiento
del cuerpo erguido. Por su parte, la gestación interna de las crías y el proporcionarles a estas
los alimentos para la primera edad sin tener que buscarlos (leche), permitió mayor libertad de
movimiento a las madres y con ello un avance en su capacidad de supervivencia tanto
individual como de la especie.
En todos estos cambios evolutivos se vieron involucradas todas y cada una de las estructuras
orgánicas, así como los procesos fisiológicos. La maquinaria biológica especializándose
requería mayor efectividad de los procesos respiratorios y digestivos, provocando el
perfeccionamiento de los aparatos circulatorio y respiratorio con relación a la efectividad
fisiológica, y el del digestivo para conseguir un mayor aprovechamiento nutritivo de los
alimentos fueron otros de los logros conseguidos por estos animales durante su evolución.

El sistema nervioso central fue adquiriendo un tamaño y estructura histológica que no se


conoce en otros animales, y la deficiencia de iluminación a que se enfrentaban las especies
nocturnas se vio compensada con el desarrollo de los otros órganos sensoriales, en especial
del oído y el olfato. Todos estos fenómenos evolutivos tardaron varios cientos de millones de
años, tras los cuales los mamíferos hemos llegado a dominar la vida sobre la Tierra.

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