Está en la página 1de 2

Mi compadre y el nieto.

Sentado en un café en la plaza frente al Templo de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro


México, esperaba a mi querido compadre.

Hola Adolfo, me da gusto verte.

El gusto es mío compadre, que bonito lugar escogiste para que nos reuniéramos.

C) A mí me encanta, es uno de los recintos más impresionantes del barroco colonial mexicano.
Desafortunadamente no es posible contemplar este recinto tal y como fue en su totalidad,
pues una de sus partes fundamentales, el altar mayor, de estilo barroco, fue destruido en
1849, colocándose en su lugar uno neo clásico que actualmente se conserva. No obstante,
todos los demás retablos, labrados en madera y cubiertos con hoja de oro, se muestran
completos.

A) Llegué un poco más temprano y tuve la oportunidad de verlos son realmente magníficos, y
eso del altar principal no lo sabía, me has ilustrado.

C) Te cuento otro detalle curioso de esta construcción, este Templo ostenta el primer reloj de
tres carátulas que se construyó en América.

A) Realmente interesante compadre, perdón que te cambie el tema, deja que te cuente, el
viernes fui a consulta con mi quiropráctico el Dr. Alberto Meta, quien además de ser un gran
profesional que me ha salvado de una operación de columna, es un gran ser humano.

C) Bien Adolfo, pues cuéntame.

A) Como bien sabes acabo de ser abuelo.

C) Vaya que lo sé, últimamente no platicas de otra cosa y todos los días traes fotos nuevas de
tu nieto.

A) Al enterarse de esto el Dr. Primeramente me felicitó y después compartió conmigo un


pensamiento que según me dijo lo escuchó de un sacerdote Jesuita, y me dijo el nombre del
sacerdote, pero ya no me acurdo.

C) Que raro compadre si a ti nunca se te olvidan.

A) No seas sarcástico compadre, ya sé que es uno de mis puntos flacos, antes di que me
acuerdo de quien eres, lo interesante o más bien lo que me impactó no fue el nombre sino la
historia que me platicó.

C) Bueno ya no la hagas de emoción y cuéntame la historia.

A) Me platicó que en aquél entonces el también acababa de ser abuelo y el padre le dijo que
esa etapa de la vida era una bendición pues ya tenemos la posibilidad de ver las cosas desde
otra perspectiva.

Los bebés, me dijo, vienen al mundo a imagen y semejanza de Dios, es decir puros de corazón
y alma, confiando plenamente en sus padres.

Luego nosotros como padres los vamos contaminando, sin darnos cuenta, sin intención ¿pues
qué padre o madre no quiere lo mejor para sus hijos? Sin embargo, así es, aún con las mejores
intenciones tal vez de que no corran riesgos les decimos, no te acerques a ese señor que
parece mala persona, no hables con desconocidos, que es peligroso. Y se van volviendo
desconfiados.

Puede ser que alguna ocasión alguien te llame por teléfono y al contestar el niño (obviamente
ya más grande) le das la instrucción de que diga que no estás, y se va volviendo mentiroso.

Al estar con otros niños, tu como padre orgulloso le dices, ni te comparas con los otros, tu eres
el más bello, el más inteligente, el más simpático. Y se va volviendo vanidoso.

En fin, cuantas cosas no hicimos o dijimos como padres que fueron alterando aquella prístina
alma, y no solo nosotros, la sociedad en general.

C) Haber Adolfo, creo que soy consciente de eso que dices y sí, estoy de acuerdo yo como
padre también la he regado, me he equivocado, pero luego qué.

A) Luego compadre viene lo que realmente me gustó. Me dijo: la mayoría de los abuelos
piensan que los nietos llegaron y que es su oportunidad para ayudarlos, para apoyarlos y
enseñarles algo de toda la experiencia que han acumulado en su recorrido por la vida.

Pero cuan equivocados están, en realidad ese pequeño ha venido para enseñarnos, para
ayudarnos, para recordarnos que algún día nosotros también fuimos así, puros de corazón y
alma, inocentes, ansiosos por aprender y con conexión directa con Dios.

C) Wow Adolfo, hasta se me enchina la piel, que bello pensamiento, así que son ellos los que
realmente nos ayudan y nosotros vanidosos pensamos lo contrario.

A) Si compadre, a mí también, así que te podrás imaginar con que ojos veo ahora a mi nieto
Santiago, si de por sí ya me traía lelo.

Adolfo Torres

También podría gustarte