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Josefina Bakhita

Josefina Bakhita (en italianoː Giuseppina Bakhita le Baka) (1869, Darfur, Sudán - 8 de
febrero de 1947 Schio, Italia) fue una religiosa sudanesa nacionalizada italiana. Es
venerada como santa por la Iglesia Católica el 8 de febrero, y se le nombró patrona de
Sudán.
Nació alrededor del año 1869 en la región sudanesa occidental de Darfur; En el pueblo
de Olgossa, al oeste de Nyala y cerca del monte Agilerei.2 Pertenecía al prestigioso pueblo
Daju, su bien respetado y razonablemente próspero padre era hermano del jefe del pueblo.
Ella estaba rodeada por una familia cariñosa de tres hermanos y tres hermanas; Como
dice en su autobiografía: "Viví una vida muy feliz y despreocupada, sin saber qué
sufrimiento".
En algún momento entre los siete y nueve años, probablemente en febrero de 1877, fue
secuestrada por los comerciantes árabes de esclavos, que ya habían secuestrado a su
hermana mayor dos años antes. Ella fue cruelmente obligada a caminar descalza por unos
960 kilómetros (600 millas) hasta El Obeid y ya fue vendida y comprada dos veces antes
de llegar allí. En el transcurso de doce años (1877-1889) fue revendida nuevamente tres
veces más y luego regalada. Se dice que el trauma de su secuestro le hizo olvidar su propio
nombre; Ella tomó uno dado a ella por los esclavistas, bakhita, árabe para suerte. También
fue obligada a convertirse al Islam.
Estando en Sudán, el diplomático Callisto Legnani la compró en calidad de esclava con
el propósito de devolverle su libertad. Cuando Legnani debió regresar a su país, Bakhita
decidió acompañarlo, y llegando a Génova, fue transferida a la localidad de Zianigo, al
servicio de la familia Michielo, y posteriormente pasó a la Congregación de Hijas de La
Caridad de Santa Magdalena de Canossa (Canosianas) de Venecia, donde recibió los
primeros sacramentos del catecumenado, el 9 de enero de 1890, y fue bautizada con el
nombre de Josefina, y el 8 de diciembre de 1896, ingresó a las Hermanas Canosianas,
tomando como nombre religioso, el de Sor Josefina.
Josefina Bakhita se destacó no sólo por su piedad y su amor a Cristo y la Eucaristía, sino
también por su servicio social por los más pobres y desamparados, por lo que fue
llamada La Madre Moretta (la madre morena, en italiano).
Murió en el convento canossiano de Schio, en 1947, a la edad de 78 años, y sus restos
fueron sepultados bajo el altar de la iglesia de dicho convento. Fue beatificada en 1992 y
canonizada en Roma, por el Papa Juan Pablo II, en octubre del 2000.
El ejemplo de su vida fue usado por el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe salvi para
hablar de esperanza.3
En el 2009, se produjo una película para televisión, llamada "Bakhita", interpretada
por Fatou Kine Boye, y dirigida por Giacomo Campiott.

San Pedro Nolasco (Mas-Saintes-Puelles, 1180 - Barcelona, 1256) fue un religioso


barcelonés, fundador de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced para
la redención de cautivos.
Aunque se especuló sobre su natalicio en Barcelona, en 1180, según los historiadores,
nació en Aquitania, región francesa, que para ese entonces era un ducado. Cuando se
menciona a Barcelona, es porque su familia se trasladó allí, cuando nació.
En 1203 Pedro Nolasco, como seglar, iniciaba en Valencia la redención de cautivos de
manos de los musulmanes. Con su propio patrimonio organizaba expediciones para
negociar redenciones. Su condición de comerciante le facilitaba esa labor. Después fundó
grupos para recaudar la limosna para los cautivos.
En la noche del 1º al 2 de agosto de 1218 se le apareció la Virgen pidiéndole que fundara
una orden que se dedicara a la redención de los cautivos.
El Papa Gregorio IX la aprobó en 1235 y le dio la “regla de san Agustín”. Estaba
compuesta por religiosos y caballeros que recibieron la institución canónica del obispo
de Barcelona y la investidura militar de Jaime I. Sus miembros se obligaban, por un cuarto
voto, a entregarse como rehenes para la liberación de los cautivos si no tenían el dinero
necesario para su rescate. Los mercedarios pronunciaban cuatro votos: pobreza, castidad,
obediencia y, cuarto, estar dispuestos a entregarse como rehenes si ése fuera el único
medio de cumplir con su promesa. Muchos eran, por entonces, los cristianos capturados
y vendidos como esclavos a los musulmanes de África, lo que siguió ocurriendo hasta
que desapareció la piratería. Los mercedarios cumplieron con la promesa hecha y en su
historia constan, perfectamente documentadas, 344 redenciones y más de 80 000
redimidos.
En 1248, cuando Fernando III de Castilla toma la ciudad de Sevilla, Pedro Nolasco lo
acompaña y, poco después, funda el Convento de la Merced Calzada de la
Asunción.[cita requerida]
Pedro Nolasco fue canonizado y su fiesta se celebra el 6 de mayo. Se le representa
vistiendo el hábito blanco de los mercedarios, con unas cadenas rotas que simbolizan la
liberación de los cautivos, un estandarte con las armas de la Corona de Aragón, una cruz
y un ramo de olivo.
Zurbarán le representó en un ciclo de cuadros para el convento de
los Mercedarios de Sevilla, conservados hoy en el Museo del Prado de Madrid, y que
constituyen la iconografía más conocida de este santo.
Es el Patrón de El Viso del Alcor (Sevilla) desde 1630, debido a la vinculación de esta
población de los Alcores sevillanos con la orden mercedaria.

Clara de Asís (en italiano: Chiara d'Assisi; Asís, Italia, 16 de julio de 1194 – ídem, 11
de agosto de 1253), religiosa y santa italiana. Seguidora fiel de san Francisco de Asís,
con el que fundó la segunda orden franciscana o de hermanas clarisas, Clara se preciaba
de llamarse “humilde planta del bienaventurado Padre Francisco”.1 Después de
abandonar su antigua vida de noble, se estableció en el monasterio de San Damiano hasta
morir.
Clara fue la primera y única mujer en escribir una regla de vida religiosa para mujeres.
En su contenido y en su estructura se aleja de las tradicionales reglas monásticas. Sus
restos mortales descansan en la cripta de la Basílica de santa Clara de Asís.
Fue canonizada dos años después de su fallecimiento, por el papa Alejandro IV.
Santa Clara nació en Asís en 1194, el 16 de julio. Hija mayor del matrimonio de Favorino
de Scifi y Ortolana, la cual era descendiente de una ilustre familia de Sterpeto, los Eiumi.
Ambas familias pertenecían a la más augusta aristocracia de Asís, 2 Favorino tenía el título
de Conde de Sasso–Rosso. Clara tenía cuatro hermanos, un varón, Boson, y tres mujeres,
Renenda, Inés y Beatriz.
Ortolana era una mujer de mucha virtud y piedad cristiana, y era devota de hacer largas
peregrinaciones a Bari, Santiago de Compostela y Tierra Santa. Dice la tradición que
antes de nacer Clara, el Señor le reveló en oración que la alumbraría de una brillante luz
que habría de iluminar al mundo entero, y fue por eso que la niña recibió en el bautismo el
nombre de Clara, el cual encierra dos significados, resplandeciente y célebre.
La niña Clara creció en el palacio fortificado de la familia y no tenía amigos, cerca de la
Puerta Vieja. Se dice que desde su más corta edad sobresalió en virtud pero se mortificaba
duramente usando ásperos cilicios de cerdas y rezaba todos los días tantas oraciones que
tenía que valerse de piedrecillas para contarlas.
Por esa fecha había vuelto de Roma, con autoridad pontificia para predicar, el joven
Francisco Bernardone, cuya conversión tan hondamente había conmovido a la ciudad
entera. Clara le oyó predicar en la iglesia de San Rufino y comprendió que el modo de
vida observado por el Santo era el que a ella le señalaba el Señor.
Entre los seguidores de Francisco había dos, Rufino y Silvestre, que eran parientes
cercanos de Clara, y éstos le facilitaron el camino a sus deseos. Así un día acompañada
de una de sus parientes, a quien la tradición atribuye el nombre de Bona Guelfuci, fue a
ver a Francisco. Éste había oído hablar de ella, por medio de Rufino y Silvestre, y desde
que la vio tomó una decisión: «quitar del mundo malvado tan precioso botín para
enriquecer con él a su divino Maestro».3 Desde entonces Francisco fue el guía espiritual
de Clara.
La noche después del Domingo de Ramos de 1211, Clara huyó de su casa y se encaminó
a la Porciúncula; allí la aguardaban los frailes menores con antorchas encendidas.
Habiendo entrado en la capilla, se arrodilló ante la imagen del Cristo de san Damián y
ratificó su renuncia al mundo «por amor hacia el santísimo y amadísimo Niño envuelto
en pañales y recostado sobre el pesebre».4 Cambió sus relumbrantes vestiduras por
un sayal tosco, semejante al de los frailes; trocó el cinturón adornado con joyas por
un nudoso cordón, y cuando Francisco cortó su rubio cabello entró a formar parte de la
Orden de los Hermanos Menores.
Clara prometió obedecer a san Francisco en todo. Luego, fue trasladada al convento de
las benedictinas de San Pablo.
Cuando sus familiares descubrieron su huida y paradero fueron a buscarla al convento.
Tras la negativa rotunda de Clara a regresar a su casa, se trasladó a la iglesia de San Ángel
de Panzo, donde residían unas mujeres piadosas, que llevaban vida de penitentes.
Inicio de las Clarisas
Seis o diez días después de la huida de Clara, otra de sus hermanas, Inés, huyó también a
la iglesia de San Ángel a compartir con su hermana el mismo régimen de vida. Más tarde
fue a reunírseles su otra hermana, Beatriz, y ya en san Damián, unos años más tarde,
Ortolana, su madre.
Clara e Inés pronto abandonaron el beaterio de San Ángel. Así Francisco habló con
los camaldulenses del monte Subasio, que antes habían donado a la nueva Orden la
Porciúncula, los cuales le ofrecieron cederles la iglesia de San Damián y la casa anexa,
que serían desde ese momento la casa de Clara durante 41 años hasta su muerte.
En aquel convento de San Damián, germinó y se desenvolvió la vida de oración, de
trabajo, de pobreza y de alegría, virtudes del carisma franciscano. Por esa fecha el estilo
de vida de Clara y sus hermanas llamó fuertemente la atención y el movimiento creció
rápidamente. La condición requerida para admitir una postulante en San Damián era la
misma que pedía Francisco en la Porciúncula: repartir entre los pobres todos los bienes.
El convento no podía recibir donación alguna, pero debía permanecer inquebrantable para
siempre. Los medios de vida de las monjas eran el trabajo y la limosna. Mientras unas
hermanas trabajaban dentro del claustro otras iban a mendigar de puerta en puerta. Clara,
cuando las hermanas volvían de mendigar, las abrazaba y las besaba en los pies.
San Francisco escribió poco después la norma de vida para las hermanas y, por medio del
Santo, obtuvieron del papa Inocencio III la confirmación de esta regla en 1215, pues ese
año, por orden expresa de Francisco, aceptó Clara el título de abadesa de San Damián.
Hasta entonces Francisco había sido jefe y director de las dos órdenes, pero después que
el Papa les aprobó la regla, las monjas debían de tener una superiora que las gobernase.
Santa Clara luchó siempre por la vocación de pobreza de su comunidad, negándose a
recibir bienes que acomodasen su vida. Por eso solicitó y consiguió en 1216 que Inocencio
III les otorgase el «Privilegio de la Pobreza» : Habéis renunciado a toda ambición de los
bienes de este mundo... Las privaciones no os dan miedo... y os concedemos que nadie
pueda forzaros a recibir bienes. Firmó este texto «cum hilarite magna» (riéndose de
buena gana).
El verano del 1253 vino a Asís el papa Inocencio IV para ver a Clara, la cual se
encontraba postrada en su lecho. Ella le pidió la bendición apostólica y la absolución de
sus pecados, y el Sumo Pontífice contestó: «Quiera el cielo, hija mía, que tenga yo tanta
necesidad como tú de la indulgencia de Dios». Cuando Inocencio se retiró dijo Clara a
sus hermanas: «Hijas mías, ahora más que nunca debemos darle gracias a Dios, porque,
sobre recibirle a Él mismo en la sagrada hostia, he sido hallada digna de recibir la visita
de su Vicario en la tierra».
Desde aquel día las monjas no se separaron de su lecho, incluso Inés, su hermana, viajó
desde Florencia para estar a su lado. En dos semanas la santa no pudo tomar alimento,
pero las fuerzas no le faltaban.
Cuenta la historia que estando en el más hondo dolor, dirigió su mirada hacia la puerta de
la habitación, y he aquí que ve entrar una procesión de vírgenes vestidas de blanco,
llevando todas en sus cabezas coronas de oro. Marchaba entre ellas una que deslumbraba
más que las otras, de cuya corona, que en su remate presenta una especie de incensario
con orificios, irradia tanto esplendor que convertía la noche en día luminoso dentro de la
casa; era la Bienaventurada Virgen María. Se adelantó la Virgen hasta el lecho donde
yacía Clara, e inclinándose amorosamente sobre ella, le dio un abrazo.9
Murió el 11 de agosto, rodeada de sus hermanas y de los frailes León, Ángel y Junípero.
De ella se dijo: «Clara de nombre, clara en la vida y clarísima en la muerte».
La noticia de la muerte de la religiosa conmovió de inmediato, con impresionante
resonancia, a toda la ciudad. Acudieron en tropel los hombres y las mujeres al lugar.
Todos la proclamaban santa y no pocos, en medio de las frases laudatorias, rompían a
llorar. Acudió el podestá con un cortejo de caballeros y una tropa de hombres armados, y
aquella tarde y toda la noche hicieron guardia vigilante en torno a los restos mortales de
Clara. Al día siguiente, llegó el Papa en persona con los cardenales, y toda la población
se encaminó hacia San Damián. Era justo el momento en que iban a comenzar los oficios
divinos y los frailes iniciaban el de difuntos; cuando, de pronto, el Papa dijo que debía
rezarse el oficio de las vírgenes, y no el de difuntos, como si quisiera canonizarla antes
aún de que su cuerpo fuera entregado a la sepultura. Sin embargo, el obispo de Ostia le
observó que en esta materia se ha de proceder con prudente demora, y se celebró por fin
la misa de difuntos.
Muy pronto comenzaron a llegar verdaderas multitudes de peregrinos al lugar donde
yacía la religiosa, popularizándose una oración a ella dedicada: «Verdaderamente santa,
verdaderamente gloriosa, reina con los ángeles la que tanto honor recibe de los hombres
en la tierra. Intercede por nosotros ante Cristo, tú, que a tantos guiaste a la penitencia, a
tantos a la vida».
Al cabo de pocos días, su hermana Inés siguió a Clara a la muerte.
teresita
María Francisca Teresa Martin Guérin nació en la calle Saint-Blaise
de Alenzón, Normandía, al noroeste de Francia, el 2 de enero de 1873, hija de Luis
Martin y María Celia Guérin (canonizados el domingo 18 de octubre de 2015). De esta
unión nacieron nueve hijos, de los cuales cuatro murieron a temprana edad, solo
sobrevivieron 5 niñas: María (1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonia (1863-1941),
Celina (1869-1959) y Teresa, que fue la menor. Todas ellas abrazarían después la vida
religiosa.
María Francisca Teresa Martin Guérin nació en la calle Saint-Blaise
de Alenzón, Normandía, al noroeste de Francia, el 2 de enero de 1873, hija de Luis
Martin y María Celia Guérin (canonizados el domingo 18 de octubre de 2015). De esta
unión nacieron nueve hijos, de los cuales cuatro murieron a temprana edad, solo
sobrevivieron 5 niñas: María (1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonia (1863-1941),
Celina (1869-1959) y Teresa, que fue la menor. Todas ellas abrazarían después la vida
religiosa.
Fue bautizada dos días después de su nacimiento, el 4 de enero de 1873, en la iglesia de
Nuestra Señora de Alenzón. Sus padrinos fueron Paul Boul, hijo de un amigo de la
familia, y su hermana mayor, María. En marzo de ese año, a los dos meses de edad, estuvo
a punto de morir y debió ser confiada a una enfermera, Rosa Taillé, que ya había estado
cuidando a dos hijos de la pareja Martin. Se mejoró rápidamente y creció en la campiña
normanda, en la granja Semallé, a una distancia de casi ocho kilómetros. A su regreso a
Alençon el 2 de abril de 1874, su familia la rodea de afecto. Su madre dice que "es de una
inteligencia superior a Celina, pero mucho menos dulce, y sobre todo es de una
obstinación casi invencible. Cuando ella dice que no, nada puede hacerla cambiar." Es
juguetona y traviesa, pero también es emocional y a menudo llora. Teresa siempre se
refirió a este primer periodo de su vida como el más feliz.[cita requerida]
El hogar de los esposos Martin era un verdadero jardín de virtudes y santidad. Amaban
sinceramente a cada una de sus hijas, aunque no toleraban ninguna clase de mal
comportamiento y lo corregían al instante. La fe cristiana era el sustento familiar. Cuando
no estaban en la iglesia como familia, celebraban las fiestas religiosas y/o rezaban el
rosario en casa como familia. Ya a su temprana edad asistía junto a su familia a misa cada
día a las 5:30 de la mañana. La familia Martin adhiere estrictamente ayunando y orando
al ritmo del año litúrgico. Los Martin también practicaban la caridad y ocasionalmente
dan la bienvenida a algún pobre a su mesa; visitaban a los enfermos y los ancianos. Las
niñas crecieron viendo en sus padres dos grandes modelos de santidad.
Desde 1865 Celia Martin se queja de dolores en su interior. En diciembre de 1876 un
médico revela un “tumor fibroso” de gravedad. Es demasiado tarde para intentar una
operación. El 24 de febrero de 1877, Celia pierde a su hermana María Luisa, que murió
de tuberculosis en el Convento de la Visitación de Le Mans, con el nombre de hermana
María Dositea. Después de su muerte, sus sufrimientos se agudizan, pero todo se lo
esconde a su familia. En julio de 1877 Celia participa de una peregrinación al santuario
de Lourdes pidiendo la gracia de su curación, pero no recibe tal gracia.
Finalmente, Celia Martin muere el 28 de agosto de 1877 a causa de un cáncer de mama,
cuando Teresa tenía apenas 4 años. En noviembre de 1877 Luis Martin decidió trasladarse
a la ciudad de Lisieux, donde residía la familia de su esposa, quienes prometieron a Celia
cuidar de sus hijas después de su muerte.

San martin de porres


Infancia
Martín de Porres o Porras12 fue hijo de un noble burgalés, caballero de la Orden de
Alcántara, Juan de Porres (según algunos documentos, el apellido original fue Porras)
natural de la ciudad de Burgos, y de una negra liberta, Ana Velázquez, natural
de Panamá que residía en Lima.
Su padre no podía casarse con una mujer de su condición, porque era muy pobre, lo que
no impidió su amancebamiento con Ana Velázquez. Fruto de esta relación nació Martín
y, dos años después, Juana, su única hermana. Martín de Porres fue bautizado el 9 de
diciembre de 1579 en la Iglesia de San Sebastián de Lima.
Ana Velázquez dio cuidadosa educación cristiana a sus dos hijos. Juan de Porres estaba
destinado en Guayaquil, y desde ahí les proveía de sustento. Viendo la situación precaria
en que iban creciendo, sin padre ni maestros, decidió reconocerlos como hijos suyos ante
la ley. En su infancia y temprana adolescencia sufrió la pobreza y limitaciones propias de
la comunidad de raza negra en que vivió.1
Vida religiosa
Se formó como auxiliar práctico, barbero y herborista.1 En 1594, a la edad de quince
años, y por la invitación de Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico, teólogo y hombre
de virtudes, entró en la Orden de Santo Domingo de Guzmán bajo la categoría de
«donado», es decir, como terciario por ser hijo ilegítimo (recibía alojamiento y se
ocupaba en muchos trabajos como criado). Así vivió nueve años, practicando los oficios
más humildes. Fue admitido como hermano de la orden en 1603. Perseveró en su
vocación a pesar de la oposición de su padre, y en 1606 se convirtió en fraile profesando
los votos de pobreza, castidad y obediencia.
De todas las virtudes que poseía Martín de Porres sobresalía la humildad, siempre puso a
los demás por delante de sus propias necesidades. En una ocasión el Convento tuvo serios
apuros económicos y el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos valiosos,
ante esto, Martín de Porres se ofreció a ser vendido como esclavo para ayudar a remediar
la crisis, el Prior conmovido, rechazó su ayuda. Ejerció constantemente su vocación
pastoral y misionera; enseñaba la doctrina cristiana y fe de Jesucristo a los negros e indios
y gente rústica que asistían a escucharlo en calles y en las haciendas cercanas a las
propiedades de la Orden ubicadas en Limatambo.
La situación de pobreza y abandono moral que estos padecían le preocupaban; es así que
con la ayuda de varios ricos de la ciudad - entre ellos el virrey Luis Jerónimo Fernández
de Cabrera y Bobadilla, IV Conde de Chinchón, que en propia mano le entregaba cada
mes no menos de cien pesos - fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz para reunir a todos
los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.
Martín siempre aspiró a realizar vocación misionera en países alejados. Con frecuencia
lo oyeron hablar de Filipinas, China y especialmente de Japón, país que alguna vez
manifestó conocer. El futuro santo fue frugal, abstinente y vegetariano. Dormía sólo dos
o tres horas, mayormente por las tardes. Usó siempre un simple hábito de cordellate
blanco con una capa larga de color negro. Alguna vez que el Prior lo obligó a recibir un
hábito nuevo y otro fraile lo felicitó risueño, Martín, le respondió: «pues con éste me han
de enterrar» y efectivamente, así fue.3
Ideal de santidad

Glorificación de San Martín de Porres del artista italiano Fausto Conti encargada por
el papa Juan XXIII para la canonización en San Pedro de Roma. Se encuentra
actualmente en la basílica del Santísimo Rosario, en el Convento de Santo
Domingo de Lima.
Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San
José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer. Sin embargo, a pesar de su encendido
fervor y devoción, no desarrolló una línea de misticismo propia.
Martín de Porres fue confidente de San Juan Macías fraile dominico, con el cual forjó una
entrañable amistad. Se sabe que también conoció a Santa Rosa de Lima, terciaria
dominica, y que se trataron algunas veces, pero no se tienen detalles históricamente
comprobados de estas entrevistas.
La personalidad carismática de Martín hizo que fuera buscado por personas de todos los
estratos sociales, altos dignatarios de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y
pobres, todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales, físicas o materiales.
Su entera disposición y su ayuda incondicional al prójimo propició que fuera visto como
un hombre santo.
Aunque él trataba de ocultarse, la fama de santo crecía día por día. Fueron varias las
familias en Lima que recibieron ayuda de Martín de Porres de alguna forma u otra.
También, muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: «Que
venga el santo hermano Martín». Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo.
Su muerte
Casi a la edad de sesenta años, Martín de Porres cayó enfermo y anunció que había llegado
la hora de encontrarse con el Señor. La noticia causó profunda conmoción en la ciudad
de Lima. Tal era la veneración hacia este mulato que el virrey Luis Jerónimo Fernández
de Cabrera y Bobadilla fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte
pidiéndole que velara por él desde el cielo.
Martín solicitó a los dolidos religiosos que entonaran en voz alta el Credo y mientras lo
hacían, falleció. Eran las 9 de la noche del 3 de noviembre de 1639 en la Ciudad de los
Reyes, capital del Virreinato del Perú. Toda la ciudad le dio el último adiós en forma
multitudinaria donde se mezclaron gente de todas las clases sociales. Altas autoridades
civiles y eclesiásticas lo llevaron en hombros hasta la cripta, doblaron las campanas en su
nombre y la devoción popular se mostró tan excesiva que las autoridades se vieron
obligadas a realizar un rápido entierro.
En la actualidad sus restos descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo de
Lima, junto a los restos de Santa Rosa de Lima y San Juan Macías en el denominado
«Altar de los Santos Peruanos».

Francisco de Asís nació el 5 de julio de 1182 en Assisi, en el seno de una acaudalada


familia.

Hijo de Donna Pica Bourlemont y de Pedro de Bernardone.

Durante su juventud llevó una vida mundana. Tras una batalla entre Asís y
Perugia estuvo encarcelado un año en esta ciudad. Siendo prisionero padeció una grave
enfermedad durante la cual decidió cambiar su forma de vida.
En 1205 ejerció la caridad entre los leprosos y comenzó a trabajar en la restauración de
ruinas de iglesias debido a una visión en la que el crucifijo de la iglesia en ruinas de San
Damián en Asís le ordenó que reparara su casa. Los gastos en obras de caridad
enfurecieron a su padre, que llegó a desheredarlo.

Renunció a su lujosa ropa por una capa y dedicó los tres años siguientes al cuidado de los
leprosos y los proscritos en los bosques del monte Subastio. Restauró la ruinosa capilla
de Santa María de los Ángeles.

En 1208, durante una misa, escuchó una llamada diciéndole que saliera al mundo y,
siguiendo el texto de Mateo 10, 5-14, "no poseyera nada pero hiciera el bien en todas
partes". Cuando regresó a Asís ese mismo año, empezó a predicar provocando la
renovación de la espiritualidad cristiana del siglo XIII.

Reunió a los 12 discípulos que se convertirían en los hermanos originales de su orden,


más tarde llamada la Primera Orden y lo eligieron superior. En 1212 recibió a
una monja de Asís llamada Clara, en la comunidad franciscana; a través de ella se
estableció la orden de las damas pobres (las clarisas, más tarde Segunda Orden
franciscana).
En 1212 emprende camino a Tierra Santa pero una tempestad le obligó a regresar. Otras
dificultades le impidieron cumplir gran parte de la labor misionera cuando llegó
a España a evangelizar a los musulmanes.

En 1219 se encontraba en Egipto, donde pudo predicar aunque no consiguió convertir


al sultán. Viajó después a Tierra Santa permaneciendo allí hasta el año 1220.

Quiso ser martirizado y se alegró al saber que cinco monjes franciscanos habían
muerto en Marruecos mientras cumplían sus obligaciones.

A su regreso encontró oposición entre los frailes y renunció como superior, dedicando los
años siguientes a planear lo que sería la Tercera Orden franciscana, los terciarios.

La tradición de poner el Belén en el mundo se remonta al año 1223, en una Navidad de


la villa italiana de Grecio. En esta localidad, San Francisco de Asís reunió a los vecinos
para celebrar la misa de medianoche. En derredor de un pesebre, con la figura del Niño
Jesús, moldeado por las manos de San Francisco, se cantaron alabanzas al Misterio del
Nacimiento; desde entonces la fama de los "Nacimientos" y su costumbre se extendió por
todo el mundo.
En septiembre de 1224, tras cuarenta días de ayuno, rezando en el monte Alverno sintió
un dolor mezclado con placer, y las marcas de la crucifixión de Cristo, los estigmas,
aparecieron en su cuerpo. Fue llevado a Asís, donde pasó los años que le quedaban
marcado por el dolor físico y por una ceguera casi total.

"Cántico de las criaturas", se cree que lo escribió en Asís en 1225.

Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de1226 cerca de la capilla de la Porciúncula y


fue sepultado en San Giorgio.

Fue canonizado el 16 de julio de 1228 por el papa Gregorio IX. Sus restos se encuentran
en la Basílica de San Francisco en Asís.

En 1980 el papa Juan Pablo II le proclamó patrón de los ecologistas. Sus emblemas son
el lobo, el cordero, los peces, los pájaros y los estigmas. Su festividad se celebra el 4 de
octubre.

Sales
Nació en el Castillo de Sales, de familia noble; desde pequeño fue un gran seguidor de
san Francisco de Asís; sus padres fueron Francisco de Sales de Boisy y Francisca de
Sionnaz. A los 13 años viajó a París para estudiar con los jesuitas. Después
estudió Derecho y Teología, primero en la Universidad de París y después en la de Padua.
Deseaba ser sacerdote, pero se lo ocultó a su padre; sólo su madre y amigos íntimos lo
sabían. Al terminar de estudiar, un acontecimiento ayudó a su ordenación: el canónigo de
Sales, Luis de Sales, ayudado por el obispo de Ginebra, Claudio de Granier, hablaron con
el Papa, quien lo nombró deán del capítulo de Ginebra. El nombramiento llegó de sorpresa
para su padre, quien aceptó la ordenación, acaecida en 1593. A partir de ese momento,
ejerció el sacerdocio con bastante trabajo y dedicación. Tomó como ejemplos de vida a
san Francisco de Asís y a san Felipe Neri con lo que desarrolla una personalidad alegre,
paciente y optimista. Sus inicios como sacerdote los ejerció entre los pobres.
En 1594, fue hacia la zona del Chablais dominada por calvinistas. En un inicio fue echado
por los pobladores y tuvo que pasar temporadas viviendo en la intemperie y de manera
rudimentaria, evitando dos intentos de asesinato e incluso ataques de lobos, pero su celo
y trabajo empezaron a dar fruto. Debido a su carácter amable y paciente y a una
propaganda hecha a mano y distribuida casa por casa, profunda en su contenido, refutando
las ideas calvinistas, logró cautivar a los pobladores y convertirlos. Francisco de Sales
resumió su labor a Juana de Chantal con esta frase: Yo he repetido con frecuencia que la
mejor manera de predicar a los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de
refutación contra sus doctrinas.
Su labor quedó manifestada con la visita del obispo Granier cuatro años más tarde cuando
fue recibido por gran número de católicos, hecho que antes hubiera sido imposible. Los
escritos de los que se sirvió fueron los que hicieron su primer libro de "Controversias" y
revelaron el carácter de escritor de Francisco.
Su fama creció tanto por su virtud como por su sencillez. Fue nombrado obispo coadjutor
de Ginebra; viajó a Francia y así llegó a hacerse amigo del secretario de Enrique IV, el
cardenal de Bérulle, Antoine Deshayes, y del mismo Enrique IV, quien deseaba que
Francisco se quedase allí, pero el santo rechazó la oferta volviendo a Ginebra ("prefiero
a la esposa pobre", dijo). En 1602 el obispo Granier murió y Francisco tomó su lugar. Su
estilo de vida y carácter cobraron mayor fama ya que se reveló como un gran organizador
de su diócesis, llevando una vida austera y con suma preocupación por los pobres y por
la formación de sus feligreses. Por ello empezó a escribir libros de manera sencilla que
gustaron a todos. Consta, además, que perteneció a la Tercera Orden Mínima.
Su encuentro con Juana de Chantal en 1604, acogiéndola como hija espiritual, dio como
resultado la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María, el 6 de junio de 1610,
para mujeres jóvenes y viudas que querían vivir el llamado de Dios sin la rigurosidad de
los conventos monacales. La oposición del obispo de Lyon a este novedoso tipo de
congregación les obligó a redactar una regla basada en la de san Agustín de Hipona.
Después de una temporada atendiendo a las comunidades religiosas de su diócesis,
fatigado por su gran labor apostólica, murió a los 55 años.
En 1665 fue canonizado por el papa Alejandro VII, fijando la Iglesia Católica su fiesta
litúrgica el 24 de enero. En 1877 recibió el título de Doctor de la Iglesia por la eminencia
de sus obras y por su vida ejemplar.
Asimismo, es considerado el Santo de la Amabilidad. Prueba de ello son las 33 piedras
que obtuvieron de su vesícula biliar el día de su muerte, signo de los constantes esfuerzos
por mitigar los corajes que hacía, siempre teniendo un rostro sereno o una sonrisa.

Santa Rosa de Lima

(Isabel Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617) Religiosa peruana de la orden de los
dominicos que fue la primera santa de América. Tras haber dado signos de una intensa
precocidad espiritual, a los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró
su vida a la atención de los enfermos y niños y a las prácticas ascéticas, extendiéndose
pronto la fama de su santidad.

Venerada ya en vida por sus visiones místicas y por los milagros que se le atribuyeron,
en poco más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia católica, que la declaró patrona
de Lima y Perú, y poco después de América, Filipinas e Indias Orientales.

Biografía

Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu
Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Era hija de Gaspar
Flores (un arcabucero de la guardia virreinal natural de San Juan de Puerto Rico) y de la
limeña María de Oliva, que en el curso de su matrimonio dio a su marido otros doce hijos.
Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos
Hernando de Valdés y María Orozco.

En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al pueblo serrano de


Quives (localidad andina de la cuenca del Chillón, cercana a Lima) cuando su padre
asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Las
biografías de Santa Rosa de Lima han retenido vivamente el hecho de que en Quives, que
era doctrina de frailes mercedarios, la futura santa recibió en 1597 el sacramento de la
confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo,
quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.

Aunque había sido bautizada como Isabel Flores de Oliva, en la confirmación recibió el
nombre de Rosa, apelativo que sus familiares empleaban prácticamente desde su
nacimiento por su belleza y por una visión que tuvo su madre, en la que el rostro de la
niña se convirtió en una rosa. Santa Rosa asumiría definitivamente tal nombre más tarde,
cuando entendió que era "rosa del jardín de Cristo" y adoptó la denominación religiosa
de Rosa de Santa María.

Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía de Santa Rosa de Lima, que corresponde


precisamente a sus años de infancia y primera adolescencia en Quives, Luis Millones ha
procurado arrojar nueva luz mediante la interpretación de algunos sueños que recogen los
biógrafos de la santa. Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la
formación de su personalidad, no obstante el hecho de que los autores han preferido hacer
abstracción del entorno económico y de las experiencias culturales que condicionaron la
vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento minero vinculado al meollo de
la producción colonial. Probablemente esa vivencia (la visión cotidiana de los
sufrimientos que padecían los trabajadores indios) pudo ser la que dio a Rosa la
preocupación por remediar las enfermedades y miserias de quienes creerían luego en su
virtud.

En Lima

Ya desde su infancia se había manifestado en la futura santa su vocación religiosa y una


singular elevación espiritual. Había aprendido música, canto y poesía de la mano de su
madre, que se dedicaba a instruir a las hijas de la nobleza. Se afirma que estaba bien
dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaría a sostener el presupuesto
familiar. Con el regreso de la familia a la capital peruana, pronto destacaría por su
abnegada entrega a los demás y por sus extraordinarios dones místicos.

Por aquel entonces, Lima vivía un ambiente de efervescencia religiosa al que no fue ajeno
Santa Rosa: era una época en que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y
todo tipo de maravillas por parte de una población que ponía gran énfasis en las virtudes
y el ideal de vida cristiano. Alrededor de sesenta personas fallecieron en "olor de
santidad" en la capital peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello
originó una larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy
parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por análogas
categorías de pensamiento.

En la adolescencia, Santa Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el modelo de la
dominica Santa Catalina de Siena (mística toscana del siglo XIV); siguiendo su ejemplo,
se despojó de su atractiva cabellera e hizo voto de castidad perpetua, contrariando los
planes de su padres, cuya idea era casarla. Tras mucha insistencia, los padres desistieron
de sus propósitos y le permitieron seguir su vida espiritual. Quiso ingresar en la orden
dominica, pero al no haber ningún convento de la orden en la ciudad, en 1606 tomó el
hábito de terciaria dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo.
Nunca llegaría a recluirse en un convento; Rosa siguió viviendo con sus familiares,
ayudando en las tareas de la casa y preocupándose por las personas necesitadas. Bien
pronto tuvo gran fama por sus virtudes, que explayó a lo largo de una vida dedicada a la
educación cristiana de los niños y al cuidado de los enfermos; llegó a instalar cerca de su
casa un hospital para poder asistirlos mejor. En estos menesteres ayudó al parecer a un
fraile mulato que, como ella, estaba destinado a ser elevado a los altares: San Martín de
Porres.

Fueron muy contadas las personas con quienes Rosa llegó a tener alguna intimidad. En
su círculo más estrecho se hallaban mujeres virtuosas como doña Luisa Melgarejo y su
grupo de "beatas", junto con amigos de la casa paterna y allegados al hogar del contador
Gonzalo de la Maza. Los confesores de Santa Rosa de Lima fueron mayormente
sacerdotes de la congregación dominica. También tuvo trato espiritual con religiosos de
la Compañía de Jesús. Es asimismo importante el contacto que desarrolló con el doctor
Juan del Castillo, médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien
compartió las más secretas minucias de su relación con Dios. Dichos consejeros
espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa.

No sorprende desde luego que su madre, María de Oliva, abominase de la cohorte de


sacerdotes que rodeaban a su piadosa hija, porque estaba segura de que los rigores
ascéticos que ella misma se imponía eran "por ser de este parecer, ignorante credulidad y
juicio de algunos confesores", según recuerda un contemporáneo. La conducta
estereotipada de Santa Rosa de Lima se hace más evidente aún cuando se repara en que,
por orden de sus confesores, anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo,
componiendo así el panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las
lecturas de Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas
de Fray Luis de Granada.
Últimos años

Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de Herrera,


construyó una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un
espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar), Santa
Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer penitencia, practicando un
severísimo ascetismo, con corona de espinas bajo el velo, cabellos clavados a la pared
para no quedarse dormida, hiel como bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.

Sus biógrafos cuentan que sus experiencias místicas y estados de éxtasis eran muy
frecuentes. Según parece, semanalmente experimentaba un éxtasis parecido al de Santa
Catalina de Ricci, su coetánea y hermana de hábito; se dice que cada jueves por la mañana
se encerraba en su oratorio y no volvía en sí hasta el sábado por la mañana. Se le
atribuyeron asimismo varios dones, como el de la profecía (según la tradición, profetizó
su muerte un año antes); la leyenda sostiene que incluso salvó a la capital peruana de una
incursión de los piratas.
Santa Rosa de Lima sufrió en ese tiempo la incomprensión de familiares y amigos y
padeció etapas de hondo vacío, pero todo ello fructificó en una intensa experiencia
espiritual, llena de éxtasis y prodigios, como la comunicación con plantas y animales, sin
perder jamás la alegría de su espíritu (aficionado a componer canciones de amor con
simbolismo místico) y la belleza de su rostro. Llegó así a alcanzar el grado más alto de la
escala mística, el matrimonio espiritual: la tradición cuenta que, en la iglesia de Santo
Domingo, vio a Jesucristo, y éste le pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617 se
celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo
Fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus dedos el anillo
simbólico en señal de unión perpetua.

Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida terminaría en la casa de su bienhechor
y confidente Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de la Santa Cruzada), en la que
residió en estos últimos años. Pocos meses después de aquel místico desposorio, Santa
Rosa de Lima cayó gravemente enferma y quedó afectada por una aguda hemiplejía. Doña
María de Uzátegui, la madrileña esposa del contador, la admiraba; antes de morir, Santa
Rosa solicitó que fuese ella quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se hallaba
el matrimonio de la Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una
de sus discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima pidió que
entonase una canción con acompañamiento de vihuela. La virgen limeña entregó así su
alma a Dios, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada; tenía sólo
31 años.

El mismo día de su muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa
al convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Sus
exequias fueron imponentes por su resonancia entre la población capitalina. Una
abigarrada muchedumbre colmó las calzadas, balcones y azoteas en las nueve cuadras
que separaban la calle del Capón (donde se encontraba la residencia de Gonzalo de la
Maza) de dicho templo. Al día siguiente, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente
oficiada por don Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió
sigilosamente a enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin toque de
campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y curiosos.

El proceso que condujo a la beatificación y canonización de Rosa de Lima empezó casi


de inmediato, con la información de testigos promovida en 1617-1618 por el arzobispo
de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Tras cinco décadas de procedimiento, el papa
Clemente IX la beatificó en 1668, y un año después la declaró patrona de Lima y de Perú.
Su sucesor, Clemente X, la canonizó en 1671; un año antes la había declarado además
patrona principal de América, Filipinas y las Indias Orientales. La festividad de Santa
Rosa de Lima se celebra el 30 de agosto en la mayor parte de los países, pese a que el
Concilio Vaticano II la trasladó al 23 de agosto.
Santa teresa de calcuta

“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja
Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón,
pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca
en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor
de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama
todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por
los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo
con un único deseo:“saciar su sed de amor y de almas”.

Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una
ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de
Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su
Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en
noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor
por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de
edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza
y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación
religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado
Corazón, en la que ella estaba muy integrada.

Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó
su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen
María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de
Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su
viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus
primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de
Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de
mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces,
como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese
momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en
directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor
por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa
transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su
caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural
de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y
alegría.
El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su
retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”.
Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su
corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su
vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones,
Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen
a las almas su amor”.“Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló
su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo
de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa,
Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres.
Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese
el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari
blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar
en el mundo de los pobres.

Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa
volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres.
El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las
heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la
calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis.
Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con
el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados,
aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse
a ella, una a una, sus antiguas alumnas.

El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la


nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre
Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza,
concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre
Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones
de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y
continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi
todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.

Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa
fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama
contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984
los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò solamente
a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre
Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y
nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su
apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a
los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes,
Madre Teresa inició también en 1981 elMovimiento Sacerdotal Corpus Christi como
un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su
carisma y espíritu.

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y
en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio
Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979,
hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a
seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como
la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.

Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la


grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas
con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro
lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las
miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la
experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios,
incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella
misma llamó“oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que
comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el
final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios.
Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de
amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de
salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de
los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000
miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo
de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de
las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero.
Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde
transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a
visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre
Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de
estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su
tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y
de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el
ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su
respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la
Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un
testigo viviente de la sed de amor de Dios.

Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad


de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la
apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó
los decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión
de Madre Teresa.

Fue beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003. Y canonizada 13 años
después por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 04 de septiembre del 2016
dentro de la celebración del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia.

oscar

Mons. Oscar A. Romero, el Arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 mientras


celebraba una Misa, será canonizado el próximo 14 de octubre por el Papa Francisco junto
a otros seis beatos, entre los cuales destaca el Papa Pablo VI.
Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, en el este de El Salvador, el 15 de agosto
de 1917, día de la Asunción de la Virgen María.

Creció en el seno de una familia humilde. Desde pequeño era conocido por su amor a las
cosas sencillas y las comunicaciones.

En una ocasión, cuando era todavía un niño, asistió a una ordenación sacerdotal que le
dejó impactado, y generó en él un deseo profundo de convertirse en sacerdote.

Ese deseo se haría realidad años más tarde, tras estudiar entre 1931 y 1937 en el Seminario
Menor de San Miguel de los padres Claretianos y en el Seminario San José de la Montaña
con los jesuitas.

En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Roma para completar
su formación en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue ordenado
sacerdote el 4 de abril de 1942 y en agosto de 1943 regresó a El Salvador, donde lo
nombraron párroco en Anamorós, en el este del país.

La Oficina de Canonización del Arzobispado de San Salvador afirma que Oscar Arnulfo
fue un sacerdote caritativo y entregado, que no aceptaba obsequios que no necesitara.

Fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y luego en el


Secretariado Episcopal de América Central. El 25 de abril de 1970 fue nombrado Obispo
Auxiliar de San Salvador.

En esta sede empezó a acercarse a la difícil situación política del país, donde gobernaba
el Ejército.

Mons. Óscar Arnulfo Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador por el Papa
Pablo VI el 8 de febrero de 1977. Desde ese momento inició su defensa de los derechos
humanos en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el
gobierno de extrema derecha.

La persecución, que incluían expulsiones y asesinatos contra sacerdotes y laicos, le llevó


a enfrentarse abiertamente con la dictadura, a la que responsabilizó de las muertes. Con
sus acciones obtuvo un importante prestigio a nivel internacional.

En sus homilías en la catedral y en sus frecuentes visitas a las poblaciones, Mons. Romero
no se cansó de denunciar y condenar repetidamente los violentos ataques contra la Iglesia
y los salvadoreños.

Esto hizo que fuera blanco de una agobiante campaña en su contra por parte de los
sectores poderosos del país, del gobierno y de las organizaciones político-militares de
izquierda. En los diarios recibió calumnias, insultos y amenazas de todo tipo. Varios de
sus amigos sacerdotes fueron asesinados durante ese tiempo.

Incluso obispos y sacerdotes buscaron manchar su nombre, calumniándolo ante las


autoridades de Roma. A pesar de ello, Mons. Romero recibió el apoyo del Papa Pablo VI.

Posteriormente también el Papa Juan Pablo II respaldó su posición y le animó a continuar


por la senda de la justicia y la pacificación de El Salvador.
Sin embargo, el 24 de marzo de 1980 fue asesinado por un francotirador frente al altar
donde celebraba Misa.

El 3 de febrero de 2015 el Papa Francisco reconoció su martirio y fue beatificado el 25


de mayo de ese mismo año por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos, en San Salvador.

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