Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Cuando fui presa en el dulce comienzo de una dulzura tan dulcemente dulce
Quién no conoce los nombres ridículos que los amantes se aplican, que
apelativos de perros y cotorras son el fruto natural de las intimidades
carnales. Las palabras del corazón son infantiles. Las voces de la carne
son elementales. De hecho... el amor consiste en poder ser tontos juntos
—licencia total de necedad y de bestialidad (Valéry, 1972, pág. 76)
La imaginación no tiene límites, la utilización y los recursos físicos del cuerpo sí. Cuando
se supone que se goza tanto a través de erotismo, lo que está en juego no es sino una extraña
combinación de acción, fantasía y riesgo, a lo que se añade —cuando se trata de «amores
sublimes»— la ilusión de que se trata de un acto divino realizado en compañía de un ser
celestial. Cuando el sentimiento es profundo y se goza plenamente del erotismo, se experimentan
sensaciones semejantes al misticismo que, como se sabe, es la experiencia amorosa por
excelencia.
La pornografía se burla del amor y la telenovela reniega del cuerpo, se trata de la eterna
disputa en la que se considera al ser humano como el animal más repulsivo y sucio o como la
materialización de la integridad, cuando en realidad no se encierra en ninguna de estas dos
categorías sino que es portador potencial de ambas: «el infierno donde todo es deseo y el edén
donde todo es delicia sólo caben simultáneamente en la literatura» (Gaitán-Durán, 1997, pág. 39)
Los enamorados, después de haber superado los límites de amor y placer soñados, y si
además de esto ya se han casado, tienen varios hijos y cuentas por pagar, podrían sentirse
identificados con los planteamientos de Borel cuando han despertado de su modorra, de un
desbordante amor carnal.
A través de su queja Borel parece anhelar la realización de algunos valores del amor
«elegante» promulgado por la tribu preislámica Banú Udra (hijos de la virginidad), celebrada
por Al-Wassa en El libro del brocado, asimilada por los poetas provenzales y algunos
románticos. El amor, desde esta perspectiva, no debería ser un «carnal cruce de sexo» sino
perpetuación del deseo, de gozo en el sufrimiento, en la sensación de que el objeto amoroso está
próximo y lejano, es caprichoso y majestuoso, humano pero con un halo de divinidad; se trata, en
últimas, de un sentimiento que alberga contemplación y deseo y por encima de todo idealización
del amor, concebido como la experiencia que le concede mayor vitalidad al ser humano:
Ovidio considera que el mejor ejercicio para evitar la ociosidad es estar enamorado:
Los amigos del Amor, los eternos buscadores de tesoros ocultos, difícilmente hallarán
plenitud hasta la eternidad en compañía de otro ser humano objeto de amor incondicional en la
dicha y en las adversidades; para ellos siempre es necesario ir un poco más allá, superar nuevas
etapas y, como ya se ha dicho, los límites del cuerpo se agotan demasiado pronto y las promesas
de los enamorados casi siempre terminan convertidas en humo y olvido.
Referencias
Al-Wassa. (1990). El libro del brocado (la elegancia y los elegantes). Madrid: Alfaguara.
De Diego-Martínez, R., & Vásquez-Jiménez, L. (1998). Humores negros. Del tedio, la
melancolía, el esplín y otros aburrimientos. Madrid: Biblioteca Nueva.
Flaubert, G. (1989). Cartas a Louise Colet. Madrid: Siruela.
Gaitán-Durán, J. (1997). Sade. Bogotá: Planeta.
García-Alonso, R. (1995). Literatura filosófica. Madrid: Siglo XXI.
Guide, A. (1989). Escuela de las mujeres. Madrid: Poseidón.
Ovidio Nasson, P. (1989). Amores. Arte de amar. Sobre la cosmética del rostro femenino.
Remedios contra el amor. Madrid: Gredos.
Ravi-Das. (s.f.). Colección de Shabads (Himnos)– 1 – Traducción en español. Obtenido de
https://rssb.org/pdfs/es-shabad_collection_1.pdf
Sádaba, J. (1993). El amor contra la moral. Madrid: Prodhufi.
Singh, D. (1998). Corrientes de néctar. Vidas, poesías y enseñanzas de santos y místicos.
Medellín: SK.
Valéry, P. (1972). El señor Teste . México: Universidad Autónoma de México.
Vallejo, F. (1994). La virgen de los sicarios. Bogotá: Alfaguara.