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El silencio como base de la creación musical

Dice una máxima pitagórica:“Si se os pregunta: ¿qué es el silencio?, responded: la primera


piedra del templo de la filosofía."Si aplicamos este aforismo, y además coincidimos con Stravinsky
en que la creación musical -o el “fenómeno musical” como él lo llama- es resultado de un proceso
de especulación, esto es, de una especie de filosofía creativa, podremos convenir en que el silencio
es el punto de partida de ese proceso.La creación musical reside en el acto de poblar un vacío
sonoro existente con una combinación lógica de sonidos, primero en un plano abstracto y luego a
nivel físico y sensorial. Si entendemos al silencio como nuestra tabula rasa, equivalente a lo que
sería el lienzo incoloro para un pintor, o un terreno sin construir para un arquitecto, nos debe llamar
la atención la definición que la Academia da al término silencio como “falta de ruido” o “pausa

musical”. Esta enunciación plantea intrínsecamente que el sonido es un estado preliminar. Por tanto,
al explicar el concepto del silencio en sentido consecuente y negativo, casi peyorativo (puesto que
la descripción del diccionario denota ausencia e interrupción) invalida al silencio como estado
natural. ¿Cabría entonces más bien definir al sonido -y por ende a la música- como la “ausencia de
silencio”?

Ahora bien, sabemos que el silencio absoluto no existe. Recordemos por ejemplo la teoría ya
milenaria según la cual los cuerpos celestes en el universo producían sonidos que, al combinarse,
producían lo que los antiguos griegos música de las esferas, y que siglos más tarde Boecius en
Roma denominaría música mundana. Estas vibraciones bajo las cuales se rige el orden divino del
cosmos, de acuerdo a esta tesis, son imperceptibles para el oído humano. Sin embargo, esa clase de
música no es la que nos ocupa aquí. No es sino hasta entrado el Renacimiento en el que el vocablo
música comenzó a referirse exclusivamente al arte de ordenar los sonidos a voluntad y de acuerdo a
cánones preestablecidos, tal como lo entendemos en nuestros días. Música, en el sentido estricto del
arte, se refiere a una fuerza creativa cuyo resultado final aspira a una materialización sonora.
Stravinsky afirma:

Permítanme tomar el ejemplo más banal: el placer que experimentamos al oír el murmullo
de la brisa entre los árboles, las ondas de un arroyo, el canto de un pájaro. Todo esto nos satisface,
deleita y divierte. Incluso podríamos decir: ¡Qué hermosa música!... Estos sonidos naturales
sugieren música, pero no son música en sí mismos... Son promesas de música; se requiere de un ser
humano que sea sensitivo a las voces de la naturaleza, desde luego, pero que además sienta la
necesidad de poner estos sonidos en orden y que tenga una especial aptitud para lograr esta tarea.

Desde luego, muchas y muy diversas son las opiniones sobre música y silencio. En su libro
“The Concept of Music”, Robert Maconie nos ofrece su visión sobre la naturaleza primordial del
silencio. A su juicio, éste es una condición imprescindible y esencial para el fenómeno musical:
El silencio, como la Naturaleza, es incansable e invencible: por más grandiosamente que
ejecutemos un sonido, el silencio le invadirá y lo cubrirá inexorablemente. Si el silencio es
retenido, el sonido debe ser constantemente renovado. Pero si el sonido no tiene la posibilidad de
morir, no tendríamos tampoco la posibilidad de repetirlo, o aún mejor, de reemplazarlo con otro
sonido diferente. Sin el silencio, no podría haber música.

Dr. Manuel Matarrita

Música y silencio: un tándem necesario y natural

Adrian Sánchez García


Universidad de Valladolid

[…] En numerosos momentos de nuestra vida nos encontramos en silencio con otras personas. En
algunas ocasiones, y dependiendo de cada persona, pueden ser momentos incómodos, más aún si el
espacio es reducido, como, por ejemplo, un ascensor. Por ello se dan las típicas conversaciones
sobre el tiempo u otros temas menores o sin importancia, siendo su única intención evitar mantener
un silencio incómodo. En otras palabras, en esos momentos lo importante es hablar por hablar, y no
el contenido o el mensaje de la conversación.

Y en el ámbito musical, ¿se puede disfrutar del silencio después de una obra? Como
curiosidad y respuesta a esta pregunta, les diré que Claudio Abbado, prestigioso director de orquesta
italiano, mantuvo en silencio 40 segundos a músicos y público después de la interpretación del
Réquiem de Mozart. Quién sabe si disfrutando del silencio o de la música que acababa de sonar.
Este momento de la lectura creo que es el perfecto para dejarles una de esas perlas literarias
japonesas, como son los haikus.
En este caso es el escritor argentino Jorge Luis Borges quien, usando este género poético,
nos invita a la reflexión:
Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento
Si cambiamos el registro y nos movemos a otro tipo de música más escuchada hoy en día,
como pop, rock, alternativa, etc., podemos observar que el comportamiento del público, e incluso la
vestimenta, es totalmente diferente al que se encuentra en el ámbito clásico, siendo otro de los
motivos por los que no se da un correcto comportamiento en este último tipo de música. En los
conciertos de música actual no clásica, el público tiene, y se le permite, un comportamiento más
activo, e incluso necesario. Su función es fácil de explicar, y simplemente tenemos que analizar un
concierto de cualquier grupo o artista famoso de hoy en día para poder entenderlo. El público canta
las canciones, las tararea, grita, salta, habla, come y bebe; es decir, realiza acciones de cualquier
índole. Si estas acciones no se realizan y solo se escuchan aplausos al final de cada canción,
podríamos decir que el concierto no ha sido un éxito precisamente. Entonces, podemos afirmar que
el silencio que impera en todo momento en el ámbito clásico no existe en otros géneros musicales,
dado que, aunque el artista o banda se encuentre en silencio, el público no para de realizar acciones
sonoras que ayudan a crear un ambiente propicio para la propia música. De este modo, los silencios
usados para crear un ambiente determinado tampoco son respetados por el público, no obstante, su
función se cumple a la perfección.
Llegados a este punto es necesario plantear si habría que modificar las normas de comportamiento
en un concierto clásico, si sería más apropiado no permanecer en silencio durante la interpretación.

Mi criterio en este caso es claro: un rotundo no, porque no creo que exista la necesidad de
interactuar con el músico durante la interpretación, aunque sí que puede ser posible en otros
momentos del concierto, comentando la obra, por ejemplo y creando así un ambiente más cercano.
Sin embargo, y desde su estreno, el público da palmas instintivamente cuando escucha los primeros
compases de la Marcha Radetzky de Strauss, interactuando de este modo con la orquesta.

Sí que es cierto que en los conciertos didácticos, cada vez más habituales, debe existir esa
interacción con el público, ya sean adultos o niños, debido a que es necesario el componente
emocional para conseguir un correcto aprendizaje e iniciar el gusto por la música clásica. Con este
mismo fin, también se pueden incluir diferentes canciones de ámbito no clásico que sorprendan y
atraigan al oyente, aumentando así su interés y motivación.

Finalizando este capítulo, es interesante recordar que “la música es el vino que llena la copa
del silencio”, como decía Robert Fripp, y dentro de este “vino” encontramos numerosas canciones
que nombran el silencio, e incluso canciones que hablan del propio silencio. Inclusive en el folclore
aragonés, una de mis mayores pasiones, hallamos coplas sobre esta temática, como la siguiente de
José Verón: Cuando me dejaste solo, me quedé escuchando al viento, y aprendí que, algunas veces,
también nos habla el silencio

Y es que, queridos amigos, citando al escritor británico Aldoux Huxley, “después del
silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música”

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