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Eran muy felices, hasta que una noche, el minero tuvo un sueño en el que
un duende le reveló el lugar exacto en dónde se encontraba la mina que
por tanto tiempo buscó…
Pero al día siguiente, con la salida del sol, los mismos vecinos de la zona
presenciaron el sorprendente suceso. El lugar del valle a donde habían
enterrado a Añañuca, estaba ahora cubierto por una abundante capa de
hermosísimas flores rojas.
Es por ello que la leyenda asegura que Añañuca se convirtió en esta bella
flor, como un gesto de amor a su amado, pues de esta manera
permanecería siempre cerca de él.
Así fue que se pasó a llamar a esta flor, hasta ese momento
desconocida, la flor de la Añañuca. A la cual también se la conoce como
«flor de la sangre», tanto por su imponente color, como por la tragedia y
pérdida de las dos jóvenes vidas.
Fin.