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Dado que tendremos dos miércoles a la mañana libres, les dejo como consigna de
trabajo lo siguiente:
La lectura atenta del Proemio, la introducción, la introducción a la 4ta parte y el
epílogo del Decamerón.
La lectura del cuento sobre Nastagio degli ONesti. Líneas de reflexión por su cuenta
antes de comenzar lo que sigue, en clase.
Además, les copio la introducción a la sexta jornada para que ustedes tomen la
palabra el miércoles 1 de junio.
Les sugiero algunas líneas de reflexión:
- ¿En qué momento podría leerse en este pasaje la cuestión de la autonomía
femenina? ¿Desde que estrategias discursivas se aborda?
- Indique algunos elementos del locus amoenus en el pasaje
- Investigue en la web quienes fueron Troilo y Criseida. Por otro lado, busque
quienes fueron Tíndaro y quién Liscisca.
- ¿Qué relación encuentra entre ambas parejas?
- Pensando en un posible ensayo, qué plan de escritura elegiría para una de
estas líneas nombradas más arriba
Sexta Jornada
Termina la quinta jornada del «Decamerón» y comienza la sexta, en la cual, bajo la
regiduría de Elisa, se razona de quien, siendo provocado, con alguna ingeniosa salida se
desquitó, o con pronta respuesta o agudeza evitó peligro o burla.
La luna, ya en medio del cielo, había perdido sus rayos, y con la nueva luz que
sobrevenía se esclarecía todo nuestro mundo, cuando la reina, levantándose, hizo llamar a
toda la reunión. Con lento paso se alejaron todos por aquel bello lugar, dispersándose y
pisando el rocío mientras platicaban de diversas cosas y debatían la mayor o menor belleza
de las narraciones contadas, con lo que el recordar varios casos relatados suscitaba su risa.
Al fin, ya ascendiendo el sol y el calor creciendo, les pareció que debían tornar a su casa. Y,
volviendo sobre sus pasos, allá fueron. Estaban las mesas puestas y todo ornado de
hierbecillas olorosas y flores y, antes de que el sol arreciase, por orden de la reina se
pusieron a comer. Y esto acabado con regocijo, antes de nada entonaron algunas bellas y
galanas cancioncillas, y unos se fueron a dormir y otros a jugar al ajedrez y otros a las
tablas. Dioneo y Laurita cantaron la canción de Troilo y Criseida. Y llegada la hora de
reunirse cuando la reina los llamó según la costumbre, se sentaron alrededor de la fuente.
Mas, cuando la reina iba a mandar a contar la narración primera, sucedió una cosa nunca
acontecida antes, y fue que la reina y todos oyeron gran tumulto que los criados y otros
sirvientes hacían en la cocina. Se llamó al mayordomo y preguntóse qué era aquel
escándalo, y su motivo. Respondió él que era la disputa entre Licisca y Tíndaro, pero que
no conocía la razón, ya que él acababa de llegar para apaciguarlos cuando fue llamado.
Ordenó la reina que sin tardanza se hiciese comparecer a Tíndaro y Licisca y, cuando
vinieron, les preguntó la causa de su alboroto. Quiso Tíndaro responder, pero Licisca, que
ya era madurilla y más soberbia que otra cosa, arrebatada por el mucho gritar, volvióse
hacia él de mal talante, y dijo:
—¡Animal de hombre que intenta hablar antes que yo, estando yo delante! Déjame
decir a mí. Y, dirigiéndose a la reina, dijo:
—Señora, quiere éste afirmar que conoce mejor que yo quién era la mujer de
Sicofante y, como si con ella no hubiese yo tratado, afirma que, la primera noche que
Sicofante yació con ella, micer Mazza entró en Montenegro por fuerza y con efusión de
sangre, cuando es la verdad que entró pacíficamente y con gran gusto de los de dentro. Y
tan bestial es, que cree que son las jóvenes unas tontas que pierden el tiempo esperando la
decisión de padres o hermanos, que seis veces de cada siete las hacen aguardar, para
casarse, tres o cuatro años más de lo debido. ¡Bueno estuviera que ellas aguardasen tanto!
Por la fe de Cristo que me debe creer cuando le juro que no conozco vecina que se haya
casado doncella; y aun sé cuántas burlas hacen las casadas a los maridos. ¡Y este mentecato
me quiere hacer conocer a las mujeres, como si yo hubiera nacido ayer!
Mientras Licisca hablaba, reían las mujeres tan a labio abierto que se les hubiesen
podido sacar los dientes todos. Seis veces impuso silencio la reina a Licisca, mas de nada
servía, porque ella no calló hasta que dijo cuanto le plugo. Pero, cuando terminó sus
palabras, la reina, riendo, dijo a Dioneo: —Dioneo, cuestión tuya es ésta, y por eso quiero
que, cuando concluyamos nuestros cuentos, dictes sobre eso sentencia firme. A lo que
respondió prestamente Dioneo:
—Señora, dada ha sido la sentencia sin más oír; y digo que Licisca tiene razón, y
que creo que es como ella dice, y que Tíndaro es un bestia. Al oír esto, Licisca comenzó a
reír y, volviéndose a Tíndaro, dijo:
—¡Bien lo decía yo! Vete con Dios, que crees saber más que yo y todavía no tienes
pelo de barba. Gran donaire, grande; sí, que no he vivido en balde, no. Y si no fuera porque
la reina, con semblante fosco, le impuso silencio, y mandóle que no hablase ni tumulto
hiciese, si no quería que la echase fuera, con lo que ella y Tíndaro salieron, no habría
existido tema de que más tratar en todo el día. Y cuando entrambos partieron, la reina
ordenó a Filomena que principiase las narraciones, y ella risueñamente comenzó:
El joven que tiene la función de rey o reina en cada jornada es el encargado de fijar
el tema sobre el que deben girar los cuentos de cada día. Por lo tanto, los temas de los
diferentes cuentos son muy variados; pero, sin embargo, se puede decir que todos los
cuentos giran alrededor de dos temas fundamentales:
PERSONAJES
ESPACIO / LOCALIZACIÓN:
FUENTES
ESTILO
FINALIDAD DE LA OBRA
Tres rasgos hacen del Decamerón una obra esencial en la historia de la literatura:
1. El realismo en el que transcurren la acción principal y la mayoría de los
cuentos: ya hemos dicho que los personajes se refugian huyendo de las miserias de la peste,
y se distraen relatando historias que suponen un reflejo de los vicios de la sociedad de la
época. Esto es algo nuevo hasta ese momento, ya que la mayor parte de las narraciones
medievales (como los poemas caballerescos o los épicos) se centraban en mundos
fantásticos y en las hazañas de los héroes.
2. La calidad de la prosa utilizada por Boccaccio, que será ejemplar para las futuras
narraciones en prosa en lengua romance.