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La fe precede al milagro

Plantamos la semilla con fe y pronto vemos el milagro del retoño. A menudo, el


hombre lo ha interpretado mal y ha seguido el proceso al revés. Quiere tener la cosecha
antes de la siembra, la recompensa antes del servicio, el milagro antes de la fe… Muchos
de nosotros querríamos tener el vigor sin observar las leyes de salud, la prosperidad
proveniente de las ventanas abiertas de los cielos sin pagar el diezmo; querríamos tener
una estrecha comunión con nuestro Padre sin ayunar ni orar; querríamos la lluvia a su
debido tiempo y paz en la tierra sin la observancia del día de reposo ni de los demás
mandamientos del Señor. Querríamos cortar la rosa antes de plantar el rosal y cosechar
el grano antes de sembrar y cultivar.

Si tan sólo pudiéramos darnos cuenta de lo que escribe Moroni:

“Porque si no hay fe entre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer ningún
milagro entre ellos…

“Y en ningún tiempo persona alguna ha obrado milagros sino hasta


después de su fe; por tanto, primero creyeron en el Hijo de Dios” (Éter
12:12, 18).

Si andamos ahora por la fe, si creemos en las abundantes promesas de Dios, si


obedecemos y esperamos pacientemente, el Señor cumplirá todas esas promesas que
nos ha hecho:

“…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las
que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).

Se requiere gran fe para pagar el diezmo cuando los fondos son escasos y las
exigencias abundantes. Se requiere fe para ayunar, tener las oraciones familiares y
obedecer la Palabra de Sabiduría. Se requiere fe para hacer la orientación familiar, la
obra misional [de los miembros] y otros servicios, cuando hay que sacrificarse para
hacerlo. Se requiere fe para cumplir una misión de tiempo completo. Pero tengan en
cuenta esto: todo eso es parte de la siembra, mientras que una familia fiel y devota, la
seguridad espiritual, la paz y la vida eterna son los productos de la cosecha…
…Del mismo modo que la fe ha cerrado la boca de los leones, ha anulado el efecto de
las llamas ardientes, ha abierto corredores a través de ríos y mares, ha protegido del
diluvio y de las sequías y ha traído manifestaciones celestiales a instancias de los
profetas, también en la vida personal de cada uno de nosotros la fe puede sanar al
enfermo, dar consuelo a los que lloran, fortalecer la determinación de resistir la
tentación, liberar de las cadenas de hábitos nocivos, dar las fuerzas para arrepentirse y
cambiar de vida y conducir a un conocimiento seguro de la divinidad de Jesucristo. La fe
inalterable contribuye a que obedezcamos los mandamientos con buena disposición, lo
que nos brinda innumerables bendiciones de paz, perfección y exaltación en el reino de
Dios .
Enseñanzas del Pdte. Spencer W. Kimball

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