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La Borde, jueves, 18:30hs1.

Él llegaba aquí los jueves, alrededor de las


14 horas. Salvo que estuviera en Río o Japón.
Pero ahí, lo sabíamos... Su tarde era muy
ritualizada. Primero había una reunión con
“la grilla”, la instancia -como decimos aquí-
que se encarga de la organización del trabajo
del personal. “La grilla” es un problema que
conocía bien, él la había puesto en marcha
algunos años antes.
A las 16:30 horas había una reunión en lo de
Oury. Reunión “inter” (¿inter qué, por cierto?
Ya no lo sé), reunión “de decisiones”. Los
trabajos en curso (rehacer parte del techo
del castillo, los baños que se tapan en el
parque), los problemas crónicos de dinero de la
clínica. Y ¿cómo “marcha” la lavandería en este
momento? Y los pasantes actuales, ¿cómo están?
Y el reparto de tareas: habría que renovar el
equipo de la grilla. Y la del Club, ¿aguanta?
¿Quién está ahí ahora? ¡Habría que reforzarlos!
Y en el hospital de día, ¿cuántos hay? ¿Se está

1 El miércoles 9 de septiembre de 1992, al día siguiente


de la muerte de Félix Guattari, Danielle Roulot,
psiquiatra de La Borde, escribió este texto, que ha
quedado inédito, sobre la reunión de los jueves, reunión
semanal en la que participó junto a Jean Oury, Félix
Guattari y Lucien Martin durante la década de 1980.

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articulando mejor ahora, el hospital de día
y la “planta baja”? ¿Qué podemos contemplar,
actualmente, como política de contratación?
¡Necesitamos diez monitores más!
Había escenarios repetitivos. Oury gritaba,
Felix esperaba que eso pasara. A veces, rara
vez, a la inversa. Había una manera inimitable
de decir “Hum” - boca y cara cerrada. Cuando
no lo conocíamos, podíamos tomar eso por un
acuerdo, un poco distraído. Yo sabía que él
plantearía el problema media hora u ocho días
después. A veces se precipitaba: “¿Quién se
ocupa? ¿Hacemos una lista?”. Algunos de ellos
se miraban de soslayo, aguantando la risa:
“¡Ahí está, comenzando de nuevo, con sus
listas!”. Me animaba a decir que habría que
seguir reflexionando sobre el problema, cada
uno con su “partición”. Oury guardaba las cosas
en sus cajones, revolvía entre sus papeles.
“¿Eh? ¿Cómo?”. Pero seguía tomando notas.
Y luego, a las 18:30 horas, “la reunión”, esa
que no tenía nombre. ¿Válvula de seguridad,
“psi”, la banda de cuatro? Yo la llamaba “para-
excitación”.
Ya no sabíamos cuándo habíamos comenzado.
Antes de 1981, ¡Seguro! ¿en 1980? Oury,
Félix, Lucien y yo. Hablábamos de Lucien y sus
alumnos, Lucien y el consejo municipal. Oury y
sus conferencias por dar, sus “balbuceos” para
escribir. Yo y mis estados de ánimo... Félix,
atropelladamente, nos salpicaba la “Cumbre” de

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Río, Maastricht, la telenovela “Félix con los
verdes”, su trabajo con Gilles Deleuze, sus
encuentros.
A menudo, solo lo escuchaba con una oreja.
Yo estaba sumergida, no podía encontrarme
allí. Lucien le respondía, Oury comenzaba a
revisar sus papeles nuevamente, despertado
repentinamente por una palabra: luego se
precipitaba a la conversación... Pero poco a
poco, el silencio...
“¿Y entonces? “. Ese era Félix. Cuando era Oury,
era más como: “¿No decís nada? “. Significaba
“¿qué pasa?” No en el mundo; no en la clínica...
¿Qué hay de nuevo con los psyco? – como decía
él. A menudo, él era el primero en lanzar:
“Soñé que...”. Soñaba para2 el grupo, soñábamos
lxs cuatro por el grupo. El sueño de Félix le
recordaba a Oury un sueño que él mismo había
tenido quince años atrás... A mí, un sueño que
alguien me había contado. Lucien prendía el
cigarrillo que Oury le ofrecía ritualmente.
Félix robaba uno de la etiqueta de Pall Mall del
escritorio. A veces, Lucien y yo quedábamos
colgadxs: Félix y Oury volvían a recorrer las
calles de La Garenne, la gente que habían
conocido allí. Sus viejas historias de mujeres.
Allí estaban los sueños fundamentales de cada
quien: el enorme estiércol de vaca que cubría

2 En el original “Pour”, que puede traducirse como


“para” o “por”.

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La Borde en un sueño de Oury; Félix que había
instalado su alojamiento en el “pasaplatos”
-entre la cocina y el comedor-; el “ticket” que
faltaba repetidamente en mis sueños: boleto
de tren, boleto de estacionamiento... Y los
sueños devenidos propiedad del grupo: “¿Cómo
era tu sueño sobre la culpabilidad? “. Había
un sueño muy antiguo, que ya no sabíamos si fue
Félix o Oury quien lo había soñado... Algunos
sueños solo se hacían para decir algo. “Estoy
conectada a este período 1950-1952”, “este
sueño es para decirte que esta historia es
grave para mí”, “ves, me dolió lo que dijiste
ese día”; era natural que unx contara un sueño
que respondiera al sueño que otrx había contado
el jueves anterior.
Teníamos nuestras “referencias” clásicas. El
punto de inflexión en la vida de Félix, el
día en que Oury le había dicho -a él todavía
preso de la angustia: “¡Pero girá para el
otro lado!”3. Lucien y el glorioso avance de
los basureros en los albores de Blois, Oury
y su hipercronomnesia, yo y este viejo UEC,
y, por supuesto, mis estados de ánimo... La
menthe à l’eau que estornudó su huevo: los
“Prolegómenos a una ontología no deductiva”,
obra inédita e inencontrable; las medias verdes
de los zigomares que palpaban los melones; el

3 Oury se refería a que intentara dormir recostado


sobre su cuerpo del lado contrario al que lo hacía
habitualmente.

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Vitalium que da audacia; los Ritornelos; “y él
me habla” camino del poulailler.
Félix a menudo tenía un poco de gula. Iba a
buscar uno de los muchos pasteles que me trae
la señora V. Pero el pastel estaba cubierto de
chocolate, que, Banania obliga, Félix odiaba.
Oury, entonces, examinaba cuidadosamente el
trozo de pastel y se comía la corteza de
chocolate. Lucien luego pedía un “poquito”
para beber. A menudo las sobras de Coca Cola de
la nevera de al lado. Oury comenzaba a ordenar
sus papeles nuevamente, y Félix se lanzaba a
la grandiosa construcción de una pirámide con
los objetos heterogéneos esparcidos sobre el
escritorio.
Aun así, a veces trabajábamos en serio. Nos
esforzábamos sobre el texto de una carta para
enviar al CNAM. Oury anunciaba un descubrimiento
que había hecho en su “blabla”-“eso es
nuevo!”... “No es piloto automático”, agregaba,
volviéndose hacia mí (a veces yo decía que él
se había puesto en piloto automático en uno de
los seminarios). Félix era más discreto sobre
sus invenciones, pero a veces empezaba con
entusiasmo. Yo le preguntaba, “Pero, después
de todo, ¿qué es el esquizoanálisis?”. Se reía:
“Eso que hiciste durante todo el día”. ¡Ah
bueno! Oury remarcaba: “¡Eh, viste, me porté
bien en la reunión de esta tarde!”. Lucien
nos hablaba de las estrategias sutiles que
tenía que poner en marcha, sus incursiones en

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Lorraines, el “descubrimiento del cuerpo de
Grand Meaulnes”.
Los tres me animaban cuando mis “estados de
ánimo eran demasiado”. Félix lanzaba: “¿Cuándo
te vas a Brasil?”. Habíamos hablado largo y
tendido a partir de la “aprobación fundamental”
de Frieda Fromm Reichman. Fui yo quien había
propuesto el término “asentimiento”, del lado
de los estoicos, vía Deleuze, y por supuesto
vía Félix. Me había conmovido lo apegado
que estaba Félix a este tema. ¡Claro, se lo
había perdido! Oury no siempre seguía nuestro
esfuerzo en precisar: no es el Mütterlichkeit,
no es “ser reconocido”... ¡Él, en falta no!
No le importaba la teoría. El “asentimiento”
- una dimensión silenciosa pero ambiental
que me pareció esencial para la constitución
y mantenimiento de un grupo de trabajo. Más
importante, incluso, que todo lo que allí se
podría decir.
Hace un año me pidieron que escribiera un
artículo: “La esquizofrenia”. ¡En veinte
páginas! ¡Todo lo que tuve que recortar! Siempre
mis estados de ánimo. ¡Andá a buscar tus páginas!
Yo les leía; yo les leí todo. ¿Se imaginan,
ustedes, leerle a Félix y a Oury un artículo
sobre esquizofrenia que acaban de escribir?
¡Cuando lo pienso! Pero, precisamente, no lo
pensaba. Porque se lo estaba leyendo al grupo.
Fue Félix quien se dedicó a soñar la imagen
del grupo: estábamos lxs tres, él, Oury y yo.

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Él trataba de tomar mi mano, pero estábamos
todxs tan cerca que era la mano de Oury la
que tomaba. Quien, comprendiendo su verdadera
intención, le gritaba tajantemente...
Huh, pero ¿quién sabe si Oury no protestaba
porque no había sido su propia mano la que
Félix quería tomar? ¿Y si el deseo del sueño
fuera simplemente su contenido manifiesto?
¿Félix toma la mano de Oury?
Después de una hora de asociaciones, y
asociaciones sobre las asociaciones, la
conclusión más probable era que la mano que
Félix había querido tomar era la de Lucien...
El 27 de agosto estábamos solo nosotrxs dos,
Félix y yo. Lucien no había regresado de
vacaciones (¡La Educación Nacional!), Oury se
había ido por unos días. Félix me preguntó
cómo estaba La Borde, llevábamos tres días
trabajando con dos médicos. Hablamos largo y
tendido sobre una amiga en común que no se
encontraba bien. Él me expresó su molestia
con “Gilles”; él, Félix, pensaba que había
que votar por el sí, Deleuze estaba por el
no. Maastricht, por supuesto. Para decir algo,
hice una respuesta “altamente politizada” del
estilo: “Mi buen señor, el progreso no se
frena”. Y al final me preguntó: “¿Y cómo está
Lolita?”.

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¿Conocen ustedes un lugar en donde, si dicen:
“Me pasa una cosa rara. Estoy enamorada. De
un gato”, ustedes sabrán que no hace falta
que especifiquen que, si han dicho la palabra
“amor”, es porque se trata de amor, y no de una
metáfora? Félix seguía mi historia de amor con
Lolita, a la que igualmente, por respeto a las
convenciones, en la intimidad llamo “Lolito”.
Un mes antes, Lolita-Julieta había llegado a
vivir a lo de Danielle-Romeo...
El 27 de agosto le respondí con fatalismo: “Tú
sabes bien cómo es… Apostamos por un gran amor,
y nos encontramos en historias de ronroneo y
basura… Lolita y yo, ya estamos establecidxs
en la conyugalidad. Lolita se había apoderado
del segundo piso, yo me quedé en el primero.
El segundo piso, un ático convertido, es donde
están mis libros y la mesa en la que escribo,
cuando escribo. Y junto a él, muchas plantas,
una de hojas enormes con agujeros extraños -el
“monstruo delicioso” -un cocotero arrancado, y
el banano que, el pasado mes de mayo, había dado
unos plátanos (¡”en serio”!) . Los habíamos
compartido un jueves a la tarde... ¡Los plátanos
de Loir-et-Cher no son tan comunes!
A partir de las 8 de la noche, Oury abandonaba
sus papeles y comenzaba a inquietarse: tenía
que hacer llamadas telefónicas. Se desvanecía
en “la adyacencia”: “Aprovechen”, nos tiraba-
queriendo decir: “en mi ausencia”. La puerta se
cerraba detrás de él como de costumbre y, como

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de costumbre, la pintura que colgaba detrás
de la puerta se balanceaba peligrosamente.
Nosotrxs rara vez lo aprovechábamos, yo ya
había “aprovechado” mucho antes: es cierto
que había cosas que yo sabía que Oury solo
podía oír si los oídos de Félix ya las habían
escuchado.
Hace mucho tiempo, desde los inicios del grupo,
Félix nos había delegado -a mí y a mis estados de
ánimo- la función de “gestión de los duelos de
La Borde”. Nunca supe cómo debería tomar esto.
Curiosamente, hace un mes o dos, me relevó de
esta función. Tal vez por ese famoso texto sobre
la esquizofrenia... “Hay mutaciones así”, había
dicho. “Explicación” que espesó el misterio de
lo que había que explicar. Esos últimos tiempos
él hablaba mucho de una “refundación de La
Borde”. Oury, el ya fundador oficial parecía
(?) no prestarle demasiada atención. Pero yo,
que tantas veces había tenido la sensación de
haber llegado demasiado tarde, de haber faltado
a lo esencial de la historia de La Borde, le
pedía que precisara. Sin duda lo hizo... Pero,
incluso entre nosotrxs, había problemas de
traducción; cuando Félix hablaba “felixien”,
a menudo pasaba algún tiempo antes de que eso
se transcribiera en mi propia maquinaria de
pensamiento. De todos modos, no importaba: una
“refundación de La Borde” no podía significar
lo mismo para cada unx de nosotrxs. El acuerdo
estaba en otra parte...

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De repente, Lucien gritaba: “¡Son las y 28!”.
Era el “momento de concluir”, que generalmente
consistía en permitirme decir lo que, por oscuras
razones, no había dicho hasta entonces. “¿Por
qué no hablaste de eso antes?”... “¡No debes
dejarlo así! ¡Hablaremos de ello la próxima
semana!”.

“El próximo jueves, ¿estarán todos aquí?”.

Ya no sé qué hacer con esta tarea que Félix


- ¿por broma o por respeto? Ambos -quizás- me
había atribuido durante tanto tiempo, y de la
que, al parecer, acababa de distanciarme.

¿Hay un más allá del duelo?

Mañana es jueves.
Mañana les leeré este pequeño texto.
Mañana, jueves, a las 18:30 horas.

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