Existen muchas maneras de definir la “música”, en el Seminario me enseñaron la siguiente: “La música es el arte del bien combinar los sonidos y silencios en el tiempo, resultando agradable al oído e interesante para el espíritu”. No es este el lugar adecuado para hacer un análisis en torno a esta u otra definición y determinar sus pros y sus contras; no obstante, permíteme rescatar algo de ella y que seguramente muchos músicos y musicólogos estarán de acuerdo conmigo. En la música, a pesar de que existe una gran cantidad de sonidos (cada nota puede tener diferente altura), los silencios también forman parte esencial de ella. Un silencio se define como “la interrupción o negación de sonido” y existen siete signos que indican un valor de tiempo de dicho silencio. En efecto, así como hay figura de nota “redonda”, “blanca”, “negra”, etc., también hay figura de silencio que son su equivalente.
Un silencio es la interrupción de un sonido, sí, pero también un momento de
descanso tanto para el ejecutante (sea instrumentista o cantor), como para el oído del receptor. Piensa un instante en lo aturdido que sería escuchar todo el tiempo un instrumento, sin parar, sin ningún silencio. Imagínate una sinfonía, o cualquier obra musical que se te ocurra, en la que todos los instrumentos estén sonando al mismo tiempo durante toda la presentación… esto sería bastante cansado para quien lo está oyendo y también para los que están tocando. Supón que eres un cantante ¡y no hay ningún silencio en tu línea melódica!, tendrás que cantar sin oportunidad de respirar o lo deberás hacer muy rápido porque el valor de las figuras de notas te lo exige. ¿Ves? Los silencios también forman parte de la música, ellos son importantes y necesarios, y los compositores lo saben; esto lo aprendí teóricamente en mis primeras clases del Menor, aunque lo he comprendido en mi vida con el correr del tiempo. En nuestra vida también son necesarios los silencios… En ocasiones, hay que saber callar cuando no nos toca opinar, cuando nuestra palabra pondrá en entredicho la buena fama de alguien, cuando mi “sonido” será lacerante e hiriente en la vida del otro…. saber callar para escuchar al que está a mi lado, callar para escuchar a Dios. Pero nos da miedo el silencio, porque esa “suspensión de sonido” nos hace introducirnos en nosotros mismos y le da más oportunidad a Dios de hablar. ¿Recuerdas cuando Elías esperaba el pasó de Dios en el Horeb? No lo encontró ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el rayo… lo encontró en el silencio de una brisa suave. (1 Re 19, 3-15). Aprende a hacer “silencios” en tu vida. Calla cuando debes de callar, tú yo sabemos cuáles son esos momentos (chismes, desprecios, insultos, morbo); calla para que escuches a tu familia, a tus padres, a tu esposo o esposa, a tus hijos, a tus amigos… no hables sólo tú, deja que ellos también te compartan “su melodía” … en último término haz “silencio” para que escuches la voz del Señor. Sí, los silencios tanto en la música como en la vida son importantes y necesarios… poco a poco lo he ido comprendiendo y espero que nunca sea tarde para saber aplicarlo.