0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
40 vistas4 páginas
El amor de Dios es eterno e incondicional. Aunque los seres humanos a menudo lastiman a Dios o no se merecen su amor, Él siempre los ama y perdona sin condiciones debido a su naturaleza de amor. El amor de Dios se muestra en el sacrificio de Jesucristo para salvar a la humanidad, y los cristianos deben amarse los unos a los otros como Dios los ama.
El amor de Dios es eterno e incondicional. Aunque los seres humanos a menudo lastiman a Dios o no se merecen su amor, Él siempre los ama y perdona sin condiciones debido a su naturaleza de amor. El amor de Dios se muestra en el sacrificio de Jesucristo para salvar a la humanidad, y los cristianos deben amarse los unos a los otros como Dios los ama.
El amor de Dios es eterno e incondicional. Aunque los seres humanos a menudo lastiman a Dios o no se merecen su amor, Él siempre los ama y perdona sin condiciones debido a su naturaleza de amor. El amor de Dios se muestra en el sacrificio de Jesucristo para salvar a la humanidad, y los cristianos deben amarse los unos a los otros como Dios los ama.
Predicas Cristianas Texto Bíblico: “Ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:39 No existe nada más real y poderoso que el amor de Dios. Nada se puede comparar a su amor. Su amor es tan especial y único que no es algo que podamos encontrar en cualquier parte. Su amor por nosotros es tan grande, en el camino a la santidad nos equivocamos o le fallemos, pero Él siempre nos está amando y nunca se va de nuestro lado. No necesitamos comprender el gran amor de Dios hacia nosotros, solo necesitamos sentirlo. Hay muchas cosas que no comprendemos cuando vienen de parte de Él, pero esta relación que tenemos con Dios no se trata de entender lo que Él hace. Se trata de confianza. Podemos intentar descifrar su amor, pero no podríamos, nuestros pensamientos no se comparan con lo que es Dios. Intentamos entender todas las cosas, intentamos pensar como Dios lo hace, pero nada de lo que intentemos hacer funcionará. ¿Por qué? Pues la mente de Dios es mucho más grande que la nuestra (Isaías 55:9). Nuestra mente no se puede comparar con la de Él. Aunque lo intentemos nunca llegaremos a entender los planes de Dios. I. El amor de Dios es eterno (Jeremías 31:3) En nuestra vida conoceremos personas de todo tipo, personas que tocarán nuestro corazón y dejarán una huella. Personas que vamos a querer mucho, o también habrá personas que nos lastimarán y que nos herirán. Muchas veces habrá una persona que nos dirá que nos ama, pero hará todo lo contrario. Toda nuestra vida estará rodeada de personas, buenas y malas, que nos amarán y nos lastimarán. Pero es diferente con Dios, Él es tan bueno y maravilloso que nunca nos falla. Su amor por nosotros perdura para siempre. Aún si le fallamos o lo lastimamos, su amor por nosotros permanece constante. Es más, aunque muchas personas decidan abandonarnos o dejarnos de amar, Dios jamás deja de hacerlo. Él nos sigue amando con todo y nuestras fallas (Romanos 5:8). Podemos hacer muchas cosas que hieran al Señor de alguna forma. Podemos alejarlo de nosotros si eso queremos. Pero, aunque intentemos hacer todas estas cosas, él no dejará de amarnos. No importa cuánto le fallemos. Él siempre estará dispuesto a perdonarnos y a levantarnos. Él ayudará a seguir adelante y no se separará de nosotros, porque así es su amor, grande y eterno. II. El amor de Dios es sin condición (Juan 3:16) Dios no pide nada de nosotros, o, mejor dicho, lo único que pide es que le entreguemos nuestra vida (que Él nos ha dado) corazón, mente y cuerpo. Todo esto lo hace siempre para beneficio de nosotros. Él desea nuestro corazón porque desea sanarlo, salvarlo y hacer algo nuevo hermoso en Él, en nosotros. Él desea nuestra mente para poner sus pensamientos de amor en nosotros, Él desea nuestro cuerpo para hacer de él un templo del Espíritu Santo, Él siempre está pensando en lo mejor para nosotros (Jeremías 29:11). Su amor es tan grande que nada de lo que hagamos hará que deje de amarnos. No merecemos ser amados por Él, no merecemos ser salvos por Él. No merecemos ser sus hijos, no merecemos nada de lo que Él nos ha dado. Pero Dios es así, va más allá de lo que esperamos. Siempre nos sorprende, no da más de lo que queremos o necesitamos, y nunca nos falla. Si fuera por merecimiento, creo que ninguno de nosotros podría alcanzar su amor y misericordia. Ya que, si nos examinamos a nosotros mismos, podemos darnos cuenta que, si fuera por nosotros mismos, nunca alcanzaríamos el amor de Dios. Pero gracias a su gran amor y a su misericordia, podemos acercarnos a Él. Gracias a Jesús que murió en la cruz por nuestros pecados, podemos tener una esperanza segura y a un Padre que nos ama, por el sacrificio que Jesús hizo. Hallamos gracia ante sus ojos y podemos acercarnos a él confiadamente (Hebreos 4:16). Es ahí cuando nos hace ver que, aunque no merezcamos nada, él está dispuesto a darnos todo. 4:1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 4:2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 4:3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 4:4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. 4:5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. 4:6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error. 4:7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 4:8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 4:11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 4:12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 4:13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. 4:14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 4:15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 4:16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 4:17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 4:18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 4:19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 4:21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.