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Las Capas del Ser; Cómo nos Hemos Perdido y

el Camino de Regreso

Las Capas del Ser


Podemos estar muy lejos del núcleo del ser o muy cerca. Mientras más cerca estamos,
se manifiestan cualidades de la esencia como la compasión, la luminosidad, el amor, la
fuerza, coraje, etc. Mientras más lejos estamos, más fuerte es la percepción de estar
sufriendo y de sentir que no estamos siendo nosotros mismos.
Sin embargo, con mucha frecuencia sucede que por permanecer tanto tiempo lejos de
nuestra naturaleza esencial acabamos creyendo que nuestro verdadero ser es ese
personaje que actuamos como compensación ante el dolor de estar lejos de nuestro
núcleo, convirtiéndonos sin saberlo en enemigos de nuestra esencia. Esta es una
condición muy habitual en la mayoría de las personas. Vivimos alienados de nuestra
naturaleza esencial, pero proclamamos que nunca habíamos estado tan cerca de
nuestro centro. No es de extrañar que tengamos tantos problemas.

Considero útil, del modo en que los mapas son útiles, la idea de que el núcleo del ser
está cubierto de capas, cada una de las cuales es cada vez más superficial en la medida
que más lejos está del núcleo. Mientras más superficial es una capa, más teñida está de
distorsiones y mentiras. Y mientras más lejos estamos de nuestro núcleo, más
ignorantes somos de nuestra verdadera naturaleza, más insensibles somos y más
confundimos nuestras ideas con la realidad. Nuestra percepción se tiñe con un velo de
confusión. Cuando miramos las cosas no las vemos bien, cuando sentimos nuestro
cuerpo no podemos discriminar con precisión cuáles y cómo son nuestras sensaciones
y, al relacionarnos con otros, no percibimos a las personas, sino nuestras ideas
distorsionadas acerca de quiénes son. Vivimos un poco ciegos y sordos, incapaces de
oír otra cosa que el diálogo incesante de nuestras propias ideas y afanes
compensatorios. Y no vemos lo obvio; que todo está básicamente bien y que está hecho
de luz.
Usando el intelecto es fácil comprender que todo está hecho de luz. Sabemos que toda
la materia está compuesta de átomos y que esos átomos están compuestos de partículas
y ondas, es decir de luz. Sin embargo, no podemos percibirlo. Literalmente, nuestra
consciencia está oscurecida. Sólo percibimos el contenido de nuestros pensamientos,
pero no podemos ver la brillante presencia luminosa de la que están hechos ni tampoco
la luz con la que está construido todo el universo y nosotros incluidos. Estamos frente
al paisaje más hermoso que pudiéramos imaginar, pero llevamos puestos unos lentes
de realidad virtual que nos muestran un mundo oscuro y hostil que no está ahí afuera.

Volvamos a las capas del ser.


La cantidad de capas que podamos describir dependerá de cómo subdividimos el
proceso de distanciamiento del núcleo del ser. Dicho esto, hablaré de estas capas sin la
pretensión de que esta sea la única forma de conceptualizarlo, esta descripción es sólo
una forma posible de narrar la historia. En ocasiones he descrito solo tres, la máscara,
la sombra y la esencia. Hoy dividiré esto mismo en más partes.

Núcleo
En el centro está el núcleo del ser. Podemos imaginarlo como un pulso vivo que recorre
todo nuestro cuerpo, sincronizado con el ritmo de todo el universo, un centro cálido -
que podemos sentir en todo nuestro cuerpo si no estamos acorazados- que emana luz,
amor, compasión, felicidad de ser y existir. Todos conocemos esta experiencia del
núcleo, es así como se sentía nuestro cuerpo cuando recién habíamos nacido y
estábamos en un estado de bienestar y confianza.

Primera Capa
En la primera capa hay dolor. Este cuerpo sensible y cálido ha sido física y
emocionalmente herido y tenemos dolor. En esta segunda capa no encontraremos
sufrimiento, sino solo dolor. Aquí no hay ninguna idea, ni juicio, ni concepto, no hay un
pensamiento que dice esto me gusta, esto no me gusta, nada de eso. Solo dolor. El
sufrimiento es una experiencia más compleja que el dolor, que involucra procesos
cognitivos más sofisticados. Aquí solo hay dolor, una sensación incómoda en nuestro
cuerpo -o alma, que para mí son casi sinónimos-.

Segunda Capa
Cuando este dolor se vuelve demasiado para ser tolerado entonces surge la segunda
capa; aquí reaccionamos en contra del dolor, es decir, deseamos que esa sensación
dolorosa se vaya y desaparezca para siempre. Así comienza el distanciamiento de
nuestro núcleo, es el primer movimiento con el que traicionamos nuestro ser. En la capa
anterior está sólo el dolor, pero aquí está además el rechazo a esa experiencia. No es
todavía un rechazo conceptual, es algo más básico, más simple y visceral, una reacción
natural de supervivencia ante el dolor intolerable que no podemos controlar cuando
somos niños.
Cuando los adultos que nos rodean viven en las capas superficiales de su ser, nos causan
dolor casi sin cesar y sin darse cuenta, y nosotros, sin la posibilidad de llevarlos al
núcleo de su ser, no podemos más que padecer de forma crónica sus agresiones
inconscientes. Y no sólo padecemos de forma crónica sus agresiones inconscientes, sino
que el dolor crónico que sienten en su cuerpo de forma inconsciente lo sentimos
nosotros en nuestro cuerpo de forma permanente. Sentir dolor de forma puntual y
momentánea sirve al propósito de la supervivencia, pero cuando el dolor es crónico, se
convierte en un estrés innecesario del cual no nos podemos deshacer y entonces
necesitamos eliminar nuestra capacidad de sentir; es decir, comenzamos la operación
de cercenar una parte de nosotros para sobrevivir. La consecuencia es que
desarrollamos un endurecimiento corporal, anestesiamos nuestro cuerpo creando
tensiones musculares para evitar sentir el dolor. Creamos una coraza.
Tercera Capa
En la capa siguiente usamos nuestro intelecto como una torre de control, siempre alerta
para identificar cualquier peligro que pudiera venir desde afuera. Aquí es cuando
nuestro intelecto se especializa en discriminar conceptualmente lo que es peligroso y
lo que no lo es. Construimos miles de ideas acerca de qué cosas son malas y qué cosas
son buenas. Hay conductas propias y ajenas que rotulamos como buenas o malas, hay
sentimientos propios y ajenos que rotulamos como buenos o malos. Esto significa que
cuando miramos al mundo vemos un campo de batalla lleno de enemigos y aliados. Por
esto es que necesitamos mantenernos en estado de permanente alerta.
No hay nada de malo en identificar qué cosas pueden hacernos daño, es necesario para
sobrevivir. Sin embargo, cuando los juicios que hacemos acerca de la realidad están
basados en la necesidad de no sentir dolor, lo que ocurre es que aún cuando no hay
peligro real ahí afuera, nos mantenemos en estado de alerta, no podemos relajarnos,
estamos siempre ansiosos. Seguimos vestidos con la armadura incluso para ir a dormir.
En esta capa nos hemos vestido no sólo con una armadura muscular, sino también con
una armadura conceptual. El modo en el que describimos y vemos el mundo está velado
por una coraza.
Nos esforzamos de miles de formas para mantener fuera de nuestra consciencia las
emociones, sentimientos y conductas que creemos que nos pueden hacer daño y por
otro lado, nos volvemos fanáticos de las personas y las cosas que consideramos buenas.
Perseguimos, rechazamos, tememos y odiamos las personas y cosas que consideramos
malas.
En este punto es tan fuerte nuestra necesidad de protegernos que ya no tenemos interés
ni energía para dar atención a lo que somos, a nuestro núcleo. Estamos más interesados
en defendernos que en ser nosotros mismos. La idea que tenemos de la realidad gira de
forma exclusiva en torno a los peligros de los cuales hay que protegerse. El mundo que
representamos en nuestro mapa de conceptos es oscuro, peligroso, carente de luz y
amor. Ya no podemos confiar en que estaremos bien, y como ya no podemos confiar, no
podemos percibir nuestra naturaleza esencial porque creemos que debemos
mantenernos vestidos con nuestra coraza para que el mal no nos toque.

Cuarta Capa
En la cuarta capa creamos una compensación a esta percepción oscura de la realidad.
Es muy difícil vivir imaginando que estamos siempre en peligro, despertar cada mañana
creyendo que vivimos una pesadilla haría que perdiésemos toda esperanza. Entonces,
sobre esta capa oscura, creamos una capa compensatoria, llena de esperanzas que no
tienen nada que ver con la realidad, sino que son un intento bastante iluso de negar la
imagen oscura y distorsionada que hemos creado de la realidad. Es decir, sobre la
mentira de que todo es oscuro, intentamos crear una mentira en donde todo será bueno
y mejor si hacemos suficiente esfuerzo para lograrlo, inventamos la ilusión de un
escape.
Por ejemplo, si en la capa anterior he construido la idea de que soy alguien sin valor a
quién nunca nadie va a poder amar, en esta capa construyo la idea de que si encuentro
a alguien que me ame entonces volveré a estar en mi núcleo y vivo mi vida en torno al
proyecto de encontrar el verdadero amor. El problema es que para volver a nuestro
núcleo debemos hacer el viaje de regreso a través de nuestras capas hasta ser capaces
de sentir todo el dolor que hay en la segunda capa, sin escapar, no hay nada allá afuera
que pueda hacernos retornar a nosotros mismos sin atravesar las capas que hay abajo.
Lo que sucederá es que encontraré en mi vida a muchas personas dispuestas a darme
amor, y nunca será suficiente, seguiré sintiendo el vacío y sufriendo con la idea de que
no soy valioso. La única forma de volver a experimentar mi propio valor es
experimentar mi núcleo, el amor que alguien pueda ofrecerme allá afuera nunca
conseguirá devolverme a mi propio ser. El amor de los otros no puede hacer que yo
atraviese mis capas llevándome a reexperimentar el dolor rechazado para luego poder
descender hasta el núcleo del ser. Ni el amor, ni el dinero, ni el poder ni la fama me
devolverán el alma.
¿Has notado que una vez que alcanzas cualquier objetivo en tu vida sobre el cual has
puesto todas tus esperanzas al poco tiempo se revela como algo trivial y poco
trascendente? ¿Has notado que cada vez que cumples un preciado anhelo no encuentras
ahí lo que desde lo más profundo de tu alma deseabas? El asunto es que lo que
realmente buscamos los seres humanos es nuestra propia esencia, y nuestra esencia no
es un logro, un objeto o una relación, nuestra esencia no es algo que podemos obtener,
es lo que somos pero que mantenemos enterrado bajo estas capas de creciente
insensibilidad y mentira.

Quinta Capa
En la quinta capa creamos toda una serie de ideas acerca de cómo tenemos que ser para
obtener desde afuera eso que hemos perdido y que está adentro. Nos llenamos de
autoexigencias que nos dicen qué tipo de persona tenemos que ser para ser buenos,
porque si somos buenos entonces tendremos eso que nos falta -por supuesto, cada
persona tiene diferentes ideas de qué es ser bueno-. Algunos creemos que ser bueno es
ser exitoso y adinerado, otros creen que significa ser fuerte, o tener una personalidad
atractiva, un cuerpo hermoso, cualidades espirituales, ser poderoso, sabio, famoso,
perfecto, necesitado, independiente, etc.
No importa en qué persona creamos que debemos convertirnos, nunca será suficiente
y, por otro lado, estas exigencias se convierten en un mecanismo de autoagresión. Cada
vez que no cumplimos con la imagen de la persona que creemos que debemos ser, nos
culpamos, sentimos vergüenza de nosotros mismos, nos ponemos ansiosos, nos
odiamos, nos damos asco. Esta capa de exigencias es como un carcelero dispuesto a
golpear y torturar a su cautivo por la más mínima falta. Este carcelero es el culpable de
todos nuestros problemas de autoestima, no importa cuán bien respondamos a sus
exigencias, siempre quiere que seamos más perfectos según los estándares que en cada
caso hayan sido definidos. Y una vez que logramos cumplir con creces los
requerimientos, nos pide más aún. Tiene una absoluta incapacidad para amarnos, es un
patrón dispuesto a explotar a su criado hasta matarlo de cansancio y de inanición.
Nunca podremos escapar de sus agresiones obedeciendo, porque su objetivo no es el
que declara; dice que nos exige por nuestro bien, que nos quiere ayudar y que cuando
hagamos lo que pide nos dará un abrazo, nos mirará con cariño y podremos descansar
en la felicidad infinita. Esto nunca sucederá porque la verdad es que nos exige para que
no toquemos las capas más profundas de nuestro ser, precisamente para alejarnos del
dolor, el cual, en el caso de ser sentido sin condiciones nos permitiría amarnos de
verdad al abrir el camino al núcleo del ser.
El carcelero necesita mantenernos ocupados en cientos de actividades para crear la
ilusión de que somos esa persona perfecta, para que estas actividades nunca se
detengan de modo que no podamos tener un solo respiro para sentirnos. Aún cuando
hayamos aprobado todos los exámenes necesitará continuar exigiéndonos y
explotándonos, porque si no lo hiciera detendríamos todas estas maniobras defensivas
y sentiríamos el dolor que está acumulado en las capas más profundas. Su intención no
es ayudarnos y al final del camino darnos una cálida recepción, su verdadera intención
es convertirnos en algo que no somos, para que no podamos sentir lo que realmente
hay dentro nuestro, porque tiene terror de sentir. Este carcelero tiene terror de liberar
a su presa, porque cree que él mismo moriría si la deja salir. Está dispuesto a matarnos
para asegurar su triste y falsa existencia.
En esta capa ya nos hemos convertido en nuestro peor enemigo. No hay nadie allá
afuera que nos haga tanto daño como nosotros mismos cuando vivimos obedientes a
sus mandatos y aceptamos estoicos sus castigos. No hay nadie, excepto él, que pueda
odiarnos tanto, culparnos, humillarnos y rechazarnos de este modo cuando no
cumplimos sus estándares.
Normalmente las otras personas son mucho más amables -siempre hay un par de
excepciones, pero la solución es sencilla en este caso, basta con alejarse de esas
personas excesivamente dañinas-, pero de nuestro carcelero interno no nos atrevemos
a distanciarnos. Nos extorsiona haciéndonos creer que si no le obedecemos vamos a
morir. Y nosotros no cuestionamos sus argumentos. En la realidad no sucedería nada si
dejásemos de obedecer, pero nos es muy difícil atrevernos a probar para comprobarlo.

Sexta Capa
En la sexta capa están todas las cosas que hacemos para premiarnos por lo bien que
cumplimos con estas exigencias e identificarnos con esta imagen idealizada de nosotros
mismos con la que el carcelero nos obliga a cumplir. Si el carcelero nos ha dicho que
debemos ser fuertes, hacemos muchos esfuerzos por vernos fuertes ante nosotros y los
demás, si nos ha dicho que debemos ser espirituales, entonces todos los días haremos
nuestras meditaciones y oraciones, si nos ha dicho que debemos tener mucho dinero
estaremos todo el día pensando en los negocios. En esta capa nos mantenemos en una
actividad incesante para sostener la imagen de nosotros mismos que calce con las
exigencias. Y no sólo eso, acabamos creyendo que nuestra esencia es esta triste
actuación que montamos para no sentirnos.
Cuando logramos cumplir con estas exigencias, conseguimos identificarnos con esta
imagen falsa y nos sentimos muy orgullosos de ser las personas que somos,
secretamente -o abiertamente- nos sentimos mejores que los demás y sin saberlo,
somos violentos con los otros enrostrándoles lo equivocados, ridículos o tontos que
son. También están quienes se han montado el personaje de ser los peores de todos, y
sentirse especial por ser quién más sufre en el mundo puede traer muchos premios de
consuelo, de mod similar a quién se ha montado la idea de ser el mejor.
Aquí el carcelero ha triunfado y aplastado, y se mantiene en el poder premiándonos con
migajas. Estamos tan lejos de la experiencia del amor incondicional del núcleo, que nos
conformamos con unas palmaditas que nos dicen “eres el mejor”, “eres tan fuerte”, “eres
tan generoso”, “seguro que alguien si te viera quedaría admirado”. Esto nos basta para
seguir, igual que un conejo persiguiendo una zanahoria que cuelga de su propio cuello.
Las personas con las que más nos gusta estar son aquellas que confirman esta imagen
de nosotros mismos y las personas que no nos gustan tanto son las que no lo hacen -por
supuesto, muy fácilmente nos convencemos de que esas personas no valen la pena-.
Somos como la bruja de Blancanieves preguntándole al espejo quién es la más hermosa
y nos sentimos complacidos cuando nos dice que somos nosotros y terriblemente
heridos cuando hay otra más hermosa.
En esta capa no solamente hemos aprendido a obedecer sin chistar al carcelero, sino
que estamos felices con sus migajas. En este punto nos hemos vuelto tan insensibles
que no sabemos que estamos muy cansados de cumplir y ser explotados por él. Estando
tan lejos de nuestro núcleo, sin la posibilidad de sentir el amor infinito que somos,
estamos tan empobrecidos, que las palmaditas por ser buenos niños nos alcanzan para
no quejarnos por el sobreesfuerzo, porque tenemos la esperanza que si seguimos
cumpliendo, entonces llegará el día en que volvamos a sentir todo ese amor infinito que
anhelamos.

Más Capas hasta el Infierno más Oscuro


Por supuesto que hay más capas. En ocasiones esta necesidad de confirmar la
autoimagen se vuelve tan apremiante que podríamos llegar a dañar a otros, incluso de
forma intencionada. Podríamos cometer actos deshonestos para perjudicar a otros,
compitiendo de forma desleal, estafando, mintiendo, traicionando, agrediendo,
humillando o lo que sea a otras personas que creemos que podrían amenazar la imagen
de quienes creemos que deberíamos ser.
Posiblemente a partir de aquí haya progresivas capas de maldad hasta llegar a la
perversión y la psicopatía más abyecta, que correspondería al punto en el que nos
complace hacer daño a otros para afirmar algo de la imagen con la que creo que tengo
que cumplir para salvarme del dolor.

¡Buen Viaje de Regreso!


Espero que esta descripción sea de utilidad, como un mapa que pueda facilitar el
regreso a casa. Como siempre digo, la clave más importante para emprender el camino
de regreso es atreverse a sentir eso que no queremos sentir, porque si entramos
profundamente ahí, lo único que podemos encontrar al final es la presencia luminosa y
resplandeciente del ser. Esos monstruos más oscuros que hay dentro nuestro, si los
observamos y sentimos con paciencia y silencio en nuestro cuerpo y nuestra mente,
revelarán finalmente su naturaleza esencial, la naturaleza de todo el universo; luz y
amor sin límites, Eso que Es, eso que eres antes y después de toda esta historia humana
de perderte para volver a encontrarte.
Tomás de la Fuente H.
Ideasquesanan, diciembre 2022, Puerto Varas

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