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García Pacheco Miguel Angel

PM44

México la modernización contradictoria

El mundo entero ha sido escenario de profundas transformaciones ocurridas a lo largo del


último cuarto de siglo. Aunque algunos autores se refieren al proceso de cambio como la
«globalización» para subrayar la nueva interdependencia económica y política que existe
entre todos los países, el término se queda corto respecto de la revolución productiva,
técnica, cultural y política que abarca hoy a todo el planeta y cuyos alcances y
consecuencias apenas empezamos a advertir.

En lo económico, la nueva época se caracteriza por la conformación de un mercado global y


por una nueva división internacional del trabajo, en la cual juegan un papel fundamental las
grandes empresas multinacionales que distribuyen mundialmente las diferentes etapas de la
producción. El funcionamiento de la gran empresa transnacional con una casa matriz y
filiales en distintas partes del mundo, tiende a ser sustituido por el reparto mundial de las
distintas fases de la producción con base en criterios de costos y acceso a mercados. Así,
empresas cada vez más cosmopolitas, con poco apego a sus orígenes nacionales,
concentran tareas de diseño y comercialización en los países avanzados, mientras que
trasladan sus fábricas a otras partes del mundo en donde los costos de fabricación sean
más baratos. Este cambio impulsa el espectacular brinco económico, a partir de la
producción maquiladora, de países como Corea, Taiwán, Hong Kong y Singapur.
Los cambios en los medios y la información aceleran la producción de conocimientos,
transforman los procesos de trabajo y modifican la comunicación entre las sociedades. La
computadora personal, el fax y el internet revolucionan la vida cotidiana y comprimen aún
más la aldea planetaria de la que habló Marshall McLuhan. Nuevos desarrollos como la
comunicación por satélite y las redes computarizadas, permiten el intercambio de
información en segundos de un continente a otro y amplían el espacio de lo público al
permitir que hombres y mujeres en diferentes partes del mundo compartan una
experiencia en el mismo momento en que sucede, como acontece. El mismo fenómeno
favorece tanto a la diversificación como a la integración de los mercados financieros, así
como a la capacidad de traslado de los capitales.

En lo político, la época está señalada por el derrumbe del bloque socialista y por la
adopción de regímenes de gobierno democráticos en países de todo el mundo, en una
tendencia incontenible que Huntington bautizó como la tercera ola», aún antes de que
alcanzara a las naciones de Europa Oriental. El cambio hacia la democracia y la economía
de mercado, por parte de los países socialistas, ha llevado a su vez al fin de la Guerra Fría
y al replanteamiento de las relaciones entre las grandes potencias que dejan de estar
guiadas por criterios geopoliticos para dar cabida a nuevos criterios de reparto económico
del mundo en donde empiezan a conformarse grandes bloques de naciones que comercian
entre sí y establecen reglas para compartir productos regionales.

América Latina
En este nuevo escenario de cambio mundial, América Latina ha vivido una severa crisis
económica, pero al mismo tiempo ha visto el fin de las dictaduras y el comienzo de una
nueva era democrática. Países como Brasil, Uruguay, Argentina y Chile que vivieron bajo
regímenes autoritarios a veces por décadas enteras, recuperaron el camino democrático y
consolidaron procesos electorales participativos y libres durante la década de los ochenta.
En lo económico, la década que se extiende entre 1980 y 1990 ha sido llamada por
numerosos autores como «la década perdida», para señalar las consecuencias de la crisis
de la deuda externa y la hiperinflación que afectaron a las naciones latinoamericanas.
Señalan, entre otras cosas, el severo retroceso en el crecimiento económico que, de
acuerdo con los informes de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) se
redujo en la región a 1.2% anual, en tanto, el producto por habitante cayó hasta 10% menos
que el de una década atrás. La pobreza creció notablemente en el periodo, al punto que
para 1989, el porcentaje de pobres en Latinoamérica se calculaba en 65% de la población,
9 % más que en 1980.

El proyecto modernizador incluyó, además del proyecto económico, la


necesidad de reformar al Estado mexicano para reducir su tamaño y para aumentar su
eficacia. Impulsada por un doble movimiento que respondía a los cambios mundiales por un
lado y a la presión de las fuerzas sociales internas por el otro, la democratización se
empezó a convertir en una exigencia casi impostergable, aunque como veremos más
adelante, su implantación integral sufrían repetidos tropiezos.

Una nueva política internacional

En el ámbito de las relaciones internacionales, la política modernizadora implicó una nueva


relación con los países del mundo en general y con Estados Unidos en particular. En cuanto
a los primeros, las acciones de México estuvieron encaminadas a aumentar su presencia en
foros internacionales y a crear reglas más equitativas para el funcionamiento del
intercambio comercial. Respecto a Estados Unidos, la política se rigió por un nuevo
concepto acerca de la necesidad de estrechar lazos económicos con el país que es el
mayor cliente de los productos mexicanos de exportación, que recibe un enorme flujo anual
de inmigrantes mexicanos y que representa la fuente principal de inversión externa en
nuestro país. Así, la relación entre las dos naciones tendió a buscar un acercamiento a
partir de cuestiones en que ambos países estuvieran de acuerdo y a la discusión por
separado de problemas particulares.
La nueva política internacional se inició en el gobierno de Miguel de la Madrid con el ingreso
al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio Exterior (CATT) en 1985 y continuó en el
gobierno de Salinas con la participación de México en una serie de organismos de
cooperación económica tales como el Acuerdo-Marco de Cooperación Económica con la
Comunidad Europea (1991) la Conferencia de Cooperación Económica del Pacífico (1991),
el Grupo de los Tres (con Colombia y Venezuela) y el Tratado de Libre Comercio con
Estados HE Unidos y Canadá (enero de 1994).
El esfuerzo del gobierno por crear para México un lugar como nación moderna, con
un liderazgo latinoamericano en el impulso del libre comercio fue recompensado.

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