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Marcos 5:21-43  |  El niño no está muerto, sino


dormido
Desde: Christian Art 27/6/21 00:29
Para: Angel Rafael Eulacio López
 
Here's your Gospel Reading for today, from Christian Art.

   

  Marcos 5:21-43   El niño no está muerto, sino dormido  


   

Flores de primavera con pulmones, Imagen creada por Science Photo Library, Concebida en
2018, Obra de arte digital © Science Photo Library / Alamy Stock Photo
Cuando Jesús pasó en la barca a la otra orilla, se reunió a
su alrededor una gran multitud y se quedó junto al lago.
Entonces se acercó uno de los oficiales de la sinagoga,
llamado Jairo, y al verle, se echó a sus pies y le suplicó
encarecidamente, diciendo: "Mi hijita está muy enferma.
Ven a imponerle las manos para que se cure y le salve la
vida". Jesús se fue con él y le siguió una gran multitud que
le rodeaba.

Había una mujer que sufría de una hemorragia desde hacía


doce años; después de un largo y penoso tratamiento con
varios médicos, había gastado todo lo que tenía sin que
mejorara, es más, empeoraba. Había oído hablar de Jesús,
y se acercó a él a través de la multitud y tocó su manto. Se
dijo a sí misma: "Si puedo tocar aunque sea su ropa, me
pondré bien". Y la fuente de la hemorragia se secó al
instante, y sintió en sí misma que estaba curada de su
dolencia. Inmediatamente, consciente de que el poder
había salido de él, Jesús se volvió entre la multitud y dijo:
"¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron:
'Ves cómo la multitud te aprieta y sin embargo dices:
"¿Quién me ha tocado?"'. Pero él seguía mirando a su
alrededor para ver quién lo había hecho. Entonces la mujer
se acercó, asustada y temblorosa porque sabía lo que le
había sucedido, y cayendo a sus pies le contó toda la
verdad. Hija mía", le dijo, "tu fe te ha devuelto la salud; vete
en paz y libérate de tu dolencia".

Mientras él hablaba, llegaron algunas personas de la casa


del jefe de la sinagoga para decir: "Tu hija ha muerto; ¿para
qué hacer sufrir más al Maestro? Pero Jesús, al oír este
comentario, dijo al funcionario: "No temas, ten fe". Y no
permitió que nadie le acompañara, sino Pedro, Santiago y
Juan, el hermano de Santiago. Llegaron, pues, a la casa del
funcionario y Jesús se dio cuenta de todo el alboroto, con
gente que lloraba y se lamentaba desenfrenadamente.
Entró y les dijo: "¿Por qué tanto alboroto y llanto? El niño no
está muerto, sino dormido'. Pero se rieron de él. Entonces
los hizo salir a todos y, llevando consigo al padre y a la
madre del niño y a sus propios compañeros, entró en el
lugar donde yacía el niño. Y tomando a la niña de la mano
le dijo: "Talitha, kum", que significa: "Niña, te digo que te
levantes". La niña se levantó de inmediato y comenzó a
caminar, pues tenía doce años. Al ver esto, se quedaron
atónitos, y él les ordenó estrictamente que no dejaran que
nadie lo supiera, y les dijo que le dieran algo de comer.

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  Reflexión sobre la obra de arte  

En las lecturas del Evangelio de hace dos días, Jesús


curó a un leproso. Ayer curó a la suegra de Pedro y al
criado del centurión. Hoy, Jesús no sólo cura, sino que
resucita a una niña de entre los muertos. Es un gran
mensaje de esperanza, ya que Jesús puede
resucitarnos a todos nosotros también de nuestras
tumbas a una nueva vida. Cada vez que nos
defraudamos a nosotros mismos y a la gente que nos
rodea, en cierto modo morimos espiritualmente por
dentro. Podemos sentirlo. Así que Jesús nos dice hoy
que nos levantemos de estos pequeños trozos de
muerte que nos causamos a nosotros mismos y nos
sintamos vivos de nuevo en su presencia. Jesús nos
da aire fresco para que nuestros pulmones vuelvan a
respirar.
Eso es lo que es Jesús, el aire para nuestros pulmones,
la vida en nuestros corazones. Nuestra obra de arte
muestra unos pulmones formados por ramas y flores.
El lado derecho ha muerto y necesita
desesperadamente una nueva vida. El lado izquierdo
de los pulmones está floreciendo y prosperando.
Cuando estamos en reposo, nuestros pulmones
aspiran unos seis litros de aire por minuto. Cuando
hacemos deporte o un esfuerzo, podemos tomar más
de 100 litros por minuto. Simplemente respiramos y no
pensamos demasiado en ello. Dios nos ha dotado del
mismo milagro de poder ampliar nuestra respiración
espiritual. Al igual que cuando físicamente expulsamos
el aire viciado y tomamos aire fresco, espiritualmente
podemos hacer lo mismo: dejar salir las partículas
impuras de nuestra vida y respirar la verdad pura, el
aire puro... el Espíritu Santo, que nos hará florecer de
nuevo por dentro.
By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet

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