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Succubus - Laura Cruz
Succubus - Laura Cruz
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Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
1
Con el portal abierto, lo único que debía hacer Sonya era cruzar. La gran
cantidad de dudas que surgieron en su mente antes de atravesar dicho
portal, la habían hecho dudar durante un par de segundos. Mephisto no
había acumulado la fuerza suficiente como para mantener el portal abierto
demasiado tiempo, y lanzarla al vacío, había sido solo un impulso
desesperado por ser la única posibilidad que tenía de seguir adelante con
sus planes.
Nunca antes en el pasado, Sonya había viajado a la tierra, siempre se
había hablado mucho sobre este lugar, pero esta era su primera oportunidad
para poder conocer realmente a los humanos y determinar si eran maleables
y dominarles como lo había asegurado su padre. Esta, era una mujer
perfecta, con un aspecto sumamente atractivo, que fácilmente podría
conseguir lo que quisiera entre los hombres.
Eran seres básicos, los cuales, simplemente unas buenas tetas y unos
hermosos ojos, podían dominarlos, así que, Sonya, después de atravesar
aquel túnel donde los gritos de almas perdidas, llanto, desespero y muchas
manos desesperadas trataban de tomarla, finalmente había llegado a la
tierra. El portal al infierno se encontraba en los valles de la desolación de
Ukún, un lugar, que estaba totalmente rodeado por un desierto árido y
asesino.
Los hombres, no podían acercarse a este lugar con facilidad, ya que, la
mayoría, moría ante las fuertes temperaturas que rodeaban el lugar. No solo
el inclemente sol parecía oponerse al paso de los hombres por este lugar, la
propia tierra, emanaba desde su interior, un calor tan insoportable, que
ningún animal no podía atravesar el lugar con facilidad, ni mucho menos
los hombres, con las condiciones tan vulnerables que ofrecían.
Dios había puesto esta puerta al inframundo en un lugar muy alejado,
donde los hombres nunca antes habían logrado establecer su dominio. En
algunas ocasiones, el propio rey Graath había querido llegar a este lugar
para verificar que todo estuviese en orden, pero ni siquiera él mismo, había
podido cruzar el camino después de que la puerta fuese cerrada.
Sonya finalmente había llegado aquel lugar, estaba a las afueras del
infierno, podía ver el cielo azul, las nubes blancas, respiraba el oxígeno y
sentía el calor sobre su carne. El sol, se encontraba imponente sobre ella,
amenazando con quemar su carne, pero la chica, una demonia súcubo
perfecta, comienza a avanzar en una tierra que es completamente nueva
para ella.
Es una misión riesgosa, no puede ser descubierta por nadie, así que,
cubre su rostro con un trozo de tela para evitar las quemaduras del sol, y
comienza avanzar para salir de aquel desierto. 36 días estuvo caminando
continuamente sin tomar agua, sin consumir ningún alimento, pero no
tenían los poderes que en el inframundo tenía.
Generalmente, los súcubos tenían la posibilidad de desaparecer,
materializarse y moverse de una forma mucho más rápida, pero Sonya,
había sido lanzada a la tierra como si se tratara de una simple humana.
Cuenta únicamente con la posibilidad de utilizar sus poderes de
manipulación y dominación.
Ella sabía que sería una prueba muy dura, pero de esta manera,
demostraría a su padre y a todo su pueblo que era capaz de devolverles el
poder y la fuerza que una vez tuvieron. Tras salir de aquel desierto, Sonya
sentía que moría, sentía que ya no tenía fuerzas para continuar, pero tenía
que entender que no era una humana común y corriente. Tras llegar a un
pueblo de carpinteros y leñadores, había encontrado finalmente algo de
apoyo.
La chica, había llegado con sus ropas todas rotas y sucias. Está
deshidratada, con sus ojos completamente hundidos, ya no tiene
posibilidades de seguir resistiendo, necesita descansar. La tierra es un lugar
muy agresivo, no estaba preparada para este cambio de ambiente, así que,
después de llegar a aquel poblado, había caído desvanecida al suelo. Enok,
un leñador que pasaba por el lugar, había observado a la chica desde el
momento en que había entrado en los límites de aquellas tierras.
La había seguido en secreto, le había parecido muy hermosa y excitante,
así que, había despertado toda su curiosidad. Sonya, no lo había visto, no
había notado la presencia de este hombre fuerte, de barba tupida, cabello
largo hasta los hombros. Cuando esta cayera al suelo, sería una víctima fácil
de cualquiera de los morosos que habitaban aquel lugar.
Eran carpinteros y leñadores, hombres solitarios que fácilmente se
verían tentados por esa mujer hermosa y solitaria que había llegado a este
lugar, sin ninguna explicación. Aprovechando la ventaja de que había sido
el primero en verla, Enok había corrido directamente hacia el cuerpo de la
chica, simplemente para tomarla entre sus brazos y llevarla hasta su cabaña.
Él se encargaría de cuidarla, absolutamente nadie había visto su acción,
nadie tenía la menor idea de que Enok era el encargado de haber llevado a
esta chica hasta un lugar seguro. Sonya estuvo inconsciente durante un par
de días, tiempo suficiente para que éste se encargara de ponerle compresas
húmedas, debido a que su piel estaba sumamente quemada.
Enok se había comportado como todo un caballero, a pesar de que esta
mujer era sumamente hermosa y ya había visto su cuerpo desnudo. Cuando
la había cambiado de vestiduras, había tratado de mantener las tentaciones
controladas, ya que, no tenía la menor idea de quién es, era cuál era su
procedencia, o hacia dónde se dirigía.
Cuando Sonya abrió los ojos unos días después, encontrarse con este
hombre, fue una experiencia muy agradable. Enok era atractivo, varonil y
masculino, se encontraba lavando su rostro y su pecho después de una
jornada de trabajo. La mayoría del día, Sonya se encontraba sola, pero no
había otra forma de actuar, ya que, este hombre trabajaba como leñador y
necesitaba acumular la cantidad de madera suficiente para poder sobrevivir.
La vendía al poblado, más cercano, así que, esta era su forma de
mantener algo de dinero en su bolsillo para comprar alimento. Sonya estaba
segura de que aquel hombre era el que le había ayudado, así que, estaba
dispuesta a darle una recompensa de la única forma en que podía hacerlo.
Esta chica era una demonia del sexo, solía utilizar su cuerpo en el
inframundo para dominar a quien podría representar una ventaja para ella.
Se alimentaba de almas perturbadas, la succionaba y se alimentaba de
ellas hasta dejarlas sin una gota de energía, y así había mantenido su
juventud. Sonya es un demonio de más de 200 años, con un aspecto de una
chica de unos 25 años de edad, juvenil y muy ardiente, con una sensualidad
que emana simplemente con el hecho de estar presente. Cuando abrió sus
ojos y observó aquel hombre con su espalda y pecho desnudo, simplemente
llevando un pantalón negro, con cinturón y unas botas de cuero, observó la
perfección de sus músculos.
Era un hombre con unos brazos muy definidos y anchos, con un cabello
mojado y largo hasta los hombros, el cual peinaba con sus dedos mientras
se inclinaba sobre lo que parecía ser una especie de lavadero. Tomaba agua
de una jarra, y la colocaba sobre sus manos, así, enjuagaba su rostro para
eliminar la suciedad después de un día duro de trabajo.
Sonya quiso decir una palabra, dirigirse a este hombre, pero no tuvo el
valor, no quería perturbarlo, y de hecho, estaba disfrutando enormemente de
verlo allí, casi desnudo, con un cuerpo formado por el trabajo duro, así que,
simplemente se mantuvo mirándolo unos cuantos minutos, mientras éste no
tenía la menor idea de que la chica había despertado. Pero Enok siempre se
encontraba atento, mientras estaba en la casa, observaba constantemente a
Sonya para saber si esta se encontraba bien.
Después de secar su rostro con un trozo de tela, se dio la vuelta para
encontrar los ojos verdes y redondos de Sonya observándolo fijamente.
—Has despertado. Qué maravilla. Finalmente podré saber quién eres. —
Dijo el emocionado Enok, mientras se acercaba a la chica.
—Detente, no te acerques más. Cómo sabré que no quieres hacerme
daño. —Dijo la chica mientras retrocedía unos cuantos centímetros en la
cama.
—Ya han pasado algunos días desde que te encontré. Te desvaneciste en
los límites del pueblo. Llegaste muy deshidratada y débil, y te he cuidado
desde entonces. ¿Realmente crees que voy a hacerte daño en este punto?
—Conozco a los hombres, sé que son oportunistas, manipuladores, y
peligrosos. ¿Cómo debo confiar en ti?
—No te pido que confíes en mí. No soy un hombre notable, no soy de
sangre real, simplemente soy un leñador que habita en estos límites por pura
necesidad. No he tenido suerte en esta vida, así que, eres libre de pensar lo
que quieras. —Dijo el desinteresado Enok.
Aquella conversación, solo había sido una prueba de Sonya, quería
determinar el tipo de personalidad de este sujeto, y al mostrarle absoluta
indiferencia, supo que era el indicado perfecto para tenerlo como aliado.
Esta tenía una única forma de pagar los favores, y Enok descubrirá, por
primera vez, todos los talentos que tenía esta mujer, la cual, tenía un gusto
enorme por el sexo, y sabía cómo complacer a los hombres.
—Soy Sonya, hija de Mephisto. Y he venido a este mundo simplemente
para cobrar venganza. Deberás guardar mi secreto si quieres sobrevivir,
trabajarás para mí, a mi lado, me ayudarás a ascender al poder, y una vez
que estemos allí, juntos lograremos la dominación. Sé que tu corazón es
oscuro, veo rencor en tu mirada, dime, ¿qué es lo que te perturba?
—Hablas como una demente. ¿Acaso eres una bruja? ¿Porque dices que
eres hija de Mephisto? —Preguntó Enok.
—Soy la única hija sobreviviente del demonio más poderoso que haya
tocado esta tierra jamás. He venido a cobrar venganza, pues nos han
confinado al inframundo durante Años. Ahora, mi padre está apunto de
fallecer. Necesito recuperar el control del reino de Egea. Enamoraré al rey
Ayden, lo conquistaré, cuando sea mío, destruiré su corazón para siempre.
—Dijo la Decidida mujer.
—¿Realmente lo que dices es cierto? ¿Has dicho el nombre del rey
Ayden? Si es absoluta necesidad de venganza, entonces te apoyaré. Hay
algunas deudas pendientes con esa familia.
—¿A qué te refieres? Cuéntame más, Enok. Hijo de Cristian.
—¿Cómo sabes el nombre de mi padre?
—Eso te demuestra que digo la verdad cuando te hablo. —Dijo la chica.
Aquellas palabras, habían sido precisas, Sonya sabía exactamente cómo
dominar a cualquier ser sobre la tierra. Esta, al pensar el nombre de
Cristian, había llegado al punto más sensible de Enok. Éste, no había sido
un leñador toda la vida, había sido hijo de un carpintero, el cual, había sido
parte de un culto de adoración al demonio.
Ellos, en su momento, fueron intervenidos por los ejércitos del rey
Graath, el cual, no fue nada piadoso con ellos. No les dio la oportunidad de
cambiar, no hubo posibilidades de arrepentimiento, simplemente, al saber
que estos eran adoradores del ser oscuro, los había matado a todos en medio
del pueblo, algunos habían sobrevivido, otros habían conseguido escapar, y
tan solo siendo un niño, Enok había conseguido escapar de aquella matanza.
Prometió venganza, mataría con sus propias manos al rey Graath en el
futuro, y esto lo llevó al aislamiento absoluto para convertirse en un
asesino. A pesar de que ante la vista de todos era simplemente un leñador,
utilizaba el hacha como todo un asesino. Era capaz de matar a decenas de
hombres en un tiempo récord, así que, era el hombre indicado para avanzar
hacia el poder, en compañía de Sonya.
Este hombre, le había narrado con lujo de detalles, absolutamente todo
lo que había ocurrido aquel día tan terrible, en el cual había visto su padre
morir decapitado por los ejércitos del rey Graath. Derramó algunas
lágrimas, y Sonya escuchaba con atención todo el dolor que emanaba de
este sujeto.
—Permíteme aliviar tu sufrimiento, acércate a mí y te demostraré que
soy muy confiable. Seré quien limpie todo ese rencor que hay en tu interior
dándote la posibilidad de venganza. Juntos destruiremos a Ayden y a todo el
reino de Egea, elevando nuevamente las llamas del inframundo.
—Tenemos un trato, Sonya. —Dijo Enok, mientras se extendía su mano
para estrechar la mano de la chica.
La hermosa joven, no pudo contenerse, y tomando al hombre del
cabello, lo acercó hacia ella, dándole un beso, mientras su lengua se
internaba casi hasta su garganta. Lo había hechizado, lo había convertido en
su esclavo, no solo sería su súbdito para llevarla hacia el ascenso al poder,
se había convertido en su mente sexual temporal, hasta el momento en que
pudiese finalmente conquistar a Ayden.
Sonya es una demonia lujuriosa, ama al sexo, y cuando no lo tiene,
siente una ansiedad tremenda. Toda esta situación, la había estimulado
enormemente, y Enok era un sujeto muy atractivo. La excita solo con su
aspecto, así que, al sentir sus labios, su cuerpo fuerte abrazándola, la
excitación de Sonya se despertó hasta niveles estratosféricos.
Su vagina quemaba de calor, la humedad era absoluta, destilaba fluidos
desde lo más profundo de su ser, quería ser penetrada por aquel hombre, así
que, le arrebató el pantalón y lo llevó directamente hacia la cama para
cabalgarlo como toda una apasionada. El pene de Enok, se encuentra erecto,
muy duro, y ella, se ha subido sobre él, después de frotar su clítoris con sus
dedos, finalmente dejó que aquel trozo de carne se internara en ella.
Se lo metió completamente hasta el fondo, dejando que la chica soltara
un alarido de dolor y placer, que se vio silenciado por un beso del excitado
hombre. Muerde sus labios, los succionaba con fuerza, las manos recorrían
sus glúteos mientras las caricias no eran nada tiernas. No había
romanticismo, aquello era absoluto el sexo sin control, absolutamente
desenfrenado, con el único objetivo de proveer orgasmos y corridas.
Los movimientos de Sonya son sumamente agresivos, se mueve con
tanta fuerza, que el propio Enok siente que su polla se quebrará en cualquier
momento. Esta, mueve su cadera hacia delante y hacia atrás, mientras su
clítoris se fracciona contra la piel de un fuerte hombre. Lo sujeta del cuello,
mientras éste, la mira directamente a los ojos como si estuviese siendo
dominado por las órdenes internas de esta chica.
Hasta el momento, no cree en realidad que esta sea una hija de
Mephisto, pero a medida que la folla, se da cuenta de que esta mujer no es
humana. Había estado con muchas mujeres en el pasado, había follado a
decenas, pero nunca había tenido a una como Sonya. Esta era
absolutamente insaciable, todo lo que hacía era con el objetivo de
complacerlo a él y a tener el placer propio. Sus uñas se incrustan en el
pecho de leñador, pero este, en lugar de sentir el dolor, siente una profunda
excitación que lo hace estremecer.
Su polla está dura, caliente, los estímulos que genera la pared vaginal de
la chica, lo hacen sentir muy satisfecho. Enok le coloca las manos
directamente sobre las nalgas a Sonya, aprieta con fuerza, le da un par de
nalgadas, está, siente como si esto fuese un combustible, ya que, sus ganas
de moverse con más fuerza se disparan. Sus tetas se sacuden de un lado al
otro, Enok, aprovecha la oportunidad para tomarlas entre sus manos y
acerca los pezones a su boca. Succiona con fuerza, y aquello enloquece
totalmente a Sonya.
—Me encanta como me follas. Sigue así. Penétrame con fuerza, leñador.
—Dijo la chica mientras lo toma de las mejillas y aprieta con fuerza. Habla
tan solo a unos cuantos milímetros de su boca.
Al sentir el cálido aliento de aquella mujer, a este le dio un deseo
tremendo de darle un beso. Ella lo aleja, lo separa de su rostro, lo domina y
trata de adiestrarlo como si se tratara de un corcel salvaje. Este hombre,
trata de tocarla, y ella se quita las manos de él de encima. Hay una especie
de combate, ambos tratan de mantener el dominio, pero Sonya sabe muy
bien que ella es quien puede controlarlo a su voluntad.
A pesar de que Enok es un hombre fuerte, corpulento, con una masa
muscular realmente destacada, ella es quien puede llevar la dirección de
aquel encuentro. Deja que es de la penetre con fuerza, se deja en vestir con
toda la violencia que esté la imprime. Él quiere demostrarle que puede
hacerla acabar, pero ella es quien decide cuándo hacerlo y en qué
condiciones lograrlo.
Finalmente, Enok se había cansado de la misma posición, la había
tomado del cabello para ponerla bocabajo sobre la cama. Sus nalgas están
elevadas, son perfectas, blancas, redondeadas, y éste, se acomoda justo
detrás de ella para tomarla de la cintura y comenzar a embestirla con tanta
fuerza, que el sonido hace eco en toda la casa.
—¿Eso es lo que te gusta? ¿Te gusta que te follen duro, no es cierto?
Pues tómalo, toma todo mi sexo dentro de ti. —Dijo Enok mientras está
apunto de correrse.
—Puedo sentir ya cómo estás por llenarme de tus jugos. ¡Hazlo ahora!
Córrete dentro de mí. —Dijo Sonya.
Aquella chica, se había dirigido a él, viéndolo directamente a los ojos.
Esas esferas verdes, parecían ser un oráculo, una especie de amuleto que
podría cambiar su voluntad, podría aceptar sus decisiones, eran órdenes, y
estas órdenes eran rápidamente obedecidas por encima de todo.
Enok no pudo contenerse más, aunque quiso aguantar un poco para
poder tener un rendimiento más prolongado con aquella mujer y dejarla
impresionada, sus ganas de eyacular para ella, no pudieron contenerse más.
Aquella chica, sintió como toda la leche de aquel hombre, la había llenado
en su interior. Habían pasado varios días desde que Enok había estado con
alguna mujer, por lo que, en su interior había contenido una gran cantidad
de semen.
Aquel fluido blanco y espeso emanaba desde su coño lentamente,
mientras ambos están sumamente complacidos. Sonya había logrado
correrse simultáneamente con él, así que, el contrato finalmente se había
cerrado. Ellos estarían trabajando juntos para llevar a cabo una venganza
que tenía contextos totalmente diferentes para ambos
Pero al final, el desenlace sería el mismo, tenían que derrocar al rey
Ayden, quien no tiene la menor idea de que un demonio poderoso ha
emanado del inframundo para llevar el caos y la destrucción a todo el
planeta.
4
Efesio siempre había actuado como el vidente del reino de Egea, y éste,
en medio de pesadillas o sueños, según el desarrollo de los mismos, tenía la
posibilidad de ver algunos eventos determinantes que podrían afectar el
futuro de la tierra. Hefesio era ciego, utilizaba siempre una túnica blanca y
un bastón para poder palpar el terreno mientras se desplazaba.
Pero a pesar de que sus ojos no podían ver la luz del día o la belleza del
reflejo de la luna sobre el lago, en su interior, podía ver mucho más allá de
lo que un simple humano podía. Sus ojos, habían sido quemados
directamente por Mephisto años atrás, pero este, había conseguido
arrebatarle una porción de su poder al demonio.
Es decir, los poderes de Hefesio, se basaban en la oscuridad, por lo que,
generalmente podía tener visiones acerca de cuáles eran los planes del
propio Mephisto antes de que este los ejecutara. Pero Hefesio era un
hombre viejo, así que, rara vez salía de su cabaña en las montañas. Se había
aislado allí desde la muerte del rey Graath, ya que, la profunda tristeza, lo
había sumido en una depresión, ya que, era uno de sus mejores amigos.
Se había negado a ayudar a su hijo, ya que, sentía que la debilidad de
Ayden los llevaría hacia la catástrofe. Pero a pesar de la poca confianza que
le había proporcionado este viejo vidente al nuevo rey, le debía respeto y
obediencia. Fue bastante extraño recibir la visita de Hefesio una tarde,
cuando ya el sol estaba por ocultarse, un caballo se acercaba lentamente en
el horizonte.
Los soldados, habían identificado al anciano Hefesio, ya que, su larga
cabellera blanca y su barba de unos 60 centímetros, siempre lo hacía
característico desde varios metros de distancia.
—Mi rey, hemos divisado a Hefesio en la distancia. Creo que viene a
verte. ¿Estás dispuesto a recibirlo? —Preguntó el coronel Peatt.
—¡Eso sí es una sorpresa! Debe traer noticias muy importantes. Hefesio
ha decidido no venir nunca más a estas tierras, así que, hay que recibirlo
como se lo merece.
Ayden siempre había sido muy respetuoso, y a pesar de que había
intentado persuadir a Hefesio para que trabajara junto a él como vidente, el
anciano se había negado profundamente, debido a que no confiaba en sus
políticas, no creía en la honestidad de Ayden. Había maldad en el corazón
de Hefesio, de esto no había duda, pero aun así, siempre tendría las puertas
abiertas en aquellas tierras.
Lo que había visto en sus pesadillas, era una gran cantidad de fuego
aflorando hacia la tierra desde lo más profundo del inframundo. Aquella
visión, lo había despertado varias veces en las últimas noches, mientras el
viejo sudaba, se quedaba paralizado en medio del pánico. Al principio,
pensaba que simplemente eran alucinaciones ante la cercanía de su muerte,
Hefesio, tenía 98 años de edad, pero a pesar de esto, aún tenía la fortaleza
de un hombre de 40.
Aquella magia negra y oscura que estaba en su interior, parecía
mantenerlo en pie, le daba la vitalidad necesaria para afrontar diferentes
situaciones peligrosas. Tanto así, que era capaz de tomar un caballo y viajar
hacia las tierras bajas, sin ningún tipo de guía o inconveniente.
—Hefesio, viejo amigo. ¿A qué debo tu visita? Debo decir que me
agrada saber que estás con vida. —Dijo Ayden al recibir al viejo vidente.
—Al principio me imaginé que no me recibirías, Ayden. Pero creo que
sigues siendo igual de noble y comprensivo que siempre. Pero esta vez,
lamento venir con malas noticias, hijo de Graath.
—Lo imaginé... Tu presencia en este lugar no suele ser muy frecuente,
así que, posiblemente hay algo que está ocurriendo que te perturba.
Siéntate, beberás un poco de sidra y te daré alimento, sé que lo necesitas. —
Dijo el rey.
—Debo informarte, no tenemos tiempo, hubo una apertura de la puerta
del inframundo, no sé si aún permanece abierta, no sé si la han abierto hace
mucho tiempo, o quizá aún no haya pasado, pero de lo que sí puedes estar
seguro es de que el mal está por llegar a la tierra.
—Ese siempre fue uno de los temores más grandes de mi padre. ¿Qué
crees que deba hacer?
—Envía tus ejércitos hacia Ukún inmediatamente. Allí, podrás ver las
tierras olvidadas, si realmente ha habido algún movimiento extraño, debes
estar preparado para la peor maldad, Mephisto, nunca duerme.
En un principio, Ayden sintió un poco de duda al imaginar que
posiblemente este anciano estaba desvariando. Su mente, posiblemente
había sufrido algún desgaste, era muy probable que el paso de los años lo
hubiese vuelto paranoico y un poco exagerado. Pero si algo era cierto es
que la mente de Hefesio, portaba un don muy delicado y oscuro, el cual
debía ser tomado en cuenta, para evitar ser tomados por sorpresa.
—Enviar a mis tropas hacia Ukún, sería un suicidio para ellos. Sabes
muy bien que las tropas no pueden circular por esa zona de forma normal.
¿Qué es lo que has visto, Hefesio?
—En mis sueños, veo un vórtice de fuego abrirse, una mujer muy
hermosa atravesándolo. Veo almas gritando, humanos sufriendo, y la
llegada al final de la oscuridad adueñándose de la tierra. Una traición…
Aquellas palabras, habían generado cierto escalofrío en el cuerpo de
Ayden. A veces podía ser un poco escéptico, no podía dejarse llevar por la
pasión de las palabras de un anciano, pero su padre siempre había confiado
en las palabras y advertencias que le generaban su vidente personal. Pero
sus tropas, también eran importantes para él, así que, no quería arriesgarlas.
—Nada me garantiza que mis hombres volverán a salvo. Tan solo el
hecho de tocar esas tierras, es un sinónimo de muerte. Dime, Hefesio, ¿debo
realmente arriesgar mis ejércitos por tu visión?
—Eres inseguro, eso es lo que te diferencia enormemente de tu padre.
Él, a pesar de lo duro que pudo haber sido, lo inestable de su temperamento,
siempre mantuvo a los hombres a salvo después de encerrar a Mephisto.
—Esto no se trata de comparaciones, Hefesio. No es inseguridad, es
simple sentido común. No puedo poner en riesgo a mis tropas simplemente
por una suposición.
—He venido desde muy lejos simplemente para hacerte una advertencia.
¿Crees que si fuese solo una idea o una suposición, habría venido hasta
aquí? Ya estoy viejo, Ayden. Moriré pronto, pero el destino de los hombres
reposa en tus manos, es tu decisión. —Dijo el anciano antes de ponerse de
pie.
—Espera, ¿no comerás o beberás algo?
—No me interesan tus riquezas o tu bonanza. La humanidad se
extinguirá pronto, sigue consumiendo tiempo y tú mismo verás a Mephisto
a los ojos cuando someta a tu pueblo al dolor más extremo. Ahora entiendo
lo que he visto. —Dijo Hefesio antes de salir de la sala.
El anciano caminó hacia su caballo, no necesitaba la ayuda de
absolutamente nadie, aunque algunos soldados trataban de asistirlo. Éste,
subió al animal y se marchó inmediatamente del reino, no estuvo allí más
de un par de horas, y el viaje, era mucho más largo y agotador de lo que
cualquiera pudiese pensar.
Había hecho un último esfuerzo, el anciano ya estaba cansado, no tenía
la energía suficiente como para hacer ese tipo de recorridos, y de hecho,
camino a casa, había sufrido un ataque cardíaco, colapsando totalmente y
cayendo del caballo en medio del bosque.
Su último aliento de energía, lo había utilizado para ir a advertir a Ayden
sobre lo que se avecinaba. Ahora, solo dependía de él para que las cosas se
ejecutarán pronto. Dos días habían pasado desde que Ayden había
escuchado las palabras del anciano vidente, finalmente, había tomado la
decisión de enviar un batallón de 40 hombres directamente hacia Ukún.
Esta tierra, se encontraba realmente alejada de allí, por lo que,
representaba un viaje extenuante y peligroso. Seleccionó a algunos de los
mejores hombres, optó por no dejar sus defensas totalmente descuidadas,
así que, solo confía en sus tropas. El ejército había viajado durante días,
después de tomar las previsiones y verificar que la puerta al infierno estaba
cerrada, era momento de volver sin preocupaciones.
Por todos los pueblos donde habían pasado, las personas comentaban
acerca de la presencia de los ejércitos más poderosos del rey Ayden,
haciendo una revisión extraña y silenciosa de absolutamente todo. Aquellos
rumores, llegaron hasta los oídos de Sonya, la cual, había preparado un plan
para interceptar a las tropas.
Una noche, mientras los ejércitos acampaban en el bosque, Sonya había
gritado fuertemente desde la distancia. Eran los gritos de una mujer
desesperada, pedía ayuda, dos de los soldados del ejército de Egea, habían
escuchado aquellos alaridos y sintieron la necesidad de intervenir.
—¡Por favor, no lo hagas! ¡Déjame ir! ¡Te lo ruego! —Gritó una voz
femenina en la oscuridad.
Aquellos hombres pensaron múltiples teorías, pero ninguna era la
acertada. Quizás se trataba de fantasmas, otros pensaron que quizá era solo
el sonido del viento. Pero solo dos hombres valientes, fueron capaces de
ponerse de pie, tomar sus espadas y caminar en medio de los grupos, para
dar ayuda a una mujer que realmente la necesitaba, según la desesperación
de sus gritos.
—Tenemos órdenes claras de no separarnos. —Dijo uno de los soldados
del ejército.
—Lo siento, no puedo ser indiferente con esta situación. ¡Tengo que ir!
—Dijo el capitán.
Ambos hombres, llevando sus armaduras, cascos y espadas, caminaban
entre los árboles, siguiendo el sonido de los gritos que cada vez escuchaban
más cercanos. No dijeron absolutamente nada, no anunciaron su mirada,
simplemente se guiaban por la intensidad de la voz femenina, la cual
actuaba como una guía para poderlos llevar gradualmente hacia su objetivo.
Al romper unos arbustos, finalmente allí estaba la chica, simplemente
parada allí frente a ellos, mientras absolutamente nada le había pasado.
Ambos quedaron petrificados ante la belleza de la mujer de ojos verdes, la
cual, mostraba su abdomen completamente desnudo, y una vestimenta
cruzada en sus senos, echa del cuero más genuino.
Botas de cuero y una falda larga, complementaban su vestimenta,
mientras ésta, sonreía de una manera cínica, como se viese tenido éxito en
un oscuro plan, y así, había sido.
—Escuchamos gritos, señorita. Qué es lo que ocurre, hay algo en lo que
podamos ayudar. —Dijo uno de los soldados.
—Ya han ayudado, ni siquiera se han dado cuenta. Gracias por venir
señores, buenas noches. —Dijo la mujer antes de cerrar sus ojos.
Aquellos hombres se sintieron muy confundidos ante las palabras de
aquella mujer, pero ninguno de los dos pudo prever lo que estaba por
ocurrir. La cabeza de uno de ellos cayó instantáneamente al suelo, al ser
decapitado por un golpe de un hacha. Automáticamente, su compañero,
quiso reaccionar, pero ante la impresión del ataque inesperado, solo dejó
caer su espada al suelo de una manera torpe.
Esto, dio oportunidad a Enok de atacar directamente a su contrincante, el
cual, perdió un brazo al tratar de contener el golpe. El hacha cortó el
miembro sin problemas, y ante la gran cantidad de sangre que emanaba, el
soldado comenzó gritar. Esto, enfureció enormemente al leñador, quien
golpeó el rostro y lo dejó inconsciente para que muriera devorado por
alguna bestia que olería la sangre muy pronto.
Sonya y su amante, tomaron las armaduras de los soldados, las cuales,
estaban muy bien elaboradas con material resistente de acero. Eran ligeras,
fáciles de trasladar, y sumaban unos cascos que cubrían sus rostros para
protegerlos durante la batalla. Por desgracia, el primer soldado decapitado,
llevaba el casco en su mano, así que, no pudo contener la brutalidad del
asalto llevado a cabo por el fornido leñador.
Tanto la chica como su compañero, utilizaron las armaduras para
infiltrarse en los ejércitos, estos, los llevarían directamente hacia Egea,
guiándolos, ya que, no conocían bien el camino. Cuando se reunieron
nuevamente con las tropas, guardaron silencio en todo momento, sabían que
no enfrentarían ningún peligro, ya que, el peligro eran precisamente ellos.
La chica demoníaca, sabía muy bien cómo utilizar sus talentos, era muy
audaz e inteligente, así que, había logrado infiltrar a Enok en el ejército que
lo llevaría directamente hacia la consolidación de su venganza. Aquellos
dos soldados, habían sido las primeras víctimas de los muchos que estarían
por morir si la joven con su amante, lograban llegar al reino.
Sonya tenía claro sus objetivos, necesitaba llegar hasta el rey Ayden, y
no había una forma de entrar a Egea más segura que hacerlo, que llevando
el uniforme del ejército oficial de Egea. Siendo guiados por las tropas,
viajaron durante días para poder llegar a casa. Cuando cruzaron las grandes
puertas del gran reino de Egea, sintieron un gran alivio, ya que, ya solo era
cuestión de deshacerse de aquellas armaduras y moverse por el pueblo
como se absolutamente nada hubiese pasado.
Necesitaban llegar al centro de aquel lugar, y aunque Egea era enorme,
el gran castillo se ubicaba justo en la mitad de aquellas tierras. Allí, se
encontraba rodeado de un hermoso poblado, donde las personas, se sentían
seguras y felices. Enok haría pasar por un leñador, mientras que, Sonya
bailó en las calles para recibir algunas monedas, algo que era bastante
habitual y común.
Era muy hermosa, así que, recibía una gran cantidad de dinero a diario.
Solo buscaba el momento perfecto para poder encontrarse con Ayden, ya
que, siendo el rey de aquel lugar a unos cuantos metros del castillo, sabía
que tarde o temprano al encontrarse con él, lo cautivaría con su belleza.
Los comentarios acerca de una chica hermosa que bailaba en el pueblo,
cada vez se fueron haciendo más frecuentes. Sonya hacia lo más que podía
para sorprender a aquellos que la observaban. Despampanante, exuberante y
sensual, lograba enamorar a cualquiera, muchos de los soldados que
transcurrían por aquel lugar, trataban de seducirla, haciéndole propuestas
indecorosas, las cuales eran rechazadas instantáneamente por Sonya.
Era una chica extraña, nadie la había visto allí antes, y cuando le
preguntaban acerca de su procedencia, está simplemente contestaba
bailando y observando directamente a los ojos, lo que parecía hacer olvidar
totalmente a sus víctimas acerca de lo que estaban conversando, tan solo
hacía unos segundos atrás.
Aquellas danzas encantadoras, habían enamorado a todos, muchos,
asistieron con mucha frecuencia a la plaza, lugar donde el cuerpo de Sonya
solía moverse al ritmo de la música, ya que, un pequeño niño tocaba para
ella mientras ésta movía su cintura, sus caderas y sus manos, se lanzaba de
un lado al otro, daba saltos, rotaba, tomaba alguno de los presentes a lazar y
los llevaba a involucrarse en su baile, la chica, era toda una experta en el
arte de la seducción.
Los afortunados que podían ser parte de sus bailes, tan solo se dejaban
llevar por los movimientos de la chica, la cual, era absoluta adrenalina pura.
Le encantaba ver como los hombres prácticamente babeaban al observarla,
ya que, todos la desean.
Aquella mañana cuando el rey Ayden caminaba por las calles del centro
de Egea, no imaginó lo que encontraría tras un grupo de personas que se
habían acumulado alrededor de un evento público.
—¿Qué pasa allí? —Pregunto el curioso monarca.
Las personas aplauden y celebran al ritmo de un tambor.
—¡Abran paso! ¡El rey Ayden está aquí! —Exclamó Peatt, uno de los
soldados.
Todos se asombraron y hubo un silencio inmediato. Las personas se
dispersaron y Ayden se encontró con los ojos verdes de la súcubo más
excitante y atractiva que había llegado especialmente para conquistarlo.
5
Capítulo 1
Cuando era adolescente no me imaginé que mi vida sería así, eso por
descontado.
Mi madre, que es una crack, me metió en la cabeza desde niña que tenía
que ser independiente y hacer lo que yo quisiera. “Estudia lo que quieras,
aprende a valerte por ti misma y nunca mires atrás, Belén”, me decía.
Mis abuelos, a los que no llegué a conocer hasta que eran muy viejitos,
fueron siempre muy estrictos con ella. En estos casos, lo más normal es que
la chavala salga por donde menos te lo esperas, así que siguiendo esa lógica
mi madre apareció a los dieciocho con un bombo de padre desconocido y la
echaron de casa.
Del bombo, por si no te lo imaginabas, salí yo. Y así, durante la mayor
parte de mi vida seguí el consejo de mi madre para vivir igual que ella había
vivido: libre, independiente… y pobre como una rata.
Aceleramos la película, nos saltamos unas cuantas escenas y aparezco en
una tumbona blanca junto a una piscina más grande que la casa en la que
me crie. Llevo puestas gafas de sol de Dolce & Gabana, un bikini exclusivo
de Carolina Herrera y, a pesar de que no han sonado todavía las doce del
mediodía, me estoy tomando el medio gin-tonic que me ha preparado el
servicio.
Pese al ligero regusto amargo que me deja en la boca, cada sorbo me
sabe a triunfo. Un triunfo que no he alcanzado gracias a mi trabajo (a ver
cómo se hace una rica siendo psicóloga cuando el empleo mejor pagado que
he tenido ha sido en el Mercadona), pero que no por ello es menos
meritorio.
Sí, he pegado un braguetazo.
Sí, soy una esposa trofeo.
Y no, no me arrepiento de ello. Ni lo más mínimo.
Mi madre no está demasiado orgullosa de mí. Supongo que habría
preferido que siguiera escaldándome las manos de lavaplatos en un
restaurante, o las rodillas como fregona en una empresa de limpieza que
hacía malabarismos con mi contrato para pagarme lo menos posible y tener
la capacidad de echarme sin que pudiese decir esta boca es mía.
Si habéis escuchado lo primero que he dicho, sabréis por qué. Mi madre
cree que una mujer no debería buscar un esposo (o esposa, que es muy
moderna) que la mantenga. A pesar de todo, mi infancia y adolescencia
fueron estupendas, y ella se dejó los cuernos para que yo fuese a la
universidad. “¿Por qué has tenido que optar por el camino fácil, Belén?”,
me dijo desolada cuando le expliqué el arreglo.
Pues porque estaba hasta el moño, por eso. Hasta el moño de esforzarme
y que no diera frutos, de pelearme con el mundo para encontrar el pequeño
espacio en el que se me permitiera ser feliz. Hasta el moño de seguir
convenciones sociales, buscar el amor, creer en el mérito del trabajo, ser
una mujer diez y actuar siempre como si la siguiente generación de chicas
jóvenes fuese a tenerme a mí como ejemplo.
Porque la vida está para vivirla, y si encuentras un atajo… Bueno, pues
habrá que ver a dónde conduce, ¿no? Con todo, mi madre debería estar
orgullosa de una cosa. Aunque el arreglo haya sido más bien decimonónico,
he llegado hasta aquí de la manera más racional, práctica y moderna
posible.
Estoy bebiendo un trago del gin-tonic cuando veo aparecer a Vanessa
Schumacher al otro lado de la piscina. Los hielos tintinean cuando los dejo
a la sombra de la tumbona. Viene con un vestido de noche largo y con los
zapatos de tacón en la mano. Al menos se ha dado una ducha y el pelo largo
y rubio le gotea sobre los hombros. Parece como si no se esperase
encontrarme aquí.
Tímida, levanta la mirada y sonríe. Hace un gesto de saludo con la mano
libre y yo la imito. No hemos hablado mucho, pero me cae bien, así que le
indico que se acerque. Si se acaba de despertar, seguro que tiene hambre.
Vanessa cruza el espacio que nos separa franqueando la piscina. Deja los
zapatos en el suelo antes de sentarse en la tumbona que le señalo. Está algo
inquieta, pero siempre he sido cordial con ella, así que no tarda en obedecer
y relajarse.
—¿Quieres desayunar algo? –pregunto mientras se sienta en la tumbona
con un crujido.
—Vale –dice con un leve acento alemán. Tiene unos ojos grises muy
bonitos que hacen que su rostro resplandezca. Es joven; debe de rondar los
veintipocos y le ha sabido sacar todo el jugo a su tipazo germánico. La he
visto posando en portadas de revistas de moda y corazón desde antes de que
yo misma apareciera. De cerca, sorprende su aparente candidez. Cualquiera
diría que es una mujer casada y curtida en este mundo de apariencias.
Le pido a una de las mujeres del servicio que le traiga el desayuno a
Vanessa. Aparece con una bandeja de platos variados mientras Vanessa y yo
hablamos del tiempo, de la playa y de la fiesta en la que estuvo anoche.
Cuando le da el primer mordisco a una tostada con mantequilla light y
mermelada de naranja amarga, aparece mi marido por la misma puerta de la
que ha salido ella.
¿Veis? Os había dicho que, pese a lo anticuado del planteamiento, lo
habíamos llevado a cabo con estilo y practicidad.
Javier ronda los treinta y cinco y lleva un año retirado, pero conserva la
buena forma de un futbolista. Alto y fibroso, con la piel bronceada por las
horas de entrenamiento al aire libre, tiene unos pectorales bien formados y
una tableta de chocolate con sus ocho onzas y todo.
Aunque tiene el pecho y el abdomen cubiertos por una ligera mata de
vello, parece suave al tacto y no se extiende, como en otros hombres, por
los hombros y la espalda. En este caso, mi maridito se ha encargado de
decorárselos con tatuajes tribales y nombres de gente que le importa.
Ninguno es el mío. Y digo que su vello debe de ser suave porque nunca se
lo he tocado. A decir verdad, nuestro contacto se ha limitado a ponernos las
alianzas, a darnos algún que otro casto beso y a tomarnos de la mano frente
a las cámaras.
El resto se lo dejo a Vanessa y a las decenas de chicas que se debe de
tirar aquí y allá. Nuestro acuerdo no precisaba ningún contacto más íntimo
que ese, después de todo.
Así descrito suena de lo más atractivo, ¿verdad? Un macho alfa en todo
su esplendor, de los que te ponen mirando a Cuenca antes de que se te pase
por la cabeza que no te ha dado ni los buenos días. Eso es porque todavía no
os he dicho cómo habla.
Pero esperad, que se nos acerca. Trae una sonrisa de suficiencia en los
labios bajo la barba de varios días. Ni se ha puesto pantalones, el tío, pero
supongo que ni Vanessa, ni el servicio, ni yo nos vamos a escandalizar por
verle en calzoncillos.
Se aproxima a Vanessa, gruñe un saludo, le roba una tostada y le pega un
mordisco. Y después de mirarnos a las dos, que hasta hace un segundo
estábamos charlando tan ricamente, dice con la boca llena:
—Qué bien que seáis amigas, qué bien. El próximo día te llamo y nos
hacemos un trío, ¿eh, Belén?
Le falta una sobada de paquete para ganar el premio a machote bocazas
del año, pero parece que está demasiado ocupado echando mano del
desayuno de Vanessa como para regalarnos un gesto tan español.
Vanessa sonríe con nerviosismo, como si no supiera qué decir. Yo le doy
un trago al gin-tonic para ahorrarme una lindeza. No es que el comentario
me escandalice (después de todo, he tenido mi ración de desenfreno sexual
y los tríos no me disgustan precisamente), pero siempre me ha parecido
curioso que haya hombres que crean que esa es la mejor manera de
proponer uno.
Como conozco a Javier, sé que está bastante seguro de que el universo
gira en torno a su pene y que tanto Vanessa como yo tenemos que usar toda
nuestra voluntad para evitar arrojarnos sobre su cuerpo semidesnudo y
adorar su miembro como el motivo y fin de nuestra existencia.
A veces no puedo evitar dejarle caer que no es así, pero no quiero
ridiculizarle delante de su amante. Ya lo hace él solito.
—Qué cosas dices, Javier –responde ella, y le da un manotazo cuando
trata de cogerle el vaso de zumo—. ¡Vale ya, que es mi desayuno!
—¿Por qué no pides tú algo de comer? –pregunto mirándole por encima
de las gafas de sol.
—Porque en la cocina no hay de lo que yo quiero –dice Javier.
Me guiña el ojo y se quita los calzoncillos sin ningún pudor. No tiene
marca de bronceado; en el sótano tenemos una cama de rayos UVA a la que
suele darle uso semanal. Nos deleita con una muestra rápida de su culo
esculpido en piedra antes de saltar de cabeza a la piscina. Unas gotas me
salpican en el tobillo y me obligan a encoger los pies.
Suspiro y me vuelvo hacia Vanessa. Ella aún le mira con cierta lujuria,
pero niega con la cabeza con una sonrisa secreta. A veces me pregunto por
qué, de entre todos los tíos a los que podría tirarse, ha elegido al idiota de
Javier.
—Debería irme ya –dice dejando a un lado la bandeja—. Gracias por el
desayuno, Belén.
—No hay de qué, mujer. Ya que eres una invitada y este zopenco no se
porta como un verdadero anfitrión, algo tengo que hacer yo.
Vanessa se levanta y recoge sus zapatos.
—No seas mala. Tienes suerte de tenerle, ¿sabes?
Bufo una carcajada.
—Sí, no lo dudo.
—Lo digo en serio. Al menos le gustas. A veces me gustaría que Michel
se sintiera atraído por mí.
No hay verdadera tristeza en su voz, sino quizá cierta curiosidad. Michel
St. Dennis, jugador del Deportivo Chamartín y antiguo compañero de
Javier, es su marido. Al igual que Javier y yo, Vanessa y Michel tienen un
arreglo matrimonial muy moderno.
Vanessa, que es modelo profesional, cuenta con el apoyo económico y
publicitario que necesita para continuar con su carrera. Michel, que está
dentro del armario, necesitaba una fachada heterosexual que le permita
seguir jugando en un equipo de Primera sin que los rumores le fastidien los
contratos publicitarios ni los directivos del club se le echen encima.
Como dicen los ingleses: una situación win-win.
—Michel es un cielo –le respondo. Alguna vez hemos quedado los
cuatro a cenar en algún restaurante para que nos saquen fotos juntos, y me
cae bien—. Javier sólo me pretende porque sabe que no me interesa. Es así
de narcisista. No se puede creer que no haya caído rendida a sus encantos.
Vanessa sonríe y se encoge de hombros.
—No es tan malo como crees. Además, es sincero.
—Mira, en eso te doy la razón. Es raro encontrar hombres así. –Doy un
sorbo a mi cubata—. ¿Quieres que le diga a Pedro que te lleve a casa?
—No, gracias. Prefiero pedirme un taxi.
—Vale, pues hasta la próxima.
—Adiós, guapa.
Vanessa se va y me deja sola con mis gafas, mi bikini y mi gin-tonic. Y
mi maridito, que está haciendo largos en la piscina en modo Michael Phelps
mientras bufa y ruge como un dragón. No tengo muy claro de si se está
pavoneando o sólo ejercitando, pero corta el agua con sus brazadas de
nadador como si quisiera desbordarla.
A veces me pregunto si sería tan entusiasta en la cama, y me imagino
debajo de él en medio de una follada vikinga. ¿Vanessa grita tan alto por
darle emoción, o porque Javier es así de bueno?
Y en todo caso, ¿qué más me da? Esto es un arreglo moderno y práctico,
y yo tengo una varita Hitachi que vale por cien machos ibéricos de medio
pelo.
Una mujer con la cabeza bien amueblada no necesita mucho más que
eso.
Javier
Disfruto de la atención de Belén durante unos largos. Después se levanta
como si nada, recoge el gin-tonic y la revista insulsa que debe de haber
estado leyendo y se larga.
Se larga.
Me detengo en mitad de la piscina y me paso la mano por la cara para
enjuagarme el agua. Apenas puedo creer lo que veo. Estoy a cien, con el
pulso como un tambor y los músculos hinchados por el ejercicio, y ella se
va. ¡Se va!
A veces me pregunto si no me he casado con una lesbiana. O con una
frígida. Pues anda que sería buena puntería. Yo, que he ganado todos los
títulos que se puedan ganar en un club europeo (la Liga, la Copa, la Súper
Copa, la Champions… Ya me entiendes) y que marqué el gol que nos dio la
victoria en aquella final en Milán (bueno, en realidad fue de penalti y
Jáuregui ya había marcado uno antes, pero ese fue el que nos aseguró que
ganábamos).
La Mujer Trofeo
Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario
— Comedia Erótica y Humor —
Ah, y…
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Gracias.