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Orígenes

HOMILÍAS
SOBRE EL EVANGELIO
DE LUCAS
Introducción, traducción y notas de
Agustín López Kindler

Ciudad Nueva
HOMILÍA XXXVI

Sobre el texto: Quien quiera salvar su alma, la perderá,


hasta el lugar donde dice: El reino de Dios está en voso­
tros (Le 17, 33; 17, 21).
1. «Quien pretenda salvar su alma -dice Jesús- la perde­
rá, y quien la pierda la salvará». Los mártires pretenden «sal­
var su alma»; por eso la pierden para salvarla. Pero los que
quieren «salvar su alma» y no la «pierden», esos a la vez
pierden el cuerpo y el alma en el infiernoh
Por eso dice Jesús: «No temáis a aquellos que pueden
matar el cuerpo, sino más bien temed a aquel que puede
perder el alma y el cuerpo en el infierno». A este respecto
diríamos brevemente, de acuerdo con la capacidad de nues­
tro ingenio: El hombre animal no acepta lo que es del espí­
ritu2 y por eso no puede salvarse. Se siembra un cuerpo ani­
mal y resucita un cuerpo espiritual. Por último, el que se
une al Señor, se hace un espíritu con El4.
Por tanto, si «el que se une al Señor», aun siendo ani­
mal, se encuentra por ello transformado en un hombre es­
piritual y «es un solo espíritu», perdamos también nosotros
nuestra alma a fin de que, adhiriéndonos al Señor, nos ha­
gamos un solo espíritu con El5.

1. Mt 10, 28. 5. Sobre la distinción de alma,


2. 1 Co 2, 14. cuerpo y espíritu en Orígenes, véa­
3. 1 Co 15, 54. se 8, 1 y la nota correspondiente.
4. 1 Co 6, 17.
Homilía X X X V I, 1-3 231

2. Pero el Salvador, cuando los fariseos le preguntaron


«cuándo llegaría» el Reino de Dios, respondió: El Reino de
Dios no viene con espectáculo, ni dirán: vedlo aquí o allí,
porque el Reino de Dios está en vosotros6. El Salvador no
dice a todos: «el Reino de Dios está en vosotros», puesto
que los pecadores viven en el reino del pecado y, sin nin­
guna ambigüedad, en nuestro corazón impera el Reino de
Dios o el del pecado.
De ahí que debamos prestar más atención a lo que ha­
cemos, a lo que decimos o a lo que pensamos, y entonces
veremos si en nosotros domina el Reino de Dios o el reino
del pecado.
Consciente de esta alternativa, el Apóstol advierte a al­
gunos diciendo: Que no reine el pecado en vuestro cuerpo
mortal7.
3. Si alguno de nosotros ansia el Reino de Dios, está ya
bajo él; si alguno es atormentado por el fuego de la avari­
cia, forma parte de ese reino. Pues bien, el que es justo, tie­
ne por reina a la justicia; el que se sustenta de la ambición
por la vanagloria, en él reina el aura voluble de la popula­
ridad.
A quien está de duelo, a quien teme algo, a quien ama,
a quien anhela, a ese lo dominan cada una de esas pasiones,
según se encuentre bajo su poder. Sabiendo todo esto y co­
nociendo la multiplicidad de los reinos que existen, levan­
témonos y roguemos a Dios que aparte de nosotros el rei­
no del enemigo y podamos ponernos bajo el reino del Dios
omnipotente, esto es, bajo el reino de la sabiduría, de la paz,
de la justicia y de la verdad, virtudes todas que reconoce­
mos en el Hijo unigénito de Dios, a quien corresponde la
gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén8.

6. Le 17, 20-21. 8. 1 P 4, 11.


7. Rm 6, 12.
HOMILÍA XXXVII

Sobre el pasaje donde se dice que los discípulos desata­


ron el pollino de una asna (cf. Le 19, 29-40).
1. Se ha leído en el Evangelio según Lucas que, al llegar
el Salvador «a Betfagé y Betania, junto al Monte de los Oli­
vos, envió a dos de sus discípulos» para que soltaran «al po­
llino de una asna», que estaba atado, «sobre el que ningún
hombre había montado jamás1».
Todo eso, me parece, tiene un sentido más profundo que
el que se refiere a una simple historia. El pollino estaba ata­
do. ¿Dónde? Frente a Betfagé y Betania. Betania significa
«casa de la obediencia»2, y Betfagé es «casa de las mandí­
bulas»3, un lugar sacerdotal, porque las mandíbulas se les
daban a los sacerdotes, como prescribe la Ley4.

1. Más arriba, en 8, 3, Orígenes Betanias: el lugar situado a unos 3


ha identificado las pasiones huma­ km al E. de Jerusalén donde vivían
nas con las diversas especies de ani­ Lázaro y sus hermanas, y el que se
males. En este pasaje desarrolla la hallaba al E. del Jordán, a la altura
idea de que esas pasiones pueden de Jericó, donde Juan bautizaba. Es
convertirse en virtudes cuando se obvio que el lugar donde estaba el
ponen al servicio de Dios: ese es el pollino es el primero.
caso del pollino del Evangelio, en el 3. También este nombre se in­
que ve personificada la obediencia. terpreta hoy de manera diferente:
2. La etimología que aquí se en­ «lugar de higueras». Situado cerca
cuentra, así como en Ambrosio de la primera Betania, era para los
Exp. eu. Luc., 6, 13, difiere de la rabinos el barrio más apartado de
moderna que interpreta esta palabra Jerusalén.
como «casa del pobre». En el Evan­ 4. Cf. Dt 18, 3.
gelio de san Juan se habla de dos
Homilía X X X V II, 1-3 233

Así pues, el Salvador envía a sus discípulos adonde está


la «obediencia», adonde hay un «lugar reservado a los sa­
cerdotes», para que desaten «al pollino de una asna, sobre
el que ningún hombre había montado jamás».
2. En realidad, ¿qué otro puede montar sobre un asno,
fuera de un hombre? Quiero aportar un pequeño ejemplo pa­
ra que se pueda entender lo que pretendo decir. En Isaías es­
tá escrito: 'Visión de animales en la tribulación y la angus­
tia..., etc., hasta el lugar donde dice: No les aprovecharán las
riquezas de las serpientes5.
Considere cada uno de nosotros cuántos bienes de ser­
pientes, cuántas riquezas de bestias6 ha transportado antes
y cómo nunca han montado nuestro asno ni el hombre es­
piritual, ni la palabra de Moisés, ni la de Isaías, ni la de Je­
remías o cualquiera de los demás profetas. Y entonces verá
que la Palabra de Dios y el Verbo se han sentado sobre no­
sotros cuando vino el Señor Jesús y mandó a sus discípu­
los ir a desatar al pollino de la asna, que antes estaba ata­
do, para que anduviera libremente.
Y así, una vez soltado, el pollino de la asna es conduci­
do a Jesús, quien había dicho a los discípulos, cuando los
envió a soltarlo: «si alguien os pregunta por qué soltáis al
pollino, decidle que el Señor lo necesita».
3. Muchos eran los dueños de este pollino antes de que el
Salvador lo necesitase; pero, desde el momento en que El co­
menzó a ser su Señor, dejó de tener varios dueños, porque

5. Is 30, 6. La interpretación da hombre para que no se deje


intimista de Orígenes contrasta arrastrar por el pecado.
con la exégesis actual de este tex­ 6. Es decir, cuántas veces se ha
to -lamentación ante la política dejado dominar por las pasiones.
egiptófila de los dirigentes del Cf. más arriba 8, 3 y la nota co­
pueblo judío- y constituye una rrespondiente.
llamada a la responsabilidad de ca­
234 Orígenes

nadie puede servir a Dios y a Mammón1. Cuando servimos


al mal, estamos sometidos a múltiples pasiones y vicios.
Así pues, el pollino es soltado «porque el Señor lo ne­
cesita». Ahora el Señor también lo necesita. Vosotros sois el
pollino de la asna. ¿Para qué os necesita el Hijo de Dios?
¿Qué os pide? Necesita vuestra salvación, quiere desataros
de las cadenas de vuestros pecados.
4. A continuación, los discípulos colocan «sus vestidos
sobre el asno» y hacen sentar al Señor. Toman la Palabra de
Dios y la colocan sobre las almas de los oyentes. Se despo­
jan de sus vestidos y los «extienden sobre el camino». Los
vestidos de los apóstoles están sobre nosotros, sus buenas
obras son nuestro ornato. Los apóstoles quieren que noso­
tros pisemos sobre sus vestiduras. Y verdaderamente el po­
llino, soltado por los discípulos y llevando a Jesús, pisa so­
bre los vestidos de los apóstoles cuando sigue la doctrina e
imita la vida de estos.
¿Quién de nosotros tiene la dicha de que sobre él se sien­
te Jesús, quien durante el tiempo que estuvo en el monte
convivía solo con los apóstoles y a quien, cuando comenzó
a descender, acudió la multitud del pueblo78?
Si Jesús no hubiera descendido, la multitud no habría po­
dido acudir a El. Bajó y se sentó sobre el pollino de una
asna y todo el pueblo, al unísono, alababa a Dios9.

7. Mt 6, 24. una parte, el comentario a este pa­


8. Cf. más arriba 7, 2 y la no­ saje de Ambrosio en su Exp. eu.
ta correspondiente. Esta montaña Luc., 9, 4-5. El obispo de Milán,
es el Monte de los Olivos. comparando este pasaje de Lucas
9. Es posible que Jerónimo no con los relatos de Marcos y Mateo,
se haya contentado aquí con tra­ escribe: «4. Consideremos ahora
ducir el texto de Orígenes, sino quiénes fueron expulsados del Pa­
que se haya concentrado en el re­ raíso, cuando se descubrió su pe­
lato de Lucas y haya interpretado cado, y quiénes son los que están
la escena a su manera. Esta conje­ atados en aquella aldea. Y veis có­
tura se apoya en dos datos. Por mo a aquellos a quienes la muerte
Homilía X X X V II, 3-5 235

5. Viendo esto, los fariseos decían al Señor: «¡Reprénde­


los!». Y El les respondió: «si estos callaran, gritarán las pie­
dras». Cuando nosotros hablamos, las piedras callan; cuan­
do nosotros callamos, claman las piedras10. Porque Dios
puede hacer de estas piedras hijos de Ahrahamn.
¿Cuándo nos callaremos? Cuando se enfríe la caridad de
muchos12, cuando se cumpla aquello que fue predicho por
el Salvador: «¿Piensas que cuando venga el Hijo del Hom­
bre encontrará fe sobre la tierra?».
Por todo esto, imploremos la misericordia del Señor, de
modo que las piedras no clamen mientras nosotros calla­
mos; por el contrario, hablemos y alabemos a Dios en el
Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, a quien corresponde
la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén13.

había expulsado, los ha vuelto a hombre había montado aún”. Por­


llamar la vida. De ese modo, lee­ que estaba atado por los lazos de la
mos según san Mateo que eran una incredulidad, esclavizado a un due­
asna y un pollino, de manera que, ño malvado a quien estaba someti­
asi como en los dos seres humanos do por el pecado, pero que no po­
ambos sexos habían sido expulsa­ día reivindicar su dominio porque
dos, en los dos animales uno y otro quien la había convertido en dueño
sexo son de nuevo llamados. Por no era la naturaleza, sino la cul­
tanto, por una parte la asna es fi­ pa...». En segundo lugar, en otras
gura de Eva, madre del error; por obras de Orígenes, se encuentra la
otra, en el pollino está representa­ misma interpretación de Ambrosio:
do el conjunto del pueblo gentil. Y Comm. in lo., 10, 29; Hom. in
por eso es montado el pollino. 5. Y Gen., 17 (PG 12, 259 C-D).
con razón se dice: “nadie había 10. Se refiere a los gentiles. Cf.
montado en él”, porque nadie an­ más arriba 22, 9.
tes de Cristo había llamado a la 11. Le 3, 8.
Iglesia a los pueblos de las nacio­ 12. Mt 24, 12.
nes. Finalmente, en Marcos se en­ 13. 1 P 4, 11.
cuentra lo siguiente: “que ningún
HOMILÍA XXXVIII

Sobre el texto: Y, al aproximarse, contempló la ciudad y


lloró sobre ella, hasta el lugar donde dice: Expulsó a to­
dos los que vendían palomas (Le 19, 41-45).
1. Al aproximarse a Jerusalén nuestro Señor y Salvador
y contemplarla, lloró y dijo: «Si en este día tú también hu­
bieras reconocido el mensaje de paz; pero ahora está es­
condido a tus ojos; porque vendrán días sobre ti en que tus
enemigos te asediarán». Estas palabras encierran misterios,
y abrigamos la esperanza de poder descubrir lo que está
oculto si Dios nos lo desvela.
En primer lugar, hay que comprender el sentido de su llan­
to. Todas las bienaventuranzas de las que Jesús ha hablado en
el Evangelio son confirmadas por su ejemplo y, con su pro­
pio testimonio, prueba lo que ha enseñado. Dice: Bienaven­
turados los mansos'. Semejante a esto es lo que dice de sí mis­
mo: Aprended de mí -dice-, que soy manso12. Dichosos los
pacíficos3. ¿Y quién es tan pacífico como mi Señor Jesús, que
«es nuestra paz», que «ha disuelto la enemistad» y la ha des­
truido en su carne4? Dichosos los que sufren persecución por
la justicia5. Nadie ha sufrido persecución por la justicia más
que el Señor, que fue crucificado a causa de nuestros pecados.

1. Mt 5, 4. 4. Cf. Ef 2, 14.
2. Mt 11, 29. 5. Mt 5, 10.
3. Mt 5, 9.
Homilía X X X V III, 1-3 237

2. Así pues, el Señor muestra todas las bienaventuranzas


cumplidas en sí mismo. Incluso, a semejanza de lo que había
dicho -bienaventurados los que lloran6-, lloró El mismo con el
fin de que también esta bienaventuranza tuviera un fundamen­
to. Pues lloró sobre Jerusalén7 diciendo: «si en este día tú hu­
bieras reconocido el mensaje de paz; pero ahora está escondi­
do a tus ojos»... etc., hasta el pasaje en que dice: «porque tú
no has reconocido el tiempo en el que has sido visitada».
3. Alguno de los oyentes podría decir: «esas palabras son
evidentes y se cumplieron de hecho en Jerusalén porque el
ejército romano la asedió y destruyó hasta la exterminación8,
y llegará un tiempo en que no quedará de ella piedra sobre
piedra».
Y yo no niego ciertamente que aquella Jerusalén fuera
destruida por culpa de los crímenes de sus habitantes, pero
me pregunto si quizá ese llanto no se deba achacar a esta
Jerusalén nuestra. En efecto, nosotros somos la Jerusalén so­
bre la que Jesús ha llorado; nosotros, que al parecer conta­
mos con una visión más profunda9.

6. Mt 5, 4. veerá» y la segunda «la paz». Este


7. Jerusalén es generalmente último sentido parece estar en el
reconocido que quiere decir «fun­ fondo de la interpretación orige-
dación de (el dios cananeo) Sa­ niana. La ciudad elegida por Dios
lem». En la Sagrada Escritura so­ como lugar de paz es destruida
bresale desde siempre -en el AT es por sus enemigos a causa de sus
citada hasta seiscientas veces- el pecados.
carácter sagrado que le confiere el 8. Alude a la toma y destruc­
templo: Ne 11, 1; Is 48, 2; 52, 1; ción de Jerusalén por los romanos
Dn 9, 24; de ahí el sobrenombre en el año 70 d. C.
de «ciudad santa» con el que apa­ 9. Al pie de la letra habla Orí­
rece en el N T (Mt 4, 5; 27, 53). Es­ genes de una visión actual de los
to no quita para que se admitan misterios de la fe superior a la que
también otras interpretaciones, co­ podían tener los contemporáneos
mo la rabínica, según la cual la pri­ de Jesús.
mera parte sería «Yahvé verá, pro­
238 Orígenes

Y si, después de haber conocido los misterios de la ver­


dad, después de haber oído la palabra del evangelio y la doc­
trina de la Iglesia, después de haber contemplado los mis­
terios de Dios, alguno de nosotros llega a pecar, se le llorará
y habrá lamentos sobre él. Porque no se llora a un pagano,
sino a uno que estuvo en Jerusalén y dejó de estar allí.
4. Jesús llora, pues, sobre esta Jerusalén nuestra porque,
tras sus pecados, la «asediarán los enemigos», a saber, las
potestades adversas, los espíritus malignos; y construirán a
su alrededor una «empalizada», la asediarán y «no dejarán
piedra sobre piedra», sobre todo si después de una perfec­
ta continencia, después de muchos años de castidad, uno es
vencido y, seducido por los atractivos de la carne, pierde la
serenidad de la pureza101.
Si cometes pecados de impureza «no dejarán en ti pie­
dra sobre piedra». Porque en otro pasaje dice: No me acor­
daré de sus obras de justicia anteriores; lo juzgaré en su pe­
cado, en ese mismo en el que ha sido pilladon. Esta es, por
tanto, la Jerusalén sobre la que El llora.
5. A continuación se dice: «Entró en el templo» y, una
vez dentro, «arrojó fuera a los que vendían palomas». No
arrojó a los que compraban, porque el comprador es pro­
pietario de lo que ha comprado. Jesús expulsó del templo
del Padre a los que venden y dilapidan lo que poseían12, a

10. Una nueva alusión a la Comm. in Mat., 16, 20-23 y en


concepción de la vida cristiana co­ Comm. in lo., 10, 28. En Exp. eu.
mo una lucha del alma contra los Luc. 9, 18, Ambrosio comenta es­
poderes adversos, es decir, el de­ te pasaje de modo diferente con las
monio. En este contexto se refiere siguientes palabras: «Por tanto,
Orígenes sobre todo a los pecados con estas palabras (Jesús) enseñó
de la carne. Cf. más arriba 30, 1. que en general los negocios profa­
11. Ez 18, 24. nos deben hacerse fuera del tem­
12. Orígenes comenta los lu­ plo de Dios, y en especial arrojó
gares paralelos de esta escena en fuera a los cambistas. ¿Quiénes
Homilía X X X V III, 3-6 239

semejanza de aquel hijo amante del lujo que recibió la he­


rencia de su padre y lo perdió todo por excesos en la be­
bida13.
Por tanto, si uno se hace vendedor, es expulsado, sobre
todo si vendía palomas. ¿Por qué no se menciona a otras
aves, sino a las palomas? Porque este animal es sencillo y
hermoso.
Me temo que también en mí se encuentre este vicio. En
efecto, si lo que me ha sido revelado y confiado por el Es­
píritu Santo para que lo trasmita al pueblo, yo lo vendiere
por dinero y no enseñara gratuitamente, ¿qué otra cosa ha­
go sino vender palomas, es decir, vender al Espíritu Santo?
Y si lo vendo, soy expulsado del templo de Dios.
6. Por eso, roguemos al Señor a fin de que todos com­
premos en vez de vender. Porque si no vendemos, conoce-

son los cambistas, sino aquellos dote engañar por el fraude de la


que buscan una ganancia con el di­ perfidia arriana, no confundas la
nero del Señor sin distinguir el pervertida imagen de tu príncipe
bien del mal? Porque es dinero del con tu tesoro ni tientes los oídos
Señor la Sagrada Escritura. En de los fieles con el sonido del di­
efecto, el señor que iba a hacer un nero, de manera que el tintineo de
viaje distribuyó su dinero entre las monedas imposibilite que se es­
sus siervos y repartió sus talentos. cuchen las Escrituras sagradas y el
Y entregó dos denarios al posade­ afán de poseer se entremezcle con
ro para que cuidara al hombre he­ los afectos religiosos. Por tanto,
rido, porque nuestras heridas se no hay que expulsar a todos los
curan con los dos Testamentos. cambistas, ya que los hay también
Tú, sin embargo, como buen cam­ buenos. En definitiva, (Jesús) dijo:
bista, guarda “las palabras del Se­ “Debías haber entregado mi dine­
ñor, palabras limpias, plata acriso­ ro a los banqueros para que yo, a
lada por el fuego, purificada por el mi vuelta, lo hubiera recibido jun­
Espíritu septiforme” (Sal 12, 7) y to con los intereses”. Porque, si en
no adoptes, con una adulteración las Escrituras aparece el cambista,
impía, la figura engañosa de un también en ellas está el banquero».
rey, porque incluso Satanás se dis­ 13. Cf. Le 15, llss.
fraza de ángel de la luz. Y, deján­
240 Orígenes

remos y entenderemos nuestra salvación; de otra suerte, los


enemigos cercarán nuestra ciudad. Y si, aunque solo sea una
sola vez, el ejército enemigo nos rodea, no mereceremos las
lágrimas del Señor.
Levantémonos, pues, con la luz del día y reguemos al
Señor que al menos seamos dignos de comer las migas que
caen de su mesa14. La Escritura se admira de que la reina de
Saba haya venido desde los confines de la tierra para escu­
char la sabiduría de Salomón15, y, al ver el banquete, el mo­
biliario y el servicio del palacio real, se llenó de estupor y
se maravilló.
Si nosotros no abrazamos de buen grado las enormes ri­
quezas de nuestro Señor16, el maravilloso mobiliario de su
palabra y la abundancia de su doctrina; si no comemos el
pan de vida17; si no nos alimentamos con la carne de Cris­
to y no bebemos su sangre; si despreciamos los manjares de
nuestro Salvador, debemos ser conscientes de que en Dios
hay bondad y severidad18.
De entre ellas, debemos pedir para nosotros la bondad
en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien corresponde la glo­
ria y el poder por los siglos de los siglos. Amén19.

14. Cf. Mt 15, 27. tura con la recepción de la Euca­


15. Le 11, 31. Cf. 1 R 10, 4-5. ristía. Ambas son fuentes de vida
16. N o es la primera vez que cristiana: cf. 28, 6.
en estas homilías Orígenes pone 17. Jn 6, 35.
en relación el alimento de la pala­ 18. Rm 11, 22.
bra contenida en la Sagrada Escri­ 19. 1 P 4, 11.

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