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LOS SILENCIOS TAMBIÉN SON NECESARIOS

Pbro. Jesús Román Huerta Wong


Existen muchas maneras de definir la “música”, en el Seminario me enseñaron la
siguiente: “La música es el arte del bien combinar los sonidos y silencios en el tiempo,
resultando agradable al oído e interesante para el espíritu”. No es este el lugar adecuado
para hacer un análisis en torno a esta u otra definición y determinar sus pros y sus contras;
no obstante, permíteme rescatar algo de ella y que seguramente muchos músicos y
musicólogos estarán de acuerdo conmigo.
En la música, a pesar de que existe una gran cantidad de sonidos (cada nota puede
tener diferente altura), los silencios también forman parte esencial de ella. Un silencio se
define como “la interrupción o negación de sonido” y existen siete signos que indican un
valor de tiempo de dicho silencio. En efecto, así como hay figura de nota “redonda”,
“blanca”, “negra”, etc., también hay figura de silencio que son su equivalente.

Un silencio es la interrupción de un sonido, sí, pero también un momento de


descanso tanto para el ejecutante (sea instrumentista o cantor), como para el oído del
receptor.
Piensa un instante en lo aturdido que sería escuchar todo el tiempo un instrumento,
sin parar, sin ningún silencio. Imagínate una sinfonía, o cualquier obra musical que se te
ocurra, en la que todos los instrumentos estén sonando al mismo tiempo durante toda la
presentación… esto sería bastante cansado para quien lo está oyendo y también para los que
están tocando.
Supón que eres un cantante ¡y no hay ningún silencio en tu línea melódica!,
tendrás que cantar sin oportunidad de respirar o lo deberás hacer muy rápido porque el
valor de las figuras de notas te lo exige.
¿Ves? Los silencios también forman parte de la música, ellos son importantes y
necesarios, y los compositores lo saben; esto lo aprendí teóricamente en mis primeras clases
del Menor, aunque lo he comprendido en mi vida con el correr del tiempo.
En nuestra vida también son necesarios los silencios… En ocasiones, hay que
saber callar cuando no nos toca opinar, cuando nuestra palabra pondrá en entredicho la
buena fama de alguien, cuando mi “sonido” será lacerante e hiriente en la vida del otro….
saber callar para escuchar al que está a mi lado, callar para escuchar a Dios.
Pero nos da miedo el silencio, porque esa “suspensión de sonido” nos hace
introducirnos en nosotros mismos y le da más oportunidad a Dios de hablar. ¿Recuerdas
cuando Elías esperaba el pasó de Dios en el Horeb? No lo encontró ni en el huracán, ni en
el terremoto, ni en el rayo… lo encontró en el silencio de una brisa suave. (1 Re 19, 3-15).
Aprende a hacer “silencios” en tu vida. Calla cuando debes de callar, tú yo
sabemos cuáles son esos momentos (chismes, desprecios, insultos, morbo); calla para que
escuches a tu familia, a tus padres, a tu esposo o esposa, a tus hijos, a tus amigos… no
hables sólo tú, deja que ellos también te compartan “su melodía” … en último término haz
“silencio” para que escuches la voz del Señor.
Sí, los silencios tanto en la música como en la vida son importantes y necesarios…
poco a poco lo he ido comprendiendo y espero que nunca sea tarde para saber aplicarlo.

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