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EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Para hacer referencia al nuevo orden mundial es importante establecer algunos elementos
que determinaron el orden anterior y que tienen que ver, específicamente, con las
consecuencias de la aplicación de los distintos modelos económicos que oscilaron entre el
liberalismo económico y el intervensionismo de Estado, pasando por la estrategia de
seguridad nacional de la posguerra, el tratamiento de la doctrina de los Derechos Humanos
y, por supuesto, el caso colombiano y las implicaciones que los actos terroristas ocurridos
en Nueva York y Washington en septiembre de 2001 tienen dentro de la concepción
nacional e internacional del conflicto armado interno, con miras a una posible salida
negociada.
Básicamente, el orden anterior se fundamentó en lo que se llamó el mundo bipolar, es decir,
la división de las lealtades de los distintos países entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética y el ejercicio y ostentación de poder de estas dos superpotencias en los campos
económico, político y militar.
Teniendo en cuenta que los distintos Estados oscilaron entre la aplicación de liberalismo
económico y el intervensionismo estatal –este último más o menos moderado según las
circunstancias– nos detendremos un poco en el Neoliberalismo por tratarse del modelo de
mayor aplicación en la actualidad, en todo el mundo occidental.
1. NEOLIBERALISMO
Con el ánimo de precisar conceptos: se conoce como neoliberalismo al modelo de
desarrollo que propende por la libertad de los mercados, en los que la intervención del
Estado tiende a limitarse a los aspectos necesarios para garantizar la eficiencia y
flexibilidad de la economía. Y como globalización al proceso que tiende a la creación de un
sistema económico mundial, con un mercado global de bienes, servicios, capitales y fuerza
de trabajo. También se aplica a la creación de redes políticas, culturales, de
comunicaciones, ecológicas y técnicas que abarquen a todo el mundo. Ahora bien, a la par
con la generalización de la crisis estatal se dio un vertiginoso desarrollo tecnológico en el
campo de las telecomunicaciones. La era de la información evidenció la posibilidad de
realizar operaciones financieras y comerciales entre los más recónditos sitios del planeta, de
manera instantánea y en tiempo real. Así se abrió paso el fenómeno de la globalización
haciendo indispensable rediseñar las formas de participación na cional, regional y local en
los mercados regionales e internacionales. Este desarrollo en telecomunicaciones permitió
que el fenómeno de la globalización penetrara de forma avasalladora e incontenible en,
prácticamente, todos los rincones del planeta. A raíz de este hecho brotó una nueva
situación que profundizó aún más la crisis del Estado: el concepto tradicional de soberanía
tendió a revaluarse. Los diagnósticos en cuanto a ineficiencia, ineficacia, deuda externa,
brecha fiscal, corrupción y desbordado tamaño del Estado se conjugaban con la propuesta
de apertura económica y libre mercado; propuesta que, por supuesto, estuvo acompañada de
las consabidas presiones de organismos financieros internacionales para ser aplicada de
forma inmediata. El neoliberalismo, entonces, se formuló con la pretensión de disminuir el
tamaño del Estado, atacar la brecha fiscal, conseguir mayor eficiencia y eficacia en el
manejo de los recursos, mejorar la gestión pública y disminuir la deuda externa. Para
conseguir esto se planteó que el Estado redujera de manera sustancial su intervención,
dándole paso nuevamente al florecimiento de la iniciativa privada. Se puso en tela de juicio
la conveniencia de que el Estado mantuviera una marcada injerencia en actividades
económicas de naturaleza privada. Es así como se plantea que para asegurar una función
estatal adecuada éste se concentre en temas como: mantener el monopolio de la fuerza,
administrar justicia, legislar y manejar las relaciones internacionales con otros Estados,
permitiéndole al sector privado maniobrar de acuerdo con las nuevas tendencias
globalizadoras y del libre mercado. Se dice que el neoliberalismo es una teoría
globalizadora y que ha colaborado muy directamente con fuerzas globalizadoras. Es
indudable que la revolución de las comunicaciones y la extensión de la tecnología
informática están estrechamente vinculadas con el proceso globalizador. Los neoliberales
aplican a escala mundial la filosofía que les guía en sus compromisos más locales. Asumen
que el mundo progresará más si se permite a los mercados funcionar con pequeñas
interferencias o sin ellas. En el período comprendido entre 1990 y 1994, durante la
presidencia de César Gaviria Trujillo, Colombia inicia el tránsito hacia la implementación
del modelo de política económica neoliberal. Es en ese período cuando se inician, con toda
decisión por parte del gobierno, los procesos de apertura económica enmarcados en
apertura comercial y cambiaria, control de la inflación y de la emisión mone- taria, la
independencia del Banco de la República, la modernización del sistema tributario, la
privatización de algunas empresas del Estado –con lo cual se pretendía contribuir a atacar el
déficit fiscal y a reducir la deuda externa–, la liberalización financiera, el control a los
monopolios y la reducción de las estructuras estatales innecesarias. Sin embargo, como en
muchos otros países que aplicaron políticas de privatización, el alivio no se vio y la brecha
fiscal continúo creciendo. Es indudable que, principalmente los países en vía de desarrollo,
no estaban preparados para asumir las consecuencias resultantes de la apertura. La
competitividad de los productos nacionales en los grandes mercados del mundo globalizado
fue casi nula. La apertura económica estuvo acompañada de una falta absoluta de previsión
gubernamental en el diseño y aplicación de políticas públicas que inyectaran gradualismo a
la inmersión de los mercados nacionales en el complejo mercado global. La producción
nacional tanto agrícola como industrial se ha visto peligrosamente afectada por la invasión
–sin ningún tipo de control– de productos y mercancías traídas del extranjero,
especialmente del lejano Oriente. A título de ejemplo, vemos cómo la economía de los
denominados Tigres asiáticos, en cambio, presenta un crecimiento desbordado, gracias al
aprovechamiento de ventajas comparativas como el exceso de mano de obra y el desarrollo
tecnológico que les permite abaratar costos a niveles casi ridículos, si se comparan con las
posibilidades de otros países en vía de desarrollo. En los últimos años del siglo pasado y los
primeros de éste se han conformado infinidad de movimientos en contra de las políticas
neoliberales y de globalización. Se escuchan múltiples argumentos que critican los
resultados de la aplicación de estas políticas y sus efectos nefastos en las posibilidades de
desarrollo para la gran mayoría de los países y su innegable incidencia en el deterioro de la
calidad de vida de las personas. Es evidente que fenómenos como la rápida concentración
de la riqueza, la exclusión económica, social y política y el empobrecimiento acelerado de
millones de personas en todo el mundo, influyen marcadamente en procesos de
inestabilidad política. De igual manera, la descomposición social y la pobreza acompañan
procesos de desestabilización democrática y violencia generalizada. Todos estos fenómenos
se consideran abiertamente relacionados con el neoliberalismo; por ello han empezado a
levantarse voces que exigen una alternativa que reduzca sus efectos devastadores y permita
que, a partir del rediseño de políticas públicas, los Estados consigan incluir a más personas
en los procesos productivos con miras a incrementar sustancialmente el ingreso individual y
colectivo en aras de mejorar la capacidad de consumo y con ello la calidad de vida de las
comunidades. Esta alternativa se ha denominado “La tercera vía”. Entre tanto, son muchas
las discusiones y diagnósticos de corte filosófico, económico y político dirigidas a
contrarrestar los efectos perversos del neoliberalismo y la globalización. Incluso, se ha
llegado a pensar en la desaparición de la figura de Estado, debido a la enorme crisis a raíz
de su debilitamiento surgido de su mal manejo y desastroso funcionamiento. De cualquier
manera, no tiene muchos sentido suponer que el Estado y el gobierno se hayan vuelto
irrelevantes. En la práctica no ha podido demostrarse que los mercados puedan reemplazar
totalmente al gobierno en ninguna de las tareas que éste desarrolla; tampoco se ha
demostrado que puedan hacerlo los movimientos sociales u otras clases de organizaciones
no gubernamentales, por muy significativas que se hayan vuelto. Sin embargo, nadie
pareciera tener ya alternativas al capitalismo –los debates que se mantienen atañen a la
extensión y las formas en que el capitalismo debiera ser dirigido y regulado.

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