Está en la página 1de 47

CIENCIA · aes;

·TECNICA iY�J
.HISTORIA
YFILOSOFIA
en la atmósfera
cultural de
nuestro tiempo
1
, .\ ' -� .,11\ ►
�,. ..· ◄ \� �,;
- J �- ·�-.J
' ).•
1 f� l.

Juan David García Bacca


COPYRIGHT J981 BY EDICIONES DI: 1.A BIBLIOTECA /

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA / CARACAS


CARATULA: HECTOR DIAZ

García Jlacca, Jnan Davi<I


Ciencia, técnirn, historia y filosofía en la atmós­
fern cultural de nuestro tiempo/Juan David Garcb
13acrn. C1tarns: Universidad Central de Venezuela.
Ediciones de la Bihlioteca, e 1981.
50 p.; l7 cm. (Colección las ciencias_ Serie fi­
lt1sofía; 10).
1. Ciencia-Filosoffa-En5"¡•os. conferencias, etc. l.
Título.
BC 9,,t.81
Nuestra vida corporal discurre, de ordi­
nario, sobre la tierra y dentro del aire. La tic�
rra es casi íntegramente posesión de alguien:
individuo o Estado. Es, dícese ,en Economía,
un bien con precio, y precio alto. El aire -por
ahora-, es un bien inapreciable, es decir: sin
precio ni fijado ni fijable o por la graciosa­
mente llamada democracia del mercado o por
una Autoridad, con más poder bruto que gracia
y cf iciencia.
Ahora se sabe que el aire es una mezcla de
oxígeno y nitrógeno, sobre todo; y, en peque­
ñas dosis, de vapor de agua, argón,. neón, he­
lio. . . Eso nos lo dice la ciencia físico-quími­
ca. !Ja vida nos dice que el aire es atmósfera;
palabra griega que, vertida al lenguaje corrien�
te, significa: esfera en que respiramos. Tal ts
su función vital; y tal lo ha sido para el hom­
bre, probablemente desde hace un millón de ·
años, sin cambio apreciable de composición.
Mas que el aire sea una mezcla de gases, de
cuáles y cuánto de cada uno es descubrimiento
de la ciencia, y no debe datar de mucho más
de un siglo.

5
La mente, alma o espíritu del hombre
Yive dentro <le otra atmósfera. Son casi coeb'i.­
neos el descubrimiento de la composición fí­
sica de la atmósfera material, y el de esa at­
mósfera del alma que se denomina "cultur;i
de una época" o ·· concepción del universo".
S;1hcr. de qué se compone, y en <-1ué prnpor­
ci6n y cuáles son sus cambios, tempestuosos o
cotidianos, es todavía 1nás moderno descubri­
miento. Démoslc un nombre al descubridor:
el de Dilthey. Hasta él rcspir(, cada época de
manera inmediata, inconsciente, global, cual los
¡,ulrnoues el aire, su concepción llcl universo,
�u atmósfera cultural; mas no supo ni gué era
ni de qué se componía. La respiraba; no lo sa­
bía; le faltaba algo así como la físico-<-1uími-
ca de su cultura.
.Nuestra alma o espíritu cambia muchfai­
mo más y más radicalmente c1ue nuestro cuer­
po. En un millón de aíios la atmósfera física
no se ha alterado notablemente, pero la atmós­
fera cultural se ha transformado ::i.l menos sei�
veces; o por la introducción de nuevos elemen•
t.o� o por cambio en la dosi ficacióo ele los pre­
existentes. Cambios equivalentes, dicho en lcn­
.�uaje físico, a los de introducir en la composí­
ción del aire vapor de oro, o invertir la <losifi-

6
cadón de nitrógeno y oxigeno,. 20 por ciento
para e1 primero y 78 para el segundo.
Componentes formales de nuestra atmós­
fera cultural son ciencia, técnica, historia, filo­
sofía., teología, derecho, arte. . . ¿Cuál es la
dosificación típica ele todos ellos en 111te.rtra
época, o· sea, cuál es la composición de 1111es­
tra. atmósfera culttJrttl?
Los tantos por ciento en que voy a ha­
blar no poseen, claro está, más que un valor
simbólico. Y, por supuesto, lo que se dirá es
más bien planteamiento c1ue pretensiones de
definitiva respuesta.
N11estra concepción del universo, w,estra
atmósfera .cultural o d aire de nuestro espíritu
se compone de un rnarenta por ciento de cien­
cir ., de un treinta por ciento ele técnica; <le un
di �z por ciento de historia; de un siete por
ci :nto de fiJo:,ofía; de un cinco por ci.cnto de
d, rccho; de un cuatro por ciento de a(te; de�
u.1 dos por ciento de tcologí<J., y dejemos un
dos por ciento para otros .elementos. En otras
épocas -en !a medieval, por ejemplo-, la
dosis de teología debió ser el ochenta por cien­
to; un cinco por ciento para la filosofla, "es­
clava de la t tología", y un mediccito por cien­
to para de 1cia. . . Atmósfera de gases asfi-

7
xiant('s fuera para medievales nuestra atmós­
f cm; y para nosotros, la suya.
Es, ror tanto, de decisiva importancia sa­
ber qué es ciencia, técnica, historia y filosofía
---los demás componentes gue "perdonen por
Dic1.5"_ Un poco por justicia y otro poco por
urbanidad se les hará el debido acatamiento a
lo largo de �sl"as líneas. Y comencemos con el
tema " q11é es cienci{t'', el oxígeno de nuestrit
atrnósfern cultural.

8
I

¿QUE ES CIENCIA, COMO PRIMER Y


PRIMARIO ELEMENTO DE NUESTRA
. ATMOSFERA CULTURAL?

¿Qué es ciencia petra nnsotroJ; pa,ta noso­


tro - los hombres del siglo ·•einte? Qué fue o
qu< entendieron por ciencia griegos, medieva­
les, renacentistas; es cuestiói! de historia a la
qm hemos dado un discreb l diez por ciento,
fre. · te al setenta por ciento de ciencia y téc­
nic actuales;-y qtté será ciencia para los hom­
bre� del año tres mil, del trdnta mil, del tr.es­
cientos mil, del tres mil millones, es cue�tión
de 5upcrprofecfa, y no nos'corre prisa detirlo,
fuera -de la adve.rtencía <le r.kr modestos y cui­
damos <le no hacer el riclíchlo con pretensio­
nes cpocolátricas o egolátrifas.
Ciencia es, para nosotr,os un ideal: el ideal
de conocmzrento teórico, técnico, ontoló$ico,
fenomenológ ico, ohjeti-vo, y sistemático.
Por lo pronto a to40 campo de conoci­
miento y acción le ha d1trado la obsesión de
ponerse en regla con la ciencia. Biología, ecr'l­
nomía, sociología. . . biblioteconomia, perio­
dismo, folklore. . . aspiran a ser ciencia; y a
ratos, se creen serlo ya. Y ostentan, con pre­
tendida inocencia o con discreta complacencia,
estadísticas, formulitas, fórmulas, conceptua­
ciones y axiorrnífícas incipientes. . . ante fo
corte suprema científica presidida desde hace
siglos por las Matemátfra.r, acompañadas aho­
rn de física y lógica. A la filosofía actual
también le ha entrado tal. "co\1plejo"; y se
habla. de la filosofía cual de la déncia ¡Jor ex-
,,
celencia y eminencia, frente y sobre las demás
ciencias que, desgraciadas, no saben, aun sien­
do ciencia, ni lo c¡he son, ni lo gue deben ser.
Las pretensiones son de lo más barato gue
hay; y con bien poco se suelen contentar los
pretenciosos o pretendientes a la mano de Cien­
cia. Caigamos en cuenta de por lo poco que
se dan a sí mismos1 el título de científicos y se
meten a hablar de dencia, de crisis de la cien-
ci:t. . . comparando' todo .ello con lo muchí­
simo que incluye el ideal actual de ciencia,
ideal de los científie0s en serio, a tiempo com­
pleto y de por vida.
Tomar el conodmiento por ideal seg{in
el cual organizar íntekramente la vida es em­
¡,reui de nuestros díai -los que van crecien-
1


do en duración desde el Renacimiento. Antes,
en el pasado inmediato, el ideal de la vida hu­
mana lo constituía la salvación del alma, a lo
largo de la peregrinacióú por un valle de lá­
grimas. El conocimiento modelo o ideal era
la teología, su fon.do, la fe; y su altavoz, i� au­
toridad. A.!í que acción salvadora frente a
conocimiento de la realidad. Hay w1 conoci­
miento práctico de la t'ealidad -el que dan los
sentidos naturales, el <¡ue de lo que de dios dan
abstrae idea y conceptos, en unos; en otros,
saca experiencia, hace expertos hábiles, arte­
sanos diestros; proporciona receta.s, procedi­
mientos, trucos y mañas, secretitos de ofkio... ;
por sobre él el hombre inventó el conocimiento
teó rico, o de lo real por medio de teoría Y
ele teoría para conocimiento de lo real, y co­
nocido lo real por teoría, dominarlo. Nada
de. teoría pura, contemplativa, abstracta cual
ideal fiiutl, o visión eterna de la Verdad­
Dios; sino teoría para saber qué es una cosa
y, sabido �l qué es, aprovecharla, transformán­
dola o no, [1t1ra que sirva. al hombre. A esta
fusión entre teoría y práctica llrunémosla
tecno-logía; y al sabio tecnólogo. Y ahí es­
tán esos ejemplares <le tal fusión teórico­
práctica que se llaman física., quí�ca. . . o
arquitectura moderna; y esotros aspm.ntes a

11
ella, cual economía, biofogía.. Lo más fino de
las matemáticas y lógica --fo teórico, por ex­
celencia- ha pasado a ser teoría de lo físico,
ele lo real, y teoría directora de .la técnica, de
la praxis ordenada, planificada, lejos ya del
abigarra.miento y bazar de inventivas, ocurren­
cias, trucos, recetas de aquellos tiempos e1.1
c1ue conocer era, cuando má.s, ideal de 1.mtt
{larte del hombre: la destinada -decíase- a
vivir en otro mundo, ya· desde éste; y no era
el ideal del hombre. íntegro y real que lo es
y(I, el de este mundo y de un mundo ya para
él. Así que el ideal moderno de ciencia excluye
por igual el conocimiento abstracto y el em¡,í­
riro; incluye el teórico-técnico. Primer y segun­
do componente. El ideal de cicnci,1 actual exige
conocimiento teórico-técnico ontológico; /JreJ­
cind e , por ello del conocimiento valora! o axio­
Iógico. Es decir: ele toda valoración o enjui­
ciamieil to religioso, moral o estético. Prescinde
de ellos; no los niega ni los impugna, si ellos
no se entrometen en el campo de la actitucl
e instalación científicas. La teología ocupó el
campo de la astronomía hasta Galileo, en par­
te por impotencia de la filosofía, esclava de
la teología., y, en parte, por la deficiencia mul­
tisccular de la ciencia y técuica física. Por ello
se podía hablar de opiniones astronómicas, he-

12
réticas, próximas a herejía. . . Galileo colocó.
cuestiones como "cuál es el centro del mundo,
si el sol se mueve o no, si se mueve o no la
tierra, si los astros son cuerpos corroptibles o
incorruptibles, si cielo es cielo o cielo es como
la tierra ... ", los colocó, digo, en nivel onto­
lógico: el de qtté es la realidad, y prcscin,día ·
del axlológico o valorativo moral y reli,giiso.
Con él se inaugura oficialmente e?e compo1,en­
te del plan científico moderno: conocimiento
teórico-técnico ontológico. Primero, sepamos
qué son las cosas; después veremos si sirven o
no para vida eterna, para dar razón a la Biblia ·
y para merecer la aprobación <le moralistas... ·
Mas a medida que se ha ido sabiendo con co­
nocimiento teórico-técnico qué son las cosas"
el f,ara qtJ.f de ellas ha resultado ser el honz­
bfe, Y. no la vida. eterna, la moral natural ... ;
todo ello, eso sí, sometido al hombre. El cono­
cimiento teórico-técnico ontológico es antropo­
lógico. La ciencia versa ya sobre qué Jo1t las
cosas, mas de modo que lo que ellas son, lo
sean efectivamente, para el hombre. Van t·res
componentes.
El ideal de ciencia abarca un nuevo com­
ponente;. el fenomenol.ógico. El ideal de la
ciencia, dkese con otra palabra más usada, es
la Verdad. Pero hay c1ue ver qué de cosas en-

13
tiende la gente por verdad, por esa palabra que
tanto llena 1a boca, y que se la pronuncia con
indisimulable tC':'tintín Je amenaza y 1nazazo
final decisivo. Verdad es lo que una cosa tie­
ne de patente 'O de manifiesto ante sentidos y
entendimientos; se opone, pues, ·a oculto, a os­
curo y penumbroso. Pero lo, 9ue sin más o na­
turalmente ostentan ante nosotros las cosas
---desde aire, por tierra, a dos, a hombre, a
sol. .. _:_, es lo más insignificante: minucias
y perifollos. Será tan patente cuando 9ueramos
Ja luz -tan fenómeno cuanto se quiera, dicho
en griego-·-; mas lo t1ue nos manifiesta la luz
de sí oculta lo gue ella es; y con grandes difj.
cultades se ha llegado a saber gue luz e.r, real­
mente, movimiento ondulatorio transversal de
un rnmpo electromagnético cuya. energía se con­
densa en fotones. Eso es realmente; y por sa­
ber c¡ue lo es, el hombre que lo descubrió pue­
de producir luz. La verdad de la realidad no
es lo que ostenta, Jo evidente; es lo que el
hombre ha conseguido, por i11ventoJ que
ostenten las cosas. El i<leal de ciencia actual
es fe11011u!11ológico real; hacer aparecer lo
c¡ue las cosas son, ocultado por ellas mis­
mas bajo la forma de sus apariencias o
parenciales inmediatos o naturales. Ciencia
actual es, por eminencia., ontología fenomeno-

14
lógica real, cosa que no lo es la así llamada y ca­
careada por tantos fiJó,sofos. Van aiatro com­
ponentes del ideal definidor de la ciencia ac­
tual. Sea el quinto: objetivo. Por él se descarta la
subjetividad, la conciencia, el yo, el tú: Yo Ga­
lileo, Yo Leibniz, Yo Ne,vton ... Yo Einstein ...
Cuando se habla, porgue está en el ambiente, de
la objetividad de la ciencia, todos entendemos
ya, c¡ue por él se excluye el que eJ yo -así sea
el de Platón, el del Papa reinante, el de Op­
penheimer, el de Gauss o Riemann-, entre
cual uno de los componentes necesarios y pro­
pios de una afirmación, teorema o axioma cien­
tíficos. En fas frases "el teorema de Pitágo­
ras", "la . teoría de la relatividad de Eins­
tein ... " mencionar tales nombres ilustres no
pasa de ser un acto de deferencia histórica, no
un paso de Ja demostración. Pero esta interpre­
tación de ''objetivo" es mud10 menos impor­
tante gue esta otra: objetivo es imparcial,
frente a esas actitudes y malas costumbres hu­
manas de parcializarse, cual en política, reli­
gión, arte ... ; sean actitudes y hábitos de jn.
dividuos sueltos, o de corporaciones, de Igle­
sias o de Estados. La ciencia no es de nadie.
Sus adquisiciones son de todos por igual, sea
cual fuere su moral, formas políticas, religio­
sas. La ciencia, o conocimJ-ento teórico-técnieo-

15
ont,ológico-fenomenológico es un bien de la
Humanidad. Cumple, sin pretencioso exhibi­
ciwiistno, lo del Evangelio: "el sol sale por
igi.ial par� justos y pecadores, y el cielo llueve
por igual sobre buenos y malos".
Pn · tma tercera dcefnió n, ohjetivo descarta
.1ec1'etiJm o. Si la circunferencia pudiera, en un
momento dado, ocultarnos alguna de sus pro­
piedades o escamotearnos algunos de sus pun­
tos; si al protón pudiera darle la gana de no
descubrir la masa gravitatoria, es decir: pu­
diera pesar o no pesar, si lo c¡uiere, no sería
posible la ciencia. Lo real no tiene secretos;
lo oculto no está ocultado. Lo real es leal, de­
cía Einstein.
La ciencia no tiene secretos y se trata con
una realidad que tampoco los tiene. De ahí
que la sehsación Je seguridad que da la cien­
cia al científico sea el gran sustituto de fe y
de confianza.
Por fin: la ciencia actual completa el
acorde de los componentes de su Ideal con el
de "s istemático''. Negativamente excluye de sí
el enciclopedismo, diccionarios, índices, tarje­
teros. Todo puede hallarse en w1a enciclope­
dia, por orden alfabético; y el mismo libro sue­
le darnos la misma materia en forma sistemá-

16
tica en el texto y en forma alfabética al fi­
nal, en s�s índices. Todo ello: enciclopedias,
etc,, son mstrumcntos precientíficos. Sistemá­
tico excluye erudición y eruditos, aficionados,
marisabidillos y scfioJitos. Pero exige positiva­
mente orden: un orden tal que abarque todo.
Muchos procedimientos ha inventado 1a cien­
cia pa�a imponer orden a esa llovizna tropical
-contmua y variada- de datos ' curiosidades )

ocurrencias, recetas., atisbos, halJazgos, afirma-


_
c10nes, aparatos, que cae sobre sentidos y men­
te desde hace siglos. Menciono cinco: imponer
orden, o sistematicismo, por la correlación de
principio a principiados ( axiomas a teoremas),
por los de causa-efecto, elementos-todo, abs­
tracto-concreto, naturifacto�constructo·. Son los
grandes modelos o moldes para dar a los di­
versos tipos de cosas sistematicismo de orden
interior. De esos moldes han salido las cosas
n�a�emáticas con estructura de ciencia de prin­
C1p1os; las físicas, con la de causa-efecto, y ás[
de las demás.
Tales procedimientos o moldes realizan
cada uno a su manera, el ideal de sistema!i_'
cismo.
. �uan lo empleamos, pues, la palabra de
no la tomemos en vano o en vago. Es
CíC11�1a
un tipo de conocirpiento teórico-técnico, onto-

17
lógim, fenomenológico, objetivo y sistemático,
, obtenido según alguno o algunos de cinco mo­
delos.
Cuando oigáis o leáis gue ciencia es "co­
noci1rúento d,e las cosas por sus causas o prin­
cipios" recordad que es una verdad a medias
o en una rnarta o quinta parte, y que se le es­
rnpa lo decisivo: Ciencia es un ideal; un acor­
de ele seis notas, de seis exigencias extremadas,
Si suena a la vez, y en su debido tono, ciencia
será cícnda actual: uno de los compo11entes: de
la· atmósfera cultural de nuestra época.
II

TECNICA, EN CUANTO SEGUNDO


ELEMENTO DE NUESTRA ATMOSFERA
CULTURAL

En orden de importancia, la técnica ocupa


el segundo lugar entre los componentes de la
atmós.fera cultural normal de nuestra época.
Pero aparte de la vaga resonancia concep­
tl�al que tintinea en términos cual técnica, téc­
nico, tecnocracia, tecnócratas, tecnólogos... es
ineludible tratar de definir qué es técnica y
técnica actual.
Que respiramos térnica, de mañana a no­
che, basta, para mostrarlo, con hacer un some­
ro recuento de lo que nos rodea, usamos y
consumimos. Y tal vez, fuera de unos esmi­
rriados árboles, tolera.dos y pocos; de unos
ríos, benévolamente así llamados por tradición,
sin fundamento ya, embaulados y malolientes;
de un sol, cuidadosa.mente evitado; ele alguno
que otro pájaro despistado; de un cielo apenas

19
/
mirndo, y de unos montes defendidos heroka­
mrnte ¡-,or trncslros paisajistas, no hallaremos
cosa. c1ne se presente y obre con su materia,
forma y usos naturales. ¿Qué hacemos aún de
nalural con nuestro cuerpo y alma? ¿Quién ca­
mina ilt1t1 a pie, fuera de unos desgraciados y
dcs,grnciables seres Jlarnados peatones? ¿Quién
va a .ver las cosas misrrnts, y no prefiere verlas
en citw o televisión?
Nuestra atmósfera física, geográfica, aní­
mica es artificial, crecientemcntc artificial. Lo
natural. retrocede, cada vez más, al fondo, al
trasfondo del fondo; y tal vez no tarde mu­
chos aííos el que cambien a nuestra alma de
rnerpo, como se lo ban cambiado ya a nuestra
voz: de salida de boca, garganta y pecho a sa­
lida de discos o cinta magnetofónica; y se k
-están ya sustituyendo a lógica y matemáticas
las potencias naturales de (JUe ellas se servían
en monopolio específico, cual el entendimien­
to, y ya "d.iscurrren" y "calculan''. máquinas.
Si 1m invent�unos otras faenas al entendimien­
to, pronto no sabremos qné hacer con él y se
atrofiará cual ciertos órganos de nuestro
cuerpo.
! .os c111e i:wentaron sílice t:.>.H,ida o cuchi­
llo ele piedra, rueda, rueca, flecha, cazuelas,
bastón, timón, balsa, ladrillos. . . no supieron

20
que desencadenaban w1a reacc1on en caden'a,
una avalancha de novedades, de antinatural�i­
dades, de monstruos que, milenio a milenio; al
principio, siglo a siglo, 'después, y ahora día a
día, amenaza con sorber la sustancia de lo, na­
tural y los naturales sesos del hombre, y tran­
sustru1eiar todo en artefactos, en se,· artificittl,
en tecnemas . ..
No nos fiemos de la mansedumbre con
q ue nos sirven la escoba o la pulidora, de la
docilidad normal y ascgumda del auto; de la
abnegación, no pretenciosa, del altavoz; de
la paciencia, admirable e inagotable, del pa­
pel ... ; ni no·s tranquilice esa otra serviciali­
dad sutil de fórmulas, es quemas de verdad,
axiomáticas, sistemas de coordenadas, todo
ello inventos, artefactos mentales, y no engen­
dros de entendimiento natural.
''Dichosa edad y dichosos siglos aquellos"
cu <1uc podía, con sencilla verdad, decir Aris­
tóteles: "si la naturaleza hiciera lechos los ha­
ria como los que, por técnica, hacemos noso­
tros; si nosotros por técnica hiciéramos plan­
tas las haríamos como l.as que. engendra la na­
turaleza", "que la técnica no I1ace más que
imitar a la naturaleza, cuando ésta es perfecta,
o. ayudarla a que llegue a su perfección cuan-

21
do, por un accidente, no llegare ella de por
· sí y so1a a la perfección propia".
No nos atreveríamos nosotros, ni siquiera
los más beatos aristotélicos, a ejemplificar di­
cienclo: "si la naturaleza hiciera aviones los
haría como nosotros por técnica los hacemos;
si n.osotros hiciénimos por técnica un cerebro
nos resultaría co1no el natural, como el que
nos nace". Diríamos, más bien: "si la natura­
leza se pusiera a hacer aviones, o submarinos le
resultarían sin remedio, peces o pájaros; si no­
sotros nos ponemos a hacer cerebros, nos resul­
taría, sin remedio, un cerebro electrónico". Es
c¡ue nuestro arte y técnica no imita ya a la na­
turaleza; y la naturaleza, con toda su perfec­
ción a cuestas, y con todas sus propiedades y
poteodas esenciales, no da para hacer o engen­
drar un avión, una media de nylon, un sub­
marino, un lápiz, un televisor, una axiomática,
un esquema lógico, unas coordenadas ...
Lo artificial, los artefactos o tccnemas,
son ele otro orden gue lo natural; y lo natural,
por rnuy formado que esté: oro, mármol, lino,
uranio, petróleo, hierro ... ha sido rebajado
todo: materia, forma y propiedades al nivel de
material en bmto; ha sido descalificado en su
constitución óntica y ontológica, si se me exrn-

22
sa la altisonancia de estas palabras griegas cas­
tell an,izadas.
Entre natural y artificial, entre naturaleza.
y técnica, entre hombre natufal, el .111.ás inteli­
gente, y el téctlico, se interponen un abismo .
sin fondo., No hay puente lógico;_ hay que· sal­
tar, con ese tipo de salto, Jiamado por He gel
unas veces dialéctico; otras, cualitativo.
La física· moderna, la cuántica, perdió no
hace mucho más de medio siglo,,, el miedo a
los saltos cuantitativos; "si la · naturaleza. no
da saltos" Natura non facit saltuf -dicho
sea en el horrísono l;1tín medieval__: la técnica
los hace, la física cuántica los da; y es uno de
slls axiomas típicos el de cuantificar, es decir:
determinar la magnitud del salto, la magnitud
<lel qu.í.ntum de energía que dé para saltar de
un nivel a otro.
Los filósofos todavía padecemos, -salvo
honrosísimas y rarísimas excepcio1::1es- de mie­
ditis cuántica, de continuismo entitativo. Dicho
en olrn forma,· para c¡ue de una u otra S·e me
entienda: padecemos de miedo a novedad, de
idolalrí.1 a la identidad, al ser, ·de quien se dice,
desde Parménides, ser la identidad su atributo
esencial. Y todavía creemos, cutre inocentes e
ígnoranlcs de lo que pasa en ciencia, que pe-

23
lea rnos ¡0 oi· q11é r.r el ser, qué es c:,cnc ü1 ••• · e:;
nada mC"nos <11.1� gig,mtnm,•rpú,r,-- lucha gi­
;S.:10tcsca entre gi;;antes.
Santa Teresa pudo decir con verdad a(1ue­
llo ''de que entre los pncheio� también anda
Dios'', pues las cocinas Je süs conventos eran
casi natura.les cocinas, por todo: desde matc­
ri..:1I y forma de pucheros, por fuego, a man­
jares. Dios cree', la naturaleza, los ciclos y tie­
rra naturales, y lo que en ellos hay; nada, pues,
lnás consonante <Jue el c¡ue entre tales puche­
ros, fuego y n1anjares anduviera Dios, cual p:i­
seaba, así nas Jo dice la Biblia, por el. paraíso
terrenal al caer de la tarde para tomar la fres-
ca, bien apetecible en el marasmo tropical de
I\f esopotamia.
Pero en nuestras cocinas, verdaderos la­
boratorios, equipados de ollas de presión, gas
y electricidad, hornos graduables, lavadoras y
secadoras, neveras ... ¿andará el Dios' natural
como se paseaba en las cocinas Je los troglodi­
tas o en l.as no mucho más avanzatlcJs ele un
sencillo convento de monjitas en Avila, allá
por los finales del siglo xv1? ·
Lo natural se ha ido al fondo de nuestros
aparatos, de cocina o no; sus formas, opera­
ciones, usos ya no son naturales. Son y recal-

24
co en el verbo JÚ, JOn invento�, : crr#io�es,
prbductos del ;hombre; no del hombr�.· natural,
sino de un. hombre que se ha improvisado él·
por sí mis�o eso de ser inventor, creado-e, pro•
ductor de lo que jamás, dejada a si misma, pu­
diera hacer la naturaleza ni la suya ni la_ ex·
terna. Si tlnos pocos, que son ya. miles, son- los
itiventores, la humanidad ha• inventado las ac•.
ciones y hábitos de �ervirse de los inventos, lo
que es un invento ele segunda mano; todos. los .
hombres, en todo, se van progresivamente con­
virtiendo, improvisando, aprendiendo, a ser
creadores de s-egnnda mano, respecto de los
creadores de primera que son los inventores Y
productores de artef;ctos: inventot'es de nueva
mctnera como el Jer eJ. Y perdonad este desliz
fraseo•lógico, premeútado, hacia metafísica o
filosofía primera y Himaria, como la llamaba
Aristóteles.
Pero inventos c artefactos no lo· son tan
sólo ne,-•�ras, autos, televisor, máquina de es­
cribir, .· nprentas, ¡ úones, máser y láser ... ;
invento: son, y artefactos, nuestras formas po­
líticas } sociales, re ,igiones y artes. Que la de­
mocrac t sea un ir >rcn to y artefacto, en nada
la dese lifica; al r ,vés. Puestos a recorrer dis-

tancias ..obre la b( u:a, mejor lo hacemos en au-
to que con las p ernas; y puestos a excavar,

25
mejor lo hace una excavadora mecánica que
, un natural picapedrero, a pico y ¡,ala. Puestos
y J111peñado.s en vivir un millón de hombres
juntos, s.uerte tenemos del invento de ciudad
moderna, por deficientes que sean su urbanismo
y organización. Y bienvenida séa la invención
de iglesias para no tener que hacer de troglo­
ditas religiosos en, catacumbas, -en canteras
abandonadas, trncadas en· cementerios e igle­
sias .. Nos quejamos, a veces, de lo artiffrial
--ciudades, autos, teléfonos, gobierno ... -.
Todo eso son hijos nue�tros, muchísimo más y
mejor que los naturales, al modo que el cre­
y ente está convencido de que es él, y lo natural,
muchísimo más y mejor, más hondo y decisiva­
mente, hijo de Dios creador, que lo es de sus
naturnles padres.
El hombre actual. e.'>, todavía, un híbrido
de natural y artificial, de naturaleza ( o esen­
cia) y técnica.
Si a una vaca le diera de repente un ata­
que de entendimiento pensaría, al vernos pa­
sar en moto, c¡ue éramos una especie de cen­
tauros. Algo semejante piensan, tal vez, las
águilas a la vista ele los aviones.
Y a no pueden pensarlo tanto esos acica­
lados perros que nos ladran, w1 poco despee-

26
tivamente, a los péatanes, desdé· 1ás · ventanillas
de ciertos autos de lujo.
Realmente, en realidad de verdad, el hom­
bre actual es un híbrido de 11aturaleza y técni­
ca. Y lo más grave del caso se concentra en
que lo es porque él se ha inventado ese.-modo
de ser híbridamente, y se lo inventa e impone
a la naturaleza.
Nos hallamos, pues, siendo todo: natu­
raleza y hombre en estado de híbridos. ¿Y nos
extrañainos ante la magnitud y novedad de los
problemas de toda especie: de religiosos, polí­
ticos, urbanísticos, ... hasta científicos y filosó­
fims que tal hibridismo, en desarrollo, nos im­
pone o nos hemos impuesto y propuesto cual
aventura y empre.ra · del hombre actual, y, por
ello, del universo, y, de consiguiente, del ser?
Que tal modo de sernos y bacer ser a todo
sea una aventura y tma empresa no podemos
• ni perderlo un �olo momento ele vista ni, vis­
to, <lisimulárnoslo cobardemente.
Contra una aventura y empresa de tal ca­
libre, -perdonad que lo califique de ontoló­
gico-; no existe ni puede mcmtarse una Com­
pañía de Seguros ontológicos. ·
La técnica no es w1 procedimiento para in­
ventar y usar aparatos o hacer �.dificios, preten-

27
ciosos rascacielos o modernas torres. de Babel;
la técnica es la aventurada empresa _invel1tada
por el hombre de dar a todo un nuevo tipo ele
ser: el a,-tificial ...
¿Terminar� tal rmpresa en bienaventu­
r:1117.a q rn 1n;il;1vcntura? No sabemos ni pode­
Jllf.):, s,1bcdo. Se trata de al go mtevo en lé.t his­

toria ele la humanidad; y lo nuevo no tiene ni


vigilia ni octava.
"Quien no se aventura no pasa d_ mar",
dice un refrán ,1_ne debieron repetirse hace
unos siglos Colón y compafiía.
Quien no se aventura a lo técnico no pa­
sará el mar de .lo natural. Lo malo del caso
consiste en c¡ue, como en parecido trance de­
cía Pasca.l, estar�os embarcados ya: emb.11u-­
d os en técnica.

28
III

HISTORIA, COMO TERCER ELEMENTO


DE NUESTRA A TMOSFERA CULTURAL

¡Libertad! ¡CtttÍntos C#'Ímenes se han co­


metido en tu nombre!: frase célebre, apóstro­
fe o insulto, si no inventado por un totalita­
rio, tirano, dictador o dictadorzuelo con ít1fo­
las de sabihondillo, sí digna de que se la ofrez­
camos al dictadorzuelo siguiente tJue esté pre­
parando ya su proclama o pronunciamiento.
¡Historia! ¡Ctfantas definiciones se hctp co­
metido en ttt nombre! Como son tantas y tan­
tas, upa más puede pasar desape(tibi1a, o co�
1110 se dice en la deliciosa jerga ele economía
del mercado de competencia libre, una más no
va a alterar el precio: el concepto corriente de
Historia.
La 111aní2. de hacer historirt o de hacerle a
todo su historia no data de muchos siglos. La
historia que hizo Dios en persona abarcó. nada
más seis días, y en el séptimo descansó. La his-

29
to ria divina del mundo se acabó el ,rírimer sá­
bado de la primera semana del mundo.' En seis
días se hicieron a gol¡>e ele palabras, de "Hága­
se", cielos, tierra, firmamento, plantas, anima­
les y hombre. Lo r1ue pasó después del Gran
,''.,í h:1,l.i r/Jll'!'PllC i:i hü;toria diví1.10-hurna11a: el
ff• 11• ,.¡,J de los c.lcs¡,erfcctos y destrozos causa­

dos l'ºr el hombre, remendados por Dios de


<:wu1do en cuando en el Antiguo Tr.•:tamcnto,
y remediados por Cristo en el Nuevo, aun9ue
el remedio sea de nwltiJewlarmente lento.r efec­
lns. hl tob1l la historia divina del Mundo ca­
he holgadamente en unos milenios.
JJa,gamos unos segundos de silencio para
11rnruH reverentemente la distancia entre· Dios
y Gamow.
Gamow, en la sugerente obra suya "Lit
rrr-aci,í11 del 1miver.ro ·• ( l 952), d1ispeante en
ingenio, bien servicio de nrntemáticas y física
hs más modernas, nos dice, resumiendo él
rni�mo la historia de la creación nalutal-cie11-
¡-¡ fica del mundo: "b1 menos de mw horct Je
/,irieron lor áton10.1: e11 m10.1 ¡iocos centenáres
de mi!/rmes de r11ir .11 las ertrellr.1s y f1lanetcu;
1

¡,ero ban sido mrne.rter tmo.r t:res mil millones


de aíím ¡1rtrri r¡ue Jr hirierr1 el hombre''. En
01:1nto al final riel nniverso, y con él el de .la

30
. , historia humana,' baste recordar 9ue nuestro
Sol tiene aún por delante unos cinco mil mi­
llones de años, antes de que consuma en radia­
ción su provisión de hidrógeno. Largo nos lo
fían. Aceptamos lo fiaclo, y confiémonos a la
ciencia y técnirn, que es cual fiarnos y confiar
nuestros pulmones al aire.
Dios no hizo el mundo de un golpe: todo
de una vez. Lo hizo histórice1111ente, con ritmo
temporal y orden temporal de creaciones as­
crndcnles desde cielo a hombre.
La creación, y la historia, la <letuvo Dios,
y se terminó con el hombre. I-Iablando a nues­
tra manera: la humann, -y yo no tengo
otra-, tal fue su primera intención. La his­
toria propiamente humana del mundo es pro­
ducto, y se origina, del pecado de Adán y Eva,
y de la serpiente, si queremos descargar un
poco a nueslros primeros padres, de semejan-,
te descomunal responsabilidad que, aún, está
trayendo cola.
Pero el hombre nprenclió de Dios cómo
se hace historia o q1té e.r historia.
Historia se hace y es una serie temporal y
ordenada de inventos que hagan estela cohe­
rente en los anteriores. O si me excusáis el

31
tufillo popular de la frase: Histm·ict es sctr/.rt ·
.
ti€
1 m1. 1e11tos qNe tr,ren cola.
Fstelas en el ma1· l11·c1·et·ot1 ya 1 as 1.na t·cas y
.1;, lcr;is ;intigu,1s; y estelas rroducen en el aire,
1

hi,,11 visibks, los 11vioues de propulsión a cho-


11,,. \' ec,lch•, ,kj,111, ostcnl:os,uncntc, los cohc-
1, ·: de cuak¡uicr feria.
No rw.cen :irrn� ni flechas, ni anclas ni ti­
mnní:'s ni remo.•;, ni ;ig11ja, hilo, ruecas y l:i.11;1... ,
ni mur,dhs ni pl:izas, ni teas ni fósforos ... ni
'(J)llsule.,, Tribunos, Emperador, Papa, Rey,
Presidentes de República ... 'Todo eso, e infi­
nitr,mente más, son inventos, enmatcrializacifin
de oum·l!í?ricn gcni,dcs.
Pero quien tuvo la ocurr.encia de hacer
f1r1\�º· ·---y no sólo la paciencia de a¡;rnudar a
<1ue la 11:1t11rakza lo hiciera--- y consiNiió ,, in-
vc1Jl."r un procedimiento fijo y disponible pa­
.Ja hacerlo, e inventó, pongo po-r caso, ese com­
plejo, ya simpkjo ¡-ara nosotros, de pedernal,
hierro y yesca, des,Lt(i una av,dancha de inventos
colwrentes con los anteriores, una vez. enmate•­
rial i:rndos. Fósforos engloban desde hace poco
c·u r,u c'.i!cla íl yc�q11cros primitivos, no triI1to 1ue
los 11<1ddos a primeros de e�te siglo no los haya­
mos visto mar por nuestros padres, y al cnglo­
h;1 r los í(isforos it los ycsgueros, lo:; descaiifi-

32
can, los vuelven "obsoletos", "piezas de mu­
seo"
In la estela de auto, están honrosamente
jubiladas bigas, carrozas, diligencias; a la es­
pera de c¡ue algún otro invento, dentro de la
línea general de anular espado y tiempo eón
velocidad, relegue a nuestros pretenciosos autos
a "venerables jubilados".
En la estelá o cola de geometría axiomá­
tica se hallan englobadas ordenadamente la
geometría Llel heleno Euclides. . . y las casi
contemporáneas. muestras de Gauss, Lobats­
chcvski, Ricmann; y a formar parte de la este­
la o cola de la teoría de la relatividad ha pa·
. sado la física de Newton, que a su vez, hizo pa­
sar a la cola la física medieval y la griega.
No creamos que esa forma política nues­
tra gue llamamos democracia sea un engen­
dro natural cual son limonero ' ameba ' verte-
bracio superior, hormiguero o avispero. . . Es
un invento, producto o enmatcrialización di­
ciente de una ocurrencia genial, de una aven­
tura crnpren<lida, como siempre, por unos po­
cos; empero, sobrevenida o .emergida al mun­
do humano, relegó a su cola a esotros "inven­
tos" o "formas sociales inventadas" que son,
o fueron, monarquía constitucional, rnonar-

33
quía absoluta, tiranía... y regímenes tribales.
Todos esos fueron, .en su tiempo, inventos,
consolidaciones . ele ocurrencias y aventuras.
Ahora son piezas de museo, o cuari<lo más
andan por nuestro nrnndo, a veces, cual dcco­
ruso'.> jubilados.
La historia se mueve a golpes o al com­
pús de inventos. A veces un invento durará
siglos y siglos, por no advenir otro que lo eche ·
a !a cola y lo desvalorice cual anticuado, an­
tigualla, anacronismo ... Que en las piezas mu­
sicales notas liay y acordes que duran los mis­
mos por compases y más compases, sin peli­
Vº de caer en monotonía, gracias a la provi­
siúli descomunal de la inventiva musical.
1':las en la historia, inventos hay, --de formas
poi íticas, sociales, religiosas; científicas,· técni­
GlS ... --, que duran por siglos, que se obsti­
nan en perdurar ... Son los remansos, las ma­
rismas, los tradicionalismos de la historia. Pe­
ro, Hl primer "invento" que sobrevenga, pa­
san, sin remedio, a la cola, al museo; y les �u­
cccle instantáneamente lo que al retrato de
Dorian Gray: les sale de golpe, la vejez a la
cara; sus defecto�, parc:ialismos, provincialis­
n1os, anacronismos.
Fl hombre-, se viene diciendo y repitiendo
desde hace sus buenos <los mil trescientos años;

34
es "animal radtial": Eso pasó a la cola, a for­
mar parte de la estela de un ser que inventó
el hombre para sí, aburrido de ser animal ra­
cional natural. El ser que el hombre actual es­
tá inventando para sí es el de técnico.
Hagamos el balance de lo que todavía ·te­
nemos en nivel y estado natural; en voluntad,
entendimiento, sentidos, memoria... Y notare­
mos ciue tal haber natural decr.cce ahora no al
ritmo de siglos o milenios, sino por años.
Las plumas de ave han pasado a la cola
o estela de nuestras estilográficas. El arte ( in­
ventado) de escribir tiene ya historia. Y no nos
duele, de manera inconfesable, la presencia de
. los tinteros y plumas de nuestros abuelos. Pe­
ro nos duele, -hasta refrenar y reprimir,
ocultar y soterrar con técnicas pluscpamfreu­
dianas- e1 tener c¡ue confesar y aceptar que
tantas y tantas cosas c1ucridas -eficientes, ado­
radas y vividas y víveres de otra época- pa­
sen a piezas de museo, a jubiladas, a obsole­
tas, -en política, ciencia, religión, arte, téc­
nica...
Allá, de párvulos, nos echaban a veces los
maestros a la cola de la clase. ¿No aprendere­
mos todos, en todo, a irnos discreta y volun­
tariamente a la cola de la historia en el mo-

35
mento oportuno? Pata ello hacen falta muchas
CO$aS, acéptase la v,i.guedad del calificativo
cu;111t:i (icador de "mud,�s", pero entre C'll;i:s,
u1rn: srn�.ibilidad a las auté11lirns novedades, a
las novedacl�s urnj�das o fraguadas en inven­
lo�. Nnved:id ,¡i,c 110 cuaja .en invento es IM·
1(/, ·,'.,,_ Y 01.1ir,,,,: · ,¡ue 110 llegue a inventor
110 ¡,w;;1ui de 1,101·cfrro. Los noveJcros y novele­
rías son peste típica de nuestra época, precisa­
mente por ser, de 1nanern espectacularmente
destacada, época ele i11veJ2tos.
hwentoJ, dVelllt1rcr. y em¡;resc1 forman el
complejo categorial de la historia en manto
historia.
No bay ciencia, en nuestros elfos, que no
Jle\'e a cuestas su historia. l\fatcmút.i cis, /ü�­
toria ele las matem!tticas; química, historia de
la c¡uímica; biología, historia de la biología;
( i losofía, historia de la (ilosofia; arte, bistoria
dd ;irte; religión, historia de las religiones;
economía, histori,t de h economía; técnica,
histoi:ia de la técnica y así de lo demás. En pri­
mera polrnci:i.; l]HC en segunda surgen filoso­
fía de la hi,:Lori:1 e lfi5lori,1 de la:; hi·::orias de
la filo�oíía: Filosofía de 111. hi�torin de las rc­
lipioncs, e Histori,t de .las histori;is de los dog­
rn,1s... De ordinario, por casi inevitable, una
! t i�forü,, digamos de la biología, es, realmente,
historia de las" historias que se han hecho de
la biología ... La. historia, en primera o supe·
ríores potencias es una obsesión de nuestro
tiempo. El loco que, en este punto, hiz� ciento
fue Hegel. Loco genial al afirmar e rnt�ntar
probar que filosofía es historía de la f1_lo-so­
fía, que la filosofía es historia. Y recuérdese
que en Filo.ro/íct. entraba o metía Hegel t?�o:
lo di.vino y lo humano, para con esta dasKa
fr�sc de resumen ahorramos larga, y siempre
incompleta, enumeración.
La filosofía es hiJtofia, Historia de la fi­
losofía no es retahíla y desfile de errores, in­
correcciones, remiendos, rrtisbos o auroras de
La Filosofía por antonomasia, única ver�lade­
ra. Filosofía es historia en parecido sentido a
como el hombre es nifio, joven, mayor de .edad
y viejo. La esencia Jel hombre, -e�a �e "ani­
.
mal. racional"- no es ni infante 111 v1e¡a; no
tiene edades; pues por eso mismo, no es cscnci�
-,wtl ·del· hombre feal. Es un abstracto que 111
nace, ni crece, ni muere. Nadie querrá ser
eso: nadie querría ser hombre esencial. �l
hombre real es historia biológica. Que nadie
nos . venga por el lo a. decir o acusar c�e
historicismo antropológico, o de antropolog 1a
historicista. Que la füosofía es historia equi­
vale a decir que es viviente intelectivo, sentí•

37
mental, emprendedor, aventurero. Nada de
eso es hista,.;cismo, pm mucho que se diga y
se lo enrostren a Hegel los de Filosofía etern#
o ¡1erenne. A los detractores de la mutabilidaJ,
decía Galileo, habría gue condenarlos a ser cs­
tat11;1<. A los del 1;1dorcs de la histori;i habría
,¡w· <.•11uk11nrlos a ser esencia.
J listoria eJ, pues,· una manera eminente y
total de ser viviente. Por ser la historia de­
mento de la atmósfera ele nuestra época, es
nuestra época la más viva, vivaz, viviente y
repleta de víveres que haya existido jamás. Y
por esa misma rnzón, sólo c¡ue inversa, jamás
en ninguna época histórica ha habido tantos
muertos de tan diversas y originales muertes, y
tantas, tan variadas y nuevas maneras de ase­
si nalo como en nuestra época, de muertes y
asesínatos de formas polítirns, sociales, religio­
s,i�, teóricas, artísticas, económicas.
· No r;os espantemos ya ante la cantidad y
calidad de inventos que por todas partes nos
invaden, y hacen de lo anterior qmertes en esa
sutil y no maloliente mueJte que se llama ob­
Jole.rcenci� o a11Úgl(dl/a.
No nos espantemos ni a.nle los nuevos in­
v<"ntos de formas de vida humana, social, polí-.
tica, ernnómic;i, religiosa, artística, filosófica ...

38
que vayan irrumpiendo en el ámbito de la vi­
da, ni de los difuntos, -de muerte natural o
artificial- que vaya lo nuevo haciendo. Llo­
rémoslos moderadamente si son nuestros muer­
tos; mas con lágrimas, o lagrimeo en los ojos,
cumplamos lo del Evangelio: "dejad que ·10s
muertos entierren a sus muertos". Son palabrns
de Jesucristo.
Que no'las haya dkhó, coiho tantas otras,
en vano, y tomémoslas en se.tió los filósofos,
sobre todo.
IV

LA FILOSOFJA: COMO CUARTO


ELEMENTO DE NUESTRA ATMOSFERA
CULTURAL

Los refranes no se han dicho siempre pa•


ra que los tomemos por norma. Algunos pro­
vocan, ellos mismos, a quebrantarlos. De ellos
tal vez uno sea el de "Quien parte y bien re•
par.te se c¡ue<la siempre con la rnejor parte".
En el reparto ele "importa11cia" para la
atmósfera cultural propia de nuestra época se
le 11a dado aquí a la filosofía el cuarto lugar,
con un simbólico siete por ciento. Las mejo·
res tajadas se las han llevado ciencia, técnica
e historia. No hemos <lado a la filosofía la
peor parte; tales fueran, a lo mejor, los malos
deseos de algunos científicos y teólogos, y otras
gentes de no muy buena voluntad para con los
filósofos.
Durante los mud10s siglos -del tercero
al trece- en los que la teología partió y

41
repartió los elementos ele la atmósfera cultu­
ral gne debía, para salvarse, respirar la huma­
nidad, la teología se llevó o arrogó la parte
del león: la mejor y la mayor. A la filosofía
le asignó la parte de Esclava; a las ciencias,
l:i. ,k e�• lav;i:. ele la Fsclava. Es decir: la fil.o­
,, ,1 i, f11c el illmt de llaves de las ciencias y téc­
ni cas. O en lengtrnje más decoroso, pero no
menos real, las ciencias eran _subalternas de .la
filosofía.
La historia --·c¡ue es la vida misma del
hombre íntegro, de la humanidad concret.i­
ba invertido las tornas,; y ahora -credent.e­
mc1i\e desde el Renacimiento- la filosofía es
subalterna de ciencia, técnica e historia. Lo es,
cada día más, el filósofo respecto del científi­
co, del técnico y del historiador. Subalterno de
todo eso lo será. Ud. Don Juan- me parece
oír a más de uno de mis estimados colegas;
no yo, ni yo, ni )'O lo soy; ni lo seremo� jamás.
De nada le valieron a la teocracia sus de-·
rechos divinos inmediatos para no ser ya, Y
desde siglos, régimen político en ninguna par­
te del n{unclo que se estime en algo; ni los de­
rrchos divinos medictf(),r de los reyes absolu­
tos h,in impedido su desaparición nada glorio­
sn. dd ámbito de la historia. Ni a la física aris­
totélica, reina y señora duránte quince largos

42
siglos, le valieron de nada la autoridad de Aris­
tóteles y las bendiciones y consagraciones ecle­
siásticas para haber quedado arrinconada cual
venerable anti gu alla en mamotretos de uso pri­
vado, casi clandestino; ni le valió a la geome­
tría de Euclides su indisputable reinado cien­
tífico de más e.le dos mil años para evadirse
de pasar a ser una de tantas geometrías equi­
posibles, y la má� simple, respecto a la geome­

ferencial m d rna. . .
� � .
¡,.
tría axiomática genera¡ o fundamentación di-

A la logica anst telica -la proclamada


· lógica 11�tu1·al del ente'11Jimiento humano- le
ha sucedf do lo que le ' rnbiese pasado a la me­
.
jor gal e ,a. romana, caso <le proclamarse navío
1u1t1.m1l. Bastará para fctutar tal pretenciosidad
la prese · cía de un trasltlántico. Las lógicas arti­
ficiales modernas son tan potentes y especiali- .
zadas uál auto, avi n, televisor... La lógica
aristot ica es, cuand. más, lógica de párvulos
o de p imera enseña1 za. Y ni aun esto; qu.e ya
se cns,.i'ía a nuestr s niños comenzar mate­
mática y lógica co1 teoría de los conjuntos.

¿ creemos lo . filósofos gozar de excep­


cional, rarísima y s perlativa inmunidad en on­
tología metafísica ética ... "naturalis" o "esen­
ciales" al entencli ·lÍento huma�10?

43
Puedo creer, decía Osear Wilde, cualquier
cosa mientras sea suficientemente imposible.
Procuremo·s, con todo, nn• acumular iJnpo,sibi­
lidades, r¡ue terminaremos por no pod 1 ·r creer.
Prro ;intc lodo, ¿q1d es filosofía actual?
1_1 ,:11 ,¡11/ �c. li;1 rcdw:id1, <'íl 1n1rstro ,rescnte
liiM<'iri(() la f ilosofia lle' tiempos pasa los? ¿A
qué función social o humana podemo aspirar
los filósofos y con qué ,dosis contribt. r al fu ­
turo inmediato e.le la soc:'iedad humana?
Muchas, graves y ;Jifíciles pregt 1tas son
éstas para que pueda. rei;pondedas agt ·, y abo-.
ra, caso de que supier� hacerlo. Lo malo es
({Ue tan sólo sé preguntar, y, cuando nús, aven­
turar un inicio de comiem:? de principin de res-
'
puesta. '.
t
En su fie1Jomwo/ogi� del füpíritu,\ y des­
pués de una mirada a la h storia de la fiJ\>sofía,
Hegel pierde la pacienci: y suelta aqu I des­
plante ir.reverente, mas w <ladcrísimo: ' ya· es
hora de c¡ue el filósofo de e de ser filó:, >fo, o
amante de la sabiduría; y sea ya sofói, o sa­
bio". Van ya ni.í.s <le <los nil años <le :¡Josc>­
far, de a�pirnr y sur,pirnr p<1· la sabidurb. Has­
ta ya, parece decirnns *'gr, de definir la fi­
losofía como "amc,·r a.�-�· sa\iduría", d1. ando,
c:on Platón, lo d'e ser sabio 1 ra los di ses, y
yi-
,f4
contentándonos nosotros, con esas sobras y mi­
gajas de ser aspirantes eternos a sabios.
Marx, en 1848, increpó rnda y crnelmente
a los filósofos con aquella su Tesis Xl sobre
.Ft2Uerbach: "Los filósofos no han hecho hasta
. '

ahora sino interp,-ettrr e! mundo; ya es hora de


que se pongan a transfarmarlo".
He.gel y Marx han �,er<li<lo la paciencia; y
según el retintín con que hubi�ran pronuncia­
do tales frases nos sonaran a irrev.erentes in­
vectivas, a desaforados. insultos o a inacepta­
bles conminaciones. La de Marx indisimulada­
mente nos dice: ¡a trabajar, a trabajar de soció­
logos!; l¡t de Hegel: i-:l trabajar, a trabajar de
científicos! Hegel se pt!so, diciendo y haciendo,
a trabajar en su Cieneta de la Lógicct (1812),
movilizando para ello lo que de ciencia mate­
mátka, física, química, biológica ... le ofrecían
los sabibs científicos jJe su presente histórico:
Newton, Leibniz, Lagrange, Lapl.ace, Carnot,
los c¡ue no sólo hablan sido "amantes d_c" la
matemática, física o piología sino maternáticos,
físicos,= biólogos: habían sido científicos -y­
técnicos. Fuera ele ¡1lgunos de la escuela neo­
kantiana de Marb\1rg, nadie ha empleado ni
entonces ni ahora en el cuerpo <le la filosofía
más matemáticas y física que Hegel. Y eso que
desde ·el 1812 a nuestros días, física, matemá-

45
ticas, hiología y técnica han avanzado espec­
tacularmente· de manera asombrosa. Para la
inmensa mayoría de los filósofos actuales es
como sí no hubieran venido al mundo Gauss,
Riemann, l:instcin, I-Jeisenberg, Fermi, Oppe'n­
ht'in1rr ... A. lo nd� l1abla11 de ellos de "oídas"
() I"", ,i:1s; }', a ·,ucs, por citas de citas.
A mitad del siglo pasado nada una nue­
va ciencia: la economía política. O la economía
--real y practicada desde siglos, explosivamen-
te desarro!latla por la revolución industrial-,
pujaba por darse forma científica, a la vez y
a la una economía y política, economía y vida
social. ¡A trabajar, a trabajar en sociología,
bajo su forma concreta de economía política!,
se di¡o a sí ·mismo Marx; y manos a la obra,
du i-a nte unos rnarcnta años, las puso, y resultó
"El Capital".
Me temo que no nos aprade a los hispa­
noamericanos oír de boca de Hegel y Marx 11.i
ele ninguna otra, así sea la dd Papa, eso Je "a
trabajar, a trabajar"; y me temo también guc
no nos suene particularmente seductor y reve­
rente a los filósofos esotro conexo de "n tra­
bajar, a trabajar las ciencias y en economía po­
lítica". Pero, si no me equivoco, tal es !a lctrea
que define a la filosofía si quiere ser actu,1/.

46
En otros tiempos, hace siglos, se decía
pomposamente que el fin· de las leyes y del
Gobierno, --regio o popular-- era "el Bien
común". "Ley .es ulHL or<len ele la razón, diri­
gida al Bien común y promulgada por d · que
tiene a su cuidado la Comunidad". Ahora, pues­
tos a trcrhc1ja1· en eso de Bien común, realmente
común, hablamos <le producto nacional bruto,
ele producto nacional neto, e.le ingreso nacio­
nal, renta nacional .. /y se pr�ponen la� auto­
_
ridades con un presupuesto bien espeoficado
aumentarlo en un determinado tanto por cien­
to anual o qni11t1nenal. El abstracto filosófico
clásico, límpido, alumbrador, orientador -e
inoperante, como la lucecita de la estrella po­
lar-, ha sido sustituido por esa tarea concre­
ta, inmediata, un poco bruta, más eficiente,
ordenada por un Parlamento al votar un Pre­
supuesto y encomendar su ejecución ni Go­
bierno. El cuidado de la Comunidad se llama
a bora "presupuesto"; hn berlo inventado e ir
realizánllolo dentro de y contra las fallas huma­
nas, es tarea de nuestra época.
Verdc1,d es el abstracto filosófico por ex­
celencia y monopolio. Más la ciencia y técnica,
a la una, nos proporcionan "el producto socio­
cullurnl bruto de verdades, reales de verdad".
Las verdades reales, provenientes de esos facto-

47
res ele producción que son ciencia y técnica,
componen lo que de verdades fea/es produce
la sociedad.
La sociedad real no progresa por la idee,
de nien: progresa rc;i !mente por buenos presu­
¡,1,e:;tos <¡uc rrnplecn y fo111cntcn el Producto
�nrial, bruto o neto. La filosofía no progresa
pcir h idea de Verdad. Progresa, realmente,
por las empresas exitosas de ciencia-y-técnica.
L:t f i)osofía no es, actualmente, . algo así
como "conocirniento universal y n�cesario ele.
bis musas y principios supremos de todas las
cos,1s". La filmoffa 11ct11al no tiene definición:
tiene tare d. Tuvo definición en aquellas épo­
cas en (]UC no sabía muy bien el hombre, y a
veces ni bien ni mal, qué tenía c1ue hacer el
hornbre re1rl en este nrnndo real. Tuvo defini­
ción la filosofía en ac¡udlas mismas épocas en
que l,t estrella polar o la luna servían tan sólo
de vaga orientación o burdo calendario. Luna y
cstrel la polar eran de otro mundo; nosotros, lo
éramos del snblunar, por condenación esencial
o natural. i\lima, de nuestro presente histórico,
luna va a sc.rvi, nos e.Te mina o de laboratorio o
tic> lugar de turismo. Y a la estrella. polar se .Je
conserva eso ele {10/11r por transitoria condescen­
ckncia; nos sirve mejor un corriente piloto au­
tomático.

48
La filosofía actual no tiene definición; tie­
ne una tarea impuesta: trabajar en ciencia, téc­
nica y economía política. Si llena bien su tarea,
saidrá, a lo mejor, graduada de mctaciencia,
de mctatécnica, o de metacconomía ... , mas
ya no de metajísicd. No será ya amor de la
sabiduría, sino sabiduría, y sabiduría real, en­
carnada, enmaterializada, cncorporalizacla
-cual en realidad apropiada para ser real:
actual y actuante--, en carne, �atcria o, en
cuerpo de ciencia, de técnica. Por algo Dios,
para redinÚrnos en firme, de 1nt111erct rettl de
verdttd, se encarnó, se enhumanizó en Cristo.
Si la filosofía no se encarna en nuestras ciencias
reales por virtud de las técnicas, si no corre la
aventura de nuestras ciencias y técnicas, si no
se levanta a empreM de transformar el mundo
natural, la filosofía· tendrá o conservará la de­
finición: "conocimiento universal y necesario
de las causas y principios supremos de todas
las cosas". O la de "interpretación del sentido
del mundo", o la de ''Concepción del universo
y clcl hombre".
Pero nadie ya nos sacará de la carne a los
filósofos ach1alcs esa acomplejantc frase-es­
pina: "basta ya de i11terpreh1r, -idealístíca,
rea.lística, materiaHstica, espiritualísticamente el

49
mundo; a transformarlo, a transformarlo; a
trabajar, a trabajar, siguiendo el buen ejemplo
de nuestras ciencias y el de n11estras témícas".

También podría gustarte