Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Recibimos un año nuevo y, para nosotros, humanos, nos parece sencillo medir el
tiempo. ¿Qué es el tiempo en realidad? Apenas una ilusión, puesto que hay quienes,
como nosotros, hace seis horas, ocho horas, diez horas, ya entraron en esta dimensión
que nosotros ahora, en este minuto, estamos denominando 1 992.
JAL nos habló muchas veces de la ilusión del tiempo. Pero no vamos a empezar
un año hablando de la ilusión, ni de la ilusión del tiempo, sino de otra dimensión
temporal que es la que nos interesa verdaderamente. Y es también otro legado de JAL:
la Revolución Sin Tiempo, las vueltas infinitas que damos siguiendo la Rueda de la
Vida, los ciclos; los giros mediante los cuales nos abrimos paso a través de la oscuridad;
mediante los que, con la Luz del Hacha de Oro, trazamos surcos en medio de las
tinieblas, porque todos, todos, de una forma u otra, soñamos con el Centro, con la Meta,
con la Cúspide del Laberinto donde nos vamos a convertir en Luz, en Fuego.
En verdad, en esta Revolución Sin Tiempo no existen las medidas, sino los
ciclos. Este no es un año más para nosotros, no es un año nuevo: es un nuevo ciclo.
Hoy yo quisiera tender un puente y recuperar aquella magia y que, también para
nosotros, esta ciudad de Lima se convirtiera en la Tebas de los prodigios, donde todos
somos mucho más que la apariencia que presentamos, donde todos somos mucho más
que la expresión con la que vivimos, donde todos somos exactamente aquello que
soñamos ser. Quisiera que ahora también nos sintiéramos en Tebas y pudiéramos elevar
nuestra conciencia para ver desde lo alto: ver, prever, revisar... Lo más fácil, lo más
accesible, es examinar, constatar lo que ha sido este último año para nosotros: largo,
larguísimo, y si lo queréis, desde otro punto de vista, breve, cortísimo... Ha sido un ciclo
en el cual no hemos tenido más remedio que enfrentarnos con nosotros mismos y
descubrir cuales son realmente nuestras posibilidades, con qué medios contamos y
cuales son los elementos que tenemos para seguir construyendo círculos y círculos en la
eterna espiral del Laberinto.
Sobre nosotros, acropolitanos, ha caído una tormenta. Han llovido las aguas más
amargas del cielo, han sonado los truenos más duros de escuchar y nos han agitado los
vientos más difíciles de soportar. La tormenta, la tormenta inesperada, la tormenta en la
que nunca nos atrevimos a pensar siquiera, fue aquella que nos arrebató el trozo más
pequeño de nuestro Maestro, aquel al cual El siempre nos enseñó a darle muy poca
importancia: apenas su cuerpo. Termina la tormenta y nos encontramos desesperados,
Ene/92 Nº 170 - 2
mirándonos unos a otros, y sin embargo fuertes, y sin embargo de pie, y sin embargo
seguros, porque hemos podido constatar cuáles son las armas que tenemos en la mano.
Nuestras armas son las de siempre: LA TRADICIÓN, EL DESTINO, LA NECESIDAD
DE EVOLUCIONAR, NUESTRA DOCTRINA Y EL AMOR POR LA HUMANIDAD
a la cual pertenecemos y a la cual al mismo tiempo estamos sirviendo con todas las
fuerzas.
Pero no nos creamos únicos ni nos creamos señalados por el dedo del Destino
porque hayamos tenido que soportar, resistir y levantarnos después de una tormenta.
Todo el mundo está en medio de la tormenta y todo el mundo soporta vendavales.
Veamos si no cómo se abaten tantos y tantos árboles, tantas y tantas civilizaciones que
tardaron siglos en ponerse de pie. ¿Y qué pasa cuando echamos una mirada a nuestro
alrededor? Nuestro mundo no queda precisamente de pie detrás de cada tormenta. Cada
viento y cada tempestad supone para nuestra civilización un baluarte que cae, una
frontera que se destroza, un pueblo que se desangra, una idea que se derrumba... Hay
más violencia, hay más odio, hay más separación. Cada vez tenemos menos soportes
morales, menos soportes materiales. Nuestro mundo, aún en lo material, está
envenenado, y como seres humanos vivimos envenenados. Sólo que nos hemos
acostumbrado a vivir envenenados... Ya nos sabe bien el aire putrefacto, ya nos saben
bien los muertos que comemos...
Y sin embargo, somos nosotros, los más pequeños, los que debemos enseñar al
mundo cómo se superan los vientos y cómo se superan las tempestades.
Sé que sufrimos, sé que hay problemas, sé que nos duelen muchas cosas, sé que
no tenemos lo que querríamos tener. Pero eso no es lo importante; lo importante es que
todos, después de un AÑO DE LA CONSTATACION, sabemos, porque lo hemos
comprobado, que podemos superar nuestras propias dificultades. Y en la medida en que
superemos esas dificultades es como nos sentiremos dignos de enseñar a los demás y
dignos de construir un Mundo Nuevo y Mejor.
Mientras afuera construyen como locos una Torre de Babel, mientras fuera de
estas puertas los hombres ni se escuchan ni se entienden y se aturden unos a otros para
no escuchar la voz de la conciencia, nosotros tenemos. que construir una Pirámide cuyo
extremo sea símbolo de Unión y de verticalidad. Nosotros sí tenemos que entendernos,
no podemos aturdirnos, y no es el ruido el que habrá de llenar nuestras almas, sino el
sonido con el que hemos despertado, el Clarín que nos ha llamado y el Clarín que ha de
sonar esta vez por boca nuestra para seguir despertando miles y miles de seres humanos.
Humanidad, hasta que la Humanidad entera pueda estar unida con Dios. La cadena
empieza con cada mano que se une con otra mano, y la cadena -al menos para nosotros,
en esta dimensión y en este momento- terminará cuando todos, en conjunto, podamos
sentirnos fuertemente ligados a la Divinidad.
Y porque siento que El así lo quiere, y porque siento que también lo queréis
vosotros, este año 1992 será para nosotros EL AÑO DEL PACTO, en el que todos
renovaremos, desde el puesto en que estemos, nuestros compromisos, nuestros
juramentos, aquello a lo cual nos hemos comprometido a servir. Nuestro Pacto es con el
Cielo y lo sellaremos aquí en la Tierra, con un rectángulo en color azul.
MM DSG
Ene/92 Nº 170 - 4
LA FELICIDAD
Sabremos que somos felices cuando empecemos a disfrutar con las cosas
sencillas, cuando la sonrisa surja fácilmente en nuestros labios, cuando estemos atentos
a aprender algo nuevo todos los días y avanzar sin prisa y sin pausa hacia las metas que
nos hemos trazado. Imaginar sin fantasía, soñar con sentido práctico, lanzarse a la
aventura con riesgos calculados, amar sin retaceos, son los exponentes de una felicidad
bien asentada.
MM DSG