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Karen Sarahi Ibarra Ledezma

“Humanismo”

25 de noviembre de 2022

Ludens 1

La motivación intrínseca de los niños parece haber disminuido antes que estimularlo.
Han dejado de “jugar”, (hay que entenderlo en el sentido más amplio de la palabra):
libertad para que cada niño se deje guiar por su curiosidad y cultive sus intereses.
Libertad para buscar, descubrir, probar cosas y crear. En casi todas partes donde uno
mira, los datos muestran que se ha limitado la libertad de los niños.

La mayoría de los niños pasan menos tiempo al aire libre que presos; ha aumentado el
tiempo que dedican a hacer deberes y cada vez tienen más la impresión de que su vida
la controlan otros, en vez de ellos mismos. Los jóvenes están convencidos de que sus
padres otorgan más importancia a las notas que a la amabilidad y la compasión. Mientras
tanto, hay una sensación generalizada de que estamos perdiendo algo muy valioso:
nuestra espontaneidad y nuestra capacidad de disfrutar jugando. Los biólogos están de
acuerdo en que la necesidad de jugar está arraigada en lo más profundo de nuestra
naturaleza. Casi todos los mamíferos juegan, y muchos otros animales también. En
Alaska, a los cuervos les gusta deslizarse por los tejados cubiertos de nieve como si
fueran toboganes. A primera vista, puede parecer que jugar es una forma de pasar el
tiempo sin ninguna utilidad. Pero lo fascinante es que precisamente los animales más
inteligentes como los primates.

Los niños aprenden a andar y a hablar sin necesidad de pruebas calificables y notas. Lo
hacen por sí mismos, porque quieren descubrir el mundo. Los hijos de los cazadores-
recolectores también aprenden jugando. Cazar insectos, fabricar arcos y flechas, imitar
sonidos de los animales... En la selva hay muchas cosas que aprender. Para sobrevivir
en la naturaleza hay que tener una cantidad abrumadora de conocimientos sobre los
reinos animal y vegetal. Jugando juntos, además, los niños aprenden a colaborar.
Los hijos de los cazadores-recolectores juegan casi siempre en grupos mixtos de niños
sin distinción de edad. Los pequeños aprenden de los mayores y los más la
responsabilidad de transmitir lo más pequeños. que ya mayores sienten han aprendido.
No es extraño, por tanto, que en este tipo de culturas apenas haya juegos de carácter
competitivo. Al contrario de lo que ocurre en un torneo de adultos, jugar sin reglas obliga
a los niños a alcanzar compromisos continuamente, porque si alguien no está satisfecho
puede dejar de jugar y se acabó la diversión para todo el mundo.

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