El nacionalismo latinoamericano es, como los caballos y los jesuitas, o como el
derecho y el castellano, en el que una filosofía inventada para justificar el aislamiento de una nación con respecto a las otras haya circulado tan extensamente por el mundo y se haya colado por las fronteras sin respetar los aranceles mentales. En América Latina el nacionalismo nació con la independencia y se consolidó a lo largo de la este siglo. El nacionalismo ha sido la menos patriótica de nuestras gestas, aunque muchos latinoamericanos se han embarcado en ellas con el entusiasmo y la fe de los cruzados de las sagradas causas. Si el nacionalismo, a secas, es un aporte esencialmente europeo a nuestro comportamiento político, el caudillismo nacionalista, en cambio, es una de las contribuciones de América Latina al mundo. independencia, cuando la política adquiere una dimensión evidentemente heroica amparada en la fuerza militar. partir de entonces surge una generación de caudillos que se eternizan en el poder en el siglo xix, muchos de federalismo que marcó a tantas de nuestras repúblicas era, en el fondo, un cuento chino, pues él hizo carrera. El caudillo es un padre de la nación, que quiere enseñar a su hijo a leer y El caudillo es un benefactor que gasta el dinero de todos, La> protege también, por supuesto, contra los charlatanes que quieren conducirla por el camino equivocado, asegurándose de que todos los posibles detractores compartan una acogedora prisión El Libertador Simón Bolívar es el más grande antiimperialista de América, el defensor de nuestro ser autóctono enfrentado a la invasión cultural de los poderosos. El perfil brillante del héroe de la gesta independentista latinoamericana ha sido reducido casi a la caricatura por el trazo inflamado, desinformado y a veces falsificador de nuestros patriotas, que hacen una lectura a caballo entre Carlyle, con su fascinación por el hombre-providencia, y Marx, con su revolución proletaria. Es por ello una ironía, sólo en apariencia, el que hacia el fin de sus días una de las acusaciones más reiteradas contra Bolívar, quien se opuso a la monarquía, fuera precisamente la de No hay que menospreciar las limitaciones que enfrentaba Bolívar para plasmar sus deseos. catolicismo la religión oficial del Estado. Detrás del nacionalismo latinoamericano, como hemos apuntado, suele haber siempre un par de botas, charreteras y música marcial. El nacionalismo peruano fue encarnado, en este siglo, por el general Velasco Alvarado, de quien se contaba que alguna vez, al empezar un Consejo de ministros, dijo: «Yo pienso que. Velasco no era ni un líder superdotado ni un hombre demasiado alejado del estadio primigenio del Homo sapiens, por lo que la existencia de su régimen se debió a factores más complejos que los de su propia capacidad de liderar. Pero no llegó a abolir del todo el capitalismo, porque los empresarios peruanos, incluso aquellos que habían sido más golpeados por el velasquis-mo, encontraron la manera de negociar su supervivencia. Marianito Prado, eximio representante de la oligarquía peruana, a quien el régimen expropió industrias, se apareció en la boda de la hija del general con un regalo más grande que el tórax blanquirrojo de Velasco, y éste moderó ligeramente sus impulsos revolucionarios. Velasco creó cerca de doscientas empresas públicas, que a comienzos de los noventa todavía costaban dos mil quinientos millones de dólares anuales a los peruanos, y con ello se dio maña para arruinar la pesca y la minería, dos áreas en las que el capitalismo peruano había logrado tener éxito. El patriotismo de Velasco obtuvo una expresión simbólica nada más asumir éste el gobierno con la expropiación de los yacimientos de Brea y Pariñas, que pertenecían a la International Petroleum Company, subsidiaria de la de la Standard Oil para que Washington sancionara al Perú, los asesores de Nixon no se dieron por enterados y a los que acusó de haber penetrado las patrióticas del Perú y luego se negó a recibir a amenaza pública, y una secreta negociación en la que su gobierno finalmente pagó a los gringos el dinero de la Belaúnde de entregarse a la International Petroleum Company RESUMEN CAPITULO 11 EL IDIOTA TIENE AMIGOS Amigos poderosos o influyentes en Estados Unidos y en Europa que toman las inepcias, las falacias, las interpretaciones, excusas y espejismos del idiota latinoamericano, las difunden en sus respectivos países y las devuelven a América Latina debidamente estampilladas por la conciencia universal. Parece increíble que mentiras truculentas, fabricadas en casa por ese rústico populista que es nuestro amigo el idiota, vengan desde los grandes centros de la cultura universal acompañadas, como los vinos, de un certificado de autenticidad. Así ha ocurrido siempre con las fábulas nacidas en América Latina, tal vez desde los tiempos de Cristóbal Colón. ¿Quiénes son esos amigos internacionales del perfecto idiota latinoamericano? Periodistas, en primer término, y no exclusivamente de periódicos de izquierda que, por razones ideológicas, estuviesen fatalmente inclinados a compartir las mismas enajenaciones del perfecto idiota: también encuentran inexplicables espacios y licencias para insertar sus inefables bohenas en diarios tan respetables como Le Monde, The Times, El País, The New York Times o II Corriere della Sera. Hay, por otra parte, escritores, filósofos, sociólogos, políticos y diplomáticos cuya visión de América Latina es tan desatinada, tan ordinariamente pavimentada de estereotipos y de infundios, de deformaciones y peligrosas simplificaciones, como la que sesenta años atrás, en plena época brutal del estalinismo, tenían de la Unión Soviética, por ejemplo, tantos homólogos suyos. Y sobre todo en lo que respecta a América Latina, convertida por obra de esta confabulación de idiotas en el paraíso de la desinformación. Fueron los años sesenta y lo que ellos alcanzaron a proyectar en la década posterior. Con las postales románticas de Fidel y sus barbudos bajando de la Sierra y entrando en La Habana, del Che Allí parecían materializarse los sueños de esa nueva generación que se dejaba crecer el pelo, cantaba las Todo eso se desvaneció como el humo, de modo que quienes entonces tenían veinte años debieron resignarse excitantes perspectivas de las sociedades industriales. Hechizados por el mito del «buen revolucionario», como sus compatriotas lo fueron, siglos atrás, por el mito del «buen salvaje», los viajes al continente de muy poco les sirven, pues sólo ven allí lo que les permita confirmar Y quieren, de paso, que aceptemos para nuestros países lo que ellos no aceptarían para el suyo. en Alemania o en Inglaterra sólo tuviese existencia legal el Partido Comunista, que en los periódicos solo en casa apenas cruzan el Atlántico y los pica el primer mosquito del trópico, descubren que en nuestras tierras sus propios valores y principios democráticos son puramente formales y que vale la pena renunciar a ellos con tal Para ellos la democracia es, pues, o la televisión europea que, impregnados de la misma visión tercermundista, llegan a nuestros parajes para ilustrar los estereotipos que ya llevan en su cabeza. Pues siempre verán nuestro mundo, como el de las antiguas hiciéramos lo mismo, podríamos pintar un cuadro truculento de Francia parecido al que ellos hacen de nuestras sociedades Los países que estos periodistas europeos describen, conforme a sus propias ficciones y esquemas, no se parecen a los países donde vivimos. amparándolas con el uso generoso del condicional (según se dice, parece que, etc.) Hablan siempre de la Los miembros de grupos armados, aun si asaltan, que un gobierno nuestro tiene un legítimo origen en las urnas: nuestras democracias son para ellos puros valores Allí donde hay guerrillas, corresponde al gobierno el papel del villano autoritario el Guin-ness por haber sido, en la historia del periodismo mundial, la más larga entrevista hecha de rodillas), se precia de haber realizado más de treinta viajes al continente latinoamericano, con obligada escala en La Habana, presentarse, pero lo patéticamente cierto es que esos viajes sólo le han servido para apuntalar sus fábulas, pues sus habituales interlocutores en Europa y al otro lado del Atlántico son únicamente los latinoamericanos que las comparten; de esta manera, sus diálogos no son sino variantes del mismo litúrgico monólogo Son los viejitos verdes de la revolución latinoamericana encaprichados con sus polvorientas pasiones. de perseguir tales mitos, estudiaran de cerca lo que está ocurriendo en México, se darían cuenta de que Marcos se sirve de los indios lacandones para hacer llegar al mundo sus mensajes políticos, sin hacer nada concreto por resolver sus problemas y aspiraciones más inmediatos, cosa que sería factible si la suerte de tales indígenas Como el mito del «buen revolucionario» está «resultados permanentes y significativos»—, regresemos atrás, al mito del «buen salvaje». «Allí (entre los indios) —decía el primero— no hay ricos ni la avaricia son desconocidas.» Monseñor debe haberse creído esta fábula y nos propone volver, de mano de los indios lacandones, a esta sociedad ideal, más sana, más justa y humana, a ver cómo nos va.