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Las ganancias crecían. Con ese marco de optimismo, decidieron comprar una
casa más grande en Clovis, en las afueras de Fresno.
Aunque el tema que desató la gran furia fue la división de las sociedades y
propiedades. Larissa sentía que era injusto que él se llevara parte lo que ella
había ganado. Y le echaba en cara que era un inútil para generar dinero.
A Larissa, este arreglo no le resultó para nada adecuado. Sentía que todo era
de ella y que su marido aprovecha el bienestar que ella había logrado.
La violencia, en ascenso
También le contó que había rayado la camioneta de Timothy y que esas rayas
eran para ella un trofeo.
El final anunciado
En abril de 2003, Larissa compró un barril de más de 200 libros, y lo hizo enviar
a su laboratorio. No era, en absoluto, del tipo de los que se utilizaban allí. No
conforme con el tamaño, le preguntó a un empleado si creía que allí podría
entrar una persona. Su interlocutor no olvidó esta extraña pregunta.
Por otro lado, había comprado enormes cantidades de ácido clorhídrico, ácido
sulfúrico y ácido acético. Era algo altamente inusual para su laboratorio.
Fueron a la policía para reportar su desaparición. Les dijeron que había que
esperar 24 horas. Pasado ese tiempo, como no hubo novedades, comenzó la
investigación.
Ella no solo negó toda situación. Además, llevó a su hijo unos días a Disney
World y después, a visitar a sus familiares en San Antonio.
Ella, al mismo tiempo, consiguió que una amiga alquilara un camión para
trasladar el famoso barril al depósito que había alquilado.
La confesión
Los veredictos
Además, después del juicio, Kristin Schuster, la hija mayor, le dijo a los
ojos: “Este es un adiós para siempre como tu hija”.