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DANIEL IX CARROLL I

EL MARAVILLOSO CAPITULO NOVENO DE DANIEL

Escritura: Daniel 9:1-27


Este capítulo contiene la profecía más maravillosa del
Antiguo Testamento. Es también el más notable en sus
características Mesiánicas. Más definitivamente que todos
los demás juntos, fija la fecha del primer advenimiento del
Mesías.
Por tanto, su confirmación en el Nuevo Testamento
especialmente cuando se considera en conexión con sus
visiones análogas, sobrepuja a todo otro libro del Antiguo
Testamento con excepción de la Ley. Nuestro Señor mismo
lo atestigua en una manera muy extraordinaria.
Además de esto, en todo tiempo desde su publicación, ha
atraído de una manera excepcional la atención de los
estudiantes del Antiguo Testamento, y ha dado origen a
una grande cantidad de literatura. Durante 2,500 años los
eruditos del mundo, santos o pecadores, judíos o gentiles,
cristianos o infieles, se han dedicado a su exposición.
En el esfuerzo para defenderlo, por una parte, y
desacreditarlo por la otra, toda palabra en él ha sido
examinada por mil microscopios críticos. Apenas bastaría
una vida ordinaria para leer toda la literatura, en pro o en
contra, a que ha dado origen. Dediquémonos con reverencia
y oración a su exposición.
Comienzo presentando este primer y más sencillo bosquejo
de todo el capítulo.
I. La fecha y la ocasión de la oración de Daniel, 9:1-
2.
II. La oración, 9:3-19.
III. La respuesta a la oración, 9:20-27.

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I. LA FECHA Y LA OCASIÓN

La fecha es el primer año de Darío el medo, como un año


después de la captura de Babilonia por los medos y persas,
y como un año antes del fin de los setenta años de la
sujeción judaica a Babilonia predicha por Jeremías. Daniel
está estudiando las escrituras judaicas, todos los libros
que existían entonces.
Nuestra palabra "libros" en el segundo versículo, es la
traducción de un término hebreo en el plural que, según la
usanza, significa todas las Escrituras judaicas
colectivamente, o un grupo de ellas, como "Los Libros de
Moisés," o meramente una epístola, que no es sino un
fragmento de un libro, como en 2 de Reyes 19:14 e Isaías
37:14.
Es cierto que Jeremías había enviado una carta a los judíos
que estaban en Babilonia, carta que contiene la mayor parte
de la materia precisa que Daniel está estudiando, y a cuya
fraseología muy peculiar este capítulo 9 se refiere varias
veces.
Hasta donde puedo determinarlo un solo ejemplo de la
usanza, puede ser que no sea sino la carta de Jeremías la
que está estudiando Daniel. Todo el contexto, sin embargo,
parece exigir la significación justificada por el uso más
extendido de la palabra.
Evidentemente tenía delante todo el libro de Jeremías,
puesto que la carta no dice nada de "desolación" tan
especialmente claro en Jeremías 25:11, y tan
enfáticamente citada en el versículo 2 de este capítulo.
Además de eso, la oración cita especialmente la Ley de
Moisés, indica familiaridad con los Salmos, no sólo cita la
historia continuada del pueblo como es narrada por los
profetas, sino también el mensaje de los profetas, de modo
que podemos deducir justamente, que Daniel poseía todos

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los libros del canon que existían entonces; es decir, todos


menos Esther, Esdras, Nehemías, 2 de Crónicas, Hageo,
Zacarías, y Malaquías.
De todos modos, uno de los asuntos que le llamaban la
atención es la predicción de Jeremías acerca de la
servidumbre de setenta años, período que, según Daniel
entiende, está cercano a su fin. De modo que, en primer
lugar, necesitamos considerar como un elemento
importante de la ocasión de la oración de Daniel:
(1) LOS SETENTA AÑOS DE JEREMÍAS.

Algunos han supuesto que Jeremías predice dos períodos


de setenta años—uno de la "servidumbre" y el otro de la
"desolación".
Los tres pasajes más importantes de su libro que se
relacionan con el asunto son: 25:8-12; 27:16-22; y 29:1-10.
En estos pasajes y en otras partes de su libro, el profeta
predice con precisión, el fin de una monarquía judaica
independiente, mediante la servidumbre de los reyes de
Judá a Babilonia, la deportación de ciertos cautivos, el
despojo de una parte de los vasos sagrados del santuario, y
finalmente la destrucción total de la ciudad con una
deportación más grande de cautivos.
El profeta en seguida predice que esta servidumbre ha de
durar setenta años; que estos cautivos y estos vasos
robados no volverán a Jerusalén antes de ese tiempo; que
este cautiverio es por la voluntad de Dios, cuyo servidor
inconsciente es Nabucodonosor, y su objeto es hacerles
bien y no mal, puesto que los que son llevados en cautiverio
tendrán una suerte mejor que la que se reserva para el
remanente que se queda en Judá, y que los cautivos
preservados en Babilonia llegarán a ser la verdadera
simiente de una mejor nación en lo futuro.
Por esto insta a los cautivos a que no alienten vanas
esperanzas de un pronto libertamiento, sino que se

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dediquen al cultivo de la tierra que les está asignada en


Babilonia, y que oren por la paz y la prosperidad de
Babilonia, como por su propia paz y prosperidad. En seguida
les asegura que al fin de los setenta años han de volver a su
tierra nativa.
Este es el período de setenta años que proporciona el
primer elemento de la ocasión de la oración de Daniel.
Siguiendo la opinión general de un solo período da setenta
años, procedemos ahora a determinar su principio y fin. El
período principia en el año 606 A. de C,
en el tercer año de Joacim, rey de Judá, como se ve en 2
de Reyes 24:1; 2 de Orón. 36:5-7; Dan. 1:1, En esa fecha se
acaba la monarquía independiente de los judíos,
precisamente 490 años después de la coronación de Saúl, el
primer rey, coronación que ocurrió precisamente 490 años
después de la entrada a Canaán.
Así, la monarquía del pueblo escogido tuvo una regia muerte
cuando falleció el buen rey Josías en la batalla de Meguido
—una batalla tan desastrosa que viene a ser el tipo de la
gran batalla espiritual del Armagedón aludida en el
Apocalipsis de Juan, para ser seguida por la batalla de
Josafat y por causa de los pesares del Israel apóstata al
contemplar al Mesías a quien ellos han traspasado.
Es verdad que tres miembros de la familia de Josías
tuvieron el trono por unos pocos años; pero solamente como
siervos del rey de Babilonia.
Así en este caso es verdad que Joacim, que está
encadenado, es libertado temporalmente y retiene una
autoridad nominal bajo Nabucodonosor cediendo a su
despojador una parte de los vasos sagrados del templo y
ciertos jóvenes escogidos de la familia real, incluyendo a
Daniel, quienes llegarían a ser siervos de la familia imperial
de Babilonia.

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Esta fue la primera deportación de cautivos de Judá.


Teniendo así fijado este principio del periodo, encontramos
que finaliza 536 A. de C., según las declaraciones expresas
en 2 de Crón. 36:24-25 y Esdras 1:1-3, que es el año
después de aquel en que Ciro conquistó a Babilonia.
Podemos pues, entender, por qué esta predicción de los
setenta años llegó a ser una ocasión para la oración de
Daniel quedaba solamente un año de los setenta.
Babilonia ha caído como predijo Jeremías; pero en la
política del nuevo régimen no hay indicios del retorno de los
judíos cautivos. Permanecen en esclavitud bajo los medos y
persas, como habían estado en Babilonia. Así, pues, Daniel
ora por el cumplimiento de la promesa.
2) EL SEGUNDO ELEMENTO DE LA OCASIÓN DE LA ORACIÓN

Es la denunciación de la Ley Levítica: que por cada séptimo


año que a la Tierra Santa le fuera negado su sábado de
descanso, el pueblo habría de quedar un año en cautiverio
(Lev. 25:2-4; 26:34-43; 2 Crón. 36:24).
Desde Saúl, 1096 A. de C., a Joacim, 606 A. de C.—
exactamente 490 años—a la tierra se le habían robado
setenta años de descanso: la séptima parte de 490—de
modo que esto es tan preciso como la profecía de Jeremías
al fijar el límite del cautiverio.
3) EL TERCER ELEMENTO EN LA OCASIÓN DE LA ORACIÓN

Es la maldición y juramento de Moisés, manifestados tan


vívidamente en los últimos capítulos de Deuteronomio, a los
cuales se refiere de una manera tan conmovedora la
oración.
En verdad, la oración misma, cita como una ocasión de los
pesares del pueblo sus continuos pecados al través de
todos los períodos de su historia, ya fuera bajo Moisés, los
jueces, o los reyes—pecados tanto en contra del pacto
sinaítico, como contra los repetidos mensajes de Dios
enviados por medio de los profetas.

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4) UNA CUARTA OCASIÓN DE LA ORACIÓN

puede inferirse claramente de la oración misma, esto es, la


conciencia evidente del profeta de que ninguna expiación
verdadera se había hecho por los pecados del pueblo.
Su expiación ritualista no había hecho más que simbolizar
la verdadera remisión de pecados dejándolos para que
fuesen expiados por el gran antitipo de la ley ceremonial.
5) LAS
VISIONES PREVIAS DE DANIEL TAMBIÉN PUEDEN
CONSTITUIR UN ELEMENTO DE LA OCASIÓN DE ESTA ORACIÓN.

De su interpretación del sueño de Nabucodonosor Daniel


evidentemente vio que hasta los días del cuarto imperio
mundial el Dios del cielo establecería su reino del
Evangelio, y mucho más allá de su establecimiento, la piedra
llega a ser una montaña y llena toda la tierra.
También en su visión de las cuatro bestias que suben de la
mar, él evidentemente entiende que solamente en los días
de la cuarta bestia y en el tiempo del undécimo cuerno de
esta bestia, se requiere un período remoto, posterior al
establecimiento del cuarto imperio mundial, cuando el Hijo
del Hombre recibirá su reino de juicios de parte del
Anciano de Días, que ha de dar por resultado que los santos
del Altísimo tengan por posesión toda la tierra.
Y también en sus visiones de las dos bestias,
representando respectivamente el segundo y el tercer
imperio mundial, contempla a su pueblo cerca del fin del
tercer imperio, gravemente oprimido, y su restaurado
santuario contaminado.
Aquellas consideraciones tomadas juntas—las setenta
semanas de Jeremías, la maldición de la Ley Levítica acerca
de la tierra, la maldición y el juramento de Moisés, la

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conciencia del profeta de que los pecados de toda su


historia nacional nunca habían sido realmente expiados,
sino solamente pasados por alto, y la lejana fecha del
establecimiento del reino evangélico, y la fecha todavía
más lejana del reino de juicios, y la fecha aún más distante
de la prevalencia de su reino del milenio al través de toda
la tierra—estas constituyen ocasión suficiente para hacer
caer sobre sus rodillas, en oración ferviente, al mejor y
más sabio de los hombres. Hasta aquí la ocasión.
CONSIDEREMOS AHORA:

H. LA ORACIÓN

Esta oración consiste de tres partes: Confesión, Adoración


y Suplicación.
1) Hay una confesión de un corazón despedazado por los
pecados continuos de toda la nación—de los jueces, los
reyes y el pueblo—tanto contra la ley como contra los
profetas al través de todos los períodos de su historia.
2) Contra estos pecados del pueblo, el profeta, por
medio de la adoración coloca en claro contraste los
atributos de Dios—la justicia eterna, la paciencia,
la misericordia, el perdón, la fidelidad tanto a sus
promesas como a sus amenazas, y una providencia
vigilante que nunca duerme y' nunca deja de cumplir una
maldición o una bendición.
3) Suplicación: ¡Cuan ferviente, cuan patética, cuan
importunada es su oración! Ora por la ciudad santa, pero
desolada: "Oh Señor, apártese tu indignación de
Jerusalén." Ora por el templo: "Haz que tu rostro
resplandezca sobre tu santuario." Pide el perdón de los
pecados del pueblo. Y todo esto, no por amor a
Jerusalén, o por amor al templo, o por amor al pueblo;
sino por amor a Dios, y a causa de sus grandes
misericordias.

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La oración concluye con estas ardientes palabras: "¡Oh,


Señor, ¡oye! ¡Oh, Señor, ¡perdona! ¡Oh, Señor, presta
atención, ¡y ponte a obrar! ¡No te tardes, por tu propia
causa, oh Dios mío; porque tu ciudad y tu pueblo son
llamados de tu nombre!" (9:19).
III. LA RESPUESTA

La respuesta fue instantánea. Como dice Daniel:


"Y mientras yo estaba aún hablando y orando, y confesando
mi pecado, y el pecado de mi pueblo Israel; y mientras
derramaba mis ruegos delante de Jehová mi Dios, por el
santo monte de mi Dios, sí, mientras aun hablaba en mi
oración," vino la respuesta; o como dice el que trajo la
respuesta: "En el principio de tus ruegos salió la orden, y yo
he venido para hacerte saber" (9:23).
La respuesta no sólo fue instantánea, sino mediata, es
decir, por medio del ángel Gabriel: "El varón Gabriel, que yo
había visto en visión al principio, habiendo volado
arrebatadamente, me tocó como a la hora de la oblación de
la tarde; me hizo entender, y habló conmigo diciendo: Oh
Daniel, ahora he salido para hacerte sabio de
entendimiento" (9:21, 22).
La respuesta a la oración, como le fue dada por el ángel
Gabriel, es la gran profecía que ahora vamos a exponer, y
que es traducida así en la versión revisada, esto es,
siguiendo a los revisores americanos en lugar de seguir a
los ingleses:
"Setenta semanas están determinadas en cuanto a tu
pueblo, y en cuanto a tu santa ciudad, para acabar con la
transgresión, y para poner fin a los pecados, y para hacer
expiación de la iniquidad, y para introducir la justicia
perdurable, y para poner sello a la visión y la profecía, y
para ungir al Santo de los santos.
Sabe pues, y entiende, que desde que salga la orden para
restaurar y reedificar a Jerusalén, hasta el Mesías, el

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Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas: la


ciudad volverá a edificarse con calle y foso, bien que en
tiempos de angustia.
Y después de las sesenta y dos semanas será muerto el
Mesías; y no será más suyo el pueblo: y el pueblo de otro
príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el Santuario;
y su fin será como con avenidas de aguas; y hasta el fin de
la guerra están decretados asolamientos.
Y dará validez al pacto para con muchos en la semana
restante, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio
y la ofrenda vegetal; luego sobre el ala de las
abominaciones vendrá el asolador; y hasta la consumación, y
consumación decretada, se derramará la ira sobre el pueblo
asolado" (9:24-27).
Y ahora, antes de intentar una exposición, llamamos la
atención a una observación preliminar: en el idioma inglés
hay muchas versiones de este texto hebreo, todas dignas
de consideración; más, para el presente propósito es
necesario citar únicamente las cuatro modernas, a saber,
(1) La Versión Común o Versión del Rey Santiago;
(2) La Revisión de Canterbury;
(3) La misma revisión con las interpretaciones del
cuerpo de revisores americanos substituidas por las
interpretaciones del cuerpo británico de revisores en
donde difieren;
(4) La Versión Judía de Leeser.
Ahora, cuando comparamos las distintas traducciones de
esta profecía, hallamos una notable diferencia en la
puntuación, que afecta mucho el sentido y determina
necesariamente líneas muy distintas de exégesis.

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La exégesis que vamos a dar ahora seguirá la puntuación de


los revisores americanos en la Standard Bible, con la que
está de acuerdo la versión del rey Jacobo.
La Revisión de Canterbury y la Versión Judaica moderna de
Leeser adoptan una puntuación que hace necesario un
cierto principio para el periodo, y hace necesarios dos
Mesías, y en otros respectos importantes hacen que tanto
la cronología como la interpretación sean imposibles sobre
cualquiera teoría consistente con la inspiración de Daniel o
de los escritores novotestamentarios, o de la divinidad de
Jesús.
¡Resultados tremendos para basarse solamente sobre la
puntuación, siendo que el antiguo hebreo no tenía
puntuación! Pero aquí el judío moderno, el ateo y el crítico
radical destructivo se juntan.
Sin embargo, como se presenta de nuevo este asunto de la
puntuación cuando esta discusión llega a tratar de las
distintas teorías de la interpretación, lo pasamos por alto
por lo pronto, para que sigamos adelante con la exposición.
Para entender mejor esta respuesta extraordinaria a la
oración de Daniel necesitamos un nuevo bosquejo y un
análisis especial.
No puede dejar de notarse que el versículo 24 del capítulo,
que es el primero de la profecía, trata de las setenta
semanas como un todo, enumerando, de una manera general,
aunque estrictamente ordenada.
Las cosas que han de efectuarse en el período, siendo que
en los otros tres versículos las setenta semanas son
separadas
primero en tres subdivisiones desiguales, esto es, siete
semanas, 62 semanas y una semana, asignándose a cada una
sus eventos apropiados, y en

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segundo lugar, la una semana está dividida en dos partes


iguales, haciendo que la mitad de la última semana sea el
clímax de la profecía.
Tampoco puede dejar de notarse que la profecía en todas
sus partes está intencionalmente caracterizada con orden,
precisión y claridad de declaración sobre todos los puntos
de cronología y hecho. En cualquier análisis razonable, que
combina las declaraciones generales y particulares de la
profecía, es evidente que todos los grandes
acontecimientos mencionados en el versículo 24, deben, por
lo que toca a su orden, asignarse al clímax, a la mitad de la
última semana. Para cubrir, pues, todo el terreno y poner
en apropiada correlación las distintas partes ahora
presentamos el siguiente análisis:
ANÁLISIS EXEGETICO DE DANIEL 9:24-27

I. El gran decreto de Dios acerca de los judíos.


II. Significado o duración de las setenta semanas.
III. Cuándo comienzan, o terminus a quo.
IV. Sesenta y dos semanas, o 434 años, con los 49 años
precedentes, haciendo 483 años hasta la venida del
Mesías, el Rey.
V. Las siete semanas, o 49 años, reedificando a Jerusalén.
VI. Una semana, o siete años, como un todo, proclamando el
Nuevo Pacto (Jer. 31:31-34), y confirmándolo con
muchos judíos.
VII. Una semana, o siete años, divididos en la mitad.
1. LA PRIMERA MITAD:

1) Confirmando el Nuevo Pacto con muchos judíos por


tres años y medio.
2) Acabando con la transgresión (Mat. 23:35).

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3) El Mesías separado de su pueblo, y su pueblo


separado
del Mesías por mucho tiempo.
4) Poniendo fin a los pecados.
5) Haciendo expiación de la iniquidad.
6) Introduciendo la justicia eterna.
7) Sellando la visión y la profecía.
8) Haciendo cesar el sacrificio y la obligación, o sea el
desechamiento del templo y del pacto, antiguos y
típicos (Mat. 27:51: Col. 2:14-17; Heb., Caps. 7-10).
9) Ungiendo al Santo de los santos, o la consagración
del Templo Nuevo, y anti típico (Hechos 2).
2. LA SEGUNDA MITAD:

Confirmando el Nuevo Pacto con muchos judíos por tres


años y medio más, esto es, hasta los tiempos de los
gentiles, el cual es el terminus ad quem.
VIII. Después de las setenta semanas,
(1) El Príncipe que había de venir—Tito.
(2) La Abominación de Desolación.
(3) Destrucción de la ciudad y santuario como con un
diluvio.
(4) El diluvio de ira sobre el pueblo judaico hasta la
plenitud de los gentiles.

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